OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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The Mighty Fall
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Phoenix D. Langdon
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Phoenix D. Langdon
Family with no name — 0-4
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Little bróðir — 0.1
Syver A. Nygaard
Williams, Ezra Avery
The Mighty Fall
Gallagher, Cillian Brennan
The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
¿Qué ficha moverás?
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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- Auch. - Sacudo los dedos en el aire con fuerza para luego llevarlos a mi boca y así tratar de calmar la picazón que me genera la quemadura. Vuelvo a tomar el soldador, y junto nuevamente los cables enfocando los ojos para no equivocarme y evitar que vuelvan a salir chispas. Odiaba soldar el cobre, prefería mil veces el estaño, pero eso no serviría si quería que la conexión fuese perfecta. Bajo los codos y sueldo al raz del piso, sin darme cuenta como mis piernas se enredan y desenredan detrás mío, inquietas por estar hace varios minutos en la misma posición. Chasqueo la lengua, dejo el aparato a un lado y observo mi trabajo levantándolo por sobre mi cabeza para verlo a la luz del sol. No es perfecto, lo admito, pero debería servir. Desenchufo el soldador antes de olvidarlo prendido y provocar otro incendio y espero unos segundos antes de asegurarme de que los metales se encuentren lo suficientemente fríos como para recubrirlos con cinta aisladora. Habría preferido un termocontraíble, claro, pero esos los guardaba para los trabajos en la radio.
De acuerdo, si enchufaba el cable a la terminal… y luego al tomacorrientes… Una luz parpadeante aparece en la caja de plástico negra, y sonrío al ver que ha funcionado. Solo espero a que la luz deje de titilar antes de tomar la tablet que he dejado a un costado, e iniciar sesión en Wizzardbook con mi cuenta falsa. Syv conoce mi cuenta, y sabe que no debe aceptar la llamada a menos de que se encuentre en un lugar seguro. tres, cuatro tonos, y su voz se escucha por el parlante del aparato. - No te das una idea de lo que tuve que hacer esta vez para asegurar la conexión, Albi, ¡ratas!, las muy endemoniadas masticaron el cable y lo dejaron inservible. - Me quejo a modo de saludo mientras justifico de igual forma las últimas semanas de silencio. No era fácil desviar la IP para que marcase como origen el distrito Cuatro, y mucho menos lo era conseguir los materiales adecuados para cerciorarme que todo funcionase correctamente.
De acuerdo, si enchufaba el cable a la terminal… y luego al tomacorrientes… Una luz parpadeante aparece en la caja de plástico negra, y sonrío al ver que ha funcionado. Solo espero a que la luz deje de titilar antes de tomar la tablet que he dejado a un costado, e iniciar sesión en Wizzardbook con mi cuenta falsa. Syv conoce mi cuenta, y sabe que no debe aceptar la llamada a menos de que se encuentre en un lugar seguro. tres, cuatro tonos, y su voz se escucha por el parlante del aparato. - No te das una idea de lo que tuve que hacer esta vez para asegurar la conexión, Albi, ¡ratas!, las muy endemoniadas masticaron el cable y lo dejaron inservible. - Me quejo a modo de saludo mientras justifico de igual forma las últimas semanas de silencio. No era fácil desviar la IP para que marcase como origen el distrito Cuatro, y mucho menos lo era conseguir los materiales adecuados para cerciorarme que todo funcionase correctamente.
Desde que las vacaciones de verano comenzaron, no tengo mucho por hacer aparte de quedarme tirada en el sofá de la sala con un libro que no leo sobre mi rostro. Perdí la inspiración para dibujar una vez que las clases acabaron, cuando se suponía que tendría todo el tiempo del mundo para pintar hasta que mi piel terminará de teñirse de negro por culpa el carboncillo. Mi estado es tan lamentable, que espero a que las horas pasen una tras otras, escuchando a veces los pasos de Sami en la cocina. Duermo unos minutos a media mañana y eso es lo último que me faltaba para sentir que estoy tan desganada como una bruja de ciento cincuenta años. Me incorporo en el sillón y me siento con las piernas cruzadas bajo mi cuerpo, para acomodar entre estas mi computadora. Dejo abierta la ventana del Wizzardbook mientras me desplazo de una página a otra, y encuentro un interesante artículo sobre productividad que podría tener las claves para sacarme de mi estado de procrastinación. No sé cómo acabo leyendo los chismes, especulaciones y opiniones venenosas de mis compañeras que confunden un poco lo que es personaje y actores de XOXO, como si alguno de estos chicos fuera a salir de la pantalla para jurarles amor eterno. ¡Por favor! Pero por placer culposo y pereza de la vida, sigo leyendo a Irina Levy-Strauss que quiere dos hijos con Jerek Grimm y ha pensado en lindos nombres como Ignatus y Elladora. ¿Y qué es esto? ¿Un collage de fotos de… ella y él? Oh, Morgana…
Casi dejo caer la computadora de mis rodillas por la sorpresa de ver un nuevo nombre conectado entre mis contactos, y me olvido de todo lo que estaba haciendo –en resumen, nada- para salir disparada hacia mi habitación. Tengo los pies descalzos y casi patino por las baldosas, pero llego hasta mi habitación sana, salva y con la computadora segura en mis manos. El golpazo de la puerta sonó más fuerte de lo quería por la prisa. Para el cuarto tono, estoy sentada en el centro de la cama tomando la llamada. —¡Mi Jojo!— grito de la emoción, ¿hace cuánto no hablamos? Se sienten como semanas. En estos tiempos comunicarse no debería ser tan difícil, pero se complica un poco cuando estás viviendo en un sitio alejado al Capitolio. Mimi vive bastante lejos… —¡Iugh! ¡Ratas!— la secundo, y en vida he visto ratas solo en fotografías. —¡Pero lo lograste! Ratas 0, Mi Jojo 1. No dejes que las ratas te venzan—. Mimi sabía qué cables desactivan bombas cuando muchos de nosotros recién estábamos aprendiendo a hechizos de reparo, y creo que la razón por la que los chicos de la especialidad de ciencia me caen un poco mejor que mis propios compañeros, es porque la echo de menos y escucharlos hablar de sus proyectos locos de laboratorio me recuerdan a ella. —¿Cómo ha estado todo por allá?— pregunto, y echo un vistazo a mi puerta cerrada, al silencio que hay en todo el departamento. — No hay casi nadie en casa si quieres hacer una videollamada.
Casi dejo caer la computadora de mis rodillas por la sorpresa de ver un nuevo nombre conectado entre mis contactos, y me olvido de todo lo que estaba haciendo –en resumen, nada- para salir disparada hacia mi habitación. Tengo los pies descalzos y casi patino por las baldosas, pero llego hasta mi habitación sana, salva y con la computadora segura en mis manos. El golpazo de la puerta sonó más fuerte de lo quería por la prisa. Para el cuarto tono, estoy sentada en el centro de la cama tomando la llamada. —¡Mi Jojo!— grito de la emoción, ¿hace cuánto no hablamos? Se sienten como semanas. En estos tiempos comunicarse no debería ser tan difícil, pero se complica un poco cuando estás viviendo en un sitio alejado al Capitolio. Mimi vive bastante lejos… —¡Iugh! ¡Ratas!— la secundo, y en vida he visto ratas solo en fotografías. —¡Pero lo lograste! Ratas 0, Mi Jojo 1. No dejes que las ratas te venzan—. Mimi sabía qué cables desactivan bombas cuando muchos de nosotros recién estábamos aprendiendo a hechizos de reparo, y creo que la razón por la que los chicos de la especialidad de ciencia me caen un poco mejor que mis propios compañeros, es porque la echo de menos y escucharlos hablar de sus proyectos locos de laboratorio me recuerdan a ella. —¿Cómo ha estado todo por allá?— pregunto, y echo un vistazo a mi puerta cerrada, al silencio que hay en todo el departamento. — No hay casi nadie en casa si quieres hacer una videollamada.
Me río a carcajada limpia cuando arma el marcador con las ratas, y por más de que no me ve, muevo la cabeza de un lado a otro al no no estar de acuerdo. - Creo que la cosa es más un ratas 7, Mimi 7. Ellas rompen y yo arreglo. Es un círculo vicioso de nunca acabar. - Y ya había aprendido que ni con trampas, ni con hechizos, ni con las cajas más cerradas podía hacer algo contra ellas. No viviendo en este distrito, con todo hecho pedazos. - Mejor empecemos por tí que es más sencillo. Acá… vamos a resumir de que todo anda medio movido. - Y tampoco es que le podía decir demasiado, no solamente Kenny me mataría, sino que por más de que estaba segura de que mis habilidades eran bastante buenas, no eran lo suficiente como para hackear los servidores de Wizzardbook y borrar el historial de conversación. No que creyera que iban a mostrar algún interés en la charla de dos adolescentes, pero bueno. - ¿Cómo han estado las cosas por aquellos lares? ¿Feliz ahora que empezaron las vacaciones? - Aunque con Syv nunca lo sabría, era lo suficientemente inteligente como para disfrutar de verdad estar en el instituto y bueno… no tenía ningún problema de atencionalidad.
- Oh claro, dame un segundo. - Me incorporo sobre mis antebrazos y me impulso hacia arriba para poder levantarme apoyando la tablet en el piso mientras que asumo la postura india. Me suelto el cabello que estaba a duras penas y atado en un rodete desordenado, y me corro el flequillo de la cara llevándolo hacia atrás. No seré miss universo, pero al menos había mejorado de indigente, a vagabunda. Me estiro a tomar el aparato y corto la llamada para apretar la otra opción. - Como verás, estoy hecha una diva total.- Tomo un mechón de pelo y lo estiro para que se note delante de la cámara. No es que me importase mucho mi aspecto físico, pero cuando la cara de Syv aparece en la pantalla… bueno, una se sentía un poco consciente de sí misma. - Me alegra verte bien. ¿Algo nuevo que tengas para contar?
- Oh claro, dame un segundo. - Me incorporo sobre mis antebrazos y me impulso hacia arriba para poder levantarme apoyando la tablet en el piso mientras que asumo la postura india. Me suelto el cabello que estaba a duras penas y atado en un rodete desordenado, y me corro el flequillo de la cara llevándolo hacia atrás. No seré miss universo, pero al menos había mejorado de indigente, a vagabunda. Me estiro a tomar el aparato y corto la llamada para apretar la otra opción. - Como verás, estoy hecha una diva total.- Tomo un mechón de pelo y lo estiro para que se note delante de la cámara. No es que me importase mucho mi aspecto físico, pero cuando la cara de Syv aparece en la pantalla… bueno, una se sentía un poco consciente de sí misma. - Me alegra verte bien. ¿Algo nuevo que tengas para contar?
Hago una mueca al saber que mi amiga tiene enemigos incansables que boicotean nuestros intentos de comunicarnos, nada menos que una pandilla de ratas. Me apena que se tome tantas molestias en restablecer el modo en que podamos mantenernos en contacto, es todo mérito de ella. No la culparía si algún día dejara de intentarlo y su nombre no me apareciera en los conectados del Wizzardbook. Es decir, ¿qué sentido tiene seguir siendo amigas cuando quizás nunca nos volvamos a ver y estemos viviendo realidades tan diferentes? Y estos pensamientos, cuando dejo que sigan su curso, me hacen entrar en un estado de desasosiego que me tiene decaída por unos días. Mimi es la única amiga que tengo y no quiero perderla. Tal vez hemos cambiado desde la época en que éramos compañeras por el contexto en el que nos encontramos, pero sigo sintiéndola más cercana que cualquiera de mis compañeros del Royal a pesar de la distancia.
—Ya veo— murmuro, cuando ella apenas dice que todo está movido por donde se encuentra. Pienso en las noticias que repitieron los primeros días del verano, sobre el distrito escondido donde se ocultaban rebeldes y el gobierno logró abatir. Presiono mis labios con fuerza, podría preguntarle a Mimi si ellos también se enteraron, si eso significó algo allá donde está. Pero no es del tipo de charlas que podamos tener en nuestra conversación clandestina, porque es arriesgar la poca suerte que tenemos.—Por aquí las cosas han estado…—. Pienso en mis padres, mal. Pienso en mis compañeros de leyes y la última salida desastrosa en la que acabé siendo auxiliada por una desconocida, mal. Pienso en Sami, la única compañía amable que tengo, y… también mal porque un día llego con todos los huesos rotos. —¿Estás con tiempo?— pregunto. No me gusta ser una quejica, detesto ser de las que lloran y hacen el espectáculo de víctima del universo. Pero lo hago, muchas cosas me superan y no sé cómo resolverlas, me siento como una niña que todo el tiempo tiene que ser protegida, tal como mi madre sostiene que debe ser. —Ehh… no estoy rebosando felicidad ahora mismo, pero el verano no está mal…— respondo un poco evasiva. Estaba tirada como un vegetal hasta hace unos minutos, sin motivación para respirar siquiera.
Pero hablar con Mimi me devuelve todos los ánimos, mi expresión se llena de emoción cuando veo su cara en la pantalla. Una sonrisa acapara todo mi rostro, y muevo los mechones de mi pelo detrás de mis orejas para que mi rostro quede descubierto. —Siempre marcando tendencia— contesto a su broma, y es que a su manera, Mimi es una chica que no podría pasar desapercibida ni aunque quisiera. Siempre fuimos contrastantes en nuestros rasgos, que echo de menos la época en que se nos veía juntas. De lo que podría contarle, pienso en qué de todo puedo volverlo una anécdota que no parezca salido del diario de una adolescente depresiva. Mimi seguro está lidiando con sus propios problemas como para que yo vuelva a lo mismo de “Mamá y papá siguen sin hablarse, día número 17263911”. — Pues que estoy muy aburrida en casa en estos días, porque hice el intento de sociabilizar con mis compañeras al final del curso pero no me fue bien—. Mejor, una anécdota del diario de cualquier chica adolescente antisocial. —Salimos con otras personas y había algo en mi trago. Ninguna de ellas fue a ayudarme, tuve que irme con una chica absolutamente desconocida, y me quedé con ella en una cafetería hasta sentirme mejor. Era bastante intimidante, pero cuidó de mí y me dio una charla sobre drogas. Pero no creo que mis compañeras vuelvan a invitarme a otra salida, y el único contacto que tengo este verano para salir a pasear es una niña de once años. Todavía no la llamo, no quiero parecer desesperada por su amistad. Así que ahora estoy aquí… con vocación de hongo— suspiro al acabar. —¿Qué hay de entretenido por aquellos lares?
—Ya veo— murmuro, cuando ella apenas dice que todo está movido por donde se encuentra. Pienso en las noticias que repitieron los primeros días del verano, sobre el distrito escondido donde se ocultaban rebeldes y el gobierno logró abatir. Presiono mis labios con fuerza, podría preguntarle a Mimi si ellos también se enteraron, si eso significó algo allá donde está. Pero no es del tipo de charlas que podamos tener en nuestra conversación clandestina, porque es arriesgar la poca suerte que tenemos.—Por aquí las cosas han estado…—. Pienso en mis padres, mal. Pienso en mis compañeros de leyes y la última salida desastrosa en la que acabé siendo auxiliada por una desconocida, mal. Pienso en Sami, la única compañía amable que tengo, y… también mal porque un día llego con todos los huesos rotos. —¿Estás con tiempo?— pregunto. No me gusta ser una quejica, detesto ser de las que lloran y hacen el espectáculo de víctima del universo. Pero lo hago, muchas cosas me superan y no sé cómo resolverlas, me siento como una niña que todo el tiempo tiene que ser protegida, tal como mi madre sostiene que debe ser. —Ehh… no estoy rebosando felicidad ahora mismo, pero el verano no está mal…— respondo un poco evasiva. Estaba tirada como un vegetal hasta hace unos minutos, sin motivación para respirar siquiera.
Pero hablar con Mimi me devuelve todos los ánimos, mi expresión se llena de emoción cuando veo su cara en la pantalla. Una sonrisa acapara todo mi rostro, y muevo los mechones de mi pelo detrás de mis orejas para que mi rostro quede descubierto. —Siempre marcando tendencia— contesto a su broma, y es que a su manera, Mimi es una chica que no podría pasar desapercibida ni aunque quisiera. Siempre fuimos contrastantes en nuestros rasgos, que echo de menos la época en que se nos veía juntas. De lo que podría contarle, pienso en qué de todo puedo volverlo una anécdota que no parezca salido del diario de una adolescente depresiva. Mimi seguro está lidiando con sus propios problemas como para que yo vuelva a lo mismo de “Mamá y papá siguen sin hablarse, día número 17263911”. — Pues que estoy muy aburrida en casa en estos días, porque hice el intento de sociabilizar con mis compañeras al final del curso pero no me fue bien—. Mejor, una anécdota del diario de cualquier chica adolescente antisocial. —Salimos con otras personas y había algo en mi trago. Ninguna de ellas fue a ayudarme, tuve que irme con una chica absolutamente desconocida, y me quedé con ella en una cafetería hasta sentirme mejor. Era bastante intimidante, pero cuidó de mí y me dio una charla sobre drogas. Pero no creo que mis compañeras vuelvan a invitarme a otra salida, y el único contacto que tengo este verano para salir a pasear es una niña de once años. Todavía no la llamo, no quiero parecer desesperada por su amistad. Así que ahora estoy aquí… con vocación de hongo— suspiro al acabar. —¿Qué hay de entretenido por aquellos lares?
Escuchar a Syv al otro lado de la línea generalmente era un motivo de júbilo constante que me distraía y me envolvía en una burbuja que me alejaba de la realidad, pero ahora, escuchando su tono de voz, me arrepentía de haber tardado tanto en restablecer la conexión que nos permitía comunicarnos. No solía arrepentirme de haberme escapado años atrás, pero dejar a Albi era algo que de verdad lamentaba cuando me ponía a recordar el tiempo que pasábamos juntas por aquel entonces. No importaba la diferencia de edad, o la distancia que había entre distritos, siempre encontrábamos la manera de vernos y pasar el día haciendo tonterías. - Tiempo es lo que tengo de sobra. Sobre todo si es para una amiga. - Espero que la sonrisa que esbozo pueda sentirse en mi voz, y que entienda que no es molestia alguna escuchar lo que anda pasando por su vida.
Al menos ver su rostro al otro lado de la pantalla me alegra y por unos segundos me olvido que llevamos tres años sin poder vernos en persona. Las maravillas de la tecnología siempre serían algo que generase satisfacción. - Oh claro, tendencia. Ya lo verás, la próxima vez que veas mi nombre será en alguna colaboración con un diseñador de renombre. - Probablemente en mi próxima vida, porque mi conocimiento sobre la moda actual, pasada o futura era completamente nula. Mientras que me cubriera los tobillos y no tuviese que andar levantando la cinturilla cada dos por tres, podría considerar cualquier pantalón como algo de alta costura. - Estás estudiando leyes, ¿eso no hace que todos los demás se vuelvan aburridos por default? Tú eres la excepción, Albi. Eso es claro. - No que Syv fuese el alma de las fiestas, pero no calificaría jamás como una abogada aburrida. No a mis ojos al menos. No me esperaba que la anécdota siguiera y se convirtiera en un relato que no me gustaba para nada, pero la dejo terminar de hablar antes de poder comentar algo. - ¿Podrías decirme el nombre de tus compañeras? Juro que los necesitos para fines experimentales… - Experimentaría por cuánto tiempo podría mantener sus redes sociales bloqueadas por ser así de idiotas y egoístas. - ¿Pero estás bien? Tienes que tener cuidado Al, ¿fuiste a ver a un sanador? No creo que allá tengan las mismas cosas que dan vueltas por acá, pero siempre se puede ser más precavido. Ahora, con lo de la niña de once años… aprovecha y distraete, ¿qué importa la edad? - No era la misma diferencia que teníamos nosotras, pero yo no dejaba de ser un par de años menor.
Vuelvo a sonreír para tratar de animarla y me estiro hacia un costado para alcanzar mi nueva y flamante varita. La elevo hasta que entra en el marco de la cámara y la balanceo entre mis dedos con cuidado de que se siga viendo. - ¡Ta-dah! No preguntes cómo la conseguí, pero al fin tengo varita. No es lo mismo que la mía, lo admito. Pero creo que es más por cuestiones de nostalgia que por otra cosa. - Después de todo, la madera se sentía excelente en mis manos, solo que aún estaba apegada a mi primera varita, y no dudaba en que en algún momento iría a recuperarla. - Así que básicamente me he pasado los días explorando el Norte por… razones. Y viendo que tantas cosas puedo hacer con esta hermosura. Tengo un proyecto que… aisss. Tenemos que ver cómo juntarnos. No te puedo contar todo por aquí.
Al menos ver su rostro al otro lado de la pantalla me alegra y por unos segundos me olvido que llevamos tres años sin poder vernos en persona. Las maravillas de la tecnología siempre serían algo que generase satisfacción. - Oh claro, tendencia. Ya lo verás, la próxima vez que veas mi nombre será en alguna colaboración con un diseñador de renombre. - Probablemente en mi próxima vida, porque mi conocimiento sobre la moda actual, pasada o futura era completamente nula. Mientras que me cubriera los tobillos y no tuviese que andar levantando la cinturilla cada dos por tres, podría considerar cualquier pantalón como algo de alta costura. - Estás estudiando leyes, ¿eso no hace que todos los demás se vuelvan aburridos por default? Tú eres la excepción, Albi. Eso es claro. - No que Syv fuese el alma de las fiestas, pero no calificaría jamás como una abogada aburrida. No a mis ojos al menos. No me esperaba que la anécdota siguiera y se convirtiera en un relato que no me gustaba para nada, pero la dejo terminar de hablar antes de poder comentar algo. - ¿Podrías decirme el nombre de tus compañeras? Juro que los necesitos para fines experimentales… - Experimentaría por cuánto tiempo podría mantener sus redes sociales bloqueadas por ser así de idiotas y egoístas. - ¿Pero estás bien? Tienes que tener cuidado Al, ¿fuiste a ver a un sanador? No creo que allá tengan las mismas cosas que dan vueltas por acá, pero siempre se puede ser más precavido. Ahora, con lo de la niña de once años… aprovecha y distraete, ¿qué importa la edad? - No era la misma diferencia que teníamos nosotras, pero yo no dejaba de ser un par de años menor.
Vuelvo a sonreír para tratar de animarla y me estiro hacia un costado para alcanzar mi nueva y flamante varita. La elevo hasta que entra en el marco de la cámara y la balanceo entre mis dedos con cuidado de que se siga viendo. - ¡Ta-dah! No preguntes cómo la conseguí, pero al fin tengo varita. No es lo mismo que la mía, lo admito. Pero creo que es más por cuestiones de nostalgia que por otra cosa. - Después de todo, la madera se sentía excelente en mis manos, solo que aún estaba apegada a mi primera varita, y no dudaba en que en algún momento iría a recuperarla. - Así que básicamente me he pasado los días explorando el Norte por… razones. Y viendo que tantas cosas puedo hacer con esta hermosura. Tengo un proyecto que… aisss. Tenemos que ver cómo juntarnos. No te puedo contar todo por aquí.
Hago una mueca que habla por sí misma, soy la personificación de todo lo aburrido. No puedo echar la culpa a las leyes. No recuerdo que haya sido diferente en otros tiempos. Si la especialización tuvo algo que ver en mi carácter, es que me dio artículos para memorizar y poder recitarlos, así cada vez que corrijo a una persona en su conducta tengo fundamentos. ¿Quién puede querer salir a divertirse con alguien que a la primera señala lo que es incorrecto? «Las reglas están hechas para ser cumplidas», ¿en serio? No sé si eso lo pensaba yo, o era lo que quedó fijo en mi mente por tener una madre que toda mi vida se ha ocupado que todas las cosas tengan un lugar y no se muevan ni un centímetro. Hasta que todo empezó a cambiar… mi padre se había movido de la línea, mi mejor amiga tenía que irse a vivir en un distrito marginal, ¡tenía un hermano por fuera del matrimonio de mis padres!, creí que estaba enamorada de nuestro esclavo, lo tuvimos que devolver al mercado… y las reglas se rompen todo el tiempo. También las rompen quienes estudian –estudiamos- leyes.
—Quiero creer que se puede aplicar justicia— contesto con tono respingón y sentándome con la espalda derecha, mi mejor intento de una postura de futura abogada. —Tengo todo el verano para pensar en una estrategia legal…—. Me quedo pensando dos segundos, hasta que…—Solo por las dudas, ¿cuáles serían esos fines experimentales que me mencionas…? Sus nombres son Ina Teige y Eva Lazarfeld— lo digo como quien no quiere la cosa o tal vez sí quiero, poder moverme yo también un poco de la línea. Y trato de no pensar demasiado en ello, puede que no quiero que sepan que me sentí burlada, y para quien siempre ha escuchado que es «inteligente» hasta creérselo, cuesta pasar por un episodio así sin sentirse estúpida. Todavía puede ser peor… —¿Es que debería ir a ver un sanador?—. ¿Puedo sentirme aún más tonta? —Solo fue un trago, no es que haya bebido demasiado…—. No quiero comenzar a evocar los detalles de esa noche, porque la conclusión acaba por darme arcadas. Estoy bien, esa salida ha pasado a la historia, en los días siguientes nada me perturbó. ¿Estoy bien, no? —Si te digo el nombre del chico, ¿podrías…? No sé, ¿hackear sus redes? ¿Buscar sus fotos más vergonzosas?—. No, se merece mucho más que eso, todavía queda un poco fuera de mi alcance imaginar en una maldad conveniente, pero ¿para algo tengo una amiga que vive caminando en la fina línea de la ilegalidad, no? —¿Se te ocurre algo mejor que buscar si tiene fotos disfrazado de puffkein?
Cubro mi boca con las manos por la sorpresa y acerco mi cara a la pantalla como si así pudiera ver mejor.—¡Una varita!— exclamo. Hay para mí algún premio reservado a la obviedad. —Tranquila, no haré preguntas. Si me dices que la sacaste de un repollo, te creeré a pies juntillas— prometo. Creeré lo que sea que me diga porque sé que algo así como la honestidad es una cuestión delicada, y que nada tiene que ver con ella o conmigo, sino con los medios que usamos para comunicarnos. Mimi es para mí la pequeña genio de nuestra generación, eso no quita que tengamos recaudos. Hago una muequita por sus comentarios que quedan a medio hacer, es un poco frustrante no poder hablar y solo hablar. Y por eso con todo el aire contenido en mi pecho, suelto: —Tenemos que vernos—. Hay una cuestión muy importante aquí, desplazo mi mirada por las paredes del dormitorio. —Puedo tomar el tren, bajarme en una esquina y encontrarnos en una cafetería…— miro de la lado la pantalla y mi mueca se profundiza. —¿Hay… cafeterías?—. No lo creo.
—Quiero creer que se puede aplicar justicia— contesto con tono respingón y sentándome con la espalda derecha, mi mejor intento de una postura de futura abogada. —Tengo todo el verano para pensar en una estrategia legal…—. Me quedo pensando dos segundos, hasta que…—Solo por las dudas, ¿cuáles serían esos fines experimentales que me mencionas…? Sus nombres son Ina Teige y Eva Lazarfeld— lo digo como quien no quiere la cosa o tal vez sí quiero, poder moverme yo también un poco de la línea. Y trato de no pensar demasiado en ello, puede que no quiero que sepan que me sentí burlada, y para quien siempre ha escuchado que es «inteligente» hasta creérselo, cuesta pasar por un episodio así sin sentirse estúpida. Todavía puede ser peor… —¿Es que debería ir a ver un sanador?—. ¿Puedo sentirme aún más tonta? —Solo fue un trago, no es que haya bebido demasiado…—. No quiero comenzar a evocar los detalles de esa noche, porque la conclusión acaba por darme arcadas. Estoy bien, esa salida ha pasado a la historia, en los días siguientes nada me perturbó. ¿Estoy bien, no? —Si te digo el nombre del chico, ¿podrías…? No sé, ¿hackear sus redes? ¿Buscar sus fotos más vergonzosas?—. No, se merece mucho más que eso, todavía queda un poco fuera de mi alcance imaginar en una maldad conveniente, pero ¿para algo tengo una amiga que vive caminando en la fina línea de la ilegalidad, no? —¿Se te ocurre algo mejor que buscar si tiene fotos disfrazado de puffkein?
Cubro mi boca con las manos por la sorpresa y acerco mi cara a la pantalla como si así pudiera ver mejor.—¡Una varita!— exclamo. Hay para mí algún premio reservado a la obviedad. —Tranquila, no haré preguntas. Si me dices que la sacaste de un repollo, te creeré a pies juntillas— prometo. Creeré lo que sea que me diga porque sé que algo así como la honestidad es una cuestión delicada, y que nada tiene que ver con ella o conmigo, sino con los medios que usamos para comunicarnos. Mimi es para mí la pequeña genio de nuestra generación, eso no quita que tengamos recaudos. Hago una muequita por sus comentarios que quedan a medio hacer, es un poco frustrante no poder hablar y solo hablar. Y por eso con todo el aire contenido en mi pecho, suelto: —Tenemos que vernos—. Hay una cuestión muy importante aquí, desplazo mi mirada por las paredes del dormitorio. —Puedo tomar el tren, bajarme en una esquina y encontrarnos en una cafetería…— miro de la lado la pantalla y mi mueca se profundiza. —¿Hay… cafeterías?—. No lo creo.
Pongo mi mejor sonrisa de gato de Cheshire cuando la rubia no duda en darme sus nombres y agradezco internamente a mi memoria porque sé que no me los olvidaré fácilmente. - ¿Cómo se llama esa condición en la que no pueden culparte por no tener el conocimiento? Sé que es un término en abogacía, pero no lo conozco aunque creo que aplicaría bien en esta situación. - No es que haría algo muy grave, pero aún así, y en el hipotético caso de que sospecharan de Syv, jamás podrían probar nada en su contra.
- Si quieres… Pero si solo fue un trago y ya te sientes bien, seguro es como dices y no fue nada. - No conocía ninguna droga que tuviese efectos retardados, y menos aún cuando no se consumía con frecuencia. A menos que Albi se hubiese convertido en otra persona en estos años, sabía que no estaría en peligro. Claro que no me esperaba lo siquiente, y me termino inclinando todo lo que puedo hacia adelante, casi tocando la pantalla con mi naríz. - ¿Sabes el nombre del idiota que quiso hacerte daño? Pues deberías habérmelo dicho desde ayer. - Y no solo me encargaría de hackear sus redes. Básicamente lo dejaría inutilizado para lo que quedaba de su vida que, en años de adolescentes o jóvenes adultos, eso serían un par de meses. No tenía el suficiente talento como para bannearlo de por vida, pero no iba a dejar que gente como esa siguiera disfrutando de beneficios que claramente no se merecían. - Si no las tiene, las tendrá. No hay nada que un buen proceso de edición y montaje no pueda lograr.
Al menos vuelve a ser la Syv que conozco cuando le muestro mi varita, y le sonrío antes de responderle. - Pues bueno mi queridísima Albi. - Hago una pequeña pausa para darle más dramatismo a la situación, y vuelvo a señalar el largo trozo de madera antes de responderle. - La he sacado de un repollo. Pero tiene núcleo de coliflor así que no termino de entender mucho sobre esto. - La broma es tonta e infantil, pero me saca una carcajada de igual forma, y termino tratando de imaginar como debe ser eso de sacar una varita de un repollo. - ¡SÍ! ¡Tenemos que vernos! Aunque…- Me estremezco de soolo pensar en el sentido de la orientación de la rubia, y trato de diagramar mejor la situación. - Mejor te espero en la estación del cinco y luego… vamos a la plaza y comemos algo de algún puesto. No recuerdo la última vez que he ido a una cafetería… Al menos los precios de aquí se te harán más baratos.
—¿Hablas de que si desconozco lo que harás estaré a salvo de cualquier acusación?— ensancho mi sonrisa por el trabajo que se toma en dejarme también fuera de las responsabilidades que pudiera traer interrumpir en las redes sociales o mensajes de estas chicas, lo que sea que Mi Jojo pueda hacer desde su computadora todo poderosa en el distrito en el que se encuentra. No me asombraría saber que lee hasta los mensajes de correo electrónico del ministerio de magia para pasar el tiempo. —Gracias— modulo lentamente, en verdad agradecida que se tome en serio lo que ha sido una petición recelosa de mi parte, aun no sé si quiero llevar esto a una revancha solapada. —Aunque creo que moriría de la curiosidad de no saber lo que has hecho— reconozco, lo satisfactorio de una venganza es poder disfrutarla después. Tengo mi momento de vacilación al dar el nombre también del chico y dejo a creatividad de mi amiga lo que pueda hacer con un par de fotos sacadas de sus redes sociales.
La carcajada en mi habitación suena tan fuerte al conocer el supuesto núcleo de su varita, que creo que se ha escuchado más allá de la puerta. — Espero que las varitas de coliflor sean mejor que las ensaladas porque… ¡puaj!— hago una mueca con mis labios, ya que mis prácticas de veganismo en estos días para encontrar un entretenimiento en el verano, me ha mostrado lo peor y lo mejor de las verduras. Si bien lo intento, no puedo amar a todas. Con algunas no insistiré. —¡Hecho! Iré en tren hasta la estación del cinco, y por favor, no te olvides de buscarme. POR FAVOR—. Tengo pavor de ir, no encontrar a nadie, perderme, que se yo, no llegar antes de que mi madre se dé cuenta que me fui, tener que avisar que me perdí o no poder avisar, y mi madre arrasará con medio Neopanem, solo para encontrarme y recibir la reprimenda del siglo. Hago mal en invocarla con mis pensamientos porque creo oír su voz llamándome desde el pasillo.
— ¡Aguarda un minuto!— le pido a Mi Jojo, al tiempo que giro la pantalla para esconderla y mi madre abre la puerta para husmear dentro. — ¿Estás con alguien?— pregunta extrañada, no sé si porque he traído a alguien a mi habitación o por el hecho mismo de que tenga una amiga este verano que lo he pasado como potus en el alfeizar de la ventana. —Yo… sólo… estaba teniendo una videollamada con Charlie… Charlotte— le aclaro, y a su «ah» le sigue una mirada inquisitiva. —Ya nos estábamos despidiendo—. Bajo la pantalla de laptop apagándola, para cuando quiera recuperar la conversación no creo que encuentre a mi mejor amiga disponible, pero prefiero cortar a que mi madre vea su rostro, que la ha visto crecer conmigo y aun así no es para ella otra cosa que una pequeña criminal que se fue de casa. Alguien de quien no debería ser amiga, claro. Y cuando la sigo fuera de mi dormitorio para ayudarla en lo que me pide, pienso en las largas vacaciones que me esperan, a menos que reúna el coraje para enviar un único mensaje a Mi Jojo diciéndole día y hora en que estaré en el distrito cinco.
La carcajada en mi habitación suena tan fuerte al conocer el supuesto núcleo de su varita, que creo que se ha escuchado más allá de la puerta. — Espero que las varitas de coliflor sean mejor que las ensaladas porque… ¡puaj!— hago una mueca con mis labios, ya que mis prácticas de veganismo en estos días para encontrar un entretenimiento en el verano, me ha mostrado lo peor y lo mejor de las verduras. Si bien lo intento, no puedo amar a todas. Con algunas no insistiré. —¡Hecho! Iré en tren hasta la estación del cinco, y por favor, no te olvides de buscarme. POR FAVOR—. Tengo pavor de ir, no encontrar a nadie, perderme, que se yo, no llegar antes de que mi madre se dé cuenta que me fui, tener que avisar que me perdí o no poder avisar, y mi madre arrasará con medio Neopanem, solo para encontrarme y recibir la reprimenda del siglo. Hago mal en invocarla con mis pensamientos porque creo oír su voz llamándome desde el pasillo.
— ¡Aguarda un minuto!— le pido a Mi Jojo, al tiempo que giro la pantalla para esconderla y mi madre abre la puerta para husmear dentro. — ¿Estás con alguien?— pregunta extrañada, no sé si porque he traído a alguien a mi habitación o por el hecho mismo de que tenga una amiga este verano que lo he pasado como potus en el alfeizar de la ventana. —Yo… sólo… estaba teniendo una videollamada con Charlie… Charlotte— le aclaro, y a su «ah» le sigue una mirada inquisitiva. —Ya nos estábamos despidiendo—. Bajo la pantalla de laptop apagándola, para cuando quiera recuperar la conversación no creo que encuentre a mi mejor amiga disponible, pero prefiero cortar a que mi madre vea su rostro, que la ha visto crecer conmigo y aun así no es para ella otra cosa que una pequeña criminal que se fue de casa. Alguien de quien no debería ser amiga, claro. Y cuando la sigo fuera de mi dormitorio para ayudarla en lo que me pide, pienso en las largas vacaciones que me esperan, a menos que reúna el coraje para enviar un único mensaje a Mi Jojo diciéndole día y hora en que estaré en el distrito cinco.
- Algo así… Si no sabes, ¿de qué te pueden culpar? - Tiene lógica, y creer o reventar: funciona. O bueno, funcionaba. Ahora mi táctica es no dejar que me atrapen en un primer lugar. - Aunque tienes un buen punto… ¿Quieres que espere hasta que comiencen las clases? Habrá menos chances de que te culpen de nada, y más chances de que puedas enterarte sin que te lo diga. ¿O me vas a decir que Amanda Lollis no sigue esparciendo rumores por los pasillos? - El Royal era grande, pero de alguna forma esa chismosa lograba estar al tanto de todo lo que hacía todo el mundo. Si no fuera tan hueca, hasta podría usar la información a su favor, pero rara vez lo hacía, y solía contentarse con que supieran que ella era la fuente de todos los chismes.
- ¿Y por qué demonios comerías una ensalada de coliflor? ¡Albi! Hamburguesas, papas fritas, grasas y harinas. ¿Tenemos que volver a repasar tu dieta? - Entre las dos no solíamos a alcanzar la masa corporal de una persona promedio, pero al menos yo tenía como excusa que aquí la comida era un tema algo complicado. Ella en cambio no tenía esos inconvenientes y no le perdonaría que “eligiese” comer coliflor antes que cualquier cosa frita y llena de calorías que pudiese tener al alcance. - ¿Alguna vez te he defraudado? - Ok, mala elección de palabras. Tengo un buen sentido de la orientación, y solía ser puntual… si recordaba las cosas. No importaba que tan ansiosa estuviese por un acontecimiento, un nuevo proyecto, algún trabajo que me pidiesen, una mariposa pasando delante mío… cualquier cosa servía de distracción y tendía a tener la mala manía de olvidarme de cosas que no debía.
Escucho ruidos de fondo, y la advertencia de mi amiga me deja conteniendo el aliento. Un segundo, tres, diez… la pantalla queda en negro y dejo escapar un suspiro. Bien… seguramente pasaría un tiempo hasta poder hablarle nuevamente, pero al menos teníamos un encuentro pendiente. Cierro la conexión y paso unos minutos borrando cualquier rastro que vincule a Albi con una muchacha cualquiera de un distrito pobre. Ya vería luego qué haría para volver a comunicarnos sin tanto trabajo de por medio.
- ¿Y por qué demonios comerías una ensalada de coliflor? ¡Albi! Hamburguesas, papas fritas, grasas y harinas. ¿Tenemos que volver a repasar tu dieta? - Entre las dos no solíamos a alcanzar la masa corporal de una persona promedio, pero al menos yo tenía como excusa que aquí la comida era un tema algo complicado. Ella en cambio no tenía esos inconvenientes y no le perdonaría que “eligiese” comer coliflor antes que cualquier cosa frita y llena de calorías que pudiese tener al alcance. - ¿Alguna vez te he defraudado? - Ok, mala elección de palabras. Tengo un buen sentido de la orientación, y solía ser puntual… si recordaba las cosas. No importaba que tan ansiosa estuviese por un acontecimiento, un nuevo proyecto, algún trabajo que me pidiesen, una mariposa pasando delante mío… cualquier cosa servía de distracción y tendía a tener la mala manía de olvidarme de cosas que no debía.
Escucho ruidos de fondo, y la advertencia de mi amiga me deja conteniendo el aliento. Un segundo, tres, diez… la pantalla queda en negro y dejo escapar un suspiro. Bien… seguramente pasaría un tiempo hasta poder hablarle nuevamente, pero al menos teníamos un encuentro pendiente. Cierro la conexión y paso unos minutos borrando cualquier rastro que vincule a Albi con una muchacha cualquiera de un distrito pobre. Ya vería luego qué haría para volver a comunicarnos sin tanto trabajo de por medio.
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