The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Lëia A. Campbell
Lo único bueno que tenía el verano, eran las vacaciones y el helado. Absolutamente nada más.
Lëia se quitó el sombrero con forma de capelina y lo usó para abanicarse el rostro enrojecido por las corridas en el jardín.
Era una mañana en extremo calurosa, las flores estaban repletas de abejas en busca de polen y no había nube alguna que otorgara sombra al pasar.
Su madre y padre habían desaparecido antes de que la alarma sonara, por lo tanto el desayuno lo bebió sólo en compañía de su mascota, William. En cuanto acabó, la esclava de Riorden le entregó la carta que Zoey había escrito para ella.

Tenía una cita.

Desde la mudanza, tan sólo unas semanas atrás, la morena no había salido mucho de casa. Aún no se acostumbraba a la Isla y extrañaba su antiguo dormitorio, sus vecinos y si, el aroma de la panadería ubicada justo en la esquina.
Sus días consistían en largos paseos por el jardín, juegos con sus hermanos, un poco de lectura y obviamente, entrenamientos de vuelo y de su metamorfomagia.

Soltando un largo suspiro, dejó el papel escrito sobre una de las mesas del patio y salió corriendo.
Si perdía la noción del tiempo, podría disculparse luego con la tal niña llamada Hero y con su madre, poniendo la excusa de algún improvisto surgido.
Claro que Lëia no contaba con el clima de su lado y su pequeña huida sólo duró un par de minutos. De inmediato regresó en busca de un litro de agua fresca y cambio de ropa.  

Dando pequeños saltos, bajó las escaleras mientras silbaba una canción de moda y luciendo un bonito vestido veraniego color celeste con sandalias blancas haciendo juego, tomó asiento sobre el sofá, esperando a la chica que le daría un "tour" por lo que a partir de ahora sería su hogar.
William se acomodó en su regazo para una pequeña siesta, pero cuando el timbre sonó, la bruja se quitó al hurón de encima con mucho cuidado y fue a abrir. —...¡Hola!
Lëia A. Campbell
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Hero N. Niniadis
Fugitivo
Lo entiendo. Han sido días muy malos y soy la peor compañía para cualquiera dentro de mi casa. También admito que no estoy aprovechando el verano y paso demasiado tiempo dentro de mi dormitorio, buscando evitar a cualquiera que pueda llegar a molestarme y eso apunta especialmente a la presencia de mi no querido hermano mayor. Pero eso no es excusa para organizarme citas con gente que no conozco solo por el simple hecho de mantenerme ocupada. En más de una ocasión, mientras elijo mi ropa, le echo una miradita o dos a Sage de reproche, como si todo esto fuese su culpa. Sé que no lo es, pero cómo mi esclavo es una de esas personas que dijo que parecía una ermitaña, me las puedo agarrar con él. Al final, en cuanto me decido por un short tiro alto que queda muy bien con una remera cortita, me marcho de casa siguiendo las indicaciones de pasar por el hogar del ministro de Defensa. Un tipo muy apuesto, pero muy señor, si me lo preguntan.

La mansión no está tan lejos, pero como la mía es la más alejada de la isla me tomo el tiempo para caminar con paso veloz y firme, agradeciendo mi inteligencia por ponerme un bonito sombrero. Las casas de la isla son preciosas y todas huelen bien gracias a los cuidados intensivos de los jardines, por lo que tengo que admitir que el perfume en el aire sirve un poco para levantarme el humor. Es extraño pasar los días sin la presencia de papá, pero he asumido hace poco que debo empezar a hacerme la idea. Sé que no puedo evitar añorarlo, pero tampoco puedo cambiarlo. La huelga de humor que estoy planteando últimamente debe estar próxima a terminar y, tal vez, asistir a esta cita puede ser el punto que necesito para demostrar que lo estoy intentando, aunque sea de mala gana.

Subo los escalones con paso grácil y toco el timbre de la puerta, aguardando por cualquiera que me atienda. Al final, la que abre es una jovencita que no he visto jamás y asumo de inmediato que es la persona a la cual tengo que educar en nuestro modo de vida — ¿Eres Lëia? — espero no haberme confundido de nombre, pero tengo plena confianza en mi memoria. Amplío una sonrisa que le enseña mis dientes y acomodo mi sombrero para poder verla mejor — Hero Niniadis, aunque estoy segura de que ya lo sabes. ¿Tienes protector solar? Porque el calor está de muerte y vamos a caminar bastante — si mi trabajo es guiarla por la isla y hacerla sentir como en casa, no me andaré con rodeos. Crecí en este lugar, así que no fallaré en mi misión de ser una experta en casa uno de nuestros lujos.
Hero N. Niniadis
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Lëia A. Campbell
El rostro de la pelirroja detrás de la puerta, le resulta un poco conocido, tal vez la había visto pasar por los pasillos del colegio durante los recesos, sin embargo seguía siendo una extraña para ella, pues jamás habían cruzado palabras hasta ahora.
Elevó las comisuras de sus labios en una pequeña sonrisa, una que no mostraba sus dientes y asintió con la cabeza, haciéndose a un lado para que la niña ingresara. —Esa soy yo, encantada de conocerte, Hero.

La petición no fue extraña, de hecho se regañó a si misma por no recordar aplicar protector solar en su pálida y sensible piel. —Claro, iré a buscarlo. Si quieres puedes tomar asiento, sólo ten cuidado de no hacerlo encima de William. Es el hurón blanco que está durmiendo allí.— Y con el dedo indice apuntó hacia su mascota.
No tardó en subir y bajar las escaleras, lo hizo casi corriendo y en cuanto regresó, cargaba con el bote de crema, un bonito sombrero parecido al de Hero pero adornado con girasoles artificiales y un bolso de tiras. —¿Debería llevar algo más? ¿Agua o bocadillos?

Dejó sus pertenencias sobre la mesa de café ubicada entre los sillones y comenzó a untar protector sobre todo su rostro, cuello, hombros y brazos. Al finalizar, se lo entregó a la pelirroja, tal vez ella también quería ponerse un poco. Se miró frente al espejo, para comprobar que había esparcido bien la crema y que no parecía un fantasma y dio un suave brinco en el lugar. Estaba lista para salir.
Como no quería ser maleducada o egoísta, llamó a uno de los elfos y le pidió dos botellas de agua fresca, algo de fruta picada servida en tuppers para llevar y dos tenedores envueltos en servilletas.
A los pocos segundos volvió a aparecer cargando con el pedido de la niña y Leia, luego de agradecer, guardó todo en su bolso.

Estoy lista y si debo ser honesta, lo único que he visitado ha sido la playa.— Comentó acomodando el sombrero sobre su cabeza, tapando con el cabello las orejas que tanto le desagradaban. Sentía que eran demasiado grandes para su rostro.
Abrió por segunda vez la puerta y esta vez antes de cerrarla, salió siguiendo a Hero.
Al principio la idea de una cita arreglada por los adultos, con una desconocida y sin su consentimiento, no le agradó para nada, mas ahora no sonaba tan mal, tenía que aprovechar el verano y las vacaciones.
Lëia A. Campbell
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Hero N. Niniadis
Fugitivo
Por su sonrisa tan poco entusiasta, tengo el impulso de querer preguntarle si sabe quién soy, pero me lo termino guardando porque, vamos, todo el mundo lo sabe. No solo por mi apellido, sino porque soy una de las personas más públicas de todo el país y esta es la casa del ministro de defensa, que se lleva estupendamente con mamá. Así que solo asiento con amabilidad de invitada y entro a la casa, apenas mirando alrededor porque estoy acostumbrada a los salones grandes, aunque no tan enormes como el mío — ¿Un hurón? — siempre consideré que esos animalitos son adorables, pero tenía entendido que son algo apestosos, así que opto por buscarlo con la mirada y quedarme de pie en lo que ella va y vuelve, cargada de cosas — Agua, por sobre todo. Igual no te sobrecargues ni te preocupes. En la isla, es muy fácil que los elfos aparezcan a nuestra disposición con solo llamarlos — pura costumbre, pero creo que no me escucha, porque se embarrona en crema, me la pasa y sigue con los pedidos. Me entretengo con la curiosidad de mirar cómo actúa, pasándome algo de crema con un agradecimiento. Lo bueno es que no acabaré hecha un morrón.

Oh, la playa es una de las cosas más bonitas que tenemos en la isla — confieso y salgo delante de ella, haciendo un ademán de agradecimiento con la cabeza — Pero también tenemos los campos de golf, de tenis, el centro del club y el spa, cuyos masajes son los mejores de todo el país. Exclusivo, obviamente. Solo pueden usarlo los ministros y sus respectivas familias — creo que estoy hablando muy rápido mientras camino, liderando la marcha en dirección al centro de la isla — Pronto te darás cuenta de lo afortunadas que somos por vivir en este lugar, Lëia. Cualquier persona en NeoPanem mataría por poder ser como nosotras — incluso, con lo que eso conlleva.

Recién la miro cuando me salta una duda un poco básica — ¿Qué te interesa conocer? — pregunto y me llevo una mano al sombrero para acomodarlo con elegancia — Perdona que pregunte, pero… ¿Tú eres la hija de la mujer del ministro Weynart, no?
Hero N. Niniadis
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Lëia A. Campbell
Si ya de por si se sentía demasiado vigilada, tener a un elfo siguiendo cada uno de sus pasos, la terminaría de enloquecer. No, prefería llevar sus cosas, cargar con el peso con tal de no ser perseguida.
Sólo tengo para compararla con la playa del Capitolio, así que si, es bonita la de aquí. El otro día fui con mamá y papá...Aunque me gustaría conocer la del Distrito 4 también.
Lëia siguió a la pelirroja y procuró no perderla de vista, pese a que llevaba un par de semanas, todavía no lograba ubicarse y como todas las mansiones se veían exactamente igual, seguro terminaba entrando en la casa de la Ministro de Educación por error ¡Que vergüenza sería eso!

Trató de recordar todo lo que le decía su nueva vecina ¿había un centro de Spa y club de golf? —Vaya, si que tienen muchas cosas...¿Acaso hay algún cine? Me gustan las películas.—No pasó por alto el hecho de que usó el verbo tener sin incluirse, pero era cierto, hasta no sentir que pertenecía a la isla, no se mentiría.  
Las siguientes palabras de la niña no fueron sorpresa, desde que su madre comenzó a llevar el anillo en el dedo anular, toda la familia le decía exactamente lo mismo. Lo afortunadas que eran, lo felices que estarían, lo mucho que cambiaría sus vidas para mejor...¿Acaso antes estaban mal? Porque ella no lo creía.
Es un lugar muy hermoso, pero Hero ¿No te gustaría salir un poco más? Digo, desde que he llegado, siento que tengo cien ojos encima y la isla resulta ser taaaaan pequeña...

Pese a haber untado protector en todo su rostro, el calor y los rayos de sol convirtieron sus mejillas en color cangrejo, así que acomodando un poco mejor su sombrero para cubrirse, continuó caminando junto a la pelirroja.
La pregunta si la tomó por sorpresa, guardó las manos dentro de los bolsillos de su vestido para evitar muestras de nervios o incomodidad, ¿acaso quería rebajarla con esa pregunta? —Bueno, es complicado. Sí, la esposa de Weynart es mi madre...pero la sangre de su familia también la tengo yo. Mi padre, mi padre biológico, murió en los juegos. Se llamaba Alec y era el hermano del Ministro de Defensa.— Intentó explicar todo el drama familiar de la manera más sencilla posible. No le daba vergüenza, tampoco le importaba, siempre le había contado la verdadera historia así que no le molestaba contarla.
Lëia A. Campbell
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Hero N. Niniadis
Fugitivo
Solo por si las dudas, tengo que hacer memoria para saber si no voy a decir una tontería — No, no hay salas de cine. Pero… ¿No tienes tu propia habitación para eso? — es una pregunta sincera, arrugando un poco el entrecejo porque estaba segura de que todas las mansiones tenían algo así, aunque puedo equivocarme y solo estar asumiendo cosas — Es muy común por aquí el tener, ya sabes, algún dormitorio audiovisual para ver películas desde la comodidad de un enorme sofá. Imagina a mi madre teniendo que ir al cine con el resto del mundo… — la sola idea se me hace descabellada y divertida, tanto así que me atrevo a sonreír con gracia. No tanto como con la pregunta que suelta a continuación, esa que me produce una risita entre dientes que me recuerda más a mi anterior yo, esa que tanto he extrañado estos días — ¿Quién dice que no salgo? Tengo una vida en el Capitolio. Escuela, amigos, esas cosas. Incluso una buena amiga es del cuatro y puedo ir cuando quiera a visitarla — saquemos de la lista todos los actos que me han llevado por todo el país — Lo de los ojos encima… te acostumbrarás. Piénsalo como que puedes seguir haciendo tu vida, nada más que te mudaste a una casa más grande.

Seguirle el ritmo a su historia es complicado, sí, pero por suerte es corta y eso me deja analizar un poco lo que acaba de contarme — Creo que lo entiendo —es un poco culebrón, pero nada que no haya oído antes. Quiero decir, mis padres eran primos y escuché toda clase de comentarios sobre ello durante años, pero me he acabado acostumbrando. Al fin de cuentas, sé que no provengo de una familia convencional, mucho menos por su historia — Es terrible cómo los Black destruyeron tantas familias. Es bueno saber que esos tiempos se han terminado — eso espero. Todos los problemas que crearon hace años han llegado hasta a mí.

Con un par de pasos más, llegamos a un punto alto de la isla desde donde se puede observar el mar a la distancia, aunque me centro más en señalar las siluetas del spa y el club — Nunca me dijiste a dónde quieres ir — le recuerdo — Aunque los campos que poseemos por estas zonas son perfectos, si lo que tenías en mente era un picnic.
Hero N. Niniadis
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Lëia A. Campbell
La mejillas de Lëia se tornaron aún más rojas, no por el sol o por el calor, si no por la vergüenza. Tal vez no debería hacer más preguntas hasta recorrer la casa entera, cosa que hasta el momento, no había hecho. —Bueno...Es que sólo he estado en la cocina, sala, jardín y en mi dormitorio. Aún no siento como si fuera mi hogar y no quiero entrometerme entre las cosas de papá.— Hasta la curiosidad enorme de la niña tenía limites.
La imagen mental de la Ministra yendo al cine junto con el resto del mundo, le sacó una gran carcajada. —¿Te imaginas si alguien le vuelca encima un poco de refresco sin querer?— Bromeó.
La respuesta de la pelirroja no es exactamente a lo que ella se refería, ¿acaso le dejaban hacer todas esas cosas y viajes, sin miembros de seguridad siguiendo sus pasos?
La morena asintió con la cabeza, acomodando la correa de su bolso sobre el hombro. —Intentaré acostumbrarme al menos un poco, no quiero que mamá se sienta mal por la mudanza.

Con un leve encogimiento de hombros, elevó las comisuras de sus labios sin enseñas los dientes. —Es complicado, básicamente mi padre adoptivo es mi...tío. Pero me ha cuidado desde que era una bebé, así que para mi es mi papá.— Cuando el peso de su bolso queda distribuido alrededor del cuerpo y no se siente incomoda, continua caminando con las manos hundidas dentro de los bolsillos de su vestido celeste.
No iba a dar su opinión del viejo gobierno, ni del nuevo, eso sólo le traería problemas. Demasiados. —Si, es bueno saberlo.

Al llegar al punto alto de la isla, Lëia observó el maravilloso paisaje y lo que Hero le enseñaba, tanto el spa como el club se veían enorme pese a la distancia.
La falta de construcciones y poca arboleda en esa zona, le trajo una idea excelente. —Podemos tener un picnic, pero antes dime...¿Qué opinas de una carrera en escobas? Tengo que entrenar si quiero ingresar al equipo de Quidditch de este año y podrías ayudarme.
Lëia A. Campbell
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Hero N. Niniadis
Fugitivo
Sé que quizá es un poco descortés, pero me fuerzo a mostrarle una sonrisa de labios apretados frente a la mención, aparentemente cariñosa, del hombre que ella llama “padre”. No tengo nada contra todo lo que me está contando y sé que debería saber que estas cosas siempre pasan, pero me es imposible que mis pensamientos no vuelen hacia la persona que he perdido hace tan poco tiempo. Opto por quedarme callada, quizá regalándole un silencio injustificado, pero tampoco pretendo que ella lo entienda. Es mi duelo personal, al fin y al cabo, y nosotras no nos conocemos.

Por suerte, el comentario que suelta hace que me desconcentre de mis pensamientos deprimentes y me brota una risita algo aguda. Lo malo es que, cuando la miro, me estoy dando cuenta de que habla en serio — ¿Quidditch? — intento no sonar tan desdeñosa y se me va a un tono escéptico — ¿Con esta ropa? — me pellizco la tela de mi remera cortita, demasiado delicada como para siquiera pensar en subirme a una incómoda escoba — Si quieres ayuda con eso, puedo recomendarte algún instructor o presentarte a algunos de los mejores jugadores en nuestra escuela. Pero el Quidditch no es mi área — dicho de otro modo, que yo la ayude tiene la misma utilidad que un gato en el agua — Aunque siempre puedo sentarme y verte volar desde la comodidad del césped. ¿Eso es suficiente para ti?

En parte, me siento un poco culpable de rechazar su propuesta, pero me conozco lo suficiente como para saber que le estoy haciendo más un favor que otra cosa. Le lanzo un vistazo a las cosas que trajo consigo y acabo señalando un enorme árbol, de ancho tronco, que se encuentra a unos metros — ¿Te parece bien ese lugar o eres de las que disfruta estar al sol? Como verás, a mí no se me da bien. Me quemo muy rápido, me insolo y luego solo termino siendo un montón de pecas. ¿No sería divino tener esas pieles que se broncean como es debido? — una de las pocas cosas que jamás voy a poder comprar.
Hero N. Niniadis
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Lëia A. Campbell
Durante un par de minutos, Lëia se concentró en observar su nuevo hogar desde aquel punto alto, intentando memorizar cada uno de los lugares, no sólo el spa y club, también alguna de las mansiones.
No le gustaba estar en la isla, odiaba el hecho de tener que mudarse y abandonar la antigua casa y a su hermana Violet, pero le había prometido a su madre que le daría una oportunidad, que en verdad lo intentaría y es lo que estaba haciendo.

La pregunta de Hero le hizo apartar la mirada del paisaje, para seguir el camino de sus manos hasta la bonita blusa que llevaba puesta. Tenía razón, era una pena si arruinaban sus prendas en un entrenamiento de quidditch. —Bueno, jamás he volado con vestido...Algún día lo intentaré.— Bromeó y negando varias veces, le quitó importancia a todo el asunto de su nuevo pasatiempo.
Así era ella, se volvía loca con un deporte, lectura, juego, música y a la semana siguiente cambiaba por algo nuevo. Por ejemplo, el mes pasado se encaprichó con que no tenía suficientes imágenes de la familia, así que durante más de siete días, persiguió a todas horas a la familia completa, tomando fotos en los momentos más inoportunos.  
Eres muy amable, pero no hace falta que hagas eso, me gusta aprender sola o con amigos...Digamos que los instructores no me agradan.

La sombra debajo del enorme árbol resultó atrayente, así que la morena caminó hasta el tronco y se dejó caer con delicadeza sobre el césped. —Te entiendo, ya que me pasa exactamente lo mismo...Tengo la piel muy sensible y no sólo al sol. Lo peor es que aún no aprendo algún truco que me ayude.— Sacó de su bolso las botellas de agua fresca, los tuppers con fruta picada y los cubiertos, para extender uno hacia la pelirroja y luego empezar a comer de su porción. —Entonces Hero, ¿De qué mansión debo mantenerme alejada? Ya sabes...¿quién es el vecino más gruñón, al que molestaremos arrojando cosas desagradables?— Porque eso hacía en su antigua casa.
Lëia A. Campbell
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Hero N. Niniadis
Fugitivo
He tenido cientos de instructores en mi vida y estoy muy agradecida por ellos. Una siempre puede aprender por su lado, pero una mirada crítica y constructiva de la mano de un experto nunca viene mal para seguir mejorando — es algo en lo que siempre he creído, en especial con las horas que paso enfrascada en mis clases particulares. No podría vivir sin mi rutina, eso es algo que tengo asumido — Si alguna vez tienes antojo de aprender algo en particular, no dudes en decirme. ¡Tengo una cámara extra y la fotografía se me da muy bien!

Me siento en completo aliviada cuando mi sugerencia es bien recibida y puedo acomodarme a la sombra de un inmenso árbol y no tener que sobrevolarlo. Como no sirve de mucho, me quito el sombrero y lo dejo cuidadosamente a mi lado, mientras intento pensar en lo que me está preguntando — ¿Arrojar cosas desagradables? ¿De verdad? — se me va un poco el tono escéptico, pero no le veo lo divertido en hacerle eso a personas que respeto, sin quitar que ni loca toco basura y no pienso arruinar mi reputación de esa manera — Pero si quieres mi opinión, no te metas con ninguno de aquí. El círculo ministerial es muy pequeño y no es que tengamos muchos niños como para echar culpas. Por otro lado… — lo medito, moviendo un poquito la trompa — Si quieres saber, Eloise Leblanc puede ser mucho más estricta que el resto. Y no conozco mucho al nuevo, el señor Labors, así que mejor no jugaría mis cartas con él — puede salirle muy bien o muy mal.

Hago un gestito con la mano para pedirle permiso y me hago con el tupper de frutas, cuya frescura es de lo más tentadora — ¿Eso es lo que solías hacer? ¿Ensuciar casas de otras personas? — no sueno juzgadora, pero eso no quita que mi sonrisa me haga parecer que me estoy burlando un poco — Tendrás que aprender a comportarte aquí, Lëia. Un comportamiento errático puede ser muy llamativo para la prensa y nadie quiere eso.
Hero N. Niniadis
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Lëia A. Campbell
¿Y para qué has necesitado tantos instructores? Sé que en el colegio nos dan materias básicas, lo importante para que luego nos la arreglemos solos, pero... "Haces algo verdaderamente divertido", no Lëia, ella podría ser tú única amiga dentro de la isla. Modales. —Olvídalo.— Comentó con una gran sonrisa, moviendo la mano en el aire para que le restara importancia al asunto. —Eso sí podría ser divertido, me gusta la fotografía y la pintura. No soy una gran artista y según mamá no lo hago mal, pero no confío en eso...digo...es mi madre, se supone que ellas deben decir esas cosas aunque seamos un desastre.

La morena tomó asiento en la sombra bajo el árbol, apoyando la espalda sobre el tronco y a diferencia de la pelirroja, mantuvo el sombrero ocultando sus enormes orejas.
Abrió el envase de su fruta picada y cuando en la boca tenía un delicioso pedazo de melón, tuvo que tapar sus labios ya que las carcajadas lograron escapar sin previo aviso. —Bueno...No tan desagradables. A veces huevos, otras un par de gusarajos...— Y miró a la niña de reojo, con una sonrisa burlona y ojos inocentes.  
La respuesta a su pregunta era todo lo que necesitaba, sin embargo ella ya sabía que no se acercaría a ninguna casa, excepto a la suya.

Estiró las piernas sobre el césped y acomodó el vestido entre ella para no enseñar su ropa interior. Pinchó un par de cerezas jugosas y las llevó a su boca. —Bueno...Estaba esta vecina molesta, de las que meten sus narices en todo lo que no les incumbe, que gritan demasiado para llamar la atención. La dueña de una pequeña mercería. Una mañana de camino al colegio, la escuché hablando y riendo bastante fuerte con otra vecina. Estaban hablando de mi hermana Violet.— Explicó y encogiéndose de hombros, recostó su cabeza en el árbol. —Me quedé despierta casi toda la noche, llené cada espacio de su jardín, entrada y ventanas con gusarajos...pero lo mejor fue al día siguiente.— Relató sin borrar el gesto de felicidad en su rostro. —Conseguí una de esas cartas de bromas con una bomba dentro. Cuando la abrió, logré tomar una maravillo fotografía que hice ampliar y colgar en mi dormitorio.

Lo último que la pelirroja dice a su lado, es la frase más simple de la razón por la cual quería mudarse en primer lugar. Le gustaba su casa, su vida y no tener que controlar los impulsos y acciones sólo porque alguien puede estar mirándola.
Odiaba este cambio. —Eso ya lo sé.No significa que este de acuerdo. Dejó de lado la fruta picada para beber varios sorbos de agua y luego continuó. —Entonces, ¿tú qué haces para divertirte?
Lëia A. Campbell
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Hero N. Niniadis
Fugitivo
¿Huevos? ¿Gusarajos? Intento meterme una fruta en la boca, pero apenas la pellizco con los dientes y ya sé que no voy a poder pasarla con normalidad, así que como bocaditos pequeños — ¿Tienes una hermana? — es una pregunta casual que intenta desviar un poco la idea que se ha formado en mi cabeza, tratando de imaginar el escenario para esa gente que, si bien se lo tenía merecido, no puedo dejar de tenerles algo de pena — Bueno, gracias por la historia. Eso me deja bien en claro que jamás debería hacerte enojar — me termino por meter lo que queda de la fruta en la boca, así que le sonrío con los labios apretados y las mejillas infladas.

Me encojo de hombros cuando afirma que ya estaba al tanto de lo que le estoy diciendo y me dispongo a agarrar un poco de manzana cuando su pregunta me deja un poco meditabunda, con los dedos sobre el tupper — No exploto cosas, creo que eso es un poco obvio — bromeo. Atrapo un trozo de fruta entre dos yemas y, como no es muy grande, lo como de un bocado y froto los dedos en un intento de limpiarme de la sensación — Me junto con amigas. Vamos por malteadas o al centro comercial o al cine… — creo que es un poco más de lo mismo, porque estoy segura de que esa parte de mi vida es la más común de todas — Por mi parte, tengo una agenda muy atareada y a veces me cuesta coordinar salidas, pero ahí es cuando siempre puedo recurrir a ver mis series favoritas y comer dulces. Algún día deberás pasarte por casa, mi esclavo hace unos postres de muerte… — lo que me recuerda que tengo un enorme mousse que terminar. Si Sage sigue cocinando para sacarme de la cama, en un mes seré una pelota llena de granos.

Con un poco de sandía en la mano, aprovecho a echar un vistazo hacia atrás como si de aquí pudiese ver mi casa, pero la distancia, las curvas y los árboles me la quitan de vista — Tuviste mala suerte de mudarte aquí justo después de todo lo que ha pasado — mi voz se vuelve un poco queda, pero intento mantenerla firme — La isla puede ser hogar de pocas personas, pero siempre ha tenido movimiento. Estos días está un poco.... bueno, apagada — como yo y como todos, supongo.
Hero N. Niniadis
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Lëia A. Campbell
Con el tenedor, revolvió las frutas hasta encontrar los últimos trozos de fresas, cerezas y sandía, ya terminado el color rojo, continuó con el verde del kiwi y manzana. No estaba jugando con la comida como muchos pensaban al verla, simplemente le gustaba imponerse reglas para hacer la actividad un poco más divertida. A veces según el color, otras por la textura, combinaciones de sabores y temperatura.
Si, se llama Violet y tiene el bebé más bonito de la vida. Ella se quedó en la antigua casa y yo me tuve que venir con mamá.— Explicó y la resolución que le entregó la pelirroja a continuación, le hizo soltar varias risitas pequeñas. En realidad más que ruido, fue una gran sonrisa junto con movimientos de hombros. En ese sentido, Lëia no era muy ruidosa. —No te preocupes por eso, ya mamá me dio la charla para no meterme en líos aquí también...Además, nunca uso los mismo trucos más de una vez.— Y claro que era una broma.

El estilo de vida que llevaban claramente era muy diferente, ya que para la castaña lo que Hero le cuenta de su rutina y agenda, suena en extremo aburrido. Ella podía ir por malteadas, de compras y cosas normales, pero su emoción ante esas situaciones no duraba mucho.
No iba a hacerle ese comentario de frente a una desconocida y agradeció cuando mencionó las series y postres, ahí si podía acompañarla. —Oh, me gusta mucho ver películas y series, además creo que no puedo negarme si me dices lo de los dulces.— Se aferró a la botella de agua para beber algunos sorbos y luego pasó a comer las frutas en tonos naranjas, sin apartar la mirada del hermoso paisaje frente a ambas. Tal vez aquella cima podía ser su lugar favorito en la isla. —Suena a cita planeada esta vez.— De nuevo bromeó y elevó las comisuras de sus labios, sin enseñar los dientes. —No es por ti, sólo que no tenía idea de este arreglo, hasta unos minutos antes de que me buscaras.

Lëia siempre se sentía incomoda en situaciones donde la muerte estaba involucrada y sentía que al hablar, todos metían la pata. Es por esto que ante el comentario que la toma por sorpresa, se queda pensativa durante unos minutos. —Sabes, yo nunca conocí a mi verdadero padre, pero por las anécdotas que me cuentan, por las historias, incluso por las cartas que me han dejado leer, es como si lo hiciera.— Mordió el labio inferior, no conocía a la chica y no quería que esta pensara que era una metida. —Es terrible lo que sucedió y sé que las palabras son sólo eso, palabras inútiles que no dan consuelo. Cada uno tiene su forma de llevar los duelos...y supongo que lo que intento decir es, no seas dura contigo misma, si quieres llorar hazlo, si quieres gritar, patalear, correr o lo que sea, hazlo. Que no te importe la prensa ni nadie...Pero en algún momento eso debe acabar, debes continuar porque él siempre estará contigo, en las historias, recuerdos, memorias y...eso.— Ya estaba rascando su brazo en un gesto de puro nerviosismo y divagaba más que nunca. —Lo siento, sólo...lamento mucho lo que pasó y sé que soy nueva aquí, pero si necesitas algo, ya sabes donde vivo.
Lëia A. Campbell
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Hero N. Niniadis
Fugitivo
Si eres fan de “XoXo Witch” y “The W.C”, ya puedes considerar tener a alguien con quien debatir los finales de temporada — volver a ver las temporadas viejas ha sido toda una distracción, incluso cuando ya me sé cómo resulta todo ese rebuscado triángulo amoroso entre Ashley, Josh y Brittany. Intento no demostrar demasiado interés a un reproche que es perfecto para nuestras madres, porque sé muy bien que no es su culpa — Podría haber sido peor. Imagina tener que pasar el día con uno de los niños pesados del curso. Hay varios que todavía se comen los mocos o hacen competencias de eructos porque creen que eso es divertido — arrugo mi nariz de manera desdeñosa, sin poder comprender ni un poco a esos salvajes.

Me toma por sorpresa por donde lleva la conversación y, aunque creo que me pongo pálida por un segundo, estoy segura de que pronto empiezo a enrojecer. Había intentado hablar de la situación incierta que tiene al país inquieto, pero ella ha tomado en el aire el evento que mayormente me incomoda y que me ha mantenido dentro de casa todos estos días. Aún así, intento no despotricar contra ella porque sé que está teniendo buenas intenciones y me han enseñado que debo ser agradecida con esas cosas, por mucho que puedan dolerme. Me tardo en responder porque me doy cuenta de que me tiembla el labio inferior y tengo que desviar la mirada, buscando el modo de mantener la compostura frente a una niña que no conozco y a quien no le debo demostrar mi lado vulnerable, porque aún no se lo ha ganado.

Gracias… — murmuro y miro la fruta. Me doy cuenta, rápidamente, que ya no tengo hambre. Limpio los dedos en mi pantalón, manteniendo la mirada baja y sin saber muy bien qué se supone que debo decir ahora. Eso me deja en silencio un momento — Lamento mucho lo que le ha pasado a tu familia. Mi madre respeta mucho a los Weynart y siempre han sido amables con nosotras — es la pura verdad, sin caer en comprometedores sentimentalismos — Sé que mi padre siempre estará conmigo — acabo agregando, atreviéndome a alzar los ojos hacia ella — Solo tengo que hacerme la idea de que no volveré a tener muchas de las cosas que siempre me ha dado. Al menos, esos bárbaros han recibido su merecido — tenso un poco el rostro y enderezo mi postura, prensando un poco los labios — Me alegra que los hayan eliminado. Ya no podrán dañar a nadie más, ni a una sola familia … — como la suya, la mía y miles más. Se hizo justicia al fin.
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Lëia A. Campbell
Honestamente recién estoy empezando a ver la segunda temporada, antes no le había prestado atención, pero...— Sus mejillas se ruborizaron un poco y terminó sonriendo —Amo al sanador Stark, ¡Que hombre!— Suspiró apoyándose en el tronco de árbol, con las piernas extendidas sobre el césped y el tupper con fruta aún encima de su vestido. —¿Por qué los chicos del colegio no son así? Todos son unos idiotas como tú dices, ¿Y sabes qué es lo peor? Que en casa tengo dos hermanos y son igual de asquerosos.

El silencio se extendió sobre ambas y Lëia no pudo evitar sentirse culpable. Ella y su enorme bocota, tal vez había ido muy lejos y ahora si que estaría sola en la estúpida isla.
Se concentró jugando a pinchar y soltar la comida, hasta que cerró el recipiente y lo dejó dentro del bolso, seguido por la botella a medio beber.
No tienes que agradecer nada y en serio lamento si hablé demasiado, suelo hacerlo cuando me pongo nerviosa. De todos mis defectos, ser metida no es uno de ellos.— Comentó ladeando la cabeza, al tiempo que volvía a acomodarse tomando asiento con las piernas cruzadas como indio y la espalda derecha, sin apoyarse en el árbol. —Te entiendo perfectamente, te acostumbras a algo y cuando te lo arrebatan sin previo aviso...Duele y te sientes rara.— No sabía cómo explicar las sensaciones, ella no alcanzó a conocer a su padre, mas cuando le contaron la verdad, el dolor, la decepción y miles de cosas pasaron por su mente. Costó, pero pudo adaptarse y continuar con su vida, claro que la mayor parte del crédito se lo llevó su madre, sin ella...

La siguiente confesión la tomó por sorpresa, pero ya se mentía a si misma y a los demás las 24 horas del día, así que tuvo la respuesta inmediata. —Espero que nuestros aurores no hayan tenido piedad.— Comentó sin apartar la mirada del rostro de la pelirroja. Se sintió horrible decir eso en voz alta, pero estaba acostumbrada. —¿Crees que han eliminado a todos? Tal vez así nos quitaran el toque de queda a los menores...— Preguntó a la vez que se quitaba el sombrero y jugaba a cambiar de color algunos mechones de cabello suelto.
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Hero N. Niniadis
Fugitivo
Al menos tenemos algo en común. Estoy por ponerme a presumir del poster de Jerek Grimm que tengo en mi habitación, cuando nombra a sus hermanos y mi sonrisa se vuelve un poco más tirante — Supongo que los hermanos están para que nos parezcan asquerosos — digo nomas. No conozco tanto a los míos, Audrey tiene actitudes que no comprendo y Seth, prefiero que se vaya lejos. Prefiero seguir pensando en actores guapos, muchas gracias

No sé si “rara” es la palabra… — he tratado de encontrarla hace días y todavía no encuentro alguna que se aplique bien a lo que quiero expresar. Supongo que debe ser una de esas emociones que te dejan sin palabras por culpa de su complejidad. Muevo un poco mi cabeza porque no quise ni me quisieron explicar los detalles de ese enfrentamiento, pero tengo entendido que fue una batalla sangrienta — Hasta donde sé, no creen que todos los rebeldes estuviesen allí, pero sí que era un punto de encuentro y una bandera en contra de nuestro país. ¿Tú no deberías saber mejor de esas cosas? — es una pregunta curiosa, no juzgadora, que va acompañada de una mirada perspicaz hacia su persona — Tu padre es el ministro de defensa. No sé qué tanto hablan de esto en tu casa, pero mamá jamás ha sido demasiado comunicativa conmigo — no sé cómo serán las cosas, ahora que quedamos nosotras.

Me vuelvo a colocar el sombrero sobre la cabeza y estiro un poco las piernas, notando lo cortas que son, lo que me lleva a mover un poco mis pies — Pero dicen que hemos ganado esta batalla y que los que quedan vivos en el norte deberían saber que es imposible que puedan derrotarnos. Solo son un montón de vagos sin recursos — me encojo de hombros — Así que supongo que, por ahora, estamos seguras. No hay nada que ellos puedan hacernos.
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Lëia A. Campbell
La respuesta de la pelirroja se la esperaba, así que asintió con la cabeza mientras sus manos arrancaban algunos pedacitos de césped. —Sé que rara no es la palabra, pero incluso luego de tantos años, no consigo encontrar una sola que represente todo lo que se siente.— Admitió mordiendo el interior de su mejilla algo nerviosa por la conversación.

Lëia estaba concentrada en escuchar la explicación de Hero, pero su mirada seguía clavada en los pequeños brotes de pasto que sostenía en entre los dedos, para cortarlos en partecitas y luego dejarlos caer de regreso en la tierra. —Lo poco que sé, es gracias a las noticias de la televisión, papá no habla mucho del trabajo en casa, o tal vez no lo hace cuando estoy presente y aunque el otro día pedí acompañarlo al ministerio, aun no me ha dicho cuándo puedo ir.— Se encogió de hombros y soltó un pequeño suspiro antes de regresar la vista hacia la niña sentada junto a ella. —Tal vez ahora cambie eso ¿No?— Si bien su familia era muy cercana a los Niniadis, ella no conocía tanto a Jamie.

Es un alivio oír eso.— Susurró en voz baja y acomodó el sombrero sobre su cabeza, para luego dar un pequeño salto, logrando quedar sobre sus pies.
Posteriormente aplastó la tela del vestido y estiró la mano para ayudar a la pelirroja a levantarse. —No sé si tienes planes, por lo que me has dicho llevas una agenda bastante ocupada, pero si no hay nada en ella, ¿quieres ir a mi casa? Mamá me dio luz verde para decorar mi dormitorio como lo desee y soy algo mala en eso. Podrías ayudarme.— Por supuesto que fue una sugerencia para dejar atrás la tétrica conversación y dedicarse a hacer algo más emocionante. Claro que si ella no lo deseaba, lo entendería. —O podemos hacer otra cosa.
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Fugitivo
El ministerio es un lugar público. Supongo que puedes entrar cuando quieras, aunque no tendrás acceso total a todas las áreas mientras no tengas una cita o trabajes ahí — le aconsejo, aunque no sé si va a usar ese tip o no. No sé de qué tanto le serviría meterse en el ministerio, cuando puede hacer las preguntas directamente en casa. Quiero decir, yo he acompañado a mis padres en más de una ocasión, pero no lo veo sumamente necesario. Me encojo de hombros, porque no sé si mi madre planea cambiar su actitud. Apenas y la veo estos días y, no sé por qué, siento que es mejor así. No me creo capaz de conversar con ella.

El cambio de tema me toma desprevenida y tomo su mano por pura inercia, poniéndome de pie con cuidado antes de chequear que no me ha quedado césped pegado por toda la ropa — ¿Decorar? — obvio que me cambia el tono de voz, porque hay pocas cosas que me gusten más que la estética, especialmente cuando me dan luz verde para hacer de ella lo que quiera. Me inclino para ayudar a recoger las cosas y se las tiendo para que vuelva a guardarlas, poniéndome momentáneamente en puntas de pie — Tienes suerte, porque tengo un gusto exquisito. ¿Tienes que solamente planificar qué quieres y cómo lo quieres o ya posees todo en tu dormitorio y hay que acomodarlo? — quizá quiere pintarlo, o remodelarlo, o vaya a saber. Las opciones son miles y sirven de inmediato para ponerme en una actitud mucho más propia de mí — Solo dime cual es tu estilo y encontraré algo perfecto para ti.
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Lëia A. Campbell
Si, pero lo que en realidad quiero es tener la experiencia completa, no un tour público, si no ver lo que papá hace durante un día de trabajo.— Respondió recolectando sus cosas del suelo para guardarlas dentro del bolso encantado.
El clima era perfecto para pasar el resto del día en la playa, nadando y tomando sol, sin embargo ya era tiempo de vaciar las cajas de la mudanza o su madre seguiría regañándola por no desempacar y ordenar el dormitorio.

Con una pequeña sonrisa volvió a observar a la pelirroja, en verdad no quería que el paseo terminara con alguna de las dos llorando, asi que al saber que la decoración le gustaba y era lo suyo, supo que estaba haciendo lo correcto.
Acababa de perder a su padre, ayudarla a enfocarse en otras cosas era más sano que regresar cada una a su respectiva casa.
Elevando las comisuras de sus labios agradeció que la ayudara a juntar el resto de las cosas. —Bueno, sólo he armado la cama. El resto de mis cosas aún siguen dentro de las valijas y cajas de cartón.— Explicó mientras comenzaba a descender por la colina, inclinando un poco el cuerpo hacia atrás para no irse de boca. —Como no tengo muchas cosas y el dormitorio es bastante amplío, hay que organizar y acomodar para que quede bien distribuido. También elegir el color de la pintura y si, conseguir algunos muebles, creo.
Durante un par de segundos pensó en cuál era su estilo, tenía muchos y no sabía con exactitud a qué se refería la niña. —Mmm me gusta el color azul y el celeste.

Cuando volvieron en sus pasos y la enorme mansión conocida apareció en su campo visual, se emocionó bastante por la ayuda que le daría su nueva vecina. —Las flores, música y me encantan los libros de todo tipo.— Admitió a alguien que no era Maeve, para el resto de los estudiantes Lëia sólo era la chica que se metía en problemas constantemente. —¿Eso servirá no?
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