OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Recuerdo cuando, hace unos años, hacía todo lo posible por estar sola el mayor tiempo que pudiera. Es algo que jamás llegaré a entender, cómo puede ser que cuando peor estaba emocionalmente fuese cuando más me gustaba pasar tiempo a solas. Cuando no tenía a Andy era mucho más sencillo, estaba la mayor parte del tiempo exclusivamente conmigo misma y disfrutaba de ello. Me ayudaba mucho a pensar sobre todas aquellas cosas que tenía rondándome la cabeza y prefería no decirle a nadie. Ahora, sin embargo, detesto estar sola. Estoy en un punto de mi vida en el que considero que soy feliz, y a veces me siento culpable por ello. Al fin y al cabo he matado gente, por la razón que sea, pero lo he hecho. ¿Merece un asesino ser feliz? Todo esto sin mencionar el hecho de que por muchos años que hayan pasado sigo recordando a Alice. Sigo preguntándome dónde estarán ella y su hija, si estarán bien, si alguien les estará haciendo daño... Soy feliz, sí, pero sólo si vivo de manera superficial. Si ahondo en mí misma y en mis pensamientos descubro que no tengo tantas razones como pensaba para serlo.
Liam y Anderson me ayudan con eso. Nunca hemos hablado de ello pero creo que lo saben. Todos esos intentos desesperadas de que uno de ellos siempre esté en casa cuando yo lo estoy deben de notarse más de lo que desearía. Ninguno me lo ha mencionado nunca, pero sé que son conscientes de ello. Incluso a mí me empezaba a cansar esa situación, así que hoy, cuando Liam se fue a trabajar y Andy mencionó que deberíamos ir a comprar, insinuando que le acompañe como hago siempre, rechacé la propuesta. Su sorpresa no fue mayor que la mía propia. No lo hago porque crea que él no puede hacerlo, pues hace ya mucho tiempo que vive con nosotros y conoce exactamente los mismos caminos que yo, la razón de que nunca haya ido solo a comprar todos la conocemos. Pero esta vez me propongo intentar valerme por mí misma en este aspecto. No me gusta depender de nadie para absolutamente nada. No sé muy bien como voy a lograr sin la compañía de nadie tener la compañía de alguien, pero estoy segura de que se me ocurrirá algo.
No han pasado ni quince minutos desde que los chicos de la casa se han ido y ya me arrepiento de que lo hayan hecho. No me cuesta demasiado pensar en otra alternativa. Conozco a la persona perfecta para ayudarme con esto. Rebusco en la despensa la mayor cantidad de chocolate posible y la llevo conmigo a coger un traslador hasta el distrito ocho. Lo cierto es que no recuerdo una vez que me haya presentado en esta casa sin traer algo dulce entre las manos. Llamo a la puerta un par de veces y espero a escuchar los suaves pasos que me indican que Jolene viene a mi encuentro. Seguramente debería haber avisado de que venía, pero ni siquiera se me ocurrió con las prisas. La puerta se abre y deja al descubierto la melena rubia de mi amiga. Me apresuro a mostrar la carga que traigo como si eso fuese a arreglar el hecho de presentarme tan de improvisto. - Sorpresa - Alzo los hombros a modo de disculpa y espero a que me confirme que tiene tan poco que hacer hoy como yo.
Liam y Anderson me ayudan con eso. Nunca hemos hablado de ello pero creo que lo saben. Todos esos intentos desesperadas de que uno de ellos siempre esté en casa cuando yo lo estoy deben de notarse más de lo que desearía. Ninguno me lo ha mencionado nunca, pero sé que son conscientes de ello. Incluso a mí me empezaba a cansar esa situación, así que hoy, cuando Liam se fue a trabajar y Andy mencionó que deberíamos ir a comprar, insinuando que le acompañe como hago siempre, rechacé la propuesta. Su sorpresa no fue mayor que la mía propia. No lo hago porque crea que él no puede hacerlo, pues hace ya mucho tiempo que vive con nosotros y conoce exactamente los mismos caminos que yo, la razón de que nunca haya ido solo a comprar todos la conocemos. Pero esta vez me propongo intentar valerme por mí misma en este aspecto. No me gusta depender de nadie para absolutamente nada. No sé muy bien como voy a lograr sin la compañía de nadie tener la compañía de alguien, pero estoy segura de que se me ocurrirá algo.
No han pasado ni quince minutos desde que los chicos de la casa se han ido y ya me arrepiento de que lo hayan hecho. No me cuesta demasiado pensar en otra alternativa. Conozco a la persona perfecta para ayudarme con esto. Rebusco en la despensa la mayor cantidad de chocolate posible y la llevo conmigo a coger un traslador hasta el distrito ocho. Lo cierto es que no recuerdo una vez que me haya presentado en esta casa sin traer algo dulce entre las manos. Llamo a la puerta un par de veces y espero a escuchar los suaves pasos que me indican que Jolene viene a mi encuentro. Seguramente debería haber avisado de que venía, pero ni siquiera se me ocurrió con las prisas. La puerta se abre y deja al descubierto la melena rubia de mi amiga. Me apresuro a mostrar la carga que traigo como si eso fuese a arreglar el hecho de presentarme tan de improvisto. - Sorpresa - Alzo los hombros a modo de disculpa y espero a que me confirme que tiene tan poco que hacer hoy como yo.
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Mi lapicera da varios golpecitos contra el papel mientras pienso, tratando de librarla de las mordidas de mis dientes que suelo terminar dándole a la pobre en la parte inferior. Delante de mí se encuentra un cuadro que se supone que tengo que analizar para la clase siguiente pero, como es de costumbre en estos días, lo único que soy capaz de hacer es escribir luego de tanto tiempo de tener la cabeza algo atrofiada. No es mucho, desde luego, tan solo pensamientos de las cosas que no puedo hablar con absolutamente nadie y que de ser encontradas por alguien del gobierno, me valdría un fuerte castigo, posiblemente regresar a prisión… y creo que es obvio que no deseo hacerlo.
Siempre se me ha dado bien disimular, al menos para las personas que me conocen poco y nada y tiendo a ser una “cara de pared” cada vez que alguien pregunta sobre mi vida privada, pero creo que últimamente he estado siendo muy obvia; es la primera vez en años que puedo decir que tengo un alivio de, al menos, haber recuperado el contacto con Andy, así que hago las cosas que no he logrado hacer con anterioridad. Cocino aún más, mi gato parece más gordo, trabajo mucho más relajada y me he gastado hojas y hojas en tonterías que solo yo entiendo y a veces ni eso. Mi vida es solitaria, sí, pero quizá poco a poco pueda ir encontrando mi propia paz a pesar de todas las cosas que han estado ocurriendo en estos días.
He ignorado la televisión y cualquier aparato por donde podría enterarme lo que anda sucediendo en la Arena, así que mi casa está prácticamente en silencio cuando oigo la puerta y giro la cabeza con un respingo producido por la sorpresa, dejando caer la lapicera. Grito un “¡ya voy!” que no sé si se oye del otro lado, guardo con rapidez mis anotaciones y bajo la escalera con pasos suaves pero rápidos hasta abrir la puerta, encontrándome primero con un montón de chocolate y después el rostro de Jess, que me sorprende no porque sea extraño verla, sino porque no la esperaba — Dime que no ha pasado nada por lo que deba castrar a Liam — acoto medio en broma, medio en serio y la tomo por el brazo para arrastrarla dentro de mi casa, cerrando la puerta con la otra mano. Soltándola, le echo un vistazo analizador hasta que le dedico una sonrisita — ¿Qué haces aquí? No es que me queje, traes chocolate, pero ya sabes… — me encojo de hombros, esquivando al gordo y ronroneante de Ferdinand, quien va de inmediato a frotarse contra los pies de Jessica — ¿Quieres café? Tienes mala cara.
Siempre se me ha dado bien disimular, al menos para las personas que me conocen poco y nada y tiendo a ser una “cara de pared” cada vez que alguien pregunta sobre mi vida privada, pero creo que últimamente he estado siendo muy obvia; es la primera vez en años que puedo decir que tengo un alivio de, al menos, haber recuperado el contacto con Andy, así que hago las cosas que no he logrado hacer con anterioridad. Cocino aún más, mi gato parece más gordo, trabajo mucho más relajada y me he gastado hojas y hojas en tonterías que solo yo entiendo y a veces ni eso. Mi vida es solitaria, sí, pero quizá poco a poco pueda ir encontrando mi propia paz a pesar de todas las cosas que han estado ocurriendo en estos días.
He ignorado la televisión y cualquier aparato por donde podría enterarme lo que anda sucediendo en la Arena, así que mi casa está prácticamente en silencio cuando oigo la puerta y giro la cabeza con un respingo producido por la sorpresa, dejando caer la lapicera. Grito un “¡ya voy!” que no sé si se oye del otro lado, guardo con rapidez mis anotaciones y bajo la escalera con pasos suaves pero rápidos hasta abrir la puerta, encontrándome primero con un montón de chocolate y después el rostro de Jess, que me sorprende no porque sea extraño verla, sino porque no la esperaba — Dime que no ha pasado nada por lo que deba castrar a Liam — acoto medio en broma, medio en serio y la tomo por el brazo para arrastrarla dentro de mi casa, cerrando la puerta con la otra mano. Soltándola, le echo un vistazo analizador hasta que le dedico una sonrisita — ¿Qué haces aquí? No es que me queje, traes chocolate, pero ya sabes… — me encojo de hombros, esquivando al gordo y ronroneante de Ferdinand, quien va de inmediato a frotarse contra los pies de Jessica — ¿Quieres café? Tienes mala cara.
Me siento reconfortada cuando noto un suave tirón en mi brazo hacia dentro de la casa, confirmando así mis sospechas de que Jolene era la persona adecuada para no dejarme a solas conmigo misma. Creo que, aunque hayan pasado tantos años, es tan extraño para mí no tener un enemigo del que preocuparme que me he convertido en mi propio y en mi peor enemigo. Me río cuando menciona a Liam. Lo cierto es que nunca he sido una persona especialmente celosa y jamás desde que estoy con él se me ha pasado por la cabeza que haya hecho algo por lo que tener que castrale, como dice mi amiga. - Tranquila, sigue portándose de maravilla. Para ser exacta, últimamente se está portando excesivamente de maravilla - Recalco el excesivamente y suelto otra risa incluso antes de acabar la frase. Lo cierto es que aunque parezca una simple broma, es completamente verdad. No sé por qué razón pero hace un tiempo que noto que me trata con cierta condescendencia. Al principio pensé que era por el susto que le di en la gala benéfica. Supongo que pudo pensar que me perdía, y eso siempre hace que valores más lo que tienes. Pero no, la cosa sigue y aunque intente ser sutil, puedo notarlo a la perfección en pequeños detalles.
Antes, cuando hacía alusión a mi obvia torpeza para la cocina pidiéndole que me cocinase algo si tenía hambre, aceptaba hacerlo, pero siempre repetía que debería aprender de una vez. Tiene toda la razón, por supuesto, pero ahora ya no lo dice y creo que incluso podría decir que lo echo de menos. Se limita a hacerme el favor sin rechistar y sin recitar en voz alta cada paso de la elaboración para asegurarse de que lo escucho, lo comprendo y lo retengo en mi memoria para la próxima vez que en realidad nunca existe. Además, en ocasiones me fijo en que está pensativo y cuando le pregunto qué le ronda la cabeza, dice que no es nada. Hasta ahora me he limitado a ignorarlo y pensar que tenía que ser mi encontronazo con la mala suerte en la gala benéfica, pero se me ocurre que puede que Jole sepa algo de eso. - ¿A ti no te ha dicho nada? - Sé lo bien que se llevan y seguramente si de verdad pasa algo ella puede saberlo. Finalmente opto por encogerme de hombros y dejar un poco de lado el tema. Seguro que son imaginaciones mías.
Enseguida noto el suave tacto del pelaje del gato de Jole en mis piernas, y me agacho sonriente para acariciarlo. - En realidad no he venido por ninguna razón en especial. Sólo que hacía mucho que no nos veíamos - Omito la parte en la que estaba desesperada por encontrar algo de compañía porque no quiero que parezca que solo estoy aquí por interés. Evidentemente también he venido porque me apetecía verla y hablar con ella. Jolene me entiende muy bien, seguro que mejor incluso de lo que pienso. Abro mucho los ojos en una mueca algo exagerada cuando escucho la palabra café. - Me vendría bien una taza - Nunca seré capaz de rechazar café. Suelto una risa burlona cuando menciona mi mala cara. - Lo de dormir no es lo mío, ya sabes - Mis ojeras se han convertido en mi nueva eterna compañía, por lo que parece que estoy enferma las veinticuatro horas del día. Por el día porque no he dormido, y por la noche porque me genera cierta ansiedad ser absolutamente incapaz de pegar ojo.
Antes, cuando hacía alusión a mi obvia torpeza para la cocina pidiéndole que me cocinase algo si tenía hambre, aceptaba hacerlo, pero siempre repetía que debería aprender de una vez. Tiene toda la razón, por supuesto, pero ahora ya no lo dice y creo que incluso podría decir que lo echo de menos. Se limita a hacerme el favor sin rechistar y sin recitar en voz alta cada paso de la elaboración para asegurarse de que lo escucho, lo comprendo y lo retengo en mi memoria para la próxima vez que en realidad nunca existe. Además, en ocasiones me fijo en que está pensativo y cuando le pregunto qué le ronda la cabeza, dice que no es nada. Hasta ahora me he limitado a ignorarlo y pensar que tenía que ser mi encontronazo con la mala suerte en la gala benéfica, pero se me ocurre que puede que Jole sepa algo de eso. - ¿A ti no te ha dicho nada? - Sé lo bien que se llevan y seguramente si de verdad pasa algo ella puede saberlo. Finalmente opto por encogerme de hombros y dejar un poco de lado el tema. Seguro que son imaginaciones mías.
Enseguida noto el suave tacto del pelaje del gato de Jole en mis piernas, y me agacho sonriente para acariciarlo. - En realidad no he venido por ninguna razón en especial. Sólo que hacía mucho que no nos veíamos - Omito la parte en la que estaba desesperada por encontrar algo de compañía porque no quiero que parezca que solo estoy aquí por interés. Evidentemente también he venido porque me apetecía verla y hablar con ella. Jolene me entiende muy bien, seguro que mejor incluso de lo que pienso. Abro mucho los ojos en una mueca algo exagerada cuando escucho la palabra café. - Me vendría bien una taza - Nunca seré capaz de rechazar café. Suelto una risa burlona cuando menciona mi mala cara. - Lo de dormir no es lo mío, ya sabes - Mis ojeras se han convertido en mi nueva eterna compañía, por lo que parece que estoy enferma las veinticuatro horas del día. Por el día porque no he dormido, y por la noche porque me genera cierta ansiedad ser absolutamente incapaz de pegar ojo.
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Quizá estoy siendo una desubicada, pero me es imposible no mover mis cejas de arriba a abajo con picardía frente a ese tonito que ella emplea para hablar de Liam y su comportamiento, segura de que ella sabrá que estoy de broma y que no va a molestarse por mis estupideces, esas que a veces siguen estando para afirmarme que no me he transformado en una jodida amargada que sí, lo soy, pero no todo el bendito tiempo. Sacudo la cabeza por su pregunta, no muy segura de por qué Liam me vendría a contar a mí algo sobre vaya a saber qué, por lo que la miro entre curiosa y metiche a pesar de la ligera preocupación que dejo entrever — ¿Tendría que haberme dicho algo? — pregunto con ese tonito que mi madre solía utilizar cuando quería agarrarme en medio de alguna travesura, a pesar de que no he oído ese modo de hablar hace siglos. Supongo que algunas cosas son simplemente genéticas.
Tengo que cederle la razón porque sí, hace siglos no tenemos una charla a solas si nos salteamos el teléfono. Cruzo el arco que lleva a la cocina tras el pasillo y con un toque de la varita que llevaba en el bolsillo la cafetera se pone a andar, inundando la habitación con su peculiar aroma, por lo que me apoyo en uno de los muebles para ver a mi amiga con el entrecejo ligeramente fruncido, cruzándome de brazos sobre mi pecho — Deberías tomar más cosas calentitas que te ayuden a dormir. Un día de estos se te va a caer la cara del tamaño de tus ojeras — le digo con cierta gracia, moviendo la varita al azar entre mis dedos hasta que vuelvo a guardarla — Lo siento, sueno como una madre molesta, pero ya que… Si no te cuido, voy a terminar por aburrirme — y ni hablar de que mis alumnos me han puesto en actitud maternal de una forma insoportable los últimos meses, la soledad me está haciendo terriblemente mal.
El café pronto está listo, así que en cuanto puedo ponerlo en dos tazas y echarles azúcar, me acerco a ella tendiéndole una que deja salir una nube de humo — ¿Cómo está Andy? — pregunto sin ser capaz de contenerme, aunque lo hago sonar muy al pasar. No he vuelto a verlo desde la noche de la gala, de la cual huimos juntos, pero al menos he decidido mantenerme al tanto. Me siento en la pequeña mesa que decora el rincón de mi cocina y bebo un sorbo de café, invitándola con un gesto a sentarse frente a mí. Le sonrío con cierta disculpa, escondiéndome detrás del humo de mi taza — No quiero meterte en medio de todo esto, pero ya sabes… hay cosas de las que es imposible desligarse — como el pasado, por ejemplo.
Tengo que cederle la razón porque sí, hace siglos no tenemos una charla a solas si nos salteamos el teléfono. Cruzo el arco que lleva a la cocina tras el pasillo y con un toque de la varita que llevaba en el bolsillo la cafetera se pone a andar, inundando la habitación con su peculiar aroma, por lo que me apoyo en uno de los muebles para ver a mi amiga con el entrecejo ligeramente fruncido, cruzándome de brazos sobre mi pecho — Deberías tomar más cosas calentitas que te ayuden a dormir. Un día de estos se te va a caer la cara del tamaño de tus ojeras — le digo con cierta gracia, moviendo la varita al azar entre mis dedos hasta que vuelvo a guardarla — Lo siento, sueno como una madre molesta, pero ya que… Si no te cuido, voy a terminar por aburrirme — y ni hablar de que mis alumnos me han puesto en actitud maternal de una forma insoportable los últimos meses, la soledad me está haciendo terriblemente mal.
El café pronto está listo, así que en cuanto puedo ponerlo en dos tazas y echarles azúcar, me acerco a ella tendiéndole una que deja salir una nube de humo — ¿Cómo está Andy? — pregunto sin ser capaz de contenerme, aunque lo hago sonar muy al pasar. No he vuelto a verlo desde la noche de la gala, de la cual huimos juntos, pero al menos he decidido mantenerme al tanto. Me siento en la pequeña mesa que decora el rincón de mi cocina y bebo un sorbo de café, invitándola con un gesto a sentarse frente a mí. Le sonrío con cierta disculpa, escondiéndome detrás del humo de mi taza — No quiero meterte en medio de todo esto, pero ya sabes… hay cosas de las que es imposible desligarse — como el pasado, por ejemplo.
Su reacción me hace pensar que, o bien es una excelente actriz y sabe algo que Liam no quiere que yo sepa, o realmente no hay ninguna razón por la que debería haber hecho esa pregunta. Me encojo de hombros y rápidamente hago un ademán con las manos para restarle importancia a mi pregunta, no sin antes explicar un poco de qué iba el tema. - Le noto preocupado por algo - Me corrijo inmediatamente después - O por alguien - Muevo mi dedo alrededor de la habitación hasta que me señalo a mí misma, haciendo una mueca que confirma que efectivamente, me estoy refiriendo a mí misma. - Será por lo de la gala, no creo que deba darle mucha importancia - Omito el hecho de que mi cabeza sostiene que si fuera lo de la gala ya habría pasado hace tiempo, o que al preguntar me diría eso mismo y no que no es nada. No soy el tipo de novia que se preocupa por cada gesto o frase que dice su pareja, así que decido no darle más vueltas al tema si es que de verdad Jole no sabe nada. Si fuese algo que tuviese que saber yo misma, Liam no me lo ocultaría, así que sea lo que sea que esté tramando no puede ser malo para mí.
Me doy cuenta de que llevo un buen rato acariciando al gato en cuanto escucho su ronroneo, y lejos de detenerme le hago un gesto casi imperceptible para que se acerque con nosotras hacia la cocina, cosa que probablemente no hubiera hecho falta porque lo hubiese hecho de igual forma. Recuerdo que antes ni siquiera me gustaban los animales, pero por el trabajo, o más bien el hobbie de Liam, podría decirse que casi me he visto obligada a que me gusten. Digamos que me he acostumbrado a tenerlos cerca, a saber cosas sobre ellos y a entenderlos mejor. Algunos de ellos me llegan incluso a relajar, como son los gatos, por ejemplo. El olor del café y la cálida compañía también contribuyen a que me relaje más de lo que suelo hacer, dejándome caer en la silla no sin antes rodear la taza humeante con ambas manos como en una especie de abrazo. Sonrío sin poder evitarlo cuando me aconseja tomar bebidas calientes más a menudo y pienso exactamente lo mismo que ella dice tan solo unos segundos después. - ¿Es así como suena de verdad una madre molesta? - No lo digo con tono dramático ni mucho menos, con el tiempo me he acostumbrado a ser capaz de mencionar la madre que tuve, o mejor dicho no tuve, sin sentir ningún tipo de sentimiento negativo. - Si es así como debería sonar, no es muy convincente - Me río dejando claro que es una broma y doy un pequeño sorbo al café.
Unos segundos después escucho un nombre que aún se me hace raro oír de la boca de Jole. Todavía no me ubico demasiado bien en qué cosas sé porque tengo que saberlas y qué cosas sé aunque no tendría que hacerlo. - Está bien - Respondo mirándola a los ojos e intentando hacerle ver que no lo digo por decir, sino que me gusta pensar que realmente sí que está bien. A veces no soy del todo consciente de la situación tan peligrosa en la que estamos todos por ese simple hecho, por que un muggle esté bien. - Puedes meterme en medio todo lo que quieras, Jole. No creo que puedo estarlo más - Ni por asomo es un reproche, sino que siento que llevo tantos años con Andy a mi lado que haga lo que haga él siempre me veré metida en medio. Y no me molesta, todo lo contrario, me agrada saber que ayudo y que pase lo que pase estaré alerta. Es como un hermano y todo lo que pase en su vida me afectará de una forma u otra. Y si eso que pasa es Jolene, no podría estar más encantada. - Sabes que si puedo hacer algo con... - Ni siquiera sé muy bien como expresarlo así que voy a lo sencillo - ... con eso, sólo tienes que decírmelo - No aparto mis ojos de los suyos en un intento de añadir más confianza a mis palabras.
Me doy cuenta de que llevo un buen rato acariciando al gato en cuanto escucho su ronroneo, y lejos de detenerme le hago un gesto casi imperceptible para que se acerque con nosotras hacia la cocina, cosa que probablemente no hubiera hecho falta porque lo hubiese hecho de igual forma. Recuerdo que antes ni siquiera me gustaban los animales, pero por el trabajo, o más bien el hobbie de Liam, podría decirse que casi me he visto obligada a que me gusten. Digamos que me he acostumbrado a tenerlos cerca, a saber cosas sobre ellos y a entenderlos mejor. Algunos de ellos me llegan incluso a relajar, como son los gatos, por ejemplo. El olor del café y la cálida compañía también contribuyen a que me relaje más de lo que suelo hacer, dejándome caer en la silla no sin antes rodear la taza humeante con ambas manos como en una especie de abrazo. Sonrío sin poder evitarlo cuando me aconseja tomar bebidas calientes más a menudo y pienso exactamente lo mismo que ella dice tan solo unos segundos después. - ¿Es así como suena de verdad una madre molesta? - No lo digo con tono dramático ni mucho menos, con el tiempo me he acostumbrado a ser capaz de mencionar la madre que tuve, o mejor dicho no tuve, sin sentir ningún tipo de sentimiento negativo. - Si es así como debería sonar, no es muy convincente - Me río dejando claro que es una broma y doy un pequeño sorbo al café.
Unos segundos después escucho un nombre que aún se me hace raro oír de la boca de Jole. Todavía no me ubico demasiado bien en qué cosas sé porque tengo que saberlas y qué cosas sé aunque no tendría que hacerlo. - Está bien - Respondo mirándola a los ojos e intentando hacerle ver que no lo digo por decir, sino que me gusta pensar que realmente sí que está bien. A veces no soy del todo consciente de la situación tan peligrosa en la que estamos todos por ese simple hecho, por que un muggle esté bien. - Puedes meterme en medio todo lo que quieras, Jole. No creo que puedo estarlo más - Ni por asomo es un reproche, sino que siento que llevo tantos años con Andy a mi lado que haga lo que haga él siempre me veré metida en medio. Y no me molesta, todo lo contrario, me agrada saber que ayudo y que pase lo que pase estaré alerta. Es como un hermano y todo lo que pase en su vida me afectará de una forma u otra. Y si eso que pasa es Jolene, no podría estar más encantada. - Sabes que si puedo hacer algo con... - Ni siquiera sé muy bien como expresarlo así que voy a lo sencillo - ... con eso, sólo tienes que decírmelo - No aparto mis ojos de los suyos en un intento de añadir más confianza a mis palabras.
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Su duda sobre Liam me deja un poco pensativa, tratando de recordar alguna charla que hayamos tenido en los últimos meses, pero creo que no hay nada precisamente remarcable. Casi me atraganto con el café ante esa observación, relamiéndome los labios manchados y mirándola con una sonrisita cómplice que oculto por un momento de forma muy mal disimulada — No lo sé, jamás he tenido madera de madre y no pienso descubrirlo por el momento — bromeo, abriendo mis ojos ante el ligero horror que me causa la idea de siquiera tener un hijo. No es que no me gusten los niños, sino que simplemente jamás he pensado que soy una persona creada para ese estilo de cosas.
Por un momento me permito mirarla como si tuviese que dudar de lo que me está diciendo, pero sé que Jess no me mentiría en algo como esto así que dejo la taza con una nueva tranquilidad y me estiro para tomar un poco de chocolate, que muerdo con cuidado mientras me doy el lujo de estirar mis piernas debajo de la mesa al relajarme — No hay mucho que se pueda hacer. ¿No? — la ley nos limita como siempre lo ha hecho, lo que en cierto modo me hace pensar en lo mierda que es cada gobierno que se ha subido a ese puto puesto. Los Black fueron parias y es el día de hoy que si viera a alguno de ellos le saltaría encima, pero los Niniadis no son mucho mejor que digamos. Ambos me han quitado cosas, la diferencia es que el segundo al menos me regala cierta libertad al momento de decidir qué hacer con mi vida; es algo muy lejano a lo que pasaba en la Isla, hace ya una eternidad.
Trago y me limpio los dedos frotándolos entre sí, demasiado perezosa para ir por una servilleta o siquiera hacer un movimiento de varita — Me conformo con saber que se encuentra a salvo contigo y que está en buenas manos. He visto esclavos pasarla… bueno, tremendamente mal — sé que no es necesario que se lo diga justamente a ella, vive viendo como tratan a los muggles, pero mi espanto no es algo que pueda disimular. Doy otro sorbo de café cuando Ferdinand se sube a mi regazo, por lo que lo acaricio rascando sus orejas — ¿Sabes? Hace meses, Liam me dijo algo, ahora que lo recuerdo — comento de golpe, alzando la mirada hacia ella en una mezcla de chispa por haber recordado algo y confusión porque quizá no sirva de nada — Estaba preocupado por ti por no tener novedades de una amiga tuya, Alice, o algo así… no lo recuerdo bien, fue hace mucho — al menos, antes del invierno. Otro sorbo y vuelvo a dejar la taza — ¿Crees que sea eso? No estarán buscando fugitivos… ¿O sí? — y no lo digo por lo ilegal, sino por lo peligroso que es eso.
Por un momento me permito mirarla como si tuviese que dudar de lo que me está diciendo, pero sé que Jess no me mentiría en algo como esto así que dejo la taza con una nueva tranquilidad y me estiro para tomar un poco de chocolate, que muerdo con cuidado mientras me doy el lujo de estirar mis piernas debajo de la mesa al relajarme — No hay mucho que se pueda hacer. ¿No? — la ley nos limita como siempre lo ha hecho, lo que en cierto modo me hace pensar en lo mierda que es cada gobierno que se ha subido a ese puto puesto. Los Black fueron parias y es el día de hoy que si viera a alguno de ellos le saltaría encima, pero los Niniadis no son mucho mejor que digamos. Ambos me han quitado cosas, la diferencia es que el segundo al menos me regala cierta libertad al momento de decidir qué hacer con mi vida; es algo muy lejano a lo que pasaba en la Isla, hace ya una eternidad.
Trago y me limpio los dedos frotándolos entre sí, demasiado perezosa para ir por una servilleta o siquiera hacer un movimiento de varita — Me conformo con saber que se encuentra a salvo contigo y que está en buenas manos. He visto esclavos pasarla… bueno, tremendamente mal — sé que no es necesario que se lo diga justamente a ella, vive viendo como tratan a los muggles, pero mi espanto no es algo que pueda disimular. Doy otro sorbo de café cuando Ferdinand se sube a mi regazo, por lo que lo acaricio rascando sus orejas — ¿Sabes? Hace meses, Liam me dijo algo, ahora que lo recuerdo — comento de golpe, alzando la mirada hacia ella en una mezcla de chispa por haber recordado algo y confusión porque quizá no sirva de nada — Estaba preocupado por ti por no tener novedades de una amiga tuya, Alice, o algo así… no lo recuerdo bien, fue hace mucho — al menos, antes del invierno. Otro sorbo y vuelvo a dejar la taza — ¿Crees que sea eso? No estarán buscando fugitivos… ¿O sí? — y no lo digo por lo ilegal, sino por lo peligroso que es eso.
Sus palabras ne trasladan a mi yo de hace años, poco tiempo después de haber salido de los juegos, cuando mi madre murió. Recuerdo a la perfección ese día porque fue el día en que comprendí que nunca amas tanto a alguien como cuando lo pierdes. Mi madre y yo jamás habíamos tenido una buena relación, por no decir que jamás habíamos tenido nada de relación. Siempre le reproché que el peso de un hogar cayese sobre mí tan pronto, cuando solamente era una cría y me di cuenta de que si yo no llevaba algo de dinero a casa mi madre tampoco lo haría. Es demasiado para una niña, pero me hizo ser la persona que soy ahora y tal vez sin esa preparación mental y física no estaría aquí. Pero la quise, la quise mucho aún cuando a veces estaba tan puesta de morflina que no recordaba que era su hija. Y sobretodo, la quise cuando se fue. Y no es que la quisiera por irse, sino que pensar en no volver a verla me hizo saber cuánto la quería. Si no hubiese sido por Riorden, el día que me enteré de su muerte hubiese quemado la ciudad. Es una de las muchas cosas que tengo que agradecerle.
Puedo notar como mi ánimo decae al recordar todo eso, y como no quiero entrar en un bucle de lágrimas y conversaciones sobre muertos decido no acotar nada más al tema aparte de una risa al pensar en Jolene siendo madre. - Lo único bueno que tendría ese niño sería la tía más guay del mundo - Creo que tan sólo el hecho de haber utilizado esa expresión me convierte en la tía menos guay del mundo, pero me río igualmente y pronto olvido los malos recuerdos al escuchar de su boca algo que yo misma nunca había dicho en voz alta: no hay mucho que se pueda hacer. Desgraciadamente es una idea que sí se me había pasado por la cabeza en ocasiones, cuando en el trabajo veo cosas que no deberían ocurrir y si quiero mantenerme viva no puedo hacer nada para detenerlas, cosa que me cabrea y me hace plantearme si de verdad hay o no hay algo que se pueda hacer. Pero eso sólo es algo que pienso cuando estoy enfadada, en momentos como este lo tengo muy claro. - Siempre hay algo que se pueda hacer - Y es algo que creo con firmeza.
No sé exactamente qué es lo que ambos buscan el uno del otro, nunca me he entrometido demasiado, pero supongo que lo principal será la compañía mutua de dos personas que han pasado por tanto juntas. - Siempre que quieras verlo sólo tienes que decírmelo - Sería un poco extraño que él viniese solo, pero siendo mi esclavo no lo sería tanto si me acompañase hasta aquí. Todo el mundo sabe y ve que venga a menudo a visitar a Jole, así que dentro de lo que cabe sería lógico que en alguna de esas visitas mi esclavo me acompañase. La verdad es que nunca he hablado con Andy de este tema, y hasta ahora tampoco lo había hecho con Jolene porque no quería entrometerme en su relación, sea cual sea esa relación. - Dentro de lo que cabe tenéis muchas más posibilidades que un humano y una bruja normales - Bajo un tanto el tono de voz en esta parte de la conversación porque podría traernos problemas a todos.
Doy un trago a mi café y segundos después me arrepiento de haberlo hecho, pues el líquido se me va por otro lado cuando escucho el nombre de Alice. Toso un par de veces para despejar mi garganta y me digo a mí misma que debería haberlo supuesto antes. Conozco a Liam y no puede quedarse quieto aún cuando yo ya he hecho lo posible y lo imposible porque ese lejano nombre sea más que sólo un nombre en mis recuerdos. - ¿Te dijo algo más? ¿Si sabía algo de ella? - La curiosidad me puede pero tras su pregunta vuelvo a caer en la cuenta de lo peligroso que es lo que está haciendo Liam por mí. - Será mejor que ninguno de los dos os involucréis en esto - Supongo que esa advertencia responde a la última cuestión que ha planteado.
Puedo notar como mi ánimo decae al recordar todo eso, y como no quiero entrar en un bucle de lágrimas y conversaciones sobre muertos decido no acotar nada más al tema aparte de una risa al pensar en Jolene siendo madre. - Lo único bueno que tendría ese niño sería la tía más guay del mundo - Creo que tan sólo el hecho de haber utilizado esa expresión me convierte en la tía menos guay del mundo, pero me río igualmente y pronto olvido los malos recuerdos al escuchar de su boca algo que yo misma nunca había dicho en voz alta: no hay mucho que se pueda hacer. Desgraciadamente es una idea que sí se me había pasado por la cabeza en ocasiones, cuando en el trabajo veo cosas que no deberían ocurrir y si quiero mantenerme viva no puedo hacer nada para detenerlas, cosa que me cabrea y me hace plantearme si de verdad hay o no hay algo que se pueda hacer. Pero eso sólo es algo que pienso cuando estoy enfadada, en momentos como este lo tengo muy claro. - Siempre hay algo que se pueda hacer - Y es algo que creo con firmeza.
No sé exactamente qué es lo que ambos buscan el uno del otro, nunca me he entrometido demasiado, pero supongo que lo principal será la compañía mutua de dos personas que han pasado por tanto juntas. - Siempre que quieras verlo sólo tienes que decírmelo - Sería un poco extraño que él viniese solo, pero siendo mi esclavo no lo sería tanto si me acompañase hasta aquí. Todo el mundo sabe y ve que venga a menudo a visitar a Jole, así que dentro de lo que cabe sería lógico que en alguna de esas visitas mi esclavo me acompañase. La verdad es que nunca he hablado con Andy de este tema, y hasta ahora tampoco lo había hecho con Jolene porque no quería entrometerme en su relación, sea cual sea esa relación. - Dentro de lo que cabe tenéis muchas más posibilidades que un humano y una bruja normales - Bajo un tanto el tono de voz en esta parte de la conversación porque podría traernos problemas a todos.
Doy un trago a mi café y segundos después me arrepiento de haberlo hecho, pues el líquido se me va por otro lado cuando escucho el nombre de Alice. Toso un par de veces para despejar mi garganta y me digo a mí misma que debería haberlo supuesto antes. Conozco a Liam y no puede quedarse quieto aún cuando yo ya he hecho lo posible y lo imposible porque ese lejano nombre sea más que sólo un nombre en mis recuerdos. - ¿Te dijo algo más? ¿Si sabía algo de ella? - La curiosidad me puede pero tras su pregunta vuelvo a caer en la cuenta de lo peligroso que es lo que está haciendo Liam por mí. - Será mejor que ninguno de los dos os involucréis en esto - Supongo que esa advertencia responde a la última cuestión que ha planteado.
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Creo que mi cara de horror deja bien en claro lo que opino sobre la idea de un crío en mi vida, apretando los labios en una mueca de desaprobación y duda cuando ella afirma que sería una perfecta tía; no lo niego, pero solo pensar en la posibilidad casi hace que ponga los ojos genuinamente en blanco. Pero lo que sigue a continuación me hace mirarla sin saber si estoy viéndola como una ingenua o como alguien demasiado positiva o ambas — ¿De verdad crees eso? — le pregunto sin intenciones de tomarla como una tonta — No lo sé, Jess. Yo ya me he dado por vencida con cada gobierno que nos toque. Creo que al final solo se basa en adaptarse. Los Black, los Niniadis… ¿Cuál es la diferencia? — Mierdas, todos ellos, pero al menos ya no me molestan.
Me atrevo a sonreírle en muestra de mi agradecimiento por ese ofrecimiento que ambas sabemos que podría traernos problemas a todos si alguien lo descubriese, aunque niego lentamente con la cabeza — Nunca he sido muy apegada a las leyes, pero no haría nada que pusiera en riesgo tu vida. Las posibilidades siguen siendo… bueno, somos de especies diferentes o eso quieren hacernos creer — poder hacer magia o no siempre me ha parecido algo estúpido para dividirnos. Somos personas, seres pensantes y eso es lo que en verdad importa. Nuestro nacimiento no debería condenarnos por el resto de nuestra existencia.
Cuando Jessica parece que se atraganta, me arrepiento de haber hablado y mi primera reacción es amagar a levantarme, pero creo que está bien por su cuenta; quizá metí la pata. Sacudo la cabeza rápidamente y dejo absolutamente todo sobre la mesa para tener las manos libres y las alzo delante de mí como si quisiera pedir un momento — Solo te digo lo poco que sé. Estaba preocupado por no poder ayudar o algo así. De verdad le importa… — arrugo un poco el entrecejo cuando intento recordar más detalles de esa noche, por lo que chasqueo la lengua — Jess, quizá deberías hablar con él, preguntarle exactamente qué le sucede. No puedo asegurar que esto sea lo que lo tiene actuando extraño, pero si Liam va a meterse en problemas, es mejor evitarlo. ¿No? — contactar con fugitivos es uno de los crímenes más graves y todos lo sabemos — ¿Quién es esta Alice con exactitud?
Me atrevo a sonreírle en muestra de mi agradecimiento por ese ofrecimiento que ambas sabemos que podría traernos problemas a todos si alguien lo descubriese, aunque niego lentamente con la cabeza — Nunca he sido muy apegada a las leyes, pero no haría nada que pusiera en riesgo tu vida. Las posibilidades siguen siendo… bueno, somos de especies diferentes o eso quieren hacernos creer — poder hacer magia o no siempre me ha parecido algo estúpido para dividirnos. Somos personas, seres pensantes y eso es lo que en verdad importa. Nuestro nacimiento no debería condenarnos por el resto de nuestra existencia.
Cuando Jessica parece que se atraganta, me arrepiento de haber hablado y mi primera reacción es amagar a levantarme, pero creo que está bien por su cuenta; quizá metí la pata. Sacudo la cabeza rápidamente y dejo absolutamente todo sobre la mesa para tener las manos libres y las alzo delante de mí como si quisiera pedir un momento — Solo te digo lo poco que sé. Estaba preocupado por no poder ayudar o algo así. De verdad le importa… — arrugo un poco el entrecejo cuando intento recordar más detalles de esa noche, por lo que chasqueo la lengua — Jess, quizá deberías hablar con él, preguntarle exactamente qué le sucede. No puedo asegurar que esto sea lo que lo tiene actuando extraño, pero si Liam va a meterse en problemas, es mejor evitarlo. ¿No? — contactar con fugitivos es uno de los crímenes más graves y todos lo sabemos — ¿Quién es esta Alice con exactitud?
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