OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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The Mighty Fall
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The Mighty Fall
Gallagher, Cillian Brennan
The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
¿Qué ficha moverás?
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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31.03¡Hay nuevas habilidades disponibles! Podrán leer más sobre ellas aquí.
31.03Estudiantes, ¡los estamos buscando! Pasen a revisar nuestra nueva búsqueda Aquí.
Si alguien me hubiera dicho que íbamos a estar peor que hace tres meses, le habría escupido en la cara que eso era imposible. Eso sí, ahora tendría que estar tragándome mis propias palabras, porque las imágenes de los carteles que decoran las calles del cinco solo me gritan que estamos en problemas y todavía no hemos sido capaces de encontrar a Kendrick. Han pasado tres días desde el juicio y no tengo la más pálida idea de cómo se supone que voy a solucionar esto. Quiero decir, prometí cuidar de los míos, en especial de los niños y ahora son sus rostros los que más me alarman en los anuncios de búsqueda. Si antes estábamos jodidos, ahora creo que tenemos un pie sobre la tumba.
Para variar, el ambiente está caldeado y estar dentro de un monoambiente con tres mujeres es la peor situación de todas pero, a su vez, es la opción que me queda. Sabemos que estamos protegidos por los encantamientos de Amber y apenas asomamos la nariz, pero aún así no hacemos otra cosa que esperar a que un montón de aurores tiren la puerta abajo. Además, no dejo de reproducir una y otra vez las imágenes del juicio, en parte por la impresión de la ejecución, en parte porque aún no entiendo a Arianne. Intento convencerme de que lo ha hecho por supervivencia, que está ligado a lo que me ha contado la última vez que nos vimos. Y por otro lado, se encuentran las palabras de Weynart. ¿Cómo se supone que vamos a pelear una guerra, cuando apenas y tenemos para comer? La respuesta viene con una idea poco segura y que no me hace nada de gracia, en especial porque no viene de la mano de una de mis personas favoritas en la red.
Consigo la dirección exacta de parte de mi prima y me encamino hacia allí oculto bajo la capa, tratando de no perderme en un distrito que, poco a poco, voy conociendo mejor. Cuando llego, lo que ven mis ojos es un negocio bloqueado y destartalado, con maderas cubriendo puertas y ventanas. Me sonrío con gracia, conozco bien los encantamientos de este estilo al haber vivido quince años bajo uno de ellos y, cuando doy un paso en su dirección, la tienda cobra su aspecto habitual, rompiendo su ilusión. Lo bueno de tener el contacto que me ha guiado hasta ella, supongo. La campana suena en cuanto abro la puerta y echo un vistazo alrededor, no muy interesado en las cosas con mala pinta, hasta que Moira aparece en mi radar — ¿Tienes cinco minutos para mí o interrumpo tu novela? — pregunto, aunque el tono burlesco indica que vengo en son de paz.
Para variar, el ambiente está caldeado y estar dentro de un monoambiente con tres mujeres es la peor situación de todas pero, a su vez, es la opción que me queda. Sabemos que estamos protegidos por los encantamientos de Amber y apenas asomamos la nariz, pero aún así no hacemos otra cosa que esperar a que un montón de aurores tiren la puerta abajo. Además, no dejo de reproducir una y otra vez las imágenes del juicio, en parte por la impresión de la ejecución, en parte porque aún no entiendo a Arianne. Intento convencerme de que lo ha hecho por supervivencia, que está ligado a lo que me ha contado la última vez que nos vimos. Y por otro lado, se encuentran las palabras de Weynart. ¿Cómo se supone que vamos a pelear una guerra, cuando apenas y tenemos para comer? La respuesta viene con una idea poco segura y que no me hace nada de gracia, en especial porque no viene de la mano de una de mis personas favoritas en la red.
Consigo la dirección exacta de parte de mi prima y me encamino hacia allí oculto bajo la capa, tratando de no perderme en un distrito que, poco a poco, voy conociendo mejor. Cuando llego, lo que ven mis ojos es un negocio bloqueado y destartalado, con maderas cubriendo puertas y ventanas. Me sonrío con gracia, conozco bien los encantamientos de este estilo al haber vivido quince años bajo uno de ellos y, cuando doy un paso en su dirección, la tienda cobra su aspecto habitual, rompiendo su ilusión. Lo bueno de tener el contacto que me ha guiado hasta ella, supongo. La campana suena en cuanto abro la puerta y echo un vistazo alrededor, no muy interesado en las cosas con mala pinta, hasta que Moira aparece en mi radar — ¿Tienes cinco minutos para mí o interrumpo tu novela? — pregunto, aunque el tono burlesco indica que vengo en son de paz.
—Veintisiete años, Dimitri. Veintisiete años siendo una ciudadana ejemplar...¿En verdad crees que no tenían una mejor fotografía para publicar? Esto es malo, muy malo para el negocio, Dimitri.— Explicó la mujer hacia la pantalla de su espejo comunicador, donde la figura de un brujo afroamericano le devolvía la mirada un tanto divertida y la escuchaba mientras cocinaba desnudo.
Antes de empezar a babear sobre el aparato, no por el precioso costillar de cerdo bañado en salsa barbacoa, dio por finalizada la conversación y se despidió de su amante con un amoroso "fuck you".
Culpa de todo el desastre con el gobierno, Moira tuvo que tomar precauciones. Su madrina la ayudó con un par de hechizos de protección, ya que seguiría vendiendo, pero sólo a los clientes fieles y de confianza y Jeff...el no hizo nada.
Sentada en el interior de su escritorio diminuto, donde tenía que saltar sobre la mesa para poder salir, observaba de cerca y bajo luz un precioso collar maldito. Tenía que venderlo por una buena cantidad de galeones si conseguía romper el conjuro...O mentir al respecto, ¿Mucho más sencillo no?
Dejó el espejo, apartó la mirada de la joya y se estiró de piernas y brazos, actuaba como si nada hubiese pasado, como si no estuvieran en medio de una guerra y como si el gobierno no hubiese quemado al delicioso culo de NeoPanem. Vaya que se había tardado demasiado en descubrir su amor por ese trasero, tenía que despertarse antes de volver a perder una oportunidad.
Respiró profundo, llena de angustia y dolor, para luego brincar esquivando los papeles y bolsas vacías de bocadillos. Salió de su despacho y se encaminó hacia la parte delantera de la tienda, justo cuando un enorme bombero sexy ingresaba. La excitación desapareció cuando recordó quién era el pelirrojo, así que apoyando los codos sobre el mostrador, lo mió arqueando las cejas. —Estoy en medio de una canción, espera a que termine.— Respondió tomando un plumero y comenzó a quitar el polvo de las estanterías, mientras movía las caderas y cantaba. —Si supieras que me gustas tanto, que me tiemblan las manos cuando la tengo cerca. Que no me basta, con ser su amigo y para mi es un castigo, de que no se de cuenta...Se supone que esto no pasara, pero llegan las ganas y dime quién las frenaaaaa....— Dio una vuelta completa balanceando sus cabellos y de paso limpió un poco las cajas con frascos de un liquido explosivo que todavía no conseguía vender. —Pero el color de sus ojooooos, su pelo, su cara...Ese hombre lo tiene todo, como no desearlo...— El estribillo en español era la mejor parte, sin embargo detuvo abruptamente su meneo sensual y golpeó con el plumero la madera del mostrador. —¿Qué quiere el presidente de los renegados? Oh amo y señor dirigente de los sobrevivientes del famoso distrito 14...Director ejecutivo de los rebeldes, orador encomendado de la importante misión de emitir y transmitir el malestar de las criaturas, humanos y traidores...menos de mi, claro.— Una sonrisa enorme cruzó todo su rostro.
Antes de empezar a babear sobre el aparato, no por el precioso costillar de cerdo bañado en salsa barbacoa, dio por finalizada la conversación y se despidió de su amante con un amoroso "fuck you".
Culpa de todo el desastre con el gobierno, Moira tuvo que tomar precauciones. Su madrina la ayudó con un par de hechizos de protección, ya que seguiría vendiendo, pero sólo a los clientes fieles y de confianza y Jeff...el no hizo nada.
Sentada en el interior de su escritorio diminuto, donde tenía que saltar sobre la mesa para poder salir, observaba de cerca y bajo luz un precioso collar maldito. Tenía que venderlo por una buena cantidad de galeones si conseguía romper el conjuro...O mentir al respecto, ¿Mucho más sencillo no?
Dejó el espejo, apartó la mirada de la joya y se estiró de piernas y brazos, actuaba como si nada hubiese pasado, como si no estuvieran en medio de una guerra y como si el gobierno no hubiese quemado al delicioso culo de NeoPanem. Vaya que se había tardado demasiado en descubrir su amor por ese trasero, tenía que despertarse antes de volver a perder una oportunidad.
Respiró profundo, llena de angustia y dolor, para luego brincar esquivando los papeles y bolsas vacías de bocadillos. Salió de su despacho y se encaminó hacia la parte delantera de la tienda, justo cuando un enorme bombero sexy ingresaba. La excitación desapareció cuando recordó quién era el pelirrojo, así que apoyando los codos sobre el mostrador, lo mió arqueando las cejas. —Estoy en medio de una canción, espera a que termine.— Respondió tomando un plumero y comenzó a quitar el polvo de las estanterías, mientras movía las caderas y cantaba. —Si supieras que me gustas tanto, que me tiemblan las manos cuando la tengo cerca. Que no me basta, con ser su amigo y para mi es un castigo, de que no se de cuenta...Se supone que esto no pasara, pero llegan las ganas y dime quién las frenaaaaa....— Dio una vuelta completa balanceando sus cabellos y de paso limpió un poco las cajas con frascos de un liquido explosivo que todavía no conseguía vender. —Pero el color de sus ojooooos, su pelo, su cara...Ese hombre lo tiene todo, como no desearlo...— El estribillo en español era la mejor parte, sin embargo detuvo abruptamente su meneo sensual y golpeó con el plumero la madera del mostrador. —¿Qué quiere el presidente de los renegados? Oh amo y señor dirigente de los sobrevivientes del famoso distrito 14...Director ejecutivo de los rebeldes, orador encomendado de la importante misión de emitir y transmitir el malestar de las criaturas, humanos y traidores...menos de mi, claro.— Una sonrisa enorme cruzó todo su rostro.
De acuerdo, no me esperaba esta bienvenida. Abro la boca con intenciones de decir algo al respecto, pero me encuentro en silencio ante la confusión que me representa el verla ponerse a cantar con un plumero. Incluso aprovecho esos segundos en los cuales parece muy absorta en su propia canción para mirar a ambos lados, estirando el cuello en busca de alguna persona o cámara que me indique que todo esto es una broma. No conozco mucho a Moira, solo lo justo y necesario de las reuniones dentro del loft de la red y nuestra fallida misión, pero jamás la he visto como alguien muy… lúcida y normal. Si hubiera podido elegir entre la lista de los integrantes de la red, estoy seguro de que no la habría escogido a ella, pero tampoco tengo muchas opciones. Además, esta gente anda cuidando a los niños, así que tampoco me voy a poner quisquilloso con ellos.
Es lo que dice al regresar a mí lo que me obliga a mirarla con gesto cansado y sarcástico — No soy nada de eso — no tengo idea de cuántas veces he negado mi supuesto liderazgo en lo que va de mi instancia en el cinco, pero no me detengo en eso. Doblo la capa sin mucho cuidado y la coloco en el interior de mi chaqueta, a la cual le doy un suave golpecito. Asumo que, de momento, estoy a salvo… o tendré que sacar el arma que llevo escondida entre las ropas — Trabajas con objetos tenebrosos, ¿verdad? — avanzo por la tienda con un paso cauteloso, paseando los ojos por las vidrieras y estantes — He oído algunas cosas sobre ellos. Dicen que muchos te ayudan a protegerte de tus enemigos, te ocultan, los engañan… — supongo que ella comprende a dónde quiero llegar. Se acercan tiempos difíciles, su cara es una de las tantas que ahora decoran los televisores y las calles, va a comprender mi urgencia. O al menos eso espero, con Moira nunca se sabe.
Al llegar al mostrador, me recargo con cuidado y froto mis manos muy lentamente, tratando de recordar las palabras que pensé decir con exactitud — No tengo dinero, eso es sabido. No es como si pudiese ponerme a trabajar ahora, pero necesito proteger a los míos ahora que tenemos el farol sobre nuestras cabezas — no sé cómo es ella como negociante, así que intento mostrarme sereno y confiado — Si me fías alguno de tus productos, prometo pagarlo en el futuro. Se me da bien el robar, lo que tú quieras — si desea galeones, de acuerdo. Si tengo que robar algo más grande, puedo hacer el intento.
Es lo que dice al regresar a mí lo que me obliga a mirarla con gesto cansado y sarcástico — No soy nada de eso — no tengo idea de cuántas veces he negado mi supuesto liderazgo en lo que va de mi instancia en el cinco, pero no me detengo en eso. Doblo la capa sin mucho cuidado y la coloco en el interior de mi chaqueta, a la cual le doy un suave golpecito. Asumo que, de momento, estoy a salvo… o tendré que sacar el arma que llevo escondida entre las ropas — Trabajas con objetos tenebrosos, ¿verdad? — avanzo por la tienda con un paso cauteloso, paseando los ojos por las vidrieras y estantes — He oído algunas cosas sobre ellos. Dicen que muchos te ayudan a protegerte de tus enemigos, te ocultan, los engañan… — supongo que ella comprende a dónde quiero llegar. Se acercan tiempos difíciles, su cara es una de las tantas que ahora decoran los televisores y las calles, va a comprender mi urgencia. O al menos eso espero, con Moira nunca se sabe.
Al llegar al mostrador, me recargo con cuidado y froto mis manos muy lentamente, tratando de recordar las palabras que pensé decir con exactitud — No tengo dinero, eso es sabido. No es como si pudiese ponerme a trabajar ahora, pero necesito proteger a los míos ahora que tenemos el farol sobre nuestras cabezas — no sé cómo es ella como negociante, así que intento mostrarme sereno y confiado — Si me fías alguno de tus productos, prometo pagarlo en el futuro. Se me da bien el robar, lo que tú quieras — si desea galeones, de acuerdo. Si tengo que robar algo más grande, puedo hacer el intento.
—Nop, vendo algodón de azúcar, dulces y los domingos helados.— Respondió la buena pregunta del pelirrojo, apoyando sus codos sobre el mostrador ¿Acaso era ciego o las vidrieras estaban demasiado sucias?
Era la primera vez que estaba sola con el famoso Benedict Franco y por supuesto que se tomó el tiempo para recorrerlo con la mirada como si fuera un caramelo, deteniéndose unos segundos de más en la bonita capa y bulto.
Con el rostro iluminado por el interés de la conversación, se acercó un poco más hacia el enorme bombero y acarició su propia barbilla con una uña larga y perfectamente pintada. —Lo siento, no me suena...pero si es interesante.— Volvió a elevar las comisuras de sus labios.
Antes su odio no le había permitido notar la belleza física de la bestia en el interior de su tienda y ahora mismo quería enredar los dedos en sus cabellos, esparcirlos sobre su almohada, por sus muslos...Moira, basta, concentrada. El regaño interior funcionó y dejó de imaginarse cabalgando...¡MOIRA! —Si, tengo algunos de esos...También explosivos, venenos, objetos con maldiciones imposibles de romper, juguetes sexuales...Creo que me quedan un par de pociones interesantes. Claro que lo que no tengo, lo consigo y a un buen precio. — Ladeó la cabeza e infló el pecho orgullosa.
Presionando los labios y mordiendo el interior de su mejilla, intentó aguantar la risa mientras Ben le hablaba con todo un discurso preparado. Bonito, muy bonito. —¿Ya terminaste?— Preguntó y entonces si empezó a soltar las carcajadas de cerdito con los ojos algo humedecidos.
Cada vez que lo miraba, volvía a reír, por lo tanto apoyó la frente sobre el mostrador y una vez calmada, se incorporó con el rostro serio, como si no hubiese pasado absolutamente nada divertido en los últimos días de su vida. —Estoy un poco loca, pero no soy estúpida, no le he fiado nunca nada a nadie y no planeo empezar a hacerlo.— Se cruzó de brazos y pegó los labios a su nariz, haciendo una especie de pico pensativo. —Si podríamos llegar a un acuerdo, por ejemplo, tú capa me serviría bastante para asistir a mis ventas ilegales por el país e incluso podría ir a visitar a mi padre y su bonita familia...También podrías serme de gran ayuda para mi clases de arte, necesito un modelo para mis bocetos del cuerpo humano desnudo.— Con las uñas golpeando el mostrador, creó una suave y constante melodía, la cual detuvo cuando la idea llegó a su mente. —Pero todo comienzo de negociación tiene un precio ¿Y sabes cuál es el mío?— Mordió su lengua y de nuevo soltó una carcajada. —Quiero que te disculpes por hacerme callar.— Y entonces si lo miró con frialdad.
Era la primera vez que estaba sola con el famoso Benedict Franco y por supuesto que se tomó el tiempo para recorrerlo con la mirada como si fuera un caramelo, deteniéndose unos segundos de más en la bonita capa y bulto.
Con el rostro iluminado por el interés de la conversación, se acercó un poco más hacia el enorme bombero y acarició su propia barbilla con una uña larga y perfectamente pintada. —Lo siento, no me suena...pero si es interesante.— Volvió a elevar las comisuras de sus labios.
Antes su odio no le había permitido notar la belleza física de la bestia en el interior de su tienda y ahora mismo quería enredar los dedos en sus cabellos, esparcirlos sobre su almohada, por sus muslos...Moira, basta, concentrada. El regaño interior funcionó y dejó de imaginarse cabalgando...¡MOIRA! —Si, tengo algunos de esos...También explosivos, venenos, objetos con maldiciones imposibles de romper, juguetes sexuales...Creo que me quedan un par de pociones interesantes. Claro que lo que no tengo, lo consigo y a un buen precio. — Ladeó la cabeza e infló el pecho orgullosa.
Presionando los labios y mordiendo el interior de su mejilla, intentó aguantar la risa mientras Ben le hablaba con todo un discurso preparado. Bonito, muy bonito. —¿Ya terminaste?— Preguntó y entonces si empezó a soltar las carcajadas de cerdito con los ojos algo humedecidos.
Cada vez que lo miraba, volvía a reír, por lo tanto apoyó la frente sobre el mostrador y una vez calmada, se incorporó con el rostro serio, como si no hubiese pasado absolutamente nada divertido en los últimos días de su vida. —Estoy un poco loca, pero no soy estúpida, no le he fiado nunca nada a nadie y no planeo empezar a hacerlo.— Se cruzó de brazos y pegó los labios a su nariz, haciendo una especie de pico pensativo. —Si podríamos llegar a un acuerdo, por ejemplo, tú capa me serviría bastante para asistir a mis ventas ilegales por el país e incluso podría ir a visitar a mi padre y su bonita familia...También podrías serme de gran ayuda para mi clases de arte, necesito un modelo para mis bocetos del cuerpo humano desnudo.— Con las uñas golpeando el mostrador, creó una suave y constante melodía, la cual detuvo cuando la idea llegó a su mente. —Pero todo comienzo de negociación tiene un precio ¿Y sabes cuál es el mío?— Mordió su lengua y de nuevo soltó una carcajada. —Quiero que te disculpes por hacerme callar.— Y entonces si lo miró con frialdad.
Me tomaría un poco más en serio su lista si no fuese porque la mención de los juguetes sexuales me hace arquear una de las cejas con escepticismo. ¿Por qué será que siento que, de todas las personas de la red, tengo que hacer negocios con la que no es capaz de hablar en serio? Quiero decir, se puso a despotricar por su bendita novela en medio de un intercambio de rehenes que incluía a gente de su importancia. ¿Qué clase de persona hace eso? — Solo busco objetos de protección. Como un chivatoscopio o uno de esos que apagan las luces a su alcance — no tengo idea de cómo lucen, solo he escuchado sobre ellos y espero que ella me guíe en el asunto. Al fin y al cabo, se supone que es la experta.
Su risa es por demás incómoda y tengo que contenerme para no decirle que se tome las cosas con seriedad, prenso mis labios y espero a que deje de descotillarse hasta que fuerzo una sonrisa cuando parece que se va a poner a hablar. Bien, no me esperaba que acepte de inmediato, pero lo que dice hace que me aferre al borde del mostrador para enderezarme con los hombros tensos — La capa es una reliquia familiar. No está en discusión. Y no dejaría que me pintes desnudo ni aunque no estuvieran buscando mi rostro en la televisión — cuanto menos evidencia física que pueda caer en las manos equivocadas, mejor. Intento no rodar los ojos ante lo último, pero fallo en el proceso. Al menos, me río entre dientes — ¿De verdad esperas que me disculpe por recordarte lo que estaba en juego? Quizá tú no te tomas nada de esto en serio, pero yo sí. Habían cosas más importantes que una novela por las cuales preocuparse esa noche. Nos hiciste quedar... mal — iba a decir "como idiotas", pero no quiero insultarla en toda la cara.
Suspiro para armarme de paciencia y me echo algo de cabello hacia atrás, tal y como si eso me ayudase a meditar — ¿Qué es lo que alguien como tú necesita? Parece que aquí tienes todo lo necesario para salvarte el culo. Se supone que jugamos en el mismo equipo — y si nosotros caemos, ellos probablemente sean los siguientes.
Su risa es por demás incómoda y tengo que contenerme para no decirle que se tome las cosas con seriedad, prenso mis labios y espero a que deje de descotillarse hasta que fuerzo una sonrisa cuando parece que se va a poner a hablar. Bien, no me esperaba que acepte de inmediato, pero lo que dice hace que me aferre al borde del mostrador para enderezarme con los hombros tensos — La capa es una reliquia familiar. No está en discusión. Y no dejaría que me pintes desnudo ni aunque no estuvieran buscando mi rostro en la televisión — cuanto menos evidencia física que pueda caer en las manos equivocadas, mejor. Intento no rodar los ojos ante lo último, pero fallo en el proceso. Al menos, me río entre dientes — ¿De verdad esperas que me disculpe por recordarte lo que estaba en juego? Quizá tú no te tomas nada de esto en serio, pero yo sí. Habían cosas más importantes que una novela por las cuales preocuparse esa noche. Nos hiciste quedar... mal — iba a decir "como idiotas", pero no quiero insultarla en toda la cara.
Suspiro para armarme de paciencia y me echo algo de cabello hacia atrás, tal y como si eso me ayudase a meditar — ¿Qué es lo que alguien como tú necesita? Parece que aquí tienes todo lo necesario para salvarte el culo. Se supone que jugamos en el mismo equipo — y si nosotros caemos, ellos probablemente sean los siguientes.
Con un suave movimiento de la varita, una caja cubierta de polvo flotó hasta quedar sobre el mostrador. Antes de revelar el contenido del interior, Moira acercó su silla alta y tomó asiento frente a Ben. —Haz venido al lugar indicado.— Comentó abrazando su mercadería.
La respuesta a sus sugerencias le hizo formar un puchero triste, escondiendo el labio superior dentro del inferior, pero sólo duró unos segundos, porque la imagen mental del pelirrojo posando desnudo sobre el sofá le causó un nuevo ataque de risas. Cobarde, sabía que no podría seguirle el ritmo si lograba llevarlo del sillón a la cama y no precisamente para pintarlo.
Con las uñas comenzó a abrir la tapa de madera, pero al escuchar las palabras del hombre apestoso, guardó la caja en la protección de sus brazos. Sacó la lengua y la mordió mientras las carcajadas escapaban de nuevo de su boca. —Vaya...sabia que eras un mugrosos, pero no tenía idea de que fueras un hipócrita.— Ups. Abrió los ojos como platos y cubrió sus labios con tres dedos. —¿Yo los hice quedar mal? Recapitulemos y veamos todo desde mi punto de vista, ¿Quieres?— Preguntó con amabilidad, mas no esperó su respuesta, se puso de pie y comenzó a caminar de lado a lado, imitando el paso militar de los aurores. —Un grupo de personas alborotan toda nuestra vida cuando buscan refugio, luego se van al Capitolio donde exponen sus rostro de una manera tan estúpida y cuando regresan a nuestro hogar, ohhhhh sorpresa, lo hacen sin mi madrina y trayendo de rehén a mi padre. Si, por si no lo sabías, Ivar es mi papito.— Respira hondo para continuar con la enorme lista. —Al momento del intercambio, este grupo de sobrevivientes, caen en la trampa del gobierno...— Al llegar a ese punto, Moira se quedó parada y ladeó la cabeza arrugando la nariz. —¿En serio creíste que no averiguarían la sangre de tú niño y luego te lo devolverían? Bueno no importa, es obvio que el ingenuo fuiste tú.— De nuevo paso a paso recorrió el mostrador de un extremo al otro. —Y como broche de oro, la rubia tarada le dispara en la frente a la hermana del ministro de defensa, haciendo que nos vean a todos como unos verdaderos salvajes. Si estuviese del lado del gobierno, usaría vídeos de la cueva para ganar seguidores.— Con uno de los brazos extendidos y el otro sujetando la caja pegada al cuerpo, cruzó los pies y agachó el torso haciendo una reverencia dramática. —No mencionaré el hecho de que dos rebeldes nuestros murieron en la hoguera, una mi proveedora de mercadería y el otro el mejor culo del país.— Agregó soltando toda la información sin respirar.
Miró hacia los lados, asintió hacia los aplausos imaginarios y volvió a tomar asiento frente al pelirrojo. —Así que si, quiero escuchar esas disculpas, porque no fui yo la culpable de hacerlos quedar...mal.— Apoyó el codo derecho sobre el mostrador y sujetando su barbilla, esperó sonriendo. Claro que para meter un poco de presión y aclarar quién estaba al mando ahora, abrió la tapa de la caja de madera y enseñó el chivatoscopio envuelto en papel amarillento.
Moira lamió su labio inferior al ver como se apartaba el cabello de aquella manera tan sensual, pero al recordar que no era su amigo, se puso seria. —¿Somos del mismo equipo? ¿En serio? Pues no has aceptado ninguna de mis sugerencias y tampoco me has dado una que valga la pena. Soy toda oídos ¿qué tienes para ofrecerme?
Acomodando la espalda contra el respaldo de la silla, hizo un gesto con la mano para que Ben tomara el objeto para comprobar la excelente calidad y luego se cruzó de brazos. —Los desiluminadores me llegan este fin de semana y si quieres uno, puedes enviar a Alice. Ella me agrada mucho, tú no tanto.
La respuesta a sus sugerencias le hizo formar un puchero triste, escondiendo el labio superior dentro del inferior, pero sólo duró unos segundos, porque la imagen mental del pelirrojo posando desnudo sobre el sofá le causó un nuevo ataque de risas. Cobarde, sabía que no podría seguirle el ritmo si lograba llevarlo del sillón a la cama y no precisamente para pintarlo.
Con las uñas comenzó a abrir la tapa de madera, pero al escuchar las palabras del hombre apestoso, guardó la caja en la protección de sus brazos. Sacó la lengua y la mordió mientras las carcajadas escapaban de nuevo de su boca. —Vaya...sabia que eras un mugrosos, pero no tenía idea de que fueras un hipócrita.— Ups. Abrió los ojos como platos y cubrió sus labios con tres dedos. —¿Yo los hice quedar mal? Recapitulemos y veamos todo desde mi punto de vista, ¿Quieres?— Preguntó con amabilidad, mas no esperó su respuesta, se puso de pie y comenzó a caminar de lado a lado, imitando el paso militar de los aurores. —Un grupo de personas alborotan toda nuestra vida cuando buscan refugio, luego se van al Capitolio donde exponen sus rostro de una manera tan estúpida y cuando regresan a nuestro hogar, ohhhhh sorpresa, lo hacen sin mi madrina y trayendo de rehén a mi padre. Si, por si no lo sabías, Ivar es mi papito.— Respira hondo para continuar con la enorme lista. —Al momento del intercambio, este grupo de sobrevivientes, caen en la trampa del gobierno...— Al llegar a ese punto, Moira se quedó parada y ladeó la cabeza arrugando la nariz. —¿En serio creíste que no averiguarían la sangre de tú niño y luego te lo devolverían? Bueno no importa, es obvio que el ingenuo fuiste tú.— De nuevo paso a paso recorrió el mostrador de un extremo al otro. —Y como broche de oro, la rubia tarada le dispara en la frente a la hermana del ministro de defensa, haciendo que nos vean a todos como unos verdaderos salvajes. Si estuviese del lado del gobierno, usaría vídeos de la cueva para ganar seguidores.— Con uno de los brazos extendidos y el otro sujetando la caja pegada al cuerpo, cruzó los pies y agachó el torso haciendo una reverencia dramática. —No mencionaré el hecho de que dos rebeldes nuestros murieron en la hoguera, una mi proveedora de mercadería y el otro el mejor culo del país.— Agregó soltando toda la información sin respirar.
Miró hacia los lados, asintió hacia los aplausos imaginarios y volvió a tomar asiento frente al pelirrojo. —Así que si, quiero escuchar esas disculpas, porque no fui yo la culpable de hacerlos quedar...mal.— Apoyó el codo derecho sobre el mostrador y sujetando su barbilla, esperó sonriendo. Claro que para meter un poco de presión y aclarar quién estaba al mando ahora, abrió la tapa de la caja de madera y enseñó el chivatoscopio envuelto en papel amarillento.
Moira lamió su labio inferior al ver como se apartaba el cabello de aquella manera tan sensual, pero al recordar que no era su amigo, se puso seria. —¿Somos del mismo equipo? ¿En serio? Pues no has aceptado ninguna de mis sugerencias y tampoco me has dado una que valga la pena. Soy toda oídos ¿qué tienes para ofrecerme?
Acomodando la espalda contra el respaldo de la silla, hizo un gesto con la mano para que Ben tomara el objeto para comprobar la excelente calidad y luego se cruzó de brazos. —Los desiluminadores me llegan este fin de semana y si quieres uno, puedes enviar a Alice. Ella me agrada mucho, tú no tanto.
De verdad, me gustaría que alguien me dijese si esta mujer tiene todos los tornillos bien colocados o se ha golpeado la cabeza cuando era muy pequeña. Me quedo todo lo callado que puedo, masticando mi lengua como si de esa manera pudiera tragarme las palabras mientras ella despliega un acting que no me interesa demasiado y puedo sentir el ambiente caldeado incluso sin haberlo deseado. Llegado un punto, tomo aire y lo largo con fuerza — ¿Eso es todo? — pregunto, tratando de no sonar tan desdeñoso a pesar de que no puedo contenerme demasiado — Primero que nada, no insultes a mi familia en mi cara o te cortaré la lengua, ¿de acuerdo? — calma, Ben — Segundo, nosotros jamás quisimos crear un atentado, eso fue cosa de tu gente. Tercero, puede que nos equivocamos en como llevar a cabo el intercambio, pero teníamos intenciones de sacarlos a todos con vida de allí y tú actuaste como una mocosa caprichosa adelante de un montón de empleados del gobierno, en lugar de tomarte las cosas con la seriedad adecuada. Así que, si quieres mi consejo, enciérrate en tu tienda y deja que los demás nos hagamos cargo de luchar esta guerra. Así no te perderás tu novela y nosotros no tendremos que callarte la boca cuando estamos intentando hacer el verdadero trabajo. ¿Lo entendiste bien? — fuerzo una sonrisa que eleva mis mejillas por un momento, espero haber sido claro, sino no tengo problemas en hablar con mucha menos suavidad incluso si eso significa que me iré con las manos vacías. Creo que dejo bien en claro que no pienso disculparme, ni siquiera cuando me enseña un chivatoscopio que, por muy bonito y útil que sea, no merece mi atención cuando estoy tratando de mantenerme calmo. De verdad, la cercanía de la luna llena no ayuda.
— Si quieres que toda esta estupidez de un gobierno dictador se termine por el bien de todos… sí, supongo que somos del mismo equipo, nos guste o no — no tenemos por qué llevarnos bien, solo saber que nos conviene el trabajar juntos. No espero ser su amigo y tampoco pretendo algo parecido de su parte. Asiento ante el comentario de Alice y los desiluminadores, me anoto que ese es su nombre correcto y trato de hacerme una idea de la clase de persona que es para hacerle una oferta. Y no, no voy a ofrecer sexo a cambio de absolutamente nada — Trabajaré para ti — siento que le estoy vendiendo el alma al diablo, pero ya qué — Haré los encargos que necesites, puedo llevar a cabo cualquier tráfico que sea necesario. Mi capa es impenetrable e infalible, puedo entrar y salir de cualquier lado sin que nadie me vea — muevo mis dedos sobre el mostrador como si imitase los pasos de alguien sumamente veloz — Y si necesitas que haga el trabajo sucio con cualquier deudor o sujeto sospechoso, me encargaré de él. Tómalo como un intercambio de servicios. ¿O debo recordarte que he sido un prófugo desde los catorce años? — quizá he fallado en algunas ocasiones, pero sigo vivo y libre. Eso debería ser más que suficiente.
— Si quieres que toda esta estupidez de un gobierno dictador se termine por el bien de todos… sí, supongo que somos del mismo equipo, nos guste o no — no tenemos por qué llevarnos bien, solo saber que nos conviene el trabajar juntos. No espero ser su amigo y tampoco pretendo algo parecido de su parte. Asiento ante el comentario de Alice y los desiluminadores, me anoto que ese es su nombre correcto y trato de hacerme una idea de la clase de persona que es para hacerle una oferta. Y no, no voy a ofrecer sexo a cambio de absolutamente nada — Trabajaré para ti — siento que le estoy vendiendo el alma al diablo, pero ya qué — Haré los encargos que necesites, puedo llevar a cabo cualquier tráfico que sea necesario. Mi capa es impenetrable e infalible, puedo entrar y salir de cualquier lado sin que nadie me vea — muevo mis dedos sobre el mostrador como si imitase los pasos de alguien sumamente veloz — Y si necesitas que haga el trabajo sucio con cualquier deudor o sujeto sospechoso, me encargaré de él. Tómalo como un intercambio de servicios. ¿O debo recordarte que he sido un prófugo desde los catorce años? — quizá he fallado en algunas ocasiones, pero sigo vivo y libre. Eso debería ser más que suficiente.
Su sonrisa se transformó en un pequeño pico y comenzó a negar con la cabeza, mientras acariciaba la caja con la punta de su varita. —¿En serio crees que me asustaré con esa amenaza?— Preguntó divertida.
Sin levantar los codos del mostrador, balanceó sus piernas y fingió escuchar todo lo que él le respondía, ¿Por qué no se hacía cargo de una vez por todas? Si, era más sencillo echarle la culpa a los demás, pero ya tenía las pelotas bien peludas y no era un niño. Clavó las uñas sobre la madera para no tapar sus oídos y tararear. —¿Eso es todo?— Preguntó tratando de imitar el tono de voz grave, el cual luego se convirtió en un susurro. —Ahora te daré yo un consejo, sé más inteligente, porque te quieres hacer cargo de la lucha de una guerra en la cual vas perdiendo...¿Ya encontraste al niño Black?— Mordió su labio inferior para provocarlo, le gustaba jugar con las personas y llevarlos al limite, lo cual era bastante sencillo últimamente.
Con los brazos estirados por encima de la cabeza, hizo crujir su espalda y luego su cuello. —Ten cuidado, Franco. Ya tienes demasiados enemigos, no te conviene seguir agregando nombres a tú lista, menos el de una que trabaja con objetos oscuros...Espero que eso también quede entendido, compañero de barco con destino a la muerte.— Soltó varias carcajadas, flexionando el brazo y estirando la mano en un saludo militar a la frente.
La diminuta mujer saltó de la silla, sus ojos brillaron y por poco le faltó vomitar arco-iris, esa sugerencia la había comprado y ni le importó negarlo u ocultarlo. No perdería clientes y tampoco se expondría más de lo necesario, win win. —Trabajarás para mi hasta pagar tú deuda, pero luego de eso, quiero que lo sigas haciendo.— Levantó la madera del mostrador para salir y quedar frente a él, sin barreras de por medio. —Necesitas dinero, así que luego de cada entrega, podremos dividir las ganancias.— Ofreció y estiró la mano adornada con anillos en diferentes falanges. —¿Tenemos un trato?
Sin levantar los codos del mostrador, balanceó sus piernas y fingió escuchar todo lo que él le respondía, ¿Por qué no se hacía cargo de una vez por todas? Si, era más sencillo echarle la culpa a los demás, pero ya tenía las pelotas bien peludas y no era un niño. Clavó las uñas sobre la madera para no tapar sus oídos y tararear. —¿Eso es todo?— Preguntó tratando de imitar el tono de voz grave, el cual luego se convirtió en un susurro. —Ahora te daré yo un consejo, sé más inteligente, porque te quieres hacer cargo de la lucha de una guerra en la cual vas perdiendo...¿Ya encontraste al niño Black?— Mordió su labio inferior para provocarlo, le gustaba jugar con las personas y llevarlos al limite, lo cual era bastante sencillo últimamente.
Con los brazos estirados por encima de la cabeza, hizo crujir su espalda y luego su cuello. —Ten cuidado, Franco. Ya tienes demasiados enemigos, no te conviene seguir agregando nombres a tú lista, menos el de una que trabaja con objetos oscuros...Espero que eso también quede entendido, compañero de barco con destino a la muerte.— Soltó varias carcajadas, flexionando el brazo y estirando la mano en un saludo militar a la frente.
La diminuta mujer saltó de la silla, sus ojos brillaron y por poco le faltó vomitar arco-iris, esa sugerencia la había comprado y ni le importó negarlo u ocultarlo. No perdería clientes y tampoco se expondría más de lo necesario, win win. —Trabajarás para mi hasta pagar tú deuda, pero luego de eso, quiero que lo sigas haciendo.— Levantó la madera del mostrador para salir y quedar frente a él, sin barreras de por medio. —Necesitas dinero, así que luego de cada entrega, podremos dividir las ganancias.— Ofreció y estiró la mano adornada con anillos en diferentes falanges. —¿Tenemos un trato?
No sé por qué, pero se me escapa una risa demasiado desdeñosa para ser yo — No me conoces — le recuerdo, siendo demasiado puntual al acentuar las palabras para que se le graben en su cabeza de termita — Así que no tienes idea de qué es lo que planeo hacer y no necesito de los consejos de una niña de papi que no ha hecho absolutamente nada más que estar detrás de un escritorio. No tienes idea de lo que vendrá ahora — lamentablemente, yo puedo decir que he estado en el ojo de la tormenta en más de una ocasión y no me siento muy orgulloso de eso. No voy a contestarle lo de Ken, asumo que Jeff se lo habrá dicho, pero ese sigue siendo nuestro propio problema y ella no estaba allí cuando todo se descontroló en nuestra pequeña pelea. Es algo íntimo que a ella no le incumbe.
La segunda risa mordaz viene con ese intento de amenaza vaga que no puedo tomarme en serio porque, vamos, es una pulga que no sabe pelear y ya he tenido demasiado con peces grandes como para preocuparme por ella — El día que tú seas lo suficientemente peligrosa como para preocuparme, hablamos. Necesitas culturizarte un poco, Moira. Lo necesitarás cuando salgas al mundo real — lo suelto con el tono más amistoso y conciliador que soy capaz, como si fuese el consejo de un amigo a un amigo. Si quiere golpearme, que lo intente, por favor. Si he podido bajar a alguien como Riorden Weynart, podré con ella en segundos.
Sé que he ganado esta ronda, al menos cuando baja de su asiento de esa manera. No me espero, de todos modos, que se ponga a distorsionar mi idea principal y observo la mano que me tiende con una ceja arqueada — No — digo simplemente y en tono cortante. Sin más, estiro la mano y me hago con la caja para ponerla bajo mi brazo sin miramientos — Favor por favor, no me interesa trabajar contigo. Moverme más de lo necesario nos pondría en evidencia, tampoco puedo dejar que me vean la cara por todos lados. ¿Ves? Te queda mucho por aprender en este juego, Moira. Tómalo de alguien que tuvo que crecer con esa cruz en la espalda — rebusco para volver a sacar la capa e ignoro la mano que me ha tendido — Cuando seas torturada por Jamie Niniadis en dos ocasiones, hablaremos de ello. Por el momento, esperaré a que me busques cuando necesites algo en pago por esto. Gracias por tus servicios — le regalo una sonrisita jocosa antes de desaparecer bajo la capa. Asumo que lo último que sabe de mí, es que la puerta se abre y la campanita vuelve a cerrar antes de que dé un portazo.
La segunda risa mordaz viene con ese intento de amenaza vaga que no puedo tomarme en serio porque, vamos, es una pulga que no sabe pelear y ya he tenido demasiado con peces grandes como para preocuparme por ella — El día que tú seas lo suficientemente peligrosa como para preocuparme, hablamos. Necesitas culturizarte un poco, Moira. Lo necesitarás cuando salgas al mundo real — lo suelto con el tono más amistoso y conciliador que soy capaz, como si fuese el consejo de un amigo a un amigo. Si quiere golpearme, que lo intente, por favor. Si he podido bajar a alguien como Riorden Weynart, podré con ella en segundos.
Sé que he ganado esta ronda, al menos cuando baja de su asiento de esa manera. No me espero, de todos modos, que se ponga a distorsionar mi idea principal y observo la mano que me tiende con una ceja arqueada — No — digo simplemente y en tono cortante. Sin más, estiro la mano y me hago con la caja para ponerla bajo mi brazo sin miramientos — Favor por favor, no me interesa trabajar contigo. Moverme más de lo necesario nos pondría en evidencia, tampoco puedo dejar que me vean la cara por todos lados. ¿Ves? Te queda mucho por aprender en este juego, Moira. Tómalo de alguien que tuvo que crecer con esa cruz en la espalda — rebusco para volver a sacar la capa e ignoro la mano que me ha tendido — Cuando seas torturada por Jamie Niniadis en dos ocasiones, hablaremos de ello. Por el momento, esperaré a que me busques cuando necesites algo en pago por esto. Gracias por tus servicios — le regalo una sonrisita jocosa antes de desaparecer bajo la capa. Asumo que lo último que sabe de mí, es que la puerta se abre y la campanita vuelve a cerrar antes de que dé un portazo.
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