Pude escuchar el timbre retumbando por toda la casa pero como no es mi tarea el atender, ni siquiera me muevo del sofá porque “Hiding the magic” es una de las películas de Jerek Grimm que más me hacen lagrimear, quizá porque es una de las primeras que recuerdo haber visto de él y su actuación es demasiado buena como para ser verdad. Me hundo un poco más y subo el volumen, pero eso no es suficiente como para opacar el ruido en mi puerta. De verdad… ¿Quién ha venido a molestar cuando estoy segura de que todos en la casa pueden escuchar cómo ando entretenida con mi film de la tarde?

Hace poco empezaron las clases y ya he terminado con mis deberes, lo que me ha permitido darme el lujo de pasar una tarde con golosinas y mi propia compañía. No ando con ánimos de juntarme con amigos porque, para mi desgracia, desde el anuncio de guerra por parte del ministro Weynart me han acomodado los horarios de manera que siempre debo estar en casa temprano y jamás puedo moverme sin un guardaespaldas. Dicho de otra forma, ahora vivo en un mundo cargado de paranoia y sin libertad alguna, así que es mejor ni molestarme y ahorrar energías en la soledad de mi cuarto, una a la cual me estoy acostumbrando demasiado bien.

Como los golpeteos se vuelven insistentes, debo asumir que la persona al timbre es la misma que ha venido a visitarme. Con un resoplido que delata mi hartazgo le pongo pausa a la película, me pongo de pie y doy algunos saltos impacientes hasta llegar a la puerta, tirando de la misma para encontrarme cara a cara con Meerah, quien parece más blanca de lo normal. Bueno, si es eso posible, considerando que es un papel — ¿Qué te ha pasado? Dime que el diseño de la falda plateada no se ha estropeado — era uno de nuestros últimos proyectos, uno que organizamos con tal de entretenernos luego de todas las cosas que han estado pasando. Era un buen modo de evitar hablar de lo que mi hermana le ha hecho a nuestra familia y deseo, con todas mis fuerzas, que esa mujer se haya quitado nuestro apellido. Nos ha deshonrado a todos, en especial a mi sobrina — Ven. Tengo algunos dulces que quizá te pongan algo de color en esas mejillas — podría ofrecerle algunos maquillajes que se encuentran casi intactos, pero su estado demuestran que hace tiempo que no estoy de ánimo para ellos.

Generalmente suelo poner la tele de fondo para que haga algo de ruido mientras no hay nadie en casa, pero esta vez estaban dando maratón de la segunda temporada de XoXo Witch y si bien me hubiese gustado aparentar por un poco más de tiempo que no me fanatiza la serie, Hans me ha encontrado las suficientes veces viéndola, como para no extrañarse de que me encuentre boca abajo, pochoclos en el abdomen, mientras veo a la insulsa de Tiffany indignada porque alguien ha manchado su túnica de gala. Tenía que admitir que las primeras temporadas eran mucho menos emocionantes de lo que recordaba, pero aún así era entretenido poder recordar personajes viejos siendo que algunos ya estaban muertos.

Me levanto cuando comienza la propaganda, y adopto una postura más socialmente aceptable en lo que me estiro para alcanzar mi soda de limón. Estaba pensando en ir a buscar más pochoclos, cuando la música que siempre acompaña a los comunicados oficiales del ministerio comienza a sonar y me hace levantar la vista de mi bebida. Creo que he visto los carteles un sinfín de veces en estos últimos días, pero no les he prestado atención realmente, temiendo que el nombre y la cara de Audrey me saluden desde el otro lado de la pantalla. Esta vez me ha resultado inevitable mirar, y ha bastado ese segundo de estar desprevenida para llevarme el susto de mi vida. ¿Pero qué…? ¡Oh por dios, oh por dios, oh por dios! ¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¡Era un muchacho! ¿Cómo podía ser el enemigo público número dos? ¡EL DOS, POR TODOS LOS CIELOS! ¿Qué haría? El color se me escapa de la cara y me desespero al no saber ni siquiera que pensar.

No estoy segura ni cómo es que he llegado a la casa de Hero, y a duras penas soy consciente de mi propia insistencia. No la escucho, y si atino a pasar dentro de su alcoba, es más por casualidad que por poder seguir su indicación. - No, no. La falda está bien. - Aclaro cuando sus palabras por fin parecen registrarse en mi cerebro. - Es algo peor, mucho peor. No sé qué hacer. - Voy de un lado a otro de su habitación, inquieta, y temerosa de confesar algo que no le había dicho a nadie. Se suponía que nadie debía enterarse. - Puede… no, puede no. Hace unas cuantas semanas almorcé con uno de los enemigos públicos. - Y en mi cabeza ha sonado bien, pero estoy segura de que mi voz ha salido temblorosa. Y no sé si ha llegado a entender lo último, porque de la pura vergüenza tuve que recurrir a esconder el rostro entre mis manos.

Por la manera en la cual se muestra tan alterada, me preocupa que esté a punto de colapsar y no sé si llamar a alguien o tratar de recordar las maniobras de emergencias en caso de que se quede sin aire o le agarre un ataque cardíaco. Las muchas opciones que van brotando de la nada desfilan en mi cabeza a alta velocidad, pero de todo lo que podría ser lo que me confirma es lo único que no sospechaba. Me tengo que cubrir la boca con ambas manos para cubrir el gritito que se me escapa con un “¿queeee?” que, espero, nadie más haya podido escuchar a lo largo y ancho de la mansión. No sería fácil el explicar las razones por las cuales estamos las dos con expresión de horror y tengo que recordarme que Meerah no cuenta con la misma seguridad que yo al momento de ser juzgada. ¿En qué se ha metido?

— Espera, espera… ¿Tú sabías quién era? — intento buscar los puntos legales que pueden funcionar a su favor y aparto mis manos, moviéndolas en el aire en un intento de mantener la calma y, de esa manera, conseguir que ella se tranquilice — ¿De cuál de todos estamos hablando? Dime que no es la chica con cara de desquiciada — la mitad de esos sujetos me daban miedo, la otra solo me hacía preguntarme cómo es posible que pudiesen sostener un arma. Aún no puedo comprender cómo es que Kyle acabó ahí, puesto que se lo veía bastante dulce y tranquilo la tarde en la cual compartimos un helado. Supongo que las apariencias siempre mienten y las personas con rostro tierno son las peores.

Solo por las dudas, abro la puerta de mi cuarto para asomar la cabeza, chequear que no hay nadie cerca y vuelvo a cerrarla con fuerza. Me adelanto en la habitación para tomarla de la mano y sentarla conmigo en el sofá, pasándole los dulces — Cuéntamelo todo. ¿Quién es? ¿Sabe dónde vive? — quizá estoy preguntando demasiado, así que me explico — Si puedes entregarlo, te perdonarán el que hayas entablado amistad en el pasado. Tu padre no te encarcelaría… ¿O sí? — no conozco demasiado al ministro de justicia, pero no creo que se vea como la persona que condenaría a su hija de trece años… espero.

- ¡SHHHHHHH! - Me desespero cuando Hero me demuestra qué tan aguda puede ser, y si antes tenía una expresión horrorizada en el rostro, ahora debo parecerme más a Poppy que a un ser humano en lo que siento como mis ojos parecen querer salirse de mis cuencas. Sé que sacudo las manos de un lado a otro delante de su rostro, como tratando de detener su sorpresa tanto como la mía, pero no funciona, y las dos somos un espejo de la otra. Mi mente se apresura a pensar excusas en caso de que alguien aparezca a preguntar qué ha sucedido, pero solo puedo pensar en escenas de XoXo Witch, y eso me da ganas de llorar. No las escenas en sí, sino lo patético de mi situación.

- ¡Claro que no sabía quién era! - Me altero, tratando de no alzar la voz, pero aún así volcando en mi tono toda la desesperación que sentía en esos momentos. ¿De verdad me creía capaz? - Fue antes de que salieran las listas, antes del atentado incluso. - Trato de justificarme, como si eso me fuese a salvar de haber estado en el lugar equivocado, con una persona que no debía, en un momento que definitivamente no había sido oportuno. Al menos no en este entonces, aquel día la presencia del muchacho había sido una especie de alivio y una distracción bastante interesante. Aún así… ¡era un criminal! ¿Cómo es posible que me metiese en algo así? No quería que me asociaran a un rebelde prófugo que estaba en lo más alto de la lista de buscados. ¿Y qué demonios había hecho para estar tan arriba? - No sé ni quién es la chica con cara de desquiciada. - Le aclaro porque, de verdad no había reparado en el resto de los rostros durante los últimos días. - Fue… Kendrick Duane, el muchacho que aparece en el puesto dos. - Escondo el rostro entre mis manos luego de confesar, y trato de no pensar que, incluso después de ver su nombre y conocer su status, sigo creyendo que ha sido una persona atenta y educada. ¿No podía haberme dicho otro nombre u algo así? Se había presentado como Ken, lo cual no me dejaba ni un margen de duda a pensar que el muchacho que miraba desde los carteles, podía ser uno totalmente distinto al que me había ayudado en un distrito desconocido hace unas cuantas semanas.

Escucho el ruido de la puerta y me altero al pensar que alguien viene a controlarnos, pero cuando levanto la vista por encima de mis palmas, dejo escapar un suspiro de alivio al notar que es solo Hero chequeando que nadie se encuentre cerca. Me dejo guiar cuando nos lleva al sofá, y acepto uno de los dulces que me tiende, jugando con el envoltorio del caramelo en lo que trato de encontrar las palabras. - No, mi padre no lo haría…- O quiero creer que no. - Pero no fue mi culpa… Yo… Me topé con él cuando fui al distrito once. Mi tía Phoebe me había dicho que había vivido durante mucho tiempo ahí y me había dado curiosidad… No le dije a nadie porque pensé que no me dejarían, pero era un distrito horrible, y él fue muy amable pese a haberme tirado al suelo… no sabía…- Muevo mi pierna casi de manera inconsciente, generando un temblor nervioso que termina sacudiendo el sillón hasta que lo noto y uso mi propia mano para frenarla. - Me dijo que era del doce, y que vivía con otros chicos. Pero no sé más que eso. - Le aseguro, tratando de recordar algún indicio que me hubiese permitido saber que estaba en presencia de un criminal en aquel entonces.

Me llevo una mano al corazón y suspiro en alivio de que al menos tiene eso en favor para saberse inocente. No sabía de quién se trataba, ella es solo una pobre víctima de un incidente que no debería haber ocurrido en primer lugar. ¿Cómo es que alguien tan digna como mi sobrina terminó enroscada en un problema con uno de esos horribles delincuentes? — ¡Espera! — vuelvo a la realidad cuando me habla del muchacho y tengo que hacer memoria para saber de quién me está hablando, lo que no es muy complicado porque esa gente ha estado luciendo sus caras en la televisión de manera constante — ¿Hablas del chico lindo que tiene cara de no romper ni un plato? — cosa que no es verdad porque he visto las grabaciones del atentado y… — ¡Meerah, ese chico peleó contra dos ministros y estuvo preso! — no sé si esa es la razón de ser considerado tan peligroso, pero creo que es válida para que entienda su derecho a paniquear.

Quizá no es buena idea, pero entre lo que ella habla y se hace con un dulce, yo enciendo el internet y me pongo a buscar la fotografía del susodicho. Como dije, se ve bastante decente y eso coincide con la historia de Meerah, aunque… — ¿Te tiró al suelo? ¿Por qué? — suena a que estuvo teniendo una vida paralela con excursiones en el norte y encuentros con delincuentes, así que la miro con el escándalo de alguien que ha sido engañada por su secuaz. Me acomodo en el sofá para mirarla de frente casi con un saltito y muevo mis manos en espasmos delante de mi cara — Tienes que contarlo, Meerah. Si él te dijo que estaba en el doce, tal vez sea una pista verdadera y puedan encontrarlos — me explico con rapidez, es mi modo de sentir que estoy teniendo control sobre la situación — Si lo encuentran gracias a ti, nadie jamás podrá decir que hiciste algo malo y no tendrás de qué preocuparte, ¿no? Asunto solucionado — ojalá sea tan sencillo.

Me hago con un caramelo, lo desenvuelvo con la velocidad heredada de la experiencia y me lo meto en la boca de lleno — ¿Es tan atractivo como parece en fotos o solo es la televisión haciéndolo parecer más… llamativo? — todos sabemos que los criminales atraen más la atención si se ven bien a los ojos, todo el mundo ama las historias trágicas con grandes villanos.

¿Qué ese chico hizo qué? Bueno, ahora tenía sentido que estuviese tan alto en la lista de enemigos públicos, pero Hero tenía razón y el “tener cara de no romper ni un plato” también había sido una de mis impresiones. Vamos, quería decir… Ay por favor, soy una tonta. ¿Qué me hizo confiar en un completo desconocido en uno de los peores distritos del país? Pensar que siempre me había considerado buena juzgando el carácter de la gente, y al final había terminado invitando a un criminal. ¡A un criminal! Uno que batalló contra ministros, estuvo preso y ahora se hallaba prófugo. ¿Y si había averiguado quién era? No recordaba haberle dicho mi apellido, pero si tan peligroso era…

- Estaba… - Trato de hacer memoria de aquel momento, pero lo único que ocupa mi mente es mi propia mortificación. ¿Qué había sido? Algo de una… Gruño y dejo que todo el peso de mi cuerpo caiga hacia adelante, lo suficiente para que mi frente toque mis rodillas. - Soy la mayor tonta de la existencia. Me dijo que había olvidado su identificación en casa y que no quería tener problemas o algo así… ¡Era tan obvio! Seguro que estaba huyendo de la justicia desde entonces. - Y yo creyendo que simplemente era un muchacho atolondrado… ¿Qué clase de adolescente tiene una capa de invisibilidad? No era algo que se consiguiera en cualquier tienda de por ahí. Reliquia familiar, si claro. - No servirá. Solo conseguiré meterme en problemas y a él no lo hallarán. No puedo decirlo. - ¿Mancharía eso mi expediente? ¿me tacharían de criminal por haberlo invitado a comer? Eso contaba como ayudarlo, ¿no?

- ¡Hero! - ¿De verdad preguntaba eso? ¿No podía ver que me hallaba en crisis? Aún así no puedo evitar que un rubor me suba a las mejillas cuando recuerdo que de hecho sí era bastante… - Argh. Si me castigan de por vida, no importará qué tan atractivo sea. ¡Es un enemigo público! Hero, fui yo la que lo invité a comer. ¡Le invité el postre! - ¿Se habría aprovechado de mí? No podía considerar que ese fuese el caso cuando básicamente nos la pasamos hablando de comida y otras banalidades. - Necesito otro consejo que no sea decir la verdad. ¿Hay forma de que nunca salga a la luz? ¿Sabes si tienen cámaras en esos distritos?

El martirio de Meerah me hace sentir culpable y le doy unas palmaditas en la espalda como si eso fuese de ayuda a que no se sienta tan mal, aunque por lo que dice está totalmente convencida de que lo mejor es sentirse del asco y compadecerse de su mala suerte en lugar de encontrar una solución en el lugar más obvio, su padre. Este parece ser un caso para sacar el arsenal pesado de dulces que tengo escondido debajo de la cama, así que me basta con un hechizo básico el conseguir que la cajita venga a nosotras y la coloco en el medio de los cojines del sofá — ¿Y qué si lo encuentran? Serías la heroína que entregó a Kendrick Duane. ¿O no quieres entregarlo? — no puedo culparla, debe ser feo tener la conciencia manchada con la muerte de alguien más, pero es su cabeza o la de él. Que me digan mala persona, pero yo sé muy bien lo que elegiría.

No sé qué me llama más, que se ruborice de esa manera o que me cuente los detalles de su comida con el chico fugitivo asesino terrorista — ¡Tuviste una cita y no me dijiste nada! ¿Tenías un novio delincuente y no tenías ni la más mínima idea? ¿Y lo guardaste todo este tiempo? ¡Meerah! — se me escapa el tonito que es un reproche y el travieso orgullo de tener una sobrina con una vida amorosa tan enroscada — Dime que no lo besaste, eso te comprometería un poco más en tu defensa — relaciones íntimas y toda esa cosa. Me aburre un poco que se ponga a hablar de cámaras de seguridad, así que hago un puchero mientras me meto un bombón relleno de dulce en la boca — Sé que ahora manejan drones de seguridad y estoy segura de que antes había de esos, pero en menor cantidad. En cuanto a cámaras específicas… existen, pero no tengo idea de dónde. No puedo conseguir un pase a la base de seguridad para averiguarlo.

Esto es terriblemente trágico. No me contengo, agarro un bombón y se lo meto de lleno en la boca — Si te sirve de consuelo, yo besé a mi esclavo una vez. Ve a ganarle a algo así — no puedo creer que por fin se lo he dicho a alguien, pero si ella va a humillarse, lo haremos juntas.

¿La heroina? Oh sí claro, no pude contra el rebelde que sí capturaron y mandaron a matar y creía que iba a poder contra uno que al parecer había peleado contra dos ministros y logrado escapar. Ajá, - No es que no quiera entregarlo, sino que no tengo forma de hacerlo. - Haber conocido su ubicación vagamente hace un par de semanas no significaba que tuviese la más mínima idea de cómo encontrarlo hoy en día. ¡Tenía una capa de invisibilidad, por todos los cielos! - No voy a ir a decirle a mi padre que, sin decirle a nadie fui al once, me crucé con un terrorista que decía provenir del doce, y lo invité a comer. ¡Suena horrible! - Y como la cajita que ha hecho volar hacia aquí tiene chocolates, descarto el caramelo con rapidez y tomo un bombón que se me hace familiar con ese envoltorio dorado que lo recubre.

Y voy a culpar al dulce que tiene nueces dentro, porque me atraganto y empiezo a toser cuando Hero se ¿enturisasma? y declara que Kendrick Duane es nada más y nada menos que mi novio terrorista. ¿En serio? Había pasado menos de dos horas con el muchacho, y ni siquiera conocía su apellido, ¿desde cuándo eso no formaba parte del requisito básico para tener una relación con alguien? - ¡Claro que no lo besé! ¡Y tampoco es mi novio! - Incluso aunque no fuese un rebelde prófugo de la justicia, no me habría rebajado a darle mi primer beso a un muchacho sucio y pobre, proveniente de los bajos distritos, y con conocimientos tan básicos que ni siquiera sabía lo que era un brownie. Aún sumida en la histeria, tomo otro bombón de la caja y lo como aún más rápido que el anterior. Completamente desanimada cuando me dice que no puede conseguir acceso a las grabaciones de seguridad. Ya que… a decir verdad ni siquiera me acuerdo que día había sido cuando fui para el Norte.

No me espero que Hero me asalte como lo hace, pero cuando tengo un tercer bombón en la boca, entero y casi sin poder masticarlo, entiendo por qué lo hizo. El grito ante su revelación muere ahogado entre todo el chocolate que tengo en la boca, y tengo que hacer aspavientos, golpearme el pecho, y parpadear un par de veces hasta que mis ojos dejan de lagrimear. Cuando por fin consigo tragar la golosina, la miro con alarma y trato de que mi voz se mantenga lo más baja posible. - ¿¡Qué tú hiciste qué!? - Oh por favor, ni siquiera en la serie que cancelaron por ser transgresora y fomentar las relaciones con gente no debida habían llegado a esto. No era el cliché de niña rica con niño pobre, era… era… - ¿Cómo, cuándo y cómo pasó eso? - No soy consciente de que me repito a mi misma, pero no me importa. Necesito que me diga lo que sucedió, así que la tomo por los dos hombros y la giro hacia mí.

Supongo que tiene un punto, pero está tratando de zafarse de un castigo infantil en lugar de arriesgar un par de salidas por el bien de toda la comunidad. Como parece no hay caso con hacerla reaccionar o siquiera verle el lado positivo a tirar el dato y que los adultos se encarguen, no voy a insistir en el tema. Por otro lado, no sé si sentirme aliviada o decepcionada de sus negativas, porque el hecho de que hubiera estado besuqueándose con Duane habría sido tan escandaloso como emocionante. Sí, debería después arrepentirse y todo eso, pero nadie podría negar que sería una gran historia — Pero sí tuviste una cita con él — apunto con toda mi sabiduría y muevo un poco las cejas con una sonrisita sabionda — ¿Lo invitaste a comer, le pagaste un postre? Dime… ¿También hablaron de sus gustos y esas cosas? ¡Porque eso es una cita en toda regla! — es como una especie de ley. He conocido a muchas personas que han estado en citas sin saber que era una, pero como cumplían con las reglas básicas les ha funcionado — Tal vez ahora él anda todo enamorado de ti y tú andas pensando que deberías condenarlo a la justicia. Tan trágico — me llevo una mano al corazón con total y sincero entusiasmo. Si no fuese totalmente ilegal, yo compraría esa historia en una novela.

No sé si se va a morir por el chocolate, por lo que dije o por ambas cosas. Le golpearía la espalda para serle de ayuda, pero su manera de reaccionar hace que me ponga firme en mi sitio como si necesitase de mayor esfuerzo para mantenerme sentada sin sus manos — ¡Estaba ebria! ¿De acuerdo? — me defiendo, pero sé que no es precisamente una excusa. He tenido tiempo para pensarlo y me encontré a mí misma aceptando que hubiera tomado la iniciativa estando sobria, porque en el momento se sintió correcto. Pero no voy a decirle eso a Meerah, no cuando creo que podría darle un infarto — Después de mi cumpleaños, tú sabes cómo terminó esa noche — tomo uno de los bombones y lo miro como si su textura fuese más interesante, le doy un mordisquito en la punta para masticar con lentitud — Solo… pasó. Fue el único que estuvo para mí en tiempos difíciles y todo eso — me meto lo que queda del chocolate en mi boca y la miro, retándola a que me juzgue, aunque el rubor de mis mejillas indica que sé que eso es lo que está haciendo — Solo fue una vez y no volvió a tocarse el tema. Es Sage. Es solo un esclavo y eso es todo, tampoco es la gran cosa — me convenzo a mí misma poniendo cara de asco, como si se tratase del mayor error de mi vida. Mi sororidad llega hasta un punto y creo que ya hice mi trabajo quitándole parte del peso de sus hombros.

- ¿¡Qué!? ¡NO! - No ha sido una cita. ¿Cómo era posible tener una cita sin saberlo? Además, su descripción era muy vaga, esos no eran los únicos requisitos para tener una. Mínimo tenía que haber un mínimo de intención, ¿verdad? - Bajo esos estándares he tenido citas con decenas de personas. No fue una cita. No. Me niego. - Y me cruzo de brazos en un claro berrinche, sumida en la completa negación. Pero no… No quería haberla cagado tanto... ¿Y si Hero tenía razón y había sido una cita? - Trágico fue el no entregarlo cuando tuve la oportunidad de hacerlo. Olvidar su identificación en casa… claro. ¡Argh! Dejémoslo ahí. Aquí nadie está enamorado de nadie, no hubo una cita ni romances trágicos ¿Capiche? - Y no, no había estudiado italiano, pero con la cantidad de pastas que había probado en mi vida, estaba empezando a considerarlo. Oh por favor, ya estaba delirando.

En algún momento de su explicación he terminado soltándola, primero al creerle cuando dijo haber estado ebria, y luego al no creerle porque su mismo discurso me marea lo suficiente como para quedarme mirándola con cara de idiota. - ¿Te diste cuenta que diste tres justificaciones completamente diferentes, no? - Porque una cosa es la ebriedad, otra la contención y otra el aburrimiento. No se contradecían, pero tampoco eran precisamente complementarias. - Además, yo también terminé ebria esa noche, y no acabé besando a nadie. - Aunque tocarle el timbre a la ministra de educación y haber interrumpido a mi padre con su amiga no eran los mejores ejemplos al comportamiento ejemplar. - ¿No es la gran cosa? No tengo nada contra tu esclavo, parece bien entrenado y todo pero, es… - Me estremezco de manera voluntaria para enfatizar mi punto y la miro tratando de entender su motivación. Tal vez no debería darle tantas vueltas al asunto, o presionarla para que dijera algo.  -Lo lamento. Creo que me estoy dejando llevar por un mal prejuicio. Si dices que ha estado para tí, voy a creerte y a no juzgarte. Es solo que...- ¿Tan malo había sido un beso? Al menos ella por ser quien era no sufriría un castigo si alguien se enteraba. Me muerdo el labio y rehuyo su mirada por unos breves segundos y cuando mi voz se hace escuchar es apenas y más alto que un murmullo.- ¿Cómo fue? - Y espero que entienda que mi curiosidad esta vez se debe al beso en sí, y no a la situación en general.

— Ya, ya, que aburrida eres — ruedo un poquito los ojos y se lo doy por válido para que no se ponga histérica, porque creo que si sigue chillando de esta manera va a alertar a toda la casa y ahí sí que no me gustaría el dar explicaciones — Peeeero… ¡Admite que te sonrojaste y que te parece atractivo! Nadie va a juzgarte por eso. Eres fiel a las leyes, no ciega o estúpida — son como esas verdades que nadie puede negar, mucho menos una chica de nuestra edad. Hay personas que son desagradables en su forma de pensar, la escuela está llena de chicos idiotas que son bastante agradables a la vista. No es lo mismo, pero se parece.

Quiero decirle que no me estoy justificando, pero si abro la boca ahora haré más que mostrar todo el chocolate masticado, también me atragantaré por la manera en la que trago algo de aire por la indignación de que no me crea. Bueno, puede que le esté ocultando algunos detalles de toda la historia, pero no puedo decirle eso si se pone tan histérica con la parte más suave de todo lo que ha pasado — Menos mal, me sentiría culpable si tu primer beso lo das borracha porque Maeve metió alcohol en el ponche — lo digo de corazón, Meerah se merece algo más que eso. Al menos, si se besuqueaba con Duane era interesante y lo habría hecho sobria, a no ser que fuese un postre alcohólico. Sí agradezco, con cierta sorpresa, que diga que no va a juzgarme y eso me quita un extraño peso de encima, uno que ni sabía que tenía. ¿Cómo pude cargar con ello, cuando tuve tanto por lo cual preocuparme y que lo cubría hasta hacerlo invisible?

En ese aspecto, soy agradecida con mi yo del pasado por traer los dulces y tener la excusa de no hablar al respecto. Lo que casi provoca que yo me atragante es su pregunta, una que no me esperaba y que, sinceramente, jamás había considerado. Me relamo el chocolate con cuidado de no dejar ni un rastro entre mis dientes y tengo que hacer memoria, lo cual es difícil por culpa del alcohol y el paso del tiempo — Rápido — admito — Y suave. No sé, es solo el tacto de una boca contra otra, pero se sintió raro. Es como… algo que por sí solo no tiene gracia, pero te das cuenta de que no te molestaría seguir haciéndolo porque no está nada mal — de verdad espero que Sage no esté cerca para escuchar lo que acabo de decir, porque eso no podría soportarlo. En el detalle, me giro hacia ella con los ojos bien abiertos — Ya sabes, con otros chicos. Algún día tendrá que pasar, me niego a que ese sea mi único beso o a morir como una solterona amarga.

- ¡No soy aburrida! - Simplemente no quería que me asociaran con un prófugo de la justicia con el que de verdad no había tenido ningún tipo de relación, sin importar lo muy atractivo o no que lo hubiese encontrado… Mierda. - De acuerdo, de acuerdo. Sí me sonrojé. y si lo encuentro bastante más que decente, pero eso es todo. - Se mira pero no se toca. No me parecía una regla muy difícil de seguir, más aún si consideraba que las posibilidades de volverlo a cruzar alguna vez en mi vida eran prácticamente nulas.

- Pero si Maeve me ha dicho que ella no ha sido. - La miro confusa, ladeando la cabeza hacia un costado como si de esa forma pudiese entender de dónde ha sacado esa idea. - Aunque hubiese preferido haber besado a cualquier chiquillo antes de lo que me pasó… Creo que la ministra Leblanc debe haber sido la primera en enterarse de quién era mi padre, y no precisamente por los papeles que luego firmó. - Sin contar a su amiga, que en paz descanse.

Al final me entretengo tratando de asimilar su explicación a un beso, sin saber muy bien que respuesta esperaba que me diese. - ¿Y tanto escándalo hacen por eso? Me refiero… no suena como la gran cosa. Ya que, te contaré que me parece a mí cuando me pase. - Seguía curiosa por el acto en sí, pero no podía negar que en cierta forma se sentía como si hubiese pinchado un globo. Tal vez y sí había más romanticismo en mí del que pensaba. Volviendo mi artención hacia Hero, no le doy más vueltas al asunto y le pego un suave empujón. - Si te casas con él no será tú único beso ni terminarás solterona. - Bromeo con un tono cantarín antes de robar otro dulce de la caja. Era bonito poder estar compartiendo estos momentos con ella.