The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Viktor R. Carstairs
Miembro del Departamento de Justicia
El viaje no es sencillo, mi primera misión es sacarnos del caos, muerte y descontrol que hay en las minas así que apunto a un destino no demasiado lejano pero lo suficientemente lejos como para asegurar que viviremos otro día. Llevar a los dos viejos no es nada sencillo, sobre todo porque están uno más destrozado que el otro. No puedo evitar pensar que podría ser uno de ellos de no ser porque una niña interrumpió mi asalto al unicornio y no un rebelde con causa repleto de ira que desayuna todos los días con la sangre de sus enemigos. Pero pese a las complicaciones me las ingenio y doy el último salto hasta el Capitolio con Lackberg y Helmuth tomados por el cuello como si fueran cachorros con una giba dorsal adorable.

Los ayudo a moverse hasta la puerta del hospital y una vez que doy un paso adentro los suelto como granjero que larga una bolsa de papas - Dos pacientes aquí, sobrevivientes, trátenlos como reyes - digo a una de las enfermeras la cual sale en dirección opuesta a hacer quién sabe qué ¿Qué demonios? ¿No debería traerles una camilla o algo por el estilo? - Pésimo servicio, cuando caiga enfermo lo haré en otro sitio - me quejo en voz alta girando sobre mis talones para que todos en la sala de espera me escuchen. Ya pasó bastante del atentado ¿Por qué demonios ésto sigue repleto de gente? No es que hacer un episkey sea tan complicado... Lo enseñan en la escuela o eso creo, lo que aprendí de magia fue en secreto por mis padres.

- Mi trabajo está hecho, ha sido un placer ser su caballero de brillante armadura - digo a los dos tipos con una sonrisa demasiado exagerada - Solo les pido que no se enamoren de mí, odio esa parte de la historia - es tan cliché que iug, además están algo viejitos para mí, de salvar a alguien la próxima vez me encargaré que sea del cuerpo de aurores - ¡Sanador! - llamo al ver a uno con rizos, barba y un aspecto terriblemente familiar ¿De dónde lo conozco? -  Necesitan una hamburguesa intravenosa y que sanen sus heridas - comento pero mi tono de voz no va para nada con mis palabras hilarantes, no dejo de mirarlo con el ceño fruncido pues sé que lo conozco de algún lugar... ¿Acaso me acosté con él en algún momento? No creo - Son... todo suyos - agrego sin apartar los ojos. Demonios.
Viktor R. Carstairs
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Scalpel! - Priv IqWaPzg
Invitado
Invitado
La guerra, la guerra no cambia nunca. Desde los albores de la humanidad, cuando nuestros antepasados descubrieron que podían matar con rocas y huesos, se ha derramado sangre en nombre de Dios, de la justicia, o simplemente de la rabia psicótica.
—Fallout 3.


Estoy cansado. Si bien siempre me ha encantado mi trabajo y lo he antepuesto a mis aficiones y gustos aparte, he llegado a un punto en el que estoy llegando a la extenuación. Pero no puedo dejar mi puesto de trabajo, no ahora. Las cosas se están poniendo feas con los rebeldes y el Gobierno no quiere dar su brazo a torcer ni un centímetro. Entiendo que no puede ceder porque entonces empezarían a dejar de tomarlo en serio, pero las cosas se están saliendo de control.

El primer día, el hospital se llenó de personas heridas y, desde entonces, mi lugar de trabajo ha sido un caos. Normalmente hay mucho trabajo porque siempre hay alguien que necesita atención sanitaria, pero estos días atrás hemos estado desbordados. Y el día de hoy no se queda atrás. La sala de espera está llena de gente y sigue viniendo más, todos los sanadores estamos ocupados con varios pacientes y, en cuanto le damos el alta a uno, debemos tomar a otro.

Lo que no me esperaba es que, mientras estoy dándole unas indicaciones a una enfermera sobre uno de mis pacientes recién atendidos, alguien me llame por mi profesión. Eso hace que mire hacia el origen del grito y me acabo acercando al hombre que lo ha hecho. Estoy muy cansado, pero por un momento me ha dado la sensación de que me estaba hablando alguien conocido. Luego pienso que en realidad lo que me suena es ese ceño fruncido que ponen muchos pacientes o acompañantes porque piensan que no les estamos dando la atención que se merecen.

¿Disculpe? —inquiero confundido, ¿hamburguesa intravenosa? ¿He oído bien? De todos modos no tiene importancia. Me giro hacia la recepción para comenzar a tratar a estos pacientes— Dos camillas urgentemente —pido con calma, pero también indicando que de verdad es necesario que se den prisa. Porque aunque estemos en urgencias, esto no siempre va todo lo rápido que debería. Esta vez sí que ocurre, lo cual me hace sentir aliviado, pues estas dos personas tienen muy mal aspecto—. Llévenlos a la misma sala, parecen haber pasado por lo mismo y quiero tratarlos a los dos juntos. Gracias —indico a los camilleros y los sigo por el pasillo hasta llegar a la sala, donde comienzo a disponer de lo que necesito para hacer el examen inicial—. Necesito saber qué les ha pasado exactamente —digo con amabilidad, intentando hacerlos sentir cómodos, pues tras lo que deben de haber pasado que los ha dejado así seguramente no quieran hablar mucho del tema.

Y creo que sé de qué se trata todo esto, al fin y al cabo he reconocido a uno de ellos: es el ministro de salud.
Anonymous
Nicholas E. Helmuth
Miembro de Salud
Si ya de por sí tengo el cuerpo hecho escombros, no ayuda que un loco con varita nos saque de las minas como si fuéramos sacos de patatas. La sacudida que recorre mi abdomen cuando nos desaparecemos me habría hecho vomitar de tener algo en el estómago, pero como nos hemos pasado una semana "comiendo" restos que apenas eran masticables, supongo que tengo suerte. Cuando mis pies chocan contra el suelo, el ardor que siento en los pulmones desde hace tiempo se aligera al respirar aire puro, muy diferente de como se sentía en la habitación sin ventanas o en la cueva, mismamente. Ya solo con eso siento que soy un hombre nuevo, aunque me basta dar unos pasos para darme cuenta de que no es así. Estoy hecho un cristo, bueno, los dos lo estamos.

Agradezco que esta persona nos haya sacado de ahí, lo que no me gusta es que anden pegando gritos que me destrozan el tímpano por momentos. Afortunadamente, el estar en un hospital me da la aseguración que necesito para dejarme llevar por la situación. Conozco a esta gente por haber trabajo con ella durante tantos años, ver sus caras conocidas de alguna forma es casi tan reconfortante como recordar que estoy en casa. La cabeza me da tantas vueltas que no siento que alguien me ayuda a tumbarme en una camilla, y solo puedo mirar hacia la iluminación del techo en lo que escucho el chirrido del metal chocar contra el suelo. - Gracias, ¿cuál es su nombre? - Le pregunto girándome hacia el moreno que nos ha traído hasta aquí. Con eso me aseguraré de que lo tengan en cuenta para posibles cambios a mejora en su trabajo, después de todo me ha salvado de alguna manera la vida.

Un medimago aparece, y pese a haber trabajado aquí no consigo reconocer su cara. Debe de ser nuevo, eso o que simplemente no hemos coincidido. ¿Que qué nos ha pasado? ¿Por dónde empiezo? La quimera sería una buena historia que contar, seguido del troll que por poco no juega a los bolos con mi cabeza y terminando con un crío. Eso sumado al hecho de haber estado encerrados en un cuarto de mierda siendo los prisioneros de los criminales más buscados del país. - Víctimas del atentado, doctor, ¿dónde está seguridad? Quisiera hablar con... - Una tos jocosa me interrumpe, trabándome en algo de lo que digo. Ignoro por completo las indicaciones de la enfermera de mantenerme en la camilla y me levanto de la misma sujetándome las costillas con un brazo a causa del dolor. - Necesito ver a mi familia. - ¿Dónde carajo estará Eloise?
Nicholas E. Helmuth
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Scalpel! - Priv IqWaPzg
Ivar Lackberg
Director del Servicio Social
Ni bien mis pies tocan el suelo luego de la aparición siento como los cheetos de Moira comienzan a amenazar con salir por dónde han entrado. No debería haberlos comido, pero en mi defensa no tenía idea de que la evacuación del intercambio sería tan estrepitosa, mucho menos de que sería rescatado por un juez que no tiene ni puta idea de cómo trabajar con alguien ajeno a él mismo. Me toma del cuello del saco y así me lleva hasta la puerta de urgencias, no puedo decir nada pues no tengo fuerzas para eso y de todas formas me está ayudando un poco ya que el dolor de la pierna me impide caminar por mí mismo.

Al entrar comienza a decir un montón de barbaridades que decido ignorar y en parte lo hago por la fuerza ya que la luz del hospital es demasiado intensa, mucho comparada a la oscuridad en la que estuvimos sumergidos los últimos días ¿O fue una semana? De verdad pedí la noción de los días... - Viktor R. Carstairs - se presenta el juez ante la pregunta de Nicholas y ruedo los ojos. Claro que éste es Carstairs, su reputación lo precede y no hay nada que odie más que deberle una ahora mismo.

Por suerte el tipo se va y justo que llega un medimago a atendernos. Nos proporcionan camillas y tardo unos segundos en recostarme en una de ellas. Relajo mi cuerpo pues es la primera cosa más o menos blanda en la que puedo acostarme en mucho tiempo, vaya que extraño mi colchón de resortes - Estás muriendo, Nicholas, cubramos eso antes de hacer otra cosa - respondo de mala gana mirando a mi compañero de cautiverio que quizás esté un poco peor que yo.

- Pelea con dos quimeras, me destrozaron las costillas... Creo que han intentado curarme un poco los rebeldes pero no hicieron un buen trabajo - No me extrañaría que hayan curado las heridas mal, no los culpo, pero será horrible pasar por el arreglo - Después una loca quiso asesinarme, me asfixió y estuvimos en cautiverio por... ¿Una semana? - miro al ministro buscando su confirmación - Él más o menos lo mismo - agrego pues no ha dado muchos detalles sobre su situación.
Ivar Lackberg
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Scalpel! - Priv IqWaPzg
Invitado
Invitado
El Ministro de Salud no es muy colaborador respecto a su situación, lo único que necesito es que me cuenten qué ha pasado para poder ir directamente a la solución mientras los examino. Es un juego de dos partes: examino dónde están heridos y sabiendo qué les produjo esas heridas —porque no siempre dicen exactamente eso— puedo comenzar a tratarlos para, al menos, aliviarles el malestar o el dolor. Y ellos necesitan atención inmediata, por lo que agradezco que estén conscientes para poder tratarlos cuanto antes.

Sin embargo, aunque lo que me dice es algo esclarecedor, parece que les haya sucedido algo más… y para colmo se levanta sujetándose las costillas. Suspiro agradeciendo en el fondo de mi ser por ser más paciente que los pacientes y me apresuro a ponerme frente a él para impedir que se aleje de la camilla, ya que no ha hecho caso de las instrucciones de la enfermera.

Señor Ministro, comprendo que tenga que ver a su familia, pero estoy seguro de que ellos agradecerán que usted sea un buen paciente y deje que lo tratemos para que al menos no se esté muriendo de dolor cuando vengan a visitarlo. Tiene que tumbarse de nuevo y dejarme ayudarlo, por favor. —Intento razonar con él agradeciendo las palabras del señor Lackberg, el otro paciente. No quiero ni pensar en cómo se pondrá la pobre Amalie cuando vea a su marido… espero que para entonces ya no tenga tan mal aspecto.

También agradezco que el hombre sí sea más específico con lo que les sucedió. Aunque me deja completamente asombrado, ¡¿peleando con quimeras?! ¡Porque no era una, eran dos! Deberían dar gracias mil veces por seguir vivos. Y encima no parece lo único que le ocurrió…

Por todos los Patronus… están vivos de milagro. Gracias, señor Lackberg. Los enfermeros lo ayudarán a desvestirse —digo sin dejar de mirar al señor Helmuth—. Señor Ministro, por favor, deje que la enfermera y yo lo desvistamos, necesito examinar bien los daños antes de aplicar cualquier método.

Off:
Anonymous
Nicholas E. Helmuth
Miembro de Salud
Soy un pésimo paciente, lo reconozco, ya no solo porque no estoy acostumbrado a que la situación sea del revés y no sea yo el que tenga un bata puesta, sino porque hay asuntos más importantes que tratar ahora que estoy de vuelta donde pertenezco. Incluso cuando me duele hasta el alma. Lo dejo entrever cuando me levanto de la camilla y no me aguanto el quejido que sale de mi garganta al sentir una punzada de dolor. Lo más probable es que tenga más de una costilla rota, aunque con un poco de suerte mis pulmones siguen intactos y no hay líquido ajeno en su interior, pero a estas alturas ya ni sé.

Un poco reacio a colaborar pese a tratarse de mi gente, las palabras de Lackberg de que me estoy muriendo provocan que bufe en resoplido, dejándome caer nuevamente sobre el colchón con demasiada poca delicadeza. Eso me saca otro gruñido. — Está bien. —  Tampoco puedo ir a ningún sitio con tanto personal alrededor y era cuestión de tiempo que alguien me obligue a mantener la calma. — Pero voy a necesitar a algún miembro de seguridad en cuanto antes. — Insisto, como si esto no fueran más que meras formalidades en lo que me permito el reposar la cabeza contra la almohada. Bueno, tengo que admitir que podría quedarme un rato más aquí tumbado antes de informar a las autoridades sobre lo que ha ocurrido.

Casi todo son heridas abiertas por criaturas mágicas, ¿doctor…? — Hasta el momento creo que no ha mencionado su nombre, ¿o estoy tan agotado que ya ni puedo recordar lo que ha pasado hace escasos minutos cuando nos presentaron? Ya no estoy seguro ni de que hayan transcurrido solo unos minutos. — Creo que me dejé alguna costilla por el camino, además de las quemaduras por el fuego, y no sé cuantas infecciones habremos pillado ya en estos días de cautiverio. — Porque Lackberg tiene razón, no se esmeraron mucho a la hora de curarnos, lo que me da a entender que ni siquiera tienen los recursos. Idiotas, son capaces de hacer explotar bombas, pero se olvidan de la medicina.

Spoiler:
Nicholas E. Helmuth
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Ivar Lackberg
Director del Servicio Social
Quizás la desesperación del ministro por ver a su familia no sea lo más conveniente para nuestra curación ahora pero sí despierta un pensamiento en mí que hace que, en cierta forma, se inviertan los roles. Necesito saber cómo está Amalie y cómo está Synnove luego de saber lo de Sami, pero sobre todo... tengo que asegurarme de que Robin esté bien al igual que Simon. No los ví en las festividades pero nunca se sabe ¿Qué tal si a la mujer cascarrabias se le ocurrió ir a tomar una cerveza? Debo comprobarlo pero no tengo mi maldito teléfono en el bolsillo, creo recordar que se rompió en la batalla.

-Un teléfono, necesito un teléfono - pido desesperado ignorando el dolor de las costillas casi como si hace unos segundos no hubiese sido yo el que pidió a Nicholas que se calmara. Mientras él habla miro hacia todos lados pero no logro ver a ninguno a la vista, así que simplemente estiro mi brazo hacia el bolsillo del sanador con la esperanza de encontrar alguno allí - Lo siento, pero es urgente. - "Debo comprobar que mi segunda familia esté bien y de no ser así enviar a mi primera familia para que chequeé las cosas".

Frunzo el ceño cuando caigo en la cuenta de que es probable que tengamos alguna infección por dónde estuvimos. Si hay algo de lo que estoy seguro es de que los rebeldes no tienen antibióticos, además Moira me hizo notar un detalle poco agradable sobre el lugar en el que estábamos cautivos - Creo que estábamos en la casa de una prostituta - dejo salir con una mueca parpadeando varias veces - Ay por favor - pido a un ente todo poderoso inexistente para que no nos hayamos contagiado de nada raro mientras estábamos inconscientes. Quizás habia algún otro loco o loca cómo la que nos atacó a Amalie y a mí.
Ivar Lackberg
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Invitado
Invitado
Casi suspiro por el alivio, pero no lo hago. El Ministro por fin ha aceptado quedarse sobre la camilla para dejar que yo haga mi trabajo correctamente, aunque ha hecho una petición, así que asiento con la cabeza y me dirijo a uno de los enfermeros para pedirle que llame a seguridad a petición del Ministro de Salud.

Mackenzie, James Mackenzie, señor —me presento, sintiéndome algo avergonzado, pues con todo el ajetreo no he podido presentarme a pesar de que debería haberlo hecho desde el principio. Aun así escucho todas sus explicaciones mientras el señor Lackberg, al estar casi a mi lado, alcanza mi bolsillo—. No tengo teléfono, señor Lackberg, lo lamento. Ahora le pediré al guardia un teléfono, no se preocupe.

Entonces me pongo manos a la obra. Abriendo la ropa —o los jirones de ropa— del Ministro me pongo a examinar su torso, tocando la zona de las costillas, y concluyo que sí que tiene dos rotas sin necesidad de una prueba con métodos muggles. Aun así lo apropiado es que le haga una radiografía para poder saber cómo está exactamente su costillar.

En efecto, tiene dos costillas rotas, señor Ministro —le informo y después pido a un enfermero que vengan más porque voy a necesitar mucha ayuda. Mientras ellos se encargan de desinfectar las heridas del Ministro, repito el proceso con el señor Lackberg y compruebo que también tiene costillas rotas, por lo que le informo de ello. Después me dedico a desinfectar sus heridas—. Voy a hacerles unos análisis de sangre para comprobar que estén libres de enfermedades. No se preocupe, señor Lackberg, las enfermedades que se pueden transmitir en una casa así… no son contagiosas si no hay relaciones sexuales de por medio.

Pido que preparen el ala de radiología para hacer dos y también que traigan a alguien de Heridas provocadas por criaturas, y mientras espero a ello, le hago un análisis de sangre al señor Lackberg al tiempo que un enfermero se lo hace al señor Helmuth. No es mi función hacer un análisis realmente, pero sé hacerlos, por supuesto, y no necesito delegar ahora mismo. Están todos como locos en este momento y lo mejor que puedo hacer es contribuir. Luego me encargaré de las quemaduras. Mientras extraigo la sangre del brazo de Lackberg, llegan dos hombres de seguridad y les informo de la situación.
Anonymous
Nicholas E. Helmuth
Miembro de Salud
No me es sorpresa el escuchar que tengo dos de mis costillas rotas, me es suficiente con inflar un poco el pecho de aire para comprobarlo, pues el dolor irradia con intensidad cuando trato de respirar. Aun así, trato de no quejarme cuando me inspecciona el pecho, de todas formas después de varios días encerrados el dolor es casi como una sensación normal de mi cuerpo, tanto como lo puede ser el calor que empiezo a sentir. Lo único reconfortante de toda esta situación es que pronto comienza a llegar mas gente y, aunque el mogollón de batas entrar y salir por la puerta debería abrumarme, es lo que precisamente más me recuerda que estamos en buenas manos.

Soy un mal paciente, lo reconozco, pero no tanto como para no dejar a los médicos y enfermeros hacer su trabajo, por lo que permito que me lleven a donde sea, que me saquen toda la sangre que quieran mientras me dejen lo suficientemente consciente como para saber lo que está sucediendo en todo momento, hasta que el cansancio hace lo propio y todo el estrés acumulado en los últimos días termina por hacer justicia y caigo redondo en cuanto me dejan en la tranquilidad de un cuarto individual. Cuando despierte podré comprobar qué tanto estará mal de todo este desastre tras el ataque, pero por ahora solo puedo preocuparme de respirar aire fresco, ese que no he respirado desde hace días.
Nicholas E. Helmuth
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