OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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눈과 귀를 막고
억지로 헤매 봐도 결국 정답은 Love
Too much ego에 주린 배를 불리고
비어 버린 한 잔의 Compassion
이제 다시 채워 들어 보자 다
억지로 헤매 봐도 결국 정답은 Love
Too much ego에 주린 배를 불리고
비어 버린 한 잔의 Compassion
이제 다시 채워 들어 보자 다
En cuanto la luz de día resultó demasiado molesta fue como finalmente decidió abrir los ojos de mala gana, acompañándolo de un gruñido que dejaba en claro que no quería levantarse y que el estúpido sol le obligaba a ponerse de pie para aunque sólo fuera para cerrar la maldita cortina. Se estiró sobre la cama que apenas y lograba cubrir por poco más su altura y se giró para observar a su novia aún dormida bien envuelta en las sábanas y mantas mismas de las que Gavin fue privado desde mitad de noche; algo que realmente no le resultaba una sorpresa.
Se sentó sobre la cama y se inclinó lo suficiente para alcanzar sus propios boxers del suelo, anduvo descalzo por el suelo frío hasta el baño donde se dedicó a darse una ducha rápida con agua tibia, se secó tan bien como pudo y lavó sus dientes antes de salir del baño con nada más que una toalla envuelta en la cadera, avanzó por la habitación hasta el clóset de donde sacó una playera blanca holgada y unos pantalones deportivos, tomó unos boxers nuevos y se vistió en absoluto silencio.
Tomó su ropa y la de Jole del suelo juntándola en una pequeña bola de ropa sucia misma que sacó de la habitación para llevarla al cuarto de lavado, posteriormente avanzó en dirección a la cocina donde se dispuso a preparar el desayuno porque joder, estaba acostumbrado a desayunar muy temprano incluso cuando hacía guardia en el hospital del Capitolio y aunque era su fin de semana libre, no podía simplemente arruinar su rutina por lo que tomó huevos suficientes, tocino y algo de harina para pancakes misma que se dispuso a mezclar bien con un poco de mantequilla y leche, inundando de poco en poco la habitación de un aroma que automáticamente le hizo rugir el estómago.
En cuanto escuchó pasos en la habitación de arriba, sonrió por lo bajo al notar que no era el único que lograba ser despertado con el aroma de la comida por la mañana. Virtió una pequeña cantidad de la mezcla sobre una sartén caliente con un poco de mantequilla embarrada y así se dispuso a preparar los pancakes para ambos, mientras que en otro sartén colocaba el huevo y unas tiras de tocino — ¿Puedes poner la cafetera? Ya le he colocado café y agua pero he olvidado encenderla — cuestionó sin siquiera mirar por la entrada de la cocina porque estaba más que seguro de que su novia había logrado escabullirse hasta la misma — ¿Cuántos pancakes vas a querer, hm? —.
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Hay cientos de cosas en la vida que no son más que una tremenda ironía posiblemente inverosímil, pero jamás hubiese creído que una de ellas sería el despertar con alguien al lado. Los últimos meses han sido extraños, especialmente porque mi comunicación con Andy parece ir de modo gradual y tenerlo de nuevo como parte de mi existencia se siente increíblemente irreal. Quizá es por eso por lo que el empezar a tener una vida paralela de la cual jamás me he atrevido a hablarle en nuestras charlas por teléfono se me hace todavía más raro, o tal vez se debe simplemente a que no estoy acostumbrada a tener a alguien para mí, a pesar de que han pasado algunos meses.
No estoy acostumbrada a la intimidad. Jordan había sido el único hombre que llegó a compartirla conmigo antes de que todo esto pasara y, poco a poco, empiezo a darme cuenta de que lo disfruto. Así que quizá se debe a eso el que me estire en la cama y tantee en busca de una compañía que ya no está, haciéndome abrir los ojos entre la maraña de pelo que se me apiló en la cabeza de un modo algo ridículo y para nada delicado. Me giro en la cama, aún con el cerebro abombado por culpa del sueño, hasta que puedo reconocer el sonido proveniente de la cocina y el aroma que llega hasta el dormitorio. Me froto los ojos con un bostezo, agradecida debido al modo que tiene mi estómago de gruñir y empujo las sábanas, decidida a empezar un día más. Como siempre, en una rutina.
Peinarme se basa en una acción de pasar los dedos por mi pelo y vestirme solo cuenta como ponerme una remera y cambiarme la ropa interior. Con una veloz cepillada de dientes para quitarme el mal sabor de la mañana, bajo los escalones de dos en dos y casi tropiezo con el gordo de Ferdinand, que se acerca a mí ronroneando y frotándose entre mis pies en busca de atención. Le regalo un rápido gesto entre las orejas para apresurarme a entrar a la cocina, encontrándome efectivamente con Gavin en sus labores domésticas. Algo tan simple como esto hace que reprima una suave sonrisa al encaminarme hacia la cafetera — Sabes que con dos mi estómago está bien — me he acostumbrado a vivir con pocas raciones. Darme lujos hoy en día no quita eso.
El olor del café se mezcla rápidamente con el de los pancakes y me obliga a frotarme el vientre para calmar un poco el hambre, acercándome a él por detrás para cruzar uno de mis brazos por su abdomen y presionar los labios en su hombro. Como he dicho, normalidad pura — A veces creo que me mimas demasiado — bromeo, apoyando mi mentón en él — es como tener a un asistente especialmente sexy. ¿Tienes que trabajar hoy o puedo seguir abusando de eso? — nunca me he interesado mucho en las tareas laborales de Gavin, especialmente porque me es mucho más sencillo mantenerme al margen de cualquier asunto que tenga que ver con cargos de importancia para el gobierno. Siempre diré que todo esto no es más que una enorme ironía.
No estoy acostumbrada a la intimidad. Jordan había sido el único hombre que llegó a compartirla conmigo antes de que todo esto pasara y, poco a poco, empiezo a darme cuenta de que lo disfruto. Así que quizá se debe a eso el que me estire en la cama y tantee en busca de una compañía que ya no está, haciéndome abrir los ojos entre la maraña de pelo que se me apiló en la cabeza de un modo algo ridículo y para nada delicado. Me giro en la cama, aún con el cerebro abombado por culpa del sueño, hasta que puedo reconocer el sonido proveniente de la cocina y el aroma que llega hasta el dormitorio. Me froto los ojos con un bostezo, agradecida debido al modo que tiene mi estómago de gruñir y empujo las sábanas, decidida a empezar un día más. Como siempre, en una rutina.
Peinarme se basa en una acción de pasar los dedos por mi pelo y vestirme solo cuenta como ponerme una remera y cambiarme la ropa interior. Con una veloz cepillada de dientes para quitarme el mal sabor de la mañana, bajo los escalones de dos en dos y casi tropiezo con el gordo de Ferdinand, que se acerca a mí ronroneando y frotándose entre mis pies en busca de atención. Le regalo un rápido gesto entre las orejas para apresurarme a entrar a la cocina, encontrándome efectivamente con Gavin en sus labores domésticas. Algo tan simple como esto hace que reprima una suave sonrisa al encaminarme hacia la cafetera — Sabes que con dos mi estómago está bien — me he acostumbrado a vivir con pocas raciones. Darme lujos hoy en día no quita eso.
El olor del café se mezcla rápidamente con el de los pancakes y me obliga a frotarme el vientre para calmar un poco el hambre, acercándome a él por detrás para cruzar uno de mis brazos por su abdomen y presionar los labios en su hombro. Como he dicho, normalidad pura — A veces creo que me mimas demasiado — bromeo, apoyando mi mentón en él — es como tener a un asistente especialmente sexy. ¿Tienes que trabajar hoy o puedo seguir abusando de eso? — nunca me he interesado mucho en las tareas laborales de Gavin, especialmente porque me es mucho más sencillo mantenerme al margen de cualquier asunto que tenga que ver con cargos de importancia para el gobierno. Siempre diré que todo esto no es más que una enorme ironía.
— ¿Sólo dos? a veces creo que comes muy poco… deberías probar agregar una pequeña porción más hasta que en definitiva, no termines carente de algún nutriente — murmura sin girarse a verle debido a que está bastante concentrado en su tarea de hacer pancakes perfectos — en fin, le agregaré un poco de tocino y huevos ¿está bien? — en cuanto estuvieron listos los dos pancakes de su novia, se dispuso a colocar el tocino y los huevos, siendo recibido por una caricia en su abdomen que automáticamente le hizo sonreír como idiota — ¿consentirte demasiado dices? si así fuera el desayuno habría llegado directo a la cama — bromeó, dejando el plato listo en la parte libre de la barra — tengo todo el fin de semana libre y planeaba quedarme por hoy también ¿te parece bien? — cuestionó, antes de colocar un poco más de mantequilla sobre el sartén y así repetir el proceso para hacer otros tres pancakes para él.
En cuanto terminó su tarea, apagó la estufa y con ambos platos listos, los puso sobre la mesa, esperando a por las tazas de café — estaba pensando que podríamos pasarnos el día en la sala viendo películas y series ¿o prefieres que vayamos a comprar la despensa? — enarcó una ceja y tras dejar los platos sobre la mesa, tomó a su novia por la cintura para besarle suavemente antes de separarse y dejar un beso más sobre su frente — pero primero lo primero — comentó, antes de sacar un cartón de leche de la nevera para colocarlo al centro de la mesa donde ya se encontraban los cubiertos necesarios.
Decir que ya se había acostumbrado a aquella rutina sería mentir, porque aún para él resultaba extraño el compartir alguna de sus mañanas de la semana con alguien más, cuando estaba más que acostumbrado a la soledad o a despertar en el hospital bajo alguna llamada de emergencia de alguna enfermera y por ello es que, cada que le era posible se pasaba por casa de su novia para surtir su despensa bajo la excusa de que él comía el doble de lo que ella, porque de alguna manera u otra, el impulso de cuidar de ella parecía haber nacido desde la primera vez que ambos hablaron sobre su vida antes de lo que eran ahora — ¿quieres mantequilla o jarabe de maple para tus pancakes? — se estiró en la alacena para sacar lo segundo y cuando todo en la mesa parecía estar listo, simplemente tomó asiento, esperando a por su novia para iniciar a desayunar.
En cuanto terminó su tarea, apagó la estufa y con ambos platos listos, los puso sobre la mesa, esperando a por las tazas de café — estaba pensando que podríamos pasarnos el día en la sala viendo películas y series ¿o prefieres que vayamos a comprar la despensa? — enarcó una ceja y tras dejar los platos sobre la mesa, tomó a su novia por la cintura para besarle suavemente antes de separarse y dejar un beso más sobre su frente — pero primero lo primero — comentó, antes de sacar un cartón de leche de la nevera para colocarlo al centro de la mesa donde ya se encontraban los cubiertos necesarios.
Decir que ya se había acostumbrado a aquella rutina sería mentir, porque aún para él resultaba extraño el compartir alguna de sus mañanas de la semana con alguien más, cuando estaba más que acostumbrado a la soledad o a despertar en el hospital bajo alguna llamada de emergencia de alguna enfermera y por ello es que, cada que le era posible se pasaba por casa de su novia para surtir su despensa bajo la excusa de que él comía el doble de lo que ella, porque de alguna manera u otra, el impulso de cuidar de ella parecía haber nacido desde la primera vez que ambos hablaron sobre su vida antes de lo que eran ahora — ¿quieres mantequilla o jarabe de maple para tus pancakes? — se estiró en la alacena para sacar lo segundo y cuando todo en la mesa parecía estar listo, simplemente tomó asiento, esperando a por su novia para iniciar a desayunar.
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Sin un ápice de maldad o verdadero enojo, dejo que mis ojos rueden hasta ponerse en blanco con una ligera sonrisa. Gavin no es la primera persona que conozco que intenta convencerme de comer de más y sé que no será la última — Si tú quieres huevos y tocino… — bromeo, siguiendo de reojo el plato que se desliza sobre el mueble. Siseo como si fuese un reproche porque no ha subido las cosas a la cama aunque es obvio que no me molesta y estiro el brazo para pellizcar el borde de uno de los pancakes, llevándome un trozo a la boca que mastico con lentitud — ¿Cuándo no me ha parecido una buena idea? — pregunto alegremente. Eso no quita que no suene extraño. La comodidad de la pareja, de armar planes en el sofá y de un beso que me hace sonreír vagamente antes de voltearme en busca del café, cuyo olor me despierta un poco más que antes — La despensa puede esperar. No voy a desaprovechar la oportunidad de no hacer nada por una vez — no es que tenga el trabajo más estresante de la tierra, pero desconectar del mundo por unas horas no me viene nada mal.
El acomodar las tazas es lo que me mantiene ocupada al escucharlo hablar, así que solo hago gestitos hasta que tomo asiento — Lo que comas está bien, ambas opciones me gustan — agradezco que ha sacado la leche, porque eso me permite echarle un poco a mi café y ofrecerle con un ademán a ver si él también quiere. No lo diré por puro orgullo, pero de verdad empiezo a tener hambre y espero poder llenarme para no tener que darle la razón sobre que como como un pajarito. Desayuno ya listo y culo apoyado y acomodado en el asiento, le regalo una rápida sonrisa antes de empezar a comer.
Tal y como lo esperaba, el sabor es delicioso y satisface mi paladar en segundos. Eso me hace rodar los ojos de gusto y me acabo obligando a beber algo de café para poder pasar el enorme bocado que me he llevado a los labios. Mis orbes cansados se desvían en dirección a la ventana, donde mi gato se ha acomodado en busca del sol primaveral como todas las mañanas, aumentando la sensación casera de la imagen. Me relamo al bajar la taza, aunque con algo más de lentitud que antes — ¿Alguna vez piensas en lo loco que es todo esto? — pregunto, empleando un tono que parece más un pensamiento en voz alta que una verdadera duda. Me acomodo, subiendo un pie sobre la silla y regalándole una veloz sonrisa — Aún me cuesta acostumbrarme, pero… gracias. Ya sabes, por la paciencia — nunca he sido una persona fácil y, creo que de a poco, él lo va entendiendo. Hasta me tomo el atrevimiento de estirar la mano por encima de la mesa y darle un cariñoso apretón a la suya — Y los pancakes están de muerte — añado. Siempre buscando quitarle el peso a mis palabras, para variar.
El acomodar las tazas es lo que me mantiene ocupada al escucharlo hablar, así que solo hago gestitos hasta que tomo asiento — Lo que comas está bien, ambas opciones me gustan — agradezco que ha sacado la leche, porque eso me permite echarle un poco a mi café y ofrecerle con un ademán a ver si él también quiere. No lo diré por puro orgullo, pero de verdad empiezo a tener hambre y espero poder llenarme para no tener que darle la razón sobre que como como un pajarito. Desayuno ya listo y culo apoyado y acomodado en el asiento, le regalo una rápida sonrisa antes de empezar a comer.
Tal y como lo esperaba, el sabor es delicioso y satisface mi paladar en segundos. Eso me hace rodar los ojos de gusto y me acabo obligando a beber algo de café para poder pasar el enorme bocado que me he llevado a los labios. Mis orbes cansados se desvían en dirección a la ventana, donde mi gato se ha acomodado en busca del sol primaveral como todas las mañanas, aumentando la sensación casera de la imagen. Me relamo al bajar la taza, aunque con algo más de lentitud que antes — ¿Alguna vez piensas en lo loco que es todo esto? — pregunto, empleando un tono que parece más un pensamiento en voz alta que una verdadera duda. Me acomodo, subiendo un pie sobre la silla y regalándole una veloz sonrisa — Aún me cuesta acostumbrarme, pero… gracias. Ya sabes, por la paciencia — nunca he sido una persona fácil y, creo que de a poco, él lo va entendiendo. Hasta me tomo el atrevimiento de estirar la mano por encima de la mesa y darle un cariñoso apretón a la suya — Y los pancakes están de muerte — añado. Siempre buscando quitarle el peso a mis palabras, para variar.
Acoplarse al ritmo de vida de su novia le costó mucho trabajo, entender cuándo sí y cuando no podía dar un paso más en su relación, fue incluso más complejo que muchas de las heridas con las que llegaron Aurores o Cazadores al hospital. Gavin nunca fue una persona que se apegase demasiado a alguien más que no fuera su propia familia y aún así, la rubia logró captar su atención desde la primera vez, despertando en él un sentimiento demasiado extraño que con el paso de los meses él mismo fue capaz de describir como atracción y sobretodo cariño. A pesar de ambos considerarse al inicio mucho más que amigos, simple sexo casual o un desliz de una sola noche, con el paso de los días se fueron introduciendo en la rutina del otro, Gavin decidía usar su tiempo libre para ir al Distrito ocho y muchas de las veces también abusaba un poco del tiempo libre de su novia con planes que desde siempre hacía por sí mismo como ir al cinema, a comprar despensa e incluso asistir al teatro. Fue por eso que amanecer en una casa que no era la suya se volvió normal para él, algo que no esperaba y que con el paso del tiempo comenzó a cogerle una importancia increíble.
Le tendió su propia taza a su novia para recibir un pequeño chorro de leche que poco a poco logró que el tono negro del café se convirtiera en un café semi-claro al cual sólo le hacía falta enfriarse un poco más para que pudiera beberlo sin problemas, por lo que se dedicó a preparar sus pancakes tal como le gustan: vaciando un poco de maple sobre los mismos y adjuntando un pequeño trozo de mantequilla mismo que comenzó a derretirse al contacto, tomó un trozo y un poco de tocino para llevárselo a la boca, masticando lento y en silencio, disfrutando de la combinación dulce y salada que ese tipo de desayunos le proveen. Levantó la vista en cuanto su novia comenzó a hablar y sin dejar de masticar le prestó su absoluta atención, pasando el bocado y esbozando una sonrisa.
— A decir verdad… sí, hay veces en las que me despierto y me encuentro contigo durmiendo a mi lado… es irreal que estés conmigo y que bueno.. ya sabes tengamos esto, porque yo realmente nunca pensé que en algún momento de mi vida tendría a alguien con quien compartir mis días libres o mis propios demonios y... me alegra que seas tú — apretó su mano con cuidado antes de depositar un beso sobre el dorso de la misma — no tienes que agradecer nada… no quiero sonar demasiado cursi pero creo que nos complementamos bien y que aunque nos vemos sólo una vez a la semana sé que en algún momento voy a poder estar contigo y todo va a calmarse un poco más, estar contigo me tranquiliza lo suficiente y espero tener un efecto similar en ti — se encogió de hombros nervioso y con la mano libre siguió comiendo su desayuno — por cierto, anoche ya no pudimos platicar mucho ¿Qué tal tus días en el trabajo?. —
Le tendió su propia taza a su novia para recibir un pequeño chorro de leche que poco a poco logró que el tono negro del café se convirtiera en un café semi-claro al cual sólo le hacía falta enfriarse un poco más para que pudiera beberlo sin problemas, por lo que se dedicó a preparar sus pancakes tal como le gustan: vaciando un poco de maple sobre los mismos y adjuntando un pequeño trozo de mantequilla mismo que comenzó a derretirse al contacto, tomó un trozo y un poco de tocino para llevárselo a la boca, masticando lento y en silencio, disfrutando de la combinación dulce y salada que ese tipo de desayunos le proveen. Levantó la vista en cuanto su novia comenzó a hablar y sin dejar de masticar le prestó su absoluta atención, pasando el bocado y esbozando una sonrisa.
— A decir verdad… sí, hay veces en las que me despierto y me encuentro contigo durmiendo a mi lado… es irreal que estés conmigo y que bueno.. ya sabes tengamos esto, porque yo realmente nunca pensé que en algún momento de mi vida tendría a alguien con quien compartir mis días libres o mis propios demonios y... me alegra que seas tú — apretó su mano con cuidado antes de depositar un beso sobre el dorso de la misma — no tienes que agradecer nada… no quiero sonar demasiado cursi pero creo que nos complementamos bien y que aunque nos vemos sólo una vez a la semana sé que en algún momento voy a poder estar contigo y todo va a calmarse un poco más, estar contigo me tranquiliza lo suficiente y espero tener un efecto similar en ti — se encogió de hombros nervioso y con la mano libre siguió comiendo su desayuno — por cierto, anoche ya no pudimos platicar mucho ¿Qué tal tus días en el trabajo?. —
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Estoy masticando uno de mis pancakes con mucha lentitud cuando empieza su discurso, dejando mi tenedor en el aire y provocando que mis ojos se abran un poco más de la cuenta, como si no fuesen lo suficientemente grandes por sí solos. No me esperaba oír eso de su parte, especialmente porque jamás lo esperé de nadie. Es el beso en mi mano el que hace que reaccione un poco y dejo que el tenedor se apoye en el plato, relamiéndome el sabor que ha quedado sobre mis labios — Wow — suelto simplemente, moviendo un poco mi cuerpo en el asiento como si buscase la posición más cómoda, a pesar de seguir presionando sus dedos — ¿Pensabas pedirme matrimonio o algo así con esas palabras? — bromeo, enseñándole una sonrisa divertida, a pesar de que espero que esa no sea su idea porque creo que pegaría el grito al cielo y no uno precisamente bueno — Gav, también me alegra tenerte. Eres lo más… sedante que me ha pasado en mucho tiempo. Y es un enorme alivio — no sé cómo explicarle la mitad de las cosas, pero lo bueno es que jamás se ha esforzado en hacer muchas preguntas. Y como me siento terrible en hablar de los sentimientos porque nunca se me dieron bien y él parece ser mucho mejor en eso que yo, me limito a llevarme el café a los labios para no arruinar el momento.
Alzo una ceja divertida y me ahorro bromear sobre las razones por las cuales no pudimos conversar demasiado anoche y carraspeo con exageración, bajando la taza — Ya sabes, demasiada rutina. Niños que no diferencian el rojo del verde, adultos que se creen que pueden ser el próximo Da Vinci y otros que de verdad podrían serlo pero no lo ven. Ayer terminé llena de brillos por culpa de una niña que tiene fascinación con ellos. Creo que te hablé de ella, Camille — es una niña de nueve años regordeta, que siempre usa vestidos de disfraces y ama que todo se vea reluciente en sus obras. Es simpática, sí, pero una vez me dejó el pelo lleno de glitter por una semana.
Un poco más de comida en mi boca y lleno una de mis mejillas, tratando de hablar sin la necesidad de tragar primero — Fuera de eso, creo que no ha sucedido nada. No tengo la vida más interesante ni la más agitada — al menos, no en los últimos años. Desde que me reincorporé a la sociedad, he tratado por todos los medios ser lo más normal posible. Trago con fuerza y suspiro, pasando la mano libre por mi cabello para echarlo hacia atrás y luego, hacia un costado — Tú eres el del trabajo sacrificado y los pacientes de telenovela. Y eso que eres un niñato — aunque suena serio, le guiño el ojo y río entre dientes. La diferencia de edad es algo que jamás me ha molestado, pero que siempre se presta para bromas. Aunque sí recuerdo algo que decir... — Hablé con Jess ayer. Mi amiga — intento refrescarle la memoria, tanteando un poco el terreno — Necesita viajar un tiempo y… bueno. ¿Qué opinas de que tenga a su esclavo una temporada? — no solemos conversar del tema, pero sé que tenemos un trato implícito en nuestra rutina y un tercero podría cambiarla. Ni hablemos de que ese tercero sería Andy, pero hay cosas que él no debería saber.
Alzo una ceja divertida y me ahorro bromear sobre las razones por las cuales no pudimos conversar demasiado anoche y carraspeo con exageración, bajando la taza — Ya sabes, demasiada rutina. Niños que no diferencian el rojo del verde, adultos que se creen que pueden ser el próximo Da Vinci y otros que de verdad podrían serlo pero no lo ven. Ayer terminé llena de brillos por culpa de una niña que tiene fascinación con ellos. Creo que te hablé de ella, Camille — es una niña de nueve años regordeta, que siempre usa vestidos de disfraces y ama que todo se vea reluciente en sus obras. Es simpática, sí, pero una vez me dejó el pelo lleno de glitter por una semana.
Un poco más de comida en mi boca y lleno una de mis mejillas, tratando de hablar sin la necesidad de tragar primero — Fuera de eso, creo que no ha sucedido nada. No tengo la vida más interesante ni la más agitada — al menos, no en los últimos años. Desde que me reincorporé a la sociedad, he tratado por todos los medios ser lo más normal posible. Trago con fuerza y suspiro, pasando la mano libre por mi cabello para echarlo hacia atrás y luego, hacia un costado — Tú eres el del trabajo sacrificado y los pacientes de telenovela. Y eso que eres un niñato — aunque suena serio, le guiño el ojo y río entre dientes. La diferencia de edad es algo que jamás me ha molestado, pero que siempre se presta para bromas. Aunque sí recuerdo algo que decir... — Hablé con Jess ayer. Mi amiga — intento refrescarle la memoria, tanteando un poco el terreno — Necesita viajar un tiempo y… bueno. ¿Qué opinas de que tenga a su esclavo una temporada? — no solemos conversar del tema, pero sé que tenemos un trato implícito en nuestra rutina y un tercero podría cambiarla. Ni hablemos de que ese tercero sería Andy, pero hay cosas que él no debería saber.
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