OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
¿Qué ficha moverás?
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Decir que estaba cansada era completamente mentira. Estaba exhausta, necesitaba urgente una buena ducha, descansar y comer algo más que barritas de cereal y café de maquina, mas no había tiempo y se lo repetía a si misma para continuar.
No sólo debía atender a los pacientes ingresados con heridas de las criaturas que lograron escapar del edificio en llamas, si no también ayudar a los demás médicos en las diferentes áreas.
El hospital estaba abarrotado de personas que necesitan sanar quemaduras, alguna que otra herida causada por los derrumbes y claro, familiares preocupados apoyando a los enfermos o buscando información acerca de algún desaparecido durante el atentado.
—No se preocupe, ella estará bien.— Había perdido la cuenta de la cantidad de veces que tuvo que repetir esa oración a distintos rostros asustados. —El veneno no ingresó al cuerpo y la trajeron justo a tiempo.—
Al disculparse con el esposo de la mujer asistida por el ataque de una Acromántula, terminó de completar el papeleo y ficha médica de su paciente, para luego dirigirse al baño y lavar sus manos y rostro.
Se había forzado a olvidar todo el asunto acerca de su padrino, para poder realizar su trabajo como era debido, sin embargo también debía visitar a Eloise y contarle la horrible noticia respecto a lo ocurrido con Nicholas.
El ataque de ansiedad y los nervios la golpearon, y sin avisarle a su superior, salió a uno de los balcones para respirar el aire puro de la noche. No tener los conocimientos o las noticias que necesitaba era lo peor.
Le aterraban los pensamientos, el no saber qué estarían haciendo con el Ministro de salud, ¿Acaso todavía estaría vivo?
Un poco más calmada, bajó hacia la cafetería y de nuevo se sirvió un vaso de café negro, al cual luego le agregó tres sobres de azúcar y un poco de crema. Se aferró a la última barrita de cereal con gusto artificial a durazno y pasó a ocupar lugar en una de las mesas libres junto a la ventana.
Bebió dos sorbos del oscuro liquido y sus parpados se cerraron, sólo estaba descansando un poco la vista mientras sujetaba la envoltura de su comida recién abierta. Todo estaba bien, eran unos...segundos.
No sólo debía atender a los pacientes ingresados con heridas de las criaturas que lograron escapar del edificio en llamas, si no también ayudar a los demás médicos en las diferentes áreas.
El hospital estaba abarrotado de personas que necesitan sanar quemaduras, alguna que otra herida causada por los derrumbes y claro, familiares preocupados apoyando a los enfermos o buscando información acerca de algún desaparecido durante el atentado.
—No se preocupe, ella estará bien.— Había perdido la cuenta de la cantidad de veces que tuvo que repetir esa oración a distintos rostros asustados. —El veneno no ingresó al cuerpo y la trajeron justo a tiempo.—
Al disculparse con el esposo de la mujer asistida por el ataque de una Acromántula, terminó de completar el papeleo y ficha médica de su paciente, para luego dirigirse al baño y lavar sus manos y rostro.
Se había forzado a olvidar todo el asunto acerca de su padrino, para poder realizar su trabajo como era debido, sin embargo también debía visitar a Eloise y contarle la horrible noticia respecto a lo ocurrido con Nicholas.
El ataque de ansiedad y los nervios la golpearon, y sin avisarle a su superior, salió a uno de los balcones para respirar el aire puro de la noche. No tener los conocimientos o las noticias que necesitaba era lo peor.
Le aterraban los pensamientos, el no saber qué estarían haciendo con el Ministro de salud, ¿Acaso todavía estaría vivo?
Un poco más calmada, bajó hacia la cafetería y de nuevo se sirvió un vaso de café negro, al cual luego le agregó tres sobres de azúcar y un poco de crema. Se aferró a la última barrita de cereal con gusto artificial a durazno y pasó a ocupar lugar en una de las mesas libres junto a la ventana.
Bebió dos sorbos del oscuro liquido y sus parpados se cerraron, sólo estaba descansando un poco la vista mientras sujetaba la envoltura de su comida recién abierta. Todo estaba bien, eran unos...segundos.
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Con la espalda recargada contra una de las paredes del hospital, esperaba a que otros colegas acabaran con las revisiones obligatorias a las que habían sido sometidos por el trabajo que implicó desmayar y capturar nuevamente a las criaturas mágicas que escaparon del ministerio cuando las paredes principales se derrumbaron. De mi chequeo me olvidé al cabo de los pocos minutos que llevaron comprobar que más allá de unos rasguños superficiales y uno que otro golpe, nada grave me retenía en el hospital. Pese al buen estado físico, tenía la mente dividida en dos y uno de los cazadores sugirió que la causa de mi distracción podía deberse a una contusión interna.
Respondí al comentario con una mirada fulminante porque sabía bien las razones que me tenían en ese estado: por un lado, estaba el secuestro de Riorden que me tenía con ganas de golpear paredes y maldecir hasta quedarme sin voz como lo había hecho en las horas de la madrugada que siguieron al evento, y por el otro, reconocer una cara entre los rehens, con más significado del que admitiría jamás en voz alta. Me tardé horas en decidirme hacer una aparición en el norte, alertado de que no eran las mejores horas para mostrarme por esos distritos y fui directo a mi destino para encontrarme con una casa vacía que me sumó una preocupación más, cuando mi prioridad debería ser que mi hermano volviera sano y salvo con su familia.
Tironeé de algunos mechones de pelo para desahogar la tensión y fui a la cafetería para buscar algo con lo que llenar mi estómago que estaba sin comida desde… ¿ayer en la feria? No me podía creer que había caído en ese olvido y bufé ruidosamente. Tomé de las primeras barras que encontré y me habría retirado de la cafetería que estaba a rebosar de gente por la cantidad de internados, si no fuera porque identifiqué un rostro y lo vi a punto de estrellarse contra una de las mesas. Estiré mi brazo para que me dedo índice se posara sobre su frente y empujé suavemente para que echar hacia atrás su cabeza. —Esto recién empieza y hay demasiado trabajo como para que caigas tan pronto— le digo a la sanadora con la que me crucé entre hechizos que siguieron a la explosión de bombas.
Respondí al comentario con una mirada fulminante porque sabía bien las razones que me tenían en ese estado: por un lado, estaba el secuestro de Riorden que me tenía con ganas de golpear paredes y maldecir hasta quedarme sin voz como lo había hecho en las horas de la madrugada que siguieron al evento, y por el otro, reconocer una cara entre los rehens, con más significado del que admitiría jamás en voz alta. Me tardé horas en decidirme hacer una aparición en el norte, alertado de que no eran las mejores horas para mostrarme por esos distritos y fui directo a mi destino para encontrarme con una casa vacía que me sumó una preocupación más, cuando mi prioridad debería ser que mi hermano volviera sano y salvo con su familia.
Tironeé de algunos mechones de pelo para desahogar la tensión y fui a la cafetería para buscar algo con lo que llenar mi estómago que estaba sin comida desde… ¿ayer en la feria? No me podía creer que había caído en ese olvido y bufé ruidosamente. Tomé de las primeras barras que encontré y me habría retirado de la cafetería que estaba a rebosar de gente por la cantidad de internados, si no fuera porque identifiqué un rostro y lo vi a punto de estrellarse contra una de las mesas. Estiré mi brazo para que me dedo índice se posara sobre su frente y empujé suavemente para que echar hacia atrás su cabeza. —Esto recién empieza y hay demasiado trabajo como para que caigas tan pronto— le digo a la sanadora con la que me crucé entre hechizos que siguieron a la explosión de bombas.
Sin soltar la barrita de cereales, cerró los ojos sólo para descansar la vista y en cuestión de segundos se quedó dormida. Estaba acostumbrada a hacerlo en la cocina que funcionaba exclusivamente para los trabajadores del hospital, nunca en la cafetería y quizás por esto, sumado al cansancio, no sintió vergüenza alguna.
En sus sueños comenzó a revivir todo lo ocurrido horas atrás, pero no era visto desde su persona, si no desde la perspectiva de los vídeos que pasaban a cada hora por todos los televisores de NeoPanem. Las imágenes también se mezclaban con los pacientes heridos que atendió y debía sanar, con los gritos de familiares buscando a algún miembro desaparecido durante los estallidos...Caos, todo era un caos.
Alguien empujó su cabeza hacia atrás y ante esto, Ariadna dio un brincó en el lugar y abrió los ojos con rapidez, al tiempo que soltaba la barrita sobre mesa para sujetar un...¿Dedo?
Estaba algo confundida y pérdida, pero en cuanto logró juntar las piezas y ver al cazador que la había ayudado durante el atentado, soltó el agarre de su mano.
Se incorporó un poco y trató de despabilarse, mientras acomodaba sus cabellos en una desaliñada coleta. —Es muy fácil decirlo...— Replicó y sus labios se presionaron en una diminuta y poco animada sonrisa. No podía estar feliz con todo lo ocurrido.
Envolvió sus manos alrededor del vasito de café, tratando de calentarlas y con un gesto de su cabeza, invitó al brujo para que tomara asiento. —Los encontraran, ¿verdad?— Preguntó sin ocultar los gestos de preocupación. —Los rebeldes...No les harán daño...
No conocía al cazador, pero seguramente tenía mayor información que ella y tal vez podía compartirla.
Bebió unos cuantos sorbos de la oscura infusión, bastante desagradable por la mala calidad de la maquina y para quitarse el gusto de la boca, mordió su comida arrugando la nariz. —No bebas café de aquí.
En sus sueños comenzó a revivir todo lo ocurrido horas atrás, pero no era visto desde su persona, si no desde la perspectiva de los vídeos que pasaban a cada hora por todos los televisores de NeoPanem. Las imágenes también se mezclaban con los pacientes heridos que atendió y debía sanar, con los gritos de familiares buscando a algún miembro desaparecido durante los estallidos...Caos, todo era un caos.
Alguien empujó su cabeza hacia atrás y ante esto, Ariadna dio un brincó en el lugar y abrió los ojos con rapidez, al tiempo que soltaba la barrita sobre mesa para sujetar un...¿Dedo?
Estaba algo confundida y pérdida, pero en cuanto logró juntar las piezas y ver al cazador que la había ayudado durante el atentado, soltó el agarre de su mano.
Se incorporó un poco y trató de despabilarse, mientras acomodaba sus cabellos en una desaliñada coleta. —Es muy fácil decirlo...— Replicó y sus labios se presionaron en una diminuta y poco animada sonrisa. No podía estar feliz con todo lo ocurrido.
Envolvió sus manos alrededor del vasito de café, tratando de calentarlas y con un gesto de su cabeza, invitó al brujo para que tomara asiento. —Los encontraran, ¿verdad?— Preguntó sin ocultar los gestos de preocupación. —Los rebeldes...No les harán daño...
No conocía al cazador, pero seguramente tenía mayor información que ella y tal vez podía compartirla.
Bebió unos cuantos sorbos de la oscura infusión, bastante desagradable por la mala calidad de la maquina y para quitarse el gusto de la boca, mordió su comida arrugando la nariz. —No bebas café de aquí.
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—No son palabras a la ligera— la contradigo, para que no desestime tan fácil mi comentario. —Es lo que todos necesitamos repetirnos todo el tiempo, para tener la suficiente fuerza mental de poder continuar, cuando las fuerzas físicas fallan— le explico. No hago de esa frase una máxima para sanadores, también lo es en mi trabajo como cazador y del mismo modo creo que entre aurores se necesita una mentalidad que no flaquee ante las crisis. Porque eso es lo que hacemos, en los trabajos que elegimos nos enfrentamos día a día a situaciones que nos ponen a prueba y nos obligan a superar límites. Tomo una de las sillas por el respaldo para poder sentarme a su mesa de la cafetería, serán los dos minutos en los que podré hacerlo y el resto de los días andaré de un sitio a otro, hasta que Riorden no vuelva a casa no creo que pueda quedarme quieto, nunca lo hice y ahora es peor.
Bebo del café asqueroso pese a la recomendación de la sanadora y trago con fuerza para que el líquido pase por mi garganta, lo importante es que pueda espabilarme. —Por supuesto que los encontraremos— lo digo, no con soberbia, sino como si fuera una certeza tranquila. Una afirmación que no puede ponerse en duda, porque en quince años este ministerio no se ha fortalecido tanto como para que una parda de salvajes vengan a querer presentar sus exigencias con la violencia más sucia, atentaron contra una plaza en la que había familias de civiles. Callo esa idea mínima de que esa misma violencia, ellos pueden infringir a los rehenes que tienen, mi hermano en especial, y me queda confiar en que podrá tolerarlo, porque se ha enfrentado a cosas peores. —¿El ministro de Salud es conocido suyo?— inquiero, haciendo memoria de algunas secuencias que vimos en la repetición de las filmaciones para identificar caras que serán aprehendidas en cuanto saquen su cabeza fuera de la cueva en la que se esconden, y ahora mismo, el norte no es un lugar para ir de paseo por la tensión que acaba en estallido por cualquier cosa.
Bebo del café asqueroso pese a la recomendación de la sanadora y trago con fuerza para que el líquido pase por mi garganta, lo importante es que pueda espabilarme. —Por supuesto que los encontraremos— lo digo, no con soberbia, sino como si fuera una certeza tranquila. Una afirmación que no puede ponerse en duda, porque en quince años este ministerio no se ha fortalecido tanto como para que una parda de salvajes vengan a querer presentar sus exigencias con la violencia más sucia, atentaron contra una plaza en la que había familias de civiles. Callo esa idea mínima de que esa misma violencia, ellos pueden infringir a los rehenes que tienen, mi hermano en especial, y me queda confiar en que podrá tolerarlo, porque se ha enfrentado a cosas peores. —¿El ministro de Salud es conocido suyo?— inquiero, haciendo memoria de algunas secuencias que vimos en la repetición de las filmaciones para identificar caras que serán aprehendidas en cuanto saquen su cabeza fuera de la cueva en la que se esconden, y ahora mismo, el norte no es un lugar para ir de paseo por la tensión que acaba en estallido por cualquier cosa.
Si su madre no estuviera con litros de droga corriendo a través de sus venas y la viera en aquel estado, apoyando los codos sobre la mesa y bostezando sin cubrir sus labios, le daría un ataque. De todos modos aprovechó y sujetó su cabeza sin apartarse de la poca comodidad que le otorgaba la abarrotada cafetería.
Con las uñas rascó su cuero cabelludo para alejar el creciente dolor de cabeza. —Mi padre una vez me dijo que todos tenemos un limite, ya sea para seguir peleando por algo o por alguien.— Recordó las palabras del cazador más valiente que conoció jamás y una honesta sonrisa se dibujó en su rostro pese al cansancio. —Entiendo lo que dice y estoy de acuerdo con esa motivación extra, mas la doctora que hay en mi lo único que le diría, es que se vaya a dormir. No es sano continuar cuando todo tú cuerpo te pide un descanso. — Levantó la mano y mordió la barrita, si estaba comiendo era por la ansiedad y no por hambre.
La respuesta a su pregunta no le sorprendió, pero increíblemente logró tranquilizarla un poco. No podía imaginarse el mundo sin su adorado padrino, él sabía todos sus secretos, cada una de sus travesuras, incluso como consolarla cuando el estrés laboral lograba sacarle alguna que otra cana. —Me gustaría ayudar con la búsqueda, pero como ya ve, estoy algo ocupada.— ¿Acaso estaba bromeando? ¿En una situación así? Por favoooooor.
Cerró los ojos y negó con la cabeza, para luego ocultar la vergüenza detrás del vasito de café más asqueroso del mundo. —Lo siento, no me haga caso.
Las pantallas ubicadas alrededor de la cafetería comenzaron a transmitir los vídeos informativos, no mostraban sólo los rostros de los rebeldes, si no también las distintas escenas de duelos.
Allí por fin pudo ver cómo un niño atacaba sin piedad a su herido Nicholas y como su madre agonizaba intentando ayudarlo. —Si, él es mi padrino.— Respondió sin apartar la mirada de la televisión, pero si bajó las manos para esconderlas debajo de la mesa. Estaba temblando, no supo en qué momento comenzó a hacer tanto frío en pleno verano.
No podía continuar viendo aquello, así que decidió sólo mirar al cazador frente a ella. —Gracias por no herir a las criaturas, ellas no tiene la culpa de nada...— Vaya forma de cambiar el tema.
Con las uñas rascó su cuero cabelludo para alejar el creciente dolor de cabeza. —Mi padre una vez me dijo que todos tenemos un limite, ya sea para seguir peleando por algo o por alguien.— Recordó las palabras del cazador más valiente que conoció jamás y una honesta sonrisa se dibujó en su rostro pese al cansancio. —Entiendo lo que dice y estoy de acuerdo con esa motivación extra, mas la doctora que hay en mi lo único que le diría, es que se vaya a dormir. No es sano continuar cuando todo tú cuerpo te pide un descanso. — Levantó la mano y mordió la barrita, si estaba comiendo era por la ansiedad y no por hambre.
La respuesta a su pregunta no le sorprendió, pero increíblemente logró tranquilizarla un poco. No podía imaginarse el mundo sin su adorado padrino, él sabía todos sus secretos, cada una de sus travesuras, incluso como consolarla cuando el estrés laboral lograba sacarle alguna que otra cana. —Me gustaría ayudar con la búsqueda, pero como ya ve, estoy algo ocupada.— ¿Acaso estaba bromeando? ¿En una situación así? Por favoooooor.
Cerró los ojos y negó con la cabeza, para luego ocultar la vergüenza detrás del vasito de café más asqueroso del mundo. —Lo siento, no me haga caso.
Las pantallas ubicadas alrededor de la cafetería comenzaron a transmitir los vídeos informativos, no mostraban sólo los rostros de los rebeldes, si no también las distintas escenas de duelos.
Allí por fin pudo ver cómo un niño atacaba sin piedad a su herido Nicholas y como su madre agonizaba intentando ayudarlo. —Si, él es mi padrino.— Respondió sin apartar la mirada de la televisión, pero si bajó las manos para esconderlas debajo de la mesa. Estaba temblando, no supo en qué momento comenzó a hacer tanto frío en pleno verano.
No podía continuar viendo aquello, así que decidió sólo mirar al cazador frente a ella. —Gracias por no herir a las criaturas, ellas no tiene la culpa de nada...— Vaya forma de cambiar el tema.
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—La cuestión con los límites es que— explico, cruzando los brazos sobre la mesa para tener una postura más cómoda, reclinándome un poco hacia delante con el cansancio en mi espalda haciéndose sentir, —están ahí para que sepamos hasta donde podemos llegar y superarlos, moverlos de a poco, cada vez más lejos. Ningún límite es inamovible, los corremos todo el tiempo…— digo, si no fuera porque tengo esa mentalidad, no hubiera podido crecer de la manera en que lo he hecho, en el que cada encuentro con un animal mágico me demostró que tengo que correrme de mis parámetros y atacar por fuera de lo conocido. —Y pese a su preocupación como sanadora, el cuerpo aprende también a correr sus límites y redescubrir cuánto puede resistir. Dormiré cuando tenga que dormir, cuando pueda hacerlo— descarto su consejo de una manera casi amable.
Pese a ello, al recargar mi cuerpo en la silla, los músculos de mi cuerpo inmóvil se sienten pesados. Es una mala idea quedarme quieto, un minuto de respiro no me dará tranquilidad, sino que me hará plenamente consciente de todo lo que ha ocurrido y el daño que se causó en las pocas horas de una noche, es algo que sacudió los cimientos de todo por lo que trabajamos. Por lo que supongo que la sanadora también trabaja, porque está aquí atendiendo a nuestros heridos, y es parte de la responsabilidad que cada uno tiene para seguir haciendo que esto funcionando, que una banda de criminales y los chicos que crían como tales, no quieran afectar eso que protegemos. —¿Qué harías en la búsqueda?— pregunto con abierta incredulidad. —Tu trabajo está aquí, haciendo esto. En esto estás siendo útil. Cuando nos entrometemos en el trabajo de otra gente no hacemos más que estorbar—. No he pensado muchas veces el por qué mis consejos suenan siempre a recriminaciones, supongo que dejo a cuenta de otras personas como se lo toman o no me veo siendo simpático.
El murmullo que llega de los televisores de la cafetería se me hace conocido, reconozco las transmisiones que hemos visto un par de veces desde el atentado, para poder ir identificando los rostros y reconstruyendo los hechos. —Al menos su madre está bien, vi que estaban juntos en un duelo con ese chico…— murmuro, echando un vistazo por encima de mi hombro y vacilo al escuchar su comentario, la miro extrañado con una ceja en alto. —¿Las criaturas…?— repito. —¿Sí sabes que ellas matan si tienen la oportunidad, verdad? Y creo que tienen varios heridos por su culpa en este hospital…— le hago notar. —No se trata de culpas, pero nunca he perdido de vista que cazo criaturas y si tengo que matarlas, lo hago. Se trata de seguridad. Nunca se debe dudar de atacar a lo que va a atacarnos de tener la oportunidad, y créeme, ellas nunca nos disculpan de nada en su cerebro de bestias— explico. —Anoche, esas bestias liberadas por la explosión, también salieron a atacar y quien levantó su varita para defenderse, bien hecho. Las bestias son bestias— concluyo.
Pese a ello, al recargar mi cuerpo en la silla, los músculos de mi cuerpo inmóvil se sienten pesados. Es una mala idea quedarme quieto, un minuto de respiro no me dará tranquilidad, sino que me hará plenamente consciente de todo lo que ha ocurrido y el daño que se causó en las pocas horas de una noche, es algo que sacudió los cimientos de todo por lo que trabajamos. Por lo que supongo que la sanadora también trabaja, porque está aquí atendiendo a nuestros heridos, y es parte de la responsabilidad que cada uno tiene para seguir haciendo que esto funcionando, que una banda de criminales y los chicos que crían como tales, no quieran afectar eso que protegemos. —¿Qué harías en la búsqueda?— pregunto con abierta incredulidad. —Tu trabajo está aquí, haciendo esto. En esto estás siendo útil. Cuando nos entrometemos en el trabajo de otra gente no hacemos más que estorbar—. No he pensado muchas veces el por qué mis consejos suenan siempre a recriminaciones, supongo que dejo a cuenta de otras personas como se lo toman o no me veo siendo simpático.
El murmullo que llega de los televisores de la cafetería se me hace conocido, reconozco las transmisiones que hemos visto un par de veces desde el atentado, para poder ir identificando los rostros y reconstruyendo los hechos. —Al menos su madre está bien, vi que estaban juntos en un duelo con ese chico…— murmuro, echando un vistazo por encima de mi hombro y vacilo al escuchar su comentario, la miro extrañado con una ceja en alto. —¿Las criaturas…?— repito. —¿Sí sabes que ellas matan si tienen la oportunidad, verdad? Y creo que tienen varios heridos por su culpa en este hospital…— le hago notar. —No se trata de culpas, pero nunca he perdido de vista que cazo criaturas y si tengo que matarlas, lo hago. Se trata de seguridad. Nunca se debe dudar de atacar a lo que va a atacarnos de tener la oportunidad, y créeme, ellas nunca nos disculpan de nada en su cerebro de bestias— explico. —Anoche, esas bestias liberadas por la explosión, también salieron a atacar y quien levantó su varita para defenderse, bien hecho. Las bestias son bestias— concluyo.
Con el codo izquierdo apoyado sobre la mesa sujetando su mentón, observó como el cazador se acomodaba estirando la espalda. A pesar de estar hablando acerca de empujar los limites y superarse, cada uno de sus movimientos sólo le advertía lo cansado que estaba. Por lo tanto, Ariadna decidió no volver a mencionar el tema, ella ya había hecho su recomendación y él se había negado a aceptarla.
Dando pequeños bocados terminó la barrita de cereal, dejó la envoltura encima de una servilleta usada y por último envolvió las manos alrededor del vasito de café. —Superar tus limites esta bien, sólo si lo haces por ti.
La sugerencia había sido una broma, pero no era la primera vez que le salía mal, ya había pasado por una vergonzosa experiencia con el ministro de justicia en el club de campo ¿Cómo es posible que todavía no aprendiese? Constantemente se repetía con su voz interior: "No debes intentar hacer chistes, Ariadna", "No eres divertida" y demás.
Tomó una fuerte bocanada de aire e intentó no encogerse en el lugar, estaba cansada de todo. —Mi intención no es estorbar, si no tengo trabajo, podría servir café a los aurores que estén en las búsquedas y no quedarme de brazos cruzados mientras los rebeldes tienen a mi padrino. Todo granito de arena suma, es un aporte.— Respondió encogiendo sus hombros.
Evitando mirar de nuevo las escenas que mostraban en las pantallas, permaneció concentrada en el rostro agotado del cazador y por debajo de la mesa sujetó sus manos para calmar los temblores. —Sí, ella está estable, pero aún no despierta.
Ariadna solía tratar con personas de fuertes convicciones y creencias, quienes no sólo las relataban y comentaban, si no también intentaban hacerte cambiar de parecer. Era como una misión en sus conversaciones, se sentía poderosos.
Al principio lo único que la rubia hacía era guardar silencio y agachar la cabeza, pero ya estaba harta de hacerlo, tenía veinticinco años y ni siquiera podía debatir con su propia madre.
Con toda la educación posible escuchó las palabras de Colin, intentando tragar pese al nudo que se había formado en su garganta. —Las habilidades sociales, la capacidad de hablar y comunicarnos, el auto-control, son todas cualidades que nos diferencian de las criaturas. Nosotros podemos comprender las situaciones, ellas no y sólo actúan por impulsos, por instintos.— Explicó su punto de vista. —Lo único que veo todos los días en mi trabajo, son heridas causadas por bestias y sé que clase de pacientes llega a mi área, pero no puedo enojarme.— Acomodó un poco su cuerpo agotado, buscando una posición de mayor comodidad y juntando los labios, le sonrió con tristeza, sin enseñar los dientes. —Una criatura también mató a mi padre, un cazador, así que entiendo si lo que quieres es matarlas por cuestiones de seguridad, pero no siempre debería de ser así. La explosiones las liberaron, pero ¿No crees que ellas también estaban asustadas?— Preguntó y quitando los mechones cortos que otra vez estorbaban su visión, soltó una leve carcajada. —Porque yo estaba aterrada.
Dando pequeños bocados terminó la barrita de cereal, dejó la envoltura encima de una servilleta usada y por último envolvió las manos alrededor del vasito de café. —Superar tus limites esta bien, sólo si lo haces por ti.
La sugerencia había sido una broma, pero no era la primera vez que le salía mal, ya había pasado por una vergonzosa experiencia con el ministro de justicia en el club de campo ¿Cómo es posible que todavía no aprendiese? Constantemente se repetía con su voz interior: "No debes intentar hacer chistes, Ariadna", "No eres divertida" y demás.
Tomó una fuerte bocanada de aire e intentó no encogerse en el lugar, estaba cansada de todo. —Mi intención no es estorbar, si no tengo trabajo, podría servir café a los aurores que estén en las búsquedas y no quedarme de brazos cruzados mientras los rebeldes tienen a mi padrino. Todo granito de arena suma, es un aporte.— Respondió encogiendo sus hombros.
Evitando mirar de nuevo las escenas que mostraban en las pantallas, permaneció concentrada en el rostro agotado del cazador y por debajo de la mesa sujetó sus manos para calmar los temblores. —Sí, ella está estable, pero aún no despierta.
Ariadna solía tratar con personas de fuertes convicciones y creencias, quienes no sólo las relataban y comentaban, si no también intentaban hacerte cambiar de parecer. Era como una misión en sus conversaciones, se sentía poderosos.
Al principio lo único que la rubia hacía era guardar silencio y agachar la cabeza, pero ya estaba harta de hacerlo, tenía veinticinco años y ni siquiera podía debatir con su propia madre.
Con toda la educación posible escuchó las palabras de Colin, intentando tragar pese al nudo que se había formado en su garganta. —Las habilidades sociales, la capacidad de hablar y comunicarnos, el auto-control, son todas cualidades que nos diferencian de las criaturas. Nosotros podemos comprender las situaciones, ellas no y sólo actúan por impulsos, por instintos.— Explicó su punto de vista. —Lo único que veo todos los días en mi trabajo, son heridas causadas por bestias y sé que clase de pacientes llega a mi área, pero no puedo enojarme.— Acomodó un poco su cuerpo agotado, buscando una posición de mayor comodidad y juntando los labios, le sonrió con tristeza, sin enseñar los dientes. —Una criatura también mató a mi padre, un cazador, así que entiendo si lo que quieres es matarlas por cuestiones de seguridad, pero no siempre debería de ser así. La explosiones las liberaron, pero ¿No crees que ellas también estaban asustadas?— Preguntó y quitando los mechones cortos que otra vez estorbaban su visión, soltó una leve carcajada. —Porque yo estaba aterrada.
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—Los granitos de arena se convierten en montañas molestas cuando no hacen más que estorbar— la contradigo, sosteniendo mi punto de que su lugar de trabajo está como sanadora, seguro que cumple tantas horas en la guardia como lo haría un auror y no entiendo por qué siente esa necesidad de estar también presente en otros sitios, como si le sobraran minutos a sus días. —Créeme, nadie en seguridad necesita que le pasen un vaso de café, a veces no tenemos siquiera tiempo para tomar un poco de agua. El trabajo es agitado, nos tiene moviéndonos de un lado al otro, y a los que nos gusta cumplir, nos centramos en lo que tenemos que hacer— explico con una paciencia que no sabía que tenía para alguien que ha pasado el límite de los dieciocho, edad en la que todavía doy privilegios a mis sobrinos. Por querer suavizar mi rechazo rotundo a su ofrecimiento, agrego: —Podrías dedicarte a un voluntariado para ayudar a las víctimas de ese atentado o crear una fundación de beneficiencia—. Su estatus se lo permite, ¿no? Creo entender cómo actúan las personas de nuestro entorno por ser parte de una de las familias puristas que se asentaron después de que asumiera Jamie Niniadis, por más que no participe de esas acciones.
A decir verdad, no creo que mi capacidad de interacción con otras personas sea la mejor, no me diferencio demasiado de la torpeza que tienen algunas criaturas para entender a quién tienen enfrente y los temperamentos amables tendrán siempre esa habilidad para desconcertarme, en contraste con lo brusco que puedo ser. Miro largamente a la sanadora cuando habla de las criaturas como lo haría quien se dedica a criarlos, un trabajo diferente al mío, aunque no niego que el capturar a algunas despierta cierta atracción por el animal y en su domesticación logramos cierta afinidad. Las bestias que escaparon en el festival representaban el esfuerzo de muchos cazadores, por supuesto que evitaría hacerles daño si había la posibilidad de atraparlas otra vez y devolverlas luego a sus compartimientos. Termino en dos mordiscos la barra de cereal, lo que se tarda en acabar de hablar.
—Pues lo hiciste bien para estar aterrada— digo, haciendo mi silla a un lado y poniéndome de pie. —Solo ten en cuenta que lo más importante es en todo momento la seguridad, y por eso mismo, no hagas tonterías como querer ir tras el rastro de quienes secuestraron. Estas aquí, que sea suficiente para ti. Estás haciendo tu trabajo—. Muevo la silla para guardarla debajo de la mesa. —Y yo debo volver al mío— es la manera escueta que tengo para despedirme, le sigue un rápido asentimiento con el mentón. Me alejo de la mesa por el pasillo que se abre en la cafetería hasta la salida, para buscar a mis compañeros y volver a la base si la revisión terminó.
A decir verdad, no creo que mi capacidad de interacción con otras personas sea la mejor, no me diferencio demasiado de la torpeza que tienen algunas criaturas para entender a quién tienen enfrente y los temperamentos amables tendrán siempre esa habilidad para desconcertarme, en contraste con lo brusco que puedo ser. Miro largamente a la sanadora cuando habla de las criaturas como lo haría quien se dedica a criarlos, un trabajo diferente al mío, aunque no niego que el capturar a algunas despierta cierta atracción por el animal y en su domesticación logramos cierta afinidad. Las bestias que escaparon en el festival representaban el esfuerzo de muchos cazadores, por supuesto que evitaría hacerles daño si había la posibilidad de atraparlas otra vez y devolverlas luego a sus compartimientos. Termino en dos mordiscos la barra de cereal, lo que se tarda en acabar de hablar.
—Pues lo hiciste bien para estar aterrada— digo, haciendo mi silla a un lado y poniéndome de pie. —Solo ten en cuenta que lo más importante es en todo momento la seguridad, y por eso mismo, no hagas tonterías como querer ir tras el rastro de quienes secuestraron. Estas aquí, que sea suficiente para ti. Estás haciendo tu trabajo—. Muevo la silla para guardarla debajo de la mesa. —Y yo debo volver al mío— es la manera escueta que tengo para despedirme, le sigue un rápido asentimiento con el mentón. Me alejo de la mesa por el pasillo que se abre en la cafetería hasta la salida, para buscar a mis compañeros y volver a la base si la revisión terminó.
¿Acaso tenía escrito en la frente "ven, desahógate conmigo, trátame mal que me encanta"? Ariadna respiró profundo un par de veces para mantener el control y el temperamento, lo había hecho durante tantos años, podría hacerlo también ahora.
Permitió que el cazador respondiera con su punto de vista, pero esta vez no hizo más que terminar de beber su vasito de café. No tenía sentido continuar gastando saliva ni fuerzas en una discusión con un ser humano de mente tan cerrada.
Le dolía el pecho, sentía una terrible presión como si se hubiera olvidado como respirar y en cuanto pudo inhalar de nuevo, levantó la mirada hacia el castaño. Se enderezó en la silla y con el ceño fruncido, colocó las manos entrelazadas sobre la mesa. —¿Qué estar aquí sea suficiente para mi?— Se lamió los labios para humedecerlos y sonrió sin enseñar los dientes, esto ya era el colmo. —Espero que el resto de tu día sea tan agradable como tú.— Lo saludó y esperó hasta que desapareciera, para soltar el aire que había contenido.
Hay como 8 trillones de nervios en el cuerpo humano y él había cabreado absolutamente todos.
Antes de continuar con los pensamientos inseguros y dudosos, se puso de pie, tomó los papeles y la basura de la mesa para limpiarla y con las manos hundidas en su uniforme, volvió al piso donde debía continuar tratando a sus pacientes.
Durante tanto tiempo había escuchado las voces de los demás, que desde su posición las cosas habían sido más fáciles, que todo lo que tenía era gracias a su madre, que su cara bonita podía abrirle las puertas y tantos ejemplos más. Ariadna no sabía lidiar muy bien contra todas esas opiniones, por algo se mantenía lejos de las cámaras, actos gubernamentales e incluso había dejado de hablar con su mejor amigo, Dave.
Ahora, que el asno Weynart le dijera de ponerse una fundación de beneficencia, le había irritado...Y mucho.
Permitió que el cazador respondiera con su punto de vista, pero esta vez no hizo más que terminar de beber su vasito de café. No tenía sentido continuar gastando saliva ni fuerzas en una discusión con un ser humano de mente tan cerrada.
Le dolía el pecho, sentía una terrible presión como si se hubiera olvidado como respirar y en cuanto pudo inhalar de nuevo, levantó la mirada hacia el castaño. Se enderezó en la silla y con el ceño fruncido, colocó las manos entrelazadas sobre la mesa. —¿Qué estar aquí sea suficiente para mi?— Se lamió los labios para humedecerlos y sonrió sin enseñar los dientes, esto ya era el colmo. —Espero que el resto de tu día sea tan agradable como tú.— Lo saludó y esperó hasta que desapareciera, para soltar el aire que había contenido.
Hay como 8 trillones de nervios en el cuerpo humano y él había cabreado absolutamente todos.
Antes de continuar con los pensamientos inseguros y dudosos, se puso de pie, tomó los papeles y la basura de la mesa para limpiarla y con las manos hundidas en su uniforme, volvió al piso donde debía continuar tratando a sus pacientes.
Durante tanto tiempo había escuchado las voces de los demás, que desde su posición las cosas habían sido más fáciles, que todo lo que tenía era gracias a su madre, que su cara bonita podía abrirle las puertas y tantos ejemplos más. Ariadna no sabía lidiar muy bien contra todas esas opiniones, por algo se mantenía lejos de las cámaras, actos gubernamentales e incluso había dejado de hablar con su mejor amigo, Dave.
Ahora, que el asno Weynart le dijera de ponerse una fundación de beneficencia, le había irritado...Y mucho.
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