The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Sami Zakaria
Esclavo
Junio

La verdad no comprendo tanto secretismo y habladuría al mismo tiempo por parte del señor Lackberg en todo el camino, parece que quiere contarme todo sobre lo que va a ocurrir pero a la vez hay una fuerza suprema que lo obliga a guardar el secreto "Ya verás como... en realidad no vas a hacerlo. Pero será genial. No puedo decirte nada, pero me gustaría", está poniéndome algo nervioso. Tampoco comprendo por qué me veo obligado a acompañarlo ya que técnicamente soy el esclavo de su hija, no suyo, pero supongo que tiene derecho ya que después de todo... él ha pagado por mí. Aún así no puedo quejarme, es un día de campo y ¿Quién podría negarse a eso?

Llegamos al lugar y me lanza su abrigo y una maleta antes de ir a reunirse con sus compañeros de trabajo unos cuántos metros más allá. Ignoro si hay un sitio para esclavos pero supongo que es el rincón en la sombra en donde hay varias personas con las caras largas así que me acerco allí y acomodo las cosas del señor Lackberg sobre una silla. Todo parece indicar que comerán carne asada, jugarán golf y tomarán sol en los sofá de exterior que adornan el hermoso jardín. Ya me buscará cuando quiera una copa... O no, pues veo que hay meseros.

Suspiro y me concentro en los presentes. Creo ver un rostro conocido, aunque no estoy seguro ya que ambos estamos bastante diferentes desde nuestro último encuentro... En mi caso, mi cabello está mucho más brillante, ya gané algo de masa muscular y no tengo las terribles ojeras que adornaban mi rostro durante mi último período en el mercado - ¿James? - pregunto acercándome a su pequeña mesa ratona con una sonrisa - Pero que bello te ves sin el olor a mierda y la sombra de la desolación - bromeo antes de darle un abrazo - No puedo decir que me alegro de que te hayan comprado pero... Me alegro de que ya no estés allí.
Sami Zakaria
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James G. Byrne
Fugitivo
Me parece una total falta de respeto el que me saquen de mis tareas habituales para tener que atender a cualquier mago o bruja que me lo pida. Claro, es obvio que tengo que acompañar a mi ama porque así lo dice el contrato implícito de los esclavos, pero el saber que cualquiera tiene el derecho a pedirme lo que sea y el tener que obedecer sin chistar me pone de malas. Casi tanto como el tener que ver cómo los ricos se llenan de porquería a costa de lo que le falta a los demás, algo que me enferma de sobremanera.

Me encuentro sentado en una mesa demasiado pequeña, en especial para mis largas piernas, así que básicamente estoy abrazado a las rodillas y estoy seguro de que el malestar se me está plasmando en toda la cara. Intento contener los resoplidos de fastidio, puesto que tengo prohibido el siquiera mostrarme disconforme con una situación que, en palabras de mi ama, debería hacerme sentir agradecido con mi suerte. Las bolas. Estoy lo suficientemente irritado como para gruñir en cuanto oigo que alguien llama mi nombre, y tengo que agradecer que no se trata de ningún brujo cuando volteo el rostro. Es más, las facciones son tan familiares que me sorprende de un modo agradable, tanto como pararme todo lo rápido que me lo permite el reducido espacio sin acabar atorado en la mesita.

¡Y tus ojos parecen menos saltones de lo normal!— es una exclamación sincera, de esas que ensanchan una sonrisa a pesar de las palabras que otros se tomarían de mala manera. Recibo el abrazo con más ganas de lo que jamás hubiera creído, estrechando su cuerpo con efusión. Ni recuerdo la última vez que nos vimos, pero tampoco conservo las memorias del mercado con tanto cariño — ¿A mí? ¿Cuándo fue que te compraron a ti? ¡Creí que seguías en ese infierno de segunda! — me separo para poder echarle un vistazo y, de paso, no demostrar tanto afecto a sabiendas de que pueden pillarnos. Aún así, lo sujeto de un hombro para darle un apretón — También te tocó un pez gordo, ¿no es así?
James G. Byrne
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Andrew H. Keogh
Tributo
Se que a estas alturas debería estar acostumbrado al comportamiento de mi dueño, pero no podía decir que fuera fácil el hacerlo cuando el hombre se comportaba como una bola de energía contenida la mitad del tiempo, y como un oso perezoso en sus últimos momentos la otra mitad. En un principio había considerado el que tuviese que ver con la droga que ingería, pero su consumo era irregular y no importaba en qué cantidades fuese, su personalidad era una especie de lotería en la que podía salir cualquier número. Es por eso que, cuando me pidió que lo acompañase a una especie de día de campo con sus colegas, fue mi misión personal el hacer que evitase ingerir cualquier tipo de sustancias al menos durante las veinticuatro horas anteriores al evento.

No lo conseguí, así que simplemente termine por resignarme.

Claramente llegamos algo tarde al evento, pero a nadie parece importarle. Hay demasiada gente hablando en pequeños grupos y sin prestar atención a sus alrededores a menos que alguien se acerque a hablarles. Riley solamente se limita a preguntarme si estaré bien, y cuando le aseguro que no tengo inconvenientes, desaparece de mi vista en pocos segundos.

No tardo en encontrar el área destinada a los nuestros, y cuando lo hago, me sorprende reconocer a un fideo a la distancia. No tardo en apresurarme a paso seguro, y cuando estoy a las espaldas de Jim, no dudo en ponerle la mano en el hombro con algo de fuerza. - ¿Pez gordo? ¿Quién te ha dado el derecho de hablar así de un mago? - Quiero tratar de agravar mi voz para que no me reconozca, pero no puedo porque el bufido divertido que se me escapa me termina delatando. - Me haces sentir orgulloso Jimbo… ¿Quién es tu amigo?
Andrew H. Keogh
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Sami Zakaria
Esclavo
Sonrío rodando los ojos pues hace mucho que decidí que lo saltones de mis ellos serían algo positivo de mi apariencia física y no un defecto... Sobre todo luego de que mi madre se la pasó de médico en médico cuando era niño pues estaba segura de que tenía un tumor cerebral empujándolos desde adentro. En fin, una anécdota que me llevaré a la tumba, por supuesto - Y eso que me veo obligado a entrecerrarlos por el sol, un esclavo con lentes no sería bien visto - respondo al fin. Será mi próxima meta, conseguir unos bellos lentes de sol espejados para usar cuando arreglo el jardín.

- No sé la fecha exacta, pero fue luego de la segunda vez que creí estar muriendo - pues a veces ni sabía cuando era de día y cuándo era de noche. Estar encerrado allí te termina volviendo loco. No es dramatizar pues estoy seguro que de no ser por la sanadora que me curó de contrabando, habrían sacado mi cadáver por la noche y James jamás me habría visto de nuevo.

Estoy por contestar a su segunda persona cuando veo como un rubio, guapo y de bellos ojos se acerca al joven y tras poner una mano sobre su hombro empieza una especie de regaño. Solo me lo creo por unos cortos segundos y entonces vuelvo a respirar con normalidad - Sami Zakaria y sirvo a tres personas que podrían matarte por sugerir que son gordos de cualquier forma - me presento tendiéndole la mano. No llevo mucho con los Lackberg pero por lo cerrados que son con el mundo, dudo que tengan la confianza con alguien para que los llamé así y no ofenderse... Además de que los tres están en excelente estado, excepto Ivar que ya comienza a lucir una ligera barriga de señor añoso.

Recuerdo que James mencionó a un tal Andrew en algunas ocasiones mientras estábamos en el mercado y me pregunto si se trata del que está frente a nosotros. Sería interesante por fin mantener una charla con el revolucionario aunque dados ciertos arranques que tuve últimamente dudo que sea lo mejor para mi supervivencia. Estoy más maleable, no le costará convencerme de hacer una locura. Sobre todo con lo guapo que es - ¿Tu eres Andrew?
Sami Zakaria
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James G. Byrne
Fugitivo
A pesar de que me río con la imagen mental que me regala al mencionar a los lentes, se me apaga un poco la sonrisa al escuchar sobre las malas condiciones en las que estuvo antes de ser comprado. No voy a decir que no conozco de qué está hablando porque, al contrario, me apaga un poco el conocer en exceso ese sufrimiento. Suerte para mí, el tema no se expande porque una mano pesada me deja estático en mi lugar y, a pesar de las palabras amenazantes, puedo reconocer el tono de voz que evita que me dé un paro cardíaco. Volteo la cabeza lo suficiente como para ver al rubio que me lleva una buena altura, tomándome el atrevimiento de sonreírle con desfachatez — Tú, hace muchos años — le recuerdo como quien no quiere la cosa. Hacer alusión a las bromas sobre los magos que he aprendido en su compañía, en medio de un evento lleno de gente importante, es un poco suicida, así que agradezco que Sami se tome el trabajo de presentarse antes de que yo pueda siquiera hablar.

La memoria de Sami me hace sacudir la cabeza en forma afirmativa — Sami, este es Drew — señalo a uno y luego al otro, tratando de imitar el gesto de una presentación formal — Drew, Sami moría por conocerte — es mentira, hasta donde sé, pero el arrastre de mis palabras deja bien en claro que no estoy hablando seriamente — Estábamos hablando de la ridiculez de los lentes de sol en los esclavos. ¿Tú qué crees, Andrew? ¿Sami debería imponer la moda? — en un intento de chequear que nadie nos esté necesitando mientras nosotros perdemos el tiempo, echo un poco mi torso hacia atrás y le lanzo un vistazo a las siluetas de los magos, pero creo que todavía estamos a salvo — Yo voto por imponer la moda de robar unos bocadillos. Cuando beben y comen de más, a esos no les importa mucho si se les pierde una bandeja o dos. ¿Qué dicen? Un poco de comida y vandalismo no lastiman a nadie.
James G. Byrne
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Andrew H. Keogh
Tributo
- ¡Ese es mi muchacho! - Bromeo en un tono jocoso que trata de ser paternal pero muere a mitad de camino. Sin embargo, llevo mi mano de su hombro a sus cabellos, y los despeino con ímpetu, haciendo que el flequillo le caiga en el rostro y se parezca a uno de esos perros estirados. - Creo que la última vez que hice eso una pulga me había saltado a la mano, es bueno ver que te bañan seguido. - Vuelvo mi atención al otro muchacho, y le extiendo la mano (la que no está en la cabeza de Jim) para retribuir el saludo cuando se presenta, y me sorprendo cuando adivina mi identidad de buenas a primeras.

Jimbo nos presenta, y sonrío gracias a su pequeña broma. - Pues aquí estoy, vivito y coleando, y sirviendo a un amo que puede matar a todos en este picnic solo por accidente. - Y no estaba seguro de hasta qué punto era broma o no, ya que sus experimentos e investigaciones podían ser de lo más estrambóticas. - No sé hasta qué punto sea ridículo. Podría conseguir un par a cambio de uno o dos favores… - Me encojo de hombros con simpleza y no le doy muchas vueltas al asunto. Si logras robar una sin que te maten en el proceso, por mí excelente. Lo mejor sería ir repartiendo los bocadillos y robar unos pocos sin que se den cuenta, pero de verdad no quiero andar dando vueltas bajo el sol hasta que llamen por algo. - No tenía ganas de llamar su atención innecesariamente y que de golpe todo el mundo recordara que nos habían traído por algo. - Así que… Sami. ¿Qué te ha dicho este delincuente de mí?
Andrew H. Keogh
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Sami Zakaria
Esclavo
Hago una mueca con la broma de Andrew pues se las ha ingeniado para que deje de ver con fascinación el hermoso cabello de James. Esa es una imagen que no podré sacarme de la cabeza pues más allá de que sea una broma, bien podría haber sido real y... - Esa es una excelente manera de dar una primera impresión - comento aun luchando para ocultar la mueca de desagrado pero finalmente se me escapa una risa. Hace mucho que no participo en una conversación sin formalidades, es agradable.

- De haber visto una foto suya podría ser cierto, pero en ese entonces moría por otras cosas - corrijo con un dedo en alto. Solo espero no estar en esas condiciones otra vez, aunque al parecer hay otras formas más interesantes para morir aquí afuera ¿A qué se refiere con un amo que podría matarnos a todos? ¿Es un sicario o algo así? No preguntaré pues la respuesta solo podría ponerme nervioso y no quiero que nada arruine el hermoso día de campo en el que nos encontramos.

La idea de conseguir unos bocadillos me agrada, aunque quizás sea más conveniente robarlos directamente de la cocina. En esos lugares están muy concentrados en sus tareas, hay mil personas trabajando al mismo tiempo y casi ni siquiera notan cuando entra alguien extraño... Lo sé por experiencia - Dejemos que se acomoden y luego vamos por bocadillos - propongo aunque ya imagino que seré yo quien tenga que meterse a hurtadillas por ser el más pequeño ¿Dónde estaba cuando repartieron los centímetros?

Respiro profundo haciendo memoria de la conversación sobre Andrew y debo admitir que no recuerdo muy bien los detalles, pero sí la idea general - Solo que tienes unas ideas interesantes sobre cómo deberían ser las cosas y es algo difícil no estar de acuerdo contigo - respondo honestamente - Aunque ahora me resulta un poco difícil quejarme, mis amos no están para nada mal...
Sami Zakaria
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James G. Byrne
Fugitivo
El comentario de la fotografía hace que mire a Sami con una expresión divertida, apenas curvando una ceja sugerente en su dirección. Me muerdo la punta de la lengua para no ofrecer el dejarlos solos, pero como la conversación se gira en torno a mi sugerencia de los bocadillos, no digo absolutamente nada. Ninguno de los dos me da un pie para empezar a escondernos, así que solo miro como algunas bandejas pasan en manos de los elfos y se alejan en dirección a los magos, resoplando por no ser más rápido — Tal vez podemos solo fijarnos en cuál es la menos reclamada y nadie se va a fijar en si falta o no. Es fácil descubrirlo. Con lo gordos que son todos, es solo cuestión de fijarse en qué bocadillos son los que siguen sin ser tocados — bien, no son gente obesa, al menos muchos de ellos, pero sí aman los excesos. A veces, no puedo pensar en otro calificativo para esta gente que la palabra “desagradable”.

Trato de poner mi mejor carita de amigo simpático porque sé que no he dicho ninguna mentira sobre Andrew, pero también sé que sus verdades a veces no son muy bienvenidas. Le muestro todos los dientes sonrientes y todo eso. Lo bueno es que Sami se tira para una sinceridad poco escandalosa y sé, si conozco bien al rubio, que estará lejos de enojarse conmigo. Ahora, con el moreno podría ser otra cosa, así que intento meter un bocado para suavizar la situación — Sami no se siente capaz de enfrentar a los magos — le explico a mi amigo en un tono casi susurrante, tratando de adoptar una postura que parece que estamos hablando de quién es el mejor vestido entre todos los ministros mientras intento recordar nuestra charla de hace meses, en la oscuridad de las celdas — Pero coincide con nosotros. Supongo que está agradecido de que nadie lo esté golpeando, violando o abusando de cualquier otra forma, al menos no de manera ilegal.  Creo que es entendible — o no. Solo para evitar incomodidades, finjo acomodarme la ropa con manos ansiosas — Si vas a empezar tu discurso político, Drew, solo avisa y me sentaré por aquí hasta que termines, que lo he escuchado mil veces.
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Andrew H. Keogh
Tributo
- Como no me puedo vestir para impresionar, tengo que buscar otras formas ¿no? - Dudaba que hablar de las pulgas que pudiera o no haber tenido James sea en realidad una de ellas, pero estando entre los nuestros, era fácil olvidar cualquier tipo de pretensión que pudiese ostentar. No había que fingir, ni servir, y las palabras no tenían que ser medidas con regla para evitar algún castigo.

- Me halagas Sami, ¿dónde te tenía escondido Jimbo? - Abajo de una piedra seguramente. Era eso, o debía tener un perfil lo suficientemente bajo en el mercado, como para que su nombre no haya resonado en los chimentos diarios que nos servían para socializar entre nosotros. - Lo que quieran, es comida. Todos aquí sabemos que eso es algo que no podemos desperdiciar cuando la ocasión lo amerita. - Y la ocasión lo ameritaba siempre, porque había visto lo que hacían con las sobras de sus galas y banquetes.

Se me transforma un poco la cara cuando Sami deja salir su opinión y tengo que recordarme que estamos rodeados de gente que no podía escuchar estas cosas y así poder hablar con un tono de voz relativamente moderado. Jim se esfuerza en aliviar la situación, pero ya es tarde. - Vas a tener que sentarte, porque sabes muy bien que hay cosas que no puedo dejar pasar. Como el que tengas que ennumerar esas cosas como si fueran algo cotidiano.

Vuelvo la atención a Sami y si bien mi voz sale en un murmullo, no por eso deja de carecer de validez. - Me imagino que, si no te puedes quejar es porque tus dueños te deben alimentar bien, porque no tienes una familia de la que alguna vez fuiste parte, y por sobre todas las cosas, porque eres alguien libre, ¿no? - PIenso en Riley y en su buena predisposición natural, pero a su vez, no dejo de ser su esclavo y aunque él tampoco “está tan mal” no podría estar jamás contento sirviendo a alguien. - Nos tratan como si fuesemos una propiedad, nos venden y nos compran, nos marcan y nos roban todo lo que alguna vez conocimos por el simple hecho de no tener su preciada magia. Puede que tus dueños no lo hagan directamente, pero te compraron y forman parte del asqueroso régimen opresor bajo el que vivimos. Si nos guiamos solo por el “podría ser peor” nos volvemos unos conformistas de mierda, que aceptan resignados la suerte que nos tocó… Por favor, si tuviese un hijo ni siquiera lo podría llamar mío, porque lo estoy condenando a una vida en la que va a pertenecer y servir a otro.
Andrew H. Keogh
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Sami Zakaria
Esclavo
Si hay algo que ni siquiera los magos han podido sacarme es el placer de vestirme para impresionar. Me ha jugado a favor y en contra a veces, y por supuesto que es un derecho que no puedo disfrutar libremente cada vez que quiero. Mi madre solía contarme que incluso el día de mi nacimiento quería hacer algo impresionante con mi desnudez así que usé el cordón umbilical como corbata... Claro que no fue lo más conveniente para mi aporte de oxígeno y mi primos no solían desperdiciar la oportunidad de bromar sobre que ese era el por qué de mis ojos saltones. Pero en eventos como éste es mejor mantener el perfil bajo, pasar por un esclavo más para no generar problemas a mis amos.

- Estaba escondido al final del arcoíris - respondo encogiéndome de hombros con una sonrisa. Ya quisiera yo tener las mallas del duende y la olla repleta de oro ¿Eso es siquiera real? Con tanta magia que hay dando vuelta podría ser que sí, pero claro, nosotros no somos los que sabemos cómo funciona.

Mi rostro cambia por completo cuando James menciona algunas de las cosas ocurridas en mi pasado. Me gustaría golpearlo y decirle que no tenía derecho a revelarlo, pero en cambio miro al suelo pues los datos sirven en el desarrollo de la conversación. Toco la marca en mi muñeca cuando Andrew lo menciona y por fin me atrevo a levantar la vista una vez más pero aún sin responder nada... No es un tema que me agrade y podrán interpretarlo por mi poco habitual silencio.

- Hace unas semanas un grupo de magos me golpeó hasta dejarme roto por completo - comienzo y pienso dos veces antes de decir lo siguiente. Claramente ellos no divulgarán la información porque no les conviene y si lo hacen... pues que me perdone la ama Synnove - La hija del matrimonio Lackberg se encargó de curarme - los detalles aún más ilegales quedarán fuera de la historia - Charlamos y parece entenderme... Claro, tengo que cocinarles, limpiar su casa y elegir su ropa, cosa que en realidad me agrada, pero es una buena persona - sus padres son confusos así que no puedo dar una opinión tan concreta sobre ellos.
Sami Zakaria
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James G. Byrne
Fugitivo
Busco de inmediato una silla dónde apoyar el culo, pero no llego ni a echar un rápido vistazo alrededor que Drew ya está abriendo su enorme bocota y mi búsqueda de un asiento se transforma de inmediato en una alarma anti amos con orejas paradas. Una reunión de campo de empleados del ministerio es el último lugar en la tierra en el cual tener este tipo de conversaciones, pero sé muy bien que tener callado al rubio es una tarea un tanto imposible desde que lo conozco y, suponiendo que es mucho más grande que yo, debe ser algo que lleva consigo de toda la vida. Puede que estoy de acuerdo con él, pero hasta yo sé cuándo debo mantener la boca cerrada y eso que soy yo, la persona más boca sucia que he conocido.

Lo que Sami confiesa se lleva toda mi atención y la preocupación por mi amigo rubio se va hacia mi amigo morocho, abriendo los ojos con toda la indignación que soy capaz de plasmar en una cara tan delgada — ¿Con qué derecho…? — aprieto los dientes con obvia frustración y resoplo, tratando de no demostrar a grandes rasgos lo que sucede, puesto que eso podría llamar la atención. Aún así, mi voz es un murmullo furioso cuando me inclino en dirección a Sami para que pueda escucharme bien — Debería haber un sitio donde denunciar esas cosas. No puedo creer que sigan permitiendo que eso suceda, como si fuésemos un cacho de carne… — pero no, no habrá jamás un sindicato de esclavos, porque nosotros no tenemos derechos. Estúpido gobierno.

Lo analizo con la mirada como si de ese modo pudiese evaluar su estado de salud, pero aún así le aprieto uno de los hombros con una mano estirada — Hay magos que son buenas personas, pero no creo eso de ellos que tienen esclavos a su voluntad. ¿O acaso tú le harías eso a alguien más? — tan simple como eso.
James G. Byrne
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Andrew H. Keogh
Tributo
Se pinta en mi cara una mueca de repulsión cuando Sami relata el ataque sufrido, y poco es lo que me falta para no perder la compostura ahí mismo. Lamentablemente, una risotada resuena a lo lejos y me hace volver la vista hasta un grupo de magos gordos que parecen estar actuando algo chistoso, o recordando una anécdota divertida. No tengo idea en dónde se encuentra Riley, pero ni siquiera su presencia haría que sintiese menos disgusto por los de su clase. - Y aún así, tienes que cuidar lo que andas diciendo de tus maravillosos amos, porque el sólo hecho de darnos una mano es un delito constitucional. - Mis palabras escupen veneno y cuando vuelvo el rostro hacia Jim luego de escuchar sus palabras, puedo notar que su semblante no está mucho mejor que el mío.

- Con el aparente derecho de creerse los amos y señores del universo. De verdad, no había nada que me gustaría más que meterle la varita por el culo a los muy desgraciados, y enfrentarme a una pelea a puño limpio. Ahí veríamos quién era superior a quién. - ¿Y para qué querrías denunciarlos? ¿Crees que les darán meses en prisión por hacernos daño? A estas alturas antes me creo que armen un concurso para ver que tanto nos pueden hacer  sangrar… Ah, no, lo olvidaba. ¿Esa no era la arena?- En ningún momento mi voz se eleva por encima de un siseo contínuo. Pero me sentía impotente y tenía ganas de golpear al primer idiota con una varita que pasara delante mío.

- Hay buenas personas que por casualidad son magos, pero siguen avalando todo esto y… Lo lamento, pero sigues siendo una propiedad, Sami. - Y dejo el tema ahí, porque no creo poder contestarle a Jimbo con sinceridad. Porque si fuera al revez, haría mucho más que tener de esclavos a estos cabrones.
Andrew H. Keogh
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Sami Zakaria
Esclavo
Con todos los derechos que no tenemos nosotros, con ésos nos golpean. Aunque me han hecho cosas peores en el pasado, al menos el daño físico se puede reparar con un sanador de buen o mal corazón que decide no hacer preguntas. Aunque debo admitir que ver el desagrado en el rostro de mis compañeros me reconforta un poco, me hace sentir que no estoy solo en todo ésto y si bien no puedo cambiar lo que ocurre, al menos puedo ser escuchado... Así como yo también los escucharé si algún día les ocurre algo, espero que no.

- Morir en la arena en un período de tiempo, morir aquí afuera a largo plazo ¿Qué es peor? - pregunto más para mí que para los demás - Y lo sé... Sé que soy un cacho de carne a sus ojos, pero los Lackberg me salan, condimentan y dejan en el refrigerador siendo que podrían lanzarme a los perros sin sufrir consecuencias - aunque temo que la señora de la casa pueda pincharme algún día, no creo que sea mala pero sí parece algo inestable.

No puedo creer que esté comparándome a mí mismo con algo que está destinado a ser cagado por los magos, insignificante alimento. Hubo una época en la que tenía sueños, quería ser alguien en la vida, amar a alguien y casarme con esa persona... Viajar por Neopanem, comer sushi, enfermarme por comer tanto sushi, reirme meses después contándole la anécdota a mis amigos de cómo se me arruinó el viaje por ser tan gordo - ¿Qué se supone que debemos hacer? ¿Huir? Vayamos donde vayamos no podremos ser libres, al menos no como me gustaría.
Sami Zakaria
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James G. Byrne
Fugitivo
Me gustaría poder discutir, refutar aunque sea una de las cosas que Andrew dice y que sé que son una verdad con la cual he crecido, pero no puedo y eso solo hace que muerda el interior de una de mis mejillas con evidente frustración. Jamás me he considerado una persona idiota, así que no voy a mentirme con falsas esperanzas — Suena un poco conformista — no lo estoy juzgando, sé por qué lo hace y que tampoco tiene otra opción, pero sé que los esclavos nos estamos contentando con que no nos asesinen, golpeen o abusen como si eso fuese un premio y no un trato decente que cualquiera debería merecer. Estamos agradecidos por no morir, no le veo lo glorioso al mago que se toma la molestia de no molernos a palos.

Matarlos — la solución a la pregunta de Sami me sale tan natural que, por un momento, temo que alguien me oiga y lo tome en serio. Me cruzo de brazos en una actitud protectora y defensiva, encogiéndome tanto que parece que solo quiero evaporarme y desaparecer de la faz de la Tierra — Lo que quiero decir es… bueno, no podemos hacer nada hasta que alguien más lo haga. No tenemos los medios para cambiar las cosas, al menos que conozcan a alguien que esté dispuesto a poner un montón de bombas en la isla ministerial, el ministerio y el Capitolio — la sola idea se me hace más que tentadora y alegre, pero también sé que estoy hablando de sueños imposibles. Aún así, me fuerzo a tratar de eliminar la sonrisita de satisfacción — Solo sé que nada es para siempre y nosotros sabemos de buena lengua que no todos aman a los Niniadis y su régimen. Algún día las cosas van a cambiar, solo espero no haber muerto para ese entonces — sé que le estoy echando la leña a personas ajenas, pero yo no puedo cambiar nada. Al menos que...
James G. Byrne
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Andrew H. Keogh
Tributo
La analogía de su vida que hace Sami me molesta, y mientras que Jimbo concuerda con mis pensamientos, no puedo evitar añadir un poco a la conversación. - Ten cuidado, porque incluso resguardada en el frío del refrigerador, la carne se termina pudriendo en poco tiempo. Y sigue siendo sólo carne, un objeto, alimento para otros. - Y era verdad, porque aunque no tuviésemos los peores dueños en estos momentos, nadie tenía la voluntad necesaria como para empezar a cambiar las cosas. Y si nadie hacía nada… pues no solo seríamos conformistas, sino que les estaríamos dando la razón

La respuesta que da Jim a la pregunta de Sami me pinta una sonrisa en la cara, cínica pero orgullosa, y no puedo más que asentir al pequeño discurso que nos regala. Claro que de reojo mantengo la vista en los magos que todavía mantienen distancia de nuestro pequeño grupo ya que, como uno solo escuchase las palabras de mi amigo, estaríamos todos condenados. - Ya quisiera conocer a uno de esos… mientras tanto, voy a paso lento, deshaciéndome de las escorias un paso a la vez. - Suelto un suspiro que quiere ser lastimoso, pero suena con un leve tono jocoso. - Los Niniadis van a caer, si se puede, más pronto que tarde y definitivamente voy a hacer todo lo que esté en mi poder para ver eso. Aunque tenga que ser yo mismo el que plante una bomba y se la estalle en la cara.
Andrew H. Keogh
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Sami Zakaria
Esclavo
Desearía tener su valentía y convicción ¿Cómo es que pueden hablar tan libremente sin miedo a que ocurra nada? Yo no soy quien está confabulando en voz alta pero a medida que las sílabas salen de sus labios no puedo evitar mirar a ambos lados para comprobar que nadie más esté escuchando o que no haya de esas orejas mágicas para escuchar a la distancia - Matarlos, por supuesto - ironizo. Como si eso fuera posible. En primer lugar, no sería capaz de hacerlo ¡Con solo bromear sobre eso se me acelera el corazón! Y en segundo, no tenemos el poder suficiente para hacerlo.

No sé en qué momento la conversación pasó de ser un coqueteo hacia Andrew a una charla sobre bombas y explosiones ¿De dónde conseguirían una de todas formas? - Escuchen bombarderos, cuando decidan hacer explotar el mundo avísenme para no quedar en medio de todo su lío ¿De acuerdo? - pregunto negando con la cabeza. No creo que vayan a hacerlo, pero al pensarlo me recorre un escalofríos - Soy muy joven y bello para volar por los aires - bromeo para relajar un poco el ambiente.

Veo al señor Lackberg caminar en nuestra dirección y de inmediato cambio mi posición para ¿Ser casual? Demonios, podría ser cualquier cosa menos un espía. Por suerte no se acerca a nosotros, solo hace un gesto para que vaya con él de inmediato y se gira para volver por donde vino - Si me disculpan, señores, al parecer es hora de que este trozo de carne vaya a la barbacoa - comento con una sonrisa divertida - Jimmy, un placer verte fuera de una celda. Andrew, espero verte más de seguido - me despido guiñando un ojo al último. Hora de trabajar.
Sami Zakaria
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