The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Rose S. Harkness
Personal de Defensa
Nadie puede decir que no han sido días extraños. Han comenzado a reconstruir la estructura del ministerio gracias a un montón de magos especializados que podrán reparar los daños mediante hechizos, incluyendo las salas especiales que tantos dolores de cabeza han dado. No tener un lugar de trabajo físico no significa que las cosas sean pacíficas; para mí, particularmente, significa que paso horas dentro de la base de seguridad escoltando y chequeando la situación de los terroristas capturados. El ambiente que se respira es tan tenso, casi tóxico, que cuando llamo a Annie para chequear cómo es que está llevando lo de su hermano desaparecido, soy incapaz de contenerme y le sugiero el reunirnos para beber, aunque sea, unos tragos. Sumar a Lara es casi una casualidad, salida de que hace mucho tiempo que no nos reunimos y una apuesta mental a que ella debe haberla pasado tan mal como nosotras. ¿Cuándo fue la última vez que nos juntamos, siendo sinceras? Ni lo recuerdo, pero parece que han pasado siglos. O, al menos, ya ni sé cuándo tuvimos tiempo aunque sea para charlar más de dos palabras vagas.

El verano sigue presente y doy gracias de que Jack llama a esto una “oportunidad de tener una noche de hombres” con Rory, así que aprovecho la noche cálida para ponerme lo más ligero y simple que encuentro para aparecerme en la puerta del bar acordado, cuyas mesas exteriores están ocupadas por grupos de personas bebiendo, comiendo y jugando juegos de mesa tales como el jenga. Acomodo el bolso en mi hombro y presiono mis labios entre sí como si de esa manera pudiese acomodar el tenue labial. A decir verdad, tengo que aceptar que necesitaba de esto, por bobo que suene. Las cosas han cambiado, aunque parece que nada lo ha hecho. Es como un tema oculto que se agita en el aire entre las personas que buscan una distracción de toda la basura que está rondando por el país. Demasiados muertos, demasiados heridos, demasiadas preocupaciones…

Apenas y llego a chequear el celular, porque las veo aparecer en escena y suspiro de alivio al darme cuenta de que no ha habido problemas de horario, al menos en esta ocasión — No tienen idea de lo mucho que necesito un bloody mary. O tal vez un shot de tequila — rezongo, a pesar de que les dedico una sonrisita en espera de una noche lejos de mi rol de madre, esposa, auror o ser humano racional — En vista y considerando que fueron días de mierda y llevamos tiempo sin una conversación decente, exijo llegar inconsciente a mi casa — solo para remarcar que hablo en serio, guardo el celular y me voy directo hacia una de las mesas más alejadas.
Rose S. Harkness
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Invitado
Invitado
Tal vez lo necesitaba más de lo que creía, porque antes de ir al bar tomo una copa de lo que encuentro que sobra en el departamento y mis dedos al rebuscar en la alacena lo primero con lo que tropiezan es una botella medio vacía de vodka, que ni siquiera me alcanza para completar el vaso. Puedo quedarme a beber sola y patéticamente, con la excusa de que los tiempos actuales son complicados, cuando esa fue siempre la mejor razón para dejar regada la ropa del taller en la alfombra de la habitación y aprovechar la temperatura de un verano que está extinguiéndose lentamente, para sacar de los cajones una falda corta y hallar unos zapatos que me hagan ganar estatura. No necesito de esa reafirmación para sentirme confiada, pero no desprecio el favor que me hacen.  Llego al bar que está a rebosar de personas, lo que confirma que no fuimos las únicas con la necesidad de un escape del estrés de estos días, y tengo que admitir que me agradan quienes comparten la idea de que cuando todo esté explotando, vale sacar el licor de donde sea y tomar un trago profundo.

Si el mundo se está haciendo mierda, prefiero el tequila al bloody mary. —Tequila para mí— voto a favor de esa opción en cuanto nos encontramos con Rose, y por un momento tengo la sensación de que no tenemos treinta años, sino que somos las mismas chicas del Royal que iban juntas a un bar. Contar con Annie no hace más que reforzarse esa impresión porque tenemos la misma edad, con la salvedad de que su presencia me hace un poco más consciente de lo que ocurrió recientemente, de que el atentado al festival dejó ministros en el hospital como en el caso de Hans y otros que están secuestrados como su hermano Riorden. Sí, definitivamente necesito tomar algo fuerte. Tuve mis días posteriores a ese incidente en los que conté mis respiraciones dentro de habitaciones pequeñas y cerradas para poder calmarme, porque me ganó el vértigo ante otro giro inesperado.

Camino detrás de Rose hacia una de las mesas del fondo y al ver libres una con taburetes, tomo la banquete más a mano para sentarme. Mi mano se prende de la baraja de cartas que ha quedado sobre la superficie de madera. —Nos tocó la mesa del snap explosivo— anuncio con una sonrisa como si hubiera algo de que festejar, me entretiene participar de uno de estos juegos de bares y la última vez que intenté con los dardos me fue mal, tuve que vaciar mis bolsillos con un viejo apostador. Saco mi varita para mezclar las cartas mientras espero que sea Rose quien pida las bebidas. —¿Jack quedó a cargo de Rory, entonces?— pregunto a la auror. Miro de soslayo a Annie, indecisa de si tocar el tema de su hermano. —Me agradan los tipos que se hacen cargo de esa manera y una puede volver inconsciente a su casa sin preocuparse. ¿Tiene algún hermano o hermana para presentarme?— bromeo, y como es una buena manera de tomarle el pelo, sigo: —A ti que te interesan estas cosas, una adivina me predijo hace poco que voy a tener un bebé—. Si mal no recuerdo, de las primeras veces que acepté una tirada de tarot en algún otro bar, tenía a Rose parada a mi espalda.
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Annie C. Weynart
Jefe de Área en Investigación
El que Rose llame a una noche de tragos hasta perder la consciencia suena como magia para mis oídos. Y por fuera de lo que la ética tanto laboral, como moral en sí me puedan dictar, planeo mandarlas a ambas a la mierda y tomarme la noche para mí. No iba a parar el mundo por resultados de laboratorio, o porque todavía no había noticias de Riorden. Yo no era así, y si alguien quería juzgarme por eso, pues que sacase número e hiciera fila.

Decido salir temprano de la base de seguridad que me ha acogido en estos últimos días para poder llegar a mi departamento y pegarme un baño decente antes de salir. Llevaba más de cuarenta y ocho horas sin estar en mi departamento y, si bien podía pegarme duchas en la base, no sería jamás lo mismo que disfrutar de un baño de burbujas, aunque fuesen pocos minutos. Una vez que estoy seca y decente, no me cuesta nada encontrar una blusa y un short de tiro alto que combinen con el clima, y para cuando quiero darme cuenta, ya estamos las tres reunidas en el bar al que acordamos ir. - Estoy con Lara. Es prácticamente un mandamiento que tengamos una buena ronda de shots, por los viejos tiempos al menos. - Esos tiempos en los que los días eran sencillos, y básicamente éramos adolescentes con pocas responsabilidades. Genial, apenas y pasaba de los treinta, y ya hablaba como una vieja.

- Tendrán que recordarme como se juega esto. Creo que la última vez que lo jugué fue con Colin, y estoy segura de que o hacía trampa, o estábamos jugando juegos diferentes. - Me dejo caer en el asiento con gracia, sacando mi varita al recordar que, si no estaba muy equivocada, era necesaria para poder jugar. Parece que pese a todo, las tres estamos de relativo buen humor, o tenemos el suficiente humor como para aparentar estarlo, aún así, me siento más relajada solo de haberme tomado la noche libre así que no iba a quejarme. - Ahora que lo mencionas, ya programé el traslador para fijarlo a mi departamento. Si quieren llegar al punto de la inconsciencia, no confío en que lleguemos a casa enteras o al primer intento al menos. - Sufrir una despartición estando ebria, no era precisamente lindo.

Las cejas se me disparan cuando Lara comenta la predicción, y poco me falta para no reírme delante de su cara. - Entonces nada de bebidas para tí… no sé qué tal será esa adivina, pero la vieja Lettie andaba de chismosa con Lollis antes de que todo explotara. ¿Quieres adivinar quién decían que aparecía muy seguido por el departamento de Justicia? - Me había apiadado de Hans por su condición y porque últimamente solo hablábamos del niño Black, pero Lara no tenía esas presiones encima y no había nada que me impidiese bromear a su costa. - ¿Tú que dices, Rose? Tal vez Lara haga un amigo para Rory.
Annie C. Weynart
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Rose S. Harkness
Personal de Defensa
Tequila será — aseguro, usando el tono de una persona que cierra un trato de negocios y no el de una mujer desesperada por que la garganta le arda por el alcohol. Mis ojos bailan en el recorrido de las cartas que empiezan a mezclarse y busco mi varita para ponerla sobre la mesa, a sabiendas de que la necesitaré para el juego — Los juegos de este tipo siempre varían las normas dependiendo de quienes lo jueguen. Es simple, tienes que tocar con tu varita cuando veas dos cartas idénticas y tener cuidado de que el tiempo no pase o te explotan — y ni hablar de cuando estás ebria y las cartas empiezan a salir más rápido. Probablemente, terminemos con las cejas chamuscadas — ¿Nos estás invitando a una pijamada con resaca en tu casa? Pero que tierna — bromeo, ladeando una sonrisa. Me ahorro el decirle que me parece que su forma de atajarse a cualquier accidente me parece la más acertada, creo que ni siquiera es necesario.

Me acomodo en el taburete para no sentir que me voy por un costado y cruzo una pierna sobre otra — Adora quedarse con él, así que ese no es el problema. La preocupación recae en preguntarme si la casa estará en llamas cuando llegue — o, más seguro, repleta de envoltorios de porquerías por todos lados. Lo que Lara dice me hace pensar repentinamente en Ernest y la imagen bizarra que se me forma en la cabeza me hace reír, por lo que sacudo la cabeza y las manos en alto — Su hermano adoptivo no es tu estilo — o ella no será el de él, mejor dicho. Lo que sí no me espero es lo que sigue porque a) no creí que Lara se metiera en situaciones con adivinas y b) la predicción se me hace de lo más desopilante — ¡Momento! Primero, ¿a dónde fuiste? Hace tiempo que quiero que alguien me tire las cartas — aclaro, subiendo uno de mis dedos. Ni recuerdo cuando fue mi última tirada — Y segundo: ¿con un bebé? — no termino de demostrar mis ganas de reírme de la idea con escepticismo, porque Annie abre la boca y mis ojos pasan de una a la otra sintiendo que me estoy perdiendo parte de la conversación. Al final, mi boca se abre de manera que demuestra que me he hecho una idea y junto mis manos sobre la mesa, mirando a Lara como una madre que se compadece de las decisiones estúpidas de una hija irresponsable — Dime que no te estás metiendo con un abogado, he oído que sus after office son un desastre — una vez oí cómo habían endeudado a uno de ellos a causa de un montón de vidrios rotos. Suerte que muchos de aquellos amasan pequeñas fortunas, sino la historia no habría sido tan graciosa —  Y por favor, que no sea el juez Ventham. Tiene boca de pescado y una vez lo vi comerse un moco en el ascensor  — un escalofrío me recorre, arrugando la nariz ante el recuerdo que intento borrar.

No contengo un “aww” que se rompe en una risa por las palabras de Annie, aprovecho esos segundos a levantar una mano a una de las camareras y hacerle un gesto para pedirle una ronda de tequila. Con eso solucionado, regreso a la charla — Así que… hablando en serio. ¿Tienes razones para preocuparte o fue una predicción que debemos descartar? — muevo mis cejas rápidamente en una clara incitación a chusmear de su vida — Lo único que falta es que una adivina diga que Annie va a casarse y ahí nos caemos todos de culo. Aunque… ¡hey! No sería la única que se pierde de anécdotas de una noche a estas alturas — y sin más, señalo el pilón de cartas para chequear si ya podemos empezar a explotar.
Rose S. Harkness
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Invitado
Invitado
Auch, Annie— me quejo, con una mueca de dolor que altera toda mi cara, como si me acabara de pinchar con un alfiler en la mano. —Eso de los viejos tiempos me dolió en nuestros treinta años, ¿qué queda de Rose entonces? ¿Tendrá que comenzar a pagar su crucero de jubilados con Jack?— pregunto en broma, dirigiéndome a la auror que apenas si nos saca unos años de más y tiene un hijo que es poco más que un bebé. Si no es honor de los tiempos de antaño, que a mi parecer no están tan lejos en el tiempo, que la ronda de shots sea por el presente mismo, al que últimamente se le he dado por saltar en pedazos por los aires. Yo beberé con gusto por esa situación de mierda que tuvimos que pasar y hacer explotar un mazo de cartas parece una ironía divertida. No soy de las que juegan para ganar, creo que me atrae más la idea de que llenar la mesa de estallidos. Me guardo el pensamiento de que Colin Weynart siempre fue un tramposo desde el colegio, porque no quiero hablarle pestes a Annie de su primo, y me concentro en escuchar las reglas básicas que Rose propone. —¿En serio hiciste eso?— inquiero, asombrada de que una de las tres haya pensado en que sucedería después de bebernos la vida y tomara las precauciones de que ninguna perdiera un brazo o una pierna en el regreso a casa. No estamos viejos, pero la madurez se percibe en otro sentido. —Definitivamente, eres la adulta responsable de este grupo— decido. —Por eso mi madre nunca me ponía pegas si salía contigo— digo en broma. Pobre, Mo, si me daba permiso salía por la puerta, pero si me no lo negaba, salía por la ventana.

¿Por qué imagino por un segundo a Rory encendido en llamas y a Jack moviendo su varita para que el agua de la playa se eleve hasta la casa en una gran ola? Parece un buen plan en caso de emergencias. —Siempre he tenido un gusto muy variado— replico, sintiéndome ligeramente ofendida de que crea que tengo un estilo determinado y que eso excluye a su cuñado y quien sabe a quién más, no me gustaría que se dijera de mí que tengo una actitud discriminadora entre ligues. Me aclaro mi garganta para esconder mi incomodidad al responder con una evasiva: —Se trata de una mujer joven, no trabaja en sí tirando cartas, estábamos charlando y… sucedió. ¿Y tú para que quieres que te haga una tirada?— pregunto en un tono más alto, hubiera tenido más sentido que diez años atrás alguien le predijera que estaría viviendo en la playa con una familia y entonces hubiera sido motivo de risa, ¿qué podrían decirle ahora? —¿Verdad? ¡Tuve la misma reacción! ¿Yo? ¿Un bebé? ¿En qué universo alternativo sería posible eso?— lo digo como si fuera algo evidente, pero mi sonrisa burlona se siente un poco forzada.

Estoy a punto de quejarme que Annie me prohíba beber por una predicción que, como todas, es imprecisa. Podría cumplirse en un mes, como también podría ser en diez años. No llego a formular mi queja porque mi voz se queda atorada en mi garganta. Así como me salvó hace un par de días de ese pelirrojo del atentado, acaba de darme la puñalada mortal por la costilla. Esa no me la esperaba. —No responderé a preguntas si mi abogado no está presente— respondo de inmediato, mis manos sujetándose al borde de la mesa para conseguir dos centímetros más de estatura y haciéndome la desentendida. Como tengo que hacer frente a la preocupación materna de Rose, apunto a Annie con mi dedo índice acusador con mi peor cara de niña tomando revancha. —Ella también se acostó con un abogado— digo, con la vieja estrategia de «¡Ella lo hizo primero, mamá!». —En realidad, es el mismo—. Me parece un detalle que no podemos dejar fuera. Tener que esperar a que la camarera regrese con el tequila me sume en la ansiedad por estar obligada a responder mientras tanto y no tener alcohol para usarlo de escudo. —Si llega a darse un positivo de lo que sea, seguro que de la desesperación lo primero que haré será llamar a Seguridad Nacional—. Uso lo primero que encuentro a mano para esquivar el tema. —¡Eso mismo! Yo digo que en vez de pedir una tirada por Rose, paguemos una para Annie y veamos qué viene para ella—. Me reacomodo en mi banqueta para mirarla de soslayo. — Seré buena contigo y te diré lo que veo yo. Distrito cuatro, un barco, dos hombres altos y trigueños abanicándote y una rubia dándote un masaje. ¿Estás conforme o quieres que agregue algo más?
Anonymous
Annie C. Weynart
Jefe de Área en Investigación
Tercera década, cariño. Abraza tu vejez, y vayamos viendo casas de retiro para que la parejita sea feliz. - Es sencillo bromear sobre esos temas cuando la edad no es un problema verdadero. Con treinta años todavía me sentía lo suficientemente joven y exitosa como para no deprimirme por idioteces como las arrugas o las patas de gallo. Todavía tenía una vida llena de planes por delante, y no iba a dejar que la edad fuera un impedimento de ningún tipo.

Asiento con la cabeza ante la pregunta de Lara y me río a carcajada limpia con lo de su madre. - Por eso y porque me ponía a hablar de números con ella. Me quería más que a tí, no lo niegues. - No era cierto, pero sí era una señora con las ideas claras y me divertía en cierta forma sus ideas sobre su hija.  - Estoy invitándolas a no tener que despertar en la barra. Si no quieren… - Separo las manos de la mesa y las dejo en alto, librándome de culpa alguna. - Aunque si aceptan, sepan que no tengo habitación de invitados y que solo comparto la cama con conquistas. Tienen el sillón, o un colchón de aire que usan mis sobrinas. - No es que no tuviera el dinero para costearme un departamento más grande, pero estaba cómoda en mi loft y así me ahorraba visitas innecesarias, o familiares frecuentes. Mi sillón era lo suficientemente cómodo para no tener quejas.

Las miro como si de un partido se tratase cuando hablan de presentarse familiares, mientras trato a su vez de mantenerme lo más alejada posible de ese tema. Ni parejas, ni relaciones, ni mucho menos familiares de amigos. Cuanto más desconocido el rostro ajeno, mejor. - ¿Soy la única a la que jamás le tiraron las cartas? - No es que creyera en eso para empezar, pero ahora me picaba un poco la curiosidad y casi que quisiera que me hicieran una tirada. - Ya, ya, era chiste. Todas sabemos que aquí la única con madera de madre es Rosie. - Incluso a mí que no me gustaban los niños, tenía que admitir que su pequeño bodoque era bonito y hasta le sentaba bien.

- ¿A cuántos after office has asistido? - No es que yo misma hubiese ido a muchos, pero solo conocía a la persona de la que hablaba por su boca de pescado. - Como si fueses a responder estas preguntas con tu abogado presente… - Me río por su comentario, y no me molesto en negar que lo siguiente que dice es verdad. - No iba a dejar pasar esa oportunidad. Y fue diferente, somos amigos. - Y la dejo ahí, porque por esa amistad es que no iba a traicionar las cosas que Hans me había confiado en alguna que otra ocasión. Claro que en ese momento no sabía que la otra persona era Lara, pero no había sido muy difícil atar cabos luego de que su hija abriera la boca. - ¿A seguridad nacional porque hay otro padre posible o porque…? - Lo primero que había hecho con el único positivo que tuve en mi vida, fue llamar a un médico y contactar con Roxanne Johnson para solucionar el asunto. - Y no me voy a casar. Con Colin hicimos un pacto. Si nuestra soltería peligra el otro se encargaría de desaparecernos, así que ya saben que no deben preocuparse si luego no me ven. - Claro que no habría chances de que pensara en el matrimonio ni ahora ni en un futuro cercano. - Aunque me gusta tu predicción. ¿Qué está masajeando la rubia? - Sonrío con picardía y presto atención a las cartas que han parado de barajarse hace un rato. - ¿Esto cuando se supone que empieza? - No quería irme con las cejas chamuscadas, gracias.
Annie C. Weynart
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Rose S. Harkness
Personal de Defensa
Me encojo de hombros, restándole importancia muy al pasar — Bueno, si quieres hablar de tipos con él… — dejo caer con sutileza, dando a entender mi punto hasta sonreír con gracia. Me preocupa más que Annie jamás haya tenido una tirada de cartas, por lo que la apunto con mi varita y la muevo un poco en el aire al hablar — Si Lara tuvo una tirada, tú tendrás una — la amenazo, aunque pronto me encojo de hombros porque sí, puede que yo no necesite una tirada particular, pero sé que la vida va más allá de lo que ya tengo esperándome en casa — Curiosidad — digo simplemente. Es más interesante desviarme por la pregunta de Annie, haciendo que me pique el mentón en un intento de hacer memoria — No han sido tantos, pero sí los suficientes. Cada departamento del ministerio es un mundo — o solían serlo, por lo menos. No voy a ponerme a curiosear sobre ello, no me interesa sacar a la luz la cantidad de gente que ha muerto. Hoy no es una noche para eso.

Mi mirada sarcástica expresa exactamente lo que Annie pone en palabras y puedo ahorrarme cualquier chiste sobre su abogado, aunque que se pongan a echarse culpas y a hablar sobre el sujeto en cuestión me obliga a alzar las manos y moverlas en el aire en busca de un stop — ¿Desde cuándo comparten a un sujeto? ¿De que me perdí? — ¿Tanto me he salido de sus vidas en estos meses como para no saber que estaban haciendo pase de pareja sexual o acaso hubo un trío del cual no he oído? La predicción de Lara me arrebata un poco la expresión de curiosa preocupación y me encuentro riendo, hasta que Annie lleva mi atención a las cartas y chasqueo la lengua al recordarlas — La que pierde, no solo se irá con el pelo chasmucado, sino también que deberá beberse una ronda sola — sugiero, dando el golpecito con la varita para que las cartas empiecen a voltearse. Me apresuro a golpear dos idénticas, viendo como se apartan del camino para que la baraja siga corriendo. Suerte para nosotros, los tequilas no tardan en aparecer en la mesa y con un agradecimiento a la mesera, les hago un gesto para que los acerquen — Veamos… ¿Quién quiere caer primero?
Rose S. Harkness
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Invitado
Invitado
Es un poco triste pensar que a mi madre en serio le agradaban mis amigos de la liga escolar de tecnología experimental, cuando a mí me daba largas charlas sobre las muchas canas que tenía por mi culpa. No han cambiado mucho las cosas desde ese entonces, todavía está viendo si hay chances de adoptar a Riley y está como un buitre esperando a que la madre de mi amigo muera para firmar los papeles. Y hasta ahora nunca me ha hablado abiertamente de tener nietos, pero no sé por qué cuando le menciono a Rose muy de vez en cuando, inmediatamente me pregunta por su crío. De pronto, Rose con un hijo le cae casi tan bien como lo haría alguien que tuviera un premio ilustre del Instituto de Tecnología. Sospechoso. Volteo mi mirada hacia la auror con una sonrisa traviesa. —Rose, tú, yo, el sillón. Piénsalo. Dejaremos a los Jack fuera por esta noche y ya verás que la envidiosa de Annie se lamentará de no compartirnos su cama…— bromeo.

Sobre la tirada de cartas, lamento que las de esta mesa sean explosivas y no de las que necesitamos, porque me da intriga saber qué puede deparar el destino a una mujer que a sus treinta años ha alcanzado profesionalmente más de lo que se podría aspirar, colocándose a la par de otros pocos que lograron hacer ese mérito. —Me acabo de dar cuenta de algo…— murmuro, al principio más para mí misma y luego se lo hago saber a ambas, deslizando mi dedo de la una a la otra: —Rose es auror, está casada y con un hijo, Annie es científica y jefa de un departamento…— hago el recuento. Mi ensimismamiento dura un largo minuto. —Necesito conseguirme un perro— decido, es un hecho. Me pondré a ello mañana mismo, tal vez a la tarde, cuando se me pase la resaca. No hemos llegado aún a ese punto y ya estamos hablando de esas reuniones fuera de las oficinas, en la que cada departamento tiene su propia fama. Quiero preguntarle a Rose por las de su escuadrón, porque he oído un par de cosas que quiero que me confirme… pero su pregunta me hace bromear a su costa. —¿Qué sucede, Harkness? ¿Celosa de que ahora no te incluyamos para compartir?—. No lo digo en serio y por alguna razón me apresura en aclarar. — Con Annie ni siquiera nos pusimos de acuerdo, supongo que solo pasó…— Como pasaron tantas cosas…

Un momento, Weynart— pido, abriendo mi mano para pedir la palabra y la miro haciendo una mueca. —¿Me estás diciendo que a riesgo de un matrimonio, prefieres una escapada salvaje con tu primo? Me desconcierta un poco, pero no te juzgo— dejo en claro, porque no soy quien para criticar la conducta de nadie, y bien puede ser solo una broma… o no, el caso es que indaga en mi predicción, así que me atraganto con una carcajada. Coloco mis codos sobre la mesa y entrelazo mis manos que sirven de apoyo para mi barbilla, así puedo sonreírle mientras la miro de soslayo. —Por respeto a la mujer casada que tenemos enfrente, solo diré que la rubia está masajeando toda esa piel hacia el sur… y el sur no son tus pies— lo digo como una broma de la que ni siquiera puedo echar la culpa al alcohol, porque todavía la mesera no volvió y el juego está a punto de comenzar. —¡Yo!— grito, deshaciendo mi pose para alzar ambos brazos con entusiasmo y es que hacer explotar cosas tiene su gracia, salvo que sean ministerios, entonces no. Sacudo mi varita para hacer una prueba y procuro ser tan rápida como indicó Rose para juntar la mayor cantidad de parejas posibles de cartas, sin acabar con los pelos en punta. Es lamentable cómo un chasquido sigue a otro, soy un desastre en esto y cuando pierdo, tengo que limpiarme las manchas negras de mis pómulos. —Bien, genial. Me gané una ronda de tragos. En realidad, esa era la intención...— digo para justificar mi penosa derrota.

Dado de fallo
No vamos a fingir que esto es sorpresa
Anonymous
Annie C. Weynart
Jefe de Área en Investigación
Me río ante la proposición que Lara le hace a Rose y solo les hago un ademán de manos para indicarles que no voy a poner pegas en su plan. - Mientras que no hagan mucho ruido. La gente mayor necesita dormir. - bromeo volviendo a hacer alusión al tema de la edad. Extrañaba de verdad el poder tener una noche libre cargada de risas y situaciones estúpidas. Y alcohol claro está.

- No me molestaría que me tiraran las cartas. Podría hasta decir que es un experimento o algo así. - Seria interesante ver qué es lo que realmente podía ser considerado magia, y aquello que se debía a nuestra asociación psicológica a conceptos generales. Aunque claro, un bebé no era un concepto precisamente general y hago. - Prefiero que tengas un crío antes que un perro. Todavía no entiendo la fascinación que tiene la gente con las mascotas. - Y puede quejarse todo lo que quiera, pero si no la han ascendido a jefa de departamento es más por decisión suya que por falta de talento en sí.

Le doy la razón con un gesto de la cabeza cuando comenta que cada departamento tiene sus propias peculiaridades y lo dejo ahí. En ciencias no seremos el alma de las fiestas, pero no voy a negar que algunos inventos tenían lo suyo. - No sé si lo llamaría compartir… - Llevaba tiempo sin acostarme con Hans, y si bien en su mayor parte se debía a la cantidad de trabajo que estábamos teniendo, no era un requisito dentro de nuestra amistad. Si estábamos aburridos era una buena forma de pasar el tiempo, eso era todo. - Aunque todavía me tienes que decir como "solo pasó" con Hans. - Tener solamente una versión de la historia no siempre era suficiente.

- ¿De qué rayos estás hablando? - consulto al no entender qué se le acaba de pasar por la cabeza. Hasta que lo entiendo y un "oh" me deja la boca en un círculo perfecto y luego me hace reír. - No, no. Dibujo la línea con el incesto. Desaparecernos en el sentido de que el otro se encargará de crear una identidad falsa y dar las excusas correspondientes a la familia y eso. - Incluso aunque no compartiera sangre con él, para mí era familia y no, nada de escapadas salvajes.

- ¿Por respeto? Ay… si eso es escandaloso, no querrás saber los usos que se le puede dar al Incarcerous. - entre otras cosas… Me concentro en las cartas y trato de poner mi velocidad a prueba, sin perderme las palabras de Rose. - Eso no es castigo. Yo voto porque la que pierda deba responder alguna pregunta de rigor. - y justo en ese momento Lara hace que todo estalle y me terminó por reír. - Estás eximida de esta ronda, si no te parece justo. - aclaro volviendo a barajar las cartas con la varita, y volviendo a jugar sin que nada explote de mi lado.


Dado Acierto :3
Annie C. Weynart
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Rose S. Harkness
Personal de Defensa
Mis cejas se mueven picaronas en dirección a Lara, moviendo sonriente los hombros como si estuviese haciendo una de las mejores propuestas que he escuchado en mucho tiempo — Me dan un poco de miedo sus comparaciones. ¿Debo preocuparme por que le regalen a Rory un collar para perros en su próximo cumpleaños? — me llevo una mano horrorizada al rostro con los ojos bien abiertos, aunque la actuación me dura poco y nada. Veamos, me es mucho más interesante el chisme de que se han estado acostando con la misma persona, puchereando con falsedad ante la acusación de mis celos. No dura mucho, porque sin pedirlo me encuentro con un nombre y la lógica me da una respuesta por sí sola — Ohhhh… — estoy a punto de empezar a reír, echándome un poco hacia atrás — Jack me ha contado algunas de las andanzas de Hans, pero no creí que fuese un círculo tan pequeño. ¡Y pensar que le sugerí a Jackie el presentártelo hace años! — le agrego a Lara, tratando de no reírme mucho. Ok, bueno, quizá sí me río, pero la intención de contenerme es lo que cuenta.

¿Por respeto? — imito la pregunta de Annie, alzando las cejas en dirección a la más morena del grupo — ¿Y cómo creen que he sobrevivido a seis años de matrimonio y a un hijo? El sexo es aún más divertido cuando conoces a tu compañero y ninguno tiene problemas en experimentar. Deberían leer el “kamasutra de madame Laveau”, esa mujer sí que es ingeniosa para mezclar magia y sexualidad — me lo pienso un momento y jugueteo con uno de los chupitos entre los dedos — Les mandaré una copia a cada una y ya me dirán qué les pareció.

La explosión me hace empezar a reír y me acomodo, pasándole un par de tequilas a Lara mientras sacudo con la cabeza — Vamos, como si no tuviéramos confianza como para contar nuestras porquerías — creo que hablo demasiado pronto, porque el estallido me hace echarme hacia atrás cuando no logro ser muy rápida y tomo el vasito que me había acercado en primer lugar para vaciarlo de un trago. Con una mueca ante su fuerte sabor, me relamo — Pregunten, si se atreven a que se los devuelva.

Rose S. Harkness
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Invitado
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Se siente casi como una bendición sobre mi frente que de todas las personas, sea Annie Weynart la que prefiera que tenga un bebé antes que una mascota. Mi cara se ha desencajado por completo, estoy segura de ello sin que haga falta que me mire en un espejo, mi boca es una mueca de incredulidad y la miro como si un espíritu hubiera poseído su cuerpo para que la mujer que ha hecho avances en el control de natalidad de esta bendita sociedad, ¡apruebe un bebé imaginario! —¿Qué quieres decir? Conoces bien cómo pasan esas cosas, no vendré a darte clases de educación sexual a esta edad avanzada…— bromeo con Annie, para retrasar el momento de tener que dar lo que se siente como una explicación que podría ser un relato quizás demasiado largo. —Pasó que un día le dije que me iba a rogar por sexo, él me dijo que yo le iba a rogar por sexo… y luego solo pasó, un par de veces— muevo mi dedo en el aire como marcando una secuencia que no llega a un final.

La sorpresa de Rose me saca del aprieto, y tengo que parar a mi imaginación que está más allá del distrito doce, cuando trato de pensar que hubiera resultado de un encuentro con Hans arreglado por nuestros amigos. Hay una cuestión matemática aquí, y es que creo que ya nos conocíamos para la época en la que tenían esos planes perversos, lo que hubiese hecho que nos miráramos de refilón y siguiéramos de largo. —Jack, ese chico listo, que salva amigos… no como otra gente…— digo y muevo mis cejas hacia Rose, en falso reproche. Me río de la aclaración que hace Annie sobre el plan que ha ideado con su primo, si bien no la veo en modo escapista, y murmuro algo como un «ajá» que pretende molestarla. Si luego me culpan de mis fantasías erróneas, ella no colaboran al darme más material, Rose literalmente quiere darnos un libro y tengo la sensación de que es el mismo que ojeaba de adolescente entre los que tenía mi madre, porque ella y sus herencias familiares son toda una cuestión. —Rose… no quiero asustarte, pero ¿te das cuenta que estar casada hace que quieras llevar a todas tus amigas a esa secta?— pregunto, y no tardo en agregar con una sonrisa: —No rechazaré el regalo, claro. No sería educado de mi parte…—. Y después de la salvada de Annie en la ronda, Rose tiene mi misma mala suerte con el snap explosivo, así que si tenemos que aceptar la prenda, esta será tener que responder preguntas. —Cómo Annie fue la única ganadora de la ronda, propongo que ella sea la que haga las preguntas— le cedo el honor, sabiendo que acabo de vender mi alma al diablo.
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Annie C. Weynart
Jefe de Área en Investigación
- Si te regalo un collar va a ser para que lo uses con Jack, no con Rory. A tu hijo si querés le hacemos la placa con su nombre y un número de contacto por si las dudas. Tengo entendido que a su edad, tienden a desaparecer. - Había pasado por ver a mis sobrinas habiendo aprendido a caminar, y luego a correr, y esa habilidad ninja que tenían para desaparecer de un momento a otro. A decir verdad, una identificación de algún tipo siempre era algo bienvenido. Lo del collar… pues ya vería ella qué usos podría darle. Con lo gigante que era Jack tenía que admitir que había imágenes que debían valer la pena. - Oh, claro. Hazte la idiota nomás. Hans es bueno en la cama, pero tampoco para rogar… - Me río con su “solo pasó” y sigo su gesto con gracia. - Algún día espero la historia completa de ese par de veces. - Pido. Por lo que me había dicho Hans había algo más de fondo, pero entendía si no quería discutir nada en un lugar como este.


- ¿Círculo pequeño? Debes pasar mucho tiempo en la base si todavía no te enteras lo pequeño que es el ministerio.- Yo creí que el instituto había sido una época bastante cargada de todo, hasta que asistí a la primera gala ministerial y descubrí que los adolescentes hormonados no maduraban, evolucionaban. - Estás proyectando, Lara… Rosie nunca nos dijo nada de casarnos nosotras. ¿Debo preocuparme? Al menos espero que me hagas dama de honor si no me toca ser la madrina - Me burlo. Porque si ella quería insinuar relaciones incestuosas, yo podía redoblar la apuesta. - Y nunca quise leer ese tipo de libros, por mi honor como científica. Pero si tú dices que es tan bueno… aceptaré tu oferta. - Me consideraba alguien con bastante inventiva, pero nunca venía del todo mal un especiero. Y tal vez sea porque todavía seguíamos con ese tema, pero cuando Lara me da el poder de hacer las preguntas, no me desvío mucho del tema. - Rose tiene razón, pierde algo de gracia cuando estamos en confianza, así que será sencillo. Para nuestra señora casada… ¿Qué es lo más osado que haz hecho con Jack? ¿Está dentro del libro? - Medito unos segundos, llevándome el dedo índice al mentón y golpeteando para mayor efecto. Hasta que recuerdo. - ¿Quién es mejor, él o su ex?
Annie C. Weynart
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Rose S. Harkness
Personal de Defensa
¿Salva amigos? Jack fue el de la idea, Hans solo dijo que sería humillante que le quiera enchufar a una desconocida porque según él “no necesita llegar a ese punto — las comillas que suelto en el aire son por demás burlonas, revoleo los ojos al poner mi voz un poco más gruesa — Parece que de todas formas es verdad que no lo necesitaba — añado con malicia, en especial gracias a ese pequeño dato que Lara deja caer de cómo fueron las cosas. Alzo mis manos en señal de inocencia por la acusación de matrimonios forzados y no las bajo cuando aprovecho a señalarlas a las dos al mismo tiempo — Como ya dije, lo probarán y luego me dirán. Aunque debo decirles que mi sección favorita es la de aumentar el erotismo antes del coito. Tiene ideas perfectas para romper la rutina — aunque no sé qué tanta rutina pueden tener si no tienen pareja estable, pero ya qué. Me lo agradecerán igual.

Por un momento me sorprende que Lara sea quien sugiere a Annie a sabiendas de cómo es, pero se lo dejo pasar y me cruzo de brazos sobre la mesa para mirar a la inquisidora con una sonrisa. No me sorprende su pregunta, aunque mi risa se ve interrumpida cuando no entiendo mucho la de Lara, pero lo dejo pasar — No precisamente… — me quedo pensativa y tomo un vaso de tequila para acercarme de nuevo, porque como ya dije, no pienso terminar sobria — Pero creo que lo mejor fue una tarde en la cual Coarleone estaba fuera y nos envió a buscar algunos archivos a su oficina. No siempre descontrolas el escritorio de tu jefe y vives para contarlo… y ni hablemos de sus esposas con ajuste mágico — muevo un poco las cejas, bebo con rapidez y miro a Lara, cediéndole la palabra.
Rose S. Harkness
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Invitado
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Claro— le doy la razón a Annie,— él fue quien acabó rogando—. Si se entera, que no dudo que lo haga, va a matarme por contar esta historia a mi manera. No me fio de lo que diga en esta conversación quede en esta mesa de cartas y tequilas, tengo la sospecha de que habrá fugas por un lado o el otro, porque si no es Annie con su curiosidad por lo que ha sucedido en estos meses, es Rose que lo planeó hace un par de años. ¿Por qué no me sorprende que la respuesta de Hans en ese entonces fuera que él podía solo y no hacía falta que le presentaran a una desconocida? Pongo mis ojos en blanco, hemos dado una vuelta muy larga para acabar el mismo punto que predijeron nuestros amigos y no sé cómo sentirme con eso. Ok, pensar en el verano como una rutina establecida sí es un pensamiento que me incomoda tanto que me remuevo en la banqueta. Maldita Rose, la odio porque ahora quiero saber lo que dice esa estúpida sección de su libro, pero antes muerta que admitirlo.

¿Qué le pasa a la gente? Cuando Annie se ofrece como dama de honor, si es que no le doy el puesto de madrina, pienso inmediatamente en Phoebe a quien di ese puesto en caso de que sus predicciones se cumplan. ¿Cuándo mi vida desbarrancó de tal manera que veo como una posibilidad muy real que Meerah, mañana mismo, se aparezca en mi puerta con catálogos de vestidos? Y luego cierta persona tiene el tupé de decirme que reacciono como si me hubieran amenazado con la Varita de Sauco por un comentario de nada. Bebo mi castigo de tequila mientras la auror responde primero a las preguntas de prenda de Annie, que le cedí porque soy la personificación misma de la generosidad, y aunque me cuesta interpretar el interrogante que me toca, me lleva dos minutos después de Rose comprenderlo: —¿Te refieres quien me parece mejor entre Hans y Audrey?— busco confirmarlo. —¡Hay un mundo de diferencia entre los dos!— exclamo, abarcando todo el bar con mis brazos y busco otro poco de tequila para limpiar mi garganta, eso me da tiempo para meditar mi respuesta y explicar en qué consiste esa distinción. Una cosa es el sexo que manejas dentro de lo que es más o menos un acuerdo, claro que es bueno porque eso es lo que se busca, ¿no? Y otra cosa es cuando te toma por sorpresa, como algo que simplemente burla todas las reglas conocidas.

Pero no creo que a Annie le interese la respuesta académica por muy nerd que sea. —Me la has puesto muy fácil, creo que Hans— reconozco y con una media sonrisa, continúo como si estuviera a punto de hacer una travesura de niña. —Él es más…— finjo pensarlo, pasan mil calificativos por mi mente en cuestión de un segundo, muchas que le serían de halago, y doy un chasquido con mis dedos cuando encuentro la palabra —dulce. Tiene una faceta de su carácter muy dulce—. Alzo mi tercer vaso de tequila para dar por concluida esta primera ronda, y a pesar de nuestra penosa entrada con Rose, barajo las cartas para una segunda y tercera ronda, y si no llegamos a una cuarta es porque quedamos dos en la mesa, después de que Annie se marchara con un hombre alto que bajo la luz del foco al presentarse como Michael con una sonrisa torcida, se nota que tiene destellos pelirrojos en su cabello, aunque hay mucho para ver en él antes que el tono de su pelo, y como viene con un amigo (Un placer conocerte también, James, a ti y tus bellos ojos azules), ya me estoy despidiendo de Rose para que vuelva a casa con Jack, pero me quedo de cara cuando intercambiar unas palabras le basta a Annie para llevarse a los dos y me giro hacia Rose. —¿Te das cuenta que nos quedamos sin traslador, verdad?
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