OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Haber tenido una mañana agitada significa que, después del almuerzo, mis tareas se reducen en gran medida gracias a mi capacidad de quitarme los asuntos más pesados en las primeras horas. Además, es jueves y ya queda poco en la semana que liquidar, así que no tengo que hacerme un verdadero problema; si no surge nada nuevo para mañana, puedo decir que he vuelto a tener siete días de sobrevivir dentro del ministerio. Estoy todavía algo perezoso por culpa de la comida cuando se enciende el comunicador de mi escritorio, interrumpiendo mi juego de golpetear la lapicera contra el borde y la voz de mi asistente me recuerda que tenía una cita con la señorita Weynart. Cierto, que he prometido ser de ayuda con una nueva pequeña cantidad de informes legales de su departamento, así que no me demoro en hacerla pasar. Lo bueno es que con Annie las formalidades son un tema aparte y ni me molesto en disimular mi postura.
Tampoco es que hay tanto para discutir. Un nombre por aquí, una prohibición por allá, una ley que contradice lo impuesto por las peticiones de algunos científicos y blah. Tengo que agradecer que Annie me lo hace más ligero. Estoy tan acostumbrado a estos procedimientos que puedo conversar con ella mientras leo, echándole alguna que otra mirada para chequear las diferentes posturas en las cuales se acomoda en el asiento que tengo delante. Sé que he cometido algunos errores en mi vida, pero haber tomado a esta mujer como amante ocasional no es uno de ellos. Ella conoce las reglas del juego y sabe jugarlas a la perfección. Son solo negocios, al fin y al cabo. Puedo ser su asesor legal, su amigo de copas y su compañero de cama, sin condiciones, restricciones o ataduras. Y se nos da de maravilla.
Es por eso por lo que, cuando me doy cuenta de que cierro la carpeta que me ha entregado tras dar el último visto bueno, giro la cabeza para chequear el reloj — Nos hemos ahorrado media hora — señalo, inclinándome hacia atrás en el asiento y golpeteando mi lapicera contra mi boca en un gesto falsamente pensativo — Me pregunto en qué podríamos usar el tiempo que me estás quitando de mi horario — un último golpecito y detrás de la lapicera aparece una sonrisa ladina que acompaña el movimiento de mis ojos en su dirección — Me has pedido de una a dos de la tarde. Se supone que mi atención todavía debería ser tuya — Que atención ni que ocho cuartos. Sé que, de desearlo, podemos tener visitas incluso más esporádicas que esta, tanto por trabajo como por un repentino aburrimiento en medio de la jornada laboral. No es la primera vez que la veo bordear el escritorio con esa actitud que tanto me gusta y sé que tampoco va a ser la última.
Creo que ni reparo en el modo en el cual mis manos se pierden en sus curvas cuando la subo al escritorio, devorando sus labios en un frenesí que delata que, cada minuto de estos treinta que nos queda, debe ser aprovechado. Jadeo por culpa de las caricias que despeinan mi cabello, que tiran de mi corbata y que desacomodan toda pulcritud de mi clásica imagen, perdido en su boca y el modo que mi cuerpo se presiona contra ella. Y estoy recostándola, empujándola contra el mueble con todo mi torso y colando la mano debajo de su falda, cuando la puerta se abre de par en par con un estruendo tan fuerte que me congela en mi sitio. Sea quien haya sido, tuvo que haber cruzado a mi secretaria con una velocidad alarmante como para que no pudiese frenarle. Y lo odio por ello.
Todavía tengo la cara entre la camisa desabotonada de Annie y la mano presionada entre sus piernas cuando me atrevo a levantar la vista, sintiendo un calor diferente que nada tiene que ver con el éxtasis de segundos atrás. Reconozco al intruso en un parpadeo y tengo que carraspear para aclararme la voz, deslizando el brazo hasta levantar mi mano con suma inocencia — Hola, Riorden — tengo que admitirlo. Ni mi sonrisa más encantadora podría zafarme del pequeño factor de que el ministro de Defensa me ha agarrado manoseando a su hermanita en plena oficina. Bien por mí.
Tampoco es que hay tanto para discutir. Un nombre por aquí, una prohibición por allá, una ley que contradice lo impuesto por las peticiones de algunos científicos y blah. Tengo que agradecer que Annie me lo hace más ligero. Estoy tan acostumbrado a estos procedimientos que puedo conversar con ella mientras leo, echándole alguna que otra mirada para chequear las diferentes posturas en las cuales se acomoda en el asiento que tengo delante. Sé que he cometido algunos errores en mi vida, pero haber tomado a esta mujer como amante ocasional no es uno de ellos. Ella conoce las reglas del juego y sabe jugarlas a la perfección. Son solo negocios, al fin y al cabo. Puedo ser su asesor legal, su amigo de copas y su compañero de cama, sin condiciones, restricciones o ataduras. Y se nos da de maravilla.
Es por eso por lo que, cuando me doy cuenta de que cierro la carpeta que me ha entregado tras dar el último visto bueno, giro la cabeza para chequear el reloj — Nos hemos ahorrado media hora — señalo, inclinándome hacia atrás en el asiento y golpeteando mi lapicera contra mi boca en un gesto falsamente pensativo — Me pregunto en qué podríamos usar el tiempo que me estás quitando de mi horario — un último golpecito y detrás de la lapicera aparece una sonrisa ladina que acompaña el movimiento de mis ojos en su dirección — Me has pedido de una a dos de la tarde. Se supone que mi atención todavía debería ser tuya — Que atención ni que ocho cuartos. Sé que, de desearlo, podemos tener visitas incluso más esporádicas que esta, tanto por trabajo como por un repentino aburrimiento en medio de la jornada laboral. No es la primera vez que la veo bordear el escritorio con esa actitud que tanto me gusta y sé que tampoco va a ser la última.
Creo que ni reparo en el modo en el cual mis manos se pierden en sus curvas cuando la subo al escritorio, devorando sus labios en un frenesí que delata que, cada minuto de estos treinta que nos queda, debe ser aprovechado. Jadeo por culpa de las caricias que despeinan mi cabello, que tiran de mi corbata y que desacomodan toda pulcritud de mi clásica imagen, perdido en su boca y el modo que mi cuerpo se presiona contra ella. Y estoy recostándola, empujándola contra el mueble con todo mi torso y colando la mano debajo de su falda, cuando la puerta se abre de par en par con un estruendo tan fuerte que me congela en mi sitio. Sea quien haya sido, tuvo que haber cruzado a mi secretaria con una velocidad alarmante como para que no pudiese frenarle. Y lo odio por ello.
Todavía tengo la cara entre la camisa desabotonada de Annie y la mano presionada entre sus piernas cuando me atrevo a levantar la vista, sintiendo un calor diferente que nada tiene que ver con el éxtasis de segundos atrás. Reconozco al intruso en un parpadeo y tengo que carraspear para aclararme la voz, deslizando el brazo hasta levantar mi mano con suma inocencia — Hola, Riorden — tengo que admitirlo. Ni mi sonrisa más encantadora podría zafarme del pequeño factor de que el ministro de Defensa me ha agarrado manoseando a su hermanita en plena oficina. Bien por mí.
Tenía que admitirlo, si bien el trabajo no era todo lo que esperaba, luego de unas cuantas semanas ya me había acostumbrado a la nueva rutina y al exceso de papeleo. Luego de haber entrevistado a todos los empleados del área ya podía decir que conocía, sino a ellos, al menos los proyectos que manejaban y las autorizaciones que faltaban en los mismos. Es por eso por lo que, carpeta en mano, me encuentro frente al escritorio de la secretaria de Hans esperando a que termine una llamada para poder anunciarme. Mientras tanto no puedo decir que la vista sea precisamente aburrida y termino por analizar a la mujer que tengo en frente; no me sorprende que Hans aproveche los favores que pueda hacerle y, si no fuese por el anillo que luce en el dedo anular, probablemente hubiese tratado el aprovecharme yo. Una lástima.
- ¿Cuándo es el gran día? - Señalo vagamente hacia su mano una vez que hubo cortado al teléfono, no porque me tuviese algún interés en la fecha, sino porque me daba curiosidad la respuesta. Cuando contesta que será a mediados de verano, le regalo una sonrisa que es más para mí misma por haber acertado mi teoría, mientras ella se encarga de anunciar mi presencia por medio del comunicador.
Prácticamente todo el trabajo que le he traído ya está completo por mi parte, falta solo su revisión en algunos documentos y nada mucho mayor, así que termino entretenida en una charla sencilla mientras que mando a volar la formalidad y elevo las piernas por encima de uno de los apoyabrazos de los sillones giratorios. Sabía a ciencia cierta que mi falda no era la suficientemente larga y que prácticamente lo estaba incitando, pero dudaba que fuese a molestarle mi actitud y realmente estaba cómoda de esta forma.
- ¿Quitando tiempo? Prefiero pensar que es una inversión. ¿No eres tú el que siempre trata de ser expeditivo? - Y no puedo decir que no saboreo cada segundo que demoro en llegar al otro lado del escritorio, pero lo que sigue es mejor y termino cayendo en el arrebato del momento. No reparo en como mis piernas se enredan contra las suyas, o en como mi camisa termina abierta hasta casi llegar a mi cintura; estoy demasiado ocupada en tratar de no perder el aire mientras busco que la distancia entre los dos sea casi inexistente, sonriendo contra su boca a medida que su tacto se torna más urgente. Todavía estoy tironeando de su camisa, agradeciendo que no tenga una camiseta debajo para que pueda recorrer su torso a mis anchas, cuando el estruendo de la puerta me toma por sorpresa.
Probablemente lo adecuado hubiese sido esconderme contra el pecho de mi compañero, rehuir la vista, o mínimo el tratar de cubrirme, pero lo único que atino hacer es estirar el cuello hacia atrás y observar al intruso. - Mierda - la maldición se me escapa en un murmullo en lo que Hans saluda a mi hermano como si fuese cosa de todos los días. Que probablemente lo sería, pero no cuando estoy a medio desvestir tendida sobre su escritorio jadeando como si estuviese en una maratón. Incorporándome como puedo, suelto un suspiro y quedo de espaldas a Riorden mientras me dedico a abotonar mi camisa sin bajarme de la superficie plana. ¿Ya qué? No había forma de disimular esta situación y tampoco es que mi hermano pudiese opinar algo sobre mi vida sexual. Simplemente no le incumbía. - ¿Necesitan que los deje solos? - Consulto alisando la tela de mi ropa e incorporándome de un pequeño salto.
- ¿Cuándo es el gran día? - Señalo vagamente hacia su mano una vez que hubo cortado al teléfono, no porque me tuviese algún interés en la fecha, sino porque me daba curiosidad la respuesta. Cuando contesta que será a mediados de verano, le regalo una sonrisa que es más para mí misma por haber acertado mi teoría, mientras ella se encarga de anunciar mi presencia por medio del comunicador.
Prácticamente todo el trabajo que le he traído ya está completo por mi parte, falta solo su revisión en algunos documentos y nada mucho mayor, así que termino entretenida en una charla sencilla mientras que mando a volar la formalidad y elevo las piernas por encima de uno de los apoyabrazos de los sillones giratorios. Sabía a ciencia cierta que mi falda no era la suficientemente larga y que prácticamente lo estaba incitando, pero dudaba que fuese a molestarle mi actitud y realmente estaba cómoda de esta forma.
- ¿Quitando tiempo? Prefiero pensar que es una inversión. ¿No eres tú el que siempre trata de ser expeditivo? - Y no puedo decir que no saboreo cada segundo que demoro en llegar al otro lado del escritorio, pero lo que sigue es mejor y termino cayendo en el arrebato del momento. No reparo en como mis piernas se enredan contra las suyas, o en como mi camisa termina abierta hasta casi llegar a mi cintura; estoy demasiado ocupada en tratar de no perder el aire mientras busco que la distancia entre los dos sea casi inexistente, sonriendo contra su boca a medida que su tacto se torna más urgente. Todavía estoy tironeando de su camisa, agradeciendo que no tenga una camiseta debajo para que pueda recorrer su torso a mis anchas, cuando el estruendo de la puerta me toma por sorpresa.
Probablemente lo adecuado hubiese sido esconderme contra el pecho de mi compañero, rehuir la vista, o mínimo el tratar de cubrirme, pero lo único que atino hacer es estirar el cuello hacia atrás y observar al intruso. - Mierda - la maldición se me escapa en un murmullo en lo que Hans saluda a mi hermano como si fuese cosa de todos los días. Que probablemente lo sería, pero no cuando estoy a medio desvestir tendida sobre su escritorio jadeando como si estuviese en una maratón. Incorporándome como puedo, suelto un suspiro y quedo de espaldas a Riorden mientras me dedico a abotonar mi camisa sin bajarme de la superficie plana. ¿Ya qué? No había forma de disimular esta situación y tampoco es que mi hermano pudiese opinar algo sobre mi vida sexual. Simplemente no le incumbía. - ¿Necesitan que los deje solos? - Consulto alisando la tela de mi ropa e incorporándome de un pequeño salto.
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Una nueva desaparición de otro escuadrón de aurores en los límites del país es lo último que necesitaba ahora mismo. Con mi hijo —adoptivo, pero hijo a fin de cuentas porque le he criado yo— queriendo marcharse de la Isla Ministerial, y todavía planeando cómo pedirle matrimonio a Zoey, tengo demasiadas cosas en la cabeza como para poder centrarme en el trabajo todo lo que debería. Y por desgracia, no estamos hablando de un simple papeleo que le pueda encargar a cualquiera que esté por debajo. No, esto es algo que no debe de salir de los cargos más altos... o al menos por ahora. Alertar sin saber exactamente qué es lo que ha pasado es una estupidez, porque es poner nervioso al resto.
Mi primera reacción obviamente es la de intentar comunicárselo a Jamie la primera, pero no consigo pillarla en un momento libre, y tampoco encuentro a Sean por el Ministerio. Eso me lleva a una tercera opción, pero igual de válida para tratar este asunto: Hans. Mi relación con él no es la misma que con los Niniadis por razones obvias, pues mi trato con Jamie viene de muchos años atrás, así que nuestros encuentros simplemente se han limitado a temas estrictamente de trabajo.
Para cuando llego a su oficina, su secretaria trata de pararme antes de abrir la puerta diciendo que está en medio de una reunión de trabajo. Pero pecando de mi arrogancia, un defecto que sé que tengo, y del cual soy consciente que a estas alturas de mi vida ya no corregiré, abro la puerta tras picar. Ni me espero a que responda, ni hago caso de los comentarios de la secretaría sobre la reunión. Ni siquiera le presto atención cuando dice que la reunión es con la jefa del área científica. Y quizá, solo quizá, si le hubiera escuchado y prestado atención, habría caído en la cuenta de que esa jefa es mi hermana pequeña. O el simple hecho de haber esperado una respuesta en vez de abrir la puerta directamente habría bastado también. Cualquiera de esas cosas habría sido suficientemente para ahorrarme cierta imagen que se me va a quedar grabada un largo tiempo.
No sé cuántos segundos me quedo ahí parado, sin decir ni una palabra y con el ceño fruncido. No es que pensase que mi hermana seguía siendo la niña inocente de hace veinte años, pero de ahí a verla directamente casi en plena faena hay una gran diferencia. Por otra parte, entiendo también la incomodidad del momento desde su punto de vista porque a mí mismo me pasó en mi juventud. Sí, ahora vigilo de manera excesiva, teniendo en cuenta que cada dos por tres Zoey y yo tenemos a Lëia, Ethan o hasta a la hija de Violet en la misma casa, pero obviamente en mi juventud no tenía esas preocupaciones... Y así fue como Ethan nos pilló "jugando" en la cama a Jessica y a mí cuando todavía estábamos juntos.
Al final acabo reaccionando, y después de un breve carraspeo, hablo por fin: — Perdón por entrar a lo bestia, pero tenemos un asunto importante del que tratar. — Iba a pedir disculpas por la intromisión, pero obviamente no he interrumpido una situación típica "de reunión" en la que se suela decir eso. — Y no, no es por vosotros dos, por si queda alguna duda — añado con una sonrisa medio de lado, en un intento patético por romper un poco el hilo. Obviamente no me voy a meter en el tema de si están juntos o qué, pues Annie ya es mayor para saber lo que hace. Y sinceramente, ahora mismo es la última de mis preocupaciones. — Ha desaparecido otro escuadrón de aurores en la periferia del país. — Tenía pensado comentarlo solo con el Ministro de Justicia, pero que Annie esté no me molesta, sobre todo porque quizá un enfoque científico puede venirnos bien para abordar el problema desde otra perspectiva a la que estamos acostumbrados.
Mi primera reacción obviamente es la de intentar comunicárselo a Jamie la primera, pero no consigo pillarla en un momento libre, y tampoco encuentro a Sean por el Ministerio. Eso me lleva a una tercera opción, pero igual de válida para tratar este asunto: Hans. Mi relación con él no es la misma que con los Niniadis por razones obvias, pues mi trato con Jamie viene de muchos años atrás, así que nuestros encuentros simplemente se han limitado a temas estrictamente de trabajo.
Para cuando llego a su oficina, su secretaria trata de pararme antes de abrir la puerta diciendo que está en medio de una reunión de trabajo. Pero pecando de mi arrogancia, un defecto que sé que tengo, y del cual soy consciente que a estas alturas de mi vida ya no corregiré, abro la puerta tras picar. Ni me espero a que responda, ni hago caso de los comentarios de la secretaría sobre la reunión. Ni siquiera le presto atención cuando dice que la reunión es con la jefa del área científica. Y quizá, solo quizá, si le hubiera escuchado y prestado atención, habría caído en la cuenta de que esa jefa es mi hermana pequeña. O el simple hecho de haber esperado una respuesta en vez de abrir la puerta directamente habría bastado también. Cualquiera de esas cosas habría sido suficientemente para ahorrarme cierta imagen que se me va a quedar grabada un largo tiempo.
No sé cuántos segundos me quedo ahí parado, sin decir ni una palabra y con el ceño fruncido. No es que pensase que mi hermana seguía siendo la niña inocente de hace veinte años, pero de ahí a verla directamente casi en plena faena hay una gran diferencia. Por otra parte, entiendo también la incomodidad del momento desde su punto de vista porque a mí mismo me pasó en mi juventud. Sí, ahora vigilo de manera excesiva, teniendo en cuenta que cada dos por tres Zoey y yo tenemos a Lëia, Ethan o hasta a la hija de Violet en la misma casa, pero obviamente en mi juventud no tenía esas preocupaciones... Y así fue como Ethan nos pilló "jugando" en la cama a Jessica y a mí cuando todavía estábamos juntos.
Al final acabo reaccionando, y después de un breve carraspeo, hablo por fin: — Perdón por entrar a lo bestia, pero tenemos un asunto importante del que tratar. — Iba a pedir disculpas por la intromisión, pero obviamente no he interrumpido una situación típica "de reunión" en la que se suela decir eso. — Y no, no es por vosotros dos, por si queda alguna duda — añado con una sonrisa medio de lado, en un intento patético por romper un poco el hilo. Obviamente no me voy a meter en el tema de si están juntos o qué, pues Annie ya es mayor para saber lo que hace. Y sinceramente, ahora mismo es la última de mis preocupaciones. — Ha desaparecido otro escuadrón de aurores en la periferia del país. — Tenía pensado comentarlo solo con el Ministro de Justicia, pero que Annie esté no me molesta, sobre todo porque quizá un enfoque científico puede venirnos bien para abordar el problema desde otra perspectiva a la que estamos acostumbrados.
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Mi cuerpo se demora en reaccionar, pero es el movimiento de Annie el que lo obliga a enderezarse. Mis manos se apresuran a tratar de acomodarme, tirando de mis pantalones en un intento de que se queden donde deben estar y me volteo de inmediato, por simple respeto, para meterme la camisa dentro. Ese intento de broma por parte de Riorden me hace rodar los ojos en una vaga imitación de un aire divertido, pero aún puedo sentir la incomodidad revolviendo parte de mi estómago. Creo que el silencio de mi parte, ese tan poco común, delata mi estado de ánimo, al menos hasta que suelta la última bomba y me giro con tal rapidez que la corbata, aún floja, me da de lleno en la cara — ¿De nuevo? — ¿Podemos volver a las bromas sobre lo que acaba de ver? Eso sería mucho más sencillo de digerir o solucionar.
Han pasado solo unos meses desde el problema con los aurores, no puedo volver a caer en un monton de papelerío legal para evitar desastres con los familiares de los muertos. ¿Cómo es esto posible? Lo bueno es que no lo he oído antes, lo que significa que aún no es algo de conocimiento público. Le lanzo una mirada a Annie como si ella pudiese ser de apoyo o solución mientras me arreglo la corbata, sintiendo como la maquinaria de mi cerebro se pone a trabajar a toda velocidad — ¿Volvieron a perder la comunicación? — con un poco de suerte, solo se extraviaron, se adentraron en las montañas y perdieron la señal. Sé que no será el caso, porque sino él no estaría aquí, pero es inevitable el lanzar la opción como válida en un intento de que las cosas suenen menos graves. Me paso las manos por el cabello con un bufido, echándolo hacia atrás y dejando que vuelva a su lugar por su propia cuenta cuando dejo caer los brazos sobre el escritorio — ¿Tampoco funcionan los chips de rastreo? — hasta donde sé, siempre encuentran el modo de seguir el paso a aquellos que envían en busca de rebeldes al exterior. Bien, tiene que haber una solución, siempre la hay.
Doy unos golpeteos en el escritorio con mis dedos y tuerzo un poco los labios, regalándoles mi clásica expresión pensativa — Una vez puede ser accidental, dos no. ¿Los Niniadis lo saben? — a ninguno de los dos le hará gracia, pero sé que Jamie puede ponerse loca en dos segundos, si tenemos en cuenta su obsesión con los rebeldes. Chasqueo la lengua, enderezándome — ¿Tienes la lista de nombres desaparecidos o el nombre del escuadrón? — cuando empiecen a llegar las llamadas, es mejor estar preparado.
Han pasado solo unos meses desde el problema con los aurores, no puedo volver a caer en un monton de papelerío legal para evitar desastres con los familiares de los muertos. ¿Cómo es esto posible? Lo bueno es que no lo he oído antes, lo que significa que aún no es algo de conocimiento público. Le lanzo una mirada a Annie como si ella pudiese ser de apoyo o solución mientras me arreglo la corbata, sintiendo como la maquinaria de mi cerebro se pone a trabajar a toda velocidad — ¿Volvieron a perder la comunicación? — con un poco de suerte, solo se extraviaron, se adentraron en las montañas y perdieron la señal. Sé que no será el caso, porque sino él no estaría aquí, pero es inevitable el lanzar la opción como válida en un intento de que las cosas suenen menos graves. Me paso las manos por el cabello con un bufido, echándolo hacia atrás y dejando que vuelva a su lugar por su propia cuenta cuando dejo caer los brazos sobre el escritorio — ¿Tampoco funcionan los chips de rastreo? — hasta donde sé, siempre encuentran el modo de seguir el paso a aquellos que envían en busca de rebeldes al exterior. Bien, tiene que haber una solución, siempre la hay.
Doy unos golpeteos en el escritorio con mis dedos y tuerzo un poco los labios, regalándoles mi clásica expresión pensativa — Una vez puede ser accidental, dos no. ¿Los Niniadis lo saben? — a ninguno de los dos le hará gracia, pero sé que Jamie puede ponerse loca en dos segundos, si tenemos en cuenta su obsesión con los rebeldes. Chasqueo la lengua, enderezándome — ¿Tienes la lista de nombres desaparecidos o el nombre del escuadrón? — cuando empiecen a llegar las llamadas, es mejor estar preparado.
Dejo que se me escape un pequeño resoplido mientras ruedo los ojos con algo de gracia, recordando internamente el por qué Ri es mi hermano favorito, y haciendo una anotación mental para recordarme el luego regalarle una botella de algo rico como mínimo. No es que él tuviese el derecho de criticar u opinar algo al respecto, pero el que no volviese esta situación de por sí más incómoda era terriblemente reconfortante.
Hans se da la vuelta para acomodarse, y yo trato de ser lo más sutil que puedo mientras tomo el borde de mi falda y tironeo de ella hacia abajo, en busca de dejarla como estaba en un inicio. Me distraigo en mi tarea cuando Riorden anuncia la noticia, y me olvido de mi aspecto en cuestión de segundos. ¿Pero es qué necesitaban salir con correa? Ya parecía cosa de chiste. Hans expresa en voz alta lo que pienso, y no puedo evitar sentirme mal por ambos. Sabía lo que había sido para Ri el perder gente de su departamento la vez pasada, y también estaba familiarizada con el trabajo que le había supuesto, y que aún lo hacía, el tener que lidiar con los resquicios de la última desaparición.
- La señal que emiten los chips son recibidas por antenas que se encuentran dentro de los distritos. Si se alejaron mucho de los límites es probable que la señal se pierda o se distorsione. - Respondo de manera automática, pero distraída en mis pensamientos. Los chips no eran un proyecto en el que había trabajado directamente, pero con mi cambio de puesto había revisado la documentación de los artefactos en uso y conocía lo básico del funcionamiento de los pequeños dispositivos. - Tal vez se pueda hacer una ampliación de recepción de señal teniendo en cuenta la última posición conocida del grupo. ¿Cuánto tiempo llevan desaparecidos? - No era muy difícil hacer las matemáticas en base a la distancia y el tiempo, pero la realidad es que cuánto más tiempo trascurriese, mayor era el rango de búsqueda que se debía abarcar.
Hans hace una connotación que me obliga a salir de mi cabeza por unos segundos para asentir brevemente. No era muy difícil llegar a esa conclusión, pero no dejaba de ser preocupante que haya gente que pudiera encargarse con tanta facilidad de hacer desaparecer un escuadrón de aurores sin que quedara ni un rastro de ellos. - En ese caso, espero que quien sea que lo haya hecho no supiera de los chips, si fueron desactivados manualmente hay muy pocas chances de volverlos a reactivar a la distancia. - Eso si es que no habían sido destruidos.
Hans se da la vuelta para acomodarse, y yo trato de ser lo más sutil que puedo mientras tomo el borde de mi falda y tironeo de ella hacia abajo, en busca de dejarla como estaba en un inicio. Me distraigo en mi tarea cuando Riorden anuncia la noticia, y me olvido de mi aspecto en cuestión de segundos. ¿Pero es qué necesitaban salir con correa? Ya parecía cosa de chiste. Hans expresa en voz alta lo que pienso, y no puedo evitar sentirme mal por ambos. Sabía lo que había sido para Ri el perder gente de su departamento la vez pasada, y también estaba familiarizada con el trabajo que le había supuesto, y que aún lo hacía, el tener que lidiar con los resquicios de la última desaparición.
- La señal que emiten los chips son recibidas por antenas que se encuentran dentro de los distritos. Si se alejaron mucho de los límites es probable que la señal se pierda o se distorsione. - Respondo de manera automática, pero distraída en mis pensamientos. Los chips no eran un proyecto en el que había trabajado directamente, pero con mi cambio de puesto había revisado la documentación de los artefactos en uso y conocía lo básico del funcionamiento de los pequeños dispositivos. - Tal vez se pueda hacer una ampliación de recepción de señal teniendo en cuenta la última posición conocida del grupo. ¿Cuánto tiempo llevan desaparecidos? - No era muy difícil hacer las matemáticas en base a la distancia y el tiempo, pero la realidad es que cuánto más tiempo trascurriese, mayor era el rango de búsqueda que se debía abarcar.
Hans hace una connotación que me obliga a salir de mi cabeza por unos segundos para asentir brevemente. No era muy difícil llegar a esa conclusión, pero no dejaba de ser preocupante que haya gente que pudiera encargarse con tanta facilidad de hacer desaparecer un escuadrón de aurores sin que quedara ni un rastro de ellos. - En ese caso, espero que quien sea que lo haya hecho no supiera de los chips, si fueron desactivados manualmente hay muy pocas chances de volverlos a reactivar a la distancia. - Eso si es que no habían sido destruidos.
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Cuando me pregunta que si otra vez, mi primera reacción es la de asentir con el ceño fruncido al recordar la anterior desaparición. Obviamente no me hace ni pizca de gracia perder a uno de mis escuadrones, así que mucho menos ver como seguramente está volviendo a pasar todo otra vez. Y si a eso le sumas que para colmo ha sido en la periferia, fuera de nuestros límites en realidad, la cosa se complica todavía más. Nunca hemos dado con el 14, pero no me queda otra que pensar que quizá están implicados porque dudo mucho que la gente de los distritos del norte vaya a arriesgarse tanto como para tener algo que ver en las desapariciones, por mucho conflicto y malas condiciones de vida que haya por ahí. De todas maneras, no son más que teorías mías y que no puedo dar por válidas.
He estado a nada de enviar a otro escuadrón a buscarles, e incluso de ir yo mismo con ellos, pero prefiero pensar bien las cosas y no actuar de manera imprudente. No tengo veinte años ya, así que no puedo actuar como un crío como habría hecho en mi juventud, sin ser consciente de que las cosas tienen un orden y una planificación. — Llevan poco más de tres días desaparecidos. Envié un mensaje con un patronus ayer por la noche dirigido al líder del escuadrón, pero no obtuve respuesta. — Consideré que era la mejor opción para que el mensaje no fuera interceptado por nadie, pero no sirvió de nada. — Los Niniadis tampoco lo saben. He querido esperar hasta hoy para avisarles, pero no he encontrado a ninguno de los dos, así que he dado el aviso a uno de sus esclavos para que Sean o Jamie se pasen a verme en cuanto puedan. — Preferiría haber podido hablar ya con ellos, que cualquiera de los dos estuviera aquí para tener más ideas u órdenes de qué hacer, así que la situación parece complicarse cada vez más.
Abro la carpeta que llevo conmigo y rebusco entre las hojas hasta dar con la lista de los aurores implicados, y después se la tiendo a Hans: — El líder es uno de los mejores aurores que hemos tenido en los últimos años, así que de verdad que no entiendo qué es lo que ha podido pasar — añado. Trato de entenderlo, pero la situación se me escapa de las manos; no estamos hablando de unos novatos que acaban de empezar y que puedan haber cometido un error, o que incluso hayan cometido la gran negligencia de olvidarse de reportar su situación, porque no son unos inexpertos. — Si los chips localizadores han acabado destruidos, ¿habría alguna manera de acceder a su base de datos? ¿Se podría sin encontrar los restos o tendríamos que tener acceso al chip destruido? — Quizá es algo básico, pero aunque sé lo suficiente de tecnología como para desenvolverme en lo necesario, estas son cosas que se me escapan demasiado. La experta en eso es mi hermana, y realmente nunca dejará de sorprenderme todo lo que puede llegar a saber.
He estado a nada de enviar a otro escuadrón a buscarles, e incluso de ir yo mismo con ellos, pero prefiero pensar bien las cosas y no actuar de manera imprudente. No tengo veinte años ya, así que no puedo actuar como un crío como habría hecho en mi juventud, sin ser consciente de que las cosas tienen un orden y una planificación. — Llevan poco más de tres días desaparecidos. Envié un mensaje con un patronus ayer por la noche dirigido al líder del escuadrón, pero no obtuve respuesta. — Consideré que era la mejor opción para que el mensaje no fuera interceptado por nadie, pero no sirvió de nada. — Los Niniadis tampoco lo saben. He querido esperar hasta hoy para avisarles, pero no he encontrado a ninguno de los dos, así que he dado el aviso a uno de sus esclavos para que Sean o Jamie se pasen a verme en cuanto puedan. — Preferiría haber podido hablar ya con ellos, que cualquiera de los dos estuviera aquí para tener más ideas u órdenes de qué hacer, así que la situación parece complicarse cada vez más.
Abro la carpeta que llevo conmigo y rebusco entre las hojas hasta dar con la lista de los aurores implicados, y después se la tiendo a Hans: — El líder es uno de los mejores aurores que hemos tenido en los últimos años, así que de verdad que no entiendo qué es lo que ha podido pasar — añado. Trato de entenderlo, pero la situación se me escapa de las manos; no estamos hablando de unos novatos que acaban de empezar y que puedan haber cometido un error, o que incluso hayan cometido la gran negligencia de olvidarse de reportar su situación, porque no son unos inexpertos. — Si los chips localizadores han acabado destruidos, ¿habría alguna manera de acceder a su base de datos? ¿Se podría sin encontrar los restos o tendríamos que tener acceso al chip destruido? — Quizá es algo básico, pero aunque sé lo suficiente de tecnología como para desenvolverme en lo necesario, estas son cosas que se me escapan demasiado. La experta en eso es mi hermana, y realmente nunca dejará de sorprenderme todo lo que puede llegar a saber.
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— Tres días… — repito, más que nada para mí mismo, en un intento de retener la información — Bueno, si ninguno de los Niniadis lo sabe de momento, eso nos puede dar un poco de tiempo. Ya sabes, para preparar el terreno — anunciar una vez más la desaparición de un escuadrón no es algo que me gustaría para mi departamento, pero si el anuncio viene acompañado de una solución, tal vez sea un golpe menos fuerte. Por otro lado, el factor de que ni siquiera un Patronus haya funcionado como método de comunicación me inquieta, porque eso significa que el mensaje no fue recibido o la otra persona es incapaz de responder. Eso nos deja con pocos resultados.
Presto atención a la científica de la habitación a la vez que su hermano me tiende una lista más larga de lo que esperaba, lo que me provoca cierta molestia estomacal y acaba por matar el poco entusiasmo que me quedaba en el cuerpo — ¿No tienes la señal del último sitio donde funcionó el chip? — levanto los ojos por encima de la lista, pasando la mirada de uno al otro — No sé mucho de ciencia, así que eso se lo dejo a Annie. Pero si no se puede acceder a los datos, tiene que existir un registro hasta el momento de la desaparición. Sea como sea… — siento que estoy diciendo cosas obvias, así que decido ponerme un poco en el rol que conozco mejor. Apoyo el papel sobre el escritorio y le doy un golpeteo con los dedos — Si es imposible acceder a la distancia, no envíes a nadie en su busca. De hecho, no vuelvas a enviar un escuadrón de búsqueda hasta que sepamos qué es lo que sucede — la vez anterior, un grupo de aurores y cazadores hallaron los cadáveres de pura suerte. No voy a tomar el mismo riesgo — Esto tiene que permanecer entre nosotros hasta que sepamos cómo actuar. Quiero decir… los tres sabemos lo que sucederá si hoy mismo llamamos a las familias para decirles que sus hijos están perdidos — el error anterior fue dejar que la prensa dispersase la noticia en un abrir y cerrar de ojos. Los padres, maridos, mujeres, hermanos… todos ellos llegando en busca de abogados, de respuestas, de demandas… fue un caos.
Carraspeo un poco, dándole un toquecito al nombre de aquel líder que tan bien hacía su trabajo, pero que ni eso lo salvó de terminar vaya a saber dónde — Tampoco podemos mentirles a los civiles, pero creo que de momento tenemos que ser cautelosos. No queremos que el Ministerio se vuelva un chiste y un peligro. Tampoco podemos seguir arriesgando aurores en el exterior si seguimos teniendo bajas — me recargo un poco en el escritorio, cruzándome de brazos en un intento de mantener la compostura — Aunque ese es tu departamento, Riorden y no quiero meterme en tus asuntos de trabajo ni en los deseos de la ministra.
Presto atención a la científica de la habitación a la vez que su hermano me tiende una lista más larga de lo que esperaba, lo que me provoca cierta molestia estomacal y acaba por matar el poco entusiasmo que me quedaba en el cuerpo — ¿No tienes la señal del último sitio donde funcionó el chip? — levanto los ojos por encima de la lista, pasando la mirada de uno al otro — No sé mucho de ciencia, así que eso se lo dejo a Annie. Pero si no se puede acceder a los datos, tiene que existir un registro hasta el momento de la desaparición. Sea como sea… — siento que estoy diciendo cosas obvias, así que decido ponerme un poco en el rol que conozco mejor. Apoyo el papel sobre el escritorio y le doy un golpeteo con los dedos — Si es imposible acceder a la distancia, no envíes a nadie en su busca. De hecho, no vuelvas a enviar un escuadrón de búsqueda hasta que sepamos qué es lo que sucede — la vez anterior, un grupo de aurores y cazadores hallaron los cadáveres de pura suerte. No voy a tomar el mismo riesgo — Esto tiene que permanecer entre nosotros hasta que sepamos cómo actuar. Quiero decir… los tres sabemos lo que sucederá si hoy mismo llamamos a las familias para decirles que sus hijos están perdidos — el error anterior fue dejar que la prensa dispersase la noticia en un abrir y cerrar de ojos. Los padres, maridos, mujeres, hermanos… todos ellos llegando en busca de abogados, de respuestas, de demandas… fue un caos.
Carraspeo un poco, dándole un toquecito al nombre de aquel líder que tan bien hacía su trabajo, pero que ni eso lo salvó de terminar vaya a saber dónde — Tampoco podemos mentirles a los civiles, pero creo que de momento tenemos que ser cautelosos. No queremos que el Ministerio se vuelva un chiste y un peligro. Tampoco podemos seguir arriesgando aurores en el exterior si seguimos teniendo bajas — me recargo un poco en el escritorio, cruzándome de brazos en un intento de mantener la compostura — Aunque ese es tu departamento, Riorden y no quiero meterme en tus asuntos de trabajo ni en los deseos de la ministra.
Bien, tres días era un margen lo suficientemente corto como para detectar rápidamente cualquier posible preexistente señal. Lo malo es que es también un tiempo lo suficientemente largo como para saber qué, si no hay ningún tipo de respuesta, eso podría volverse una misión casi imposible. Además…- Los chips funcionan tanto con magia como con tecnología. Es un balance delicado que nos puede jugar tan a favor, como en contra. - Trato de hacer memoria, y por suerte no me cuesta demasiado recordar demasiado las especificaciones del producto en cuestión. - Si los chips están contenidos dentro de un hechizo protector, uno indetectable, o bajo un lugar sometido al encantamiento Fidelio, reactivarlos es imposible. No a la distancia al menos.
Y Hans tiene razón, lo que complica aún más el asunto. Sin un escuadrón de búsqueda, estábamos jugando con las probabilidades, y aunque no eran muchas, podía haber una mínima chance de que los aurores estuviesen vivos. Sí, claro. - Aún así, aún estando destruidos los registros de la última ubicación conocida deberían estar en el servidor… ¿tal vez mandar un dron rastreador en primera instancia? Con un receptor de señal por si llega a captar algo. - Claro que eso también tendríamos inconvenientes. El tipo de tecnología que contenía ese aparato se vendía muy bien en el mercado negro, y si la desaparición había sido producto de un ataque deliberado, probablemente sabrían el propósito de un aparatejo como ese. - Olvídenlo. No solo es posible que no funcione, sino que también alertarán a las noticias de solo ver uno de esos aparatos dando vuelta. - Si todavía no lo sabía ni la mismísima ministra de magia, dudaba que quisiera enterarse cuando se filtrase algún video de un dron de búsqueda merodeando por ahí.
- Todavía trabaja en mi departamento la persona que se encargó del proyecto de fabricación de los chips. Delegaré en él la tarea de ver cómo dar con la ubicación más exacta posible antes de que evalúen si enviar o no un escuadrón de búsqueda. - Es la mejor opción con la que podía dar en estos momentos, y ni siquiera era del todo útil. Solo una promesa vacía, y sin esperanzas de nada. - Lo lamento Ri… pero dudo mucho que tus empleados estén vivos ante el escenario que planteas. - Aunque me esforzara un ciento diez por ciento y sí pudiese hacer magia, todavía no hacía milagros. - ¿Puedo? - Extiendo la mano hacia Hans, y pidiendo que me pase el expediente que le acaba de tender mi hermano. A veces, leer los registros de una persona podían servirme para tratar de descubrir sus hábitos, y así hacerme una mejor idea del panorama completo.
Y Hans tiene razón, lo que complica aún más el asunto. Sin un escuadrón de búsqueda, estábamos jugando con las probabilidades, y aunque no eran muchas, podía haber una mínima chance de que los aurores estuviesen vivos. Sí, claro. - Aún así, aún estando destruidos los registros de la última ubicación conocida deberían estar en el servidor… ¿tal vez mandar un dron rastreador en primera instancia? Con un receptor de señal por si llega a captar algo. - Claro que eso también tendríamos inconvenientes. El tipo de tecnología que contenía ese aparato se vendía muy bien en el mercado negro, y si la desaparición había sido producto de un ataque deliberado, probablemente sabrían el propósito de un aparatejo como ese. - Olvídenlo. No solo es posible que no funcione, sino que también alertarán a las noticias de solo ver uno de esos aparatos dando vuelta. - Si todavía no lo sabía ni la mismísima ministra de magia, dudaba que quisiera enterarse cuando se filtrase algún video de un dron de búsqueda merodeando por ahí.
- Todavía trabaja en mi departamento la persona que se encargó del proyecto de fabricación de los chips. Delegaré en él la tarea de ver cómo dar con la ubicación más exacta posible antes de que evalúen si enviar o no un escuadrón de búsqueda. - Es la mejor opción con la que podía dar en estos momentos, y ni siquiera era del todo útil. Solo una promesa vacía, y sin esperanzas de nada. - Lo lamento Ri… pero dudo mucho que tus empleados estén vivos ante el escenario que planteas. - Aunque me esforzara un ciento diez por ciento y sí pudiese hacer magia, todavía no hacía milagros. - ¿Puedo? - Extiendo la mano hacia Hans, y pidiendo que me pase el expediente que le acaba de tender mi hermano. A veces, leer los registros de una persona podían servirme para tratar de descubrir sus hábitos, y así hacerme una mejor idea del panorama completo.
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Hay un momento en el que me limito a escuchar todo lo que dicen, intentando no dejarme ningún cabo suelto y anotar mentalmente las dudas que puedan ir surgiendo con cada cosa que añaden. Quizá no sea un experto en tecnología, pero he estado los suficientes años planeando cómo abordar ciertas situaciones como para saber de qué manera debo tratarlo todo. Aun así, hay cosas que por muy preparado que estés, siguen siendo complicadas. Perder el primer escuadrón en invierno fue difícil, especialmente cuando tienes que decirles a sus familias lo que ha pasado, así que pasar una segunda vez por todo eso... Se supone que deberíamos vivir tranquilos, sin estas preocupaciones; sin embargo, hay un pequeño grupo que parece querer complicarnos la vida con pensamientos estúpidos y poniéndonos en riesgo. — Lo sé, mandar un escuadrón de búsqueda está totalmente descartado. — No vale la pena sin saber si están vivos, por mucho que me duela reconocerlo.
Las posibilidades de todo lo que podría estar pasando provocan que me muerda ligeramente el labio, intentando pensar cómo actuar. Mirar los registros nos será de ayuda, pero solo hasta cierto punto. Si se han alejado mucho de los límites, tal y como ha dicho antes Annie, la señal se habrá perdido ahí y quizá no nos sirva de nada porque hayan acabado fuera del país. Es por eso por lo que necesitamos asegurarnos de si han dejado cadáveres tirados como la última vez, o si directamente no hay ni rastro de ellos, y para eso necesitamos una confirmación algo más visual, pero que pueda pasar desapercibida. — Quizá podríamos mandar a algún animago a inspeccionar la zona. — Es un riesgo porque igualmente podrían pillarle y secuestrarle para ver qué pueden sacar, pero quizá es un riesgo que debamos correr. O si no, siempre nos queda otra opción de este estilo que, aunque no me gustaría recurrir a ella, al menos no supone poner una vida útil en peligro. — ¿Sabes de alguna semi-veela de confianza que podamos utilizar? Una que haya cometido algún crimen pequeño y que podamos ofrecer rebajarle la condena a cambio de esta ayuda. — La pregunta va dirigida a Hans porque ahí ya estoy entrando en su terreno. Podemos prescindir de una criatura mágica conflictiva si la cosa sale mal, y además, si hace bien el trabajo, nos sirve igual que un animago siempre y cuando mantenga todo el rato la forma animal y no se transforme. — No podríamos darle detalles obviamente, porque esto no puede salir de aquí por ahora — añado.
Alzo la vista hacia mi hermana pequeña con lo que dice, y asiento ligeramente con la cabeza. — Sí, descarto que sigan vivos porque a estas alturas habríamos recibido algún mensaje como fuera pero... Tenemos que saber qué ha pasado. — Creo que los tres nos podemos imaginar qué es lo que habrá sucedido, pero una parte de mí espera que no sea así. — Cuando tengas el registro, envíamelo directamente a mi despacho. — No quiero preguntas extrañas de por qué he solicitado eso, así que prefiero que esa información vaya directamente a mí y sin intermediarios.
Las posibilidades de todo lo que podría estar pasando provocan que me muerda ligeramente el labio, intentando pensar cómo actuar. Mirar los registros nos será de ayuda, pero solo hasta cierto punto. Si se han alejado mucho de los límites, tal y como ha dicho antes Annie, la señal se habrá perdido ahí y quizá no nos sirva de nada porque hayan acabado fuera del país. Es por eso por lo que necesitamos asegurarnos de si han dejado cadáveres tirados como la última vez, o si directamente no hay ni rastro de ellos, y para eso necesitamos una confirmación algo más visual, pero que pueda pasar desapercibida. — Quizá podríamos mandar a algún animago a inspeccionar la zona. — Es un riesgo porque igualmente podrían pillarle y secuestrarle para ver qué pueden sacar, pero quizá es un riesgo que debamos correr. O si no, siempre nos queda otra opción de este estilo que, aunque no me gustaría recurrir a ella, al menos no supone poner una vida útil en peligro. — ¿Sabes de alguna semi-veela de confianza que podamos utilizar? Una que haya cometido algún crimen pequeño y que podamos ofrecer rebajarle la condena a cambio de esta ayuda. — La pregunta va dirigida a Hans porque ahí ya estoy entrando en su terreno. Podemos prescindir de una criatura mágica conflictiva si la cosa sale mal, y además, si hace bien el trabajo, nos sirve igual que un animago siempre y cuando mantenga todo el rato la forma animal y no se transforme. — No podríamos darle detalles obviamente, porque esto no puede salir de aquí por ahora — añado.
Alzo la vista hacia mi hermana pequeña con lo que dice, y asiento ligeramente con la cabeza. — Sí, descarto que sigan vivos porque a estas alturas habríamos recibido algún mensaje como fuera pero... Tenemos que saber qué ha pasado. — Creo que los tres nos podemos imaginar qué es lo que habrá sucedido, pero una parte de mí espera que no sea así. — Cuando tengas el registro, envíamelo directamente a mi despacho. — No quiero preguntas extrañas de por qué he solicitado eso, así que prefiero que esa información vaya directamente a mí y sin intermediarios.
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Por un breve instante, tengo la fugaz idea de enviar un dron con algún encantamiento desilusionador, pero esos objetos son fáciles de interceptar en caso de que estemos luchando contra gente que tenga los mismos conocimientos mágicos que nosotros. Una pequeña falla y todo podría irse al caño — Puedo chequear una lista de registros — prometo a Riorden, pero el tono de mi voz sigue siendo dudoso. Hay fallas en confiar en aquellos que tienen más motivos para traicionarnos que para sernos fieles. Conozco los agujeros de nuestro gobierno, el poco cuidado a los indigentes siempre puede jugarnos en contra. Hay resentimiento, en especial en el norte. Aún pienso en eso cuando le tiendo la lista a Annie sin siquiera mirarla, un poco hundido en mi propia línea de pensamiento. Para cuando ellos han terminado de hablar he salido con una pequeña solución que me hace resoplar porque, claramente, puedo cederle esta tarea a la única persona en la cual confío plenamente — Iré yo.
Antes de que los hermanos puedan decirme algo, levanto un dedo para pedirles un minuto de silencio para explicar mi punto — Soy animago y no es de público conocimiento. Conozco el norte, he estado cientos de veces allí y sé cómo sobrevolarlo. Tengo mis contactos, puedo hacer un par de preguntas a cambio de algunos favores — puede ser un poco riesgoso, pero nada que no pueda manejar. Confío en mis habilidades mágicas tanto como en mi inteligencia y, si se me permite pecar de egocéntrico, también en mi carisma — Si Annie se encarga de los chips, yo me encargaré personalmente de rastrearlos. Si sé de algo, iré de inmediato a ti, Riorden — prometo. No es solo un favor, sino que sé muy bien que esto es lo correcto. A ninguno de nuestros departamentos le será favorable que esto salga a la luz de manera negativa, mucho menos al gobierno en sí. Nos enfrentamos al peligro de perder la confianza de nuestro pueblo y eso es algo que no nos podemos permitir — Pero no prometo que logre hacer mucho. ¿Tienes algún cazador para prestarme? Los aurores son ágiles, pero los cazadores son mejores rastreadores. Alguien de confianza, que viaje conmigo. De todos modos, puedo empezar solo y de inmediato. Sé que Sean Niniadis no se opondrá — después de todo, él mismo me ha enviado a moverme por los distritos en busca de otro problemita.
Antes de que los hermanos puedan decirme algo, levanto un dedo para pedirles un minuto de silencio para explicar mi punto — Soy animago y no es de público conocimiento. Conozco el norte, he estado cientos de veces allí y sé cómo sobrevolarlo. Tengo mis contactos, puedo hacer un par de preguntas a cambio de algunos favores — puede ser un poco riesgoso, pero nada que no pueda manejar. Confío en mis habilidades mágicas tanto como en mi inteligencia y, si se me permite pecar de egocéntrico, también en mi carisma — Si Annie se encarga de los chips, yo me encargaré personalmente de rastrearlos. Si sé de algo, iré de inmediato a ti, Riorden — prometo. No es solo un favor, sino que sé muy bien que esto es lo correcto. A ninguno de nuestros departamentos le será favorable que esto salga a la luz de manera negativa, mucho menos al gobierno en sí. Nos enfrentamos al peligro de perder la confianza de nuestro pueblo y eso es algo que no nos podemos permitir — Pero no prometo que logre hacer mucho. ¿Tienes algún cazador para prestarme? Los aurores son ágiles, pero los cazadores son mejores rastreadores. Alguien de confianza, que viaje conmigo. De todos modos, puedo empezar solo y de inmediato. Sé que Sean Niniadis no se opondrá — después de todo, él mismo me ha enviado a moverme por los distritos en busca de otro problemita.
Presto atención a las palabras de mi hermano mientras reviso la lista que me ha pasado Hans, pero no son sus comentarios los que terminan me distrayendo, sino que lo es el ofrecimiento que sale de la boca del mismísimo ministro de justicia. ¿Iría él? No puedo ni siquiera levantar la ceja con incertidumbre antes de que su dedo se alce pidiendo tiempo, y cierro la carpeta por inercia mientras comienza a explicar.
Sabía, por una conversación pasada que no había sido del todo agradable, que Hans estaba familiarizado con la gente del Norte. Estúpidamente no había asociado que hubiese ido en persona allí a tratar con aquellas personas, pero si pensaba en el grado de confidencialidad que me había dicho que tenía todo el asunto… Tenía sentido. ¿Acaso lo de mi hermana sería más que una sospecha? Había evitado pensar en Joyce en todo este tiempo, y no estaba segura de querer desviar mi atención hacia ella en estos momentos. - No es mala idea, solo si te comprometes a llevar tu también un chip. Dejaré que mi empleado se encargue del rastreo de los otros, pero puedo tener listo un pequeño amplificador de señal bidireccional en poco menos de tres horas…- No sería nada extravagante ni especialmente nuevo. Simplemente sería incorporar una antena en un aparato que normalmente se encargaba de enviar señales y no de recibirlas. No tendría demasiado alcance, pero si lo llevaba puesto tal vez... - ¿Cuál es tu forma animaga? - No lo pregunto desde la curiosidad, simplemente era necesario poder contar con el tamaño del animal para adaptar correctamente el chip.
Golpeteo la carpeta con los dedos cuando Ri me da la razón, y me limito a fruncir los labios con inquietud. Ya todo está bastante tenso como para sumar otra pila de muertos sin causa como noticia nacional, y sabía cómo el perder gente de su departamento afectaba a mi hermano, si no a nivel emocional, cuando menos a nivel profesional.
Vuelvo a distraer mis pensamientos con Hans y su pedido, y aunque la primera persona competente que se me ocurre es claramente mi primo, luego recuerdo a Audrey Niniadis y al hecho de que es su ex. Sabía que el ministro era lo suficientemente profesional como para no ver en ello un problema, pero no conocía a la rubia lo suficiente como para confiar en su profesionalidad, o siquiera su competencia.
Sabía, por una conversación pasada que no había sido del todo agradable, que Hans estaba familiarizado con la gente del Norte. Estúpidamente no había asociado que hubiese ido en persona allí a tratar con aquellas personas, pero si pensaba en el grado de confidencialidad que me había dicho que tenía todo el asunto… Tenía sentido. ¿Acaso lo de mi hermana sería más que una sospecha? Había evitado pensar en Joyce en todo este tiempo, y no estaba segura de querer desviar mi atención hacia ella en estos momentos. - No es mala idea, solo si te comprometes a llevar tu también un chip. Dejaré que mi empleado se encargue del rastreo de los otros, pero puedo tener listo un pequeño amplificador de señal bidireccional en poco menos de tres horas…- No sería nada extravagante ni especialmente nuevo. Simplemente sería incorporar una antena en un aparato que normalmente se encargaba de enviar señales y no de recibirlas. No tendría demasiado alcance, pero si lo llevaba puesto tal vez... - ¿Cuál es tu forma animaga? - No lo pregunto desde la curiosidad, simplemente era necesario poder contar con el tamaño del animal para adaptar correctamente el chip.
Golpeteo la carpeta con los dedos cuando Ri me da la razón, y me limito a fruncir los labios con inquietud. Ya todo está bastante tenso como para sumar otra pila de muertos sin causa como noticia nacional, y sabía cómo el perder gente de su departamento afectaba a mi hermano, si no a nivel emocional, cuando menos a nivel profesional.
Vuelvo a distraer mis pensamientos con Hans y su pedido, y aunque la primera persona competente que se me ocurre es claramente mi primo, luego recuerdo a Audrey Niniadis y al hecho de que es su ex. Sabía que el ministro era lo suficientemente profesional como para no ver en ello un problema, pero no conocía a la rubia lo suficiente como para confiar en su profesionalidad, o siquiera su competencia.
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Que Hans se ofrezca a ir provoca que me gire bruscamente hacia él, sin saber ni siquiera cómo reaccionar porque, para empezar, no sabía ni que es animago. Claro que por una parte me tranquiliza que sea alguien como él, alguien totalmente de confianza, quien vaya, pero eso es algo que también me preocupa. Es alguien indispensable para el país y le necesitamos; si a eso le añadimos las cosas horribles que podrían pasar si le encontrasen e intentaran sonsacarle información... — ¿Estás seguro? Ya sabemos de lo que son capaces de hacer si te encuentra alguien que no debería y descubriese quién eres... — Mis palabras van en relación al escuadrón de aurores que encontramos muerto en invierno. Ya perdí a un buen amigo ahí, así que obviamente me preocupa arriesgar otra vida que, encima, en este caso es todavía más importante para la estabilidad del país. Y desgraciadamente, hoy por hoy esa estabilidad está un poco desmoronada con problemas como esta nueva desaparición de otro escuadrón de aurores.
Asiento a lo que mi hermana dice sobre que debería llevar un chip localizador. — Y a la que veas algo fuera de lo normal o creas que puedes estar en peligro, ponte en contacto con nosotros. Estaré pendiente de recibir cualquier aviso sea la hora que sea. — Es algo que también redireccionaré directamente hacia mí porque no quiero intermediarios en este tema, así que el aviso me llegaría todavía más rápido y directo. Cierro la carpeta con la información sobre el escuadrón desaparecido mientras Annie y Hans hablan, y levanto la vista cuando este último me pregunta sobre algún cazador de confianza. — Colin Weynart. Es mi hermano pequeño y uno de los cazadores más prometedores. — Si por mí fuera tendría un cargo más importante que el de ser un simple cazador, pero eso depende también de él y no es algo que le llame mucho la atención ahora mismo porque ya lo he hablado con él en más de una ocasión. — O podría mirar de ir yo, si prefieres — añado. Asumo que alguna vez ya le habré dicho que, antiguamente, en mi juventud y antes de que se estableciera la estructura actual del Gobierno, yo lideraba y organizaba a los cazadores porque antes trabajaba como uno. Hace años que no piso el terreno, pero si es necesario, tampoco me molesta.
Asiento a lo que mi hermana dice sobre que debería llevar un chip localizador. — Y a la que veas algo fuera de lo normal o creas que puedes estar en peligro, ponte en contacto con nosotros. Estaré pendiente de recibir cualquier aviso sea la hora que sea. — Es algo que también redireccionaré directamente hacia mí porque no quiero intermediarios en este tema, así que el aviso me llegaría todavía más rápido y directo. Cierro la carpeta con la información sobre el escuadrón desaparecido mientras Annie y Hans hablan, y levanto la vista cuando este último me pregunta sobre algún cazador de confianza. — Colin Weynart. Es mi hermano pequeño y uno de los cazadores más prometedores. — Si por mí fuera tendría un cargo más importante que el de ser un simple cazador, pero eso depende también de él y no es algo que le llame mucho la atención ahora mismo porque ya lo he hablado con él en más de una ocasión. — O podría mirar de ir yo, si prefieres — añado. Asumo que alguna vez ya le habré dicho que, antiguamente, en mi juventud y antes de que se estableciera la estructura actual del Gobierno, yo lideraba y organizaba a los cazadores porque antes trabajaba como uno. Hace años que no piso el terreno, pero si es necesario, tampoco me molesta.
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— La idea de que me aprieten unos rebeldes mugrosos no es tentadora, lo admito, pero hasta ahora jamás me pusieron las manos encima — me encojo de hombros como si eso fuese poca cosa — Estaré bien. Llevaré el chip. Con ustedes vigilando, no tendremos problema. Aunque no puedo prometer encontrar a tus empleados, Riorden… — los tres sabemos cómo son las cosas en el norte, en especial después de la última vez. Los aurores encontrados tenían signos de obvia violencia física y podemos decir que sus últimas horas en la nieve no fueron de lo más agradables. He visto a una señora descomponerse al ser presentado el informe de cómo habían encontrado a su hijo — Halcón. De los grandes — explico, haciendo un movimiento con mis manos como si quisiera abarcar un tamaño. Quizá eso le sea de ayuda al momento de ponerse a trabajar.
No pienso decirlo en voz alta porque sería un poco humillante, pero es alentador el saber que Riorden estará al pendiente a todas horas. Confío en mis capacidades, pero jamás voy a quejarme de tener los ojos, los oídos y el talento del ministro de defensa cubriéndome las espaldas. Asiento en señal de que no pondré ninguna queja a su petición, pero lo siguiente que suelta me deja silencioso un momento, en obvio gesto meditabundo. Triste, pero en lógica de sacrificio, no me cuesta encontrar la respuesta — Colin. Si algo sucede, prefiero que falte un ministro y no dos. Pretendo que tanto tu hermano como yo regresemos en una pieza, pero me gusta ser precavido, tú sabes — no le voy a endulzar el oído con que no podemos darnos el lujo de perderlo, porque creo que eso ya lo sabe. Lo último que necesitamos ahora es una baja de importancia nacional, aunque sé que yo tampoco soy precisamente el vecino de la esquina. Supongo que será cuestión de echarlo a la suerte.
Paso mis ojos de uno al otro, hasta que sospecho que no hay más que decir — Si este es nuestro trato, sugiero que todos nos pongamos manos a la obra — es un tono que intenta sonar tranquilo, pero es obvio que el ambiente se puede sentir denso, lo suficiente como para que acomode mi postura en un intento de sentirme algo más cómodo — Mañana a primera hora tendrás el mapa de las rutas que conozco en tu escritorio, Riorden. Solo dime por cuáles debo comenzar y lo haré de inmediato. Y Annie… — apenas me giro en su dirección, echándole un vistazo veloz — Probaremos tu chip en cuanto lo tengas disponible. Supongo que nos deseo suerte a todos.
Aunque, en experiencia, sé que vamos a necesitar más que eso.
No pienso decirlo en voz alta porque sería un poco humillante, pero es alentador el saber que Riorden estará al pendiente a todas horas. Confío en mis capacidades, pero jamás voy a quejarme de tener los ojos, los oídos y el talento del ministro de defensa cubriéndome las espaldas. Asiento en señal de que no pondré ninguna queja a su petición, pero lo siguiente que suelta me deja silencioso un momento, en obvio gesto meditabundo. Triste, pero en lógica de sacrificio, no me cuesta encontrar la respuesta — Colin. Si algo sucede, prefiero que falte un ministro y no dos. Pretendo que tanto tu hermano como yo regresemos en una pieza, pero me gusta ser precavido, tú sabes — no le voy a endulzar el oído con que no podemos darnos el lujo de perderlo, porque creo que eso ya lo sabe. Lo último que necesitamos ahora es una baja de importancia nacional, aunque sé que yo tampoco soy precisamente el vecino de la esquina. Supongo que será cuestión de echarlo a la suerte.
Paso mis ojos de uno al otro, hasta que sospecho que no hay más que decir — Si este es nuestro trato, sugiero que todos nos pongamos manos a la obra — es un tono que intenta sonar tranquilo, pero es obvio que el ambiente se puede sentir denso, lo suficiente como para que acomode mi postura en un intento de sentirme algo más cómodo — Mañana a primera hora tendrás el mapa de las rutas que conozco en tu escritorio, Riorden. Solo dime por cuáles debo comenzar y lo haré de inmediato. Y Annie… — apenas me giro en su dirección, echándole un vistazo veloz — Probaremos tu chip en cuanto lo tengas disponible. Supongo que nos deseo suerte a todos.
Aunque, en experiencia, sé que vamos a necesitar más que eso.
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