OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Junio,
22:00
Si quiero calmar mis nervios tengo que encontrar algo con lo que mantener mi mente ocupada hasta que el sueño me venza, y me conozco como para saber que quedarme en la cama dando vueltas no ayudará. Lo hablé en una ocasión con un sanador, cuando los picos de estrés en el laboratorio se hicieron frecuentes y no había manera de que me pidieran que disminuyera las horas o mi entusiasmo en una investigación. Cuando me involucraba en un proyecto, éste me consumía. En el silencio de mi laboratorio tenía todo lo que necesitaba y con una botella de agua bastaba para pasar las horas más largas. Si estuviera allí focalizaría mi ansiedad en las muestras que me quedaron por revisar en el microscopio, las mismas que tengo rondando mi mente y caminando nerviosa por la sala.
Tuve que sacarme los zapatos pese a que sigo llegando el traje del ministerio, porque el repiqueteo sobre las baldosas me estaba poniendo aún más tensa y tampoco quiero que el sonido moleste a Synnove que debe ir a la escuela temprano por la mañana. Inconsciente de mis movimientos, llevo la uña de mi pulgar a los dientes sin hacerle una marca. Condeno el hábito de morderse las uñas por nerviosismo. Repaso con la vista a los libros dispuestos en una fila ordenada sobre el estante, todos siguen un patrón de colores en degradado, esta semana. Es la buena memoria ejercitada en mi profesión lo que me ayuda identificar la ausencia de un libro de tapa azul. Salto sobre este vacío en el estante disimulado por otros dos ejemplares que fueron acomodados juntos. Reviso que el degradado de los tonos azules esté bien, el faltante no fue colocado accidentalmente otro lugar, como nunca ocurre en esta casa. Synnove sabe de propia cuenta colocar cada cosa en el sitio que le corresponde. Pero, ¡Ivar! Pongo los ojos en blanco y me dirijo de súbito a su habitación.
—¿Moviste mis libros otra vez?— lo increpo. Tuerzo mi gesto y me cruzo de brazos, tan negada a escuchar su excusa como en cada una de las ocasiones que lo busco para que me de explicaciones. Lo juzgo y lo condeno antes de que pueda justificarse, y hago de esto un hábito por cosas nimias, muchas veces sin llegar a tener pruebas o testimonio de su parte de que es culpable. Pero lo sé, él lo hizo. Porque es imposible que sea Synnove que heredó mi sentido del orden, mucho menos el esclavo que es tan puntilloso al moverse por la casa. —¿No puedes simplemente devolverlo a su sitio cuando lo acabas? Dedico mi tiempo a esa biblioteca— frunzo el ceño y saco a relucir todo mi esfuerzo, exagerándolo. La biblioteca es una excusa para reorganizar mi mente y lo hago al menos una vez por semana. Pero no perdería la oportunidad de plantearle un reclamo, de tener una razón para increparlo cuando el resto del día nos evitamos en silencio, y ese mismo silencio se vuelve espeso y exige que lo sacudamos. Quiero gritarle cosas a Ivar y lo que hago es tomar la queja más mínima para echársela en cara.
22:00
Si quiero calmar mis nervios tengo que encontrar algo con lo que mantener mi mente ocupada hasta que el sueño me venza, y me conozco como para saber que quedarme en la cama dando vueltas no ayudará. Lo hablé en una ocasión con un sanador, cuando los picos de estrés en el laboratorio se hicieron frecuentes y no había manera de que me pidieran que disminuyera las horas o mi entusiasmo en una investigación. Cuando me involucraba en un proyecto, éste me consumía. En el silencio de mi laboratorio tenía todo lo que necesitaba y con una botella de agua bastaba para pasar las horas más largas. Si estuviera allí focalizaría mi ansiedad en las muestras que me quedaron por revisar en el microscopio, las mismas que tengo rondando mi mente y caminando nerviosa por la sala.
Tuve que sacarme los zapatos pese a que sigo llegando el traje del ministerio, porque el repiqueteo sobre las baldosas me estaba poniendo aún más tensa y tampoco quiero que el sonido moleste a Synnove que debe ir a la escuela temprano por la mañana. Inconsciente de mis movimientos, llevo la uña de mi pulgar a los dientes sin hacerle una marca. Condeno el hábito de morderse las uñas por nerviosismo. Repaso con la vista a los libros dispuestos en una fila ordenada sobre el estante, todos siguen un patrón de colores en degradado, esta semana. Es la buena memoria ejercitada en mi profesión lo que me ayuda identificar la ausencia de un libro de tapa azul. Salto sobre este vacío en el estante disimulado por otros dos ejemplares que fueron acomodados juntos. Reviso que el degradado de los tonos azules esté bien, el faltante no fue colocado accidentalmente otro lugar, como nunca ocurre en esta casa. Synnove sabe de propia cuenta colocar cada cosa en el sitio que le corresponde. Pero, ¡Ivar! Pongo los ojos en blanco y me dirijo de súbito a su habitación.
—¿Moviste mis libros otra vez?— lo increpo. Tuerzo mi gesto y me cruzo de brazos, tan negada a escuchar su excusa como en cada una de las ocasiones que lo busco para que me de explicaciones. Lo juzgo y lo condeno antes de que pueda justificarse, y hago de esto un hábito por cosas nimias, muchas veces sin llegar a tener pruebas o testimonio de su parte de que es culpable. Pero lo sé, él lo hizo. Porque es imposible que sea Synnove que heredó mi sentido del orden, mucho menos el esclavo que es tan puntilloso al moverse por la casa. —¿No puedes simplemente devolverlo a su sitio cuando lo acabas? Dedico mi tiempo a esa biblioteca— frunzo el ceño y saco a relucir todo mi esfuerzo, exagerándolo. La biblioteca es una excusa para reorganizar mi mente y lo hago al menos una vez por semana. Pero no perdería la oportunidad de plantearle un reclamo, de tener una razón para increparlo cuando el resto del día nos evitamos en silencio, y ese mismo silencio se vuelve espeso y exige que lo sacudamos. Quiero gritarle cosas a Ivar y lo que hago es tomar la queja más mínima para echársela en cara.
Cada vez me resulta más difícil volver a casa por las tardes, cenar en silencio en algún rincón y luego irme a la soledad de mi dormitorio. Cualquiera que me conozca sabe que no me gusta dormir solo, eso me ha traído problemas en el pasado, problemas que se vieron resueltos cuando encontré a alguien con quien dormir por el resto de mi vida... Pero a veces los planes cambian y aquello que parecía lo mejor del mundo de repente es una mala idea. Pero dormir a un pasillo de mi esposa es una mejor idea que estar en casas distintas, así que me conformo con esto de momento.
Aun así la frialdad e incomunicación que ha nacido entre nosotros en los últimos años ha llegado a ser tortuosa, como tener un puño apretando mi corazón y dificultándome la respiración. Es una sensación terrible con la que se puede vivir, pero de vez en cuando me gusta aliviarla con gestos estúpidos para llamar la atención de Amalie. Aun no sé si ya ha descubierto que lo hago a propósito, pero el punto es que funciona y nuestro pequeño ritual de pelea nos da una oportunidad de compartir palabras.
Estoy en la cama en pijama y el periódico en mis manos cuando escucho su voz. Contengo una sonrisa de satisfacción y dejo los lentes a un lado para verla a lo lejos con más claridad - ¿Cómo sabes que no fue el esclavo? - pregunto decidido a fingir indignación por ser acusado pero al final decido no hacerlo. Sami ha sido bueno conmigo como para echarle a una enojada Amalie - Disculpa por no poder seguir el sistema de ésta semana... ¿Qué tocaba? ¿Año de publicación? ¿Cantidad de palabras? ¿Cantidad de personas con las que se acostó el autor? - me rindo con una ceja en alto sin darle mucha importancia. El código eran los colores, claro que lo sé, así supe desordenarlo.
Dejo el periódico a un lado y voy a sentarme al borde de la cama del lado en el que está ella, la veo tensa y creo que nada en mi manual de fingir ser un esposo distante dice que debo ser tan bastardo como para no preguntarle qué es lo que la tiene de esa forma, porque de ninguna forma me trago que es por los libros, simplemente esa es su forma de canalizarlo - ¿Necesitas un trago? Puedo decirle a Sami que traiga uno...
Aun así la frialdad e incomunicación que ha nacido entre nosotros en los últimos años ha llegado a ser tortuosa, como tener un puño apretando mi corazón y dificultándome la respiración. Es una sensación terrible con la que se puede vivir, pero de vez en cuando me gusta aliviarla con gestos estúpidos para llamar la atención de Amalie. Aun no sé si ya ha descubierto que lo hago a propósito, pero el punto es que funciona y nuestro pequeño ritual de pelea nos da una oportunidad de compartir palabras.
Estoy en la cama en pijama y el periódico en mis manos cuando escucho su voz. Contengo una sonrisa de satisfacción y dejo los lentes a un lado para verla a lo lejos con más claridad - ¿Cómo sabes que no fue el esclavo? - pregunto decidido a fingir indignación por ser acusado pero al final decido no hacerlo. Sami ha sido bueno conmigo como para echarle a una enojada Amalie - Disculpa por no poder seguir el sistema de ésta semana... ¿Qué tocaba? ¿Año de publicación? ¿Cantidad de palabras? ¿Cantidad de personas con las que se acostó el autor? - me rindo con una ceja en alto sin darle mucha importancia. El código eran los colores, claro que lo sé, así supe desordenarlo.
Dejo el periódico a un lado y voy a sentarme al borde de la cama del lado en el que está ella, la veo tensa y creo que nada en mi manual de fingir ser un esposo distante dice que debo ser tan bastardo como para no preguntarle qué es lo que la tiene de esa forma, porque de ninguna forma me trago que es por los libros, simplemente esa es su forma de canalizarlo - ¿Necesitas un trago? Puedo decirle a Sami que traiga uno...
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—Conozco a los habitantes de esta casa y Sami no me ha dado razones desde su llegada para creer que fue él. Juzgo a partir de los precedentes— replico, con un tonito respingón. El mismo que uso todos los días en los laboratorios para que los científicos recién salidos del colegio no crean que pueden decirle a alguien con mi trayectoria, cómo se hace nuestro trabajo. La experiencia me ha dado las tácticas y las herramientas que necesito para desenvolverme, lo mismo puedo decir en mi matrimonio y en vez de herramientas hablaría de armas. Si bien esto se ha vuelto una guerra fría desde hace unos buenos años, ya no nos herimos, nos incordiamos. Nos volvemos una presencia tan intolerable al otro que el silencio presagia lo peor que reprimimos.
Recargo parte de mi peso sobre una pierna, me cansa estar de pie y con una postura tan combativa, mis brazos a punto de volverse insoldables por lo rígido de mi pose en cruz. Cuando su única salida de la acusación es recurrir a un humor sarcástica, a mi resoplido le sigue una sonrisa hueca. —El mes pasado fue por año de publicación, por número de páginas fue hace tres meses. Y… ¿cómo sabré yo con cuantas personas se acostaron los autores? —. Si ni siquiera soy capaz de poner un número a la cantidad de compañías de mi marido antes y durante nuestro matrimonio. —Si te interesa un orden a partir de ese criterio, te lo dejaré a cargo el próximo mes—. Sería una auténtica ironía en nuestro hogar.
No estoy aquí para desearle buenas noches, así que cuando aparta el diario que tiene su atención, me preparo para increparlo con todas las quejas que puedo encontrar de esta última semana, en la que nos vimos tan poco y no hablamos nada. Tengo que admitir que eso también hace complicado encontrar excusas que funcionen para buscarlo y discutir. Si en algún punto mi monólogo pierde fuerza, me queda recurrir a recuerdos de hace quince años y replantear lo que ya había quedado perdonado.
Salto sobre su pregunta, que no es la línea correcta en su guión, pero lo que tengo para mostrarme irritada. —También puedo llamar a Sami si quiero un trago. Pero no lo quiero, mañana tengo que levantarme temprano como para tener resaca— me niego de redondo, porque no aceptaría ni un vaso de agua de su mano si estuviera en medio del desierto. Y porque descubrí que beber sola hace que tolere poco el alcohol, es de esos pasatiempos que se tornan deprimentes cuando de hacerlos en compañía, pasan a ser un hábito solitario. —¿Esa es tu mejor estrategia? Como sabes que no puedes defenderte, buscas que un poco de alcohol haga que olvide tu falta. Pues no— asevero. —Mi lucidez para contar tus faltas es cada vez mayor a cada año que pasa—. Tampoco pierdo oportunidad para recordarle esto.
Recargo parte de mi peso sobre una pierna, me cansa estar de pie y con una postura tan combativa, mis brazos a punto de volverse insoldables por lo rígido de mi pose en cruz. Cuando su única salida de la acusación es recurrir a un humor sarcástica, a mi resoplido le sigue una sonrisa hueca. —El mes pasado fue por año de publicación, por número de páginas fue hace tres meses. Y… ¿cómo sabré yo con cuantas personas se acostaron los autores? —. Si ni siquiera soy capaz de poner un número a la cantidad de compañías de mi marido antes y durante nuestro matrimonio. —Si te interesa un orden a partir de ese criterio, te lo dejaré a cargo el próximo mes—. Sería una auténtica ironía en nuestro hogar.
No estoy aquí para desearle buenas noches, así que cuando aparta el diario que tiene su atención, me preparo para increparlo con todas las quejas que puedo encontrar de esta última semana, en la que nos vimos tan poco y no hablamos nada. Tengo que admitir que eso también hace complicado encontrar excusas que funcionen para buscarlo y discutir. Si en algún punto mi monólogo pierde fuerza, me queda recurrir a recuerdos de hace quince años y replantear lo que ya había quedado perdonado.
Salto sobre su pregunta, que no es la línea correcta en su guión, pero lo que tengo para mostrarme irritada. —También puedo llamar a Sami si quiero un trago. Pero no lo quiero, mañana tengo que levantarme temprano como para tener resaca— me niego de redondo, porque no aceptaría ni un vaso de agua de su mano si estuviera en medio del desierto. Y porque descubrí que beber sola hace que tolere poco el alcohol, es de esos pasatiempos que se tornan deprimentes cuando de hacerlos en compañía, pasan a ser un hábito solitario. —¿Esa es tu mejor estrategia? Como sabes que no puedes defenderte, buscas que un poco de alcohol haga que olvide tu falta. Pues no— asevero. —Mi lucidez para contar tus faltas es cada vez mayor a cada año que pasa—. Tampoco pierdo oportunidad para recordarle esto.
Tiene un punto. Desde que ha llegado Sami no nos ha dado razones más que para creer que es un joven dedicado y trabajador, quizás con un amor extraño por la moda pero eso solo lo hace parecer gracioso cuando se enfada por mi falta de empeño al respecto. Pero eso solo es porque tengo mis energías puestas en otros sitios, como en vender mi historia a Amalie cada vez que nos vemos. Y lo hago bien pues los ojos con los que me mira están lejos de ser aquellos que vi en el museo, en nuestra boda y cada día hasta que se fueron enfriando al punto de convertirse en picos de hielo listos para atravesar mi corazón.
Sonrío de lado mirando el suelo cuando pregunta sobre los autores pues estoy seguro de que alguien en todo Neopanem debe saberlo, los círculos sociales son cerrados y los autores contemporáneos no muchos - Menos mal que jamás me he decidido a escribir un libro - respondo levantando los ojos para ver su reacción ante tal comentario, uno bastante desafortunado pero no se me ocurre nada mejor para seguir el ritmo. No puedo quedarme callado, no sería propio de ésta versión de Ivar, así como tampoco sería propio pedir perdón honestamente- No podría, encontrarías un error con el que atormentarme hasta el siguiente mes - porque claramente nadie en esta casa puede alcanzar su nivel de perfección al organizar las cosas. No puedo envidiar un comportamiento obsesivo compulsivo, pero sí me gustaría tener un poco de ese talento para organizar las fichas en mi oficina.
Mi intento de tregua se va al demonio con su respuesta. Intento mantenerme serio pero no puedo hacerlo, incluso me recargo sobre mis brazos como si eso fuera a amortiguar sus ataques. Vaya que la relación está dañada ¿Podremos recompornerla algún día? Y de ser así... ¿Cuándo sería el momento apropiado para comenzar? ¿Cuando estén a punto de atraparme y ya no haya nada que perder? ¿En mi lecho de muerte? ¿Con una carta luego de estar tres metros bajo tierra? - El alcohol es para relajarte de lo que sea que te esté ocurriendo ahora mismo, porque ni tú ni yo nos creemos que es por un maldito libro desordenado - respondo poniéndome de pie.
Quiero tomarla de los hombros y sentarla sobre la cama, pero si no nos hablamos hace mucho, no nos tocamos hace una eternidad. Quizás en eventos públicos he puesto mi mano en su cintura para una fotografía pero no mucho más que eso ¿Hasta éste punto hemos llegado? Debería dar por terminadas mis travesuras para llamar su atención y buscar conversación porque están doliendo cada vez más.
Sonrío de lado mirando el suelo cuando pregunta sobre los autores pues estoy seguro de que alguien en todo Neopanem debe saberlo, los círculos sociales son cerrados y los autores contemporáneos no muchos - Menos mal que jamás me he decidido a escribir un libro - respondo levantando los ojos para ver su reacción ante tal comentario, uno bastante desafortunado pero no se me ocurre nada mejor para seguir el ritmo. No puedo quedarme callado, no sería propio de ésta versión de Ivar, así como tampoco sería propio pedir perdón honestamente- No podría, encontrarías un error con el que atormentarme hasta el siguiente mes - porque claramente nadie en esta casa puede alcanzar su nivel de perfección al organizar las cosas. No puedo envidiar un comportamiento obsesivo compulsivo, pero sí me gustaría tener un poco de ese talento para organizar las fichas en mi oficina.
Mi intento de tregua se va al demonio con su respuesta. Intento mantenerme serio pero no puedo hacerlo, incluso me recargo sobre mis brazos como si eso fuera a amortiguar sus ataques. Vaya que la relación está dañada ¿Podremos recompornerla algún día? Y de ser así... ¿Cuándo sería el momento apropiado para comenzar? ¿Cuando estén a punto de atraparme y ya no haya nada que perder? ¿En mi lecho de muerte? ¿Con una carta luego de estar tres metros bajo tierra? - El alcohol es para relajarte de lo que sea que te esté ocurriendo ahora mismo, porque ni tú ni yo nos creemos que es por un maldito libro desordenado - respondo poniéndome de pie.
Quiero tomarla de los hombros y sentarla sobre la cama, pero si no nos hablamos hace mucho, no nos tocamos hace una eternidad. Quizás en eventos públicos he puesto mi mano en su cintura para una fotografía pero no mucho más que eso ¿Hasta éste punto hemos llegado? Debería dar por terminadas mis travesuras para llamar su atención y buscar conversación porque están doliendo cada vez más.
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Su comentario hace parecer que el número de amantes en su haber es incalculable, cuando nunca me puse a la tarea de contar a partir de las sospechas o de los rumores maliciosos que cayeron en mis oídos de boca de unas pocas mujeres y hombres que creyeron ver la grieta entre nosotros, con la intención de colarse en esta. Si hubiera tomado mi venganza en alguno de estos ofrecimientos, no seguiría atormentando a Ivar con reclamos que nunca podrán remediar lo que fue y lo que sigue siendo, atados los dos a nuestros hábitos viciados. Si no es por un error de clasificación que irrumpo en su dormitorio y lo castigo como si hubiera liberado todos los males de este mundo. Lo sabemos los dos, llegamos cada tanto a este punto en que la excusa es dejada a un lado y se me abre un margen para sincerarme si así lo que quiero.
Pero aun duele demasiado, ponerlo en palabras me provoca una opresión dolorosa en el pecho y es que puedo tenerlo agazapado en mi mente, la verdad de que este matrimonio se volvió una formalidad vacía, que dejó de amarme en algún momento en que yo todavía lo amaba y eso duele. Muevo mis manos en el aire, cerrándolas en puños furiosos que no llegan a impactar en su pecho y caen con impotencia a los lados de mi cadera. —Solo ha sido un mal día, ¿de acuerdo?— sigo el tono de nuestra conversación, manteniéndolo en lo superficial. Ha sido una mala década. —Eres el más descuidado en esta casa, me exaspera que por donde sea que pases, dejes un lío escondido— me quejo.
Doy un paso atrás porque su cercanía activa una alarma de peligro que destella con sus luces rojas, mis pensamientos se tiñen de este color y tengo que aclararme para levantar mi barbilla hacia él con una confianza que no llego a sentir del todo. —Y no necesito alcohol para serenarme, si esa es tu receta para el estrés, bien por ti. Pero no puedes esperar que a todos nos funcione— replico. Practicarlo con frecuencia al final de las jornadas más pesadas me hubiera angustiado mucho más, quien sabe, podría tener principios de alcoholismo a estas alturas y ser una presencia lamentable en esa casa. Odiaría que mi hija me viera así, de eso se trata mantener la fachada hasta el final y buscar alternativas más discretas para calmar mi ansiedad. Combinarlas con alcohol sería una mala idea. —Que creas que un trago basta también es un error, porque nunca fue eso lo que funcionó. Se trataba de tener alguien con quien desahogarme, y disculpa que ahora lo haga con rabia, algunos sentimientos se están volviendo costumbre y otros se extinguieron— brota una carcajada amarga de mis labios, porque mi disculpa es sarcasmo y lo demás es la mitad de una verdad.
Pero aun duele demasiado, ponerlo en palabras me provoca una opresión dolorosa en el pecho y es que puedo tenerlo agazapado en mi mente, la verdad de que este matrimonio se volvió una formalidad vacía, que dejó de amarme en algún momento en que yo todavía lo amaba y eso duele. Muevo mis manos en el aire, cerrándolas en puños furiosos que no llegan a impactar en su pecho y caen con impotencia a los lados de mi cadera. —Solo ha sido un mal día, ¿de acuerdo?— sigo el tono de nuestra conversación, manteniéndolo en lo superficial. Ha sido una mala década. —Eres el más descuidado en esta casa, me exaspera que por donde sea que pases, dejes un lío escondido— me quejo.
Doy un paso atrás porque su cercanía activa una alarma de peligro que destella con sus luces rojas, mis pensamientos se tiñen de este color y tengo que aclararme para levantar mi barbilla hacia él con una confianza que no llego a sentir del todo. —Y no necesito alcohol para serenarme, si esa es tu receta para el estrés, bien por ti. Pero no puedes esperar que a todos nos funcione— replico. Practicarlo con frecuencia al final de las jornadas más pesadas me hubiera angustiado mucho más, quien sabe, podría tener principios de alcoholismo a estas alturas y ser una presencia lamentable en esa casa. Odiaría que mi hija me viera así, de eso se trata mantener la fachada hasta el final y buscar alternativas más discretas para calmar mi ansiedad. Combinarlas con alcohol sería una mala idea. —Que creas que un trago basta también es un error, porque nunca fue eso lo que funcionó. Se trataba de tener alguien con quien desahogarme, y disculpa que ahora lo haga con rabia, algunos sentimientos se están volviendo costumbre y otros se extinguieron— brota una carcajada amarga de mis labios, porque mi disculpa es sarcasmo y lo demás es la mitad de una verdad.
Ha tenido un mal día pero no puede atribuirme la culpa sobre eso, debería preguntar qué ha ocurrido para que se sienta de esa forma e iría yo mismo a darle un buen susto a los responsables ¿Alguien en el ministerio, quizás? Aunque el trabajo de mi esposa no solo depende de factores sociales para que resulte, también de físicos que nada ni nadie puede controlar - Lamento haber empeorado tu día - contesto de forma honesta, con una mano en el corazón - Dejar motas de polvo no es dejar un lío, Amy, sabes que cualquier persona me daría la razón - respondo intentando contener la risa. Tampoco es que soy la persona más desordenada del mundo, solo que tuve que adaptarme a sus costumbres. Syv en cambio nació con ellas así que le resulta más sencillo.
Hubo una época en la que el alcohol era la marca de que estaba viviendo la buena vida, desde que estaba en Europa solía seguir la música hasta llegar a la fuente y unirme a la fiesta, más tarde repetí la historia en Neopanem. Ahora lo bebo por las noches y en reuniones de negocios pero no extraño lo de antes para nada... Para mí no es una terapia, sino un placer que me gusta darme de vez en cuando, además mi tolerancia es demasiado buena como para poder olvidarme tras un par de tragos.
- El día que encuentre la receta anti estrés te lo haré saber - respondo apartándome también pues no quiero incomodarla más. Eso es algo que sí extraño, las épocas en las que moríamos por estar más cerca del otro en lugar de apartarnos como ahora. Respiro profundo y pienso en la mejor forma para ofrecerme como oyente, me gustaría saber a quién llamar ¿Una amiga o amigo quizás? Solo alguien con quien pueda quejarse de mí para no contener todo en su pecho... Aunque en mi defensa, ella tampoco sabe quién es mi mejor amiga, y si lo sabe cree que es mi amante.
- ¿Quieres desahogarte? Te escucho. Hiéreme si quieres, no responderé - digo al final fingiendo indiferencia. Me levanto de la cama y voy hacia el sofá junto a la ventana, tomo asiento y señalo la cama para que tome su lugar allí. Quizás el recuerdo de haber dormido alguna vez allí la ayude o tal vez alimente el odio que la ayudará a hablar - No hablamos hace mucho, es hora de ponernos al día.
Hubo una época en la que el alcohol era la marca de que estaba viviendo la buena vida, desde que estaba en Europa solía seguir la música hasta llegar a la fuente y unirme a la fiesta, más tarde repetí la historia en Neopanem. Ahora lo bebo por las noches y en reuniones de negocios pero no extraño lo de antes para nada... Para mí no es una terapia, sino un placer que me gusta darme de vez en cuando, además mi tolerancia es demasiado buena como para poder olvidarme tras un par de tragos.
- El día que encuentre la receta anti estrés te lo haré saber - respondo apartándome también pues no quiero incomodarla más. Eso es algo que sí extraño, las épocas en las que moríamos por estar más cerca del otro en lugar de apartarnos como ahora. Respiro profundo y pienso en la mejor forma para ofrecerme como oyente, me gustaría saber a quién llamar ¿Una amiga o amigo quizás? Solo alguien con quien pueda quejarse de mí para no contener todo en su pecho... Aunque en mi defensa, ella tampoco sabe quién es mi mejor amiga, y si lo sabe cree que es mi amante.
- ¿Quieres desahogarte? Te escucho. Hiéreme si quieres, no responderé - digo al final fingiendo indiferencia. Me levanto de la cama y voy hacia el sofá junto a la ventana, tomo asiento y señalo la cama para que tome su lugar allí. Quizás el recuerdo de haber dormido alguna vez allí la ayude o tal vez alimente el odio que la ayudará a hablar - No hablamos hace mucho, es hora de ponernos al día.
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Me enfada que mis reclamos los desestime como nimiedades, más aun que use mi apodo para cumplir con su propósito. Abro y cierro los puños, mis dedos tensos, hundo las uñas en mi palma para desahogar parte de mi rabia latente y la frustración. Mi semblante se ensombrece en respuesta a su humor controlado, se necesita de muy poco para que salga de esta habitación dando un portazo, porque la opción que me queda es soltar todo aquello que raspa mi garganta por reprimirlo, todo lo no dicho y que él bien sabe. Su colaboración con esta mentira de puertas para afuera lo ha vuelto cada vez más inaccesible para mí, dejamos de llamar a las cosas por sus nombres y lo desconozco a veces.
Si no abandono la habitación es porque a pesar de todas las cosas estúpidas que ha hecho Ivar, sólo se seguir a su lado. Sentimientos que se volvieron costumbre me tiene a un paso de herirlo y los sentimientos que no se extinguieron me retienen en mi sitio. El deseo de devolverle el mínimo daño que me ha causado es demasiado fuerte cuando me ofrece la oportunidad y tengo que cerrar los ojos, respirar profundo, para apaciguarme. Es un riesgo de doble filo en mis manos, puedo causarme más dolor a mí misma, del que podría penetrar a través de su máscara de indiferencia. Sigo su indicación con una mano para me siente en la cama y mi mirada se oscurece, hace años que me exilié de ese sitio.
El borde se hunde bajo mi peso, cruzo mis piernas y mi espalda se mantiene recta al sostenerme en una pose soberbia. —¿Sobre los gastos de la casa? ¿La educación de Synnove?— mi tono desborda de sorna. —¿Sobre tu amante y lo aburrido que se vuelve la vida doméstica cuando también se hace costumbre con otra mujer? ¿Sobre nuestros trabajos y la posibilidad de un ascenso? ¿Por dónde quieres comenzar?— inquiero, y es el despecho más burdo lo que percibo en mi voz, lo que me avergüenza, porque si opto por el silencio es para no tener que verme a mí misma como la esposa despechada que no fue capaz de hacer algo para que su matrimonio funcionara y su marido no reincidiera en las faltas de su juventud. Estoy haciendo un esfuerzo muy grande para dejar atrás a la muchacha que se escapó de casa, y él no me está ayudando, lo hace todo difícil.
Si no abandono la habitación es porque a pesar de todas las cosas estúpidas que ha hecho Ivar, sólo se seguir a su lado. Sentimientos que se volvieron costumbre me tiene a un paso de herirlo y los sentimientos que no se extinguieron me retienen en mi sitio. El deseo de devolverle el mínimo daño que me ha causado es demasiado fuerte cuando me ofrece la oportunidad y tengo que cerrar los ojos, respirar profundo, para apaciguarme. Es un riesgo de doble filo en mis manos, puedo causarme más dolor a mí misma, del que podría penetrar a través de su máscara de indiferencia. Sigo su indicación con una mano para me siente en la cama y mi mirada se oscurece, hace años que me exilié de ese sitio.
El borde se hunde bajo mi peso, cruzo mis piernas y mi espalda se mantiene recta al sostenerme en una pose soberbia. —¿Sobre los gastos de la casa? ¿La educación de Synnove?— mi tono desborda de sorna. —¿Sobre tu amante y lo aburrido que se vuelve la vida doméstica cuando también se hace costumbre con otra mujer? ¿Sobre nuestros trabajos y la posibilidad de un ascenso? ¿Por dónde quieres comenzar?— inquiero, y es el despecho más burdo lo que percibo en mi voz, lo que me avergüenza, porque si opto por el silencio es para no tener que verme a mí misma como la esposa despechada que no fue capaz de hacer algo para que su matrimonio funcionara y su marido no reincidiera en las faltas de su juventud. Estoy haciendo un esfuerzo muy grande para dejar atrás a la muchacha que se escapó de casa, y él no me está ayudando, lo hace todo difícil.
Recibo las dos primeras preguntas con total indiferencia pues no sale de las cosas básicas que cualquier pareja discute el 50% de su vida de casados. En realidad esa charla ni siquiera sería una discusión pues ambos tendríamos el mismo objetivo: optimización de la economía y todo lo mejor para nuestra hija. Sin embargo, con lo que sigue me atraviesa sin anestesia y caigo en la cuenta de que mi brillante idea no ha sido tan brillante después de todo. Una vez más... paso tanto tiempo fingiendo no tener sentimientos que a veces olvido que soy humano y también tengo un límite.
- ¿Qué tal si comenzamos por la razón por la cual estás tan segura de que tengo una amante? - pregunto tragando saliva. Adiós a la seguridad de siempre, lo único que espero es poder mantener la compostura y no escupir todas las verdades que me he esforzado tanto por esconder a lo largo de éstos años. No podré superar esta charla sin un ancla, así que me concentro en su figura sentada sobre mi cama... Hace tiempo que no la veo allí y es agradable recordarlo, pese a que ya no se encuentra tan cómoda como alguna vez lo estuvo.
- No vuelvo a casa de inmediato luego del trabajo, a veces desaparezco los fines se semana, nuestra relación no es la misma pero igual... Yo podría creer lo mismo de tí y no lo hago - sobre todo porque imaginarla en los brazos de otro hombre me rompería el corazón. ¿A ella también? ¿Le estoy haciendo más daño de manera emocional que el daño físico que podría hacerle el ministerio si me atrapa y decide castigar a mi familia?
Siento mi espalda como se tensa y una vez más tengo que recurrir al ancla. Pese a su ceño fruncido y mandíbula apretada se ve tan hermosa como cuando despertaba con una sonrisa a mi lado, esa sonrisa capaz de hacerme levantar de madrugada para prepararle el desayuno pese a haber trabajado hasta tarde para que vaya a su trabajo con la panza llena y el cerebro al 100% para destacar del resto de los científicos.
- ¿Qué tal si comenzamos por la razón por la cual estás tan segura de que tengo una amante? - pregunto tragando saliva. Adiós a la seguridad de siempre, lo único que espero es poder mantener la compostura y no escupir todas las verdades que me he esforzado tanto por esconder a lo largo de éstos años. No podré superar esta charla sin un ancla, así que me concentro en su figura sentada sobre mi cama... Hace tiempo que no la veo allí y es agradable recordarlo, pese a que ya no se encuentra tan cómoda como alguna vez lo estuvo.
- No vuelvo a casa de inmediato luego del trabajo, a veces desaparezco los fines se semana, nuestra relación no es la misma pero igual... Yo podría creer lo mismo de tí y no lo hago - sobre todo porque imaginarla en los brazos de otro hombre me rompería el corazón. ¿A ella también? ¿Le estoy haciendo más daño de manera emocional que el daño físico que podría hacerle el ministerio si me atrapa y decide castigar a mi familia?
Siento mi espalda como se tensa y una vez más tengo que recurrir al ancla. Pese a su ceño fruncido y mandíbula apretada se ve tan hermosa como cuando despertaba con una sonrisa a mi lado, esa sonrisa capaz de hacerme levantar de madrugada para prepararle el desayuno pese a haber trabajado hasta tarde para que vaya a su trabajo con la panza llena y el cerebro al 100% para destacar del resto de los científicos.
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Desde que tengo memoria se me ha reconocido mi inteligencia, a la que ofende con su pregunta. ¿Cree que no puedo identificar las señales? Trabajo en asociaciones, en armar esquemas mentales a partir de cabos aislados y categorizar relaciones. Sabiendo todo lo que sé de Ivar, todos sus errores y pecados del pasado que acepté porque lo amaba al punto de creer que era lo que él necesitaba para empezar de cero, no pude ignorar esos signos que me hablaban de sus viejas costumbres y lo insuficiente que era yo para llenar esos vacíos que solo admite lo temporal y superficial, porque en realidad no quiero sanarlos. Está hecho para ser un hombre de defectos y equivocaciones constantes.
-¿Y por qué no lo piensas? - replico. Mis puños se cierran sobre mis rodillas, las palmas de mis manos son lastimadas por la presión de mis uñas. Me escucho tan severa como rígidos estan mis hombros. -Después de todos estos años, Ivar... ¿crees que no podría haberme acercado a otra persona? -. Si se lo digo es por malicia, me queda lastimar su ego al menos si no puedo dañarlo aún más profundo. -Sé que estuvimos enamorados alguna vez, eso fue real. Y luego te apartaste... pasaron años desde entonces, los sentimientos cambian. Se suceden personas y oportunidades. Dime, ¿por qué se mantendría la fidelidad a un sentimiento del pasado?
Tengo la respuesta, pero no hago más que sostener su mirada con una serenidad aparente. Es el disfraz de mi entera resignación a las personas en las que nos hemos convertido, a las circunstancias que me tienen aquí sentada en su cama interpretando un papel, él a un par de pasos que en otra época no serían más que centímetros entre los dos, y en el presente se sienten como cien años. -Si mal no recuerdo mi voto al casarnos fue que sería tu esposa el resto de mis días - me incorporo en toda mi estatura. -Y que no se diga que no supe mantener el nombre, todo lo implícito quedó fuera del juramento y su ausencia no hace daño a nadie - seguimos vivos. Me apena que esto sea lo importante, por detrás de Syv, para mantener este engaño de matrimonio. En unos poco pasos bordeo la cama y en vez de la puerta, me dirijo a su guardarropa. Salgo a los tres segundos con mi libro azul en las manos. -Tus escondites son lo único que se mantienen con el tiempo - digo, y con el libro recuperado, un poco más calmada y también lastimada, salgo de su habitación.
-¿Y por qué no lo piensas? - replico. Mis puños se cierran sobre mis rodillas, las palmas de mis manos son lastimadas por la presión de mis uñas. Me escucho tan severa como rígidos estan mis hombros. -Después de todos estos años, Ivar... ¿crees que no podría haberme acercado a otra persona? -. Si se lo digo es por malicia, me queda lastimar su ego al menos si no puedo dañarlo aún más profundo. -Sé que estuvimos enamorados alguna vez, eso fue real. Y luego te apartaste... pasaron años desde entonces, los sentimientos cambian. Se suceden personas y oportunidades. Dime, ¿por qué se mantendría la fidelidad a un sentimiento del pasado?
Tengo la respuesta, pero no hago más que sostener su mirada con una serenidad aparente. Es el disfraz de mi entera resignación a las personas en las que nos hemos convertido, a las circunstancias que me tienen aquí sentada en su cama interpretando un papel, él a un par de pasos que en otra época no serían más que centímetros entre los dos, y en el presente se sienten como cien años. -Si mal no recuerdo mi voto al casarnos fue que sería tu esposa el resto de mis días - me incorporo en toda mi estatura. -Y que no se diga que no supe mantener el nombre, todo lo implícito quedó fuera del juramento y su ausencia no hace daño a nadie - seguimos vivos. Me apena que esto sea lo importante, por detrás de Syv, para mantener este engaño de matrimonio. En unos poco pasos bordeo la cama y en vez de la puerta, me dirijo a su guardarropa. Salgo a los tres segundos con mi libro azul en las manos. -Tus escondites son lo único que se mantienen con el tiempo - digo, y con el libro recuperado, un poco más calmada y también lastimada, salgo de su habitación.
Es la mujer más inteligente y bella que conozco, tengo suerte de tenerla y soy un estúpido por retenerla. Sé que hay muchos hombres en Neopanem que morirían por sus afectos y ella misma podría conquistar a quién sea pero aún así no lo imagino, es un escenario que prefiero mantener lejos de mi imaginación ya que generaría el mismo efecto que generan sus palabras ahora mismo. Tengo que presionar con fuerza los puños y agradezco tener al menos una de mis uñas descuidadamente larga como para hacerme daño y calmar el dolor que se genera en mi pecho. Quiero llorar, sí, pero no puedo hacerlo... Porque hay una parte errónea en toda su deducción y es que jamás he dejado de amarla ¿Cómo podría? Y por eso, duele muchísimo más saber que ella ya no me ama a mí.
Trago saliva pues el voto de nuestro matrimonio es algo que jamás me atrevería a romper, jamás incumplo mi palabra y pienso mantener esa promesa hasta el día de mi muerte. He sentido atracción por muchas mujeres en mi vida, algunas formaron parte importante, pero solo he amado con locura a una y creo que será la única no importa lo que pase. Creo... creo que debería librarla de su promesa, merece mucho más de lo que le estoy dando y no estoy dispuesto a sacrificar la vida de otros por mi propia felicidad. Personas, niños, me necesitan y para ayudarlos como corresponde me estoy poniendo en un riesgo demasiado grande. Perderme no le causará tanto dolor, ya lo ha dejado bien en claro.
Estoy a punto de abrir la boca para decir lo que pienso cuando toma el libro y se lo lleva de la habitación. Entonces sabe que no ha sido algo al azar ¿Eso no le da una pista de algo? Quiere decir que sigo queriendo hablar con ella, la necesito aunque sea en pequeñas dosis.
- No lo pienso porque te amo demasiado como para imaginarlo - respondo a su pregunta una vez que está lo suficientemente lejos como para que su oído no lo capte. Me levanto como lo ha hecho ella y voy a la puerta para cerrarla antes de acostarme a dormir. Cierro los ojos pero no logro quedarme inconsciente, en cambio las lágrimas comienzan a mojar la almohada como ya lo han hecho con anterioridad por tantas otras peleas.
Trago saliva pues el voto de nuestro matrimonio es algo que jamás me atrevería a romper, jamás incumplo mi palabra y pienso mantener esa promesa hasta el día de mi muerte. He sentido atracción por muchas mujeres en mi vida, algunas formaron parte importante, pero solo he amado con locura a una y creo que será la única no importa lo que pase. Creo... creo que debería librarla de su promesa, merece mucho más de lo que le estoy dando y no estoy dispuesto a sacrificar la vida de otros por mi propia felicidad. Personas, niños, me necesitan y para ayudarlos como corresponde me estoy poniendo en un riesgo demasiado grande. Perderme no le causará tanto dolor, ya lo ha dejado bien en claro.
Estoy a punto de abrir la boca para decir lo que pienso cuando toma el libro y se lo lleva de la habitación. Entonces sabe que no ha sido algo al azar ¿Eso no le da una pista de algo? Quiere decir que sigo queriendo hablar con ella, la necesito aunque sea en pequeñas dosis.
- No lo pienso porque te amo demasiado como para imaginarlo - respondo a su pregunta una vez que está lo suficientemente lejos como para que su oído no lo capte. Me levanto como lo ha hecho ella y voy a la puerta para cerrarla antes de acostarme a dormir. Cierro los ojos pero no logro quedarme inconsciente, en cambio las lágrimas comienzan a mojar la almohada como ya lo han hecho con anterioridad por tantas otras peleas.
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