OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Solo tenía un trabajo y era mantenerme apartada de los problemas. Solo uno. ¿Por qué no puedo? Siento que estoy a punto de echarme a llorar… otra vez. ¿Cuántas veces me he sentido a punto de llorar en la última semana? Sacudo mis manos en el aire y pestañeo un par de veces para aclarar mi mirada, obligo a las lágrimas a que se quedan ahí donde están con mi vista vuelta hacia el techo. Malditas, ni se les ocurra caer. No voy a llorar, no voy a llorar. Respira, Lara. Respira. ¡¿Qué mierda es esto?! Calma, Lara. ¡No, no, no! Esto no está pasando, esto no es real. Esta cosa no funciona, seguro vino estropeado. No volveré a comprar en ese lugar. Respira, Lara. ¡Prenderé fuego a todo el maldito lugar! ¿Es qué me han visto la cara? ¡Se lo que hacen, idiotas! Venden pruebas truchas para que mujeres estúpidas entren en desesperación, ¡pues genial! ¡Ya lo estoy! ¡Maldito universo, lo estoy! ¿Qué te he hecho, universo? ¿Por qué eres así conmigo? Toma aire, Lara. Toma aire. Universo, por favor. Te ofrezco lo que quieras, pero has desaparecer esas rayitas. Me portaré mejor, daré limosnas, no dejaré que muera mi próxima planta, aprenderé a cocinar. Por favor, universo. Inhala, exhala. No desaparecen. ¡No desaparecen! Tengo que hacer algo… ¿qué? ¡Necesito un plan! Eso, un plan... ¿Estás llorando, Lara? Ay, soy un mal chiste. ¿Por qué estoy llorando? Respira profundo, Lara. Cálmate. La has jodido, mujer. La has jodido de la peor manera.
Manoteo el teléfono que dejé al borde del lavado del baño cuando suena y me sorbo la nariz al atender con un ruidito que delata lo patético de mi estado, la voz de Meerah me pregunta donde estoy. ¡Meerah! Salto del inodoro que me servía de asiento para llorar mi pena, se me cae todo de las manos y tengo que tantear el suelo para recuperar la prueba mientras le prometo a la chica que estaré allí en diez minutos. Había olvidado que hace dos días quedamos en que hoy tendríamos la conversación que nos debíamos desde la vez en que nos vimos en el hospital, no será un almuerzo sino un desayuno de media mañana. Me vendrá bien porque últimamente todo lo que me llevo a la boca antes de las ocho de la mañana acaba aquí mismo, entre estas paredes, no en mi estómago. Reviso mi rostro en el espejo y acomodo algunos mechones detrás mis orejas, ¿puedo verme más patética? Sí, puedo. Deja de llorar, estúpida. Basta, Lara. Basta. Veinte minutos más tarde estoy cruzando la puerta vidriada de la cafetería donde me espera Meerah, atravieso el espacio central con una sonrisa que me costó encontrar, la veo sentada en una mesa con nuestras bebidas servidas y me siento tan culpable que me acerco para abrazarla. Puede que la abrace un poco más fuerte de lo normal. Momento, ¿por qué la estoy abrazando? Para, Lara. No la suelto. —Lo siento, lo siento…—. Suficiente, me aparto para recomponerme y sentarme en mi sitio con toda la dignidad que puedo. —Perdón, han sido unos días raros… ¿Cómo estás? ¿Qué tal te va viviendo con tu padre?— pregunto, buscando mi entusiasmo en lo que no tiene por qué ser un cambio difícil para ella, sino una oportunidad para pasar más tiempo con el padre que no conoció durante años. Recuperar el tiempo, crear momentos compartidos, esas cosas… emocionales. Malditas hormonas. No quiero darle café a las malditas, estaría necesitando algo más fuerte con mucho alcohol para noquearlas, pero no podrá ser porque... maldición. Me siento a punto de lagrimear. —¿Te gustaría un muffin de chocolate? Porque estaría necesitando un muffin del tamaño de un hipogrifo...
Manoteo el teléfono que dejé al borde del lavado del baño cuando suena y me sorbo la nariz al atender con un ruidito que delata lo patético de mi estado, la voz de Meerah me pregunta donde estoy. ¡Meerah! Salto del inodoro que me servía de asiento para llorar mi pena, se me cae todo de las manos y tengo que tantear el suelo para recuperar la prueba mientras le prometo a la chica que estaré allí en diez minutos. Había olvidado que hace dos días quedamos en que hoy tendríamos la conversación que nos debíamos desde la vez en que nos vimos en el hospital, no será un almuerzo sino un desayuno de media mañana. Me vendrá bien porque últimamente todo lo que me llevo a la boca antes de las ocho de la mañana acaba aquí mismo, entre estas paredes, no en mi estómago. Reviso mi rostro en el espejo y acomodo algunos mechones detrás mis orejas, ¿puedo verme más patética? Sí, puedo. Deja de llorar, estúpida. Basta, Lara. Basta. Veinte minutos más tarde estoy cruzando la puerta vidriada de la cafetería donde me espera Meerah, atravieso el espacio central con una sonrisa que me costó encontrar, la veo sentada en una mesa con nuestras bebidas servidas y me siento tan culpable que me acerco para abrazarla. Puede que la abrace un poco más fuerte de lo normal. Momento, ¿por qué la estoy abrazando? Para, Lara. No la suelto. —Lo siento, lo siento…—. Suficiente, me aparto para recomponerme y sentarme en mi sitio con toda la dignidad que puedo. —Perdón, han sido unos días raros… ¿Cómo estás? ¿Qué tal te va viviendo con tu padre?— pregunto, buscando mi entusiasmo en lo que no tiene por qué ser un cambio difícil para ella, sino una oportunidad para pasar más tiempo con el padre que no conoció durante años. Recuperar el tiempo, crear momentos compartidos, esas cosas… emocionales. Malditas hormonas. No quiero darle café a las malditas, estaría necesitando algo más fuerte con mucho alcohol para noquearlas, pero no podrá ser porque... maldición. Me siento a punto de lagrimear. —¿Te gustaría un muffin de chocolate? Porque estaría necesitando un muffin del tamaño de un hipogrifo...
Cuelgo el teléfono con la sensación de que acabo de hablar con otra persona. Estoy segura que llamé a Lara, puedo leer un identificador de contacto en la pantalla de mi celular, es solo que… se me hizo raro. ¿La habré interrumpido en algún momento bochornoso? Ni siquiera podía asegurar que no estuviese con Hans ya que esa mañana no lo había visto, pero eso no evitaba que siguiese mirando el pequeño aparato como si el propio celular tuviese la culpa de la extraña conversación que acababa de mantener. En fin, si Lara había dicho que demoraría diez minutos, me adelantaría a pedir algo para tomar.
Su bebida ya ha perdido toda la crema cuando la morena por fin cruza la puerta, y no me hace falta mirar el reloj como para saber qué ha demorado algo más de lo que había prometido. Estoy por decirle algo que se debate entre burlón y molesto, pero me veo sorprendida por un abrazo que ciertamente no me esperaba. O bueno, que no me esperaba con esa intensidad. ¿Pero qué demonios?
Me revuelvo incómoda en la silla y cruzo una pierna por sobre la otra en lo que la observo tomar asiento, debatiéndome de si se encuentra hechizada, alcoholizada o en su período. Porque en serio, jamás en todos los años de conocerla la he visto de esta forma. - Raros… - ¿Se había visto al espejo esa mañana? Raro era que no llegara a tiempo a un encuentro, que no llamase para avisarme del retraso, y que para colmo no cumpliese con sus propios tiempos marcados. O al menos nunca había tenido esa actitud conmigo. ¿Habría hecho algo mal yo? Tal vez la relación no relación con mi padre no iba bien por alguna cosa que hubiese dicho, pero… no recordaba haber dicho nada sobre ellos. ¿O sí?
Vuelvo sobre su pregunta y trato de que mi expresión no delate el examen mental que le estoy realizando. - En reglas generales, bien. Se siente raro vivir con otra persona que no sea Audrey, y aún más raro tener que llegar a acuerdos en ciertas cosas pero es… no lo sé, normal en cierta forma. - O más acorde a lo que veía que otras compañeras tenían con sus padres. Me gustaba la total y completa libertad que había tenido con mi progenitora, pero en cierta forma también era agradable charlar con alguien que no respondiese como una enciclopedia. - Estoy trabajando en esto de no meterme en los asuntos ajenos pero, ¿estás bien? - No recordaba que Lara hubiese tenido nunca una debilidad así por ningún postre y de verdad que me siento en una dimensión desconocida. - Yo pediré un tostado, y supongo… - Observo el pequeño menú que me han traído antes y examino con rapidez la sección dulce. - no hay del tamaño de un hipogrifo, pero tienen el que viene con mousse y ganache. ¿Tal vez dos de esos?
Su bebida ya ha perdido toda la crema cuando la morena por fin cruza la puerta, y no me hace falta mirar el reloj como para saber qué ha demorado algo más de lo que había prometido. Estoy por decirle algo que se debate entre burlón y molesto, pero me veo sorprendida por un abrazo que ciertamente no me esperaba. O bueno, que no me esperaba con esa intensidad. ¿Pero qué demonios?
Me revuelvo incómoda en la silla y cruzo una pierna por sobre la otra en lo que la observo tomar asiento, debatiéndome de si se encuentra hechizada, alcoholizada o en su período. Porque en serio, jamás en todos los años de conocerla la he visto de esta forma. - Raros… - ¿Se había visto al espejo esa mañana? Raro era que no llegara a tiempo a un encuentro, que no llamase para avisarme del retraso, y que para colmo no cumpliese con sus propios tiempos marcados. O al menos nunca había tenido esa actitud conmigo. ¿Habría hecho algo mal yo? Tal vez la relación no relación con mi padre no iba bien por alguna cosa que hubiese dicho, pero… no recordaba haber dicho nada sobre ellos. ¿O sí?
Vuelvo sobre su pregunta y trato de que mi expresión no delate el examen mental que le estoy realizando. - En reglas generales, bien. Se siente raro vivir con otra persona que no sea Audrey, y aún más raro tener que llegar a acuerdos en ciertas cosas pero es… no lo sé, normal en cierta forma. - O más acorde a lo que veía que otras compañeras tenían con sus padres. Me gustaba la total y completa libertad que había tenido con mi progenitora, pero en cierta forma también era agradable charlar con alguien que no respondiese como una enciclopedia. - Estoy trabajando en esto de no meterme en los asuntos ajenos pero, ¿estás bien? - No recordaba que Lara hubiese tenido nunca una debilidad así por ningún postre y de verdad que me siento en una dimensión desconocida. - Yo pediré un tostado, y supongo… - Observo el pequeño menú que me han traído antes y examino con rapidez la sección dulce. - no hay del tamaño de un hipogrifo, pero tienen el que viene con mousse y ganache. ¿Tal vez dos de esos?
—Normal— repito, —Es bueno que se sienta normal—. ¿Por qué la voz me tiembla si estoy tratando de tener una expresión seria? Todos los músculos de mi cara están tensos, buscan ser impasibles a la revolución emocional que estoy padeciendo por dentro, y si no meto un montón de chocolate dentro de mi boca ¡ahora mismo! voy a explotar. Porque nada de esto es normal para mí, es lo más anormal que esperaba en mi vida. Sé, lo sé bien, esto es lo más natural para muchas mujeres, es parte de un ciclo biológico o de un plan que es el social establecido, todas en algún momento de nuestras vidas pasamos por este momento. Pero, no. Yo no. No es algo a lo que me opusiera, sino hubiera tomado otras medidas para impedir que ocurriera, sacarlo de todo plan. Es algo que simplemente no les ocurre a personas como yo. Hasta que ocurre y te escuchas decir: —Creo que dos muffins estarán bien por ahora, pediré otro para llevar.
Me parte un poco el alma que Meerah diga que está trabajando en no meterse en los asuntos ajenos, y yo estoy aquí, con mis brazos extendidos sobre la mesa, a punto de tomar sus manos, con mis ojos húmedos. Porque me encuentro incapaz de ocultárselo. Podría decir que no tengo a nadie más a quien contárselo, en algún momento lo creí así, cuando Riley tomó distancia y otras amistades no las sentía cercanas como para compartir confidencias, distancias que yo misma ponía. Pero tengo a Meerah enfrente, y de todas las personas, en realidad sí me gustaría que sea la primera en saberlo. Por mucho que se enfaden otros que también deberían saberlo, mi madre y su padre. Es que Meerah está aquí y…
—Tengo que contarte algo—. No puedo esperar hasta los muffins, tengo el nudo en la garganta y me estoy deshaciendo en las primeras lágrimas que caen por los lados, perdiéndose. —Estoy embarazada— suelto después de una larga exhalación de aire, sacando todo lo que tengo atorado en mi pecho. ¿Me siento mejor al decirlo? No, quiero llorar. Quiero entrar en pánico y desesperación. Quiero actuar con madurez. Quiero gritar al cosmos. Quiero mantener la calma y la serenidad. Quiero un muffin y no llega. —De Hans— suspiro, en una nota tan aguda que es como un gemido. Me cubro la cara con las manos, en tanto ordeno mis emociones que han secuestrado a las pocas neuronas racionales que siempre tuve para mantener el control. Meneo con mi cabeza un par de veces, negando que esto sea real, no lo puedo creer, pero todo en mi cuerpo grita que sí. Que las profecías se han cumplido. Tonta, Phoebe. Tonto tu té.
Me parte un poco el alma que Meerah diga que está trabajando en no meterse en los asuntos ajenos, y yo estoy aquí, con mis brazos extendidos sobre la mesa, a punto de tomar sus manos, con mis ojos húmedos. Porque me encuentro incapaz de ocultárselo. Podría decir que no tengo a nadie más a quien contárselo, en algún momento lo creí así, cuando Riley tomó distancia y otras amistades no las sentía cercanas como para compartir confidencias, distancias que yo misma ponía. Pero tengo a Meerah enfrente, y de todas las personas, en realidad sí me gustaría que sea la primera en saberlo. Por mucho que se enfaden otros que también deberían saberlo, mi madre y su padre. Es que Meerah está aquí y…
—Tengo que contarte algo—. No puedo esperar hasta los muffins, tengo el nudo en la garganta y me estoy deshaciendo en las primeras lágrimas que caen por los lados, perdiéndose. —Estoy embarazada— suelto después de una larga exhalación de aire, sacando todo lo que tengo atorado en mi pecho. ¿Me siento mejor al decirlo? No, quiero llorar. Quiero entrar en pánico y desesperación. Quiero actuar con madurez. Quiero gritar al cosmos. Quiero mantener la calma y la serenidad. Quiero un muffin y no llega. —De Hans— suspiro, en una nota tan aguda que es como un gemido. Me cubro la cara con las manos, en tanto ordeno mis emociones que han secuestrado a las pocas neuronas racionales que siempre tuve para mantener el control. Meneo con mi cabeza un par de veces, negando que esto sea real, no lo puedo creer, pero todo en mi cuerpo grita que sí. Que las profecías se han cumplido. Tonta, Phoebe. Tonto tu té.
¿Normal? Lo último que pasaba por mi cabeza en estos momentos era que algo fuese normal. ¿Qué le pasaba? ¿Habría sucedido algo malo? Mi cabeza se va a Audrey automáticamente, y por unos segundos temo que algo le haya pasado. Trato de no pensar en ella, no se merecía que pensara en ella, pero es lo único que se me ocurre en estos momentos y me siento inquieta; así que aprovecho que reafirma sus ganas de muffins y levanto la mano para llevar a la mesera.
Han sido poco menos de diez segundos, solo eso es lo que he apartado la vista de Lara, pero cuando me giro a verla nuevamente un peso muerto me oprime el pecho al notar su expresión compungida. ¿Pero qué? Asiento con la cabeza cuando me dice que tiene algo que contarme, y hasta a mí me tiembla el labio en esos momentos, temerosa de lo que pueda querer decirme. Hasta que habla, y sea lo que sea que haya pasado por mi mente, nada estaba siquiera cerca de lo que escapa de su boca. - ¿Qué? - La incredulidad se me pinta en la cara, no por no creerle en sí. Sino que… no, no sé ni por qué. “De Hans”, ¿hacía falta aclararlo? no imaginaba que pudiese ser de otra persona. No porque no la creyese capaz de tener otras conquistas, sino que no imaginaba que de otra forma me lo quisiera decir a mí. ¿O sí?
La mesera llega en esos momentos, y levanto una mano en señal de alto. - Ahora no. - declaro cortante y, en cierta forma, hasta de mala manera. Pero me retracto de inmedianto cuando un pensamiento rápido cruza mi mente y esta vez, el gesto de mi mano se torna urgente. - No, ¡aguarda! Necesitamos muffins, esos que tienen mousse de chocolate. Media docena de esos, y refrescos. Dos sodas… ¡no! mejor dos cocas. Gracias. - Y no sé si ha anotado o siquiera me ha entendido, pero vuelvo la vista a Lara y trato de que algún pensamiento coherente llegue a mis labios. - Entonces yo, no. Tú… ¿Acaso él…? ¿Qué? - Entierro mi rostro entre mis palmas y presiono mi nariz con los dedos medios, tratando de despejarme de alguna manera.No era muy difícil entender lo que me había dicho. ¿Por qué me portaba de esta manera entonces?
- No, lo siento. Rebobinemos. - Mis dedos giran en círculos y me echo para atrás en la silla. - Estás embarazada, Hans es el padre, y tú estás al borde de un colapso nervioso. Bien. Respiremos juntas. ¿De acuerdo? - Y no sé si me sigue, pero tomo todo el aire que puedo, lo retengo por diez oy lo suelto en una exhalación. Bien, respirar era sencillo. Ahora había que tratar de no cagarla. - No pienses que me lo estoy tomando a mal, por favor, no. Solo me has sorprendido y bueno, simplemente no lo esperaba. Primera pregunta, ¿estás bien? No sé si ya se lo haz dicho y el muy cobarde te dejo sola con la tarea de decirme, pero de verdad no tienes que temer ningún tipo de reacción por mi parte. La que importa ahora eres tú. - Porque si mi pensamiento fue pensar que algo malo había sucedido solo por ver su expresión, o la conocía muy poco, o no estaba tomando la situación del todo bien. - Tendré solamente trece años, pero quiero ayudar. Aunque eso signifique el tener que ir a gritarle a mi propio padre si es que lo necesitas.
Han sido poco menos de diez segundos, solo eso es lo que he apartado la vista de Lara, pero cuando me giro a verla nuevamente un peso muerto me oprime el pecho al notar su expresión compungida. ¿Pero qué? Asiento con la cabeza cuando me dice que tiene algo que contarme, y hasta a mí me tiembla el labio en esos momentos, temerosa de lo que pueda querer decirme. Hasta que habla, y sea lo que sea que haya pasado por mi mente, nada estaba siquiera cerca de lo que escapa de su boca. - ¿Qué? - La incredulidad se me pinta en la cara, no por no creerle en sí. Sino que… no, no sé ni por qué. “De Hans”, ¿hacía falta aclararlo? no imaginaba que pudiese ser de otra persona. No porque no la creyese capaz de tener otras conquistas, sino que no imaginaba que de otra forma me lo quisiera decir a mí. ¿O sí?
La mesera llega en esos momentos, y levanto una mano en señal de alto. - Ahora no. - declaro cortante y, en cierta forma, hasta de mala manera. Pero me retracto de inmedianto cuando un pensamiento rápido cruza mi mente y esta vez, el gesto de mi mano se torna urgente. - No, ¡aguarda! Necesitamos muffins, esos que tienen mousse de chocolate. Media docena de esos, y refrescos. Dos sodas… ¡no! mejor dos cocas. Gracias. - Y no sé si ha anotado o siquiera me ha entendido, pero vuelvo la vista a Lara y trato de que algún pensamiento coherente llegue a mis labios. - Entonces yo, no. Tú… ¿Acaso él…? ¿Qué? - Entierro mi rostro entre mis palmas y presiono mi nariz con los dedos medios, tratando de despejarme de alguna manera.No era muy difícil entender lo que me había dicho. ¿Por qué me portaba de esta manera entonces?
- No, lo siento. Rebobinemos. - Mis dedos giran en círculos y me echo para atrás en la silla. - Estás embarazada, Hans es el padre, y tú estás al borde de un colapso nervioso. Bien. Respiremos juntas. ¿De acuerdo? - Y no sé si me sigue, pero tomo todo el aire que puedo, lo retengo por diez oy lo suelto en una exhalación. Bien, respirar era sencillo. Ahora había que tratar de no cagarla. - No pienses que me lo estoy tomando a mal, por favor, no. Solo me has sorprendido y bueno, simplemente no lo esperaba. Primera pregunta, ¿estás bien? No sé si ya se lo haz dicho y el muy cobarde te dejo sola con la tarea de decirme, pero de verdad no tienes que temer ningún tipo de reacción por mi parte. La que importa ahora eres tú. - Porque si mi pensamiento fue pensar que algo malo había sucedido solo por ver su expresión, o la conocía muy poco, o no estaba tomando la situación del todo bien. - Tendré solamente trece años, pero quiero ayudar. Aunque eso signifique el tener que ir a gritarle a mi propio padre si es que lo necesitas.
Pero mi muffin… no entiendo cuando Meerah despide a la muchacha, afortunadamente se retracta antes de que pase el minuto, amplia el pedido de muffins a una cantidad que creo que será suficiente para esta conversación, necesitaré un poco más para llevar, y no será la botella más fuerte de ron de este bar, pero más azúcar suena a un buen plan para sobrellevar la situación que me tiene al borde de las lágrimas estúpidas, que comienzan a caer en silencio por mi mejilla. Me las seco con una mano en tanto ella trata de recuperarse, tengo que pestañear un par de veces para que la sensación de llanto bobo se vaya, creo que estoy un poco desbordada por todo. Pensé que era estrés, le eché la culpa a un par de alimentos creyendo que era una intoxicación, la fatiga la vinculé a un par de situaciones que me sumieron en el desánimo, podría haber culpado del atraso a todo esto también, pero no he llegado hasta mi edad haciéndome la desentendida con ese tema. Solo fue una prueba, una de respuesta fácil: negativo. ¿Por qué? ¿Por qué en todo el universo ese resultado de pronto cambió? Imito la postura de Meerah, hundiéndome en mis manos con todo el abatimiento que siento. Esto me ha superado. Yo me he superado a mí misma. Nunca digas que no la puedes joder más, porque luego un positivo un sábado por la mañana te dice que ese límite se puede mover. He superado los records equivocados en mi vida.
El repaso que hace Meerah es tan preciso, concuerdo con lo del colapso nervioso en puerta, y mi primer pensamiento más estúpido de la vida es «¿Una crisis así no haría daño al bebé? Tal vez debería serenarme» en un tonito de auto-reprobación. ¡Ah! ¡Qué patética y fácil resignación! La imito un segundo más tarde al tomar todo el aire que puedo por mi boca, llenando a pleno mis pulmones, casi ahogándome por tener que contenerlo y luego saliéndome de sopetón. Me siento mejor, sí, me siento mejor. — No, Meerah, no pienso eso, yo misma…— no sé cómo tomarlo, hablo por encima de su voz, lo que puede molestarla así que aprieto mis labios para callarme, dejándole que continúe. ¿Por qué carajos estoy lagrimeando otra vez? Porque una chica de trece años está actuando con más madurez de la que yo tengo en mi dedo meñique, casi diciéndome que irá con su padre a exigirle que se haga cargo, y poniendo mi bienestar como prioridad.
—No, no. Él no lo sabe— le aclaro, para que se quite esa idea equivocada de su mente, lo que no sé es por qué yo tengo el miedo terrible de recibir un rechazo por parte de Hans, pero si la miro a ella, sé que soy injusta con él. —Sé lo diré, lo haré. Sé que se enojará porque te dije primero, pero necesitaba contárselo a alguien y… no sé en qué punto estoy con tu padre, Meerah. No sé qué hay más allá de lo que tenemos o si hay algo más, que no sé cómo se tomará el que esté embarazada— susurro, con mis ojos mirando cualquier detalle de la cafetería, por una respuesta que no encuentro, que me encojo de hombros y me declaro en derrota. —Me enteré esta mañana… es decir, antes de venir a verte— soy bien específica para que sepa cuando digo que acabo de enterarme es… hace unos minutos, eso no ha dado tiempo a nada. Y no importa, en serio, que luego Hans se enoje porque su hija lo haya sabido primero, aunque quizás lo mejor sea no decirle nada sobre esta charla, que ella no le diga nada y yo encuentre el momento y las pelotas para hablar con él. Pero no importa porque…—Meerah…— ah, carajo, estoy llorando. —Podrías tener un hermano.
El repaso que hace Meerah es tan preciso, concuerdo con lo del colapso nervioso en puerta, y mi primer pensamiento más estúpido de la vida es «¿Una crisis así no haría daño al bebé? Tal vez debería serenarme» en un tonito de auto-reprobación. ¡Ah! ¡Qué patética y fácil resignación! La imito un segundo más tarde al tomar todo el aire que puedo por mi boca, llenando a pleno mis pulmones, casi ahogándome por tener que contenerlo y luego saliéndome de sopetón. Me siento mejor, sí, me siento mejor. — No, Meerah, no pienso eso, yo misma…— no sé cómo tomarlo, hablo por encima de su voz, lo que puede molestarla así que aprieto mis labios para callarme, dejándole que continúe. ¿Por qué carajos estoy lagrimeando otra vez? Porque una chica de trece años está actuando con más madurez de la que yo tengo en mi dedo meñique, casi diciéndome que irá con su padre a exigirle que se haga cargo, y poniendo mi bienestar como prioridad.
—No, no. Él no lo sabe— le aclaro, para que se quite esa idea equivocada de su mente, lo que no sé es por qué yo tengo el miedo terrible de recibir un rechazo por parte de Hans, pero si la miro a ella, sé que soy injusta con él. —Sé lo diré, lo haré. Sé que se enojará porque te dije primero, pero necesitaba contárselo a alguien y… no sé en qué punto estoy con tu padre, Meerah. No sé qué hay más allá de lo que tenemos o si hay algo más, que no sé cómo se tomará el que esté embarazada— susurro, con mis ojos mirando cualquier detalle de la cafetería, por una respuesta que no encuentro, que me encojo de hombros y me declaro en derrota. —Me enteré esta mañana… es decir, antes de venir a verte— soy bien específica para que sepa cuando digo que acabo de enterarme es… hace unos minutos, eso no ha dado tiempo a nada. Y no importa, en serio, que luego Hans se enoje porque su hija lo haya sabido primero, aunque quizás lo mejor sea no decirle nada sobre esta charla, que ella no le diga nada y yo encuentre el momento y las pelotas para hablar con él. Pero no importa porque…—Meerah…— ah, carajo, estoy llorando. —Podrías tener un hermano.
Bien, bien. Hans no lo sabe, entonces todavía… ¿había tiempo? ¿De qué?, ¿para qué? El bebé ya estaba ahí, y aunque hubiesen menos de nueve meses por delante, nada cambiaría el ahora. Bueno, nada exceptuando un aborto. Pero no iba a sugerir esa idea cuando Lara estaba al borde del quiebre. Tampoco me creía capaz de siquiera pronunciar eso en voz alta cuando toda la situación era tan cercana. No tenía problemas con el aborto como concepto en sí, pero de solo pensar que… Bueno, Audrey no lo había hecho, ¿no? - Juro que me encantaría liberarte de las inseguridades que estás mencionando, darte algún tipo de certeza o ubicarte. - Más aún cuando parecía una hoja de otoño a punto de caer de su rama. - Pero primero: a duras penas y estoy conociendo yo a ese hombre. Y segundo: creo que ni tú sabes cómo tomarte el que estés embarazada. - Yo, era un tema aparte. Ahora lo importante era ella y bueno, la vida que estaba creciendo dentro de su abdomen.
¿Cómo era posible que un bebé pudiese formarse en esa panza? Lara apenas y debía ser diez centímetros más alta que yo, y debería tener al menos dos centímetros menos de cintura. Conocía la biología básica, pero de tan solo verla… hay cosas que en verdad uno no puede comprender pese a que tenga la teoría memorizada. -¿Esta mañana? - Su voz me obliga a prestarle atención nuevamente, y cuando por fín proceso lo que he escuchado, todo cobra sentido. Ow. - ¡Ay por favor! Si querías podrías haberme cancelado, lo hubiese entendido. - ¿Qué hacíamos acá todavía? Necesitaba relajarse un poco, tal vez en un baño de burbujas, y tomarse el tiempo para digerir la idea. ¿Qué tan buena persona tenía que ser para atravesar una crisis y aún así no querer estar en falta? - Si no fuese porque todavía no traen nuestros muffins, te diría que volviésemos a tu casa para que puedas entrar en pánico con comodidad y tiempo. - Trato de darle algo de humor a la situación, y le regalo una sonrisa antes de estirarme hasta alcanzar su mano. - Aún así, gracias por venir, por contarme, por confiarme esto… Yo… - Vuelvo a inspirar, reteniendo el aire esta vez por mí cuenta, porque creo que yo misma me voy a poner a llorar con ella de lo sensible que me pone que se preocupe por mí, incluso cuando está en todo el derecho de volverse la persona más egoísta.
Y al final acabo llorando, porque ella llora, y me dice algo que en sí no había considerado. ¿Un hermano? Pues claro, sería mi hermano, ¿no? - O hermana. - Aclaro por el solo hecho de imaginar a una niña con el más hermoso vestido que pueda llegar a hacer. Pero no, me freno inmediatamente en mi linea de pensamiento y me levanto de mi asiento. Doy la vuelta hasta llegar a ella, y rodeo sus hombros con mis brazos, recostando mi cabeza contra el costado de la suya. - Antes que cualquier hermano mío. Lara. - La suelto y busco su mirada con la mía antes de hablar. - Podrías tener un hijo. - Porque no iba a ilusionarme, cuando ella todavía no había terminado de digerir la idea. - Tal vez no sea yo, pero tal vez otra persona pueda decirte mamá. - Comento al recordar nuestro último encuentro en persona, y mi comentario que en ese momento había sido solo una broma tonta.
¿Cómo era posible que un bebé pudiese formarse en esa panza? Lara apenas y debía ser diez centímetros más alta que yo, y debería tener al menos dos centímetros menos de cintura. Conocía la biología básica, pero de tan solo verla… hay cosas que en verdad uno no puede comprender pese a que tenga la teoría memorizada. -¿Esta mañana? - Su voz me obliga a prestarle atención nuevamente, y cuando por fín proceso lo que he escuchado, todo cobra sentido. Ow. - ¡Ay por favor! Si querías podrías haberme cancelado, lo hubiese entendido. - ¿Qué hacíamos acá todavía? Necesitaba relajarse un poco, tal vez en un baño de burbujas, y tomarse el tiempo para digerir la idea. ¿Qué tan buena persona tenía que ser para atravesar una crisis y aún así no querer estar en falta? - Si no fuese porque todavía no traen nuestros muffins, te diría que volviésemos a tu casa para que puedas entrar en pánico con comodidad y tiempo. - Trato de darle algo de humor a la situación, y le regalo una sonrisa antes de estirarme hasta alcanzar su mano. - Aún así, gracias por venir, por contarme, por confiarme esto… Yo… - Vuelvo a inspirar, reteniendo el aire esta vez por mí cuenta, porque creo que yo misma me voy a poner a llorar con ella de lo sensible que me pone que se preocupe por mí, incluso cuando está en todo el derecho de volverse la persona más egoísta.
Y al final acabo llorando, porque ella llora, y me dice algo que en sí no había considerado. ¿Un hermano? Pues claro, sería mi hermano, ¿no? - O hermana. - Aclaro por el solo hecho de imaginar a una niña con el más hermoso vestido que pueda llegar a hacer. Pero no, me freno inmediatamente en mi linea de pensamiento y me levanto de mi asiento. Doy la vuelta hasta llegar a ella, y rodeo sus hombros con mis brazos, recostando mi cabeza contra el costado de la suya. - Antes que cualquier hermano mío. Lara. - La suelto y busco su mirada con la mía antes de hablar. - Podrías tener un hijo. - Porque no iba a ilusionarme, cuando ella todavía no había terminado de digerir la idea. - Tal vez no sea yo, pero tal vez otra persona pueda decirte mamá. - Comento al recordar nuestro último encuentro en persona, y mi comentario que en ese momento había sido solo una broma tonta.
Estaría necesitando uno de esos hechizos de orientación con el que mi varita me diga «Usted se encuentra aquí», pero se que habría un cartel muy grande diciendo «Bienvenida a Las Has Cagado», con luces de neón, todo bonito. Primero, darle vueltas al tema con su padre es perderme aún más. Segundo, no tengo idea de cómo tomarme el saber que estoy embarazada. ¿Con ron barato y añejo? ¿Con whisky de fuego? ¿Con unos refrescos y una sobredosis de chocolate? Estaría necesitando embotar mi cerebro, no importa si es alcohol o azúcar, algo tengo que hacer al respecto. Asiento para darle la confirmación que el resultado lo vi esta mañana, estaba demasiado aturdida como para cancelarle lo que sea, estaba desesperada por escapar a cualquier sitio y si le dije que desayunaríamos, cumplir con ello. Gracias a eso ahora la tengo para desahogarme, ¿no? ¿Qué me hubiera quedado a hacer en mi casa? A gritarle al universo desde el baño, seguramente. —Lamento hacerte parte de mi pánico— digo, me emociono como ella por su agradecimiento. —Pero, ahora mismo, eres la mejor amiga del mundo que podía pedir para entrar en pánico juntas— confieso, puede que sean las hormonas o mi cariño por ella, también que tenga las palabras más justas para contenerme cuando estoy que tiemblo entera por algo que no cobra dimensión real en mi mente, porque no puede encajar y está ahí, empujando todos mis pensamientos, imponiéndose.
Puedo pensarlo como si mi cuerpo me fuera extraño, no me pertenece ahora porque algo más está dentro. Un hermano o una hermana para Meerah, algo que será una persona dentro de unos meses, que es en este momento algo así como una sensación, una emoción o una pelusa flotando en un mundo imaginario hermoso. Pensar que estoy embarazada es muy diferente a pensar que voy a tener un bebé, y más distinto a eso es pensar que voy a tener… un hijo. Y lo que me pone al borde del llanto sobre su hombro al esconderme en su abrazo, es saber que ese alguien va a llamarme mamá. Listo, no puedo con eso. No hay nada que pueda hacer. No puedo, no puedo, no puedo. Siento como todos los muros de contención explotan por el torrente que viene con toda fuerza. Me rompo en un llanto incontenible que hace sacudir mis hombros, mi cuerpo entero, creo que todos en la cafetería me escuchan deshacerme en sollozos, la cara se me pone roja y mis manos se sostienen a la espalda de Meerah. —Seré un desastre de madre— gimo. —No estoy hecha para eso, no sabría qué hacer con un hijo, yo…—. Necesito un muffin. —¿Dónde están mis muffins? ¿Es qué no se dan cuenta que esto es importante? ¡Es una emergencia!— chillo. —Voy a colapsar y seré una embarazada internada en el hospital por tener una crisis nerviosa por culpa que no le han traído su muffin, ¿quieren eso?
Puedo pensarlo como si mi cuerpo me fuera extraño, no me pertenece ahora porque algo más está dentro. Un hermano o una hermana para Meerah, algo que será una persona dentro de unos meses, que es en este momento algo así como una sensación, una emoción o una pelusa flotando en un mundo imaginario hermoso. Pensar que estoy embarazada es muy diferente a pensar que voy a tener un bebé, y más distinto a eso es pensar que voy a tener… un hijo. Y lo que me pone al borde del llanto sobre su hombro al esconderme en su abrazo, es saber que ese alguien va a llamarme mamá. Listo, no puedo con eso. No hay nada que pueda hacer. No puedo, no puedo, no puedo. Siento como todos los muros de contención explotan por el torrente que viene con toda fuerza. Me rompo en un llanto incontenible que hace sacudir mis hombros, mi cuerpo entero, creo que todos en la cafetería me escuchan deshacerme en sollozos, la cara se me pone roja y mis manos se sostienen a la espalda de Meerah. —Seré un desastre de madre— gimo. —No estoy hecha para eso, no sabría qué hacer con un hijo, yo…—. Necesito un muffin. —¿Dónde están mis muffins? ¿Es qué no se dan cuenta que esto es importante? ¡Es una emergencia!— chillo. —Voy a colapsar y seré una embarazada internada en el hospital por tener una crisis nerviosa por culpa que no le han traído su muffin, ¿quieren eso?
No creía que estuviese entrando en pánico, o al menos no al nivel de ella; pero no se lo niego. No tendré experiencia con las mujeres embarazadas, y mucho menos con Lara embarazada, pero era lo suficientemente lista como para saber que, de ser posible, no había que negarles nada. Era algo así como una verdad universal, de esas de las que nadie hablaba pero por alguna razón todo el mundo conocía. - Me gusta eso de “mejor amiga”. Si es el título que podemos darnos de ahora en más, estaré contenta por ello. - O lo estaría al menos hasta que con mi padre decidieran que rayos eran. Si me tenía que guíar por lo que me habían dicho hasta ahora, Lara era la no amiga de Hans, que se acostaba ocasionalmente con él, con quien tal vez estaban empezando algo que no tenía nombre y que ahora al parecer estaba llevando a su hijo en su vientre. Luego decían que los adolescentes éramos complicados.
- ¿Qué? ¡No! - Su declaración me toma desprevenida y esta vez sí entro levemente en pánico. ¿No estábamos teniendo un momento lindo? No era mi intención sacar su inseguridad a flote. ¿No debía ser bonito? Oh por dios. - No digas tonterías, Lara. Podrás con es…- Me interrumpo al notar que no me está prestando atención, demasiado preocupada porque aún no traen nuestro postre. ¿Está montando una escena? sí. ¿Estoy mortificada? sorprendentemente, no. Estoy más preocupada por su estado en general, sabiendo que no colapsará por la falta de muffins, pero que sí podría hacerlo si seguía alterándose de esa manera. ¿Voy a poder vivir con lo que estoy a punto de hacer? Probablemente no, pero vaya, mis deberes de hermana han comenzado. - ¿Podrían apurar el pedido? Su estado es delicado, y podría traerle complicaciones. - No grito, pero la mesera que nos ha atendido me mira como si no pudiese creer que me estuviese poniendo del lado de Lara. Al menos no dice nada, y se apura por detrás del mostrador, pasando por las puertas dobles que estoy segura darán a la cocina.
- Quiero que sepas, que nunca he hecho esto por nadie. - No hablaba de pedir muffins, sino de contribuir a montar un escándalo en medio de un lugar público. - Así que además del título de mejor amiga, quiero el de mejor hermana. Desde ya. - Claro, de momento era su única hermana, pero si aclaraba los tantos desde ahora… - Ya, ya. Traerán nuestros muffins, y podrás ahogarte en el chocolate. A ver si así se te borran las tonterías de ser mala madre. - No se si había un medidor exacto de hasta que punto se podía ser un mal o un buen padre, pero nada de lo que había vivido con Lara hasta ahora era un indicador de que fuese a ser un desastre. - Piensa que tengo a Audrey como progenitora. La persona que me mintió durante toda mi vida, haciéndome creer que todo el mundo nos había abandonado, para al final ser ella la que se marchó. No es que quiera comparar en sí, pero eres la persona que más honesta me ha sido en mi vida, y nunca me has dejado sola. - No sé si es que he vuelto a llorar, o simplemente son las lágrimas que no me he limpiado lo que siento sobre mis mejillas, pero no reparo mucho en eso. - No eres mi madre, y aún así has demostrado ser mucho más capaz en ese rol. No tienes que torturarte con idioteces ahora.
- ¿Qué? ¡No! - Su declaración me toma desprevenida y esta vez sí entro levemente en pánico. ¿No estábamos teniendo un momento lindo? No era mi intención sacar su inseguridad a flote. ¿No debía ser bonito? Oh por dios. - No digas tonterías, Lara. Podrás con es…- Me interrumpo al notar que no me está prestando atención, demasiado preocupada porque aún no traen nuestro postre. ¿Está montando una escena? sí. ¿Estoy mortificada? sorprendentemente, no. Estoy más preocupada por su estado en general, sabiendo que no colapsará por la falta de muffins, pero que sí podría hacerlo si seguía alterándose de esa manera. ¿Voy a poder vivir con lo que estoy a punto de hacer? Probablemente no, pero vaya, mis deberes de hermana han comenzado. - ¿Podrían apurar el pedido? Su estado es delicado, y podría traerle complicaciones. - No grito, pero la mesera que nos ha atendido me mira como si no pudiese creer que me estuviese poniendo del lado de Lara. Al menos no dice nada, y se apura por detrás del mostrador, pasando por las puertas dobles que estoy segura darán a la cocina.
- Quiero que sepas, que nunca he hecho esto por nadie. - No hablaba de pedir muffins, sino de contribuir a montar un escándalo en medio de un lugar público. - Así que además del título de mejor amiga, quiero el de mejor hermana. Desde ya. - Claro, de momento era su única hermana, pero si aclaraba los tantos desde ahora… - Ya, ya. Traerán nuestros muffins, y podrás ahogarte en el chocolate. A ver si así se te borran las tonterías de ser mala madre. - No se si había un medidor exacto de hasta que punto se podía ser un mal o un buen padre, pero nada de lo que había vivido con Lara hasta ahora era un indicador de que fuese a ser un desastre. - Piensa que tengo a Audrey como progenitora. La persona que me mintió durante toda mi vida, haciéndome creer que todo el mundo nos había abandonado, para al final ser ella la que se marchó. No es que quiera comparar en sí, pero eres la persona que más honesta me ha sido en mi vida, y nunca me has dejado sola. - No sé si es que he vuelto a llorar, o simplemente son las lágrimas que no me he limpiado lo que siento sobre mis mejillas, pero no reparo mucho en eso. - No eres mi madre, y aún así has demostrado ser mucho más capaz en ese rol. No tienes que torturarte con idioteces ahora.
Tengo que sacudir mis manos, usarlas para abanicar mis lagrimales sensibles y contener el temblor de mis labios, de todas maneras mi voz me sale un poco ahogada. —Lo somos, ¿no?— pregunto, creo que nunca estuvo en duda de que fuéramos amigas, porque entre lo que fue mi relación imprecisa con Audrey y ahora también mi relación indefinida con Hans, no había manera de encasillarnos en otro tipo de vínculo, por más que bromeara con que era su exmadrastra o que no iba a llamarme mamá en el futuro. Quizás no nos vi como las mejores, pero podríamos serlo. ¿Si puede actuar a mi favor en medio de un escándalo público en vez de cubrirse la cara de la vergüenza, cómo podría no ser mi mejor amiga? Necesito, necesito alguien que pueda sostenerme en medio de todo este lío de novedades y nauseas matutinas, hormonas y muffins. Porque voy a entrar en crisis en este momento, no creo que entrar a trabajo de parto que puede ser a lo que Meerah se refiere, ¡pero si acabo de enterarme! ¿Qué complicaciones podría tener? Soy yo la que alza las manos para esconder mi rostro de la pena que me da que haya personas mirando a la embarazada histérica, no pensé que me quebraría así. —Lo siento, lo siento— vuelvo a disculparme, como lo había hecho al minuto de llegar.
Lo sé, sé que está haciendo un trabajo de gran esfuerzo al contenerme esta mañana, que ha tenido que apurar a los muffins para prevenir mi crisis nerviosa. Meerah se ha puesto a cargo de la situación, cuando yo no hago otra cosa que limpiar la humedad de mis pestañas con las puntas de mis dedos. Se quedan quietos al escuchar su petición, no creo que necesite los muffins. —No voy a tener otros hijos— le aseguro, es una imposibilidad en mis pensamientos, y no, no porque esté castigándome a mí misma diciéndome que me cuidaré mejor en ocasiones siguientes. Sino porque entiendo que esto fue algo insólito, de esas cosas que no me pasan a mí, pero me pasó. No es algo que pueda repetirse. —Serás la única, mejor, maravillosa y siempre bella hermana de mi bebé— prometo, con una sonrisa que recobra un poco de mi vieja confianza en mí misma para hacer frente a la idea y no verme de entrada como un fracaso de madre.
Busco su mano para estrechársela cuando menciona a Audrey, no es momento para pedirle que sea comprensiva, pero me apunto dos cosas importantes que nunca en mi vida espero que este bebé diga de mí: que le he mentido y que le he abandonado. Haré lo que sea, todo lo que esté a mi alcance, y si tengo que negociar con lo imposible también, para que la sentencia de Meerah no pese luego sobre mí en palabras de mi hijo o hija. Porque estoy segura de que Audrey le dolería mucho escucharla, a mí me haría pedazos. Y por eso, me estoy desarmando cuando me dice que soy lo contrario, tampoco creo que haya punto de comparación entre una madre y a una amiga adulta, pero emociona que me tenga en esa estima. Y no, no he sido del todo honesta con ella, en cosas que… espero que nunca vuelvan a suceder, así no tendrán que ser mentiras. Tan solo un pasado de errores por olvidar. La estrecho aún más en ese abrazo que no rompimos en medio del escándalo, acaricio su espalda con una mano y susurro contra su oído, haciendo a un lado con mis dedos algunos de sus mechones. —Te quiero, Meerah, ¿lo sabes? No voy a dejarte, no importa lo que pase, no te dejaré— balbuceo. —Tienes una madre y yo tendré un hijo, pero eres mi pequeña gran amiga y enfrentaría el mundo por ti.
Lo sé, sé que está haciendo un trabajo de gran esfuerzo al contenerme esta mañana, que ha tenido que apurar a los muffins para prevenir mi crisis nerviosa. Meerah se ha puesto a cargo de la situación, cuando yo no hago otra cosa que limpiar la humedad de mis pestañas con las puntas de mis dedos. Se quedan quietos al escuchar su petición, no creo que necesite los muffins. —No voy a tener otros hijos— le aseguro, es una imposibilidad en mis pensamientos, y no, no porque esté castigándome a mí misma diciéndome que me cuidaré mejor en ocasiones siguientes. Sino porque entiendo que esto fue algo insólito, de esas cosas que no me pasan a mí, pero me pasó. No es algo que pueda repetirse. —Serás la única, mejor, maravillosa y siempre bella hermana de mi bebé— prometo, con una sonrisa que recobra un poco de mi vieja confianza en mí misma para hacer frente a la idea y no verme de entrada como un fracaso de madre.
Busco su mano para estrechársela cuando menciona a Audrey, no es momento para pedirle que sea comprensiva, pero me apunto dos cosas importantes que nunca en mi vida espero que este bebé diga de mí: que le he mentido y que le he abandonado. Haré lo que sea, todo lo que esté a mi alcance, y si tengo que negociar con lo imposible también, para que la sentencia de Meerah no pese luego sobre mí en palabras de mi hijo o hija. Porque estoy segura de que Audrey le dolería mucho escucharla, a mí me haría pedazos. Y por eso, me estoy desarmando cuando me dice que soy lo contrario, tampoco creo que haya punto de comparación entre una madre y a una amiga adulta, pero emociona que me tenga en esa estima. Y no, no he sido del todo honesta con ella, en cosas que… espero que nunca vuelvan a suceder, así no tendrán que ser mentiras. Tan solo un pasado de errores por olvidar. La estrecho aún más en ese abrazo que no rompimos en medio del escándalo, acaricio su espalda con una mano y susurro contra su oído, haciendo a un lado con mis dedos algunos de sus mechones. —Te quiero, Meerah, ¿lo sabes? No voy a dejarte, no importa lo que pase, no te dejaré— balbuceo. —Tienes una madre y yo tendré un hijo, pero eres mi pequeña gran amiga y enfrentaría el mundo por ti.
No voy a contradecir su afirmación, porque creo que lo conveniente es concentrarnos en un bebé a la vez. No está bien que ande planteándole la posibilidad de que sea hermana de más de una persona, cuando todavía estaba asimilando que había una dentro de ella. - ¿No se supone que soy yo la que debe mimarte y adularte? - Jamás me iba a quejar de que me dijesen cosas bonitas si era con buenas intenciones, pero esta mañana era para ella. - ¿Sirve decir que serás la única, mejor, maravillosa y siempre bella madre de mi hermano o hermana? Porque tu no lo crees aún, pero de verdad pienso en que serás una maravillosa madre - Y no lo decía por decir, de verdad.
Me sumerjo aún más en el abrazo, y por alguna razón no puedo evitar pensar que este debe ser el segundo abrazo más largo que he tenido en mi vida. No me molesta, puedo contener a Lara y sentirme contenida al mismo tiempo. - Creo que ya lo hiciste. - Le recuerdo, porque yo no voy a olvidarme de la noche en el ministerio, en dónde me defendió de un rebelde mugroso sin importarle su propio bienestar. - Oh, vamos. No me vas a hacer llorar todos estos meses, ¿verdad? - Y la suelto un poco, lo suficiente como para liberar una mano y limpiarme las mejillas con el dorso. - Ya, ya. También te quiero, pero deberíamos asegurarnos de que los brownies sean para llevar. - Porque luego de todo el escándalo, no podría sentarme a comer allí sin querer hundirme en mi silla. La suelto por completo y miro con urgencia hacia las cocinas, viendo con gracia como la mesera que antes había entrado sale con nuestro pedido. ¡Al fin!
Me sumerjo aún más en el abrazo, y por alguna razón no puedo evitar pensar que este debe ser el segundo abrazo más largo que he tenido en mi vida. No me molesta, puedo contener a Lara y sentirme contenida al mismo tiempo. - Creo que ya lo hiciste. - Le recuerdo, porque yo no voy a olvidarme de la noche en el ministerio, en dónde me defendió de un rebelde mugroso sin importarle su propio bienestar. - Oh, vamos. No me vas a hacer llorar todos estos meses, ¿verdad? - Y la suelto un poco, lo suficiente como para liberar una mano y limpiarme las mejillas con el dorso. - Ya, ya. También te quiero, pero deberíamos asegurarnos de que los brownies sean para llevar. - Porque luego de todo el escándalo, no podría sentarme a comer allí sin querer hundirme en mi silla. La suelto por completo y miro con urgencia hacia las cocinas, viendo con gracia como la mesera que antes había entrado sale con nuestro pedido. ¡Al fin!
Por la manera en que las lágrimas se desbordan de mis ojos, los empleados de esta cafetería tendrán mucho trabajo con los hechizos para escurrir el agua que dejaré en sus baldosas, como grandes charcos después de una tormenta implacable. Lamento que los zapatos de Meerah se mojen, también. ¿Cómo habría podido saber que hoy era día de calzarse las botas de lluvia? Seguro que tiene un par muy bonito. ¿Por qué estoy pensando en estas boberías? Porque estoy deshaciéndome en llanto otra vez por la manera que tiene de repetir cada cosa buena que le digo, para convencerme de que lo haré bien como madre, con una confianza que jamás en la vida creí que alguien pudiera tener en mí para cuidar de otra vida que no sea la mía. No he hecho mérito con la mía como para que alguien lo crea.
¡Y se me murió una planta! Nunca se lo cuento a nadie, pero se me murió una planta. Pasó hace siete años, tal vez sea tiempo de superarlo y recobrar un poco de fe en mí. No me había dado cuenta al punto en que me había enfocado en lo profesional, que deposité toda mi seguridad allí, y en el resto soy un desastre emocional. Tanto que abrumo con mi cariño a Meerah a la primera, en una situación que de por sí no podía ser más vergonzosa en esta cafetería, lloriqueando por nuestros pedidos y haciéndole una declaración pública de cuánto la quiero. ¡Y esa canción que suena de fondo! I wish I was speciaaaaal, con una voz masculina que se desgarra en esa frase.
¿Podrá perdonarme algún día el bochorno? Creo que sí, porque también me dice que me quiere. Espero que me quiera mucho porque estoy chillando con lo siguiente que dice: —¿Brownies? ¡Pero yo quería muffins!—. No lo digo tan alto, me escondo en su cuello para opacar mi voz, hago el esfuerzo de recuperarme y no puedo. —Pago y nos vamos, ¿sí? Volvamos a mi casa a desayunar, necesito hacerme bolita en mi sillón— reconozco con mucha pena, apartándome con dificultad de ella y armándome de una sonrisa que a pesar de estar quebrada, trata de mostrarme más animada. Limpio mis ojos con las puntas de mis dedos, me pongo de pie bajo la mirada atenta de la gente que está en las mesas más cercanas y de la chica que está detrás de la caja, a que le dejo una propina por no hacer ni un comentario del escándalo y aceptarme el pago con toda seriedad, para después entregarle el pedido a Meerah. Salimos de la cafetería con la barbilla en alto, que no se note que me he dejado la dignidad dentro, y a ella le tocará guardarme el secreto, lo del bebé hasta que lo hable con su padre y de un episodio tan patético por culpa de las hormonas que no tenía desde los trece años. Han vuelto, más perversas que en la pubertad, para quedarse por nueve meses y tengo mucho miedo del caos que eso pueda causar, el peor de todos.
¡Y se me murió una planta! Nunca se lo cuento a nadie, pero se me murió una planta. Pasó hace siete años, tal vez sea tiempo de superarlo y recobrar un poco de fe en mí. No me había dado cuenta al punto en que me había enfocado en lo profesional, que deposité toda mi seguridad allí, y en el resto soy un desastre emocional. Tanto que abrumo con mi cariño a Meerah a la primera, en una situación que de por sí no podía ser más vergonzosa en esta cafetería, lloriqueando por nuestros pedidos y haciéndole una declaración pública de cuánto la quiero. ¡Y esa canción que suena de fondo! I wish I was speciaaaaal, con una voz masculina que se desgarra en esa frase.
¿Podrá perdonarme algún día el bochorno? Creo que sí, porque también me dice que me quiere. Espero que me quiera mucho porque estoy chillando con lo siguiente que dice: —¿Brownies? ¡Pero yo quería muffins!—. No lo digo tan alto, me escondo en su cuello para opacar mi voz, hago el esfuerzo de recuperarme y no puedo. —Pago y nos vamos, ¿sí? Volvamos a mi casa a desayunar, necesito hacerme bolita en mi sillón— reconozco con mucha pena, apartándome con dificultad de ella y armándome de una sonrisa que a pesar de estar quebrada, trata de mostrarme más animada. Limpio mis ojos con las puntas de mis dedos, me pongo de pie bajo la mirada atenta de la gente que está en las mesas más cercanas y de la chica que está detrás de la caja, a que le dejo una propina por no hacer ni un comentario del escándalo y aceptarme el pago con toda seriedad, para después entregarle el pedido a Meerah. Salimos de la cafetería con la barbilla en alto, que no se note que me he dejado la dignidad dentro, y a ella le tocará guardarme el secreto, lo del bebé hasta que lo hable con su padre y de un episodio tan patético por culpa de las hormonas que no tenía desde los trece años. Han vuelto, más perversas que en la pubertad, para quedarse por nueve meses y tengo mucho miedo del caos que eso pueda causar, el peor de todos.
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