OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Le había dicho al anochecer y las pocas luces que aún funcionan en el distrito ya están empezando a encender sus frías bombillas. ¿Dónde se ha metido? Uno de mis pies da golpeteos impacientes contra el suelo mientras chequeo el reloj de bolsillo una vez más. ¿Lo habrán detenido? No tienen motivos, ya que él no ha hecho nada malo. ¿O lo habrán visto sospechoso? Si lo han atrapado, será mi culpa… otra vez, como siempre. Y tendré que sobornar a algún guardia… otra vez, como siempre. ¿Por qué siempre he sido la carne de cañón? Ah, claro, lo olvidé: porque se me da jodidamente bien.
Keiran y yo acordamos encontrarnos en una esquina muy poco transitada del distrito, cercana a mi casa, lugar a donde podremos juntos ir sin hacerlo caminar a solas en una zona no muy segura para los forasteros. Me he quedado sin unas píldoras demasiado costosas que le he estado entregando a una anciana que vive a unas calles de mí, cuya salud ha desmejorado estrepitosamente y la pobre se encuentra sola, viviendo en un montón de ruinas. Así que he aprovechado a pedir ayuda a quien sé que puede dármela, además de algo de comida: el invierno ha sido duro y las peleas por los alimentos que llegan al distrito se han tornado insoportables, así que he estado comiendo gracias a algún que otro idiota que se deja engatusar.
Aferro un poco la chalina que se encuentra enroscada alrededor de mi cabeza para camuflarme mejor entre la oscuridad cuando un grupo de ebrios pasa cerca de mí, riendo como gansos; por suerte, parecen estar demasiado preocupados en empujarse los unos a los otros como para fijarse en la mujer solitaria del rincón. Mi corazón no se relaja hasta que veo a Keiran aparecer en la calle, lo que me hace suspirar tanto de alivio como de impaciencia y avanzar hacia él con zancadas desmedidas.
— ¡¿Dónde habías estado?! — farfullo para que él solo me escuche, tomándolo del brazo para arrastrarlo conmigo — ¿Sabes a la cantidad de personas que han estado arrestando estos días por solo salir a caminar? ¡Temí que te hubieran atrapado y acabar igual! — porque es lo último que me falta ahora. Sin más, cuando estamos cerca de la oscuridad de la entrada de una de las casas, lo suelto para poder verlo mejor — ¿Pudiste llegar bien? ¿Conseguiste todo?
Keiran y yo acordamos encontrarnos en una esquina muy poco transitada del distrito, cercana a mi casa, lugar a donde podremos juntos ir sin hacerlo caminar a solas en una zona no muy segura para los forasteros. Me he quedado sin unas píldoras demasiado costosas que le he estado entregando a una anciana que vive a unas calles de mí, cuya salud ha desmejorado estrepitosamente y la pobre se encuentra sola, viviendo en un montón de ruinas. Así que he aprovechado a pedir ayuda a quien sé que puede dármela, además de algo de comida: el invierno ha sido duro y las peleas por los alimentos que llegan al distrito se han tornado insoportables, así que he estado comiendo gracias a algún que otro idiota que se deja engatusar.
Aferro un poco la chalina que se encuentra enroscada alrededor de mi cabeza para camuflarme mejor entre la oscuridad cuando un grupo de ebrios pasa cerca de mí, riendo como gansos; por suerte, parecen estar demasiado preocupados en empujarse los unos a los otros como para fijarse en la mujer solitaria del rincón. Mi corazón no se relaja hasta que veo a Keiran aparecer en la calle, lo que me hace suspirar tanto de alivio como de impaciencia y avanzar hacia él con zancadas desmedidas.
— ¡¿Dónde habías estado?! — farfullo para que él solo me escuche, tomándolo del brazo para arrastrarlo conmigo — ¿Sabes a la cantidad de personas que han estado arrestando estos días por solo salir a caminar? ¡Temí que te hubieran atrapado y acabar igual! — porque es lo último que me falta ahora. Sin más, cuando estamos cerca de la oscuridad de la entrada de una de las casas, lo suelto para poder verlo mejor — ¿Pudiste llegar bien? ¿Conseguiste todo?
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Maldita sea, llegaba tarde y todo por un escaneo rutinario e inesperado de los aurores que custodiaban el distrito. Sinceramente no fue fácil sacárselos de encima, pero a veces, Keiran podía hacer uso de su apellido para salirse con la suya de vez en cuando, y una de las veces había sido precisamente esa. El inútil se había cagado en los pantalones y el rubio pudo emprender la marcha con las pastillas a buen recaudo. Ya a partir de ahí todo salió como la seda.
Arya estaba esperando unas calles más allá. Pudo verla muerta de frío en una esquina. ¿O toda esa ropa era para que no la vieran? Bah, que importaba, tenía que entregarle las pastillas y saber que estaba bien. Cada entregar clandestina era un riesgo, y todas y cada una de las veces que lo había hecho por ella, respiraba el paz al verla sana y salva.
Sonrió de oreja a oreja cuando lo recibió, y se encogió de hombros —Inspección inesperada —aclaró sin más, y sacó la pequeña bolsita con su pedido, pero no le dio tiempo a nada cuando se sintió arrastrado por la morena —Yo también me preocupo por ti, no eres la única. Y oye, gracias, me siento halagado —contestó mordaz. Sabía que sólo le preocupaba que el cargamento llegase bien, y por supuesto, al tipo que se las suministraba. Sin tipo, no hay cosas.
—Si, claro, por supuesto —sacó esta vez sin complicaciones la bolsita y se la tendió —¿Está todo?
Arya estaba esperando unas calles más allá. Pudo verla muerta de frío en una esquina. ¿O toda esa ropa era para que no la vieran? Bah, que importaba, tenía que entregarle las pastillas y saber que estaba bien. Cada entregar clandestina era un riesgo, y todas y cada una de las veces que lo había hecho por ella, respiraba el paz al verla sana y salva.
Sonrió de oreja a oreja cuando lo recibió, y se encogió de hombros —Inspección inesperada —aclaró sin más, y sacó la pequeña bolsita con su pedido, pero no le dio tiempo a nada cuando se sintió arrastrado por la morena —Yo también me preocupo por ti, no eres la única. Y oye, gracias, me siento halagado —contestó mordaz. Sabía que sólo le preocupaba que el cargamento llegase bien, y por supuesto, al tipo que se las suministraba. Sin tipo, no hay cosas.
—Si, claro, por supuesto —sacó esta vez sin complicaciones la bolsita y se la tendió —¿Está todo?
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Inspección inesperada, claro. ¿Por qué no me sorprende? — No te vas a sentir halagado cuando te comas una patada en las bolas — es una amenaza un poco inocente si contamos que tengo que sonreír para mis adentros, pero al menos me tomo el gusto de vengarme dándole un pellizco en el brazo. Sé que se preocupa, sé que sabe que me preocupo y también sé que es imposible no hacerlo en estos días, pero que va, una lo hace de todas formas. No tengo muchos amigos por los cuales preocuparme, así que los que me quedan tienen que comerse alguna dosis extra de cariño.
Asomo el rostro para chequear que nadie se ha fijado en nosotros y suspiro, tomando la bolsa que me tiende. Me basta una ojeada en el interior para asentir con la cabeza, mientras intento calmar mis nervios. Los medicamentos están bien, nosotros estamos bien, nadie va a molestarnos. Aprieto un poco la bolsa y la meto en el bolsillo amplio de mi riñonera, haciendo malabares con la chalina para poder ubicarla debajo de la tela — Lamento el ponerme así. Nunca se es demasiado precavida — no sé si puede ver como le sonrío, pero ahora que estamos un poco más tranquilos, tomo su brazo para agarrarme de él y caminar en dirección a mi casa. El cinco no es pintoresco, ni mucho menos. Es básicamente una pila de basura, ruinas y gente mugrosa, pero se puede sobrevivir si sabes por dónde caminar.
— Entonces… ¿No tuviste problemas con la inspección? — pregunto en un murmullo, dispuesta a que solo él me escuche. Las calles están vacías, pero aún así me mantengo alerta, apretando un poco el paso para ponernos a resguardo lo antes posible — A veces temo que te atrapen y no enterarme hasta que te acaben juzgando en televisión — con una familia como la suya, sería un enorme escándalo. Apoyo la cabeza en su hombro y suspiro — Pero seguiré pidiendo que vengas, porque soy así de jodida.
Asomo el rostro para chequear que nadie se ha fijado en nosotros y suspiro, tomando la bolsa que me tiende. Me basta una ojeada en el interior para asentir con la cabeza, mientras intento calmar mis nervios. Los medicamentos están bien, nosotros estamos bien, nadie va a molestarnos. Aprieto un poco la bolsa y la meto en el bolsillo amplio de mi riñonera, haciendo malabares con la chalina para poder ubicarla debajo de la tela — Lamento el ponerme así. Nunca se es demasiado precavida — no sé si puede ver como le sonrío, pero ahora que estamos un poco más tranquilos, tomo su brazo para agarrarme de él y caminar en dirección a mi casa. El cinco no es pintoresco, ni mucho menos. Es básicamente una pila de basura, ruinas y gente mugrosa, pero se puede sobrevivir si sabes por dónde caminar.
— Entonces… ¿No tuviste problemas con la inspección? — pregunto en un murmullo, dispuesta a que solo él me escuche. Las calles están vacías, pero aún así me mantengo alerta, apretando un poco el paso para ponernos a resguardo lo antes posible — A veces temo que te atrapen y no enterarme hasta que te acaben juzgando en televisión — con una familia como la suya, sería un enorme escándalo. Apoyo la cabeza en su hombro y suspiro — Pero seguiré pidiendo que vengas, porque soy así de jodida.
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Instintivamente se puso las manos en la entrepierna y abrió los ojos, de forma graciosa y teatral, pero se quejó cuando le dio el pellizco —¡Ay! —se masajeó el brazo y se encogió de brazos —Con tanta seguridad es normal y siendo lo que eres pues todavía más —metió las manos en los bolsillos mientras ella repasaba todo y asintió con entusiasmo y satisfacción al saber que estaba todo correcto.
Se dejó llevar, mientras ella lo seguía por las calles asquerosas del cinco y echaba una ojeada, mientras, a todo a su alrededor. Ya llevaba algo de tiempo ayudando a los distritos más pobres y repudiados, y aún así, encontraba siempre cosas nuevas por las que sorprenderse. Más allá, había una pequeña rebuscando en la basura por lo que el rubio se quedó parado unos segundos, sin prestar realmente atención a las palabras de Arya, y se acercó a ella para rebuscar en su mochila y darle una bolsita llena de fruta. Era su merienda, pero él estaba mejor alimentado que la chiquilla —Tranquila, no te asustes —Le tendió la bolsita mientras la niña reculaba temerosa —Es fruta, está buena —sonrió dándole a la jovencita confianza, pero en cuanto la cogió, se fue corriendo para perderse entre las calles.
Keiran se levantó y la siguió con la mirada, mostrándose en sus ojos el porqué luchaba con todos sus supuestos ideales. Apretó la mandíbula, conteniendo la rabia y giró para mirar a Arya sin saber realmente que decir, pues la furia se estaba apoderando de él.
Se dejó llevar, mientras ella lo seguía por las calles asquerosas del cinco y echaba una ojeada, mientras, a todo a su alrededor. Ya llevaba algo de tiempo ayudando a los distritos más pobres y repudiados, y aún así, encontraba siempre cosas nuevas por las que sorprenderse. Más allá, había una pequeña rebuscando en la basura por lo que el rubio se quedó parado unos segundos, sin prestar realmente atención a las palabras de Arya, y se acercó a ella para rebuscar en su mochila y darle una bolsita llena de fruta. Era su merienda, pero él estaba mejor alimentado que la chiquilla —Tranquila, no te asustes —Le tendió la bolsita mientras la niña reculaba temerosa —Es fruta, está buena —sonrió dándole a la jovencita confianza, pero en cuanto la cogió, se fue corriendo para perderse entre las calles.
Keiran se levantó y la siguió con la mirada, mostrándose en sus ojos el porqué luchaba con todos sus supuestos ideales. Apretó la mandíbula, conteniendo la rabia y giró para mirar a Arya sin saber realmente que decir, pues la furia se estaba apoderando de él.
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Broma va, broma viene, y puedo empezar a relajarme un poco a pesar del susto que me he llevado. La manera en que se frena me distrae un poco de toda mi cháchara y tengo que levantar la cabeza para tratar de ver qué es lo que sucede, no muy segura de los motivos por los cuales ha decidido que es buena idea frenar la marcha en medio de la noche. Por instinto, miro a nuestro alrededor en busca de alguien que pueda llegar a atacarnos en nuestra distracción, pero en su lugar solo veo a la niña a la cual él se acerca. Me quedo rezagada, abrazada a mí misma en un intento de mantener el calor en mi cuerpo, hasta que veo como la pequeña huye a las corridas y se pierde en la oscuridad. Ver el rostro de Kier me hace sonreírle con tristeza, a sabiendas de todo lo que pueda pensar o sentir de algo como esto.
— Podemos quejarnos, pero no confío que nada de esto cambie en algún momento cercano — confieso con suavidad, acercándome unos pasos en su dirección y tendiéndole una mano de apoyo — Odio decírtelo, pero creo que sabes que no puedes ayudar a todo el mundo. A veces solo queda resignarse y aceptar la realidad, con la esperanza de que nada es para siempre — la gente creyó que los Black gobernarían hasta el fin de los tiempos y miren dónde han acabado. Estoy segura de que con los Niniadis pasará lo mismo. Intento darle una palmada de ánimo en el brazo, ladeando la cabeza en busca de sus ojos — ¿Estás bien? Siempre puedes irte a casa si quieres. No tienes por qué quedarte — ya hizo su entrega. Aunque disfruto de su compañía, no quiero que se amargue por el simple hecho de pasar el rato conmigo. Jamás podría pedirle eso a nadie.
— Podemos quejarnos, pero no confío que nada de esto cambie en algún momento cercano — confieso con suavidad, acercándome unos pasos en su dirección y tendiéndole una mano de apoyo — Odio decírtelo, pero creo que sabes que no puedes ayudar a todo el mundo. A veces solo queda resignarse y aceptar la realidad, con la esperanza de que nada es para siempre — la gente creyó que los Black gobernarían hasta el fin de los tiempos y miren dónde han acabado. Estoy segura de que con los Niniadis pasará lo mismo. Intento darle una palmada de ánimo en el brazo, ladeando la cabeza en busca de sus ojos — ¿Estás bien? Siempre puedes irte a casa si quieres. No tienes por qué quedarte — ya hizo su entrega. Aunque disfruto de su compañía, no quiero que se amargue por el simple hecho de pasar el rato conmigo. Jamás podría pedirle eso a nadie.
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