OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Creo que lo peor de vivir en una jaula encerrados como pájaros a los que se les ha quitado la oportunidad de ser libres, es hacerlo sabiendo que tenemos los días contados. Y lo que es aún peor de la cuenta atrás que ahora dirige nuestras vidas, es no saber cuántos minutos, horas, siquiera días nos quedan de esta patética libertad, si es que se puede llamar así. Porque en cualquier momento alguien podría tirar abajo la puerta que nos aísla del exterior y que, de alguna manera, nos mantiene a salvo de miradas indiscretas y oídos curiosos. No son muchas las veces que he salido del departamento desde que anunciaron estar en guerra con nosotros, aunque tampoco me es necesario hacerlo para comprobar que hay más carteles con nuestras caras que paredes sin empapelar en todo el distrito. Desgraciadamente, es cuestión de tiempo que explote la bomba que delate nuestra posición. Si algo hemos aprendido de experiencias anteriores es que uno no puede esconderse por el resto de su vida.
Las grabaciones del juicio no son algo que haya querido ver una y otra vez, pero nuevamente me perturba el hecho de reconocer al hombre que vi junto Arianne en la cueva y que también se encuentra sentado junto a ella y resto de miembros del Wizengamot. Al final, por mucho que intente establecer conexiones inútiles, me basta preguntarle a Amber de quien se trata para conocer que es, indiscutiblemente, mi primo Jasper. No sé si esa información afecta de alguna manera a la forma que tengo de ver las cosas, lo más probable es que no, pero por lo menos puedo mirarlo a los ojos sin tener que pensar que lo que queda de mi familia está corrompido. Claro que luego escuchas la sentencia y no importa que no haya querido dar una muerte dolorosa porque al final el resultado es el mismo. Y como si ese resultado fuera a ser diferente, me encuentro a mí misma repitiendo el vídeo una y otra vez en contadas ocasiones, solo para siempre terminar pensando en lo cerca que estamos de acabar como ellos. Así que, en resumidas cuentas, estamos bastante jodidos. Lo cual resulta irónico de pensar porque yo creía que ya habíamos tocado fondo, pero supongo que siempre hay una forma de caer todavía más bajo.
No hay mucho que hacer estos días, no ahora que el anuncio de la guerra ha puesto a todo el mundo alerta y no hay quien salga de sus casas, ni siquiera para hacer las tareas más básicas y necesarias. Tampoco queremos arriesgarnos, las salidas son por turnos, no demasiado largas pero lo suficiente para barrer el distrito. Ahora no es solo preocuparse por buscar comida, ropa y medicinas a precios escandalosos, sino también guardarse las espaldas mucho más que antes y sumarlo a la cuenta de que Kendrick ha desaparecido. Estoy apoyada contra la mesada pensativa cuando la puerta del apartamento se abre para dejar pasar la figura de Ben, lo que me saca momentáneamente de mi cabeza. – ¿Algo de suerte? – Me animo a preguntar. No son muchas las personas a las que podemos acercarnos, y tampoco estoy segura de si alguien quisiera compartir información sobre el chico de haberlo visto, pero a algo tenemos que aferrarnos.
Las grabaciones del juicio no son algo que haya querido ver una y otra vez, pero nuevamente me perturba el hecho de reconocer al hombre que vi junto Arianne en la cueva y que también se encuentra sentado junto a ella y resto de miembros del Wizengamot. Al final, por mucho que intente establecer conexiones inútiles, me basta preguntarle a Amber de quien se trata para conocer que es, indiscutiblemente, mi primo Jasper. No sé si esa información afecta de alguna manera a la forma que tengo de ver las cosas, lo más probable es que no, pero por lo menos puedo mirarlo a los ojos sin tener que pensar que lo que queda de mi familia está corrompido. Claro que luego escuchas la sentencia y no importa que no haya querido dar una muerte dolorosa porque al final el resultado es el mismo. Y como si ese resultado fuera a ser diferente, me encuentro a mí misma repitiendo el vídeo una y otra vez en contadas ocasiones, solo para siempre terminar pensando en lo cerca que estamos de acabar como ellos. Así que, en resumidas cuentas, estamos bastante jodidos. Lo cual resulta irónico de pensar porque yo creía que ya habíamos tocado fondo, pero supongo que siempre hay una forma de caer todavía más bajo.
No hay mucho que hacer estos días, no ahora que el anuncio de la guerra ha puesto a todo el mundo alerta y no hay quien salga de sus casas, ni siquiera para hacer las tareas más básicas y necesarias. Tampoco queremos arriesgarnos, las salidas son por turnos, no demasiado largas pero lo suficiente para barrer el distrito. Ahora no es solo preocuparse por buscar comida, ropa y medicinas a precios escandalosos, sino también guardarse las espaldas mucho más que antes y sumarlo a la cuenta de que Kendrick ha desaparecido. Estoy apoyada contra la mesada pensativa cuando la puerta del apartamento se abre para dejar pasar la figura de Ben, lo que me saca momentáneamente de mi cabeza. – ¿Algo de suerte? – Me animo a preguntar. No son muchas las personas a las que podemos acercarnos, y tampoco estoy segura de si alguien quisiera compartir información sobre el chico de haberlo visto, pero a algo tenemos que aferrarnos.
Con cada día que pasa, me convenzo aún más de lo que he estado tratando de negarme: que Kendrick no se encuentra en el cinco, que nuestras búsquedas tienen poco sentido y que, al final del día, solo seguiremos siendo un pequeño grupo amontonado en el monoambiente en espera de alguna novedad. He pasado años en un sitio libre y verde, los suficientes como para que la idea de encerrarme en un departamento empiece a ser incómoda y claustrofóbica. Es eso o la cercanía de la luna llena me tiene más irritado de lo normal, lo cual no debería sorprenderme en lo absoluto. ¿Quién puede tener buen humor cuando se la pasa viendo su cara, junto a la de sus amigos, en la lista de los más buscados todos los benditos días? El tiempo se está acabando, lo sé. Ya hemos perdido, solo estamos resistiendo por la simple costumbre de hacerlo, porque no hay manera de que ganemos contra un gobierno con todo su ejército. Huir es lo único que veo factible, pero eso significa dejar a Seth y a Kendrick detrás. Y Arianne… ¿Vendría conmigo si se lo pidiera o lo del juicio no ha sido solo una pantalla?
Abro la puerta de mala gana mientras me saco la capa de invisibilidad. Sé que Amber no está porque salió esta mañana decidida a recorrer el distrito en su forma animal y con un simple vistazo al diminuto espacio, puedo ver que Ava tampoco está. La que me recibe es la voz de Alice, a quien le respondo con una sacudida de la cabeza cuando cierro detrás de mí — Al menos, sabemos que no lo han ejecutado. Con todo el circo que se han montado el otro día, lo matarían en público. ¿No crees? — no sé si estoy siendo positivo, un idiota o ambas cosas, pero prefiero confiarme en algo así y no ponerme a llorar sobre que estamos buscando un cuerpo. Lanzo la capa sobre el enorme colchón en el suelo y cruzo el pequeño y mugroso desayunador que me separa de la cocina, para poder apoyarme en la mesada — La calle está desierta. No sé si la gente cree que van a arrestarlos o a bombardearlos si ponen un pie afuera — no se equivocan mucho, de todas formas. Estoy seguro de que el gobierno solo buscará acabar con esto demasiado rápido.
Busco un vaso y me sirvo algo de agua del grifo, la cual no tiene el mejor sabor del mundo pero es suficiente hoy en día. Con un trago, doy unos golpecitos en la mesada con los dedos y giro el rostro en su dirección — ¿Tienes algún plan? — no sé qué es lo que piensa de todo esto, no hemos tenido la oportunidad de conversar a solas. Al menos, no me vendría mal que alguien aquí sepa qué hacer.
Abro la puerta de mala gana mientras me saco la capa de invisibilidad. Sé que Amber no está porque salió esta mañana decidida a recorrer el distrito en su forma animal y con un simple vistazo al diminuto espacio, puedo ver que Ava tampoco está. La que me recibe es la voz de Alice, a quien le respondo con una sacudida de la cabeza cuando cierro detrás de mí — Al menos, sabemos que no lo han ejecutado. Con todo el circo que se han montado el otro día, lo matarían en público. ¿No crees? — no sé si estoy siendo positivo, un idiota o ambas cosas, pero prefiero confiarme en algo así y no ponerme a llorar sobre que estamos buscando un cuerpo. Lanzo la capa sobre el enorme colchón en el suelo y cruzo el pequeño y mugroso desayunador que me separa de la cocina, para poder apoyarme en la mesada — La calle está desierta. No sé si la gente cree que van a arrestarlos o a bombardearlos si ponen un pie afuera — no se equivocan mucho, de todas formas. Estoy seguro de que el gobierno solo buscará acabar con esto demasiado rápido.
Busco un vaso y me sirvo algo de agua del grifo, la cual no tiene el mejor sabor del mundo pero es suficiente hoy en día. Con un trago, doy unos golpecitos en la mesada con los dedos y giro el rostro en su dirección — ¿Tienes algún plan? — no sé qué es lo que piensa de todo esto, no hemos tenido la oportunidad de conversar a solas. Al menos, no me vendría mal que alguien aquí sepa qué hacer.
El gesto que hace con la cabeza me es suficiente para obtener la misma respuesta de siempre, lo que provoca que suelte un suspiro. Llevamos días tratando de dar con él, pero es difícil encontrar a alguien que se ha decidido por hacerse invisible. – Supongo. No lo sé. – Medito, no muy segura de qué responder. Creo conocer al capitolio lo necesario para saber que serían capaces de hacer algo así, aunque siempre está la opción de que no quieran ponerse en evidencia ante un tema que ya de por sí es complicado. – Si lo hacen se verían obligados a contarle al pueblo quién es, ¿qué razón tendrían para matar a un niño sino? La gente no lo aprobaría, perderían seguidores. – O al menos, eso es lo que quiero creer que pasaría si se diera el caso. Sin embargo, ahora que lo digo en voz alta no me encuentro tan convencida de ello. – No sé hasta qué punto quieren arriesgar esa información para acabar con nosotros. – ¿Asesinar a un Black a sangre fría como forma para calmar las aguas entre los ciudadanos? Creo que incluso eso pondría más en evidencia que la población se está fragmentando en dos bandos, no precisamente para bien.
Me cruzo de brazos, manteniendo la vista en algún punto del suelo con los labios apretados. – Solo están asustados. – Lo cual es tan lógico que lo entiendo, porque todos aquí estamos aterrorizados, por mucho que nos guste hacernos los invencibles. – No hace tanto que vieron la guerra por última vez, muchos solo esperan a que acabe cuando ni siquiera ha empezado. – Es triste pensar en el poco tiempo que ha pasado desde la última guerra, aunque quizás sea más triste el hecho de que esta dictadura haya durado por tantos años. – Es una completa locura. – Ya, lo dije, ¿no es lo que todos estábamos pensando? Vamos a acabar bombardeados, convertidos en ceniza como se suponía que teníamos que haber hecho hace tiempo, que lo hayamos alargado no corre por nuestra cuenta.
Su pregunta me toma por sorpresa, lo dejo ver cuando giro el cuello para buscar su figura manteniéndome apoyada sobre la mesada. – ¿Plan? – Muevo las cejas, regresando la mirada hacia nada en concreto. – No quiero sonar pesimista, pero no tenemos forma de ganar esta guerra. Es la realidad, Ben, por cruda que parezca, solo estamos retrasando lo inevitable. – Pues sí que sonó algo pesimista. Tomo aire y lo suelto antes de volver a elevar la voz. – La duda recae en si nos quedamos a luchar o huimos una vez más. – Quedarnos es una misión suicida, pero como casi todas a las que hemos ido desde que llegamos. Le miro, buscando sus ojos. – No sé tú, yo estoy cansada de eso. – De escapar, de escondernos, llevo haciéndolo toda la vida, es hora de hacerle frente. Si no es por mí, por los que aún tienen algo que perder.
Me cruzo de brazos, manteniendo la vista en algún punto del suelo con los labios apretados. – Solo están asustados. – Lo cual es tan lógico que lo entiendo, porque todos aquí estamos aterrorizados, por mucho que nos guste hacernos los invencibles. – No hace tanto que vieron la guerra por última vez, muchos solo esperan a que acabe cuando ni siquiera ha empezado. – Es triste pensar en el poco tiempo que ha pasado desde la última guerra, aunque quizás sea más triste el hecho de que esta dictadura haya durado por tantos años. – Es una completa locura. – Ya, lo dije, ¿no es lo que todos estábamos pensando? Vamos a acabar bombardeados, convertidos en ceniza como se suponía que teníamos que haber hecho hace tiempo, que lo hayamos alargado no corre por nuestra cuenta.
Su pregunta me toma por sorpresa, lo dejo ver cuando giro el cuello para buscar su figura manteniéndome apoyada sobre la mesada. – ¿Plan? – Muevo las cejas, regresando la mirada hacia nada en concreto. – No quiero sonar pesimista, pero no tenemos forma de ganar esta guerra. Es la realidad, Ben, por cruda que parezca, solo estamos retrasando lo inevitable. – Pues sí que sonó algo pesimista. Tomo aire y lo suelto antes de volver a elevar la voz. – La duda recae en si nos quedamos a luchar o huimos una vez más. – Quedarnos es una misión suicida, pero como casi todas a las que hemos ido desde que llegamos. Le miro, buscando sus ojos. – No sé tú, yo estoy cansada de eso. – De escapar, de escondernos, llevo haciéndolo toda la vida, es hora de hacerle frente. Si no es por mí, por los que aún tienen algo que perder.
— ¿Necesitan razones? Tienen pruebas de que, según ellos, es peligroso — no solo porque participó del atentado, sino también porque hay grabaciones que lo muestran luchando contra dos ministros, uno de los cuales terminó secuestrado y la otra en el hospital. Los que conocemos a Ken sabemos que es un mocoso que le gusta robar cervezas y dulces, pero a ojos de ellos, no es más que un delincuente peligroso. Con la cantidad de muertes que se han sumado, dudo mucho que les importe mucho su edad — Si dicen que es un Black y lo matan, están dando más excusas a un levantamiento que otra cosa. No sé cómo piensan jugar esa carta — de momento, sabemos que no han dicho su apellido real, se quedaron con la información de que Echo lo crió. Eso nos da tiempo a nosotros a saber cómo manejarlo.
Y sé que la gente está asustada, que todo esto es una locura, pero no tengo idea de cómo se supone que vamos a pararlo cuando no tenemos los medios para hacerlo. Muevo la cabeza para darle la razón sin la necesidad de usar palabras, a sabiendas de que estoy más apagado de lo normal y que ya ni recuerdo cómo es ser alguien sin una preocupación real. Quizá el catorce me ha dejado demasiado tiempo de vacaciones y ahora es momento de tomar responsabilidades. Me vacío el vaso con sorbos pequeños, escuchando como Alice pone en palabras lo que yo ya había deducido. Lo único que me sorprende es que, aún así, opte por seguir luchando — ¿Irás a que te quemen viva porque estás cansada? — le pregunto y dejo el cristal sobre la mesada, relamiendo el inexistente sabor que ha quedado sobre mis labios — Tú misma lo dijiste, no tenemos posibilidad de ganar. Apenas y tenemos un sitio donde ocultarnos — vaya a saber cuánto nos dura, para variar.
Me acomodo contra la mesada y miro el espacio que nos rodea, como si en las paredes con pintura sucia o los rincones sin decoración tuviesen la respuesta a nuestros problemas — No lo sé, Al. No quiero arriesgar a nadie más. ¿Qué haremos con los chicos? Beverly, Zenda y Kyle también están siendo buscados. Pero si los llevo lejos, estaré dejando atrás al resto… ¿Y qué vamos a hacer? ¿Volver a poner bombas en un sitio que reconstruirán? — bufo y me rasco el mentón, sintiendo el raspón de mi barba apenas crecida — Si vamos a quedarnos, tenemos que dejar de perder el tiempo y buscar una técnica de batalla. Y para eso, necesitamos gente — es obvio que la red no es suficiente. Si ellos tienen un ejército, nosotros necesitamos uno.
Y sé que la gente está asustada, que todo esto es una locura, pero no tengo idea de cómo se supone que vamos a pararlo cuando no tenemos los medios para hacerlo. Muevo la cabeza para darle la razón sin la necesidad de usar palabras, a sabiendas de que estoy más apagado de lo normal y que ya ni recuerdo cómo es ser alguien sin una preocupación real. Quizá el catorce me ha dejado demasiado tiempo de vacaciones y ahora es momento de tomar responsabilidades. Me vacío el vaso con sorbos pequeños, escuchando como Alice pone en palabras lo que yo ya había deducido. Lo único que me sorprende es que, aún así, opte por seguir luchando — ¿Irás a que te quemen viva porque estás cansada? — le pregunto y dejo el cristal sobre la mesada, relamiendo el inexistente sabor que ha quedado sobre mis labios — Tú misma lo dijiste, no tenemos posibilidad de ganar. Apenas y tenemos un sitio donde ocultarnos — vaya a saber cuánto nos dura, para variar.
Me acomodo contra la mesada y miro el espacio que nos rodea, como si en las paredes con pintura sucia o los rincones sin decoración tuviesen la respuesta a nuestros problemas — No lo sé, Al. No quiero arriesgar a nadie más. ¿Qué haremos con los chicos? Beverly, Zenda y Kyle también están siendo buscados. Pero si los llevo lejos, estaré dejando atrás al resto… ¿Y qué vamos a hacer? ¿Volver a poner bombas en un sitio que reconstruirán? — bufo y me rasco el mentón, sintiendo el raspón de mi barba apenas crecida — Si vamos a quedarnos, tenemos que dejar de perder el tiempo y buscar una técnica de batalla. Y para eso, necesitamos gente — es obvio que la red no es suficiente. Si ellos tienen un ejército, nosotros necesitamos uno.
Ladeo la cabeza, dándole la razón a medias. Puede que no les falten motivos para creer que Kendrick es un individuo potencialmente peligroso para ellos, y aunque resulta estúpido pensar que aún tienen valores morales después de lo que ha pasado en el juicio, hay una parte de mí que quiere creer en la compasión de la especie humana. Si no es en la suya, por lo menos en la cantidad de personas que verían ese supuesto. – La jugarán cuando tengan todas las de ganar, si es que aún seguimos vivos para entonces. – Si no pueden usar el apellido a su favor ahora mismo, lo harán en cuanto tengan la oportunidad de llevarse además algún beneficio. Por desgracia, la imagen en mi cabeza ya se ha formado para cuando la sacudo levemente en resignación.
Me muerdo el interior de la mejilla, siendo que los gritos de nuestros antiguos compañeros se atreven a aparecer en mi cabeza, pero sin dejar que eso sea un impedimento a mis palabras. – ¿Cansada de perderlo todo? Sí, la verdad. Me gustaría que por una vez las cosas fueran del revés. – Ya sé que en su día dije que la venganza no sirve para nada, sigo creyéndolo, solo que a veces las circunstancias hacen que me comporte en cierto modo opuesto a todos mis principios. Y no soy consciente de que soy yo misma la que piensa eso hasta que me doy cuenta de que esto es lo que hace la guerra: te cambia. – Es una causa perdida, lo sé, pero ¿qué otra opción tenemos? ¿Huir otra vez? No dejarán de buscarnos, tú lo sabes tan bien como yo. – También creo que, pese a no tener ni una carta a nuestro favor, siempre queda algo de lo que tirar, por mínimo y pequeño que sea. ¿No es pequeño también todo a lo que nos hemos estado aferrando estos meses?
No le quito la razón cuando habla sobre los niños, permitiendo que un suave gesto de cabeza acompañe sus palabras en señal afirmativa. – Podríamos buscar un lugar seguro. No existe eso aquí para ellos, pero quizás Europa… Algún adulto que los lleve hasta allí y cuide de ellos mientras todo esto acaba. – ¿Sophia a lo mejor? Sé que Seth sigue quedando atrás para ella, pero es la única a la que vería capaz de cargarse con esa responsabilidad. Suspiro ante el pensamiento de Europa como una vía de escape, esa misma que en su día a mí no me fue extremadamente bien. Me pregunto si sería lo mismo para ellos. – ¿Qué propones? – No sé cual es la idea que tiene sobre la gente del norte, ¿estarían dispuestos a luchar a nuestro lado? ¿Después de todo lo que hemos hecho?
Me muerdo el interior de la mejilla, siendo que los gritos de nuestros antiguos compañeros se atreven a aparecer en mi cabeza, pero sin dejar que eso sea un impedimento a mis palabras. – ¿Cansada de perderlo todo? Sí, la verdad. Me gustaría que por una vez las cosas fueran del revés. – Ya sé que en su día dije que la venganza no sirve para nada, sigo creyéndolo, solo que a veces las circunstancias hacen que me comporte en cierto modo opuesto a todos mis principios. Y no soy consciente de que soy yo misma la que piensa eso hasta que me doy cuenta de que esto es lo que hace la guerra: te cambia. – Es una causa perdida, lo sé, pero ¿qué otra opción tenemos? ¿Huir otra vez? No dejarán de buscarnos, tú lo sabes tan bien como yo. – También creo que, pese a no tener ni una carta a nuestro favor, siempre queda algo de lo que tirar, por mínimo y pequeño que sea. ¿No es pequeño también todo a lo que nos hemos estado aferrando estos meses?
No le quito la razón cuando habla sobre los niños, permitiendo que un suave gesto de cabeza acompañe sus palabras en señal afirmativa. – Podríamos buscar un lugar seguro. No existe eso aquí para ellos, pero quizás Europa… Algún adulto que los lleve hasta allí y cuide de ellos mientras todo esto acaba. – ¿Sophia a lo mejor? Sé que Seth sigue quedando atrás para ella, pero es la única a la que vería capaz de cargarse con esa responsabilidad. Suspiro ante el pensamiento de Europa como una vía de escape, esa misma que en su día a mí no me fue extremadamente bien. Me pregunto si sería lo mismo para ellos. – ¿Qué propones? – No sé cual es la idea que tiene sobre la gente del norte, ¿estarían dispuestos a luchar a nuestro lado? ¿Después de todo lo que hemos hecho?
La miro con una ironía que no pretende ser burlona, pero no comprendo cómo es que las cosas podrían ser al revés. No importa cuándo o cómo, siempre me las arreglo para ser parte del equipo perdedor, el que debe evitar aferrarse a las cosas porque hay alguien más poderoso y mejor organizado que puede aplastarme como a un insecto. Antes fueron los Black, manejando mi vida y el destino de mi familia con sus estúpidos juegos y limitaciones. Ahora son los Niniadis, censurándome y persiguiéndome por ser diferente a lo que ellos consideran correcto. Siento que no he dejado de correr en casi veinte años — No hay sitio a dónde huir — le doy la razón en ello, mientras sigamos en su territorio nos arriesgamos a sus condenas y escapar lejos hará que nos persigan. El distrito catorce estaba alejado y aún así lo buscaron y bombardearon hasta el cansancio, es todo el ejemplo que necesitamos.
Cierro los ojos con suavidad a pesar de que presiono los párpados con mis palmas, tratando de hacerme la idea. No sé qué es lo que hay Europa además de civilizaciones pequeñas y ruinas, por lo que sería arriesgado enviarlos allí sin un verdadero plan y desconociendo el factor de si volveremos a vernos o no. Sé que Zenda se pondrá quisquillosa con eso — Estoy siendo un cobarde — declaro, sin espacio para que me contradiga — Sé lo que debo hacer, pero no me atrevo a hacerlo por los riesgos que eso conlleva. ¿Y qué si Europa no funciona? — es dar un salto, pero no me atrevo a correr hacia el precipicio. Es eso o dejo que sigan siendo fugitivos bajo el lente de los que claman por su cabeza, tratando de hacerse con algunas monedas.
¿Qué propongo? En primer lugar, callarme la boca, pero ya es tarde y he hablado. Me alejo los pasos necesarios para regresar a la sala-dormitorio y me dejo caer en el colchón, rebotando un poco y volviéndome consciente de lo agotado que estoy — Tiene que haber gente que esté de nuestro lado. Hay esclavos, por todos los cielos. Y no nos olvidemos que hace meses nos vienen acusando de la desaparición de un escuadrón de aurores que no ha sido nuestra culpa — el que sepultamos en la nieve es otro cuento. Muevo mis pies y consigo que las zapatillas caigan al suelo, pero yo sigo con la mirada en el techo — Seré realista, no conseguiremos nada en solo unos días, pero si pudiésemos encontrar el modo de responder a su declaración de guerra… — ¿Estoy siendo demasiado idealista? — Si nos mostramos débiles, seremos débiles. Pero tiene que haber algún modo de dar pelea — o bueno, podemos ir y rendirnos para terminar con esto de una vez.
Cierro los ojos con suavidad a pesar de que presiono los párpados con mis palmas, tratando de hacerme la idea. No sé qué es lo que hay Europa además de civilizaciones pequeñas y ruinas, por lo que sería arriesgado enviarlos allí sin un verdadero plan y desconociendo el factor de si volveremos a vernos o no. Sé que Zenda se pondrá quisquillosa con eso — Estoy siendo un cobarde — declaro, sin espacio para que me contradiga — Sé lo que debo hacer, pero no me atrevo a hacerlo por los riesgos que eso conlleva. ¿Y qué si Europa no funciona? — es dar un salto, pero no me atrevo a correr hacia el precipicio. Es eso o dejo que sigan siendo fugitivos bajo el lente de los que claman por su cabeza, tratando de hacerse con algunas monedas.
¿Qué propongo? En primer lugar, callarme la boca, pero ya es tarde y he hablado. Me alejo los pasos necesarios para regresar a la sala-dormitorio y me dejo caer en el colchón, rebotando un poco y volviéndome consciente de lo agotado que estoy — Tiene que haber gente que esté de nuestro lado. Hay esclavos, por todos los cielos. Y no nos olvidemos que hace meses nos vienen acusando de la desaparición de un escuadrón de aurores que no ha sido nuestra culpa — el que sepultamos en la nieve es otro cuento. Muevo mis pies y consigo que las zapatillas caigan al suelo, pero yo sigo con la mirada en el techo — Seré realista, no conseguiremos nada en solo unos días, pero si pudiésemos encontrar el modo de responder a su declaración de guerra… — ¿Estoy siendo demasiado idealista? — Si nos mostramos débiles, seremos débiles. Pero tiene que haber algún modo de dar pelea — o bueno, podemos ir y rendirnos para terminar con esto de una vez.
Me encuentro negando con la cabeza una vez más, con los hombros desgarbados y la mirada apagada. Si vamos a ser honestos con nosotros mismos, nunca hubo un lugar donde esconderse. Es una realidad patética y triste, que funciona como el juego que entretiene a cualquier crío en algún momento de su vida. Puedes esconderte, pero con la certeza de que alguien siempre terminará por encontrarte. Tarde o temprano. – No hay un día que pase que no piense en lo que hemos hecho tan mal para merecer esto. – Confieso. A veces creo que es mi propia existencia la que es prohibida y simplemente debería dejar la cabezonería a un lado y permitir que las cosas sigan su curso, aunque no es como si no hubiera tenido oportunidades y ganas para morirme. Si los seguidores de Niniadis no acaban conmigo, de seguro lo hará la culpa mezclada con la sensación de remordimiento que se acumula bajo mi piel.
Alzo la mirada hacia él, ligeramente sorprendida por su declaración al mismo tiempo que comprendo que no pueda sentirse de otra manera que no sea esa. – No estás siendo cobarde. Nunca lo has sido. – No necesito que él se lo crea para saber que es la verdad y tampoco creo que vaya a empezar ahora. Con un movimiento pesado, me impulso dejando caer los brazos al volver a poner todo el peso de mi cuerpo sobre mis pies y me muevo hasta quedar frente el colchón donde se sienta. Podría dejarme caer del mismo modo que él, pero opto por sentarme en la esquina con las rodillas dobladas y apoyarme sobre ellas con los brazos, dedicándole una mirada honesta. – Tienes gente que te importa a tu cargo, es más que lógico que no quieras arriesgarlos, no después de todo lo que hemos perdido. – Murmuro en comprensión. Si yo pudiera aferrarme a lo mismo lo haría y no querría soltarlo, que dude es la posición más racional que puede tomar. No me atrevo a responder a su pregunta, no de forma franca al menos, así que me inclino por la opción a la que siempre volvemos y que se parece a la promesa de un futuro mejor. – ¿Y qué si funciona? – Puede que peque de optimista, en especial después de haberme tragado la etiqueta de pesimista en más de una ocasión esta tarde, pero no se me ocurre que más decir y la idea de que algo pueda salir bien siempre suena mejor.
Me repaso los labios cuando aparto la mirada y vuelvo a centrarme en algún punto de lo que tengo en frente, como si de esa manera pudiera analizar mejor sus palabras pese a que está hablando claro. – Sí, esclavos que están en peores condiciones que nosotros, que no han cogido un arma en su vida. – Me estoy volviendo a ir por el lado pesimista, lo reconozco. – Si queremos que alguien luche a nuestro lado necesitan saber lo que está en juego, algo por lo que no les importe perder si lo que ganan es más grande. – Porque es evidente que muchos van a perder, ya sea su casa, su vida o algo mucho peor que eso: su libertad. – Necesitamos a alguien que hable por nosotros. – Creo que es obvio el motivo por el cual nosotros no podemos ir por ahí organizando reuniones clandestinas para atraer a las masas e instigarlas a nuestra causa. La pregunta es quién.
Alzo la mirada hacia él, ligeramente sorprendida por su declaración al mismo tiempo que comprendo que no pueda sentirse de otra manera que no sea esa. – No estás siendo cobarde. Nunca lo has sido. – No necesito que él se lo crea para saber que es la verdad y tampoco creo que vaya a empezar ahora. Con un movimiento pesado, me impulso dejando caer los brazos al volver a poner todo el peso de mi cuerpo sobre mis pies y me muevo hasta quedar frente el colchón donde se sienta. Podría dejarme caer del mismo modo que él, pero opto por sentarme en la esquina con las rodillas dobladas y apoyarme sobre ellas con los brazos, dedicándole una mirada honesta. – Tienes gente que te importa a tu cargo, es más que lógico que no quieras arriesgarlos, no después de todo lo que hemos perdido. – Murmuro en comprensión. Si yo pudiera aferrarme a lo mismo lo haría y no querría soltarlo, que dude es la posición más racional que puede tomar. No me atrevo a responder a su pregunta, no de forma franca al menos, así que me inclino por la opción a la que siempre volvemos y que se parece a la promesa de un futuro mejor. – ¿Y qué si funciona? – Puede que peque de optimista, en especial después de haberme tragado la etiqueta de pesimista en más de una ocasión esta tarde, pero no se me ocurre que más decir y la idea de que algo pueda salir bien siempre suena mejor.
Me repaso los labios cuando aparto la mirada y vuelvo a centrarme en algún punto de lo que tengo en frente, como si de esa manera pudiera analizar mejor sus palabras pese a que está hablando claro. – Sí, esclavos que están en peores condiciones que nosotros, que no han cogido un arma en su vida. – Me estoy volviendo a ir por el lado pesimista, lo reconozco. – Si queremos que alguien luche a nuestro lado necesitan saber lo que está en juego, algo por lo que no les importe perder si lo que ganan es más grande. – Porque es evidente que muchos van a perder, ya sea su casa, su vida o algo mucho peor que eso: su libertad. – Necesitamos a alguien que hable por nosotros. – Creo que es obvio el motivo por el cual nosotros no podemos ir por ahí organizando reuniones clandestinas para atraer a las masas e instigarlas a nuestra causa. La pregunta es quién.
Nunca me ha gustado jugar el papel de víctima, pero ahora mismo me dejo consolar como si las palabras de Alice fuesen un sedante para mi alma dañada. Supongo que es una de las cosas que me agradaron siempre de ella, porque parece tener el don de saber qué y cómo decirlo, sin necesidad de usar una verdadera anestesia. No quiero pensar en todo lo que perdimos porque eso hará que haga algo muy estúpido al respecto, pero me reacomodo en el colchón con una incomodidad inquieta — Supongo que no lo sabremos hasta que lo intentemos — coincido, un poco cauteloso con mis palabras — El problema sería el convencerlos de ir. Ya sabemos que no les gustará la idea ni un poquito — porque pueden estar en la lista de los más buscados, pero ya puedo escuchar las quejas como si los tuviera al lado. Malditos niños caprichosos y suicidas.
No quería decir que tenemos unos pésimos posibles aliados, pero ella lo hace solita y yo resoplo como caballo herido. Entiendo a dónde quiere ir, pero siento que me ha bajado de un hondazo de mis cinco minutos de optimismo infantil — con Amber consideramos… — hago una mueca, porque sé que lo que voy a decir es una estupidez — Habíamos considerado la idea de que ese alguien sea Ken. Es una oposición sólida y con nuestra base de pensamiento. Pero ahora no estoy tan seguro — doy unos golpecitos en mi pecho con los dedos y acomodo la cabeza sobre la almohada para poder verla mejor — No solo porque es muy joven, sino también porque creo que se merece el decidir qué hacer con su vida. No podemos simplemente plantarle un estandarte y mandarlo a luchar por algo que quizá él no desea, sería enviarlo al matadero — juro por todos los cielos que no lo criamos con esa idea. Solo queríamos protegerlo tal y como su madre lo había pedido, eso es todo.
Apoyo mi peso en uno de mis codos y busco enderezarme un poco, porque a pesar del cansancio, siento que no puedo quedarme quieto por mucho tiempo — Supongo que debemos hacer trabajo de hormiga. Ir poco a poco, por debajo, hasta ser lo suficientemente fuertes como para presentar batalla. Solo deberíamos ocuparnos de sobrevivir hasta ese entonces. Pan comido… ¿verdad? — me permito bromear, porque creo que los dos sabemos que de sencillo no tiene nada.
No quería decir que tenemos unos pésimos posibles aliados, pero ella lo hace solita y yo resoplo como caballo herido. Entiendo a dónde quiere ir, pero siento que me ha bajado de un hondazo de mis cinco minutos de optimismo infantil — con Amber consideramos… — hago una mueca, porque sé que lo que voy a decir es una estupidez — Habíamos considerado la idea de que ese alguien sea Ken. Es una oposición sólida y con nuestra base de pensamiento. Pero ahora no estoy tan seguro — doy unos golpecitos en mi pecho con los dedos y acomodo la cabeza sobre la almohada para poder verla mejor — No solo porque es muy joven, sino también porque creo que se merece el decidir qué hacer con su vida. No podemos simplemente plantarle un estandarte y mandarlo a luchar por algo que quizá él no desea, sería enviarlo al matadero — juro por todos los cielos que no lo criamos con esa idea. Solo queríamos protegerlo tal y como su madre lo había pedido, eso es todo.
Apoyo mi peso en uno de mis codos y busco enderezarme un poco, porque a pesar del cansancio, siento que no puedo quedarme quieto por mucho tiempo — Supongo que debemos hacer trabajo de hormiga. Ir poco a poco, por debajo, hasta ser lo suficientemente fuertes como para presentar batalla. Solo deberíamos ocuparnos de sobrevivir hasta ese entonces. Pan comido… ¿verdad? — me permito bromear, porque creo que los dos sabemos que de sencillo no tiene nada.
Coincido con él, no creo que los niños lleguen a comprender por qué es tan importante que desaparezcan antes de que las cosas se pongan peor de lo que ya están, si es que eso es posible. Yo tampoco querría separarme de mi familia, porque si vamos al caso, nunca nos ha ido bien cuando hemos estado cada uno por nuestra cuenta. — No podemos dejar que se metan en esta guerra, Ben, sé que querrán hacerlo, no dudo de ello, pero no creo que sean conscientes de lo que verdaderamente supone. — Y ya no es solo el miedo de que pierdan la vida, sino algo más por el camino. Soy consicente de que no son un grupo de chicos corriente, que desde que salieron del catorce no han visto más que los horrores que son capaces de hacer los que forman el régimen, pero por esa misma razón, ¿por qué exponerlos a lo peor dentro de la misma catástrofe? — Lo que ocurrió en el atentado no es ni una cuarta parte de lo que verán si se quedan, cuanto más alejados estén de ello mejor, aunque ahora no quieran entenderlo. — Es lo que yo hubiera escogido para mi hija.
Me muevo en el sitio, cambiando de posición los brazos para cruzarlos sobre mi pecho y en el hueco que dejan mis piernas dobladas. — ¿Kendrick? — Utilizo un minuto para valorar sus palabras en silencio, pese a que no me toma mucho tiempo el elaborar una respuesta. — No lo sé, Ben, para eso todavía tendríamos que encontrarlo primero, y ya no es solo que no quiera luchar por ello, ¿es sensato? — Sé que no me estoy explicando lo mejor, pero aun estoy colocando las ideas en mi propia cabeza, de modo que aclaro mi garganta. — Quiero decir, y con esto no me malinterpretes porque sé perfectamente la clase de persona que es, pero no deja de ser un Black. La población está divida entre gente que apoya a los Niniadis porque es lo que más les conviene y aquellos que aún se sienten arraigados al poder de los Black. Y tanto tú como yo sabemos que ninguno de los dos hizo un buen trabajo a la hora de mirar por el bien del pueblo. — Unos con sus juegos, otros esclavizando a más de la mitad de la población, ambos basura. — ¿Es inteligente poner a la cabeza de una rebelión el apellido de lo que antes supuso otra dictadura? Por no hablar de que Kendrick estaría aún más en peligro. — Y creo que ha quedado claro que lo que importa aquí es su seguridad. Necesitamos a alguien que venga de la nada, que sepa lo que es sufrir por las dos partes, que pueda poner voz a la gente que se ha quedado sin ella. No sé porqué eso me hace girar la cabeza hacia él, aunque sin murmurar palabra, como si no necesitara de ellas para expresar con mis ojos lo que pienso.
Lo que dice después provoca que suelte aire por la nariz, casi dejando escapar una sonrisa más bien triste que no llega a salir, quedándose en un intento de responder a su broma. — Pan comido. — Murmuro sin más. No es como si no nos hubiéramos dedicado a otra cosa que no sea sobrevivir los últimos años. Hay algo esperanzador en creer que ocurra lo que ocurra, nos mantenemos en pie, por muchos palos que recibamos y agujeros vacíos en los que caigamos, y este en específico es uno bien grande.
Me muevo en el sitio, cambiando de posición los brazos para cruzarlos sobre mi pecho y en el hueco que dejan mis piernas dobladas. — ¿Kendrick? — Utilizo un minuto para valorar sus palabras en silencio, pese a que no me toma mucho tiempo el elaborar una respuesta. — No lo sé, Ben, para eso todavía tendríamos que encontrarlo primero, y ya no es solo que no quiera luchar por ello, ¿es sensato? — Sé que no me estoy explicando lo mejor, pero aun estoy colocando las ideas en mi propia cabeza, de modo que aclaro mi garganta. — Quiero decir, y con esto no me malinterpretes porque sé perfectamente la clase de persona que es, pero no deja de ser un Black. La población está divida entre gente que apoya a los Niniadis porque es lo que más les conviene y aquellos que aún se sienten arraigados al poder de los Black. Y tanto tú como yo sabemos que ninguno de los dos hizo un buen trabajo a la hora de mirar por el bien del pueblo. — Unos con sus juegos, otros esclavizando a más de la mitad de la población, ambos basura. — ¿Es inteligente poner a la cabeza de una rebelión el apellido de lo que antes supuso otra dictadura? Por no hablar de que Kendrick estaría aún más en peligro. — Y creo que ha quedado claro que lo que importa aquí es su seguridad. Necesitamos a alguien que venga de la nada, que sepa lo que es sufrir por las dos partes, que pueda poner voz a la gente que se ha quedado sin ella. No sé porqué eso me hace girar la cabeza hacia él, aunque sin murmurar palabra, como si no necesitara de ellas para expresar con mis ojos lo que pienso.
Lo que dice después provoca que suelte aire por la nariz, casi dejando escapar una sonrisa más bien triste que no llega a salir, quedándose en un intento de responder a su broma. — Pan comido. — Murmuro sin más. No es como si no nos hubiéramos dedicado a otra cosa que no sea sobrevivir los últimos años. Hay algo esperanzador en creer que ocurra lo que ocurra, nos mantenemos en pie, por muchos palos que recibamos y agujeros vacíos en los que caigamos, y este en específico es uno bien grande.
Soy incapaz de malinterpretar sus palabras, alzo una mano y la sacudo para dárselo a entender porque todo lo que dice ya ha cruzado por mi mente. No tenemos un líder, somos un patético grupo que se ha apilado con la simple intención de realizar un rescate y huir, pero que ha ido de mal en peor. No tenemos a Seth, Ken quedó bajo el reflector y todos nosotros tenemos nuestras caras plasmadas en la televisión. ¿Cómo es que todo se fue a la mierda tan rápido? ¿Quién va a agarrar el manto de liderazgo, cuando todos nuestros planes no han hecho otra cosa que no sea fallar? — El problema es que… ¿A quién seguirían? No hay nadie demasiado famoso, demasiado seguro. Al menos que quieras hacer un rejunte de ex vencedores y ponerlos a favor de un gobierno igualitario — ironizo, porque sé que es imposible. Los mentores fueron la mancha de la mierda de los Black y no tengo idea de qué ha sido de muchos de ellos, así que no son una opción. Ni siquiera sé cuáles siguen con vida.
Que se sume a mi broma me hace sonreír, en especial porque me hace sentir que al menos podemos mantener aunque sea un ápice de humor, incluso cuando es a costa de nuestras desgracias. Eso es algo que siempre voy a agradecer de Alice; quiero decir, la ha pasado muy mal y de todas formas, puedo verla aquí. Quizá no está entera, pero no puedo creer que se mantiene de pie a pesar de la muerte de Murphy, de todo lo que hemos perdido y, sobre todo, está dispuesta a luchar, incluso más que yo. Seremos pocos y tal vez no tenemos todos los medios, pero todavía no nos han arrebatado el impulso de esperanza y eso vale por diez ministros y sus ejércitos — De verdad te admiro, Al — murmuro simplemente y acabo por sentarme por completo, rascando mis nudillos con una calma que en verdad no siento hace mucho tiempo — Si alguna vez quieres postularte como presidenta, tendrías mi voto — acabo bromeando. Un bostezo y siento que puedo dar por apagada la charla política por el día de hoy, al menos hasta que el resto regrese y podamos intercambiar información — ¿Hay algo para comer que no sean latas de conserva? — no es una verdadera queja. Sé que me esperan meses de mala alimentación y un futuro cargado de incertidumbre. Lo que importa es que estamos juntos en esto, en las buenas y en las malas, a pesar de todo.
Que se sume a mi broma me hace sonreír, en especial porque me hace sentir que al menos podemos mantener aunque sea un ápice de humor, incluso cuando es a costa de nuestras desgracias. Eso es algo que siempre voy a agradecer de Alice; quiero decir, la ha pasado muy mal y de todas formas, puedo verla aquí. Quizá no está entera, pero no puedo creer que se mantiene de pie a pesar de la muerte de Murphy, de todo lo que hemos perdido y, sobre todo, está dispuesta a luchar, incluso más que yo. Seremos pocos y tal vez no tenemos todos los medios, pero todavía no nos han arrebatado el impulso de esperanza y eso vale por diez ministros y sus ejércitos — De verdad te admiro, Al — murmuro simplemente y acabo por sentarme por completo, rascando mis nudillos con una calma que en verdad no siento hace mucho tiempo — Si alguna vez quieres postularte como presidenta, tendrías mi voto — acabo bromeando. Un bostezo y siento que puedo dar por apagada la charla política por el día de hoy, al menos hasta que el resto regrese y podamos intercambiar información — ¿Hay algo para comer que no sean latas de conserva? — no es una verdadera queja. Sé que me esperan meses de mala alimentación y un futuro cargado de incertidumbre. Lo que importa es que estamos juntos en esto, en las buenas y en las malas, a pesar de todo.
Con mi expresión dejo a entender que a mí tampoco se me ocurre otro candidato apropiado, moviendo las cejas en resignación y apretando los labios hacia dentro. No creo que sea justo poner a alguien al frente de una revolución que de primeras, ya tiene las de perder. Nadie querría tener esa responsabilidad, mucho menos ofrecer su cabeza para una ejecución inmediata, puesto que sería el primero del que se desharía el gobierno de saber que lidera la oposición. O quizás si haya alguien dispuesto y no hemos buscado lo suficiente o puesto los ojos en la persona correcta. Con esto me queda más claro que no tengo ni idea de nada, más que de que no hay forma de unir a las masas sin un líder que las incite a participar en el cambio. La sociedad siempre ha necesitado de una figura que los represente, esta no puede ser diferente, o caeremos en el error de llevar una anarquía.
Aparto la mirada ante lo que dice, con las cejas ligeramente fruncidas y sacudo la cabeza como si tan solo quisiera deshacerme del pelo en mi cara, cuando en realidad trato de desmentir sus palabras. — No hay nada que admirar. — Respondo honesta. No considero que sea una persona digna de la admiración de nadie, mi comportamiento difiere mucho de lo que alguien buscaría imitar, no hay más que ver las grabaciones de hace unas semanas, esas que dejan bien claro la clase de persona que soy. Estoy tratando de perdonarme por lo que hice, siendo que estaba actuando bajo una influencia de odio y venganza, pero es muy difícil hacerlo cuando ese mismo odio es hacia mí misma también. — Esa es la estupidez más grande que he escuchado nunca, y mira que he oído muchas a lo largo de mi vida. — Bromeo sobre la presidencia y volteo la mirada hacia él esta vez alzando las cejas y casi sonriendo, en un intento de cambiar de chip por algo que soy incapaz de creerme.
Agradezco que de un segundo a otro podamos dejar a un lado la política, cambio que hace que me levante con ayuda de mis manos. — Vamos a comprobarlo. — No es que tenga mucho apetito estos días, pero puedo hacer un intento. Por alguna razón extiendo las manos hacia él para que haga lo mismo y ayudarle a incorporarse, cuando es evidente que no lo necesita. — No soy la mejor cocinera, pero de seguro tu experiencia en la elaboración de sandwiches nos sirve de algo. — Vuelvo a bromear, siempre ha sido fácil hacerlo con Ben, y casi sirve para olvidarme momentáneamente de todo lo que está pasando fuera.
Aparto la mirada ante lo que dice, con las cejas ligeramente fruncidas y sacudo la cabeza como si tan solo quisiera deshacerme del pelo en mi cara, cuando en realidad trato de desmentir sus palabras. — No hay nada que admirar. — Respondo honesta. No considero que sea una persona digna de la admiración de nadie, mi comportamiento difiere mucho de lo que alguien buscaría imitar, no hay más que ver las grabaciones de hace unas semanas, esas que dejan bien claro la clase de persona que soy. Estoy tratando de perdonarme por lo que hice, siendo que estaba actuando bajo una influencia de odio y venganza, pero es muy difícil hacerlo cuando ese mismo odio es hacia mí misma también. — Esa es la estupidez más grande que he escuchado nunca, y mira que he oído muchas a lo largo de mi vida. — Bromeo sobre la presidencia y volteo la mirada hacia él esta vez alzando las cejas y casi sonriendo, en un intento de cambiar de chip por algo que soy incapaz de creerme.
Agradezco que de un segundo a otro podamos dejar a un lado la política, cambio que hace que me levante con ayuda de mis manos. — Vamos a comprobarlo. — No es que tenga mucho apetito estos días, pero puedo hacer un intento. Por alguna razón extiendo las manos hacia él para que haga lo mismo y ayudarle a incorporarse, cuando es evidente que no lo necesita. — No soy la mejor cocinera, pero de seguro tu experiencia en la elaboración de sandwiches nos sirve de algo. — Vuelvo a bromear, siempre ha sido fácil hacerlo con Ben, y casi sirve para olvidarme momentáneamente de todo lo que está pasando fuera.
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