OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Recuerdo del primer mensaje :
Las horas en el hospital pasan de manera muy confusa. Me despierto en intervalos, a veces entre murmullos de médicos que quieren saber mi estado, a veces con preguntas de enfermeras que van y vienen, cambian mi suero, se aseguran que siga respirando y hasta creo que riegan las flores de la mesita de luz. Moverme duele, así que me mantengo tendido en una misma posición y trato de no hacer demasiado, en especial porque creo que no tengo la fuerza para hacerlo. En algún punto, me despierto lo suficiente como para darme cuenta de que el envoltorio del chupetín se encuentra sobre la mesita y reconozco la figura morena en uno de los pequeños sofá del rincón, ese que supongo que la gente usará para descansar en espera de que los familiares se recuperen. Obvio, ella no es mi familia, pero se ha quedado.
Me gustaría saber qué hora es, solo me guío porque parece estar anocheciendo, si juzgo a partir de la luz anaranjada que ingresa por la ventana. Es eso o han pasado más horas de las que he creído y está amaneciendo de nuevo, aunque dudo mucho que Meerah haya necesitado tantas horas para dormir y regresar. ¿O lo hizo y no me di cuenta? Sé que no tengo sed a causa del suero, pero aún así siento la garganta seca y cuando abro la boca, asumo que no he hablado en mucho tiempo porque me cuesta encontrar la voz. Carraspeo, tratando de llamar su atención, hasta que acabo chistando — Pss… Scott — ¿Cuánto tiempo se ha tomado la molestia de quedarse en este lugar? Ni siquiera siento ganas de burlarme de ella por ese gesto, posiblemente debido a mi agradecimiento, aunque admito que quizá se me pase cuando recupere por completo la consciencia.
Un chistido más y consigo que me mire, lo cual es bueno, porque ya estaba considerando el lanzarle una almohada a pesar de que dudo tener la fuerza para hacerlo. La sensación en mi brazo, debido al líquido que me recorre por esa pequeña aguja, es demasiado desagradable como para molestarme en hacer un movimiento tan brusco — Sabes que no me moveré de aquí si vas a darte un baño o te compras un café, ¿verdad? — aventuro, siento mi voz áspera y estoy seguro de que mi boca sabe horrible. Hago una mueca, echando una ojeada a la puerta — ¿Ha vuelto Meerah? — es una pregunta inocente, pero en parte, espero un poco de ilustración con respecto a estas horas cargadas de droga.
Las horas en el hospital pasan de manera muy confusa. Me despierto en intervalos, a veces entre murmullos de médicos que quieren saber mi estado, a veces con preguntas de enfermeras que van y vienen, cambian mi suero, se aseguran que siga respirando y hasta creo que riegan las flores de la mesita de luz. Moverme duele, así que me mantengo tendido en una misma posición y trato de no hacer demasiado, en especial porque creo que no tengo la fuerza para hacerlo. En algún punto, me despierto lo suficiente como para darme cuenta de que el envoltorio del chupetín se encuentra sobre la mesita y reconozco la figura morena en uno de los pequeños sofá del rincón, ese que supongo que la gente usará para descansar en espera de que los familiares se recuperen. Obvio, ella no es mi familia, pero se ha quedado.
Me gustaría saber qué hora es, solo me guío porque parece estar anocheciendo, si juzgo a partir de la luz anaranjada que ingresa por la ventana. Es eso o han pasado más horas de las que he creído y está amaneciendo de nuevo, aunque dudo mucho que Meerah haya necesitado tantas horas para dormir y regresar. ¿O lo hizo y no me di cuenta? Sé que no tengo sed a causa del suero, pero aún así siento la garganta seca y cuando abro la boca, asumo que no he hablado en mucho tiempo porque me cuesta encontrar la voz. Carraspeo, tratando de llamar su atención, hasta que acabo chistando — Pss… Scott — ¿Cuánto tiempo se ha tomado la molestia de quedarse en este lugar? Ni siquiera siento ganas de burlarme de ella por ese gesto, posiblemente debido a mi agradecimiento, aunque admito que quizá se me pase cuando recupere por completo la consciencia.
Un chistido más y consigo que me mire, lo cual es bueno, porque ya estaba considerando el lanzarle una almohada a pesar de que dudo tener la fuerza para hacerlo. La sensación en mi brazo, debido al líquido que me recorre por esa pequeña aguja, es demasiado desagradable como para molestarme en hacer un movimiento tan brusco — Sabes que no me moveré de aquí si vas a darte un baño o te compras un café, ¿verdad? — aventuro, siento mi voz áspera y estoy seguro de que mi boca sabe horrible. Hago una mueca, echando una ojeada a la puerta — ¿Ha vuelto Meerah? — es una pregunta inocente, pero en parte, espero un poco de ilustración con respecto a estas horas cargadas de droga.
— Creí que solo eran fetos que… aparecían — nunca le di mucha importancia a ese tema y me doy cuenta de que suelto la última palabra un poco más aguda que las demás, presa de una repentina vergüenza por mi ligera ignorancia. Vale, que no soy un experto en criaturas mágicas y soy consciente de que puedo pecar de ignorante en los temas que no son de mi interés. Hasta me acomodo un poco el remerón de hospital para digerir y disimular mi tontería, como si fuese un gesto mucho más interesante. Suerte para mí, todo el asunto de los musicales capta su atención y podemos dejar de hablar de fetos abortivos que le cantan a la luna, valga la ironía. No la hacía fanática de ese tipo de historias, lo que me provoca un par de risitas por lo bajo un poco más agudas y estúpidas que mi yo de todos los días — ¿Más reclamos? Tengo suficientes en el trabajo — ¿Qué clase de películas anarquistas consume esta mujer? Y, sin embargo, cuando estoy por quejarme de que está volviendo a arruinarme un final, mi cabeza hace un click y creo reconocer de qué me está hablando — ¿No es la película donde un sujeto se vuelve prófugo por robar una rana de ch…? ¡Auch! — el codazo hace que me mueva hacia un lado, más que nada porque me da en una de las zonas sensibles y le muerdo un pómulo en venganza. No sé de dónde sale eso, pero no me lo cuestiono.
Ruedo los ojos hasta que creo que los pongo completamente en blanco porque sí, es una canción muy cursi, pero aún así creo que el chiste va por otro lado y eso me priva de borrar la sonrisa burlesca — No te hagas la no sentimental conmigo, Scott… — no puedo molestar más, porque me pongo bizco al enfocar el intento de micrófono improvisado y mi risa apenas se escucha por debajo de las voces de los protagonistas, hundiéndome un poco en la almohada — Vamos, no me sé la letra. Y no diré “te amo” por primera vez en más de una década cantando una canción que parece salida de las frases de los chocolates de San Valentín. Dame eso — mi mano sana le quita el control de un zarpazo y quito la película, metiéndome en el buscador online de música — Veamos… — tipear se me complica un poco y extraño el tactil de mi hogar, pero tampoco me voy a poner en exquisito si consideramos que me han metido en la habitación de urgencia disponible — Si quieres cursilear como se debe, tienes que irte a los clásicos. Aaaaaaasí… — encuentro una lista de éxitos de los 30-40, seguro de que muchos habrán sido consumidos por nuestros padres en su juventud — Te advierto que mis mejores shows se dan siempre en la ducha y aquí no hay tan buena acústica, así que vas a tener que perdonar mi poco despliegue de talento — ni hablemos de que mi voz aún sigue sin despertar del todo, como gran parte de mis neuronas.
Eso se refleja en el pequeño factor de que no me acuerdo muy bien la letra, así que no tengo otra opción que mover la cabeza y tararear el ritmo familiar de una canción que habla sobre viejos encuentros en un bar nocturno, apenas siendo capaz de pronunciar las palabras finales de cada oración. Lo dibujo un poco modulando más de lo debido a pesar de no soltar sonidos muy identificables, hasta que me doy cuenta de lo que estoy haciendo, dónde y con quién, para volver a dejar caer la cabeza y tenderle el micrófono — ¿Puedo confesarte algo? — murmuro, en un tono de total secretismo. Incluso le hago un gesto para que se acerque un poco — Una vez canté este tema en el baño y me caí de culo. Poppy tuvo que levantarme y me quedó el moretón por al menos dos semanas — y se me escapa una vaga risa, aprovechando a mirar sobre su cabeza para chequear las gotas pesadas del suero. Supongo que los nuevos calmantes han hecho efecto, porque las ganas de discutir se han ido al caño con la música. Su calor en la cama también es de ayuda, pero ese es otro tema.
Ruedo los ojos hasta que creo que los pongo completamente en blanco porque sí, es una canción muy cursi, pero aún así creo que el chiste va por otro lado y eso me priva de borrar la sonrisa burlesca — No te hagas la no sentimental conmigo, Scott… — no puedo molestar más, porque me pongo bizco al enfocar el intento de micrófono improvisado y mi risa apenas se escucha por debajo de las voces de los protagonistas, hundiéndome un poco en la almohada — Vamos, no me sé la letra. Y no diré “te amo” por primera vez en más de una década cantando una canción que parece salida de las frases de los chocolates de San Valentín. Dame eso — mi mano sana le quita el control de un zarpazo y quito la película, metiéndome en el buscador online de música — Veamos… — tipear se me complica un poco y extraño el tactil de mi hogar, pero tampoco me voy a poner en exquisito si consideramos que me han metido en la habitación de urgencia disponible — Si quieres cursilear como se debe, tienes que irte a los clásicos. Aaaaaaasí… — encuentro una lista de éxitos de los 30-40, seguro de que muchos habrán sido consumidos por nuestros padres en su juventud — Te advierto que mis mejores shows se dan siempre en la ducha y aquí no hay tan buena acústica, así que vas a tener que perdonar mi poco despliegue de talento — ni hablemos de que mi voz aún sigue sin despertar del todo, como gran parte de mis neuronas.
Eso se refleja en el pequeño factor de que no me acuerdo muy bien la letra, así que no tengo otra opción que mover la cabeza y tararear el ritmo familiar de una canción que habla sobre viejos encuentros en un bar nocturno, apenas siendo capaz de pronunciar las palabras finales de cada oración. Lo dibujo un poco modulando más de lo debido a pesar de no soltar sonidos muy identificables, hasta que me doy cuenta de lo que estoy haciendo, dónde y con quién, para volver a dejar caer la cabeza y tenderle el micrófono — ¿Puedo confesarte algo? — murmuro, en un tono de total secretismo. Incluso le hago un gesto para que se acerque un poco — Una vez canté este tema en el baño y me caí de culo. Poppy tuvo que levantarme y me quedó el moretón por al menos dos semanas — y se me escapa una vaga risa, aprovechando a mirar sobre su cabeza para chequear las gotas pesadas del suero. Supongo que los nuevos calmantes han hecho efecto, porque las ganas de discutir se han ido al caño con la música. Su calor en la cama también es de ayuda, pero ese es otro tema.
Me río de él con carcajadas que resuenan en la habitación, hacen temblar mi pecho y sacudir un poco mis hombros en el medio abrazo que compartimos en la cama. — Ningún bebé solo aparece, pensé que lo sabías. Tienes una hija, se supone que tendrías que saber cómo funciona…— me burlo, porque su ignorancia es material para tomarlo el pelo. Desconozco si todas las criaturas animales, sean mágicas o no, siguen el mismo mecanismo para tener crías, tengo entendido que algunas tienen maneras muy propias de su raza y no me sorprendería que las mágicas surgieran de alguna fuente extraña. Si yo no lo sé, menos aún podría saberlo Hans, así que puedo mofarme también por todo aquello que ni él ni yo sabemos cómo sucede. Conservo ese ánimo de sonreírme entre comentarios de la película en pantalla, adelanto la información de quienes mueren al final de cada historia para picarlo, codazo de por medio, y cuando se inclina hacia mí para atrapar la piel de mi pómulo con sus dientes, vuelvo a reírme con un «¡Auch!» que imita al suyo y lo empujo con fuerza en un hombro para apartarlo. Cuando me doy cuenta de lo que hice, inmediatamente levanto la mitad de mi torso para quedar suspendida sobre él. —¿Estás bien?— me preocupo.
Supongo que sí porque hay una canción que está pendiente en el aire y es otro juego más, si nos pasamos el falso micrófono de una mano a la otra, es porque esas líneas están en disputa este día y tratamos de evadirlas con un humor que las aligera. Resoplo cuando se queja de que me hago la no sentimental, no sé cómo se contesta a esto cuando el tema anterior que teníamos en debate vuelve a mí y dudo de decir algo con lo que acabe por contradecirme, antes o después. Tampoco digo nada a su comentario sobre esas dos palabras que han quedado atrás en su pasado, recuesto mi cabeza sobre su hombro para poder observarlo desde esa posición cuando se toma lo de cantar en serio y se pone a buscar otras posibles. —Te aconsejo hacer tu mejor esfuerzo, puedo ser un público exigente que te arroja tomates o una fanática en toda regla que puede arrojarte desde rosas hasta sostenes— digo para continuar con la broma. Escucho la canción a medias, no por falta de atención, sino porque no lo está haciendo todo lo bien que se podría por culpa de su estado, y no quiero criticarlo muy duro por estar fuera de su zona de confort: el baño. La anécdota en este escenario que incluye la participación de su elfina doméstica me provoca otra carcajada, sostengo mi estómago con una mano al sentir que me sacudo otra vez a su lado por la costumbre recuperada de reírme a su lado.
—Somos un caso perdido, ¿te das cuenta de lo que hacemos?— pregunto, mi semblante se relaja y parte de la risa se pierde en mi voz. —Lo acabamos de hacer otra vez, lo desbaratamos todo...—. Espero que sea él mismo quien sepa qué es lo que cuestiono, como si pudiera estar en sintonía con mis pensamientos, y después lo explico a mi manera, buscando la comodidad de su brazo y con mi mejilla reposando cerca de su pecho. Cierro mis párpados, si no tengo cuidado podría quedarme dormida por lo familiar que se me hace esta posición y después de unas horas que se hicieron muy largas. —Peleamos y después nos reímos, nunca sé si llegamos a un acuerdo de algo, pero me haces reír, no sé cómo…— ¿Qué es lo que quiero decirle? ¿Preguntarle si esta es la felicidad de la que él hablaba? De todos los sentimientos, había creído que la felicidad era el único ideal, tan abstracto que no se podría tener, que siempre dependía de otros sentimientos. —Ya no sé si me quedo contigo por el sexo o porque me haces reír— digo, con mi ceño fruncido como si fuera un dilema real, cuando hay una sonrisa ladina saliéndose de mis labios.
Supongo que sí porque hay una canción que está pendiente en el aire y es otro juego más, si nos pasamos el falso micrófono de una mano a la otra, es porque esas líneas están en disputa este día y tratamos de evadirlas con un humor que las aligera. Resoplo cuando se queja de que me hago la no sentimental, no sé cómo se contesta a esto cuando el tema anterior que teníamos en debate vuelve a mí y dudo de decir algo con lo que acabe por contradecirme, antes o después. Tampoco digo nada a su comentario sobre esas dos palabras que han quedado atrás en su pasado, recuesto mi cabeza sobre su hombro para poder observarlo desde esa posición cuando se toma lo de cantar en serio y se pone a buscar otras posibles. —Te aconsejo hacer tu mejor esfuerzo, puedo ser un público exigente que te arroja tomates o una fanática en toda regla que puede arrojarte desde rosas hasta sostenes— digo para continuar con la broma. Escucho la canción a medias, no por falta de atención, sino porque no lo está haciendo todo lo bien que se podría por culpa de su estado, y no quiero criticarlo muy duro por estar fuera de su zona de confort: el baño. La anécdota en este escenario que incluye la participación de su elfina doméstica me provoca otra carcajada, sostengo mi estómago con una mano al sentir que me sacudo otra vez a su lado por la costumbre recuperada de reírme a su lado.
—Somos un caso perdido, ¿te das cuenta de lo que hacemos?— pregunto, mi semblante se relaja y parte de la risa se pierde en mi voz. —Lo acabamos de hacer otra vez, lo desbaratamos todo...—. Espero que sea él mismo quien sepa qué es lo que cuestiono, como si pudiera estar en sintonía con mis pensamientos, y después lo explico a mi manera, buscando la comodidad de su brazo y con mi mejilla reposando cerca de su pecho. Cierro mis párpados, si no tengo cuidado podría quedarme dormida por lo familiar que se me hace esta posición y después de unas horas que se hicieron muy largas. —Peleamos y después nos reímos, nunca sé si llegamos a un acuerdo de algo, pero me haces reír, no sé cómo…— ¿Qué es lo que quiero decirle? ¿Preguntarle si esta es la felicidad de la que él hablaba? De todos los sentimientos, había creído que la felicidad era el único ideal, tan abstracto que no se podría tener, que siempre dependía de otros sentimientos. —Ya no sé si me quedo contigo por el sexo o porque me haces reír— digo, con mi ceño fruncido como si fuera un dilema real, cuando hay una sonrisa ladina saliéndose de mis labios.
Llegar a la casa de Phoebe es un trayecto que apenas y recuerdo, me encuentro agotada como no lo he estado nunca en mi vida y, si llego a bañarme, es porque mi fuerza de voluntad y mi rapidez valen más que cualquier estado de cansancio. Ni siquiera alcanzo a secarme el pelo o a comer algo antes de caer rendida en la cama que me prepara mi tía, y si bien espero un sueño inquieto y cargado de pesadillas, las horas pasan sin que me de cuenta y, cuando me despierto, está ya avanzado el mediodía. Todavía tengo sueño y sigo sintiéndome terrible, pero Phoebs me hace comer algo y cepillarme los dientes antes de dejarme tomar otra pequeña siesta.
Es recién para cuando me despierto por segunda vez que logro estar completamente consciente de mis alrededores y, a decir verdad, no estaba preparada para que todos los recuerdos de las últimas horas me azoten con la fuerza con la que vinieron a mi mente. Y podría ahogarme en ellos, perderme en la fatalidad de la noche, y en el abandono; pero la voz de mi tía me distrae y logra centrarme en el pensamiento más inmediato que puedo. Ese que no debería alegrarme, pero lo hace. Porque sí, Hans podría estar en una cama de hospital sintiéndose horrible, pero estaba con vida, y me había abierto los brazos a su familia como si hubiese sido parte de ella durante toda la vida.
Antes de dirigirnos al hospital, mi tía me permite que nos aparezcamos en mi casa. Primero para que pueda cambiarme de ropa pese a que la que tengo puesta ha sido lavada, y segundo para que alimente a Argie. El pobre llevaba casi veinticuatro horas sin comer nada y cuando me ve aparecer, lanza un chillido y se lanza a mis brazos con facilidad. Bien, mi madre no ha estado aquí. Me encargo de mi mascota con toda la rapidez de la que soy capaz y me cambio con el atuendo más cómodo y sencillo que tengo de los que no son para estar dentro de casa.
Una vez que estoy lista, y dejando a Argie una porción de alimento más grande que la anterior solo nos cuesta segundos el aparecernos dentro del hospital en donde nos separamos luego de que una enfermera aparte a Phoebe para tomar no sé qué datos que requieren. No la espero, estoy ansiosa por volver a ver a mi padre así que, luego de pedir indicaciones no tardo nada en dar con su pasillo. ¿Acaso eso era música? No estaba segura, pero cuanto más me adentraba puertas adentro, más distinguible se hacía el ruido de fondo que se parecía sospechosamente a las canciones que escuchaba la tía Eunice antes de perder el oído.
Pararme frente a la puerta de Hans es toda una revelación. Gracias a la puerta entreabierta es que logro comprender que la música viene de su cuarto, y si bien estaba tentada a entrar cantando, me detienen las voces que también se escuchan dentro. ¿Lara de verdad se ha quedado? Escucho risas, y cuando estas se apagan, puedo distiguir más que claro las palabras de la mecánica. No me contengo y abro la puerta de par en par, ya con la sonrisa pintada en la cara gracias a sus comentarios, y con una mano que si bien en un inicio iba a acusuarlos, se termina posando sobre mi boca y cubriendo un gritito de emoción al descubrirlos acurrucados en la cama. - ¡Lo sabía, lo sabía! - La otra mano acompaña a la anterior y me veo levantando mi peso sobre las puntas y bajándolo hacia los talones, en un vaivén rítmico que casi podía ser catalogado de “saltitos”. - Son los dos unos mentirosos. Sí pasa algo entre ustedes. - Y sé que Hans me ha advertido que no husmee su vida pero… ¡VAMOS! La oportunidad era demasiado buena como para dejarla pasar. ¡MI SHIIIIP! Y porque están en el ánimo de canciones, y porque sí, he escuchado lo último que Lara dijo, es que me veo tarareando en su dirección. - Todo vale la pena si te hace reír… - Tarareo un poco más al no recordar todo lo que sigue, pero no contengo la frase final. - ... que Cupido venga, con su flecha.
Es recién para cuando me despierto por segunda vez que logro estar completamente consciente de mis alrededores y, a decir verdad, no estaba preparada para que todos los recuerdos de las últimas horas me azoten con la fuerza con la que vinieron a mi mente. Y podría ahogarme en ellos, perderme en la fatalidad de la noche, y en el abandono; pero la voz de mi tía me distrae y logra centrarme en el pensamiento más inmediato que puedo. Ese que no debería alegrarme, pero lo hace. Porque sí, Hans podría estar en una cama de hospital sintiéndose horrible, pero estaba con vida, y me había abierto los brazos a su familia como si hubiese sido parte de ella durante toda la vida.
Antes de dirigirnos al hospital, mi tía me permite que nos aparezcamos en mi casa. Primero para que pueda cambiarme de ropa pese a que la que tengo puesta ha sido lavada, y segundo para que alimente a Argie. El pobre llevaba casi veinticuatro horas sin comer nada y cuando me ve aparecer, lanza un chillido y se lanza a mis brazos con facilidad. Bien, mi madre no ha estado aquí. Me encargo de mi mascota con toda la rapidez de la que soy capaz y me cambio con el atuendo más cómodo y sencillo que tengo de los que no son para estar dentro de casa.
Una vez que estoy lista, y dejando a Argie una porción de alimento más grande que la anterior solo nos cuesta segundos el aparecernos dentro del hospital en donde nos separamos luego de que una enfermera aparte a Phoebe para tomar no sé qué datos que requieren. No la espero, estoy ansiosa por volver a ver a mi padre así que, luego de pedir indicaciones no tardo nada en dar con su pasillo. ¿Acaso eso era música? No estaba segura, pero cuanto más me adentraba puertas adentro, más distinguible se hacía el ruido de fondo que se parecía sospechosamente a las canciones que escuchaba la tía Eunice antes de perder el oído.
Pararme frente a la puerta de Hans es toda una revelación. Gracias a la puerta entreabierta es que logro comprender que la música viene de su cuarto, y si bien estaba tentada a entrar cantando, me detienen las voces que también se escuchan dentro. ¿Lara de verdad se ha quedado? Escucho risas, y cuando estas se apagan, puedo distiguir más que claro las palabras de la mecánica. No me contengo y abro la puerta de par en par, ya con la sonrisa pintada en la cara gracias a sus comentarios, y con una mano que si bien en un inicio iba a acusuarlos, se termina posando sobre mi boca y cubriendo un gritito de emoción al descubrirlos acurrucados en la cama. - ¡Lo sabía, lo sabía! - La otra mano acompaña a la anterior y me veo levantando mi peso sobre las puntas y bajándolo hacia los talones, en un vaivén rítmico que casi podía ser catalogado de “saltitos”. - Son los dos unos mentirosos. Sí pasa algo entre ustedes. - Y sé que Hans me ha advertido que no husmee su vida pero… ¡VAMOS! La oportunidad era demasiado buena como para dejarla pasar. ¡MI SHIIIIP! Y porque están en el ánimo de canciones, y porque sí, he escuchado lo último que Lara dijo, es que me veo tarareando en su dirección. - Todo vale la pena si te hace reír… - Tarareo un poco más al no recordar todo lo que sigue, pero no contengo la frase final. - ... que Cupido venga, con su flecha.
Su golpe hace que cierre los ojos con fuerza, pero más que un pinchazo en el hombro del cual me he sacado una flecha hace unas horas, no siento nada. Por eso, le respondo apretando los labios y sacudiendo la cabeza, buscando que le quite importancia. Es un poco más urgente el preocuparnos por un show que no sé exactamente de dónde ha salido, pero parece que ella tiene todas las intenciones de hacerlo funcionar. Al menos, sus risas me dan la excusa para sumarme y evitar así hacer mi penoso intento de un concierto — ¿Vas a dejarme más de tu ropa interior? Si seguimos así, acabaré con todo tu guardarropa — le recuerdo, moviendo las cejas de una forma más descoordinada de lo habitual, lo cual debe verse un poco patético desde afuera. Me encuentro envuelto en más risas, empujando a un lado la disputa que nos mantuvo ocupados hasta que volvimos a caer en nosotros mismos, como si no pudiésemos pasar cinco minutos en un enojo sin sentido. Una clara y penosa debilidad.
Me acomodo de manera de que puedo poner mi brazo contrario alrededor de su cintura, buscando una mayor cercanía en el abrazo como las noches en las cuales dormimos en su cama y la apunto con el mentón — ¿Qué es lo que hacemos? — inquiero curioso, sin poder contener la sonrisa que delata lo puntiagudo de mis colmillos. La respuesta llega rápido, junto con la postura familiar que me brinda su calor en mi pecho y me permite juguetear con los dedos en su espalda, seguro de que puedo quedarme dormido de esta manera. Si apago el televisor… — No te lo he dicho — murmuro, arrugando el ceño ante una seriedad completamente falsa — … pero hago stand up los fines de semana — creo que me hace más gracia lo inverosímil de mis palabras que la broma en sí, pero no me río del todo porque ocupo ese tiempo en ladear la cabeza en un intento de verla con una ceja en alto — ¿”Te quedas conmigo?” Eso suena muy serio… — voy a decir algo más sobre ello, fastidiarla con su elección inconsciente de palabras, cuando un grito hace que me sobresalte de manera que la cama parece crujir bajo mi peso. Lo que no me esperaba justo ahora, con Scott aferrada a mi pecho, es ver a mi hija en la puerta con la misma expresión de un niño con la Navidad adelantada.
En reacción automática y olvidando mis deseos de “no esconderse” de hace diez minutos, empujo a Lara sin chequear si fue con la fuerza de sacarla de la cama o no, pero alzo las manos y las sacudo en un intento de que deje de gritar — Ya hablamos de esto — le recuerdo, tratando de utilizar el tono más amenazante posible. Pero me congelo cuando empieza a cantar de esa manera tan ridícula, sintiendo como los ojos me brillan con una amenaza nueva y estoy seguro de que la sonrisa de dientes apretados se me debe ver un poco maniática. La voy a matar, de verdad. Si va a vivir conmigo a partir de ahora, va a tener que hacerse la idea de que no se la voy a dejar fácil y, sí, me estoy poniendo a la altura de mi hija de trece años — Sabes que soy quien pagará tu formación como diseñadora, ¿verdad? — mascullo entre dientes, relajo un poco la postura y me acomodo contra la almohada, dándome cuenta que el sobresalto hizo que me enderece un poco. Tanteo hasta dar con el control remoto y bajo el volumen, dejando que la música quede de fondo justo cuando me doy cuenta de que inicia uno de mis temas favoritos. Resoplo; será en otra ocasión — ¿Qué haces escuchando detrás de la puerta? Eso es de terrible educación — me quejo, aunque sé que estoy pateando el momento de dar una excusa o algo que suene a una explicación. Así que hago lo más maduro que encuentro y giro la cabeza hacia Lara, sonriendo a medias con cierta inocencia — ¿Vas a explicarle lo que estábamos haciendo o se lo digo yo? — es obvio, por el tonito que empleo, que ya no se me ocurre cómo mentir. Puedo maquillar muchas cosas, pero no esto, al menos que Scott diga que estaba chequeando mis latidos con su oído. Nada muy creíble, no con esas palabras.
Me acomodo de manera de que puedo poner mi brazo contrario alrededor de su cintura, buscando una mayor cercanía en el abrazo como las noches en las cuales dormimos en su cama y la apunto con el mentón — ¿Qué es lo que hacemos? — inquiero curioso, sin poder contener la sonrisa que delata lo puntiagudo de mis colmillos. La respuesta llega rápido, junto con la postura familiar que me brinda su calor en mi pecho y me permite juguetear con los dedos en su espalda, seguro de que puedo quedarme dormido de esta manera. Si apago el televisor… — No te lo he dicho — murmuro, arrugando el ceño ante una seriedad completamente falsa — … pero hago stand up los fines de semana — creo que me hace más gracia lo inverosímil de mis palabras que la broma en sí, pero no me río del todo porque ocupo ese tiempo en ladear la cabeza en un intento de verla con una ceja en alto — ¿”Te quedas conmigo?” Eso suena muy serio… — voy a decir algo más sobre ello, fastidiarla con su elección inconsciente de palabras, cuando un grito hace que me sobresalte de manera que la cama parece crujir bajo mi peso. Lo que no me esperaba justo ahora, con Scott aferrada a mi pecho, es ver a mi hija en la puerta con la misma expresión de un niño con la Navidad adelantada.
En reacción automática y olvidando mis deseos de “no esconderse” de hace diez minutos, empujo a Lara sin chequear si fue con la fuerza de sacarla de la cama o no, pero alzo las manos y las sacudo en un intento de que deje de gritar — Ya hablamos de esto — le recuerdo, tratando de utilizar el tono más amenazante posible. Pero me congelo cuando empieza a cantar de esa manera tan ridícula, sintiendo como los ojos me brillan con una amenaza nueva y estoy seguro de que la sonrisa de dientes apretados se me debe ver un poco maniática. La voy a matar, de verdad. Si va a vivir conmigo a partir de ahora, va a tener que hacerse la idea de que no se la voy a dejar fácil y, sí, me estoy poniendo a la altura de mi hija de trece años — Sabes que soy quien pagará tu formación como diseñadora, ¿verdad? — mascullo entre dientes, relajo un poco la postura y me acomodo contra la almohada, dándome cuenta que el sobresalto hizo que me enderece un poco. Tanteo hasta dar con el control remoto y bajo el volumen, dejando que la música quede de fondo justo cuando me doy cuenta de que inicia uno de mis temas favoritos. Resoplo; será en otra ocasión — ¿Qué haces escuchando detrás de la puerta? Eso es de terrible educación — me quejo, aunque sé que estoy pateando el momento de dar una excusa o algo que suene a una explicación. Así que hago lo más maduro que encuentro y giro la cabeza hacia Lara, sonriendo a medias con cierta inocencia — ¿Vas a explicarle lo que estábamos haciendo o se lo digo yo? — es obvio, por el tonito que empleo, que ya no se me ocurre cómo mentir. Puedo maquillar muchas cosas, pero no esto, al menos que Scott diga que estaba chequeando mis latidos con su oído. Nada muy creíble, no con esas palabras.
La voz de Meerah irrumpiendo en la habitación me hace apoyar las palmas en el pecho de Hans para hacerlo a un lado, presionando en el descuido allí donde están las vendas, y en la inmediatez con la que trato de salirme de la cama, ayudada también por su empujón, acabo resbalando por el borde para caer sentada sobre las baldosas del suelo. —¡Maldición!— grito, frotándome las nalgas adoloridas al incorporarme sobre mis pies un poco más lento que mi exabrupto anterior, en el que nuestros brazos se desentendieron muy rápido de ese pensamiento de que podría quedarme a su lado, aunque no estaba hablando puntualmente de este día. En lo que tarda Hans en tratar de imponerse a su hija, la chica está cantando unos versos que dudo que sean de una canción en verdad, porque no puedo imaginar que haya una canción así tan… ¿acorde a la situación? —Tu padre apenas se está recuperando de los agujeros de las balas, como para que también venga Cupido con su flecha…— comento al pasar, limpiando las palmas de mis manos contra mi pantalón. No refuto lo que ha dicho un poco antes, que los dos somos unos mentirosos y hay algo entre nosotros, si lo negamos nos reafirmamos como mentirosos.
Yo espero en el mutismo encontrar una respuesta, mientras su padre prueba con una táctica diferente. Mi semblante es de desaprobación hacia él, con mi voz cargada de incredulidad. —¿La estás amenazando?— pregunto. —Eso es abuso de autoridad— me muestro indignada de que el sueño de la chica sea usado para recordarle que es mejor que se quede callada, por más que en esta situación yo también me vea comprometida. Si es de mala educación escuchar detrás de la puerta, tampoco estaba bien que compartiera su cama o que siquiera me queda en su habitación, por lo que había dicho la enfermera. Pero no me pondré en plan de que todo estaba mal, desde el hecho mismo de que esté aquí, porque cuando me deja ser quien explique la situación, en un gesto que no entiendo si es que me está poniendo a prueba o lo hace de puro cobarde, decido que no voy a mentirle a Meerah y cargar con ser quien lo hizo. —¿Ahora sí me dejas que dé explicaciones a tu hija?— inquiero con falsa y exagerada sorpresa, mirándolo con mis cejas arqueadas hacia arriba, recordándole que en una ocasión me reprochó precisamente esto. Antes de que cambie de opinión para no contradecirse, le doy la espalda y me acerco a Meerah en unos pocos pasos, acaricio su brazo con mi mano al sonreírle.
—¿Te acuerdas que tu padre había dicho una vez que quería ir al cine o a un karaoke conmigo? Estábamos almorzando, ¿lo recuerdas? Y dijo que era porque quería ser mi amigo, pero tú y yo sabemos muy bien que lo quería era conseguir una cita— cuento, dándome el gusto de narrarlo a mi manera y a costa de él, tomando revancha de que sea a quien puso en el conflicto de tener que aclarar el momento en la habitación en el que fuimos pillados, y más que eso, explicarle a Meerah -que siempre fue perspicaz- cómo llegamos hasta ese punto. —Pasaron cosas desde entonces, sabes algo de eso. No hizo falta ninguna cita, y por supuesto que tu padre en realidad no quería ser mi amigo, sino acostarse conmigo. Yo traté de mantener mis nobles intenciones hasta lo último, pero puede ser convincente—. Sigo arrojándole flores a mi ego con una sonrisa que delata que no estoy hablando tan en serio, y suelto su brazo para dirigirme hacia el sillón, donde me siento en el apoyabrazos para mirar a Hans de soslayo. —Y después de lo que pasó anoche, eso era lo que estábamos haciendo. Cosas que nos habían quedado pendientes…— digo y mi sonrisa se curva un poco más. —Te diría que aproveches la ocasión, tal vez lo que pasó no sea tan malo…— Ok, fui terrible. Uno que está con el cuerpo hecho jirones y una niña que fue dejada por su madre. —Si lo que pasó nos hace ver qué es lo importante y que ciertas cosas cambien para darle el lugar que corresponde.
Yo espero en el mutismo encontrar una respuesta, mientras su padre prueba con una táctica diferente. Mi semblante es de desaprobación hacia él, con mi voz cargada de incredulidad. —¿La estás amenazando?— pregunto. —Eso es abuso de autoridad— me muestro indignada de que el sueño de la chica sea usado para recordarle que es mejor que se quede callada, por más que en esta situación yo también me vea comprometida. Si es de mala educación escuchar detrás de la puerta, tampoco estaba bien que compartiera su cama o que siquiera me queda en su habitación, por lo que había dicho la enfermera. Pero no me pondré en plan de que todo estaba mal, desde el hecho mismo de que esté aquí, porque cuando me deja ser quien explique la situación, en un gesto que no entiendo si es que me está poniendo a prueba o lo hace de puro cobarde, decido que no voy a mentirle a Meerah y cargar con ser quien lo hizo. —¿Ahora sí me dejas que dé explicaciones a tu hija?— inquiero con falsa y exagerada sorpresa, mirándolo con mis cejas arqueadas hacia arriba, recordándole que en una ocasión me reprochó precisamente esto. Antes de que cambie de opinión para no contradecirse, le doy la espalda y me acerco a Meerah en unos pocos pasos, acaricio su brazo con mi mano al sonreírle.
—¿Te acuerdas que tu padre había dicho una vez que quería ir al cine o a un karaoke conmigo? Estábamos almorzando, ¿lo recuerdas? Y dijo que era porque quería ser mi amigo, pero tú y yo sabemos muy bien que lo quería era conseguir una cita— cuento, dándome el gusto de narrarlo a mi manera y a costa de él, tomando revancha de que sea a quien puso en el conflicto de tener que aclarar el momento en la habitación en el que fuimos pillados, y más que eso, explicarle a Meerah -que siempre fue perspicaz- cómo llegamos hasta ese punto. —Pasaron cosas desde entonces, sabes algo de eso. No hizo falta ninguna cita, y por supuesto que tu padre en realidad no quería ser mi amigo, sino acostarse conmigo. Yo traté de mantener mis nobles intenciones hasta lo último, pero puede ser convincente—. Sigo arrojándole flores a mi ego con una sonrisa que delata que no estoy hablando tan en serio, y suelto su brazo para dirigirme hacia el sillón, donde me siento en el apoyabrazos para mirar a Hans de soslayo. —Y después de lo que pasó anoche, eso era lo que estábamos haciendo. Cosas que nos habían quedado pendientes…— digo y mi sonrisa se curva un poco más. —Te diría que aproveches la ocasión, tal vez lo que pasó no sea tan malo…— Ok, fui terrible. Uno que está con el cuerpo hecho jirones y una niña que fue dejada por su madre. —Si lo que pasó nos hace ver qué es lo importante y que ciertas cosas cambien para darle el lugar que corresponde.
Los ojos se me abren como platos al ver como el cuerpo de Lara desaparece por el otro lado de la camilla, y no se si reírme o si correr en su auxilio. No era mucha altura, pero una mala caída podía romperle el cuello y no quería ser la culpable indirecta de eso. Lo bueno es que la morocha no tarda en levantarse y puedo concentrarme en el " ya hablamos de esto" que me advierte Hans. Si bueno, habíamos hablado de que no me tenía que meter en su vida romántica, pero no me había metido, me había chocado con ella de frente sin poder evitarlo. ¡No había sido mi culpa!
- Es solo una tonta canción...- Comienzo a explicar, pero me freno en seco y me cambia la expresión cuando Hans menciona lo de la escuela de diseño, primero a una de incredulidad y luego a otra que, para que negarlo, es un puchero hecho y derecho. Al menos Lara me defiende y aprovecho ese momento para retrucar que no estaba escuchando a propósito. - La puerta estaba entreabierta y se escuchaba desde el pasillo. No fue mi culpa. - Mi puchero continúa, pero solo por los segundos en los que Lara se demora en comenzar a explicar.
No me siento muy orgullosa de mis reacciones, llena de asentimientos y grititos contenidos de emoción. Y de mis saltitos, por favor ya tengo trece. Pero lo que me dice me planta una sonrisa permanente en la cara y tengo que admitir que tengo un lado romántico cuando cierra su explicación con algo tan cliché y cursi, pero que aún así me da ternura. - Entonces, ¿la experiencia cercana a la muerte te hizo ver que no era solo sexo y que de verdad te importa Hans? ¿Son pareja ahora entonces? - No me estaba ilusionando, pero prácticamente lo de Lara había sido una declaración de amor. - ¡No sabía que estaban teniendo una cita pendiente! Si quieren le digo a Phoebe y volvemos en otro momento. Estoy segura de que va a entenderlo -
- Es solo una tonta canción...- Comienzo a explicar, pero me freno en seco y me cambia la expresión cuando Hans menciona lo de la escuela de diseño, primero a una de incredulidad y luego a otra que, para que negarlo, es un puchero hecho y derecho. Al menos Lara me defiende y aprovecho ese momento para retrucar que no estaba escuchando a propósito. - La puerta estaba entreabierta y se escuchaba desde el pasillo. No fue mi culpa. - Mi puchero continúa, pero solo por los segundos en los que Lara se demora en comenzar a explicar.
No me siento muy orgullosa de mis reacciones, llena de asentimientos y grititos contenidos de emoción. Y de mis saltitos, por favor ya tengo trece. Pero lo que me dice me planta una sonrisa permanente en la cara y tengo que admitir que tengo un lado romántico cuando cierra su explicación con algo tan cliché y cursi, pero que aún así me da ternura. - Entonces, ¿la experiencia cercana a la muerte te hizo ver que no era solo sexo y que de verdad te importa Hans? ¿Son pareja ahora entonces? - No me estaba ilusionando, pero prácticamente lo de Lara había sido una declaración de amor. - ¡No sabía que estaban teniendo una cita pendiente! Si quieren le digo a Phoebe y volvemos en otro momento. Estoy segura de que va a entenderlo -
— ¡Soy su padre! — el tono de voz no es demasiado autoritario, más bien me recuerda a las acusaciones que le hacía a mi madre sobre Phoebe cuando éramos niños; pero creo que deja bien en claro que no es una amenaza, sino una advertencia y tengo todo el derecho a hacerlo. Me hundo entre mis hombros sin mostrar mucha importancia al reclamo de Lara, se ha ganado el derecho de hablar hasta el punto que encuentre correcto y eso me da tiempo a pensar alguna excusa no muy mentirosa. Bastan segundos para que me arrepienta y me pregunto si el cable del suero no puede ser un poco más largo — Vamos... ¿Tenías que irte a los detalles íntimos e innecesarios? — ¿De verdad es tan difícil entender que hay un límite sobre lo que le compartes a una niña y lo que no? Ruedo los ojos con un resoplido y me estiro por detrás de Lara para que mi hija pueda verme y no la mujer, haciéndole gestos de mímica para indicarle que en realidad era ella quien deseaba acostarse conmigo y no al revés. Inmaduro, pero tampoco estoy tan errado si nos vamos a los hechos.
Al menos, la presencia de Meerah me regala algo en lo cual no me había detenido del todo y cruzo las manos inocentemente sobre mi pecho, tratando de relajar cualquier rasgo de mi cara para mantener un aura calmada — Eso. ¿Qué es lo importante, Scott? — pestañeo, tratando de acentuar un falso desentendimiento pero acabo sonriendo burlonamente, hasta que me giro hacia mi hija — No es necesario. Tuvimos todo un verano para pasar tiempo juntos y lo aprovechamos bastante bien — si ella va a jugar cartas sucias, yo haré lo mismo con mayor sutileza — No te dije nada porque era algo entre nosotros y no veo necesario dar explicaciones a los hijos al menos que sea serio. Pero ustedes se conocen y da igual, tampoco voy a mentirte todos los días mientras lo que sea que sea esto, dure — sin mucho más que aclarar, me estiro y me hago con la bolsa de dulces, para meterme uno en la boca y masticar con un gozo que no tiene nada que ver con el bocado — ¿Chocolate?
Al menos, la presencia de Meerah me regala algo en lo cual no me había detenido del todo y cruzo las manos inocentemente sobre mi pecho, tratando de relajar cualquier rasgo de mi cara para mantener un aura calmada — Eso. ¿Qué es lo importante, Scott? — pestañeo, tratando de acentuar un falso desentendimiento pero acabo sonriendo burlonamente, hasta que me giro hacia mi hija — No es necesario. Tuvimos todo un verano para pasar tiempo juntos y lo aprovechamos bastante bien — si ella va a jugar cartas sucias, yo haré lo mismo con mayor sutileza — No te dije nada porque era algo entre nosotros y no veo necesario dar explicaciones a los hijos al menos que sea serio. Pero ustedes se conocen y da igual, tampoco voy a mentirte todos los días mientras lo que sea que sea esto, dure — sin mucho más que aclarar, me estiro y me hago con la bolsa de dulces, para meterme uno en la boca y masticar con un gozo que no tiene nada que ver con el bocado — ¿Chocolate?
Siento como si cámaras voltearan hacía mi colocándome en foco, cuando soy quien se encuentra en el lugar de contestar todas las preguntas. Las que hace Meerah, también la que hace Hans. Tengo que colocar mis manos a los lados de mi cadera, sobre el apoyabrazos del sillón donde estoy sentada, para sostenerme y demostrar una entereza de adulta para dar las explicaciones que me piden. -Contestaré una pregunta de las dos que hiciste- digo, poniendo mi dedo índice en alto. -Porque tu padre no puede dejarme toda la tarea de dar explicaciones- le aclaro a Meerah, aunque mi mirada esté puesta en Hans y mi ceja en alto sea un gesto provocador de "¡Ja! ¡Ahí te quiero ver!". Tengo elegido de antemano qué es lo que contestaré, que al final de cuentas era lo que ambos querían que respondiera. Pongo mis ojos sobre Meerah, anticipándome a un posible espectáculo de flores y corazones en el aire, porque no haré más que incentivar su ánimo de casamentera. Pero prefiero verla así a que esté triste por recordar. A su padre le rehuyo porque no quiero ver como se mofa de mí por lo que voy a decir. -Claro que Hans es importante para mí - digo de la manera más simple que puedo.
Y recien entonces me volteo hacia donde él se encuentra a la espera de que encuentre cómo contestar al segundo interrogante de la chica. Solo asiento quedamente cuando dice que hemos pasado el verano juntos, suena un poco a que hemos estado tres meses tirados en las playas del cuatro, y lo que es peor, haciendo cosas tan rídiculas como mirar películas musicales, que descarta la oferta de Meerah de dejarnos continuar con esta improvisada cita -estúpida yo por decirlo así-, como si esto fuera algo que hemos hecho un montón de veces. Mis recuerdos reales sobre el verano difieren un poco de eso. -Yo no tengo hijos- señalo al pasar. -¿Y tienes otros hijos aparte de Meerah?- pregunto por su uso del plural, supongo que lo hace para generalizar pero me da gracia que así sea, porque será su hija y aún así hablar con ella sobre esto se me da tan natural, supongo que no estoy hecha para marcar distancias de ese tipo, no con ella. Si hubiera alguien más, algún otro hijo adolescente de Hans, puede que se cumpla la distancia para no dejar que se entrometa. Meerah es un caso especial. Me pongo de pie al tiempo que froto mis palmas contra mi cadera. -Supongo que es eso. Un "sea lo que sea"- sonrío, sin poder reprimir la carcajada suave que sale de mis labios. -Tomaré uno para el camino- acepto uno de los chocolates y me acerco para guardarlo en tu palma. -Si Phoebe y tú están aquí para cuidarlo, creo que puedo dejar mi puesto de niñera de un ministro y volver a ser una común mecánica- bromeo.
Y recien entonces me volteo hacia donde él se encuentra a la espera de que encuentre cómo contestar al segundo interrogante de la chica. Solo asiento quedamente cuando dice que hemos pasado el verano juntos, suena un poco a que hemos estado tres meses tirados en las playas del cuatro, y lo que es peor, haciendo cosas tan rídiculas como mirar películas musicales, que descarta la oferta de Meerah de dejarnos continuar con esta improvisada cita -estúpida yo por decirlo así-, como si esto fuera algo que hemos hecho un montón de veces. Mis recuerdos reales sobre el verano difieren un poco de eso. -Yo no tengo hijos- señalo al pasar. -¿Y tienes otros hijos aparte de Meerah?- pregunto por su uso del plural, supongo que lo hace para generalizar pero me da gracia que así sea, porque será su hija y aún así hablar con ella sobre esto se me da tan natural, supongo que no estoy hecha para marcar distancias de ese tipo, no con ella. Si hubiera alguien más, algún otro hijo adolescente de Hans, puede que se cumpla la distancia para no dejar que se entrometa. Meerah es un caso especial. Me pongo de pie al tiempo que froto mis palmas contra mi cadera. -Supongo que es eso. Un "sea lo que sea"- sonrío, sin poder reprimir la carcajada suave que sale de mis labios. -Tomaré uno para el camino- acepto uno de los chocolates y me acerco para guardarlo en tu palma. -Si Phoebe y tú están aquí para cuidarlo, creo que puedo dejar mi puesto de niñera de un ministro y volver a ser una común mecánica- bromeo.
Tengo que contenerme para no chistarle a Hans y hacerle un ademán con la mano para que se calle, pero como Lara lo ignora no le doy más importancia al asunto y sigo pendiente de su relato. - ¿Qué? - ¿Acaso había escuchado bien? - Sé que no es correcto que me meta y que ya lo dijiste pero… ¿todo el verano? - No es que me sintiera traicionada, pero no me gustaba perderme de las cosas, y mucho menos cuando esas cosas tenían una duración de más de tres meses. Era como… Como cuando tus amigas empiezan una serie que querías ver sin tí, y te cuentan cosas que querías enterarte a su debido tiempo. Cómo una sensación de injusticia pero de satisfacción al mismo tiempo. - Entonces, no era serio… hasta ahora. - Porque sí me lo había contado, bajo sus reglas recién mencionadas entonces sí era una relación con todas las letras. Aunque quisieran fingir que no lo sabían.
Y como Lara dice que mi padre sí le importa, decido que por unos momentos no me importa haber llegado tarde a la novela. - Lo único que pido es que, si en algún momento le dan otro nombre al “sea lo que sea”, no me hagas decirte mamá. - Porque pese a que no quería pensar en Audrey, el pensar en Lara como madre en sí se me hacía raro. Sin importar que en las últimas horas hubiese cumplido más que bien con ese papel o que remarcase que claramente, no tenía hijos.
Me acerco a la camilla y la rodeo, aceptando el chocolate que Hans me tiende y señalando el costado abandonado. - ¿Puedo? - Trato de subirme a la camilla con todo el cuidado que puedo, y pese a que he pasado las últimas horas durmiendo, ahora que dejo de lado las tonterías puedo volver a preocuparme por él. - ¿Volverás mañana? - Mi pregunta va dirigida hacia Lara quien parece más que dispuesta a irse, y la entiendo, porque ella no ha tenido descanso. - O al menos dime que almorzaremos juntas uno de estos días. Sin Hans. - Aclaro como si eso fuese a hacer más tentadora la oferta.
Y como Lara dice que mi padre sí le importa, decido que por unos momentos no me importa haber llegado tarde a la novela. - Lo único que pido es que, si en algún momento le dan otro nombre al “sea lo que sea”, no me hagas decirte mamá. - Porque pese a que no quería pensar en Audrey, el pensar en Lara como madre en sí se me hacía raro. Sin importar que en las últimas horas hubiese cumplido más que bien con ese papel o que remarcase que claramente, no tenía hijos.
Me acerco a la camilla y la rodeo, aceptando el chocolate que Hans me tiende y señalando el costado abandonado. - ¿Puedo? - Trato de subirme a la camilla con todo el cuidado que puedo, y pese a que he pasado las últimas horas durmiendo, ahora que dejo de lado las tonterías puedo volver a preocuparme por él. - ¿Volverás mañana? - Mi pregunta va dirigida hacia Lara quien parece más que dispuesta a irse, y la entiendo, porque ella no ha tenido descanso. - O al menos dime que almorzaremos juntas uno de estos días. Sin Hans. - Aclaro como si eso fuese a hacer más tentadora la oferta.
Aunque me llevo una mano al pecho para mostrarme falsamente conmovido por la declaración de Scott, la expresión me dura un suspiro, porque estoy debatiéndome en si burlarme de ella o dejarlo pasar aunque sea de momento. Lo bueno es que Meerah me da la excusa perfecta para no decir nada al respecto y me salvo con una respuesta por ósmosis — No es nada serio — intento explicarme, aunque el tono de mi voz delata que lo estoy meditando — Tómalo como sin formalidades, no importa cuánto tiempo ha pasado — menos mal que no entramos en detalles sobre las veces que he dormido en su casa o los encuentros clandestinos en el ministerio, porque creo que eso sería ya irse por las ramas. El detallito en el cual Lara se detiene me hace poner los ojos en blanco — Ya sabes, hablo en términos generales. Me gusta pensar que tengo mi ADN controlado, muchas gracias — Meerah fue el único accidente que me permití y recién ahora he logrado aceptarlo. No pienso caer en ese temita.
“Sea lo que sea” me parece más que adecuado, se mantiene en la línea de lo seguro y que podemos controlar como algo mutuo. La risa de Lara me basta para sonreírme un poco al respecto y le tiendo la bolsa de los chocolates que ella misma ha comprado, tomando ese momento para mirar a mi hija con cierto escándalo — Ni se te ocurra — es una amenaza ridícula, en especial porque la pregunta no ha ido directamente para mí, pero creo que puede comprender mi punto. El enojo, o intento de uno, dura lo que Meerah tarda en pedirme su lugar en la cama y yo reacciono cediéndole el espacio que Scott había utilizado hace unos instantes, a sabiendas de que será mucho más práctico para evitar el moverme de nuevo. Estoy acomodando la sábana cuando la pregunta hace que mire a la aludida con curiosidad, esa que disimulo masticando un poco más rápido — Estoy sintiéndome un poco desplazado de esto… — me mofo, aunque con una sacudida de la mano, dejo bien en claro que no me importa demasiado… siempre y cuando yo no sea un tema de conversación — Solo si traen un poco de lo que coman. Tengo entendido que la comida del hospital es un asco — hasta ahora solo me he alimentado a suero y golosinas traficadas, así que luego tendré que pasar por la experiencia para saber su gravedad.
Una vez más, dejo que mi brazo se enrosque alrededor de mi hija y uso la mano libre para hacerme con el control remoto. La música se apaga, pero la televisión regresa y, en efecto, me he perdido la muerte de la protagonista del musical, porque hay otra programación en curso. Apoyo el mentón sobre la cabeza de Meerah y clavo los ojos en Scott, a sabiendas de lo que sea que haya sido esto, tiene su punto final. La conversación puede morir en esta habitación y quedará sepultada bajo los calmantes y las canciones que nos desviaron de lo importante — Si regresas, deberás estar lista para la revancha — la reto, señalando la tele con un gesto de la cabeza — Gracias por tus servicios, Scott. Pudo haber sido peor — al menos, prefiero su compañía a la de la enfermera con cara de pocos amigos. Hasta donde yo sé, eso no hace falta aclararlo.
“Sea lo que sea” me parece más que adecuado, se mantiene en la línea de lo seguro y que podemos controlar como algo mutuo. La risa de Lara me basta para sonreírme un poco al respecto y le tiendo la bolsa de los chocolates que ella misma ha comprado, tomando ese momento para mirar a mi hija con cierto escándalo — Ni se te ocurra — es una amenaza ridícula, en especial porque la pregunta no ha ido directamente para mí, pero creo que puede comprender mi punto. El enojo, o intento de uno, dura lo que Meerah tarda en pedirme su lugar en la cama y yo reacciono cediéndole el espacio que Scott había utilizado hace unos instantes, a sabiendas de que será mucho más práctico para evitar el moverme de nuevo. Estoy acomodando la sábana cuando la pregunta hace que mire a la aludida con curiosidad, esa que disimulo masticando un poco más rápido — Estoy sintiéndome un poco desplazado de esto… — me mofo, aunque con una sacudida de la mano, dejo bien en claro que no me importa demasiado… siempre y cuando yo no sea un tema de conversación — Solo si traen un poco de lo que coman. Tengo entendido que la comida del hospital es un asco — hasta ahora solo me he alimentado a suero y golosinas traficadas, así que luego tendré que pasar por la experiencia para saber su gravedad.
Una vez más, dejo que mi brazo se enrosque alrededor de mi hija y uso la mano libre para hacerme con el control remoto. La música se apaga, pero la televisión regresa y, en efecto, me he perdido la muerte de la protagonista del musical, porque hay otra programación en curso. Apoyo el mentón sobre la cabeza de Meerah y clavo los ojos en Scott, a sabiendas de lo que sea que haya sido esto, tiene su punto final. La conversación puede morir en esta habitación y quedará sepultada bajo los calmantes y las canciones que nos desviaron de lo importante — Si regresas, deberás estar lista para la revancha — la reto, señalando la tele con un gesto de la cabeza — Gracias por tus servicios, Scott. Pudo haber sido peor — al menos, prefiero su compañía a la de la enfermera con cara de pocos amigos. Hasta donde yo sé, eso no hace falta aclararlo.
Si tenemos que ser honestos con las fechas, nos excedimos un poco del verano a unas semanas antes de que comenzara la estación. Si lo pienso, sí que ha pasado tiempo y que esto sea algo sin formalidades, nada serio, en palabras en Hans me libra de tener que responder a Meerah. Poder expresarlo de esa manera nos devuelve a ese sitio impreciso en el que creo que lo mejor es ignorar por el momento todo lo que hemos dicho un rato antes, me río para que esto pase de largo, y lo que dice la chica también me lo tomo como un chiste, a pesar de la advertencia clara de su padre de que no se le ocurra llamarme «mamá». —Pase lo que pase con tu padre, tú y yo siempre seremos solo Meerah y Lara. ¿De acuerdo?— le propongo en cambio, me parece un buen acuerdo. Ella está creciendo, es una persona independiente a las decisiones que puedan tomar sus padres y así como sucedió con su madre, no quiero pensar en mi relación con Meerah como un apéndice de otra. —Almorzaremos uno de estos días— digo, en vez de prometer que volveré al día siguiente. —Sin Hans— y sonrío con suficiencia hacia él, que si no es incluido en el almuerzo, espera al menos algo de comida que reemplace el menú desabrido del hospital. —Lo pensaremos— me encojo de hombros, creo que para cuando ocurra esa reunión, él estará de regreso en su casa o eso espero.
Recojo el chocolate que me corresponde de la bolsa, pese a ser quien los compró, supongo que es mi pago por los servicios de niñera y me desentiendo de su agradecimiento con un movimiento de mi mano en el aire, sin siquiera mirarlo. Si no fuera por lo último que dice, hasta podría ver una coincidencia entre lo que dice y la manera burlona que tenía de darme las gracias por los trabajos en el taller cuando seguíamos el viejo acuerdo. Es extraño que nos hayamos movido tanto desde ese punto, y podría dedicar parte de mi tiempo cuando vuelva a la casa para realmente pensar en ello, en qué punto me encuentro yo, lo que dudo que haga porque en cuanto ponga un pie dentro voy a caer en el sillón a dormir. No es como si luego pudiera ponerlo en palabras de todas formas, ha quedado más que claro que no soy buena dando definiciones de nada y, por la condición de no escondernos, ante alguien más un “sea lo que sea” nos queda bien. —¿Peor? Vamos, si nos lo hemos pasado genial— bromeo, escondo mi sonrisa al encaminarme a la puerta. —Yo sé que te gusta mi compañía, tanto que te pones a cantar— antes de abandonar la habitación me giro hacia Meerah para agitar mi mano en despedida. —Te llamaré en estos días para almorzar—. Y dirijo una última mirada a su padre, mi expresión es más contenida. Solo muevo mi mano, cierro la puerta suavemente cuando salgo y cuando no encuentro a Phoebe al cruzar el pasillo, me conformo con pensar que Meerah le avisará que me fui, no sé qué tan bueno sea seguir improvisando explicaciones con una mente que una vez que haga el recuento de todo lo pasado, puede que necesite de unas vacaciones reales o de veinticuatro horas de dormir sin interrupción, soñando con una isla en algún océano lejano.
Recojo el chocolate que me corresponde de la bolsa, pese a ser quien los compró, supongo que es mi pago por los servicios de niñera y me desentiendo de su agradecimiento con un movimiento de mi mano en el aire, sin siquiera mirarlo. Si no fuera por lo último que dice, hasta podría ver una coincidencia entre lo que dice y la manera burlona que tenía de darme las gracias por los trabajos en el taller cuando seguíamos el viejo acuerdo. Es extraño que nos hayamos movido tanto desde ese punto, y podría dedicar parte de mi tiempo cuando vuelva a la casa para realmente pensar en ello, en qué punto me encuentro yo, lo que dudo que haga porque en cuanto ponga un pie dentro voy a caer en el sillón a dormir. No es como si luego pudiera ponerlo en palabras de todas formas, ha quedado más que claro que no soy buena dando definiciones de nada y, por la condición de no escondernos, ante alguien más un “sea lo que sea” nos queda bien. —¿Peor? Vamos, si nos lo hemos pasado genial— bromeo, escondo mi sonrisa al encaminarme a la puerta. —Yo sé que te gusta mi compañía, tanto que te pones a cantar— antes de abandonar la habitación me giro hacia Meerah para agitar mi mano en despedida. —Te llamaré en estos días para almorzar—. Y dirijo una última mirada a su padre, mi expresión es más contenida. Solo muevo mi mano, cierro la puerta suavemente cuando salgo y cuando no encuentro a Phoebe al cruzar el pasillo, me conformo con pensar que Meerah le avisará que me fui, no sé qué tan bueno sea seguir improvisando explicaciones con una mente que una vez que haga el recuento de todo lo pasado, puede que necesite de unas vacaciones reales o de veinticuatro horas de dormir sin interrupción, soñando con una isla en algún océano lejano.
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