OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
¿Qué ficha moverás?
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Tengo los ojos irritados por las horas que pasé examinando las muestras y cuando se va el último de los científicos con los que comparto el invernadero improvisado que tenemos entre cuatros paredes de cristal, puedo recostarme contra el espaldar de mi silla y frotar mis párpados para aliviar la molestia. Todo mi cabello rojizo está sujeto en lo alto de mi coronilla en un nudo que me deja la mayor parte de los mechones fuera, un desorden que rodea mi rostro y me hace parecer una desaliñada a pesar de que no tengo ni un botón de mi ropa fuera de lugar. Falta poco para que las luces se vayan apagando, indicación de que las horas laborables se están acabando y es como si estuviera contrarreloj, la presión me motiva para agilizar mis movimientos y que mi mente elabore respuestas más rápidas.
Entonces sucede, todo queda claro. El tablero suspendido en el aire que llevaba rato teniendo toda mi concentración para estudiar la muestra vegetal, se desvanece con un movimiento de mi varita y corro hacia la pecera donde está la brizna robustecida y aparentemente inocente que trajeron de una granja del distrito 9. Así como lo hacía con los cultivos, estos últimos días noté su extraño comportamiento con las plantas que tengo aquí. —Te pillé, ladrona— la acuso, golpeando el cristal de la pecera con mi dedo índico. Comparto la emoción de mi hallazgo con la primera persona que atraviesa la puerta del laboratorio y que resulta ser casualmente nuestra joven jefa del departamento. —¡Lo descubrí, Annie! ¡Roba los genes de las otras plantas!— exclamo con la sensación de triunfo que me durará un día, al siguiente tendré algo nuevo en lo que pensar.
Tomo la pecera de la sospechosa del delito entre mis manos para llevarla conmigo a la silla y sostenerla en mi regazo, soy una madre de vegetales capaz de perdonarles todos sus crímenes, porque me encuentro emocionada de poder explicarle a Annie que no tiene idea de lo que le hablo, sobre el talento extraordinario de mi niña. —Esta pequeña es una arribista en su evolución. Si se relacionara con alguien de su propia especie, su descendencia seguiría siendo de las más débiles. Y puesto que las otras especies no la consideran un buen partido y no se reproducirían con ella, a la niña se le ocurrió empezar a robar genes y falsificarlos. Pero es una boba en algunas de sus elecciones— reprendo a la planta que tengo acunada en mis manos y cerca de mi nariz. Bajo la pecera a mis rodillas para poder ver a mi colega y recuerdo que tengo el cabello hecho un desastre. Libero mis manos para poder peinar mis ondas sobre mis hombros, quiero recuperar un poco de mi porte profesional. — ¿Todavía estás aquí tan tarde? ¿Estás ocupada con algo?— pregunto. Soy parte del club nocturno de los adictos al trabajo algunas veces y no me sorprende cuando alguien de mi profesión renuncia a lo poco de vida social o familiar que tiene para insistir en sus investigaciones.
Entonces sucede, todo queda claro. El tablero suspendido en el aire que llevaba rato teniendo toda mi concentración para estudiar la muestra vegetal, se desvanece con un movimiento de mi varita y corro hacia la pecera donde está la brizna robustecida y aparentemente inocente que trajeron de una granja del distrito 9. Así como lo hacía con los cultivos, estos últimos días noté su extraño comportamiento con las plantas que tengo aquí. —Te pillé, ladrona— la acuso, golpeando el cristal de la pecera con mi dedo índico. Comparto la emoción de mi hallazgo con la primera persona que atraviesa la puerta del laboratorio y que resulta ser casualmente nuestra joven jefa del departamento. —¡Lo descubrí, Annie! ¡Roba los genes de las otras plantas!— exclamo con la sensación de triunfo que me durará un día, al siguiente tendré algo nuevo en lo que pensar.
Tomo la pecera de la sospechosa del delito entre mis manos para llevarla conmigo a la silla y sostenerla en mi regazo, soy una madre de vegetales capaz de perdonarles todos sus crímenes, porque me encuentro emocionada de poder explicarle a Annie que no tiene idea de lo que le hablo, sobre el talento extraordinario de mi niña. —Esta pequeña es una arribista en su evolución. Si se relacionara con alguien de su propia especie, su descendencia seguiría siendo de las más débiles. Y puesto que las otras especies no la consideran un buen partido y no se reproducirían con ella, a la niña se le ocurrió empezar a robar genes y falsificarlos. Pero es una boba en algunas de sus elecciones— reprendo a la planta que tengo acunada en mis manos y cerca de mi nariz. Bajo la pecera a mis rodillas para poder ver a mi colega y recuerdo que tengo el cabello hecho un desastre. Libero mis manos para poder peinar mis ondas sobre mis hombros, quiero recuperar un poco de mi porte profesional. — ¿Todavía estás aquí tan tarde? ¿Estás ocupada con algo?— pregunto. Soy parte del club nocturno de los adictos al trabajo algunas veces y no me sorprende cuando alguien de mi profesión renuncia a lo poco de vida social o familiar que tiene para insistir en sus investigaciones.
La alarma de mi celular suena con un recordatorio para dentro de quince minutos y me toma por sorpresa ya que estaba convencida de que al menos debían faltar dos días para eso. Tras chequear el calendario lunar que tengo en el escritorio corroboro que, como era de esperar, mi celular está en lo correcto y han pasado veintiocho días exactos desde que coloqué la alarma.
Haciendo girar la silla, me estiro hasta alcanzar uno de los cajones que se encuentra detrás de mi escritorio y al abrirlo, no tardo en encontrar las tijeras y el pequeño kit de limpieza que tenía para esas ocasiones. Cierro con cuidado el cajón y, dejando los objetos sobre mi escritorio, me paro y atravieso la habitación hasta buscar un pequeño tubo de ensayo del muestrario que tengo en la vitrina. Era la última muestra que tenía, así que eso significaba que, sí tenía suerte, este sería el último mes que tendría que repetir el tedioso proceso.
Dejando escapar un suspiro, tomo mi pequeño botín y me dirijo al pequeño invernadero improvisado que hay en la oficina, sorprendiéndome al ver que no era la única persona en la oficina a estas horas del día. - ¿Bien por ti? - Su sobresalto me descoloca por unos segundos, y tengo que retroceder un paso antes de enfocar mi vista nuevamente en ella, sin comprender del todo lo que me quiere decir. - Disculpa, ¿qué? - ¿Quién robaba a quién en el departamento?
Captando mi desconcierto Amalie no tarda en explicar qué es lo que había querido decir, y logro captar al menos la idea general de lo que plantea. Por alguna razón mi cerebro parece querer entender algo más detrás de sus palabras, pero todavía no estoy segura de qué. - ¿Qué planta dices qué es? No entran dentro de mi área de experiencia precisamente, pero lo que acabas de decir suena de lo más interesante. - Al punto de tener que llevarme una mano a la nuca para calmar el leve cosquilleo que parece haberse instalado allí mismo. - Creo que últimamente es más fácil preguntar cuándo no me hallo aquí. . Aseguro. - Tengo que ver a esa muchacha de allá. - Contesto señalando hacia dónde se encuentra la no tan pequeña mandrágora.
Haciendo girar la silla, me estiro hasta alcanzar uno de los cajones que se encuentra detrás de mi escritorio y al abrirlo, no tardo en encontrar las tijeras y el pequeño kit de limpieza que tenía para esas ocasiones. Cierro con cuidado el cajón y, dejando los objetos sobre mi escritorio, me paro y atravieso la habitación hasta buscar un pequeño tubo de ensayo del muestrario que tengo en la vitrina. Era la última muestra que tenía, así que eso significaba que, sí tenía suerte, este sería el último mes que tendría que repetir el tedioso proceso.
Dejando escapar un suspiro, tomo mi pequeño botín y me dirijo al pequeño invernadero improvisado que hay en la oficina, sorprendiéndome al ver que no era la única persona en la oficina a estas horas del día. - ¿Bien por ti? - Su sobresalto me descoloca por unos segundos, y tengo que retroceder un paso antes de enfocar mi vista nuevamente en ella, sin comprender del todo lo que me quiere decir. - Disculpa, ¿qué? - ¿Quién robaba a quién en el departamento?
Captando mi desconcierto Amalie no tarda en explicar qué es lo que había querido decir, y logro captar al menos la idea general de lo que plantea. Por alguna razón mi cerebro parece querer entender algo más detrás de sus palabras, pero todavía no estoy segura de qué. - ¿Qué planta dices qué es? No entran dentro de mi área de experiencia precisamente, pero lo que acabas de decir suena de lo más interesante. - Al punto de tener que llevarme una mano a la nuca para calmar el leve cosquilleo que parece haberse instalado allí mismo. - Creo que últimamente es más fácil preguntar cuándo no me hallo aquí. . Aseguro. - Tengo que ver a esa muchacha de allá. - Contesto señalando hacia dónde se encuentra la no tan pequeña mandrágora.
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Repetiría mi explicación las veces que hicieran falta para compartir la emoción sobre lo que acabo de descubrir, la astucia de esta pequeña ha logrado maravillarme. Mis plantas necesitan hacer poco para causarme este sentimiento, basta con que demuestren su consciencia e inteligencia. Porque sí, ¡las plantas las tienen! Las especies muggles también. Si fuera de día y el laboratorio estuviera lleno de científicos, posiblemente arrastraría conmigo a la planta en su pecera para darle un paseo de orgullo por las instalaciones. Pero si todos nos comportáramos con la misma efusividad, este laboratorio sería estridente en chillidos de emoción las veinticuatro horas. Me calmo y paso a hablarle sobre lo que se de mi protegido. -Fue en un principio, curiosamente, una maleza- planteo. -En unos cultivos del distrito 9 estaba robando terreno y no entendían cómo seguía extendiéndose a pesar de que la combatían. Era como si hubiera desarrollado defensas...
Rodeo a la pecera con mis brazos y la sujeto contra mi pecho para poder inclinarme un poco hacia adelante, con mis codos hincados en las rodillas. Comienzo a mecerme en mi silla con el movimiento de las rueditas giratorias. - Y su fisonomía comenzó a cambiar también, no parecía la misma plaga que estaban combatiendo. Parecía una planta mágica...- relato, como si fuera el punto cúlmine de un cuento de suspenso. -Entre los genes que robaba, habia algunas que provenían de especies mágicas. Las falsificó y las usó para fortalecerse como especie- culmino mi historia. Pequeña tonta, algunos genes la han dejado más fea que cuando era una maleza y no parece que pueda controlar todas sus reacciones.
De un salto me incorporo de la silla, impulsada por una energía desbordante que me tiende un lado a otro en el laboratorio y no me he tomado una taza de café en horas. Las pócimas energizantes también las evito. Vuelvo a colocar todo mi cabello en un nudo sobre mi coronilla mientras observo a Annie trabajar con su mandrágora, hablo más de la cuenta cuando estoy entusiasmada y ella parece un poco ida. -¿Todo bien, Annie?- consulto. No diré la estupidez de que la veo con ojeras o desganada, porque si tuviera un espejo enfrente podría contar los centímetros de largo de las bolsas negras debajo de mis ojos. Son las caras que pueden verse en este departamento. -¿Quieres que te ayude en algo?- me ofrezco, rifiriéndome a la mandrágora.
Rodeo a la pecera con mis brazos y la sujeto contra mi pecho para poder inclinarme un poco hacia adelante, con mis codos hincados en las rodillas. Comienzo a mecerme en mi silla con el movimiento de las rueditas giratorias. - Y su fisonomía comenzó a cambiar también, no parecía la misma plaga que estaban combatiendo. Parecía una planta mágica...- relato, como si fuera el punto cúlmine de un cuento de suspenso. -Entre los genes que robaba, habia algunas que provenían de especies mágicas. Las falsificó y las usó para fortalecerse como especie- culmino mi historia. Pequeña tonta, algunos genes la han dejado más fea que cuando era una maleza y no parece que pueda controlar todas sus reacciones.
De un salto me incorporo de la silla, impulsada por una energía desbordante que me tiende un lado a otro en el laboratorio y no me he tomado una taza de café en horas. Las pócimas energizantes también las evito. Vuelvo a colocar todo mi cabello en un nudo sobre mi coronilla mientras observo a Annie trabajar con su mandrágora, hablo más de la cuenta cuando estoy entusiasmada y ella parece un poco ida. -¿Todo bien, Annie?- consulto. No diré la estupidez de que la veo con ojeras o desganada, porque si tuviera un espejo enfrente podría contar los centímetros de largo de las bolsas negras debajo de mis ojos. Son las caras que pueden verse en este departamento. -¿Quieres que te ayude en algo?- me ofrezco, rifiriéndome a la mandrágora.
Escucho su explicación primero dedicándole un porcentaje acotado de mi atención, pero terminando por entrar en un trance que me mantiene dentro de mi cabeza por más tiempo del que me gustaba al estar frente a otra persona. Sentía una especie de comezón mental, como si algo en su explicación fuese una respuesta en sí misma, pero… ¿a qué pregunta? Por lo que me estaba contando bien podría tratarse de una planta parásita como cualquier otra, pero pese a que mi conocimiento en botánica era en sí algo limitado, estaba segura de no haber escuchado de ninguna planta parásita que además de consumir los nutrientes de la otra especie, también falsificara sus características.
- Falsificar… - Más que falsificación se trataba de la mejor de las adaptaciones. No era un efecto camaleón, no era simple imitación, era asimilación en su estado más puro. Adaptación y evolución eran dos de las palabras que se me venían a la mente, y podía entender en cierta forma la emoción que sentía Amalie por ese pequeño espécimen.
- ¿Qué? No, no necesito… - La mandrágora podía esperar unos minutos. Incluso podía esperar un mes más si eso significaba que podía sacarme de encima la molesta sensación de no terminar de comprender un concepto. - ¿Se trata de una planta parasitaria? ¿O desarrolla estas adaptaciones en base a la reproducción? ¿O es una combinación de ambas? - Podía tratarse de una reproducción asexual de la planta en sí, pero asimilando las características robadas si se trataba de un parásito ¿no? A decir verdad no tenía idea, eran muchas suposiciones que no terminaba de comprender y que necesitaba que Amalie explicase. - Es solo que siento…- ¿qué?
- Falsificar… - Más que falsificación se trataba de la mejor de las adaptaciones. No era un efecto camaleón, no era simple imitación, era asimilación en su estado más puro. Adaptación y evolución eran dos de las palabras que se me venían a la mente, y podía entender en cierta forma la emoción que sentía Amalie por ese pequeño espécimen.
- ¿Qué? No, no necesito… - La mandrágora podía esperar unos minutos. Incluso podía esperar un mes más si eso significaba que podía sacarme de encima la molesta sensación de no terminar de comprender un concepto. - ¿Se trata de una planta parasitaria? ¿O desarrolla estas adaptaciones en base a la reproducción? ¿O es una combinación de ambas? - Podía tratarse de una reproducción asexual de la planta en sí, pero asimilando las características robadas si se trataba de un parásito ¿no? A decir verdad no tenía idea, eran muchas suposiciones que no terminaba de comprender y que necesitaba que Amalie explicase. - Es solo que siento…- ¿qué?
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Me retiro un paso hacia atrás porque si no necesita mi ayuda, soy de las que opinan que es mejor no estorbar. El trabajo en el laboratorio tiende a ser de ratos una labor solitaria, hablamos con nosotros mismos si necesitamos replantearnos una hipótesis, prefiero que se me respete mi espacio personal y actúo de la misma manera hacia los demás. Su seguidilla de preguntas es lo que me mantiene pendiente de ella, su interés en mi entusiasmo me halaga, tener una oyente activa es estimulante porque pone en voz alta los interrogantes que dan un hilo a las posibilidades que estoy evaluando. — Oh, no. No se trata de transferencia vertical, no es por medio de la reproducción— niego con mi cabeza.
Mi pequeña es la fea del baile, y la lógica de la reproducción está en elegir siempre a un espécimen con cualidades para la supervivencia. La atracción entre personas se basa en algo similar, ¿no? Se elige al más atractivo, al más fuerte o al más inteligente. Siempre al «más que». Esas comparaciones entre plantas y personas no son reflexiones existencialistas, es solo mi percepción que insiste en dotarlas de atributos humanos. Con la planta protegida en mis brazos vuelvo a la mesada en la que convivía con otras, sin soltarla, examino a las otras especies. Hay un dejo de cariño en el roce de sus diminutas hojas, mis dedos revolotean de una de otra. —A simple vista parece un caso de transformación. En el ambiente hostil en el que crecían y eran combativas, tomaron del ambiente genes que le permitieron desarrollar nuevas características— es la respuesta fácil. El robo a un vecino.
»Pero esta maleza tenía toda la intención de subsistir, de cambiar sus características a riesgo de lo que fuera. Me refiero a que se le salió un poco de control…—. Si tomó genes de una planta mágica, se puso en aprietos a sí misma. —No me sorprendería que desarrollara algo similar a un virus, que tuviera un plan bien pensado—. Centro mis ojos cansados en Annie, examinándola con la misma minucia que a mis plantas consentidas. —¿Sientes qué?— no hay exigencia en mi voz, pero espero una respuesta. Mi ansiedad ha remitido como para percibir cierta extrañeza en el ambiente, en la actitud de Annie que me hace preguntas y no tengo idea de qué pasa por su mente. Es la jefa de este departamento, pero mis años de vida me dan la confianza como para animarla a que me diga abiertamente qué la confunde o perturba de esto.
Mi pequeña es la fea del baile, y la lógica de la reproducción está en elegir siempre a un espécimen con cualidades para la supervivencia. La atracción entre personas se basa en algo similar, ¿no? Se elige al más atractivo, al más fuerte o al más inteligente. Siempre al «más que». Esas comparaciones entre plantas y personas no son reflexiones existencialistas, es solo mi percepción que insiste en dotarlas de atributos humanos. Con la planta protegida en mis brazos vuelvo a la mesada en la que convivía con otras, sin soltarla, examino a las otras especies. Hay un dejo de cariño en el roce de sus diminutas hojas, mis dedos revolotean de una de otra. —A simple vista parece un caso de transformación. En el ambiente hostil en el que crecían y eran combativas, tomaron del ambiente genes que le permitieron desarrollar nuevas características— es la respuesta fácil. El robo a un vecino.
»Pero esta maleza tenía toda la intención de subsistir, de cambiar sus características a riesgo de lo que fuera. Me refiero a que se le salió un poco de control…—. Si tomó genes de una planta mágica, se puso en aprietos a sí misma. —No me sorprendería que desarrollara algo similar a un virus, que tuviera un plan bien pensado—. Centro mis ojos cansados en Annie, examinándola con la misma minucia que a mis plantas consentidas. —¿Sientes qué?— no hay exigencia en mi voz, pero espero una respuesta. Mi ansiedad ha remitido como para percibir cierta extrañeza en el ambiente, en la actitud de Annie que me hace preguntas y no tengo idea de qué pasa por su mente. Es la jefa de este departamento, pero mis años de vida me dan la confianza como para animarla a que me diga abiertamente qué la confunde o perturba de esto.
Registrar su explicación en mi cabeza no es lo difícil, lo que es en verdad complicado es asimilar los conceptos que va explicando, y diseccionarlos dentro de mi cabeza para poder resolver la inquietud invisible que no dejaba de incomodarme. ¿Una planta con tal capacidad de asimilación?
Por unos segundos recuerdo una charla que había tenido años atrás, cuando recién incursionaba en los proyectos individuales dentro de la compañía y había hablado con Roxaxnne Johnson sobre la posibilidad de crear un dispositivo intrauterino cien por ciento eficaz. La charla se había desviado del tema principal a los pocos minutos de haber resuelto las primeras dudas, y habíamos terminado hablando de la transferencia horizontal y en cómo el genoma humano estaba constituido por ADN de origen viral. Me había hablado de las situaciones de estrés, de los virus, las bacterias y unas cuantas cosas más que habían terminado al fondo de mi mente, pero que ahora parecían tener un sentido distinto.
Y es que sí, al final había descubierto qué era lo que me estaba incomodando internamente, y de pronto me surgen las ganas de reabrir una investigación que había cerrado hace meses por motivos personales. - Siento que lo que me acabas de decir tiene mucho sentido si lo puedo aplicar a la genética humana. - Una cosa eran las plantas, pero ¿qué tan distinto podía ser el concepto para el ser humano si es que ya se habían demostrado este tipo de transferencias con anterioridad? - Me refiero a qué, si consideramos la magia como un gen, ¿sería posible…?
Por unos segundos recuerdo una charla que había tenido años atrás, cuando recién incursionaba en los proyectos individuales dentro de la compañía y había hablado con Roxaxnne Johnson sobre la posibilidad de crear un dispositivo intrauterino cien por ciento eficaz. La charla se había desviado del tema principal a los pocos minutos de haber resuelto las primeras dudas, y habíamos terminado hablando de la transferencia horizontal y en cómo el genoma humano estaba constituido por ADN de origen viral. Me había hablado de las situaciones de estrés, de los virus, las bacterias y unas cuantas cosas más que habían terminado al fondo de mi mente, pero que ahora parecían tener un sentido distinto.
Y es que sí, al final había descubierto qué era lo que me estaba incomodando internamente, y de pronto me surgen las ganas de reabrir una investigación que había cerrado hace meses por motivos personales. - Siento que lo que me acabas de decir tiene mucho sentido si lo puedo aplicar a la genética humana. - Una cosa eran las plantas, pero ¿qué tan distinto podía ser el concepto para el ser humano si es que ya se habían demostrado este tipo de transferencias con anterioridad? - Me refiero a qué, si consideramos la magia como un gen, ¿sería posible…?
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Aprieto mis labios en una línea tensa, en mi experiencia aprendí a respetar los límites de mi campo y a reconocer que no tengo una respuesta para todo. Quizá cuando era una científica que comenzaba con sus investigaciones, poníamos en común con algunos de los mentores información referida a otros ámbitos porque el ansía de conocimiento era embriagador. La ciencia es inabarcable, fascinante en sus ramas. Pero centré mi trabajo en las plantas mágicas, la especialización también me aisló y estoy un tanto atrasada con avances que se hicieron en otras esferas científicas. —Estoy al margen de los estudios sobre genética humana— digo con cuidado y me apena hacerlo, a nadie le gusta admitir su ignorancia, menos a los nerds de laboratorio. —Podría compartirte mis notas si te sirve— ofrezco a cambio para compensar.
Hago un espacio entre las macetas acomodadas en la mesada para que mi protegida tenga un sitio. Percibo la actitud recelosa de las más expresivas porque descubierto el engaño, la verdadera naturaleza timadora de esta planta extraña, las de su misma especie la rehúyen. A mí me intrigan sus habilidades, de lo que puede llegar a ser capaz, en este afán indiscriminado para lograr la supervivencia y armarse contra una extinción que no sufrirá dentro de este espacio. No hay plagas, no hay hechizos como en los distritos 9, donde es considerara una mala hierba. Acaricio sus hojas y pienso en el experimento que la expondrá a un peligro similar para poder conocer sus armas. —Puesto que hacemos ciencia y no podemos creer que la magia sea un don otorgado por una supuesta superioridad divina, lo lógico es creer que la magia sí es un elemento más de nuestra composición. ¿No?— respondo, parte de mi mente todavía la escucha y participa de la conversación. —Es algo que está o que no está, que puede mutar, que se puede alterar...
Me siento en la mesa que uso como mi escritorio para recuperar mi anotador y comenzar a escribir los comentarios sobre el avance de mi análisis. —Y la única certeza que tengo de trabajar tantos años como científica, es que el tiempo hace que todo se vuelva posible. Siempre que haya alguien que busque la manera de hacerlo posible— agacho mi cabeza para colocar mis ojos sobre el papel y a decir verdad estoy escondiendo mi mirada. —Sin importar los medios para llegar al resultado. Los escrúpulos son límites perjudiciales para los avances científicos— murmuro. Golpeteo la lapicera de metal que tengo entre los dedos contra la madera de la mesa y carraspeo para limpiar mi garganta. —Mantenme al tanto si quieres empezar a incursionar en esa área y veré como ayudarte— propongo, y también busco zanjar el tema.
Hago un espacio entre las macetas acomodadas en la mesada para que mi protegida tenga un sitio. Percibo la actitud recelosa de las más expresivas porque descubierto el engaño, la verdadera naturaleza timadora de esta planta extraña, las de su misma especie la rehúyen. A mí me intrigan sus habilidades, de lo que puede llegar a ser capaz, en este afán indiscriminado para lograr la supervivencia y armarse contra una extinción que no sufrirá dentro de este espacio. No hay plagas, no hay hechizos como en los distritos 9, donde es considerara una mala hierba. Acaricio sus hojas y pienso en el experimento que la expondrá a un peligro similar para poder conocer sus armas. —Puesto que hacemos ciencia y no podemos creer que la magia sea un don otorgado por una supuesta superioridad divina, lo lógico es creer que la magia sí es un elemento más de nuestra composición. ¿No?— respondo, parte de mi mente todavía la escucha y participa de la conversación. —Es algo que está o que no está, que puede mutar, que se puede alterar...
Me siento en la mesa que uso como mi escritorio para recuperar mi anotador y comenzar a escribir los comentarios sobre el avance de mi análisis. —Y la única certeza que tengo de trabajar tantos años como científica, es que el tiempo hace que todo se vuelva posible. Siempre que haya alguien que busque la manera de hacerlo posible— agacho mi cabeza para colocar mis ojos sobre el papel y a decir verdad estoy escondiendo mi mirada. —Sin importar los medios para llegar al resultado. Los escrúpulos son límites perjudiciales para los avances científicos— murmuro. Golpeteo la lapicera de metal que tengo entre los dedos contra la madera de la mesa y carraspeo para limpiar mi garganta. —Mantenme al tanto si quieres empezar a incursionar en esa área y veré como ayudarte— propongo, y también busco zanjar el tema.
No puedo en estos momentos, el pensar con suficiente claridad, mi cerebro está llenos de ideas que se relacionan entre sí, y que al mismo tiempo se contradicen mientras que tratan de asimilar la información que Amalie me ha proporcionado. Creo que el problema principal reside en que, se trata de una investigación que en cierta forma he abandonado, la única que había abandonado si me ponía a pensar, y eso hace que quiera trabajar el doble para poder cerrar ese pendiente. ¿De verdad había dejado de lado un proyecto por razones personales? No quiero detenerme a analizar todo este tipo de asuntos ahora, y menos delante de otra persona, así que me limito a asentir con la cabeza cuando ofrece sus notas y no tardo en agradecerle. - Si no es mucha molestia, estaría encantada con eso. - No le aclaro que puede confiar en mí con su investigación porque es algo obvio. Además de que no me interesaba robar el trabajo ajeno, nadie me creería si publicase un trabajo sobre plantas.
- Conozco un par de científicos creyentes, y tienen un par de ideas bastante interesantes en cuanto a diferentes elementos metafísicos. Pero tienes toda la razón. La magia es genética en su estado más puro. - Latente, indescifrable y siempre cambiante, pero un gen en sí. - Lo de está o no está es lo que más me interesa en verdad. Los squibs me resultan fascinante, y creo estar al borde de entender que es lo que determina su condición; pero siempre parece que algo se me escapa y creo que tu planta puede tener la respuesta que llevo años buscando.
Me entretengo recitando mentalmente la palabra escrúpulos, y puedo concordar sin dudar con la mayoría de lo que plantea Amalie, pero no con todo. - Creo que es un ideal fascinante el que tienes en mente. Pero hasta yo debo reconocer que hay límites fuera de los límites. - Había rayas que no debían ser cruzadas, ni siquiera a favor del descubrimiento científico, o sino dejaríamos de considerarnos seres humanos que podían convivir dentro de una sociedad. Pero esos ya son extremos, situaciones casi irreales que no iban a pasar. - No sé si incursionar, pero como dije, estoy interesada en tu pequeña falsificadora. - Y acordándome de lo que he ido a hacer allí, vuelvo mi atención hacia la mandrágora para poder cortar una de sus hojas. Si me lo ponía a pensar, mi investigación sobre la animagia estaba muy cerca de cruzar esos límites implícitos como límites en sí mismos.
- Conozco un par de científicos creyentes, y tienen un par de ideas bastante interesantes en cuanto a diferentes elementos metafísicos. Pero tienes toda la razón. La magia es genética en su estado más puro. - Latente, indescifrable y siempre cambiante, pero un gen en sí. - Lo de está o no está es lo que más me interesa en verdad. Los squibs me resultan fascinante, y creo estar al borde de entender que es lo que determina su condición; pero siempre parece que algo se me escapa y creo que tu planta puede tener la respuesta que llevo años buscando.
Me entretengo recitando mentalmente la palabra escrúpulos, y puedo concordar sin dudar con la mayoría de lo que plantea Amalie, pero no con todo. - Creo que es un ideal fascinante el que tienes en mente. Pero hasta yo debo reconocer que hay límites fuera de los límites. - Había rayas que no debían ser cruzadas, ni siquiera a favor del descubrimiento científico, o sino dejaríamos de considerarnos seres humanos que podían convivir dentro de una sociedad. Pero esos ya son extremos, situaciones casi irreales que no iban a pasar. - No sé si incursionar, pero como dije, estoy interesada en tu pequeña falsificadora. - Y acordándome de lo que he ido a hacer allí, vuelvo mi atención hacia la mandrágora para poder cortar una de sus hojas. Si me lo ponía a pensar, mi investigación sobre la animagia estaba muy cerca de cruzar esos límites implícitos como límites en sí mismos.
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Si en mi estudio de posibilidades, considero una fuerza mayor y azarosa que determina el por qué algunas cosas son como son, me encontraré con poco trabajo por hacer. Las respuestas que pretenden cerrar una incógnita con pocos o nulos argumentos que me demuestren su validez, no sacian mi curiosidad y seguiré con mis preguntas que me llevan a diseccionar hasta lo mínimo. Tengo que bajar esa idea elevada que algunas personas tienen de la magia para poder analizarla, entenderla. Porque lo sagrado no se toca, y eso es un contratiempo para los científicos que necesitan tomar muestras. A pesar de que disguste a un par de susceptibles, se debe ser un poco invasivo y pasar por encima de algunos tabúes también. En la investigación genética se debe saber dar prioridad al propósito, como sea siempre dará qué hablar. No es lo mismo experimentar con una planta, que plantearse el por qué los squibs no son capaces de hacer magia. —Eso suena interesante— es un comentario vago que reprime la emoción de la novedad que nos alborota a veces.
—Haré una copia del informe de mi falsificadora para ti— digo, recordando otras anotaciones que llevo tiempo haciendo que podrían servirle, si es que cree que mis plantas pueden darle un par de respuestas, pese a que hay un porcentaje menor de semejanzas entre ambas especies. Las primeras muestras vegetales que armé en mi infancia fueron de plantas del huerto de mi abuela muggle, me familiaricé con sus atributos, y tengo un archivo más actualizado que guardo bajo una clave, más que nada por ser una tarea personal que me remonta varios años atrás y que funciona como mi propia memoria de las cosas. —No creo que mi planta tenga en sí lo que estás buscando para aclarar tu duda, pero si te sirve como motivación para retomar tu investigación, adelante— se lo deseo con sinceridad. Ella es mucho más joven que yo, sus ojos verán los cambios maravillosos de este mundo gracias a lo que se genera en el interior de este departamento, llegará tan lejos como ella misma lo decida, lo que sería una lástima es que los límites determinen su alcance y espero que, así como muchos otros científicos, encuentre las rendijas de esos límites por las cuales colarse.
—Haré una copia del informe de mi falsificadora para ti— digo, recordando otras anotaciones que llevo tiempo haciendo que podrían servirle, si es que cree que mis plantas pueden darle un par de respuestas, pese a que hay un porcentaje menor de semejanzas entre ambas especies. Las primeras muestras vegetales que armé en mi infancia fueron de plantas del huerto de mi abuela muggle, me familiaricé con sus atributos, y tengo un archivo más actualizado que guardo bajo una clave, más que nada por ser una tarea personal que me remonta varios años atrás y que funciona como mi propia memoria de las cosas. —No creo que mi planta tenga en sí lo que estás buscando para aclarar tu duda, pero si te sirve como motivación para retomar tu investigación, adelante— se lo deseo con sinceridad. Ella es mucho más joven que yo, sus ojos verán los cambios maravillosos de este mundo gracias a lo que se genera en el interior de este departamento, llegará tan lejos como ella misma lo decida, lo que sería una lástima es que los límites determinen su alcance y espero que, así como muchos otros científicos, encuentre las rendijas de esos límites por las cuales colarse.
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