OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
¿Qué ficha moverás?
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Recuerdo del primer mensaje :
Es un poco deprimente, pero me gustaría decir que la última vez que vi a Meerah fue esa vez que terminó ebria en mi casa y no hace semana y media, cuando nos cruzamos en el funeral de su abuelo. Fue un encuentro rápido, puesto que solo estuve allí para presentar mi respeto y apoyo a la familia, pero permití que los Niniadis tuviesen su tiempo de duelo y eso incluyó unas pocas palabras con Audrey, a sabiendas de que no serían un enorme consuelo. Con Meerah, por otro lado, busqué un apretón de su mano, la promesa de que las cosas estarían bien y, luego, me mantuve en silencio hasta que ella decidió llamar. No sé si fue la mejor postura a tomar luego de la tragedia, pero tampoco tengo a quien hacerle consultas sobre cómo tratar a mi hija en estos casos y no pienso irle con mis problemas parentales a Lara Scott, quien sospecho que sabe tratarla mejor que yo.
Estoy acomodando los cajones de uno de los muebles de la oficina cuando la puerta se abre sin que hubiese un llamado al comunicador y me volteo para ver como Meerah se encuentra en la entrada, aunque lo primero que me sale es estirar el cuello en busca de mi secretaria, sorprendido de que no la hubiese frenado — ¿Dónde está Josephine? — ¿La envié a hacer algún recado y no lo recuerdo? ¿O fue al baño? Ya, tampoco es que importe mucho. Le hago unas señas a la niña para que cierre detrás de ella y vuelvo a darle la espalda, siendo libre así de terminar mi papeleo — Es un placer verla por aquí, señorita Powell — el tono pomposo es meramente bromista. Creo que es la primera vez que tenemos la oportunidad de conversar como es debido desde que firmé los papeles para ser su padre de manera legal, así que todavía no me hago la idea de que mi familia se ha expandido oficialmente. Si debo ser sincero conmigo mismo, es una sensación que no creí que me fuese agradable, pero que sorprendemente resultó serlo — Lamento que hoy no podamos ir por nuestro almuerzo, pero siempre podemos tenerlo aquí dentro. ¿Qué se te antoja? — empujo el cajón, cuyo ruido es estruendoso dentro de la enorme oficina y vuelvo hacia ella, dando unos pasos en dirección al escritorio — Siempre que quieras algo, aprieta ese botón — señalo vagamente al enorme del comunicador — y Josephine lo traerá. Intenta no abusar de eso, no es que estemos falto de trabajo estos días.
A decir verdad, el ritmo se ha acelerado. Percatarme del motivo justo delante de ella no es algo que hubiese deseado, así que apoyo las manos en el escritorio y bajo un poco la voz cuando la analizo con la mirada — ¿Cómo has estado? — es obvio que sabe de lo que estoy hablando. Sé que su abuelo no era nadie cercano a ella, pero a sabiendas del lazo de sangre que los unía, a veces las noticias no dejan de ser impactantes. Y, además, no tengo idea de cómo ha sido todo esto dentro de las paredes de su casa.
Es un poco deprimente, pero me gustaría decir que la última vez que vi a Meerah fue esa vez que terminó ebria en mi casa y no hace semana y media, cuando nos cruzamos en el funeral de su abuelo. Fue un encuentro rápido, puesto que solo estuve allí para presentar mi respeto y apoyo a la familia, pero permití que los Niniadis tuviesen su tiempo de duelo y eso incluyó unas pocas palabras con Audrey, a sabiendas de que no serían un enorme consuelo. Con Meerah, por otro lado, busqué un apretón de su mano, la promesa de que las cosas estarían bien y, luego, me mantuve en silencio hasta que ella decidió llamar. No sé si fue la mejor postura a tomar luego de la tragedia, pero tampoco tengo a quien hacerle consultas sobre cómo tratar a mi hija en estos casos y no pienso irle con mis problemas parentales a Lara Scott, quien sospecho que sabe tratarla mejor que yo.
Estoy acomodando los cajones de uno de los muebles de la oficina cuando la puerta se abre sin que hubiese un llamado al comunicador y me volteo para ver como Meerah se encuentra en la entrada, aunque lo primero que me sale es estirar el cuello en busca de mi secretaria, sorprendido de que no la hubiese frenado — ¿Dónde está Josephine? — ¿La envié a hacer algún recado y no lo recuerdo? ¿O fue al baño? Ya, tampoco es que importe mucho. Le hago unas señas a la niña para que cierre detrás de ella y vuelvo a darle la espalda, siendo libre así de terminar mi papeleo — Es un placer verla por aquí, señorita Powell — el tono pomposo es meramente bromista. Creo que es la primera vez que tenemos la oportunidad de conversar como es debido desde que firmé los papeles para ser su padre de manera legal, así que todavía no me hago la idea de que mi familia se ha expandido oficialmente. Si debo ser sincero conmigo mismo, es una sensación que no creí que me fuese agradable, pero que sorprendemente resultó serlo — Lamento que hoy no podamos ir por nuestro almuerzo, pero siempre podemos tenerlo aquí dentro. ¿Qué se te antoja? — empujo el cajón, cuyo ruido es estruendoso dentro de la enorme oficina y vuelvo hacia ella, dando unos pasos en dirección al escritorio — Siempre que quieras algo, aprieta ese botón — señalo vagamente al enorme del comunicador — y Josephine lo traerá. Intenta no abusar de eso, no es que estemos falto de trabajo estos días.
A decir verdad, el ritmo se ha acelerado. Percatarme del motivo justo delante de ella no es algo que hubiese deseado, así que apoyo las manos en el escritorio y bajo un poco la voz cuando la analizo con la mirada — ¿Cómo has estado? — es obvio que sabe de lo que estoy hablando. Sé que su abuelo no era nadie cercano a ella, pero a sabiendas del lazo de sangre que los unía, a veces las noticias no dejan de ser impactantes. Y, además, no tengo idea de cómo ha sido todo esto dentro de las paredes de su casa.
Eso no se lo puedo reprochar, si pienso en mí mismo a los veinte años puedo acordarme de ciertas cosas que me producen demasiada vergüenza, incluso cuando tenía las riendas de mi vida un poco más encaminadas que el resto de los chicos de mi edad. No pienso decirle que esa fue la etapa en la cual ella fue concebida por mucho que pueda saberlo por cálculos matemáticos, porque no quiero entrar en un tema frágil que se liga directamente a la razón por la cual he estado ausente todo este tiempo. Es una suerte que direcciona la conversación hacia otro lado, aunque esa pregunta me sorprende lo suficiente como para mirarla con atención — Creí que algo sabías — admito. Hacer memoria me lleva a acomodarme en el asiento hasta hundirme un poco, rozando en gesto pensativo mi mentón con los nudillos — Mi abuela Prudence vivía en el ocho. Ella era la única familia que me quedó cuando los Black cayeron, así que iba a visitarla bastante seguido. Estaba vieja y necesitaba una mano — me encojo de hombros como si ese hubiese sido el accionar de cualquier adolescente — Tu madre era su vecina. Nos cruzamos en varias ocasiones, una tarde solo nos quedamos charlando y empezamos a pasar tiempo juntos. Yo era… — me relamo, porque sé que esa no es la expresión que buscaba. Me sonrío y sacudo la cabeza, volviendo los ojos que he alzado al techo una vez más al rostro de mi hija — Nosotros éramos muy diferentes a lo que somos ahora. Lo pienso y éramos dos mocosos, pero supimos entendernos. Supongo que estábamos solos y fuimos lo que necesitábamos en ese momento para seguir — cuando mi abuela murió, Audrey se convirtió en todo lo que tenía, además de algunos amigos en el Royal. Enamorarme fue fácil e inevitable, sospecho yo. Cuando aún no llegas a las dos décadas de vida, las emociones te toman por asalto.
Muevo la cabeza a un lado porque no es exactamente lo que quise decir, pero la dejo hablar antes de meter bocado. No puedo ni imaginarme cómo ha sido el último año para ella, porque es demasiado joven como para que el escenario se encuentre tan cambiante — Si la prensa se entera… — lo dejo en el aire, tratando de hacerme la idea. Sé que los tabloides no serían amables, para variar — No voy a negarte como mi hija. No me molesta que seamos una familia a ojos de los demás, es lo que pretendo darte al fin y al cabo. Pero no quiero que todo esto se vuelva demasiado para ti. Supongo que Hero podrá decirte que no es fácil vivir bajo la lupa social y ser una niña común al mismo tiempo — sé que se llevan bien y lo agradezco, porque creo que en ese aspecto, Meerah no podría tener una mejor guía a su lado.
La puerta se abre y el rostro malhumorado de Josephine se asoma con el permiso de venir a retirar las sobras del almuerzo. Por alguna razón, sé que voy a tener que soportar una charla incómoda con ella que explique toda la situación más tarde, pero a sabiendas de lo que Meerah me ha contado, tengo que fingir que estoy demasiado concentrado en quitarme las pelusas inexistentes del traje para no empezar a reírme. No es hasta que estamos solos de nuevo, que le lanzo una miradita — No te preocupes si cuando salgas de aquí te miran demasiado. Estoy seguro de que los chismosos del piso ya han sacado sus conclusiones, pero no te preocupes por ellos. Solo enfócate en buscar una pintura que no sea naranja y disfrutar el verano. Si el mundo quiere hablar… que hable — siempre y cuando no repercuta en su vida personal. No seré amable con las personas que busquen husmear más de la cuenta.
Muevo la cabeza a un lado porque no es exactamente lo que quise decir, pero la dejo hablar antes de meter bocado. No puedo ni imaginarme cómo ha sido el último año para ella, porque es demasiado joven como para que el escenario se encuentre tan cambiante — Si la prensa se entera… — lo dejo en el aire, tratando de hacerme la idea. Sé que los tabloides no serían amables, para variar — No voy a negarte como mi hija. No me molesta que seamos una familia a ojos de los demás, es lo que pretendo darte al fin y al cabo. Pero no quiero que todo esto se vuelva demasiado para ti. Supongo que Hero podrá decirte que no es fácil vivir bajo la lupa social y ser una niña común al mismo tiempo — sé que se llevan bien y lo agradezco, porque creo que en ese aspecto, Meerah no podría tener una mejor guía a su lado.
La puerta se abre y el rostro malhumorado de Josephine se asoma con el permiso de venir a retirar las sobras del almuerzo. Por alguna razón, sé que voy a tener que soportar una charla incómoda con ella que explique toda la situación más tarde, pero a sabiendas de lo que Meerah me ha contado, tengo que fingir que estoy demasiado concentrado en quitarme las pelusas inexistentes del traje para no empezar a reírme. No es hasta que estamos solos de nuevo, que le lanzo una miradita — No te preocupes si cuando salgas de aquí te miran demasiado. Estoy seguro de que los chismosos del piso ya han sacado sus conclusiones, pero no te preocupes por ellos. Solo enfócate en buscar una pintura que no sea naranja y disfrutar el verano. Si el mundo quiere hablar… que hable — siempre y cuando no repercuta en su vida personal. No seré amable con las personas que busquen husmear más de la cuenta.
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