The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Disimulo el ruido de mis pasos dando zancadas largas y lentas, no quiero que mis padres me escuchen en la cocina a esta hora de la madrugada y puedan hacer sus suposiciones. Es preferible que se sorprendan mañana cuando me vean bajar para el almuerzo. Tengo la varita en la mano destellando en la punta para iluminar mis movimientos al desplazarme por la cocina, así no me choco con sillas ni piso al gato. Cierto… no tenemos gato. Una lástima. Echo de menos tener una cabecita peluda a la que rascarle las orejas al llegar. Tengo a Charlie para compensar, pero ella se queja cuando le rasco detrás de las orejas. Traer uno de los callejeros que me encuentro por ahí está descartado, porque con el poco tiempo que estamos en casa, ¿quién lo cuidaría? Salvo que me lo lleve conmigo los días que no estoy, lo que sería un tanto complicado.

Con respeto al silencio de la cocina tiro de los cordones de mis botas para quitármelas con una mano y no dejo que golpeen el suelo. Las acomodo cuidadosamente y, descalzo, me muevo hasta la heladera para buscar algo de comer. Tiro de algunos mechones de mi pelo al darme cuenta que mis opciones son limitadas si no quiero ponerme a cocinar a deshoras, causando un revuelo ruidoso, así que me queda untar queso a un par de rebanadas de pan. Cargo mis manos con lo que necesito y al cerrar la puerta de la heladera, la figura pálida y con pijama en la puerta de la cocina me hace soltar fuerte una maldición. —¿Hacía falta completar el atuendo con una linterna apuntando a tu cara?— me quejo con mal humor. Nunca pidas cosas pequeñas a Chip, a ella le van las grandes impresiones. Tan contraria a su hermano mayor que está haciendo el intento de pasar desapercibido en su propia casa.

Retiro una de las sillas de la mesa redonda que está en el centro de la habitación y con cansancio descargo todo mi peso allí. Comienzo mi noble tarea de untar el pan, echándole una mirada de costado a mi hermana. —¿Qué haces despierta a estas horas? Le diré a papá que tan joven y ya estás trasnochando. ¿Planeabas escapar a una pijamada?— cargo mi voz de una reprobación exagerada, actuando con toda la moral que no tengo para juzgar sus actos de niña. Por lo que veo está con ropa de dormir, así que debía de estar en esas, y puesto que tengo la desmedida confianza en que nadie más notó mi llegada a casa, su sueño no debía ser muy profundo o tal vez tuvo una pesadilla. Muerdo una rebanada para no preguntar.
Anonymous
Charlie P. Meyer
Hay un momento del semestre en que debo de dejarme de bobadas para no repetir el año. Mis calificaciones no son un asco, pero las mantengo siempre al límite con el mínimo de esfuerzo, de esa forma solo hace falta esforzarme mucho solo una vez para aprobar y recibir las felicitaciones de los maestros por mi cambio de actitud... Claro que este cambio solo dura hasta ver las notas en mi boletín pero hasta ahora me ha funcionado bastante bien. Desgraciadamente la adrenalina de vivir al límite me mantiene despierta durante las noches previas a los exámenes, como ahora que no puedo pegar un ojo.

Al menos algo bueno sale del insomnio esta vez pues puedo ver como mi hermano llega a la casa a hurtadillas dándome una excelente chance para asustarlo. Así que me cambio de pijama de dos piezas por un camisón horroroso que me regaló el abuelo Matt y tomo la linterna debajo de la cama. Creo que con la iluminación adecuada y dejando caer mi cabello a ambos lados de mi rostro bien podría parecer un pequeño fantasma que busca venganza porque la dejaron durmiendo con la ventana abierta y murió de neumonía. Eso será suficiente.

Al bajar a la cocina me encuentro con Dax atacando la heladera, así que me escondo detrás de la puerta y preparo la linterna para encenderla en el momento justo. Misión cumplida.

- Tuve que improvisar... De haber sabido que llegaría hoy habría comprado sangre falsa- respondo entre risas silenciosas pues no quiero que mamá y papá despierten - ¿Trajiste algún regalo? - pregunto pues a veces el único consuelo por tenerlo tanto tiempo fuera es que trae cosas de lo más bonitas, la mayoría inútiles, pero esas son las mejores.

Tomo asiento frente a él y observo como arma sus sandwiches con los codos sobre la mesa. De veras espero que se quede algo más de tiempo para ir a un picnic juntos y así poder ayudarlo con esa tarea ¡Y comerlos luego! - Algo me dice que papá ya había escapado a muchas pijamadas a mi edad - me defiendo con una ceja en alto - Y jamás saldría de la casa con éste camisón... El abuelo Matt es muy malo con los regalos, con razón nunca viene a darlos por él mismo - comento pues jamás en mi vida he visto al hombre, solo regalos y algunas notas luego de que empecé a preguntar por él - En realidad mañana tengo el examen que subirá mis notas... ¿Qué hay de tí?
Charlie P. Meyer
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Invitado
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-¿Sangre falsa, Chippie?- repito, entrecerrando un poco mis ojos para una mirada de sorna. -Que snob te has vuelto- comento, cargando mi tono de humor pesado. Disfruto de tomarle el pelo y hacerle ver que no todo es como ella dice, que no es tan lista como cree, que todavía le falta mucho por aprender y que su arrogancia la hará tropezar muchas veces. Esa altenaría que aún puedo identificar en papá a veces. -Usa salsa de tomate. No te compliques demasiado- le aconsejo y me inclino un poco hacia ella en ademán confidencial. -Y si hierves algunos fideos, luego puedes usarlos como tripas que se te salen del cuerpo.

La ignoro cuando me pregunta por su regalo. ¿Cuántos minutos se tardó esta vez en preguntar? ¿Dos minutos? Cargo mis rebanadas con el queso untable, los hombros echados hacia adelante y casi que le doy la espalda. -Te traje cerebro de rata. Dicen que comerlo con galletitas sirve para activar las neuronas- digo con presunta indiferencia. Termino de armar el sandwich y rebusco en el bolsillo delantero de mi pantalón hasta que mis dedos rozan el metal. Extraigo de la tela una cadenita corta que dejo sobre la mesa, tiene un único dije: un dado de metal. Hago el amague de arrojársela para comprobar que tan buenos son sus reflejos. Se la tiendo hacia sus manos para que pueda estudiarla.

-Papá hasta los trece dormía con un pijama de conejos, dudo que con esas fachas se escapara por las ventanas- resoplo. Crecimos con anécdotas de sus travesuras y me cuesta creer que la mitad de ellas sean verdad. Por ejemplo, ¿puedo creer que él y mamá una vez escaparon de un psicopata? No lo sé, suena falso. La mención al abuelo Matt me hace tragar tres bocados seguidos para no responder. -Te envía algo al menos, no seas tan quejica- la reprendo con una sonrisa y despeino su cabello rubio con un coscorrón. -¿Un examen? Agradezco no tener que rendir ninguno más el resto de mi vida- bufo. Extiendo mis piernas por debajo de la mesa y me reacomodo en mi silla. -¿Yo? Estoy aqui como puedes ver, acabo de llegar. ¿Te gustaria saber a dónde fui?- ladeo mi boca en una sonrisa timadora.
Anonymous
Charlie P. Meyer
Quiere darme lecciones de travesuras y lo único que puedo hacer es observarlo con las cejas en alto. Tengo que reconocer que es una buena idea, además son materiales fáciles de conseguir en la casa... Pero me niego a darle la razón así que jugaré una carta que dejo solo para casos extremos, no es que en realidad no lo piense solo que generalmente no arruinaría una broma tocando un tema tan serio - ¿Fideos y salsa para jugar? ¿Qué hay de los niños que no tienen para comer? - pregunto con un falso puchero. Con eso bastará para ganar la discusión.

Arrugo la nariz de solo imaginar el sabor del cerebro de rata. Creo haber leído por ahí que se necesita para hacer algunas pociones pero jamás las he probado. Quizás con los demás ingredientes sabe más delicioso, pero la sola idea de... Ya me estoy yendo por las ramas - Para que no digas que solo pido y no doy nada - comienzo luego de agarrar el dado y llevarlo conmigo para examinarlo en el camino - Quería darte ésto para tu cumpleaños pero te fuiste antes de poder terminarlo - prosigo sacando el papel.

Me acerco a mi hermano y le doy un beso en la mejilla a modo de agradecimiento por el dije, no diré nada al respecto pues cualquier cosa que diga podrá ser utilizada en mi contra en una pelea. Creo que lo colgaré en mi cadenita junto con la M de Meyer que ya llevo - Es un collage... Para que lo veas cuando te vas de casa. No es la gran cosa, me costó encontrar fotos que no sean mágicas - explico encogiéndome de hombros a la vez que se lo entrego.

- Me quejo porque no nos visita, estoy proyectando hacia el regalo - aprendí ese término hace unos pocos días en la escuela y aprovecho cada vez que puedo para usarlo - ¡Claro que quiero saber dónde fuiste! ¿Norte? ¿Sur? ¿Minas? ¿Capitolio? - pregunto acercándome cada vez más con cada pregunta. En realidad el Capitolio no es la gran cosa, voy allí todos los días y si bien no salgo de la escuela, por lo que me dicen mis compañeros la vida allí es de lo más estirada y aburrida ¡No trepan árboles!
Charlie P. Meyer
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Invitado
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Golpe bajo. Chippie está citando a nuestros padres al decir eso, lo hemos escuchado muchas veces en nuestras improvisadas guerras de comida que se veían interrumpidas por la gravedad de esa acusación. Con los años que tengo en mi haber, deambulando por los caminos de los distritos más pobres, ver la falta de alimentos para subsistir y tener que ceder mi almuerzo a un hombre con las costillas a la vista de vez en cuando, no me permite seguir bromeando al respecto. Choco fuerte los dientes de mi mandíbula. —Entonces usa lombrices— mascullo. —Lombrices como tripas falsas.

Cuando sus dedos se cierran alrededor del dado, le explico cómo funciona: —No importa qué, siempre caerá en la cara de seis si eres tú la que tira. Úsalo sabiamente— le hago un guiño. —¿Ah, sí?— pregunto con sorpresa al saber que tiene algo preparado para mí. Me halaga, tengo que admitirlo. Papá suele forzar una sonrisa cada vez que regreso, intercambian miradas con mamá para no retarme y puesto que llego ileso y sin droga en los bolsillos, no hay nada que puedan reprocharme, ¿verdad? Si se trata de Charlie, algunas veces me apena llegar demasiado tarde para ciertas cosas y que no esté tan abierta a perdonarme. Me remuevo un poco incómodo cuando señala que me fui antes de que ella acabara con su obsequio y froto su espalda con una caricia al besarme en la mejilla.

Despliego el papel para ver de qué se trata el regalo y lo primero que veo es su sonrisa en una fotografía, todos los colores bordeando la imagen. Nuestros padres también están presentes, puedo notar lo parecido que se ríen mi hermanita y mi mamá. Me encuentro último, al borde. Paso el lugar por donde están escritos nuestros nombres y mi boca se va ensanchando en una sonrisa. —Es un gran trabajo, Chip— murmuro. —Toda una obra de arte—. Saco mi billetera para guardar allí el regalo, en el vacío que queda después de gastarme mi ahorro de galeones que hago con las fotografías en mis escapadas. Vuelvo a colocar mi billetera en el bolsillo trasero, y extiendo mis brazos para atraer a Chippie y coloco su espalda contra mi pecho para poder abrazarla fuerte, mi mentón sobre su coronilla. —Te quiero, Chippie. Me alegro de que con mamá y papá te hayamos traído de ese vertedero de camiones donde te encontramos, envuelta en esa mantita amarilla— bromeo.

Regreso a mi tarea de prepararme la cena y tener la boca llena de pan me salva de tener que alargar el tema del abuelo Matt. Chippie es una niña inteligente, pero no ató los cabos aún. La ausencia de un miembro en cualquier familia es indicio de algo más, y bien, los regalos que ella –y solo ella- recibe con la firma del abuelo, ayudan a prolongar una ilusión que es insostenible. Me gustaría estar equivocado, en mi fuero interno espero estarlo sobre un par de cosas de nuestra familia. —No dije que te lo contaría gratis— disfruto a costa de ella. En realidad, no soy tan abierto a compartirle mis viajes con franqueza y tengo que pensar un poco en cómo reordenar anécdotas para hacerlo apto para los oídos de Chip.
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Charlie P. Meyer
El regalo se pone más interesante cuando me explica cómo funciona. No soy una estafadora aún, pero debo admitir que las posibilidades son muchas, desde ahorrarme los trabajos en el aula jugando a "El que saque el número más alto" hasta ganarme el respeto de todos por mis grandes habilidades en la generala. Creo que no me animaría a ir más allá como apostar en un casino y cosas por el estilo, en primer lugar porque no me dejarían entrar ni de chiste y en segundo porque allí tienen personas preparadas para detectar ésta clase de cachivaches, no son mis tontos compañeros - Prometo ser digna de él - afirmo apretándolo fuerte contra mi pecho, a partir de hoy es una de mis posesiones más valiosas.

Me gustaría haber visto esa sonrisa el día de su cumpleaños, pero al menos puedo verla ahora. Dax tiene un super poder algo molesto... Cuándo él ríe, yo río, cuando él llora, yo lloro, no importa si estoy al tanto o no de la razón del sentimiento. Me alegra saber que le ha gustado el regalo, no es un super cuadro mágico pero al menos podrá verlo si nos extraña en sus viajes - Todo lo que hacen estas manitos es una obra maestra, estás obligado por contrato a decirlo - bromeo antes de que me atrape en un abrazo - Soy la viva imagen de mamá, si alguien es adoptado ese eres tú - sigo con su broma inclinando mi cabeza para apoyarla sobre su hombro.

Sigue con su comida y al parecer conseguir la información no será tan sencillo. Ahora me doy cuenta de que jugué mal mis cartas, debería haber dejado el collage para sobornarlo y no entregarme al momento de amor entre hermanos ¡Que tonta! Ahora no tengo ni siquiera caramelos y de todas formas no valdrían nada comparados con el regalo que acabo de darle - Por favooooor - pido siguiendo sus pasos, concentrándome para no molestar en el camino que sigue - ¡Ya sé! Si saco 6 en los dados, me cuentas - juego con él. Genial, ya le he encontrado otro uso.
Charlie P. Meyer
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Invitado
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-¿Qué contrato?- pregunto sonriéndome, mi boca se curva hacia arriba y el gesto me ocupa toda la cara.- Mandaré a mis abogados a hablar con tus abogados- agrego. Tengo mis brazos alrededor de ella, me niego a soltarla cuando me contradice. Es parecida a mamá, todos nos damos cuenta de eso. Y su personalidad es tan chispeante como la de nuestros padres. ¿Y si el adoptado fuera yo? Suena posible. La estrecho mucho más fuerte, atrapándola en mi abrazo. -Mamá me dijo una vez que tus padres eran un pato y una gansa canadiense, porque tenias pico cuando te encontramos. Se te fue con el tiempo y tuvimos que enseñarte palabras para que dejaras de decir cuak- miento, regodeándome al bromear a su costa.

Hago oídos sordos a su ruego, necesito escucharlo un par de veces más para ceder y me sorprende cuando usa el regalo que le acabo de entregar para burlarme. Se me escapa una carcajada y mis ojos destellan de diversión. ¡Esta niña! Llega antes que el sol al amanecer, tan lista que siempre está un paso por delante. -¿Te atreves a hacerme victima de la trampa que te enseñé?- simulo sentirme ofendido mientras acabo de rebanar el último pan para un sandwich. Solo me queda armarlo y antes de darle un mordisco, sigo: -¿Estás intentando superar a tu maestro, Chip?- la reprendo con un tonito de broma. -Anda, probemos el dado. Veamos si funciona- la insto a hacerlo y doy un mordisco grande a mi pan. -Hagamos un trueque- propongo con algunas migas en mi boca a punto de atragantarme. -Yo te cuento algo si tu me cuentas algo. Puedes comenzar si quieres...
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Charlie P. Meyer
Ruedo los ojos pues sé que conoce bien el contrato jamás escrito o dicho en voz alta de los hermanos. Ese ese mismo que me obliga a hablar mal de las chicas que le rompan el corazón y a siempre pero siempre pelear con él por la última porción de pizza - Mis abogados esperarán la llamada - hasta donde sé todos tenemos al mismo abogado que nos cobra abrazos por sus servicios así que será algo complicado.

Las bromas vuelven y no se me ocurre como contra atacar inteligentemente así que simplemente le sigo el juego y me vuelvo la patita más odiosa de todo el lago. Hago cuac cuac y doy algunos picotazos en sus brazos aunque me termina soliendo la nariz luego de unos pocos - Y no creas que no le diré a mamá que la llamaste gansa - decido bromear con él y se me escapa una carcajada. Debo admitir que imaginar a Patrick y Jane como dos aves de plumaje blanco es algo gracioso.

Me encojo de hombros pues ese es el punto de todo esto ¿No? Aprender los trucos de los mayores y luego superarlos. Conseguir la información con los dados sería sencillo de Dave respetar el juego y de hecho los pruebo y un seis sale de inmediato, pero sé muy bien que eso no bastará para conseguir su honestidad así que accedo a lo segundo asintiendo con la cabeza. Debe ser algo impactante, digno de su información... No tengo nada así que no me queda más remedio que inventar.

-Hay un chico en la escuela que me gusta y creo que yo también le gusto porque el otro día me tiró del pelo ¡Tu turno!
Charlie P. Meyer
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Natural · Charlie P. Meyer IqWaPzg
Invitado
Invitado
-Mis abogados los llamarán- continúo para quedarme con la última palabra, esa que entre hermanos siempre estará en dispusta. No importa que tenga quince o veinticinco años, no me cansaré de ese tire y afloje con mi hermanita que comenzamos cuando ella aprendió a hablar, hablar tanto que me aturdía los oídos y me hacía reír con sus ocurrencias. La adoro a pesar de su complejo de bebé pato o bebé ganso, que me picotea el brazo así que la sujeto mas fuerte, riéndome por debajo de su cuak cuak bullicioso. -Shhhhh- digo en medio de una carcajada.-Despertarás a mamá y papá- le recuerdo. Acomodo mi mentón sobre su hombro y le hablo al oído para llegar a un acuerdo a cambio de su silencio, esta vez puedo prescindir de mi abogado, que de todas maneras llegará tarde si Chip elige el desayuno para contarle a mamá que dije que era una gansa. -Mañana haremos carrera de escobas todo lo que quieras si no se lo cuentas. Las vueltas que quieras- propongo. Casi siempre le pido detenernos a la quinta o sexta vuelta, hacer carreras no me divierte tanto como a su edad, y por más que lo intente, cada vez me cuesta más conectar con el niño que fui, aquel que creció con una familia que hacia de todo un juego entretenido y a quien su padre encantaba el dado para que siempre le saliera seis y se sintiera un ganador.

Observo a mi hermanita arrojar el suyo en un triunfo asegurado, quizá saberlo que lo es no lo hace tan placentero, pero ella sabrá darle otros usos. Si es trampa no me importa, también quiero que mi hermana siempre gane. Pero si es una competencia conmigo no se la pondré fácil, por eso espero que sea ella primera quien comparta un secreto. Mis cejas se disparan hacia arriba por la sorpresa y una sonrisa sacude mis labios. ¿Le gusta un niño? ¿A Charlotte Phillippa Meyer le gusta un niño? -Oh, oh- me regodeo. -Alguien anda dibujando corazoncitos-. Parezco un par de años menor que ella por bromear de ese modo. Recobro mi seriedad para mirarla fijo.- Pero, ¿cómo es eso de que te tira el pelo?-. Bien, yo tambien lo hago un par de veces con ella, tal vez debería dejar de hacerlo. En mi defensa diré que también tironea del mío cuando peleamos. Lo que me gusta es que un niño tonto cualquiera la esté molestando. -Debes estar con alguien que trate bien, Chip-. De manera inevitable pienso en mi caso,que vivo recibiendo tomatazos de la chica que me atrae. -Pues mira la coincidencia, y es que somos dos Meyer en este mundo suspirando por alguien- me mofo, en especial de mí. - También hay alguien para mi, una chica que me gusta y a la que le gusto, pero no quiere admitirlo porque quiere estar sola. Dime, Chip- me inclino un poco hacia ella. -¿Cómo hago para convencerla de que soy una oportunidad imperdible?- contengo una carcajada por mi exagerada arrogancia.
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Charlie P. Meyer
Hago una mueca y callo a mi alter ego pato porque olvidé por completo que mamá y papá están durmiendo. Quizás Dave no tenga problemas, pero no es conveniente para mí que me vean despierta a ésta hora, quizás no metan un castigo, pero estoy segura de que trasnochar no me saldrá gratis si se enteran. Sobre todo siendo que el día de mañana suena tan prometedor ¿Carreras de escobas? Tengo que cubrirme la boca para no lanzar un grito de emoción. Es mi actividad favorita en el mundo con mi persona favorita en el mundo ¡Será fantástico! - ¡Soy una tumba, soy una tumba, soy una tumba! - aseguro girando sobre mis talones para abrazarlo una vez más. Ésto es incluso mejor que el dado.

Ruedo los ojos cuando comienza a bromear pero no me arrepiento de mi mentira, surte efecto de inmediato. No pediré los detalles y estoy segura de que pedirlos tampoco me los daría así que debo ser inteligente para conseguir datos sobre ésta chica misteriosa... Quizás por ella Dave se va tantos días lo cual hace que me caiga mal sin siquiera conocerla ¿Cómo se atreve a robarme a mi hermano de esa forma?

- Tú tienes 23 y no sabes cómo conquistar a una chica pero ¿El niño de 12 debe decirme que le gusto sin tirarme el pelo? - pregunto cruzándome de brazos con una ceja en alto. A decir verdad, no tendría idea de qué hacer si alguien me gustara de verdad... Supongo que algún día tendré que preguntarle a mamá, aunque quizás ella tampoco sabe, después de todo... Su primer beso con papá fue como 8 años después de haberse conocido.

- Sí creo que eres una oportunidad increíble, no en cualquier sitio encuentras una cuñada como yo pero... - comienzo con una sonrisa de lado - ¿Por qué quiere estar sola? No suena a un problema menor, hay algo ahí - agrego con una mueca. No tengo mucha experiencia en el asunto, pero en Xoxo Witch cuando los romances no se dan de manera sencilla, es porque uno de los dos es un psicópata o hay un pasado oscuro - No quiero que salgas lastimado, hermano, cuídate.
Charlie P. Meyer
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Natural · Charlie P. Meyer IqWaPzg
Invitado
Invitado
Me rasco la nuca un poco avergonzado, me ha pillado en ese juego de comparaciones con un niño de doce años. ¿Debería hacer algo al respecto, no? Doy un poco de pena si mi hermana me hace ver que tengo las mismas habilidades que un niño para expresarle a una chica que me gusta. —Son casos diferentes— trato de defenderme. Sé que no me gusta que los niños se acerquen a Chip para maltratarla, que alguno tenga la desfachatez de decirle que lo hace porque le gusta. Mi situación es distinta, tenemos una relación de tira y afloje, ella no es particularmente simpática, yo puedo volverme insoportable a veces, pero sé que le gusto como ella me gusta a mí. De ahí mi dilema que consulto con Chip, me roba una sonrisa que se coloque como de las mejores razones por las cuáles alguien podría elegirme. Quiero demasiado a esta pequeña. Si tengo que pasar lista de por qué esta chica misteriosa quiere estar sola, no acabaría esta noche. —Sí lo hay…— murmuro más para mí que para que ella, a quien no puedo confiarle los motivos por los cuáles Chip nunca aceptaría ser su cuñada.

Me abrazo a ella mucho más fuerte, envolviendo todo su diminuto cuerpo. —Nadie se salva de que el corazón se le rompa una o dos veces en la vida— susurro cerca de su oído, acomodando mi mentón sobre su hombro. —Todos los corazones se sanan con el tiempo— agrego, porque quizás sea algo que le sirva recordar en un futuro, no quiero imprimir en ella una idea pesimista del amor, pero tampoco prometerle que no saldré lastimado de un sentimiento del que nadie sale ileso. —Todavía no tienes que preocuparte de eso, sino de dormir las horas necesarias para que vayas mañana a la escuela con todas tus lamparitas encendidas— la suelta y le doy un empujón. —Ya es tarde y debes descansar en vez de escuchar las penas de tu hermano mayor— sonrío para ella. Me pongo de pie para tomarla de los hombros, así encaminarla de regreso a la escalera. —Junta energías para esa carrera de escobas— me despido, esperando que subo los escalones para que pueda volver a mi cena improvisa. Se me queda atorado en la garganta decirle lo mucho que la quiero cuando la veo perderse de vista, y me queda confiar en que lo tendrá presente en todo momento, en especial en esos en que esté demasiado lejos para recordárselo.
Anonymous
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