The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Audrey S. Niniadis
Fugitivo
Sábado 10 de Septiembre, 2468


Se desde hace tiempo que algo así iba a pasar, que tendría que estar escondiéndome del gobierno en algún momento. Pero nunca que sería tan pronto. Nada de ésto estaba en mis planes y me siento un poco desorientada, si lo tengo que admitir. Pero debo centrarme y pensar seriamente mis movimientos.

Conozco a alguien que puede ayudarme. Moira, una mujer dueña de un negocio, a quien le había regalado información de movimientos de los cazadores en todos éstos años y quien me ha dado una mano cada vez que tenía repudiados a quienes había ayudado. Sin embargo, su negocio abría a la mañana. Debido a eso y a que no deseaba perturbarla bien entrada la noche, había pasado el tiempo en un cuarto abandonado del antiguo estadio nacional.

Ahí es donde me encuentro, vistiendo la ropa que había rescatado rápidamente de mi casa antes de huir. Me cuelgo el pequeño morral al hombro, el cual tiene el uniforme de cazador que llevaba la noche anterior, y me aseguro que mi cara es irreconocible, antes de salir del lugar. Veo pasar a bastante gente por las calles, a pesar de que es algo temprano. Así que agradezco el hecho de ser metamorfomaga y poder cambiar totalmente mi apariencia.

No estoy segura si el negocio que le pertenecía está abierto los fines de semana, pero necesito arriesgarme. Así llego a un negocio que en su letrero deja ver el nombre de "Black Nundu" y, al notar que no está cerrado, entro al local. Espero unos segundos, para asegurarme que no haya nadie dentro, antes de volver a mi forma original justo cuando la persona que estoy buscando aparece -Buenas Moira, tanto tiempo- sonrío ligeramente. Realmente me alegra verla, entre todo el movimiento entre ayer y todo lo sucedido, es agradable ver a alguien conocido.



Apariencia hasta entrar al negocio:
Audrey S. Niniadis
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Buscando ayuda || Moira  ETb0oMS
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Invitado
Invitado
Se suponía que la poción que había bebido en plena madrugada, la pondría a dormir durante uno o dos días, sin embargo el efecto duró mucho menos de lo esperado y temprano por la mañana, abrió los ojos.
Tenía que abrir la tienda, no le quedaba de otra si quería continuar guardando las apariencias y protegiendo la red. Por lo tanto se levantó de la cama y retiró las prendas del pijama, para cambiarlas por unos shorts negros, medias de red, un top del mismo color oscuro y encima una chaqueta de jeans con millones de bolsillos.  Ajustando los cordones de sus botas hasta la rodilla, tomó aire y se obligó a no perder la calma, pronto recuperarían a su madrina.

Lo que ensucian, lo limpian y cuando hablen con los rehenes, ayudaré...Tengo algo muy bonito dentro de mi tienda, nos servirá.— Le dijo a uno de los sobrevivientes del catorce que estaba más o menos despierto, el resto parecía medio muerto y no tenía tiempo para comprobar si respiraban.
Moira no pudo evitar arrugar la nariz antes el olor a sudor, sangre y bolas que había dentro del bonito loft. —Y por favor, báñense.

Las horas dentro de la tienda parecían eternas, ya había limpiado, organizado los estantes e incluso alcanzó a arreglar el letrero que estaba por venirse abajo.
Apoyada sobre el mostrador, con la boca llena de papas fritas, intentaba resolver un crucigramas mágico.
No era muy buena con las palabras y los acertijos, así que cerró la revista y se puso en pie para comenzar a guardar dentro de una mochila, todos los objetos malditos que podrían utilizar contra los ministros secuestrados. —Must have stabbed her fifty fucking times, I can't believe it...Ripped her heart out right before her eyes.— Tarareó mientras olfateaba una poción de tonos amarillentos. No, esa no servía para lo que ella queria. —Eyes over easy, eat it eat it, eat it...

La campanilla sobre la puerta sonó y la castaña se dio la vuelta para ofrecer rápidamente esa pócima que estaba por vencerse. Sin embargo la mujer fue más veloz y al deshacerse de todo el disfraz, Moira sólo sonrió. —Sabía que algún día vendrías a mi tienda.
Con un movimiento suave de la varita, cerró la puerta, bajó las persianas y el cartel colgado sobre el vidrio indicaba que volvería en unos minutos. —Te vi en la televisión, estás en graves problemas...— Le aseguró, aunque probablemente la rubia ya lo sabía y por eso la estaba visitando y no Moira a ella.
Si mal no recordaba, su último encuentro había sido muy interesante, el bonito rostro de Audrey estaba mucho más abajo y en un angulo que le resaltaba los ojos. —¿Quieres comer algo o estás herida?— Preguntó invitándola a pasar hacia el interior del pequeño deposito subterráneo.
Anonymous
Audrey S. Niniadis
Fugitivo
Al ver que la mujer frente a mi no tarda en reconocerme, mi sonrisa se vuelve un poco más amplia. Siempre me agradó que Moira tuviera esa actitud tan divertida y que nunca pregunta cosas de más, tanto que no puedo evitar relajarme bastante en su presencia. Así era como, en múltiples ocasiones, nuestros encuentros terminaban con nosotras dos siendo mucho más íntimas de lo planeado.

En cuanto cierra la puerta y me avisa que estoy en problemas, vuelvo a mi seriedad de siempre y no dudo en encogerme de hombros con ligereza -Algún día tenía que pasar- suelto ante su comentario. Ella, de todas las personas, sabe que he hecho muchas más cosas que me meterían en problemas tarde o temprano. Ayudar a un "traidor" a escapar... no había sido mi primera vez, aunque sí era la primera vez que se hacía público. Maldigo al maldito dron para mis adentros, recordando que si no fuera por el artefacto, todavía estaría en mi casa del Capitolio y Margareth estaría conmigo. Pero toda ésta era una oportunidad, esa oportunidad para dejar mi hipócrita vida y vivir sin tener que esconder mis creencias.

-Lo estoy, un corte entre el hombro y la espalda, pero nada grave.- le quito importancia al enorme rasguño que un pedazo de escombro me había hecho hacía unas cuantas horas, después de todo había dejado de sangrar y eso era algo bueno - Prefiero comer algo, pero después me gustaría que le eches un vistazo - comento mientras comienzo a avanzar para pasar donde me indica, pero me detengo justo frente a ella y la miro, levantando una ceja, inquisidoramente -Ésto... ¿cuanto me costará?- suelto, intentando que suene como una broma pero notando, enseguida, que parece que me estoy insinuando.

Desvío la mirada hacia la apertura, mostrándome serena pero sintiéndome algo avergonzada por dentro, y sin decir nada más, ingreso hacia un pequeño depósito subterráneo -Me gusta- digo al observar el lugar y esperar a que Moira me siga. No muchos sabían ésto de mí, pero me gustaban más los pequeños lugares, esos que resultaban acogedores y que hacían que no te sintieras tan sólo realmente.
Audrey S. Niniadis
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Buscando ayuda || Moira  ETb0oMS
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Invitado
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Una vez que la tienda estuvo completamente cerrada, Moira guardó la varita en uno de los bolsillos de su chaqueta de jeans y escuchó las palabras de la rubia frente a ella. Si bien actuaba con calma y tranquilidad, por dentro estaba aterrada y muy preocupada por la salud de su madrina, Kenny y por Ferdia. Ahora también se le sumaba Audrey, con quien a pesar de no tener una relación exclusiva ni nada por el estilo, no temía admitir en voz alta que le agradaba pasar el rato junto a ella.  —Mejor tarde que nunca.— Bromeó y con un movimiento de cabeza, le indicó que la siguiera.

Al escuchar que había sido herida durante el atentado, tomó un frasco de la estantería al pasar y comenzó a bajar por las escaleras que empezaban a la altura del suelo, mas al escuchar la pregunta, se detuvo por un momento y volteó para mirarla. —No te cobraré nada por esto, pero si quieres usar esa preciosa lengua para lo que ya sabes que me gusta, no te detendré.— Y esta vez no estaba bromeando.

Dejó que Audrey ingresara primero al deposito, mientras ella se dedicaba a encender los pocos focos que alumbraban, tanto los escalones como el interior del almacén.
Era un espacio reducido con olor a humedad, armarios y estantes repletos de objetos conjurados para reducir su tamaño, una diminuta cocina, un baño sin ducha y en medio una vieja mesa de madera con dos sillas, llena de libros, papeles y cajas. Estaba todo bien organizado para ser funcional gracias a Alice, su nueva amiga. —Te prepararé un omelette, puedes acomodar tus cosas donde quieras y si no me equivoco, en ese armario encontrarás mantas, almohadas y cobijas. Intentaré conseguir un colchón usado para ti, pero tendrás que esperar hasta mañana.— Comentó mientras abría un pequeño mini bar, para sacar los huevos y un poco de queso. Tampoco había demasiado, sólo latas de conservas, algún que otro producto proveniente del campo y chatarra, muchas frituras. —Ah y...Mantente lejos de ese estante.— Apuntó con su espátula hacia el más alejado y el único con puertas de vidrio. —Son objetos poderosos, con magia negra o alguna maldición. — Y se puso a preparar una de las cinco cosas que sabía hacer dentro de la cocina.
Anonymous
Audrey S. Niniadis
Fugitivo
Ya estaba acostumbrada a su manera de ser, así que no me sorprendió cuando respondió a mi intento de una broma con una insinuación, así era ella y, a decir verdad, me agradaba que así lo fuera. Sólo ignoro su comentario, aunque debo admitir aunque fuera para mis adentros que la idea no me disgustaba. Sin embargo, no era el día ni el momento para actuar de esa manera y, menos aún con la espalda adolorida.

Observo atentamente el depósito y me pongo a pasear por él. Es un lugar pequeño, pero bien ambientado. Tanto que cualquiera podría pensar en ese lugar como una pequeña casa. Escucho sus palabras, mientras me dispongo a leer los títulos de los libros sobre una de las sillas pero sus palabras me obligan a volver la vista hacia ella -Eso significa que puedo quedarme aquí. ¿no?- estoy segura de su respuesta, pero si algo aprendí en todos estos años de intentar "relacionarme con gente" para subir escalones, era que no todos eran tan fáciles de entender. No esperé su respuesta para acercarme hacia el armario y abrirlo para revisar si ahí estaba todo lo que usaría para dormir. -No hay problema, puedo dormir sobre el suelo- suelto otra vez, sin pensar demasiado en lo que acabo de decir.

-Anotado, lejos del estante de magia oscura- cierro el armario y me dirijo nuevamente hacia las sillas, ésta vez para vaciar una mientras Moira empieza a cocinar. Una vez que está libre, mis ojos vuelven a revisar lo que la chica hace y me veo obligada a aguantarme la risa -¿Quieres que ayude en algo?- no quiero decirle lo que opino porque prefiero que no se ofenda, después de todo me estaba ofreciendo un lugar donde pasar la noche. Sin embargo, no puedo evitar pensar que Moira es realmente mala cocinando.

-Estuvo todo televisado ¿no?- preguntó porque hay sólo una cosa que deseo saber exactamente sobre lo que se vio, lo demás lo podía intuir -Marg... Meerah... esa niña con vestido extraño que al principio estaba con la hija de Jamie- estoy seguro de que Moira sabe que tengo una hija, pero igual de segura estoy de que no conoce el aspecto de la niña al menos de que se hayan encontrado en algún momento que yo no sepa -¿Se pudo ver que fue lo que le pasó?- estaba decidida a ayudar a los rebeldes a pesar de aquel ataque, pero para hacerlo debía saber quien se había animado a hacerle daño a una niña de 12 años.
Audrey S. Niniadis
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Buscando ayuda || Moira  ETb0oMS
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Invitado
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Con el ceño fruncido, observó los pocos alimentos dentro de aquel mini refrigerador y ni hablar de la simple alacena que acumulaba polvo y telas de araña entre las latas de conserva. Genial, ahora tenía que conseguir comida para la red, los sobrevivientes del catorce y Audrey, ¿En qué momento se había vuelto tan débil?
Tomó los huevos y los rompió dentro de una taza limpia, agregó un toque de sal y pimienta, para luego comenzar a batir, mientras el sarten se calentaba sobre la diminuta llama de la hornilla algo tapada. —A eso has venido, ¿No?— Respondió de la misma forma, ladeando la cabeza y arqueando las cejas. No hacía falta que le dijera que necesitaba un lugar donde pasar unas cuantas noches, fuera de los ojos de la ley.  —Intentaré conseguirlo cuanto antes.— Prometió sin voltearse.

Moira cortó el trozo de queso en pequeños pedazos, luego esparció la mezcla de los huevos dentro del sarten. —Creo que por ahora voy bien...— Arrugó la nariz con asco, no le gustaba para nada tener restos de alimentos entre sus preciosas uñas y olvidándose un rato del omelette, utilizó un cuchillo para quitar la suciedad.
Claro que al finalizar recordó la comida y rápidamente añadió el queso, para luego cerrar la especie de tortilla ayudándose con la espátula. Por suerte no se había quemado y sólo debía esperar que se derritiera el agregado.

Sipp...—Tarareó y apagó el fuego, para servir en un plato de plastico su delicioso platillo.
Lo llevó hasta la mesa y con un movimiento de su varita, quitó los libros de las sillas y los acomodó en los estantes correspondientes. Luego hizo flotar hasta Audrey un par de cubiertos limpios, para posteriormente dejarse caer en uno de los asientos, con las piernas estiradas. —No le presté mucha atención a las transmisiones.— Mentira, claro que lo había hecho, pero sólo puso su concentración en los rostros familiares. —Pero creo que vi a una niña rubia sin gustos para la moda...Estaba bien.

De su bolsillo sacó el frasco que había tomado de la tienda y lo dejó sobre la mesa, no tenía ganas de estirarse asi que lo dejó justo donde su brazo alcanzaba. —Ponlo sobre tus heridas.— Le indicó, era una crema curativa bastante buena.
Se cruzó de brazos y soltó un largo suspiro. —¿Que harás luego?— Por lo general Moira no se preocupaba por nadie, excepto por si misma, tampoco le importaba lo que los demás hicieran o dijeran, sin embargo este era un caso especial.
Los rebeldes habían declarado la guerra y cada hora que pasaba sin tener noticias de su madrina, más ganas tenía de entregar a los estúpidos del catorce con tal de recuperarla. Si no lo había hecho aún, era por el simple hecho de que Kenny no se lo perdonaría.
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