OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
¿Qué ficha moverás?
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La rutina del hospital no cambiaba, excepto por aquella madrugada.
Un grupo de pescadores que aprovechaban la temperatura veraniega y la luz de la luna para realizar sus labores, fueron atacados por varios demonios del agua, mayormente conocidos como Kelpie.
El final con estos seres, siempre era el mismo, vísceras flotando en la superficie del río, lago o mar. Pero para su suerte, un grupo de vigilancia con magos expertos, pudo traer a los hombres heridos a tiempo.
Ariadna no tardó en regresar al trabajo aunque ya estaba durmiendo y un par de horas más tardes, cuando el sol comenzaba a brillar, los hombres descansaban buscando recuperarse. Había hecho lo que podía, ahora sólo dependía de ellos.
La bruja se limpió las manos y cambió su bata por una limpia, no le parecía correcto hablar con los familiares asustados, bañada en sangre y oliendo a agua apestosa.
En la sala de espera, le sorprendió encontrar en su mayoría niños que no superaban los diez años y mujeres llorosas que temían por la vida de sus parejas.
Entregó el informe, siendo lo más honesta posible, pero a la vez trató de reconfortar a las esposas de sus pacientes. Odiaba con todo su ser esa parte.
Como solución a una situación desesperada, les permitió hacer una corta visita a sus seres queridos, sin embargo antes de lograr coordinar los horarios, todas desaparecieron por detrás de la puerta, dejándola con unos ocho o nueve niños. Completamente sola.
Estaban cansados, incómodos y tenían miedo. No podía dejarlos así e irse. —Bueno...yo. — Y entonces se le ocurrió una idea. Una pésima pero tal vez eficaz idea.
Movió su varita e hizo mover las sillas para convertirlas en camas, trajo un par de mantas y almohadas y los ayudó a recostarse. —Vale...¿Qué tal una canción para dormir? Prometo que sus padres estarán muy bien por la mañana.— Cuidado con esas promesas, Ari.
De nuevo con magia hizo aparecer su guitarra y con lentitud sus dedos empezaron a crear una suave melodía, a la que dos minutos después, se le unió su canto. —I remember tears streaming down your face when I said I'll never let you go. When all those shadows almost killed your light.— Trató de mantener el nivel de la música bajo y cuando notó que varios de los más pequeños comenzaban a dormirse, sonrió. —I remember you said don't leave me here alone, but all that's dead and gone and passed tonight.— Estaba muy nerviosa y cansada...Más bien agotada, pero quería ayudarlos cuando más lo necesitaban. —Just close your eyes, the sun is going down...You'll be alright, no one can hurt you now. Come morning light, you and I'll be safe and sound.
Un grupo de pescadores que aprovechaban la temperatura veraniega y la luz de la luna para realizar sus labores, fueron atacados por varios demonios del agua, mayormente conocidos como Kelpie.
El final con estos seres, siempre era el mismo, vísceras flotando en la superficie del río, lago o mar. Pero para su suerte, un grupo de vigilancia con magos expertos, pudo traer a los hombres heridos a tiempo.
Ariadna no tardó en regresar al trabajo aunque ya estaba durmiendo y un par de horas más tardes, cuando el sol comenzaba a brillar, los hombres descansaban buscando recuperarse. Había hecho lo que podía, ahora sólo dependía de ellos.
La bruja se limpió las manos y cambió su bata por una limpia, no le parecía correcto hablar con los familiares asustados, bañada en sangre y oliendo a agua apestosa.
En la sala de espera, le sorprendió encontrar en su mayoría niños que no superaban los diez años y mujeres llorosas que temían por la vida de sus parejas.
Entregó el informe, siendo lo más honesta posible, pero a la vez trató de reconfortar a las esposas de sus pacientes. Odiaba con todo su ser esa parte.
Como solución a una situación desesperada, les permitió hacer una corta visita a sus seres queridos, sin embargo antes de lograr coordinar los horarios, todas desaparecieron por detrás de la puerta, dejándola con unos ocho o nueve niños. Completamente sola.
Estaban cansados, incómodos y tenían miedo. No podía dejarlos así e irse. —Bueno...yo. — Y entonces se le ocurrió una idea. Una pésima pero tal vez eficaz idea.
Movió su varita e hizo mover las sillas para convertirlas en camas, trajo un par de mantas y almohadas y los ayudó a recostarse. —Vale...¿Qué tal una canción para dormir? Prometo que sus padres estarán muy bien por la mañana.— Cuidado con esas promesas, Ari.
De nuevo con magia hizo aparecer su guitarra y con lentitud sus dedos empezaron a crear una suave melodía, a la que dos minutos después, se le unió su canto. —I remember tears streaming down your face when I said I'll never let you go. When all those shadows almost killed your light.— Trató de mantener el nivel de la música bajo y cuando notó que varios de los más pequeños comenzaban a dormirse, sonrió. —I remember you said don't leave me here alone, but all that's dead and gone and passed tonight.— Estaba muy nerviosa y cansada...Más bien agotada, pero quería ayudarlos cuando más lo necesitaban. —Just close your eyes, the sun is going down...You'll be alright, no one can hurt you now. Come morning light, you and I'll be safe and sound.
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¿Por qué siendo ministro seguía en su oficio? Porque él era así. Elijah nunca había dejado de ejercer su pasión, a pesar de haber ascendido al ministerio con el nuevo gobierno. No le importaba estar horas y horas de guardia, o pasar consulta, o ir a alguna urgencia. Él era ahí como uno más y siempre se lo recordaba a sus trabajadores.
Bostezó cansado, caminando por el pasillo en silencio. A esas horas no se escuchaba nadie, salvo algún pitido de alguna máquina, pero lo que le llamó la atención fue una voz aterciopelada cantando algo suave. Elijah frunció el ceño y caminó hasta la fuente del sonido. Pudo ver entonces, a lo lejos, a Ariadna con una guitarra y cantando. No pudo evitar soltar una sonrisa extrañada y una suave risa al ver todo lo que había montado para esos niños. Los pequeños yacían dormidos en unas camas, con la respiración tranquila, siendo mecidos por la voz de la sanadora.
Elijah se quedó en la puerta, apoyado en el marco mientras dejaba que ella terminase la canción. Todos y cada uno estaban dormidos.
—Tienes mano para los niños —susurró mientras se acercaba a ella, acuclillándose a su lado. En ningún momento se arrepintió de haber salvado y ayudado a esa muchacha rubia que ahora se había convertido en una gran sanadora. Estaba orgulloso de Ariadna.
—¿Qué tal está yendo la noche?
Bostezó cansado, caminando por el pasillo en silencio. A esas horas no se escuchaba nadie, salvo algún pitido de alguna máquina, pero lo que le llamó la atención fue una voz aterciopelada cantando algo suave. Elijah frunció el ceño y caminó hasta la fuente del sonido. Pudo ver entonces, a lo lejos, a Ariadna con una guitarra y cantando. No pudo evitar soltar una sonrisa extrañada y una suave risa al ver todo lo que había montado para esos niños. Los pequeños yacían dormidos en unas camas, con la respiración tranquila, siendo mecidos por la voz de la sanadora.
Elijah se quedó en la puerta, apoyado en el marco mientras dejaba que ella terminase la canción. Todos y cada uno estaban dormidos.
—Tienes mano para los niños —susurró mientras se acercaba a ella, acuclillándose a su lado. En ningún momento se arrepintió de haber salvado y ayudado a esa muchacha rubia que ahora se había convertido en una gran sanadora. Estaba orgulloso de Ariadna.
—¿Qué tal está yendo la noche?
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—Just close your eyes, you'll be alright. Come morning light, you and I'll be safe and sound...— Sus dedos se pasean por las cuerdas creando los últimos acordes de la canción y su sonrisa no se desvanece, se hace aún más grande, al ver como todos los niños estaban profundamente dormidos. Al menos eso les daría un poco de tranquilidad a las madres.
Ariadna se apoyó las manos en la guitarra y el mentón sobre ellas, no podía apartar la mirada de dos hermanitos que dormían abrazados. Parecía que el mayor quería proteger a la menor entre sus brazos.
La voz del jefe le hizo dar un pequeño brinco sobre la silla y sin poder evitarlo, llevó los dedos hasta su pecho. Allí sintió el corazón latiendo demasiado rápido durante un par de segundos. —Dios, señor Larsen. Me ha dado un susto de muerte.— Comentó y al instante las comisuras de sus labios se elevaron.
La rubia no se asustaba con tanta facilidad, pero luego de todo el desastre ocurrido entre una cirugía y otra, sumado a largas horas que llevaba en el hospital y que ya era de madrugada, estaba con las defensas algo bajas.
Hizo desaparecer el instrumento, sin embargo se mantuvo sentada hasta estar completamente segura de que sus piernas responderían. Estaba agotada. —Bueno, se ha perdido de toda la diversión.— Murmuró acomodando los cabellos que se habían soltado de su moño. —Ha llegado un grupo de pescadores, fueron atacados por los demonios del agua. Un desastre.— No hacia falta dar más detalles. Elijah tenía mayor experiencia que ella y sabía exactamente a lo que se refería. Tampoco quería hablar demasiado, por si acaso alguno de los niños seguía despierto.
Bajó la mirada hacia el hombre que yacía sobre sus cuclillas y se encogió de hombros. —Hice lo que pude, ahora sólo depende de ellos...Sólo espero no tener que completar más formularios de defunción.
Ariadna había conocido a su jefe durante el peor momento y circunstancias de la vida.
Él la cuidó y sacó del lugar de mierda donde se había metido, luego de la muerte de su querido padre y jamás le reprochó nada, sólo la ayudó y mantuvo el secreto durante años.
Y, a pesar de todo, la bruja aún no podía llamarlo por el nombre, siempre era señor Larsen.
Ariadna se apoyó las manos en la guitarra y el mentón sobre ellas, no podía apartar la mirada de dos hermanitos que dormían abrazados. Parecía que el mayor quería proteger a la menor entre sus brazos.
La voz del jefe le hizo dar un pequeño brinco sobre la silla y sin poder evitarlo, llevó los dedos hasta su pecho. Allí sintió el corazón latiendo demasiado rápido durante un par de segundos. —Dios, señor Larsen. Me ha dado un susto de muerte.— Comentó y al instante las comisuras de sus labios se elevaron.
La rubia no se asustaba con tanta facilidad, pero luego de todo el desastre ocurrido entre una cirugía y otra, sumado a largas horas que llevaba en el hospital y que ya era de madrugada, estaba con las defensas algo bajas.
Hizo desaparecer el instrumento, sin embargo se mantuvo sentada hasta estar completamente segura de que sus piernas responderían. Estaba agotada. —Bueno, se ha perdido de toda la diversión.— Murmuró acomodando los cabellos que se habían soltado de su moño. —Ha llegado un grupo de pescadores, fueron atacados por los demonios del agua. Un desastre.— No hacia falta dar más detalles. Elijah tenía mayor experiencia que ella y sabía exactamente a lo que se refería. Tampoco quería hablar demasiado, por si acaso alguno de los niños seguía despierto.
Bajó la mirada hacia el hombre que yacía sobre sus cuclillas y se encogió de hombros. —Hice lo que pude, ahora sólo depende de ellos...Sólo espero no tener que completar más formularios de defunción.
Ariadna había conocido a su jefe durante el peor momento y circunstancias de la vida.
Él la cuidó y sacó del lugar de mierda donde se había metido, luego de la muerte de su querido padre y jamás le reprochó nada, sólo la ayudó y mantuvo el secreto durante años.
Y, a pesar de todo, la bruja aún no podía llamarlo por el nombre, siempre era señor Larsen.
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