OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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The Mighty Fall
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Phoenix D. Langdon
Family with no name — 0-4
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Little bróðir — 0.1
Syver A. Nygaard
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The Mighty Fall
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The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
¿Qué ficha moverás?
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Recuerdo del primer mensaje :
Salir de la escuela temprano es una de las cosas que me hacen sentir como los niños que los adultos dicen que eran cuando vivían en NeoPanem. Básicamente corro fuera de la casita con la mochila sacudiéndose de mi espalda porque con Jared y Kyle hemos decidido que pasaremos una tarde de chicos en el claro de entrenamiento, jugando a la pelota y usando las varitas para adivinar cuales son los hechizos adecuados para inventarnos un deporte propio con el cual fastidiar a las niñas. Hace mucho tiempo que venimos organizando esto y realmente espero que ninguna de las chicas (especialmente Beverly o Zenda) tenga la ocurrencia de interrumpir.
Me llevo el chasco de mi vida cuando paso por casa de Kyle y me encuentro con que no se siente del todo bien y que prefiere quedarse descansando. Todo empeora cuando toco la puerta de los Niniadis y es Seth quien se asoma para decirme que Jared tiene que ponerse al corriente con la tarea porque no ha estado haciendo ninguna de sus obligaciones últimamente. Así que doy mi día por perdido, desperdiciado y me pongo gruñón, arrastrando los pies hacia el claro en total soledad, con la pelota bajo el brazo y la varita sobresaliendo del bolsillo de mis pantalones. Tal vez pueda hacer un avance por mi propia cuenta y después contarle a los demás, pero no es una idea que me entusiasme demasiado.
Así es como paso al menos diez minutos. Estoy sentado en el césped, verde y con olor a primavera, en posición de un indio y con el codo recargado en mi rodilla, presionando uno de mis cachetes contra mi mano, suspirando de aburrimiento mientras la pelota levita al ser apuntada con mi varita, que la mueve de un lado al otro. Es uno de los encantamientos más básicos que he aprendido hace un tiempo, cuando recién tuve mi propia varita, así que ni siquiera tengo que prestarle verdadera atención. Todo esto sería mucho más divertido si el resto estuviera conmigo…
Me parece oír que alguien viene, así que giro la cabeza y noto a Ava ir haciéndose más grande acorde se va encontrando más cerca, hasta que se encuentra a la distancia suficiente como para poder sonreírle sin muchos ánimos aunque con intenciones de que lo tome como un saludo — No vi a nadie, así que supuse que podía usar el sitio para pasar el rato — me excuso aunque ella no haya pedido explicaciones y, la verdad, sé que jamás va a hacerlo. Con un bostezo, mi cabeza regresa a la pelota y muevo la mano para hacer que levite un poco más alto — Si estás buscando al tío Ben, no está aquí — sé que es un comentario algo malicioso si consideramos el tono de burla, pero es que con algo tengo que entretenerme.
Salir de la escuela temprano es una de las cosas que me hacen sentir como los niños que los adultos dicen que eran cuando vivían en NeoPanem. Básicamente corro fuera de la casita con la mochila sacudiéndose de mi espalda porque con Jared y Kyle hemos decidido que pasaremos una tarde de chicos en el claro de entrenamiento, jugando a la pelota y usando las varitas para adivinar cuales son los hechizos adecuados para inventarnos un deporte propio con el cual fastidiar a las niñas. Hace mucho tiempo que venimos organizando esto y realmente espero que ninguna de las chicas (especialmente Beverly o Zenda) tenga la ocurrencia de interrumpir.
Me llevo el chasco de mi vida cuando paso por casa de Kyle y me encuentro con que no se siente del todo bien y que prefiere quedarse descansando. Todo empeora cuando toco la puerta de los Niniadis y es Seth quien se asoma para decirme que Jared tiene que ponerse al corriente con la tarea porque no ha estado haciendo ninguna de sus obligaciones últimamente. Así que doy mi día por perdido, desperdiciado y me pongo gruñón, arrastrando los pies hacia el claro en total soledad, con la pelota bajo el brazo y la varita sobresaliendo del bolsillo de mis pantalones. Tal vez pueda hacer un avance por mi propia cuenta y después contarle a los demás, pero no es una idea que me entusiasme demasiado.
Así es como paso al menos diez minutos. Estoy sentado en el césped, verde y con olor a primavera, en posición de un indio y con el codo recargado en mi rodilla, presionando uno de mis cachetes contra mi mano, suspirando de aburrimiento mientras la pelota levita al ser apuntada con mi varita, que la mueve de un lado al otro. Es uno de los encantamientos más básicos que he aprendido hace un tiempo, cuando recién tuve mi propia varita, así que ni siquiera tengo que prestarle verdadera atención. Todo esto sería mucho más divertido si el resto estuviera conmigo…
Me parece oír que alguien viene, así que giro la cabeza y noto a Ava ir haciéndose más grande acorde se va encontrando más cerca, hasta que se encuentra a la distancia suficiente como para poder sonreírle sin muchos ánimos aunque con intenciones de que lo tome como un saludo — No vi a nadie, así que supuse que podía usar el sitio para pasar el rato — me excuso aunque ella no haya pedido explicaciones y, la verdad, sé que jamás va a hacerlo. Con un bostezo, mi cabeza regresa a la pelota y muevo la mano para hacer que levite un poco más alto — Si estás buscando al tío Ben, no está aquí — sé que es un comentario algo malicioso si consideramos el tono de burla, pero es que con algo tengo que entretenerme.
Detalles por aquí, por allá, está bien, perfecto. Puede que sea capaz de hacer algo como eso. No debe ser tan difícil llamar la atención de una niña, en especial si contamos con el pequeño factor de que no tiene muchas opciones además de mí. Momento… ¿Y qué pasa si Delilah se fija en alguien más? ¿Cómo es posible que jamás hubiese pensado en esa opción? Intento no darle muchas vueltas al asunto porque es prácticamente imposible y tampoco necesito esa inseguridad ahora. Ya suficiente tengo con mi martirio de hermano menor como para sumar otro problema.
El golpecito en mi cabeza me sacude un poco hacia delante pero lo cubro con una risita, llevándome la mano de inmediato hacia atrás para frotarme en la zona agredida — ¿Sophia? — puede discutirme a todo el mundo si quiere, pero la tita Soph es imposible de tachar como una mala persona — Murphy, Delilah… — gente demasiado buena y amable que jamás se han metido en problemas. Yo seré todo lo espectacular que quiera cuando se me antoja, pero sé que he tenido alguna que otra mala acción. La cantidad de castigos en mi expediente lo delata. Y no, estoy seguro de que no existe ese expediente, pero los adultos me viven amenazando con que está por ahí guardado y que me lo van a mostrar para ver todas mis fallas cuando quiera pedir un empleo oficial.
— Tregua — mi mano estrecha la suya con una sacudida firme, pero las palabras que salen de su boca son las que captan toda mi atención y me hacen olvidar que mis dedos aprietan los suyos — ¿Crees que soy tan tonto? — le pregunto con un revoleo de ojos — Conozco los cambios de guardia de memoria y he descubierto una madera que quedó floja en la parte trasera después del incendio. Es muy fácil colarse por allí sin ser visto — además, tampoco es que soy tan alto como para tener inconvenientes. Las veces que me pescaron fueron por descuidos poco profesionales.
Ya sin su mano contra la mía, la froto en mi pecho y hago picar mi pelota, la cual suena amortiguada contra el césped — Ha sido una excelente charla, Ava — digo simplemente, decidido a continuar con mi juego con la pelota — Y ya lo sabes: me debes una cerveza — al menos, mientras las cosas sean tan simples como el pedir consejos amorosos. Para algo siempre hemos estado el uno para el otro.
El golpecito en mi cabeza me sacude un poco hacia delante pero lo cubro con una risita, llevándome la mano de inmediato hacia atrás para frotarme en la zona agredida — ¿Sophia? — puede discutirme a todo el mundo si quiere, pero la tita Soph es imposible de tachar como una mala persona — Murphy, Delilah… — gente demasiado buena y amable que jamás se han metido en problemas. Yo seré todo lo espectacular que quiera cuando se me antoja, pero sé que he tenido alguna que otra mala acción. La cantidad de castigos en mi expediente lo delata. Y no, estoy seguro de que no existe ese expediente, pero los adultos me viven amenazando con que está por ahí guardado y que me lo van a mostrar para ver todas mis fallas cuando quiera pedir un empleo oficial.
— Tregua — mi mano estrecha la suya con una sacudida firme, pero las palabras que salen de su boca son las que captan toda mi atención y me hacen olvidar que mis dedos aprietan los suyos — ¿Crees que soy tan tonto? — le pregunto con un revoleo de ojos — Conozco los cambios de guardia de memoria y he descubierto una madera que quedó floja en la parte trasera después del incendio. Es muy fácil colarse por allí sin ser visto — además, tampoco es que soy tan alto como para tener inconvenientes. Las veces que me pescaron fueron por descuidos poco profesionales.
Ya sin su mano contra la mía, la froto en mi pecho y hago picar mi pelota, la cual suena amortiguada contra el césped — Ha sido una excelente charla, Ava — digo simplemente, decidido a continuar con mi juego con la pelota — Y ya lo sabes: me debes una cerveza — al menos, mientras las cosas sean tan simples como el pedir consejos amorosos. Para algo siempre hemos estado el uno para el otro.
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