OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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2 participantes
Julio
Si alguien me hubiese dicho hace algunos años que terminaría metido en la política, probablemente me habría reído en la cara. Somos aquellos a los que los políticos piden favores por izquierda, no sus colegas, pero las circunstancias de la vida me han traído aquí y lamentablemente parte del trato es abandonar mi bella mansión para venir a vivir a la isla ministerial. No es un mal lugar, pero no es la casa de ensueño que yo mismo diseñé y gané por mérito propio... Esto más bien es un préstamo mientras dure mi mandato que ni siquiera sé cuanto durará, no es que haya mucha democracia éstos días.
Los de la mudanza tenían la orden de dejar todo acomodado pero al parecer les pareció gracioso acumular cajas en la vereda. Definitivamente necesito un esclavo para éste nuevo lugar ya que el anterior quedó en el edificio de PI para dar una mano allí, ya sabe como manejarse y es como el secretario de toda la tercera planta. Me guste admitirlo o no, se ha vuelto bastante indispensable así que no puedo quitarlo de sus tareas allí.
Supongo que tendré que usar para todo la varita pero no me agrada para nada tener que hacerlo yo mismo. No levanto una caja desde que los 5 años cuando las usaba para construir fuertes en la cocina. Pero al parecer el universo ha escuchado mis lamentos pues veo a un joven de cabello rizado y algo flacucho salir de una de las casas. No sé qué ministro vivirá allí pero es un bonito lugar también.
- ¡Hey, tu! Necesito ayuda, ven aquí - le digo con la voz en alto pero no tanto como para que parezca un grito, yo no hago eso y mucho menos en la vía pública - Te daré galeones si quieres, necesito meter las cajas - ofrezco pues no conozco a una sola persona en el mundo que sea capaz de resistirse al dinero. Aunque, la verdad, desde que he sido nombrado como el empresario más joven y exitoso de Neopanem... El dinero ya no es tan necesario.
Si alguien me hubiese dicho hace algunos años que terminaría metido en la política, probablemente me habría reído en la cara. Somos aquellos a los que los políticos piden favores por izquierda, no sus colegas, pero las circunstancias de la vida me han traído aquí y lamentablemente parte del trato es abandonar mi bella mansión para venir a vivir a la isla ministerial. No es un mal lugar, pero no es la casa de ensueño que yo mismo diseñé y gané por mérito propio... Esto más bien es un préstamo mientras dure mi mandato que ni siquiera sé cuanto durará, no es que haya mucha democracia éstos días.
Los de la mudanza tenían la orden de dejar todo acomodado pero al parecer les pareció gracioso acumular cajas en la vereda. Definitivamente necesito un esclavo para éste nuevo lugar ya que el anterior quedó en el edificio de PI para dar una mano allí, ya sabe como manejarse y es como el secretario de toda la tercera planta. Me guste admitirlo o no, se ha vuelto bastante indispensable así que no puedo quitarlo de sus tareas allí.
Supongo que tendré que usar para todo la varita pero no me agrada para nada tener que hacerlo yo mismo. No levanto una caja desde que los 5 años cuando las usaba para construir fuertes en la cocina. Pero al parecer el universo ha escuchado mis lamentos pues veo a un joven de cabello rizado y algo flacucho salir de una de las casas. No sé qué ministro vivirá allí pero es un bonito lugar también.
- ¡Hey, tu! Necesito ayuda, ven aquí - le digo con la voz en alto pero no tanto como para que parezca un grito, yo no hago eso y mucho menos en la vía pública - Te daré galeones si quieres, necesito meter las cajas - ofrezco pues no conozco a una sola persona en el mundo que sea capaz de resistirse al dinero. Aunque, la verdad, desde que he sido nombrado como el empresario más joven y exitoso de Neopanem... El dinero ya no es tan necesario.
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La cocina huele mal y, esta vez, no es mi culpa. Bueno, quizá sí, pero solo un poco. Encontré entretenimiento en molestar a Gaspard soplándole las orejas porque me di cuenta de que está tan viejo que se mueven como barriletes si tiro mucho aire sobre ellas, lo que provocó que se las agarre conmigo y la distracción acabó en un pastel quemado. Suerte para mí, Lady Cora se ofreció a arreglar el problema y yo puedo abandonar la cocina con las amenazas del elfo a mis espaldas, pero no las escucho porque estoy agarrándome la panza entre risas que debería contener, pero que no lo hago del todo. Salgo por la puerta delantera solo para tomar distancia en busca de un sitio para carcajearme tranquilo, cuando una voz interrumpe mi paseo por las escaleras principales de la mansión y eso hace que levante la mirada, tratando de obligarme a dejar de, al menos, sonreír. No hay nadie más en la calle, así que asumo que el desconocido me habla a mí.
Me apresuro a cruzar la cerca y echo un vistazo en busca de mi ama, pero ella no aparece por ningún lado así que puedo pasar de pedirle permiso. Dudo mucho que le moleste, si consideramos que es contra las normas en negarme a un mago que está pidiendo mi ayuda — No es necesario que me dé galeones, señor. Creo que eso sería un poco ilegal — estiro mis brazos a los costados en forma de cruz para enseñarle mis ropas grisáceas, las cuales delatan mi posición de esclavo. Y, creo, que cualquier persona en esta isla sabe cómo se manejan con el aspecto de darle a un esclavo. No tardo en darme cuenta de que está rodeado de cajas antes de entender lo que me ha dicho, lo que me lleva a mirarlo de pies a cabeza sin mucho disimulo. ¿Y éste quién se supone que es? No lo vi en las noticias antes, aunque no he visto nada después del anuncio de la explosión del 14. Asumo que si se está mudando a la isla, debe ser alguien del gobierno o familiar de algún integrante de este lugar tan exclusivo.
Como no me puedo negar a las peticiones de un mago, me inclino y tomo la caja que tengo más cerca, agradeciendo que no sea tan pesada. Una parte de mí se pregunta si ellos no tienen esa habilidad de hacer flotar cosas por el aire, pero no soy tan tonto como para pecar de insolente con alguien a quien no conozco — Puedo preguntar… ¿Quién es usted? — eso sí se me escapa e intento acomodar otra caja sobre la que ya sostengo — Lamento si sueno algo ignorante, no soy muy apegado a la televisión y no tiendo a escucharla cuando mi ama está mirándola. ¿Ministro o familia?
Me apresuro a cruzar la cerca y echo un vistazo en busca de mi ama, pero ella no aparece por ningún lado así que puedo pasar de pedirle permiso. Dudo mucho que le moleste, si consideramos que es contra las normas en negarme a un mago que está pidiendo mi ayuda — No es necesario que me dé galeones, señor. Creo que eso sería un poco ilegal — estiro mis brazos a los costados en forma de cruz para enseñarle mis ropas grisáceas, las cuales delatan mi posición de esclavo. Y, creo, que cualquier persona en esta isla sabe cómo se manejan con el aspecto de darle a un esclavo. No tardo en darme cuenta de que está rodeado de cajas antes de entender lo que me ha dicho, lo que me lleva a mirarlo de pies a cabeza sin mucho disimulo. ¿Y éste quién se supone que es? No lo vi en las noticias antes, aunque no he visto nada después del anuncio de la explosión del 14. Asumo que si se está mudando a la isla, debe ser alguien del gobierno o familiar de algún integrante de este lugar tan exclusivo.
Como no me puedo negar a las peticiones de un mago, me inclino y tomo la caja que tengo más cerca, agradeciendo que no sea tan pesada. Una parte de mí se pregunta si ellos no tienen esa habilidad de hacer flotar cosas por el aire, pero no soy tan tonto como para pecar de insolente con alguien a quien no conozco — Puedo preguntar… ¿Quién es usted? — eso sí se me escapa e intento acomodar otra caja sobre la que ya sostengo — Lamento si sueno algo ignorante, no soy muy apegado a la televisión y no tiendo a escucharla cuando mi ama está mirándola. ¿Ministro o familia?
El joven cruza la calle y su respuesta me descoloca un poco hasta que comprendo a qué se refiere. Por supuesto, su ropa gris es señal de que es un esclavo y también señal de que la vida aquí será muy distinta a la que estoy acostumbrado y será mejor que me adapte a eso - Los esclavos usan harapos, entendido. Retiro la oferta - respondo algo malhumorado por no haberlo notado por mi mismo. La tía Hela y papá siempre mantuvieron a los esclavos con la ropa de la empresa, un pantalón oscuro y camisa con el logo de PI, creo que tendré que cambiar esa costumbre cuando traiga uno para mí aquí si no quiero desentonar... Son poco más que elfos, ya puedo verlo.
Se pone con la tarea así que yo comienzo también con aquello que claramente no podrá manejar, como por ejemplo el colchón al cual hago subir con un movimiento de varita hasta la ventana del segundo piso. Por suerte llega a destino antes de su pregunta pues me hace mirarlo de arriba a abajo buscando cualquier señal de broma, pero no encuentro ninguna - Notch Labors, toma cualquier dispositivo electrónico que tenga tu ama en su casa y verás mi nombre en él - bueno, no precisamente, solo mi apellido en la parte interior... Lo que figura notoriamente es el logo de la empresa.
Respiro profundo antes de ponerme a buscar algo más y finalmente localizo la caja con la pesas para mi gimnasio personal. Hago un nuevo movimiento de varita y busco con la mirada al esclavo para que me siga hacia el interior - Soy el nuevo ministro de investigación - completo el relato de antes - Pronto compraré un amigo para tí - dato innecesario pero supongo que se alegrará por tener a alguien más como él dando vueltas por el vecindario - ¿Tú a quien perteneces y hace cuánto? Aún no tuve la oportunidad de conocer a todos mis nuevos colegas...
Se pone con la tarea así que yo comienzo también con aquello que claramente no podrá manejar, como por ejemplo el colchón al cual hago subir con un movimiento de varita hasta la ventana del segundo piso. Por suerte llega a destino antes de su pregunta pues me hace mirarlo de arriba a abajo buscando cualquier señal de broma, pero no encuentro ninguna - Notch Labors, toma cualquier dispositivo electrónico que tenga tu ama en su casa y verás mi nombre en él - bueno, no precisamente, solo mi apellido en la parte interior... Lo que figura notoriamente es el logo de la empresa.
Respiro profundo antes de ponerme a buscar algo más y finalmente localizo la caja con la pesas para mi gimnasio personal. Hago un nuevo movimiento de varita y busco con la mirada al esclavo para que me siga hacia el interior - Soy el nuevo ministro de investigación - completo el relato de antes - Pronto compraré un amigo para tí - dato innecesario pero supongo que se alegrará por tener a alguien más como él dando vueltas por el vecindario - ¿Tú a quien perteneces y hace cuánto? Aún no tuve la oportunidad de conocer a todos mis nuevos colegas...
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De verdad intento no poner los ojos en blanco, así que creo que mis orbes se extienden un poco en un obvio intento de no rodarlos, tomando por un momento la expresión de poseído, evitando incluso parpadear. Harapos, claro, porque eso queda muy bien con la basura que somos. No termino de acomodar el peso de las cajas con la ayuda de una rodilla que ya estoy levantando la vista, viendo como el colchón desaparece por arte de magia, literal, por la ventana de su casa. Eso me ayuda a fingir muy bien que no me doy cuenta de la miradita que me lanza, esa que me da ganas de recordarle que no estoy ciego — ¿Qué? ¿Es un egocéntrico de sus electrodomésticos? — lo pregunto con toda la inocencia que soy capaz, como si no entendiese bien a qué se refiere. Mejor pecar de idiota que de insolente.
Un nuevo ministro de investigación. ¿Qué pasó con el anterior? No lo sé, tampoco me interesa. Solo no puedo creer que sigan metiendo tipos jóvenes con aires de grandeza en este lugar, cuando estoy seguro de que ni la mitad de ellos sabe siquiera limpiarse el culo y creen que cagan oro y con olor a rosas. Tengo que ser sincero, agradezco servirle a la única persona aquí que ha hecho carrera y que parece al menos tener un perfil lógicamente respetable. Tras su seña, empiezo a caminar detrás de él — ¿Va a comprarme un perro? — y ahí se me va otra, pero esa no puedo siquiera evitarla. ¿Un amigo para mí? ¿De qué está hablando este sujeto? — Lo siento, señor, pero no acostumbro a hacer amistad con otros esclavos — mentira, pero eso no tiene que saberlo.
No importa mucho, porque ese comentario fue suficiente como para que me ponga a chequear con algo de disimulo si las cajas que llevo tienen alguna identificación que las califique como frágiles. Malo para mí pero bueno para él, no la tienen, así que me resigno a no romperle absolutamente nada por habernos tratado como muebles de decoración o simples mascotas. Ya dentro de la mansión, cuyo espacio se encuentra en todo su esplendor gracias a que es un simple día de mudanza, ni me molesto en chusmear. Que vamos, aquí todos tienen la misma clase de casa pomposa y reluciente y me parece un desperdicio de espacio — Sirvo a la ministra Leblanc desde hace unos meses, con la compañía de dos elfos. Le sugiero que se mantenga alejado del elfo viejo y malhumorado, no es precisamente amable — no sé de dónde sale ese consejo, pero supongo que me lo va a agradecer con el tiempo. Reduzco la velocidad de mi paso cuando me doy cuenta de que no tengo idea de qué se supone que estoy llevando, así que tampoco sé dónde debería colocarlo — ¿Dónde pongo sus cajas, señor? — espero que en cualquier parte, porque ya empiezan a fastidiarme los dedos que aprietan sus bordes — Así que… Ministro de investigación y electrodomésticos con su nombre. Asumo entonces que la mitad de sus cosas deben ser tecnológicas, ¿no es así? — ni sé por qué le doy charla. Debe ser porque soy incapaz de mantener la boca cerrada.
Un nuevo ministro de investigación. ¿Qué pasó con el anterior? No lo sé, tampoco me interesa. Solo no puedo creer que sigan metiendo tipos jóvenes con aires de grandeza en este lugar, cuando estoy seguro de que ni la mitad de ellos sabe siquiera limpiarse el culo y creen que cagan oro y con olor a rosas. Tengo que ser sincero, agradezco servirle a la única persona aquí que ha hecho carrera y que parece al menos tener un perfil lógicamente respetable. Tras su seña, empiezo a caminar detrás de él — ¿Va a comprarme un perro? — y ahí se me va otra, pero esa no puedo siquiera evitarla. ¿Un amigo para mí? ¿De qué está hablando este sujeto? — Lo siento, señor, pero no acostumbro a hacer amistad con otros esclavos — mentira, pero eso no tiene que saberlo.
No importa mucho, porque ese comentario fue suficiente como para que me ponga a chequear con algo de disimulo si las cajas que llevo tienen alguna identificación que las califique como frágiles. Malo para mí pero bueno para él, no la tienen, así que me resigno a no romperle absolutamente nada por habernos tratado como muebles de decoración o simples mascotas. Ya dentro de la mansión, cuyo espacio se encuentra en todo su esplendor gracias a que es un simple día de mudanza, ni me molesto en chusmear. Que vamos, aquí todos tienen la misma clase de casa pomposa y reluciente y me parece un desperdicio de espacio — Sirvo a la ministra Leblanc desde hace unos meses, con la compañía de dos elfos. Le sugiero que se mantenga alejado del elfo viejo y malhumorado, no es precisamente amable — no sé de dónde sale ese consejo, pero supongo que me lo va a agradecer con el tiempo. Reduzco la velocidad de mi paso cuando me doy cuenta de que no tengo idea de qué se supone que estoy llevando, así que tampoco sé dónde debería colocarlo — ¿Dónde pongo sus cajas, señor? — espero que en cualquier parte, porque ya empiezan a fastidiarme los dedos que aprietan sus bordes — Así que… Ministro de investigación y electrodomésticos con su nombre. Asumo entonces que la mitad de sus cosas deben ser tecnológicas, ¿no es así? — ni sé por qué le doy charla. Debe ser porque soy incapaz de mantener la boca cerrada.
Me pregunto si los reyes de antaño convertían a sus esclavos en bufones de éstos merecerlo. De haberlo hecho, bien podría copiarlos ahora mismo pues al muchacho solo le falta el sombrero y las mallas con la broma que hace ¿Maníaco de mis electrodomésticos? ¿En qué burbuja vive? Claro, en la que se le niega el placer de usar tecnología - Un esclavo gracioso al otro lado de la calle, no puedo quejarme - respondo con algo similar a una media sonrisa. Para responder a su pregunta saco mi celular del bolsillo y se lo enseño - Soy dueño de industrias Peach. Teléfonos, televisores, tabletas, relojes inteligente... - y muy pronto varitas inteligentes también, aún más de lo que ya son.
Cuando voy entrando a mi nuevo hogar caigo en la cuenta de que el niño no es un esclavo gracioso, sino uno muy estúpido que se atreve a tomarle el pelo a la gente. Ni siquiera gasto saliva en responderle y por suerte Maurice llega a refregarse contra mis pies y quitarme un poco el mal humor - No quiero que te acerques a él, Maurice ¿De acuerdo? Te contagiará las pulgas - murmuro pero no lo suficientemente alto para que el esclavo me escuche ¿O si? - No tienes amigos, entonces. Triste.
Escucho atento mientras dejo las cajas en su lugar y guardo la varita por un momento en el bolsillo de mi pantalón. Me recuesto sobre la pared, fría y blanca que pintaré a penas tenga la oportunidad, y entonces llegan a mi mente los comentarios de algunos de mis alumnos - La ministra LeBlanc... Solo he escuchado cosas buenas de Lulu por parte de mis empleados, yo no llegué a ser su alumno - creo que por fin podré conocerla en persona y quizás sea de esas que se alegran al enterarse de que sus estudiantes han progresado en el ámbito que querían.
- Ponlas en el rincón - ordeno señalando con la cabeza. Ya más tarde pensaré que lugar darle a cada cosa, o quizás contrate a alguien que lo haga por mí - No todo, aprecio las cosas viejas también - respondo secamente mientras me dirijo a la heladera que claramente está vacía, pero es bueno saber que al menos los de la mudanza entraron algo - Aunque si estás pensando en robar, debo advertirte que soy muy posesivo con mis cosas, así que piénsalo dos veces.
Cuando voy entrando a mi nuevo hogar caigo en la cuenta de que el niño no es un esclavo gracioso, sino uno muy estúpido que se atreve a tomarle el pelo a la gente. Ni siquiera gasto saliva en responderle y por suerte Maurice llega a refregarse contra mis pies y quitarme un poco el mal humor - No quiero que te acerques a él, Maurice ¿De acuerdo? Te contagiará las pulgas - murmuro pero no lo suficientemente alto para que el esclavo me escuche ¿O si? - No tienes amigos, entonces. Triste.
Escucho atento mientras dejo las cajas en su lugar y guardo la varita por un momento en el bolsillo de mi pantalón. Me recuesto sobre la pared, fría y blanca que pintaré a penas tenga la oportunidad, y entonces llegan a mi mente los comentarios de algunos de mis alumnos - La ministra LeBlanc... Solo he escuchado cosas buenas de Lulu por parte de mis empleados, yo no llegué a ser su alumno - creo que por fin podré conocerla en persona y quizás sea de esas que se alegran al enterarse de que sus estudiantes han progresado en el ámbito que querían.
- Ponlas en el rincón - ordeno señalando con la cabeza. Ya más tarde pensaré que lugar darle a cada cosa, o quizás contrate a alguien que lo haga por mí - No todo, aprecio las cosas viejas también - respondo secamente mientras me dirijo a la heladera que claramente está vacía, pero es bueno saber que al menos los de la mudanza entraron algo - Aunque si estás pensando en robar, debo advertirte que soy muy posesivo con mis cosas, así que piénsalo dos veces.
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Dueño de industrias… ¿Qué? Carajo, ahora le dan puestos importantes a niños ricos y empresarios. ¿Este tipo siquiera ha estudiado para ser político? No es que me importe mucho el gobierno actual, pero lo último que necesito es que se termine convirtiendo en un séquito de personas que la cagan más de la cuenta y que eso me termine repercutiendo por pertenecer al grupo social más bajo. Cuando su gato hace acto de aparición, opto por tomar la mejor postura que tengo en cuanto a insultos gratuitos se refiere: demostrar que me importan una mierda — No he tenido pulgas en años, señor — me defiendo con toda la parsimonia de la que soy capaz — Y sí, tengo amigos — eso es todo. Los detalles no vienen a cuento.
Me sonrío un poco ante la mención del ridículo apodo de la señora y solo me dedico a cumplir las órdenes, apilando las cajas en el rincón señalado con cuidado de que no se me caigan encima. Al final, abro y cierro los dedos entumecidos para sentir que la circulación vuelve a funcionar con normalidad y me giro a él con el ceño vagamente fruncido — ¿Por qué querría robarle? — pregunto, tratando de seguir el sonido de su voz hasta la cocina, lo que me lleva a ponerme de pie en el marco de la puerta con las manos unidas detrás de la espalda. Elevo un poco las puntas de las zapatillas y vuelvo a una posición normal — No podría usarlo, ni venderlo, ni darle la más mínima utilidad. No le veo el sentido a arriesgar mi cuello por cosas que no valen la pena — me ahorro el decirle que la tecnología siempre me ha dado igual, de paso. Posiblemente sea su vida, pero yo jamás le he dado uso y no creo que vaya a empezar en cualquier momento.
La cocina que tengo delante es parecida a la de la casa donde vivo, pero su distribución es un poco más larga que ancha. Me hace algo de gracia lo aburrida que debe ser la vida de estas personas, como para que todos tengan la misma puerta gigante que da al jardín, el blanco impoluto, la exageración de espacios enormes ocupados por solo una persona o, tal vez, dos. Que yo sepa, no hay muchas familias numerosas en esta isla — ¿Necesita algo más, señor? — solo por si las dudas, tal vez debería aclararle que se me dan mal los masajes y esas cosas.
Me sonrío un poco ante la mención del ridículo apodo de la señora y solo me dedico a cumplir las órdenes, apilando las cajas en el rincón señalado con cuidado de que no se me caigan encima. Al final, abro y cierro los dedos entumecidos para sentir que la circulación vuelve a funcionar con normalidad y me giro a él con el ceño vagamente fruncido — ¿Por qué querría robarle? — pregunto, tratando de seguir el sonido de su voz hasta la cocina, lo que me lleva a ponerme de pie en el marco de la puerta con las manos unidas detrás de la espalda. Elevo un poco las puntas de las zapatillas y vuelvo a una posición normal — No podría usarlo, ni venderlo, ni darle la más mínima utilidad. No le veo el sentido a arriesgar mi cuello por cosas que no valen la pena — me ahorro el decirle que la tecnología siempre me ha dado igual, de paso. Posiblemente sea su vida, pero yo jamás le he dado uso y no creo que vaya a empezar en cualquier momento.
La cocina que tengo delante es parecida a la de la casa donde vivo, pero su distribución es un poco más larga que ancha. Me hace algo de gracia lo aburrida que debe ser la vida de estas personas, como para que todos tengan la misma puerta gigante que da al jardín, el blanco impoluto, la exageración de espacios enormes ocupados por solo una persona o, tal vez, dos. Que yo sepa, no hay muchas familias numerosas en esta isla — ¿Necesita algo más, señor? — solo por si las dudas, tal vez debería aclararle que se me dan mal los masajes y esas cosas.
Sonrío pues el solo hecho de que tenga que defenderse de la acusación es hilarante. No puedo imaginarme a mí mismo siquiera con un piojo, mucho menos con pulgas. Supongo que solo me queda dar gracias por haber nacido en el sitio correcto y con un cerebro lo suficientemente funcional como para poder seguir con el trabajo de mi tía. Aunque mi padre no es una persona muy brillante y de todas formas va por el país disfrutando de las regalías... Cada uno a lo suyo - No entablas amistad con otros esclavos pero aún así tienes amigos, lo que quiere decir que hay magos lo suficientemente estúpidos como para tenderte una mano - intento sacar conclusiones - No te preocupes, no es de mi incumbencia - miraré la ejecución por televisión de llegar el momento.
Frunzo el ceño pues de estar en su lugar, robar a los magos es lo primero que haría. Podría tener un teléfono escondido en algún sitio de la casa o ir al 12 a venderlo en ese curioso mercado que tienen... Se de buena fuente que esas reventas existen pues no por nada tuve que aumentar la seguridad de los dispositivos para que no puedan ser activados por extraños. Claro que siempre hay alguien brillante del otro lado de la ley que se las ingenia para burlar cada uno de mis trucos.
- Sí necesito algo - respondo volviendo a la realidad pues la anterior línea de pensamiento me dejó mirando a un punto fijo - ¿Sabes pintar? Sé que es la costumbre que todas las casas sean iguales pero éste no es mi estilo - comento buscando mi celular en mi bolsillo y desbloqueándolo para mostrarle mi fondo de pantalla - Ésta era mi casa en el Capitolio - asimétrica, pintada con distintos tonos de verde, un graffiti gigante en la pared lateral y eso solo viendo el exterior - No pretendo algo similar pero para que entiendas.
Frunzo el ceño pues de estar en su lugar, robar a los magos es lo primero que haría. Podría tener un teléfono escondido en algún sitio de la casa o ir al 12 a venderlo en ese curioso mercado que tienen... Se de buena fuente que esas reventas existen pues no por nada tuve que aumentar la seguridad de los dispositivos para que no puedan ser activados por extraños. Claro que siempre hay alguien brillante del otro lado de la ley que se las ingenia para burlar cada uno de mis trucos.
- Sí necesito algo - respondo volviendo a la realidad pues la anterior línea de pensamiento me dejó mirando a un punto fijo - ¿Sabes pintar? Sé que es la costumbre que todas las casas sean iguales pero éste no es mi estilo - comento buscando mi celular en mi bolsillo y desbloqueándolo para mostrarle mi fondo de pantalla - Ésta era mi casa en el Capitolio - asimétrica, pintada con distintos tonos de verde, un graffiti gigante en la pared lateral y eso solo viendo el exterior - No pretendo algo similar pero para que entiendas.
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No, no es de su incumbencia, intento que no se me note tanto en la mirada venenosa que le lanzo aunque no estoy seguro de cumplir con mi objetivo. Tengo amigos esclavos, tengo una amiga que es una bruja y, a decir verdad, estoy muy orgulloso de ellos. Pero jamás abriría la boca al respecto, en especial cuando sé muy bien que las personas como éste tipo son más bien un problema que cualquier otra cosa. Y en cuanto a robar… por su cara, parece que no comprende mi punto, pero para mí tiene toda la lógica. No podría usarlo, no podría venderlo porque es ilegal que maneje dinero por mi propia cuenta y estaría arriesgando mi cuello sin sentido alguno. Puedo jugar al papel de idiota en muchas ocasiones, pero sé que no tengo un pelo de tonto y eso que mi cabeza es una porra de rizos.
De todas las cosas que podría haberme pedido, no me esperaba esa. La verdad es que pinté una vez sola, hace muchos años, porque mi amo de ese entonces había requerido mis servicios en una habitación cuyo color oscuro la hacía demasiado pequeña. Después de eso, jamás volví a agarrar un pincel o un rastrillo, pero tampoco recuerdo que sea muy difícil. Me acerco unos pasos para poder ver la imagen que me enseña y parpadeo un poco a ver el graffiti — Muy ministerial — bromeo con tonito irónico, aunque la sonrisa torcida que le regalo por un momento deja bien en claro que lo digo con amabilidad — No soy un artista, pero puedo pintar sus paredes si lo necesita. Al menos, de algún estilo básico. Jamás podría hacer algo muy elaborado, no es como si en el mercado tuviésemos clases de arte — que, ahora que lo pienso, no sería mala idea. A ver si así podemos cubrir los caprichos de los amos más rebuscados, para variar — Pero supongo que deberá conversarlo con la señora Leblanc. No creo que le haga gracia necesitar mis servicios y darse cuenta de que estoy trabajando en su casa por horas sin ningún permiso — cosa que, ahora que lo pienso, estoy haciendo en este preciso momento.
Mis ojos se van de inmediato hacia la ventana, no porque desde aquí pueda ver la mansión donde trabajo porque es obvio que no puedo, pero sí sé que se encuentra en esa dirección. Me relamo los labios resecos y bajo un poco el celular con los dedos — ¿Para cuando querrá que lo haga? ¿Tiene elfos que puedan ayudar en la tarea? — si no los tiene, estaré sorprendido. En este lugar, cuanto más sirvientes tengas, mejor.
De todas las cosas que podría haberme pedido, no me esperaba esa. La verdad es que pinté una vez sola, hace muchos años, porque mi amo de ese entonces había requerido mis servicios en una habitación cuyo color oscuro la hacía demasiado pequeña. Después de eso, jamás volví a agarrar un pincel o un rastrillo, pero tampoco recuerdo que sea muy difícil. Me acerco unos pasos para poder ver la imagen que me enseña y parpadeo un poco a ver el graffiti — Muy ministerial — bromeo con tonito irónico, aunque la sonrisa torcida que le regalo por un momento deja bien en claro que lo digo con amabilidad — No soy un artista, pero puedo pintar sus paredes si lo necesita. Al menos, de algún estilo básico. Jamás podría hacer algo muy elaborado, no es como si en el mercado tuviésemos clases de arte — que, ahora que lo pienso, no sería mala idea. A ver si así podemos cubrir los caprichos de los amos más rebuscados, para variar — Pero supongo que deberá conversarlo con la señora Leblanc. No creo que le haga gracia necesitar mis servicios y darse cuenta de que estoy trabajando en su casa por horas sin ningún permiso — cosa que, ahora que lo pienso, estoy haciendo en este preciso momento.
Mis ojos se van de inmediato hacia la ventana, no porque desde aquí pueda ver la mansión donde trabajo porque es obvio que no puedo, pero sí sé que se encuentra en esa dirección. Me relamo los labios resecos y bajo un poco el celular con los dedos — ¿Para cuando querrá que lo haga? ¿Tiene elfos que puedan ayudar en la tarea? — si no los tiene, estaré sorprendido. En este lugar, cuanto más sirvientes tengas, mejor.
Me muerdo a lengua para no sonreír por su comentario, no vaya a ser cosa que piense que me cae bien o algo por el estilo. No soy lo que se llama "ministerial", soy un empresario pero que conoce a la perfección el manejo del ministerio y sabe cómo poner en su lugar a la gente ¿Qué más se necesita? Además... No es que sea el primer empresario de la historia que ocupa un puesto en el gobierno, la gente de antaño los ha llegado a votar como presidentes según me ha contado la tía Hela cuando era pequeño, los mejores gobiernos según ella y confío en su criterio.
- No te preocupes, puedes pintar machas de todos los colores y la gente creerá que es arte solo porque yo lo digo - respondo con una sonrisa de lado. Es lo bueno de la pintura, completamente subjetiva y a las personas les gusta que le digan qué pensar al respecto - Hablaré con ella y me pondré a buscar un esclavo mañana mismo, pero quizás me lleve tiempo y no puedo vivir lo que me lleve rodeado de blanco - dudo que haya problemas y, si bien no puedo comprar al chico, quizás pueda brindarle algo de dinero al departamento de educación para que Lulu no me moleste.
- ¡NOCARDIA! - llamo y la elfina aparece arrastrando su trapo por la escalera - La tengo a ella, pero se hace la sorda, tiene un comentario sarcástico para todo y no le importa quedarse sin comer por varios días si con eso se sale por la suya - me rendí hace años y de alguna forma se ha pasado a formar parte del mobiliario que no puedo dejar atrás - Si la convences de trabajar contigo será todo un logro... Me gustaría que empieces cuanto antes.
- No te preocupes, puedes pintar machas de todos los colores y la gente creerá que es arte solo porque yo lo digo - respondo con una sonrisa de lado. Es lo bueno de la pintura, completamente subjetiva y a las personas les gusta que le digan qué pensar al respecto - Hablaré con ella y me pondré a buscar un esclavo mañana mismo, pero quizás me lleve tiempo y no puedo vivir lo que me lleve rodeado de blanco - dudo que haya problemas y, si bien no puedo comprar al chico, quizás pueda brindarle algo de dinero al departamento de educación para que Lulu no me moleste.
- ¡NOCARDIA! - llamo y la elfina aparece arrastrando su trapo por la escalera - La tengo a ella, pero se hace la sorda, tiene un comentario sarcástico para todo y no le importa quedarse sin comer por varios días si con eso se sale por la suya - me rendí hace años y de alguna forma se ha pasado a formar parte del mobiliario que no puedo dejar atrás - Si la convences de trabajar contigo será todo un logro... Me gustaría que empieces cuanto antes.
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Si el aire fuese vanidad, este tipo debería encontrarse asfixiado. Tras haber pasado un tiempo considerable dentro de esta isla, uno aprende a no sorprenderse del nivel de egocentrismo que estas personas manejan. Estamos hablando de las personas que tienen a toda la nación comiendo de su mano y cumpliendo sus caprichos, es obvio que les cuesta ver más allá de sus propias narices. Me ahorro el preguntarle por qué la gente tendría tan mal gusto para comprar su idea de arte, pero tengo que conformarme con morderme la punta de la lengua, a pesar de que es un gesto demasiado obvio — No sea que se quede ciego y puro de ver tanto blanco — coincido con tono fingidamente preocupado. Espero que no lo tome como ofensivo, porque este soy yo simplemente siendo yo y mis bromas tontas. De alguna manera tengo que entretenerme.
El grito que pega me sobresalta y me pregunto si está teniendo un ataque, si esa es la palabra clave para una enfermedad o qué demonios, hasta que la elfina aparece y eso me delata que no es más que un nombre de muy mal gusto. No hace falta que me dé muchas explicaciones porque la expresión de la criatura dice todo en sí misma, lo que me consuela un poco; al menos, quiere decir que hay alguien que le rompe la paciencia como se lo merece — Una pena, se ve bastante simpática — ironizo con inocencia. Tomo esto como un reto y me obligo a hacer una inclinación con la cabeza, haciendo uso vago de mi torso — Solo diga dónde tiene los materiales y haré que — ¿cómo se llamaba? —… bueno, ella y yo nos pongamos a trabajar. Estoy seguro de que si su elfina colabora con magia, el trabajo estará hecho en un parpadeo — eso espero, porque no tengo ganas de acabar con la espalda a la miseria por este sujeto. Empujo el interior de mi mejilla con la punta de la lengua en un gesto meramente pensativo y le hago una seña a la elfina para que se acerque, tratando de dejar en claro que no seré un problema para ella demostrando una actitud calma — Si compra un esclavo, solo hágamelo saber para saber si me necesita o no. Y en cuanto a la señora Leblanc… espero que se le dé bien persuadir.
El grito que pega me sobresalta y me pregunto si está teniendo un ataque, si esa es la palabra clave para una enfermedad o qué demonios, hasta que la elfina aparece y eso me delata que no es más que un nombre de muy mal gusto. No hace falta que me dé muchas explicaciones porque la expresión de la criatura dice todo en sí misma, lo que me consuela un poco; al menos, quiere decir que hay alguien que le rompe la paciencia como se lo merece — Una pena, se ve bastante simpática — ironizo con inocencia. Tomo esto como un reto y me obligo a hacer una inclinación con la cabeza, haciendo uso vago de mi torso — Solo diga dónde tiene los materiales y haré que — ¿cómo se llamaba? —… bueno, ella y yo nos pongamos a trabajar. Estoy seguro de que si su elfina colabora con magia, el trabajo estará hecho en un parpadeo — eso espero, porque no tengo ganas de acabar con la espalda a la miseria por este sujeto. Empujo el interior de mi mejilla con la punta de la lengua en un gesto meramente pensativo y le hago una seña a la elfina para que se acerque, tratando de dejar en claro que no seré un problema para ella demostrando una actitud calma — Si compra un esclavo, solo hágamelo saber para saber si me necesita o no. Y en cuanto a la señora Leblanc… espero que se le dé bien persuadir.
Le dedico una mirada de desaprobación por su comentario pues estoy empezando a creer que piensa que soy estúpido o algo así. Si tuviese que adivinar, diría que a este muchacho no le queda más de un año de vida pues definitivamente no sabe quedarse con la boca callada. Definitivamente Lulu es demasiado blanda con él, pero allá ella, yo nomas lo quiero para que pinte mi casa, es ella quien tiene que tolerar sus comentarios todos los días las 24 horas del día.
- No te pases, tu no serás tan resistente como ella como para tolerar mi castigo si decido enojarme contigo - advierto con tono tranquilo y las cejas en alto. Con un movimiento de varita hago que las cajas para las remodelaciones entren a la cocina y se apilen todas junto a la mesada - Están por ahí, búscalas - podría sacar los baldes con otro hechizo pero ¿Por qué ahorrarle la molestia? - Se llama Nocardia - explico una vez más y giro sobre mis talones para ir hacia la casa de en frente. De no estar LeBlanc ahora supongo que puedo ir al mercado mientras tanto.
- Se me da bien persuadir y no te preocupes, conseguir un esclavo está en mi lista de prioridades - junto con leer los reportes del departamento para ponerme a trabajar de una vez por todas. Supongo que tendré que entrenar mi muñeca para firmar cosas ya que dudo hacer algo más que eso.
Salgo de la habitación y luego de la casa. Me detengo un momento para observar el paisaje que ofrece mi nuevo hogar sin estar conforme con lo que veo. Es cuestión de adaptarme, todo cambio lleva su tiempo y éste es mi primer día.
- No te pases, tu no serás tan resistente como ella como para tolerar mi castigo si decido enojarme contigo - advierto con tono tranquilo y las cejas en alto. Con un movimiento de varita hago que las cajas para las remodelaciones entren a la cocina y se apilen todas junto a la mesada - Están por ahí, búscalas - podría sacar los baldes con otro hechizo pero ¿Por qué ahorrarle la molestia? - Se llama Nocardia - explico una vez más y giro sobre mis talones para ir hacia la casa de en frente. De no estar LeBlanc ahora supongo que puedo ir al mercado mientras tanto.
- Se me da bien persuadir y no te preocupes, conseguir un esclavo está en mi lista de prioridades - junto con leer los reportes del departamento para ponerme a trabajar de una vez por todas. Supongo que tendré que entrenar mi muñeca para firmar cosas ya que dudo hacer algo más que eso.
Salgo de la habitación y luego de la casa. Me detengo un momento para observar el paisaje que ofrece mi nuevo hogar sin estar conforme con lo que veo. Es cuestión de adaptarme, todo cambio lleva su tiempo y éste es mi primer día.
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