The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Invitado
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Un viento sacude mi cabello echándomelo sobre la cara y tengo que apartarlo de un manotazo. Mis dedos de la otra mano sujetan las hojas para que no se vuelen todas, algunas lo hacen, caen al suelo sucio del callejón para perderse entre los contenedores a rebosar de basura y se mojan en un charco que se formó por la llovizna de esta madrugada. Tengo que volver sobre mis pasos para recogerlos, sacudo un poco el papel, pero no hacen una diferencia. No importa. Saco mi cabeza del callejón para comprobar el estado de las calles, hay más aurores de los que he visto en estos meses, patrullean a todas horas y es una molestia.

Últimamente me he tenido que cuidar de no dejarme ver a la medianoche rondando algunos edificios porque cada acto de mínima sospecha es válido para que pidan identificaciones o me hagan pasar un mal rato. Como no veo chances de ir por la calle con mi pila de carteles en brazos sin que me detengan precisamente por esto, subo por una escalera de emergencia que chirría bajo mis pasos. Salto los escalones de metal para meterme a la primera ventana que encuentro entreabierta, pasar de una terraza a otra de un edificio puede estar más libre de tránsito que ir por la acera, se complica cuando hay una calle de por medio, pero lo resuelvo de alguna manera. Al cabo de media hora estoy en la casa en la que hemos estado viviendo este último tiempo, con mis papeles y una mochila cargada de las provisiones que todavía puedo salir a buscar, porque no soy quien tiene su cara en carteles.

Te he traído galletas— le digo a mi hermano, —Y también hice un poco de trabajo sucio— bromeo haciendo girar mis ojos, coloco los carteles con su rostro y sus característicos rizos sobre la mesa. Descuelgo la mochila de mi hombro para abrirla y sacar antes que nada el paquete de galletitas para él, el resto de lo que sea conservas y alimentos lo voy desperdigando sin orden. La silla en la que me acomodo se queja por mi peso, todos estos muebles son tan viejos que en su mayoría se ven inestables, pero se pueden utilizar todavía y de todos los lugares del mundo, esta es mi casa, no me quejo. Tengo una. —¿Sabes? Por casualidad conocí a uno de los chicos que también aparece en los carteles...
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Kyle A. Overstrand
Fugitivo
Amber me ha conseguido un traslador para poder ir del apartamento a la casa de mi familia en el 11 sin acabar en peligro, así que estoy pasando unos días con mamá, Chloe y Agatha, por mi cumpleaños. Tengo prohibido salir de casa por obvias razones, así que paso las horas encerrado en mi dormitorio, sin nada más que hacer que tirar una pequeña pelota contra el techo una y otra vez, viendo cómo rebota. Es precisamente así como estoy cuando mamá y Chloe se van para ir al 12, a hacer no sé qué compras en el Mercado Negro, y acabo quedándome solo en casa porque Agatha también ha salido. Es extraño, pero después de meses conviviendo con varios más, me resulta hasta molesto tener tanto silencio para mí. No es solo porque eche en falta el ajetreo del apartamento, sino porque estuvimos hasta solo en una casa cutre cuando creíamos que los adultos habían muerto, que nos habían dejado solos en un mundo que podía acabar con nosotros en cualquier momento porque el resto ni siquiera tiene identificaciones.

Decido bajar al salón y cambiar de posición porque me he hartado de estar tumbado en la cama, y me tiro en el sofá para seguir botando la pelotita pero esta vez contra el suelo. He decidido no encender la televisión porque estoy harto de ver que cada poco tiempo vuelven a enseñar los carteles de búsqueda. Lo cierto es que hasta me he planteado cortarme el pelo, como si de esa manera fuera más sencillo que no me reconocieran, pero me niego. Es irónico, porque le dije a Kendrick que los rizos y el cabello largo eran mi señal de identidad, pero no imaginé que acabaría siendo verdad.

El sonido de la puerta abriéndose me sobresalta por un momento, y dejo caer la pelota, que rueda hasta chocarse con una de las patas de la mesa. No es nadie más que Agatha, pero el susto viene porque pensaba que tardaría más en volver... y quiero decirle que la próxima vez avise cuando abra la puerta para no asustarme así, pero el miedo se esfuma de golpe en cuanto habla de galletas. Me levanto de un salto, y como si fuera un animal hambriento que no ha comido nada en días, abro el paquete y me meto una galletita entera en la boca. — Solo por esto te acabas de convertir en mi favorita — digo una vez he tragado la galleta, sin hacer referencia a si es por quitar los carteles, o si por traer comida. Los dos sabemos por cuál de las dos cosas va, pero oye, al menos no quedo como un glotón dejando la duda. Me meto otra galletita en la boca, pero tengo que parar de masticar de golpe si no quiero atragantarme en cuanto nombra a uno de los chicos. — ¿Kendgick? ¿Tego cómu... — Termino de masticar y tragar para poder hablar en condiciones, y me froto las manos sobre la mesa para limpiarme los restos y migas de las galletas. — ¿Pero cómo lo conociste? ¿Dónde y cuándo? — Porque al final, el lugar y el momento son lo que más me interesa. La última vez que lo vi fue en la presa, pero las circunstancias fueron muy diferentes porque, por entonces, ninguno estábamos señalados como criminales.
Kyle A. Overstrand
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Thunderclouds · Kyle IqWaPzg
Invitado
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Subo mi pie al borde de la silla, así mi mentón queda apoyado sobre la rodilla, en una postura más cómoda para abrazarme a mí misma, con mi espalda pegada al respaldo de la silla. Con una mano me sacudo los rizos para echarlos hacia atrás, así mi cara queda despejada para que Kyle vea mi falsa expresión de indignación. —¡Pensé que era tu favorita!— bromeo. Por mi parte, ni siquiera puedo mostrar un favoritismo diferenciado entre los mellizos, no esperaría que ellos hagan esa distinción. Hemos tenido también una historia muy particular como hermanos, lo que no quita las bromas cuando tenemos la oportunidad y eso me hace sentir que logramos recuperar un poco la naturalidad de nuestro trato, como cuando todavía vivíamos juntos. De eso parecía que pasó hace muchísimo tiempo, pero con los chicos de regreso con nosotras, fue como si hubiera ocurrido ayer. Los carteles de buscados es lo que me trae a tener presente nuevamente que Kyle estuvo viviendo una realidad muy distinta para nosotros en este tiempo, irónicamente, que fuera quien estaba en el lugar que buscábamos.

No hables con la boca llena— le recomiendo. —Si los pulmones se te llenan de migas, ¡explotan!— exagero, moviendo mis dedos en el aire como si simulara una explosión de grandes dimensiones, lo acompaño con un sonido bajo que sale de mis labios. Recupero mi sonrisa para hablar de su amigo, ese que seguramente conoció en el distrito fantasma, del cual me gustaría hacer muchas preguntas, consultar si son ciertos los mitos y rumores que han rondado este distrito por años, pero no quiero sobrepasar el espacio personal de Kyle ahora que regresó. Saco una de las galletitas del paquete para darle vueltas entre mis dedos. —Estaba durmiendo entre cartones en una fábrica— le cuento. —Me dijo que se llamaba Sam— pongo los ojos en blanco al recordar esto, no pasaron más que un par de días desde entonces y su cara está en todos los distritos, con su nombre destacado. —¡Y es el enemigo número dos del gobierno! No sé si estar aterrada— claramente no, tengo una sonrisa cruzándome la cara. —O sentir que conocí a una celebridad— digo a modo de chiste. Me doy cuenta de lo que estoy haciendo, así que cambio mi expresión por una más grave. —No hablaba en serio, sé que no es chistoso… pero no imagino que habrá hecho tu amigo para que lo pongan entre los más peligrosos, cuando claramente no lo es.
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Kyle A. Overstrand
Fugitivo
Cojo otra galletita del paquete, con una sonrisa cómplice en los labios, mientras miro a la mayor. — Es que hay que disimular para que Chloe no se ponga celosa — añado, todavía bromeando. No tengo favoritismos porque mi relación con las dos en completamente diferente. Agatha es la mayor, y a pesar de que no nos une el ADN, para mí siempre ha sido tan hermana como Chloe. Ha sido alguien a quien he admirado siempre por ser humana, siendo sincero. Mi melliza ha sido de quien nunca me he separado... o al menos fue así hasta hace siete meses. Pensar en cómo mis padres lucharon tantos años por los tres, y en cómo Agatha se fue con ellos para buscar el 14, fue lo que en los peores días me mantenía con esperanzas para seguir hacia delante.

Resoplo cuando me toma el pelo, y me apoyo sobre la mesa, mirándola. — ¡Igual que cuando dijiste que me iba a crecer un melón en el estómago por tragarme una pepita! — El recuerdo provoca que acabe riéndome y tenga que dejar la galleta en la mesa para llevarme la mano a la barriga, que empieza a darme calambres de tanto reírme. Quiero añadir algo más de otra broma que me creí en su época, pero cuanto más intento parar de reír, más me río.

Consigo parar de reírme y centrarme porque necesito saber qué pasó con mi mejor amigo, y mientras explica cómo lo encontró, cojo la galleta que había dejado y empiezo a comerla. No me sorprende que oculte su identidad porque es lo que estuvimos haciendo también mientras estuvimos solos en el 12. Sí que me preocupa que esté malviviendo así, aunque es lo que esperaba, por mucho que no quisiera creerlo. — Yo soy el 11, así que cuidado cuando te comas el último trozo de pizza — bromeo sobre el tema solo para apartar sospechas y dudas de Kendrick. No puedo explicarle por qué está en el puesto número dos cuando no ha hecho nada malo porque sería ponerle en peor situación. A no ser que... — Se le da muy bien la magia para su edad. Acabó con varios de los aurores que estaban cerca del 14 hace meses, así que supongo que tienen miedo de sus capacidades — acabo por decir, y me encojo de hombros. No puedo mentir a mi familia, pero decir una verdad, incluso cuando no es la explicación para esta situación, tampoco va a hacer daño a nadie. No es como si fuera a reportar lo que pasó a las autoridades, teniendo en cuenta quiénes somos nosotros y todos los problemas que nos rodean.
Kyle A. Overstrand
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Thunderclouds · Kyle IqWaPzg
Invitado
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¡Pero es cierto! ¡Si te comes una pepita te sale una planta de melón en el estómago!—. Estoy riéndome mientras reafirmo esa mentira que se le cuenta a los niños, con la edad que tiene bien sabemos que eso no es posible, ni la magia consigue cosas de ese tipo así que su estómago está a salvo de cualquier anormalidad de la naturaleza. —Lo que le pasó a esa pepita es que tomaste demasiada agua para regalarla— digo, moviendo mi mano en el aire como descartando que todo tuvo su razón de ser por ese pequeño detalle. Se ríe tanto que me contagio de sus carcajadas, tengo que palmear sus hombros para que se recupere y no le falte el aire, que cuando fracasa en su intento de parar, me carcajeó más fuerte. Cuando finalmente se calma, peino sus rulos con una caricia y me reacomodo en mi silla.

No puedo creer que tenga el tupé de querer mostrarse intimidante por su número de enemigo público, que tengo que morderme los labios para contener otra carcajada, fingir en cambio que me ofendo y mover mi nariz hacia adelante en desafío. —¿Ah, sí? Serás el número 11 o lo que quieras, pero sigo siendo tu hermana mayor y cuando se trata de pizza haré todo el abuso de autoridad que quiera de mi puesto— digo, limpiando una pelusa invisible de las mangas de mi abrigo, moviendo mi mentón y sacudiendo los rizos de mi frente para despejar mis ojos —¿Te das cuenta que eres el 11 viviendo en el 11, no?— pregunto, detalles estúpidos si los hay, por mi sonrisa puede ver que sigo bromeando. No sé si a mamá le daría tan gracia que nos estemos tomando esto a la ligera.

Arqueo una ceja cuando me da una primera explicación sobre por qué colocarían a un chico de la edad de mi hermano entre los principales buscados, que sea un prodigio de la magia por sí no me dice nada. —¡Ah!— suelto, al conocer lo que pasó con los aurores. Se me abren los ojos por la sorpresa, pensar que se trata del chico que conocí, no es algo que me esperaba. Son dos imágenes que no puedo cuadrar juntas. —Nadie que use Sam como su nombre falso puede ser alguien con vena de criminal— le doy mi opinión porque no me creía que este chico fuera lo peligroso que se dice que es, además de que tiene unos modales tan viejos que me preocupaba que fuera a dar parte de su comida a otros vagos y no todos son agradecidos. Lo seguirían para robarle más comida. La mención del distrito donde vivió por un tiempo, sin embargo, me hace querer volver sobre ello. —¿Te gustaría… no sé, hablar de lo que pasó en el catorce?— pregunto, tanteando su humor. —¿Extrañas a los otros chicos, Kyle? Cuando estás con nosotros…— eso también me carcome, si hemos estado tanto tiempo separados, que se hace difícil volver a vernos como una familia unida.
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Kyle A. Overstrand
Fugitivo
Su comentario sobre la pepita del melón vuelve a provocar que sonría de manera nostálgica, recordando una época en la que todo era mucho más sencillo visto desde la visión de un niño en la inocencia de la infancia. No voy a negar que echo mucho de menos vivir sin ciertas preocupaciones, por mucho que aprecie que cada vez empiecen a tratarme más como un adulto. Pero una cosa es eso, y otra muy distinta el vivir ciertas cosas, especialmente las de este último año. — Así que ahogué a la pepita por beber mucha agua, ¿eh? Deberían poner eso en mis carteles: Kyle, el mata-semillas — bromeo. Realmente esa sería la única cosa que he matado en mi vida, por mucho que quieran hacer creer que soy un delincuente. — Al menos yo conseguí que la lenteja que germiné en el colegio creciera, no como Chloe... — Supongo que ahí empezó también mi afición por las plantas en general, algo que desde luego mi melliza no comparte conmigo. Cuando empezaron a salir las raíces de su lenteja, el experimento le duró un día más. A día de hoy sigo sin saber qué narices hizo y por mucho que le haya preguntado, nunca ha querido explicarlo.

Chasqueo los dedos en un gesto irónico cuando intenta convencerme de que ella merece más el último trozo de pizza, y niego con el dedo índice. — No, no, no, no... ¿Has visto esto? — Saco músculo del brazo derecho, que aunque no sea mucho, tengo algo más que cuando nos separamos hace un año. — Tengo que crecer y eso necesita muuucha alimentación. — No del tipo de comida basura, pero por intentarlo... — Eso... no lo había pensado. ¡Pero será mi esencia! Kyle, el mata-semillas, enemigo número 11 del distrito 11. Me presentaré así la próxima vez que vea a Hero Niniadis para la revancha. — Porque sigo molesto y dolido por el ridículo que hice en el duelo televisado de Nimue, pero no pienso permitir que eso vuelva a suceder.

La conversación da un giro que me incomoda, y preferiría volver a las bromas, a las ironías y recuerdos de la infancia, pero sé que ya es demasiado tarde y que no hay manera de re-ubicar la conversación a otros temas. Saco una de las sillas de la mesa para sentarme, y paso la mano por mis rizos mientras medito qué decir. Nunca he hablado con nadie que no fuera del 14 sobre estas cosas, y aunque sé que puedo confiar en Agatha para lo que sea, no deja de incomodarme. — Les echo de menos, pero también a vosotros — me sincero. Es extraño, porque al principio lo único que quería era volver con mi familia; ahora me gustaría poder estas con mis dos familias a la vez, pero es imposible por muchas razones diferentes. — Eran personas normales, Agatha, y... — Tengo que parar de hablar para organizar mis ideas y no agobiarme con los recuerdos de aquel fatídico día. — ... los mataron cuando ni siquiera querían hacer daño a nadie y solo querían vivir tranquilos. — Y para colmo, siempre los dejan como a unos terroristas. O nos dejan, más bien.
Kyle A. Overstrand
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Thunderclouds · Kyle IqWaPzg
Invitado
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Si quieres mi opinión me parece un mote de lo más intimidante— digo a chiste, pese a que por el tono profundo de mi voz parezco que estamos hablando de una charla seria, no de semillas que germinan en el estómago de las personas que es de las más inocentes entre hermanos. Si no es de las más comunes, con la salvedad de que para el gobierno actual somos un par de delincuentes y nada tiene que ver con matar semillas. La cara de Kyle está más comprometida que la mía, atraparlo tiene un precio en recompensa y me indigna por encima de todas las cosas, de lo injusto que es todo, que se metan con mi hermano menor. Que aquí solo podemos molestarnos entre nosotros, Kyle a Chloe, yo a Kyle, ¿Chloe a mí? Si fuéramos una familia con una vida un poco más normal, cuyas peleas tengan que ver con pizza y no tenga que preguntarme si es que no le esperan muchas otras peleas a Kyle para las que en serio necesitará alimentarse bien.

¿Para qué necesitas tantos títulos de honor?— me burlo de él, hasta que lo dice. Golpeo la mesa con la palma de mi mano como si acabara de entenderlo todo, que la sonrisa se me sale de la cara y mi mirada se está riendo a su costa. —Así que lo tú quieres es impresionar a la princesa del Capitolio— digo, tan socarrona que me siento un poco más derecha en mi silla. —Esa chica te pateó el trasero y lo que te quedó doliendo fue el orgullo— apunto, molestándolo con quien no deberíamos estar bromeando, que no es la vecina que está a la vuelta, sino la hija de la principal causante de nuestros males, al menos de los míos, que si no fuera por Jamie Niniadis no me habría visto castigada a ser una esclavo por nacer muggle. ¿Hero Niniadis? No me importa que sea una chica, ojalá mi hermano la hubiera dejado sin los pocos pelos rojos que tiene. —Veo un poco difícil que tengas una revancha, digamos… tú estás aquí— hago girar un dedo para abarcar toda la cocina y uso el mismo para apuntar al pasillo que lleva a la salida de la casa. —Y ella está allá, protegida en su torre de marfil—. No me contengo de bromear un poco más. —¿O es que te gusta?— bromas aparte, doy por hecho que la respuesta es no. Porque no. Básicamente no somos ni siquiera de la misma especie que esa chica.

En ocasiones los distritos parecen mundos distintos, ni que hablar de los distritos invisibles como el Catorce. Si es que había llegado a pensar que era un mito de tanto buscarlo con nuestros padres sin encontrarlo, como un planeta errante en el universo. Están tan marcadas las diferencias entre grupos que he llegado a mirar a los aurores o cazadores con los que me tropiezo, como una raza que no comprendo, que habla incluso una lengua que no logro interpretar. Que me hable del Catorce es como si me permitiera echar un vistazo a un misterio, ¡esos que me gustan! Y lo que me dice es tan escueto que me siento un poco decepcionada en mi curiosidad. No obstante, entiendo que para él es difícil ponerlo en palabras y como no quiero avergonzarlo con un abrazo de los que se encargará mamá de darle, lo que hago es agitar sus rizos. —Pero tú sigues vivo, eres la prueba viviente de que ellos existieron y su muerte fue injusta. Estás aquí y podrás seguir luchando las batallas en su nombre— porque… no es como si ahora fuéramos a llevar una vida de paz, todo se está poniendo más oscuro y creo que podría ponerse aún peor. Si mi hermano está siendo buscado como un criminal, no creo tampoco que pueda esconderse demasiado tiempo, ningún refugio es lo suficientemente seguro. Y tocará dar la cara, no veo de que otra manera pueda ser que peleando.
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Kyle A. Overstrand
Fugitivo
Alterno el fruncir el ceño con alzar exageradamente las cejas cuando insinúa que mis motivos de broma sobre mis títulos son unos completamente diferente a lo que pretendía, y abro y cierro la boca varias veces para protestar, pero ninguna palabra sale de mis labios porque no sé ni cómo responder a eso. ¡Venga ya! Sé que los hermanos mayores siempre quieren molestar a los pequeños, pero eso ya... — ¡Pero si es una cría! — Y mimada encima, que eso es lo peor de todo. — Además, ¿quién dice que me gusten las mujeres? — Lo dejo caer porque sí, para hacerme el ofendido todavía más y que se sienta algo culpable, pero no por nada más. — De todas maneras, ya la impresioné una vez... — continúo, y hago una pausa para hacerme el interesante. Alargo esa pausa llevándome otra galletita a la boca y masticándola con toda la calma del mundo, y una vez la trago, vuelvo a mirar a Agatha con una medio sonrisa. — La conocí el año pasado por primera vez, antes de acabar en el 14. Rompí sin querer su cajita musical y mis dotes mágicas la asombraron tanto, que hasta me invitó a un helado. — No fue exactamente así como pasó, pero no tiene por qué saber todos los detalles. La magia nunca ha sido lo mío y mi hermana lo sabe, así que si puedo quedar bien, lo intentaré. — Por ese entonces le hice creer que era hijo de unos pescadores, así que daría todos los pocos galeones que me quedan por saber qué pensó cuando me vio en el festival de Nimue y descubrió que mentí. — Sí, quizá perdí el duelo, pero al menos puedo presumir de que le tomé el pelo meses atrás. Puede que la magia y yo no seamos muy compatibles, así quizá en mi próxima vida podría ir para actor porque en esta está difícil con esos carteles.

Echo la silla hacia atrás y me balanceo. — ¿Y tú? ¿Alguien de quien debas hablarme? — Sé que es humana y que si para los magos como yo, considerados repudiados y ahora fugitivos, ya es difícil tener algo de estabilidad sentimental, para ella lo es incluso más. En realidad, cuando se marchó con mamá y papá el año pasado pensé que quizá lo hicieron para alejarla de aquí porque se había liado con algún mago o algo así, pero nunca me atreví a preguntar. — Creo que Chloe está encaprichada de un chico que vive a un par de calles de aquí, pero no le digas que te lo conté. — Le guiño un ojo para remarcar que esto quede entre nosotros.

El giro serio de la conversación provoca que me retuerza en la silla, incómodo, y sin ser capaz de mirarla por un momento. Sé que sigo aquí; el problema es que no sé durante cuánto tiempo lo estaré. Primero se llevaron a Seth, luego varios de los adultos murieron, y ahora es Kendrick quien se ha ido. Los demás seguimos aquí, pero con nuestras caras empapelando todo el país, así que tarde o temprano seguramente alguien más se pierda por el camino. — ¿De verdad lo piensas? — Al principio lo único que quería era vivir tranquilo, pero ahora, después de que nos consideren criminales y de que quieran dejarnos mal porque sí, y sabiendo el apellido de verdad de mi mejor amigo, no es tan sencillo. — ¿Crees que algún día esto, esta guerra estúpida entre razas, terminará?— Quizá sea la poca inocencia que me queda, pero por estúpido que suene, todavía tengo algo de esperanza.
Kyle A. Overstrand
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Thunderclouds · Kyle IqWaPzg
Invitado
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¡Tú también eres un crío!— le recuerdo, señalándole con mi mano para mostrar lo que está a la vista, como si la edad fuera el único condicionante en juego, claro, ignoremos el resto de todas las razones por las que insistir en que a mi hermano pueda gustarle esta chica sería una locura. Pero es mi deber y honor como hermana mayor molestarlo incluso con la vieja del gato tuerto de la esquina de este barrio, no pierdo ni la mínima oportunidad que me ofrece para hacerlo, por eso estoy hincando mis codos en la mesa en mi mejor pose de escucha confidente que nunca revelará sus secretos, sólo los usaré para incordiarlo después. —Claro que no tienen por qué ser sólo mujeres, el mundo es grande—. Bueno, no, no tan grande. Neopanem tiene sus fronteras bien marcadas. —Y si conoces a un chico atractivo, quién sabe, como ese amigo tuyo…— insinúo, dejándoselo caer sutilmente. Sutilmente. —¿Verdad que es guapo? — pregunto cómo quien no quiere la cosa, dicho al pasar.

No puedo decidirme cuál rumbo tomar con mi hermano, porque la historia que me cuenta me tiene con los ojos abiertos por la sorpresa y que esta anécdota que pareciera la de cualquier par de críos, lo tengan a él y Hero Niniadis de protagonistas. —¿Te invitó a un helado?— me quedo con eso, — ¿Tuviste una cita con esa niña?— hago uso de mis dotes de actuación para mostrarme escandalizada, mi mano sobre mi pecho y una sonrisa escapándose por una de mis comisuras. ¡Es que me lo pone tan fácil! Trato de tomarme un poco más en serio lo que dice después, tengo que poner mucho empeño en ello. —¡Vaya! La impresionas una y otra vez— bromeo con mis cejas moviéndose de arriba abajo. Listo, fracasé. —Lo que tú quieres hacer es gastarte tus ahorros por saber si esa chica piensa en ti, pues quien sabe, Neopanem no es tan grande. Luego te la cruzas de nuevo y… se lo preguntas—. Si ella no le contesta con un hechizo. —Pero, te advierto, a las chicas no nos gusta que nos mientan.

Solo, por favor, que no sea con aurores de por medio. No quiero que mi hermano se vea en esos aprietos, deseo más que nada que esos carteles en los muros se los lleve el viento y venga algo nuevo, distinto para nosotros. Si no está en este lugar, tocará seguir buscando el sitio que sea, por lejos que esté. Supongo que me acostumbré demasiado a errar con nuestros padres, que ningún distrito me conforma, todo el tiempo estoy buscando que no sé si encontraré o siquiera existe. Me echo hacia atrás en mi silla, como si acabara de arrojar una rata muerta sobre la mesa cuando tiene el tupé de indagar en mi propia vida amorosa. —Hay un chico en el mercado negro que me gusta mucho, pero tiene un gusto peculiar por las mandrágoras que no creo que mamá apruebe. Y ya sabes, no estoy hablando de que le vaya la herbolaria, sino las hierbas en sí…— digo a chiste, que no pienso dos veces sobre estas cosas, es que incluso entre repudiados y cada uno cargando con sus secretos escabrosos, ser una humana marcada me sigue haciendo sentir que no pertenezco a nada más que a mi familia. —Por el momento me contentaré con empapelar mi pieza con esos posters a todo color de Benedict Franco y Derian Castle para suspirar por las noches— me río.

Es una risa que me dura muy poco porque el humor se desbarata fácil cuando la realidad que está por fuera de esta casa se impone sobre nosotros, le doy la respuesta más honesta que encuentro, no sé si la verdad, tal vez no sea más que un deseo personal. —Sí lo creo, lo que no creo es que nosotros lleguemos a conocer ese tiempo— digo, dibujando las muescas de la mesa con mis dedos. —A nosotros los que nos queda es luchar si es en lo que creemos, tenemos… no sé… ochenta o noventa años por delante para luchar, con suerte si alcanzaremos ver los inicios de algo— divago, —Pero cada quien tiene que luchar por sus causas, nadie lo hará por ti. El mundo no cambia porque lo estés deseando en secreto dentro de una habitación. Agachar la cabeza solo da más poder a los que nos someten, resistir está bien, pero luchar… luchar es lo que marca una diferencia entre donde estamos y a donde queremos llegar— comparto con él, porque por todo lo que pasé, creo que solo estoy esperando eso, luchar por un sentido. No sólo… el alboroto que ocurrió en el festival. Luchar hasta las últimas instancias, convencidos de por qué lo estamos haciendo.
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Kyle A. Overstrand
Fugitivo
Que me acuse de ser un crío provoca que me lleve la mano al pecho, ofendido y en un gesto dramático. Sé que a su lado debo de parecerlo porque nos llevamos unos años, pero aunque me lo tome a broma, pensaba que quizá dejarían de tratarme como un niño ahora que voy a cumplir dieciséis años. — Eso lo dices por envidia porque ahora soy más alto que tú. — Lo cual es cierto, al menos la parte relativa a la altura. En el último año, desde que vivíamos todos juntos, he dado un estirón abismal y ahora mido alrededor de 1'75. Fue una de las primeras cosas que le eché en cara a mi melliza cuando nos reencontramos, porque ella sigue igual de enana como recordaba. Al principio me iba de maravilla para incordiarla; ahora soy su criado cada vez que necesita coger algo de los estantes más altos porque mamá tampoco es que sea mucho más alta que ella. — Espera, ¿qué? — El tema de la altura queda al margen cuando insinúa algo que me desconcierta totalmente, y creo que mi cara debe de ser un poema. — Solo es mi mejor amigo. — Y sé que probablemente lo diría de broma, pero teniendo en cuenta que no lo veo desde hace semanas, cuando descubrimos quién era realmente... Ni siquiera me he atrevido a usar el espejo para comunicarnos porque temía que le hubiera pasado algo, pero al menos ahora sé que está bien. Al menos físicamente.

Quizá la mención de la palabra cita no provocaría una sensación de asco si se tratase de otra chica, pero siendo sobre la hija de la mujer que ha arruinado mi vida dos veces, pues... — Si quieres llamarlo así sí, pero para mí solo fue una manera de tomarle el pelo — protesto. Estiro el brazo para coger otra galleta y ver que el paquete ha bajado considerablemente en cantidad por mucho que vaya cogiendo de una en una. Pensaba guardar para compartirlas entre todos en la cena, pero después del entrenamiento de esta mañana, mi estómago es como un pozo sin fondo. — Pero sería una buena inversión, ¿no crees? — sugiero, siguiendo con la broma, y haciendo un gesto de arriba a abajo con la galletita para recalcarlo más. — Tengo pocos ahorros, pero si funciona, ganaría más con ella... — dejo caer. Probablemente muchos chicos se le acerquen precisamente por eso; yo no quiero más que volver a verla solo para cobrarme mi venganza.

Termino de comerme la galleta mientras escucho lo que dice sobre ese misterioso chico del Mercado Negro, y es justo en el último bocado cuando habla de dos personas que conozco, lo que provoca que algunas migas de la galleta se me vayan por el lado equivocado. Toso un par de veces para quitarme esa sensación molesta, y la miro con las cejas arqueadas. — Siento decirte que el tío Ben está cogido por la tía Ari. — O eso creo, teniendo en cuenta que la última vez que vi a nuestra tía fue con él. Asumí que estaban juntos, ¿sino por qué iba a llevarla al 14, sabiendo las consecuencias y problemas que eso acarrearía? — ¿Y tú has probado esas mandrágoras que dices? — pregunto con curiosidad. En realidad no es curiosidad de simple pregunta porque hasta a mí me gustaría probar a ver qué tienen de llamativo.

Las bromas no vuelven a durar demasiado antes de que la pura realidad de nuestro día a día caiga sobre nosotros de una manera en la que, al menos a mí, me resulta cada día más asfixiante. Me gustaría poder decirle que quizá las cosas no tarden tanto en cambiar, aunque igualmente llevarán su tiempo; que ahora hay un heredero de los Black con unas ideas como las nuestras. Pero no puedo, y tampoco sé si Kendrick querría hacer lo que por sangre le hubiera tocado si Jamie y los suyos nunca se hubieran hecho con el poder del país. — Tienes razón. Solo espero que ahora que el 14 ya no existe y vivimos aquí, al menos saquemos algo bueno ayudando de la manera en que podamos — digo al final, y empujo el paquete de galletas hacia ella para que coja alguna antes de que termine por comerme todas.
Kyle A. Overstrand
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Thunderclouds · Kyle IqWaPzg
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¿Envidia yo?— imito su gesto de llevarme una mano al pecho y hacer una mueca con mi boca al exclamar: —¡Por favor! No envidio que las puertas te queden chicas y tengas que andar agachado todo el tiempo, luego te saldrá una joroba— le saco la lengua. Puede que sí esté un poco envidiosa, tanto que peino un poco más arriba mis rulos para compensar un poco la diferencia de estaturas, lástima que los rizos de él anulan mi intento y sigue teniendo esos centímetros que me sacan ventaja. Es difícil para una hermana mayor ver que los menores crecen y la superan, mucho más que mamá que tiene que asumir que ya no somos niños que no pasaban de su cintura. Yo tengo una reputación que mantener como hermana y se complica si se ponen más altos, ¿así como puedo bromear a su costa? —Si tú lo dices— retiro mi insinuación por su cara tan seria, así no se puede bromear. Pero, ¡ah! deja librada a mi imaginación que vea lo de su encuentro con esta chica como una cita y lo tomo a chiste, porque no podemos hacer otra cosa que verlo como un chiste, para no detenernos en el detalle de su apellido. —No lo sé, Kyle, ese aparente desinterés tuyo…— lo miro con suspicacia, la sonrisa escapándose de mis labios por ser tan ancha. —Ten cuidado con eso, los burlones pueden acabar burlados— y me muerdo la lengua para no decir alguna tontería como «en el amor», que hará que mi hermano me revolee las galletas por los rulos.

Y ya que estamos en el clima de romances trágicos, puedo fingirme dolida de que nuestra tía se haya llevado a uno de mis amores platónicos de pared, que las chicas del norte no tenemos posters de celebridades del Capitolio, sino de prófugos de la ley como debe ser. Me estoy riendo por dentro porque sería un capricho tan frívolo teniendo en cuenta el contexto en el que vivimos. —Pues, tendré que hacer de tripas corazón,— uso la expresión que escuché en el mercado se refiere a guardarse los sentimientos, pero me gusta que tenga un tonito morboso con eso de las tripas, —retirar ese poster y conformarme con Castle. Yo a la tía no la voy a traicionar así…— sueno tan digna que podría repetir mi representación delante de ella, si es que la volvemos a ver. Si la volvemos a ver, ese es nuestro modo de pensar… —¿Y cómo es que sabes esas cosas?— le pregunto con abierta curiosidad, que supongo que es por el contacto que mantiene con los otros supervivientes del catorce, lo que me confunde es que creí que la tía seguía en… bueno, no importa. Pasan tantas cosas que no me entero.

¡No, no, claro que n…!— manoteo en el aire para defenderme de lo que tomo como una acusación directa, sobresaltándome en mi silla, hasta que me dejo caer como un peso muerto y sacudo mis hombros como para mostrar desinterés. —Tal vez… un poco… alguna vez…—, porque sé que no me está acusando de nada, es su curiosidad la que me lo pregunta, que también es un adolescente y a todos nos intrigan esas cosas que en estos distritos se consiguen si sabes dónde buscar o si un amigo te pone un poco en la mano. Pero que no pase de un juego, de perder el tiempo un rato, porque nadie está aquí como para solventarse algo para lo que no hay dinero y con el frío del invierno tan cerca, no está como empeñar abrigos. Y quiero pensar que esto puede cambiar, que habrá oportunidades para nosotros, mientras tomo algunas galletas para llevarlas a mi boca. —Si se puede hacer algo, habrá que hacerlo— es en lo que puedo concluir después de todo lo que le he dicho. —¿Quieres ir al mercado uno de estos días? Te presentaré a ese chico de las mandrágoras, pero no le digas a mamá…— mastico la galleta que tengo entre dientes, y agrego: —Antes de que andes curioseando por ahí tu solo, mejor voy como tu hermana mayor y cuido tus dos metros de integridad física.
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Kyle A. Overstrand
Fugitivo
Sacudo la cabeza para recolocar algunos de los rizos salvajes que han acaparado mis ojos, y paso la mano por el flequillo, tan largo como la melena casi, para ver mejor también. No dura demasiado porque en cuestión de segundos vuelven a ponerse como antes, así que no puedo hacer otra cosa que bufar y ver cómo uno de esos rizos se mueve un poco hacia adelante para luego volver a caer sobre mi nariz. — Pero lo de las puertas es un entrenamiento para practicar cuando tenga que luchar en espacios reducidos — exagero. Es una broma, sí, pero viendo que mi cara está en decenas de carteles, quizá no sea algo tan descabellado... — Además, con esta altura tengo más probabilidades contra un gigante — le pico, y sonrío de manera burlona. Por suerte los gigantes son unos repudiados y de ellos no tengo que temer nada, pero de personas bajitas que quieran capturarme por esos estúpidos carteles sí.

O quizá la idea de hacerme amigo de Hero Niniadis no suene tan mal al final, quién sabe. Siempre y cuando omita la parte de que ella debe de odiarme por ser quien soy, y de que es una niñita repelente que ha crecido entre algodones, pero oye, algo es algo. Por suerte mi vida sentimental parece quedar a un lado cuando la conversación se centra en la de nuestra tía. Dejo una pequeña pausa dramática para levantarme a por un vaso de agua, que ya tengo la boca algo seca de comer tanta galleta, y cuando vuelvo, me dejo caer sobre la silla. — Estuvo un día en el 14, la llevó Ben — explico. Es algo que todavía no le he contado a mamá porque no sé cómo decirle que su hermana sabía que estaba yo allí, o todas las dudas que me surgieron cuando la vi llegar y pocas semanas después el distrito acabó bombardeado. Ahora ya sé que no tuvo nada que ver, pero en aquel momento dudé por un instante. — No sé si están juntos, pero me pareció extraño que la llevara si solo son amigos — añado, y me encojo de hombros para después dar un sorbo al vaso.

Verla nerviosa por la insinuación de las hierbas provoca que me ría otra vez porque he conseguido mi propósito. A estas alturas tengo una edad ya como para saber que ninguno de los dos somos unos críos y que quizá hemos hecho cosas que nuestros padres desaprobarían. Yo, por ejemplo, hasta le robé una cerveza a Amber una vez, y seguro que mamá se indignaría. — Si vamos, ¿puedo probar yo también? — me atrevo a preguntar. Bev una vez me habló de esa clase de hierbas, y lo cierto es que tengo más curiosidad de la que quiero reconocer. — Será nuestro secreto... ¿No prefieres que las pruebe con tu supervisión de adulta antes que de cualquiera? — sugiero. Seguro que Bev tiene escondido algo por algún rincón del loft, así que probarlo podría hacerlo aunque Agatha no quisiera.
Kyle A. Overstrand
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Thunderclouds · Kyle IqWaPzg
Invitado
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Aquí lo único que está poniéndose demasiado alto como para hacerle cara a un gigante es tu ego— le reprendo en broma, tirando de un rulo largo que se le cae sobre la frente y contribuyendo a ese desorden al que no puede dar forma por mucho que lo intente. No sé qué tanto pueda crecer en estos años, si es que todas esas prácticas de pelea con la gente del Catorce le servirán en verdad de algo, espero que así sea porque si nuestros pronósticos son ciertos, ahora que los sobrevivientes de ese distrito se han mezclado entre los repudiados donde he escuchado más de una vez que los ánimos rebeldes están caldeados, tendremos que hacer uso de las tácticas que tengamos para aceptar la guerra inminente. Las falsas treguas de paz como las de estos últimos quince años no duran por siempre, en algún momento se corta el hilo que lo sujeta todo y creo que un par de razones se han ido sumando para que así sea.

Arqueo mi ceja cuando me cuenta lo de la tía Ari y si tengo que darle mi opinión… —Pues así como creo que si te has ido a tomar un helado con Hero Niniadis eso cuenta como cita, también creo que si un chico lleva a una chica a un distrito del que nadie debería saber nada y que es imposible de encontrar, no es para un paseo de una tarde. Seguro que está muy enamorado de ella— lo acepto como la verdad que debe ser, que hay que sumar dos más dos, las cuentas están claras. Con nuestros padres estuvimos buscando ese distrito hasta el cansancio, sabemos de lo difícil que era encontrarlo, y a la tía la llevo de la mano uno de esos hombres, si no era mínimo para casarse, yo no sé. Y no es que sea una romántica, para nada, iugh. Sólo veo las cosas como son, que soy muy observadora y no se me pasan los detalles. —Pero, ¿ella volvió al Capitolio, no? No está con este hombre. Que historia más complicada, en estos tiempos es mejor ni enamorarse…— sacudo mis hombros, descartando esa posibilidad que me parece que lo único que trae son complicaciones innecesarias para una vida en el norte que de por sí tiene males que le sobran.  

Te dejaré probar bajo mi supervisión— se lo recalco, —y a este chico de las mandrágoras ni le dirás que te hablé de él, sino creerá que es importante. ¡Y bah!— le quito importancia, que está bien para pasar un rato, no más que eso. —Me encargaré de que cuando las pruebas no andes por el mercado mostrándole tus movimientos ninja a la gente y acabes con el ojo morado porque te tiren tomates— a eso me refería con cuidar su integridad física, no sé qué tanto irá a pegarle los efectos, pero sé de más de un par que acabaron tirados en zanjas después de una primera probada, por hacer tonterías. —Será nuestro secreto, más te vale que lo sea. Porque mamá llega a enterarse y te despertarás a la mañana siguiente sin todos tus pelos locos, Kyle— lo amenazo, inclinándome sobre la mesa con todo mi peso, que si mamá se entera, yo también despertaré pelada, seguro.
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Kyle A. Overstrand
Fugitivo
Hago un gesto con mi para puntualizar que estoy totalmente de acuerdo con ella esta vez, y que para mí entre la tía Ari y Ben hay algo más que simples amigos, o como sea que lo llamen los adultos. Ignoro sus intentos de volver a picarme sobre lo que sea que fuera aquello entre Hero y yo porque para mí está claro que no fue una cita, que simplemente fue tomarle el pelo; como una manera de cobrarme el hecho de que mi vida haya sido una constante huida por culpa de la psicópata de su madre. — Trabaja en el Capitolio con esa gente altiva en los juicios del Wizengamot, pero vive en el distrito 4 — aclaro. No sé mucho más de su vida laboral porque nuestra madre nunca nos ha explicado demasiado, y al menos a mí, siempre me ha prohibido preguntarle cosas, así que simplemente sé lo justo. Imagino que Agatha no debe de saber mucho más que yo porque de los tres hermanos, siempre he sido el que ha tenido una relación algo más estrecha con nuestra tía. Supongo que debe de ser por ser su ahijado porque no se me ocurre otro motivo. — Nunca he entendido cómo puede trabajar ahí sabiendo cómo tuvimos que huir. — La mueca que sigue mi frase deja claro, si no lo estaba lo suficiente, que el simple hecho de pensar en trabajar de eso me asquea. Pero supongo que está acostumbrada a un modo de vida más adinerado y que deben de pagar un buen sueldo, así que no la juzgo porque de alguna manera las personas con una vida relativamente normal deben de sacarse las castañas del fuego.

— Vaya, y yo que empezaba a hacerme ilusiones pensado que ibas a asentar cabeza y darme un sobrino... — digo, y trato de sonar todo lo dolido posible. Claro que algún día me gustaría tener sobrinos, pero no en un mundo como el que tenemos actualmente, donde se maltrata a la gente como Agatha. — ¿Crees que podría enseñarme a cultivar? Quiero expandir mis horizontes en conocimientos. — Suena a broma, pero la verdad es que me gustaría porque sé bastante de herbología, pero solo para medicinas y alimentación. Quiero saber algo más allá de la simple supervivencia, como llevo haciendo toda la vida. — Prometo esconderlas bien para que mamá no se entere — añado, y pongo mi mejor cara de cachorrito para tratar de convencerla.

Cojo una de las últimas galletitas del paquete antes de levantarme de la silla de un salto, y después, me sacudo las manos sobre los pantalones. — Vamos, sígueme. Te enseñaré una de las mejores vistas que habrás visto en toda tu vida. — Descubrí esa vista en una de las colinas, en un día aburrido antes de acabar en el 14 y cuando ya nos habían dejados solos a Chloe y a mí. No es solo que quiera compartir mi gran descubrimiento, sino que estoy harto de estar encerrado entre cuatro paredes, y como me tienen prohibido salir sin un supervisor... Supongo que mi hermana cuenta como vigilancia.
Kyle A. Overstrand
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Thunderclouds · Kyle IqWaPzg
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Me muerdo la lengua para no hacer ningún comentario sobre la hermana de nuestra madre, porque tampoco entiendo que se codee con esa gente de los tribunales y haya vuelto a su vida en el Capitolio, después de que uno de los rebeldes del gobierno le demostrara que la amaba en serio si la llevó hasta su escondite. Nada de eso habla bien de nuestra tía, suena a alguien con una doble cara y en la situación que nos encontramos, no es del tipo de persona que se querría cerca, pero no deja de ser familia y está unida por sangre a los Overstrand, soy la única que podría excusarme de eso si mostrara desagrado, lo que no hago porque creo que cada persona toma sus decisiones y sufre en carne las consecuencias como para que alguien más venga a juzgar. De última, hay gente que cobra un sueldo por hacerlo, precisamente nuestra tía. Yo no tengo por qué hacerlo.

¡Que se te haga la boca a un lado! ¡Ni se te ocurra hacer un chiste de eso!— grito, aferrándome a la madera de la mesa para que no se cumpla su predicción, que si llego a traer un bebé en esta casa sería un problema más, que ya bastante tiene mi familia al proteger a una esclava fugitiva como para traerles alguien con un destino similar. Nunca se me ocurriría hacer algo así, antes de eso prefiero probar de las otras hierbas que también me ofrecen por si tengo una sorpresa de estas y ponerle fin al problema, aunque me lo reprochen después. Hasta ahora no tuve que enfrentarme a un riesgo así y mis preocupaciones se han limitado a que tan fuerte pueden pegarme algunos hongos, las mismas preocupaciones que pongo sobre mi hermano, que no se conforma con querer probar sino también pretende cultivar. —Me agrada tu mentalidad empresaria, pero veremos si puedes camuflar esas plantas entre las otras— suelto una única carcajada, que en estos distritos lo último que se ve es una empresa de lo que sea, a menos que el tráfico se pueda considerar uno, y sinceramente, prefiero que mis hermanos menores se mantengan de todos esos negocios.

No sé si está usando la excusa de mostrarme donde escondería sus plantas para poder salir un rato, pero lo mismo que con las drogas, sé que acompañarlo es lo mejor que puedo hacer por él para cuidar que nada le pase. Dudo que pueda ser una ayuda real si nos cae encima un escuadrón de aurores, como mucho pelearé hasta hundirle los dientes a más de uno y que podamos escapar. Y de todas maneras lo sigo fuera de la casa, aguantando las ganas de hacer chistes sobre escondites secretos a su edad, que hay un límite para molestar a los hermanos menores. O no. —Así que… vas a llevarme a ese sitio de buenas vistas. No quiero ir si es ahí a dónde vas a hacer quien sabe qué cosas…— bromeo, rodeándolo por los hombros en un medio abrazo para que no se arrepienta de invitarme. —De acuerdo, vamos. Vayamos a ver qué tan grande puede ser tu huerta de mandrágoras— me río, sacando de la cocina y de la casa antes de que llegue mamá y no podamos poner ni un pie fuera.
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