The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Invitado
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Acabo con mis tareas en el taller y en el baño coloco unos minutos mis manos bajo el chorro de agua, viendo como las manchas se desprenden de mi piel y se convierten en un remolino oscuro que se traga el lavado. Podría usar un hechizo, pero hay algo en la insistencia de limpiar mis manos frotando las palmas y los dedos, que afloja mis hombros y el peso de mi espalda. Hasta que se esfuma, todo. Cargo mi ropa en una mochila y antes de abandonar el edificio, me decido a pasar por la cafetería a buscar un café que necesito para calmar mi cansancio. Es temprano para la mayoría de los empleados, a los que todavía les queda unas horas antes de poder ir a casa y algunos a sus lujosos apartamentos en el Capitolio. Cada hora que paso en este lugar es para mí como meter la cabeza bajo el agua, y no es hasta que estoy fuera, que siento como todo el aire regresa a mis pulmones. Debo aguantar unos minutos más mi respiración hasta conseguir mi taza de café.

Estoy en retirada cuando en una mesa veo un rostro conocido. Cuando murió mi padre busqué en cada cosa que dejó un poco de él y en las personas que lo conocían, todo lo que él ya no podría decirme. Con el tiempo acepté que nada me lo devolvería, que no había dejado nada para mí en las cosas que seguían existiendo a mi rededor, que las palabras de otros no eran las suyas, y que todo lo que sabía de él lo podía encontrar únicamente en mis recuerdos. Pero no tomo una salida alternativa para evitar a Lackberg, mis pies conocen el camino hacia él como cuando tenía quince años o veintidós. Coincidir con él siempre me acerca como una fuerza gravitatoria, estoy buscando otra vez algo que sé que no voy a hallar.

Coloco primero mi taza sobre la mesa y después retiro la silla hacia atrás para quedar sentada frente a él. —Ha pasado un tiempo, Ivar— lo saludo. El uso de “señor” acompañado de su apellido lo fui descartando a medida que crecía, me habré vuelto un poco más impertinente que cuando era niña, porque no se me viene a la cabeza nadie a quien trate con honores. Suelto mi mochila en la silla vecina y estiro mis piernas por debajo de la mesa para tomar una postura cómoda, la necesito para soportar un rato más en este sitio. El café se siente caliente cuando envuelvo la taza con mis manos, pero no lo bebo, algo me retrasa. —¿Cómo sigue el trabajo con niños?— es tan ambigua mi pregunta. Niños, he aquí la cuestión. Demasiados niños huérfanos, marginados y esclavizados en este mundo. Odio cuando mis pensamientos se tornan tan graves y mi cuerpo no responde, sigue aquí, sentado con una taza de café y hablando con un conocido.
Anonymous
Ivar Lackberg
Director del Servicio Social
Cuando asumí como director de servicios sociales hace ya unos cuántos años atrás, me encontré con una oficina muy lejos de ser acogedora. Las paredes tenían un horrible papel tapiz de color verde y bordó, el suelo era de madera gastada y el escritorio parecía sacado de una venta de garage. Con el tiempo fui remodelándolo a mi gusto hasta conseguir uno de los sitios más elegantes del ministerio, pequeño quizás, pero con un encanto victoriano que no se encuentra en todas las plantas. Aún así, pasadas unas horas, me resulta imposible concentrarme en el lugar. Tengo toneladas de trabajo y no puedo darme el lujo de perder el tiempo, así que decido abandonar la oficina por un sitio en donde pueda concentrarme mejor y quizás estar a la vista de los demás para sentir la obligación de concentrarme en los papeles.

Minutos más tarde me encuentro en la cafetería con una pila de legajos a mi izquierda y un rico café a mi derecha. Confío en que aquí mi día será más productivo pues dudo que algún empleado se atreva a interrumpirme si nota que estoy trabajando. Pero por supuesto, mis expectativas se ven rotas cuando Lara Scott aparece con su propio café y toma asiento en mi mesa. Para colmo se refiere a mí por mi nombre de pila, costumbre que ha tomado desde algunos años y no he podido retomar las formalidades pese a mis continuos intentos.

- Lo mismo digo, señorita Scott - respondo con una ceja en alto remarcando las últimas dos palabras. Con intentarlo una vez más no pierdo nada, aunque en realidad no me molesta ya que no hay más empleados a nuestro alrededor que crean que se pueden tomar la libertad de tutearme. Aprovecho esta pseudoconversación a solas para desvelar un poco de información que se supone que es confidencial con respecto a su pregunta - "Había una vez una rata que robaba queso a sus vecinos para poder comer, pero al final los gatos la atraparon y se murió. Fin." - leo la historia que figura como parte de la evaluación psicológica de un pequeño del orfanato de los distritos bajos - El trabajo con los niños es estimulante y para nada depresivo, como siempre - respondo con sarcasmo y firmo al pié de la página para recomendar terapia individual... Aunque en el fondo sé que no hay terapia que valga con lo que viven los niños allí.

Cierro la carpeta y la dejo a un lado para tomar la siguiente. En este caso se trata de una niña que en su foto de presentación luce con la misma expresión que me devuelve el espejo los lunes por la mañana. Sé que no es una prioridad pero deberíamos cambiar el fotógrafo por alguien un poco más entusiasmado por su trabajo y con ganas de hacer lucir felices a los niños - ¿Cómo sigue el trabajo con los autos? - generalizo sin levantar la vista de las hojas. Sé que los mecánicos hacen mucho más que eso, pero en mi imaginación usan mamelucos y se encuentran bajo tierra la mayor parte del tiempo - Necesito uno nuevo, por cierto, el mío murió la semana pasada.
Ivar Lackberg
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Finding hope · Ivar IqWaPzg
Invitado
Invitado
Resoplo por el uso que hace de mi apellido, lo hace sonar como un profesor severo. Ni que tuviera catorce años. Tengo la edad suficiente como para mirarlo de frente, a la misma altura, y no retirarme a otra habitación porque no se me está permitido escuchar charlas privadas de adultos, como sucedía las pocas veces en que se encontraba con mi padre. Pocas veces que pude contar por haber estado presente, supongo que habrán tenido muchas otras por fuera de mi distrito. Así que Ivar Lackberg no puede tratarme como una desconocida o una compañera del ministerio, cuando es el único mago que conozco que puedo llegar a creer que piensa de alguna manera parecida a la mía.

Debe ser la desesperación del náufrago, saber que no está solo. Necesito encontrar en Ivar algo de lo que solía hallar en mi padre, pero el hombre sabe bien qué lugar ocupa en este ministerio y lo ha conservado durante años como para hacer un comentario estúpido, con una mujer que en realidad no hizo nada para tener su confianza. Por mucho que me empeñe en continuar con el trabajo de mi padre y vivir de acuerdo a sus valores, no soy él. La gente no lo ve a él cuando me mira a mí. Supongo que es lo mejor, a mi madre no le gustaría enterarse que me acerco peligrosamente a todo aquello de lo me protegió con tanto ahínco. Sin embargo, lo hago.

Porque hay cosas que simplemente están mal, como el hecho de que un niño escriba un relato sobre ratones asesinados por gatos por haber robado un queso, que tan fácil se puede asociar a la vida de los esclavos sometidos a los magos. —Sí, suena a un bonito trabajo. Por mi parte, saber que hay muchos niños huérfanos bajo tu tutela, no me motiva a tener hijos propios— confieso a bocajarro. Bebo un sorbo de mi café que está tan caliente que roza y quema la punta de la lengua. —Los autos en cambio siempre parecen conseguir un hogar donde serán consentidos. ¿Tienes algún modelo que te guste? ¿Un color que prefieras?

Utilizo su comentario para hacer burla de los caprichos materialistas de los magos, porque el ser mecánica me expone a tratar con los gustos particulares y caros de mucha gente, y por suerte en el ministerio hay proyectos un poco más ambiciosos de los que permiten la subsistencia de los talleres en el distrito 6. —Papá solía regalarme unos diminutos autos de modelos clásicos para que los coleccionara—. Nunca hablo de mi padre e Ivar no tiene por qué escuchar mis relatos, pero lo obligo a ello. —Eran prototipos para automóviles expansibles. ¿Te imaginas? Podrías llevar tu automóvil en un bolsillo. Sería genial— murmuro y tamborileo la mesa con mis dedos esperando algo de su parte, lo que sea.
Anonymous
Ivar Lackberg
Director del Servicio Social
No debería, pero su comentario es como una puñalada de culpabilidad en medio de mi estómago, una tan fuerte que tengo que usar toda mi concentración para mantener la expresión seria con la que suelo andar por los pasillos del ministerio. Nunca me fue ajena la miseria en la que se encuentran ciertos sectores de la sociedad, siempre estuve en contacto con niños que necesitaban un hogar y así y todo me las arreglé para desparramar mi ADN en tres ocasiones ¡En tres! Y ni siquiera sé dónde están dos de mis hijos. Al menos en la cuarta ocasión pude hacer lo que debería haber hecho desde el principio, quitar a uno de los muchachos de la miseria en la que se encontraba.

- Cuando llegue a casa le diré a Synnove que fue un error y debería haber adoptado a un niño en su lugar, estará encantada -  respondo con media sonrisa de solo imaginar aquello. He dicho cosas hirientes en el pasado pero jamás me atrevería a cruzar ese límite, además de no ser por ella jamás habría recordado lo que se siente estar en casa... Su parecido mi madre es impresionante, su cabello blanco me recuerda cada día de dónde vengo y por los que estoy luchando. Estoy tan orgulloso de ella como del pequeño pero la sangre es algo que nos une de forma especial.

- Siempre quise un Corvette rojo de 1960, vi uno en una revista de un museo una vez - era una tan antigua que sus hojas estaban amarillas y daban la sensación de que si alguien respiraba sobre ellas se romperían. Pero aún así, el auto de las arreglaba para lucir hermoso en el centro de las páginas y de solo imaginarlo volando por el cielo de Neopanem se me pone la piel de gallina - Lo quiero para la semana que viene y con asientos de cuero - claro que redoblaré su pequeña burla.

Alzo las cejas cuando comenta sobre los pequeños autos y en realidad es una idea maravillosa. Terminaría con el gran dolor de cabeza que significa buscar estacionamiento y evitaría cientos de robos en los distritos bajos... A no ser que intenten robar a mano armada pero eso ya requeriría otro tipo de coraje por parte de los ladrones - Generalmente me reservo los ánimos para los niños de los orfanatos pero ¿No crees que sería buena idea seguir el trabajo de tu padre? - en más de un sentido - Creo que es una gran idea, yo compraría uno.
Ivar Lackberg
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Finding hope · Ivar IqWaPzg
Invitado
Invitado
No— esa única palabra en mis labios suena con una rotundidad que hace eco. —Tu hija no es el error. En todo caso, con quien deberías hablarlo es con tu esposa si tuvieras que replanteártelo—. Porque el maldito error de dos adultos que viven en los lujos del Capitolio y tienen descendencia porque criar niños es también otra demostración de dinero, poder y ostentación, es… el acto mismo concebir una criatura con toda la irresponsabilidad de creer que tiene asegurada una vida en este maldito lugar. Controlo la vulgaridad en mis pensamientos -porque podría expresarlo de otra manera más soez-, para que no llegue a escaparse de mis labios en un descuido propiciado por el impulso de callar de Ivar en su intento de dar vueltas mis palabras. —Y nunca es tarde para hacerlo, ¿no? Adoptar un niño. Tienes todos los recursos, los contactos, para que sea un trámite rápido. Synnove debe ser bastante mayor y crecer como hija única puede ser solitario a veces.

Curvo mis cejas y lo miro para comprobar que está bromeando conmigo. —¿Quieres un auto de verdad o un juguete que puedas colocar sobre tu escritorio? Porque si quieres un auto de verdad con esas características, yo que tu esperaría sentado. Demorará más de una semana— lo atajo en su manera de querer imponerse y ser avasallante. —¿Qué creen que hacemos los mecánicos en el departamento de Tecnología? ¿Jugar al dominó? — me rio, aligerando un poco el ambiente y mi propia intención de imponerme. Siendo honesta, sigo siendo una mecánica que pese a ser bruja tiene poderes limitados como para darle el auto que quiere en una semana, ¿y por qué lo haría? ¿Qué me apremia? No le debo nada a Ivar, a él no. Si le debiera algo… supongo que todas las cosas en mi vida serían diametralmente opuestas a como son.

Si tan solo su aliento hubiera llegado unos años antes, la misma pregunta funcionaría con una magia diferente sobre mí. Continúo con el trabajo de mi padre, pero tuve que encontrar por mí misma una manera en la que pueda seguir recordándolo y respetando su memoria, usando solo aquello con lo que puedo estar bien, reprimiendo mucho de lo que no sé cómo exteriorizar porque implica riesgos que una vez que casi me pusieron al filo. —Están archivados, los tiene mamá— le cuento, no tiene por qué saberlo, salvo porque ¿fue amigo de mi padre? —Otros mecánicos estaban interesados en lo mismo, conversaban con él en ese tiempo, hicieron sus propios prototipos. Son ahora los que buscan promover esos productos. Nunca fue solo una idea de mi padre, no hay tal cosa como la innovación pura en esto que hacemos. Son carreras, con varios competidores, que muchas veces son colegas. Papá lo que hizo fue… retirarse de la carrera—. El café se está enfriando lentamente en el vaso. —Ten paciencia, los encontrarás en el mercado pronto—. Y tiene el dinero que necesita gracias a su puesto para comprarse uno. —¿Qué hay de tu hija? ¿Le gustaría acompañarte en unos años?
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Ivar Lackberg
Director del Servicio Social
Río en voz alta pues la sola idea de ir con tal planteo a Amelie resulta ridícula. Para eso debería hablarle, cosa que no hacemos desde hace mucho a no ser que sea completamente necesario. Un niño necesita un hogar con cariño, en el que los padres estén en buenos términos... Y buenos términos no quiere decir enamorados, simplemente que hagan un buen equipo ya sea que estén juntos o separados. Pero por supuesto, se supone que mi familia es perfecta así que no puedo hablar honestamente al respecto - Lo hablaré con ella - respondo para finalizar el tema, pero aún está el fantasma de la risa en mi rostro así que no estoy seguro de que lo tomará en serio.

Hago una mueca y me encojo de hombros pues sí me gustaría un auto de esas características, solo que no en una semana ¿Pero cómo es que aún no existe una belleza como tal? Veo a los mecánicos ir y venir por el ministerio de la noche a la mañana, no pueden decirme que ninguno de ellos está dedicado a la construcción exclusiva de coches - Al parecer sí porque no son capaces de construir un auto en una semana - sigo con la broma con una sonrisa satisfecha. Creo que el problema es que la industria de objetos muggles está subestimada, hay gran potencial no desarrollado por el orgullo de los magos.

Escucho su excusa para no retomar el trabajo de su padre, pues para mí es eso, una simple excusa, e hincho mis pulmones para responder - Es una carrera pero hasta ahora nadie ha llegado a la meta y no creo que tu padre haya abandonado la carrera... Simplemente dejó su mejor auto en los boxes, listo para que la siguiente piloto termine, aún habiéndoles dado ventaja a los demás - no podía dejar ir al metáfora de los autos, es justa para la situación y por lo que me ha contado el viejo Scott, su pequeña Lara es una niña inteligente capaz de romper la velocidad del sonido y luego ir por la de la luz sin quedarse conforme.

- Recientemente descubrí que es una posibilidad, sí - soy honesto al respecto pero ya mucho más controlado que la primera vez que traté el tema - Aunque dudo que sea para acompañarme a mí, más bien para marcar su propio camino en el mismo terreno - aclaro. Eso incluso me pone más orgulloso - Pero no me cambies el tema, señorita, hablábamos de tú trabajo.
Ivar Lackberg
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Finding hope · Ivar IqWaPzg
Invitado
Invitado
Mi sonrisa se tensa, tengo gran respeto por el trabajo que hago como para pasar de largo una burla de Ivar sobre la eficiencia de los mecánicos en este ministerio. Si su petición caprichosa fuera un encargo de urgencia, cualquiera de nosotros o un equipo se encargarían de hacerlo una realidad en cuarenta y ocho horas, tal vez menos. Como es a mí a quien directamente está cuestionando, por arrebatado que sea, acepto el desafío. —¿Dijiste que lo querías rojo?— repito, recuerdo cada una de las características que me dio sin necesidad de apuntarlas. —A partir de hoy cuenta siete días y te espero en mi taller en el distrito, para que pruebes tu Corvette—. Eso retrasará otros proyectos que tengo a punto de montar, pero la motivación que se halla en un desafío es innegable, una oferta imposible de rechazar.

Me fastidia enormemente poder asumir un riesgo estúpido como armar un automóvil a su gusto, que es un juego para demostrar mi habilidad más que un trabajo, y que sea imposible para mí tener el carácter como para recuperar los bosquejos de mi padre y colocarle uno de sus vehículos en la palma de la mano. Lo mantengo en el nivel de juego, porque estoy apostando a ganar otra vez. Conozco mis habilidades como para saber que puedo terminar el maldito Corvette rojo antes de la fecha que fijé, pero el trabajo de mi padre está por fuera de mi alcance aún. El taller del distrito es un espacio compartido con otros mecánicos, recibí el lugar de mi padre allí como herencia por tener su apellido, un par de ellos me llevan décadas y trabajo con ellos para aprender. Nada me detiene cuando decido ir tras un riesgo, aun sabiendo que voy a perder, si lo quiero tomar, caigo con fuerza y consciencia. Pero este es un fracaso al que me niego: no poder proseguir con lo que dejó mi padre. Conozco también mis limitaciones. —Por nacimiento, estoy un poco atrasada en años en esta carrera. No es tan fácil como el acto mismo de sentarte en una silla que era de otra persona— replico, me estoy defendiendo. —Hay mucho trabajo por hacer— mascullo.

La pregunta que pretendo que lo aleje del tema, me devuelve con una respuesta que puedo usar cuando vuelve a insistir en el tema. Cruzo mis brazos contra mi pecho, aligero mis hombros y lo miro con la cabeza ladeada, a punto de señalarle algo que me parece evidente: —Estamos hablando de padres e hijas— señalo. Mi mirada se oscurece un poco cuando entrecierro los ojos, me siento bastante molesta con Ivar por comentarios que yo misma me busqué al crear esta situación en la cafetería. —No olvido ninguna de las cosas que me enseñó mi padre— y no estoy hablando de la mecánica, por mi tono espero que él también lo entienda. —Pero inevitablemente las hijas hacemos nuestro propio camino al avanzar. Por más que quiera regresar muchas veces a lo que sea que me dejó, algo que me haga sentir que cumplo con él, pierdo el rumbo muchas veces y sinceramente no sé dónde acabaré—. Desanudo mis brazos y los recargo sobre la mesa para acercarme y preguntarle en un tono más confidencial: —A menos que… ¿tienes algo que puedas darme de él y pueda ayudarme a continuar con lo que dejó?
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Ivar Lackberg
Director del Servicio Social
De haber sabido que jugar de aquella manera, poniéndole desafíos, funcionaría a favor de mis propósitos, lo habría hecho hace varios meses atrás. Me siento emocionado por el hecho de que dentro de una semana tendré un hermoso corvette estacionado en mi garage, era solo un sueño pero ¡Ahora es una realidad! - No me decepciones, Scott... Llevaré el dinero en una maletín - porque así se hace el pago por algo como eso, al menos en mi imaginación. En realidad no acordamos la suma, pero me encargaré de que sea suficiente para cubrir los materiales, su mano de obra y un plus para que vacacione con la persona que quiera.

Quizás tiene un punto con respecto a eso, pero también es una realidad que ella tiene muchas más ventajas para trabajar ahora. Hubo un tiempo en el que los magos teníamos que ocultar nuestras habilidades y hacer las cosas de modo clásico, como por ejemplo cargar enormes cajas y terminar el día con olor a pez, en mi caso. Scotty también tuvo sus limitaciones y ahora su hija puede hacer en la mitad de tiempo su trabajo... Además, comparte una conexión especial que ninguno de los otros trabajadores tiene con el auténtico dueño así que eso le da una gran ventaja - Tienes razón, no hay chance... Tendrás que conformarte toda tu vida con cumplirle los caprichos a hombres como yo - respondo al final encogiéndome de hombros, algo muy distinto a la línea de pensamiento que venía llevando. Así es más sencillo y quizás quiera tomar el reto.

Guardo silencio y no puedo evitar pensar si Synnove se siente así de perdida. No me gustaría ya que como padre quiero verla triunfar en lo que desee, pero para eso debe ponerse a trabajar en ello lo más pronto posible y no tener dudas al respecto. Me gustaría indagar al respecto pero requeriría una conversación a corazón abierto que no estoy seguro de que sería conveniente tener - ¿Te refieres a una carta que cambie tu perspectiva de vida? Esto no es una novela... Pero sí puedo darte lo único que me quedó de él si así lo quieres - propongo pues tengo un pequeño cacharro en mi oficina. Jamás logré encontrarle un uso pero fueron las palabras que lo acompañaron las que hicieron que lo guarde por tanto tiempo.
Ivar Lackberg
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Finding hope · Ivar IqWaPzg
Invitado
Invitado
Me provoca un cosquilleo en la piel la frase «No me decepciones, Scott» que escapa de su boca. Es de esos momentos en que el uso de mi apellido no me ayuda a discernir donde acaba el legado de mi padre y mi propia identidad, cuando lo dice una persona como Ivar Lackberg que ha conocido a ambos. Logro recomponerme de la sensación para soltar una carcajada seca. —Se discreto, por favor— me uno a lo que creo que es una broma. Lo hace ver como un intercambio turbio, y no, no lo es. Se a lo que me refiero y no lo es. Sobrarían razones para decir por qué el hacer tratos con Ivar nunca puede ser juzgado como inocente, a ojos de mi madre lo peor que puedo hacer es llegar a acuerdos con él, relacionarme siquiera.

Y me encuentro en esta cafetería, doblando mis puños con fuerza porque consiguió avivar mi indignación, se me nubla el buen criterio y veo rojo por un momento. Puede que haya más verdad en lo dicho por Ivar de lo que él mismo supone. Mi trabajo está atado en todas las direcciones a la voluntad o al capricho de alguien más, y en su mayoría son hombres, lo que molesta porque no he nacido para ser una mujer que ofrezca en bandeja todo su esfuerzo a un hombre. Pienso puntualmente en uno y mi rabia se acrecienta porque no tengo más que mi orgullo impertinente para armar una réplica. —¿Estás seguro? Todavía no toqué ni un tornillo de tu automóvil y puedo devolverte la fantasía de tu Corvette rojo para que la abraces en la oficina— mascullo. —Porque si quiero, seguirá siendo solo eso. Todavía tengo un cierto control en mi vida, Ivar, sobre lo que quiero o no quiero hacer.

Por primera vez pienso si mi padre también es de esos hombres que me han marcado un camino que seguí con sumisión. Detesto planteármelo, su muerte prematura ayudó a mi idealización de su persona y no quiero empañar esa imagen, porque será igual que perder el norte que me guía. A lo que sea que me está llevando, necesito de más pistas y es la desesperación lo que me empuja a pedir a Ivar lo que sea, lo último que espero es que sea una cosa física, que se resuelva de manera tan sencilla. Existe la magia, pero nada puede cambiar por completo por un objeto que sirve de recuerdo. Meneo mi cabeza en dirección a Ivar. —Si es solo un cacharro, me ha dejado varios. Y eras su amigo, al final de cuentas. Mereces tener algo de él— cedo. Mi café está asquerosamente frío cuando alcanzo a beberlo y trago ese primer y único sorbo. —Creo que me he despabilado lo suficiente. Dejaré que vuelvas a tus carpetas— hago el amago de ponerme de pie al despedirme.
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Ivar Lackberg
Director del Servicio Social
No digo nada, simplemente alzo las palmas de mis manos y contengo una sonrisa pues me ha ganado en esta. Quiero que encuentre su camino y vaya más allá de su potencial, pero también quiero mi auto y no estoy dispuesto a sacrificarlo por una charla motivacional. Esa puedo dársela cuando ya esté subido al asiento del Corvette, con la música encendida y los lentes de sol protegiéndome los ojos - No te desquites conmigo, hay otros hombres como yo en el mundo... No exactamente como yo porque eso es imposible, pero entiendes la idea - agrego al final en voz baja encogiéndome de hombros.

Las palabras de Lara despiertan una especie de flashback en mi memoria. Ese cacharro me lo dio su padre unas semanas antes de morir, tenía un propósito, no era la gran cosa pero funcionaría como una ligera brisa volteando la primera placa de dominó, inútil para cualquier otra cosa que no fuera eso. Scotty estaba entusiasmado con la idea, aunque claramente tenía sus dudas ya que pondría en riesgo a su familia... Por otro lado Constantine quería involucrar a sus hijas, pese a que eran incluso menores de lo que Synnove es ahora.

Para cuando vuelvo a la realidad, Lara está a punto de irse así que tengo que levantarme y tomarla del brazo para evitarlo. Creo que es hora de que lo sepa, quizás no aquí pero en algún momento tiene que saberlo... Quizás estoy siendo egoísta y solo busco alguien más en el mundo con quien hablar honestamente, poder ser yo mismo e impedir que el papel me consuma como lo ha estado haciendo en los últimos años - El cacharro tenía un propósito, formaba parte de un plan mucho más grande que no llegamos a realizar y menos mal que no lo hicimos - digo con los ojos bien abiertos y trago saliva. Temo estar cometiendo un error, pero mi instinto dice lo contrario, no estoy nervioso sino más bien agradecido por comenzar a soltar la carga que llevo.

Suelto el brazo de la joven y tomo las carpetas con mis manos. Es inútil quedarme aquí para trabajar sin distracciones pues no hay forma de que me concentre luego de esta charla - Te daré el cacharro y te contaré la historia, debe ser en un sitio neutral, alejado de los curiosos porque absolutamente nadie puede enterarse ¿De acuerdo? - hablo tan bajo que por un momento temo que no me escuche, espero que la cercanía ayude y con suerte lo presentes lo interpretarán como una propuesta indecente en su oído - Te enviaré un patronus con la información.
Ivar Lackberg
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Finding hope · Ivar IqWaPzg
Invitado
Invitado
Es una suerte que siga habiendo mujeres como yo— interrumpo su perorata de que los hombres del mundo son así, me prendo de la elección de esa palabra para sostener mi postura. El campo de la mecánica lleva un par de décadas abriendo sus espacios a la irrupción de las mujeres y no seré el mejor ejemplo, pero hago mi aporte también, como para que quiera darme un consejo de resignación. Tuve que formar carácter desde que era una niña si quería hacerme un lugar, se me reconoce como agresividad lo que en otra persona podría ser llamado autoridad. Cada quien se defiende con sus modos.

Si Ivar Lackberg no tiene para mí más que pretensiones, es hora de retirarme. Es mi rutina de todos los días en este ministerio verme atravesada por expectativas ajenas, con poco espacio para trabajar en las mías, y se vuelve un tanto cansador al final del día. Los atisbos de esperanza también se apagan, entonces palabras sueltas vuelven a reavivar esas chispas. Ivar me retiene con su agarre, pero lo que me mantiene a su lado es la intriga que me provoca saber cuál fue el proyecto en común que tenía con mi padre y por la naturaleza distinta de sus profesiones, sé que no era laboral. Se me está escapando entre los dedos algo tan frágil de sujetar, me aferro a ello con fuerza. Si encontré el consuelo en mis sueños después de perder a mi padre, rememorando escenas cotidianas una y otra vez, ¿por qué no cubriría y protegería con mis manos algo igual de vago e impreciso?

Se rompe el contacto de su mano alrededor de mi brazo, pero no la sujeción que consigue con su voz. Observo su semblante por el rabillo de mi ojo, trato de detectar la trampa camuflada, no creo poder confiar en él por las mismas razones que a mi padre le hubieran llevado a poner las manos en el fuego diciendo su nombre. Puedo escuchar la voz de mi madre retumbando en mi mente, siempre tan oportuna como mi consciencia, diciéndome que son los pasos de hombres como Lackberg los que nunca debo seguir con la ingenuidad de una niña. Es un espejismo, al final de todo esto no está lo que busco. Pero mi madre nunca ha logrado impedir con sus recomendaciones que camine sobre las líneas de fronteras inestables. —De acuerdo, tendremos una charla honesta. Hasta entonces, Ivar— me despido, y soy la primera en salir de la cafetería, abandono la conversación como si no hubiera nada más que decir, no esta vez, no en este sitio.
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