Todavía tenía las palabras de Arya resonando en mi cabeza mientras me escabullo por los callejones que me llevarían al departamento de Kenny. No son muchas calles de distancia entre un lugar y el otro, pero en estas semanas que pasaron estuve más preocupada por la recuperación de Cale y por mi propio duelo como para hacer ese pequeño viaje. Tampoco era precisamente seguro recorrer el distrito a mis anchas, no nos movíamos del loft a menos que Ary tuviese clientes, o que la situación realmente lo ameritara. Básicamente todavía trataba nuestra estadía en el Cinco como si fuese una de las excursiones en busca de provisiones: algún hurto por aquí y por allá, pero siempre manteniendo un bajo perfil y con la mayor cautela posible. Cuanta menos gente supiese de nuestra presencia aquí, más seguro sería para nosotros; es por eso que no había querido que nuestra existencia se hiciera conocida para los de la red. Hasta ahora al menos.

Aún no podía creerme lo que había escuchado. Fueron días y días de tortuosas memorias y el desasosiego de sabernos los últimos sobrevivientes y ahora… Kenny no jugaría con nadie de esa manera, si el mensaje decía “la enfermera y el hombre lobo” era obvio para cualquiera que hubiese vivido en el Catorce en los últimos años que se trataba de Alice y Ben, y que estén buscando a los chicos… Cale estaba convencido de que Zenda había logrado escapar, pero yo había preferido cerrarme a cualquier idea que me diese una esperanza que luego pudiese ser aplastada.

Me aferro al colgante de mamá y giro por una calle con cuidado de verme lo más casual que puedo pese a estar temblando como una hoja de otoño, tratando de mantener un paso acorde aunque solo tenga ganas de salir corriendo para llegar aún más rápido. Esperaba que nada hubiese cambiado demasiado desde la última vez que estuve allí, probablemente hubiera sido conveniente el haberle preguntado a Ary antes de salir disparada, pero no estaba pensando con claridad en esos momentos. Una vez que la castaña había terminado de pronunciar el mensaje que había recibido, yo ya estaba cerrando la puerta tras de mí, dejando a mi hermano y a la muchacha sin siquiera poder discutir razonablemente nada. Ya me perdonarían luego, era imposible pensar que podía quedarme quieta luego de una revelación como esa.

Una vez que estoy frente a la puerta, aporreo con firmeza la madera, rogando que la misma se abra por arte de magia si hacía falta. - ¡Kennedy Wang! Abre ya maldita sea. O cualquiera que pueda oírme. - Sabía que solamente la gente de confianza podía entrar y salir del departamento, pero aún así que trato de elegir con cautela mis palabras con cuidado de no decir demasiado por si acaso. - Me enteré de lo del mensaje. ¿Es verdad? Lo de la enfermera y el lobo… - Y creo que mi voz debe sonar casi al borde de la desesperación, pero no tenía control sobre nada en estos momentos.

Desalentadoras, así han sido las últimas semanas. Ni siquiera la emoción de verme en compañía de una prima que jamás había contado ha servido para olvidar la realidad que me veo obligado a enfrentar todos los días. Intento quitarme de la mente lo que ha pasado en el catorce, obviar que Arianne de seguro ha sido juzgada por mi culpa y me centro en saber que debemos encontrar a los chicos, pero que no aparezcan por ningún lado es lo que necesito para empezar a ser nuevamente un aura de pesimismo. Saber que Seth está bajo la mirada de su madre tampoco es alentador. Al final, el panorama es más complicado de lo que he querido admitir.

Creo que mi estado de ánimo se delata por sí mismo y nadie me molesta cuando soy el único que se queda tendido en el desgastado sofá. Me lo he ganado, si consideramos que no he descansado ni un solo día desde que puse un pie en el cinco. Creo que nadie puede reprocharme que, por hoy, no quiera siquiera respirar. Estoy con un brazo cruzado por encima de la cara y las patas colgando por el costado (no, no entro estirado en este lugar) cuando el golpeteo en la puerta, tan alterado, hace que dé un bote en mi sitio y tenga que aferrarme de los cojines para no irme por el costado del sillón. El corazón ha saltado por inercia, pero se acelera como una tromba cuando reconozco la voz del otro lado. Una voz que creí que se había apagado, que jamás volvería a gritarme, porque apostaba a que ella había muerto junto a todos los demás. No puede ser posible… ¿O sí? ¿Ya he empezado a alucinar?

Ni siquiera le doy tiempo a la duda. Me pongo de pie lo más rápido que puedo y cruzo la habitación del loft en pocas grandes zancadas, tiro de la puerta con algo de brusquedad (tanta, que tengo que echarme para atrás en un intento de que no me dé de lleno en la cara) y ahí está. La figura diminuta, rubia y alterada de Ava Ballard. Viva, como no pensé que volvería a verla. Me encuentro pasmado, con mi mejor cara de idiota y abro la boca con intenciones de decir algo, pero descubro que no tengo palabras y mi voz apenas emite algún sonido. Me toma segundos el avalanzarme sobre ella, estrechándola con los brazos y hundiendo el rostro entre su cuello y su hombro, como si de esa manera pudiese sentir que es real, que no la he perdido a ella también, que el alivio que siento es completamente tangible. Suspiro, dejando salir una risa ahogada y temblorosa y la aprieto un poco más fuerte — ¿Cómo…? ¿Qué haces aquí? — la suelto con dificultad, aunque solo lo hago para tomarla por los hombros y poder verla mejor. No quiero admitirlo, pero se me han enrojecido la nariz y las orejas por culpa de la emoción que estoy tratando de contener para no quebrarme como un idiota — Creí que… — me relamo, a sabiendas de lo difícil que es decir esto — Pensé que estabas muerta — como todos los demás.

No sé que estaba esperando que sucediera cuando se abriese la puerta. Tal vez, si hubiese estado menos concentrada en mi aporreo y más concentrada en escuchar, podría haber reconocido las pisadas características que he conocido desde hace años; pero no lo hago, y cuando la madera es reemplazada en cuestión de segundos por la figura de mi hermanastro, creo que voy a desmayarme y salir corriendo al mismo tiempo. O al menos esa es la sensación que me genera el repentino repiqueteo que siento tanto en mi pecho como en mis oídos.

No estoy segura de qué expresión se encuentra pintada en mi cara, sé que mis ojos comienzan a picar pero no estoy segura de si es por mantenerlos abiertos como platos por culpa de la sorpresa, o porque tengo la impresión de que voy a largarme a llorar de un momento a otro. Y lo hago, porque cuando los brazos de Ben me envuelven en el mejor abrazo que he tenido en mucho tiempo, la sensación de alivio me recorre desde la nuca hasta las puntas de los pies, llenándome de una calidez y una felicidad que no he tenido en semanas, meses incluso. Siento su risa haciéndome cosquillas sobre mi cuello, y envuelvo con fuerza su torso con mis brazos. pegando mi mejilla contra su pecho, sin estar segura de que el galopar que escucho sea mi pulso, o el suyo. Sé que me pregunta algo, pero no lo capto del todo, demasiado cargada de… todo, como para poder siquiera entender por qué me separa de él. - ¿Yo? Yo también creí que estabas muerto, idiota. ¡Creí que todos lo estaban!

Y no sé si el enojo es por el contacto perdido, por su comentario, o por qué, pero de golpe empiezo a golpear su pecho con una frustración que he acumulado por semanas, desquitandome con él pese a que no tiene culpa de nada. - Tú. Maldito. Desgraciado. - Acentúo cada palabra con un golpe, y termino apoyando mis dos puños cerrados sobre su pecho. - Tuve que enterarme por Arya, y ni siquiera sabía si era verdad. ¿El lobo y la enfermera? ¿De verdad? Golpeo nuevamente con ambos puños, y me muerdo el labio tratando de contener nuevamente las lágrimas. - ¿Y los chicos? ¿Es verdad que también escaparon? Cale confiaba que sí, pero yo no quería creer… no podía… - Y como si no lo hubiese estado golpeando segundos atrás, me suelto de su agarre y me lanzo a su cuello, rodeándolo con mis brazos sintiendo una mezcla de emociones tan grande que creo que no terminan de caber dentro de mi diminuto cuerpo.

No alcanzo a decirle que su sospecha es algo que todos teníamos, cuando empieza a golpearme con sus puños que, por pequeños que sean, me provocan cierta molestia en el pecho. Levanto las manos en un intento de frenarla pero no lo hago, en parte porque ella se detiene, por otro lado porque creo que se merece la descarga — ¡Lo lamento, de veras! No pensé que … ¡Podrías haber venido primero! — bien, sé que esa no es excusa, ella tenía sus razones, supongo. Aún así, busco explicarme del modo más infantil que soy capaz, como si buscase zafar del castigo de un padre que ya no tengo, ni ella tampoco y que nos han criado a ambos. Ni siento el siguiente golpe — Tenía que encontrar el modo de no ponernos en evidencia si el mensaje era interceptado. Solo fue seguridad, no se me ocurrió nada mejor — vamos, que jamás fui la mente creativa del equipo ni mucho menos, mi imaginación es bastante nula. Creo que me conoce lo suficiente.

Entiendo su necesidad de despegarse de la esperanza, tanto como comprendo que se aferre una vez más. Me obligo a tomarla entre los brazos, tarea sencilla por su cuerpo pequeño y la estrecho en un arrullo que pretende ser de ayuda, apenas balaceándola de un lado al otro. Jamás pensé que escuchar a Ava maldecir en contra de mi persona y tener un ataque de nervios sería algo que necesitaba, pero resulta que sí y mucho — Los sacamos a tiempo. Los envié a las montañas, pero parece que se encontraron aurores en el refugio, porque hallamos unos cuerpos y un mensaje en la puerta. Vinieron a NeoPanem, pero no tengo idea de dónde se encuentran — es desalentador, lo sé, pero al menos sabemos que están vivos. O al menos, lo estaban, pero eso no quiero decirlo en voz alta.

Lejos de querer armar una escena que algún vecino en este destruido edificio pueda oír, la arrastro conmigo dentro del loft y cierro la puerta con una mano, manteniendo la otra muy ocupada en sujetarla por la cintura. Esto también me permite en chequearla con la mirada, no muy disimulado, en busca de heridas o cualquier cosa que pueda intentar reparar. Al menos eso, al menos solo lo físico, porque sé que los problemas en los cuales he contribuido no pueden ser solucionados. Es uno de esos daños que cometes y deberás cargar por el resto de tu vida — ¿Cale también está vivo? — deduzco por lo que ha soltado y, lamentablemente, puedo sentir un extraño alivio. Puede que mi relación con él no sea la mejor, pero jamás le desearía la muerte. Con el correr de los años, puedo decir que existe cierto aprecio en este nuevo escenario donde cada vida cuenta — ¿Tú estás…? ¿Cómo estás? — es una pregunta por demás estúpida, pero inevitable.

Su acusación, tan acertada como infantil, me devuelve una especie de normalidad que no creía volver a sentir en un tiempo, y una sonrisa amenaza con romper mi pequeño ataque gracias a ello. - No me salgas con lógica en este momento, me estoy desquitando. - Le reprocho frunciendo el ceño en un gesto que, lejos de parecer una muestra de enfado, se asemeja más a un puchero infantil del cual no me siento para nada orgullosa. Y es que en realidad, tiene razón; con lo de la medida de seguridad, los apodos tontos, o el que debería haber venido primero. Pero no había querido enfrentar a nadie, e incluso Arya tenía problemas para sacarme demasiado estos días. No podía hacer las cosas a medias, y cuando había decidido cerrarme a toda esperanza, también había decidido cerrarme al resto. Ahora ya no había vuelta atrás, y esa pequeña chispa que tanto me había esforzado por apagar, se ha vuelto una flama dentro de mi pecho, que me llena de calidez e inquietud al mismo tiempo.

Es mi turno de esconder mi cara contra la curvatura de su cuello, o contra su clavícula debido a la diferencia de alturas, y trato de calmar mi respiración, demasiado acelerada por culpa de los últimos minutos. Las palabras de Ben son un bálsamo contra heridas invisibles que no sabía que aún estaban abiertas y al rojo vivo, y aunque está todo lejos de estar bien, pensar en que los chicos pudieron salir… - Perdidos es mejor que muertos. - Declaro, no del todo entendible ya que mi voz se ahoga contra su torso. Es la primera vez que puedo decir algo levemente optimista, y se siente… como un alivio en sí mismo, aunque se convierta en una preocupación al rojo vivo en el fondo de mi mente. ¡Pero tenía algo por lo que preocuparme!

Siento como Ben comienza a movernos, y aunque aflojo mi agarre, no termino de soltarlo por temor a que todo esto sea una especie de sueño bizarro del que no quería despertar. Al menos el tampoco me suelta, y su mano sobre mi cintura es un peso sutil que me mantiene anclada a la realidad. La puerta se cierra, sorprendentemente lento si comparo la velocidad con la que la vi desaparecer de mis ojos minutos atrás, y dejo que mis ojos vaguen por su forma al mismo tiempo que él también parece examinarme. - Sí, fue gracias a él que salimos con vida, pero todavía se está recuperando. Incluso aunque no se hubiera lastimado ese día, trató de aparecernos sin haberse recuperado del todo y eso ha dejado mella. - Cale estaba conmigo cuando Arya nos había recitado el mensaje, pero él no estaba en condiciones de pegarse la mini maratón que había corrido hasta llegar aquí. Supongo que ella se habrá encargado de explicarle todo, y sino ya lo haría yo cuando volviese al loft. - ¿De verdad? - Su pregunta me toma por sorpresa y me hace reír, pero a la vez es tan Ben que se siente completamente adecuada para la situación. - Si alguien me hubiese preguntado hace veinte minutos, probablemente habría mentido. Pero… Estoy bien, Ben. Por primera vez en semanas puedo decir que estoy bien, y sentirlo. - Porque él está vivo, porque Alice lo está, y porque hay una gran posibilidad de que los niños también lo estén. Y es mucho, muchísimo más de lo que tenía hasta hace pocos minutos. - ¿Y tú? No es por nada, pero necesitas afeitarte, y un corte de cabello. - Y llevo mis manos a su frente, tirando de su cabello hacia atrás en una caricia suave para demostrar mi punto.

Hago una mueca de disgusto y compasión porque sé que las desapariciones pueden salir mal si se hacen en malas condiciones, no por mano propia, pero ser amigo de Seth durante tanto tiempo tiene por consecuencia el haber visto muchas facetas mágicas de primera mano. Cale puede ser un idiota la mayor parte del tiempo, pero eso no me prohíbe el sentir compasión por él — ¿Arya tiene los medios para curarlo? Siempre pueden traerlo aquí, tal vez más manos puedan hacer un mejor trabajo — o quizá solo necesita paz y tranquilidad, y estoy seguro de que en este loft cargado de gente no va a conseguir nada parecido. Intento disculparme ante su sorpresa por mi pregunta pero solo atino a sonreír con algo similar a la timidez por mi bobería, no es tan malo en cuanto ella responde. Comprendo lo que dice de inmediato, seguro de que sobreponerse a todo lo que ha pasado será lo más difícil que hemos hecho, pero no es nada que unas buenas noticias no puedan aplacar por un momento. Creí que habían muerto todos y la tengo aquí, supongo que para ella debe ser algo parecido desde su punto de vista. Tal vez, este día no será tan malo.

El reproche a mi aspecto se siente tan genuino y casual que me hace reír, disfrutando más de lo que puedo admitir esa caricia, en mano de que pensé que jamás volvería a tener ese tipo de contacto con su persona, o ninguno en lo absoluto — Mi peluquera personal estaba perdida vaya a saber dónde — bromeo, alzando suavemente las cejas ante la referencia a nuestros años como mocosos, en los cuales ella vivía metiendo las manos en mi pelo — Pero si quieres, estoy seguro de que hay unas tijeras en algún lugar. Dudo mucho que a alguien le moleste — a decir verdad, tampoco me ha importado mi aspecto en las últimas semanas, mucho menos de lo que lo hizo toda la vida. Limpiarme y tratar de curar mis heridas fue lo fundamental en cuanto llegamos, pero después simplemente me he centrado en cuestiones un poco más urgentes. Dejo caer la mano que sostenía su cintura y la uso para rascarme la nuca, en busca de las palabras que intento expresar — No lo sé. Aún no puedo saber cómo estoy. Ha sido… — muevo un poco las manos, delatando mi falta de vocabulario para esto — Demasiado. Buscar a los chicos me mantiene ocupado, pero aún así… — siempre llega un momento en el cual las distracciones se detienen y el cerebro empieza a trabajar por sí solo — Pero estoy feliz de que estés aquí, Avs, de veras. Volverte a ver es lo mejor que me ha pasado últimamente — eso es puramente honesto. Que ella esté aquí, me da la esperanza de que no seamos los únicos. Una demasiado infantil, tal vez, pero inevitable.

Le doy un apretón a sus hombros con ambas manos, como si de esa manera pudiese volver a recordarme que es real. Con un movimiento de la cabeza, señalo el entorno — No hay nadie así que no tengo a quien presentarte, pero dudo que tarden mucho en llegar. Igual puedo enseñarte el lugar, aunque tampoco es muy grande — eso es lo que tienen los lofts: no hay mucho más que mostrar además de lo que se ve a simple vista. Mis dedos caminan por sus brazos hasta patinar y presionar sus manos y dejo caer los ojos hacia el anillo que lleva al cuello. Lo reconozco tan rápido que el vacío en el pecho parece extenderse, por lo que aprieto mis labios en señal de censura — ¿Quieres beber o comer algo? — mi voz se ha apagado, pero busco sus ojos una vez más en un obvio intento de mantener la conversación en un terreno seguro — No hay mucho, pero te ves esquelética y te vendría bien un poco de relleno — además, comer siempre es una buena distracción.

- Está bien, creo que a estas alturas es más anímico su problema antes que otra cosa. -  Mientras que mi postura no era precisamente optimista, estos últimos días había elegido estar enojada con la vida, más que deprimida e inamovible. Ni siquiera con el peor de los pesares era capaz de quedarme del todo quieta, y pese a que ahora podía observar mi conducta desde un punto de vista más objetivo, no lo haría. No ahora al menos, no cuando casi que puedo decir que estoy feliz. Pasar de creer que todo el mundo había perecido junto con el distrito, que no podría volver a ver ningún rostro, y que solo seríamos Cale y yo contra el mundo, ¿para luego descubrir que había estado completamente equivocada? Le debía unas cuantas disculpas a mi hermano, estaba segura de haberle ladrado un par de veces cuando trataba de convencerme de eso mismo e iba a resultar que tenía razón. Pero por primera vez desde que tengo memoria, no me molesta haber estado equivocada. Por todos los cielos, estaba feliz de haber estado tan errada en la vida.

¿Perdida? ¿y qué me decía él? - Si hubieses ido a ver a Arya ni bien llegaste al distrito, habrías visto que no estaba perdida. - Frunzo el gesto pese a que no dejo de pasar la mano por su cabello, tratando de desenredarlo con los dedos con toda la suavidad que me es posible. - A todo, ¿cuándo llegaron? Deben haber tardado una eternidad en atravesar todo el camino. - Porque pese a que no había sido sencillo, Cale se había encargado de traernos relativamente rápido, en cambio ellos habían tenido a ningún mago de conveniencia que les hubiese podido hacer el favor. Doy un pequeño tirón a uno de sus mechones, y le sonrío con una facilidad que creía olvidada. - Pásame las tijeras, y si consigues una navaja en el camino, mejor. Creo que me raspaste la mejilla con tanto vello facial. - Me llevo la mano a la cara, y acaricio mi cachete como si me hubiese dejado una marca, pero a decir verdad no había sentido nada. Todo lo que me había importado cuando lo ví, es que estaba vivo. nada más.

Su mano abandona su lugar en mi cintura, y por unos instantes me altero ante la pérdida de contacto. No medito mis acciones, y en segundos mi mano se estira hasta aferrarse con rapidez al borde de su remera. No era algo consciente, pero en el fondo de mi mente tenía la absurda idea de que en cualquier momento Ben se esfumaría de mi vista y nada de esto sería verdad. Patético, ¿verdad? - Oh, por favor. Ahora que sé que están vivos, - porque me niego a pensar lo contrario ahora que tengo esa leve esperanza, - los vamos a encontrar. Y a partir de ahí… Ya veremos. Pero como dices, y a riesgo de alimentar tu ego, volverte a ver ES lo mejor que me ha pasado últimamente. - Porque su presencia, sus noticias… todo me ha vuelto en mí misma. Por fin vuelvo a sentirme, yo.

Le hago un ademán con la mano para que no se preocupe por mostrarme nada ya que, aunque no lo parezca, tengo la sensación de que voy a caerme en cualquier momento. No es por falta de energía, ya que ahora lo último que me falta es eso. Pero el alivio que había sentido, el peso que se había levantado tanto de mis hombros como de mi estómago, me había dejado con las piernas flojas. Al menos Ben vuelve a sostenerme, o algo similar, y me recargo con cuidado sobre el agarre que tiene sobre mis manos.

Noto cómo su vista se desvía hacia mi pecho, y no entiendo en ese momento el por qué su semblante cambia tan de pronto, así que bajo la vista y cuando noto que mi collar ha quedado por fuera de mi remera, hago una mueca al comprender. Ignoro la punzada que me atraviesa en ese instante, y sigo la conversación como si el recuerdo de mi madre no trajera la realidad de que pese a que ambos habíamos tenido suerte, todavía había muchos que habían caído bajo las llamas. - Siempre he sido esquelética, pero no voy a decir que no a algo de comida. - Me encojo de hombros y vuelvo a examinarlo de arriba abajo. - Por lo que veo a tí también te falta algo de relleno. Pasaste de oso gigante, a pequeño ropero. - Trato de bromear. Presionando con fuerza nuestras manos unidas, le sonrío y hago una seña con la cabeza. - Vamos, búscame algo de comida y trata de encontrar esas tijeras.

Ruedo un poco los ojos por su insistencia frente a mi error de no ir en su busca e intento, juro de verdad que intento, el hacerme una idea de hace cuánto hemos llegado. Los días fueron confusos sin un calendario y el viaje se me hizo eterno, así que no puedo dar una fecha exacta — Usamos la moto, por eso logramos escapar. No lo sé… ¿Habremos viajado unas dos semanas? ¿Un poco más? — es solo un aproximado, no puedo hacer nada mejor que eso. Me llevo una mano a la mejilla en un intento de comprobar si lo que dice es verdad, pero sé que mi barba ha estado peor — No hace tanto tiempo desde la última vez que me afeité… — es una excusa pobre y hasta me deja con la duda — Debe haber una máquina por ahí — ¿O ya la habrán desechado?

No puedo decirle que he barajado la opción de que los niños estén muertos en más de una ocasión. El miedo a su inexperiencia y vulnerabilidad me ha dejado sin pegar un ojo en más de una noche, porque temo estar detrás de los pies de un montón de fantasmas. Verla optimista al respecto, por extraño que suene, me da un poco de fe, aunque es una fe tirante y un poco gris. No me atrevo a contradecirla ni a nombrar mis temores, se lo concedo y río entre dientes por el comentario justo que me da el permiso a desviar la atención — Es bueno saber que aún no aprendes a vivir sin mí — bromeo con la inocencia de antaño y alzo inmediatamente dos manos en señal de paz. Estoy seguro de que ella sabe que solo necesito de eso, un poquito de cotidianidad.

Ava es inteligente, siempre lo ha sido. Que no diga nada de lo que los dos nos percatamos lo demuestra una vez más — Lo dices como si fuese algo malo… — es un reproche sin sentido, no me ofende ni tampoco me veo muy diferente. ¿O sí lo hago? ¿Qué es lo que falta en mí, además de ánimos? Quizá haber cambiado por dentro se refleja en el exterior, pero espero que en verdad no lo haga. El apretón de sus manos hace que las mías reaccionen y acaricien sus nudillos, regreso esa sonrisa con toda la honestidad que poseo dentro — Es un plan, entonces — lo digo como si estuviésemos pactando un día de campo y no un simple esmero por borrar las marcas físicas de lo que nos ha pasado. No tengo ánimos de soltarla pero aún así lo hago, bajo sus manos con delicadeza y paso por su lado para ir directamente a la zona de la cocina. Ahora que somos demasiados bajo un mismo techo no es como si tuviésemos sobras, pero aún así me esfuerzo hasta conseguir hacerle un sándwich medianamente decente. Para cuando se lo tiendo, ya estoy dispuesto a buscar las tijeras, que encuentro en uno de los cajones — ¿Solo tú y Cale están con Arya? — es una pregunta que parece ir para ella, pero es en realidad más un pensamiento expresado en voz alta. Me giro, apretando las tijeras con los dedos y corto un instante el aire — ¿No has visto ni oído algo que dé a entender que hay más sobrevivientes? — es darnos falsas esperanzas, pero al menos es algo. Sin dudarlo ni poner en criterio su juicio, le tiendo las tijeras.

- ¿Vivir sin tí? Pues parece que te quedaste sin suerte y vas a tener que seguir aguantándome. - Y es fácil volver al tono jocoso, a las bromas sin sentido y a las peleas estúpidas. Porque ese resquicio de normalidad es algo que no sabía que necesitaba pero que, cuando surge, es algo a lo que tengo que aferrarme como si fuera necesario para mantener mi cordura. Incluso su gesto, que trata de librarse de culpa es tan familiar que me dibuja una sonrisa en la cara. - ¿O acaso quieres librarte de mí?

¿Algo malo? Lo examino de arriba a abajo y de abajo arriba y levanto una ceja con gracia cuando noto que hay algo más que no ha quedado en el olvido. - Tranquilo Benancio, todavía no perdiste el atractivo. Es solo tu cabello lo que necesita mantención. - Y ese comentario, bastante inocente para lo que estoy acostumbrada, me hace reír tontamente.

Lo sigo a través del departamento hasta la cocina, y lo observo en silencio mientras prepara el sandwich, moviéndose con familiaridad en el entorno, y lo que me es aún más reconfortante con una simpleza que es tan Ben que solo puedo sentirme tranquila. No quiero hacer de cuenta que nada sucedió, pero tampoco quiero que mi vida gire en torno a un evento que no puedo cambiar. Me tiende la comida y, aunque no he pasado hambre precisamente en estas semanas, no tardo en llevarme un bocacdo a la boca. Gracias a que tardo en masticar la comida, apenas y puedo soltar un “mmh” en forma de asentimiento cuando Ben me pregunta, y no es hasta que trago que abro la boca para hablar. - Creíamos que éramos los únicos… - y sé que me entiende, así que me llevo otro bocado a la boca para tratar de pensar en cómo tocar el tema sin cambiar demasiado el humor. - Si hubiera tenido alguna pista de algo, no me habría quedado como un potus en el apartamento sin hacer nada… - Doy otro mordisco e intercambio con él las tijeras por el sandwich, invitándolo con ese ademán a que también coma, sacudo las migas de mis manos y lo hago sentarse para que pueda hacer mi trabajo.