OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Vestimenta - 21:30 hrs - Capitolio
Vacaciones. Joder ¿Desde hace cuánto no tengo vacaciones? Siento que ha pasado mucho tiempo desde que no muevo el culo del sofá un día entero sin siquiera preocuparme porque al día siguiente tengo que ir a la oficina o a hacer algunos cuantos patrullajes y tío de verdad que me mola mucho la idea de pasarme todo el día rascándome el culo mientras veo cualquier tontería de televisión. Kwon mi elfo doméstico se aparece para avisarme que la cena está servida y por ello me pongo de pie, apagando la televisión y caminando descalzo hasta el comedor donde el delicioso aroma de carne recién asada junto ramyeon y kimchi me hacen casi brincar hasta mi silla. Devoro absolutamente todo en un tiempo en el que podía hacerse un récord guinness, sin embargo al mirar la hora me percato que es demasiado temprano para simplemente irme a dormir, por lo que decido que tengo que ir a aprovechar uno de mis muchos días de vacaciones con el único hombre que sé me podrá seguir el ritmo sin importar nada. Hans.
Tomo mi varita y la guardo con cuidado en mi atuendo antes de desaparecer de la recepción de mi mansión para aparecer en la isla ministerial, un guardia de seguridad llama mi atención y junto a otros tres pide que me identifique, ruedo los ojos y muestro mi identificación dejando en claro que este tipo de procesos me tocan demasiado las narices pero sé que son necesarios, porque aquí viven pijos y para mi suerte sólo me llevo bien con uno de ellos — Ya les he dicho que mi nombre es Reynald Coarleone, soy básicamente su jefe así que dejen de molestarme y simplemente llamen al ministro Powell, no tengo muchos ánimos de esperar — comento de mala gana mientras me acomodo en esa silla incómoda que tienen para los recién llegados — ¿Y bien, ya les ha respondido? — cuestiono aún de mala gana porque sé perfectamente que ese bastardo nunca niega mi visita y joder, si lo hace estoy más que dispuesto a pasar unos días en prisión con tal de poder patear su trasero como es debido.
Uno de los Aurores me da luz verde y aparezco en la puerta de entrada de la mansión de Powell, me apresuro a tocar la puerta con cierta irritación — vamos, ya sabes que estoy aquí.. te avisaron tus perros guardianes así que ¿Qué te toma tanto tiempo para abrirme? la noche es joven pero tenemos mucho que hacer y tú haces que envejezca más rápido — reclamo, recargando la frente en la puerta, porque mis ganas de beber hasta la inconsciencia me llaman a gritos — ¡VAMOS POWELL! O juro que voy a tirar esta puerta tu puerta con un bombarda… —
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El verano está tan cerca y estoy tan estresado que me encuentro tirado debajo del aire acondicionado de mi dormitorio como si no tuviese nada que hacer por el resto de mi existencia. Ha sido una semana demasiado intensa, en especial porque de manera repentina me ha llegado la noticia de que uno de los enemigos públicos del gobierno fue capturado y se encuentra en prisión: eso significa un montón de trabajo para mí y un cerebro a punto de explotar. Creo que me alarmo de más cuando suena el comunicador, ese que me hace estirar la mano y tantear hasta dar con el mismo y escuchar a los guardias de la isla que me anuncian a Reynald. Ruedo un poco los ojos, seguro de que a estas alturas ya no deberían hacerle esa pregunta, aunque también admito que la poción multijugos es todo un tema — Solo dejenlo pasar — gruño. Eso es todo, porque la pereza es tal que sigo en la cama hasta que escucho los gritos en la puerta. Este tipo será mi mejor amigo, pero a veces dudo que entienda el nivel de mierda con el que cargo.
Aún sigo con el traje del trabajo, al menos sin contar la corbata que he lanzado apenas entré a mi casa y los pies descalzos. Digamos que soy cualquier cosa cuando bajo las escaleras de la mansión de dos en dos, hasta que abro la puerta de un tirón y le pongo mala cara — Si arruinas mi entrada con un bombarda, te volveré a meter tras las rejas por un fin de semana solo para molestarte — espeto, aunque le hago un gesto para indicarle que pase de una vez. Al cerrar la puerta detrás de él, le echo un vistazo a su aspecto y sé muy bien a dónde va todo esto con solo ver su vestimenta — No vas a querer quedarte a beber unas copas en mi mini bar, ¿verdad? — por inercia, me quito el saco y lo lanzo sobre el perchero, a sabiendas de que he dejado los zapatos tirados en algún punto del vestíbulo — Muy bien. No sé si te has enterado, pero han capturado a Benedict Franco y, por lo tanto, hay un par de acciones legales que me han estado volviendo loco. Así que necesito alguna de tus ideas para poder seguir diciendo que todavía no me han salido canas ni he perdido pelo — hasta donde tengo entendido, todo este asunto sigue siendo algo privado, pero siendo su departamento algo habrá escuchado. Pronto puedo ver los zapatos y los acerco con un movimiento de la varita — ¿A dónde iremos, Rey?
Aún sigo con el traje del trabajo, al menos sin contar la corbata que he lanzado apenas entré a mi casa y los pies descalzos. Digamos que soy cualquier cosa cuando bajo las escaleras de la mansión de dos en dos, hasta que abro la puerta de un tirón y le pongo mala cara — Si arruinas mi entrada con un bombarda, te volveré a meter tras las rejas por un fin de semana solo para molestarte — espeto, aunque le hago un gesto para indicarle que pase de una vez. Al cerrar la puerta detrás de él, le echo un vistazo a su aspecto y sé muy bien a dónde va todo esto con solo ver su vestimenta — No vas a querer quedarte a beber unas copas en mi mini bar, ¿verdad? — por inercia, me quito el saco y lo lanzo sobre el perchero, a sabiendas de que he dejado los zapatos tirados en algún punto del vestíbulo — Muy bien. No sé si te has enterado, pero han capturado a Benedict Franco y, por lo tanto, hay un par de acciones legales que me han estado volviendo loco. Así que necesito alguna de tus ideas para poder seguir diciendo que todavía no me han salido canas ni he perdido pelo — hasta donde tengo entendido, todo este asunto sigue siendo algo privado, pero siendo su departamento algo habrá escuchado. Pronto puedo ver los zapatos y los acerco con un movimiento de la varita — ¿A dónde iremos, Rey?
Pongo los ojos en blanco al escuchar su comentario y al notar su cara de pocos amigos y aunque, estoy más que acostumbrado a ver esa cara al menos una vez al día el hecho de que ninguno de los dos esté en el trabajo significa que algo ha pasado y si mis fuentes son correctas, sé lo que el tío frente mío tiene en la mente en este mismo instante — deja de estar de quejica y déjame pasar — comento de mala gana mientras me adentro en su casa, notando que todo está demasiado silencioso para haber interrumpido alguna cita o una noche de sexo desenfrenado — ¿Crees que me arreglaría así para venir a verte o para asaltar tu mini-bar? Además tú nunca tienes soju en ese dichoso mini-bar ¿Cómo puedes llamarte mi mejor amigo si no tienes mi bebida favorita disponible para mis visitas inesperadamente necesarias? — sonrío como idiota y es cuando finalmente decido mirarle de arriba a abajo para examinar su atuendo.
— ¿Por qué vistes así? ¿Apenas vas llegando del trabajo? — cuestiono mientras miro a mi alrededor a alguien de servicio para pedir un vaso de agua, porque muero de sed, sin embargo mi tarea es interrumpida por su comentario sobre Benedict Franco y no puedo evitar asentir, porque joder, lo mismo me han mencionado hoy por la mañana — a decir verdad me lo ha informado uno de mis tantos aurores ¿Cómo se llamaba? bueno, creo que su apellido era ¿Gray? ¿Jones? No sé, la verdad es que no le he prestado mucha atención porque estoy de vacaciones y a menos que no me necesiten para aplicarle algún tipo de tortura, es mejor que me dejen disfrutar de mis días libres — me encojo de hombros restándole importancia pero sé perfectamente que tarde que temprano me harán volver antes de que culminen dichas vacaciones y es algo que a decir verdad, me irrita un poco.
Le observo atraer sus zapatos con un movimiento de varita y sonrío cual bastardo — ¿de verdad que andas tan jodido como para poder vestirte sin ayuda de magia? — me recargo en la puerta y espero en silencio hasta que se ha colocado los zapatos — no quiero sonar demasiado selectivo pero ¿Cómo planeas negar tu edad vistiendo así? Es mejor que vayas a buscarte algo menos… estirado, vamos a beber, no al trabajo — dicho esto, avanzo por la recepción hasta la cocina donde me sirvo como si fuera mi propia casa, tomando un vaso de agua del grifo, colocando un par de hielos, bebiendo todo tan rápido que no puedo evitar soltar un sonido de satisfacción al terminar de pasar el líquido frío por mi garganta.
— ¿Por qué vistes así? ¿Apenas vas llegando del trabajo? — cuestiono mientras miro a mi alrededor a alguien de servicio para pedir un vaso de agua, porque muero de sed, sin embargo mi tarea es interrumpida por su comentario sobre Benedict Franco y no puedo evitar asentir, porque joder, lo mismo me han mencionado hoy por la mañana — a decir verdad me lo ha informado uno de mis tantos aurores ¿Cómo se llamaba? bueno, creo que su apellido era ¿Gray? ¿Jones? No sé, la verdad es que no le he prestado mucha atención porque estoy de vacaciones y a menos que no me necesiten para aplicarle algún tipo de tortura, es mejor que me dejen disfrutar de mis días libres — me encojo de hombros restándole importancia pero sé perfectamente que tarde que temprano me harán volver antes de que culminen dichas vacaciones y es algo que a decir verdad, me irrita un poco.
Le observo atraer sus zapatos con un movimiento de varita y sonrío cual bastardo — ¿de verdad que andas tan jodido como para poder vestirte sin ayuda de magia? — me recargo en la puerta y espero en silencio hasta que se ha colocado los zapatos — no quiero sonar demasiado selectivo pero ¿Cómo planeas negar tu edad vistiendo así? Es mejor que vayas a buscarte algo menos… estirado, vamos a beber, no al trabajo — dicho esto, avanzo por la recepción hasta la cocina donde me sirvo como si fuera mi propia casa, tomando un vaso de agua del grifo, colocando un par de hielos, bebiendo todo tan rápido que no puedo evitar soltar un sonido de satisfacción al terminar de pasar el líquido frío por mi garganta.
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— Yo qué sé. Quizá solo buscabas impresionarme — me mofo con sarcasmo, alzando una de mis cejas como si en verdad pudiese sospechar tal ridícula idea. A lo siguiente, solo me encojo de hombros sin una pizca de verdadera energía — Ya, ya, no llores. En la semana iré a comprar varias botellas así la próxima no te quejas tanto y si quieres te palmeo la espalda para que hagas provechito — doblo los labios para hacerle un puchero como si me burlase de una petición demasiado infantil y le doy un rápido golpe, sin mala intención alguna, en uno de sus hombros. Años soportándonos y parece que a veces algunas cosas no van a cambiar. De hecho, tanto tiempo que aún recuerdo a un Reynald mucho más adolescente y menos poderoso. Espero que él no recuerde con exactitud mis pelos parados y los dientes de conejo, mucho más notorios en un rostro más juvenil.
— Hace… media hora — el ministerio es un caos, algo que siempre ocurre en mi departamento cuando cae un pez gordo para ser procesado. El tema es que no sé que tanto podemos decir, así que doy gracias a que él ya estuviese enterado, cosa que no me sorprende en lo absoluto. Le sonrío con desgano, bufando un poco — Ya diré yo que estoy de vacaciones e iré a golpearte la puerta con tu bendito soju — bromeo. No, no tengo idea de cuándo podré estar de descanso, pero estoy seguro de que no será ninguna fecha cercana. Por otro lado, miro los zapatos que tengo en la mano cuando me critica la imagen y gruño, revoleando un poco los ojos a pesar de que, por suerte, me causa la suficiente gracia como para aflojar los hombros y los labios, que se tuercen en una sonrisa — ¿Desde cuándo yo soy el que quiere ocultar la edad? Lo lamento, pero yo no soy quien usa la metamorfomagia para ocultar las patas de gallo — me mofo, dándole un zapatazo ligero en la espalda cuando se dirige a la cocina y yo tomo la ruta en dirección a las escaleras — ¡Además, como si lo necesitara! — exclamo con intenciones de que pueda oírme de todas formas. Es una realidad: creo que ni él ni yo tenemos problemas en conseguir lo que sea que podamos desear en el Capitolio, porque no hay persona que pueda decirnos que no, mucho menos a los billetes.
Arreglarme me toma solo unos minutos dentro del vestidor, de dónde salgo con una delgada camisa oscura que no abotono del todo y un pantalón negro mucho más decente que el perteneciente al traje, sostenido por un fino cinturón. Con un leve paso por el primer perfume que encuentro, rebusco en los cajones de mi mesa de luz para tomar unos puros, me aparezco de lleno en la cocina y tanteo los bolsillos para chequear que llevo todo lo necesario — ¿Ahora sí o vas a seguir con eso de que debería deliñarme o hacerme un pircing en el labio? — le tiendo uno de los habanos y coloco otro entre mis labios. Ni me molesto en buscar encendedor, porque para algo tengo la varita en el cinto — Ya. Vamos. Tienes que llevarme a este lugar que me dijiste una vez. ¿Cómo se llamaba? — intento hacer memoria en el mientras que abandonamos la mansión — No recuerdo. Ese que dijiste que pasaste la intoxicación de tu vida y que me arrastrarías en cuanto mi nivel de estrés llegase a niveles críticos. En buena noticia, creo que te llegó la oportunidad. Solo recuerda: nada de volver a interrumpir en busca de condones — puede que sea un agregado a modo de broma, pero uno nunca sabe qué situaciones pueden volver a repetirse después de tantos años.
No demoramos mucho en estar fuera de los límites protegidos de la isla, lo que nos permite desaparecer y aparecer en medio de la calle principal del Capitolio. Las luces nocturnas se encuentran en lo alto y el humo se eleva sobre mi cabeza como una ligera nube, permitiendo que saboree el tabaco al rascarme el mentón, haciendo un gesto que lo invita a guiar el camino.
— Hace… media hora — el ministerio es un caos, algo que siempre ocurre en mi departamento cuando cae un pez gordo para ser procesado. El tema es que no sé que tanto podemos decir, así que doy gracias a que él ya estuviese enterado, cosa que no me sorprende en lo absoluto. Le sonrío con desgano, bufando un poco — Ya diré yo que estoy de vacaciones e iré a golpearte la puerta con tu bendito soju — bromeo. No, no tengo idea de cuándo podré estar de descanso, pero estoy seguro de que no será ninguna fecha cercana. Por otro lado, miro los zapatos que tengo en la mano cuando me critica la imagen y gruño, revoleando un poco los ojos a pesar de que, por suerte, me causa la suficiente gracia como para aflojar los hombros y los labios, que se tuercen en una sonrisa — ¿Desde cuándo yo soy el que quiere ocultar la edad? Lo lamento, pero yo no soy quien usa la metamorfomagia para ocultar las patas de gallo — me mofo, dándole un zapatazo ligero en la espalda cuando se dirige a la cocina y yo tomo la ruta en dirección a las escaleras — ¡Además, como si lo necesitara! — exclamo con intenciones de que pueda oírme de todas formas. Es una realidad: creo que ni él ni yo tenemos problemas en conseguir lo que sea que podamos desear en el Capitolio, porque no hay persona que pueda decirnos que no, mucho menos a los billetes.
Arreglarme me toma solo unos minutos dentro del vestidor, de dónde salgo con una delgada camisa oscura que no abotono del todo y un pantalón negro mucho más decente que el perteneciente al traje, sostenido por un fino cinturón. Con un leve paso por el primer perfume que encuentro, rebusco en los cajones de mi mesa de luz para tomar unos puros, me aparezco de lleno en la cocina y tanteo los bolsillos para chequear que llevo todo lo necesario — ¿Ahora sí o vas a seguir con eso de que debería deliñarme o hacerme un pircing en el labio? — le tiendo uno de los habanos y coloco otro entre mis labios. Ni me molesto en buscar encendedor, porque para algo tengo la varita en el cinto — Ya. Vamos. Tienes que llevarme a este lugar que me dijiste una vez. ¿Cómo se llamaba? — intento hacer memoria en el mientras que abandonamos la mansión — No recuerdo. Ese que dijiste que pasaste la intoxicación de tu vida y que me arrastrarías en cuanto mi nivel de estrés llegase a niveles críticos. En buena noticia, creo que te llegó la oportunidad. Solo recuerda: nada de volver a interrumpir en busca de condones — puede que sea un agregado a modo de broma, pero uno nunca sabe qué situaciones pueden volver a repetirse después de tantos años.
No demoramos mucho en estar fuera de los límites protegidos de la isla, lo que nos permite desaparecer y aparecer en medio de la calle principal del Capitolio. Las luces nocturnas se encuentran en lo alto y el humo se eleva sobre mi cabeza como una ligera nube, permitiendo que saboree el tabaco al rascarme el mentón, haciendo un gesto que lo invita a guiar el camino.
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