OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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El mismo día que The Court of Miracles
Silencio la televisión para no tener que oír lo que dice el ministro Weynart después del anuncio de una guerra abierta, sigo con mi vista a las figuras que bajan del estrado, entre ellas la de Hans, y las cámaras siguen a los aurores que arrastran a los prisioneros a la plaza donde serán ejecutados. Al hombre lo identifico como aquel que nos atacó a Meerah y a mí ese día en el festival. Más de trescientas personas muertas en el atentado al ministerio, por las que dos serán quemadas en hogueras como un rito antiguo de sacrificio. Es más simbólico que otra cosa. Me hundo en los cojines del sillón, siento mi cuerpo más pesado en estos días, el agotamiento de semanas me hacen difícil cargar conmigo misma. Recargo mi cabeza contra el respaldo y si cierro los ojos podría dormir unos minutos, en vez de hacer eso aparto mi mirada de la pantalla de la televisión para mirar más allá de las ventanas que dan a las escaleras metálicas de emergencia, al recorte de cielo que puedo ver entre los edificios. Tengo el teléfono girando entre mis dedos, al final no me decido a llamar, sino que abandono el sillón y dejo la televisión prendida al abandonar el departamento.
Conozco el rostro de la chica que me abre la puerta, cambió bastante en los últimos quince años, pero ese cabello nevado y ojos pálidos son tan característicos de Synnove Lackberg que siendo una niña que apenas se paraban sobre sus pies, llamaba la atención en el taller mecánico las pocas veces fue llevada por su padre cuando iba a visitar al mío. Su trato es mucho más amable del que espero, no puedo decir lo mismo de la mujer pelirroja que me ve cruzar el pasillo con su hija hacia el despacho de Ivar en su casa, donde el hombre se encuentra supongo que atendiendo los expedientes en tanto el ministerio se reconstruye, para ponerse al día con los asuntos que quedaron pendientes en las semanas que siguieron a su secuestro y estadía en el hospital.
Esperé unos días de prudencia para tener el atrevimiento de llegar a su mismísima casa, pero creo que hemos llegado a un punto en que fingir que no nos conocemos es lo más tonto que podemos hacer. En verdad, me preocupé al saber que Ivar fue secuestrado por los rebeldes, me había hablado de sus contactos, pero no podía tener la seguridad de que éstos acudieran en su rescate. Lo que me preocupaba de todo, fue que por unos días estuvo con los pies puestos en esa fina e inestable línea entre quien es y quien aparente ser, y con una manera en el corazón, tenía un miedo frío de lo que podíamos pasarnos a quienes callamos pensamientos que nos pondrían en peligro.
—Creo que a Amalie no le caigo bien— le digo a Ivar apenas cruzo el umbral, y en parte porque quiero una charla privada y mínimamente porque eso puede molestar a su esposa, cierro la puerta a mi espalda. Hago un repaso visual de toda la decoración del lugar para caminar hacia una de las sillas frente al escritorio reservadas a las visitas, aunque no sé cuántas recibirá en su hogar, y me acomodo desentonando un poco con mi ropa informal de vaqueros y botas cortas, con todo este lugar que parece impoluto por un encantamiento permanente de brillo resplandeciente. —Me alegra ver que estás de vuelta en casa, Ivar— lo digo con auténtico sentimiento. —No miento, te vi en las filmaciones. Estuvieron a punto de asesinarte y después te llevaron como rehén. De todas las personas, tú…—. Me inclino un poco hacia adelante, con los codos sobre mis rodillas. —Me preocupé por ti, ya sabes, eres un viejo amigo al final de cuentas.
Silencio la televisión para no tener que oír lo que dice el ministro Weynart después del anuncio de una guerra abierta, sigo con mi vista a las figuras que bajan del estrado, entre ellas la de Hans, y las cámaras siguen a los aurores que arrastran a los prisioneros a la plaza donde serán ejecutados. Al hombre lo identifico como aquel que nos atacó a Meerah y a mí ese día en el festival. Más de trescientas personas muertas en el atentado al ministerio, por las que dos serán quemadas en hogueras como un rito antiguo de sacrificio. Es más simbólico que otra cosa. Me hundo en los cojines del sillón, siento mi cuerpo más pesado en estos días, el agotamiento de semanas me hacen difícil cargar conmigo misma. Recargo mi cabeza contra el respaldo y si cierro los ojos podría dormir unos minutos, en vez de hacer eso aparto mi mirada de la pantalla de la televisión para mirar más allá de las ventanas que dan a las escaleras metálicas de emergencia, al recorte de cielo que puedo ver entre los edificios. Tengo el teléfono girando entre mis dedos, al final no me decido a llamar, sino que abandono el sillón y dejo la televisión prendida al abandonar el departamento.
Conozco el rostro de la chica que me abre la puerta, cambió bastante en los últimos quince años, pero ese cabello nevado y ojos pálidos son tan característicos de Synnove Lackberg que siendo una niña que apenas se paraban sobre sus pies, llamaba la atención en el taller mecánico las pocas veces fue llevada por su padre cuando iba a visitar al mío. Su trato es mucho más amable del que espero, no puedo decir lo mismo de la mujer pelirroja que me ve cruzar el pasillo con su hija hacia el despacho de Ivar en su casa, donde el hombre se encuentra supongo que atendiendo los expedientes en tanto el ministerio se reconstruye, para ponerse al día con los asuntos que quedaron pendientes en las semanas que siguieron a su secuestro y estadía en el hospital.
Esperé unos días de prudencia para tener el atrevimiento de llegar a su mismísima casa, pero creo que hemos llegado a un punto en que fingir que no nos conocemos es lo más tonto que podemos hacer. En verdad, me preocupé al saber que Ivar fue secuestrado por los rebeldes, me había hablado de sus contactos, pero no podía tener la seguridad de que éstos acudieran en su rescate. Lo que me preocupaba de todo, fue que por unos días estuvo con los pies puestos en esa fina e inestable línea entre quien es y quien aparente ser, y con una manera en el corazón, tenía un miedo frío de lo que podíamos pasarnos a quienes callamos pensamientos que nos pondrían en peligro.
—Creo que a Amalie no le caigo bien— le digo a Ivar apenas cruzo el umbral, y en parte porque quiero una charla privada y mínimamente porque eso puede molestar a su esposa, cierro la puerta a mi espalda. Hago un repaso visual de toda la decoración del lugar para caminar hacia una de las sillas frente al escritorio reservadas a las visitas, aunque no sé cuántas recibirá en su hogar, y me acomodo desentonando un poco con mi ropa informal de vaqueros y botas cortas, con todo este lugar que parece impoluto por un encantamiento permanente de brillo resplandeciente. —Me alegra ver que estás de vuelta en casa, Ivar— lo digo con auténtico sentimiento. —No miento, te vi en las filmaciones. Estuvieron a punto de asesinarte y después te llevaron como rehén. De todas las personas, tú…—. Me inclino un poco hacia adelante, con los codos sobre mis rodillas. —Me preocupé por ti, ya sabes, eres un viejo amigo al final de cuentas.
Cierro la pantalla de la computadora y me quedo por unos segundos mirando el escritorio que no tiene más que el aparato, un bloc de notas y una extensa colección de lapiceras en un rincón. De verdad intento poner mis ideas en orden pero no sé ni por dónde empezar. Ahora más que nunca debo alejarme del norte, para proteger a mi familia que se ha visto oficialmente agrandada de imprevisto. Por suerte pude tomarme unos minutos con Simon para llorar la pérdida de Robin luego de mi llegada y ni siquiera pude hablar con Amalie de lo ocurrido. Debemos hacerlo pero pareciera que no hay tiempo, el mundo está corriendo demasiado rápido y me temo que no puedo seguirle el ritmo. Eso debe cambiar si no quiero que la avalancha de eventos me cubra por completo y no pueda salir.
El más pequeño de los Lackberg viene corriendo a avisarme de que alguien está en la entrada con Syv y por la descripción caigo en la cuenta de que es Lara. Perfecto, más problemas. De verdad me alegro de que su participación en el intercambio haya quedado en nada pues tranquilamente podría haber sido una de las bajas aquel día... Yo podría haber sido una de no ser por... No puedo creer que vaya a decirlo, Viktor Carstairs. El mismo tipo que acaba de condenar a dos personas a quemarse vivas en televisión. De verdad me cuesta entenderlos.
La veo cruzar el umbral y niego con la cabeza a su saludo de bienvenida - Y con razón, le he ocultado demasiadas cosas - respondo pues ya he tomado una decisión al respecto, no más secretos para mi esposa y espero que el juicio sea un llamado de atención a su lealtad inquebrantable hacia ellos, así como el atentado ha sido un llamado a la mía - Soy un hombre cuidadoso, Lara, y para nada improvisado - respondo a su preocupación con tono severo. Por favor, mis planes tardan años en desarrollarse y si bien sé que no son infalibles, me gusta disminuir las chances de fallo - Y en el hospital hicieron un excelente trabajo - agrego pues le debo mi bienestar al sanador Mackenzie.
Tomo el bastón que hasta ahora había estado escondido y me levanto para tomar dos copas del estante y una botella de vino a medio abrir para servirle un vaso. Lo dejo frente a ella y luego vuelvo a tomar mi posición detrás del escritorio con algo de dificultad - Recientemente descubrí que eres más que mi amiga, Lara, eres mi responsabilidad - comento recordando las palabras de Jefferson - Así que dime qué pasa por tu cabeza ahora y por favor que no sea algo estúpido y peligroso.
El más pequeño de los Lackberg viene corriendo a avisarme de que alguien está en la entrada con Syv y por la descripción caigo en la cuenta de que es Lara. Perfecto, más problemas. De verdad me alegro de que su participación en el intercambio haya quedado en nada pues tranquilamente podría haber sido una de las bajas aquel día... Yo podría haber sido una de no ser por... No puedo creer que vaya a decirlo, Viktor Carstairs. El mismo tipo que acaba de condenar a dos personas a quemarse vivas en televisión. De verdad me cuesta entenderlos.
La veo cruzar el umbral y niego con la cabeza a su saludo de bienvenida - Y con razón, le he ocultado demasiadas cosas - respondo pues ya he tomado una decisión al respecto, no más secretos para mi esposa y espero que el juicio sea un llamado de atención a su lealtad inquebrantable hacia ellos, así como el atentado ha sido un llamado a la mía - Soy un hombre cuidadoso, Lara, y para nada improvisado - respondo a su preocupación con tono severo. Por favor, mis planes tardan años en desarrollarse y si bien sé que no son infalibles, me gusta disminuir las chances de fallo - Y en el hospital hicieron un excelente trabajo - agrego pues le debo mi bienestar al sanador Mackenzie.
Tomo el bastón que hasta ahora había estado escondido y me levanto para tomar dos copas del estante y una botella de vino a medio abrir para servirle un vaso. Lo dejo frente a ella y luego vuelvo a tomar mi posición detrás del escritorio con algo de dificultad - Recientemente descubrí que eres más que mi amiga, Lara, eres mi responsabilidad - comento recordando las palabras de Jefferson - Así que dime qué pasa por tu cabeza ahora y por favor que no sea algo estúpido y peligroso.
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El comentario del hombre me causa una repentina simpatía por su esposa, me siento un poco mal por no haberla saludado. —Y aun así, ella sigue aquí contigo— murmuro, buscando en el despacho las fotografías enmarcadas que suelen haber en las casas de familias, esas que muestran que a pesar de todo el trabajo clandestino que Ivar lleva años haciendo, no se apartó de ellas. —Tú sigues con ella, con tu hija… ¿y ese niño que vi en el pasillo…?—. Este hombre estuvo a punto de morir de manera salvaje, atacado por una rebelde, vi recortes de las filmaciones en las que su esposa lo acompañaba y me asombra que al calvario de los días siguientes, él esté aquí, sentado otra vez en su lugar de esposo y padre. ¡Y que me hable como un padre! Diciéndome que le comparta lo que está en mi mente, que no sea nada estúpido y peligroso, y entiendo por qué Mo quería mantenerme lejos de los viejos amigos de mi padre, es tan fácil caer en ese pensamiento de que podrían serlo para mí y reconozco que las primeras veces busqué a Ivar precisamente por eso.
—Lo que pasa por mi mente… ese es el problema…— suspiro, me acerco aún más al escritorio, cruzo mis brazos sobre la madera y hablo en voz baja. —Tengo que contarte algo— digo, supongo que por el silencio que le sigue a mi aviso sabe que desconfío de las conversaciones que se dan en habitaciones. La razón por la que en mi departamento hay pocos artefactos electrónicos, cuando podría traerme del taller cualquier tontería recién fabricada, es la misma por la que saco mi varita y la agito en el aire para que su computadora, nuestros teléfonos, lo que sea, sean anulados por un chirrido de frecuencia baja, casi imperceptible. Estamos en tiempos de guerra, bien lo dijo el ministro Weynart hace un rato, cualquier acto sospechoso… y con mi viejo amigo tenemos un par en el haber.
—Quiero quedarme aquí, Ivar, pero hice un par de cosas estúpidas y peligrosas que si se saben podrían ponerme en aprietos— eso es decir poco, acabamos de ver un juicio en el que condenaron a los culpables sin escucharlos y los quemaron vivos. —Y no sé cómo tú lo conseguiste, todos estos años, estar trabajando en el ministerio y que no te descubran. ¡Estar entre funcionarios y rebeldes… y que hayas podido volver a casa!— señalo esto último porque la habilidad camaleónica de este hombre es simplemente admirable, no sé si es brillante inteligente y una jodida suerte, de la misma que he disfrutado hasta ahora, que como todas las suertes, nos abandonan de repente un buen día. No estaré esperando ese día. —No quiero irme de aquí, hay personas que no me di cuenta lo mucho que me importaban hasta que estuve a punto de perderlas…—. Pienso en mi mejor amigo y en lo ingrata que he sido con Mohini como me lo marcó, en Meerah y en Hans, en la muerte reciente de Annie, en que quise ayudar a un chico perdido en el distrito 11 y creo que solo hice más cosas de idiota.
—Lo que pasa por mi mente… ese es el problema…— suspiro, me acerco aún más al escritorio, cruzo mis brazos sobre la madera y hablo en voz baja. —Tengo que contarte algo— digo, supongo que por el silencio que le sigue a mi aviso sabe que desconfío de las conversaciones que se dan en habitaciones. La razón por la que en mi departamento hay pocos artefactos electrónicos, cuando podría traerme del taller cualquier tontería recién fabricada, es la misma por la que saco mi varita y la agito en el aire para que su computadora, nuestros teléfonos, lo que sea, sean anulados por un chirrido de frecuencia baja, casi imperceptible. Estamos en tiempos de guerra, bien lo dijo el ministro Weynart hace un rato, cualquier acto sospechoso… y con mi viejo amigo tenemos un par en el haber.
—Quiero quedarme aquí, Ivar, pero hice un par de cosas estúpidas y peligrosas que si se saben podrían ponerme en aprietos— eso es decir poco, acabamos de ver un juicio en el que condenaron a los culpables sin escucharlos y los quemaron vivos. —Y no sé cómo tú lo conseguiste, todos estos años, estar trabajando en el ministerio y que no te descubran. ¡Estar entre funcionarios y rebeldes… y que hayas podido volver a casa!— señalo esto último porque la habilidad camaleónica de este hombre es simplemente admirable, no sé si es brillante inteligente y una jodida suerte, de la misma que he disfrutado hasta ahora, que como todas las suertes, nos abandonan de repente un buen día. No estaré esperando ese día. —No quiero irme de aquí, hay personas que no me di cuenta lo mucho que me importaban hasta que estuve a punto de perderlas…—. Pienso en mi mejor amigo y en lo ingrata que he sido con Mohini como me lo marcó, en Meerah y en Hans, en la muerte reciente de Annie, en que quise ayudar a un chico perdido en el distrito 11 y creo que solo hice más cosas de idiota.
Y aún sigue conmigo... Quizás nos hemos dicho cosas poco bonitas antes de que el infierno suba a la tierra, cosas que me hicieron dudar de si en realidad nuestro lugar es juntos, pero las relaciones muestran su verdadera valía ante la adversidad y mierda que demostramos ser un buen equipo en el campo de batalla. No la merezco por muchas razones así como ella no me merece por otras, pero no es una cuenta que nos pondremos a hacer. Lo único que sé con seguridad es que no estaría vivo de no ser por ella, que ha partido su alma para mantenerme a salvo y haría lo mismo por ella de ser necesario. Espero que no.
- Simon Lackberg, mi hijo - lo presento con tono grave para que comprenda que eso es todo lo que necesita saber al respecto. El rumor ya existía antes de que venga a vivir con nosotros y en parte esa era la idea, pero con todo lo que está ocurriendo de verdad dudo que alguien considere relevante que finalmente lo "Reconozca" como mi hijo. Honestamente es un escándalo menor considerando que otra de mis hijas está en la lista negra de los más buscados de Neopanem... Tengo que buscar la forma de hablar con ella sin quedar en evidencia.
No he tenido muchos "Tengo que contarte algo" en mi vida, pero no hace falta ser un genio para saber que no presagia nada bueno. Hago un ademán para que se abra y mientras tanto baño mi garganta con el líquido carmesí de la copa. No pasé mucho tiempo como pseudo rehén pero considerando que lo más lujoso que pude comer fueron unos cuantos cheetos como cortesía de Moira, el vino es bien aceptado.
Su oración comienza bien y casi me alegro de no ser por lo que sigue a continuación. Así que hizo algo estúpido pero ahora descubrió que su lugar es aquí por sus seres queridos, ha comenzado mal y se encuentra a medio tropezón. Supongo que lo mejor a lo que puede anhelar es recuperarse sin darse la cara contra el piso y continuar con su vida con perfil bajo - Bueno, comenzaremos diciendo que mi situación es diferente así que no pretendas hacer lo mismo. Yo siempre supe dónde estaba el límite entre mis seres queridos y el trabajo extra, y nunca crucé más allá de lo peligroso ¿Tu lo haz hecho? - pregunto porque en realidad no me ha dicho.
- Y segundo... Personas como nosotros, que tienen pensamientos que podrían llevarlos a la hoguera - me parece una buena expresión y no tan figurativa luego de lo visto - Deben aprender a proteger eso que los dejaría expuestos - la mente, claro está. Prometí a Amalie que trabajaría en mi habilidades, perfeccionarlas hasta que se requiera un legeremante experto para leerme y eso es lo que pienso hacer - Oclumancia - completo con las cejas en alto. Quizás no soy el mejor en el arte pero tengo mis conocimientos.
- Simon Lackberg, mi hijo - lo presento con tono grave para que comprenda que eso es todo lo que necesita saber al respecto. El rumor ya existía antes de que venga a vivir con nosotros y en parte esa era la idea, pero con todo lo que está ocurriendo de verdad dudo que alguien considere relevante que finalmente lo "Reconozca" como mi hijo. Honestamente es un escándalo menor considerando que otra de mis hijas está en la lista negra de los más buscados de Neopanem... Tengo que buscar la forma de hablar con ella sin quedar en evidencia.
No he tenido muchos "Tengo que contarte algo" en mi vida, pero no hace falta ser un genio para saber que no presagia nada bueno. Hago un ademán para que se abra y mientras tanto baño mi garganta con el líquido carmesí de la copa. No pasé mucho tiempo como pseudo rehén pero considerando que lo más lujoso que pude comer fueron unos cuantos cheetos como cortesía de Moira, el vino es bien aceptado.
Su oración comienza bien y casi me alegro de no ser por lo que sigue a continuación. Así que hizo algo estúpido pero ahora descubrió que su lugar es aquí por sus seres queridos, ha comenzado mal y se encuentra a medio tropezón. Supongo que lo mejor a lo que puede anhelar es recuperarse sin darse la cara contra el piso y continuar con su vida con perfil bajo - Bueno, comenzaremos diciendo que mi situación es diferente así que no pretendas hacer lo mismo. Yo siempre supe dónde estaba el límite entre mis seres queridos y el trabajo extra, y nunca crucé más allá de lo peligroso ¿Tu lo haz hecho? - pregunto porque en realidad no me ha dicho.
- Y segundo... Personas como nosotros, que tienen pensamientos que podrían llevarlos a la hoguera - me parece una buena expresión y no tan figurativa luego de lo visto - Deben aprender a proteger eso que los dejaría expuestos - la mente, claro está. Prometí a Amalie que trabajaría en mi habilidades, perfeccionarlas hasta que se requiera un legeremante experto para leerme y eso es lo que pienso hacer - Oclumancia - completo con las cejas en alto. Quizás no soy el mejor en el arte pero tengo mis conocimientos.
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Un hijo más en la casa de los Lackberg, mis cejas apenas se mueven para demostrar mi sorpresa. Pese a todo este hombre sigue haciendo más grande su familia, no importa que no sea de las maneras tradicionales, habla de alguien que se anima a hacer planes en este futuro incierto y que cree que podrá protegerlos. ¿Podrá hacerlo? Si por poco lo perdió todo o lo perdieron a él, varía dependiendo desde el lugar en el que se mira. Acudo a él porque, por encima de mis propios padres, Ivar Lackberg es el único ejemplo que tengo de alguien que ha sabido lograr que las cosas duren, y sí, él mismo me dijo que los secretos con su esposa estaban destruyendo su hogar, sin embargo no veo que sea así. Está en casa. Supongo que algún día me gustaría tener algo así, y por eso he venido a verlo, tal vez no sea en este presente más cercano porque he hecho muchas cosas mal, pero tal vez… algún día…
Las segundas oportunidades son engañosas, no nos absuelven de las equivocaciones cometidas, podemos tomar decisiones que nos lleven a resultados diferentes, pero el pasado tira de nosotros con un encantamiento de sujeción que no podemos cortar. Suspiro hondamente al saber que es momento de sincerarme con Ivar, decido confiar plenamente en él como la única figura paternal que tengo, si bien no tiene por qué asumir esa carga. Lo lamento por él, porque tendrá que escucharme repasando mis errores. —Sí lo hice, casi fui a tribunales y un juez de ese entonces me ofreció trabajar para él— cuento, reservándome ese nombre un poco más, así consigo tiempo de ordenar mi relato. —Constantine habló conmigo en ese tiempo, iba a colaborar con él, pero no salió bien—. No hace falta especificar en qué, como yo lo sabía en esa época, también lo sabe Ivar que lo conoce desde hace décadas. Constantine Harkness es un criminal. —El juez que archivó mi caso es el ministro Powell— espero a que asimile esa información, mis dedos están tensos sobre la mesa, me cuesta encontrar mi voz para continuar y no sé qué hasta qué punto compartir detalles, qué es lo importante y qué es mejor dejarlo fuera.
—La última vez que hablamos… y me pediste que colabora con información, no me sentí capaz de hacerlo. Me he estado moviendo tratando de ser fiel a lo que creo, sé en qué creo, pero se siente a veces como si con cada decisión estuviera traicionando a alguien…— me callo, porque creo que esto es lo que deja de ser relevante, son cuestiones internas que tienen que ver con mi mente siempre caótica, que por un par de pensamientos mal expresados me han llevado hasta donde estoy, en la más absurda contradicción de mí misma. Sonrío por la ironía de que me sugiera la oclumancia, pues a mi mente le vendría bien unas clases de disciplina. Paso los dedos por mis párpados cerrados, me echo hacia atrás en la silla, con mis labios aún curvados en una mueca. —Si pudiera cerrar mi mente, incluso para mí, sería tan genial…— murmuro, y con un suspiro, añado: —No quiero mentir a nadie, Ivar. Es solo… que hay facetas que tenemos que es mejor que nadie conozca o casi nadie.
Las segundas oportunidades son engañosas, no nos absuelven de las equivocaciones cometidas, podemos tomar decisiones que nos lleven a resultados diferentes, pero el pasado tira de nosotros con un encantamiento de sujeción que no podemos cortar. Suspiro hondamente al saber que es momento de sincerarme con Ivar, decido confiar plenamente en él como la única figura paternal que tengo, si bien no tiene por qué asumir esa carga. Lo lamento por él, porque tendrá que escucharme repasando mis errores. —Sí lo hice, casi fui a tribunales y un juez de ese entonces me ofreció trabajar para él— cuento, reservándome ese nombre un poco más, así consigo tiempo de ordenar mi relato. —Constantine habló conmigo en ese tiempo, iba a colaborar con él, pero no salió bien—. No hace falta especificar en qué, como yo lo sabía en esa época, también lo sabe Ivar que lo conoce desde hace décadas. Constantine Harkness es un criminal. —El juez que archivó mi caso es el ministro Powell— espero a que asimile esa información, mis dedos están tensos sobre la mesa, me cuesta encontrar mi voz para continuar y no sé qué hasta qué punto compartir detalles, qué es lo importante y qué es mejor dejarlo fuera.
—La última vez que hablamos… y me pediste que colabora con información, no me sentí capaz de hacerlo. Me he estado moviendo tratando de ser fiel a lo que creo, sé en qué creo, pero se siente a veces como si con cada decisión estuviera traicionando a alguien…— me callo, porque creo que esto es lo que deja de ser relevante, son cuestiones internas que tienen que ver con mi mente siempre caótica, que por un par de pensamientos mal expresados me han llevado hasta donde estoy, en la más absurda contradicción de mí misma. Sonrío por la ironía de que me sugiera la oclumancia, pues a mi mente le vendría bien unas clases de disciplina. Paso los dedos por mis párpados cerrados, me echo hacia atrás en la silla, con mis labios aún curvados en una mueca. —Si pudiera cerrar mi mente, incluso para mí, sería tan genial…— murmuro, y con un suspiro, añado: —No quiero mentir a nadie, Ivar. Es solo… que hay facetas que tenemos que es mejor que nadie conozca o casi nadie.
No esperaba eso. No esperaba eso ni un millón de cosas menos. Sé que quizás es historia pasada pero siento que ya he fallado al Jeff por el solo hecho de enterarme recién de lo que estuvo ocurriendo en la vida de Lara. Ha roto básicamente las tres primeras reglas para mantener el perfil bajo y me las ha contado a todas en tres oraciones ¿Cómo arreglar eso? - Tendremos que hacer control de daños, no esperes más que eso - o quizás ya lo ha hecho y lo único que necesita es alguien a quién contárselo. En ese caso, será mejor que me mantenga sereno y no lance todas las cosas que debería decirle acerca de su falta de responsabilidad.
Escucho lo siguiente y sonrío de lado pues me recuerda a mí, solo que con un dilema que tuve un poco más de grande. A su edad estaba conociendo a Amalie, el amor de mi vida con la que tuve la suerte de casarme y quizás eso fue lo que me mantuvo calmado por unos años, pero Constantine, Jeff y su propio padre fueron testigos de una etapa más oscura que ya ni siquiera quiero recordar por vergüenza. Pensar que podría haber puesto todo lo que tengo en peligro.
- Sientes que todo está mal, que las cosas no deberían ser así y que no puedes vivir quedándote de brazos cruzados pero al mismo tiempo ves que no todos son malos, que tu lugar parece ser exactamente dónde estás ahora y sería estúpido echarlo a perder por una causa que aún parece estar a años luz de resolverse ¿Cierto? - intento tantear el terreno pues es un pensamiento que ha pasado muchas veces por mi cabeza en la juventud. Solo que a diferencia de su presente, en aquel entonces los rebeldes no habían hecho explotar el ministerio y asesinado a un montón de inocentes en el camino así que puede que convencerla sea más sencillo.
-No puedo decirte qué hacer así que te diré lo que voy a hacer yo - comienzo respirando profundo - Lo que pasó estuvo mal, no es algo con lo que simpatice así que seguiré siendo un asistente social que hace su trabajo, uno inteligente que sabe con quién mostrarse más duro de lo que en realidad es porque hay personas que simplemente hay que respetar, son piezas no jugables en el ajedrez pero que su sola presencia afecta a todos los demás - explico con una analogía, solo espero que comprenda lo que quiero decir - Puedes hacer eso y mientras mantengas tus pequeñas acciones, la culpa sobre lo que está bien o mal ni siquiera aparece porque tú estás haciendo lo correcto - continúo con tono severo y apoyo mis manos entrelazadas sobre el escritorio - Pero tu sí haz hecho cosas así que debes protegerte... Si la única evidencia está en tu mente, como es mi caso, las cosas son seguras... Pero en el tuyo, quizás deberías hacer algo más antes de quedarte tranquila, o seguir trabajando con Powell para toda la vida ¿Es lo que quieres hacer?- pregunto con una ceja en alto - Te enseñaré oclumancia pero necesito que comprendas que quizás no sea suficiente.
Escucho lo siguiente y sonrío de lado pues me recuerda a mí, solo que con un dilema que tuve un poco más de grande. A su edad estaba conociendo a Amalie, el amor de mi vida con la que tuve la suerte de casarme y quizás eso fue lo que me mantuvo calmado por unos años, pero Constantine, Jeff y su propio padre fueron testigos de una etapa más oscura que ya ni siquiera quiero recordar por vergüenza. Pensar que podría haber puesto todo lo que tengo en peligro.
- Sientes que todo está mal, que las cosas no deberían ser así y que no puedes vivir quedándote de brazos cruzados pero al mismo tiempo ves que no todos son malos, que tu lugar parece ser exactamente dónde estás ahora y sería estúpido echarlo a perder por una causa que aún parece estar a años luz de resolverse ¿Cierto? - intento tantear el terreno pues es un pensamiento que ha pasado muchas veces por mi cabeza en la juventud. Solo que a diferencia de su presente, en aquel entonces los rebeldes no habían hecho explotar el ministerio y asesinado a un montón de inocentes en el camino así que puede que convencerla sea más sencillo.
-No puedo decirte qué hacer así que te diré lo que voy a hacer yo - comienzo respirando profundo - Lo que pasó estuvo mal, no es algo con lo que simpatice así que seguiré siendo un asistente social que hace su trabajo, uno inteligente que sabe con quién mostrarse más duro de lo que en realidad es porque hay personas que simplemente hay que respetar, son piezas no jugables en el ajedrez pero que su sola presencia afecta a todos los demás - explico con una analogía, solo espero que comprenda lo que quiero decir - Puedes hacer eso y mientras mantengas tus pequeñas acciones, la culpa sobre lo que está bien o mal ni siquiera aparece porque tú estás haciendo lo correcto - continúo con tono severo y apoyo mis manos entrelazadas sobre el escritorio - Pero tu sí haz hecho cosas así que debes protegerte... Si la única evidencia está en tu mente, como es mi caso, las cosas son seguras... Pero en el tuyo, quizás deberías hacer algo más antes de quedarte tranquila, o seguir trabajando con Powell para toda la vida ¿Es lo que quieres hacer?- pregunto con una ceja en alto - Te enseñaré oclumancia pero necesito que comprendas que quizás no sea suficiente.
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Procuro seguir lo que me dice, ese control de daños del que me habla, es como si estuviéramos por hacer un repaso de mi expediente y estoy de acuerdo con esto, le hago entrega de todos mis papeles para que los examine a su gusto, porque necesito de una segunda opinión. ¿O esta es la tercera? ¿La cuarta? Riley me habló en el hospital, me dijo muchas cosas que no me agradó escuchar, lo mismo las oí. Hans fue claro conmigo en más de una ocasión. La primera parte de la revisión de Ivar es tan acertada que quiero alzar mis brazos y gritar «¡Gracias! ¡Gracias por decirlo así!». Es mucho más transparente de lo que jamás podrían ser mis pensamientos, si la precisión de poder poner un nombre a las cosas es lo que hizo posible que llegue hasta donde está, estoy a años luz de conseguirlo.
No espero que me pase un manual de conducta por encima del escritorio, que me de las indicaciones de lo que debo hacer, pongo toda mi atención en sacar las conclusiones que pueda de lo que será su propia estrategia de acción en medio de este caos. Me he perdido cuando menciona a las piezas no jugables… ¿qué? Esto no prosperará si no logro entender desde un inicio, lo que dice a continuación necesito pensarlo dos veces para comprender. Sus mínimas acciones consisten en trabajar con niños huérfanos, las mías… ¿cuáles son? ¿Simpatizar con marginados y esclavos? Eso me pone en peligro, constantemente. Suelto el aire de mi pecho en un suspiro corto que guardo para mí, froto mis sienes con los dedos porque esto se pone aún más complicado, porque no entiendo a qué se refiere cuando dice que podría seguir trabajando para Hans y si es eso lo que quiero. ¿Qué? Un momento, yo…
—Volvamos hacia atrás— pido, tengo que cerrar mis ojos para concentrarme. —Hay mucha maldita evidencia por todos lados, porque cuando tuve que ir al norte para hacer algo que me pidió, me crucé con muchas personas. Claro, a ninguna le dije que trabajaba para él, tampoco es que haya hecho algo trascendental… y sí, puede que en el ministerio también me vieron seguido en su oficina— cuando hago cuenta de todo esto, no puedo hacer otra cosa que hundir mi cabeza en mis manos y soltarlo todo en un gruñido que choca con mis palmas. —No hago más que joderla— me digo a mí misma. —He jodido cada estúpida cosa…—. El día que muera, en mi epígrafe seguro pondrán que hasta el último respiro mantuve esa cualidad admirable de poder joderlo todo. Mi repaso de daños me hacen ver lo idiota que puedo ser, que no hay mucha diferencia entre mi yo de veintidós años a quien le encontré la excusa barata de que era demasiado joven para saber lo que hacía, y es que a los treinta… el panorama no ha mejorado. —Disculpa…— me recompongo, al menos quiero parece una adulta y no ponerme a lloriquear sobre su escritorio. —Puede que no sea suficiente, pero es algo. Es más de lo que tengo. Y… te estaré muy agradecida, Ivar. En serio.
No espero que me pase un manual de conducta por encima del escritorio, que me de las indicaciones de lo que debo hacer, pongo toda mi atención en sacar las conclusiones que pueda de lo que será su propia estrategia de acción en medio de este caos. Me he perdido cuando menciona a las piezas no jugables… ¿qué? Esto no prosperará si no logro entender desde un inicio, lo que dice a continuación necesito pensarlo dos veces para comprender. Sus mínimas acciones consisten en trabajar con niños huérfanos, las mías… ¿cuáles son? ¿Simpatizar con marginados y esclavos? Eso me pone en peligro, constantemente. Suelto el aire de mi pecho en un suspiro corto que guardo para mí, froto mis sienes con los dedos porque esto se pone aún más complicado, porque no entiendo a qué se refiere cuando dice que podría seguir trabajando para Hans y si es eso lo que quiero. ¿Qué? Un momento, yo…
—Volvamos hacia atrás— pido, tengo que cerrar mis ojos para concentrarme. —Hay mucha maldita evidencia por todos lados, porque cuando tuve que ir al norte para hacer algo que me pidió, me crucé con muchas personas. Claro, a ninguna le dije que trabajaba para él, tampoco es que haya hecho algo trascendental… y sí, puede que en el ministerio también me vieron seguido en su oficina— cuando hago cuenta de todo esto, no puedo hacer otra cosa que hundir mi cabeza en mis manos y soltarlo todo en un gruñido que choca con mis palmas. —No hago más que joderla— me digo a mí misma. —He jodido cada estúpida cosa…—. El día que muera, en mi epígrafe seguro pondrán que hasta el último respiro mantuve esa cualidad admirable de poder joderlo todo. Mi repaso de daños me hacen ver lo idiota que puedo ser, que no hay mucha diferencia entre mi yo de veintidós años a quien le encontré la excusa barata de que era demasiado joven para saber lo que hacía, y es que a los treinta… el panorama no ha mejorado. —Disculpa…— me recompongo, al menos quiero parece una adulta y no ponerme a lloriquear sobre su escritorio. —Puede que no sea suficiente, pero es algo. Es más de lo que tengo. Y… te estaré muy agradecida, Ivar. En serio.
Estoy siendo un ingenuo al querer trazar un plan en base a los datos que tengo pues no dejan de aparecer más y más que continúan empeorando la situación. Esto no es un caso en el que yo pueda hacer algo, se necesita todo un maldito buffete de abogados para montar una historia falsa en base a la evidencia y que así salga lo mejor parada posible. Eso quiere decir que no solo está en peligro acá, sino que también podría estar en peligro allá... Tengo que informárselo a Jeff porque al parecer el trabajo no termina de éste lado del muro.
Me levanto y vuelvo a acercarle la copa antes de caminar por detrás de ella. No quiero que vea mi expresión de desconcierto, creo que incluso río por un momento por no tener ni idea de qué hacer con lo que me está diciendo. Si la ha jodido y mucho, su error fue meterse sin tener un plan de escape - Tenías intenciones buenas, Lara - intento consolarla pero yo en su lugar no me creería una porquería como esa - Solo intenta de ahora en más... Dejar de cagarla - no salen palabras más elegantes, hay cosas que hay que decirlas como son.
- Cuenta con ello pero por favor, busca la forma de resolver lo otro - pido recargándome sobre el escritorio para poder verla de frente estando del mismo lado - Si necesitas ayuda para mover papeles, conseguir información o lo que sea me lo pides ¿De acuerdo? Si ves que es una movida peligrosa, lo consultas antes de lanzarte de cabeza ¡Por favor! - pido quizás elevando demasiado la voz. A decir verdad, no me extrañaría que Simon estuviese detrás de la puerta escuchando.
- Ahora no creo poder comenzar, necesito recuperarme por al menos unas semanas - pido siendo honesto, me dieron una paliza y no voy a ser orgulloso y negarla - Pero cuando me encuentre mejor podemos comenzar, a mí también me falta algo de práctica para quedarme tranquilo.
Me levanto y vuelvo a acercarle la copa antes de caminar por detrás de ella. No quiero que vea mi expresión de desconcierto, creo que incluso río por un momento por no tener ni idea de qué hacer con lo que me está diciendo. Si la ha jodido y mucho, su error fue meterse sin tener un plan de escape - Tenías intenciones buenas, Lara - intento consolarla pero yo en su lugar no me creería una porquería como esa - Solo intenta de ahora en más... Dejar de cagarla - no salen palabras más elegantes, hay cosas que hay que decirlas como son.
- Cuenta con ello pero por favor, busca la forma de resolver lo otro - pido recargándome sobre el escritorio para poder verla de frente estando del mismo lado - Si necesitas ayuda para mover papeles, conseguir información o lo que sea me lo pides ¿De acuerdo? Si ves que es una movida peligrosa, lo consultas antes de lanzarte de cabeza ¡Por favor! - pido quizás elevando demasiado la voz. A decir verdad, no me extrañaría que Simon estuviese detrás de la puerta escuchando.
- Ahora no creo poder comenzar, necesito recuperarme por al menos unas semanas - pido siendo honesto, me dieron una paliza y no voy a ser orgulloso y negarla - Pero cuando me encuentre mejor podemos comenzar, a mí también me falta algo de práctica para quedarme tranquilo.
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Siento como si me estuviera premiando con palmaditas en la cabeza por mis buenas intenciones, para después darme un merecido coscorrón y me contengo de hacer una mueca infantil, porque no se verá bien en medio de una conversación en la que estoy tratando de asumir la responsabilidad de mis actos, que por ser tan caóticos, han derivado en consecuencias de lo más dispares. No sé bien en qué de todo concentrarme para tirar desde ese punto, que el panorama se vaya abriendo para mí y pueda hacerme una idea de lo que quiero de ahora en adelante y a qué puedo aspirar, porque creo que lo he jodido tanto, que con suerte puedo retractarme en algunas cosas y arreglar otras. Pero si quiero hacerlo bien, quizá lo que me quede sea acabar con todo esto y un pasado cargado de errores, esperar a que se abra para mí la oportunidad de empezar otra vez con un futuro más limpio. Pensar que puedo guardar en mi mente todo lo que aprendí hasta ahora, sellar esos recuerdos, poder trabajar en algo nuevo. —Bien, lo prometo. Me mantendré lejos de los problemas— es la segunda vez que lo prometo en la distancia de unos días y eso dice mucho de mí.
El desánimo que me provoca saber que tendré que esperar unas semanas para practicar oclumancia con él, se me nota en toda la cara. Me hundo en la silla como si perdiera todas mis fuerzas, terriblemente pesimista de lo que puede pasar en ese tiempo si es que no hago algo. ¿Cómo quieren que esté apartada de los problemas si no me dan algo para hacer? Me pongo de pie y doy una vuelta alrededor de la silla, no me puedo estar quieta en ningún sentido, no hay manera de que me quede sentada en un rincón de mi casa oculta dentro de una maceta. —Haré esto…— comienzo, buscando un plan alternativo. —Tengo un amigo que se tomó un tiempo en el distrito nueve y eso le vino bien para tomar resoluciones sobre su vida. ¿Y si me voy unos días? Diré que estoy enferma, estos días no me sentido muy bien, creo que tengo estrés acumulado… de diez años…—. Es casi la totalidad del tiempo que me pasé en mi taller como escondite, hasta ahora nunca había sentido el agotamiento de esas deshoras trabajando, y de pronto me ha caído de pleno. —No estoy escapando— aclaro, más para mí y ciertos fantasmas, que para Ivar. —Un tiempo para pensar me vendría bien, ¿no?—. O podría ser lo peor, ¿en serio quiero estar a solas con mi mente un par de días? Olvídalo, suena al peor plan posible.
Cubro mis ojos con una mano, suspiro al aire para calmarme. —Resolveré mientras tanto lo que tengo que resolver—… ¿y eso era? Echo mi cabello hacia atrás con mis dedos, despejo mi rostro y procuro verme más serena que cuando entré, tomar decisiones trae esa sensación. Lo curioso es que siempre tomé elecciones con resignación a lo peor, que esta es la primera vez que lo hago por creer que puede venir algo mejor si es que eso todavía es posible. Ladeo mi rostro de vuelta a Ivar, espero que nunca tenga una conversación de este tipo con su hija, quiero creer que es una chica inteligente y sabrá evitar cuestiones de este tipo. —Descansa, Ivar. Recupérate y llámame cuando podamos empezar…— me despido de él, guardo mis manos en los bolsillos y le agradezco en agradecimiento por la charla y la paciencia.
El desánimo que me provoca saber que tendré que esperar unas semanas para practicar oclumancia con él, se me nota en toda la cara. Me hundo en la silla como si perdiera todas mis fuerzas, terriblemente pesimista de lo que puede pasar en ese tiempo si es que no hago algo. ¿Cómo quieren que esté apartada de los problemas si no me dan algo para hacer? Me pongo de pie y doy una vuelta alrededor de la silla, no me puedo estar quieta en ningún sentido, no hay manera de que me quede sentada en un rincón de mi casa oculta dentro de una maceta. —Haré esto…— comienzo, buscando un plan alternativo. —Tengo un amigo que se tomó un tiempo en el distrito nueve y eso le vino bien para tomar resoluciones sobre su vida. ¿Y si me voy unos días? Diré que estoy enferma, estos días no me sentido muy bien, creo que tengo estrés acumulado… de diez años…—. Es casi la totalidad del tiempo que me pasé en mi taller como escondite, hasta ahora nunca había sentido el agotamiento de esas deshoras trabajando, y de pronto me ha caído de pleno. —No estoy escapando— aclaro, más para mí y ciertos fantasmas, que para Ivar. —Un tiempo para pensar me vendría bien, ¿no?—. O podría ser lo peor, ¿en serio quiero estar a solas con mi mente un par de días? Olvídalo, suena al peor plan posible.
Cubro mis ojos con una mano, suspiro al aire para calmarme. —Resolveré mientras tanto lo que tengo que resolver—… ¿y eso era? Echo mi cabello hacia atrás con mis dedos, despejo mi rostro y procuro verme más serena que cuando entré, tomar decisiones trae esa sensación. Lo curioso es que siempre tomé elecciones con resignación a lo peor, que esta es la primera vez que lo hago por creer que puede venir algo mejor si es que eso todavía es posible. Ladeo mi rostro de vuelta a Ivar, espero que nunca tenga una conversación de este tipo con su hija, quiero creer que es una chica inteligente y sabrá evitar cuestiones de este tipo. —Descansa, Ivar. Recupérate y llámame cuando podamos empezar…— me despido de él, guardo mis manos en los bolsillos y le agradezco en agradecimiento por la charla y la paciencia.
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