The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Ariadna T. Tremblay
Miembro de Salud
Si se encontraba con algún conocido, no tenía excusa alguna para explicar el porqué estaba oculta detrás de un contenedor de basura, en las afueras de una tienda de comestibles bastante concurrida por los elfos.
Su corazón palpitaba a mil, estaba nerviosa y segura de que aquella era la única oportunidad de obtener la ubicación de su amigo desaparecido.
Cuando su padrino le informó la situación y estado de Riley, Ariadna no pudo intervenir y se hizo a un lado, dejando que los profesionales más capacitados lo atendieran. Si bien seguía molesta con él por su estúpida pelea, eso no quería decir que no lo volvería a ver o que lo excluiría de su vida.
Las palabras que había utilizado contra él en su lugar de trabajo, sonaban dentro de su mente y la culpa la estaba comiendo viva, pero al ver a Amanita salir cargando las compras del día, la rubia esperó a que llegara al callejón y entonces la acorraló con un inofensivo hechizo.
Jamás había alzado la varita contra Gaspard, Lady Cora o James, era la primera vez que lo hacía y se sentía terrible. —Sólo dime dónde está, necesito verlo.— Le pidió con amabilidad, como si aquello contrarrestara el hecho de que la había inmovilizado con magia. —Por favor.

Un par de horas más tarde y gracias a su traslador, un mediano zorro blanco avanzaba a toda velocidad, corriendo por los campos y protegiéndose de los rayos del sol gracias a la altura de los cultivos.
Al alcanzar la granja que Amanita le había indicado, Ariadna regresó a su forma humana y golpeó la puerta tres veces seguidas.
Tenía las mejillas enrojecidas y una fina capa de sudor empapaba su piel por el ejercicio y el calor que hacía en aquel Distrito.

Si bien la paciencia era algo de lo que no carecía, insistió una vez más, mientras alzaba la voz. —Sé que estás allí, abre la puerta, Riley.—Le pidió, sin embargo tampoco obtuvo respuesta.
Decepcionada porque una elfina la había engañado, decidió dar la vuelta alrededor de la diminuta casa y al llegar a lo que suponía ser el patio trasero, se encontró a su viejo amigo...¿Cultivando vegetales?
Durante un par de segundos no reaccionó y sólo lo observó, allí estaba él, todo sucio, llenó de tierra y utilizando un sombrero demasiado grande, pero vivo. Al menos estaba respirando.
Cuando el shock de la situación pasó, Ariadna avanzó casi corriendo y estampó su palma abierta contra la mejilla del granjero. Otra cosa que jamás había hecho. —¡¿Cómo te atreves a asustarme así y luego desaparecer?!— Le gritó con los ojos brillantes. —¿Estás tonto?—Agregó sin alzar la voz, pedía explicaciones pero sinceramente no las necesitaba, le bastaba el saber que él estaba bien. No le dejó responder, porque pese a que era más mugre que mago, Ariadna lo envolvió en un fuerte abrazo. —Eres un idiota.— Repitió, antes de estrujarlo un poco más.
Ariadna T. Tremblay
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Riley Kavalier
Estoy seguro de que mi padre esperaba muchas cosas del dinero que me dejó de herencia pero nunca se habría imaginado que invertiría en los campos del distrito 9. El 50% de su pequeña fortuna es más de lo que habría necesitado para vivir toda una vida, pero por los acontecimientos ocurridos en el último mes tuve que sacar gran parte del banco, comprar una granja y recluirme del mundo por mi propio bien ¿Qué puedo decir? Estoy feliz aquí, algo que no había sentido en mucho tiempo.

Los primeros días fueron difíciles por la abstinencia, aún hoy cuando planto imagino que las hojas ocultan sustancias que me pueden hacer salir de éste mundo, pero estoy lejos de cualquier tentación y soy lo suficientemente fuerte como para al menos mantenerme dentro de los límites de mi hogar temporal. Aunque esa es la pregunta ¿Es realmente temporal? Hasta ahora me quejaba por estar muy solo pero ahora lo estoy disfrutando, no necesito a nadie ni quiero tampoco, por eso solo Amanita sabe dónde estoy.

En realidad mi soledad no es absoluta, el ser humano no está diseñado para eso ya que entraría en un espiral de locura imposible de salir, pero mi único vecino es distinto a todas las personas que he conocido hasta ahora que realmente no lo siento como una molestia o incomodidad. Parece tener una paz imposible de ver en el Capitolio, se toma su tiempo para hacer cada una de sus actividades y no le importa quedarse leyendo debajo de la lluvia. En realidad se ha convertido en una de mis actividades favoritas, solo ver como las gotas se deslizan sobre las páginas del libro encantado mientras el está sumergido, ajeno a todo lo que ocurre a su alrededor. Es bastante simpático y siempre está de buen humor.

Así que esto es mi vida ahora, los vegetales se han convertido en una parte importante. En especial las papas ya que en los primeros días tuve un pequeño accidente con ellas que le dio un nuevo significado al famoso experimento para crear electricidad. No fue casualidad, tengo la teoría de que es algo que siempre ha estado dentro de mí y ahora que estoy libre de drogas por primera vez en 15 años, está des reprimiéndose y adoptando la forma que siempre ha debido tener. Curioso y apropiado para mí.

En esa tarea me encuentro cuando veo llegar a Ariadna a la parte trasera de la granja. Me sorprende pues la última vez que nos vimos no le dije cosas precisamente bonitas y sin duda ha tenido que hacer un trabajo interesante para venir hasta aquí. La bofetada no me sorprende ni tampoco me molesta, si eso es lo que necesita hacer allá ella, mi nuevo vecino me ha explicado bien las consecuencias de reprimir los sentimientos y por experiencia propia sé que tiene razón - Lo siento, estaba ocupado intentando mantenerme con vida - respondo sin responder a su abrazo. Al igual que Lara se preocupa por cómo mis acciones la afectaron a ella y no por qué demonios estaba pasando por mi cabeza en esos momento, interesantes mujeres tengo en mi vida - No soy un idiota, soy un científico loco tomando unas necesitadas vacaciones ¿Qué le hiciste a la pobre Amanita para que te diga dónde estoy? ¿O qué debería hacerle por abrir la boca? - ponerla a juntar papas como mínimo.
Riley Kavalier
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Ariadna T. Tremblay
Miembro de Salud
No había visitado a Riley durante su estadía en el hospital porque aún estaba furiosa con él, sin embargo, su respuesta además de hacerla sentir culpable, también generó un fuerte sentimiento de egoísmo ¿Acaso eso era lo que Dave le reclama? ¿Ella era interesada, avara y codiciosa? Porque si la respuesta fuera afirmativa, no se habría dado cuenta.
Disfrutó un poco más del abrazo del cual sólo ella formaba parte y luego lo dejó ir, con un gesto preocupado formado en el rostro, mientras rascaba su brazo. Un mosquito ya le había succionado la sangre. —No le hagas nada, prácticamente le obligué a abrir la boca, no fue culpa de Amanita.— Confesó, al tiempo que disimuladamente recorría el cuerpo del brujo con la mirada. Se lo veía muy bien, pero su sanador interior tenía que asegurarse de que no tenía siquiera una diminuta herida.

El que utilizara el término "vacaciones" también la tranquilizó bastante e incluso le dibujó una pequeña sonrisa. —En serio me alegra que estés respirando aire fresco y nuevo...Aunque sea un poco apestoso. Te ves muy bien, Riley.— Intentó bromear.
Claramente el ambiente de campo, sudor y horas bajo el sol no iban con Ariadna, pero si tenía que arrodillarse, ensuciar su bonito pantalón blanco y ponerse a juntar vegetales con él para entablar una simple conversación, lo haría.

Escucha, tal vez no manejé muy bien la situación aquel día...— No hacía falta mencionarlo de nuevo, ambos sabían de qué estaba hablando. —Es sólo que me en verdad me preocupé y por más que hiciera lo imposible por ayudarte, sé que no fue suficiente, porque al final...todo depende de ti.— En un intento de acomodar sus palabra, terminó peinando su cabello suelto culpa de los nervios. —Lo que intento decir y sabes que no soy buena con las palabras, es que lo siento...Lamento no haber estado para ti. No es a Amanita a quien deberías castigar, si no a mi por ser una terrible amiga.

Al finalizar su pésimo discurso, la memoria no le falló. Sacó de su bolsillo una diminuta caja de cartón pintada con rayas blancas y celestes y con un suave movimiento de su varita, la devolvió al tamaño real. Por suerte había recordado el hechizo para mantener todo en su lugar.
La cobertura era de color amarillento, indicando el sabor de la vainilla y por encima del glaseado, toda la circunferencia y los bordes estaban decorados con frutos secos, sobretodo nueces.
No era perfecta, una parte de la torta estaba más elevada, la salsa de vainilla no estaba bien esparcida e incluso algunas almendras se habían caído sobre la bandeja,  una clara señal de que no era comprada, si no que Ariadna había intentado cocinar por primera vez en la vida. Con la ayuda de Lady Cora, por supuesto.  —Feliz cumpleaños, Rye. — Lo saludó, sosteniendo la tapa en una mano y el pastel en la otra.
Ariadna T. Tremblay
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Riley Kavalier
Al parecer Amanita no recibirá un castigo demasiado severo, aunque si tendré que hacer un cambio estratégico para que vaya a hacer las compras ya que lo último que quiero es que haya un desfile de personas por aquí... En realidad sé que no va a haberlo, tampoco es que tenga tantos amigos o personas que se preocupen por mí ¿Mi madre quizás? Le envié un nota diciéndole que estoy vivo y quizás ha sido algo desconsiderado teniendo en cuenta que no hace mucho perdió a mi padre, pero no sé hacerlo de otra forma. Quizás no estoy siendo un hijo ejemplar pero ella tampoco ha sido una madre digna de un premio, quizás luego de ésto podamos poner el tanteador en cero y comenzar de nuevo.

Sonrío con su comentario aunque no estoy seguro de si lo dice en serio o es una broma. Personalmente me veo mejor, tengo más color en la piel aunque eso es porque he abandonado mi vida de laboratorio para reemplazarla por actividades al aire libre y porque llevo plantando desde que llegué aquí lo que ha hecho que suba de cero masa muscular a al menos un poco - ¿Quién iba a decir que la vitamina D era tan necesaria? - respondo entrecerrando un poco los ojos para mirar al cielo, he estado más al sol en éstas últimas semanas que toda mi vida entera.

No esperaba que toque el tema de lo ocurrido la otra vez tan rápido así que me toma por sorpresa cuando comienza hablar. Por un momento creo que se acerca otra pelea pues pelear es lo único que estaba haciendo antes de recluirme, pero no es así... De hecho siento como algo en mi interior se va ablandando con cada una de sus palabras y lo siento como una caricia al alma pues es bonito escuchar algo así de alguien que conoces desde hace tiempo - No eres una terrible amiga, Ari - respondo y llevo una de mis manos al pecho pues me agarra una sensación extraña.

Cuando saca el pastel noto rápidamente los pequeños detalles, en primer lugar que está hecho de mis ingredientes favoritos ¡Amo las nueces! y en segundo que tiene un aspecto terrible lo que hace que sea fantástico pues es una clara señal de que lo ha hecho con sus propias manos. Ni siquiera me molesto en responder, solo me meto entre sus brazos con el pastel a un lado y la tapa del otro y la envuelvo por la cintura en un enorme abrazo, honesto y que la rubia se merece más que nada - Hoy es mi cumpleaños, lo había olvidado - comento entre risas con mi rostro escondido entre su cabello - Gracias - agradezco al final dándole un tierno beso en la mejilla.

Sé que lo siguiente es separarnos, quizás ir adentro de la casa y probar bajo nuestro propio riesgo el pastel pero no puedo hacerlo, en cambio la sensación del pecho sube hasta mi garganta y finalmente las lágrimas salen por los ojos. No entiendo por qué estoy llorando ni tampoco por qué no puedo soltar a Ariadna, solo sé que necesito quedarme unos segundos más así antes de recuperar la compostura, menos mal que es casi tan alta como yo sino ésto me dejaría un molesto dolor de espalda - Lo siento... Creo que necesitaba eso más de lo que creía - confieso apartándome por fin y limpiándome las lágrimas de los ojos con ambas manos - ¿Quieres pasar y lo comemos con un café? Me daré un baño antes... - aseguro pues no quiero obligarla a estar en mi compañía luego de toda una mañana de trabajar bajo los rayos del sol. Aunque con el abrazo que le he dado... quizás ya sea demasiado tarde para eso.
Riley Kavalier
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Ariadna T. Tremblay
Miembro de Salud
Al ver la sonrisa de su amigo, Ariadna se relajó bastante y mientras seguía su mirada hacia el cielo, buscando qué era lo que captaba la atención del brujo, murmuró. —Bueno, siempre te he dicho que la luz solar ayuda al aspecto de la piel, mas también equilibra el colesterol, estimula las defensas y lo más importante, favorece al estado de ánimo.— Cerró los ojos y soltó una leve carcajada, se había prometido a si misma que no hablaría del trabajo o cualquier tema relacionado, cuando estaba fuera hospital. —Por eso muchos prefieren el verano antes que el invierno...la depresión.

Su discurso fue patético, como si de algún modo su cerebro se desconectara y cortara la relación con su lengua, ya que no tenía coherencia lo que estaba diciendo.
Al finalizar, soltó un largo suspiro tratando de recuperar el aliento y ante las palabras de Riley, una sonrisa aún más grande se dibujó en su rostro, luego de todo lo ocurrido y no sólo con él, necesitaba tanto escuchar eso. —Pero tampoco soy la mejor.— Agregó, apartando los mechones cortos que golpeaban su rostro después de la corrida por el campo.

Al levantar la tapa de la caja que había pintado, le enseñó el pastel sintiendo pena y vergüenza ajena, era un desastre y no se veía para nada como la foto de la receta, sin embargo al obtener el tan esperado abrazo, empezó a reír con alegría. —Sabes que nunca olvido los cumpleaños de las personas importantes en mi vida.
Estaba muy bien contenida, se había prometido no volver a llorar, sin embargo el tierno beso en su mejilla seguido por las lagrimas de emoción del brujo, la rompieron. —¡No hagas eso que me...!— Demasiado tarde, las gotas ya escapaban de sus ojos empapando las sonrojadas mejillas y la sonrisa se había convertido en un inconsciente puchero.
Al ver un extraño barril cerca, hizo que la tarta se posara en el y así pudo por fin rodear a su amigo en un abrazo mucho más fuerte, al tiempo que una de sus manos acariciaba los castaños cabellos.

Perdió la noción del tiempo y aunque quiso pedirle que se quedara así un ratito más, lo dejó ir y aprovechó el momento para limpiar sus ojos y rostro. Menos mal que no llevaba maquillaje. —Si alguien pregunta, resolvimos nuestras diferencias con café y una larga conversación, como adultos maduros que somos.— Bromeó y ante la invitación, asintió cargando la caja para seguirlo hacia el interior de la casa. No quería decirlo en voz alta, pero si seguía bajo el sol con lo delicada que era su piel, no tardaría en volverse cangrejo.
Me alegro de que la comida haya comprado tú perdón, porque si me decías que me largue, estaba dispuesta tirarme de rodillas a juntar lechuga o lo que sea que tengas ahí. El café suena mil veces mejor, claro.
Ariadna T. Tremblay
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Riley Kavalier
Su carcajada me contagia aunque también río porque siempre he preferido el invierno. Aunque así ha sido todo en mi vida ¿No? Ocultándome en la oscuridad creyendo que era lo más conveniente, lejos del reflector para evitar a las personas juzgándome y lejos de la vista de aquellos que sabía que lo harían aun estando en las sombras - Bueno, definitivamente mi estado de ánimo está mucho mejor - quizás no tan animoso como cuando consumía los hongos, pero ésto se siente más real que aquello... Levantarme todas las mañanas sin tener que hacer algo realmente, saber que no tengo que preocuparme por controlar con cuidado las dosis pues ya no las quiero, en realidad sí las quiero sino no estaría aquí pero ahora comprendo que lo mejor para mí es alejarme de ellas.

Probablemente hay un ser humano en el mundo que tenga un amigo perfecto, aunque la mayor parte de la tierra está destruida aún quedamos millones y millones de habitantes ¿Cierto? Pero no estoy interesado en la perfección objetiva, ahora mismo Ari está haciendo justo lo que necesitaba, sin saberlo dio en el clavo con sus acciones y palabras ¿Qué más perfecto que eso? Sin embargo no lo digo en voz alta, simplemente la observo con una sonrisa pues quiero grabar el momento en mi memoria.

Ahora me siento culpable por no recordar su cumpleaños, tendré que ir a la isla ministerial a charlar con su madre y abastecerme de los datos necesarios pues se me habrán escapado varias cosas bajo la influencia de las drogas a lo largo de los años. Aunque si mal no recuerdo es en diciembre así que tengo unos meses de respaldo para conseguir la fecha exacta - Solía sentirme incómodo con el contacto físico... Parece que ya no - respondo cuando se queja por hacerla llorar y la abrazo aún más fuerte. Tampoco creo que vaya a convertirme en un osito cariñosito de ahora en más, pero es probable que pueda intentar cosas distintas.

- Oye, los adultos pueden llorar - respondo parpadeando para quitar la sensación de mis ojos. Eso es algo que me ha dicho mi vecino... A quien debería preguntar su nombre para dejar de llamarlo así, aunque han pasado varios días así que quizás sería raro - No me atrevería a torturarte de esa forma - respondo haciendo un ademán para que pasemos adentro. Claro que de camino tomo el pastel que dejó sobre el barril.

Al ingresar a la casa por la puerta trasera, pongo mi mano sobre uno de los enchufes y enciendo las luces ¿Estoy alardeando? Probablemente... Así se puede ver la gran sala, con un amplio y cómodo sofá en el centro frente a una mesa ratona de madera. No hay televisión pero sí algunos periódicos acomodados en un rincón, parte de mi proyecto de estar enterado de lo que ocurre en el mundo para ordenar mis prioridades y no andar por ahí como un científico caprichoso que solo quiere hacer lo que se le da la gana.

- Bienvenida a mi humilde morada. Toma asiento en el sofá, nos prepararé el café.
Riley Kavalier
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Ariadna T. Tremblay
Miembro de Salud
¿Eso significa que ya tengo pase libre para abrazarte cuando quiera?— Preguntó bromeando, al tiempo que recibía con gusto aquel fuerte apretujón que tanto necesitaba.  Esperar detrás del contenedor de basura a Amanita era lo mejor que había hecho en meses.
Al alejarse, se dedicó a secar sus mejillas con los dedos y a sacudir las manos frente a su rostro para frenar las lagrimas.

Decidió no hacer comentarios acerca de qué si podían hacer los adultos y que no, y antes de seguir a Riley al interior de la casa, trató de sacudir la tierra que manchaba sus pantalones. —Menos mal que tuviste consideración.— Le sonrió con los labios presionados, parpadeando velozmente en un intento de hacer ojitos.

Ariadna se había preocupado tanto en encontrarlo, que jamás pensó cómo estaría viviendo o qué estaría haciendo, por esto mismo al tenerlo frente a ella cultivando, le sorprendió demasiado y ahora, al ver la hogareña casa, para nada humilde, de nuevo se quedó atónita. Tenía que dejar de juzgar a las personas.
Muchas gracias...— Susurró recorriendo la sala con la mirada, para posteriormente voltear hacia él. —Puedo prepararlo mientras tú te duchas, si no llenarás de tierra todo...Por cierto ¿tienes té para mi?— Hacia un par de días había estado de guardia y la cantidad de cafeína que había consumido, no era para nada saludable.

Se acercó al brujo para quitarle de las manos el pastel y lo dejó con cuidado sobre la mesa ratonera frente al sofá. Luego de dar un par de pasos y descubrir la entrada de la cocina, se puso manos a la obra. —Vamos, ve...Sólo es hervir un poco de agua, no incendiaré tú preciosa casa.— Le aseguró con el ceño fruncido, no completamente segura, mas de inmediato cambió el gesto a una sonrisa. —Te haré la mejor taza de café del mundo, ya verás.
Ariadna T. Tremblay
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Riley Kavalier
Hago una mueca pues sé que es una pregunta capciosa, si digo que sí puede que la tenga todas las mañanas lista para darme un abrazo de buen día y no creo poder tolerar eso. Pasos de bebé, quizás pueda darle uno de despedida cada vez que nos veamos mientras evalúo cómo me siento acercándome un poco más a gente con la que no tengo tanta confianza. Aunque ahora que me doy cuenta, creo que estoy haciendo demasiados planes a futuro siendo que hace unos momentos la posibilidad de vivir aquí para siempre, aislado del mundo, existía - No me presiones - respondo algo tarde con una sonrisa perdida pues el segundo pensamiento aún está dando vueltas en mi cabeza.

Ruedo los ojos cuando hace ojitos y me propongo a mi mismo convencerla de experimentar la mugre algún día. Nunca me había siquiera planteado hacer trabajo de campo, creo Andrew instaló la idea en mi cabeza de manera inconsciente ¿Qué estará haciendo, por cierto? No es que le haya dejado alguna orden más de que vaya a casa... Tengo que hacer una visita al tres en las próximas semanas solo para comprobar si sigue allí - Es relajante trabajar con el cuerpo, mucho más estimulante que ir al gimnasio - no es que haya ido alguna vez pero imagino que no debe ser muy divertido sentarse a levantar pesas.

Asiento cuando pregunta si tengo té y señalo la encimera de roble que está junto a la heladera. Tiene unos cuantos para elegir, excepto el de tilo que Amanita debía reempalzarlo. Ya debería haber vuelto, pero supongo que sabe lo que le espera por abrir la boca así que debe estar haciendo tiempo mirando las personas cruzar la calle o algo similar - Estaré de vuelta en un segundo - indico y me meto por el pasillo hacia las escaleras para buscar algo de ropa en mi habitación.

Entro al baño y me doy una ducha lo más rápido que puedo, concentrándome en sacar todos los rastros de tierra de mis brazos y el sudor, por supuesto. Diez minutos más tarde estoy afuera y rápidamente me coloco la camisa azul elegida y un par de jeans oscuros. No me molesto en ponerme calzado ya que el suelo térmico es bastante agradable. Sí, puede que le haya hecho una modificación o dos al diseño original, el distrito 9 no es conocido por su tecnología.

- Estoy de vuelta - comento ingresando una vez más a la sala. Menos mal que existe la magia y bastó un movimiento de varita para secar mi cabello, de otra forma estaría chorreando agua por todos lados, debería recortarlo un poco - La casa no está en llamas, eso es bueno - bromeo mientras voy al sofá y me siento cruzado de piernas.
Riley Kavalier
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Ariadna T. Tremblay
Miembro de Salud
En cuanto Riley se despide y corre a tomar una ducha, la rubia pone a hervir el agua sobre la hornilla de la cocina, acomoda dos tazas con sus respectivos platos y busca en las alacenas el café, azúcar y edulcorante.
Al encontrar un saquito de té con sabor a pomelo, naranja y limón, lo tomó para dejarlo dentro de su taza y con cuidado, comenzó a mezclar el café con un poco de agua para hacerlo batido y lleno de espuma.
El fuerte color marrón se convierte en un tono más suave, casi caramelo, justo cuando la tetera comienza a silbar indicando que el agua estaba lista.

Ariadna llenó las tazas, colocó una cuchara sobre cada plato y las llevó hacia la mesita con muchísimo cuidado, mordiéndose la lengua, ya que no quería ensuciar nada. En el segundo viaje, cargó con el azucarero, la botellita de edulcorante liquido y un par de servilletas. Para cuando regresaba hacia la sala por tercera vez, con dos platos, un cuchillo y dos tenedores, se encontró de frente con su amigo impecable. —Que poca fe en mis habilidades hogareñas.— Bromeó tomando asiento en el sofá junto a él. —No recuerdo cómo tomabas el café, ¿con o sin leche?

La bruja se estiró para volcar dentro de su taza un poco de edulcorante y luego revolvió sin golpear la porcelana con la cuchara. Delicadeza pura.
Estaba a punto de tomar el cuchillo para cortar el pastel, cuando se detuvo y sacó la varita. Un suave movimiento hizo aparecer en medio de la cobertura, una pequeña vela encendida y entonces miró a Riley con una enorme sonrisa, arqueando las cejas. —Pide un deseo y sopla. No te conviene que empiece a cantar o explotaran los vidrios y espejos de tú casa.
Ariadna T. Tremblay
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Riley Kavalier
Creo que no conozco una sola persona en el mundo en cuyas habilidades hogareñas confíe. Seguramente hubo una generación en el pasado que decidió que los quehaceres de la casa no eran tan importantes y de ahí en más todos fuimos en picada, excepto los esclavos que supongo que tuvieron que reaprender por... bueno, obvias razones - Mejor tener las expectativas bajas, así el mundo te sorprende más de seguido - quizás no es el pensamiento más positivo del mundo pero es algo de lo que no me pienso desprender, ha mantenido a salvo al Riley del pasado en varias ocasiones así que seguramente podría hacerlo con esta nueva versión de mí.

- Con leche - indico para cortar un poco. Solía tomarlo negro, es uno de los pequeños cambios que decidí empezar a implementar. Sin embargo no hay tiempo para empezar a tomarlo pues Ari saca una velita y la pone encima del pastel antes de cortarlo ¿Un deseo? Sé que es la costumbre pero no se me ocurre nada... No tuve cumpleaños particularmente felices así que mi deseo solía ser que la fiesta se termine o no tener que saludar a nadie más en todo el día. Claro que nunca se cumplían.

- Es más difícil de lo que crees - me excuso por tardarme unos segundos más de lo debido - Lo diré en voz alta porque no espero que un pastel mágico haga el deber por mí, se que es solo una costumbre - porque hay magia en el mundo pero sigo siendo escéptico con algunas cosas - Deseo tener una buena vida - digo al final sin apartar los ojos de la flama y soplo ligeramente hasta que se extingue por completo. Ahora el problema es pensar qué es una buena vida para mí... Volver a mi empleo, crear cosas, tener gente amigable a mi alrededor, poder hacer amigos y disfrutar de su compañía, no necesitar de las drogas para sentirme vivo ni tampoco para cumplir las expectativas de nadie, amar y ser amado, dejar mi marca en el mundo para que las personas me recuerden cuando ya no esté - Trabajaré en eso, lo prometo - aseguro pues no solo es mi amiga, también fue mi sanadora por mucho tiempo - Seré un paciente ejemplar.
Riley Kavalier
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Ariadna T. Tremblay
Miembro de Salud
No es la primera vez que Ariadna escuchaba aquella frase, de hecho, la mayor parte del tiempo ella misma la utilizaba para no decepcionarse o frustrarse, cuando las expectativas puestas en algo o alguien no se cumplían. —Te entiendo y aunque no lo creas, en muchas situaciones lo aplico...sobre todo en el trabajo. Sin embargo creo que existe una delgada linea entre vivir con expectativas y vivir de ellas.— Se encogió de hombros, abrazándose a la calidez de la taza de té, no hacía frío, sin embargo la rubia siempre tenía las manos heladas. —En todo caso, no me gustan las sorpresas, prefiero tener las cosas bajo control.— Y si, también era culpa de su sanador interior.

Ante la respuesta, Ari volvió a mover la varita antes de dejarla sobre la mesa y a los pocos segundos, una jarra de porcelana a juego con las tazas, apareció flotando repleta de leche.
Las indicaciones con la vela ya estaban dadas, el silencio rodeó a ambos, mas no resultó incomodo, ya que mientras él pensaba en qué iba a desear, la bruja bebió unos cuantos sorbos de la dulce y ácida infusión. Vaya que tenía sed luego de todo el correteo por el campo.

Con la mirada puesta en el castaño, escuchó lo que pedía y sus labios se convirtieron en una sonrisa algo ladeada. No tardó en estirar una de las manos para acariciar con suavidad el hombro de su amigo, viéndolo apagar la llama. —Feliz cumpleaños...— Repitió alegre.
A Ariadna no le gustaban las sorpresas y menos las promesas, sin embargo escuchar lo que Riley ofrecía, le llenó el pecho de orgullo y si, sus ojos volvieron a humedecerse, sin llegar a soltar las lagrimas. —No quiero que seas un paciente ejemplar, quiero que estés bien por elección propia, que tengas esa buena vida de la que hablas y sobretodo...quiero a mi amigo con vida, sano.— Abandonó la taza de té sobre la mesa y aunque lo que más quería era volver a abrazarlo, ya lo había presionado demasiado. Tuvo que conformarse con dedicarse a cortar dos trozos de pastel para luego servirlos.
Ariadna T. Tremblay
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Riley Kavalier
Los primeros sorbos de café son reconfortantes, pero creo que ya es hora de que aprenda a hacer jugos un poco más frescos. El distrito 9 es uno de los más calurosos de Neopanem y el verano se está notando, en realidad queda poco para que termine aunque eso no quiere decir que mis vacaciones lleguen a su fin también. Es lo positivo de no haber usado mi tiempo libre en todos los años que llevo trabajando en el ministerio, podría tomarme incluso un año sabático y estarían obligados a cubrir mis gastos.

Pero el café queda de lado para dedicar mi atención al pastel y una vez que termino de apagar las velas paso mi atención a la rubia a mi lado. Tiene los ojos húmedos y me tardo unos segundos en comprender por qué ¿Es porque no confía en que seré un mejor paciente? ¿O porque se alegra de que por fin lo seré? No sé de dónde saco tanta auto confianza pero ésta es la definitiva, no creo que haya otra recaída. Jamás he llegado a éste extremo para mi recuperación y no quiero causar más tristezas, lo que hago afecta a mi entorno y es hora de que empiece a entenderlo.

Tomo las porciones de pastel que corta y las dejo a un lado para poder tomar sus manos y captar su atención. Es hora de decir algo que la deje tranquila, para que esas lágrimas no vuelvan a surgir y que vuelva a Neopanem segura de que la próxima vez no me encontrará tirado en el suelo con una aguja en el brazo. Porque tendrá que volver y yo aún no estoy listo para hacerlo ¿Qué garantía puedo dejarle? - Te prometo que estaré bien, ahora y siempre - aseguro mirando sus ojos con una sonrisa y luego bajando la mirada hasta sus labios.

Es extraño, jamás he hecho esto pero lo que dije antes es cierto. El contacto físico ya no me molesta como antes y es hora de que empiece a probar cosas nuevas, además... No puede ser que tenga 31 malditos años y aún no haya besado a una chica así que decido arreglar eso tomando su rostro y uniendo nuestros labios con cuidado, de forma suave tal y como lo hacen en las películas aptas para todo público. La sensación es agradable, cálida y la temperatura del ambiente no tiene nada que ver con eso - ¿Que tal? Mi primer beso - murmuro con una sonrisa tras separarnos - Esa es mi promesa.
Riley Kavalier
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Ariadna T. Tremblay
Miembro de Salud
Con las porciones de pastel servidas en sus respectivos platos, Ariadna ofreció uno de ellos al brujo, sin embargo él se apresuró en tomar ambos, para luego dejarlos sobre la mesita de madera, a un lado de las humeantes tazas.
No comprendía qué estaba haciendo, hasta que Riley sujetó sus manos y realizó una nueva promesa, esta vez sin apartar la mirada de su rostro, ¿En verdad podía confiar en sus palabras? Había sido su doctora durante tanto tiempo, lo había visto en su mejor momento y en el peor...y por esto mismo le costaba fiarse de él.  Sin contar que su padrino le había informado en simples detalles lo mal que había llegado a la guardia y como se salvó de milagro gracias a su esclavo. —Has tenido una nueva oportunidad para demostrarlo, no la desperdicies.— Le pidió utilizando su tono de voz más suave.

Las siguientes acciones del castaño la tomaron por sorpresa, de entre todas las personas del mundo, jamás hubiese esperado que él la besara. Si, era guapo, inteligente y le encantaba su compañía, pero también era su mejor amigo de años.
El delicado agarre de sus manos tomando el rostro de Ariadna, fue lo que la llevó a cerrar sus ojos y dejarse llevar por la agradable sensación. Si bien al comienzo no sabía qué hacer, luego entró en confianza y respondió al beso, envolviendo el torso de Riley en un incomodo abrazo.

Sus mejillas estaban teñidas de un ligero color rosa y esta vez no era por la corrida en su forma animal. Se apartó con cuidado y al volver a mirarlo, sonrió sin separar sus labios. —Bastante bien para ser el primero.— Susurró en voz baja y una pequeña risa escapó de su boca. No se estaba burlando, simplemente se había puesto muy nerviosa ante la nueva e inesperada situación. —Puede que ahora si me gusten un poco tus promesas.— Bromeó.
Acomodando sus cortos cabellos, intentó cambiar el tema, sin embargo quien hizo un mejor trabajo fue Amanita, al aparecerse en la sala cargada con las bolsas del supermercado.
Ariadna T. Tremblay
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Riley Kavalier
Comienza siendo extraño, como es lógico, pero al final Ari logra adaptarse haciendo que se quite el peso en el pecho que siento por unos segundos. No hay que pensar lo que significa ahora ni darle vueltas al asunto, es un beso que le di porque tenía ganas de hacerlo y porque podía... Vaya que estoy descubriendo cosas nuevas, solo hacía falta estar sobrio al parecer — ¿Cómo que "bastante bien"? — pregunto fingiendo estar ofendido — Ya me considero todo un experto — bromeo y me sumo a las risas, solo que las mías no son nerviosas.

—Bueno, quizás deba hacer promesas más de seguido entonces — respondo acercando mi rostro para un nuevo beso, un poco más profundo quizás pero Amanita aparece con las bolsas haciéndome dar un salto en el sofá — ¡Justo a tiempo, Ams! ¡Justo a tiempo! — exclamo y puedo oír como la elfina va hacia la cocina riendo. Creo que le estoy dando demasiadas libertades.

Me acomodo bajando las piernas y tomo el trozo de pastel que ha cortado Ari anteriormente. Sin decir nada le doy un bocado con más confianza de la que debería y me sorprendo al descubrir que en realidad está delicioso. Está húmedo, la mezcla de frutos es perfecta y después de todo... ¿No es en realidad el gusto lo único que importa?

Está delicioso — felicito luego de tragar el tercer bocado y tomo el café para no atragantarme — Cuando decida volver te devolveré el favor, intentaré hacer un pastel — suena al incio de una tragedia pero creo que puedo intentarlo. Hoy he hecho cosas que hasta ahora había considerado imposibles.
Riley Kavalier
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