OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Son casi las diez de la noche y todavía sigo en el trabajo, nada tentador para tratarse del viernes de una de las semanas más jodidas que he tenido en mucho tiempo. Mantengo el teléfono sujeto a una distancia considerable de mi oreja, sin escuchar las chácharas del sujeto al cual se le ha ocurrido que es hora para presentar sus quejas y consejos de parte de los más bajos rangos del departamento. Para ser honesto, sería incapaz de comprender lo que me dice incluso si intentase el prestarle atención. Estoy agotado y me preocupa más el enviarle un mensaje silencioso a Meerah para chequear que todo esté bien en casa porque, una vez más, llegaré mucho más tarde que el horario habitual de la cena. Antes no tenía que preocuparme por cuidar de una hija, pero ahora mismo agradezco tener algo que me distraiga de la cantidad de papeles que se van apilando con el correr de las horas. La desaparición de su madre me mantiene un poco más preocupado de lo normal, no porque me importe mi ex, sino porque siento que Meerah ha atravesado por muchos cambios en poco tiempo y la situación actual no es ideal para que una niña se ande adaptando a la vida en la isla ministerial. No ha pasado ni un año desde que nos conocemos y nos encontramos conviviendo, en las más extrañas circunstancias.
Al final, como el señor… no recuerdo su nombre sigue hablando, me tomo el atrevimiento de colgar sin siquiera despedirme. Desde que han vuelto a abrir el ministerio esta semana, trato de acostumbrarme al nuevo tamaño de mi oficina. Más grande, más lujosa y, en consecuencia, un recordatorio de que ahora tendré más trabajo. Me froto los ojos y, antes de que vuelva a entrar otra llamada, me pongo de pie. Necesito un café y estirar las piernas, así que no hago petición de ningún servicio a Josephine y abro la puerta. Me desconcierta un poco ver el segundo escritorio, ocupado por una mujer rubia, a la que reconozco como mi segunda asistente. Sí, nueva adquisición. Parece que ahora necesitaré dos pares de manos que se ocupen de mis tareas porque una no va a ser suficiente. ¿Cómo era que se llamaba? Da igual, le informo que iré a la cafetería del ministerio y que rechace las llamadas en mi ausencia. Parece un poco perdida, pero estoy seguro de que podrá con una tarea tan simple.
El ascensor se abre y me da paso al hall, el cual sigue repleto de gente, algo anormal en este horario. Estoy pasando cerca de la fuente central cuando me detengo al oír un griterío, el cual hace que me voltee para ver como dos aurores arrastran a un sujeto que clama ser inocente; a juzgar por su maletín y sus prendas, es un empleado ministerial, lo que hace que alce las cejas. Sé que en estos días hay sospechosos por todos lados, pero no puedo evitar preguntarme de qué lo habrán acusado. Supongo que me enteraré luego. Me dispongo a seguir mi camino, cuando reconozco a la mujer que tengo a pocos metros y que, parece, está tan desconcertada como yo — La paranoia — le digo a Kenna, permitiéndome el suspirar con pesadez — Sé que hay razones, pero espero de verdad que no se nos vaya de las manos. ¿Quieres una cerveza? — el tono de mi voz cambia para sacudir las preocupaciones, girándome hacia mi amiga y señalando con la cabeza la entrada principal. Un café no será suficiente.
Al final, como el señor… no recuerdo su nombre sigue hablando, me tomo el atrevimiento de colgar sin siquiera despedirme. Desde que han vuelto a abrir el ministerio esta semana, trato de acostumbrarme al nuevo tamaño de mi oficina. Más grande, más lujosa y, en consecuencia, un recordatorio de que ahora tendré más trabajo. Me froto los ojos y, antes de que vuelva a entrar otra llamada, me pongo de pie. Necesito un café y estirar las piernas, así que no hago petición de ningún servicio a Josephine y abro la puerta. Me desconcierta un poco ver el segundo escritorio, ocupado por una mujer rubia, a la que reconozco como mi segunda asistente. Sí, nueva adquisición. Parece que ahora necesitaré dos pares de manos que se ocupen de mis tareas porque una no va a ser suficiente. ¿Cómo era que se llamaba? Da igual, le informo que iré a la cafetería del ministerio y que rechace las llamadas en mi ausencia. Parece un poco perdida, pero estoy seguro de que podrá con una tarea tan simple.
El ascensor se abre y me da paso al hall, el cual sigue repleto de gente, algo anormal en este horario. Estoy pasando cerca de la fuente central cuando me detengo al oír un griterío, el cual hace que me voltee para ver como dos aurores arrastran a un sujeto que clama ser inocente; a juzgar por su maletín y sus prendas, es un empleado ministerial, lo que hace que alce las cejas. Sé que en estos días hay sospechosos por todos lados, pero no puedo evitar preguntarme de qué lo habrán acusado. Supongo que me enteraré luego. Me dispongo a seguir mi camino, cuando reconozco a la mujer que tengo a pocos metros y que, parece, está tan desconcertada como yo — La paranoia — le digo a Kenna, permitiéndome el suspirar con pesadez — Sé que hay razones, pero espero de verdad que no se nos vaya de las manos. ¿Quieres una cerveza? — el tono de mi voz cambia para sacudir las preocupaciones, girándome hacia mi amiga y señalando con la cabeza la entrada principal. Un café no será suficiente.
Está siendo todo un caos. Un caos que, por ahora, estamos controlando bastante bien, pero un caos. Se nos llena el departamento de gente sospechosa a todas horas. Denuncias, gente acusando a conocidos, incluso familiares, a compañeros de trabajo. Es algo cansado proceder con interrogatorios, pruebas, fichas y todo el papeleo para terminar concluyendo, en la mayoría de los casos, que simplemente es gente con vecinos paranoicos. Cansado y, por encima de todo, estresante. Porque tramitar tantos casos es una absoluta locura.
Miro el reloj de pulsera y empiezo a recoger mis cosas tras rellenar otro impreso más para sentenciar que un hombre acusado de dar refugio a traidores no tiene nada o nadie sospechoso en su morada, si pasamos por alto la habitación dedicada únicamente a cuadros, figuras y muñecos de hipogrifos. Es tarde, pero la oficina está llena de aurores que van y vienen. Yo necesito un descanso. Un respiro. Ni que sea un café. Sé que me tocará volver, sé que saldré y a los diez minutos me estarán avisando para que vaya a dar apoyo a cualquier auror encargado de arrestar a alguien, a otro sospechoso. Y, sin embargo, pese a ser consciente de ello. quiero aprovechar estos minutos que pueden pasar entre que me vaya y alguien me eche en falta y decida llamarme para solicitar apoyo para salir.
Bajo del ascensor que da al hall, buscando un poco de tranquilidad. La verdad es que me sorprende lo lleno que llega a estar para lo tarde que es... Pero, al fin y al cabo, estamos en guerra. La situación ya no es lo que era. Oigo unos gritos y me giro, sorprendida, para encontrarme a dos compañeros arrastrando un hombre ataviado con traje del Ministerio. Avanzo hacia ahí, frunciendo el ceño, y miro a mi alrededor. Me encuentro, entonces, con la mirada cómplice de Hans —La paranoia...— repito, con cierta resignación en mi voz. Porque he tenido demasiados casos como este hoy, pero todavía no había visto a nadie del ministerio acusado o siendo llevado por los aurores. Me dispongo a alejarme del griterío, y la propuesta de mi amigo resulta música para mis oídos —Una cerveza suena genial. La necesito demasiado— digo, rápidamente. Sí, mejor que un café o un simple descanso —Y yo también lo espero... Pero la gente está asustada. Y eso lleva a su paranoia. Y algunos se pasan— añado, pensando en la actividad que hemos tenido (y estamos teniendo todavía, aparentemente) hoy.
Miro el reloj de pulsera y empiezo a recoger mis cosas tras rellenar otro impreso más para sentenciar que un hombre acusado de dar refugio a traidores no tiene nada o nadie sospechoso en su morada, si pasamos por alto la habitación dedicada únicamente a cuadros, figuras y muñecos de hipogrifos. Es tarde, pero la oficina está llena de aurores que van y vienen. Yo necesito un descanso. Un respiro. Ni que sea un café. Sé que me tocará volver, sé que saldré y a los diez minutos me estarán avisando para que vaya a dar apoyo a cualquier auror encargado de arrestar a alguien, a otro sospechoso. Y, sin embargo, pese a ser consciente de ello. quiero aprovechar estos minutos que pueden pasar entre que me vaya y alguien me eche en falta y decida llamarme para solicitar apoyo para salir.
Bajo del ascensor que da al hall, buscando un poco de tranquilidad. La verdad es que me sorprende lo lleno que llega a estar para lo tarde que es... Pero, al fin y al cabo, estamos en guerra. La situación ya no es lo que era. Oigo unos gritos y me giro, sorprendida, para encontrarme a dos compañeros arrastrando un hombre ataviado con traje del Ministerio. Avanzo hacia ahí, frunciendo el ceño, y miro a mi alrededor. Me encuentro, entonces, con la mirada cómplice de Hans —La paranoia...— repito, con cierta resignación en mi voz. Porque he tenido demasiados casos como este hoy, pero todavía no había visto a nadie del ministerio acusado o siendo llevado por los aurores. Me dispongo a alejarme del griterío, y la propuesta de mi amigo resulta música para mis oídos —Una cerveza suena genial. La necesito demasiado— digo, rápidamente. Sí, mejor que un café o un simple descanso —Y yo también lo espero... Pero la gente está asustada. Y eso lleva a su paranoia. Y algunos se pasan— añado, pensando en la actividad que hemos tenido (y estamos teniendo todavía, aparentemente) hoy.
Al menos, puedo darme cuenta de que no soy el único que necesita salir del pandemonium en el cual estamos sumidos por obligación. Hago una mueca ante sus palabras porque puedo comprender de dónde es que sale el miedo que lleva a la paranoia, pero eso no significa que lo comparta. Veamos, vivimos en épocas en las cuales dejarnos llevar por impulsos puede ponernos en la cuerda floja y siempre he querido ser pulcro con mi trabajo, algo que hasta ahora me ha servido. No voy a empezar a vacilar ahora — Vamos a tener que acostumbrarnos. No ha pasado ni siquiera una semana — y lo que ha pasado no es algo que vaya a olvidarse con el tiempo. El miedo se incrementará y estoy seguro de que los muertos que hemos llorado no serán los últimos. Nunca quise que las cosas llegasen a este punto, pero ahora que ha ocurrido, es mejor prepararnos mentalmente para lo que vendrá. ¿Por qué tengo la pequeña sensación de que todo irá empeorando con el tiempo?
Salimos del ministerio y las luces de las calles me hacen olvidar que es tan tarde. La plaza se encuentra iluminada sin restos de haber sido el escenario de una ejecución hace pocos días y la gente se mueve fingiendo que hace menos de un mes, el ministerio no ha explotado para cobrarse un montón de vidas. Intento quitarme cualquier pensamiento amargo con un movimiento que busca acomodar el cuello de mi camisa y nos guío para cruzar, buscando un bar cercano en el cual me he refugiado en más de una ocasión. Necesito donde beber sin que nadie se ande fijando en mí, cosa que ha sido muy complicado desde el aumento de mi fama. Por suerte, nunca tan escandalosa como los artistas que despiertan pasiones, pero siempre llamativa — Hace tiempo que no nos reunimos — no es un reclamo, sino que en verdad acabo de reparar en ello — Al menos, a beber algo sin trabajo de por medio. ¿Todo ha estado… bien? — no quiero hurgar dentro de su vida, pero tampoco puedo ahorrarme esa pregunta.
Empujo la enorme puerta de vidrio del bar y le hago una seña para que entre primero, cerrando justo detrás de nosotros. Nos hago avanzar hacia las escaleras, buscando la zona de los reservados, donde nadie va a molestarnos — Me han aumentado el sueldo, ¿puedes creerlo? — no soy de hablar de números con mis amigos, pero la sonrisa cargada de sorna deja bien en claro que no estoy celebrando este “ascenso” — Eso significa que debo olvidarme de mis vacaciones, horas libres y salud mental. Y aún así vamos a financiar una guerra… — chasqueo la lengua en señal de censura. Ya no tengo idea de cómo van a solucionarse las cosas.
Salimos del ministerio y las luces de las calles me hacen olvidar que es tan tarde. La plaza se encuentra iluminada sin restos de haber sido el escenario de una ejecución hace pocos días y la gente se mueve fingiendo que hace menos de un mes, el ministerio no ha explotado para cobrarse un montón de vidas. Intento quitarme cualquier pensamiento amargo con un movimiento que busca acomodar el cuello de mi camisa y nos guío para cruzar, buscando un bar cercano en el cual me he refugiado en más de una ocasión. Necesito donde beber sin que nadie se ande fijando en mí, cosa que ha sido muy complicado desde el aumento de mi fama. Por suerte, nunca tan escandalosa como los artistas que despiertan pasiones, pero siempre llamativa — Hace tiempo que no nos reunimos — no es un reclamo, sino que en verdad acabo de reparar en ello — Al menos, a beber algo sin trabajo de por medio. ¿Todo ha estado… bien? — no quiero hurgar dentro de su vida, pero tampoco puedo ahorrarme esa pregunta.
Empujo la enorme puerta de vidrio del bar y le hago una seña para que entre primero, cerrando justo detrás de nosotros. Nos hago avanzar hacia las escaleras, buscando la zona de los reservados, donde nadie va a molestarnos — Me han aumentado el sueldo, ¿puedes creerlo? — no soy de hablar de números con mis amigos, pero la sonrisa cargada de sorna deja bien en claro que no estoy celebrando este “ascenso” — Eso significa que debo olvidarme de mis vacaciones, horas libres y salud mental. Y aún así vamos a financiar una guerra… — chasqueo la lengua en señal de censura. Ya no tengo idea de cómo van a solucionarse las cosas.
Miro a mi compañero con una sonrisa torcida, tristemente empapada de la resignación que se ha ido apropiando de mí durante estos días, y me encojo de hombros —Y no tanto nosotros... Es decir, al final es un augmento de trabajo que no nos esperábamos y tenemos que ir con más cuidado. Lo jodido va a ser para la gente que no tiene un pie metido en el Ministerio. Ahora de repente acostumbrarse a tener que ir por la calle mirando por todos los rincones por si ven un fugitivo o un sospechoso... Buena suerte con eso— concluyo, amarga, pensando concretamente en mi padre, que se está negando bastante a abandonar la casa desde que se dijo en televisión que estábamos en guerra. El hombre ya es aprensivo de por sí, no necesitaba una noticia como esa. Está contento con que se tomen medidas para terminar con la gente que le dejó sin su esposa, pero tiene miedo.
Salimos a la plaza y le dirijo una sonrisa cómplice cuando comenta que hace mucho que no nos reunimos para tomar algo, sin que haya trabajo de por medio. Tiene razón. Últimamente, con todo lo que ha pasado, apenas nos hemos visto para divertirnos. No sé si lo que estamos haciendo ahora va a romper esa racha, sin embargo. Es posible que alguno de los dos se tenga que ir en cualquier momento por llamadas urgentes de trabajo o por casos que precisan nuestra atención. Pero por ahora quiero disfrutar el rato, así que levanto la mirada hacia él y esbozo una sonrisa suave —Dentro de lo que cabe, he estado bastante bien. Acostumbrándome a vivir con mi padre otra vez, que no siempre es fácil, pero... Bien— digo, queriendo sonar segura de mis palabras —¿Y tú? ¿Cómo has estado?— le devuelvo la pregunta, sabiendo que debe de tener una presión inmensa sobre sus hombros ahora mismo.
Le agradezco con una sonrisa que me aguante la puerta y andamos los dos hacia la zona de reservados, buscando la paz que, seguramente, no hemos tenido en todo el día. Alzo las cejas y silbo, sorprendida, cuando comenta que le han subido el sueldo —Vaya, vaya... Enhorabuena, Ministro— comento, riéndome por lo bajo, divertida con su tono más que con sus palabras —Ya nos lo podrían subir a los aurores... Que se nos viene encima una época de tener que trabajar el doble— añado, bromeando. Tomamos asiento en uno de los cómodos reservados y estiro los brazos, desperezándome. Están siendo días agotadores —Y cómo llevas... Ya sabes. La nueva situación. ¿Muchos cambios en tu zona?— pregunto, mientras agarro la carta de bebidas para elegir qué voy a tomar. Mucho alcohol, por favor. Mucho.
Salimos a la plaza y le dirijo una sonrisa cómplice cuando comenta que hace mucho que no nos reunimos para tomar algo, sin que haya trabajo de por medio. Tiene razón. Últimamente, con todo lo que ha pasado, apenas nos hemos visto para divertirnos. No sé si lo que estamos haciendo ahora va a romper esa racha, sin embargo. Es posible que alguno de los dos se tenga que ir en cualquier momento por llamadas urgentes de trabajo o por casos que precisan nuestra atención. Pero por ahora quiero disfrutar el rato, así que levanto la mirada hacia él y esbozo una sonrisa suave —Dentro de lo que cabe, he estado bastante bien. Acostumbrándome a vivir con mi padre otra vez, que no siempre es fácil, pero... Bien— digo, queriendo sonar segura de mis palabras —¿Y tú? ¿Cómo has estado?— le devuelvo la pregunta, sabiendo que debe de tener una presión inmensa sobre sus hombros ahora mismo.
Le agradezco con una sonrisa que me aguante la puerta y andamos los dos hacia la zona de reservados, buscando la paz que, seguramente, no hemos tenido en todo el día. Alzo las cejas y silbo, sorprendida, cuando comenta que le han subido el sueldo —Vaya, vaya... Enhorabuena, Ministro— comento, riéndome por lo bajo, divertida con su tono más que con sus palabras —Ya nos lo podrían subir a los aurores... Que se nos viene encima una época de tener que trabajar el doble— añado, bromeando. Tomamos asiento en uno de los cómodos reservados y estiro los brazos, desperezándome. Están siendo días agotadores —Y cómo llevas... Ya sabes. La nueva situación. ¿Muchos cambios en tu zona?— pregunto, mientras agarro la carta de bebidas para elegir qué voy a tomar. Mucho alcohol, por favor. Mucho.
“Bien”. Eso es mucho más de lo que muchos pueden pedir en los días que corren, se lo concedo con un movimiento calmo de la cabeza y una sonrisa que pretende alegrarse por ella, más solo queda en eso, porque no tarda en patear el tablero en mi dirección y me doy cuenta de que no sé cómo contestarlo. La muerte de Annie todavía me ronda en la cabeza, la preocupación por Meerah se ha ido incrementando con el correr de los días y siento que mi vida se encuentra pendiendo de un hilo. He estado considerando incluso el iniciar terapia, me cuesta incluso reconocer al Hans de hace unos meses, el que vivía entre copas, galas y buscaba la clase de compañías que hoy en día estoy rehuyendo. Es como si me hubieran sacado de mi propio cuerpo para meterme en un envase que carece de ánimos o tiempo para procesar cómo es que el mundo no ha explotado todavía — Bien… algo así — contesto simplemente, ni siquiera me atrevo a mirarla en cuanto suelto esas palabras. Creo que no hace falta aclarar las razones, somos pocos y nos conocemos mucho.
Sacudo la mano porque no quiero darle mucho peso al asunto del dinero, en especial porque los dos sabemos qué es lo que conlleva — Tendrás que hablarlo con Riorden, porque no tengo idea de cómo planea administrar los recursos económicos de su departamento — he oído que en las guerras los políticos se llenan de oro y los civiles se mueren de hambre. No llevo ni un año como ministro y jamás he estado en una situación de guerra abierta salvo atentados dispersos, por lo que todo esto es nuevo para mí y me carga con cierto toque de pánico. No es algo que pretendo que el resto del mundo vea, de todos modos. Debe ser por eso que me veo relajado cuando me acomodo en el enorme sillón y tironeo de mi saco para dejarlo a un lado, buscando una comodidad que no he sentido en todo el día — He estado evaluando los decretos y considerando nuevas leyes debido a la situación actual. Y no tienes idea de cuántas denuncias están corriendo por los escritorios, el Wizengamot se volverá loco — por suerte, los casos no llegan a mí al menos que sean de verdad urgentes y solo debo firmar un permiso o dos. Hay otras cosas por las cuales preocuparse — No quiero ni imaginar lo que debe ser para ti todo esto. Los aurores se han llevado la peor parte.
La carta es algo que apenas ojeo, tengo bien en claro lo que voy a pedir y sacudo una mano para llamar la atención de la camarera, cuyo aspecto no parece demasiado animado — ¿Quieres compartir un whisky? Tenía una botella en mi oficina, pero se terminó en mi ataque de nervios de ayer a última hora — lo que se traduce como “estuve con los pelos parados y un vaso sentado en mi silla hasta que el teléfono dejó de sonar, casi colapsando sobre un montón de papeles” — Dime que tu vida no ha sido consumida por el trabajo — casi le ruego — ¿O soy solo yo el que no tiene nada que contar fuera del trabajo? — o de los asuntos depresivos que no planeo traer a colación si no quiero regresar ebrio a la oficina.
Sacudo la mano porque no quiero darle mucho peso al asunto del dinero, en especial porque los dos sabemos qué es lo que conlleva — Tendrás que hablarlo con Riorden, porque no tengo idea de cómo planea administrar los recursos económicos de su departamento — he oído que en las guerras los políticos se llenan de oro y los civiles se mueren de hambre. No llevo ni un año como ministro y jamás he estado en una situación de guerra abierta salvo atentados dispersos, por lo que todo esto es nuevo para mí y me carga con cierto toque de pánico. No es algo que pretendo que el resto del mundo vea, de todos modos. Debe ser por eso que me veo relajado cuando me acomodo en el enorme sillón y tironeo de mi saco para dejarlo a un lado, buscando una comodidad que no he sentido en todo el día — He estado evaluando los decretos y considerando nuevas leyes debido a la situación actual. Y no tienes idea de cuántas denuncias están corriendo por los escritorios, el Wizengamot se volverá loco — por suerte, los casos no llegan a mí al menos que sean de verdad urgentes y solo debo firmar un permiso o dos. Hay otras cosas por las cuales preocuparse — No quiero ni imaginar lo que debe ser para ti todo esto. Los aurores se han llevado la peor parte.
La carta es algo que apenas ojeo, tengo bien en claro lo que voy a pedir y sacudo una mano para llamar la atención de la camarera, cuyo aspecto no parece demasiado animado — ¿Quieres compartir un whisky? Tenía una botella en mi oficina, pero se terminó en mi ataque de nervios de ayer a última hora — lo que se traduce como “estuve con los pelos parados y un vaso sentado en mi silla hasta que el teléfono dejó de sonar, casi colapsando sobre un montón de papeles” — Dime que tu vida no ha sido consumida por el trabajo — casi le ruego — ¿O soy solo yo el que no tiene nada que contar fuera del trabajo? — o de los asuntos depresivos que no planeo traer a colación si no quiero regresar ebrio a la oficina.
Veo rápidamente que no le apetece mucho hablar de cómo está, y no me sorprende para nada. Ha pasado unos meses terribles, el pobre, y el atentado era lo último que le faltaba. Los juicios fueron una pequeña victoria, pero... Pero ya ha perdido mucho. Me río entre dientes cuando menciona que lo hable con Riorden y niego con la cabeza, sonriendo —Solamente bromeaba. Mi sueldo es lo que menos me preocupa ahora mismo. Aunque un augmento nunca está de más— digo, divertida. Le quito importancia con un gesto de mano cuando dice que los aurores nos hemos llevado la peor parte, aunque realmente creo que es verdad, porque nos toca ser el filtro de las paranoias y las manías estúpidas, nos toca separar lo cierto de lo falso para que se pueda gestionar bien lo cierto —Por lo menos nos toca la parte de acción— bromeo —, hay mucho papeleo pero de vez en cuando nos dejan ir a perseguir a alguien y nos divertimos— claramente mi voz está teñida de sarcasmo, pero al fin y al cabo es nuestro trabajo y lo hemos elegido por algo. Y si lo que toca es ir a perseguir a gente por las calles, se hará.
Ladeo la cabeza cuando menciona la botella de whiskey y asiento —Me apetece, sí— afirmo, pensando que me irá bien alejarme por un día de la monotonía de la cerveza. Sigue siendo mi bebida favorita, pero hoy... Hoy es día de whiskey. Es apropiado. Y seguro que a él también le va bien. Dibujo una sonrisa cuando habla de si vida consumida por el trabajo y le guiño un ojo, todavía llevada por las gotas de ironía que inundaban mis palabras hace apenas minutos —Oh, Hans, mi vida ha sido consumida por el trabajo porque así lo he querido. Ya me va bien no tener que pensar mucho— y, pese al sarcasmo, siento que es verdad. Que mantenerme ocupada en una causa mayor evita que me hunda en la miseria pensando demasiado.
Estiro los brazos y me quedo mirando a Hans, que realmente tiene aspecto de estar bastante agotado. Necesita un descanso. O una noche de dormir hasta que le de la gana —Es decir, realmente tengo muy poco que contar fuera del trabajo. Apenas me muevo del Capitolio si no es por trabajo, salvo algún día que me puedo escapar al cuatro— digo, encogiéndome de hombros, porque al final esos pequeños momentos me dan la vida, y todo el mundo debería saber que el mar cuando hace frío es lo mejor que existe —Sinceramente, hace seis meses que no echo un polvo estando sobria. Con eso te lo digo todo— concluyo, con una sonrisa divertida, jugueteando con el borde de la carta del local. Realmente llevo mucho tiempo saliendo de noche y bebiendo, y la mayoría de aventuras que he podido tener apenas las recuerdo por culpa del alcohol. Así que no me queda mucho que contar.
Ladeo la cabeza cuando menciona la botella de whiskey y asiento —Me apetece, sí— afirmo, pensando que me irá bien alejarme por un día de la monotonía de la cerveza. Sigue siendo mi bebida favorita, pero hoy... Hoy es día de whiskey. Es apropiado. Y seguro que a él también le va bien. Dibujo una sonrisa cuando habla de si vida consumida por el trabajo y le guiño un ojo, todavía llevada por las gotas de ironía que inundaban mis palabras hace apenas minutos —Oh, Hans, mi vida ha sido consumida por el trabajo porque así lo he querido. Ya me va bien no tener que pensar mucho— y, pese al sarcasmo, siento que es verdad. Que mantenerme ocupada en una causa mayor evita que me hunda en la miseria pensando demasiado.
Estiro los brazos y me quedo mirando a Hans, que realmente tiene aspecto de estar bastante agotado. Necesita un descanso. O una noche de dormir hasta que le de la gana —Es decir, realmente tengo muy poco que contar fuera del trabajo. Apenas me muevo del Capitolio si no es por trabajo, salvo algún día que me puedo escapar al cuatro— digo, encogiéndome de hombros, porque al final esos pequeños momentos me dan la vida, y todo el mundo debería saber que el mar cuando hace frío es lo mejor que existe —Sinceramente, hace seis meses que no echo un polvo estando sobria. Con eso te lo digo todo— concluyo, con una sonrisa divertida, jugueteando con el borde de la carta del local. Realmente llevo mucho tiempo saliendo de noche y bebiendo, y la mayoría de aventuras que he podido tener apenas las recuerdo por culpa del alcohol. Así que no me queda mucho que contar.
Un whisky de fuego para ambos, esa es la orden que se lleva el camarero tras la aclaración de que se limite a dejar los vasos y la botella; sé muy bien que un solo trago no será suficiente y trato de olvidarme del pequeño factor de que no soy una persona muy resistente a los altos grados de alcohol, en especial cuando tengo el estómago vacío y pocas horas de sueño encima — Pensar mucho es agotador, pero que la necesidad de anestesiarte no te provoque un ataque de estrés es fundamental. Tampoco te exijas demasiado — es la clase de consejos que suelo darle a los demás, pero que jamás aplico a mi vida personal. La diferencia es que aurores hay miles y ministros hay cinco.
Que mencione el cuatro me recuerda a esas vacaciones a las cuales jamás pude acceder y el suspiro me hunde en el asiento, quizá más desanimado de lo que debería verme. Hay cosas de las cuales no puedo quejarme, pero a veces me pregunto si todo esto va a tener un final. No más rebeldes, no más preocupaciones; solo días de oficina y fines de semana en los cuales pueda disfrutar de mi familia sin preguntarme si todo va a acabarse demasiado rápido. Quizá era más fácil cuando no tenía que preocuparme por nadie — Si te escapas al cuatro, llévame contigo. Fingiré que estoy en la oficina mientras consigo quien me haga masajes en una reposera — bromeo, tratando de no dejarme llevar por las imágenes idílicas de mi cabeza. Se me plasma una sonrisa similar a la suya y abro la boca para decir algo, pero la botella llega a nosotros, nos es servida la bebida y me demoro en dar las gracias y hacerme con el cristal entre los dedos — ¿De verdad tienes el tiempo contado? — pregunto — Siempre puedo ayudar a que te mantengas sobria y vayas luego al piso de abajo a buscar compañía para esta noche. No tengo problemas en terminarme esta botella solo — a pesar del tono casual, sé muy bien que no va a dejar que me embriague por mi cuenta. Doy un trago generoso y me apoyo en el respaldo, saboreando el alcohol picante en mis labios, a los cuales relamo — Más allá de eso no puedo ayudarte. Han pasado meses desde la última vez que intenté conseguir algo en un bar — ¿Cuántos exactamente? No tengo la menor idea. El sexo era algo más fácil de conseguir en las galas ministeriales que en los bares, ni hablemos de cuando pasé a tener una secretaria más que dispuesta y luego Annie…
Empujo esos recuerdos a un lado, bufando con pesadez a pesar de no dar explicaciones de ello. Me entretengo moviendo un poco el vaso y oyendo el baile de los hielos, hasta que lo vuelvo a acercar a mi boca — He pasado un verano bastante... tranquilo en ese aspecto, pero no sé. Tal vez en el futuro te acompañe a buscar a alguien — murmuro a modo de chiste, a pesar de que el tono desanimado se me ahoga en la bebida.
Que mencione el cuatro me recuerda a esas vacaciones a las cuales jamás pude acceder y el suspiro me hunde en el asiento, quizá más desanimado de lo que debería verme. Hay cosas de las cuales no puedo quejarme, pero a veces me pregunto si todo esto va a tener un final. No más rebeldes, no más preocupaciones; solo días de oficina y fines de semana en los cuales pueda disfrutar de mi familia sin preguntarme si todo va a acabarse demasiado rápido. Quizá era más fácil cuando no tenía que preocuparme por nadie — Si te escapas al cuatro, llévame contigo. Fingiré que estoy en la oficina mientras consigo quien me haga masajes en una reposera — bromeo, tratando de no dejarme llevar por las imágenes idílicas de mi cabeza. Se me plasma una sonrisa similar a la suya y abro la boca para decir algo, pero la botella llega a nosotros, nos es servida la bebida y me demoro en dar las gracias y hacerme con el cristal entre los dedos — ¿De verdad tienes el tiempo contado? — pregunto — Siempre puedo ayudar a que te mantengas sobria y vayas luego al piso de abajo a buscar compañía para esta noche. No tengo problemas en terminarme esta botella solo — a pesar del tono casual, sé muy bien que no va a dejar que me embriague por mi cuenta. Doy un trago generoso y me apoyo en el respaldo, saboreando el alcohol picante en mis labios, a los cuales relamo — Más allá de eso no puedo ayudarte. Han pasado meses desde la última vez que intenté conseguir algo en un bar — ¿Cuántos exactamente? No tengo la menor idea. El sexo era algo más fácil de conseguir en las galas ministeriales que en los bares, ni hablemos de cuando pasé a tener una secretaria más que dispuesta y luego Annie…
Empujo esos recuerdos a un lado, bufando con pesadez a pesar de no dar explicaciones de ello. Me entretengo moviendo un poco el vaso y oyendo el baile de los hielos, hasta que lo vuelvo a acercar a mi boca — He pasado un verano bastante... tranquilo en ese aspecto, pero no sé. Tal vez en el futuro te acompañe a buscar a alguien — murmuro a modo de chiste, a pesar de que el tono desanimado se me ahoga en la bebida.
Le dedico una mirada puramente socarrona cuando me aconseja que la necesidad de anestesiarme no me provoque un ataque de estrés, que tampoco me exija demasiado. Porque creo que es de las personas menos indicadas para dar este tipo de consejos. No digo nada, creyendo que mi mirada es más que suficiente para expresar lo que estoy pensando. Ambos sabemos cómo es su modo de trabajar. Ambos sabemos que no es el más pausado, saludable y normal del mundo. Es decir, acaba de afirmar que se ha terminado una botella de alcohol duro en su despacho por el agobio de todo lo que está pasando.
Estiro los brazos de nuevo, desperezándome, y le miro con una sonrisa cuando habla de escaparse al cuatro —Eh, podríamos hacerlo— le digo, alzando ambas cejas —. Sé que está la cosa complicada, que trabajas mucho... Por un día podríamos escaparnos e ir a nadar. Ahora viene el frío, y la playa cuando hace un poco de frío es genial. El agua está caliente y nadie irá a buscarte ahí. Ni que sea solamente por unas horas. Te sentaría bien y seguro que alguien puede cubrirte— digo, aún sabiendo que lo más probable es que con la situación que estamos viviendo ahora se niegue o no pueda.
Llega el alcohol entonces y le sonrío a quién nos sirve. Tomo el vaso entre mis dedos y le doy un sorbo, disfrutando de la quemazón que invade mi garganta a medida que el líquido viaja hacia mi estómago —Pues claro que tengo el tiempo contado, una tiene sus necesidades, Hans. Al final los polvos con alcohol no suelen ser demasiado buenos. Así que se traduce a que llevo seis meses sin tener buen sexo— digo, aunque con cierta diversión en mi voz, porque claramente el sexo es una de mis menores preocupaciones ahora mismo. No diría que no a una buena noche en compañía de alguien, pero no es lo que más me preocupa en estos momentos.
No respondo a su ofrecimiento de mantenerme sobria con palabras, solamente le dedico una sonrisa mientras apuro mi vaso y me termino su contenido de golpe, antes de dejarlo sobre la mesa con un golpe seco. Niego suavemente con la cabeza antes de llenar mi vaso de nuevo con dos dedos de whiskey. Lo tomo de nuevo aunque espero, no bebo todavía. Le miro con una sonrisa ladina —¿Quieres acompañarme a intentar ligar?— digo, divertida. No sé cómo va su vida en ese aspecto, más allá de lo del verano tranquilo que ha dicho, pero no sé si con todo lo que está pasando es el mejor momento para preguntar directamente, así que opto por una formulación más indirecta —¿Tú lo necesitas?— alzo ambas cejas, mirándole, antes de dar otro trago a mi vaso. Definitivamente voy a alcoholizarme de nuevo esta noche, como casi todas las noches desde hace un año. Y no es que me preocupe demasiado.
Estiro los brazos de nuevo, desperezándome, y le miro con una sonrisa cuando habla de escaparse al cuatro —Eh, podríamos hacerlo— le digo, alzando ambas cejas —. Sé que está la cosa complicada, que trabajas mucho... Por un día podríamos escaparnos e ir a nadar. Ahora viene el frío, y la playa cuando hace un poco de frío es genial. El agua está caliente y nadie irá a buscarte ahí. Ni que sea solamente por unas horas. Te sentaría bien y seguro que alguien puede cubrirte— digo, aún sabiendo que lo más probable es que con la situación que estamos viviendo ahora se niegue o no pueda.
Llega el alcohol entonces y le sonrío a quién nos sirve. Tomo el vaso entre mis dedos y le doy un sorbo, disfrutando de la quemazón que invade mi garganta a medida que el líquido viaja hacia mi estómago —Pues claro que tengo el tiempo contado, una tiene sus necesidades, Hans. Al final los polvos con alcohol no suelen ser demasiado buenos. Así que se traduce a que llevo seis meses sin tener buen sexo— digo, aunque con cierta diversión en mi voz, porque claramente el sexo es una de mis menores preocupaciones ahora mismo. No diría que no a una buena noche en compañía de alguien, pero no es lo que más me preocupa en estos momentos.
No respondo a su ofrecimiento de mantenerme sobria con palabras, solamente le dedico una sonrisa mientras apuro mi vaso y me termino su contenido de golpe, antes de dejarlo sobre la mesa con un golpe seco. Niego suavemente con la cabeza antes de llenar mi vaso de nuevo con dos dedos de whiskey. Lo tomo de nuevo aunque espero, no bebo todavía. Le miro con una sonrisa ladina —¿Quieres acompañarme a intentar ligar?— digo, divertida. No sé cómo va su vida en ese aspecto, más allá de lo del verano tranquilo que ha dicho, pero no sé si con todo lo que está pasando es el mejor momento para preguntar directamente, así que opto por una formulación más indirecta —¿Tú lo necesitas?— alzo ambas cejas, mirándole, antes de dar otro trago a mi vaso. Definitivamente voy a alcoholizarme de nuevo esta noche, como casi todas las noches desde hace un año. Y no es que me preocupe demasiado.
¿Cubrirme? La miro como si no pudiese comprender a dónde quiere llegar, no cuando no tengo que nadie que me suplanta en las tareas que yo hago, muchas de ellas confidenciales. No quiero sonar aguafiestas, así que solo acepto su ofrecimiento con un movimiento de la cabeza y me centro más en la bebida, siguiendo una conversación que está más ligada a un terreno que, alguna vez, fue familiar y no estresante — Seis meses es una eternidad. ¿Ni uno fue decente? — no quiero sonar burlón, pero tampoco me contengo demasiado. Tenemos la confianza suficiente como para bromear a costa del otro en temas de los cuales hemos hablado en cientos de ocasiones, librándome de cualquier culpa que pudiera llegar a sentir — Siento lástima por ti. Quizá estás buscando la compañía equivocada y no tiene nada que ver con el alcohol. He tenido muy buen sexo sin importar el grado de intoxicación.
Espero a que termine de servirse y me hago con la botella, volviendo a llenar mi vaso en lo cual ella hace una sugerencia que me obliga a mirarla con las cejas arqueadas. No respondo, me concentro en volver a tapar de nuevo la botella y dejarla a un lado — Hace unas semanas que no tengo nada, pero es que tampoco he tenido tiempo. Pero no me he aburrido en el verano — hago un encogimiento vago de hombros sin entrar en detalles que ya ni sé si puedo contar o no y bebo un trago bastante largo. En cuanto los hielos chocan contra mis labios, apoyo el vaso y me froto la frente al sentir como se me sube vagamente el calor — Puedo ver como ligas, pero no me siento con ánimos de intentar llevarme a nadie a la cama. Ya perdí el toque — agrego con tono divertido, sonriendo con cierta picardía — Sino siempre puedo buscar algún juez soltero de mi corte que pueda recitarte un par de leyes entre tus piernas. No te presto mis zonas privadas del departamento porque esas son para mi uso personal.
Espero a que termine de servirse y me hago con la botella, volviendo a llenar mi vaso en lo cual ella hace una sugerencia que me obliga a mirarla con las cejas arqueadas. No respondo, me concentro en volver a tapar de nuevo la botella y dejarla a un lado — Hace unas semanas que no tengo nada, pero es que tampoco he tenido tiempo. Pero no me he aburrido en el verano — hago un encogimiento vago de hombros sin entrar en detalles que ya ni sé si puedo contar o no y bebo un trago bastante largo. En cuanto los hielos chocan contra mis labios, apoyo el vaso y me froto la frente al sentir como se me sube vagamente el calor — Puedo ver como ligas, pero no me siento con ánimos de intentar llevarme a nadie a la cama. Ya perdí el toque — agrego con tono divertido, sonriendo con cierta picardía — Sino siempre puedo buscar algún juez soltero de mi corte que pueda recitarte un par de leyes entre tus piernas. No te presto mis zonas privadas del departamento porque esas son para mi uso personal.
Pongo los ojos en blanco cuando me pregunta si ni uno fue decente, pero no puedo evitar reírme entre dientes. Porque si me lo preguntara otra persona me lo tomaría mal, pero él... Bueno. A él se lo permito —¿Puedes creerlo? Parece que ni siquiera mi parte veela me sirve para conseguir una noche decente— bromeo. Escucho sus palabras. La compañía equivocada, dice. Siendo sincera, normalmente mi alto grado de intoxicación es previo a la búsqueda de un hombre que me acompañe a la cama, y eso resulta en noches que no recuerdo o en un criterio muy pobre por mi parte. O por parte de mi yo ebria. Me termino el vaso de whiskey otra vez antes de mirarle con los ojos muy abiertos —O tal vez he tenido alguno decente pero lo he olvidado por culpa del alcohol— digo, bajando el tono, como si acabara de hacer la reflexión más poderosa del siglo.
Me lleno el vaso de nuevo. Eso sería terrible, realmente. Si he tenido una buena experiencia en los últimos meses y la he olvidado, y ahora solamente quedan en mi mente los polvos mediocres con sabor a cerveza... Gran trabajo está haciendo mi cerebro a la hora de elegir qué borra y qué no —¿Por qué dices que has perdido el toque?— le pregunto, curiosa, porque me sorprende que alguien como él hable de haber perdido el toque. Es decir... Todo él es "toque". Desprende "toque" en cada uno de sus movimientos. Me parece surrealista pensar que puede haberlo perdido.
Mi atención vuelve por completo a él cuando menciona a jueces solteros —No diría yo que no. He visto a un par que no están nada mal— sonrío, divertida. No es ninguna mentira. He visto a muchos trabajadores del Wizengamot en mis semanas se seguir a Arianne Brawn. Y hay muchos hombres con aspecto interesante ahí, aunque no sé si serían lo que busco. Principalmente porque ni yo sé lo que busco —Mi plan B es ponerme a trabajar en la seguridad de aluna gala del Ministerio de esas que hacéis de vez en cuando e intentar encontrar a alguien ahí— añado, bromeando, antes de darle otro trago a mi vaso, que parece vaciarse demasiado rápido cada vez que lo relleno.
Me lleno el vaso de nuevo. Eso sería terrible, realmente. Si he tenido una buena experiencia en los últimos meses y la he olvidado, y ahora solamente quedan en mi mente los polvos mediocres con sabor a cerveza... Gran trabajo está haciendo mi cerebro a la hora de elegir qué borra y qué no —¿Por qué dices que has perdido el toque?— le pregunto, curiosa, porque me sorprende que alguien como él hable de haber perdido el toque. Es decir... Todo él es "toque". Desprende "toque" en cada uno de sus movimientos. Me parece surrealista pensar que puede haberlo perdido.
Mi atención vuelve por completo a él cuando menciona a jueces solteros —No diría yo que no. He visto a un par que no están nada mal— sonrío, divertida. No es ninguna mentira. He visto a muchos trabajadores del Wizengamot en mis semanas se seguir a Arianne Brawn. Y hay muchos hombres con aspecto interesante ahí, aunque no sé si serían lo que busco. Principalmente porque ni yo sé lo que busco —Mi plan B es ponerme a trabajar en la seguridad de aluna gala del Ministerio de esas que hacéis de vez en cuando e intentar encontrar a alguien ahí— añado, bromeando, antes de darle otro trago a mi vaso, que parece vaciarse demasiado rápido cada vez que lo relleno.
Me encojo de hombros sin darle mucha importancia. No creo haberlo meditado, solamente es una suposición basada en la falta de experiencia de los últimos meses, a pesar de que tampoco he hecho nada para cambiar ese factor. La miro de reojo un segundo, pero supongo que los años de amistad y borracheras en conjunto le han hecho ganar que sea sincero esta noche, entre vasos de whisky que nos consumirán la conciencia en pocos minutos si seguimos vaciando la botella con tanto descaro — Me he estado acostando con la misma persona durante todo el verano. Y un poco más también — le resto un poco de importancia con un aire desinteresado al picar mi dedo en el costado del cristal, con los ojos clavados en el modo que tiene de reflejarse la tenue luz en éste — Y antes de eso, buscaba el sexo fácil en compañías ministeriales. Mi secretaria, empleadas de otros departamentos, ya sabes. Lo normal en la política y en la abogacía y tengo la buena suerte de ejercer ambas. Pero… ¿Bares? Hace mucho que no es mi área de trabajo — con una sonrisa pícara, me permito hacerme con la botella antes de que vuelva a tomarla.
He aceptado que el Wizengamot tiene mucha gente linda, se lo doy por válido con un movimiento de la cabeza que se menea de un lado al otro hasta asentir. Tengo intenciones de llevarme el vaso a la boca, pero me interrumpo para reírme un poco — Esas galas son la salvación de cualquier necesidad entre semana — levanto mi bebida como si esto se tratase de un brindis y lo vacío con demasiada facilidad. Que lo apoye hace que me recargue en mis codos y me froto la cabeza, echando mi cabello hacia atrás y dejando al descubierto una frente que empieza a enrojecerse. Mis ojos cansados se fijan en la botella, no muy seguro de si debería volver a hacerme con ella — Sería muy poco profesional el seguir bebiendo y regresar al trabajo… ¿No? — pregunto al frotar mis manos entre sí en un gesto quedo — Tal vez debería volver y probar el relajarme al acostarme con mi nueva asistente. Tiene boca prometedora — bromeo, apenas sonriente al presionar mis dedos contra mis párpados. Al final, pestañeo como si así pudiese enfocar mejor una mirada que empieza a sentirse algo fuera de foco, pero nada que no pueda controlar — Nunca fui hombre de una sola compañía, Kenna. No tengo idea de cómo es que terminé así. En otro momento habría enfrentado el estrés con buscar a alguien y … zas — chasqueo un dedo, dando a comprender la rapidez de una resolución hipotética — Y en su lugar, aquí estoy. Tomando alcohol hasta por las dudas contigo y lamentándome de mi mala suerte. Las cosas cambian, supongo — o quizá me estoy volviendo un adulto responsable. Ya me tocaba.
He aceptado que el Wizengamot tiene mucha gente linda, se lo doy por válido con un movimiento de la cabeza que se menea de un lado al otro hasta asentir. Tengo intenciones de llevarme el vaso a la boca, pero me interrumpo para reírme un poco — Esas galas son la salvación de cualquier necesidad entre semana — levanto mi bebida como si esto se tratase de un brindis y lo vacío con demasiada facilidad. Que lo apoye hace que me recargue en mis codos y me froto la cabeza, echando mi cabello hacia atrás y dejando al descubierto una frente que empieza a enrojecerse. Mis ojos cansados se fijan en la botella, no muy seguro de si debería volver a hacerme con ella — Sería muy poco profesional el seguir bebiendo y regresar al trabajo… ¿No? — pregunto al frotar mis manos entre sí en un gesto quedo — Tal vez debería volver y probar el relajarme al acostarme con mi nueva asistente. Tiene boca prometedora — bromeo, apenas sonriente al presionar mis dedos contra mis párpados. Al final, pestañeo como si así pudiese enfocar mejor una mirada que empieza a sentirse algo fuera de foco, pero nada que no pueda controlar — Nunca fui hombre de una sola compañía, Kenna. No tengo idea de cómo es que terminé así. En otro momento habría enfrentado el estrés con buscar a alguien y … zas — chasqueo un dedo, dando a comprender la rapidez de una resolución hipotética — Y en su lugar, aquí estoy. Tomando alcohol hasta por las dudas contigo y lamentándome de mi mala suerte. Las cosas cambian, supongo — o quizá me estoy volviendo un adulto responsable. Ya me tocaba.
Abro los ojos bastante más de lo normal cuando me dice que se ha estado acostando con la misma persona durante todo el verano. Y un poco más. Porque lo dice como si nada, pero es poco propio de él. De hecho, no es nada propio de él. Parpadeo unas cuantas veces, confusa. Le miro a los ojos cuando toma la botella y levanto una mano, en señal de pausa —¿Con la misma persona?— pregunto, como queriendo asegurarme que he entendido bien lo que me estaba diciendo —¿Durante todo el verano?— añado, y creo que jamás había levantado tanto las cejas como lo estoy haciendo ahora —¿Por qué?— termino preguntando, sin poder llegar a entender la razón. Porque estamos hablando de Hans. De Hans. ¿Qué ha pasado?
Me froto las sienes, pensando, durante unos segundos. Estando sobria no me habría sorprendido tanto, creo, pero realmente no estoy sobria. Ni quiero estarlo —Pues ya podrías invitarme a alguna de esas galas— bromeo, recuperando la botella para llenarme el vaso. La estamos vaciando sorprendentemente rápido, cosa que me resulta más graciosa de lo que debería, pero no pasa nada. Me da bastante igual todo, ahora mismo. Le doy un trago al vaso y apoyo la cabeza en mi mano, mirándole —Sería muy poco profesional. Pero yo creo que lo que deberías hacer es seguir bebiendo y no regresar— le digo, decidida, llenándole el vaso de nuevo. No voy a quedarme aquí sola, borracha y deprimida. Es mejor estar acompañada, borracha y deprimida pero un poco menos al ver que no soy la única que está en la mierda. Suspiro y bebo otro trago de alcohol. Estoy empezando a no notar ni siquiera el sabor de lo que estoy tomando —Las cosas cambian, sí. Yo en otro momento habría entrado al bar y habría tenido diez opciones distintas dispuestas a acompañarme a casa— digo, con una mueca, mirándole —. Y mírame. ¿Crees que es porque voy contigo?— pregunto, en tono de guasa, alzando ambas cejas. Porque podría ser. Es decir, es demasiado conocido.
Juego con el borde del vaso y levanto la mirada hacia él de nuevo —Así... Esta persona con la que has estado acostándote— pregunto —. ¿Sigues acostándote con ella, todavía? ¿O ya has parado?— pregunto, como queriendo evaluar el nivel de gravedad de la situación ante la que nos encontramos.
Me froto las sienes, pensando, durante unos segundos. Estando sobria no me habría sorprendido tanto, creo, pero realmente no estoy sobria. Ni quiero estarlo —Pues ya podrías invitarme a alguna de esas galas— bromeo, recuperando la botella para llenarme el vaso. La estamos vaciando sorprendentemente rápido, cosa que me resulta más graciosa de lo que debería, pero no pasa nada. Me da bastante igual todo, ahora mismo. Le doy un trago al vaso y apoyo la cabeza en mi mano, mirándole —Sería muy poco profesional. Pero yo creo que lo que deberías hacer es seguir bebiendo y no regresar— le digo, decidida, llenándole el vaso de nuevo. No voy a quedarme aquí sola, borracha y deprimida. Es mejor estar acompañada, borracha y deprimida pero un poco menos al ver que no soy la única que está en la mierda. Suspiro y bebo otro trago de alcohol. Estoy empezando a no notar ni siquiera el sabor de lo que estoy tomando —Las cosas cambian, sí. Yo en otro momento habría entrado al bar y habría tenido diez opciones distintas dispuestas a acompañarme a casa— digo, con una mueca, mirándole —. Y mírame. ¿Crees que es porque voy contigo?— pregunto, en tono de guasa, alzando ambas cejas. Porque podría ser. Es decir, es demasiado conocido.
Juego con el borde del vaso y levanto la mirada hacia él de nuevo —Así... Esta persona con la que has estado acostándote— pregunto —. ¿Sigues acostándote con ella, todavía? ¿O ya has parado?— pregunto, como queriendo evaluar el nivel de gravedad de la situación ante la que nos encontramos.
Tal vez debería ofenderme un poco que se muestre tan sorprendida, pero tampoco voy a ponerme a negar una realidad que todo el mundo conoce. Los rumores que corren por el ministerio jamás me han beneficiado y muchos son exageraciones o inventos, pero algunos sí se mantienen ligados a la realidad. Además, gente como Kenna me conoce lo suficiente como para saber que he estado lejos de las relaciones formales por años y que siempre he escapado de cualquier cosa que pudiese resultar monogámica y rutinaria — Bueno… sí. Todo el verano, una persona — uso un tono que pretende no mostrarse extrañado, como si no fuese algo tan importante — Porque me agrada. No había tiempo para buscar otra cosa y si ya tenía a alguien con quien pasar buenos ratos… ¿Por qué buscar a alguien más? — lo dejo en simple sexo para no ponerme a hablar de sentimientos no por orgullo, sino porque no sé qué soy capaz de decir con algunas copas corriendo por mi organismo.
— Te doy mi palabra que serás mi invitada a la próxima — me llevo una mano al corazón en juramento de honor, si ella quiere codearse con ricachones ebrios para ver a quién puede tirarse, es su problema. La risa no suena tan fuerte en esta ocasión, sé que no regresar es algo que no puedo hacer ahora que todos los ojos están puestos en nosotros. Me quejaría de ello, pero mi atención es nula y se centra nomas en cómo es que llena mi vaso sin que yo se lo pida. Bien, volveré arrastrándome. Estoy tan lento que me tardo en comprender lo que está diciendo y la miro con ojos cansados, hasta que hago vibrar mis labios en un resoplido — Siempre puedo dejarte sola, aunque debo recordarte que los reservados son el peor lugar para conocer gente. Aquí nadie va a interrumpirnos — si quiere acostarse con alguien, tendrá que moverse y dejarme aquí siendo un ebrio patético, tal y como en los viejos tiempos.
Su curiosidad hace que tarde en llevarme el vaso a los labios y le sonrío sobre el borde del vaso — ¿Celosa de que le presté atención a alguien durante estos meses y no has sido tú? — la molesto en tono guasón, sonando a las acusaciones que le hago a mi hermana de vez en cuando solo para fastidiar. Doy un trago corto y me saboreo en lo que vuelvo a apoyar el vaso — Con todo lo que ha pasado desde septiembre no, no me he vuelto a acostar con ella. No la he llamado tampoco — no sé en qué punto nos encontramos, la muerte de Annie parece haber sellado el tiempo entre nosotros — Pero era… bueno, me volvía loco. Supongo que se volvió demasiado personal como no dejar que la mierda exterior afecte. No tengo idea de en qué punto estamos parados ahora mismo y tampoco quiero pensar en ello — al fin de cuentas, son nimiedades con todo lo que está pasando, ni debería preocuparme — ¿Desde cuándo te interesan estas cosas?
— Te doy mi palabra que serás mi invitada a la próxima — me llevo una mano al corazón en juramento de honor, si ella quiere codearse con ricachones ebrios para ver a quién puede tirarse, es su problema. La risa no suena tan fuerte en esta ocasión, sé que no regresar es algo que no puedo hacer ahora que todos los ojos están puestos en nosotros. Me quejaría de ello, pero mi atención es nula y se centra nomas en cómo es que llena mi vaso sin que yo se lo pida. Bien, volveré arrastrándome. Estoy tan lento que me tardo en comprender lo que está diciendo y la miro con ojos cansados, hasta que hago vibrar mis labios en un resoplido — Siempre puedo dejarte sola, aunque debo recordarte que los reservados son el peor lugar para conocer gente. Aquí nadie va a interrumpirnos — si quiere acostarse con alguien, tendrá que moverse y dejarme aquí siendo un ebrio patético, tal y como en los viejos tiempos.
Su curiosidad hace que tarde en llevarme el vaso a los labios y le sonrío sobre el borde del vaso — ¿Celosa de que le presté atención a alguien durante estos meses y no has sido tú? — la molesto en tono guasón, sonando a las acusaciones que le hago a mi hermana de vez en cuando solo para fastidiar. Doy un trago corto y me saboreo en lo que vuelvo a apoyar el vaso — Con todo lo que ha pasado desde septiembre no, no me he vuelto a acostar con ella. No la he llamado tampoco — no sé en qué punto nos encontramos, la muerte de Annie parece haber sellado el tiempo entre nosotros — Pero era… bueno, me volvía loco. Supongo que se volvió demasiado personal como no dejar que la mierda exterior afecte. No tengo idea de en qué punto estamos parados ahora mismo y tampoco quiero pensar en ello — al fin de cuentas, son nimiedades con todo lo que está pasando, ni debería preocuparme — ¿Desde cuándo te interesan estas cosas?
Sonrío, triunfal, cuando dice que me llevará como acompañante a la próxima gala. Ahí se liga, todo el mundo lo sabe. Y poder ir a una gala de estas rebajaría un poco la monotonía de mi actual existencia. Mi sonrisa cambia a una de suficiencia al escuchar sus palabras —No soy estúpida, sé de sobra que aquí no voy a conocer a nadie. Pero fuera...— me encojo de hombros. Vuelvo a llenar los vasos de ambos y le doy un pequeño trago al mío. Hago una mueca cuando el líquido baja por mi garganta, dejando una suave quemazón, y devuelvo la mirada a los ojos de Hans —. Pero, no, hoy no. O no ahora, como mínimo. No me apetece dejarte solo bebiendo. Prefiero conversar y que no nos interrumpan. Hasta que tengas que irte, claro— añado, porque pese a las bromas y al cercano estado de alcoholización ambos sabemos que tiene que volver al trabajo tarde o temprano.
Suelto una risotada cuando me acusa de estar celosa y asiento, divertida —Por supuesto. Celosísima. He tenido que beber sola muchos días, no sabes cómo he sufrido— bromeo, dándole un codazo cariñoso. Y, sin embargo, escucho lo que me cuenta sobre esta mujer con una sonrisa divertida ocupando mis labios. Porque parece que ha caído en las redes de alguien de verdad, y me divierte verle en esa situación. Cuando me pregunta no puedo evitar reírme, porque realmente es una muy buena cuestión —¿Desde cuándo, dices? Desde que mi vida es tan poco interesante que tengo que refugiarme en las historias de mis amigos para sentir que está pasando algo a mi alrededor— dramatizo, divertida, en parte afectada por el alcohol.
Juego con el borde de mi vaso y observo su mirada. Pienso en lo que me ha dicho. Una sola persona, todo el verano, se volvió personal —Espero que todo salga bien con ese tema— añado, con una brizna de sobriedad en mi tono, sintiendo que con todo el estrés que está viviendo ahora mismo le podría ir bien tener un apoyo, o alguien en quién confiar, o alguien que le acompañe durante el proceso. Tendrá mucha presión encima, más de la que tiene ahora, y tal vez no lo sabe gestionar —Y bueno... Ya sabes, si quieres hablar del tema en algún momento, puedes avisarme— añado, aunque creo que ya sabe de sobra que puede confiar en mí.
Suelto una risotada cuando me acusa de estar celosa y asiento, divertida —Por supuesto. Celosísima. He tenido que beber sola muchos días, no sabes cómo he sufrido— bromeo, dándole un codazo cariñoso. Y, sin embargo, escucho lo que me cuenta sobre esta mujer con una sonrisa divertida ocupando mis labios. Porque parece que ha caído en las redes de alguien de verdad, y me divierte verle en esa situación. Cuando me pregunta no puedo evitar reírme, porque realmente es una muy buena cuestión —¿Desde cuándo, dices? Desde que mi vida es tan poco interesante que tengo que refugiarme en las historias de mis amigos para sentir que está pasando algo a mi alrededor— dramatizo, divertida, en parte afectada por el alcohol.
Juego con el borde de mi vaso y observo su mirada. Pienso en lo que me ha dicho. Una sola persona, todo el verano, se volvió personal —Espero que todo salga bien con ese tema— añado, con una brizna de sobriedad en mi tono, sintiendo que con todo el estrés que está viviendo ahora mismo le podría ir bien tener un apoyo, o alguien en quién confiar, o alguien que le acompañe durante el proceso. Tendrá mucha presión encima, más de la que tiene ahora, y tal vez no lo sabe gestionar —Y bueno... Ya sabes, si quieres hablar del tema en algún momento, puedes avisarme— añado, aunque creo que ya sabe de sobra que puede confiar en mí.
Tuerzo mi rostro en una mueca que parece tristona, compadeciéndome de sus noches de soledad en los cuales el alcohol corrió sin mi presencia. Seguro me he perdido más de un buen trago, pero tampoco voy a decir que me arrepiento porque no tengo quejas sobre mi verano junto a Scott — Lo sé. Que te acuestes con tipos penosos sin recordar sus nombres es mi culpa por dejarte sin supervisión — jugueteo con el vaso, moviéndolo de un lado al otro hasta dar el sorbo que vuelve a dejarlo vacío — Bueno, esto no es tan interesante — ¿O sí lo es? Hablar de estas cosas no tiene nada que ver conmigo, no es mi área. Estoy acostumbrado a que mi intimidad sea solo eso, intimidad, algo de una noche o quizá dos. O favores de oficina, como cuando Josephine se pasaba de vez en cuando en los momentos libres o de aburrimiento. Decir abiertamente que me estuve viendo con alguien de manera casi rutinaria se siente muy poco propio.
No sé muy bien la razón, pero lo que dice me hace reír. Me hundo en el asiento un poco y me estiro hasta que puedo recostar la cabeza hacia atrás, reconociendo el mareo del alcohol. No voy a decir que nunca me pongo ebrio, mi resistencia siempre fue nula y no tengo idea de cuántos vasos de whiskey llevo en las venas — No te preocupes. Cuando me rompan el corazón, iré a llorar contigo — bromeo, ladeando la cabeza para mirarla. Hago vibrar mis labios con un resoplido y me llevo los dedos a un ojo, frotando el párpado — Aunque dudo que pase. Está loca por mí, lo sé, solo se hace la desentendida. Yo soy quien se lo va a romper — ni siquiera sé por qué, solo lo digo con demasiada convicción salida de vaya a saber dónde. Con un suspiro, mi torso se va hacia delante y apoyo la frente en la mesa, cerrando los ojos. La habitación se siente pesada, pero busco mantenerme en vilo — Extraño demasiado el sexo sin complicaciones. Nunca te encapriches con nadie. Consejo de amigo mayor — al menos, no tendría mareos al respecto si no hubieran dudas fastidiosas que saltan de vez en cuando. Quizá es hora que deje el alcohol y volver al trabajo, antes de seguir diciendo estupideces. Por esto mismo, empujo el vaso a un lado, buscando alejarlo de mí.
No sé muy bien la razón, pero lo que dice me hace reír. Me hundo en el asiento un poco y me estiro hasta que puedo recostar la cabeza hacia atrás, reconociendo el mareo del alcohol. No voy a decir que nunca me pongo ebrio, mi resistencia siempre fue nula y no tengo idea de cuántos vasos de whiskey llevo en las venas — No te preocupes. Cuando me rompan el corazón, iré a llorar contigo — bromeo, ladeando la cabeza para mirarla. Hago vibrar mis labios con un resoplido y me llevo los dedos a un ojo, frotando el párpado — Aunque dudo que pase. Está loca por mí, lo sé, solo se hace la desentendida. Yo soy quien se lo va a romper — ni siquiera sé por qué, solo lo digo con demasiada convicción salida de vaya a saber dónde. Con un suspiro, mi torso se va hacia delante y apoyo la frente en la mesa, cerrando los ojos. La habitación se siente pesada, pero busco mantenerme en vilo — Extraño demasiado el sexo sin complicaciones. Nunca te encapriches con nadie. Consejo de amigo mayor — al menos, no tendría mareos al respecto si no hubieran dudas fastidiosas que saltan de vez en cuando. Quizá es hora que deje el alcohol y volver al trabajo, antes de seguir diciendo estupideces. Por esto mismo, empujo el vaso a un lado, buscando alejarlo de mí.
No puedo evitar echarme a reír cuando asegura que no le van a romper el corazón, sino que será él quien se lo rompa a la otra persona. Sacudo levemente la cabeza, mirando mi vaso vacío y convenciéndome a mí misma de no volver a llenarlo —Ya veremos si es verdad— le digo, divertida. Porque habla mucho, pero tal vez a la hora de la verdad es al revés y sí que viene llorando. O tal vez... Tal vez sale bien y no termina de forma trágica eso que ha empezado con la persona con la que se ha estado viendo todo el verano —Sabes que me gusta como a nadie el sexo sin complicaciones, pero...— me encojo de hombros y jugueteo con el borde de la mesa entre mis dedos —. No sé. Encapricharse con alguien suena bien, a veces, ¿no? Por lo menos recuerdas su nombre y esas cosas— bromeo. Es decir, no es mi objetivo en la vida, ni de lejos, encapricharme con alguien y pasar mucho tiempo con una sola persona, pero... Pero ir de flor en flor viene acompañado de una indudable carga de soledad en las mañanas en camas desconocidas, con casas desconocidas y personas que no sabes ni su nombre. La intimidad sentimental me asusta, pero a la vez... A la vez la anhelo. A veces. Solamente a veces.
Miro a mi amigo, que está indudablemente más ebrio de lo que debería, teniendo en cuenta que tiene que volver al trabajo, y aparto la botella definitivamente —Venga, larguémonos de aquí. Tienes que ir al ministerio otra vez, no quiero que me culpen por tu ausencia— le digo, incorporándome. Noto el leve mareo pero, aún así, sé que voy mil veces mejor que él. Saco de mi maletín una botella de agua y una pastilla y guardo ambas cosas en los bolsillos de su chaqueta —Cuando llegues al despacho te bebes la botella entera y te tomas la pastilla— le digo —Consejos de amiga menor— bromeo, guiñándole el ojo —Venga, va, que te acompaño— termino, creyendo que será lo mejor dado su (nuestro) estado. Agarro su brazo con suavidad y echo a andar, saliendo del bar, tras dejar las monedas que ha costado la botella encima de la barra. A la próxima ya invitará él... Pero la botella no está terminada, y la pienso apurar en casa.
Miro a mi amigo, que está indudablemente más ebrio de lo que debería, teniendo en cuenta que tiene que volver al trabajo, y aparto la botella definitivamente —Venga, larguémonos de aquí. Tienes que ir al ministerio otra vez, no quiero que me culpen por tu ausencia— le digo, incorporándome. Noto el leve mareo pero, aún así, sé que voy mil veces mejor que él. Saco de mi maletín una botella de agua y una pastilla y guardo ambas cosas en los bolsillos de su chaqueta —Cuando llegues al despacho te bebes la botella entera y te tomas la pastilla— le digo —Consejos de amiga menor— bromeo, guiñándole el ojo —Venga, va, que te acompaño— termino, creyendo que será lo mejor dado su (nuestro) estado. Agarro su brazo con suavidad y echo a andar, saliendo del bar, tras dejar las monedas que ha costado la botella encima de la barra. A la próxima ya invitará él... Pero la botella no está terminada, y la pienso apurar en casa.
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