OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Mayo
Noche
Tras un largo día de compras al final terminé eligiendo los tres vestidos para la señora Lackberg. Estoy seguro de que podrá lucir cualquiera de ellos en la fiesta pero no voy a ocultar que mi favorito es el rojo, quedará de maravilla con el color de su cabello e irá a juego con el traje que eligió el señor Lackberg. Espero que ésta elección dure más que la de su esposo pues el hombre solo entró en su cambiador y tomó la primera opción que ingresó a su campo visual ¡Y pensar que yo tardé horas analizando cada uno de los detalles! De todas formas a ese hombre todo le queda bien, tiene un no se qué que lo hace lucir atractivo hasta en pijamas.
Cuando ingreso al cambiador de la pelirroja, ella aún no se encuentra allí así que aprovecho para preparar las tres perchas con los vestidos y también algo de maquillaje que creo que irá bien con cualquiera de los tres. Sí, también aprendí a maquillar con mi anterior amo, cosa que no fue sencilla ya que escaseaban las visitas femeninas. Aún no he tratado mucho con la señora de la casa así que no sé hasta dónde me permitirá aconsejarla, seré discreto al comienzo y con el tiempo veré.
Me cruzo de brazos frente a las tres opciones y los miro de arriba a abajo una vez más. El fuccia es elegante, sin demasiados detalles pero impone respeto. Tiene cierto aire de los viejos años 50 que me gusta, aunque esa moda ya es desconocida por muchos, se perdió en la historia y no sé como reaccionarían al ver algo así. El azul es atrevido... No sé cual es el asunto entre los amos de la casa pero sin duda hará que el señor Lackberg se replanteé toda esa frialdad que muestra a su esposa. Por último el rojo tiene todo mi cariño personal. ¡El escote! ¡La capa! ¡Las mangas! No sé si existe un paraíso pero debe haber al menos un ángel luciendo ese vestido.
-Oh preciosos, son los tres despampanantes pero solo tendremos un ganador...
Noche
Tras un largo día de compras al final terminé eligiendo los tres vestidos para la señora Lackberg. Estoy seguro de que podrá lucir cualquiera de ellos en la fiesta pero no voy a ocultar que mi favorito es el rojo, quedará de maravilla con el color de su cabello e irá a juego con el traje que eligió el señor Lackberg. Espero que ésta elección dure más que la de su esposo pues el hombre solo entró en su cambiador y tomó la primera opción que ingresó a su campo visual ¡Y pensar que yo tardé horas analizando cada uno de los detalles! De todas formas a ese hombre todo le queda bien, tiene un no se qué que lo hace lucir atractivo hasta en pijamas.
Cuando ingreso al cambiador de la pelirroja, ella aún no se encuentra allí así que aprovecho para preparar las tres perchas con los vestidos y también algo de maquillaje que creo que irá bien con cualquiera de los tres. Sí, también aprendí a maquillar con mi anterior amo, cosa que no fue sencilla ya que escaseaban las visitas femeninas. Aún no he tratado mucho con la señora de la casa así que no sé hasta dónde me permitirá aconsejarla, seré discreto al comienzo y con el tiempo veré.
Me cruzo de brazos frente a las tres opciones y los miro de arriba a abajo una vez más. El fuccia es elegante, sin demasiados detalles pero impone respeto. Tiene cierto aire de los viejos años 50 que me gusta, aunque esa moda ya es desconocida por muchos, se perdió en la historia y no sé como reaccionarían al ver algo así. El azul es atrevido... No sé cual es el asunto entre los amos de la casa pero sin duda hará que el señor Lackberg se replanteé toda esa frialdad que muestra a su esposa. Por último el rojo tiene todo mi cariño personal. ¡El escote! ¡La capa! ¡Las mangas! No sé si existe un paraíso pero debe haber al menos un ángel luciendo ese vestido.
-Oh preciosos, son los tres despampanantes pero solo tendremos un ganador...
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Mi olvido provocó que saliera del ministerio a deshoras con una prisa que molestó a los que viajaron conmigo en el ascensor hasta el atrio, y es que no paraba de golpetear el suelo con el tacón de mi zapato por la impaciencia de que esa cosa no fuera más rápido. Tenía la nariz metida en las plantas, literalmente, que pasé de largo el recordatorio de que tenía que volver temprano a casa para cumplir con la formalidad de asistir a una fiesta que en otros tiempos hubiera disfrutado y en el presente se volvía un tedio de apariencias. Me requiere un gran esfuerzo ignorar que serán horas en las que tendremos que movernos por un mismo espacio con Ivar y procurar de que no se note que nos miramos de soslayo, nunca de frente. Pongo mi mejor sonrisa en el rostro, por supuesto. Esta noche también lo haré y ensayo la primera con Sami cuando cruzo el piso hasta mi dormitorio, donde lo encuentro. Arrojo mi cartera sobre la cama y mientras camino me apresuro en sacarme los zapatos. —¡Ya estoy aquí!— grito.
Únicamente con medias cubriendo mis pies y en medio del guardarropa estudio los tres modelos de vestidos que eligió para mí, y pese a que me decantaría por azul por la fuerza de la costumbre, tengo que admitir que los otros dos me hacen dudar de mi decisión rápida. Sami se toma en serio su trabajo, lo comprobé desde los primeros días que lo tuvimos con nosotros y son en estos eventos cuando se luce con su don. Quisiera tener a Synnove conmigo para que hiciera la elección, en vez de llamarla acaricio la tela de los vestidos con las puntas de mis dedos. Esto logra que por poco regrese el placer de antaño por estas reuniones sociales, un vestido bonito puede conseguir que me infunda de nueva confianza. —Me quedaré con el azul— decido finalmente, la opción más obvia en mi caso. Siempre es azul. Dudo un segundo y pese a que está mal visto pedir opinión a los esclavos, en esta ocasión, la opinión de Sami vale. —¿Cuál te gusta a ti?— pregunto.
Fui quien eligió personalmente comprarlo, porque ninguno de los otros miembros de esta familia mencionaba siquiera tener un nuevo esclavo, ¿y por qué no lo haríamos? ¿Es que no pensaban en lo que opinaría la gente por la falta de uno? Y no me lamento de traer a Sami, en muchos sentidos, es encantador y tan obediente como los hay pocos en el mercado. Si lo elegí fue por sus antecedentes, y más como una inversión para Synnove, si bien en el presente se aboca más a mí y a Ivar. Mi hija necesitará de alguien que cuide de ella, como a veces no podemos ni su padre ni yo. —¿Qué llevará puesto Ivar?— consulto por curiosidad.
Únicamente con medias cubriendo mis pies y en medio del guardarropa estudio los tres modelos de vestidos que eligió para mí, y pese a que me decantaría por azul por la fuerza de la costumbre, tengo que admitir que los otros dos me hacen dudar de mi decisión rápida. Sami se toma en serio su trabajo, lo comprobé desde los primeros días que lo tuvimos con nosotros y son en estos eventos cuando se luce con su don. Quisiera tener a Synnove conmigo para que hiciera la elección, en vez de llamarla acaricio la tela de los vestidos con las puntas de mis dedos. Esto logra que por poco regrese el placer de antaño por estas reuniones sociales, un vestido bonito puede conseguir que me infunda de nueva confianza. —Me quedaré con el azul— decido finalmente, la opción más obvia en mi caso. Siempre es azul. Dudo un segundo y pese a que está mal visto pedir opinión a los esclavos, en esta ocasión, la opinión de Sami vale. —¿Cuál te gusta a ti?— pregunto.
Fui quien eligió personalmente comprarlo, porque ninguno de los otros miembros de esta familia mencionaba siquiera tener un nuevo esclavo, ¿y por qué no lo haríamos? ¿Es que no pensaban en lo que opinaría la gente por la falta de uno? Y no me lamento de traer a Sami, en muchos sentidos, es encantador y tan obediente como los hay pocos en el mercado. Si lo elegí fue por sus antecedentes, y más como una inversión para Synnove, si bien en el presente se aboca más a mí y a Ivar. Mi hija necesitará de alguien que cuide de ella, como a veces no podemos ni su padre ni yo. —¿Qué llevará puesto Ivar?— consulto por curiosidad.
El grito de la señora me hace dar un salto en el lugar pero rápidamente me recompongo y la sonrisa en mi rostro aparece pues no veo la hora de verla luciendo los tres vestidos, como una pequeña pasarela en la que al final solo quedará uno pero al menos podremos disfrutar del proceso de selección. Estoy más emocionado de lo que debería así que me contengo con las manos entrelazadas a la altura de mi mentón y aguardo a que elija uno para probarse primero. Pero al parecer eso no está en sus planes ¿Qué demonios pasa con esta familia? El señor Ivar eligió casi sin mirar y ahora la señora no quiere probarse los vestidos... ¡Van a matarme!
-¿No quiere probárselos primero? Para estar completamente segura - sugiero intentando no sonar muy suplicante, claro que fallo. No estoy seguro de poder dar mi opinión honesta, he escuchado de esclavos a los que les han dado una paliza por discernir con sus amos y no conozco a los Lackberg desde hace mucho. Sin embargo, en ningún momento me han dado señales de que podrían comportarse de esa manera, no Synnove sin dudas - Me gusta el rojo - respondo tragándome las razones, no debo hablar demasiado.
Sonrío con su siguiente pregunta ya que me da una oportunidad para explicarme por lo del color rojo. Me gustaría poder ir a buscar el traje del señor para que lo vea ella misma, pero quizás sea mejor que lo vea por ella misma en la fiesta... Como en los cuentos de hadas en los que la pareja se ve mutuamente con ropas finas y comienzan a escucharse violines de fondo ¡Sí! ¡Ese es el efecto que debo lograr con sus vestimentas de ahora en más!
- El señor Ivar llevará un traje negro de tres piezas con un chaleco bordó y corbata del mismo color - explico recordando cada uno de los detalles - Los zapatos son negros con suela roja - termino con una sonrisa - Ahora sabe por qué me inclinaba por ese color - admito encogiéndome de hombros - Eso y quedaría hermoso con el color de su cabello y piel. - ya me gustaría a mí tener ese hermoso tono blanco como la nieve... Es muy difícil combinar colores con mi color.
-¿No quiere probárselos primero? Para estar completamente segura - sugiero intentando no sonar muy suplicante, claro que fallo. No estoy seguro de poder dar mi opinión honesta, he escuchado de esclavos a los que les han dado una paliza por discernir con sus amos y no conozco a los Lackberg desde hace mucho. Sin embargo, en ningún momento me han dado señales de que podrían comportarse de esa manera, no Synnove sin dudas - Me gusta el rojo - respondo tragándome las razones, no debo hablar demasiado.
Sonrío con su siguiente pregunta ya que me da una oportunidad para explicarme por lo del color rojo. Me gustaría poder ir a buscar el traje del señor para que lo vea ella misma, pero quizás sea mejor que lo vea por ella misma en la fiesta... Como en los cuentos de hadas en los que la pareja se ve mutuamente con ropas finas y comienzan a escucharse violines de fondo ¡Sí! ¡Ese es el efecto que debo lograr con sus vestimentas de ahora en más!
- El señor Ivar llevará un traje negro de tres piezas con un chaleco bordó y corbata del mismo color - explico recordando cada uno de los detalles - Los zapatos son negros con suela roja - termino con una sonrisa - Ahora sabe por qué me inclinaba por ese color - admito encogiéndome de hombros - Eso y quedaría hermoso con el color de su cabello y piel. - ya me gustaría a mí tener ese hermoso tono blanco como la nieve... Es muy difícil combinar colores con mi color.
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La prisa, la costumbre, me llevan a una decisión rápida como lo hacía cada mañana para ir a trabajar, sacando de las perchas otro de los trajes en dos colores, casi todos los días de tonos neutrones que iban desde el azul oscuro hasta el negro, pasando por el beige. ¿Rojo? Es demasiado llamativo, de por sí mi pelo lo era cuando crecía en la granja de mi abuela y bajo el sol se encendía. Dentro del laboratorio fue destiñéndose en un cobrizo más discreto, y el vestido que prefiere lo único que haría sería volver a resaltar este viejo atributo. Pero me siento indecisa desde hace un tiempo, no creo dar con las elecciones acertadas con la misma confianza que tenía cuando era mucho más joven, con una edad similar a la de Synnove y en elecciones sencillas prefiero escuchar a otros, un esclavo inclusive. Estudio la tela roja con las yemas de mis dedos que vagan a lo largo del corte del vestido.
Si su sugerencia para mi atuendo de esta noche me hace dudar por el quiebre que representa en mis patrones, el vestuario de Ivar está pensado hasta en los detalles y me pregunto si se calzara los zapatos con la misma indiferencia que dedica a todo lo que recibe en esta casa. No me cuesta nada imaginar un escenario posible en el que se mueve con absoluta comodidad en su traje, porque nunca tuvo problemas en adaptarse a los cambios y tengo la certeza comprobada de que variar es algo que en verdad disfruta. —Si Ivar irá vestido con esos colores, con más razón creo que debo ir con el azul— musito, para evidenciar la contrariedad que hay entre los dos. Pero no quiero que nuestro esclavo quede en medio del fuego cruzado, con el empeño que le pone a su tarea. —Será el vestido rojo, Sami— lo tranquilizo, decantándome por su recomendación.
—¿Tienes los zapatos? ¿La cartera?— consulto, dando una vuelta en el minúsculo espacio mientras recorro cajones y todos los dejo entreabiertos sin sacar nada. Cruzo hacia el baño para perderme dentro, desde donde sigo hablándole: —A Synnove le gustaría ese vestido, pero el rojo la acompleja más que a mí— cuento, son detalles de la personalidad de mi hija que guardo para mí a partir de las observaciones que hago y no le comento. —Si yo me quejo de mi palidez, ella lo sufre aún más. La he visto probarse prendas en rojo y cambiárselas a un minuto de salir—. Abro uno de los compartimientos del espejo del baño para sacar unos frascos debidamente etiquetados y cargo mi palma de unos comprimidos de distintos colores para arrojarlos a mi garganta. Bebo un poco del agua del lavado para sacar el sabor y vuelvo al sitio en el que me espera Sami. —Creo que con el cabello recogido quedará bien, me incomoda un poco llevarlo suelto— cambio la dirección de la conversación otra vez, pese a que en todo momento hablamos de lo mismo, tiendo a decir y hacer varias cosas a la vez. Noto los cajones que dejé abiertos y vuelvo sobre mis pasos para cerrarlos.
Si su sugerencia para mi atuendo de esta noche me hace dudar por el quiebre que representa en mis patrones, el vestuario de Ivar está pensado hasta en los detalles y me pregunto si se calzara los zapatos con la misma indiferencia que dedica a todo lo que recibe en esta casa. No me cuesta nada imaginar un escenario posible en el que se mueve con absoluta comodidad en su traje, porque nunca tuvo problemas en adaptarse a los cambios y tengo la certeza comprobada de que variar es algo que en verdad disfruta. —Si Ivar irá vestido con esos colores, con más razón creo que debo ir con el azul— musito, para evidenciar la contrariedad que hay entre los dos. Pero no quiero que nuestro esclavo quede en medio del fuego cruzado, con el empeño que le pone a su tarea. —Será el vestido rojo, Sami— lo tranquilizo, decantándome por su recomendación.
—¿Tienes los zapatos? ¿La cartera?— consulto, dando una vuelta en el minúsculo espacio mientras recorro cajones y todos los dejo entreabiertos sin sacar nada. Cruzo hacia el baño para perderme dentro, desde donde sigo hablándole: —A Synnove le gustaría ese vestido, pero el rojo la acompleja más que a mí— cuento, son detalles de la personalidad de mi hija que guardo para mí a partir de las observaciones que hago y no le comento. —Si yo me quejo de mi palidez, ella lo sufre aún más. La he visto probarse prendas en rojo y cambiárselas a un minuto de salir—. Abro uno de los compartimientos del espejo del baño para sacar unos frascos debidamente etiquetados y cargo mi palma de unos comprimidos de distintos colores para arrojarlos a mi garganta. Bebo un poco del agua del lavado para sacar el sabor y vuelvo al sitio en el que me espera Sami. —Creo que con el cabello recogido quedará bien, me incomoda un poco llevarlo suelto— cambio la dirección de la conversación otra vez, pese a que en todo momento hablamos de lo mismo, tiendo a decir y hacer varias cosas a la vez. Noto los cajones que dejé abiertos y vuelvo sobre mis pasos para cerrarlos.
Creo que debo practicar esconder mis emociones hacia mis amos pues mi rostro es de película al escuchar que no quiere ir a juego con su esposo. No entiendo su historia y dudo entenderla algún día si nadie me la explica con dibujitos. Mis padres peleaban de vez en cuando pero creo que eso es parte de cualquier matrimonio... En cambio los Lackberg ni siquiera se hablan desde que he llegado ¿Cómo pueden estar enfadados si no se hablan? ¿Para qué siguen con el matrimonio si van a ignorarse? Synnove ya es grande como para mantener la pareja "por su bien" ¿Cuál es la excusa?
Sacudo la cabeza para eliminar todas esas preguntas y no me cuesta mucho olvidarme de ellas ya que me da la mejor noticia que podría haberme dado. ¿Acaso está tomando en cuenta mi opinión? ¡No puedo creerlo! - ¡Sí! - exclamo con un saltito y luego dando pequeños aplausos. La opinión de los esclavos no vale mucho así que esto es una gran victoria para mi... De tener amigos con los que mantengo el contacto, se los contaría de inmediato.
Tengo que truncar mi festejo para ir por los zapatos y el bolso, en este caso negros con solo algunos detalles del color del vestido aunque no por eso menos bonitos - Aquí tiene, señora Lackberg - digo dejándolos sobre una pequeña mesa ratona pues se mueve por todos lados y no estoy seguro de que deba seguirla por atrás.
- Supongo que no se ha probado las prendas rojas con el maquillaje correcto, me encargaré de eso - prometo pues me niego a irme de este mundo sin verla luciendo el color - Y concuerdo con el cabello recogido ¿Me permite? - pregunto haciendo un ademán hacia una silla - Solo para darle una idea... - soy bastante multitareas con lo que se respecta a la imagen, pero creo que debería dejarlo en manos de un profesional.
Sacudo la cabeza para eliminar todas esas preguntas y no me cuesta mucho olvidarme de ellas ya que me da la mejor noticia que podría haberme dado. ¿Acaso está tomando en cuenta mi opinión? ¡No puedo creerlo! - ¡Sí! - exclamo con un saltito y luego dando pequeños aplausos. La opinión de los esclavos no vale mucho así que esto es una gran victoria para mi... De tener amigos con los que mantengo el contacto, se los contaría de inmediato.
Tengo que truncar mi festejo para ir por los zapatos y el bolso, en este caso negros con solo algunos detalles del color del vestido aunque no por eso menos bonitos - Aquí tiene, señora Lackberg - digo dejándolos sobre una pequeña mesa ratona pues se mueve por todos lados y no estoy seguro de que deba seguirla por atrás.
- Supongo que no se ha probado las prendas rojas con el maquillaje correcto, me encargaré de eso - prometo pues me niego a irme de este mundo sin verla luciendo el color - Y concuerdo con el cabello recogido ¿Me permite? - pregunto haciendo un ademán hacia una silla - Solo para darle una idea... - soy bastante multitareas con lo que se respecta a la imagen, pero creo que debería dejarlo en manos de un profesional.
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Pestañeo hacia la silla que me ofrece Sami, mi prisa al caminar dentro del guardarropa se interrumpe y estoy detenida sobre mis pies más de un minuto. Es como si acabara de activar un interruptor que me obliga a centrar en una única cosa, en este caso el peinado que se ofrece a probar para poner un orden a las ondas pelirrojas que suelen cosquillear mi cuello y en ambientes como el que me espera esta noche, se vuelve sofocante. —Sí, claro— respondo un poco ida, me encuentro sentada al segundo siguiente, mi espalda recta contra el respaldo. Colaboro por mi parte alzando mi cabello con las manos, mostrándole el alto que espero, no precisamente en la coronilla, pero tampoco al ras de la nuca.
Examino los zapatos que colocó sobre la mesa, los detalles que lo hacen encantadores. —No recuerdo la última vez que puse tanto esmero en una salida, Sami— le confieso, porque mi boca necesita llenar el espacio con palabras vanas y porque una inocente sensación de confianza que surge entre amos y esclavos, los obliga a escuchar los pensamientos más banales que surcan nuestras mentes. —Puede que haya sido antes de casarme en alguna cita con Ivar— divago. —No quiero que pienses que soy descuidada, en estos últimos años tuve que acudir a lo más práctico y cómodo, haciendo las mismas elecciones seguras de siempre— le explico. Creo que uno de los estigmas que más me persiguen desde que abandoné mi distrito de nacimiento, es no poder estar a la altura de la elegancia y el lujo del Capitolio. Claro que traté de mimetizarme con los demás, puedo decir que lo he logrado con éxito. Pero la inseguridad sigue presente allí. —Muchos, muchos vestidos negros— me rio.
Me giro suavemente en su dirección, echándome un poco hacia atrás, no quiero estropear el peinado que está haciendo. —¿También trabajaste con mujeres, Sami?— lo interrogo. Trabajar o servir, no distingo el significado de ambas palabras y por eso las empleo como sinónimos. Sabía que uno de sus amos fue un diseñador, es la referencia más precisa que tengo de él, por eso mi curiosidad de si ha servido a damas del Capitolio como para estar tan seguro de sus elecciones de vestuario y tan atento a completar el atuendo con maquillaje y un peinado adecuado.
Examino los zapatos que colocó sobre la mesa, los detalles que lo hacen encantadores. —No recuerdo la última vez que puse tanto esmero en una salida, Sami— le confieso, porque mi boca necesita llenar el espacio con palabras vanas y porque una inocente sensación de confianza que surge entre amos y esclavos, los obliga a escuchar los pensamientos más banales que surcan nuestras mentes. —Puede que haya sido antes de casarme en alguna cita con Ivar— divago. —No quiero que pienses que soy descuidada, en estos últimos años tuve que acudir a lo más práctico y cómodo, haciendo las mismas elecciones seguras de siempre— le explico. Creo que uno de los estigmas que más me persiguen desde que abandoné mi distrito de nacimiento, es no poder estar a la altura de la elegancia y el lujo del Capitolio. Claro que traté de mimetizarme con los demás, puedo decir que lo he logrado con éxito. Pero la inseguridad sigue presente allí. —Muchos, muchos vestidos negros— me rio.
Me giro suavemente en su dirección, echándome un poco hacia atrás, no quiero estropear el peinado que está haciendo. —¿También trabajaste con mujeres, Sami?— lo interrogo. Trabajar o servir, no distingo el significado de ambas palabras y por eso las empleo como sinónimos. Sabía que uno de sus amos fue un diseñador, es la referencia más precisa que tengo de él, por eso mi curiosidad de si ha servido a damas del Capitolio como para estar tan seguro de sus elecciones de vestuario y tan atento a completar el atuendo con maquillaje y un peinado adecuado.
Ni bien toma asiento, pongo manos a la obra teniendo en cuenta la única indicación que me ha dado antes de dejar volar mi imaginación. Si bien la señora Lackberg ya tiene una hija crecida, está lejos de ser una mujer entrada en años. Tiene una piel maravillosa con muy pocas arrugas así que me permito jugar con la idea de un peinado juvenil: Un rodete a la altura que me indicó con algunos mechones sueltos desparramados para simular algo casual.
Mis dedos se mueven a gran velocidad, sosteniendo distintos mechones de pelo y enganchando hebillas invisibles por todos lados. Me siento como una gran araña haciendo un tejido perfecto para cazar moscas... Solo que ahora espero que la señora Lackberg cace a un esposo, una vez más - Pues yo creo que debería permitiese esto más de seguido, es una hermosa mujer y no puede privar al mundo de verla en todo su esplendor - respondo con una sonrisa y luego la vuelvo sonora al escuchar sobre los vestidos - El negro es un gran color pero los colores siempre traen alegría... Todos necesitamos un poco de eso. - sobre todo aquellos que vivimos para los demás.
Respiro profundo pues mi experiencia trabajando con mujeres no es demasiado buena. Sí ayudé al señor Fitzgibbons un par de veces antes de los desfiles pero ellas fueron algo malas conmigo - Con pocas, la mayoría no querían ser tocadas por mis asquerosos dedos de esclavo - respondo con la mirada agacha - Pero al menos pude ayudar con sus atuendos y me conformo con eso.- intento sonar un poco más alegre.
Mis dedos se mueven a gran velocidad, sosteniendo distintos mechones de pelo y enganchando hebillas invisibles por todos lados. Me siento como una gran araña haciendo un tejido perfecto para cazar moscas... Solo que ahora espero que la señora Lackberg cace a un esposo, una vez más - Pues yo creo que debería permitiese esto más de seguido, es una hermosa mujer y no puede privar al mundo de verla en todo su esplendor - respondo con una sonrisa y luego la vuelvo sonora al escuchar sobre los vestidos - El negro es un gran color pero los colores siempre traen alegría... Todos necesitamos un poco de eso. - sobre todo aquellos que vivimos para los demás.
Respiro profundo pues mi experiencia trabajando con mujeres no es demasiado buena. Sí ayudé al señor Fitzgibbons un par de veces antes de los desfiles pero ellas fueron algo malas conmigo - Con pocas, la mayoría no querían ser tocadas por mis asquerosos dedos de esclavo - respondo con la mirada agacha - Pero al menos pude ayudar con sus atuendos y me conformo con eso.- intento sonar un poco más alegre.
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Siento los suaves tirones de mi pelo al ser tomados por los dedos de Sami y trabaja con rapidez en armar un peinado. Un elfo podría usar magia para acabar esto en un pestañeo, pero ¿puedo confiar en el criterio de moda de un elfo doméstico? Tener a Sami con nosotros es una de las adquisiciones más acertadas que hice en mi vida, tal vez lo que necesitaba para renovar mi entusiasmo en las cosas de la casa, donde todo desde hace unos años ha languidecido y no hay más que silencio y pesadez de ánimo. Quizás alguna vez cuando Synnove fue niña, sus ocurrencias espontáneas fueron destellos de algo en esta casa…
Un poco de color, un poco de alegría. Y entonces ella también se mimetizó con el entorno, fue perdiendo colores, si juzgara por los atuendos que usa diría que los tonos entre blanco y negro son sus predilectos. Lo mismo se podría decir de quienes somos sus padres. Esa falta de colores está presente incluso en sus bocetos, los que admiro a solas en su habitación cuando ella está en el instituto de arte y no tiene cómo saber que irrumpo en su espacio personal. —Con o sin ellos, también se vive— murmuro. Pese a mi tono bajo, hay firmeza en mi voz. Si tuviéramos que evaluar todo en medidas de felicidad…
—Agradezco tus cumplidos, Sami. Pero no corregirán mi carácter, nunca he tenido la actitud de ser el centro de atención— aclaro. Su esmero en mi vestido y en mi arreglo le merecerán algunos halagos, más no cambiará mi comportamiento habitual en las fiestas, donde me mantengo al margen y conversando con colegas sobre avances en nuestras investigaciones científicas. De más está decir que ese grupo de gente tampoco suele ser la más popular, carecemos de un par de habilidades sociales. Entre estas, la simpatía y el afán de agradar a la gente. Cuando no es algo que surge de modo natural, implica un esfuerzo. De todas formas, muestro un poco de simpatía hacia el hombre: —Tu trabajo es muy bueno, Sami. —. Su falta de experiencia en servir a otras mujeres, no lo hace menos adecuado a su puesto. —Me alegro de que ninguna de ellas pudiera apreciar tu talento, gracias a eso te tenemos con nosotros— añado, y reparo en que no se escucha tan bien como en mi mente.
»Y Sami…— encuentro la ocasión para tocar un tema pendiente, sobre el que tendré que volver las veces que hagan falta. Giro con mis dedos la sortija en mi dedo anular: —Nunca debes olvidar que soy yo quien te trajo a esta casa. Si fuera por Ivar o por Synnove no estarías aquí, no le gustan los esclavos. Con el último esclavo… Synnove tuvo un capricho de adolescente, pidió devolverlo al mercado y su padre lo hizo. Pero yo me encargaré de que sigas en esta casa y no tengas que volver ahí— ladeo un poco el rostro, cuidando de no desarmar el peinado. —Si no me decepcionas, Sami. Si confías en mí... porque no puedes confiar en Synnove o Ivar—. Necesito tenerlo de mi lado en esta casa para cuidar de esta familia. Quiero a alguien en esta casa que me ayude a unir las piezas, no a separarlas aún más. Si cubre a Ivar en sus secretos o si apaña a Synnove, todo eso que nos lastima, puedo prescindir de él.
Un poco de color, un poco de alegría. Y entonces ella también se mimetizó con el entorno, fue perdiendo colores, si juzgara por los atuendos que usa diría que los tonos entre blanco y negro son sus predilectos. Lo mismo se podría decir de quienes somos sus padres. Esa falta de colores está presente incluso en sus bocetos, los que admiro a solas en su habitación cuando ella está en el instituto de arte y no tiene cómo saber que irrumpo en su espacio personal. —Con o sin ellos, también se vive— murmuro. Pese a mi tono bajo, hay firmeza en mi voz. Si tuviéramos que evaluar todo en medidas de felicidad…
—Agradezco tus cumplidos, Sami. Pero no corregirán mi carácter, nunca he tenido la actitud de ser el centro de atención— aclaro. Su esmero en mi vestido y en mi arreglo le merecerán algunos halagos, más no cambiará mi comportamiento habitual en las fiestas, donde me mantengo al margen y conversando con colegas sobre avances en nuestras investigaciones científicas. De más está decir que ese grupo de gente tampoco suele ser la más popular, carecemos de un par de habilidades sociales. Entre estas, la simpatía y el afán de agradar a la gente. Cuando no es algo que surge de modo natural, implica un esfuerzo. De todas formas, muestro un poco de simpatía hacia el hombre: —Tu trabajo es muy bueno, Sami. —. Su falta de experiencia en servir a otras mujeres, no lo hace menos adecuado a su puesto. —Me alegro de que ninguna de ellas pudiera apreciar tu talento, gracias a eso te tenemos con nosotros— añado, y reparo en que no se escucha tan bien como en mi mente.
»Y Sami…— encuentro la ocasión para tocar un tema pendiente, sobre el que tendré que volver las veces que hagan falta. Giro con mis dedos la sortija en mi dedo anular: —Nunca debes olvidar que soy yo quien te trajo a esta casa. Si fuera por Ivar o por Synnove no estarías aquí, no le gustan los esclavos. Con el último esclavo… Synnove tuvo un capricho de adolescente, pidió devolverlo al mercado y su padre lo hizo. Pero yo me encargaré de que sigas en esta casa y no tengas que volver ahí— ladeo un poco el rostro, cuidando de no desarmar el peinado. —Si no me decepcionas, Sami. Si confías en mí... porque no puedes confiar en Synnove o Ivar—. Necesito tenerlo de mi lado en esta casa para cuidar de esta familia. Quiero a alguien en esta casa que me ayude a unir las piezas, no a separarlas aún más. Si cubre a Ivar en sus secretos o si apaña a Synnove, todo eso que nos lastima, puedo prescindir de él.
Ya me gustaría a mí poder ser el centro de atención, cuando era un adolescente no dudaba en usar un traje de animal print para las fiestas o teñirme el cabello de colores para la ocasión. Era algo divertido y me dejaba llamar la atención de inmediato de quien quisiera... No tengo un gran físico así que uno recurre a lo que tiene, en mi caso era a los colores, como un pavo real. Lamentablemente todo eso se terminó cuando comenzó mi vida gris de esclavo y si bien se me permite vestir colores de vez en cuando, jamás será como antes... Nunca podría llamar la atención de nadie pues a los ojos de los magos soy un elfo doméstico un poco más alto.
Sonrío algo triste con su intento de cumplido pues en realidad lo que me gustaría es explotar mi potencial con quien quisiera... Que alguien me contrate para organizar una boda y dejar a la novia hermosa, elegir el traje del novio y fantasear con alguna vez estar yo metido ahí adentro... Del traje, por supuesto - Gracias - respondo al final pues sería de mala educación no decir nada al respecto.
El cambio de conversación me toma por sorpresa y las palabras de la señora Lackberg son tan inesperadas que mis ojos se abren como platos y solo cuando me veo en el espejo me doy cuenta de que mi expresión no es para nada discreta. ¿Qué cosas dice? Synnove fue la primera en darme la bienvenida a su casa y fue honesta conmigo todo el tiempo, me contó su historia, no fue un capricho, ella estaba enamorada y es bastante ilegal. De hecho debería estar feliz por su hija ya que dejar al esclavo podría haber terminado en la muerte de la rubia. Pese a que siento lástima por mi colega.
- Yo... creí que podía confiar en los tres - respondo pues no sé que más decir. Esta familia está mucho más jodida de lo que pensaba pues no es solo frialdad en los pasillos, es una auténtica guerra con bandos ¿Cómo pueden vivir si ni siquiera confían en su familia? Mis primos me han salvado en el pasado y eso que son primos... De tener un esposo y una hija los cuidaría con el alma, no importa lo que hagan, digan o cómo se comporten. Pero claro, eso jamás ocurrirá.
Sonrío algo triste con su intento de cumplido pues en realidad lo que me gustaría es explotar mi potencial con quien quisiera... Que alguien me contrate para organizar una boda y dejar a la novia hermosa, elegir el traje del novio y fantasear con alguna vez estar yo metido ahí adentro... Del traje, por supuesto - Gracias - respondo al final pues sería de mala educación no decir nada al respecto.
El cambio de conversación me toma por sorpresa y las palabras de la señora Lackberg son tan inesperadas que mis ojos se abren como platos y solo cuando me veo en el espejo me doy cuenta de que mi expresión no es para nada discreta. ¿Qué cosas dice? Synnove fue la primera en darme la bienvenida a su casa y fue honesta conmigo todo el tiempo, me contó su historia, no fue un capricho, ella estaba enamorada y es bastante ilegal. De hecho debería estar feliz por su hija ya que dejar al esclavo podría haber terminado en la muerte de la rubia. Pese a que siento lástima por mi colega.
- Yo... creí que podía confiar en los tres - respondo pues no sé que más decir. Esta familia está mucho más jodida de lo que pensaba pues no es solo frialdad en los pasillos, es una auténtica guerra con bandos ¿Cómo pueden vivir si ni siquiera confían en su familia? Mis primos me han salvado en el pasado y eso que son primos... De tener un esposo y una hija los cuidaría con el alma, no importa lo que hagan, digan o cómo se comporten. Pero claro, eso jamás ocurrirá.
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Toqueteo mi garganta con los dedos buscando mi pulso o el mínimo atisbo de calor que puedo sentir sobre mi piel, cuando abro mi palma sobre un lado de mi cuello, es un gesto que me relaja. Puedo percibir su latido, un poco de calidez, todavía no me he vuelto tan fría como me siento a veces. —No puedes hacer eso, confiar es algo que a la larga siempre termina lastimando— murmuro, mi voz suena frágil como si estuviera deshaciéndose en el aire y tengo que aclarar mi garganta con un carraspeo. —Porque las familias también lastiman, así como las personas con las que juraste estar el resto de tus días.
No puedo esperar que alguien más que yo misma comprenda lo difícil que ha sido crecer y estar rodeada de personas en las que no podía confiar, en la decisión que tomé de abandonar a -tal vez- la única persona que me quería de verdad, y creer un día que había encontrado alguien que me entendía, para darme cuenta que nuestros viejos defectos persistían y no estábamos hechos para no confiar en el otro. Divago en mis pensamientos, si no los detengo a tiempo puedo pasar horas atrapada en ellos, días meditando sobre todo esto. Descubrí desde niña que mantenerme ocupada organiza mi mente y todo lo malo queda relegado a un segundo plano, por eso mi afán de estar siempre abocada a lo que con el tiempo se volvió mi trabajo. Solo prefiero no pensar en lo que podría sumirme en una terrible angustia y reconocer que nada de esto está bien.
Paso saliva para tragar el nudo que se me forma, tengo que pestañear un par de veces para que mi mirada siga mostrándome entera. —Lo que quiero decirte es que debes poner tu confianza en algo seguro, y en esta casa, yo lo soy. Porque esta casa me importa y la mantendré a toda costa, no soy tan voluble como … los demás— digo, evasiva al referirme nuevamente a mi esposo y a mi hija. —Todo lo hago por el bien de esta casa — repito, más para mí que para él. Me pongo de pie para simular una prisa que no siento por llegar a esa fiesta, a la que a esta hora no tengo ganas de ir. —¿Crees que estoy lista?— consulto. Si no lo estoy, es una lástima. Proseguir con esta conversación me pone más nerviosa de lo que admitiré, reconocer ante alguien más que mi familia está conformada por extraños para mí, a los que creo amarlos y no tengo idea de que cruza por su mente. Recorro la habitación buscando cosas invisibles, comprobando que todo en mi atuendo esté en orden, y busco una conversación superficial en la que finalmente despedir a Sami de mi habitación.
No puedo esperar que alguien más que yo misma comprenda lo difícil que ha sido crecer y estar rodeada de personas en las que no podía confiar, en la decisión que tomé de abandonar a -tal vez- la única persona que me quería de verdad, y creer un día que había encontrado alguien que me entendía, para darme cuenta que nuestros viejos defectos persistían y no estábamos hechos para no confiar en el otro. Divago en mis pensamientos, si no los detengo a tiempo puedo pasar horas atrapada en ellos, días meditando sobre todo esto. Descubrí desde niña que mantenerme ocupada organiza mi mente y todo lo malo queda relegado a un segundo plano, por eso mi afán de estar siempre abocada a lo que con el tiempo se volvió mi trabajo. Solo prefiero no pensar en lo que podría sumirme en una terrible angustia y reconocer que nada de esto está bien.
Paso saliva para tragar el nudo que se me forma, tengo que pestañear un par de veces para que mi mirada siga mostrándome entera. —Lo que quiero decirte es que debes poner tu confianza en algo seguro, y en esta casa, yo lo soy. Porque esta casa me importa y la mantendré a toda costa, no soy tan voluble como … los demás— digo, evasiva al referirme nuevamente a mi esposo y a mi hija. —Todo lo hago por el bien de esta casa — repito, más para mí que para él. Me pongo de pie para simular una prisa que no siento por llegar a esa fiesta, a la que a esta hora no tengo ganas de ir. —¿Crees que estoy lista?— consulto. Si no lo estoy, es una lástima. Proseguir con esta conversación me pone más nerviosa de lo que admitiré, reconocer ante alguien más que mi familia está conformada por extraños para mí, a los que creo amarlos y no tengo idea de que cruza por su mente. Recorro la habitación buscando cosas invisibles, comprobando que todo en mi atuendo esté en orden, y busco una conversación superficial en la que finalmente despedir a Sami de mi habitación.
Hay personas a las que se les da fácil atravesar su vida en la soledad. No necesitan a nadie pues son fuertes, valientes y seguros de lo que quieren en la vida. Pero yo no soy una de esas personas, adoro tener gente alrededor en la quien confiar, amigos con quien reír y si pudiera tendría una hermosa familia a quién cuidar. Así que no hay forma de que pueda seguir su consejo, aunque quizás me hará ser más cauto a la hora de confiar plenamente en ella... ¿Debo elegir un lado acaso? Pues de momento estoy con Synnove, la pequeña ha sido la primera en recibirme así que seguiré mi instinto en esto. Dudo que ella me lastime, no la veo capaz.
Tiemblo un poco cuando sigue con su discurso pues empiezo a creer que se refiere a la estructura de la casa, al edificio, a lo que representa ésta familia y no a sus miembros en realidad. Hasta ahora la más inestable a mis ojos ha sido ella y no estoy seguro de que sea sensato hacérselo notar tan abiertamente. Pero tampoco me agrada la idea de darle la razón como a los locos solo para quedarme tranquilo. Me gustaría salir corriendo ahora mismo y pensar en cualquier otra cosa.
Agradezco cuando pregunta si ya está lista y suspiro asintiendo - Está bellísima, señora Lackberg - que lo interprete como quiera, como una señal de lealtad, como un simple cumplido o como el fin de una conversación que ya no quiero tener - Si me disculpa, debo retirarme ahora. Es mi deber prestar mi atención a los demás también - elijo con cuidado las palabras, las mismas que usó ella y me retiro a paso apresurado. Con suerte podré tomarme la noche para pensar y replantearme qué tan seguro estoy aquí.
Tiemblo un poco cuando sigue con su discurso pues empiezo a creer que se refiere a la estructura de la casa, al edificio, a lo que representa ésta familia y no a sus miembros en realidad. Hasta ahora la más inestable a mis ojos ha sido ella y no estoy seguro de que sea sensato hacérselo notar tan abiertamente. Pero tampoco me agrada la idea de darle la razón como a los locos solo para quedarme tranquilo. Me gustaría salir corriendo ahora mismo y pensar en cualquier otra cosa.
Agradezco cuando pregunta si ya está lista y suspiro asintiendo - Está bellísima, señora Lackberg - que lo interprete como quiera, como una señal de lealtad, como un simple cumplido o como el fin de una conversación que ya no quiero tener - Si me disculpa, debo retirarme ahora. Es mi deber prestar mi atención a los demás también - elijo con cuidado las palabras, las mismas que usó ella y me retiro a paso apresurado. Con suerte podré tomarme la noche para pensar y replantearme qué tan seguro estoy aquí.
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