OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Estoy temblando como una hoja de otoño y un frío helado me recorre por completo, pero no es a causa de estar empapada, no. Es porque por fin hemos salido de la corriente que nos fue arrastrando río abajo, y junto con el agua, los eventos recientes se aferran a mi cuerpo, haciendo sentir su peso y tirándome hacia abajo con una inusitada fuerza. Por primera vez en horas puedo respirar con relativa tranquilidad y aún así siento que el aire me falta más que nunca.
Los sentimientos me abruman, y aunque creo poder distinguirlos no dejan de danzar dentro mío, apilándose uno encima del otro, presionando contra mi pecho y cambiando de lugar a cada rato para no darme paz. Ira, tristeza, enojo, desarraigo, incertidumbre, aplomo, preocupación, desolación… creo que hay un par más, pero esos no dejan de asfixiarme hasta el punto en el que deseo olvidar todo, quedar vacía y dejarme morir. Sin embargo, no lo hago. Nunca estuvo en mi naturaleza rendirme y aunque en las últimas horas lo he perdido prácticamente todo, debo recordarme que Cale está a mi lado y que no soy la un única que la pasa mal.
Cualquier pelea, discusión o enojo que haya habido entre nosotros en los últimos meses pasa a ser un recuerdo recóndito; ¿cuál era el sentido de pelear por cosas que ya no existían? Me freno en mi pensamiento ya que recordar nuestra discusión me lleva a pensar en personas a las que ya no volveré a ver, y no estoy lista para afrontar esa idea. ¿Cómo podría cuando esta misma mañana había visto la cara de todos? Había pasado más de la mitad de mi vida conviviendo con esa gente, compartiendo cada día de mi existencia con ellos. Riendo, llorando, gritando. Le podía confiar mi vida a cualquier persona del distrito con los ojos cerrados, y quería creer que el sentimiento era recíproco, pero a fin de cuentas no importaba. Porque nuestras vidas parecían ser algo de lo que nunca fuimos del todo dueños, y una loca con poder se había encargado de demostrarlo en cuestión de minutos.
Quiero pensar que Ben al menos ha podido salvar a los chicos, lo había visto llevarse a Zenda y a Ken hacia las granjas, pero no había pasado demasiado tiempo antes de que las bombas aparecieran, y no podía aferrarme a una ilusión vacía. En lo que a mi respecta, todos habían muerto, nadie más estaba tan cerca del arroyo como nosotros y no podía imaginar que hubieran podido salvarse ni por el mayor milagro del planeta. Me encantaría creer que mi hermano y yo habíamos sido afortunados, pero estar con vida no era un consuelo, se sentía como la peor de las cargas y no tenía idea de qué debíamos hacer.
Recorro mis alrededores con la mirada, y cuando noto la columna de humo, apenas y visible a lo lejos, puedo ubicarme aunque sea un poco. - Estamos a poco más de dos días a pie del refugio más cercano, y aún así no estoy segura de poder ubicarme con exactitud. ¿Tienes alguna idea? - No le pregunto cómo está porque la respuesta está implícita sin siquiera mirarlo. Ninguno estaba bien, y dudaba que ninguno pudiese estar bien en mucho tiempo.
Los sentimientos me abruman, y aunque creo poder distinguirlos no dejan de danzar dentro mío, apilándose uno encima del otro, presionando contra mi pecho y cambiando de lugar a cada rato para no darme paz. Ira, tristeza, enojo, desarraigo, incertidumbre, aplomo, preocupación, desolación… creo que hay un par más, pero esos no dejan de asfixiarme hasta el punto en el que deseo olvidar todo, quedar vacía y dejarme morir. Sin embargo, no lo hago. Nunca estuvo en mi naturaleza rendirme y aunque en las últimas horas lo he perdido prácticamente todo, debo recordarme que Cale está a mi lado y que no soy la un única que la pasa mal.
Cualquier pelea, discusión o enojo que haya habido entre nosotros en los últimos meses pasa a ser un recuerdo recóndito; ¿cuál era el sentido de pelear por cosas que ya no existían? Me freno en mi pensamiento ya que recordar nuestra discusión me lleva a pensar en personas a las que ya no volveré a ver, y no estoy lista para afrontar esa idea. ¿Cómo podría cuando esta misma mañana había visto la cara de todos? Había pasado más de la mitad de mi vida conviviendo con esa gente, compartiendo cada día de mi existencia con ellos. Riendo, llorando, gritando. Le podía confiar mi vida a cualquier persona del distrito con los ojos cerrados, y quería creer que el sentimiento era recíproco, pero a fin de cuentas no importaba. Porque nuestras vidas parecían ser algo de lo que nunca fuimos del todo dueños, y una loca con poder se había encargado de demostrarlo en cuestión de minutos.
Quiero pensar que Ben al menos ha podido salvar a los chicos, lo había visto llevarse a Zenda y a Ken hacia las granjas, pero no había pasado demasiado tiempo antes de que las bombas aparecieran, y no podía aferrarme a una ilusión vacía. En lo que a mi respecta, todos habían muerto, nadie más estaba tan cerca del arroyo como nosotros y no podía imaginar que hubieran podido salvarse ni por el mayor milagro del planeta. Me encantaría creer que mi hermano y yo habíamos sido afortunados, pero estar con vida no era un consuelo, se sentía como la peor de las cargas y no tenía idea de qué debíamos hacer.
Recorro mis alrededores con la mirada, y cuando noto la columna de humo, apenas y visible a lo lejos, puedo ubicarme aunque sea un poco. - Estamos a poco más de dos días a pie del refugio más cercano, y aún así no estoy segura de poder ubicarme con exactitud. ¿Tienes alguna idea? - No le pregunto cómo está porque la respuesta está implícita sin siquiera mirarlo. Ninguno estaba bien, y dudaba que ninguno pudiese estar bien en mucho tiempo.
Preferiría estar muerto.
No puedo evitar sentirme así, y aunque sé que es egoísta de mi parte porque Ava sigue a mi lado, simplemente es lo que más deseo ahora. Toda la vida entrenamos para estar preparados por si algo así llegase a pasar, pero nadie nunca nos enseñó a lo que sabía la muerte de las personas que más amamos. Y es que, aunque lo hubieran intentado no creo que pudieran nunca explicar toda la maraña de sentimientos que tengo atorados en lo más adentro de mí. Ni siquiera yo puedo hacerlo. No lo entiendo. Todo estaba bien, todos estaban vivos, todos estaban juntos. Y de un minuto a otro nuestra vida como la conocíamos cambió por completo. Ya no tenemos hogar, corremos más peligro que nunca, y no sabemos quién sigue vivo. La verdad, es que no sé qué prefiero: Tener en duda la existencia de las demás personas, o saber a secas que han muerto y no podremos volver a verlas nunca. Porque tengo ambas, y es desgarrador.
En algún punto dejé de luchar contra la corriente, es vergonzoso, rendirse de esa forma, pero ya no podía más. Ni físicamente, ni emocionalmente. Eso sí, nunca solté a Ava. ¿Y cómo podría? Es lo único que tengo en este momento que me recuerda que sigo vivo. Y simplemente, no toleraría perderla, no a mi hermana. Cuando nuestros cuerpos tocan por fin el suelo no hago intento por levantarme. Es como si hubieran puesto una roca que pesa una tonelada encima de mí y que me impide moverme. De hecho, desearía que eso hubiera pasado porque entonces tendría excusa para no pararme. Pero no hay ninguna roca y sé qué es lo que tengo que hacer, claro que eso no implica que sea fácil.
No quiero ver dónde estamos. No quiero ver a lo lejos para encontrarme con las nubes de humo que me indican que el 14 ya no existe más. No quiero ver a mi hermana, que debe estar igual o más destrozada que yo. Pero lo que menos quiero ver, es mi reflejo. No puedo perdonarme y sé que es un sentimiento que me va a carcomer por mucho tiempo. ¿Cómo pude ser tan inútil? No pude defenderla, no pude proteger a nadie... Ni siquiera sé dónde está Zenda o si escapó a tiempo porque estaba muy ocupado llorando la muerte de mi madre y siendo un cobarde como para moverme. Lo único que pude hacer es tirarme al río en el momento en el que las bombas cayeron. ¿El cuerpo de mi mamá? Seguro está destruido. ¿Zenda? Ni idea de su paradero. No sirvo para nada.
Escucho la voz de Ava y aunque está junto a mí es como si estuviera a kilómetros de distancia. ¿Por qué quiere irse ya? ¿Por qué tenemos que movernos? Si por mi fuera me dejaría morir aquí y ahora. No tiene sentido seguir adelante y probablemente le causaría más problemas que soluciones. No puedo protegerla. De nuevo: No sirvo para nada.
BASTA CALE. BASTA.
Una voz interna que toma el tono de mi madre me reprende. Tiene razón. No es momento de rendirse cuando toda esa gente murió intentando proteger a otros. No es momento de rendirse cuando aun hay esperanza de que hayan sobrevivientes. Tal vez sea estúpido pensar que alguien más logró salir de ahí pero mientras no sepa qué le ha pasado a Zenda, no puedo rendirme. No podemos rendirnos. Me levanto con pesar sintiendo dolor en cada músculo de mi cuerpo. Las piernas me tiemblan, los brazos me tiemblan, parezco de gelatina. Siento un impulso por abrazar a Ava, asegurarme de que es real y no sólo es mi mente jugándome una mala pasada. Pero algo me dice que no debería hacerlo, no es momento de quebrarnos. - No podemos regresar, eso es obvio. - Contesto sin mucho ánimo. No tengo idea de dónde estamos, y creo que eso es culpa en gran parte de mi falta de motivación. - No deberíamos alejarnos mucho del arroyo pero necesitamos movernos. - No sabemos si quedan aurores cerca, aunque nos hemos alejado ya demasiado de donde estaba el 14. Lo que me hace recordar que sólo tengo un rifle medio vacío y ni rastro de mi varita. - Necesitaremos agua pero no tenemos donde ponerla, y no creo que encontramos algo útil para eso. - No podríamos estar más jodidos. - Tenemos que llegar a ese refugio cuanto antes, asumiendo que sabemos que dirección tomar, y a partir de ahí podemos... - ¿Podemos qué? No hay lugar a donde volver, no hay un plan o un camino a seguir. No hay nada.
No puedo evitar sentirme así, y aunque sé que es egoísta de mi parte porque Ava sigue a mi lado, simplemente es lo que más deseo ahora. Toda la vida entrenamos para estar preparados por si algo así llegase a pasar, pero nadie nunca nos enseñó a lo que sabía la muerte de las personas que más amamos. Y es que, aunque lo hubieran intentado no creo que pudieran nunca explicar toda la maraña de sentimientos que tengo atorados en lo más adentro de mí. Ni siquiera yo puedo hacerlo. No lo entiendo. Todo estaba bien, todos estaban vivos, todos estaban juntos. Y de un minuto a otro nuestra vida como la conocíamos cambió por completo. Ya no tenemos hogar, corremos más peligro que nunca, y no sabemos quién sigue vivo. La verdad, es que no sé qué prefiero: Tener en duda la existencia de las demás personas, o saber a secas que han muerto y no podremos volver a verlas nunca. Porque tengo ambas, y es desgarrador.
En algún punto dejé de luchar contra la corriente, es vergonzoso, rendirse de esa forma, pero ya no podía más. Ni físicamente, ni emocionalmente. Eso sí, nunca solté a Ava. ¿Y cómo podría? Es lo único que tengo en este momento que me recuerda que sigo vivo. Y simplemente, no toleraría perderla, no a mi hermana. Cuando nuestros cuerpos tocan por fin el suelo no hago intento por levantarme. Es como si hubieran puesto una roca que pesa una tonelada encima de mí y que me impide moverme. De hecho, desearía que eso hubiera pasado porque entonces tendría excusa para no pararme. Pero no hay ninguna roca y sé qué es lo que tengo que hacer, claro que eso no implica que sea fácil.
No quiero ver dónde estamos. No quiero ver a lo lejos para encontrarme con las nubes de humo que me indican que el 14 ya no existe más. No quiero ver a mi hermana, que debe estar igual o más destrozada que yo. Pero lo que menos quiero ver, es mi reflejo. No puedo perdonarme y sé que es un sentimiento que me va a carcomer por mucho tiempo. ¿Cómo pude ser tan inútil? No pude defenderla, no pude proteger a nadie... Ni siquiera sé dónde está Zenda o si escapó a tiempo porque estaba muy ocupado llorando la muerte de mi madre y siendo un cobarde como para moverme. Lo único que pude hacer es tirarme al río en el momento en el que las bombas cayeron. ¿El cuerpo de mi mamá? Seguro está destruido. ¿Zenda? Ni idea de su paradero. No sirvo para nada.
Escucho la voz de Ava y aunque está junto a mí es como si estuviera a kilómetros de distancia. ¿Por qué quiere irse ya? ¿Por qué tenemos que movernos? Si por mi fuera me dejaría morir aquí y ahora. No tiene sentido seguir adelante y probablemente le causaría más problemas que soluciones. No puedo protegerla. De nuevo: No sirvo para nada.
BASTA CALE. BASTA.
Una voz interna que toma el tono de mi madre me reprende. Tiene razón. No es momento de rendirse cuando toda esa gente murió intentando proteger a otros. No es momento de rendirse cuando aun hay esperanza de que hayan sobrevivientes. Tal vez sea estúpido pensar que alguien más logró salir de ahí pero mientras no sepa qué le ha pasado a Zenda, no puedo rendirme. No podemos rendirnos. Me levanto con pesar sintiendo dolor en cada músculo de mi cuerpo. Las piernas me tiemblan, los brazos me tiemblan, parezco de gelatina. Siento un impulso por abrazar a Ava, asegurarme de que es real y no sólo es mi mente jugándome una mala pasada. Pero algo me dice que no debería hacerlo, no es momento de quebrarnos. - No podemos regresar, eso es obvio. - Contesto sin mucho ánimo. No tengo idea de dónde estamos, y creo que eso es culpa en gran parte de mi falta de motivación. - No deberíamos alejarnos mucho del arroyo pero necesitamos movernos. - No sabemos si quedan aurores cerca, aunque nos hemos alejado ya demasiado de donde estaba el 14. Lo que me hace recordar que sólo tengo un rifle medio vacío y ni rastro de mi varita. - Necesitaremos agua pero no tenemos donde ponerla, y no creo que encontramos algo útil para eso. - No podríamos estar más jodidos. - Tenemos que llegar a ese refugio cuanto antes, asumiendo que sabemos que dirección tomar, y a partir de ahí podemos... - ¿Podemos qué? No hay lugar a donde volver, no hay un plan o un camino a seguir. No hay nada.
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La voz de Cale se hace escuchar, y pese a que siento la pesadez en su tono, me fastidia en cierta forma que siga sonando como él. Porque todo cambió, porque no espero bajo ningún punto de vista que nada siga siendo igual; pero su voz sigue siendo la misma que escucho desde que pasó la pubertad, y en cierta forma me duele. Inhalo profundo y trato de concentrarme en mi respiración mientras lo escucho hablar, queriendo juntar las fuerzas para poder incorporarme, pero desistiendo sin siquiera tratar. - ¿Cómo dónde ponerla? Eres un mago ¿o qué? - Puedo notar un leve dejo de histeria en mi voz, pero si no hace uso de esa bendita varita que tiene, voy a encontrar lugares poco ortodoxos por dónde metérsela. Esta vez sí me incorporo, haciendo uso de cada gramo de fuerza de voluntad que logro adquirir hasta al menos quedarme sentada. Rodillas arriba, rodeo mis piernas con mis brazos cuando el aire me golpea la espalda y me hace tiritar, provocando que mis dientes castañeen pese a que el clima sea cálido.
Me molesta que ni siquiera el día quiera acompañarnos en nuestro duelo, pero a la vez sé que debería agradecerlo porque así será más fácil movilizarnos. Las ropas se secarán con un poco de caminata, el arroyo ya había limpiado nuestras heridas, y solo nos teníamos que preocupar por recuperar fuerzas, y buscar algo para comer. No era demasiado, ¿verdad? Pero la realidad es que cada tarea que iba pensando se sentía gigante y difícil de realizar. Me giro a Cale y no puedo no notar que él está algo más herido que yo, y naturalmente me preocupo. - ¿Necesitas que te ayude? Puedo tratar… - ¿Tratar qué? De milagro habíamos salido vivos del río, no contaba con un botiquín con el cual poder curarlo, y por más de haber pasado años con mamá, todavía no lograba reconocer del todo las plantas necesarias para tratar determinados tipos de dolencia. - Olvídalo, te irá mejor con la varita…
Me siento inútil, total y completamente inútil. No importa qué tanto haya entrenado, estudiado o practicado. Cuando más me necesitaban no había podido hacer nada, y ahora casi todas las personas que quería estaban muertas…
Suelto mis piernas, y llevando los brazos a los lados me impulso para levantarme por completo, puteando cuando todos mis músculos tiran, resentidos a causa del esfuerzo increíble que han tenido que hacer en estas últimas horas. No aguanto demasiado de pie y aunque trato de no ceder, termino cayendo de culo al piso. Juro que no duele, estoy acostumbrada a los golpes y a las caídas, pero el no poder manternerme de pie me frustra y como si esa fuera la gota que rebalsa el vaso, me largo a llorar sin poder parar.
Me molesta que ni siquiera el día quiera acompañarnos en nuestro duelo, pero a la vez sé que debería agradecerlo porque así será más fácil movilizarnos. Las ropas se secarán con un poco de caminata, el arroyo ya había limpiado nuestras heridas, y solo nos teníamos que preocupar por recuperar fuerzas, y buscar algo para comer. No era demasiado, ¿verdad? Pero la realidad es que cada tarea que iba pensando se sentía gigante y difícil de realizar. Me giro a Cale y no puedo no notar que él está algo más herido que yo, y naturalmente me preocupo. - ¿Necesitas que te ayude? Puedo tratar… - ¿Tratar qué? De milagro habíamos salido vivos del río, no contaba con un botiquín con el cual poder curarlo, y por más de haber pasado años con mamá, todavía no lograba reconocer del todo las plantas necesarias para tratar determinados tipos de dolencia. - Olvídalo, te irá mejor con la varita…
Me siento inútil, total y completamente inútil. No importa qué tanto haya entrenado, estudiado o practicado. Cuando más me necesitaban no había podido hacer nada, y ahora casi todas las personas que quería estaban muertas…
Suelto mis piernas, y llevando los brazos a los lados me impulso para levantarme por completo, puteando cuando todos mis músculos tiran, resentidos a causa del esfuerzo increíble que han tenido que hacer en estas últimas horas. No aguanto demasiado de pie y aunque trato de no ceder, termino cayendo de culo al piso. Juro que no duele, estoy acostumbrada a los golpes y a las caídas, pero el no poder manternerme de pie me frustra y como si esa fuera la gota que rebalsa el vaso, me largo a llorar sin poder parar.
No tengo ánimo en lo más mínimo, y me siento más deprimido que nunca, pero debo admitir que el tono con el que me habla Ava y su reacción, no es lo que esperaba. Entiendo, estamos en una situación terrible y uno pensaría que la magia podría salvarnos. Pero en este caso no. Porque, para empezar, estoy exhausto, y para continuar, no tengo mi varita. - A menos que me digas que traes una varita contigo, no puedo hacer mucho. - No espero a que procese mis palabras y se de cuenta de que estamos peor de lo que imaginaba, si es que eso es posible. Le doy la espalda un momento mientras intento determinar hacia dónde sería mejor avanzar. Suelto un suspiro. No tengo ni un gramo de concentración ni ideas útiles porque en mi cabeza se sigue reproduciendo todo lo ocurrido como si de una película se tratase. Tal vez hace unos segundos no quería irme de aquí, pero empiezo a sentir desesperación por no saber qué pasó con Zenda, Beverly, y los demás.
Cuando por fin miro a Ava me doy cuenta de que está temblando, pero no puedo hacer mucho por ella porque yo igual estoy empapado. Aunque eso es algo que ya habíamos aclarado, mi inutilidad continua que no me permite hacer nada para proteger a absolutamente nadie. Me miro la piel donde el fuego me tocó y las heridas que me quedaron por las explosiones, negando con la cabeza cuando me ofrece ayuda. - No es nada, ya se me quitará. - La verdad es que la piel me arde e incluso el roce del viento es suficiente para que ahogue gemidos de malestar, pero eso no importa ahora pues no podemos hacer mucho estando aquí. De hecho, no creo que pudiéramos hacer nada ya que, como Ava, nunca me tomé la molestia de aprender lo necesario de remedios medicinales con plantas. Para acabar de una vez con todas las malas noticias me le quedo viendo fijamente y suelto las palabras que esperaba poder evitar todo lo que se pudiera. Dejé la varita en la casa antes de salir. Lo único que tengo es el rifle que me dio Ken. - La frase me causa un dolor que no esperaba al recordarme de nueva cuenta todo lo que perdimos. Y me pega aun más darme cuenta de la estupidez que cometí al salir sin ella.
Estamos perdidos, lo sé. Y no lo digo sólo porque nuestras heridas son terribles, sino porque creo que los dos estamos llegando a un grado de desesperación que nos nubla los pensamientos al punto en el que no podemos ver ninguna solución. Noto el intento de Ava por ponerse de pie y me apresuro a sujetarla para ayudar, pero sus piernas fallan y no tengo la suficiente fuerza para aguantarnos a los dos, por lo que caigo junto con ella. Siento un dolor terrible en la pierna izquierda pero lo disimulo, no quiero empeorar la situación quejándome. Aunque sí que no sé qué decir cuando Ava empieza a llorar, además, creo que las palabras sobrarían. Con mucho trabajo me hinco y me acerco con lentitud hacia ella, no sé si debería abrazarla o no, no sé si le gustaría que la dejara quebrarse en mi brazos, no sé qué es lo que quiere porque hace tanto tiempo que nos desconectamos en ese aspecto, y me arrepiento por ello. Me arrepiento tanto por todas las peleas estúpidas que ahora no tienen sentido cuando las revivo en mi cabeza. Me arrepiento tanto por todas las veces que reaccioné de más e intenté imponerle cosas en un afán tonto por querer "protegerla". Cuando estoy frente a ella la jalo hacia mi pecho. - Lo siento. - Y lamento demasiadas cosas.
Lágrimas silenciosas surgen de mis ojos y caen sobre su cabello. No sé cuánto tiempo estamos así pero se siente como una eternidad. Me separo de ella y apenas la miro porque siento que le debo privacidad a sus sentimientos. Apoyo las manos en el suelo y me impulso para levantarme. Me duele y trastabillo un poco pero al final lo consigo y extiendo una mano en su dirección. - No tienes por qué hacerlo sola, podemos ayudarnos a caminar y cuando nos sintamos más fuertes puedo intentar aparecernos en el refugio. - Pero ahora eso no es una opción.
Cuando por fin miro a Ava me doy cuenta de que está temblando, pero no puedo hacer mucho por ella porque yo igual estoy empapado. Aunque eso es algo que ya habíamos aclarado, mi inutilidad continua que no me permite hacer nada para proteger a absolutamente nadie. Me miro la piel donde el fuego me tocó y las heridas que me quedaron por las explosiones, negando con la cabeza cuando me ofrece ayuda. - No es nada, ya se me quitará. - La verdad es que la piel me arde e incluso el roce del viento es suficiente para que ahogue gemidos de malestar, pero eso no importa ahora pues no podemos hacer mucho estando aquí. De hecho, no creo que pudiéramos hacer nada ya que, como Ava, nunca me tomé la molestia de aprender lo necesario de remedios medicinales con plantas. Para acabar de una vez con todas las malas noticias me le quedo viendo fijamente y suelto las palabras que esperaba poder evitar todo lo que se pudiera. Dejé la varita en la casa antes de salir. Lo único que tengo es el rifle que me dio Ken. - La frase me causa un dolor que no esperaba al recordarme de nueva cuenta todo lo que perdimos. Y me pega aun más darme cuenta de la estupidez que cometí al salir sin ella.
Estamos perdidos, lo sé. Y no lo digo sólo porque nuestras heridas son terribles, sino porque creo que los dos estamos llegando a un grado de desesperación que nos nubla los pensamientos al punto en el que no podemos ver ninguna solución. Noto el intento de Ava por ponerse de pie y me apresuro a sujetarla para ayudar, pero sus piernas fallan y no tengo la suficiente fuerza para aguantarnos a los dos, por lo que caigo junto con ella. Siento un dolor terrible en la pierna izquierda pero lo disimulo, no quiero empeorar la situación quejándome. Aunque sí que no sé qué decir cuando Ava empieza a llorar, además, creo que las palabras sobrarían. Con mucho trabajo me hinco y me acerco con lentitud hacia ella, no sé si debería abrazarla o no, no sé si le gustaría que la dejara quebrarse en mi brazos, no sé qué es lo que quiere porque hace tanto tiempo que nos desconectamos en ese aspecto, y me arrepiento por ello. Me arrepiento tanto por todas las peleas estúpidas que ahora no tienen sentido cuando las revivo en mi cabeza. Me arrepiento tanto por todas las veces que reaccioné de más e intenté imponerle cosas en un afán tonto por querer "protegerla". Cuando estoy frente a ella la jalo hacia mi pecho. - Lo siento. - Y lamento demasiadas cosas.
Lágrimas silenciosas surgen de mis ojos y caen sobre su cabello. No sé cuánto tiempo estamos así pero se siente como una eternidad. Me separo de ella y apenas la miro porque siento que le debo privacidad a sus sentimientos. Apoyo las manos en el suelo y me impulso para levantarme. Me duele y trastabillo un poco pero al final lo consigo y extiendo una mano en su dirección. - No tienes por qué hacerlo sola, podemos ayudarnos a caminar y cuando nos sintamos más fuertes puedo intentar aparecernos en el refugio. - Pero ahora eso no es una opción.
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Puedo notar como Cale me rodea, abrazándome como hace tiempo que no lo hacía, pero sin sentir el mismo tipo de calidez de antaño. Lo dejo, suponiendo que necesita más el contacto que yo, pero no hago nada para devolverle el gesto. No tengo las fuerzas, ni las ganas necesarias… ni siquiera la intención. ¿Cómo podría? Ni siquiera tenía la capacidad de mantenerme entera, mucho menos podía ser el pilar de alguien más. Admiraba a Cale por poder hacerlo, pero en estos momentos sus buenas intenciones y su acto de buen hermano eran más irritantes que otra cosa. Me hacían sentir todavía más patética y eso ya era decir mucho.
No estoy segura de en qué momento he dejado de llorar, pero al menos el abrazo no dura tanto, y para cuando mi hermano vuelve a hablarme, ya me he recompuesto lo suficiente como para que no me tiemble la voz al hablar. Claro, sale algo rasposa y un poco tomada, pero no importa. Ya me ha visto llorar, ¿no? - Había olvidado que podías hacer eso. - Me refiero a aparecerse, no el mostrarse amable y atento. - No estamos en un mal lugar, si no tienes fuerzas ahora, caminar solo lo hará peor. Mejor quedémonos aquí y podemos intentar tratar un poco nuestras heridas. - O cuando menos dejar que se aireen un poco.
Como si mi comentario fuera lo que necesitaba para empezar a actuar, trato de quitarme los pantalones para poder revisar los golpes de mis piernas; tengo un culotte debajo, así que no verá nada que no muestre en los días de calor en el lago, y además es mi hermano, el pudor me importa poco en estos momentos. Claro que mis jeans están pegados a mi cuerpo y algo pesados debido a nuestro paseo en el arroyo, y sumado al hecho de que apenas y puedo levantar mi culo lo suficiente como para tironear de la tela, toda la acción se vuelve patética y termina generándome más dolor al rozar constantemente las zonas en las que me he golpeado. Cuando mis piernas están libres, puedo notar como contra el blanco de mi piel ahora hay manchones que varían en tamaño y color, y un par de cortaduras que no llegan a ser del todo profundas. Nada preocupante, a diferencia de Cale a quien se le notaban las quemaduras… Tendría que recordar cómo mierda era el aloe vera si es que quería ayudarlo.
Estiro como puedo la prenda para que no quede arrugada y escurriendo agua, y estoy por repetir la acción con mi camiseta, cuando mi mano roza algo metálico y recuerdo lo que tengo puesto. No lo pienso demasiado, tironeo de la cadena y la saco de mi ropa, rodeando el anillo con dedos temblorosos, pero sin llorar. - ¿Tu estuviste cuando…? ¿cuando mamá cayó? - No quiero decir la palabra “murió” así como así. Mamá había caído peleando, de eso estaba segura. Solo… no sé si quería saber cómo. Estaba más interesada en saber que no haya estado sola en sus últimos momentos.
No estoy segura de en qué momento he dejado de llorar, pero al menos el abrazo no dura tanto, y para cuando mi hermano vuelve a hablarme, ya me he recompuesto lo suficiente como para que no me tiemble la voz al hablar. Claro, sale algo rasposa y un poco tomada, pero no importa. Ya me ha visto llorar, ¿no? - Había olvidado que podías hacer eso. - Me refiero a aparecerse, no el mostrarse amable y atento. - No estamos en un mal lugar, si no tienes fuerzas ahora, caminar solo lo hará peor. Mejor quedémonos aquí y podemos intentar tratar un poco nuestras heridas. - O cuando menos dejar que se aireen un poco.
Como si mi comentario fuera lo que necesitaba para empezar a actuar, trato de quitarme los pantalones para poder revisar los golpes de mis piernas; tengo un culotte debajo, así que no verá nada que no muestre en los días de calor en el lago, y además es mi hermano, el pudor me importa poco en estos momentos. Claro que mis jeans están pegados a mi cuerpo y algo pesados debido a nuestro paseo en el arroyo, y sumado al hecho de que apenas y puedo levantar mi culo lo suficiente como para tironear de la tela, toda la acción se vuelve patética y termina generándome más dolor al rozar constantemente las zonas en las que me he golpeado. Cuando mis piernas están libres, puedo notar como contra el blanco de mi piel ahora hay manchones que varían en tamaño y color, y un par de cortaduras que no llegan a ser del todo profundas. Nada preocupante, a diferencia de Cale a quien se le notaban las quemaduras… Tendría que recordar cómo mierda era el aloe vera si es que quería ayudarlo.
Estiro como puedo la prenda para que no quede arrugada y escurriendo agua, y estoy por repetir la acción con mi camiseta, cuando mi mano roza algo metálico y recuerdo lo que tengo puesto. No lo pienso demasiado, tironeo de la cadena y la saco de mi ropa, rodeando el anillo con dedos temblorosos, pero sin llorar. - ¿Tu estuviste cuando…? ¿cuando mamá cayó? - No quiero decir la palabra “murió” así como así. Mamá había caído peleando, de eso estaba segura. Solo… no sé si quería saber cómo. Estaba más interesada en saber que no haya estado sola en sus últimos momentos.
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