OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Ariadna tomó asiento en una de las pocas mesas vacías de la cafetería, acomodó la bandeja frente a ella y sin perder la perfecta postura, empezó a cortar trocitos de carne. Su plato de pasta con kilos de queso derretido, salsa de tomate y hojas de albahaca, era la gloria.
Una de sus compañeras de trabajo se le unió minutos más tarde e incluso ofreció un poco de su ensalada de vegetales verdes. Obviamente no aceptó, aún que se veía delicioso.
El principal problema con la bruja, no era la poca alimentación, si no que entre conversaciones perdía la noción del tiempo y como siempre surgían problemas, al final no alcanzaba a probar bocado. Esta no fue la excepción.
No había alcanzado a dar dos o tres mordiscos, que ya tenía a una de las enfermeras nuevas llamándola, mientras jalaba su brazo para llevarla a la planta correspondiente.
No le dijo nada acerca del toqueteo, se notaba que la chica estaba asustada y nerviosa, pero luego de arreglar el problema que el nuevo paciente tenía, Ariadna no se quedaría callada.
Con el procedimiento de higiene realizado, ingresó a la sala de cirugías colocándose guantes esterilizados. —Buenas tardes, mi nombre es Ariadna, no se preocupe que saldrá todo bien. Debo examinar la herida y luego decidiré si hace falta anestesia o no.— La primera parte del dialogo fue hacia el auror que yacía recostado en la camilla, la segunda a sus ayudante y sanadoras.
Tomó unas tijeras y con cuidado cortó la tela del uniforme del miembro de defensa Nacional. Cuando las garras del animal quedaron expuestas, la rubia supo de inmediato que no había riesgo mortal.
El auror había tenido suerte, pues la bestia que lo había atacado sólo era un bebé y aún no poseía el desarrollo suficiente como para generar veneno. Era curable pero complicado.
El zarpazo abrió una gran lesión en el costado del torso y tenía que cerrar los cortes antes de que perdiera demasiada sangre ¿El problema? No podía hacerlo hasta quitar con pinzas todos los pedazos de cristal que se formaban a travesando la piel.Iba a ser muy doloroso.
Ari le explicó los detalles al paciente, para prepararlo y a la vez tranquilizarlo, luego dejó la decisión en sus manos. —¿Me dejará trabajar o prefiere que le apliquemos un sedante?
Una de sus compañeras de trabajo se le unió minutos más tarde e incluso ofreció un poco de su ensalada de vegetales verdes. Obviamente no aceptó, aún que se veía delicioso.
El principal problema con la bruja, no era la poca alimentación, si no que entre conversaciones perdía la noción del tiempo y como siempre surgían problemas, al final no alcanzaba a probar bocado. Esta no fue la excepción.
No había alcanzado a dar dos o tres mordiscos, que ya tenía a una de las enfermeras nuevas llamándola, mientras jalaba su brazo para llevarla a la planta correspondiente.
No le dijo nada acerca del toqueteo, se notaba que la chica estaba asustada y nerviosa, pero luego de arreglar el problema que el nuevo paciente tenía, Ariadna no se quedaría callada.
Con el procedimiento de higiene realizado, ingresó a la sala de cirugías colocándose guantes esterilizados. —Buenas tardes, mi nombre es Ariadna, no se preocupe que saldrá todo bien. Debo examinar la herida y luego decidiré si hace falta anestesia o no.— La primera parte del dialogo fue hacia el auror que yacía recostado en la camilla, la segunda a sus ayudante y sanadoras.
Tomó unas tijeras y con cuidado cortó la tela del uniforme del miembro de defensa Nacional. Cuando las garras del animal quedaron expuestas, la rubia supo de inmediato que no había riesgo mortal.
El auror había tenido suerte, pues la bestia que lo había atacado sólo era un bebé y aún no poseía el desarrollo suficiente como para generar veneno. Era curable pero complicado.
El zarpazo abrió una gran lesión en el costado del torso y tenía que cerrar los cortes antes de que perdiera demasiada sangre ¿El problema? No podía hacerlo hasta quitar con pinzas todos los pedazos de cristal que se formaban a travesando la piel.Iba a ser muy doloroso.
Ari le explicó los detalles al paciente, para prepararlo y a la vez tranquilizarlo, luego dejó la decisión en sus manos. —¿Me dejará trabajar o prefiere que le apliquemos un sedante?
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Aquel era un día tranquilo en donde no pasaba absolutamente nada y mucha fuerza de seguridad incluso sobraba, pero claro, nunca estaba más presente que podría ser “la calma antes de la tormenta”, nadie bajaba la guardia por completo, eso sería algo tonto teniendo en cuenta el mundo en el que vivíamos. Y por eso varios grupos fueron enviados a hacer patrulla por todo el archipiélago de Neopanem. Era sin duda considerada una misión para nada peligrosa, a menos que fuéramos invadidos por un ejercito o algo por el estilo, lo cual esperábamos que no fuera el caso, pero las patrullas estaban para eso. debíamos estar atentos y ser rápido para dar una alarma en caso de ser necesario.
Todo fue muy tranquilo, el verdadero peligro podría llegar a ser algunos animales salvajes, pero sin duda podíamos lidiar con ellos, o no. La guardia fue de noche hasta el amanecer, fue en donde baje un tanto la guardia, lo que sin duda era algo que un auror no se podía permitir. Un depredador se encontraba escondido en la vegetación cuando saltó hacia mi y me dio un zarpazo en el costado de mi torso, retiré mi varita y lo puse a dormir inmediatamente.
Fui trasladado al hospital por riesgo de veneno, ese extraño animal lo producía, pero no se quedaba ahí, la herida también era extraña, seria un día doloroso, pero me lo tenia merecido. -Hola Ariadna, Matthew. -saludé con un leve movimiento que hizo que mi cuerpo se moviera, y por ende sintiera dolor, sin embargo, asentí, confiaba en que todo estaría bien. -¿Así que no hay veneno? Entiendo. -dije y quedé analizando la pregunta del sedante, luego la observé a los ojos. -La dejaré trabajar sin duda, no es necesario el sedante. -le dije haciéndome el fuerte, estaba clarísimo que dolería, pero así me lo pensaría mejor antes de bajar la guardia, de no ser un pequeño, el bicho me habría envenenado y quien sabe que hubiese podido pasar. -Solo sea buena. -le dije y reí, y además me quejé del dolor.
Todo fue muy tranquilo, el verdadero peligro podría llegar a ser algunos animales salvajes, pero sin duda podíamos lidiar con ellos, o no. La guardia fue de noche hasta el amanecer, fue en donde baje un tanto la guardia, lo que sin duda era algo que un auror no se podía permitir. Un depredador se encontraba escondido en la vegetación cuando saltó hacia mi y me dio un zarpazo en el costado de mi torso, retiré mi varita y lo puse a dormir inmediatamente.
Fui trasladado al hospital por riesgo de veneno, ese extraño animal lo producía, pero no se quedaba ahí, la herida también era extraña, seria un día doloroso, pero me lo tenia merecido. -Hola Ariadna, Matthew. -saludé con un leve movimiento que hizo que mi cuerpo se moviera, y por ende sintiera dolor, sin embargo, asentí, confiaba en que todo estaría bien. -¿Así que no hay veneno? Entiendo. -dije y quedé analizando la pregunta del sedante, luego la observé a los ojos. -La dejaré trabajar sin duda, no es necesario el sedante. -le dije haciéndome el fuerte, estaba clarísimo que dolería, pero así me lo pensaría mejor antes de bajar la guardia, de no ser un pequeño, el bicho me habría envenenado y quien sabe que hubiese podido pasar. -Solo sea buena. -le dije y reí, y además me quejé del dolor.
—Exactamente, Matthew. No hay veneno, sólo la típica herida de un extraño animal...bebé.— Trató de no reír y tuvo que morder con algo de fuerza el interior de sus mejillas, no quería herir el orgullo de un miembro valiente de la seguridad Nacional y además, ella de seguro no lo podría habría hecho mejor que él.
Continuó limpiando la zona donde debería trabajar y frunció los labios ante la respuesta inesperada. Todos pedían las drogas antes de soportar el dolor.
Con todos los utensilios a su alcance, la herida y alrededores desinfectado, sumando dos sanadores masculinos en cada extremo de la camilla, Ariadna tomó la pinzas y con la mirada contó la cantidad de cristales que podía notar a simple vista. 10 y habían más, lo sabía.
—Lo único que le puedo prometer, es que si se mueve tan sólo un milímetro o si le causa problemas a mis compañeros, lo pondré a dormir con un movimiento de mi varita. No me pruebe.— Pidió utilizando su tono suave, pero tajante. No lo hacía con maldad, sólo le preocupaba que la situación se pusiera fea en cuanto el auror comprendiera a qué se refería con "dolerá", cada vez que sacaba un cristal.
La sanadora observó a los dos hombres que la acompañaban y con un leve asentimiento sin palabra alguna, ambos sujetaron los hombros y pies del paciente.
Ariadna se colocó un barbijo y con extremo cuidado aferró uno de los pedazos más grandes y sobresalientes, si lo hacía de a poco sufriría más, así que en cuanto lo removió unos milímetros y notó que estaba listo, pegó el tirón y sacó el primer cristal.
Esperaba jamás pasar por algo así, porque un par de segundos después, el auror sintió apuñaladas en el costado, temblores, sudor frío y mucho más, era inexplicable, como si la herida se estuviera defendiendo.
Ese ataque duraba unos segundos, pero lo que había sentido, esa especia de tortura, ocurriría con la retirada de cada uno de los vidrios.
Continuó limpiando la zona donde debería trabajar y frunció los labios ante la respuesta inesperada. Todos pedían las drogas antes de soportar el dolor.
Con todos los utensilios a su alcance, la herida y alrededores desinfectado, sumando dos sanadores masculinos en cada extremo de la camilla, Ariadna tomó la pinzas y con la mirada contó la cantidad de cristales que podía notar a simple vista. 10 y habían más, lo sabía.
—Lo único que le puedo prometer, es que si se mueve tan sólo un milímetro o si le causa problemas a mis compañeros, lo pondré a dormir con un movimiento de mi varita. No me pruebe.— Pidió utilizando su tono suave, pero tajante. No lo hacía con maldad, sólo le preocupaba que la situación se pusiera fea en cuanto el auror comprendiera a qué se refería con "dolerá", cada vez que sacaba un cristal.
La sanadora observó a los dos hombres que la acompañaban y con un leve asentimiento sin palabra alguna, ambos sujetaron los hombros y pies del paciente.
Ariadna se colocó un barbijo y con extremo cuidado aferró uno de los pedazos más grandes y sobresalientes, si lo hacía de a poco sufriría más, así que en cuanto lo removió unos milímetros y notó que estaba listo, pegó el tirón y sacó el primer cristal.
Esperaba jamás pasar por algo así, porque un par de segundos después, el auror sintió apuñaladas en el costado, temblores, sudor frío y mucho más, era inexplicable, como si la herida se estuviera defendiendo.
Ese ataque duraba unos segundos, pero lo que había sentido, esa especia de tortura, ocurriría con la retirada de cada uno de los vidrios.
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No podía creer como es que había bajado la guardia de esa manera, y que encima era un bebé, no tendría que volver a pasar, estaba bien que los humanos y muchas criaturas podían llegar a ser malas y había que tener cuidado con ellas, pero los animales se movían por instinto y por eso también lo hacían peligrosos, no enemigos, y no por eso había que subestimarlos, un grave error. Hubiese sido un desastre si se trataba de una misión realmente importante donde cada mago contara.
Y claro que no era necesario el sedante, debía recibir mi merecido por ser tan blando. -¿Causar problemas? -pregunté observando la herida como pude, o lo que sea que fuera aquello que había en ella. -Pues si tiene que hacerlo, hágalo, pero prometo ser lo más fuerte que pueda. -le dije con una pequeña sonrisa para luego observar cómo me sostenían. ¿Tenia que preguntar por el sedante? ¿Por qué no solo ponerlo y ya? Ahora necesitaba a otra gente para que me sostuviera, lo cual me hizo reír. Sentí cuando tocó el primer cristal, era como si fuera parte de mí. Apreté fuerte mis dientes cuando el primer cristal salió, no fue un grito, sino mas bien un gran quejido lo que salía de entre mis dientes, si que era realmente doloroso, empezaría a tener mas cuidado con los animales. Fuera de mi intentaba estirar un tanto las piernas, pero suerte me sujetaban.
-Uff preferiría haber tenido una batalla con traidores. -comenté apenas mientras iba el segundo cristal, comencé a sudar y el cuerpo parecía calentarse, la respiración aumentó claramente a cada segundo que pasaba. El dolor era terrible, aunque un poco más conocido con cada cristal que retiraba. -¿Qué… tal va? -pregunté a la sanadora entre murmullos, mi respiración estaba agitadísima y sin embargo sonreía, no podía creer lo que sucedía.
Y claro que no era necesario el sedante, debía recibir mi merecido por ser tan blando. -¿Causar problemas? -pregunté observando la herida como pude, o lo que sea que fuera aquello que había en ella. -Pues si tiene que hacerlo, hágalo, pero prometo ser lo más fuerte que pueda. -le dije con una pequeña sonrisa para luego observar cómo me sostenían. ¿Tenia que preguntar por el sedante? ¿Por qué no solo ponerlo y ya? Ahora necesitaba a otra gente para que me sostuviera, lo cual me hizo reír. Sentí cuando tocó el primer cristal, era como si fuera parte de mí. Apreté fuerte mis dientes cuando el primer cristal salió, no fue un grito, sino mas bien un gran quejido lo que salía de entre mis dientes, si que era realmente doloroso, empezaría a tener mas cuidado con los animales. Fuera de mi intentaba estirar un tanto las piernas, pero suerte me sujetaban.
-Uff preferiría haber tenido una batalla con traidores. -comenté apenas mientras iba el segundo cristal, comencé a sudar y el cuerpo parecía calentarse, la respiración aumentó claramente a cada segundo que pasaba. El dolor era terrible, aunque un poco más conocido con cada cristal que retiraba. -¿Qué… tal va? -pregunté a la sanadora entre murmullos, mi respiración estaba agitadísima y sin embargo sonreía, no podía creer lo que sucedía.
La respuesta del auror es lo que ella buscaba, antes de ponerse a trabajar en la herida.
Llevaba ya cuatro cristales fuera, cuando comenzó a notar las alteraciones en los signos vitales del paciente, no sólo en la pequeña pantalla que mostraba los electrocardiogramas, si no también la presión y oxigeno. Para su suerte, al esperar unos segundos, los niveles se normalizaron y permitieron quitar dos vidrios más de la herida. Séis fuera, sólo cuatro más.
—He dejado la decisión de la anestesia en sus manos, porque sé que están preparados para soportar algo de dolor y no el post-operatorio.—Murmuró la bruja, un tanto divertida por aquella confesión que era cierta.
Por lo general varios aurores y cazadores, no podían tolerar la agonía mientras ella se dedicaba a curar las heridas, sin embargo cuando se despertaban desorientados en un lugar desconocido, luego de una experiencia traumatica...Allí empezaba el problema.
Esa era la historia de cómo Ariadna recibió por única vez en su vida, un Expulso.
Sujetando con cuidado las pinzas, removió todos los cristales de la herida, no sólo los trozos más grandes y sobresalientes, también los pequeños, casi imperceptibles para el ojo humano. Claro que lo logró con la ayuda de algunos objetos y hechizos.
De nuevo desinfectó el corte y sus alrededores. —¿Una batalla con traidores? ¿Por qué no prefiere no salir herido y ya?— Preguntó con una pequeña sonrisa ocultad detrás del barbijo. —Estamos bien, sólo queda cerrar el corte. Le daré unos antibióticos y calmantes, es importante que los tome a la hora exacta y en la cantidad justa.
Dada la explicación, movió su varita con suavidad y la lesión en cuestión de segundos estaba completamente cerrada. Por tercera vez frotó la piel con alcohol y por fin se quitó la tela que cubría su boca. —No se mueva durante unos minutos, por mientras escribiré los medicamentos que necesita beber con sus respectivas indicaciones y el certificado que tiene que presentar en el departamento de seguridad, supongo que a su supervisor. — La rubia despidió a sus ayudantes y sin levantarse del asiento junto a la camilla, hizo aparecer una pluma y un block de hojas.
Llevaba ya cuatro cristales fuera, cuando comenzó a notar las alteraciones en los signos vitales del paciente, no sólo en la pequeña pantalla que mostraba los electrocardiogramas, si no también la presión y oxigeno. Para su suerte, al esperar unos segundos, los niveles se normalizaron y permitieron quitar dos vidrios más de la herida. Séis fuera, sólo cuatro más.
—He dejado la decisión de la anestesia en sus manos, porque sé que están preparados para soportar algo de dolor y no el post-operatorio.—Murmuró la bruja, un tanto divertida por aquella confesión que era cierta.
Por lo general varios aurores y cazadores, no podían tolerar la agonía mientras ella se dedicaba a curar las heridas, sin embargo cuando se despertaban desorientados en un lugar desconocido, luego de una experiencia traumatica...Allí empezaba el problema.
Esa era la historia de cómo Ariadna recibió por única vez en su vida, un Expulso.
Sujetando con cuidado las pinzas, removió todos los cristales de la herida, no sólo los trozos más grandes y sobresalientes, también los pequeños, casi imperceptibles para el ojo humano. Claro que lo logró con la ayuda de algunos objetos y hechizos.
De nuevo desinfectó el corte y sus alrededores. —¿Una batalla con traidores? ¿Por qué no prefiere no salir herido y ya?— Preguntó con una pequeña sonrisa ocultad detrás del barbijo. —Estamos bien, sólo queda cerrar el corte. Le daré unos antibióticos y calmantes, es importante que los tome a la hora exacta y en la cantidad justa.
Dada la explicación, movió su varita con suavidad y la lesión en cuestión de segundos estaba completamente cerrada. Por tercera vez frotó la piel con alcohol y por fin se quitó la tela que cubría su boca. —No se mueva durante unos minutos, por mientras escribiré los medicamentos que necesita beber con sus respectivas indicaciones y el certificado que tiene que presentar en el departamento de seguridad, supongo que a su supervisor. — La rubia despidió a sus ayudantes y sin levantarse del asiento junto a la camilla, hizo aparecer una pluma y un block de hojas.
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-Si estamos preparados, o eso creemos. De todas formas, esto duele como el demonio, ese animal es muy peligroso, mejor pensar en retirarlo de las cercanías. -asentí, realmente algo preparados estábamos, pero tomaba más aquello como una lección y por eso no quería el sedante, por supuesto que, en caso de ser una molestia, ella tenía todo el permiso y derecho de sedarme, aunque aun no entendía bien porque me hacía elegir. ¿A que se refería con el post-operatorio? ¿Acaso no me veía capaz de tomar los medicamentos que me de y hacer reposo? Bueno talvez el reposo si que sería difícil, odiaba estar quieto.
Respiraba rápidamente mientras intentaba responder. -Porque se supone que no debería haber bajado la guardia y ser atacado por un animal, por supuesto que prefiero no salir herido. -le conté entre jadeos, empapado por el sudor que someterse a tanto dolor producía. Y al fin había terminado, menudo dolor producía ese bicho maldito. -Uf ha sido duro. Gracias. -le dije y esperé, ¿así que un certificado? -Un certificado… ¿por un día o dos? -pregunté exagerando ya que necesitaba saber cuánto estaría inactivo. -¿Qué es exactamente lo que escribe? -pregunté ya de curioso sintiendo de a poco que el dolor se iba, tener eso ahí dentro era más doloroso sin duda.
Respiraba rápidamente mientras intentaba responder. -Porque se supone que no debería haber bajado la guardia y ser atacado por un animal, por supuesto que prefiero no salir herido. -le conté entre jadeos, empapado por el sudor que someterse a tanto dolor producía. Y al fin había terminado, menudo dolor producía ese bicho maldito. -Uf ha sido duro. Gracias. -le dije y esperé, ¿así que un certificado? -Un certificado… ¿por un día o dos? -pregunté exagerando ya que necesitaba saber cuánto estaría inactivo. -¿Qué es exactamente lo que escribe? -pregunté ya de curioso sintiendo de a poco que el dolor se iba, tener eso ahí dentro era más doloroso sin duda.
—Sé que duele, pero agradece que fue el bebé y no la madre, porque a parte del dolor, tú vida estaría en riesgo por el veneno. Es muy difícil tratarlo y en muchas ocasiones deja secuelas graves.— Le informó mientras terminaba de quitar los últimos cristales incrustados en la herida abierta.
Con un movimiento de varita cerró la lesión, para luego colocar con sus propias manos un vendaje esterilizado. Ariadna, en su área, debía ayudarse bastante con la magia, pero habían ciertas cosas que prefería hacer sin hechizos.
Ante la pregunta, la rubia le lanzó una mirada firme, no quería que el auror se moviera ya que el conjuro seguía funcionando y su cuerpo cicatrizando. —De nada, no se mueva.— Repitió y arrojó el barbijo que cubría su rostro a la basura.
Con la pluma, empezó a escribir el certificado por veinticuatro horas de reposo que el hombre debía presentar en el trabajo, más otro donde indicaba los medicamentos que debía tomar y sus respectivos horarios. —Tiene que permanecer inactivo durante un día y como ya le mencioné, beber un calmante y antibiótico. Uno es para el posible dolor y el otro para evitar que se forme una infección. No serán muchas dosis, no se preocupe.
Ariadna se levantó del asiento junto a la camilla, dejó los papeles y la pluma sobre el escritorio y se dirigió al dispenser de agua donde sirvió un pequeño vaso.
Se lo entregó al paciente, mas mantuvo una mano apoyada sobre el hombro de él para indicarle que no se levantara aún. —Lo que si debo pedirle es que no beba alcohol durante una semana, mínimo.— Y de nuevo se acomodó en la silla para quedar a la altura del auror.
Con un movimiento de varita cerró la lesión, para luego colocar con sus propias manos un vendaje esterilizado. Ariadna, en su área, debía ayudarse bastante con la magia, pero habían ciertas cosas que prefería hacer sin hechizos.
Ante la pregunta, la rubia le lanzó una mirada firme, no quería que el auror se moviera ya que el conjuro seguía funcionando y su cuerpo cicatrizando. —De nada, no se mueva.— Repitió y arrojó el barbijo que cubría su rostro a la basura.
Con la pluma, empezó a escribir el certificado por veinticuatro horas de reposo que el hombre debía presentar en el trabajo, más otro donde indicaba los medicamentos que debía tomar y sus respectivos horarios. —Tiene que permanecer inactivo durante un día y como ya le mencioné, beber un calmante y antibiótico. Uno es para el posible dolor y el otro para evitar que se forme una infección. No serán muchas dosis, no se preocupe.
Ariadna se levantó del asiento junto a la camilla, dejó los papeles y la pluma sobre el escritorio y se dirigió al dispenser de agua donde sirvió un pequeño vaso.
Se lo entregó al paciente, mas mantuvo una mano apoyada sobre el hombro de él para indicarle que no se levantara aún. —Lo que si debo pedirle es que no beba alcohol durante una semana, mínimo.— Y de nuevo se acomodó en la silla para quedar a la altura del auror.
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-Es muy peligroso. Hablaré del tema cuando regrese, hay que sacarlo, que en primer lugar no sé qué hace ahí. -en verdad había que hacerlo, y era mejor pensar en ese mismo momento para olvidarme del dolor, aunque realmente no era muy efectivo, recordaba el golpe del animal con cada cristal que sacaba de mi cuerpo, nunca más me confiaría, y menos en animales, ellos si que actuaban por instinto.
De un momento a otro tenía su mirada firme en mis ojos, por momento pensé que había hecho algo mal, pero, solo era un aviso. Al quitarse el barbijo la observé con atención, el dolor no me había dejado prestar demasiada atención que digamos, por poco y llegaba a delirar, si no fuera por estar ya acostumbrado al dolor. Ariadna era realmente bella, ahora ya no había dolor y podía verla, no había nada que hacerle. Al menos no terminaba desmallándome sin conocer a quien me había atendido. -Un día, eso es bueno. -respondí relajado, realmente no quería estar inactivo, y pensaba que sería más.
-Entendido. -asentí y luego tomé el vaso, aún no podía levantarme, tampoco pensaba hacerlo, no me arriesgaría a que la herida no terminara de cerrar, y además quedar como un niño inquieto frente a ella y hacerla volver a trabajar. Alcé los ojos con sorpresa ante su última indicación. -¿Mínimo? -pregunté y reí apenas, eso no sonaba para nada a mínimo. -Y entonces, ¿Cómo haré? ¿Cómo haré para invitar a una copa a quien me dejó como nuevo? -pregunté y sonreí mirándola a los ojos, y luego hacia el techo. -Será luego de la semana sin una gota entonces… a menos que no acepte, por supuesto puede negarse. -añadí sin tutearla en ningún momento, pero bromeandole.
De un momento a otro tenía su mirada firme en mis ojos, por momento pensé que había hecho algo mal, pero, solo era un aviso. Al quitarse el barbijo la observé con atención, el dolor no me había dejado prestar demasiada atención que digamos, por poco y llegaba a delirar, si no fuera por estar ya acostumbrado al dolor. Ariadna era realmente bella, ahora ya no había dolor y podía verla, no había nada que hacerle. Al menos no terminaba desmallándome sin conocer a quien me había atendido. -Un día, eso es bueno. -respondí relajado, realmente no quería estar inactivo, y pensaba que sería más.
-Entendido. -asentí y luego tomé el vaso, aún no podía levantarme, tampoco pensaba hacerlo, no me arriesgaría a que la herida no terminara de cerrar, y además quedar como un niño inquieto frente a ella y hacerla volver a trabajar. Alcé los ojos con sorpresa ante su última indicación. -¿Mínimo? -pregunté y reí apenas, eso no sonaba para nada a mínimo. -Y entonces, ¿Cómo haré? ¿Cómo haré para invitar a una copa a quien me dejó como nuevo? -pregunté y sonreí mirándola a los ojos, y luego hacia el techo. -Será luego de la semana sin una gota entonces… a menos que no acepte, por supuesto puede negarse. -añadí sin tutearla en ningún momento, pero bromeandole.
Cuando el auror estuvo fuera de peligro, Ariadna se calmó y su mente comenzó a divagar mientras escribía el certificado y la receta medica, no pensaba sólo en qué medicamentos entregarle, si no también en cuál era el siguiente paciente que debía atender o chequear su evolución.
Entregó el vaso de agua y agregó las últimas indicaciones, justo cuando logró recordar el nombre de la bruja que seguía en la lista de prioridades.
Tomó asiento para esperar que el hechizo hiciera efecto por completo, pero también porque no podía dejarlo sólo, debía esperar que una de las sanadoras se presentara y así ella continuaría.
—Mínimo una semana.— Repitió la prohibición de bebidas alcohólicas y cuando abrió la boca para explicar el porqué, el auror se adelantó con una invitación que definitivamente no esperaba.
Si bien la tomó por sorpresa y sus ojos se abrieron un poco demasiado, al instante frunció el ceño, ¿En serio la estaba invitando una copa? ¿A ella? —No tiene que hacer nada, es mi trabajo.— Se encogió de hombros y con esa respuesta, al instante se sintió algo estupida.
Nerviosa, se puso de pie y mientras su cerebro procesaba todo, fingía colocar en su lugar todos los instrumentos que había utilizado.
La última cita que había tenido fue tan mala, que decidió no volver a tener una. —Lo siento mucho, señor Rosier.— Respondió de nuevo, recordando el apellido por la identificación y por la receta. —No puedo involucrarme con pacientes.— ¿No podía verdad? ¿Era una regla del hospital que no iba a desobedecer o una norma en la cual se estaba refugiando?
En ese momento una sanadora nueva ingresó a la sala luego de golpear la puerta y Ariadna no tardó en juntar sus cosas, entregar el formulario lleno e indicar lo que le había dicho con anterioridad al auror.
No le parecía correcto irse sin una pequeña despedida, por lo tanto se acercó a la camilla y sonrió agradecida. —En verdad espero que se mejore, por favor en las siguientes misiones tenga más cuidado y no baje la guardia.— Repitió las propias palabras del hombre y luego de palmear con suavidad su muslo, se alejó hasta desaparecer.
Entregó el vaso de agua y agregó las últimas indicaciones, justo cuando logró recordar el nombre de la bruja que seguía en la lista de prioridades.
Tomó asiento para esperar que el hechizo hiciera efecto por completo, pero también porque no podía dejarlo sólo, debía esperar que una de las sanadoras se presentara y así ella continuaría.
—Mínimo una semana.— Repitió la prohibición de bebidas alcohólicas y cuando abrió la boca para explicar el porqué, el auror se adelantó con una invitación que definitivamente no esperaba.
Si bien la tomó por sorpresa y sus ojos se abrieron un poco demasiado, al instante frunció el ceño, ¿En serio la estaba invitando una copa? ¿A ella? —No tiene que hacer nada, es mi trabajo.— Se encogió de hombros y con esa respuesta, al instante se sintió algo estupida.
Nerviosa, se puso de pie y mientras su cerebro procesaba todo, fingía colocar en su lugar todos los instrumentos que había utilizado.
La última cita que había tenido fue tan mala, que decidió no volver a tener una. —Lo siento mucho, señor Rosier.— Respondió de nuevo, recordando el apellido por la identificación y por la receta. —No puedo involucrarme con pacientes.— ¿No podía verdad? ¿Era una regla del hospital que no iba a desobedecer o una norma en la cual se estaba refugiando?
En ese momento una sanadora nueva ingresó a la sala luego de golpear la puerta y Ariadna no tardó en juntar sus cosas, entregar el formulario lleno e indicar lo que le había dicho con anterioridad al auror.
No le parecía correcto irse sin una pequeña despedida, por lo tanto se acercó a la camilla y sonrió agradecida. —En verdad espero que se mejore, por favor en las siguientes misiones tenga más cuidado y no baje la guardia.— Repitió las propias palabras del hombre y luego de palmear con suavidad su muslo, se alejó hasta desaparecer.
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