The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Riley Kavalier
Junio - 15:00 hs

Debo decir que hace tiempo que no la pasaba tan bien en el ministerio. Tengo proyectos magníficos que no veo la hora de comenzar a utilizar y uno de ellos es una co-investigación con Lara así que es entretenimiento garantizado hasta en los descansos. Hasta da pena volver a casa pero debo hacerlo ya que ayer no lo hice y el cansancio en mi cuerpo está comenzando a notarse. Por hoy intentaré apagar el cerebro, darme un largo baño de burbujas y luego disfrutar de mi colchón hasta el día de mañana, quizás hasta podría leer una novela adolescente, definitivamente nada de poesía pues me dejan doliendo la cabeza.

Aparezco en el distrito 3 y camino los pocos metros que me separan de mi casa arrastrando los pies. Busco debajo del gnomo de jardín con tres cabezas y tomo la llave para abrir la puerta. Dejo caer mi bolso y me quito el abrigo, sonriendo pues aun me causa risa ver el cambio que ha sufrido el living durante mi último encuentro cercano con hongos de tercer tipo - ¡Amanita, estoy en casa! - saludo a la elfina pero no responde. De seguro está sumergida en alguna lectura en su habitación y la casa luce impecable así que no voy a molestarla, puedo prepararme mi propio baño.

Al subir los primeros escalones de la escalera casi me da un ataque pues arriba aparece alguien que definitivamente no esperaba ver. Mi primera impresión es que se trata de un ladrón así que busco la varita entre mis bolsillos para defenderme, pero al parecer la he dejado en el abrigo. Esto me está pasando demasiado de seguido...

Quizás es la perspectiva de verlo desde abajo, pero el tipo es enorme. Soy una persona considerada alta pero él me saca unos cuántos centímetros de seguro. Parece fortachón y tiene ese aire capaz de incomodar a cualquier ser socialmente confuso como yo ¡Y rubio! ¿Por qué tiene que ser rubio?

- Puedes llevarte la te-televisión y el dinero, pero nada de mi trabajo, p-por favor - pido mirando al suelo con las manos en alto. Debería pegarme con cinta la varita a la frente o quizás aplicar un bolsillo especial a todos mis pantalones para tener mejor acceso a ella, dudo andar sacándome los pantalones por allí, al menos no sobrio.
Riley Kavalier
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Andrew H. Keogh
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Luego de una seguidilla de amos bastante cuestionables, algunos más que otros de hecho, nunca me ha pasado lo que esta vez. La rutina fue la misma de siempre, claro: el aviso de posibles compradores, que me examinen, la firma de papeles, nada parecía fuera de lo común. El tipo que me eligió parecía lo suficientemente rico y parecía bien conectado, perfil influyente, gesto maduro y una presencia que decía bastante de él. No sería alguien fácil de manipular y tendría que esperar para ver qué tipo de información podía obtener de sí mismo y de su entorno, pero probablemente no llegase a los dos años… Lo que no me esperaba era que, al llegar a destino, me metiese dentro de una casa que por momentos me hacía cuestionar mi buen juicio, y me indicase que debía esperar por mi amo allí mismo.

¿Yo? ¿Solo en una casa sin nadie más? ¿Pero qué clase de irresponsable deja a su esclavo recién comprado en una casa vacía? No es que fuese a escapar, ya lo había tratado en una ocasión y no había resultado precisamente bien, todavía tenía las cicatrices de aquella ocasión… Además, me generaba bastante curiosidad el conocer a quien pudiese habitar ahí y, sin seguir las buenas prácticas, me aventuro a investigar el piso de arriba.

Lamentablemente mi exploración se ve interrumpida poco después de que subo todos los escalones y ya es tarde para volverme atrás. Claro que, como todo en aquella tarde, lo que veo no es absolutamente nada de lo que espero. - Vaya, es la primera vez que un amo quiere regalarme cosas tan solo de conocerme. - Mis cejas se elevan y tengo que relamerme los labios en lo que lo veo levantar las manos al aire. ¿De verdad? - Aunque no sé de qué trabajo hablas. ¿Hay alguna orden qué debería haber seguido? - Mi tono es meloso casi que naturalmente luego de años de estarlo entrenando, pero el dejo de inocencia que me sale es casi que nuevo.

De verdad, todavía no podía decidir si me había ganado la lotería, o me había metido en algo de lo que no me sería fácil salir. ¿Qué provecho podría sacar de esta situación? - Me llamo Andrew Keogh, y me dijeron que esperase aquí por mi nuevo amo. ¿Supongo que ese debes ser tú? - Me apresuro a consultar pese a que estoy casi completamente seguro de que lo es. Ningún esclavo tiene esa pinta de niño bueno y esa actitud resignada y casi que hasta cobarde.
Andrew H. Keogh
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Riley Kavalier
Al escuchar la palabra "Amo" las piezas se acomodan y la situación por fin cobra sentido. Sin embargo esto no logra que me relaje pues el tipo sigue ahí parado y al parecer no me libraré de él en ningún momento cercano. Como siempre mi padre ha decidido ignorar mi deseo y terminó comprándome un esclavo de todas formas ¿Acaso no recibió el memo de que ya conseguí una elfina? El punto es que hay un extraño en mi casa y no me siento para nada cómodo con ello... Tampoco con el tono que usa pues hasta me afloja las piernas un poco.

- No, na-nada - respondo buscando la pared con mis manos y luego de varios manotazos al aire logro encontrarla para sostenerme. No puedo devolverlo, puede que viva en una burbuja pero sé que el mercado de esclavos no es un sitio para vacacionar, también sé que de hacer eso solo le restaría puntos al rubio y eso lo perjudicaría en el futuro, como cuando los agentes inmobiliarios dejan una advertencia en la casa en dónde se ha cometido un asesinato.

- No me llame amo, señor Keogh - pido y entonces caigo en la cuenta de que no debería tratarlo de esa manera. Es un desconocido, sí, pero desde joven me han enseñado que ellos no merecen tal respeto de nuestra parte. Suena un poco mal, la verdad, porque a mi me gustaría que me respeten de estar en su lugar - No me llames amo, Andrew - me corrijo con una sonrisa, orgulloso de haberlo dicho sin tartamudear - Soy Riley Kavalier, el hijo del señor intimidante que te compró - me presento y subo las escaleras para quedar a su altura. Tal y como lo sospechaba, me saca unos cuantos centímetros - Eres muy alto, puedes llamarme Riley- agrego como si una cosa tuviera que ver con la otra.

Por suerte la casa es mucho más grande de lo que debería ser, así que no será problema acomodar una de las habitaciones vacías para él. Aunque me gustaría saber un poco más para poder dormir tranquilo por las noches. Quizás debería llamar a Lara para que me haga compañía o pedirle a Amanita que lo tenga vigilado por si las dudas. Mucho me han dicho en los últimos días que Neopanem está agitado y no me gustaría quedar expuesto ante alguien que tiene mil razones para odiar el gobierno.

- ¿Tú... tienes... historia? Claro que tienes historia, es una pregunta estúpida - genial, ya me estoy poniendo nervioso al punto de hablar tonterías. Quizás debería alejarme un poco... Sí, es un buen plan - ¿Has tenido otros amos? - re-formulo mientras camino por el pasillo de la segunda planta hasta la puerta de la que podría ser su habitación. Creo que allí no tengo más que unos tubos de ensayo, una alfombra vieja y posters viejos de cuando era un adolescente.
Riley Kavalier
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Andrew H. Keogh
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¿Señor? No podía estar hablando en serio, ¿verdad? Nunca en mis treinta y tres años de vida alguien me había llamado señor, y mucho menos bajo mi condición de esclavo. Tenía suerte si se dirigían a mi en un principio. ¿En qué clase de realidad alterna vivía este tipo? - Es un gusto… Riley - Saboreo el nombre entre mi lengua, como si se tratara de una comida exótica de esas que no sabes si te gustan, si te tienen que gustar, o si detestas. ¿Qué clase de amo me había tocado?

Sabía lidiar con personas asquerosas que no querían siquiera que compartamos habitación (aunque luego cambiasen de parecer). Estaba acostumbrado a aquellos a los que les gustaba cargarme de tareas a más no poder. Incluso aquellos como quien dice que es su padre, que sencillamente me ignoraban y daban por ello que sabría cómo manejarme. Pero nunca había lidiado con alguien que me hablase, me diera derecho a llamarlo por su nombre, y para colmo ¿quisiera conocer mi historia?

Me molestaba un poco no saber en qué clase de perfil encajarlo, y temía jugar mal mis cartas en esta ocasión. ¿Sería todo un acto? - Podría decirse que unos cuántos… Lamento que no puedas estrenarme, pero no puedo contar nada de mis dueños pasado. Sabrás entenderlo, ¿no? - Era mentira, podía decir lo que se me cantara de ellos, pero de alguna manera (y pese a que me había ganado castigos físicos para poner esa teoría a prueba), el no “divulgar” nada sobre mis antiguos amos me permitía enterarme de más cosas. - Sus secretos mueren conmigo. - Figurativamente hablando, morían cuando decidía que salieran a la luz, así que sí. Podía decir que morían conmigo.

- Disculpa el atrevimiento, pero no pareces muy a gusto con mi presencia. ¿Hay algo que pueda hacer para cambiar eso? - A ningún mago que había conocido hasta el momento le gustaba, que implicase algo sobre ellos, o que hablara sin permiso sobre temas no autorizados. Si eso no me ayudaba a descubrir su carácter, no sabría qué.
Andrew H. Keogh
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Riley Kavalier
Asiento en silencio y debo admitir que me agrada eso de que no divulgue los secretos de sus amos. En realidad no me interesa saber sobre ellos, más bien sobre él y por qué ha terminado sus servicios con cada uno pero supongo que lo preguntaré en otro momento, cuando yo no esté tan aterrado - Eso es bueno - digo simplemente pues si por algún motivo abandona esta casa, sé que no andará con el chisme de que consumo toda clase de drogas y tengo mil y un planos escondidos por toda mi habitación.

La pregunta me toma por sorpresa, tan por sorpresa que intento moverme aún más lejos pero mis pies me traicionan y termino trastabillando contra el suelo. Por suerte llego a sujetarme de la pared y no me caigo pero no estoy causando una buena imagen frente a mi nuevo esclavo... No quiero llamarlo esclavo, suena muy mal y me hace sentir como una persona terrible - Conozco a mis padres desde hace 30 años y aún no han p-podido hacer nada para que me sienta cómodo en su p-presencia - respondo honestamente encogiéndome de hombros.

Creo que ha tenido buena y mala suerte al terminar en esta casa. Puede contar con que no tendrá que hacer nada que no quiera pero a su vez tendrá que lidiar conmigo y eso no es sencillo. Quizás debería darle la opción de quedarse o no - Drew - comienzo sorprendiéndome a mi mismo, eso suena mejor que todo lo que he pensado y dicho antes - Jamás he tenido a nadie más aquí, tengo grandes p-problemas para hablar con la gente y me pongo nervioso con facilidad - es mejor ir con la verdad - No estás obligado a quedarte, sé que debe haber algún mejor a-amo por allí - uno con el que se pueda mantener una conversación fluida quizás.

Vuelvo a la puerta de la habitación libre y hecho un vistazo adentro. Incluso tiene una ventana con vista al estadio de quidditch por la que podría escapar tranquilamente ¿Pero por qué iba a hacerlo? Le estoy dando la opción de irse ahora mismo - O ésta podría ser tu habitación - ofrezco con una seña. Es más sencillo hablarle estando de espaldas, quizás pueda emplear ésta técnica con otras personas y considerando todas mis rarezas... dudo que les moleste - Trabajo de lunes a sábados por la mañana en el ministerio y si quieres puedes darme una mano allí - ofrezco caminando entre las cosas tiradas en el suelo - Cuando llego aquí sigo trabajando o me relajo, pero en mi habitación así no te incomodaré - "Relajar" es la palabra clave para fumar o inyectarme algo.

¿Debería poner reglas? No, creo que con que sepa cómo es mi día alcanza para que tome una decisión. Además... Amanita ya está para hacer la limpieza y no creo necesitar algo más - Oh... No sé si mi padre te ha dicho algo pero soy científico, me gusta inventar cosas - y eso completa bastante todo lo que respecta a mí.
Riley Kavalier
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Andrew H. Keogh
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Bueno, lidiar con un amo excesivamente cohibido era algo nuevo, pero al menos la timidez era algo conocido. No era lo mismo tratar de entender a un posible psicópata trastornado, que aun mago con aspecto de niño, más tímido que imponente. ¿En serio el padre de este muchacho sabía a quién había comprado? No es que mi reputación fuese de conocimiento público, pero los registros de amos que hubiese tenido casi siempre estaban a disposición del comprador… o al menos la cantidad de dueños que tenía en mi haber. No lo conocía, y de hecho era demasiado pronto para decirlo, pero no quería terminar de imaginar cuál era el verdadero propósito por el que me habían comprado para Riley. Ningún padre sería tan cínico, ¿o sí?

- Puede que tengas inconvenientes para hablar con las personas, más allá de eso creo que eres uno de los amos que más me ha hablado desde que llegué al mercado… y con algunos he pasado más de dos años. Haz las cuentas. - Y podría decir que estaba siendo amable para poder comprármelo, pero la realidad es que lo que acababa de decir era cierto. Por mucho que pudiese engatusar mi camino a la cama de alguien, nunca había muchas palabras involucradas. La realidad es que los humanos éramos considerados basura, por mucho que pudiesen usarnos o no. Y que este pequeño individuo charlatán fuese casi que hasta amable me resultaba sumamente extraño. Había conocido niños de siete años con más desdén y crueldad que Riley.

No era tan idiota como para querer irme a la primera oportunidad que me presentaban, prefería ver que provecho podía sacar y esperaba que el muchacho lo entendiese. Si no sacaba provecho de él, su padre parecía ser una persona influyente y de alto cargo, no me sorprendería encontrar cosas de utilidad si forzaba algunas situaciones. - ¿Mi habitación? - El pronombre es lo que me sorprende, no tenía nada mío desde hace más de una década y media, y que dijera que esa podía ser “mi” habitación… ¿Qué tipo de ser era este? - ¿Incomodarme? Dudo mucho que eso sea posible. En cuanto lo otro… estoy a tu completa disposición. - Y tengo que sonar calmado y no mostrar el entusiasmo que realmente genera el poder infiltrarme dentro del ministerio. No necesariamente por compartir el lugar con ratas de trabajo, pero… uff.

- Lo único que me ha dicho tu padre es que espere a tu llegada. No parece del tipo de los que charlan mucho a decir verdad… Pero suena interesante eso de ser científico. - No lo hacía, seguramente era de esos que dependía exclusivamente de su varita, pero no lo decía en voz alta. No era secreto que no era muy fan de los magos, este podía ser más amable que el resto, pero seguro sería igual a todos. Les sacas el palito de madera y no aguantarían ni diez minutos a puño limpio. - Lo único que hacía antes de… antes. Era trabajar en la granja de mis padres, así que no estoy familiarizado con los experimentos. - No es completamente verdad tampoco, pero me sorprendo a mi mismo al pensar en esa granja de tanto tiempo atrás. No me gustaba perderme demasiado en el pasado.
Andrew H. Keogh
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Riley Kavalier
Claramente no acostumbro a mantener conversaciones ligeras con otras personas y la única casa que visito es la de Lara así que no tengo idea de cómo tratan los otros magos a los humanos... En realidad sí lo sé, no son buenos pero ¿Ni siquiera hablarles? Me gusta el silencio pero es sumamente descortés vivir bajo el mismo techo con alguien y no desearle siquiera buen día. Extrañamente ese dato me relaja un poco pues mi instinto me lleva a tratar a Andrew como un invitado, quizás ofrecerle algo para beber o pactar ver una película más tarde, así que no debo ser tan mal amo.

- Eso suena solitario - respondo con una mueca triste. Sé lo que se siente pues llegó un punto en mi infancia que podía hablar de tan pocas cosas con mis padres que terminé encerrándome en mi habitación leyendo libros y aprendiendo cosas que aún no eran necesarias. No me arrepiento pues me ayudó a estar varios pasos por delante del resto en la escuela y hoy en día me empuja a innovar todos los días en el trabajo - Yo te hablaré, quizás cosas extrañas, no hace falta que respondas.

Asiento ante su pregunta y luego sonrío un poco pues a veces necesito una mano en el laboratorio. Es extraño, hace no mucho tiempo estaba pensando en someter a elfos y esclavos a mis experimentos arriesgándolos a los efectos secundarios, pero ahora no puedo imaginarme a Amanita o Andrew metidos en el cuarto de experimentación - Sí charla, pero es exquisito eligiendo a sus interlocutores - comento recordando los interminables discursos que daba en las reuniones desde arriba de las escaleras.

Así que era granjero, tuvimos infancias muy distintas pues jamás he hecho un trabajo que requiera tanto esfuerzo como ese. Pero aunque a mí me suena como algo terrible, seguramente él prefiera volver a eso antes que andar sirviendo a los magos - Yo cultivo cosas también... Pero pequeñas - no debería haber dicho eso, no aún, ya habrá tiempo - No importa. Podemos ir a la cocina - propongo notando como ya he dejado el tartamudeo atrás, es un buen paso.
Riley Kavalier
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Andrew H. Keogh
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No estaba seguro de que solitario fuese la palabra que usaría, pero si eso es lo que elegía pensar, pues claramente no sabía con quienes estaba conviviendo. Los de su clase no nos aislaban por capricho, lo hacían por pura crueldad y sentido de superioridad; nos oprimían por diversión y se vanagloriaban al tratarnos como basura misma. Y puede que él fuese un caso único y especial, o puede que simplemente fuese un idiota ingenuo; mientras que me fuese de utilidad…- No me molesta lo extraño. - Me limito a acotar ya que en sí, no podía responder otra cosa.

Asiente con la cabeza y contengo el impulso de levantar las cejas a causa de la sorpresa. ¿Qué tan peculiar era este individuo? - ¿También era exquisito contigo? - Si su padre era uno más bien negligente, podría comprender un poco mejor la personalidad peculiar que tenía Riley. No es lo supiese por experiencia propia, pero luego de pasar por tantos dueños y de conocer a tanta gente, uno podía reconocer algunos patrones de comportamiento junto con sus orígenes.

- Podría ayudarte si lo deseas. - Mi voz sale casi humilde y me sorprendo hasta a mí mismo. No sabía si era capaz de llevar una charla con un mago durante tanto tiempo sin ser mordaz, sarcástico o llanamente cínico. - Lo lamento, como te dije, no suelo mantener una conversación con mis amos y no estoy seguro de cómo comportarme sin órdenes a seguir. - Entendía que no había sido decisión suya el comprarme, pero cualquiera en su posición ya estaría dando indicaciones y no haciéndome un tour por su casa. O al menos eso es el esquema que solían seguir.

¡Un niño! Esa es la impresión que me daba mi nuevo dueño, la de estar lidiando con un niño pequeño y algo inseguro; pero sin haber adquirido las costumbres que dictaba su propia sociedad. O al menos no aquellas que indicaban que nosotros casi que no éramos considerados personas.
Andrew H. Keogh
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Riley Kavalier
Es un gran alivio que no le moleste lo extraño, tanto que sonrío y dejo caer mis hombros. Al menos sé que no me andará juzgando por mis costumbres, aunque cuando estoy sobrio podría decirse que soy dentro de todo normal... Solo que algo tímido - ¿Tú tienes alguna rareza? Siéntete libre de desayunar una hamburguesa cuando quieras - sobre todo porque aquí no suele haber muchos ingredientes para hacer cosas "elaboradas y sanas". Aunque quizás eso pueda cambiar ahora.

- Digamos que huí de él a la primera chance que tuve - respondo mirando el suelo. Lo importante es que ya no vivo bajo sus reglas, pero no puedo evitar preguntarme qué sería de mí si él hubiese sido un padre un poco más cariñoso... ¿Habría buscado refugio en las drogas de todas formas? ¿Viviría solo o tendría una familia? No, no puedo culparlo de todo lo malo de mi vida, eso me lo he buscado yo solito.

- Te comprendo, eso me pasa cuando estoy con mis jefes - admito pero me apresuro a corregirme - Pero no quiero ser tu jefe... Igual te daré una orden para que te resulte más sencillo. De ahora en más tendrás que actuar como si ésta fuera tu casa y si no lo haces... - me detengo a pensar un segundo con el dedo índice en alto - Tendrás que cenar coles de brusela - puaj, no se me puede ocurrir peor castigo.

Bajo las escaleras de unos cuantos saltos esperando que me siga y voy hacia la alacena de donde saco dos paquetes de papas fritas gigantes. Le lanzo uno a Drew y abro el otro para mí mismo - Si vas a ayudarme en mi empleo tienes que saber de qué se tratan mis proyectos - decido explicar - Con mi mejor amiga estamos trabajando en trajes escudo, tengo un proyecto personal que nos ayudará a transportar habitaciones, quizás edificios enteros y algo de camuflaje... Quizás hasta puedas aprender algo de ingeniería en el proceso - bromeo pues comprender dichos temas requiere de años de preparación.
Riley Kavalier
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Andrew H. Keogh
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¿Desayunar una hamburguesa? ¿Lo decía en serio? - Llevo más de diecisiete años sin probar una hamburguesa. - Lo miro extrañado, sin entender en qué tipo de burbuja tuvo que vivir como para no estar al tanto del tipo de tratos que tenían para con nosotros. Incluso teniendo amos adinerados, la carne era un lujo que raramente podíamos darnos. Generalmente comíamos sobras o partes grasas que no querían, pero no teníamos el permiso de andar comiendo hamburguesa o algún plato similar. - Aunque si desayunábamos tocino en las mañanas cuando todavía vivía con mis padres. - Las ventajas de tener una granja por aquel entonces, era que rara vez faltaba comida. Los huevos, la leche y las carnes rara vez escaseaban, y aunque diesen más trabajo de mantener, no solíamos pasar hambre por aquellas épocas.

- Cada familia es un mundo, supongo. - A mi no me habían dado ningún tipo de elección en cuanto a padres se trataba, y probablemente de haberla tenido no hubiese sido la misma que la suya, pero no le doy muchas vueltas al asunto. Los pocos minutos que había compartido con su padre, junto a sus comentarios, me hacían entender bastante bien el tipo de relación que tenían como padre e hijo.

¿Me comprendía? Dudaba que pudiese estar remotamente cerca a hacerlo. - No estoy seguro de qué tan cierto sea eso. Dudo mucho que tus jefes te hayan lanzado un cruciatus de haber hecho algo fuera de tus tareas. - Sin contar los castigos de ayunos, o el ocasional latigazo si el desgraciado era muy morboso. - Pero gracias por el permiso supongo… - Y no digo nada más porque esta nueva libertad, al menos para moverme dentro de un hogar me parecía nueva y quería tener la oportunidad de explorarla. - ¿Seguro que no hay algún lugar que prefieres que no toque? Antes dijiste algo de unos trabajos… - Que luego trataría de investigar, pero con su tipo de personalidad seguramente no me resultaría muy difícil hacerlo.

Trato de no reírme cuando lo veo bajar las escaleras como si tuviese tres años en lugar de treinta, y me limito a seguirlo sin terminar de entender del todo qué tipo de suerte tenía al haber terminado en esta casa. O con un dueño como él, que me avienta un paquete de snacks como si fuese un amigo más, y no algo de su propiedad. - ¿Qué tipo de transporte hace que uno necesite armadura al viajar? - No era muy conocedor de los medios de transportes mágicos siendo que solía manejarme en tren, o en aparición conjunta con algún elfo si es que mis dueños me lo autorizaban, pero hasta donde sabía, no había ningún tipo de viaje que necesitase de algún tipo de vestimenta extra. - Entonces… eres un inventor. - Y suena a pregunta más que a una afirmación, pero me causaba cierta intriga que se mostrase abierto a compartir este tipo de información a menos de treinta minutos de haberlo conocido.
Andrew H. Keogh
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Riley Kavalier
Me quedo callado durante unos segundos pues son las cosas pequeñas las que me permiten comprender la realidad de la situación de los esclavos. Siempre me han costado las interacciones sociales por lo que no termino de comprender qué es mejor o peor. A veces mi silencio en ciertas reuniones se interpreta como falta de educación y el que los esclavos no puedan hablar a no ser que se les diga lo contrario me parece una ventaja, así sería mucho más sencillo saber cuándo abrir la boca y cuándo no. Pero, aunque parezca tonto, lo de la hamburguesa me lo deja bien en claro. Yo puedo comer una cuando me plazca, cualquier cosa en realidad, y Drew no lo ha hecho en más de 17 años.

Miro al suelo un poco avergonzado por no tener en cuenta aquello. Me encargaré de que tenga toda la comida que necesite, de todas formas siempre sobra la comida y recién en las última semana Amanita se ha unido a mí para no desperdiciar nada - Si eres así sin una dieta apropiada luego de una semana doblarás mi tamaño - comento encogiéndome de hombros.

Asiento y decido callarme la respecto pues ya he metido la pata antes con lo que el trato de amos a esclavos respecta. Puede que no me hayan lanzado cruciatus pero a veces el solo tener que hablarles resulta una tortura, temo que el tono usado no sea el apropiado o que mis gestos puedan ofender a mi interlocutor de alguna forma. Antes de abrir la boca proceso miles de cosas que me dejan con ganas de salir corriendo en dirección opuesta, me ponen nervioso y por eso a veces reacciono no de la mejor manera. Es una especie de tortura psicológica que sale de mi mismo, al menos con un cruciatus sabría de dónde viene el dolor y podría simplemente controlarlo, como con las drogas.

Respiro profundo y repaso los sitios de mi casa para ver en dónde sería conveniente no tenerlo - Hay una habitación en la segunda planta, junto a mi cuarto... No entres allí - respondo finalmente pues es donde se encuentra mi pequeño herbolario, colección de narguiles y drogas que podrían considerarse poco adictivas e indefensas - Y si de casualidad encuentras una puerta trampa en el suelo tampoco la abras - aunque quizás decirlo de esa forma solo aumente su curiosidad, aumentaría la mía - Tengo ciertas sustancias guardadas, alucinógenos, opioides... Tampoco puedes hablar de eso con nadie fuera de la casa - esa será básicamente la única norma.

Una vez abajo me doy cuenta de que he explicado mi trabajo demasiado rápido y ha mezclado proyectos distintos. Sonrió y niego con la cabeza aunque sí sería genial en algún punto poder volar con la escoba camuflada y el traje escudo, para batallas aéreas y esas cosas... Aunque no estoy seguro de que haya existido alguna en la historia - El traje es para que entrenen en la academia de aurores sin lastimarse y el transporte es algo distinto - me aclaro con una sonrisa - Y podría decirse que sí... Aunque a también me gusta experimentar con hechizos y pociones de vez en cuando, pero eso es algo más personal. - no lo hago para el ministerio, a eso me refiero.
Riley Kavalier
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Andrew H. Keogh
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Sustancias, alucinógenos, opioides… De alguna manera extraña toda esta situación bizarra comenzaba a cobrar sentido en mi cabeza. Que estuviese drogado, que trabajara con drogas o que experimentase con ellas me parecía una explicación mucho más razonable a todo su carácter, y me dejaba en una situación un poco más familiar. Sabía cómo tratar con este tipo de personas, o cómo no tratar con ellas según la ocasión. ¿Qué tanto de eso sería legal? El hijo de uno de mis dueños anteriores era botánico y usaba eso como excusa; o se había vuelto botánico para tener esa excusa, nunca supe muy bien el orden. - No es demasiado así que lo recordaré. - Le aseguro. Lo que no aseguro claro está, es mantenerme alejado de esos lugares. Ya vería en qué ocasiones podía husmear por allí.

Me tomo el atrevimiento de abrir el paquete de papas ya que llevaba siglos sin probarlas. No iba a desperdiciar este tipo de oportunidades cuando se me presentaban si es así como iba a querer tratarme. Lo escucho sin prestarle verdadera atención y meto la mano en el paquete, sacando un manojo de papas y llevándomelo a la boca antes de que pudiese cambiar de opinión. Sabían a gloria, y aunque trataba de no hacer demasiado ruido, era imposible. - Es por eso que me dices que no comente nada, ¿no? - Tragar cuesta un poco, pero procuro hacerlo antes de hablar.

Por lo que entendía entonces, los proyectos aburridos y seguros eran los que hacía para el ministerio. Nada muy grande por lo que comentaba, pero lo suficientemente interesante como para hacerme con la copia de algunos de sus diseños para futuras ocasiones. Ya vería si podía cambiar ese tipo de información por algo. - Lo siento, no quiero insinuar nada, pero cada vez que hablan de algo “personal”, no siempre eso es sinónimo de “legal”. Luego me tienes que decir cuál es la versión oficial por si acaso. - La opinión de un esclavo no es válida casi nunca, las pocas excepciones son cuando el mago al que sirve dicho esclavo hizo algo que pueda afectar a magos más importantes; o mi favorita personal, cuando los magos rompían las normas más primordiales de su constitución.
Andrew H. Keogh
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Riley Kavalier
Las únicas leyes que me memoricé son aquellas que tienen que ver con mi trabajo, así que su pregunta me descoloca un poco y tardo unos segundos en reaccionar, de hecho me quedo con una papa a mitad de camino y la boca abierta - No creo que sea ilegal - respondo en tono casi inaudible intentando repasar todos los artículos, notas al pie y normas implícitas que logro recordar. Solo cultivo y experimento para uso personal, no vendo así que no perjudico a nadie y me consta que hay gente haciendo cosas peores en el mundo como para que me manden un escuadrón anti-drogas a mi casa - Pero es mejor tenerlo en secreto porque... Bueno, ya has conocido a mi padre - él es básicamente la principal razón, él y sus expectativas.

Jamás he pensado en una versión que contar pues no suelo hablar mucho por ahí. No es que vaya a decirle a alguien que me cruzo por los pasillos del ministerio "Oye, estoy trabajando en una poción anti-estrés. Guiño guiño" - La versión oficial es que aquí no ocurre nada - sí, eso será lo mejor. De todas formas ahora cuento con Amanita para vaciar la casa de toda sustancia posiblemente ilegal en un par de minutos. Basta solo un aviso para que ella ponga manos a la obra. Aunque sigo creyendo que en todo caso lo ilegal sería vender, no consumir.

Tengo que dar por terminado el tema ya que terminaré hablando de más y no es la idea. Si logro confiar en Andrew probablemente se vaya enterando de las cosas con el tiempo pues no soy muy bueno escondiendo las cosas a largo plazo, por eso Lara sabe todos y cada uno de los detalles de mi vida, y porque me ha encontrado varias veces drogado hasta más no poder y ha aprovechado para sacarme unas cuantas verdades.

- Será mejor que me ponga a hacer las hamburguesas, probablemente las queme así que no tengas expectativas altas - intento cambiar de tema y voy a buscar los materiales. Me detengo a mitad de camino pues he estado lo suficiente entre puristas como para saber que cocinarle al esclavo ya es demasiado - O hazlas tú, mejor - me corrijo intentando contener una risa, tengo que acostumbrarme a esto - Con queso cheedar, por favor.
Riley Kavalier
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