The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Pasé delante de las fachadas más atractivas de los bares que estaban sobre la calle principal, para doblar en una esquina y andar medio callejón hasta dar con la puerta discreta que me permitió entrar a uno de esos sitios por una de las salidas que se reservan para emergencias. Descendí la escalera metálica que me llevó a una sala con menos luces, un gran pozo negro en el que se escuchaba la voz de una chica susurrando una canción. Al pisar el último escalón, la vi sentada en un taburete en medio del escenario, alrededor del cual se veían unas pocas mesas desocupadas. Deslicé mi mirada de su rostro a medio cubrir por las sombras y las ondas rubias que caían por sus hombros, a la barra donde sabía que encontraría a mi prima. Distinguí el contorno de su espalda de las otras mujeres que estaban apostadas con un trago, algunas con compañía, su cabello oscuro aún más negro con la poca luz. Roce su espalda baja con mi mano para hacerle notar mi presencia y me senté a su lado, de perfil al mostrador para girarme hacia ella. —Has comenzado sin mí— la saludo con una media sonrisa mirando su vaso. No sé cuánto tiempo lleva esperando y cuánto ha ingerido hasta el momento, lo bueno es que estamos a sábado y no tenemos nada que nos reclame el domingo. —¿Qué vamos a tomar hoy?— dejo que sea ella la que decida por el derecho a llegar primera y examino el contenido de su vaso con ojo crítico.

Me distrae la voz de la cantante que me hace mirar más allá de Annie, y esa candencia que se acopla a los latidos en mi pecho, me tiene siguiendo con los ojos la manera en que echa mechones de su pelo hacia atrás con los dedos, descubriendo parte de su rostro. Su mirada recorre las mesas, la barra. Se detiene en nosotros, dos segundos, tres segundos. Regresa en un par de ocasiones, lo que tardo en tener mi propio vaso en una mano y que la canción se acerque a su final, languidece hasta desvanecerse. No suele ser fácil que mi semblante se resquebraje al mostrar interés en alguien, pero me estoy demorando en buscar un tema de conversación con mi prima que no tenga como pregunta algo referido al trabajo o a la familia, en ese orden. La rubia del escenario baja del escenario y se abre camino en una única dirección, la veo venir hacia nosotros. A punto está de seguir de largo cuando una sonrisa capciosa llena sus labios y ladea su mirada hacia Annie. La recorre de cuerpo entero y reprimo una carcajada. Aguardo a que está fuera del alcance de nuestra conversación, para inclinarme hacia mi prima. —Ese fue un extraño giro de los acontecimientos— opino. —Siempre es una mala idea salir contigo, Annie.
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Annie C. Weynart
Jefe de Área en Investigación
Es inevitable que mi pie se mueva al compás de la canción, así que decido pedirle otro trago al barman mientras me enfoco en mirar la pared de bebidas alcohólicas que adornan el lugar. Llevaba tiempo ya de no frecuentar esta locación, y la mirada que siento sobre mi nuca de a ratos es un claro recordatorio de por qué lo había vetado. Y era una pena, buena música, excelente atención, tranquilidad y anonimato ¿qué más podía pedir? - Pero al menos te he guardado un lugar. - Le sonrío mientras elevo la pierna hasta golpetear el costado de mi calzado contra una de las patas de hierro que tiene el taburete en el que ha tomado asiento. Mi nueva copa llega justo unos segundos después que su comentario, y la elevo a modo de brindis antes de acercarla a mis labios. - Este es mi segundo Zombie, hace rato que no ponemos a prueba nuestra resistencia, ¿qué dices? - Lo desafío a modo de broma, pero si de verdad quiere jugar una mini competencia, por mí no hay problema. No tengo inconvenientes en sostener mi capacidad alcohólica, así que lo único que puede salir de esto, es una resaca al día siguiente, y un barman muy feliz por el dinero que iba a ganar. - Aunque tendrías que alcanzarme primero. - Doy dos golpecitos con la yema del índice en el borde de la copa y vacío la mitad del contenido de un trago.

Noto como la mirada de Colin se desvía a mis espaldas, y me río por lo bajo entendiendo muy bien su situación. De nuevo siento la mirada en la nuca, y un pequeño escalofrío me recorre de pies a cabezas. Suelto un suspiro casi inaudible, y tomo lo que queda de mi bebida. La canción termina, y me entretengo masticando el gajo de naranja que acompaña la bebida, masticando la fruta hasta que solo queda la cáscara que deposito adentro de la copa. - ¿Extraño? - Me río entre dientes y vuelvo mi vista hacia él, que me mira de una manera que no termino de comprender. ¿Es acaso reproche? Vuelvo a reír y le palmeo cariñosamente el brazo. - No te lo tomes a mal, es lesbiana y ya cometí el error de haber dormido con ella. - El error de haberlo hecho más de una vez, y tener que soportar planteos que siempre generaban un efecto negativo en mí. - La verdad es que la había olvidado por completo. - Me encojo de hombros sin saber a dónde fue o siquiera si está escuchando, pero yo no vuelvo sobre mis errores. - Gracias igual por todavía no abandonar el club de la soltería. No tengo ganas de bodas o baby showers. - Era bonito no ser la única que no iba con pareja e hijos a las reuniones familiares, o al intento de reuniones que podíamos tener. Si no contaba a Joyce que… bueno. Y a Keiran, a quien no veía hace siglos. - En fin, llevamos tiempo de no hacer esto. ¿Qué cuentas?
Annie C. Weynart
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Invitado
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Eso es algo— sonrío a mi prima por su gesto atento de reservarme un asiento en un bar donde se van reuniendo cada vez más personas por ser un sábado, aunque no sea de los mejores que hay en el Capitolio. Habrá otros sitios más caros, con tragos más refinados, en los que podríamos estar si queremos coincidir con alguno de nuestros jefes y no, a decir verdad no lo quiero. No idolatro sus rostros como para querer verlos las noches fin de semana. Doy gracias a que mi prima todavía acepte acompañarme a estos lugares, donde lo más atractivo es una cantante a la que creo que nadie conoce fuera de estas paredes, y mi sonrisa se va ensanchando por su sugerencia, no hay nada aquí por lo que deba preocuparme de beber algo que podría anular mis sentidos, quizá lo necesito. Pero confío en mi resistencia. —¿Qué le sucederá al que pierde?— pregunto, es mi manera de hacerle saber que estoy dentro del juego y me reacomodo en mi silla para llamar al barman y le pido que me traiga tres Zombies, tendré que darme prisa en igualarla para compensar mi retraso.

Vacío el primero de los tragos en mi garganta, si me atraganto con una tos no es por la bebida, sino por la confirmación que tengo de labios de mi prima de que no estoy dentro de los gustos de la cantante. Sigo a la rubia con la mirada puesta en su espalda. —¿Así que lesbiana? ¿Y qué opinión tiene de los tríos?— pregunto, solo por las dudas. Si tengo que tomar como referencia el olvido de Annie para juzgar a la chica, puede que no haya nada memorable en ella. No obstante, como no creo que con mi prima tampoco tengamos gustos similares, no puedo hacer suposiciones en base a sus experiencias, sino confirmarlas por mi propia cuenta si es que tengo la oportunidad.

Lo que no creo que ocurra hoy, porque regreso mi atención a las palabras de Annie. —No podría dejarte sola en ello. Si nos mantenemos unidos, no podrán atraparnos— pruebo lo que queda de mi segundo vaso y me falta uno para adelantarme a ella. —Secuéstrame si algún día quieren arrastrarme a ello— le pido, porque no creo que llegue el momento en que lo haga por voluntad, tengo presente que si me lo plantean será por una conveniencia de familia, no por creer que puedo llegar a tener una vida hecha con alguien más. Demasiado tiempo solo, supongo. Carraspeo para limpiar mi garganta del trago y trago un trozo de la fruta. —Ha pasado un tiempo, es cierto— coincido, el tiempo simplemente pasa, demasiado rápido. —Están especulando si es que acaso estoy rondando el puesto de jefe a la Niniadis. ¿Tú que crees? ¿Debería?— pregunto, tenemos la misma edad y ella está en uno de esos cargo de autoridad. Por mi apellido dan por hecho que también aspiro a lo mismo que mis hermanos. —¿Y qué me cuentas tú?
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Annie C. Weynart
Jefe de Área en Investigación
Esbozo una sonrisa cuando noto como Colin acepta sin dudar mi propuesta, y señalo al camarero que traiga otro trago para igualar su pedido. - Te dejaré a tí esa parte. La Annie inventiva quedó sepultada bajo montañas de papeles en mi oficina. - Además de que no era buena para armar consecuencias para juegos tontos. Podía ser demasiado extremista, o incluso pecar de poco creativa. Sobre todo cuando lo único que se me viene a la mente en estos momentos como castigo, es que el perdedor pague el total de la cuenta. Cómo si eso fuese a afectar alguno de nuestros bolsillos… - Además, dudo mucho que alguno de los dos pierda. - O nos aburríamos, o lo dejábamos en empate la mayoría de las veces así que no podía imaginar que esta terminase muy diferente.

Sonrío de costado cuando mi primo entiende el panorama completo, y tomo un sorbo del nuevo trago, sin aventurarme a terminármelo para dejar que me alcance a su propio paso. - No tengo ni la más mínima idea. Pero supongo que no van con ella. - Me permito girar la cabeza para observar por encima de mi hombro, y cuando diviso la forma de la rubia desvío la mirada con rapidez. - No recuerdo cómo era en la cama, pero si tengo memorias de su intento de portarse como alguien posesiva. - Ruedo los ojos y llevo nuevamente el vaso a mis labios. - Aunque le interesaran los hombres, no te recomiendo meterte ahí. - El drama de las relaciones, o más bien la falta de ellas, no era algo que solía ir bien con ninguno de los dos. No hasta donde recuerdo al menos.

- Tendrás que dejar eso por escrito en algún lado. No quiero tener problemas cuando me culpen por tu desaparición. - Le sigo la broma, sintiéndome tentada por unos segundos a pedirle que haga lo mismo por mí si se daba el caso. No lo hago, estoy demasiado segura de que jamás se va a dar un tipo de situación en la que mantenga una relación amorosa estable, con el deseo de formar una familia a futuro. - Deberías preguntarle a Ri, porque no tengo idea de cómo se manejan por sus lares.- No creía que el departamento de tecnología y el de defensa fueran similares más que en pocos aspectos, así que no le serviría de mucho. - En mi experiencia solo puedo decir que es demasiado papelerío, y mucho hacerte cargo de lo que tus empleados hagan. Y casi nunca es “su trabajo” así que… ahí tienes el cómo he estado. - Patético, pero no podía recordar nada que destacara lo suficiente de mis semanas como para que valiese la pena mencionarlo.
Annie C. Weynart
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Invitado
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Es un juego un poco aburrido si partimos de que ninguno perderá, al menos trabajemos en la expectativa— apunto. Debe ser culpa de crecer juntos, de conocer las fortalezas del otro como para tener cuidado y de las debilidades para tomar ventaja, que toda nueva estrategia si suponemos una competencia, queda anulada. Si incluso fuéramos de quienes hacen trampa, temo que nos adelantaríamos al truco del otro, también anulándolo. —Dejemos abierta la prenda— sugiero, y es casi como admitir que nuestro juego ha quedado en nada. Sin embargo, la emoción de una partida ganada como la que experimento cuando salgo en exploraciones y doy con mi objetivo, y que apuesto que ella también conoce en su propio campo, es un cosquilleo que no puedo ignorar del todo. Por eso la miro de refilón mientras bebe de su vaso y yo apuro el mío, para dejarlo sobre el mostrador antes que ella lo haga.

Hago una mueca cuando un solo calificativo basta para que pierda todo mi interés en la cantante, como si Annie supiera qué decirme para espantarme y hacerme correr en la dirección contraria. Es a quien le confío la seguridad de mi soltería, así que me tomo su juicio en serio. Las personas posesivas no son del tipo que podrían encajar con alguien que puede desaparecer días y reaparecer de la nada, en general no creo que haya persona que pueda estar con alguien que le haga sentir solo. También estamos el otro tipo, los que nos gusta demasiado estar solos. No es algo a lo que podría renunciar fácil y no sé cómo tendría que ser la persona que me lo haga replanteármelo. De seguro si lo hago, será bajo el efecto de un imperius, y por eso mejor asegurarme que Annie sea atenta y se encargue de librarme de esa también. —Se lo dejaré todo por escrito a Ri, librándote de la culpa— prometo, para que nuestro hermano no se preocupe por ninguno de los dos, aunque su situación actual como esposo y padre nos haga parecer a los dos un par de críos que huyen del compromiso. —De que sabe más que nosotros por más que sea nuevo en esas circunstancias, es seguro—. Y alguna vez consideré compartir un par de dudas graves con él, pero me cohibí porque no quería preocuparlo con tonterías. Me quedo momentáneamente taciturno al pensar en ello. —Pero hay cosas que prefiero seguir hablando contigo— reconozco, tal vez porque busco que sus palabras sean un eco de mis pensamientos, y temo que las de Riorden sean de las que dictan sentencia.

Meneo la cabeza cuando me explica que ser jefe se trata de hacer papeleo, y no, gracias, quiero mi arco y quiero el bosque. —Secuéstrame también si algún día me ves sentado detrás de un escritorio de oficina— pido. Su trabajo no suena tan apasionante, pero no dudo de que ella disfruta de lo que hace, de que tiene talento y la inteligencia para seguir avanzando en la carrera ministerial. Su afición por la ciencia siempre ha sido auténtica, y bien, puede que ahora mismo esté necesitando más un consejo que provenga de su inteligencia y de argumentos científicos, que aquellos que tienen que ver con el honor y el sentido del deber. —Tu trabajo suena un tanto aburrido estos días con esos papeles que tienes, ¿te lo haría un poco más entretenido tratar de descubrir si es que tu primo emperrado soltero tal vez…?— hago pasar un poco más de la bebida por mi garganta para acabar la oración. —¿Tiene una hija?— consulto. No, no el alcohol actuando demasiado rápido. Le sostengo la mirada para que sepa que hablo en serio. —Sé que no es mía, no tengo dudas. No hay manera… ella…— pongo la misma expresión de incredulidad que al enterarme, mi rostro por lo general severo se desencaja totalmente. —Ella es muy diferente a mí físicamente, es… tan asiática—. Sueno como un maldito discriminador con una niña.
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Annie C. Weynart
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- ¿En la expectativa de que terminaremos igualmente ebrios? - No me molestaba. Beber por beber, solo queriendo superar nuestra propia resistencia tenía su propio atractivo. Aunque si queríamos acelerar el proceso deberíamos variar un poco las bebidas. El mejor truco para que el alcohol hiciera efecto, era tener poco y nada en el estómago, e ir variando los tragos conforme pasaba el tiempo. Una cerveza intercalada entre algunos cocktails de bebidas blancas y no tendríamos que estar toda la noche pegados a la barra. - ¿Dejarla abierta? ¿Por qué siento que eso nos perjudicará a futuro? -  Era un comodín de favores que no sabía si estaba dispuesta a entregar. Ni siquiera a alguien de confianza como lo era él.

Me alegro de que no decida seguir inquiriendo sobre la cantante luego de mi advertencia y sonrío. Podría no ser Weynart por sangre, pero definitivamente eso no había tenido que ver en mi crianza. Era una Weynart hecha y derecha, y estas charlas con mi primo lo reafirmaban. - Ten los papeles listos y se los llevaré a mi abogado para que les eche un vistazo. - Es una broma claro está, aunque no me molestaría ver la cara que pondría Hans si en algún momento le caía con un papel de esos. Probablemente no se sorprendería, pero aún así… - ¿Nuevo? ¿Hay de verdad algo en lo que Ri sea nuevo? No sé por qué siento que siempre ha sido un veterano de la vida. Pero bueno, gracias por esa preferencia. El sentimiento es mutuo. - A veces… Después de todo, él todavía no estaba enterado de mi verdadero parentesco.

Ruedo los ojos con gracia ante su declaración y le hago una nueva seña al camarero para que se acerque. - Si sigues acumulando situaciones, creo que nunca verás la luz del día. - Bromeo. -  No te olvides de incluir todas las situaciones hipotéticas en el papel que me exime de culpas. No quiero problemas legales. - El barman se acerca y le indico que esta vez quiero una copa de su mejor vino. Por más de que hubiese pensado lo de la cerveza, no acostumbraba a beberla estando fuera de casa. Se me hacía un tanto… ¿vulgar? El vino tendría que servir.

Estaba a punto de emitir un sonido en señal de reproche ante la acusación de tener un trabajo aburrido cuando me quedo a mitad de camino, boca entreabierta y las cejas casi tocando mi sien. - Oh por favor, ¿son tan complicados los hechizos estos días? - Desde hace años que la excusa de los preservativos era casi obsoleta, había hechizos de protección, anticonceptivos, dispositivos que yo misma había desarrollado con una empresa bioquímica para evitar estas situaciones. ¿Cómo era posible que en menos de un año era la segunda vez que me venían con este planteo? - Claramente tienes dudas si es que me lo planteas de esta forma. - Mi bebida aparece en frente mío, y antes de que quien me la sirvió se vuelva a ir, me tomo el contenido de la copa de un tirón, y le hago una seña con el dedo para que vuelva a servir. - Sé que te gusta estar en el campo pero… Lección de genética número uno. Si la madre es asiática, o tiene ascendencia asiática, todo es posible primo querido. - Además, la etnia no era lo importante en esta situación, solo esperaba que no la hubiese cagado con alguien con quien no le correspondía. De solo imaginar que… No, Colin sabía mejor que meterse con una humana o una sangre sucia. - ¿Cuándo te enteraste? ¿Cómo…?
Annie C. Weynart
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¿Ves? De pronto empieza a ponerse interesante…— bromeo con una mueca de sonrisa por su recelo de dejar abierta la prenda, es un amago que pocas personas ven, pero que surge espontáneo con mi familia y que con mi prima en especial se da como una afinidad que creí que solo tendría con mi hermana gemela por haber compartido vientre, por eso la prefiero para confidencias en las que busco su sentencia, no la que puedan darme Riorden o mi hermana más directa. El primero será un veterano de la vida como dice Annie, la otra tiene demasiado trato con niños como para saber que su orden inmediata será que me haga responsable o eso supongo, creo que enterarse quién es la madre podría ser una verdad que ponga en jaque a toda mi familia. Lo que pueda decirme mi prima me dará un panorama de qué esperar del resto, si la niña es mi hija… puede no serlo.

No sucedió en estos días— le aclaro, mirando cómo cambia su bebida por una copa de vino. —Fue hace más de diez años—. No es disculpa para el error cometido, y no se trataba entonces de quien era, porque entonces no se había exiliado, la estupidez estaba en ser descuidado. Supongo que para entonces todavía no había reforzado tanto mi idea de que estar solo me traía menos complicaciones, hacía mi vida más sencilla y encontraba en el trabajo que hacía lo que llenaba mis días como para sentirme a gusto, algunas personas somos así, ella también lo entiende. Y de pronto una hija en medio de todo…

»Su madre lo es, supongo que fue un gusto de ese entonces, y todavía tengo preferencias equivocadas— admito a regañadientes, pensando también en la cantante. Sobre la niña, solo no esperaba que sus rasgos… ¿no fueran tan marcados? No fui capaz de verme en ella, hasta que hizo uso de un poco de magia para mostrarme lo parecidos que podíamos ser y eso, en serio, me asustó como pocas criaturas lo hacen a estas alturas. —Me lo dijo cuando la niña empezó a mostrar señales de magia, si la traigo conmigo podría crecer y ser educada como una bruja… y supongo que el apellido Weynart también es todo un detalle— esto último lo digo con desprecio, porque seré bastardo y pensaré que eso es de todo la razón principal por la que una repudiada quiere ubicar bien a su hija. De pronto siento la necesidad de tomarme de un tirón algo más fuerte que las gotas que quedan en mi vaso, y como Annie lo ha hecho, también pido un cambio de trago.
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Annie C. Weynart
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- Aguarda. Entonces… tienes una hija de más de diez años. Bien. Necesito más alcohol. - La copa de vino desaparece dentro de mi garganta y siento una especie de déjà vu al recordar que Hans me había dado una noticia similar no mucho tiempo atrás. Aún así, esto es diferente, porque era Colin, mi primo, mi familia. - Preferencias equivocadas… Colin Weynart, dime que no tienes una hija con una muggle o algo así. - ya suficiente era cargar con lo de Joyce, como para agregar a una pseudo sobrina mestiza que podría cagarle la carrera, si no era algo peor.

- Entonces… ¿Todavía estás en contacto con la madre? - por unos minutos también quería creer que la niña no era de él, pero a decir verdad, no podría afirmarlo hasta que hiciera las pruebas pertinentes. - Ay primo… las cosas en las que te metes. Bien. Si resulta ser tu hija, será sencillo aclarar las cosas y jugar todo en tu favor. Si no lo es… pues tendríamos que vigilar a la madre de la muchacha por querer exigir cosas que no le corresponden. - No sería ni la primera ni la última vez que alguien minitiese para conseguir algo de nosotros. Cómo bien había dicho mi primo, el apellido Weynart era todo un detalle. Uno con la suficiente importancia como para abrir más de una puerta.
Annie C. Weynart
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Alcohol será lo que se desborde de la barra esta noche, porque confesarle a mi prima la existencia de aquella niña refugiada en uno de los distritos repudiados, lograba motivarme lo suficiente como para pedir al barman que la siguiente botella nos dejara a mano, que las copas las rellenaríamos nosotros. Tengo mis ojos puestos en la bebida como para mirarla a ella al preguntarme si acaso la madre es una muggle, lo que sería tocar demasiado bajo por ser un Weynart, y meneo mi cabeza para librarla de la peor duda. —Es una traidora, se exilió por su cuenta hace años…—. Y por ser esa su decisión, no hubo nada que me hiciera lamentarla, personas así es mejor solo dejarlas ir y que asuman las consecuencias de sus actos, tal vez me sentí un poco herido de que lo hiciera y por eso mi desprendimiento. Pero no he sido apegado a nada, nunca. Porque incluso mi familia que ha sido una constante, también ha tenido sus altibajos y personas a las que tuvimos que despedir.

Ella me contacto. Me buscó y me encontró, no fue tan difícil, me muevo mucho por esos distritos— cuento. Son los lugares de paso cuando vuelvo de las expediciones, me detengo a descansar antes de entrar a los distritos con una agitación más propia de las ciudades. —Voy a averiguar bien de qué se trata esto, yo… conocí a la niña— reconozco ante Annie, todo el convencimiento de que no soy su padre es algo que logré armar cuando estuve a solas, de regreso en mi centro y lejos de la influencia de la pequeña. —No hay nada que un examen de ADN no pueda aclarar de una buena vez, así que tendremos una respuestas más temprano que tarde— decido, haciéndole parte de esto y con la esperanza de encontrar en algún momento de las semanas siguientes para poder hacer esto, si es que no me acobardo ante el resultado, porque por primera vez quiero evadir algo a toda costa. Creo que es porque sé lo que dirá ese análisis. Y por eso mismo bebo directo de la botella, necesito un trago más largo para dejar el tema atrás. —¿Una prenda abierta, dijimos?— pregunto para confirmar, porque creo que esta noche elijo perder si es que me deja fuera de mí, y que sea Annie quien decida con toda la extraña confianza que deposito en ella, otra vez.
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