The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.

Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.

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Some secrets should die as secrets ✘ Priv
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Kyle A. Overstrand
Derian Castle
Arleth L. Ballard
Arianne L. Brawn
Amber J. Pearson
Seth K. Niniadis
10 participantes
Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Cuidado por dónde pisas — aconsejo, apretando su mano en un intento de que pase por arriba del tronco caído sin tropezar con las raíces — Ya casi llegamos. Espero que hayan cocinado algunos bollos…

El olor de las flores se desparrama por todo el verde que ha florecido después de un invierno demasiado crudo como para sentirnos afortunados por haberlo sobrevivido. El cantar de las aves es lo único que se escucha mientras guío a Arianne por las afueras del distrito catorce, donde le he señalado que se aparezca tras varias indicaciones por medio de nuestro espejo comunicador. ¿Qué le ha hecho cambiar de opinión? No tengo idea, pero una parte de mí está totalmente agradecida de que haya tomado esta decisión. Cuando Derian la vea se morirá de alegría.

En ningún momento pasa por mi cabeza que esto esté mal. Mi padre debería alegrarse de que he reconectado con una vieja amistad y Seth va a entenderlo por completo, a pesar de que por primera vez en nuestra vida no le he contado algo de suma importancia. ¿Y Alice? No tengo idea de cual será su reacción, pero de verdad espero que lo comprenda.

El puente principal se hace ver en pocos pasos y, cuando avanzamos un poco más, sé que el encantamiento se ha roto a ojos de alguien nuevo y que también es capaz de verlo. Me es imposible no echarle un vistazo con un mordisqueo nervioso de los labios, sonriendo de par en par — ¿Y bien? ¿Qué opinas? — le pregunto, como un crío que espera la aprobación de sus padres — Ven, va a encantarte.

Y sin más, la llevo conmigo por encima del puente, desde los sonidos de la vida del catorce se oyen por doquier mientras veo como la señora Robinson pasa cerca de allí con un canasto de agua que ha ido a lavar al arroyo — Es algo rústico, pero debes considerarte bienvenida.
Benedict D. Franco
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
No iba a seguir pensando más tiempo en ello. Había tomado la decisión de ceder a su petición e ir junto a él a visitar el distrito 14, no daría más vueltas a la ingente cantidad de contras que tenía aquel capricho y se centraría en seguir caminando sin caer de bruces.  Sería una imagen muy elegante. Tomó levemente su mano, pasando por algunos obstáculos y soltándola en cuanto surgió la menor oportunidad de hacerlo. Intentó esbozar una pequeña sonrisa que trataba de transmitirle algo de confianza.

Asintió con la cabeza, dejando entonces que su mirada comenzara a vagar por todo lo que la rodeaba. De momento se trataba de bosque a todo su alrededor pero estaba tan poco acostumbrada a ello que se retrasaba, de tanto en tanto, al observar algo con más detenimiento. Aceleró el paso hasta llegar a él, frunciendo el ceño cuando un negativo pensamiento llegó a su cabeza. Pasó las manos por sus brazos, alisando las mangas de su jersey, con cierto nerviosismo entrelazándolas frente al cuerpo y caminando a su lado.

Alzó la cabeza para mirar al cielo justo en el momento que él cesó en su caminar y ella se obligó a hacer lo propio, divisando el río que había frente a ellos y, poco a poco, divisando  lo que había al otro lado, además del obvio puente del que no se había percatado inicialmente. —¿Está a simple vista?— preguntó automáticamente, parpadeando con confusión y adelantándose un par de pasos a él para poder verlo mejor. Entrecerró los ojos, volviendo sus ojos hacia él. Una pequeña sonrisa apareció. —Me recuerda a un campamento— comentó. Aquel tipo de campamentos donde los adultos enviaban a sus hijos en verano. Asintió con la cabeza, caminando tras de él con bastante rapidez.

Se notaba que estaba orgulloso de lo que habían construido y que quería mostrarle todo con rapidez. Trató de no reír mientras intentaba alcanzarlo. No llevaban ni medio puente cruzando cuando comenzó a escuchar los sonidos comunes, aquellos que profería cualquier lugar normal y corriente en el que habitaban personas con una rutina diaria. Miró todo a su alrededor, encontrándose su mirada con la de una mujer que los observaba extrañada desde el arroyo. Arrugó los labios, ralentizando su paso. Seguramente habría persona que pensarían como ella; que era un riesgo. —¿Saben… qué vengo? ¿Derian lo sabe?— nada más pronunciar la primera pregunta la acompañó la segunda referida al que, en su momento, fue su mentor.
Arianne L. Brawn
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Seth K. Niniadis
Fugitivo
— ¡JARED, NO CORRAS CON LA VARITA EN LA MANO TE VAS A SACAR UN OJO! ¡JAREEEEEEEEED! — Debía ser la séptima varita, puede que octava, que le daba a Jared en su corta vida. La última vez que la había conseguido le había dicho que no se la daría hasta que demostrara que era capaz de ser responsable, porque sinceramente estaba harto de que rompiera todas las que le daba. Había estado super responsable la última semana, llegaba a casa temprano, visitaba a su abuelo a diario, hacía los deberes sin que nadie le dijera nada. No me lo creía. ¡Ni Sophia se lo creía! a veces bromeaba sobre si le hice algo a nuestro hijo. ¿Lo había cambiado por otro? Y luego me miraba con esa cara que pone cuando espera que le diga la verdad. Tuve que jurarle por mi vida que no había hecho nada. Solamente le había dicho que si demostraba ser responsable, le daría otra varita.

Bueno, le di la varita porque realmente se lo había currado mucho. Y me arrepentí tres segundos después. Estaba tan contento que se puso a sacudirla y a parte de romper una ventana y destrozar la estantería de los libros de su madre, había salido corriendo con ella gritando que ya era suya y ya no podía quitársela, un claro intento de excusarse que ya no podía castigarlo por haber destrozado media casa. Por supuesto, había tenido que seguirlo porque Jared corriendo con una varita en ristre y eufórico es un desastre a punto de pasar.

A pesar de que mis zancadas eran considerablemente más largas que las suyas, había tenido que frenarlo en seco usando la telekinesis, lo cual dejó por un instante una estampa extraña para la recién llegada. Un niño de diez años colgando en el aire de un pie llamando a Ben, porque había decidido pedir refuerzos y el la aparición de su padrino le había venido muy bien. — ahm.. ¿quién es ella? — No reconoció a Arianne de primeras. La observé de pies a cabeza y luego miré a Ben con una clara duda en mi expresión, girando a Jared para agarrarlo antes de dejarlo en el suelo y por supuesto, sin varita. A pesar de que sus reclamos eran a gritos, su voz estaba en un segundo plano. Me sonaba esa cara. Me sonaba mucho esa cara.

Y al final, la ubiqué. En resumidas cuentas. Ella era el enemigo. — ¿Que diablos hace ella aquí? — Instintivamente empujé a Jared detrás de mi y aprovechando que tenía su varita en la mano, adopté una clara postura defensiva. — Ben, que mierda has hecho.
Seth K. Niniadis
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Mmm… sí y no — en cierto modo no estoy mintiendo. Está a simple vista para quienes saben que está ahí, pero la magia lo oculta a los extranjeros al menos que vengan en compañía de alguien ya conocedor de su localización y les confíe su existencia. Como yo mismo ahora. Arianne me ha confiado su vida en el pasado y hoy yo le confío tanto la mía como la de mis amigos. Tengo que admitir que siempre he pensado que parecía un campamento, no se lo niego, y a decir verdad jamás he negado que el catorce sea bastante pintoresco. Quizá somos una comunidad sin comodidades, pero la vida aquí dentro no está tan mal.

La mención de Derian hace que le eche un rápido vistazo, haciendo un enorme esfuerzo por mantenerme optimista — No. Creí que sería mucho mejor una sorpresa. No está tan viejo como para tener un ataque al corazón — bromeo, fijándome por un momento en la expresión de la señora Robinson, a quien saludo con un movimiento de la cabeza. Como sea, mi atención se disipa en el momento en el cual escucho los grititos de Jared y de inmediato veo al enano corriendo en mi dirección agitando lo que creo que es una varita, asumo que nueva. ¿Seth nunca va a aprender que su hijo va a explotarse la cara si sigue teniendo varitas antes de una edad en la cual no se descontrole tanto? — Hola, campeón — saludo a mi ahijado, ladeando un poco la cabeza al tenerlo flotando de manera repentina boca abajo, cuando la voz de su padre aparece en escena. Le hubiera hecho algún comentario si no fuese por todo lo que sucede a continuación.

No, no llego a contestar que la actitud de Seth me deja sin palabras. Tengo que levantar mis dos manos en señal de paz y avanzo hacia él, frunciendo un poco el ceño. ¿A qué se refiere con “qué he hecho?” Nuestra vida se ha basado en confiar en el instinto del otro, por algo duramos tanto como equipo. Si yo confío en alguien, Seth siempre acaba entendiendo mi punto de vista y viceversa — Es Arianne. ¿Recuerdas? — él me llevó al doce en varias ocasiones, dejándome a solas para poder moverme por el distrito y encontrarme con la rubia. Quizá no le conté todo, pero no podía arriesgarme a una mala cara — No he hecho nada, Seth. Ella viene conmigo. Créeme que está todo más que bien — ¿Cuándo he hecho algo a propósito que pudiese ser un problema?

Acabo por dejar caer los brazos y por inercia doy un paso hacia atrás, colocándome a la par de Arianne en un claro intento de apoyo. Mis ojos, por otro lado, buscan momentáneamente alrededor, notando a Kendrick aparecer dos segundos en escena y echando una mirada curiosa al apretar el paso en dirección a los establos — ¿Vas a cambiar la cara o puedo seguir el camino? — e intento, juro que lo intento, mantener el tono más amable del que soy capaz.
Benedict D. Franco
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Esbozó una pequeña sonrisa. Lo cierto es que a Derian si había estado buscándolo junto a Marco, ya que los dos habían sido amigos en la infancia; pero, como la mayoría de las personas, simplemente se había quedado en la parte posterior de sus recuerdos hasta su reencuentro con Ben. Aun así rodó los ojos, entrelazando las manos frente a su cuerpo a la par que escudriñaba el lugar con mirada curiosa. No podía que decirle que no se lo había imaginado así ya que no se lo había imaginado de ningún modo, no pensaba demasiado en como sería o la gente que allí estaría; por lo que se sorprendió cuando un niño apareció de la nada, corriendo en su dirección y abalanzándose hacia Ben antes de ser alzado por los aires de un pie.

Parpadeó confusa, enfocando entonces su mirar en el hombre que caminaba tras del niño, acercándose hacia ellos sin titubear. Y en apenas un segundos se alumbró el hecho de que no sabían que ella iba a ir allí. Miró de reojo a Ben, queriendo derretirlo con la mirada, pero volviendo su atención hacia el recién llegado y el pequeño flotante. Sus manos se desconectaron, llevando, instintivamente, la diestra en dirección al bolsillo donde guardaba la varita como respuesta a la reacción contraria. Aun así retrocedió un paso, no estaba demasiado interesada en una discusión, pelea o como prefiera denominarse, o desencadenarse según el caso. No era necesario leerle la mente como para saber que sabía quién era, o al menos pensaba que sabía quién era. Por el contrario ella no tenía ni menor idea de quien era él, era demasiado mala con los rostros y mucho más si había pasado tantos años.

Oh, Seth Niniadis. El hecho de que siquiera se lo hubiera dicho a él le indica que está realmente mal que elle esté allí, tal y como había pensado desde el momento inicial. Abrió la boca para añadir algo, pero la volvió a cerrar a sabiendas de que lo más posible es que solo empeorara más las cosas. Aun así no pudo evitar darle un ligero codazo por su tono de voz. —No voy a suponer ningún problema— acabó por interrumpir las miradas entre ambos. Señaló la varita que Seth aún mantenía en la mano con claro modo defensivo, y alejando ella la mano del lugar donde guardaba la propia. —Ben, tendrías que haberlo consultado antes— masculló entre dientes. Le molestaba todo tipo de situaciones, mucho más si en ella se podía mascar una tensión como la actual.

Por su mente cruzó ofrecer su marcha, tampoco es como si aquello fuera lo más relevante de su vida, estaba allí por mera curiosidad y por ‘consentir’ a Ben yendo al lugar donde vivía y del que tanto hablaba. Pero, sin duda, no sería tan fácil ya que ya estaba allí. Su cabeza comenzó a martillear ligeramente, impidiéndole poder decir nada más; aunque la realidad era que tampoco podía intervenir más de lo hecho.
Arianne L. Brawn
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Seth K. Niniadis
Fugitivo
«¿Es Arianne, recuerdas?» Por mi mente cruzó la idea de golpearlo, y seguramente por mi cara también. No paraba de decirme que las cosas estaban bien y odiaba cuando hacía eso porque ponía el tonito de "estas montando una escena" que claramente estoy montando por culpa suya. ¡A quien se le ocurre! ¿Que si me acuerdo de quien es Arianne? ¡Claro que me acuerdo! de esa parte en la que sale en la prensa junto a Jamie Niniadis y ostentando un cargo de poder. Dios, no podía ser tan tarado.

Estaba seguro de que Ben no me pedía que lo llevara al once solo porque sí, y de hecho, la última vez que había hablado con Amber habían pasado varias en las que había tenido que esperarlo porque se había retrasado con dios sabe qué. Ahora estaba seguro de que Arianne era su dios sabe qué. — ¿Ella trabaja para la ministra y quieres que me calme? — Fui incapaz de bajar la varita, que mantuve todo el tiempo apuntando a Arianne. Estaba tan a  la defensiva que ni siquiera me di cuenta de que la voz que provenía de ella sugiriendo que quizá debería irse, solo estaba en su cabeza. — Sí, quizá. — Respondí con sarcasmo, un intento por dejar claro que no era bienvenida; pero dos segundos después me lo replanteé.  Muy oportuna su marcha ahora que sabe donde estamos. ¿No? — Tu no vas a ningún lado. Nadie va a ninguna lado. —Mi cabeza solo veía problemas. La de Ben parecía estar de visita en su entrepierna. — La tengas o no, no pienso darte la oportunidad de que reveles donde estamos. Oh si, dónde está el 14 es la información que hará que te ganes el favor de la mujer más poderosa de este país. Olvídalo. — La mitad e la frase era sarcasmo puro y la otra mitad, un cúmulo de rabia e incredulidad.

Ben no podía ser tan estúpido. Diablos. Diablos.

¡Eso era! — Ben, aléjate de ella. No sabes lo que estás haciendo. — Le ordené, porque me di cuenta de que el chucho ese era un blanco fácil para una chica rica de ciudad en la que confiaba y que podía usar una varita a su antojo. Estaba claro que la dosis de estupidez estaba provocada por algún hechizo de control mental. — ¿Le pasa algo a tío Ben? — Se había olvidado por completo de su hijo a pesar de estarlo protegiendo. No fue hasta que habló que le puso la mano en la cabeza y lo empujó hacia su casa, confiando en que se alejaría y olvidando que la terquedad corría por sus venas por genética de sus dos padres.
Seth K. Niniadis
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Quieres decir: para tu madre — le recrimino con frialdad y va, que sé que me he pasado de la raya, pero creo que tanto Seth como yo hemos aprendido que no siempre las personas relacionadas a Jamie Niniadis son asesinos despiadados. ¿Qué se trata de la mayoría? Claro, pero cada persona tenía sus razones y sus propias historias que contar. Seth no está siendo más que un prejuicioso. Levanto una mano en alto sobre mi hombro, de esa manera que tiendo a pedir silencio cuando estoy en medio de una exploración aunque, en este caso, es para pedirle a Arianne que no se meta. Esto es entre mi amigo y yo.

Y no lo comprendo, de verdad que no lo hago. Todos estos años Seth ha sido mi compañero y jamás ha pegado el grito al cielo cuando sucedía algo de suma importancia. Sí, algún quejidito, pero tampoco me ignoraba por completo. Sé que le teme a su madre, yo también lo hago, pero he sido cuidadoso aunque él insista en que no — ¡Oh, vamos! ¿Desde cuando tú me puedes dar órdenes? No soy tu esclavo hace al menos dieciséis años, Seth — le empujo la varita con un manotazo, rápido gracias a los años de entrenamiento de desarme y avanzo hacia él, acercándome lo suficiente como para que los diez centímetros que le llevo desde hace mucho tiempo se hagan notar — ¿O acaso no confías en mí? ¿Crees que traería a alguien aquí si no supiera que no hay peligro? ¡Me conoces!

O eso creí todo este tiempo. La última vez que estuve delante de Seth y su varita fue hace mucho, cuando él se vio obligado a torturarme y yo me pasé meses tratando de olvidar el rencor que había nacido en mí esa noche. Jamás pensé que volvería a ponerme en una situación donde mirase el palito sin comprender lo que me está diciendo y, por inercia más que por deseo, llevo la mano a mi cinto presionando el mango del cuchillo que he llevado conmigo esta tarde por pura seguridad, como siempre que me adentro al bosque. No voy a usarlo contra mi mejor amigo, pero si tengo que saltar sobre él para frenarlo, no voy a dudarlo.

No me sucede nada, Jared, no te preocupes. Ve con tu madre — le respondo a mi ahijado pero ni lo miro, aún manteniendo los ojos helados en los de su padre, sin comprender qué se le está pasando por la cabeza — ¡no sabes lo que estás haciendo, Seth! ¡Apártate! — y sé que es solo una advertencia, pero mi voz suena más alta de lo que hubiera esperado. Tanto que puedo ver a Arleth asomarse con curiosidad por la ventana de su casa y a Kendrick, a una distancia considerable, parado a mitad de lo que posiblemente era su camino en principio. Pero solo es de soslayo: mi atención la tiene Seth Niniadis, quien provoca que me pare derecho y coloque mis pies en posición de defensa, torciendo un poco el torso en caso de tener que usarlo para hacer de escudo para Arianne. No se atreverá a lanzarle un hechizo si yo estoy delante… ¿No?
Benedict D. Franco
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Kyle A. Overstrand
Fugitivo
Ahora que ha llegado la primavera, aprovecho más para salir y conocer el Distrito 14 sin tener que congelarme hasta los pelos de la nuca en el intento. Sin embargo, hoy es uno de esos días en los que decido quedarme en el interior. De todas maneras, decido ir a casa de Kendrick para apalancarme en su sofá mientras trato de sonsacarle más información sobre los habitantes, o sobre las costumbres que tienen aquí. Pero nunca llego hasta su casa, porque en el camino principal, me encuentro algo que no se ve todos los días: Ben y Seth discutiendo. Al principio pienso que será por alguna tontería, y como también veo a Jared junto a Seth, asumo que ha vuelto a liarla con su varita, o algo por el estilo.

Tardo unos buenos segundos en ver a la mujer rubia que está detrás de Ben, y cuando lo hago, es como si el mundo se hubiera parado de golpe. Porque obviamente lo que estoy viendo no puede ser real.

Sabía que Ben y Arianne se conocían porque, de hecho, una de las primeras conversaciones que tuve con Kendrick trataba precisamente de cómo mi tía conocía a Ben antes del cambio de Gobierno. Pero lo que nunca imaginé es que siguieran en contacto, y mucho menos que mi madrina, mi tía, acabaría aquí. Y obviamente no pienso que están discutiendo precisamente por ella; al menos no hasta que me acerco más y alcanzo a oír algo de Seth recriminando que Arianne trabaja para el Gobierno y que no es de fiar.

— ¿Tía Ari? ¿Qué haces aquí? — Paso como si nada entre los dos adultos que me sacan dos cabezas hasta quedar al lado de mi tía. No me importa que uno esté con la varita en la mano para prevenir, mientras él otro se impone. Solo quiero saber por qué mi tía está aquí, y por qué se están peleando por ella. — ¿Qué está pasando? — Puedo asumir que Seth está molesto por lo que he medio llegado a oír, pero sigo sin comprenderlo.
Kyle A. Overstrand
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Ni siquiera tenía ganas de intervenir en lo que parecía una pelea de gallos; a ver quién manda en este gallinero. Le molestaba el hecho de que ambos alzaran la voz, que hablaran como si ella no estuviera delante y se lanzaran aquel tipo de comentarios lacerantes. Eran exasperantes y ya se estaba cansando de tener que estar allí parada como una pasmarote, siendo blanco fácil de miradas para los que pasaban y se quedaban observando la escena desde la lejanía.

Abrió la boca en ademán de intervenir pero cerrándola al instante. Al parecer tenían demasiadas cosas que decirse el uno al otro. Metió las manos, con naturalidad, en los bolsillos de su chaqueta, sacándolas en el mismo momento que sus dedos tocaron la varita; no quería echar más leña a la situación, y que su actuar fuera malinterpretado. Aprensó los labios con nerviosismo. A cada grito más personas parecían interesadas en la presencia de la pequeña reunión sobre el puente. —¿Podéis…?— comenzó a quejarse cuando Ben se colocó frente a ella e hizo que retrocediera un par de pasos. Sabía defenderse sola, no necesitaba que nadie actuara como un guardaespaldas y la hiciera parecer minúscula.

No fue capaz de ver que alguien más se había  unido a ellos hasta que se colocó a su lado y se dirigió a ella. —¿Kyle?— contestó ella, agarrando a su ahijado de la muñeca y tirando de él en su dirección. ¿Qué estaba hacia él allí? ¿Estaban también allí Astrid y André? Porque juró que los mataría, pero tampoco era algo que pudiera decir en voz alta en aquel momento. Quería hacerle un millón de preguntas, pero, para variar, tampoco era la situación indicada. Su mano permaneció en torno a la muñeca de Kyle. —El señor Niniadis tiene dudas sobre si soy de confianza o no. Y por ello tiene la varita en la mano y yo un armario empotrado delante— explicó, no había un mejor modo de definir aquella bizarra situación. Es más estaba punto de reconocer que estaba loca y ponerse a reír. No se molestó a bajar la voz para que solo él la escuchara, lo dijo tal y como cruzó su mente.

Estaba acostumbrada a tener que lidiar constantemente con discusiones y acusaciones de un lado para otro, pero se quedaban en meras palabras. Ahora no, las posiciones que habían tomado ambos hicieron que tirara más de Kyle en si dirección, queriendo esconderlo detrás de ella misma.
Arianne L. Brawn
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Ava E. Ballard
Fugitivo
Me encontraba en la casa de mi madre por primera vez en semanas y no podía creer que pudiésemos estar hablando con relativa normalidad después de nuestra última pelea. Eran charlas triviales y sin sentido, las típicas acerca de las tareas diarias, o de cómo se hallaban mis hermanos. Pero poder hablar con un tono moderado de voz, sin miradas cínicas y comentarios mordaces era bastante gratificante. Claro que en sí no tocábamos el tema de nuestra pelea, pero había decidido seguir el consejo de Ben y darle tiempo a ver si en algún momento todo el asunto llegaba a una resolución.

Tomando té y comiendo algunas galletas caseras en el living, planeaba que la tarde terminase pacífica y sin eventos. Plan que claramente se había ido al carajo en el momento en que nos llegaron los gritos de afuera. Mamá se sobresalta y puedo ver por el rabillo del ojo como se apura a la ventana como una vieja cotilla. Yo en cambio soy peor, y salgo rápida por la puerta de entrada para entender qué mierda está pasando y a qué se deben todos esos gritos.

Marcho a un trote ligero hasta quedar al lado de Kendrick que parece una estatua petrificada en lo que observa la escena delante suyo. Sus tíos, tensos como jamás los he visto mirándose de manera desafiante, y Kyle al lado de una rubia que no logro reconocer, pero que me resulta extrañamente familiar.  Estoy por preguntarle a Ken si sabe que está pasando, cuando me llega la voz del otro muchacho y el “tía Ari” hace que mi cerebro comience a maquinar. Ari… Ari… ¿Arianne? ¿Cómo la vencedora del distrito 4?

No puedo creer que todavía recuerde esas cosas, pero de niña estaba fanatizada con los desfiles de los juegos y era muy raro que me los perdiese; el de ella lo recuerdo en particular porque había aparecido completamente desnuda y mamá no sabía si apagar la televisión o no cuando había aparecido en pantalla. - ¿Qué está pasando? - Le consulto a Ken sin entender del todo cuál es la situación o el por qué la rubia está en el distrito.
Ava E. Ballard
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https://www.themightyfall.net/t8219-ballard-ava-elizabeth#99244
Arleth L. Ballard
Tener una tarde con Ava de visita es algo inesperado pero, que en el fondo, me calienta un poquito el corazón. Extraño mucho a mi hija, especialmente después de la última discusión que hemos tenido y la cual ha abierto un abanico de dudas y posibilidades dentro de mi cabeza. ¿Y qué si tiene razón? Ella no ha estado en mi lugar, no sabe con qué estaba lidiando, pero aún así sé que debo hacer algo con esta información que ha salido a la luz y que tanto me molesté en ocultar. ¿Cómo podría solucionarlo sin armar un revuelo? ¿Había salida posible?

Por suerte, puedo decir que entre nosotras es una tarde pacífica. Al menos queda en ese “entre nosotras”, porque en algún punto tengo que soltar el café y salir disparada a la ventana cuando oigo dos voces demasiado acaloradas y familiares como para no llamar mi atención. ¿Qué haría que Seth y Benedict se anden gritando como dos ciervos chocando sus cornamentas? — Ava… — intento advertirle cuando la veo salir por la puerta, pero no me contengo y voy de inmediato detrás de ella.

Sí, definitivamente la situación es subnormal, porque jamás he visto a estos dos enfrentarse en posturas tan defensivas. Me acerco a Ava y la tomo por un instante del hombro, notando lo mucho que Kendrick, de pie a su lado, ha abierto los ojos — quédate con Ken — le susurro a mi hija en consejo, especialmente porque creo que las dos sabemos que si sucede algo, el niño será el primero en meterse como el cotilla incontrolable que es. Con una palmada que le regala toda mi confianza a mi hija mayor, doy algunos pasos que mantienen la distancia entre la zona de conflicto y mi persona, pero que me permite ver mejor a la mujer que ha llegado junto a mi hijastro. No la reconozco, pero me suena vagamente familiar y no sé de dónde, a pesar de que hay algo en toda la situación que me alarma lo suficiente como para apretar un poco mis puños. Seth jamás le gritaría a Ben si la situación no lo ameritase, lo sé — ¿Qué está pasando? — demando, alzando la voz en un intento de hacerme escuchar. A pesar de que la mujer se encuentra detrás de la espalda de Benedict, ladeo un poco la cabeza tratando de enfocar mis ojos en los suyos, apenas chequeando en cómo ha escondido a Kyle detrás de ella — ¿Quién eres y qué haces aquí? — el tono de mi voz deja bien en claro que la pregunta es más una demanda que una duda.
Arleth L. Ballard
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Alice D. Whiteley
Consejo 9 ¾
El día estaba yendo bastante tranquilo, a juzgar por la situación con la que estoy lidiando dentro de las paredes de lo que me ha costado su tiempo llamar hogar. No es solo el pésimo estado de la salud de mi hija lo que me tiene dando vueltas por el claro de entrenamiento, tratando de buscar una solución que sé con total seguridad no voy a encontrar aquí, y que si no fuera por el peligro que podrían correr las demás personas que viven aquí, no hubiera dudado en atravesar los límites del catorce sin ni siquiera pensar en las consecuencias que eso conllevaría. Nada me importa más ahora mismo que la salud de mi hija, y como siempre, se presenta el dilema de hasta qué punto estoy dispuesta a sacrificar su vida por la de los demás. No duermo en días, con miedo de despertar y encontrarme lo peor, apenas soy capaz de llevarme nada a la boca, todo como resultado de mi incapacidad para ayudar a mi hija dentro de las limitaciones que este sitio me pone. Siento que estoy perdiendo el tiempo cada día que pasa, cada paso que doy en ese preciso instante siento que no vale para nada.

Apenas ha pasado media hora desde que he salido de casa, pero siento la necesidad de volver como si hubieran pasado horas, cuando ni siquiera he tenido tiempo de poner mis pensamientos en orden. Mis pasos son acelerados en el camino de vuelta, tan ensimismada en mi cabeza que no logro escuchar los gritos que provienen de la entrada principal del catorce hasta que distingo numerosas figuras a lo lejos. Por alguna razón ralentizo la marcha, acercándome con sigilo para ver de qué se trata y a qué se debe tanto alboroto.

Entonces es cuando diferencio a casi medio distrito, entre los que se encuentran Arleth, Ava, Kendrick, Seth... pero mi atención se va hacia la cabellera pelirroja de Ben, y poco después hacia la persona que oculta detrás. - ¿Qué ocurre? - Mi pregunta va hacia Ava, que es la primera con la que me topo mientras continúo acercándome. Mis ojos se fijan con más detenimiento en la melena rubia de la chica, acompañados de un leve fruncimiento de mis cejas en señal de duda. Mi cerebro tarda más de lo que me gustaría en procesar todas las imágenes, así como la información que recibe de cada uno de los presentes, pero al final termina por hilar los puntos y me obligo a avanzar un poco más. - ¿Por qué la has traído aquí, Ben? - Mi tono de voz no es de enfado, o por lo menos no va con esa intención, más bien busca la aclaración de una situación que si bien vista desde fuera no parece muy favorable, puede tomar otro giro distinto si nos explica que narices está haciendo ella aquí.
Alice D. Whiteley
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Amber J. Pearson
Consejo 9 ¾
Pasar tiempo en el 14 se está convirtiendo en algo normal y cómodo, teniendo en cuenta que precisamente si me marché en primer lugar fue porque necesitaba hacer algo útil fuera y no continuar escondiéndome, por mucho que eso suponiera poner mi vida en riesgo. Pero ahora tengo algo más aquí que me ata, por decirlo de alguna manera. Amarïe se ha convertido en alguien importante para mí y, además, a veces echo de menos el que durante años fue mi hogar. Quizá estar acercándome a los treinta me está haciendo ponerme melancólica... Quién sabe.

Mi rutina cada vez que vengo consiste en pasar un tiempo con Amarïe, estar con el resto de los que considero mi familia y ayudarles con las tareas, ya sea algo como las provisiones, o hasta ayudar a entrenar a los más jóvenes. También le echo un vistazo al último crío que llegó, porque no termino de fiarme de que vaya estarse quieto porque precisamente lo conocí en el atentado que hubo en el Distrito 5 hace ya unos meses.

Después de pasar un rato en el lago, aprovechando que se acerca ya el buen tiempo, me encamino de vuelta hacia las viviendas cuando me encuentro de lleno con una escena que me eriza la piel: Ben y Seth discutiendo. Obviamente no es la primera vez que les veo alzar la voz, pues hemos crecido juntos y son mis dos mejores amigos, y como pasa siempre que hay confianza y en todas las "familias", a veces uno se enfada. Sin embargo, esta vez es diferente. Pudo notarlo en la tensión exagerada que se respira en el ambiente, en las miradas de todos... y también en los gestos que realizan y en las posiciones en las que están.

No reconozco a la chica rubia, pero en un primer momento asumo que la culpa es de Kyle, pues está detrás de la mujer, como si le estuviese protegiendo. ¿Pero protegiéndole de qué? No es hasta que Alice le pregunta que por qué la ha traído aquí cuando me doy cuenta de que no, que es el mayor del pelo despeinado quien parece haber metido la pata con algo que no comprendo. — ¿Quién es ella, Ben? — Porque sí, no es la primera vez que acogemos gente, pero nunca había visto llegar a alguien tan mayor, y mucho menos una persona que se la ve en perfecto estado y sin ningún rasguño.
Amber J. Pearson
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
No entiendo nada. No solo porque no comprendo la actitud de mi mejor amigo, sino porque todo a mi alrededor no tiene una pizca de sentido. El muchacho nuevo parece conocer a Arianne, pero ese es el menor de mis problemas cuando todo el mundo parece tener una nueva pregunta en el momento de ir haciendo acto de presencia. Mi postura flaquea, alzando mis ojos ante un montón de miradas cargadas de dudas, pero mi estómago parece pesar como piedra cuando Arleth es quien se aparece, increpando de inmediato a Arianne. Mi atención se la lleva rápidamente Alice, sintiéndome palidecer. Yo se lo he dicho: no todo, pero se lo he dicho, tiene que creerme. Ella sabe que no he podido mentir, al menos no del todo….

Yo, umh, yo… — no puedo mirar a los ojos de Seth, a quien tengo mucho más cerca que al resto y cuya mirada de desconcierto y desesperación me duele mucho más que el resto. Alzo una mano para demostrar que no he tomado el cuchillo, tratando de mantener las paces — Ella es Arianne, Arianne Brawn. Fuimos amigos cuando yo era un vencedor. Sé que ella se ha quedado en NeoPanem y que… bueno, ha sido de ayuda. ¡Ella consiguió lo que necesitamos para la matalobos! — insisto a mi mejor amigo, tratando de hacerle entender que no estamos frente al enemigo — ¡Tienen que creerme! Arianne jamás sería un problema. De haber querido hacernos daño, podría haberlo hecho hace mucho tiempo. Quiero decir… ¡Vamos! — bufo, tratando de encontrar las palabras adecuadas — ¡Sé que trabaja para las leyes de NeoPanem, pero ella no es como los demás! ¡Yo confío en ella! Tienen que…

Pero no llego a decir que confíen en mí como lo han hecho durante todos estos años porque hay algo que me golpea y me lanza hacia atrás, haciendo que todo mi peso caiga de lleno en el césped. Mi cerebro abombado me deja fuera de juego un instante y temo, en lo más profundo de mi ser, que Seth haya decidido usar la varita. Es el grito de Arleth el que me alerta que no ha sido él y, cuando logro apoyarme en el suelo, veo al mismísimo Kendrick Duane con la varita en mano y una expresión en el rostro que jamás le he visto.
Benedict D. Franco
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Kendrick O. Black
Fugitivo
Me encojo de hombros cuando Ava me habla porque en verdad no sé qué es lo que sucede, pero no puedo sacar los ojos de encima de mis tíos, que parecen dos perros rabiosos a punto de saltar encima del otro a la primera de cambio. Poco a poco, todo el mundo parece ir llegando y hacen las preguntas que se me aglomeran en la garganta, pero que no salen de ella por miedo a oír la respuesta. ¿Por qué el tío Ben traería a una extraña al catorce sin consultarlo antes? ¿Quién es ella? Hemos tenido gente indeseable en los alrededores los últimos meses, todos sabemos que no podemos tener la guardia baja. Este es nuestro hogar. ¡El tío Ben es uno de los que siempre dice que debemos cuidarnos los unos a los otros!

Las voces suben y me marean y yo solo quiero salir corriendo para esconderme en casa, o en el establo, o en las grutas. Donde sea que pueda olvidar que esto está sucediendo y fingir que todo está bien hasta que pase. Miro a Ava con los labios apretados para disimular el temblor de los mismos, tratando de empujar lejos la sensación de que mi corazón late cada vez con más fuerza. Y el tío Ben habla, no deja de gritar y excusarse y de admitir que lo ha arruinado todo y ni siquiera me doy cuenta de que estoy avanzando porque en realidad deseo retroceder. ¡Este es nuestro hogar! ¡Nuestra familia, nuestra gente, nuestro todo! ¡Uno de ellos no puede estar aquí!

Oigo el “¡desmaius!”, pero no reacciono que tengo la varita en mano hasta que veo el rayo de luz golpear al adulto que sale despedido hacia atrás. Sé que mi rostro se debate entre el horror de lo que he hecho y la tensión que me endurece la mandíbula, pero no bajo la varita ni aunque Arleth me grite que lo haga — ¿C-cómo…? — tartamudeo, culpa de la mezcla de miedo y furia que atraganta mi garganta — ¡¿Cómo pudiste hacernos esto?! ¡Y tú! — alzo la varita en dirección a la desconocida, esa tal Arianne Brawn — ¿Cómo te atreves a venir aquí? ¡Este es nuestro hogar y tu gente solo quiere destruirlo! ¡De seguro no eres más que una arpía como TODOS ELLOS! — mi garganta me raspa ante el último grito y estoy por sacudir la varita de nuevo, pero la mano de Arleth me frena al tomarme la muñeca y tironear, por lo que sacudo el brazo — ¡DÉJAME, SUÉLTAME!
Kendrick O. Black
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Ava E. Ballard
Fugitivo
En cualquier situación de la vida, que mi madre me dijese que hacer cuando no se trataban de cuestiones oficiales del distrito, probablemente me hubiese hecho pegar un grito de protesta y algún que otro mordaz “no soy una niña como para que me digas que hacer”. En este momento, y con Ken de por medio, solo podía darle la razón y quedarme al lado del muchacho mientras que tanto Arleth, como Alice y Amber se encargaban de decir en voz alta las preguntas que se formaban en mi mente al no terminar de entender la situación.

Tengo que admitir que no termino de registrar las justificaciones de Ben, porque logro entender que haya ayudado con la poción matalobos, o que para él sí fuese una persona de confianza pero… ¿por qué traerla al distrito entonces? ¿Se habría metido en algún problema por ayudarlo? No es cómo si necesitásemos otra diana sobre nosotros luego del incidente con los aurores meses atrás como para traer una figura que, si mal no entendía cómo funcionaba el capitolio, posiblemente fuese lo suficientemente reconocible en caso de desaparecer. No es como si quedasen muchos vencedores vivos desde las viejas épocas. Tal vez si no hubiese estado tan metida dentro de mis pensamientos, hubiese podido reconocer la mirada que me dirige Ken antes de adelantarse y complicar todo el asunto de una forma que realmente no me hubiese esperado de él ni en mis más locos sueños.

Por unos segundos me quedo completamente petrificada en lo que veo como el cuerpo de Ben cae de espaldas sobre el césped, pero lo siguiente que capta mi atención, es la expresión del rostro de Kendrick. Nunca, jamás en todos mis años de conocerlo, había visto sus facciones contorsionarse de tal manera. Decir que estaba preocupada sería un eufemismo, pero mis pies se sentían como plomo y es solo cuando veo a mi madre tironear de su brazo que logro apresurarme hasta su posición. - Mamá, suéltalo. Esta no es la manera. - Podía ser un mago y estar preparado para atacar en cualquier momento, pero no dejaba de ser Kendrick, y no había necesidad de ser tan brusca cuando él ya se encontraba en ese estado. Adelantándome hasta estar casi en frente de él, presiono una mano sobre su hombro tratando de llamar su atención. - Ken, vamos. ¿desde cuándo atacas de buenas a primeras? Es Ben… - Y en otros momentos me hubiera dado gracia que esa fuese la justificación que tenía para ofrecerle, sino fuese porque realmente me hallaba inquieta por su estado. -Está tratando de explicar qué es lo que está sucediendo, ninguno sabe toda la historia. - Girándome hasta mirar a Ben mientras se incorpora, trato de apurarlo con la mirada, casi queriéndome disculpar por el ataque del muchacho. - ¿Podrías decirnos que está haciendo aquí así zanjamos este asunto y podemos resolverlos como personas adultas?- Y justo yo era la que había dicho eso...
Ava E. Ballard
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Arianne L. Brawn
Consejo 9 ¾
Su llegada se estaba convirtiendo en la comidilla del día, reuniendo, quizás a la mayoría de los habitantes del distrito aunque no tenía idea del número concreto, en torno al puente de entrada. Poco a poco las personas se acercaban hacia ellos, murmurando entre ellos u observándolos, especialmente a ella, con desconfianza mientras que las miradas para Ben se tornaban diferentes. Tragó saliva, tirando más de su ahijado, Kyle, para situarlo detrás suya.

La mayor parte de ellos preguntaban lo mismo; la pregunta del siglo. ¿Quién era ella? Pero otros qué hacía allí. Sus azules ojos preferían posarse sobre los que sabían quien era ya que, en realidad, eran los que podían tener alguna información y ser los más ¿peligrosos? Era cierto que trabajaba para el gobierno, lo cual la convertía en una enemiga completa para ellos se mirara por donde se mirara. La mano que tenía libre se acercó hasta el bolsillo de su gabardina, sintiendo el tacto de su varita en el mismo momento que lo hizo. No la usaba más de lo necesario, pero no había sido una decisión descabellada llevarla consigo aquel día; no viendo como se estaban tornando las cosas conforme transcurrían los segundos. Y lo cierto es que no parecía mejorar.

El tiempo de reacción fue mínimo. Tiró de Kyle hacia un lado cuando escuchó el hechizo que hizo volar a Benedict; volviéndose, automáticamente, en dirección a las personas allí presentes en busca de quien lo había conjurado. No tuvo que buscar demasiado. Las acusaciones surgían una tras otra de un joven que no parecía tener mucha edad. Se agachó junto a Ben, percatándose de que estuviera bien, antes de dirigir su mirada hacia el joven (Ken). —¿Cómo todos ellos?— preguntó apretando los dedos en torno a la varita, dispuesta a sacarla de un momento a otro. —¿Cuántos años tienes? ¿14? ¿15? No tienes ni idea de lo que hay ahí fuera como para calificarnos a todos del mismo modo— contestó cortante. ¿Acaso había vivido alguna vez en NeoPanem? No sabía como vivían allí ni como eran sus habitantes, su postura se basaba en lo que dictaba el gobierno, de represión y persecución, pero no en lo que realmente pensaban sus gentes.

Apretó los dientes, sacando las manos de sus bolsillos y dejándolas caer a ambos lados de su cuerpo. Detestaba las situaciones en las que todo el mundo hablaba, acusaba o se agolpaba e un mismo sitio; y la situación en la que se encontraba tenía todas las características mencionadas. Volvió a mirar a Ben tras las pregunta de una de las chicas, la que, al menos, parecía más calmada que los demás. ¿Qué le iba a contestar? Su respuesta podría ser un ‘porque sí’, lo cual no se alejaría demasiado de la realidad. Ella estaba allí porque sí, porque él pensaba que no pertenecía a NeoPanem, y quería mostrarle que había otros modos de vivir que no fueran seguir la corriente.
Arianne L. Brawn
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Kendrick O. Black
Fugitivo
Doy otro tirón, pero la voz de Ava realiza una petición que su madre no tarda en cumplir y, por mi culpa, me tambaleo en mi lugar en reflejo. ¿Qué desde cuándo…? — Esa no es excusa. ¡Él siempre es el primero en decirnos que no hagamos ese tipo de estupideces y ahora…! — se me escapa un “aagh” de frustración al sacudirme el cabello para todos lados con la mano libre, tratando de calmar la respiración que me ha puesto el rostro colorado y que me grita a los cuatro vientos que aproveche que mi tío está en el suelo para saltarle encima y darle un golpe. ¿Cómo alguien puede ser tan descuidado después de todo lo que ha pasado? ¡Y que sea él es la peor excusa de todas!

La rubita esa desconocida se toma el atrevimiento de hablarme como si fuese un niñato idiota y no puedo hacer otra cosa que tensar la mandíbula, sacando algo de pecho y apretando la varita tan fuerte que siento como los dedos se me ponen blancos allí donde hace presión — ¿Y tú que sabes? — la voz me sale tan aguda que siento que estoy pasando de nuevo por esa pseudo pubertad que no cambió demasiado en mí y doy un paso involuntario hacia ella — ¡No eres la primera persona de NeoPanem que he visto y tampoco necesito conocerlos a todos para saber la clase de mierda que son! ¿O crees que no sé por qué he vivido aquí toda la vida, para variar? — le pongo mi mejor expresión de que se ha saltado ese detalle tan obvio y oigo a Arleth llamándome en tono de advertencia, pero opto por ignorarla — O, si son tan amigos… ¿Él no te ha contado todo lo que le han hecho? ¿O a nosotros? Porque creo que hay varios aquí que pueden dar mil y un motivos por los cuales ya tengo bien en claro por qué no los queremos entre nosotros.

Pero a Ava se le ocurre meterse haciéndose la sensata por primera vez en su vida y me ahorra el insulto, así que resoplo y empiezo a caminar de un lado al otro, sin sacarles los ojos de encima como si fuese un lobo cerca de su presa. A la primera que me den motivos, no tengo problema en volver a apuntar.
Kendrick O. Black
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Arleth L. Ballard
Todo se va al demonio en cuestión de segundos y contener a Kendrick se me hace imposible, más cuando Ava se pone en el medio en un intento de defenderlo a pesar de que solo tengo ojos para ver como es que Benedict amaga a ponerse de pie, no muy seguro gracias a que el niño que lo ha atacado todavía tiene la varita en la mano. No lo culpo: ahora mismo siento un extraño calor en el pecho y en el cuello, trepándose por mi cabeza de manera amenazante mientras no tengo idea de cómo se supone que debería reaccionar. Mi hijastro no ha hecho más que traicionarnos, a todos, sea o no de manera voluntaria. Le hemos confiado nuestras expediciones, nuestros terrenos y nuestras necesidades, para que acabe metiendo a uno de ellos en nuestro hogar. Quizá la conoce, pero he aprendido en mis años en servicio de los Black que hasta tu mejor amigo debe ser víctima de desconfianza de vez en cuando.

Kendrick, silencio. Ava, solo… — suspiro y lo hago de un modo que delata que no quiero decir ni hacer lo que estoy a punto de soltar. No soy muy alta, pero aún así me las arreglo para mostrarme imponente cuando alzo la voz — Si eres de fiar, Arianne Brawn, te ordeno que te marches de aquí junto a uno de los nuestros y aceptes que se te borre la memoria mediante un encantamiento desmemorizante. Y en cuanto a Benedict Franco, exijo una junta para debatir cómo continuaremos con respecto a su posición. De momento, queda relevado de su cargo como parte del consejo y líder de exploración — sé que he dado en la llaga, porque el susodicho se termina de incorporar de un salto y empieza con un montón de peroratas que no me interesa escuchar. Incluso alzo la mano para que se calle y me giro para ver al resto de los presentes — ¿Alguien se opone?
Arleth L. Ballard
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Benedict D. Franco
Consejo 9 ¾
Los gritos me aturden. Jamás he creído que vería a Kendrick con esa expresión en el rostro, tan inestable que por momentos temo que su varita explote entre sus dedos. Es la sorpresa la que me mantiene en el suelo, recargado en mis codos con una expresión de completa estupidez mientras Arianne se inclina a mi lado. Deseo tomar su mano y salir corriendo de aquí, en vista de que parece que nadie, ni siquiera mi familia o mi mejor amigo, vendrán a ayudarme. Cinco minutos. ¿Tanto temen que no son capaces de escucharme por cinco minutos? Yo mismo tengo mis prejuicios, lo sé, pero Arianne es diferente. Si pueden confiar en mí para que los alimente, pueden hacerlo para creerme en un tema como este.

Tomo la mano de Ari para que se calme, pero creo que soy yo el que lo necesita a buenas primeras cuando no llego a responderle a Ava porque Arleth está efectuando un veredicto que me hiela la sangre — ¿Qué? — es lo primero que sale de mi boca, pero pronto me pongo de pie con paso torpe, tratando de dar pasos hacia la mujer de mi padre sin atreverme a hacerlo de todo — ¡Pues claro que yo me opongo! ¿Qué clase de estupidez es esta? — miro a Amber en busca de apoyo, porque es obvio que Seth no va a hacerlo y ella es mi amiga más cercana aquí. Luego a Alice, pero parece tan silenciosa que temo saber qué es lo que está pasando por su cabeza — Después de todo lo que he hecho por ustedes… ¿Se atreven a ponerme en duda de juicio? ¿Van a juzgarme como si fuera un extraño cualquiera? ¡Le he dado mi vida a este estúpido distrito de mierda! — les guste o no, eso es lo que ha pasado. Mis años, mi salud mental, incluso he arriesgado cada parte de mí… ¿Y así me lo pagan?

Creí que me conocían. Creí que respetaban lo que yo quisiera o creyera. Al menos, creí que tú lo harías — le escupo a Seth, dando un paso hacia atrás y tomando a Arianne del brazo — Me niego a ser juzgado como a un forastero — porque si así van a verme… ¿Cómo se supone que lo llame hogar?
Benedict D. Franco
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Arleth L. Ballard
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