OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Mayo
21:00 hs
21:00 hs
Recuerdo haber dicho en una podrida celda del mercado de esclavos que no soy un soldado. Hasta ahora jamás me había atrevido a confrontar a nadie y creo que fue lo más inteligente. No estoy preparado para ningún tipo de pelea y no tengo chances contra un poseedor de varita ¿En qué estaba pensando? Bueno, ese es el punto, no lo estaba haciendo en absoluto. Pero aquellas palabras por parte del hombre que abusó de mí durante tantos años simplemente me sacaron de mi eje, ya no pude ver más que color rojo y mis puños se cargaron de una fuerza que jamás había experimentado antes.
El tipo estaba con unos amigos a solo unas cuadras de la residencia de los Lackberg. Podría haber hecho las compras y retirarme pero ellos estaban ebrios y los gritos desde el callejón solo tardaron unos segundos en aparecer. Comenzaron con las típicas burlas hacia los muggles hasta que comenzaron a ponerse cada vez más personales, con respecto a mi ropa, mi andar y finalmente remarcando uno de aquellos hechos que ocurrió hace unos años y sus intenciones de repetirlo con cualquier esclavo con trasero decente que pueda encontrarse.
Allí fue cuando disparé el primer puñetazo. No sé como llegué hasta su posición ni tampoco qué maleficios me lanzaron luego de eso, de lo único de lo que soy consciente ahora es de que me encuentro con el cuerpo dolorido, algo de sangre en mi ceja e incapaz de mover mi brazo izquierdo. Podrían haber hecho cosas peores o llamar a los aurores pero entiendo por qué no lo hicieron... Puede que yo haya lanzado el primer golpe, pero involucrar al ministerio podría ponerlo en riesgo de muerte si decido hablar.
Así que llego como puedo a la casa de los Lackberg pues no me queda mas remedio que tratar mis propias heridas. Los señores no están en la casa así que eso me librará de responder preguntas, pero sé que Synnove está dando vueltas por algún lugar así que intento ser silencioso. Voy hasta el botiquín de primeros auxilios pero encuentro cosas inútiles, por supuesto, ellos utilizan magia para compensar los elementos faltantes.
-¿Señorita Lackberg? ¿Synnove? - llamo ya sin opción con la voz quebrada. Necesito ayuda y no hay nadie más que pueda dármela. Solo espero que no me obligue a reportar el altercado pues yo golpeé al hombre primero y estoy seguro de que siendo un muggle, la pena será igual que la del otro por abusar de mí hace años.
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Devuelvo todos los frascos con pastillas al compartimiento del espejo donde los encontré, en mi prisa se cae uno sobre el lavado y el sonido resuena tan alto contra mis oídos, que creo que se ha escuchado en todo el edificio. Es mi corazón que está latiendo furioso contra mi pecho, mi respiración son exhalaciones ahogadas al saberme a punto de ser pillada por mi madre. Saber que está mal hurgar entre sus cosas es lo que me hace suponer que es ella. ¿Desde cuando hago esto? No lo sé... ¿Hace un año? Puede que hace cuatro. Demasiado tiempo deambulando por esta casa, con la impunidad de estar sola. Cuento mis respiraciones para calmarme y coloco los frascos como creo que los vi al descubrirlos, y salgo del baño con un paso seguro. Llevo un par de horas en casa asi que cambié mi uniforme por una impoluta camisa blanca de mangas cortas y unos vaqueros, mis pies los tengo dentro de unas mullidas pantuflas también blancas.
Estoy a medio cruzar el dormitorio cuando escucho mi nombre al ser murmurado, buscándome en una dirección equivocada, asi que me apresuro al pasillo que conecta las habitaciones para encontrarme con un Sami lastimado y en sangre. El chillido que escapa de mis labios lo cubro con ambas manos, el sobresalto me hizo volver un paso atrás del umbral. -¿Qué te sucedió?- grito, estoy histerica al ver los morados en su piel oscura, señales de que alguien se ensañó con él y siento un nuevo tipo de indignación... ¡se ensañó con mi esclavo! Y ese inadecuado sentimiento de posesividad es casi tan fuerte como la necesidad de salir a su defensa. No creo que Sami haya hecho algo que merezca tal golpiza, jamás. ¡Jamás!.
Mis pasos apenas suenan por las pantuflas cuando en unos pocos estoy de pie a su lado, examinando su rostro con ojo compasivo mientras le sostengo la barbilla. -Ay, Sami. ¿Quién te hizo esto?- se me quiebra la voz al rozar la herida de su ceja con mi dedo índice. Vacilo sobre qué hacer porque nadie en esta casa se enferma siquiera, mi madre nunca me ha tenido que curar una rodilla raspada y si hay pastillas escondidas no son precisamente calmantes de ese tipo de dolor. Percibo que se sostiene en pie con inestabilidad y lo llevo hacia la cocina tomándolo del brazo. El corredor se hace interminable, hasta que llegamos a una de las banquetas metálicas y lo hago sentar echando presión sobre sus hombros. - Quedate ahi- le indico. Deslizo los dedos por mi cabello para echarlo hacia atrás en tanto pienso qué hacer. En el lavado mojo un trapo de tela con agua y de la heladera saca un trozo de carne. No se si esto funciona en verdad, lo vi en películas. Se lo paso a Sami para que se lo coloque sobre las zonas golpeadas de su rostro y yo me pongo a la tarea de limpiar donde veo sangre. -Lo siento, puedo recitarte algunas leyes de salud pero no tengo idea del trabajo de los medimagos- me disculpo.
Estoy a medio cruzar el dormitorio cuando escucho mi nombre al ser murmurado, buscándome en una dirección equivocada, asi que me apresuro al pasillo que conecta las habitaciones para encontrarme con un Sami lastimado y en sangre. El chillido que escapa de mis labios lo cubro con ambas manos, el sobresalto me hizo volver un paso atrás del umbral. -¿Qué te sucedió?- grito, estoy histerica al ver los morados en su piel oscura, señales de que alguien se ensañó con él y siento un nuevo tipo de indignación... ¡se ensañó con mi esclavo! Y ese inadecuado sentimiento de posesividad es casi tan fuerte como la necesidad de salir a su defensa. No creo que Sami haya hecho algo que merezca tal golpiza, jamás. ¡Jamás!.
Mis pasos apenas suenan por las pantuflas cuando en unos pocos estoy de pie a su lado, examinando su rostro con ojo compasivo mientras le sostengo la barbilla. -Ay, Sami. ¿Quién te hizo esto?- se me quiebra la voz al rozar la herida de su ceja con mi dedo índice. Vacilo sobre qué hacer porque nadie en esta casa se enferma siquiera, mi madre nunca me ha tenido que curar una rodilla raspada y si hay pastillas escondidas no son precisamente calmantes de ese tipo de dolor. Percibo que se sostiene en pie con inestabilidad y lo llevo hacia la cocina tomándolo del brazo. El corredor se hace interminable, hasta que llegamos a una de las banquetas metálicas y lo hago sentar echando presión sobre sus hombros. - Quedate ahi- le indico. Deslizo los dedos por mi cabello para echarlo hacia atrás en tanto pienso qué hacer. En el lavado mojo un trapo de tela con agua y de la heladera saca un trozo de carne. No se si esto funciona en verdad, lo vi en películas. Se lo paso a Sami para que se lo coloque sobre las zonas golpeadas de su rostro y yo me pongo a la tarea de limpiar donde veo sangre. -Lo siento, puedo recitarte algunas leyes de salud pero no tengo idea del trabajo de los medimagos- me disculpo.
El relato de lo que me sucedió es demasiado largo como para que mi caja torácica lo tolere. Intento comenzar pero me siento demasiado débil como para hacerlo, soy bastante pequeño comparado con otros hombres pero ahora me siento incluso más - Golpes, hechizos... Creo que hasta un cruciatus - logro pronunciar sintiendo la falta de aire... En momentos como éstos me arrepiento de haber fumado tantos cigarrillos a lo largo de mi vida, aunque aún así me gustaría tener uno entre mis labios ahora mismo.
- ¿Re...cuerda el hombre que le mencioné? El amigo del señor Fitzgibbons - me pregunto si ese hombre algún día se cansará de hacer de mi vida una miseria. Aún cuando creí que ya no lo vería nunca más en la vida, el destino nos ha vuelto a juntar... Que se pudra el destino - Estaba con un grupo, quise pelear contra todos - soy un idiota, lo sé. Podría haber vuelto a casa sin decir o hacer nada y mi única preocupación sería los pensamientos que rondarían mi cabeza por la noche por justamente haberme quedado de brazos cruzados.
Dejo que me guíe hasta la cocina y tomo el filete que me tiende para ponerlo sobre mi rostro. Nos sé si funciona pero al tenerlo tan cerca mi estómago comienza a gruñir - ¿Puedo comerlo luego? - pregunto pues dudo que quieran algo que haya estado pegado a mi cara y yo moriría por un trozo de carne, me odio a mi mismo por ello pero no puedo negarme... Claro que daré las gracias mentales por la vaca sacrificada para alimentarme.
- Creo que debería tomar un desinfectante y pasarlo sobre las heridas abiertas... El problema es que creo que tengo algunos huesos rotos - no sé como arreglar eso sin un hospital, podrían soldarse solos en la posición en la que están y luego caminaría como Quasimodo por el resto de mis días - ¿Hay algún hechizo para eso?
- ¿Re...cuerda el hombre que le mencioné? El amigo del señor Fitzgibbons - me pregunto si ese hombre algún día se cansará de hacer de mi vida una miseria. Aún cuando creí que ya no lo vería nunca más en la vida, el destino nos ha vuelto a juntar... Que se pudra el destino - Estaba con un grupo, quise pelear contra todos - soy un idiota, lo sé. Podría haber vuelto a casa sin decir o hacer nada y mi única preocupación sería los pensamientos que rondarían mi cabeza por la noche por justamente haberme quedado de brazos cruzados.
Dejo que me guíe hasta la cocina y tomo el filete que me tiende para ponerlo sobre mi rostro. Nos sé si funciona pero al tenerlo tan cerca mi estómago comienza a gruñir - ¿Puedo comerlo luego? - pregunto pues dudo que quieran algo que haya estado pegado a mi cara y yo moriría por un trozo de carne, me odio a mi mismo por ello pero no puedo negarme... Claro que daré las gracias mentales por la vaca sacrificada para alimentarme.
- Creo que debería tomar un desinfectante y pasarlo sobre las heridas abiertas... El problema es que creo que tengo algunos huesos rotos - no sé como arreglar eso sin un hospital, podrían soldarse solos en la posición en la que están y luego caminaría como Quasimodo por el resto de mis días - ¿Hay algún hechizo para eso?
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Los nervios se me crispan, mis manos tiemblan al saber lo que hicieron con Sami. Lo siento en mi pecho como una ofensa que raya en lo personal, al agredirlo a él, me han ofendido a mí también, porque no tolero el maltrato desalmado que es abuso. Y sé lo que han hecho con mi esclavo: lo han golpeado con malicia, tenía la intención más mezquina de hacerle daño. Ese tipo de acciones jamás las admitiré, y no me importa que los esclavos pertenezcan a un estrato social que está por debajo del nivel más bajo, la violencia será siempre juzgable en cualquier persona y no disculparé a un agresor. Me enerva saber que es el mismo hombre que abusó sexualmente de él cuando todavía vivía con su anterior amo, y quedamos casi a la misma altura, él doblado por el dolor y yo erguida por la indignación que me corroe.
—Eres un tonto, Sami— lo repruebo, las palabras salen de mis labios antes de que pueda detenerlas. Me siento enojada, principalmente hacia los otros, hacia él dirijo parte de rabia porque no alentaré una actitud de falso heroísmo o de buscar justicia por mano propia, cuando puedo me sobra imaginación para saber cómo acabaría eso. —Si ellos eran varios y tu uno solo, ¿qué crees que podrías lograr? ¡Ellos son magos! Tienen varita para hacerte daño y todos los derechos a su favor para que nadie los reprenda por esto—. Hago presión con el trapo en un labio partido, si se queja lo tendrá bien merecido por ser temerario. Cedo para no sonar tan dura:—Sí, podrás comerlo. Así tendrás fuerzas para recuperarte— suspiro.
Si es que tiene huesos rotos, no tengo idea de qué hacer. ¿Debería llevarlo al hospital? ¿Qué me asegura de que los sanadores no pasen de largo y lo dejen adolorido por horas esperando? La prioridad será siempre atender a los magos que llegan en urgencias. Y si los canallas que lo golpearon también van al hospital, no quiero pensar en un posible encuentro. Porque quiero creer que Sami habrá acertado con algún golpe. —Le enviaré una nota a mamá, ¿sí? Ella sabrá que hacer…—. No, no creo que eso sea cierto, pero es instintivo querer llamar a mamá si sucede algo así. ¿A quién más me tocaría acudir si algo malo en verdad me ocurre a mí? Supongo que Sami. Y ahora me toca a mí cuidarlo y soy una inútil. —Si hay hechizos, pero no los conozco— digo con un hilo de voz, — Puedo reparar cosas rotas con mi varita, no personas— meneo la cabeza. —Y no conozco a nadie que pueda ser de ayuda—. No entiendo cómo, estoy lagrimeando. Debe ser la sangre que voy limpiando de su rostro y vuelve a brotar de un rasguño en su labio, la impotencia que me genera verlo así.
—Eres un tonto, Sami— lo repruebo, las palabras salen de mis labios antes de que pueda detenerlas. Me siento enojada, principalmente hacia los otros, hacia él dirijo parte de rabia porque no alentaré una actitud de falso heroísmo o de buscar justicia por mano propia, cuando puedo me sobra imaginación para saber cómo acabaría eso. —Si ellos eran varios y tu uno solo, ¿qué crees que podrías lograr? ¡Ellos son magos! Tienen varita para hacerte daño y todos los derechos a su favor para que nadie los reprenda por esto—. Hago presión con el trapo en un labio partido, si se queja lo tendrá bien merecido por ser temerario. Cedo para no sonar tan dura:—Sí, podrás comerlo. Así tendrás fuerzas para recuperarte— suspiro.
Si es que tiene huesos rotos, no tengo idea de qué hacer. ¿Debería llevarlo al hospital? ¿Qué me asegura de que los sanadores no pasen de largo y lo dejen adolorido por horas esperando? La prioridad será siempre atender a los magos que llegan en urgencias. Y si los canallas que lo golpearon también van al hospital, no quiero pensar en un posible encuentro. Porque quiero creer que Sami habrá acertado con algún golpe. —Le enviaré una nota a mamá, ¿sí? Ella sabrá que hacer…—. No, no creo que eso sea cierto, pero es instintivo querer llamar a mamá si sucede algo así. ¿A quién más me tocaría acudir si algo malo en verdad me ocurre a mí? Supongo que Sami. Y ahora me toca a mí cuidarlo y soy una inútil. —Si hay hechizos, pero no los conozco— digo con un hilo de voz, — Puedo reparar cosas rotas con mi varita, no personas— meneo la cabeza. —Y no conozco a nadie que pueda ser de ayuda—. No entiendo cómo, estoy lagrimeando. Debe ser la sangre que voy limpiando de su rostro y vuelve a brotar de un rasguño en su labio, la impotencia que me genera verlo así.
No es la primera vez que un amo me llama tonto, pero en esta ocasión sé que es diferente... Claro que hice algo mal y por eso merezco la reprimenda, pero no es por haber arruinado algo, sino que por ello podría haberme arruinado a mi mismo. ¿Quiere decir que la señorita Lackberg se preocupa lo suficiente por mí? ¿O es solo desprecio general hacia cualquier persona que haga lo que esos matones hicieron? - Ese es el punto, Synnove - me tomo la libertad de llamarla por su nombre - Hay un mago con varita, listo para someternos, a la vuelta de cada esquina. Algunos son mas pacíficos que otros, pero hacer cualquier cosa que signifique libre albedrío me hará parecer un tonto pues siempre estaremos en desventaja. - comienzo a hablar de mi mismo y luego de los muggles en general, los esclavos.
- Gracias - agradezco el filete un poco más calmado. Antes no tenía estos arrebatos de furia, primero los golpes y ahora ésto... Y todo en una misma noche ¿Qué me está ocurriendo? Supongo que es por ciertas charlas que he tenido en el mercado de esclavos antes de volver al Capitolio. Tantos años aquí me habían hecho olvidar cómo era antes y lo que en verdad merecemos... No es solo tener un techo sobre nuestras cabezas y comida en nuestros estómagos, todos merecemos libertad, incluso más que muchas de las personas que andan a sus anchas por las calles de Neopanem.
Ruedo los ojos cuando dice que no conoce los hechizos ¿Qué demonios les enseñan en la escuela a los niños hoy en día? - Bueno, muchos no consideran a los esclavos más que cosas así que podría funcionar - ironizo levantando un hombro pero el dolor me hace callar rápidamente. Creo que ya ha sido demasiado, hora de tratar mis heridas en serio - Creo que conozco a alguien que podría ayudar... - recuerdo entonces.
Hubo una vez en el penthouse del señor Fitzgibbons que varios invitados quedaron al límite por haber consumido ciertas... cosas. Nadie podía enterarse así que no fueron llevados al médico, pero vino un sanador dispuesto a hacer su trabajo sin hacer preguntas - Pero quizás tendremos que fingir que no soy un esclavo, para que me atienda - es pedir demasiado.
- Gracias - agradezco el filete un poco más calmado. Antes no tenía estos arrebatos de furia, primero los golpes y ahora ésto... Y todo en una misma noche ¿Qué me está ocurriendo? Supongo que es por ciertas charlas que he tenido en el mercado de esclavos antes de volver al Capitolio. Tantos años aquí me habían hecho olvidar cómo era antes y lo que en verdad merecemos... No es solo tener un techo sobre nuestras cabezas y comida en nuestros estómagos, todos merecemos libertad, incluso más que muchas de las personas que andan a sus anchas por las calles de Neopanem.
Ruedo los ojos cuando dice que no conoce los hechizos ¿Qué demonios les enseñan en la escuela a los niños hoy en día? - Bueno, muchos no consideran a los esclavos más que cosas así que podría funcionar - ironizo levantando un hombro pero el dolor me hace callar rápidamente. Creo que ya ha sido demasiado, hora de tratar mis heridas en serio - Creo que conozco a alguien que podría ayudar... - recuerdo entonces.
Hubo una vez en el penthouse del señor Fitzgibbons que varios invitados quedaron al límite por haber consumido ciertas... cosas. Nadie podía enterarse así que no fueron llevados al médico, pero vino un sanador dispuesto a hacer su trabajo sin hacer preguntas - Pero quizás tendremos que fingir que no soy un esclavo, para que me atienda - es pedir demasiado.
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Los segundos transcurren entre nosotros como gotas de agua que caen de la canilla para golpear contra el lavado, aguardo para responder a lo que acaba de decirme, y cuando lo hago es para preguntar: —¿Crees que no lo sé?—. Estoy encerrada en este piso de lujo, en un colegio elitista, en mis bocetos o en mis fantasías, casi todos los días de mi vida. Eso no me salvó de echar una mirada a realidades que son diferentes a la mía y que esos encuentros me sensibilizaran de un modo en que no deberían. Quizá sea porque mis padres no se esmeraron en sus enseñanzas sobre la supremacía de los magos, como en casi nada que supusiera pasar tiempo conmigo e implicara un robo de horas de dedicación a sus trabajos. —Sé que es injusto…— lo digo tan bajo, que tal vez no lo dije. Es solo un pensamiento latente, que pide ser liberado.
Su estado me pone al borde de los nervios, soy una estudiante de manual y los conflictos prácticos me exigen un temple que no he desarrollado. Estoy quebrándome en lo que puede desbordarse como un llanto, la mayor expresión de la impotencia que podemos sentir ciertas personas. Su sarcasmo me lastima, quiero hallar soluciones y admitir mi desconocimiento de hechizos de curación le da la oportunidad de continuar con su crítica a los magos y eso me incluye. —Yo no te veo como una cosa y creí que lo sabías— dar firmeza a esta réplica ayuda a que me trague el nudo en la garganta. Si pensara de esa manera, para mí sería más sencillo vivir en esta casa. Me acostumbro con facilidad a la presencia de alguien más, a su compañía silenciosa y propicio charlas, me siento sola en esta casa desde que tengo uso de mi consciencia y los esclavos son los que me dan esa noción de realidad, para no acabar hablando con mi espejo o amigos imaginarios.
Y por supuesto que haría lo posible por ver a Sami curado de sus heridas, se vuelve una prioridad a pesar del riesgo que implican sus últimas palabras. —Creo que eso está penado en alguna parte de nuestra constitución— musito. Un esclavo no puede fingir no serlo, por eso están obligados a un atuendo que los diferencia entre las multitudes, un pobre uniforme para marcarlos. Es sabido que hay amos que también eligen otras formas. Me paraliza el conflicto de ser parte de esa farsa. —¿Dónde podemos encontrar a este sanador?— pregunto con cautela, es mi aceptación a su idea por descabellada que sea y es que para expiar un poco viejas culpas, me siento responsable de Sami.
Su estado me pone al borde de los nervios, soy una estudiante de manual y los conflictos prácticos me exigen un temple que no he desarrollado. Estoy quebrándome en lo que puede desbordarse como un llanto, la mayor expresión de la impotencia que podemos sentir ciertas personas. Su sarcasmo me lastima, quiero hallar soluciones y admitir mi desconocimiento de hechizos de curación le da la oportunidad de continuar con su crítica a los magos y eso me incluye. —Yo no te veo como una cosa y creí que lo sabías— dar firmeza a esta réplica ayuda a que me trague el nudo en la garganta. Si pensara de esa manera, para mí sería más sencillo vivir en esta casa. Me acostumbro con facilidad a la presencia de alguien más, a su compañía silenciosa y propicio charlas, me siento sola en esta casa desde que tengo uso de mi consciencia y los esclavos son los que me dan esa noción de realidad, para no acabar hablando con mi espejo o amigos imaginarios.
Y por supuesto que haría lo posible por ver a Sami curado de sus heridas, se vuelve una prioridad a pesar del riesgo que implican sus últimas palabras. —Creo que eso está penado en alguna parte de nuestra constitución— musito. Un esclavo no puede fingir no serlo, por eso están obligados a un atuendo que los diferencia entre las multitudes, un pobre uniforme para marcarlos. Es sabido que hay amos que también eligen otras formas. Me paraliza el conflicto de ser parte de esa farsa. —¿Dónde podemos encontrar a este sanador?— pregunto con cautela, es mi aceptación a su idea por descabellada que sea y es que para expiar un poco viejas culpas, me siento responsable de Sami.
La señorita Lackberg me ha demostrado en el poco tiempo que llevamos conociéndonos que no es como los magos a los que guardo tanto desprecio. Se ha preocupado por mí desde el primer momento, mostrando empatía cuando le comenté mi historia. La señora de la casa ha tenido en cuenta mis opiniones y estoy bastante seguro de que el señor Lackberg se ríe de ciertas cosas que hago que bien podrían desatar un reto por su parte, como si disfrutara tenerme allí de huésped, no de esclavo. No me han dado razones para enfadarme con ellos pero por alguna razón siento la necesidad de meterlos en la misma bolsa... No, no debo hacerlo. No todos los magos son malos y mis actitudes no deben darles el derecho de decir que hay esclavos que sí lo son.
- Lo sé, lo sé... Y lo aprecio - respondo ya calmándome un poco. Siento como el calor de mis mejillas comienza a disminuir y mi tono muscular a relajarse, al parecer no era todo tumefacción por los golpes, había ira retenida también - Perdón por haber explotado, sé que tiene la intención de ayudar - me corrijo cerrando los ojos para concentrarme. Aquí hay un enemigo, pero no está en esta casa, y con mala actitud no arreglaré nada pues esclavos malhumorados sobran, yo solo intento ser productivo.
Tras explicar mi plan y escuchar que es bastante ilegal siento algo de culpa pues si nos atrapan traerá una gran cantidad de problemas a Synnove más allá de que signifique mi propia muerte. Pero las cosas podrían salir bien y yo podría salir vivo de ésta, la opción es una muerte dolorosa en mi cama y la verdad no me agrada para nada - Solo debe enviar un mensaje al hospital diciendo que el señor Handed está listo para la consulta de las ocho y espera al sanador de siempre - al menos ese es el mensaje que me hicieron enviar aquella vez y el sanador estuvo en menos de cinco minutos presente en la puerta.
Pero hay otras cosas que planear a parte de eso, como por ejemplo mi nombre pues no hay ninguna familia Zakaria ni mucho menos un mago llamado Sami, o mi relación con los Lackberg ¿Por qué estoy en su casa todo golpeado a ésta hora? ¿Quién me ha golpeado? Puede que el tipo no haga preguntas pero quedarnos callados durante el tiempo que lleve la consulta será sospechoso - ¿Podemos decir que soy su primo que cultiva maiz en lo que queda del distrito 9?
- Lo sé, lo sé... Y lo aprecio - respondo ya calmándome un poco. Siento como el calor de mis mejillas comienza a disminuir y mi tono muscular a relajarse, al parecer no era todo tumefacción por los golpes, había ira retenida también - Perdón por haber explotado, sé que tiene la intención de ayudar - me corrijo cerrando los ojos para concentrarme. Aquí hay un enemigo, pero no está en esta casa, y con mala actitud no arreglaré nada pues esclavos malhumorados sobran, yo solo intento ser productivo.
Tras explicar mi plan y escuchar que es bastante ilegal siento algo de culpa pues si nos atrapan traerá una gran cantidad de problemas a Synnove más allá de que signifique mi propia muerte. Pero las cosas podrían salir bien y yo podría salir vivo de ésta, la opción es una muerte dolorosa en mi cama y la verdad no me agrada para nada - Solo debe enviar un mensaje al hospital diciendo que el señor Handed está listo para la consulta de las ocho y espera al sanador de siempre - al menos ese es el mensaje que me hicieron enviar aquella vez y el sanador estuvo en menos de cinco minutos presente en la puerta.
Pero hay otras cosas que planear a parte de eso, como por ejemplo mi nombre pues no hay ninguna familia Zakaria ni mucho menos un mago llamado Sami, o mi relación con los Lackberg ¿Por qué estoy en su casa todo golpeado a ésta hora? ¿Quién me ha golpeado? Puede que el tipo no haga preguntas pero quedarnos callados durante el tiempo que lleve la consulta será sospechoso - ¿Podemos decir que soy su primo que cultiva maiz en lo que queda del distrito 9?
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Froto mis manos con nerviosismo y recargo mi cadera contra el borde de la mesada, con la cabeza gacha, el cabello pálido cubriendo parcialmente la expresión apesadumbrada de mi rostro. —No puedo evitar encariñarme, Sami. Lo intento, pero no lo logro. Y se siente como si todas las personas que me rodean fueran las equivocadas para encariñarme…— musito, es un pensamiento que necesito ponerlo en voz alta. Busco el contacto de afecto con otra persona, como quien anhela una manta cuando tiene frío y son muchos los años en que me sentí dentro de una esfera, atrapada en un invierno personal. Ninguno de mis intentos prospera. Mis padres me decepcionan al no recibir respuesta de parte de ellos, los esclavos se vuelven mis compañías incondicionales y eso confunde las líneas de lo correcto y establecido por la ley, en el colegio peco por mi arrogancia sobre lo que está bien o lo que está mal. Poner mi aprecio en las personas equivocadas implica que al final de todo, acabe sola otra vez. —Quiero ayudarte, sinceramente…
Y por ello, estoy dispuesta a tomar el teléfono, dar el mensaje que me pide que memorice, confiar en que se presentará alguien y que el día acabará con un engaño victorioso. Estrujo mis dedos por los nervios que me tienen con el pecho oprimido, pese a que mi determinación no flaquea. —El señor Handed, entendido — me tiembla un poco la voz y tengo que tragar el nudo que se formó en mi garganta. Palpo los bolsillos de mi pantalón buscando mi teléfono y al no encontrarlo me muestro desorientada. Mis ojos encuentran el teléfono que tenemos en la cocina, camino vacilante hasta el aparato y cuando tomo el tubo con una de mis manos no siento su peso. Tardo en comprender su pregunta por culpa de mi estado y al final sonrío. —Podemos hacerlo— acepto. —Eres el primer primo Schumer que conozco —. Es el apellido de soltera de mi madre que leí en ciertos papeles, por más que nunca sea mencionado en casa. Dudo en llamar, hay muchas razones por las que esto puede salir mal. —Iremos a la habitación de papá y te pondrás algunas de sus ropas, ¿sí? — son muchos los detalles que pueden delatarnos.
Y por ello, estoy dispuesta a tomar el teléfono, dar el mensaje que me pide que memorice, confiar en que se presentará alguien y que el día acabará con un engaño victorioso. Estrujo mis dedos por los nervios que me tienen con el pecho oprimido, pese a que mi determinación no flaquea. —El señor Handed, entendido — me tiembla un poco la voz y tengo que tragar el nudo que se formó en mi garganta. Palpo los bolsillos de mi pantalón buscando mi teléfono y al no encontrarlo me muestro desorientada. Mis ojos encuentran el teléfono que tenemos en la cocina, camino vacilante hasta el aparato y cuando tomo el tubo con una de mis manos no siento su peso. Tardo en comprender su pregunta por culpa de mi estado y al final sonrío. —Podemos hacerlo— acepto. —Eres el primer primo Schumer que conozco —. Es el apellido de soltera de mi madre que leí en ciertos papeles, por más que nunca sea mencionado en casa. Dudo en llamar, hay muchas razones por las que esto puede salir mal. —Iremos a la habitación de papá y te pondrás algunas de sus ropas, ¿sí? — son muchos los detalles que pueden delatarnos.
Respiro profundo y le dedico una sonrisa. Quizás no se está encariñando conmigo del modo que lo hizo con mi predecesor, pero aún así es peligroso para ella. Es joven, aún tiene muchas cosas que vivir y comprender... Puede que ella tenga magia pero dudo que pueda hacer algo para cambiar el modo en el que son las cosas. Lo que me queda es resignarme y agradecer por estar con ésta familia antes que en cualquier otro lugar. Después de todo ya tengo casi 34 años ¿Cuántos más me faltan? Llevo más siendo un esclavo que libre, he vivido enfermedades, golpes, quien sabe qué veneno corre por mis venas esperando para activarse. Jamás he visto un esclavo viejo, no. Si ya ahora soy inútil en una pelea, no quiero ni imaginarme en un par de años más - Gracias pero no creo que puedas ayudarme... Solo me quejo, las cosas son así - a veces pienso que hasta podría ser bipolar, o quizás solo soy demasiado incontrolable cuando estoy enojado.
Veo como toma el teléfono dubitativa e intento poner mi mejor cara para darle ánimos. Aquella vez no hubo preguntas y bien podría haber atendido a un esclavo sin darse cuenta de ello ¿Por qué habría de ser diferente ahora? Todo estará bien y más con el magnífico plan que tiene - ¿La ropa del señor Lackberg? Estoy seguro de que soñé con eso más de una noche - confieso con una genuina sonrisa. En realidad creo que me quedará algo bastante grande, pero puedo arreglarlo aún con un brazo machucado ¡Soy Sami Zakaria, agente especial de la moda!
Me levanto del taburete e intento no mover todo eso que me duele, así que voy a paso lento en dirección a la habitación de Ivar. Estoy seguro de que me mataría de enterarse que hice algo por el estilo, o no... Aun no logro descifrarlo del todo. Nunca ha dicho algo en contra de los esclavos, tampoco ha mostrado desagrado hacia mí pero tampoco se muestra amigable y todo en su forma de ser parece ser igual a los demás funcionarios - Emmm... Synnove, dudo poder subir las escaleras.
Veo como toma el teléfono dubitativa e intento poner mi mejor cara para darle ánimos. Aquella vez no hubo preguntas y bien podría haber atendido a un esclavo sin darse cuenta de ello ¿Por qué habría de ser diferente ahora? Todo estará bien y más con el magnífico plan que tiene - ¿La ropa del señor Lackberg? Estoy seguro de que soñé con eso más de una noche - confieso con una genuina sonrisa. En realidad creo que me quedará algo bastante grande, pero puedo arreglarlo aún con un brazo machucado ¡Soy Sami Zakaria, agente especial de la moda!
Me levanto del taburete e intento no mover todo eso que me duele, así que voy a paso lento en dirección a la habitación de Ivar. Estoy seguro de que me mataría de enterarse que hice algo por el estilo, o no... Aun no logro descifrarlo del todo. Nunca ha dicho algo en contra de los esclavos, tampoco ha mostrado desagrado hacia mí pero tampoco se muestra amigable y todo en su forma de ser parece ser igual a los demás funcionarios - Emmm... Synnove, dudo poder subir las escaleras.
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Mis labios se fruncen en un gesto que los vuelve más finos, casi invisibles. No puedo hacer nada para ayudarlo en general, nada que pueda romper con la impunidad de recibir la paliza de un abusador. La impotencia choca con la rabia en mi fuero interno, siento pena de ser una persona con poco poder para hacer algo respecto, y al mismo tiempo, el resentimiento persistirá para que quiera hacer algo. Porque puedo hacerlo, ¿no? Seré algún día alguien importante dentro del ministerio, por nacimiento me corresponde una posición de derechos y privilegios, desde los cuales podré hacer algo más que solo... quejarme. Meneo la cabeza cuando Sami se resigna a ello. —Por ahora—. No creo que entienda que me refiero a que esta situación podría cambiar, conservo la esperanza de que será así.
Unas pocas ropas prestadas logran que se muestre un poco más animado, pese a que es parte de un plan pensado para que el sanador que pido con mi llamada, no lo reconozca como un esclavo. Su humor consigue que me relaje un poco al acabar la conversación telefónica que me tenía tensa, y sonrio a su espalda cuando emprende el camino a la habitación de mi padre. En un pestañeo estoy colocándome debajo de su brazo y sosteniéndolo con una mano apoyada con suavidad en su espalda para que no se derrumbe por su debilidad. —Te ayudaré—le aviso, para que no avance un paso más sin mí y miro la escalera con desconfianza. No podrá subir más de tres escalones.
—Tu espérame aquí—pido, acomodándolo en el borde del sillón de la sala. Me desprendo con cuidado del agarre y con mis pies descalzos subo los peldaños a prisa en saltos largos, para volver al cabo de unos minutos con una menuda pila de pantalones de pijama y camisetas. Podría haber traído uno de los muchos trajes de papá para gusto de Sami, de hecho había más camisas de los tonos más variados que podía suponer que existían en ropa para hombres -la gama de azules es impresionante e infinita-, y encontrar alguna camiseta fue toda una hazaña que resolví en minutos al abrir un último cajón. Pero con la visita de un sanador, ¿en serio podía vestirlo con traje sobre sus heridas de la pelea? —Puedes esperar aquí al medimago, moviéndote lo menos posible— explico y coloco las prendas a su lado en el sofá. —Yo esconderé tu ropa— susurro, pese a que estamos los dos y no hay nadie más que pueda escuchar nuestro plan. Miro dos veces a la muda de repuesto y pregunto: —¿Quieres que te ayude?—. Trato de que no se me vea incómoda, así que hablo con un tono serio. —No tengo problemas en hacerlo, en serio—. Está lastimado, no puedo imaginar lo que le dolerán las costillas si tiene que pasar los brazos por las mangas.
Unas pocas ropas prestadas logran que se muestre un poco más animado, pese a que es parte de un plan pensado para que el sanador que pido con mi llamada, no lo reconozca como un esclavo. Su humor consigue que me relaje un poco al acabar la conversación telefónica que me tenía tensa, y sonrio a su espalda cuando emprende el camino a la habitación de mi padre. En un pestañeo estoy colocándome debajo de su brazo y sosteniéndolo con una mano apoyada con suavidad en su espalda para que no se derrumbe por su debilidad. —Te ayudaré—le aviso, para que no avance un paso más sin mí y miro la escalera con desconfianza. No podrá subir más de tres escalones.
—Tu espérame aquí—pido, acomodándolo en el borde del sillón de la sala. Me desprendo con cuidado del agarre y con mis pies descalzos subo los peldaños a prisa en saltos largos, para volver al cabo de unos minutos con una menuda pila de pantalones de pijama y camisetas. Podría haber traído uno de los muchos trajes de papá para gusto de Sami, de hecho había más camisas de los tonos más variados que podía suponer que existían en ropa para hombres -la gama de azules es impresionante e infinita-, y encontrar alguna camiseta fue toda una hazaña que resolví en minutos al abrir un último cajón. Pero con la visita de un sanador, ¿en serio podía vestirlo con traje sobre sus heridas de la pelea? —Puedes esperar aquí al medimago, moviéndote lo menos posible— explico y coloco las prendas a su lado en el sofá. —Yo esconderé tu ropa— susurro, pese a que estamos los dos y no hay nadie más que pueda escuchar nuestro plan. Miro dos veces a la muda de repuesto y pregunto: —¿Quieres que te ayude?—. Trato de que no se me vea incómoda, así que hablo con un tono serio. —No tengo problemas en hacerlo, en serio—. Está lastimado, no puedo imaginar lo que le dolerán las costillas si tiene que pasar los brazos por las mangas.
Me gustaría decir que el agarre de la rubia ha sido de ayuda, pero ni bien siento su ligero toque sobre mi espalda siento que hay algo dentro de mi torso que está apuñalando mis órganos. Quizás no literalmente pero así se siente así que me cuesta ocultar el gesto de dolor. Así que agradezco en silencio cuando se ofrece a ir a buscar las cosas ella sola y aguardo donde me acomoda sosteniéndome del borde del sillón como si mi vida dependiera de ello.
Minutos más tarde llega con un conjunto pijama, lo cual es bastante decepcionante y no me contengo de darle una miradita reprobatoria. Estratégicamente creo que es lo más conveniente, si a uno le dan una paliza busca estar con la ropa más cómoda posible para tolerar el dolor, no aprovecha la oportunidad para usar el traje gris platino pegado al cuerpo con gemelos de plata y corbata negra con el encantamiento lumus bordado a un costado con letra cursiva que el señor Lackberg guarda en el la segunda puerta del armario colgado a la derecha contra la pared.
Comienzo a quitarme a ropa y el dolor aparece rápidamente, dudo poder hacerlo solo sin llorar pero no quiero importunar a Synnove pidiéndole ayuda. Además, si sus padres aparecieran por alguna razón ahora mismo la situación sería de lo más confusa y estoy seguro de que ni me dejarían explicar antes de enviarme de nuevo al mercado. Aunque, pensándolo mejor, de a dos podremos hacerlo más rápido, disminuyendo la franja de tiempo de que nos atrapen.
- De a cuerdo - digo estirando uno de mis brazos para que me ayude con mi vestimenta. Debo admitir que me da un poco de vergüenza que vea mi cuerpo flacucho, más aun cuando está lleno de moretones, pero debo ocultar toda clase de incomodidad pues, a los ojos de los demás, yo no me preocupo por esas cosas. Quizás no tenga cicatrices en la espalda como otros esclavos, pero las mías están por dentro y por suerte se pueden ocultar.
Minutos más tarde llega con un conjunto pijama, lo cual es bastante decepcionante y no me contengo de darle una miradita reprobatoria. Estratégicamente creo que es lo más conveniente, si a uno le dan una paliza busca estar con la ropa más cómoda posible para tolerar el dolor, no aprovecha la oportunidad para usar el traje gris platino pegado al cuerpo con gemelos de plata y corbata negra con el encantamiento lumus bordado a un costado con letra cursiva que el señor Lackberg guarda en el la segunda puerta del armario colgado a la derecha contra la pared.
Comienzo a quitarme a ropa y el dolor aparece rápidamente, dudo poder hacerlo solo sin llorar pero no quiero importunar a Synnove pidiéndole ayuda. Además, si sus padres aparecieran por alguna razón ahora mismo la situación sería de lo más confusa y estoy seguro de que ni me dejarían explicar antes de enviarme de nuevo al mercado. Aunque, pensándolo mejor, de a dos podremos hacerlo más rápido, disminuyendo la franja de tiempo de que nos atrapen.
- De a cuerdo - digo estirando uno de mis brazos para que me ayude con mi vestimenta. Debo admitir que me da un poco de vergüenza que vea mi cuerpo flacucho, más aun cuando está lleno de moretones, pero debo ocultar toda clase de incomodidad pues, a los ojos de los demás, yo no me preocupo por esas cosas. Quizás no tenga cicatrices en la espalda como otros esclavos, pero las mías están por dentro y por suerte se pueden ocultar.
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Asiento con la barbilla seriamente, pretendo tomar esto con la consideración que se merece su condición. Puedo ser una profesional, ¿de qué? No lo sé. Hasta ahora nunca tomé ninguna de esas clases de arte en las que estudiamos la anatomía humana con un modelo en la sala, y como mis retratos son mujeres, lo que conozco de cuerpos masculinos pasa mucho por lo que vemos en las series y cierta escena particular de Jerek Grimm fue de las mejores para hacerme una idea. Al verlo mis pensamientos siguieron un curso muy diferente a este momento, en el que al revelar las heridas de Sami en su piel, el corazón se me estremece y mi mirada recorre su espalda para un reconocimiento de cada golpe. Mis dedos tiemblan por los nervios, no lo voy a negar, y espero que pasen desapercibidos por el esfuerzo que requiere sacarlo de su ropa y las punzadas de dolor que debe sentir. —Lo siento— murmuro, cuando creo que he sido un poco brusca al colocarle la camiseta del pijama, a pesar de la lentitud con la que me muevo y el cuidado desmedido que tengo.
Fuerzo a mi semblante a que se mantenga impávido cuando tengo que quitar su pantalón, el tener que agachar mi rostro no logra esconder del todo el sonrojo que me está subiendo por el cuello hasta llenar mis mejillas. Esto de tener una piel transparente es un inconveniente grave, mi mente se ubica en la situación, pero hay reacciones que me superan. Hago mi mejor imitación de una enfermera diligente al pasar el pantalón de repuesto por sus piernas y busco su ayuda para acomodarlo hasta su cadera. Tengo que aclarar mi garganta al acabar la tarea, y me quedo inmóvil por un segundo, en vez de retirarme para abandonar su espacio personal, me muevo para sentarme a su lado, tal vez más cerca de lo que debería. No sé si es por él o por mí, quiero hacerle ver que esto no me incomoda. El que necesite calmar el calor de mi rostro con mis manos es un detalle menor. —Estás muy golpeado— susurro y paso saliva, mi vista está vuelta hacia abajo, a mis rodillas. —Tal vez no sea sanadora en un futuro, no hay mucho que pueda hacer por tus heridas ahora, en realidad— continuo. —Pero me gustaría hacer algo por ti, algo que acabe con la impunidad de los abusos y que nadie pueda volver a lastimarte…— sueno como una niña soñadora, lo sé. Pasar tanto tiempo encerrada en mi habitación me alimentó de sueños inocentes que no tienen una larga vida por fuera de esa burbuja.
Fuerzo a mi semblante a que se mantenga impávido cuando tengo que quitar su pantalón, el tener que agachar mi rostro no logra esconder del todo el sonrojo que me está subiendo por el cuello hasta llenar mis mejillas. Esto de tener una piel transparente es un inconveniente grave, mi mente se ubica en la situación, pero hay reacciones que me superan. Hago mi mejor imitación de una enfermera diligente al pasar el pantalón de repuesto por sus piernas y busco su ayuda para acomodarlo hasta su cadera. Tengo que aclarar mi garganta al acabar la tarea, y me quedo inmóvil por un segundo, en vez de retirarme para abandonar su espacio personal, me muevo para sentarme a su lado, tal vez más cerca de lo que debería. No sé si es por él o por mí, quiero hacerle ver que esto no me incomoda. El que necesite calmar el calor de mi rostro con mis manos es un detalle menor. —Estás muy golpeado— susurro y paso saliva, mi vista está vuelta hacia abajo, a mis rodillas. —Tal vez no sea sanadora en un futuro, no hay mucho que pueda hacer por tus heridas ahora, en realidad— continuo. —Pero me gustaría hacer algo por ti, algo que acabe con la impunidad de los abusos y que nadie pueda volver a lastimarte…— sueno como una niña soñadora, lo sé. Pasar tanto tiempo encerrada en mi habitación me alimentó de sueños inocentes que no tienen una larga vida por fuera de esa burbuja.
Sus mejillas enrojecidas no me pasan desapercibidas y aprovecho a sonreír con ternura cuando agacha su cabeza. Bueno, al parecer no es necesario que sienta vergüenza por mi cuerpo ya que ella tiene suficiente para los dos. Quizás, en algunos años, podamos tener la confianza para que estas cosas no ocurran, convertirnos en amigos y así ayudarla a prepararse cuando tenga una cita o que tenga en cuenta mi opinión a la hora de elegir la ropa interior. Ya el tiempo lo dirá.
Una vez cambiado dejo que el aire que estaba conteniendo en mis pulmones se escape, no sé por qué lo estaba conteniendo, supongo que esperaba que actúe como una suerte de amortiguador por si algún golpe externo llegaba - Gracias - murmuro y la observo de lado cuando se sienta a mi lado, quizás no se la ve tan incómoda como antes pero aun percibo un poco de tensión así que le doy un empujón, leve, con mi hombro y sonrío. En ésta ocasión se me da bastante bien ocultar el dolor que me causa tan minúsculo movimiento.
Sus palabras me hacen sonreír de una forma distinta, estoy seguro de que logrará algo en el futuro si se lo propone... Con los padres que tiene, podría decirse que conseguir lo que quiere está en sus venas, y estoy seguro de que tendrá ayuda para eso pues resulta que hay mucha gente en contra de los abusos hacia los esclavos - Confío en que lo hará y si no llega a salvar a mi generación estoy seguro de que lo hará con la próxima - hablo en serio, quizás no con mis hijos porque es obvio que jamás llegaré a tenerlos, pero hay muchos niños en el mercado que necesitan ayuda - De todas formas, hace lo suficiente para mí tratándome como me trata... Gracias de nuevo - agrego justo cuando se escucha un golpeteo en la puerta, debe ser el sanador - Hora del show.
Una vez cambiado dejo que el aire que estaba conteniendo en mis pulmones se escape, no sé por qué lo estaba conteniendo, supongo que esperaba que actúe como una suerte de amortiguador por si algún golpe externo llegaba - Gracias - murmuro y la observo de lado cuando se sienta a mi lado, quizás no se la ve tan incómoda como antes pero aun percibo un poco de tensión así que le doy un empujón, leve, con mi hombro y sonrío. En ésta ocasión se me da bastante bien ocultar el dolor que me causa tan minúsculo movimiento.
Sus palabras me hacen sonreír de una forma distinta, estoy seguro de que logrará algo en el futuro si se lo propone... Con los padres que tiene, podría decirse que conseguir lo que quiere está en sus venas, y estoy seguro de que tendrá ayuda para eso pues resulta que hay mucha gente en contra de los abusos hacia los esclavos - Confío en que lo hará y si no llega a salvar a mi generación estoy seguro de que lo hará con la próxima - hablo en serio, quizás no con mis hijos porque es obvio que jamás llegaré a tenerlos, pero hay muchos niños en el mercado que necesitan ayuda - De todas formas, hace lo suficiente para mí tratándome como me trata... Gracias de nuevo - agrego justo cuando se escucha un golpeteo en la puerta, debe ser el sanador - Hora del show.
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