The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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2 participantes
Riley Kavalier
Primavera
20:00 hs

Fue una jornada de trabajo larga considerando que comenzó ayer por la noche, pero no me arrepiento. El informe me ha quedado de maravilla, tiene diferentes anexos y esos señaladores de colores muy populares entre el alumnado del Royal, jamás les encontré utilidad más que decorativa hasta ahora. Por suerte tenía algo de ropa decente en mi locker así que pude darme una ducha rápida y ponerme uno de mis mejores trajes para ir con Annie a hacer la presentación final. Ahora que lo pienso quizás debería haberle avisado ya que es probable que no se encuentre en su oficina a éstas horas... Bueno, de no encontrarla siempre puedo dejar un mensaje para programar una entrevista, de todas formas tengo que ir hacia allí.

Acomodo mi cabello frente al espejo antes de salir del laboratorio e ir hacia lo ascensores, solo son unos pisos pero con los nervios que tengo no quiero arriesgarme al sudor indeseado por el esfuerzo de las escaleras. Tengo que esperar unos minutos antes de que llegue lo que hace que me arrepienta de mi decisión pues de todas formas me pongo algo inquieto. En momentos como estos odio todas las vueltas que da pese a que en circunstancias diferentes me parecen divertidas.

Finalmente el transporte llega y me sorprendo al ver a la señorita Brawn adentro. Dudo haber charlado con ella en alguna ocasión pero de todas formas conozco su nombre. Nuevamente agradezco que sean pocos pisos pues si hay algo que me incomoda es viajar a solas con alguien más en el ascensor ¿Se supone que debo saludar? ¿Desear buenas noches? No, eso podría interpretarse como una invitación a la conversación y no quiero eso.

El aparato comienza a moverse, primero hacia atrás y luego hacia arriba obligándome a sujetarme para no quedar estampado en el suelo. Subimos un piso hasta que de repente el ascensor deja de moverse y una luz roja se prende en el techo. Me quedo quieto esperando a que retome su camino pero no lo hace ¿Se ha atorado? Dejo el maletín en el suelo y voy hacia los botones buscando el de emergencias, está roto, perfecto.

- Creo que estamos atascados en algún punto entre el séptimo y octavo piso. - informo conteniendo la respiración. No, no, no... Esto no puede estar ocurriendo. El ascensor es demasiado pequeño para los dos y ya hay pocas personas en el ministerio como para escuchar nuestros gritos, no quiero gritar - ¿Señorita Brawn tiene alguna idea? Por favor, dígame que tiene alguna idea- suplico sin mirarla.
Riley Kavalier
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Las horas pasan mucho más rápidas cuando estás haciendo algo que te gusta. No sabía quién había dicho aquella, quien inventó la célebre frase, pero no era su caso en absoluto. Acomodó su cabello, regresando su mirar azul, de tanto en tanto, a las líneas que había leído por enésima vez. Tenía demasiadas cosas en la cabeza, y todas estas impedían que pudiera concentrarse como era debido en su trabajo. La inexpugnable Arianne Brawn estaba en una encrucijada, no era capaz de centrar su mente y no le salía nada bien. Salirle nada bien no era una novedad en su vida, pero si lo era en su trabajo. Vidas de personas dependían de sus decisiones y era algo para no tomar a la ligera. Cerró la carpetilla, apoyando los codos sobre ésta, dejando que su mirada descansara durante unos minutos pero con sus pensamientos aún enredados con alguna que otra prueba leída.

Cuando volvió a abrir los ojos había transcurrido más de media hora, sus codos estaban enrojecidos y en su mejilla había quedado un rosetón al haberse quedado dormida apoyada contra su mano. Gruñó por lo bajo, recogiendo todo mientras de sus labios salían más que dos o tres inofensivas maldiciones. Echó un rápido vistazo del lugar, terminando por tomar una de las carpetas. Pasaría otra noche más en vela repasando el juicio de la mañana siguiente. Su estómago rugió, bien llevaría desde la mañana sin tomar bocado alguno. Soltó un suspiro a la par que dejaba el lugar y se encaminaba hacia el ascensor.

Los espacios cerrados no eran lo suyo, pero tampoco disponía de energía para usar otro método. Ojalá la aparición y caer sobre su cama. No tuvo que esperar demasiado tiempo hasta que el artefacto llegó hasta ella, crujiendo por cada costado y profiriendo un penetrante ruido de campana cuando las puertas se abrieron. Dejó ir todo el aire, entrando y apoyando la espalda contra el fondo del dorado cubículo. ¿Había vuelto a cerrar los ojos? Probablemente. Parpadeó con sobresalto ante la nueva sacudida, dando un paso al frente al pensar que había llegado a su destino pero, en su lugar, percatándose de la presencia de otra persona en el pasillo. Sus ojos lo dejaron atrás, viajando hasta el indicador de la planta en la que se encontraba. Y su alma la abandonó. Aún no estaba allí. Retrocedió, volviendo al fondo del cubículo y esperando a que el recién llegado entrara.

Cruzó los brazos, manteniendo entonces los ojos bien abiertos. Ella era bien conocida por sus nulas interacciones con los demás y, para más inri, detestaba estar en un espacio cerrado con alguien más. Mucho más si era algo desconocido y hombre. Paladeó con impaciencia, mirando cada dos segundos la planta en la que se encontraban, con los talones bien clavados en el suelo para no ser derribada en un ir y venir. Hasta que un golpe seco hizo que sus pies se movieran ligeramente del lugar. La luz desapareció y, en su lugar, una luz roja se prendió del techo. No, no, no. Trató de contener el aire, esperando que fuera algo pasajero; pero no lo parecía.

Dejó que su mirada se dirigiera hacia él. ¿Ella? Estaba tratando de controlarse sin sufrir un ataque de claustrofobia, no podía también pararse a pensar en un modo de salir de aquel inútil cacharro. Avanzó hacia los botones, presionando con tanta fuerza el de emergencias que bien habría podido sacarlo por el lado contrario. Zarandeó las finas pero firmes enredaderas de hierro que formaban la puerta, inclinándose para intentar ver en el exterior. —¿Crees que soy ingeniera o algo parecido?— acabó por mascullar con latentes nervios. Ni siquiera tenía la menor idea del sistema que usaban para que aquel ascensor viajara en tantos sentidos entre tantos pisos y salas. —Vale, lo primero es no alterarse, no queremos quedarnos sin aire, ¿verdad?— soltó de súbito, aun sabiendo que el aire no faltaría ya que la ventilación era abierta.
Arianne L. Brawn
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Riley Kavalier
Mi mente se encuentra completamente en blanco por la situación. Estoy seguro de que Riley Kavalier en su mejor momento podría salir en dos segundos reparando el ascensor pero me temo que ahora no puedo ni tomar mi varita pues me tiemblan demasiado las manos para ello, solo puedo pensar en las cuatro paredes que nos rodean que por alguna razón parecen estar acercándose a mí y a la joven rubia que no ayuda para nada en la situación - Yo s-soy algo parecido pero me encuentro incapaz de pensar - respondo apoyando ambas manos en la pared para conseguir algo de estabilidad.

Debo estar atento pues si por alguna razón el ascensor se suelta y caemos en picada, debo ser capaz de lanzar un aresto momentum para salvarnos la vida. Eso debo poder hacerlo ¿Cierto? Sería simple instinto de supervivencia, ni siquiera hay que pensar, un animal podría hacerlo, un animal con pulgares opuestos y capacidad de pronunciar hechizos, por supuesto.

- P-probablemente soy la p-peor persona con la quien quedarse encerrada en un ascensor, lo... lo siento - me disculpo soltándome de la pared para sentarme con las rodillas flexionadas en una esquina. ¿Por qué no viene a mi cabeza la respuesta? ¡Mi mejor amiga es mecánica! Así como ella podría realizar una simple ecuación de cambio de materia por mi influencia, yo debería poder repara un ascensor - No soy tan inútil como parezco ahora mismo, no es una b-buena primera impresión - agrego y sorpresivamente sonrío por mi comentario. Quizás eso es lo necesario, relajarme un poco para poder aclarar mis ideas. Dicen que las grandes mentes encuentran la respuesta cuando no la están buscando.

Aunque eso me deja un nuevo problema: No soy bueno haciendo conversación casual. He leído algunas novelas en las que hablan del clima, los demás presentes en la habitación o partidos de quiddith pero claramente nada de eso servirá en esta situación pues yo mismo me golpearía en el rostro por comenzar a hablar de algo de eso - Deberíamos esperar - propongo, ese es un buen comienzo. Quizás con algo de suerte ella propondrá algún tema y de no ser así podría entrar en pánico o esforzarme un poco más.
Riley Kavalier
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Ella encerrada en un pequeño espacio con un desconocido, ¿por qué no, simplemente, la lanzaban desde un acantilado? Prefería mil veces tener que enfrentarse a aquella muerte que tener que soportar la situación en la que se estaba viendo envuelta. Su estado adormitado se había marchado sin dejar rastro y, en su lugar, las paredes la agobiaban de sobremanera. Si algo puede ir peor, lo hará. Y estaba yendo. Al parecer su compañía tampoco disfrutaba de sobremanera con la avería del ascensor, todo lo contrario más bien. Arqueó ambas cejas, no pudiendo dejar a un lado la incredulidad que la embargó en el mismo momento en el que él dijo que era algo parecido a un mecánico. Pero también que era incapaz de pensar en algo.

Volvió a presionar el botón; primero con toques cortos, cada vez más rápidos hasta que lo hizo permanente presionando su dedo pulgar contra éste. Volvió su mirar claro hasta él, viéndolo deslizarse  por la pared del ascensor hasta quedar sentado con las rodillas flexionadas. Soltó un largo suspiro. No era buena animando a los demás, no lo era siquiera consigo mismo teniendo en cuenta la personalidad indiferente y fría que mostraba con los demás, por lo que las palabras salían a trompicones de su boca. —No es tu culpa, no te preocupes—. Su tono contuvo la máxima cordialidad que fue capaz de reunir teniendo en cuenta los nervios que la atenazaban.

Dio un par de pasos hacia atrás, apoyando la espalda contra la pared pero permaneciendo de pie en el lugar. Sus claro ojos escudriñaban la puerta, luego los botones del lateral y el techo. Si fuera una ascensor normal habría una escalerilla en sentido ascendente por encima de ellos, pero no lo era. ¿Cómo iba a haber una escalerilla cuando se trataba de un ascensor que iba en más sentidos de los que una persona se podría imaginar? Ni tenía, ni entendía, nada de como era su funcionamiento. Tamborileó en la carpeta, cerrando los ojos de tanto en tanto. Le gustaba el silencio, no la desagradaba, además era del tipo de personas que rara vez empezaba una conversación, incluso si tenía muchas cosas que decir en su mente.

Chasqueó la lengua un par de veces. —Podríamos usar un patronus— propuso después de pensar un buen rato en las opciones que podrían tener. —, aunque yo no soy muy buena conjurándolo— frunció los labios. Pensamientos o recuerdos felices, ni siquiera era capaz de encontrar uno que mantuviera su patronus estable por más de cinco segundos.
Arianne L. Brawn
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Riley Kavalier
Poco efecto hacen sus palabras de consuelo pues tengo en claro que la avería del ascensor no es mi culpa, sino del servicio de mantenimiento, pero sí debería poder resolverlo de no ser tan... Riley. Cualquiera en mi posición encontraría la salida pese a no tener conocimientos de cómo funciona el transporte y en el proceso probablemente enamoraría a la chica, pero yo no puedo ni siquiera comenzar a pensar una forma de salir de aquí. Estamos en un cubo cerrado por todos lados, sin chances de conocer si nos encontramos en una calle horizontal o vertical del recorrido.

Por el contrario a lo esperado, nos quedamos en silencio por un tiempo. Quizás no ayuda a que las ideas lleguen pero sí me ayuda a controlar mi respiración y ritmo cardíaco. Poco a poco soy capaz de soltar mi cuerpo, estiro las piernas y relajo un poco la espalda que hasta ahora había estado tan dura como la pared de metal. Jamás comprenderé por qué a la gente los silencios le resultan incómodos, para mí son renovadores.

Pero la tranquilidad dura poco ya que si bien su idea es buena, tampoco puedo ayudar en eso - Jamás he podido conjurar un patronus - admito con la cabeza agacha y voz baja, por suerte la escaces de ruidos de fondo hace que no sea necesario hablar demasiado fuerte para escucharnos.

Nunca lo sentí como algo importante pues no es necesario que la falta de un animal plateado me deje en claro que llevo una vida triste y no tenía en planes cruzarme con un dementor en un futuro próximo. Jamás creí que podría necesitarlo en una situación como esta.

- Tengo algunos recuerdos buenos pero rodeados de dudas e inseguridades - explico levantando los ojos para ver su reacción ¿Se reirá? Quizás ella no es buena conjurándolo pero estoy seguro de que al menos habrá conseguido que una chispa salga de su varita - ¿Usted en qué piensa? - pregunto sin darle demasiadas vueltas, sé que es algo personal pero no veo razones para no compartirlo... De tener un recuerdo feliz, se lo diría a todos sin dudarlo.
Riley Kavalier
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Si no fuera porque se encontraban encerrados a tal hora, probablemente se habría dejado caer en un rincón a, simplemente, esperar que alguien los sacara de allí al percatarse de que el artilugio tardaba más de lo normal en aparecer; pero no era así. ¿Por qué? Porque no estaba segura de cuantas personas permanecían en el Ministerio a aquella hora como para querer usar el ascensor y percatarse de que no funcionaba en condiciones. Y allí era donde se encontraba la razón de su ‘ansiedad’ por querer salir rápidamente de allí. Cuanto antes mucho mejor.

Sacó su varita, girándola entre sus dedos como, si de aquel modo, pudiera relajarse lo más mínimo. Pero no podía hacerlo en absoluto. Respiró varias veces por la boca antes de proponer usar el patronus; con suerte él no sería tan incompetente, en aquella materia, como la rubia lo era. Mas no fue así. ¿Sabía hacer algo? Se mordió la lengua, dejando sus azules ojos vagaran por el pequeño espacio en busca de alguna otra idea que alguno de los dos pudiera ejecutar.

Su diestra viajó hasta su bolso. Llevaba el espejo comunicador siempre con ella, por si acaso surgía algún problema en casa mientras no estaba, pero no era la mejor idea del mundo sacarlo y hablar con Benedict para que tratara de avisar alguien, por lo que, nuevamente, era inútil. La voz de su compañía la sacó de sus pensamientos, provocando que llevara su claro mirar hasta él; parpadeando con cierta incredulidad a sus palabras. No había pregunta, pero debía de estar lo suficientemente nervioso como para que su lengua se hubiera soltado de aquel inesperado modo. —Los recuerdos felices son complicados de tener hoy en día— contestó a sus palabras. Ella misma era conocida por muchas cosas pero, principalmente, por haber sido una de las jóvenes que tuvo que asesinar a algunos de sus compañeros para salir de los juegos. Si quisiera merecía tener un buen recuerdo en su memoria.

—No creo tener ningún recuerdo tan bueno como para invocarlo correctamente—. La mayor parte de los  ‘buenos’ recuerdos que tenía no eran más que una patraña, una completa mentira se mirare por donde se mirare; por ello odiaba, siquiera, pensar en ellos. Todo estaba bien mientras se mantuvieran a la distancia que estaban, cada uno en un extremo del ascensor sin el mínimo contacto.
Arianne L. Brawn
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Riley Kavalier
Puede que no haya tenido una vida color de rosas, he tomado malas decisiones que me han traído a donde estoy ahora o quizás solo sigo aquí solo a causa de esas malas decisiones, pero aún así mi pasado no se equipara ni de chiste al de la señorita Brawn así que la comprendo. De todas formas, todos vivimos en el mismo mundo y no veo a muchos con problemas de impotencia ante el patronus. Creo que es un problema que ni el mejor psicomago de todo Neopanem podría arreglar pues es algo personal, de como vemos al mundo y que tanto confiamos en las personas que tenemos alrededor.

- No he pasado por lo que usted pero la comprendo - respondo con los ojos clavados en el suelo. Muchas personas pisan este mismo sitio miles de veces por día y dudo que alguno tenga éste problema. Muchos de ellos son malas personas, como mi padre, pero no tienen problema en ser felices ¿Por qué? A veces pienso que yo soy el sociópata por no poder relacionarme pero al menos tengo conciencia... No es justo ¿Por qué siendo malos tienen más facilidad para ser felices?

Respiro profundo e intento no pensar al respecto pues luego de unos segundos siento que ya me va a explotar la cabeza, son preguntas para un filósofo, no para un científico pues para mí la felicidad no es más que un conjunto de reacciones químicas que se dan en nuestro hipotálamo, algo capaz de controlarse con drogas y pociones pero de todas formas no funciona realmente... Como si de alguna forma el cerebro supiera lo que es real y lo que es artificial.

- No se soluciona con Felix felicis - comento con media sonrisa. Pero ambos somos jóvenes, estamos a tiempo de encontrar un recuerdo feliz sin dudas en el futuro para no irnos de este mundo sin saber que forma adoptará el hechizo - Intentaré encontrar algo para invocarlo en el futuro, será una meta person... - agrego pero me quedo a mitad de la frase pues creo que esa es la solución ¡Amanita! Ella será capaz de aparecerse en el ministerio e ir por ayuda. Pero esa sería una salida sencilla para esto, un atajo, no me gusta.

Sin levantarme, me acerco al panel de del ascensor y comienzo a desarmarlo sentado en el suelo, como lo hice tantas veces creando figuras desconocidas con legos durante mi niñez. Veo algunos cables con un halo de luz y algunas chispas en el fondo, quizás no sepa como funciona realmente pero sí conozco las cosas por separado, puedo solucionarlo - ¿La ayudaría pensar que los peores momentos han quedado atrás? - ¿Quién diría que sería el positivo en la conversación? - O quizás podría buscar algún recuerdo feliz de usted sola, a mí no me resulta sencillo estar con otros ¿Quién dice que la felicidad va de a pares?
Riley Kavalier
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
No mostraba sus debilidades ante los demás, ni siquiera lo hacía frente a las personas en las que confiaba, pero acababa de decir que no tenía los suficientes buenos recuerdos como para poder conjurar un patronus como si de cualquier cosa de tratara. Aún recordaba la cara de frustración de sus profesores del Royal pero, también, la pena cuando sabían que sus recuerdos estaban más plagados de sangre y muertes que de buenos recuerdos que atesorar. En un mundo muggle no le habrían tenido pena, en un mundo en el que ‘dominaban’ los magos había sido un pobre niña mágica a la que había metido en un juego de muerte por el hecho de tener sangre mágica corriendo por sus venas.

Alzó la cabeza, mirándolo durante apenas unos segundos, no contestando a sus palabras ni perdiendo más tiempo del necesario en observarlo. Demasiadas veces había escuchado esa frase tan cargada de sentimientos que prefería alejar. Todos tenían algo, lo más mínimo, ella, simplemente, no podía visualizar un momento feliz más de unos segundos antes de que los malos la avasallaran desde todos los ángulos posibles. —Es mejor no pensar demasiado en ello, cada persona puede reaccionar a la misma situación de un modo diferente—. Puede que otras personas recordaran las matanzas, las vidas que sesgaron sus manos, pero aun así los buenos recuerdos que surgieron gracias a esas muertes difuminaban por completo los malos recuerdos. Dichosos ellos.

Su vida había sido una cadena de desgracias que la asqueaba. Esbozó también una media sonrisa, dejando ir algo de aire que escapó de entre sus labios. Lo siguió con la mirada, inclinándose hacia un lado cuando comenzó a desarmar el panel y a sacar cables, y a saber que más cosas. —Buena suerte— comentó finalmente. Animándolo tanto a conseguir invocarlo como a solucionar el problema con el ascensor.

Apoyó ambas manos en la pared para levantarse y acercarse hasta él; fijando su mirada en lo que estaba haciendo aunque no lo comprendiera en absoluto. —Me gustaría pensar que la mala suerte ha terminado de cebarse conmigo, pero no parece así—. Solo tenía que pensar en el hecho de que tenía a uno de los hombres más buscados de NeoPanem escondido en su casa y que en aquel momento estaba encerrada en un ascensor, aunque, al menos, la ansiedad había ido disipándose gradualmente con el transcurso de los minutos. —Nos parecemos entonces— corroboró cruzando los brazos bajo el pecho sin dejar de observarlo —, si consigo que algún momento sea lo suficientemente valioso iré a mostrarle mi patronus…— cesó en sus palabras, percatándose de algo justo cuando las estaba pronunciando. —No conozco su nombre, lo siento— sonó como una completa disculpa.

Hacía demasiado tiempo que no se disculpaba con nadie por no recordar, o saber, su nombre.
Arianne L. Brawn
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Riley Kavalier
No pensar ha sido un gran remedio para las cosas que no logro entender y muchos dirían que mis reacciones son únicas frente a problemas sencillos, es lo que nos hace quienes somos y, pese a no ser lo mejor, estoy bien con lo que me ha tocado. Creo que no cambiaría un patronus por el dolor que conlleva ser mas conciente, como por ejemplo todos los problemas por los que atraviesa el mundo ahora mismo y prefiero no estar enterado de todos. De hecho aprovecho todos los recursos que tengo para que mi mente vuele en un sitio más lejano y no pararme a pensar cuál es mi papel en todo esto... Prefiero no tener ninguno, simplemente usar el escenario sin involucrarme completamente. El patronus llegará a su debido tiempo.

Mientras trabajo en los cables me veo obligado a quitar las manos de repente para esquivar las chispas que saltan. Curiosamente el momento coincide cuando mi acompañante dice que nos parecemos... Yo no me parezco a nadie, es una de las pocas cosas de las que estoy orgullos, pero me causa gracia - De conocerme mejor, no diría tan abiertamente que se parece a mí - ¿Quién lo haría? El tipo extraño del departamento de ciencias que no tiene conexión con el mundo.

Arreglo el panel para que sea seguro seguir trabajando allí e intento meter mi mano hasta el fondo para alcanzar el botón, pero no lo logro, mi mano es demasiado grande por la tarea ¿Quién ha fabricado ésto? ¿Enanos? - Riley Kavalier - me presento y aprovecho para examinar su mano al tendérsela, es más pequeña que la mía y de seguro encajará en el panel - ¡Perfecta! - exclamo animado - Puedo mantener la misma promesa, si algún día lo logro iré a mostrarle el mío, señorita Brawn. - comento mucho más relajado que al inicio de nuestra conversación. Me ha costado menos que de costumbre alcanzar la comodidad en la charla, quizás por ella o por haber podido refugiarme en algo de trabajo imprevisto.

Me acomodo a un lado del panel y sin soltar su mano la dirijo camino al botón - En el fondo hay un botón viejo, con el logo del ministerio que podrá sentir al tacto - explico - No se preocupe, ya no saltan chispas... Una vez que lo presione, el ascensor debería moverse en alguna dirección - y si no lo hace estamos en graves problemas pues tendría que pensar en una nueva idea - Será repentino así que le recomiendo sujetarse.
Riley Kavalier
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Escudriñó con la mirada todos y cada uno de los movimientos que ejecutaba, no sabiendo cuál era su intención pero suponiendo que el fin era el mismo que ella deseaba, poder salir de aquel pequeño espacio que los apresaba. Podía permanecer en espacios cerrados; la mayor parte de su vida la había pasado entre cuatro paredes por diversas razones y nunca se habían estrechado entorno a ella, pero no se sentía del mismo momento dentro del ascensor con alguien desconocido. La situación le recordaba a la primera vez que vio a su madre biológica, acabando encerrada con ella en un ascensor; la diferencia era que solo había trascurrido un año desde su salida de la Arena y, en aquel entonces, sí que temía todos aquellos lugares que no le permitieran tener una clara escapatoria a mano.

Arqueó ambas cejas. —Tampoco soy buena tratando con otras personas— aclaró. Ella era, por suerte o por desgracia, única. Y así le gustaba pensarlo. No porque se creyera superior a los demás, sino porque esperaba que no existieran más pobres almas como la suya sueltas por el mundo. Inclinó su cuerpo al frente cuando él metió la mano en aquel hueco de la pared, tratando de hacer algo fuera de sus conocimientos. Las chispas eran suficientes como para mantenerla a cierta distancia incluso cuando le indicó su nombre Observó su mano, no moviéndose ni un ápice la propia hasta que el contrario se apoderó de ella. Trató de resistir el escalofrío que la recorrió cuando aquello sucedió, acabando por deslizar la mano lejos de la suya.

Prensó los labios, tratando de meter ambas manos en los bolsillos de su abrigo pero no consiguiéndolo en lo absoluto. Definitivamente él solo era alguien que conocía su nombre, pero no el hecho de que le asqueaba que la tocaran, el mero hecho de tener a otra persona demasiado cerca era suficiente como para hacerla sentir… sucia. Acabó arrodillada en el suelo con la mano aún sujetada y frente al agujero en la pared. Parpadeó confusa, volviendo a liberarse del agarre y alternando su claro mirar entre él y el panel. Carraspeó inclinándose al frente y metiendo la mano con indecisión, palpando con cuidado cada milímetro. Sus dedos chocaron varias veces con los laterales hasta que dieron con un botón, en el cual se centró. —Creo que lo he encontrado— dijo sin seguridad, rodeando el botón con los dedos y sintiendo el relieve del ministerio.

Sin pensarlo demasiado lo apretó, notando al instante un fuerte movimiento que la desestabilizó e hizo que se golpeara la frente contra la pared; tratando de sacar tan rápido el brazo que parte del puño de su abrigo quedó enganchado en alguna parte del camino. —No, no, no, espera— masculló tirando sin descanso, sintiendo como con uno de los tirones rasgaba la tela y su piel en el intento. Volvió a tirar, consiguiendo sacar el brazo pero cayendo sentada al suelo, fruto de los constantes movimientos del ascensor y el impulso.
Arianne L. Brawn
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Riley Kavalier
Suelo estar encerrado en un mundo en el que solo considero cómo me afectan las acciones de los demás y no las mías a los otros, pero cuando retira su mano de las mías por segunda vez... es un llamado de atención. Aguardo en silencio, con la cabeza inclinada hacia un lado confuso por la situación. Quizás me he tomado demasiadas libertades, extraño pues suelo ser yo quien mantiene el contacto físico al mínimo. En un principio no lograba ni estrechar manos, ahora puedo repartir uno que otro abrazo ocasional cuando estoy bajo la influencia de alguna droga. Es algo positivo que generan en mí ¿Quizás ella también tiene mi ansiedad social? Algún día me atreveré a preguntar, aunque eso requeriría un segundo encuentro y no estoy seguro de que ella acepte.

Observo en silencio cómo comienza a maniobrar en el interior del panel y me sujeto cuando dice que ha llegado al botón indicado. El elevador comienza a moverse pero su mano queda atrapada así que mi primer instinto es ir a ayudarla... Pero entonces recuerdo lo que ha ocurrido hace un momento por solo tocar su mano así que me arrepiento a mitad de camino. Mala decisión pues quedo completamente suelto cuando el trasporte cambia de dirección y hace que caiga de culo hacia uno de los lados.

La señorita Brawn logra sacar su mano pero veo como se ha rasgado su propia piel en el camino, y dar tumbos por todo el elevador no ayudará así que me arrastro como puedo hasta el botón que detiene el sistema y luego de presionarlo volvemos a quedar quietos en el lugar. Al menos ahora funciona, pero debemos encargarnos de eso pues el panel es algo viejo y no queremos que se quede sin brazo por no tratar rápido una toxina bacteriana mágica maligna ¿Eso existe? En mi imaginación sí.

- ¿Se encuentra bien? ¿Necesita ayuda? - pregunto listo con una mano en el botón para desbloquearlo y que todo se ponga en marcha de nuevo. Antes, deberíamos sujetarnos pues desde el suelo no podremos hacer mucho. Entonces se me ocurre algo ingenioso... Corto un trozo de mi camisa y se la tiendo para que cubra la herida, eso deberá funcionar y evitar cualquier amenaza de sangrado - Lo siento, soy quien suele recibir los primeros auxilios, no darlos - ¿Que tal? Hasta ya puedo bromear, eso es una buena señal.
Riley Kavalier
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
No podía negar que la lista de cosas que odiaba era tremendamente extensa y que, por bien o mal, cada día parecía crecer. Las peores situaciones eran las que se daban con varios elementos en el momento. Como el que estaba tratando de sobrellevar en aquel instante. Cansancio. Encerramiento. Un extraño. Contacto. De las cuatro la peor era, sin duda alguna, la última. Nadie podía acercarse a ella, mucho menos tomarla de la mano tan deliberadamente. Cada persona tenía sus propios traumas y problemas internos, y la rubia sufría uno demasiado profundo en relación al contacto humano. No es que la molestara. Es que la asqueaba.

Trató de relajar sus latidos, centrando toda la atención en su mano tratando de alcanzar el botón y no en la picazón que la recorría desde hacía unos minutos. La vida estaba hecha de decisiones, unas mejores que otras, pero decisiones todas al fin y al cabo. Pero, desde luego, su tarde estaba encadenando una serie de malas decisiones que estaba por rozar la problemática. En el mismo momento en el que consiguió tirar hasta desenganchar su prenda del interior del panel lo supo. Venía algo más. Chocó contra el suelo, braceando en un intento de agarrarse a cualquier saliente que no la dejara a merced de los bruscos e inesperados giros del ascensor.

Con una seca sacudida todo quedó inmóvil y silencioso. Alzó la mirada hacia él, desviándola después hacia su mano y el corte que ascendía desde su muñeca hasta, aproximadamente, la mitad del brazo. Por suerte era superficial. —Todo bien, las he tenido peores— contestó tratando de levantarse con temblorosas piernas y agarrarse a una de las barras para no perder el equilibrio. Se giró hacia él, a espera de que lo activara de nuevo, pero casi chocando con la mano con la que le ofrecía un trozo de lo que parecía su camisa. —No tenías que…— comenzó a hablar, dándose por vencida y tomando la prenda de su mano, asintiendo con la cabeza a modo de agradecimiento y tratando de liarlo de modo que todo quedara cubierto con ésta.

Abrió la boca para pedirle que presionara el botón de nuevo pero, en lugar de ello, se percató de todos los documentos repartidos por el suelo. —Espera— pidió arrodillándose y tratando de acercarlos todos hasta ella para amontonarlos de cualquier modo. Quería salir de allí, pero tampoco podía permitirse perder parte de su trabajo y mucho menos que alguien ajeno al departamento leyera algo por error. Guardó todo y volvió a cernir sus dedos en torno a una de las barras laterales. —Espero que no acabemos estrellándonos contra el último piso— comentó apretando más los dedos en busca de una mayor sujeción.
Arianne L. Brawn
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Riley Kavalier
No era de los que estaba pegado al televisor viendo los juegos pero tengo una idea bastante concreta sobre lo que ocurría allí, así que no me cuesta creerle cuando dice que ha tenido peores heridas y no digo nada más al respecto pues sería meterme en un terreno en el cual no estoy preparado para charlar. Las personas como la señorita Brawn me hacen sentir que a veces me quejo demasiado, tanto que hasta me siento culpable por pensar "Bueno, podría haber sido peor..."

Estoy por presionar el botón cuando me dice que aguarde y comienza a levantar los papeles del suelo. Me debato por unos segundos si ayudarla o no y al final termino optando por la segunda opción, creo que es mejor darle su espacio y tampoco es que sea una tarea super complicada como para que no la pueda manejar sola - En ese caso podríamos aprovechar el impulso y volar antes de morir - respondo encogiéndome de hombros. Nunca lo había pensado pero creo que esa sería una buena forma de abandonar el mundo... Sentir el aire contra el rostro y luego ¡Paf! Contra el suelo.

Me tomo del borde tal y como lo ha hecho ella y vuelvo a poner el elevador en marcha. Esta vez no se sacude más de lo normal, cosa que me hace sonreír pues creo que hemos salido vivos de ésta ¡Lo he resuelto! Claro que la señorita también ha contribuido pero ya no me siento tan inútil como al comienzo de nuestra conversación. Es una pequeña victoria pero no me reprimiré al festejarla.

El elevador se detiene y las puertas se abren de par en par. Creo que es el piso de la rubia, no el mío, pero ya no estoy en condiciones de hacer la presentación así que será mejor dar por terminado el día, pegarme un baño y volver con energías renovadas el día de mañana - Espero que haya disfrutado su viaje con Crappy Elevators, vuelva pronto - bromeo haciendo un ademán para que salga del cubo asesino. No pienso ordenar el panel, lo dejaré así desarmado para que mañana vean las consecuencias del mal mantenimiento.

Estoy por ponerme en marcha cuando recuerdo la idea que cruzó hace unos minutos por mi mente, sobre conocer un poco mejor la historia de mi compañera de calvario - Señorita Brawn... Las circunstancias no han sido las mejores, pero me ha agradado conocerla - dejo salir en voz baja con los ojos clavados en el suelo - ¿Cree que podríamos tomar una chocolatada algún día? Yo invito.
Riley Kavalier
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
La imagen que apareció en su mente podía catalogarse de mil maneras diferentes, pero ninguna de ellas sería demasiado agradable a la vista. Aun así, no pudo evitar sonreír levemente, meneando la cabeza hacia ambos lados, ante sus palabras. Él mismo se había catalogado con alguien ‘singular’ y ella corroboraría sus palabras con gusto si, en algún momento, precisaba de un testigo objetivo de ello. Demasiado atrás quedaba la época en la que los comentarios ingeniosos o divertidos salían de sus labios, en la actualidad pocas eran las palabras que se dignaban a salir y, cuando lo hacían fuera del ámbito laboral, eran dubitativas y escasas.

Apretó las manos entorno a la barra, tornando los nudillos de sus manos de un tono blancuzco que pretendía competir con la claridad del resto de piel. Por suerte el movimiento era más liviano y conocido por ambos, permitiéndose a dirigirle una mirado aprobatoria a la novedad conocida. Aun así sus manos permanecieron en el mismo lugar, tratando de mantenerse en pie y que los papel no volvieran a esparcirse por todo el suelo del ascensor. ¿En aquello se había convertido? Al final su atención había acabado, al menos parte de ella, en que su trabajo no se viera desbaratado por un contratiempo como el que acababan de sufrir; o quizás era un mecanismo de autodefensa que había activado su cerebro para centrar su atención en los documentos y no en el hecho de donde se encontraba.

Su corazón se aceleró cuando las puertas se abrieron y dieron lugar a un espacio bien parecido a un pasillo; no tenía la menor idea de si se encontraba en su destino o no, pero estaba segura de que saldría de allí antes de arriesgarse a una nueva sacudida de aquel infernal aparato. Parpadeó un par de veces, enfocando su mirar en él cuando ya hubo salido del ascensor. Las prioridades estaban más que claras. —Salvo por algún movimiento brusco… no tengo demasiadas quejas— se permitió contestar sin poca gracia. Carraspeó, haciendo un ligero ademán de despedida cuando sus palabras la dejaron clavada en el suelo. Abrió la boca sin pronunciar palabra alguna, bajando entonces la mirada en dirección a su brazo y percatándose de la herida pobremente cubierta por el trozo de tela que él le había cedido de su camisa.

—Le llevaré una camisa nueva cuando ello suceda, señor Kavalier— concedió con una amabilidad bastante oxidada pero sincera.
Arianne L. Brawn
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