OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Apenas han pasado dos días desde mi charla con Chuck en el once, lo que hacen tres desde que la transmisión televisiva a lo largo de todo el país cambiara el rumbo de las vidas de sus habitantes, la mía incluida. La seguridad desde entonces está peor que nunca, razón por la que me toma más tiempo que de costumbre poder llegar hasta la casa de mi hermano. Desde el incidente en el ministerio nadie quiere dejar cabos sueltos a nada, ni siquiera para dejar entrar a la hermana de uno de sus ministros. No es algo que me importe demasiado, tal y como están las cosas me sorprendería que fuera diferente, de manera que me limito a seguir las órdenes hasta que me permiten pasar. Es una vivienda tan grande que en ocasiones me pregunto para qué querrá tanto espacio siendo que nuestra familia no es excesivamente grande. Hace semanas que me enteré de que mi hermano se topó con uno de nuestros familiares cercanos cuya existencia me era completamente ajena, lo que me ha hecho pensar en cuantas más personas de mi árbol genealógico desconozco. Pero como es costumbre desde entonces, saludo amablemente a Jordan cuando me lo encuentro por uno de los pasillos camino del despacho de Hans.
He estado pensando todo este tiempo en la manera adecuada para abordar el tema que vengo a tratar, aunque obteniendo siempre la misma respuesta indecisa. Honestamente no sabría decir cual es la reacción que espero, pues tampoco siento que mi hermano haya sido él mismo estas últimas semanas, como si su cabeza estuviera en otra parte. Podría esperarme cualquier cosa, más contarle un aspecto de mi vida del cual jamás he mencionado palabra, provoca un cosquilleo nervioso por mi cuerpo. No me gusta no haber venido sin avisar, pero como tampoco estaba por esperar a que su secretaria me diera una cita para hablar con mi propio hermano, me froto los nudillos antes de llamar a la puerta en intromisión de su privacidad. — Soy yo. ¿Estás ocupado? Puedo venir en otro momento si... — Me excuso en cuanto mi cabeza se asoma por el marco, sintiéndome tan pequeña que es ridículo. No nos hemos visto desde el triunfal mensaje de guerra, lo cual hace que esto se sienta todavía más equivocado. — Solo quería comentarte algo, no va tomarme mucho tiempo. — Bueno, si sale como lo planeo en mi cabeza al menos no, y ese plan incluye evitar por el camino ciertos detalles que considero irrelevantes.
He estado pensando todo este tiempo en la manera adecuada para abordar el tema que vengo a tratar, aunque obteniendo siempre la misma respuesta indecisa. Honestamente no sabría decir cual es la reacción que espero, pues tampoco siento que mi hermano haya sido él mismo estas últimas semanas, como si su cabeza estuviera en otra parte. Podría esperarme cualquier cosa, más contarle un aspecto de mi vida del cual jamás he mencionado palabra, provoca un cosquilleo nervioso por mi cuerpo. No me gusta no haber venido sin avisar, pero como tampoco estaba por esperar a que su secretaria me diera una cita para hablar con mi propio hermano, me froto los nudillos antes de llamar a la puerta en intromisión de su privacidad. — Soy yo. ¿Estás ocupado? Puedo venir en otro momento si... — Me excuso en cuanto mi cabeza se asoma por el marco, sintiéndome tan pequeña que es ridículo. No nos hemos visto desde el triunfal mensaje de guerra, lo cual hace que esto se sienta todavía más equivocado. — Solo quería comentarte algo, no va tomarme mucho tiempo. — Bueno, si sale como lo planeo en mi cabeza al menos no, y ese plan incluye evitar por el camino ciertos detalles que considero irrelevantes.
Hay una enorme pila de libros sobre mi escritorio que he traído desde la biblioteca, ubicada en piso inferior, para ponerme a chequear algunas leyes impartidas en casos particulares de guerra abierta. Sí, hermoso modo de pasar lo que se supone que es mi tiempo libre, pero jamás he sido de las personas que dejan todo para último momento. He llegado a dónde estoy por ser precavido y encontrar siempre el modo de estar un paso por delante del problema, lo cual me ha dado cierta fama con la cual, ahora, no sé si seré capaz de lidiar. Los tiempos que vienen serán más complicados que los anteriores y sé que los ojos del país estarán puestos en nosotros, los miembros honorarios de esta isla particular, porque no hay nada más expuesto en la guerra que los políticos. Dicho de otro modo, esto puede tener varios finales y solo uno es beneficiario para mí: que ganemos. Los otros varían de un despido a la muerte y prefiero no caer en esos detalles.
Tengo la cabeza metida en un resumen de la influencia mágica oculta en la tercera guerra mundial cuando el comunicador suena y me encuentro con la sorpresa de tener que dar el permiso de visita para mi hermana, a quien no me esperaba ver en el día de hoy. En cuanto se lo doy, hago abuso de mi conocimiento sobre las tareas de mis empleados y ni me molesto en ir a abrir la puerta; en su lugar, marco algunos párrafos que sé que me serán de utilidad cuando pueda leerlos y estoy en eso cuando la puerta del despacho suena — Phoebs… — la saludo con calma y coloco el libro ya cerrado sobre el escritorio, levantando la vista hacia ella con la sonrisa que pretende disimular las ojeras — Jamás estoy muy ocupado para ti, al menos que me encuentres en medio de una junta — me ahorro el hacer una broma sobre que tampoco podría recibirla si me encuentro con otro tipo de compañía, pero me recuerdo que es mi hermana y no tiendo a tocar esos temas con ella. Supongo que es la influencia de haber vivido separados tanto tiempo, la que me hace pensar que no hay confianza para ciertos temas íntimos con los cuales bromeo con mis amigos.
Me pongo de pie porque me niego a recibirla como si esto fuese una reunión de trabajo y bordeo el escritorio, acercándome a ella mientras coloco las manos en los bolsillos de mi pantalón — ¿Qué es tan importante que viniste hasta aquí? ¿Está todo bien? — mis sospechas se disparan hacia cualquier lado, quizá Meerah dijo o hizo algo mientras estuvo a su cuidado cuando yo estaba en el hospital, o necesita de asistencia legal — Si quieres algo para beber o comer… — me encojo de hombros. A estas alturas, debería saber que mi casa es su casa.
Tengo la cabeza metida en un resumen de la influencia mágica oculta en la tercera guerra mundial cuando el comunicador suena y me encuentro con la sorpresa de tener que dar el permiso de visita para mi hermana, a quien no me esperaba ver en el día de hoy. En cuanto se lo doy, hago abuso de mi conocimiento sobre las tareas de mis empleados y ni me molesto en ir a abrir la puerta; en su lugar, marco algunos párrafos que sé que me serán de utilidad cuando pueda leerlos y estoy en eso cuando la puerta del despacho suena — Phoebs… — la saludo con calma y coloco el libro ya cerrado sobre el escritorio, levantando la vista hacia ella con la sonrisa que pretende disimular las ojeras — Jamás estoy muy ocupado para ti, al menos que me encuentres en medio de una junta — me ahorro el hacer una broma sobre que tampoco podría recibirla si me encuentro con otro tipo de compañía, pero me recuerdo que es mi hermana y no tiendo a tocar esos temas con ella. Supongo que es la influencia de haber vivido separados tanto tiempo, la que me hace pensar que no hay confianza para ciertos temas íntimos con los cuales bromeo con mis amigos.
Me pongo de pie porque me niego a recibirla como si esto fuese una reunión de trabajo y bordeo el escritorio, acercándome a ella mientras coloco las manos en los bolsillos de mi pantalón — ¿Qué es tan importante que viniste hasta aquí? ¿Está todo bien? — mis sospechas se disparan hacia cualquier lado, quizá Meerah dijo o hizo algo mientras estuvo a su cuidado cuando yo estaba en el hospital, o necesita de asistencia legal — Si quieres algo para beber o comer… — me encojo de hombros. A estas alturas, debería saber que mi casa es su casa.
En cuanto levanta la vista del escritorio me es imposible no fijarme en las bolsas que cubren sus ojos, las cuales me hacen saltar al instante en preocupación. — ¿Estás bien? Parece que no has dormido en una semana. — Que de seguro hay una gran probabilidad de que haya sido así. Sin embargo, creo que estos rasgos en particular no están asociados a su estancia en el hospital durante las últimas semanas, sino a la inminencia de la guerra que se avecina. Me basta una mirada a su mesa mientras arrimo la puerta para percatarme de que estaba trabajando, lo que me hace disculparme una vez más. — No quería molestarte, entiendo que tengas cosas que hacer. — Dejo caer, casi como si estuviera buscando alguna clase de explicación sobre lo que va a pasar a continuación, cuando no creo que ni él mismo sepa responder a eso.
Sé que me encuentro más tiesa que de costumbre cuando asentir con la cabeza se vuelve una tarea compleja, de manera que trato de arreglarlo sacudiendo una mano ante su ofrecimiento para quitarle importancia. Siento que una bebida me distrairía de mi misión de ir directamente al grano, aunque de a primeras tampoco me salga hacerlo. — Verás, yo... He estado pensando, con todo lo que ha estado pasando, el juicio y ahora lo de la guerra... — Muevo mis manos de un lado para otro para acompañar mis palabras pese a que no tiene ningún sentido que lo haga, más bien lo utilizo como mecanismo para ponerle en situación, lo cual tampoco creo que haga falta a juzgar por su aspecto. También siento la necesidad de pasear, pero me mantengo en el sitio, revoloteando de alguna manera la vista por toda la habitación menos en él. — Bueno, puede que esto te sorprenda siendo que jamás he mencionado nada al respecto. — Empiezo. Si vamos a ser honestos, las conversaciones que Hans y yo hemos tenido sobre temas amorosos se resumen a cero, y si yo sé que tiene algún rollo con alguien es porque lo he averiguado por mi cuenta. Para mí es más fácil, claro, toda su vida está aquí, mientras que la mía... digamos que no tiene forma de saber nada.
— Resulta que hay alguien en mi vida ahora mismo, que me ha hecho replantearme algunas cosas sobre como quiero vivir a partir de ahora. — Sigo sin mirarle directamente a la cara, rascándome la frente en un desinterés fingido. No sé por qué me cuesta tanto hablar de esto con él, es algo completamente natural, en algún momento iba a tener que pasar, supongo que lo que no esperaba es que yo fuera a ser la primera. — Y... bueno, lo más probable es que no vaya a estar aquí por mucho más tiempo. — Creo que no hace falta que explique que con aquí me refiero al capitolio, incluso cuando he decidido guardarme algunos detalles que probablemente lo tendrán confuso ahora mismo. Y sé que no necesito su aprobación, pero por la razón que sea me encuentro buscándola, esta vez sí parándome en su rostro para ver su reacción. Después de todo sigue siendo mi hermano mayor.
Sé que me encuentro más tiesa que de costumbre cuando asentir con la cabeza se vuelve una tarea compleja, de manera que trato de arreglarlo sacudiendo una mano ante su ofrecimiento para quitarle importancia. Siento que una bebida me distrairía de mi misión de ir directamente al grano, aunque de a primeras tampoco me salga hacerlo. — Verás, yo... He estado pensando, con todo lo que ha estado pasando, el juicio y ahora lo de la guerra... — Muevo mis manos de un lado para otro para acompañar mis palabras pese a que no tiene ningún sentido que lo haga, más bien lo utilizo como mecanismo para ponerle en situación, lo cual tampoco creo que haga falta a juzgar por su aspecto. También siento la necesidad de pasear, pero me mantengo en el sitio, revoloteando de alguna manera la vista por toda la habitación menos en él. — Bueno, puede que esto te sorprenda siendo que jamás he mencionado nada al respecto. — Empiezo. Si vamos a ser honestos, las conversaciones que Hans y yo hemos tenido sobre temas amorosos se resumen a cero, y si yo sé que tiene algún rollo con alguien es porque lo he averiguado por mi cuenta. Para mí es más fácil, claro, toda su vida está aquí, mientras que la mía... digamos que no tiene forma de saber nada.
— Resulta que hay alguien en mi vida ahora mismo, que me ha hecho replantearme algunas cosas sobre como quiero vivir a partir de ahora. — Sigo sin mirarle directamente a la cara, rascándome la frente en un desinterés fingido. No sé por qué me cuesta tanto hablar de esto con él, es algo completamente natural, en algún momento iba a tener que pasar, supongo que lo que no esperaba es que yo fuera a ser la primera. — Y... bueno, lo más probable es que no vaya a estar aquí por mucho más tiempo. — Creo que no hace falta que explique que con aquí me refiero al capitolio, incluso cuando he decidido guardarme algunos detalles que probablemente lo tendrán confuso ahora mismo. Y sé que no necesito su aprobación, pero por la razón que sea me encuentro buscándola, esta vez sí parándome en su rostro para ver su reacción. Después de todo sigue siendo mi hermano mayor.
— He dormido — es un tono que busca no preocuparla, pero no caigo en el detalle de que no son más que algunas horas porque estoy hasta tarde en el ministerio y me levanto temprano para estar allí a primera hora. Le quito importancia a su visita porque no quiero que se sienta una molestia, sacudo mis manos junto a mi cabeza para dejarle en claro que no tiene razones de qué preocuparse y espero que no se haga una idea errónea sobre nada de esto — ¿Te soy sincero? De verdad me alegra que estés aquí. Si leía algo más sobre técnicas militares y juicios políticos que salieron mal me iba a dar un colapso — me mofo, tratando de ver esto como un chiste y no como la crisis que en verdad es. Una que parece que incluso ha tocado a su puerta.
Me apoyo en el escritorio con los brazos cruzados y le doy ligeros golpeteos a mis codos en cuanto la escucho con cierta expectación, no muy seguro de a dónde quiere llegar — ¿Vas a decirme que tienes un negocio secreto de armas ilegales? — tanteo en un tono que pretende ser bromista, moviendo mis cejas hacia arriba. Si no es algo así, no comprendo el por qué de tanto misterio. Por un momento, de todos modos, creo que prefiero el asunto ilegal a que me venga con la idea explícita de que está saliendo con alguien; sé lidiar con leyes, no con cuñados — Espera. ¿Todo esto es porque tienes un novio? — suena demasiado extraño y me encuentro haciendo una mueca — ¿Qué quieres de mí? ¿Que te dé mi bendición? — la sonrisa de desconcierto ocupa gran parte de mi cara y desarmo un poco la postura, riéndome un poco de esto. Bueno, al menos no tengo que preocuparme porque le esté sucediendo algo específicamente malo, aunque me lleva a pensar en que no comprendo a qué viene toda esta charla.
La analizo con la mirada como si así pudiese obtener una respuesta, aunque no espero encontrarla de veras — Dime que no serás de esas personas que huyen a casarse en secreto en cuanto piensan que la vida puede acabarse en cinco minutos — no sé si lo pido por coherencia o porque no podría estar ligado a alguien con ideales tan cursis. Me paso la mano por el cabello con la incomodidad de un tema desconocido y hago vibrar mis labios con un resoplido que me desinfla, descomprimiendo mi postura — ¿Quién es y por qué no estarías aquí? — acabo preguntando, plantando cierta sospecha en mis ojos. ¿Está en problemas por un sujeto y yo no estaba enterado?
Me apoyo en el escritorio con los brazos cruzados y le doy ligeros golpeteos a mis codos en cuanto la escucho con cierta expectación, no muy seguro de a dónde quiere llegar — ¿Vas a decirme que tienes un negocio secreto de armas ilegales? — tanteo en un tono que pretende ser bromista, moviendo mis cejas hacia arriba. Si no es algo así, no comprendo el por qué de tanto misterio. Por un momento, de todos modos, creo que prefiero el asunto ilegal a que me venga con la idea explícita de que está saliendo con alguien; sé lidiar con leyes, no con cuñados — Espera. ¿Todo esto es porque tienes un novio? — suena demasiado extraño y me encuentro haciendo una mueca — ¿Qué quieres de mí? ¿Que te dé mi bendición? — la sonrisa de desconcierto ocupa gran parte de mi cara y desarmo un poco la postura, riéndome un poco de esto. Bueno, al menos no tengo que preocuparme porque le esté sucediendo algo específicamente malo, aunque me lleva a pensar en que no comprendo a qué viene toda esta charla.
La analizo con la mirada como si así pudiese obtener una respuesta, aunque no espero encontrarla de veras — Dime que no serás de esas personas que huyen a casarse en secreto en cuanto piensan que la vida puede acabarse en cinco minutos — no sé si lo pido por coherencia o porque no podría estar ligado a alguien con ideales tan cursis. Me paso la mano por el cabello con la incomodidad de un tema desconocido y hago vibrar mis labios con un resoplido que me desinfla, descomprimiendo mi postura — ¿Quién es y por qué no estarías aquí? — acabo preguntando, plantando cierta sospecha en mis ojos. ¿Está en problemas por un sujeto y yo no estaba enterado?
Lo miro con cara de no creerme una palabra, la misma que ponía nuestra madre cuando alguno de los dos negaba saber qué había ocurrido con las galletas que faltaban en la despena, pero en lugar de regañarle como lo haría ella me resigno a lanzar un suspiro silencioso. Es lo suficientemente mayor como para saber las consecuencias de una mala época de sueño. — Suena super interesante. — Ni siquiera trato de ocultar mi falta de interés por técnicas militares y abogacía, dedicándole una sonrisa algo absurda. Aunque quizás debería tomármelo algo más en serio si tenemos en cuenta la razón por la que se encuentra estudiando esos libros en el primero de los casos. — ¿Tan mal está la cosa que tienen al ministro de justicia preparando asaltos militares? — Pregunto, más bien curiosa que otra cosa, porque hasta donde yo sé él estudió leyes, no como ganar una guerra.
De todas maneras, tengo que aguantarme las ganas de reír cuando propone que tenga un chiringuito ilegal, pese a que creo que se me escapa una risotada nerviosa. Sería mucho menos ridículo tratar ese tema que el que estamos conversando y su reacción me deja bien claro eso. — Bueno, no es que le hayamos puesto una etiqueta... pero podrías llamarlo así, sí. — Y es que el hecho de que mi hermano le haya dado un nombre a lo que tenemos Charlie y yo antes que nosotros mismos me hace ponerlo todo en perspectiva. Lo cual me hace gracia porque estoy por jurar que él actuaría de la misma manera de estar en mi situación. — Pues claro que no. — Suelto de inmediato, pegando un mini chasquido con la lengua. — Solo quería que lo supieras, viendo la que se viene encima. Eso es todo. — Me limito a decir, incapaz de poner en palabras que no quiero tener que sentir que lo estoy dejando atrás en estos tiempos difíciles, tanto a él como a Meerah.
— No voy a casarme. — Le aseguro y ruedo los ojos porque ni siquiera me sorprende que haya querido tirar por ahí. Al menos no por ahora. Su siguiente pregunta, por otro lado, hace que apriete los labios en un intento de camuflar el nerviosismo, debatiéndome entre si ocultar cierta información o limitarme a soltarlo sin más. — Se llama Charles y como estoy bastante segura que has podido deducir hasta ahora, vive en el norte. — Y si no lo había hecho, pues bueno, en algún momento iba a enterarse, mejor exponerlo ahora que parece calmado. Como sé que le van a dar los ocho males si no continúo hablando, apenas dejo tiempo a que reclame. — Pero no es lo que parece, no es ningún rebelde ni nada por el estilo, es... normal y corriente, con un pasado no muy agraciado, justo como el mío. — Tiene que entender eso, ¿no? Quiero decir, yo misma estuve en esa situación, la diferencia es que yo tuve la suerte de tener un hermano con contactos. — La capital no es lugar para él, por razones que espero que entiendas, y el once tampoco lo es ahora que habéis declarado una guerra. No buscamos problemas, solo queremos vivir lejos de todo el caos que está por llegar. Esta guerra no nos interesa. — Eso también tiene que comprenderlo. ¿Es un buen momento para decir que a punto estuve de tener un bebé con él? Mejor me guardo esa información para luego.
De todas maneras, tengo que aguantarme las ganas de reír cuando propone que tenga un chiringuito ilegal, pese a que creo que se me escapa una risotada nerviosa. Sería mucho menos ridículo tratar ese tema que el que estamos conversando y su reacción me deja bien claro eso. — Bueno, no es que le hayamos puesto una etiqueta... pero podrías llamarlo así, sí. — Y es que el hecho de que mi hermano le haya dado un nombre a lo que tenemos Charlie y yo antes que nosotros mismos me hace ponerlo todo en perspectiva. Lo cual me hace gracia porque estoy por jurar que él actuaría de la misma manera de estar en mi situación. — Pues claro que no. — Suelto de inmediato, pegando un mini chasquido con la lengua. — Solo quería que lo supieras, viendo la que se viene encima. Eso es todo. — Me limito a decir, incapaz de poner en palabras que no quiero tener que sentir que lo estoy dejando atrás en estos tiempos difíciles, tanto a él como a Meerah.
— No voy a casarme. — Le aseguro y ruedo los ojos porque ni siquiera me sorprende que haya querido tirar por ahí. Al menos no por ahora. Su siguiente pregunta, por otro lado, hace que apriete los labios en un intento de camuflar el nerviosismo, debatiéndome entre si ocultar cierta información o limitarme a soltarlo sin más. — Se llama Charles y como estoy bastante segura que has podido deducir hasta ahora, vive en el norte. — Y si no lo había hecho, pues bueno, en algún momento iba a enterarse, mejor exponerlo ahora que parece calmado. Como sé que le van a dar los ocho males si no continúo hablando, apenas dejo tiempo a que reclame. — Pero no es lo que parece, no es ningún rebelde ni nada por el estilo, es... normal y corriente, con un pasado no muy agraciado, justo como el mío. — Tiene que entender eso, ¿no? Quiero decir, yo misma estuve en esa situación, la diferencia es que yo tuve la suerte de tener un hermano con contactos. — La capital no es lugar para él, por razones que espero que entiendas, y el once tampoco lo es ahora que habéis declarado una guerra. No buscamos problemas, solo queremos vivir lejos de todo el caos que está por llegar. Esta guerra no nos interesa. — Eso también tiene que comprenderlo. ¿Es un buen momento para decir que a punto estuve de tener un bebé con él? Mejor me guardo esa información para luego.
No quiero decirle que sí, la cosa está tan mal como para que yo pase horas metido en libros, pero suelto un “ehhh” algo agudo que delata que no está muy lejos de la idea principal — Es bueno estudiar el pasado para no cometer los mismos errores en el presente. Puedes aprender mucho de aquellos que nos precedieron — es una regla básica de la historia, estoy seguro de que ella lo sabe más que bien. Tampoco me voy a poner a dar una clase de ámbito judicial, no cuando parece que ha decidido que es buena idea hacerme partícipe de su vida sentimental y creo que la estoy mirando con la misma expresión que alguien usaría al haber chupado un limón más ácido de lo común. Me he perdido la adolescencia de mi hermana, ha pasado de ser una niña a una mujer hecha y derecha sin que yo sea parte de ese proceso y, aunque di por hecho que algunas cosas habían pasado, me es un poco extraña la idea de verla con un novio. Si no quiere mi aprobación, cosa a la cual no le vería mucha lógica, no entiendo a dónde es que quiere llegar y se lo demuestro con un gesto que sacude mi cabeza en expectación.
El alivio que me produce el saber que no está pensando en el matrimonio se me esfuma cuando empieza a hablar del sujeto en cuestión y la parte más prejuiciosa de mi ser hace que tense un poco la expresión con un quedo “ah” de entendimiento. La dejo seguir hablando en vista de que está aquí para que la escuche y trato, por todos los medios, el no preguntarle qué le costaba tanto el conseguirse a alguien un poquito menos polémico. Creo que lo único que hace que me muerda la lengua es que siento que el decirlo me haría quedar como un verdadero hipócrita, si consideramos las disputas que he tenido conmigo mismo al respecto. Creo que me quedo callado más tiempo del normal, empujando el interior de la mejilla con mi lengua y sin tener idea de qué decir, usando mi tiempo en procesar todo lo que ha soltado. Charles, del norte, tipo común y corriente, ajá — Entonces… — dejo caer — ¿Quieres mudarte con él? ¿Es eso? — no puedo decir mucho del tema porque jamás he vivido con una pareja, pero sí puedo hablar de otras cosas — No tengo intenciones de meterme en tu vida, Phoebs, pero… ¿Lo conoces lo suficiente como para saber que esto es lo que quieres? ¿Es un buen sujeto? — por no decir que si vive en el norte… ¿Qué ha hecho para vivir ahí? ¿Es su sangre, su status, su… qué?
Descruzo mis brazos y me apoyo en el escritorio, al cual le doy algunos golpecitos ligeros mientras trato de descifrar mis dudas en su rostro — No lo sé. Si quieres mi opinión, aquí estarás segura. Tienes un buen trabajo, te tenemos cerca… ¿Piensas dejar todo eso por él? — no quiero sonar juzgador, pero en verdad espero que se haya dado cuenta de lo mucho que implica el marcharse, sea el motivo que sea. Comprendo que nadie quiere estar en el centro de la guerra, el ojo de la tormenta por así decirlo, pero puede también estar arriesgando su seguridad — No sé mucho sobre parejas, pero… ¿Al menos tienen una idea de qué harán? — no quiero decirle que lo que me está planteando suena como al ideal de una niña enamorada, pero si debo pincharle el globo de manera sutil, no me quedará de otra que hacerlo.
El alivio que me produce el saber que no está pensando en el matrimonio se me esfuma cuando empieza a hablar del sujeto en cuestión y la parte más prejuiciosa de mi ser hace que tense un poco la expresión con un quedo “ah” de entendimiento. La dejo seguir hablando en vista de que está aquí para que la escuche y trato, por todos los medios, el no preguntarle qué le costaba tanto el conseguirse a alguien un poquito menos polémico. Creo que lo único que hace que me muerda la lengua es que siento que el decirlo me haría quedar como un verdadero hipócrita, si consideramos las disputas que he tenido conmigo mismo al respecto. Creo que me quedo callado más tiempo del normal, empujando el interior de la mejilla con mi lengua y sin tener idea de qué decir, usando mi tiempo en procesar todo lo que ha soltado. Charles, del norte, tipo común y corriente, ajá — Entonces… — dejo caer — ¿Quieres mudarte con él? ¿Es eso? — no puedo decir mucho del tema porque jamás he vivido con una pareja, pero sí puedo hablar de otras cosas — No tengo intenciones de meterme en tu vida, Phoebs, pero… ¿Lo conoces lo suficiente como para saber que esto es lo que quieres? ¿Es un buen sujeto? — por no decir que si vive en el norte… ¿Qué ha hecho para vivir ahí? ¿Es su sangre, su status, su… qué?
Descruzo mis brazos y me apoyo en el escritorio, al cual le doy algunos golpecitos ligeros mientras trato de descifrar mis dudas en su rostro — No lo sé. Si quieres mi opinión, aquí estarás segura. Tienes un buen trabajo, te tenemos cerca… ¿Piensas dejar todo eso por él? — no quiero sonar juzgador, pero en verdad espero que se haya dado cuenta de lo mucho que implica el marcharse, sea el motivo que sea. Comprendo que nadie quiere estar en el centro de la guerra, el ojo de la tormenta por así decirlo, pero puede también estar arriesgando su seguridad — No sé mucho sobre parejas, pero… ¿Al menos tienen una idea de qué harán? — no quiero decirle que lo que me está planteando suena como al ideal de una niña enamorada, pero si debo pincharle el globo de manera sutil, no me quedará de otra que hacerlo.
Trato de descifrar por sus expresiones cualquier indicio de lo que está pasando por su cabeza, lejos de atender a lo que dice, sé muy bien que en el fondo tiene su propio análisis montado de la situación. Creo que no hace falta que afirme que esa es la idea, la capital me ha traído cosas buenas, pero sigue sin sentirse como un hogar para mí. — En primer lugar, creo que puedes dejar de llamarlo sujeto, no estamos en uno de tus juicios. — Como sé que no lo hace con mala intención me permito el bromear, alzando una de mis cejas en su dirección. Tiene cierta lógica que habiéndose pasado la vida juzgando a otras personas, quiera hacer lo mismo con un extraño de quién recientemente me he animado a hablar. — Es buena persona, más que eso... He tomado decisiones a lo largo de mi vida sin tener la certeza de que fuera a salir bien. Esta es la primera vez que lo hago sabiendo que no voy a estrellarme. — ¿Eso tiene sentido? Espero que lo tenga, no voy a ponerme a dar detalles sobre como funciona mi relación con Charles, porque tampoco creo que sea lo que busca, me limito a asegurarle que si he elegido hacer esto es por un buen motivo.
— Sé que te está sonando a un cliché de verano, en especial porque nunca te he hablado de él, pero no estoy pegando un salto al vacío, sé lo que quiero. — Al carajo, no ha sido fácil tampoco para mí percatarme de que es así, solo sé que la distancia me ha hecho darme cuenta de lo mucho que me faltaba estando sola. Pude haber recuperado a mi hermano, pero siempre hubo algo que no se sentía bien, que no encajaba, ahora sé que ese algo es más bien una persona. Me tomo la libertad de mover los pies, dejando a un lado su figura para acercarme a la ventana con los brazos cruzados y mostrarme muy interesada en las tareas de jardinería que está llevando a cabo el personal de la casa. — No hay ningún lugar seguro. — Le corto, echándole un último vistazo al jardín antes de volver la mirada al interior de la habitación. — Y no estaría dejándolo todo, seguiré manteniendo mi trabajo, la única diferencia es que en vez de tenerme aquí, estaré unos kilómetros más lejos. Eso no es nada comparado con como hemos estado, ¿no crees? — Digo con intención de animar lo que se está convirtiendo en una mala idea en su cabeza. ¿Qué son unos kilómetros de más en nuestra época?
Rodeo con ambas manos mis brazos, mordiéndome la mejilla interna en lo que asiento con la cabeza. — Buscaremos un sitio tranquilo primero, lejos de toda esta locura, un lugar donde podamos empezar de cero. Estaré bien, ¿cuándo no lo he estado? — Es una ironía, él lo sabe, pero que tiene doble sentido, como si quisiera explicar sin la necesidad de palabras que ocurra lo que ocurra, siempre encontraré el modo de sobrevivir, como siempre. Vuelvo la mirada a la ventana, moviendo la nariz al sentir un cosquilleo que me lleva a decir lo siguiente. Hay ciertas cosas que no le he contado, pero puestos a sincerarme... — Estuve embarazada, hace un tiempo. No llegué a tenerlo, lo perdí antes de que eso pasara. No lo buscamos, supongo que por eso nunca te lo conté. — Creía que era porque en el momento no me pareció un dato relevante, ahora sé que es porque me afectó más de lo que he llegado a expresar. No sé que es lo que me ha llevado a decírselo ahora, pero sé que no va a juzgarme. Meerah es un detalle que a día de hoy no puede ignorar. — A lo que voy es que no te estaría diciendo esto si no supiera que es lo que quiero de verdad. Y quiero estar con él. — Lo digo con seguridad, sin que haya lugar a que ponga en dudas mis palabras, y me relamo los labios antes de girar la cabeza hacia él. Siento que me he quitado un peso de encima o, al menos, un secreto menos.
— Sé que te está sonando a un cliché de verano, en especial porque nunca te he hablado de él, pero no estoy pegando un salto al vacío, sé lo que quiero. — Al carajo, no ha sido fácil tampoco para mí percatarme de que es así, solo sé que la distancia me ha hecho darme cuenta de lo mucho que me faltaba estando sola. Pude haber recuperado a mi hermano, pero siempre hubo algo que no se sentía bien, que no encajaba, ahora sé que ese algo es más bien una persona. Me tomo la libertad de mover los pies, dejando a un lado su figura para acercarme a la ventana con los brazos cruzados y mostrarme muy interesada en las tareas de jardinería que está llevando a cabo el personal de la casa. — No hay ningún lugar seguro. — Le corto, echándole un último vistazo al jardín antes de volver la mirada al interior de la habitación. — Y no estaría dejándolo todo, seguiré manteniendo mi trabajo, la única diferencia es que en vez de tenerme aquí, estaré unos kilómetros más lejos. Eso no es nada comparado con como hemos estado, ¿no crees? — Digo con intención de animar lo que se está convirtiendo en una mala idea en su cabeza. ¿Qué son unos kilómetros de más en nuestra época?
Rodeo con ambas manos mis brazos, mordiéndome la mejilla interna en lo que asiento con la cabeza. — Buscaremos un sitio tranquilo primero, lejos de toda esta locura, un lugar donde podamos empezar de cero. Estaré bien, ¿cuándo no lo he estado? — Es una ironía, él lo sabe, pero que tiene doble sentido, como si quisiera explicar sin la necesidad de palabras que ocurra lo que ocurra, siempre encontraré el modo de sobrevivir, como siempre. Vuelvo la mirada a la ventana, moviendo la nariz al sentir un cosquilleo que me lleva a decir lo siguiente. Hay ciertas cosas que no le he contado, pero puestos a sincerarme... — Estuve embarazada, hace un tiempo. No llegué a tenerlo, lo perdí antes de que eso pasara. No lo buscamos, supongo que por eso nunca te lo conté. — Creía que era porque en el momento no me pareció un dato relevante, ahora sé que es porque me afectó más de lo que he llegado a expresar. No sé que es lo que me ha llevado a decírselo ahora, pero sé que no va a juzgarme. Meerah es un detalle que a día de hoy no puede ignorar. — A lo que voy es que no te estaría diciendo esto si no supiera que es lo que quiero de verdad. Y quiero estar con él. — Lo digo con seguridad, sin que haya lugar a que ponga en dudas mis palabras, y me relamo los labios antes de girar la cabeza hacia él. Siento que me he quitado un peso de encima o, al menos, un secreto menos.
A pesar de que pongo los ojos en blanco por su bromita que me pinta, muy a mi pesar, una sonrisa, no puedo dejar de mirarla como si estuviese tomándome el pelo. No es porque sea mi hermana, pero no puedo comprender cómo es que puede estar tan segura sobre una persona y sobre lo que desea con ella. Recuerdo el capricho adolescente que tuve con Audrey, pero incluso en ese entonces tenía mis límites. Quiero decir, estaba al pendiente de mis estudios y la idea de vivir juntos se asomó en un punto de demasiada soledad, pero jamás llegó a concretarse y no recuerdo haber hablado o actuado de la misma manera que Phoebe casi a sus treinta. ¿De verdad las cosas son como las pinta o está cegada? Envidio la manera en la cual parece tenerlo tan claro, honestamente. Jamás podría haberlo hecho de esa manera — Si tú lo dices… — es lo único que suelto. Ya está grandecita para que le señale las fallas y los riesgos que está tomando y como no conozco al tipo no puedo ser de más ayuda. Diablos, espero que al menos tenga empleo y no sea uno de esos vagabundos con adicciones tan clásicos del norte. Si es así, voy a matarla.
Su paseo por la habitación me tiene siguiéndola como si fuese un programa de televisión de lo más interesante. Sé que tiene un punto en lo que está diciendo, pero aún así no me contengo en chasquear la lengua — Sé que ningún lugar será completamente seguro, pero tenerte cerca siempre es un alivio. Justamente, después de todo lo que hemos pasado, hay sensaciones amargas que no se van — no quiero retenerla, solo espero que comprenda mi punto de vista en todo esto. Al menos parece que tienen un plan que no abarca todo lo que yo quería oír y estoy por señalarle algunos puntos, cuando suelta una bomba que no me esperaba. Bien, sé que tenía una imagen de mi hermanita que ya no existe, pero mis ojos se clavan en su estómago como si esperasen verlo crecer de golpe. Sé que trago saliva y que la nuez sube y baja, buscando procesar la información con un poco más de lentitud que lo normal — ¿Por qué no me lo dijiste? — acabo soltando, ignorando su declaración de amor incondicional hacia el susodicho — Quiero decir, sé que no debe ser fácil, pero… — me obligo a levantar los ojos hacia ella, encontrándome con la adulta que nunca fue para mí — Lamento mucho que eso haya pasado. Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea, ¿no? — no solo porque ha perdido un hijo, vaya a saber por qué, sino porque no hay necesidad de tener secretos entre nosotros. Somos una familia pequeña y que ha sido débil mucho tiempo, no serán épocas donde podamos darnos ese lujo. Si quiero cuidarla, tengo que encontrar la manera de que no se aleje de mí.
Con un suspiro, me separo del escritorio y me acerco a ella, pasando mis manos por sus brazos en una caricia que culmina al tomar sus manos — Este tipo… Charles… — mi voz suena un poco dudosa al pronunciar su nombre y la miro buscando que me aseguro que no me he confundido bautizándolo de otra manera — ¿Tiene un trabajo? ¿Puede ayudarte a mantener un hogar? Quiero decir, tú sabes, sé que en el norte las cosas no son precisamente… estables — por no decir que la mayoría son vagabundos y ocupas. Aprieto un poco sus dedos, usando mis pulgares para acariciar sus nudillos — Si necesita un empleo, puedo conseguirle uno bueno, al menos de asistente. Tengo los contactos, solo… — cierro los ojos con resignación y vuelvo a suspirar antes de mirarla — No dejes que alguien más te hunda solo porque quieres estar con él, ¿entiendes? Sé que estás segura y todo eso, pero la luna de miel dura poco y quiero que tomes las medidas para que esto no termine… mal — por no decir, en una pareja fallida y cargada de problemas. Ya tuvimos un buen ejemplo con nuestros padres.
Su paseo por la habitación me tiene siguiéndola como si fuese un programa de televisión de lo más interesante. Sé que tiene un punto en lo que está diciendo, pero aún así no me contengo en chasquear la lengua — Sé que ningún lugar será completamente seguro, pero tenerte cerca siempre es un alivio. Justamente, después de todo lo que hemos pasado, hay sensaciones amargas que no se van — no quiero retenerla, solo espero que comprenda mi punto de vista en todo esto. Al menos parece que tienen un plan que no abarca todo lo que yo quería oír y estoy por señalarle algunos puntos, cuando suelta una bomba que no me esperaba. Bien, sé que tenía una imagen de mi hermanita que ya no existe, pero mis ojos se clavan en su estómago como si esperasen verlo crecer de golpe. Sé que trago saliva y que la nuez sube y baja, buscando procesar la información con un poco más de lentitud que lo normal — ¿Por qué no me lo dijiste? — acabo soltando, ignorando su declaración de amor incondicional hacia el susodicho — Quiero decir, sé que no debe ser fácil, pero… — me obligo a levantar los ojos hacia ella, encontrándome con la adulta que nunca fue para mí — Lamento mucho que eso haya pasado. Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea, ¿no? — no solo porque ha perdido un hijo, vaya a saber por qué, sino porque no hay necesidad de tener secretos entre nosotros. Somos una familia pequeña y que ha sido débil mucho tiempo, no serán épocas donde podamos darnos ese lujo. Si quiero cuidarla, tengo que encontrar la manera de que no se aleje de mí.
Con un suspiro, me separo del escritorio y me acerco a ella, pasando mis manos por sus brazos en una caricia que culmina al tomar sus manos — Este tipo… Charles… — mi voz suena un poco dudosa al pronunciar su nombre y la miro buscando que me aseguro que no me he confundido bautizándolo de otra manera — ¿Tiene un trabajo? ¿Puede ayudarte a mantener un hogar? Quiero decir, tú sabes, sé que en el norte las cosas no son precisamente… estables — por no decir que la mayoría son vagabundos y ocupas. Aprieto un poco sus dedos, usando mis pulgares para acariciar sus nudillos — Si necesita un empleo, puedo conseguirle uno bueno, al menos de asistente. Tengo los contactos, solo… — cierro los ojos con resignación y vuelvo a suspirar antes de mirarla — No dejes que alguien más te hunda solo porque quieres estar con él, ¿entiendes? Sé que estás segura y todo eso, pero la luna de miel dura poco y quiero que tomes las medidas para que esto no termine… mal — por no decir, en una pareja fallida y cargada de problemas. Ya tuvimos un buen ejemplo con nuestros padres.
Entiendo lo que dice sobre las sensaciones amargas, porque de esas tengo constantemente, muchas de ellas en forma de sueño. Las secuelas familiares son algo que por mucho tiempo que pase, siempre van a estar ahí, y en algunos momentos se hacen más presentes que en otros. Ahora mismo, por ejemplo, puedo llegar a comprender por qué se siente de esa manera ante la noticia de que volvemos a separarnos de nuevo. De una forma distinta, está claro, que no esperaba que lo dejara así. — Pero ya no somos niños, Hans, hemos crecido, con todo lo que eso conlleva. — No puede tampoco esperar a que me quede por siempre resguardada bajo su protección, incluso cuando el tiempo que estuvimos cada uno por nuestra cuenta le dé derecho a hacerlo. — Por favor, que no me voy al fin del mundo, en algún momento vas a tener que dejar de ser tan sobreprotector conmigo. — Digo con intención de rebajar la tensión del ambiente, ladeando la cabeza en lo que me atrevo a sonreír con humor. Algo me dice que nunca va a dejar de hacerlo, no después de la historia que hay detrás de nosotros.
Casi tengo miedo a encogerme de hombros, escondiendo la cabeza en ese gesto como respuesta a algo que yo también me he planteado hace escasos segundos. — No parecía una buena carta de presentación en su momento, y luego simplemente no se dio la oportunidad a sacar el tema. — Elevo los párpados, pero no la barbilla, como si estuviera esperando a ver su reacción a escondidas. No tengo tiempo de levantar la cabeza hacia él que ya estoy negando con la misma cuando se disculpa por algo de lo que no debería lamentarse. — Está bien, fue para mejor, no era el momento, los dos lo sabíamos. — Digo algo escueto, sin querer remover mucho en el pasado y aun un poco plasmada en el recuerdo. Uno nunca sabe, quizás ese bebé hubiera roto nuestra relación a largo plazo en lugar de a corto como hemos podido comprobar en las últimas semanas. — Lo sé. — Utilizo como respuesta a su afirmación, viendo que no necesito decir nada más al respecto. Si algo me han demostrado estos últimos meses es que solo nos tenemos el uno al otro dentro de esta extraña familia que formamos, nosotros y los fantasmas que de vez en cuando atormentan el presente.
El contacto hace que ahora sí levante la mirada hacia él, atenta a sus palabras y observándolo a la espera de un interrogatorio que, si bien estaba viendo venir, esperaba no tener contestar. Bueno, al menos esta vez no lo llamó sujeto, supongo que eso es un avance a la aceptación de que Charles existe de verdad. — Bueno... digamos que no es el tipo que anda regalando anillos de diamantes, tú ya me entiendes. —No, en verdad no creo que lo haga, no hasta el punto que comprenda lo que quiero insinuar sin la necesidad de utilizar palabras. Carajo, por qué no me limitaría a decir que tenía una herencia familiar colosal o algo parecido. — Pero nos las apañaremos, de veras, no tienes de qué preocuparte. — Se nota que estoy ocultando información, lo veo en su cara tanto como en la mía y eso que no la estoy viendo. Pero no creo que exista una forma sutil de presentarle a Charles sin que quiera tirarse por la misma ventana que tengo detrás. — No creo que le guste la idea de ser enchufado por alguien, ya sabes, valores. — Asiento con la cabeza, acompañando el movimiento con mis cejas. Sí, los valores de que ni en un millón de años Chuck aceptaría que mi hermano le consiga trabajo. Pero, por favor, qué mal se me da mentir. — Con mi sueldo es suficiente por el momento, encontrará algo. — Ah, sí, ya lo arreglé.
Sonrío cuando estruja mis dedos, como para demostrar que no tiene nada de lo que temer, pese a que lo que dice a continuación ensombrece un poco mi mirada, transformándose en una sonrisa más bien triste. Al final, soy yo la que rodea sus manos con las mías, afianzando mi seguridad. — No todos son como papá. — Es de las pocas veces que utilizo alguna clase de diminutivo relativamente cariñoso para referirme a nuestro padre, pero lo hago con la intención de abrirle los ojos y hacerle ver que no tengo miedo porque no me estoy equivocando, y por esa misma razón, él tampoco debería de tenerlo.
Casi tengo miedo a encogerme de hombros, escondiendo la cabeza en ese gesto como respuesta a algo que yo también me he planteado hace escasos segundos. — No parecía una buena carta de presentación en su momento, y luego simplemente no se dio la oportunidad a sacar el tema. — Elevo los párpados, pero no la barbilla, como si estuviera esperando a ver su reacción a escondidas. No tengo tiempo de levantar la cabeza hacia él que ya estoy negando con la misma cuando se disculpa por algo de lo que no debería lamentarse. — Está bien, fue para mejor, no era el momento, los dos lo sabíamos. — Digo algo escueto, sin querer remover mucho en el pasado y aun un poco plasmada en el recuerdo. Uno nunca sabe, quizás ese bebé hubiera roto nuestra relación a largo plazo en lugar de a corto como hemos podido comprobar en las últimas semanas. — Lo sé. — Utilizo como respuesta a su afirmación, viendo que no necesito decir nada más al respecto. Si algo me han demostrado estos últimos meses es que solo nos tenemos el uno al otro dentro de esta extraña familia que formamos, nosotros y los fantasmas que de vez en cuando atormentan el presente.
El contacto hace que ahora sí levante la mirada hacia él, atenta a sus palabras y observándolo a la espera de un interrogatorio que, si bien estaba viendo venir, esperaba no tener contestar. Bueno, al menos esta vez no lo llamó sujeto, supongo que eso es un avance a la aceptación de que Charles existe de verdad. — Bueno... digamos que no es el tipo que anda regalando anillos de diamantes, tú ya me entiendes. —No, en verdad no creo que lo haga, no hasta el punto que comprenda lo que quiero insinuar sin la necesidad de utilizar palabras. Carajo, por qué no me limitaría a decir que tenía una herencia familiar colosal o algo parecido. — Pero nos las apañaremos, de veras, no tienes de qué preocuparte. — Se nota que estoy ocultando información, lo veo en su cara tanto como en la mía y eso que no la estoy viendo. Pero no creo que exista una forma sutil de presentarle a Charles sin que quiera tirarse por la misma ventana que tengo detrás. — No creo que le guste la idea de ser enchufado por alguien, ya sabes, valores. — Asiento con la cabeza, acompañando el movimiento con mis cejas. Sí, los valores de que ni en un millón de años Chuck aceptaría que mi hermano le consiga trabajo. Pero, por favor, qué mal se me da mentir. — Con mi sueldo es suficiente por el momento, encontrará algo. — Ah, sí, ya lo arreglé.
Sonrío cuando estruja mis dedos, como para demostrar que no tiene nada de lo que temer, pese a que lo que dice a continuación ensombrece un poco mi mirada, transformándose en una sonrisa más bien triste. Al final, soy yo la que rodea sus manos con las mías, afianzando mi seguridad. — No todos son como papá. — Es de las pocas veces que utilizo alguna clase de diminutivo relativamente cariñoso para referirme a nuestro padre, pero lo hago con la intención de abrirle los ojos y hacerle ver que no tengo miedo porque no me estoy equivocando, y por esa misma razón, él tampoco debería de tenerlo.
Todo lo que me dice no está ayudando a que olvide los detalles de una vida que no conocía, en la cual puedo notar que no estuve cuando más me necesitaba y me recuerda, una vez más, que somos desconocidos con una infancia y una genética en común. No quiero preocuparme por ella y tengo intenciones de depositar mi confianza en todo lo que me dice, pero no puedo dejar de ser el hermano sobreprotector que ella tanto insiste que debería dejar de existir — No quiero que “te las apañes”, Phoebs. Sabes que puedo ayudarte — si el tipo este no acepta puestos de trabajo mucho menos va a aceptar dinero, pero hoy en día tengo la suerte de que me sobra, algo que no muchos podrán decir cuando las cosas se salgan de control — En el norte… ¿No hace nada? — Por favor, no quiero decirle que ella se merece y puede conseguir algo mucho mejor, pero creo que es un poquitito obvio. Sé que la taza de empleo en esos distritos no es la más óptima, pero no entiendo cómo mi hermana podría haber puesto sus ojos en alguien sin futuro o ambición. No sé puede vivir de ideales, lo sé bien.
Hay algo en su sonrisa que me dice mucho sin la necesidad de abrir la boca, pero lo que expresa luego solo me obliga a forzar un gesto que busca imitar el suyo. ¿Alguna vez hablamos de verdad sobre lo que pasó? ¿Fuimos sinceros el uno con el otro? — Lo sé — no estoy mintiendo, sé que hay matrimonios que funcionan, personas que extrañamente encuentran un balance para funcionar juntas y por último están los desgraciados como mi padre — Solo quiero que seas feliz y estés segura. Si crees que este es el modo… — no puedo decir que la apoyo porque todo esto me produce un recelo que no comprendo, pero no sé cómo decirlo sin provocar una nueva pelea por la cual no quiero pasar una vez más. Suelto sus manos y coloco las mías detrás de mi nuca, masajeando un poco los nervios — No soy el mejor para hablar de relaciones. No he tenido una en años y fue una experiencia muy lejana que no terminó bien, fuera de que tengo a Meerah gracias a ello — no es secreto que las formalidades no son lo mío, hay cierta fama que me adjudicaron y exageraron con la cual no puedo luchar — Yo no tengo… bueno, no sé cómo es el apostarlo todo por alguien — si ella lo ha encontrado, tendré que ver cómo ayudar para que no se dé la cabeza contra el suelo.
Me aparto hasta ser libre de abrir la ventana y sentarme en el marco. Una de las cosas que más me gustan de vivir aquí es la vista, los jardines y el aire fresco es algo que las personas de la ciudad no podrían comprender del todo. Me quedo callado, pasando mis manos distraídamente por mis rodillas, hasta que mis ojos vuelven a buscar su perfil — ¿Por qué nunca nos contamos nada? — pregunto, quizá muy repentinamente — Sé que hemos cambiado, pero antes solíamos decirnos todo. Todavía no sé si fue la distancia misma o una que inventamos nosotros entre ambos — lo peor es que ya descubrimos una de las razones, nos llevó a gritarnos hasta no hablar durante días. Por suerte, las emociones amargas se ven opacadas por un recuerdo que me hace sonreír con burla — ¿Recuerdas cuando te gustaba ese niño en primer grado? ¿Cuál era su nombre? El cachetón que te regalaba dulces — cuando las cosas eran mucho más simples que ahora y no era necesario el sentir la presión de cuidar las palabras. Éramos nosotros y eso bastaba.
Hay algo en su sonrisa que me dice mucho sin la necesidad de abrir la boca, pero lo que expresa luego solo me obliga a forzar un gesto que busca imitar el suyo. ¿Alguna vez hablamos de verdad sobre lo que pasó? ¿Fuimos sinceros el uno con el otro? — Lo sé — no estoy mintiendo, sé que hay matrimonios que funcionan, personas que extrañamente encuentran un balance para funcionar juntas y por último están los desgraciados como mi padre — Solo quiero que seas feliz y estés segura. Si crees que este es el modo… — no puedo decir que la apoyo porque todo esto me produce un recelo que no comprendo, pero no sé cómo decirlo sin provocar una nueva pelea por la cual no quiero pasar una vez más. Suelto sus manos y coloco las mías detrás de mi nuca, masajeando un poco los nervios — No soy el mejor para hablar de relaciones. No he tenido una en años y fue una experiencia muy lejana que no terminó bien, fuera de que tengo a Meerah gracias a ello — no es secreto que las formalidades no son lo mío, hay cierta fama que me adjudicaron y exageraron con la cual no puedo luchar — Yo no tengo… bueno, no sé cómo es el apostarlo todo por alguien — si ella lo ha encontrado, tendré que ver cómo ayudar para que no se dé la cabeza contra el suelo.
Me aparto hasta ser libre de abrir la ventana y sentarme en el marco. Una de las cosas que más me gustan de vivir aquí es la vista, los jardines y el aire fresco es algo que las personas de la ciudad no podrían comprender del todo. Me quedo callado, pasando mis manos distraídamente por mis rodillas, hasta que mis ojos vuelven a buscar su perfil — ¿Por qué nunca nos contamos nada? — pregunto, quizá muy repentinamente — Sé que hemos cambiado, pero antes solíamos decirnos todo. Todavía no sé si fue la distancia misma o una que inventamos nosotros entre ambos — lo peor es que ya descubrimos una de las razones, nos llevó a gritarnos hasta no hablar durante días. Por suerte, las emociones amargas se ven opacadas por un recuerdo que me hace sonreír con burla — ¿Recuerdas cuando te gustaba ese niño en primer grado? ¿Cuál era su nombre? El cachetón que te regalaba dulces — cuando las cosas eran mucho más simples que ahora y no era necesario el sentir la presión de cuidar las palabras. Éramos nosotros y eso bastaba.
Bueno, tanto como nada... Hace muchas cosas, el problema es que no sé hasta qué punto Hans va a comprender que el norte no funciona como el resto del mundo. No puedo mentirle, no después de haberme prometido a mí misma que sería honesta con él, pero tampoco creo que contarle acerca de los hobbies que tiene Charles sea una adicción de información necesaria cuando ya de por sí está más que dudoso. Además, las apuestas y peleas clandestinas en los suburbios del once son algo que él mismo va a tener que dejar de lado, si no es por mí, por aparentar que sabemos lo que estamos haciendo. Lo que Hans no sepa del pasado puede permanecer como eso, historia.— Por eso si necesito de tu ayuda, serás el primero en saberlo. — Digo, acompañando mi afirmación con una sonrisa segura y un apretón en sus manos. — Pero tienes que dejarme hacer las cosas por mi cuenta primero, sé lo que estoy haciendo. — O eso creo, sonaba mucho más convincente con Charlie a mi lado.
— Soy feliz. Tengo todo lo que necesito. — No creo que haga falta señalar que eso le incluye a él, a mi sobrina y a Charles, sin la necesidad de dinero por el medio. Tampoco voy a decir que lo último no sea importante, que lo es, pero no creo que sea el pilar más fundamental a la hora de sostener una relación. Le sigo con la mirada cuando suelta mis manos, las cuales vuelvo a recagar sobre mi pecho por el simple hecho de hacer algo con ellas mientras decide que es un buen momento para confesarse sobre su propia experiencia. — Si te sirve como consuelo, siempre pensé que serías el primero en asentar la cabeza. — Al principio, cuando recién sabía de su existencia y su semblante parecía mucho más serio de lo que he podido comprobar con el paso de los meses. Es ahora que puedo decir que, por mucho que le guste alardear de que tiene todo bajo control, hay ciertos aspectos de su vida que no se rigen por esa organización. Las relaciones más allá de la amistad son uno de ellos. — Algunos necesitan más tiempo que otros, que en una ocasión no haya salido como esperabas no significa que la siguiente será igual, cuando llegue la persona correcta lo sabrás. — Vale, realmente no esperaba tener que darle esta charla a mi hermano mayor, ¡debería ser al revés! — A veces nos empeñamos en mirar por encima cuando lo tenemos justo en frente de nuestras narices, e incluso entonces no nos damos cuenta. — Termino por encogerme de hombros, con la intención de restarle importancia a mis palabras como si no fueran lo que opino de verdad.
Me toma unos segundos después de que resople en nostalgia para tomar asiento junto al marco a su lado, plantando la mirada en algún punto de la pared empapelada de enfrente en lo que ladeo mi cabeza para reposarla sobre su hombro. — Supongo que es por miedo a tener que perderte de nuevo, que lo que no sepas de mí de algún modo distorsione la imagen que alguna vez tuviste de mí. — Digo en revelación, que apenas es un murmullo en el silencio que prueba la verdad en mis palabras. En ocasiones me pregunto qué fue de esa niña con temor a los relámpagos y a su propia sombra en la oscuridad, que corría a resguardarse bajo las sábanas de su hermano mayor. Supongo que creció para entender que hay cosas que dan mucho más miedo que un monstruo bajo la cama. Su comentario, por otra parte, provoca que se me escape una risa, siendo innecesario asentir para demostrar que lo recuerdo. — Creo que solo me gustaba porque me regalaba gominolas, sabes que siempre he tenido debilidad por lo dulce. — Nuestra madre no era excesivamente estricta con las porquerías, pero estaba bien poder guardarme algunos secretros para mí. — Jamás olvidaré la cara que se te quedó cuando me besó a la salida del colegio. — ¿Qué tendría? ¿Nueve años? Ni siquiera podía considerarse un beso de verdad si tenemos en cuenta que el contacto duró lo mismo que el tiempo que me dio a reaccionar por la sorpresa, casi como el movimiento que hace un resorte. El recuerdo hace que oprima una nueva risa entre mis labios, sacudiendo la cabeza lo poco que me permite el estar apoyada sobre él.
— Soy feliz. Tengo todo lo que necesito. — No creo que haga falta señalar que eso le incluye a él, a mi sobrina y a Charles, sin la necesidad de dinero por el medio. Tampoco voy a decir que lo último no sea importante, que lo es, pero no creo que sea el pilar más fundamental a la hora de sostener una relación. Le sigo con la mirada cuando suelta mis manos, las cuales vuelvo a recagar sobre mi pecho por el simple hecho de hacer algo con ellas mientras decide que es un buen momento para confesarse sobre su propia experiencia. — Si te sirve como consuelo, siempre pensé que serías el primero en asentar la cabeza. — Al principio, cuando recién sabía de su existencia y su semblante parecía mucho más serio de lo que he podido comprobar con el paso de los meses. Es ahora que puedo decir que, por mucho que le guste alardear de que tiene todo bajo control, hay ciertos aspectos de su vida que no se rigen por esa organización. Las relaciones más allá de la amistad son uno de ellos. — Algunos necesitan más tiempo que otros, que en una ocasión no haya salido como esperabas no significa que la siguiente será igual, cuando llegue la persona correcta lo sabrás. — Vale, realmente no esperaba tener que darle esta charla a mi hermano mayor, ¡debería ser al revés! — A veces nos empeñamos en mirar por encima cuando lo tenemos justo en frente de nuestras narices, e incluso entonces no nos damos cuenta. — Termino por encogerme de hombros, con la intención de restarle importancia a mis palabras como si no fueran lo que opino de verdad.
Me toma unos segundos después de que resople en nostalgia para tomar asiento junto al marco a su lado, plantando la mirada en algún punto de la pared empapelada de enfrente en lo que ladeo mi cabeza para reposarla sobre su hombro. — Supongo que es por miedo a tener que perderte de nuevo, que lo que no sepas de mí de algún modo distorsione la imagen que alguna vez tuviste de mí. — Digo en revelación, que apenas es un murmullo en el silencio que prueba la verdad en mis palabras. En ocasiones me pregunto qué fue de esa niña con temor a los relámpagos y a su propia sombra en la oscuridad, que corría a resguardarse bajo las sábanas de su hermano mayor. Supongo que creció para entender que hay cosas que dan mucho más miedo que un monstruo bajo la cama. Su comentario, por otra parte, provoca que se me escape una risa, siendo innecesario asentir para demostrar que lo recuerdo. — Creo que solo me gustaba porque me regalaba gominolas, sabes que siempre he tenido debilidad por lo dulce. — Nuestra madre no era excesivamente estricta con las porquerías, pero estaba bien poder guardarme algunos secretros para mí. — Jamás olvidaré la cara que se te quedó cuando me besó a la salida del colegio. — ¿Qué tendría? ¿Nueve años? Ni siquiera podía considerarse un beso de verdad si tenemos en cuenta que el contacto duró lo mismo que el tiempo que me dio a reaccionar por la sorpresa, casi como el movimiento que hace un resorte. El recuerdo hace que oprima una nueva risa entre mis labios, sacudiendo la cabeza lo poco que me permite el estar apoyada sobre él.
La risotada que se me escapa retumba entre las paredes del despacho y me encuentro meneando la cabeza una y otra vez, mirándola como si se hubiese vuelto loca — Creo que jamás he pensado seriamente en sentar cabeza — le admito, la sonrisa me decora la cara demostrando tanta gracia como incredulidad, pero se me va apagando poco a poco hasta sentir que me muestro incluso un poco desdeñoso — No creo que exista “la persona correcta”. Bah, no estoy seguro. No es como si… — vamos, ella fue honesta conmigo, pero no me siento capaz de contarle sobre mi vida sentimental cuando ni yo mismo soy capaz de comprenderla — No tengo con qué compararlo. No creo tener una idea de mujer ideal y siempre he descartado las relaciones por falta de tiempo e interés. Y ahora mismo creo estar más preocupado en mantener la cabeza en su lugar como para… ya sabes — el gesto que me hace revolver una mano delata que hace algunas semanas no me he juntado con nadie en un ámbito que no sea laboral — Creo que no tengo nada “delante de mis ojos” — o no quiero pensarlo en verdad.
No voy a quejarme de la postura que adopta, me recuerda a tiempos mejores en los cuales me daba el lujo de usar su cabeza de almohada y eso mismo hago, buscando que nos acoplemos con la confianza que alguna vez supimos tener el uno en el otro, entremezclando mechones de cabello que pueden resultar muy parecidos a simple vista — Phoebe, eres mi hermana, no me importa que hayas hecho o con quien te hayas… juntado — hago una mueca porque no quiero decir “acostado”, aunque pronto me río de mi propia idiotez. Somos adultos, que va — Siempre y cuando estés feliz y no sea nada por lo cual te metas en problemas, tendrás mi apoyo — al menos, el más sincero que pueda darle. Pongo cara de asquito fraternal porque no quería recordar eso, a pesar de que me pinta una de esas sonrisas que me hacen doler la cara sin darme cuenta, posiblemente por falta de costumbre — No sé si eso es peor que el día que gritaste por toda la casa que habías visto como Julie Bemis me había tomado de la mano en el recreo — las burlas de mi madre continuaron por semanas y hasta recuerdo el instante bochornoso en el cual pasó a recogerme por la escuela solamente para preguntarle a la niña si quería ir a merendar a nuestra casa. Creo que nunca había sentido tanta vergüenza en la vida y eso que ya había recolectado unos cuantos rechazos desde el jardín de infantes.
Me quedo callado un momento, seguro que desde el jardín me llega el sonido de que Jordan debe haber empezado a cortar el césped. El aroma incluso se eleva hasta aquí, haciendo que respire un poco más fuerte antes de abrir la boca sin pensarlo dos veces — Me he estado viendo con Lara Scott por meses — por la manera en que frunzo el rostro, dejo en evidencia que no estaba en mis planes el confesarlo, aunque sospecho que ya tenía alguna idea si tenemos en cuenta que se ha quedado conmigo algunas horas en el hospital. Mi hermana no es idiota y siempre se le ha dado bien el ser perspicaz — Y se suponía que solo sería acostarnos, pero se ha ido un poco de las manos… — si nos estamos sincerando sobre aspectos íntimos de nuestra vida, al menos creo que esto es inofensivo en comparación a ciertos temas que ya demostramos que es mejor no tocar.
No voy a quejarme de la postura que adopta, me recuerda a tiempos mejores en los cuales me daba el lujo de usar su cabeza de almohada y eso mismo hago, buscando que nos acoplemos con la confianza que alguna vez supimos tener el uno en el otro, entremezclando mechones de cabello que pueden resultar muy parecidos a simple vista — Phoebe, eres mi hermana, no me importa que hayas hecho o con quien te hayas… juntado — hago una mueca porque no quiero decir “acostado”, aunque pronto me río de mi propia idiotez. Somos adultos, que va — Siempre y cuando estés feliz y no sea nada por lo cual te metas en problemas, tendrás mi apoyo — al menos, el más sincero que pueda darle. Pongo cara de asquito fraternal porque no quería recordar eso, a pesar de que me pinta una de esas sonrisas que me hacen doler la cara sin darme cuenta, posiblemente por falta de costumbre — No sé si eso es peor que el día que gritaste por toda la casa que habías visto como Julie Bemis me había tomado de la mano en el recreo — las burlas de mi madre continuaron por semanas y hasta recuerdo el instante bochornoso en el cual pasó a recogerme por la escuela solamente para preguntarle a la niña si quería ir a merendar a nuestra casa. Creo que nunca había sentido tanta vergüenza en la vida y eso que ya había recolectado unos cuantos rechazos desde el jardín de infantes.
Me quedo callado un momento, seguro que desde el jardín me llega el sonido de que Jordan debe haber empezado a cortar el césped. El aroma incluso se eleva hasta aquí, haciendo que respire un poco más fuerte antes de abrir la boca sin pensarlo dos veces — Me he estado viendo con Lara Scott por meses — por la manera en que frunzo el rostro, dejo en evidencia que no estaba en mis planes el confesarlo, aunque sospecho que ya tenía alguna idea si tenemos en cuenta que se ha quedado conmigo algunas horas en el hospital. Mi hermana no es idiota y siempre se le ha dado bien el ser perspicaz — Y se suponía que solo sería acostarnos, pero se ha ido un poco de las manos… — si nos estamos sincerando sobre aspectos íntimos de nuestra vida, al menos creo que esto es inofensivo en comparación a ciertos temas que ya demostramos que es mejor no tocar.
No sé porqué encuentro algo de humor en su actitud, probablemente porque él mismo esté tratando su vida amorosa como un tema al que no le presta demasiada atención. Entiendo su punto, que no tenga tiempo para meterse de lleno en una relación y que por ese mismo motivo no la esté buscando. Con todo lo que se está por venir en los próximos meses es lógico que no quiera pensar en nada que no sea su trabajo, como siempre ha hecho, aunque tampoco voy a decir que sea una posición que comparta. Quiero decir, conociendo a mi hermano como creo que lo hago, una guerra le daría menos miedo que empezar una relación con alguien, pero si realmente disfruta de la compañía de una persona en concreto, no comprendo que solo por el trabajo no pueda darse el gusto. — Es tu decisión. Solo... no esperes a que sea demasiado tarde, ahora puede parecerte una tontería para la que no tienes tiempo, pero uno nunca sabe donde estará mañana. — O si estaremos, para el caso. Termino por encogerme de hombros, acomodando mi cabeza contra su hombro. Yo, mientras pueda, pienso aprovechar el tiempo que me quede.
Hay algo reconfortante en la idea de pensar que esta conversación está siendo liberadora, como si de por sí ya me hubiera quitado más de la mitad del peso de encima al saber que, después de todo, por muchos años que hayan puesto distancia, sigue teniendo mi espalda. Su manera de expresarlo de igual forma hace que brote una sonrisa de mis labios, supongo que no dejaremos de ser hermanos para algunas cosas. Pronto esa curva desaparece, cuando me aclaro la gargante suavemente para elevar la voz. — Sé que es difícil para ti, después de lo de papá... Y yo no he sido precisamente abierta con algunas cosas, debería habértelas contado antes, pero no fui capaz. Aún hay ciertos aspectos de mi vida que ni yo misma soy capaz de dejar atrás. — El actuar de forma tan reservada, como si de alguna manera esa información que escondo fuese a ponerse en mi contra, no es más que un efecto colateral del daño que hizo nuestro padre, o igual es que simplemente soy así por haber vivido como lo hice y necesito de alguien a quien culpar por mi comportamiento. Mis cejas pronto vuelven a su posición natural cuando menciona otra imagen que, si bien no hubiera recordado por mi cuenta, ahora hace que se me dibuje una sonrisa. — Mamá siempre tenía el modo de dejarnos en ridículo, aunque he de admitir que yo la ayudaba con eso a veces. — Bromeo. Supongo que es una característica con la que nacen los padres por defecto, y las hermanas menores. — La echo de menos. —Es de las pocas veces que me atrevo a mencionar a mi madre como algo más que un recuerdo, y no estoy muy segura de si ha sido mi idea más brillante cuando de un segundo para otro cualquier expresión de mi rostro se torna plana.
No me dura mucho, o quizás es el hecho de que eleve la cabeza para despegarme de él y mirar su perfil cuando el nombre de Lara brota en medio de la conversación. Que me diga que se anda viendo con ella no me es ninguna novedad, pese a ser consciente de que por su boca jamás ha salido algo parecido. Pero no soy idiota, sé perfectamente cuando mi hermano se está viendo con alguien incluso cuando pretende que no me dé cuenta. Por no ignorar que tuve un encuentro con la susodicha bastante curioso. — ¿A qué nivel de irse de las...? — No necesito terminar la pregunta porque no sé si es por la cara que pone o porque recuerdo la pequeña advertencia que al parecer, Lara no se tomó tan en serio. — Oh. Ese nivel. — No quiero poner cara de "te lo dije", pero se lo dije y creo que se evidencia en toda expresión en mi cara. En estos momentos parece que me he metido una rana en la boca y no quiero soltarla, mis labios se aprietan uno contra otro incluso cuando siento la necesidad de buscar aire. Al final, termino por soltarlo en un suspiro largo, no es como que la noticia de un bebé no lo merezca. — ¿Qué vais a...? — Tampoco me hace falta terminarla para que sepa lo que quiero preguntar, mirando su perfil mientras nuestros brazos siguen pegados por la posición anterior.
Hay algo reconfortante en la idea de pensar que esta conversación está siendo liberadora, como si de por sí ya me hubiera quitado más de la mitad del peso de encima al saber que, después de todo, por muchos años que hayan puesto distancia, sigue teniendo mi espalda. Su manera de expresarlo de igual forma hace que brote una sonrisa de mis labios, supongo que no dejaremos de ser hermanos para algunas cosas. Pronto esa curva desaparece, cuando me aclaro la gargante suavemente para elevar la voz. — Sé que es difícil para ti, después de lo de papá... Y yo no he sido precisamente abierta con algunas cosas, debería habértelas contado antes, pero no fui capaz. Aún hay ciertos aspectos de mi vida que ni yo misma soy capaz de dejar atrás. — El actuar de forma tan reservada, como si de alguna manera esa información que escondo fuese a ponerse en mi contra, no es más que un efecto colateral del daño que hizo nuestro padre, o igual es que simplemente soy así por haber vivido como lo hice y necesito de alguien a quien culpar por mi comportamiento. Mis cejas pronto vuelven a su posición natural cuando menciona otra imagen que, si bien no hubiera recordado por mi cuenta, ahora hace que se me dibuje una sonrisa. — Mamá siempre tenía el modo de dejarnos en ridículo, aunque he de admitir que yo la ayudaba con eso a veces. — Bromeo. Supongo que es una característica con la que nacen los padres por defecto, y las hermanas menores. — La echo de menos. —Es de las pocas veces que me atrevo a mencionar a mi madre como algo más que un recuerdo, y no estoy muy segura de si ha sido mi idea más brillante cuando de un segundo para otro cualquier expresión de mi rostro se torna plana.
No me dura mucho, o quizás es el hecho de que eleve la cabeza para despegarme de él y mirar su perfil cuando el nombre de Lara brota en medio de la conversación. Que me diga que se anda viendo con ella no me es ninguna novedad, pese a ser consciente de que por su boca jamás ha salido algo parecido. Pero no soy idiota, sé perfectamente cuando mi hermano se está viendo con alguien incluso cuando pretende que no me dé cuenta. Por no ignorar que tuve un encuentro con la susodicha bastante curioso. — ¿A qué nivel de irse de las...? — No necesito terminar la pregunta porque no sé si es por la cara que pone o porque recuerdo la pequeña advertencia que al parecer, Lara no se tomó tan en serio. — Oh. Ese nivel. — No quiero poner cara de "te lo dije", pero se lo dije y creo que se evidencia en toda expresión en mi cara. En estos momentos parece que me he metido una rana en la boca y no quiero soltarla, mis labios se aprietan uno contra otro incluso cuando siento la necesidad de buscar aire. Al final, termino por soltarlo en un suspiro largo, no es como que la noticia de un bebé no lo merezca. — ¿Qué vais a...? — Tampoco me hace falta terminarla para que sepa lo que quiero preguntar, mirando su perfil mientras nuestros brazos siguen pegados por la posición anterior.
Mi lado de “hermano comprensivo” sabe que algunas cosas ya deberían estar enterradas, porque no hay nada que ella haya hecho que pueda afectarme en comparación a los años en los cuales no he dejado de buscarla. Es un poco complicado el dejar a un lado al ministro que todos conocen y guardar por cinco minutos el alma juzgadora que tanto me ha caracterizado, pero aún así me las arreglo para posar una mano sobre su espalda en una caricia familiar y calma — Ya no somos esos niños, Phoebs. Supongo que cada uno de nosotros tiene su tiempo para ir soltando cada una de las cosas que supieron hacernos mal — no soy el mejor ejemplo de ello, hay una larga lista de rencores que no pienso soltar. Lo bueno es que entre toda la mierda del pasado hay cosas buenas, recuerdos que consiguen hacerme reír como el que estamos trayendo a colación, en especial porque no voy a olvidar jamás el equipo femenino que me hacía la vida imposible solo para verme gruñir cinco minutos. Que después mamá arreglase todo diciendo que era una broma y besándome las mejillas es un punto y aparte — Lo sé — coincido, mi voz se vuelve mucho más suave — Yo también. Meerah me recuerda mucho a ella — obviemos la parte de lo metiche, hay otros rasgos, más suaves y delicados que se asoman en detalles.
Asiento lentamente con la cabeza porque creo, por un momento, que estamos hablando de lo mismo, aunque es algo de lo que dice que me hace mirarla, apartándome un poco para ser capaz de enfocarla con la confusión a flor de piel — Momento, ¿de qué nivel hablas? — pregunto en tonito de sospecha. Me agarro de su última pregunta y trato de buscarle una lógica, la cual desemboca en que resople como si estuviese hablando de ideas demasiado revolucionarias como para tomarlas en serio — ¿Nada? Creo, no lo sé. Supongo que a estas alturas es su decisión — siento que me estoy ahorrando los detalles, así que hago rodar mis ojos y retomo una postura más relajada, aunque me cruzo de brazos al recargarme contra el marco de la ventana — No comprendo que un día me diga que quiere estar conmigo y al siguiente se espante si hay alguna mención que la ponga en una situación un poco más comprometedora — no tengo idea de si me entiende o puede seguirme, pero tampoco es que algo demasiado complicado de captar — Así que queda en ella, porque yo no voy a condicionar mi vida por esto aunque… ya sabes, tampoco he tenido tiempo como para salir a hablar con otras mujeres — tampoco hay ánimos. Hay cosas de las últimas semanas que no solo me mantienen ocupado, sino que también me duelen. El asesinato de mi mejor amiga sigue ahí, aunque intente fingir que soy lo suficientemente profesional como para poder seguir adelante sin pensarlo demasiado.
Al final, le doy una palmadita en la rodilla y me pongo de pie con el mismo aire que una persona que se sacó un peso de encima — Si te cuento sobre esto, es porque tú confiaste en mí y eso me dice que puedo confiar en ti, pero intenta no hablar del tema con Meerah cerca. Está obsesionada con hacer que nos juntemos — es una anécdota que aún no he tenido tiempo para contarle y sonrío a medias, metiendo las manos una vez más en la comodidad de mis bolsillos — ¿Eso es todo o ahora vas a decirme que te casaste y divorciaste dos veces?
Asiento lentamente con la cabeza porque creo, por un momento, que estamos hablando de lo mismo, aunque es algo de lo que dice que me hace mirarla, apartándome un poco para ser capaz de enfocarla con la confusión a flor de piel — Momento, ¿de qué nivel hablas? — pregunto en tonito de sospecha. Me agarro de su última pregunta y trato de buscarle una lógica, la cual desemboca en que resople como si estuviese hablando de ideas demasiado revolucionarias como para tomarlas en serio — ¿Nada? Creo, no lo sé. Supongo que a estas alturas es su decisión — siento que me estoy ahorrando los detalles, así que hago rodar mis ojos y retomo una postura más relajada, aunque me cruzo de brazos al recargarme contra el marco de la ventana — No comprendo que un día me diga que quiere estar conmigo y al siguiente se espante si hay alguna mención que la ponga en una situación un poco más comprometedora — no tengo idea de si me entiende o puede seguirme, pero tampoco es que algo demasiado complicado de captar — Así que queda en ella, porque yo no voy a condicionar mi vida por esto aunque… ya sabes, tampoco he tenido tiempo como para salir a hablar con otras mujeres — tampoco hay ánimos. Hay cosas de las últimas semanas que no solo me mantienen ocupado, sino que también me duelen. El asesinato de mi mejor amiga sigue ahí, aunque intente fingir que soy lo suficientemente profesional como para poder seguir adelante sin pensarlo demasiado.
Al final, le doy una palmadita en la rodilla y me pongo de pie con el mismo aire que una persona que se sacó un peso de encima — Si te cuento sobre esto, es porque tú confiaste en mí y eso me dice que puedo confiar en ti, pero intenta no hablar del tema con Meerah cerca. Está obsesionada con hacer que nos juntemos — es una anécdota que aún no he tenido tiempo para contarle y sonrío a medias, metiendo las manos una vez más en la comodidad de mis bolsillos — ¿Eso es todo o ahora vas a decirme que te casaste y divorciaste dos veces?
Muevo las cejas, casi como si quisiera asentir con ellas en vez de mover la cabeza, quedo en algún punto fijo en el suelo. Hay muchas cosas que el tiempo no puede curar, ni siquiera olvidar, porque son esos mismos recuerdos los que nos hacen quienes somos a día de hoy. Lo sé bien, al igual que él, solo tuvimos formas distintas de superar el desastre en que se convirtieron nuestras vidas a una edad demasiado temprana. Por ese pensamiento, cuando menicona a Meerah, me sale el sonreír delicado. La memoria de mi madre es espesa, muchas veces me cuesta siquiera reconocerla en las fotografías antiguas rescatadas por Hans, porque la imagen suya aun está borrosa en mi cabeza, pero puedo confirmar que su hija también me recuerda en cierta manera a ella. — Tiene su misma sonrisa. — Murmuro. Ese detalle sí lo recuerdo porque la risa de nuestra madre era tan contagiosa que es imposible olvidar algo como eso, de hecho creo que incluso aún puedo imaginarme que la escucho.
Al principio creo que estamos hablando de lo mismo, luego empieza a hablar y no estoy muy segura de que ese sea el caso. Me encuentro entrecerrando los ojos en sospecha, dudando de que siquiera estemos pensando en el mismo tema. — ¿De qué nivel hablas tú? — Se me escapa una risa, tan patética como la conversación que estamos teniendo. Es evidente que él está dialogando acerca de algo muchísimo más liviano que el bebé que tengo yo en mente. Quizás he tomado un paso adelante y me he inmerso en una movida que ha creado mi propia cabeza en base al encuentro con Lara hace unos meses. — Uf. Menos mal, por un momento creí que... — Bueno, casi es mejor que cierre la boca antes de soltar otra tontería. Soy consciente de que sigue hablando, mucho más serio de lo que hubiera esperado siendo que hace unos minutos el hecho de mencionar una posible relación con alguien no era más que humor para él, pero yo sigo pensando en que por un momento, creí que la morena estaba realmente embarazada. Ahogo el reírme, tragándome torpemente la risa en lo que trato de poner mi rostro más calmo. — Bueno, lo que tenga que ser, será. Y si no es... perdió la oportunidad de estar con alguien que sí merece la pena. — Lo digo en serio. Mi hermano puede tener sus cosas, pero muy en el fondo es un oso de peluche, mi yo de seis años puede corroborar eso, solo que le gusta hacerse el hombre duro y cabezota.
Asiento con la cabeza, elevando las manos en señal de que puede confiar en que no voy a mencionar más de lo necesario su pequeño lío con Lara, aunque se me forma una sonrisa en el rostro cuando dice que la rubia está actuando de Celestina con ellos. — Eh. Menos guasa. — Le reclamo, alzando un dedo en su dirección a modo de advertencia, sin poder contener la curva de mis labios. — O te negaré la invitación a mi boda. — Estoy seria cuando lo digo, escrutándole con la mirada en lo que me reincorporo para marcharme y delatándome a mí misma con la risa que brota después. No habrá ninguna boda, pero resulta divertido bromear con ello ahora que no hay nada entre nosotros que nos impida el poder hacerlo.
Al principio creo que estamos hablando de lo mismo, luego empieza a hablar y no estoy muy segura de que ese sea el caso. Me encuentro entrecerrando los ojos en sospecha, dudando de que siquiera estemos pensando en el mismo tema. — ¿De qué nivel hablas tú? — Se me escapa una risa, tan patética como la conversación que estamos teniendo. Es evidente que él está dialogando acerca de algo muchísimo más liviano que el bebé que tengo yo en mente. Quizás he tomado un paso adelante y me he inmerso en una movida que ha creado mi propia cabeza en base al encuentro con Lara hace unos meses. — Uf. Menos mal, por un momento creí que... — Bueno, casi es mejor que cierre la boca antes de soltar otra tontería. Soy consciente de que sigue hablando, mucho más serio de lo que hubiera esperado siendo que hace unos minutos el hecho de mencionar una posible relación con alguien no era más que humor para él, pero yo sigo pensando en que por un momento, creí que la morena estaba realmente embarazada. Ahogo el reírme, tragándome torpemente la risa en lo que trato de poner mi rostro más calmo. — Bueno, lo que tenga que ser, será. Y si no es... perdió la oportunidad de estar con alguien que sí merece la pena. — Lo digo en serio. Mi hermano puede tener sus cosas, pero muy en el fondo es un oso de peluche, mi yo de seis años puede corroborar eso, solo que le gusta hacerse el hombre duro y cabezota.
Asiento con la cabeza, elevando las manos en señal de que puede confiar en que no voy a mencionar más de lo necesario su pequeño lío con Lara, aunque se me forma una sonrisa en el rostro cuando dice que la rubia está actuando de Celestina con ellos. — Eh. Menos guasa. — Le reclamo, alzando un dedo en su dirección a modo de advertencia, sin poder contener la curva de mis labios. — O te negaré la invitación a mi boda. — Estoy seria cuando lo digo, escrutándole con la mirada en lo que me reincorporo para marcharme y delatándome a mí misma con la risa que brota después. No habrá ninguna boda, pero resulta divertido bromear con ello ahora que no hay nada entre nosotros que nos impida el poder hacerlo.
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