Me mantengo en silencio mientras barro los ojos por el tribunal, apenas deteniéndome en el modo que tiene Brawn de inclinarse hacia Davies. Nada de esto me sorprende, pero está claro que la sentencia es oficial. Puedo ver las firmas aparecer poco a poco delante de mis ojos sobre el papel que será el definitivo y acabará por condenar a los culpables, con solo ver el número me hago la idea de que este ha sido uno de los juicios más cortos en los cuales me he encontrado. Le doy un golpe al papel con mi varita y se enrolla, sellando la sentencia con un lazo dorado que quedará archivado en las nuevas recámaras del Ministerio. Es un buen modo de estrenarlas, para variar.

— Damas y caballeros, es oficial que hoy, 21 de septiembre del 2468, el Wizengamot ha otorgado, casi por decisión unánime… — le lanzo un vistazo a Davies, aunque no es más que una mirada escrutadora bastante veloz y acabo por enderezarme — ejecutar en sufrimiento en la hoguera a Raven Harkness y Ferdia Wallace en repercusión del atentado del nueve de septiembre. Los aurores los escoltarán a la plaza ministerial, donde deberán cumplir su condena hasta la muerte en cuanto el juicio se dé por finalizado. Y que esto deje bien en claro para aquellos que buscan atentar contra la seguridad de nuestro pueblo: NeoPanem es fuerte y el estado no se verá intimidado por aquellos que busquen atentar contra los inocentes y el orden. Levanto la sesión — sin embargo, mi rostro se gira hacia Riorden, moviendo mi cabeza para cederle la palabra.

Lo cierto es que me importa más bien poco cómo mueran los prisioneros mientras lo hagan, pero también es verdad que hay justicia poética en que mueran quemados vivos, tal y como los nuestros morían hace siglos. Si a eso le sumas que atentaron y mataron cientos de personas en las festividades de Nimue, el significado de esta muerte es todavía más profundo. No va a ser una muerte fácil, desde luego, pero todo el país está pendiente de las decisiones que tomaremos hoy mismo en el tribunal. Y no podemos quedar como unos flojos ni misericordiosos porque seguirán tratándonos como les venga en gana por creer que, al final, tendremos piedad.

Cuando Hans termina de hablar, me levanto de mi asiento en el estrado y echo un rápido vistazo a toda la sala, sin parar mi mirada en nadie en concreto, e intento ubicar las cámaras principales que están retransmitiendo todo para centrar mi vista en ellas y que todos, estén donde estén, presten atención a lo que voy a decir: — Durante dieciséis años hemos vivido en paz, sin nada que alterase nuestra tranquilidad y armonía que tanto nos hemos ganado. Pero ahora, esta gente, estos traidores que han matado a cientos de nuestros ciudadanos, de nuestros compañeros, amigos y familiares, quieren terminar con esta paz. — Hago una pequeña pausa para coger aire y dejarlo en suspense. Puedo escuchar el silencio que repentinamente se ha creado en la sala, lo cual lejos de ponerme tenso porque los discursos públicos nunca han sido lo mío, me tranquiliza. — Y no solo eso... Hace dos días, cuando trataron de hacer un cambio de rehenes pacífico para garantizar la seguridad del país rescatando a tres de nuestros ciudadanos, yo incluido, asesinaron a mi hermana, Annie Weynart, sin ningún motivo. — Los que estuvieron sabrán que no es cierto, pero por obvias razones tienen órdenes de no contar nada de lo que realmente pasó. — Da igual quiénes se crucen en su camino o cuáles sean sus intenciones porque quieren terminar con nosotros, incluso cuando tratamos de hablar con ellos aunque no lo merezcan — añado, todavía en referencia a lo que quiero hacer ver que pasó en aquella cueva.

Las siguientes palabras son unas que crearán una alarma social, pero también son unas que tengo que decir por el bien de todos: — Ciudadanos de NeoPanem: hoy, 21 de septiembre, anuncio que estamos en guerra abierta. Cualquier acto sospechoso será reportado inmediatamente al Ministerio y al Wizengamot para que tomen las medidas apropiadas. En las próximos minutos se emitirán en vuestras pantallas las fotografías de los fugitivos y terroristas más peligrosos del país y si alguien es visto en compañía de ellos, será cuestionado y sentenciado acorde a la gravedad de la situación. — Durante una milésima de segundo mi vista va hacia Arianne Brawn porque por no sé qué razón, Hans permitió que saliera airosa de refugiar a Benedict Franco. Pero es una situación que no se va a volver a repetir nunca más; no después de lo que ha pasado en las últimas dos semanas. — Cualquiera que necesite una revisión de su varita para su seguridad personal, puede acudir a mi departamento con la identificación necesaria para agilizar el proceso. Queremos que todos nuestros ciudadanos estén a salvo a pesar de las circunstancias — termino por decir antes de sentarme de nuevo. Van a ser unas semanas ajetreadas, pero yo mismo quiero que todos los que lo necesiten tengan una varita en condiciones, incluso aunque eso signifique gastar dinero público. Y tiempo, porque hay que asegurarse bien de que son ciudadanos corrientes y no alguien sospechoso.

Guardo silencio total durante todo el rato. Observo los movimientos de los jueces y miembros del Wizengamot con atención. Dictar una sentencia justa ahora mismo es esencial. Es un momento demasiado frágil como para pretender ir con cuidado o plantearse tener piedad. Así que cuando todos los miembros firman, menos el que se oponía a las propuestas, esbozo una pequeña sonrisa triunfal. Porque aunque piense que merecen un castigo mil veces mayor, van a morir quemados en una hoguera. Van a ser el puro ejemplo para todos sus compañeros terroristas de lo que pasa cuando atentas contra la seguridad y la población digna de NeoPanem.

Entonces habla Weynart. El jefe. Nunca me ha agradado especialmente, pero le debo respeto y su discurso es apropiado. Y anuncia que estamos en guerra abierta —Joder— le susurro a Nate, que sigue a mi lado, mirando al Ministro, que sigue hablando. Dice que cualquier acto sospechoso deberá ser reportado y mi mirada se desvía sutilmente hacia Arianne durante un escaso segundo, antes de viajar de nuevo hacia el Ministro. Se acercan tiempos... Intensos, como mínimo. Difíciles, depende de cómo reaccione la gente a este anuncio por parte del Ministerio. Pero, por encima de todo, quiero pensar que se acercan tiempos de victoria. De nuestra victoria definitiva. Por mi madre, por Annie Weynart, por todas las muertes innecesarias y crueles causadas por terroristas como los dos que en breves arderán.

Mientras la sentencia es dictada permanezco de pie con la mejor cara de poker que tengo. Cuando Hans da por terminada la sesión y los aurores comienzan a acercarse a los prisioneros para ser llevados a la hoguera, pienso en retirarme; pero Riroden toma la palabra, un discurso bastante conmovedor y que podría tomar como poderoso de no ser porque fue secuestrado y tuvimos que salvarle el trasero el otro día... Sin embargo el tipo sabe como marcar historia pues declara una guerra abiertamente y se me paran los vellos de los brazos.

Vaya. Seguramente los rebeldes estarán viendo ésto por televisión en algún refugio mugroso del norte y sería interesante saber lo que piensan hacer al respecto. Vienen meses agitados, eso es seguro, pero no para nosotros. En una guerra los juicios vienen después, hasta que termine es crimen y castigo inmediato por lo cual alguien como yo no tiene mucha participación. Claro que estaré en peligro, como todo maldito ciudadano de Neopanem.

Luego iré a revisar mi varita, creo que funciona bien pero no es momento de escatimar en precauciones. Ahora solo necesito distraerme y dejar de pensar en que en cualquier momento todos podríamos volar por los aires, hubo una época en que así ocurrían las guerras ¿Cierto? Desde la distancia, genocidio sin advertencia.

Miro a Ernest quien está del otro lado y le guiño un ojo para que me siga, espero que lo haga.

Suspiró, alejando la mano de él y acomodándose en su sillón, barriendo con la mirada la sala y la cantidad de cámaras que había pululando por el lugar. Sin duda querían un espectáculo, un aviso, y no hacía falta más que mirar alrededor para percatarse de que lo habían preparado todo a la perfección. Permaneció con la vista al frente mientras el Ministro de Justicia hablaba, dándo por firme la sentencia y mandando ejecutarla a la mayor brevedad posible. Chasqueó la cabeza, removiéndose en el lugar y apunto de levantarse cuando se dio por cerrada la sesión, pero teniendo que permanecer en su sitio durante unos instantes más. ¿Qué pintaba un auror en una sala de tribunal? Ni aunque fuera el mismo Ministro tenía sentido. Fijó sus azules ojos en él, escuchando con cautela todas y cada una de las palabras que pronunció.

Mentiras y medias verdades. Vaya discurso se estaba marcando. Cruzó los brazos bajo el pecho. Mas sus siguientes palabras provocaron que éstas se deslizaran lentamente hasta caer a ambos lados de su cuerpo. ¿Declaración de guerra? Su mirada viajó hasta Hans, el cual parecía más que enterado y orgulloso de lo que estaba sucediendo. Abrió la boca para decirle algo a Jasper, pero las palabras no quisieron salir, se quedaron atragantadas en su garganta por lo que tuvo que obligarse a tragar saliva con fuerza. El intercambio en la cueva había sido una trampa, incluso escuchó a algunos de sus compañeros pedir reconocimientos faciales, por lo que sabía que, con solo una mirada, Jasper entendería porqué tenían que ver los rostros que aparecerían en todas las pantallas de NeoPanem. Hizo un rápido gesto con la mano, levantándose de su asiento y dirigiéndose hacia la salida con rapidez.

Hay un momento en el que me encierro en mí mismo y ni siquiera soy consciente de que Arianne me tiende su pluma para firmar la copia. La simple mención de morir de esa manera me eriza la piel y me desconecta de todo. Siempre he creído que esa época, mi pasado en los Juegos, quedó ya muy atrás, pero por mucho que intente convencerme de ello, de ignorarlo, es algo que siempre va a estar presente.

Para cuando las palabras llegan a mis oídos y presto atención, el Ministro Weynart empieza a hablar sobre algo de una guerra y de cómo iban en son de paz a aquel intercambio en la cueva. Es una mentira, como muchos sabemos, pero supongo que queda bonito decir que era así cuando, en realidad, jugaban con la carta de saber que aquel chico era hijo de Orion Black.

Me levanto corriendo de mi asiento para seguir a Arianne hacia la salida, con las dudas de si esta vez podré comprobar si mi prima era aquella mujer. Yo mismo pedí un reconocimiento facial, pero lo cierto es que no pensaba que los considerarían a todos unos terroristas. Supongo que es la segunda vez que mis buenas intenciones acaban convirtiéndose en una metedura de pata catastrófica.

Ya todo era oficial y podia estar mas satisfecho, dos pestes menos por las que preocuparnos. Aunque la declaración de guerra por parte del ministro de seguridad me tomo por sorpresa y me hizo pensar en Jack y Rose y su trabajo. Realmente esperaba que mi hermano y su esposa siguieran estando bendecidos por cualquier deidad y volvieran a casa.

Pero por ahora todo me era ajeno y con el guiño de Viktor volví al presente y que este día merecía una celebración. Sonriendo seguí a mi compañero a donde este quisiera.

Presiono los puños con fuerza cuando llega la hora de la sentencia. Moriremos quemados, es inminente, pero intento que mi rostro no refleje el miedo que llevo adentro. Si quieren dar una señal con ésto al menos le haré el favor a los que quedan vivos de no mostrarme débil, de enviar un mensaje también de nuestra parte... Podrán castigarnos pero eso no apagará el espíritu. Quizás no hoy pero en el futuro los magos morirán, sé que soy una pero no como ellos, creo que los muggles valen lo mismo que nosotros e incluso más por tener que esforzarse el doble por conseguir cosas que nosotros tenemos con un movimiento de varita.

Intento no reaccionar a la declaración de guerra pero eso sí que es difícil, maldita sea. Lo único que espero es que el estúpido de Dave deje de hacerse el héroe en el norte y se quede sentadito en su casa familiar a salvo, si han muerto inocentes mientras estaba "la paz" no quiero ni imaginar lo que pasará en los tiempos venideros. No voy a verlo, eso seguro, y no sé que hay después de la muerte así que quizás nunca lo sepa.

Sonrío divertida cuando la auror con la que pelee se acerca para llevarme fuera del ministerio - Me alegra que seas tú - comento en voz baja. Extrañas formas tenemos de reaccionar... Supongo que estoy riendo para no llorar y lo prefiero así, quizás los demás lo interpreten como un acto de valentía y no como la reacción de una chica que no está pudiendo cumplir con la promesa de ser valiente frente a cualquier adversidad.

El camino se hace largo hasta que llegamos al centro de la plaza. No opongo resistencia y me mantengo con la cabeza en alto a cada momento hasta que mis manos y pies están sujetas en la pila de troncos que hay en el exterior. De nuevo, magia. Nuestros antepasados pasaban toda la mañana preparando la ejecución para realizarla al atardecer ¿Y ahora? Se les acaba de ocurrir la sentencia y ya tienen todo listo pocos minutos después.

No veo quien prende el fuego y las llamas no queman de inmediato, solo puedo sentir el calor de las brasas en mis pies que pronto comenzarán a derretir la suela de mis zapatillas. Me giro a ver a Ferdia pero no se me ocurre nada para decirle así que simplemente gesticulo un "púdrete" con una sonrisa antes de volver la vista al frente y pasear los ojos por el público. Quizás lo estoy imaginando pero creo ver a David entre la multitud, aquello me hace flaquear y siento como se forma un nudo en mi garganta.

Siento las llamas en mis brazos y piernas y un primer grito se escapa de mis labios. Intento no hacerlo pues es señal de dolor ¡Mierda que duele! Es como ser arrastrada al mismísimo infierno en vida ¿Cuánto tardará? ¿Al menos me desmayaré del dolor? - Hijos de puta - murmuro para mí y por un segundo temo que esas sean mis últimas palabras pues ya no solo siento el calor por fuera, sino que quema hasta mi alma. No, eso no será lo último que Raven Harkness diga en este mundo...

-Si ardemos... ¡Arderán con nosotros! - junto fuerzas para gritar y que se escuche sobre los murmullos de los presentes. Creo haber leído eso en algún libro o mi padre me lo contó, no lo sé, pero suena apropiado y me hace sentir satisfecha cuando pierdo por completo la conciencia para ya no recuperarla más.

Es extraño, pero no siento miedo, no ahora. Lo que se lleva todas mis emociones son las palabras de Weynart, haciendo que me ponga un poco más derecho, sin saber si horrorizarme por la declaración de guerra o porque no estaré aquí para verlo. Sé que ellos tienen las de ganar, la tecnología, la impunidad y los nuestros son solo un puñado de ciudadanos ocultos con las pocas armas que han conseguido robar. Pero confío en ellos, confío en que se sepa la verdad, en que las personas no se quedarán en silencio después de todo lo que ha pasado. Es estúpido, pero incluso cuando sé que voy a morir en minutos, puedo sentir un atisbo de esperanza. No para mí, para el resto.

El sujeto enorme al cual he tacleado hace dos días se acerca a mí y sé que me llevará a dar mis últimos pasos. Ni siquiera lo miro, estoy más ocupado en fulminar con la mirada al estrado y mantener el mentón en alto. Asumo, a juzgar por su uniforme, que es el nuevo Jefe de Aurores el encargado de marcar el paso hasta la plaza ministerial, por suerte no demasiado lejana como para poder trasladar la acción con velocidad. Para cuando llegamos, la magia ha ayudado a que las piras estén listas y siento el empujón que me coloca en una de ellas. A la distancia, creo que el hechizo silenciador ha sido cancelado o ha perdido su potencia, porque me oigo gruñir cuando me atan y unos hechizos bastan para que sienta el ardor en los pies. Me gustaría pedirle disculpas a Raven, pero su sonrisa es algo que me obliga a suspirar y echar la cabeza hacia atrás, apoyándola en el poste. Puedo observar el humo elevándose sobre nuestras cabezas y el calor se torna insoportable en segundos, aumentando al mismo tiempo que las ampollas en mi piel. Al menos, el grito de Raven se siente correcto.

Intento contener la debilidad, pero nadie es inmune a las quemaduras. No cuando éstas se apresuran a consumirte poco a poco, trepando por tus piernas y devorándote a su paso. Antes de perder la consciencia, diviso un ave entre el humo negro y las chispas, pasando a varios metros sobre nuestras cabezas. Sé que se trata de un simple pájaro de ciudad, pero al menos me hace pensar que aún hay personas a salvo. Por ahora.

Nos volveremos cenizas, pero estoy seguro de que ellos saben que no podrán barrernos con el viento.

Cierro los ojos con fuerza, tratando de tomar algo de aire y mantenerme sereno. Porque esto es lo que temía hace tiempo, la idea de una guerra no estaba en mis planes y saber que no tenemos otra opción es algo que me revuelve el estómago. Es su culpa, al fin de cuentas. Ellos se lo buscaron y se lo merecen. Me obligo a abrir los párpados una vez más y suspiro con los labios apretados, justo a tiempo para ver como los prisioneros son arrastrados fuera del tribunal, en camino a la plaza. Fue mi orden, pero no planeo verlo. No tengo tiempo para ello ni hígado que pueda soportarlo en un momento como este — Espero que sepas lo que haces — murmuro, girándome hacia Riorden e inclinándome lo suficiente como para que solo él pueda escucharme — Recuerda que las cucarachas son una plaga muy difícil de matar — tiene mi apoyo, lo sabe. No solo porque confío en su trabajo y en su criterio, sino porque Annie también me importaba, a pesar de no ser de mi familia. El problema es que yo también tengo personas a las cuales quiero cuidar.

Antes de que la prensa o algún miembro del tribunal me busque, me doy vuelta y bajo del estrado. Oigo a los periodistas comenzando a buscar algunas respuestas, pero Josephine cierra la puerta detrás de mí en cuanto paso a los pasillos traseros, masajeándome las sienes. Esto es un desastre.

Es un juicio público por lo que el lugar está concurrido y me cuesta encontrar un sitio decente. Podría quejarme por tener que aguantar de pie con los zapatos que llevo puestos pero no dura demasiado, es un trámite pues solo hay que decidir el cómo no el si se va a hacer o por qué. Miro mi reloj tres veces y en lo que eso lleva todo está resuelto. Los prisioneros serán quemados en la hoguera por su crímenes y ni bien ésto es dicho en voz alta me abro paso hacia el exterior para ser testigo de tremendo acto.

Sin embargo eso no es todo pues el ministro de defensa se ha proclamado ministro de guerra, eso es lo que viene en el futuro y espero poder ayudar de alguna forma. No soy un soldado pero la historia sabe que los científicos somos necesarios, muchas veces la clave y tengo varias mascotas microscópicas que podrían debilitar al enemigo sino matarlo de una... Claro que hay que acomodar detalles pues lamentablemente no logro conseguir que solo ataquen células de muggles... ¿Por qué estoy pensando eso ahora? Ya habrá tiempo después, ahora debo ver una ejecución.

Esta vez sí consigo un lugar en primera fila. Me cruzo de brazos y permanezco inamovible hasta que las piernas de los rebeldes se doblan en señal de que han perdido la conciencia y dentro de poco la vida. Arrugo la nariz cuando el aroma a carne quemada llega hasta mí pero aun así no me muevo de mi lugar, ésto es histórico y planeo verlo hasta el último segundo.

Como en una visión, me encuentro rodeado de sombras que hablan en murmullos, este escenario no puede ser real y la chica que está en el centro del veredicto, no puede ser la que conozco. La que yo conocía está en algún lugar del distrito doce, sacudiéndose la ropa por haberse metido en algún lugar donde el diablo perdió su capa, para conseguir esa capa por supuesto, tiene un par de insultos en los labios y cuando me vea aparecer en su casa a darle un abrazo por tener una pesadilla con este momento, me regalará un par de esos bien merecidos. Dirá lo imbécil que puedo llegar a ser, ella lo sabe mejor que nadie. El ministro Powell alza la sesión tras dar la sentencia, la declaración de guerra del ministro Weynart no llega entera a mis oídos, dice algo de traidores y actos sospechosos, sobre la seguridad de los ciudadanos, los aurores están sacando a Raven y a Ferdia para llevarlos a la plaza.

Mis piernas no me responden para ponerme de pie cuando las bancas del tribunal se van vaciando de los espectadores al juicio, froto mis manos contra mis rodillas como si quisiera hacerlas reaccionar, están heladas de la impresión y estoy temblando en mi asiento. Tengo que colocar la cabeza entre las rodillas para sobreponerme a la sensación de que me falta aire, tomo bocanadas a través de mis labios y con mi mejor amigo sentado de un lado, mi tío Dorian sentado del otro, puedo escuchar que este último me dice que es hora de irnos.

Esa indicación logra que pueda pararme como si fuera a acompañarlos fuera del tribunal, y cuando estamos cerca de la puerta del ministerio que tiene a la plaza a unos pocos pasos, me largo a correr entre la gente que se amontona para ver el espectáculo, mis codos golpean a un par y me hago un espacio para estar lo más cerca que pueda, empujón de por medio a un mago que desea a viva voz el mismo final de infierno para todos los traidores. Al mirar el rostro de Ferdia, recuerdo nuestra última charla, me sacude que su muerte sea por la fuerza de su convicción, que al elevarse las llamas no creo que muera, lo que espero es ver aparecer alrededor de la plaza todas aquellas personas que podría invocar con su fe. Así esto se detendría.  

Pero está sucediendo, el grito de Raven me atraviesa. No puedo apartar mis ojos de ellas, cuando el fuego arrasa por su cuerpo, porque si los mantengo sobre ella, en algún maldito segundo esto parará. Las llamas se extinguirán como si no fueran más que un engaño a la vista, soporto hasta el último minuto la pesadilla porque creo estúpidamente que despertaré. Limpio de un manotazo las lágrimas que quieren cubrir mis ojos, el pecho me duele tanto que tengo que tragar cada nudo doloroso de mi garganta, al contenerme me estoy rompiendo por dentro para que no se vea por fuera. La gente que me rodea sirve de apoyo para que pueda estar de pie hasta que no hago otra cosa que ver como todo se reduce a cenizas que se llevará el viento. Es más real que nunca, más de lo que nunca fue una predicción. Es posible ver extinguirse lo mueve nuestros actos, quedar reducido a ser una persona sin fe, sin amor. Porque ha sucedido, y por mí, todos pueden joderse en su maldita guerra. Me alejo de la plaza dando la espalda a las hogueras, empujo a mi tío cuando hace el amago de abrazarme y a pesar de mi resistencia, logra rodearme para que pueda desahogarme sobre su hombro, ocultando mi cara manchada por el llanto, gracias a él es que estoy fuera de este lugar y pasará demasiado tiempo hasta que vuelva.

De ser por mí claramente no estaría aquí, más cuando veo la decisión que toma el Wizengamot... Por dios ¿Yo trabajo para esa gente? De verdad lamento que Davies no leve las de ganar pues parece el único humano sentado de ese lado ¿Quemarlos vivos? ¿En qué siglo estamos? Pero me contengo de hacer cualquier expresión, en primer lugar porque no quiero perder mi empleo, quizás algún día pueda luchar contra esas injusticias cuando tenga algo de poder, y segundo porque debo mantenerme fuerte por mi amigo, después de todo es a la chica que quiere a la que están condenando.

Camino hacia el exterior como si fuera a mí a quien van a quemar y no sé exactamente qué decir así que solo apoyo mi mano en el hombro de Dave y espero que eso sea suficiente apoyo mientras las llamas consumen el cuerpo de la chica y el de Ferdia Wallace. Me aterra pensar que de haber sido cualquier otro día el cuerpo de mi padre podría estar en su lugar, o el de Kenny o el de Lea, incluso el de Moira. Es a lo que se arriesgan por pelear contra el gobierno y me apena no poder ser tan valiente como ellos.

El castigo llega a su fin y miro a Dorian por sobre la coronilla de Dave quien me devuelve la misma mirada que yo le estoy entregando. Esto es horrible, somos hombres de leyes y no podemos hacer absolutamente nada pues aquí la justicia no lleva la batuta, sino el poder, un poder arcaico como lo es la sangre y la fuerza. Pues como hombre adoptado que no puede conjurar un solo hechizo sin que exploten las cosas puedo decir que se jodan la sangre y la fuerza.

Dave quiere retirarse y por suerte Dorian tiene la suficiente fuerza como para detenerlo. No interrumpo su abrazo, solo vuelvo a poner mi mano en su espalda para que sepa que estoy allí. Contengo las lágrimas pues sé que no tengo derecho a largarlas, el dolor es suyo pero a mí también me duele verlo así. No digo nada, no hay palabras para esto.

Se que no debía estar aquí. Escabullirme no había sido sencillo, y me estaba arriesgando, estaba arriesgando a los de la red, pero… ¿quién iba a fijarse en una pobre niñata bien arreglada que se sienta al fondo del tribunal? La prensa se encuentra delante, y los guardias ya revisaron mi identificación. Synnove Lackberg, una estudiante de leyes que, al menos por unas horas se vería igual que yo en sus registros. Una estudiante que tenía una razón más que válida para estar ahí. ¿Quién no querría ver a los cómplices de los secuestradores de su padre? ¿Quién no querría presenciar el juicio más importante del año estando en la especialidad de leyes?

Pues mi razón para estar allí era totalmente diferente, y totalmente estúpida.

Soportar el juicio había sido una de las cosas más difíciles que había tenido que hacer en toda mi vida. Mis dedos dolían de la cantidad de veces que los había tronado, y probablemente debería volver a cortarme el pelo ya que lo había estado masticando durante toda la hora. Pero había guardado silencio, me había quedado lo suficientemente quieta como para que el temblor de mis piernas no alertara a todo el tribunal, y había contenido mis lágrimas.

No había llorado con el veredicto, y había contenido las tremendas ganas que tenía de putear a Riorden Weynart y su declaración de guerra. Pero ya en la plaza, a la que había llegado más por inercia que por voluntad, no puedo contener las lágrimas y dejo que la multitud me refugie pese a que no emito sonido. Y es horrible, porque quiero gritarle a Ferdia que me encuentro allí, que no está solo en estos momentos; pero es inútil y la realidad es que sí se encuentra sólo. Raven no es precisamente de los nuestros, y nadie más se encuentra compartiendo su castigo. Así que callo, callo y lloro mientras observo como una persona a la que he llegado a querer y respetar como pocos, arde en un espectáculo que busca saciar a las masas y advertir a las minorías. ¿La verdad? La advertencia estaba hecha, pero yo prefería la de Raven. Porque si ellos querían guerra, guerra iban a tener. De una forma u otra, aunque mis mismas cenizas terminasen en esa hoguera.