Hace 20 años atrás...

- Ha sido un placer compartir otra con todos ustedes y no se pueden perder el programa de mañana ¡Nos visitan los campeones de los últimos juegos! Soy Kennedy Wang desde la 103.7 - pronuncio con mi habitual voz suave y una vez que la luz se apaga del otro lado de la cabina borro mi sonrisa y me dejo caer en la silla agotada por el largo día. Es el último programa así que no me apresuro a salir, en cambio masajeo mis mejillas por un rato e ignoro las direcciones que me da el productor del otro lado. Pasaron años hasta que logré poner en silencio su voz, no es lo más profesional de mi parte pero simplemente no puedo hacer un programa con él dándome órdenes a toda hora sobre ratings y demás ¡Es mi maldito programa! Sé lo que debo hacer y decir.

Finalmente reúno fuerza para levantarme de la silla giratoria y me encuentro con el hombre enfadado de brazos cruzados en la puerta del lugar. Me dice que debería haber salido pues tenía programada una revisión del equipo a lo cual solo ruedo los ojos y le doy un beso en la mejilla ¿Cuál es el problema? Como mucho el técnico me robará unos minutos para firmar un autógrafo o sacarnos una foto, nada que no haya hecho antes.

Antes de salir tomo el abrigo gris y lo coloco sobre mi vestido. Ya desearía poder usar la magia para no pasar frío en el crudo invierno y lucir los escotes sin consecuencias de resfriados luego, pero el mundo no es perfecto y no nos queda más que ocultarnos. No puedo quejarme en realidad, llevo una buena vida como persona sin magia y mis épocas de estar en peligro por los juegos terminaron ya hace varios años atrás.

Al salir me encuentro con el que supongo que es el técnico y le dedico una sonrisa amigable - Espero que te paguen horas extras por trabajar tan tarde - comento con una mueca y le tiendo mi mano para saludarlo - Kennedy Wang - aunque realmente no creo necesitar presentación, o no lo espero ya que dañaría un poco mi ego - Eres nuevo ¿Cierto?

Cargo al niño sobre mi pecho para se calme y cruzo mis brazos por encima de él para hacerle sentir mi calor, tarareo una canción que estoy escuchando en la radio para que se relaje. Su llanto va disminuyendo, cada vez que su madre se va a trabajar tiene de estos episodios, llora como si ella no fuera a volver y tengo que abrazarlo hasta que se duerme. Es su turno de hacerle sentir acompañado cuando regresa en unas horas, sacude mi hombro con suavidad y me recuerda que me esperan en el Capitolio, en una de las radios para que revise el equipo, es una oferta de trabajo que nos viene bien porque tenemos un hijo y planeamos tener más, cuando las horas de guardia de Sloane se reduzcan. Me despido de Locki con un beso detrás de su cabeza, en esos pocos pelos ralos que tiene, y lo dejo meciéndose en los brazos de su madre, que tiene una voz más afinada que la mía al entonar una canción sobre niños que crecen en un bosque y la Luna los guía hasta hallar un barco que navega entre las nubes.

Me pierdo el final de la canción al cerrar la puerta del departamento, cruzo el pasillo descubierto en el que choco con el viento helado del norte y bajo a prisa la escalera mecánica. Tomo el tren en la estación del distrito para estar de pie delante del edificio de la radio del Capitolio al cabo de un rato, con una chaqueta de solapas levantadas para cubrirme del frío. Desde la cabina de control, horas más tarde, observo a la mujer de ojos rasgados que habla delante del micrófono con el carisma de quien está hablando a una ciudad invisible que cabe en su espacio de trabajo, tiene toda la autoridad y el encanto en su voz como para que nadie se quiera perder una palabra. El hombre sentada en la consola murmura algunos comentarios que respondo con la mitad de mi atención y la otra todavía pendiente de lo que dice Kennedy Wang, no me pierdo su despedida.

La señal que necesito para saber que es mi momento de entrar a revisar el micrófono principal y el cableado, un chequeo para reponer algunas piezas que están dando al sonido un molesto tono mecánico, a veces un chirrido de choque metálico o una distorsión de las voces al habla, para luego centrarme en la consola principal. —Paul Jefferson— me presento con la locutora, puedo saber quién es ella, pero no tiene cómo saber quién soy yo. —No soy nuevo en lo que hago, pero se podría decir que lo soy aquí— acepto a medias ese título. —Suelo escuchar tu programa— le digo, como supongo que lo hacen un montón de personas con las que se cruza cada día. —Te imaginaba diferente— reconozco, creo que es parte del misterio que siempre provocan las voces de la radio.

Si el hombre va a seguir encargándose de los equipos será mejor que recuerde su nombre, así que hago un esfuerzo por memorizarlo. Paul Jefferson. Probablemente lo olvide la próxima vez que nos veamos pero eso no será por no haberlo intentado - No quiero preguntar qué pasó con el anterior y tú tampoco deberías - bromeo con media sonrisa tras soltar su mano, en realidad ni siquiera recuerdo el rostro de la anterior persona que se encargaba de todo esto. Debo prestar más atención pues no debo abusar de mi encanto de semi-veela para llevarme bien con la gente sin siquiera intentarlo.

Me encojo de hombros y sonrío cuando dice que suele escuchar mi programa. Muy bien, podré salir de aquí con mi ego intacto - Es la magia de la radio ¿No? - respondo mirando el micrófono que ha sido mi amigo ya por tantos años. Todos me conocen pero no a mi rostro, es una ventaja a la hora de escuchar opiniones honestas en la fila del supermercado para mejorar y una desventaja cuando quiero pasar sin respetar lo turnos.

- ¿Te molesto si me quedo aquí mientras trabajas? Creo que necesito un café antes de salir - porque aunque me duela, no podré ir a dormir a casa. Tengo que preparar la entrevista para los vencedores mañana pues a primera hora debo ir a visitar a una psicóloga que apruebe las preguntas. Conseguí la entrevista con la promesa de que no hablaríamos de nada fuera de lugar y si bien eso quizás no atrape a los oyentes, creo que es algo que debemos tener en nuestro espacio, es parte importante de nuestra realidad - ¿Cómo me imaginabas, Jefferson? Paul - me corrijo rápidamente pues a nadie le gusta que lo anden llamando por el apellido, sin embargo me gusta más en su caso.

Voy hasta la cafetera que está a un lado de la consola y tomo dos tazas para prepararlas. Una vez hecho voy al sofá que adorna el otro lado de la habitación y me siento en uno de sus brazos.

Tomo la broma de la mujer sobre el técnico anterior con una sonrisa a medias que no llega a ser igual a la suya, mucho más expresiva. Pude notarlo al escuchar su programa, es de esas personas que al hablar hacen sentir su sonrisa. Ese fue uno de los rasgos que incentivó a la imaginación para ir formando una imagen de quien suele llenar el aire del departamento con sus noticias del día y puedo jurar que Locki la reconoce, porque con la cortina del programa ya levanta la cabeza para buscar la radio con su mirada. Mi sonrisa se desvanece un poco cuando califica esto como "magia", una palabra tabú si fuera dicha en otro contexto. No le doy vueltas a eso, lo dejo como un comentario al pasar, para no meterme en un tema que será incómodo para ambos.

-Puedes quedarte- contesto, cuando es su espacio el que estoy invadiendo, como cada vez que abandono una consola para entrar en cabina, siento como si estuviera en el sitio equivocado que pertenece a alguien más y ella es realmente buena en esto. Coloco la caja metálica de herramientas sobre la mesa para comenzar a desarmar el micrófono, el reemplazo no llevará mucho tiempo. Mientras estoy en ello medito mi respuesta, tengo mi vista controlando los movimientos de mi mano como para estar pendiente de la reacción que puedan causar en ella. -Un par de años más joven. Un poco mas rubia, tal vez pelirroja. No tan esbelta. No me equivoqué con el traje caro...- entonces sí le echo un vistazl de refilón. -Aunque nadie te vea por estar en la radio, te imaginaba así...

Pensaba quedarme de todas formas pero es bueno tener su aprobación, al menos así no será una charla incómoda o si lo es por motivos un poco más interesantes. Sin embargo al escuchar su respuesta sé que no será así pues se me escapa una ligera carcajada al imaginar en mi propia mente la imagen que tenía de mí - ¿Aún más joven? - pregunto a modo de reproche pero me traiciona el tono de broma. En realidad, ahora que lo pienso, probablemente me terminen reemplazando cuando cumpla 30 por razones sin sentido, pero mejor no pensar en eso... Falta más de media década para eso.

- Mis trajes nunca decepcionan, son a prueba de la imaginación - respondo luego dando un giro para que pueda apreciar todo el atuendo. De paso aprovecho para ir hacia la cafetera que se ha calentado y sirvo las dos tazas, una para él y una para mí - ¿Dulce o amargo? ¿Cortado, lágrima o negro? - pregunto luego mientras preparo el mío y una vez que tengo las órdenes me acerco para darle el suyo. Sin embargo la perspectiva me hace notar un detalle que no me agrada de inmediato pues es un hombre guapo, no voy a negarlo, y habría sido bonito usar mis dones de semi-veela para conocerlo un poco mejor.

-¿Hace cuánto que estás casado, Jeff? ¿Cómo es esa vida? - pregunto tomando mi lugar en el sofá de antes. Mi pregunta es auténtica pues dudo que alguna vez llegue a vivirlo por mí misma. No podría guardar a mi esposo un secreto tan grande como mi naturaleza e historia familiar y en la sociedad que vivimos sería algo peligroso ser honesta, más si tuviésemos hijos.

Puedo tomar su intento de broma como un ligero reproche, así que me aclaro. —Es que tienes una voz jovial, no envejecerás nunca en la radio— digo, honesto en mis palabras más que con la intención de hacerle un halago, creo en eso de reconocerle a las personas lo que hacen bien o en qué tienen talento, y para qué negarlo, la radio fue algo que siempre me fascinó, por eso estoy aquí haciendo este trabajo de técnico, cuando los clientes de bolsillos más cargados se los lleva Lawrence con los modelos de vehículos que fabrica. No puedo decir mucho de su traje, puede que tenga el valor de mi salario, exuda vida de privilegio en el Capitolio, pero no sé qué tan cierto será, si lo que abunda es la gente que vive de apariencias. —Amargo y negro— contesto a su invitación de un café, así de simple y transparente. ¿Para qué tomar café si no es para tomar realmente café? Recibo la taza para dejarla sobre la mesa después de un sorbo, murmuro un agradecimiento que suena muy bajo y queda en el aire.

Retomo mi tarea con un vistazo a mi dedo anular cuando me pregunta hace cuánto estoy casado, mis ojos tropiezan con la sortija que lleva mis iniciales y las de Sloane. La sonrisa se me sale de los labios, es un gesto involuntario, un poco raro en mí que tiendo a tener una seriedad de piedra. —Hace casi tres años, nos casamos cuando nos enteramos de que estaba embarazada. Quiero decir, no nos casamos porque estaba embarazada— me corrijo, porque cuando lo cuento puede darse esa confusión. —Todo sucedió demasiado rápido para nosotros, pero a veces solo conoces a alguien y todo se va dando, una cosa tras otra. Sabes de inmediato que esa persona es la indicada—. Mantengo mis manos ocupadas mientras cuento la historia que repetimos muchas veces ante nuestros amigos, en las reuniones que tenemos y hablamos de Sherlock, de todas sus monadas, de lo divertido que es descubrir lo que se siente ser padres, aunque la vida no sea la mejor y la más lujosa, sino un constante sobrevivir en que lo mejor que tenemos es nuestra familia. —¿Y tú? ¿Estás en pareja? No es algo de lo que hables en tus programas.

Articulo un "gracias" inaudible cuando dice que no envejeceré nunca en la radio pues así espero que sea. Lamentablemente los productores sí ven mi rostro y no tengo dudas de que buscarán a otra semi veela más joven que pueda encantar con su voz llegado el momento. Es una pena, me gustaría poder jubilarme de ésto, estar detrás del micrófono contando todas las historias que lleguen a mi mesa, hacer entrevistas y prepararme un poco antes de cada programa. Siempre aprendo algo nuevo, cosa que me encanta... Pero nada es para siempre.

Maldigo por lo bajo cuando vuelvo a llamarlo por su apellido de manera inconsciente aunque no me corrige así que lo tomo como un permiso concedido. Será Jeff de ahora en adelante para mí. Quizás mi mente insiste en llamarlo de esa forma porque tengo algo con los presidentes, culpa de mi madre por llamarme Kennedy y enseñarme todo acerca de ellos.

La forma en la que sonríe cuando pregunto sobre su matrimonio me hace sonreír a mí también, disfrutando del brillo que desprenden sus ojos. No puedo evitar sentir algo de envidia por esa mujer, ya no solo por la apariencia de Jeff sino cómo la quiere, porque se nota a la legua lo mucho que lo hace - Ojalá tenga la suerte de encontrar un hombre que sonría así al hablar de mí - confieso sin cambiar mi expresión - ¿Cómo se llama tu hijo? - pregunto antes de dar un nuevo sorbo al café pues no quiero ponerme a pensar en las veces que he pensado que era la persona correcta... Y no lo era. Quizás por eso terminé rindiéndome y volviéndome una escéptica respecto a mi futuro amoroso.

- Si hablara de eso en el programa eliminaría el misterio sobre mí - respondo en broma y luego llevo mi mano para rascar mi entrecejo, es un tema complicado - Hay personas que estamos mejor solas, encontrar a la persona indicada es difícil - tendría que ser alguien con quién poder compartir el secreto y no abundan - Pero tu lo has dicho, siempre me mantendré joven en la radio así que quien sabe - agrego para no sonar tan deprimente - Quizás algún día un oyente llame al programa y me confiese su amor... Sería interesante - divago por un momento y al final se me escapa una risa.

Con mis ojos puestos en mis manos, ensancho mi sonrisa al oírla hablar como si fuera una suerte que un hombre confiese este tipo de cosas, pienso en Sloane que se reía cada vez que digo ante los demás que me di cuenta al poco tiempo de que era la indicada, lo toma a broma, no puede creer que sea cierto. Pero siendo joven, no tuve reparos en admitir lo fácil que me enamoré de ella, ¿para qué perder el tiempo? ¿Existe un plazo que debas esperar para decirle a alguien que lo amas? ¿Diez? ¿Veinte años? ¡Maldición, no sabremos si seguiremos vivos para entonces! —Lo encontrarás, créeme—. Es un comentario que cualquier persona podría hacer, todos estamos acostumbrados a que la vida se suceda así, que formar una pareja sea lo más natural, al menos yo nunca estuve negado a la idea.

Puede que por eso todo se dio con rápido, por lo general somos las personas las que ponemos nuestras propias barreras y entorpecemos eso. Cuando no pones ninguna barrera, te encuentras de pronto con un niño que recorre todo el departamento de arriba abajo y no deja puerta sin abrir. —Sherlock— digo con una carcajada, me ahorro el resto de los nombres. —Le decimos Locki—. El peligro con los padres jóvenes es el lío de nombres que podemos hacer, que extraña mezcla se ha formado de todo lo que nos gustaba a Sloane y a mí.

No debemos estar muy lejos en edad con Kennedy, sin embargo su percepción es totalmente contraria a la mía, que la miro de lado como si buscara la confirmación en su rostro de que cree en lo que dice. —Supongo— murmuro. —Me gusta creer que hay un tiempo y un lugar para que suceda cada cosa y también para que las personas se encuentren— comparto con ella, no quiero obligarla a pensar que hay una persona puntual, tal vez en algún remoto lugar del mundo, no me pagan por vender mensajes románticos, y si ella en realidad está bien sola, ¿por qué tratar de convencerla de lo contrario? Si la miro bien, se ve guapa, se ve fuerte. ¿Por qué cambiar eso? Si sigo con el tema es por querer bromear. —¿Es que no crees que tengas un par de enamorados escuchándote? Trabajo en un taller con varios hombres, créeme que cuando escuchan tu programa, no hay ruido en el taller.

Quizás Jefferson es un brujo encubierto con una bola de cristal y tiene una maravillosa profecía sobre mi futuro amoroso, o quizás solo está intentando darme el positivismo que necesito, de una forma u otra mantengo la sonrisa intentando imaginarme cómo sería esa persona para mí... En realidad da igual como sea siempre y cuando pueda considerarlo mi amigo, poder confiar en él y que sea la persona a quien quiera recurrir con cada problema pues sabría que tiene la respuesta - ¿Tienes un hermano o primo? - bromeo entre risas cubriéndome el rostro con una mano. Creo que estoy demasiado cansada y solo digo estupideces.

Escucho el nombre y abro ampliamente los ojos pues me suena de algo, sin embargo es un nombre raro y eso que hace años que la gente ha dejado de usar los nombres tradicionales para sus hijos. No iba a decir nada al respecto pero su risa me da la seguridad para poder acotar con honestidad - ¿Qué clase de nombre es Sherlock? - mis risas siguen a las suyas - Algún día me gustaría conocer al pequeño Locki... Podrías traerlo la próxima, de seguro le gustará decir algunas palabras al aire - sugiero encogiéndome de hombros. Ya luego charlaré con la producción para que eso sea posible.

La idea de que hay un tiempo y lugar para todo es agradable, aunque de verdad no me gustaría tener que esperar hasta los 50 años para encontrar el amor solo porque me tardé esa cantidad de tiempo en ir a la biblioteca correcta... Es mejor no pensar en eso, seguir el flujo del universo y que las cosas lleguen si tienen que llegar, mientras tanto no pensar en eso ni tenerlo como una materia pendiente pues estoy bien así - Bueno, envíales mis saludos - agrego con media sonrisa - Pero tú tenías una idea muy distinta a la realidad sobre mí, quién sabe cómo soy en su mentes - cada persona tiene sus gustos y seguramente no estaré a la altura - Creo que ya debería dejar de molestarte así terminas tu trabajo - agrego tras mirar la taza en mis manos que en algún momento se ha quedado vacía - Supongo que nos veremos más de seguido ¿Cierto? Sino romperé los micrófonos a propósito.

Puesto que estamos en el terreno de las preguntas personales, la suya me desconcierta un poco al tener que responderla. —No tengo hermanos, pero tengo un primo—. Como Lawrence pasa más tiempo en el taller de mi padre, que en su propia casa, hay quienes han llegado a creer que es mi hermano de sangre. Si acaso ha escuchado del taller… pero no es eso. Es cuando lo digo y la veo cubrirse la cara conteniendo la risa, que entiendo el significado de su pregunta y mi boca se curva en una sonrisa. Deslizo mi mirada de vuelta al micrófono que vuelve a su sitio al acabar. —Está casado, con una hija— se lo aclaro, con un encogimiento de hombros a modo de disculpa. De todas maneras, no es como si algún mecánico del distrito fuera alguien que presentaría a una voz célebre del Capitolio. Hay cosas que simplemente no funcionan.

—Es el nombre del mejor detective de todos los tiempos— defiendo el nombre que le pusimos a nuestro hijo, si bien fue algo que se le ocurrió a Sloane y en esos meses de embarazo, me encontré diciendo que sí a tantas cosas que ya no recuerdo. Dirijo hacia ella una mirada que vuelve a recorrerla de pies a cabeza cuando ofrece darle unos minutos al aire a mi hijo, para que balbucee unas pocas palabras en el micrófono. Tengo que reconocerlo, estoy sorprendido por su amabilidad. Suena agradable en la radio, pero las apariencias a veces engañan, las personas detrás de una imagen no siempre son así. Y ella es… bueno, una agradable sorpresa. —Lo traeré para que tenga su minuto de fama— prometo, le doy las gracias con una sonrisa más ancha que escondo detrás del borde de mi café hasta vaciar la taza.

—No me molestas— la corrijo, llevando la taza de vuelta al sitio al que correspondía para luego guardar mis herramientas y desplazarme a la sala de la consola, donde es posible que me demore más. —Pero te ves agotada y un café no es la solución a todos los males del mundo, deberías tomarte unos minutos para descansar—. Cierro el estuche de las herramientas con un chasquido, y de soslayo le echo una última mirada, no quiero que parezca que no dejo de fijarme en ella. —Supongo que nos veremos— me despido, no digo nada a su broma. Es que no estoy seguro de que eso vuelva a pasar, hay otros técnicos a los que pueden llamar, y quizás esta sea la ocasión por la que pueda decir que hable unas palabras con la célebre Kennedy Wang a medianoche, que luego la vida solo siguió y todo acabó en una coincidencia de una única vez.