Me despierto con un pitido agudo que me fastidia y que no me esperaba oír a estas horas de la noche. Antes de atender, incluso chequeo el reloj digital que reluce en la oscuridad, hasta que con un quejido me estiro y aprieto el botón del comunicador con la guardia de la isla. Me anuncian que la señorita Annie Weynart está de visita y resoplo, pellizcandome las sienes en un intento de aclararme un poco las ideas. Acabo murmurando mi permiso para que pase y, maldiciendo, salgo de la cama. He vuelto hace dos días a casa y, aunque es día de semana, no hay razones por las cuales madrugar; en parte, porque estoy de reposo y, por otro lado, porque todavía no han reconstruido el ministerio. Hay cosas que sé que debo solucionar, pero parece que todavía no tengo permiso para empezar a dar órdenes y solucionar el mayor problema al cual nos hemos enfrentado en todo el trayecto de este gobierno. ¿Y a Annie se le ocurre esto de volver a las visitas nocturnas? ¿Justo en estos días, cuando su hermano está secuestrado y desaparecido? Que humor...

A pesar de que todavía hace algo de calor y que ella me ha visto desnudo en más de una ocasión, mi impulso es pasarme una remera por la cabeza mientras bajo las escaleras de mi casa, con paso cansino. Enciendo la luz del vestíbulo y estoy bostezando cuando abro la puerta, encontrándome con la figura de mi amiga justo en la entrada — ¿Qué haces aquí a esta hora? Meerah duerme— de todos modos, me hago a un lado para dejarla pasar — Me gustaría creer que sabes que no hay humor para retomar nuestro trato sexual, si consideramos... — ¿Qué de todo lo que ha pasado en este tiempo? Resoplo y cierro detrás de ella, girandome en su dirección y señalando con mi cabeza el camino a la sala de estar — Sea lo que sea, puedes decirme si nos aislamos un poco. No quiero despertar a nadie — como si no hubiera largos pasillos y muchas puertas como para silenciarnos, por favor.

Estar trabajando, aunque no fuese en mí laboratorio, era extremadamente reconfortante. Los últimos días habían sido suplicio tras suplicio y, pese a que estaba colaborando en la investigación del atentado aportando memorias, planes y demás, no era lo mismo que estar trabajando activamente en algo. Es por eso que, cuando me llamaron del penal para realizar una prueba de ADN al único capturado que no figuraba en las bases de datos, básicamente salté ante la posibilidad. Ni siquiera era una tarea terriblemente interesante, incluso sería aburrida si contase con el equipamiento adecuado, pero en vista de que los analizadores del lugar habían quedado algo desfasados, podía divertirme analizando las muestras y separando los componentes para poder hacer la disección, reconstrucción y comparativa.

Era un trabajo que tomaba menos de veinticuatro horas en el laboratorio, pero más de 48 en este entorno, así que, a sabiendas de que los resultados estarían tarde en la noche, había decidido quedarme en lugar de volver a mi apartamento y esperar hasta el día siguiente. No solía ser una persona paciente pero en este caso el no serlo había sido lo más adecuado para la situación. El solo pensar que otra persona pudiese haber descubierto esta información por un descuido…

Encripto los registro a una velocidad alarmante y me llevo la única copia de los datos en mí teléfono personal, a sabiendas de que eso normalmente correspondería a quebrantar el protocolo pero que, en este caso me importaba poco. Iba a ver a mí abogado después de todo.

Aparecerme en la isla ministerial toma poco menos de un minuto, pero todo el tiempo que había ganado al transportarme, lo había perdido con las medidas de seguridad se la isla. ¿Es que no entendían? Cuando Hans abre la puerta de su mansión, debo decir que no siquiera me tomo el tiempo de prestarle atención a su aspecto, simplemente me limito a rodar los ojos ante su comentario. - Me sentiría alagada, y hasta me haría gracia la situación si no fuese porque tengo que mostrarte algo. - Lo dejo guiarme hasta la sala, y le riendo mí teléfono desbloqueado una vez que las puertas se cierran detrás mío. No me quedo a observar su reacción, sino que voy hasta donde tiene el frigobar y robo una de las botellas de ahí mismo, sirviendo en dos de los vasos del estante y tomando de uno mientras que espero con el otro en la mano a por su reacción.

Echo un poco la cabeza hacia un lado con la curiosidad expresa en mi rostro, arqueando suavemente una ceja. Me aferro a su teléfono en cuanto me lo entrega y doy media vuelta para poder tirar de la puerta corrediza que nos encerrará en la sala de estar, la cual parece más ruidosa en medio de la noche; al menos, su manera de revolver en busca de botellas me suena con eco. La ignoro unos segundos para poder mirar la pantalla y lo primero que me encuentro es un número de prisionero junto a la foto policial de un mocoso, al cual estoy seguro de haber visto en las grabaciones que he analizado del atentado en mi tiempo desperdiciado en una cama. Le hubiera prestado más atención si no fuera porque el número no viene acompañado de ningún nombre que identifique al muchacho y pronto reconozco que es un archivo de genética. Es el nombre en rojo lo que parece tildarse en mis ojos, porque los números no mienten y la sangre tampoco.

Doy un manotazo para hacerme con el vaso que Annie sostiene sin siquiera mirarla y doy algunos pasos dudosos hasta el sofá. Me dejo caer con un rebote que apenas sacude la bebida y me hago con un trago. Tengo un montón de sentimientos y preguntas dentro, no sé si sentir que todo ha acabado o que hemos dado con aquello que puede complicarlo todo. No sé si me alivia el finalmente poder dar terminada esa búsqueda o tengo pánico de lo que pueda pasar ahora si no somos cuidadosos. Para cuando me doy cuenta, el vaso ya está vacío entre mis dedos y me estoy saboreando el alcohol de los labios — ¿Pudieron sacarle un nombre? Porque el apellido está aquí — siento que no he hablado hace siglos. Levanto el celular y le señalo el nombre de Orion Black, cuyos genes registrados hace más de una década coinciden con los del muchacho en cuestión. Y con unos números que lo delatan como su padre — Annie, este chico podría arruinarlo todo. ¿Alguien más lo sabe? — eso es fundamental. Si solo nosotros manejamos esta información, aún tenemos tiempo de pensar. Apoyo el vaso sobre la mesa ratona y vuelvo a chequear el archivo, como si de esa manera pudiera encontrar algún margen de error — Es solo un crío — siento que repito las palabras de mi hermana, pero ahora tienen otro significado. Creo que es más fácil pensar en torturar y matar a un adolescente de quince años si no le conozco la cara. El suspiro me delata, empeora todo cuando cierro los ojos con cansancio y me froto el rostro con una mano — ¿Qué sabemos de él? ¿De dónde ha salido? — ha pasado días en prisión y puede que yo haya estado internado, pero sé muy bien que ahi dentro no estuvieron haciéndole masajes.

Me siento ciertamente aliviada cuando Hans toma el vaso como si su vida dependiera de él, y se deja caer en el sillón, terminando la bebida antes de que yo pueda llegar a la mitad del vaso. Lo entiendo, el shock todavía lo sentía en la sangre y, sino fuese por el tiempo que me había tomado llegar hasta aquí, probablemente también estaría mirando el fondo de mi vaso. Me acerco con pasos cautelosos y retiro el recipiente de sus manos, llenándolo nuevamente con algo más de bebida y volviéndoselo a entregar. - Kendrick. No ha dado mucha información por su cuenta, pero las cámaras no dejan de grabarlos y generan una transcripción automática. - Que no siempre hablaban, o no siempre decían algo que resultara de utilidad, aunque en este caso… - Aún me falta revisar material. - Aclaro antes de que pueda preguntar otra cosa. No tengo mucha idea de ese muchacho, más que lo que vi en las grabaciones del atentado, y las primeras páginas transcriptas de su expediente.

- No, nadie. - Niego con la cabeza de un lado a otro, y me termino el vaso en pocos tragos antes de dejarlo sobre la primera superficie plana que veo. - Como me habías advertido encripté la información para que no pueda acceder nadie más que yo. La única copia la tienes en tus manos. - Y mi teléfono era prácticamente un complejo de seguridad en sí solo. Al menos la información estaba completamente segura. Dejo escapar un resoplido cuando dice que es solo un niño. - Dices eso ahora, no se si viste todo el material de aquella noche, pero este niño como tú le dices, se enfrentó a Helmuth y a Leblanc, y ganó. - Técnicamente no era cierto ya que la ministra de Educación había terminado por desmayarlo a fin de cuentas. Pero aún así, era un muchacho de quince años, que había peleado contra dos ministros experimentados que le triplicaban la edad. - No tenemos mucho sobre él, pero no deberíamos subestimarlo porque sea un niño. Después de todo, tiene la sangre de esa familia corriendo por sus venas.

Me lo grabo en la cabeza, sé que me dará varios dolores en las próximas semanas, hasta que podamos barrer todo y fingir que nada ha ocurrido — Que nombre horrible — musito como si fuese algo de verdadera importancia y me llevo el vaso que ella se ha encargado de rellenar a los labios. Si no ha dicho mucho, lo hará, por mucho que pese. He empezado este trabajo hace un tiempo y no voy a echarme atrás ahora, no cuando tengo la fotografía de un chico que parpadea en sorpresa de la luz una y otra vez en mis manos. ¿Cuánta mierda he tenido que soportar por su culpa? ¿Cuántas veces me he metido en el norte en busca de sus pies, de cualquier cosa que estuviera ligada a él, para regresar con las manos vacías? Y ahora aparece, tan fácil, tan repentino. Es real y tiene un nombre. Me alivia, al menos, que de momento seamos las únicas personas que lo saben con certeza. Al menos, dentro del bando que importa ahora.

La escucho con movimientos lentos de la cabeza que asienten a su voz, pegado al vaso que toca mi boca en apenas una caricia. Como no me dediqué a ver mucho del atentado en mi tiempo en casa, sino a descansar y asegurarme que mi hija tuviese la comodidad necesaria en su nuevo hogar, se lleva mi atención con esa declaración y mis ojos, bien abiertos, se clavan en ella — Supe que Helmuth fue secuestrado y Eloise tuvo que ser atendida, pero no creí que fuera por culpa de un mocoso — ¿Y a la vez? ¿De verdad? Le paso el teléfono y me estiro para tomar el control que enciende la televisión, me basta ir a las grabaciones archivadas de las noticias para buscar la secuencia que necesito ahora mismo. Las imágenes me demuestran que Annie no miente, que no puedo subestimar a un muchacho que puede pelear con dos de los adultos más respetados de nuestro gobierno y lidiar con ellos de esa manera. Para cuando me quiero dar cuenta, el vaso está vacío de nuevo — Bueno, los Black eran poderosos, eso se lo concedo — digo simplemente.

La televisión queda en mute cuando me pongo de pie, sin vaso, sin control y sin teléfono, dejando todo sobre la mesa para ser libre de pasearme en un intento de aclararme las ideas. Aún me cuesta caminar con normalidad, me siento mucho más lento y si me enderezo demasiado, hay puntadas que me fastidian. Sí me echo el cabello hacia atrás con total normalidad y hundo allí mis dedos, resoplando con fuerza — Sé que debería tener más reposo, pero mañana iré a la base — decido sin chistar — No le diremos a nadie, ni siquiera a Jamie. Necesito estar seguro de ciertas cosas antes de entregarlo y sabemos que ella lo matará en cinco minutos — hay dudas que tengo que sacarme y no voy a dejar que me quiten la oportunidad, ni siquiera la ministra. Me detengo frente a ella y bajo las manos para apoyarlas en mi cadera, me relamo antes de hablar — Si ha aparecido ahora, después de haberlo buscado por tanto tiempo, ha venido de afuera. Benedict Franco estaba ahí, quizá la ministra no estaba tan errada y sí se encontraba en el catorce. Da igual. ¿Crees que él lo sepa? — pregunto, entornando un poco los ojos en señal de preocupación — Que es Kendrick Black.

Asiento con la cabeza ante su comentario, por más ridículo que sea pensar en eso. - Kendrick Black. - Chasqueo la lengua como si el nombre me produjese un mal sabor de boca, y niego con la cabeza. - Eso suena aún peor. - Porque la perra de Stephanie Black era un mito en sí mismo, y en su mayoría todos estábamos convencido de haber visto lo último de esa familia. ¿Qué tanto les costaba guardarse sus genes? Al parecer, bastante. Tomo asiento en la otra punta del sofá, sin saber muy bien qué hacer a partir de este momento. Parecía irónico que, luego de aquella charla en la que Hans me había informado de la posible existencia del muchacho y su búsqueda, se hubiese aparecido literalmente ante nuestra puerta. ¿Cuántas posibilidades había de que toda la situación se hubiese dado de esa manera? Era buena en cálculos y estadísticas, pero incluso yo sabía que cualquier respuesta menor a una entre miles sería pura basura.

Me pasa nuevamente mi teléfono y, mientras que se dedica a buscar las grabaciones de aquel día, yo entierro mi rostro en la pantalla. Eliminando la copia del registro y accediendo remotamente al servidor en el que se hallaba respaldado el análisis. Lo pongo a correr nuevamente, desviando el lugar de guardado para que no caiga en manos inoportunas y queriendo asegurarme sin margen de duda el que las máquinas no hayan fallado. Sé que es imposible pero cualquier cosa servía para asegurarme de que no contábamos con información errónea. A partir de ahora estábamos caminando sobre fino cristal y cualquier piedra inoportuna podría romperlo en segundos. - Poderosos… peligrosos. Y no estamos para permitirnos esas cosas en estos momentos. - Con dos ministros y un jefe de área menos, un edificio destruido y un recuento de muertes que aún no estaba definido… Estábamos lejos de estar en una situación óptima. Había gente capaz en el ministerio, pero eran pocos los que habían salido ilesos, y pocos los que saltaban ante la idea de volver.

Hans se incorpora y lo sigo con la mirada, pendiente de su reacción y cualquier instrucción que pueda dar. Claro que no me sorprende que su reacción inmediata sea la de querer actuar, pero aún así cuando dice lo de reposo es que caigo en la cuenta que he sido una terrible amiga. Estaba tan concentrada en ocupar mi tiempo en cosas útiles, preocupada por Riorden y ahora con este resultado, que ni siquiera me había preocupado por su estado. Se me escapa una mueca de incomodidad, pero lo dejo terminar con su idea. - No sabría decirlo, no ha mencionado nada de su apellido hasta dónde sé. Pero no sabría decir si es por desconocimiento o por inteligencia. - No había que ser un genio como para saber que el apellido Black tenía el mismo peso que el de piedras en el bolsillo dentro de una pileta. - Mi pregunta ahora es, si escaparon del ataque al catorce, ¿cómo lo hicieron y dónde mierda están ahora? -

Desconocimiento, inteligencia; ambas opciones son probables, su madre pudo haber querido protegerlo en la ignorancia o quizá es lo suficientemente listo para saber lo que le conviene. A mi mente me viene la voz de Lara como si fuese una conciencia irritante, pero es más bien un recuerdo de lo que ha llegado a contarme sobre el chico del norte, ese que era noble y honesto para cuidar a más niños en su situación. ¿Habrá sido el mismo o ese anillo apareció en sus manos por casualidad, robo tras robo? Intento no pensarlo, me produce una ligera incomodidad por la cual ahora no puedo preocuparme. Si hablo con él, podré confirmar ese pequeño detalle, que llega a pesarme en cuestiones un poco más personales. Esa parte no voy a debatirla con Annie, no esta noche al menos.

En respuesta seria y madura, encojo mis hombros hasta hundirme entre ellos y balanceo mi cuerpo hacia atrás, en un obvio gesto de total ignorancia — Al menos sabemos que en el catorce no están y estoy considerando la idea de que quizá debamos ampliar la investigación por todo el país, no solo el norte. Aunque lo decidiré después de hablar con él — no puedo hacer mucho sin tener una precisión de la mano de la fuente. Con cansancio, me cruzo de brazos como si de esta manera fuese la única forma de mantener la compostura, aunque no sé que tan serio debo verme si consideramos que sigo en calzoncillos. Muevo un poco los dedos de uno de mis pies, como si pararme mejor fuese de ayuda — Sé que es el departamento de tu hermano, pero como él no está… — mi voz se apaga un poco, casi tanteando el terreno — Necesito que la seguridad aumente, quiero allanamientos en cuanto pueda hacer un mapa de zonas sospechosas. No es mi trabajo, pero no podemos esperar a que Jamie decida salir de su burbuja o que todo esto se nos vaya de la mano. La seguridad falló, no es la primera vez en este año que un montón de civiles han muerto por nuestra deficiencia. ¿Cómo se supone que seguiremos siendo un gobierno estable si estas cosas continúan pasando? ¿Cuánto más debemos esperar a un levantamiento mucho más preocupante? — Y lo más importante: ¿Quiénes van a solucionarlo?

Ahora mismo, hasta me gustaría tener un poco del sedante del hospital. Me desarmo, paso las manos por mi rostro como si así pudiese barrer los problemas que me hacen doler la cabeza — No puedo creer que esto esté pasando. El gobierno está demasiado enclenque para nuestro propio bien y ellos lo saben.

En el catorce no, pero… si había tomado tanto tiempo encontrar un lugar que muchos, incluyendo yo misma, creían inexistente; ¿cuánto tomaría encontrar su nuevo escondite? -¿Crees que los están refugiando dentro del país? - Porque el Norte en sí era parte de Neopanem por necesidad más que por elección. - Porque sino la otra opción es que exista otro lugar además del catorce, y no sé con cuál de las opciones me sentiría más cómoda. - ¿Hasta que punto habría que ampliar una búsqueda de esa índole? ¿En quienes se podía confiar en estos momentos? Tanto Colin como yo habíamos estado bajo el Imperius, pero incluso siendo ese el caso, si solo dos personas hechizadas podíamos provocar ese nivel de daño y burlar tanto la seguridad… había que hacer cambios internos y, prácticamente, sospechar de todo el mundo. ¿Quién garantizaba que no había infiltrados de verdad dentro del ministerio? O incluso más hechizados…

- Si hay que esperar a Riorden para este tipo de situaciones, jamás avanzaremos. No tenemos idea de dónde pueda estar, ni nadie que cubra su puesto. Si tienes ideas o patrones de zonas sospechosas, no me cuesta nada correr simulaciones en la computadora. Además de que estando en la base durante estos días, es más fácil acceder a sus recursos. - No sería necesariamente hackearlos siendo que tenía credenciales de acceso, solo sería un buen uso de recursos. - Mi mayor preocupación en estos momentos, no sea que la seguridad haya fallado. Temo que hayamos vivido bajo una sensación de falsa seguridad por años, mientras el resto se agrupaba y se preparaba para atacarnos. - Pensar en que habíamos sido lo suficientemente ilusos como para no preocuparnos de verdad por la amenaza externa me revolvía el estómago.

¿Cómo se preparaba uno contra un levantamiento? - Si tienen pensado atacar… ¿Crees que lo harían a la base para rescatar a los suyos? Porque además de buscarlos hay que pensar en los puntos vulnerables. Tanto para el gobierno en sí, como para el resto de la población.

Odio decirlo, pero aún así tengo que soltar la única respuesta sincera que se me viene a la mente — No lo sé — Y detesto no saber algo, mucho más si es tan importante. Si estamos albergando rebeldes en nuestro territorio y de un modo tan abierto, las posibilidades de cómo acabarán las cosas pueden ser catastróficas. Al menos, Annie me apoya en la idea de que no podemos quedarnos a esperar a que alguien más solucione esto y la miro con la gratitud pintada en la cara — Me pondré con ello a primera hora — prometo. No seré Riorden, pero tengo la autoridad suficiente como para exigir un movimiento en nuestra seguridad por el bien de nuestra gente. Si no me lo conceden, ahí sí estaríamos en problemas.

Ni siquiera quería pensar en lo que Annie plantea y regreso al sillón con una actitud derrotada, me hundo entre los cojines y apoyo la cabeza en el respaldo para clavar los ojos en el techo. Veamos, hay cosas que en otro momento de mi vida me tomaría con la mente más calma y con el egoísmo de saberme solo. Ahora, hay un detalle que me inquieta — ¿Qué haremos si esto se vuelve una guerra abierta? — ¿Qué haré yo cuando vivo en la isla ministerial, un centro básico para un ataque a pesar de su seguridad, con una niña de trece años? ¿Cómo podré mandarla a la escuela más prestigiosa del país, cuando no sé quién puede estar hechizado ahí dentro y provocar un nuevo desastre? Intento no pensar en ello, no cuando tengo que solucionar los problemas reales ahora y no dejar que me consuma el pánico.

— Los aurores de la base deberían ser chequeados todos los días, entrada y salida, en caso de un plan de ataque — sugiero, ladeando la cabeza para poder verla — Annie, quiero que me seas honesta. ¿Crees que esto saldrá bien o debemos empezar a hacernos la idea de que todo se ha terminado de ir a la mierda?

- Entiendo que no hay tiempo que perder y que, a partir de ahora cada minuto cuenta, - desde hace días que ese era el caso, pero no había mucho que podíamos hacer al respecto sin instrucciones precisas, - pero no descuides tu salud. También vi la grabación de tu enfrentamiento y por más bueno que sea nuestro equipo de salud, lo tuyo no fueron heridas menores. - En resumidas cuentas, que no sea un apurado. No podríamos emprender la búsqueda nosotros mismos, y que  se sobreexigiese en estos momentos no le haría bien a nadie. No cuando era la primera persona en días que realmente tenía un plan de acción que no implicase solamente reconstruir el edificio.

Me giro cuando vuelve a ocupar un lugar en el sillón, y apoyo mi codo sobre el respaldo, dejando que mi cabeza caiga sobre mi palma abierta mientras que pienso cómo responder a su pregunta. ¿Estamos en condiciones de librar una guerra abierta? La respuesta era sencilla. No lo estábamos. Pero eso no significase que tendríamos la opción de no hacerlo. Rendirnos ante los rebeldes era algo que jamás haría mientras estuviese con vida, y sé que había muchos que pensaban igual. - Pues supongo que ir a la guerra, Hans

No solo los aurores deberían ser chequeados, pero tampoco era necesario detallar todo a estas horas de la noche. Esperaba poder contribuir en la reconstrucción cuando se hiciera la implementación de equipos, y desarrollaría alguna manera de escanear correctamente a los empleados. - Sabes que siempre te soy honesta, así que perdona si no es la respuesta que quieres escuchar, pero no voy a resignarme sin dar pelea. - Ya lo había hecho pese a que no había sido decisión mía y no quería repetir la experiencia. - Estuve en Europa hasta los doce y en el camino perdí a dos hermanos. No planeo huír y enterarme que todo lo que he tratado de armar aquí se ha ido al caño. - No planeaba tener hijos o una familia que no fuesen mis hermanos y sobrinos. Pero mi legado en cierta forma, era todo el trabajo que había realizado en la última década. Prefería morir antes de ver como otros tiraban abajo todo.

Hago una mueca un poco lastimera, tratando de sonreír a pesar de no sentirlo — No tenías que ver eso. Fue un poco desagradable — a decir verdad, creo que jamás había visto tanta sangre manchando mi ropa y sé que yo no fui precisamente suave al cortarle el estómago. Me llevo una mano al abdomen, a sabiendas de que una de las balas me ha dado ahí y presiono un poco, sintiendo la pequeña puntada que aún sigue vigente — Sabes que no voy a quedarme sin hacer nada cuando es todo un desastre — tampoco puede impedírmelo, para variar.

El suspiro es el más largo que he soltado en mucho tiempo y eso que lo hago todos los días, posiblemente cada cinco minutos a causa de alguna estupidez con la cual lidiar — No quería llegar al punto de una guerra — tenemos los recursos para ganarla, pero sé cómo terminan resultando. Las guerras causan hambre, pobreza, desacuerdos y es muy difícil sobrellevar una sin perder la cabeza. Pero, oh sorpresa, no está en mis manos, jamás lo estuvo. Puedo intentar mantener el orden, pero siempre hay personas que se salen de la línea y yo no tengo el poder para tomar las decisiones más difíciles. Ese lo tiene la mujer inestable que se encierra en la mansión más grande de esta isla, pero no puedo hacerla entrar en razón, no como su esposo lo hizo por quince años. Mis consejos no servirán de nada y si hay rebeldes explotando edificios, guerra será. No tendré otra opción que tener mi varita lista.

La respuesta de Annie es una que me esperaba y la comprendo, de verdad lo hago. Yo mismo he luchado por un mundo donde las injusticias se cobren y el orden de las cosas sea restablecido para evitar que los viejos horrores vuelvan a tocarnos la puerta, gente como Annie ha servido de inspiración para saber que he hecho lo correcto. ¿Cuántas familias fueron destruidas por la ignorancia de los muggles y aquellos que no comprenden el derecho de la magia? — Nadie va a huir — aseguro, la voz más firme de lo que ha sido en toda la noche — Costará, sé que lo serán tiempos difíciles. Pero por muchas bombas y Blacks en su bando… — y sí, por primera vez, sonrío con sinceridad. Y algo de sorna — supongo que está en nosotros recordarles quiénes siempre han estado equivocados.

Porque pueden creer que lo tienen todo como para invadirnos de ese modo, pero no saben que solo han encendido el fuego. Hay un viejo refrán que lo dice: “no hagas cosquillas a un dragón dormido”.