OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Las últimas semanas fueron extrañas, lo suficiente como para que ni siquiera disfrutase del todo las vacaciones de invierno en donde los regalos de Navidad llenaron toda mi habitación. No sé si mi madre está detrás de eso, pero mi padre ha estado demasiado atento a mis acciones que me hace creer que está todavía preocupado por lo que ha pasado en la gala y no puedo culparlo, perderme habría sido el peor golpe de su vida, pero aún así me es inevitable sentirme un poco ahogada con tantas vueltas sobre un asunto que prefiero olvidar, en especial porque tuve que utilizar vendas que destruyeron por completo mi estilo hasta que el doctor aceptó de una buena vez que era hora de quitármelas.
A quien apenas le he hablado salvo para los asuntos necesarios y básicos de mis urgencias diarias es a Sage, a quien papá mira de reojo cada vez que está cerca y no comprendo muy bien el motivo, aunque sea lo que sea provoca que me mantenga ciertamente lejos de mi esclavo, creando una pared invisible entre nosotros que no existió hasta el momento. A decir verdad las primeras semanas ni noto la diferencia porque mis elfos hacen todo el trabajo que él no hace cuando lo tengo lejos, pero llega un momento donde me doy cuenta de que las conversaciones no son igual de interesantes porque los elfos no tienen los mismos pensamientos que nosotros, y además ninguno de ellos es tan rápido para hacerme citas con mi estilista. Así que esta tarde, aprovechando que está helado, cuando salgo a la nieve del jardín exijo que sea Sage quien venga conmigo.
La verdad es que la nieve es muy bonita pero siempre me ha irritado que me moje toda la ropa, así que llevo unas botas enormes mientras avanzo entre las flores congeladas de nuestra mansión, sujetando con fuerza mi cámara fotográfica con la idea de tener unas excelentes imágenes en las cuales trabajar para mi próxima clase donde aprenderemos los hechizos para realizar fotos que se muevan. Es algo que siempre me ha gustado y de verdad me entusiasma dar ese paso artístico para decir que hay otra cosa genial que sé hacer.
Como no quiero que nada me moje la cabeza, Sage lleva un paraguas enorme que nos cubre a ambos mientras camino a su lado y me detengo de vez en cuando a tomar una foto, hasta que tengo que acomodar mejor una rosa en un intento de que se vea más bonita en cámara — ¿Como han sido tus semanas en las cocinas? — le pregunto al final después de no sé cuanto tiempo de estar hablándole de Patrick solo porque creo que si se duerme del aburrimiento, me va a golpear con el paraguas en la cabeza y no quiero volver a enfadarme con él — El otro día hiciste un pastel de fresa delicioso. Deberías prepararlo más seguido, en especial ahora que el frío me permite comer más sin culpa.
A quien apenas le he hablado salvo para los asuntos necesarios y básicos de mis urgencias diarias es a Sage, a quien papá mira de reojo cada vez que está cerca y no comprendo muy bien el motivo, aunque sea lo que sea provoca que me mantenga ciertamente lejos de mi esclavo, creando una pared invisible entre nosotros que no existió hasta el momento. A decir verdad las primeras semanas ni noto la diferencia porque mis elfos hacen todo el trabajo que él no hace cuando lo tengo lejos, pero llega un momento donde me doy cuenta de que las conversaciones no son igual de interesantes porque los elfos no tienen los mismos pensamientos que nosotros, y además ninguno de ellos es tan rápido para hacerme citas con mi estilista. Así que esta tarde, aprovechando que está helado, cuando salgo a la nieve del jardín exijo que sea Sage quien venga conmigo.
La verdad es que la nieve es muy bonita pero siempre me ha irritado que me moje toda la ropa, así que llevo unas botas enormes mientras avanzo entre las flores congeladas de nuestra mansión, sujetando con fuerza mi cámara fotográfica con la idea de tener unas excelentes imágenes en las cuales trabajar para mi próxima clase donde aprenderemos los hechizos para realizar fotos que se muevan. Es algo que siempre me ha gustado y de verdad me entusiasma dar ese paso artístico para decir que hay otra cosa genial que sé hacer.
Como no quiero que nada me moje la cabeza, Sage lleva un paraguas enorme que nos cubre a ambos mientras camino a su lado y me detengo de vez en cuando a tomar una foto, hasta que tengo que acomodar mejor una rosa en un intento de que se vea más bonita en cámara — ¿Como han sido tus semanas en las cocinas? — le pregunto al final después de no sé cuanto tiempo de estar hablándole de Patrick solo porque creo que si se duerme del aburrimiento, me va a golpear con el paraguas en la cabeza y no quiero volver a enfadarme con él — El otro día hiciste un pastel de fresa delicioso. Deberías prepararlo más seguido, en especial ahora que el frío me permite comer más sin culpa.
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Tengo que admitir que cualquier pensamiento fugaz que pude haber tenido sobre extrañar o no a la pelirroja que tengo por dueña se esfuma conforme pasan los minutos y ella no para con su cháchara incesante del idiota que tiene por amigo, o novio, o lo que sea. Claro, habían sido las semanas más tranquilas de mi vida desde que tengo memoria, y por ende también las más aburridas; en más de una ocasión me había encontrado extrañando mis rutinas insoportables y los irritantes gritos de Hero mientras mis tareas se resumían a lavar, cocinar y hacer entregas tontas que me llevan poco tiempo; pero no. Definitivamente no extrañaba las charlas de este tipo en las que tenía que luchar por no dejar que se vea mi total y completo aburrimiento.
Además, el frío se hacía cada vez más presente y tenía miedo de que al caminar sonaran las bolsas que me había puesto dentro de los zapatos para que no se me mojaran las medias. No había tenido el tiempo de calzarme adecuadamente cuando Hero me mandó a llamar y pese a que realmente quería prestarle atención a lo interesante que era que a Patrick le hubiese gustado su nuevo vestido, me encontraba literalmente más interesado en mi calzado.
Debí haber quedado como un completo idiota cuando me trastabillé con mis propios pies, pero no había podido evitarlo ya que definitivamente no estaba esperando el cambio de tema. Esperen... ¿me preguntaba por mí y me daba un cumplido?, ¿de verdad?. Las cejas se me van al cielo de manera involuntaria y me da un retorcijón en la lengua al no saber cómo contestar. -¿Aburridas?- Es lo único que me sale en el momento, pese a que me arrepiento en el mismo momento en el que abro la boca. - No... bueno sí. Han sido bastante aburridas. Pero, eh... - Sé que no le gusta que balbuceé, pero de verdad que me ha dejado sin palabras. -Me alegro que te haya gustado el pastel, si quieres más puedes decirme cuando quieras, o puedo probar otras recetas. - Lo último me termina saliendo más cómo una pregunta, en parte por estar inseguro de mis palabras, y en parte porque ya sabe que literalmente puede pedir lo que quiera.
¿Y ahora? ¿Era esto una conversación? Casi que prefería cuando inquiría sobre mi vida amorosa, al menos con eso sabía que lo hacía por el solo interés de tener un chisme. ¿Debía preguntarle por lo que pasó en la gala...? no... - ¿Tú como te encuentras luego de... bueno, tú sabes? - Consulto pese a haber resuelto que no le preguntaría.
Además, el frío se hacía cada vez más presente y tenía miedo de que al caminar sonaran las bolsas que me había puesto dentro de los zapatos para que no se me mojaran las medias. No había tenido el tiempo de calzarme adecuadamente cuando Hero me mandó a llamar y pese a que realmente quería prestarle atención a lo interesante que era que a Patrick le hubiese gustado su nuevo vestido, me encontraba literalmente más interesado en mi calzado.
Debí haber quedado como un completo idiota cuando me trastabillé con mis propios pies, pero no había podido evitarlo ya que definitivamente no estaba esperando el cambio de tema. Esperen... ¿me preguntaba por mí y me daba un cumplido?, ¿de verdad?. Las cejas se me van al cielo de manera involuntaria y me da un retorcijón en la lengua al no saber cómo contestar. -¿Aburridas?- Es lo único que me sale en el momento, pese a que me arrepiento en el mismo momento en el que abro la boca. - No... bueno sí. Han sido bastante aburridas. Pero, eh... - Sé que no le gusta que balbuceé, pero de verdad que me ha dejado sin palabras. -Me alegro que te haya gustado el pastel, si quieres más puedes decirme cuando quieras, o puedo probar otras recetas. - Lo último me termina saliendo más cómo una pregunta, en parte por estar inseguro de mis palabras, y en parte porque ya sabe que literalmente puede pedir lo que quiera.
¿Y ahora? ¿Era esto una conversación? Casi que prefería cuando inquiría sobre mi vida amorosa, al menos con eso sabía que lo hacía por el solo interés de tener un chisme. ¿Debía preguntarle por lo que pasó en la gala...? no... - ¿Tú como te encuentras luego de... bueno, tú sabes? - Consulto pese a haber resuelto que no le preguntaría.
Cuando Sage tropieza me agacho un poco para no terminar sin un ojo y hago chasquear mi lengua en señal de desaprobación y censura, opacando cualquier comentario mordaz que creo que ni hace falta que le diga porque mis ojos han dicho todo — ¿Aburridas? — repito respecto a su respuesta, mirándolo como si estuviese perdiéndome de algo a pesar de que no tiene nada que ocultarme; lo sé porque la vida de un esclavo es tan lerda que hasta yo me doy cuenta de que me entero de casi todo con solo pasar tiempo con él. Además nadie puede decir que Sage sea una fiesta en sí mismo. Quitando esa obviedad, la propuesta de hacer otros postres me tienta y tuerzo los labios en un gesto pensativo, hasta que me percato de un detalle — El otro día vi un libro de cocina que tiene mil postres. Puedes conseguirlo y probar cualquiera de ellos — y no, no le digo cual libro es exactamente ni dónde conseguirlo porque siempre lo termina logrando por su cuenta. Lo tengo bien entrenado.
Me pongo a chequear las fotos que se lucen en mi cámara así que cuando hace esa pregunta atrevida, tengo que levantar la mirada y chequearlo con desaprobación, aunque no le digo nada porque mis ojos lo analizan de pies a cabeza con el mismo desdén que tiene cualquiera que tiene un puesto superior a otra persona que se está tomando demasiadas libertades. Bueno, y esa noche se tomó otras cuantas, pero si no fuera por eso yo quizá no estaría viva. Esa idea me da náuseas de vez en cuando si lo pienso demasiado.
— Mejor. Al menos ya no tengo esos vendajes ridículos — digo como quien no quiere la cosa y vuelvo a fijarme en las fotos, colocando mejor el lente para poder tomarle una fotografía a un ave que se posó con cuidado y obvio frío en una de las ramas del árbol más cercano. Es obvio que el pobre animal no ha alcanzado a volar lejos de aquí en esta estación y debe estar preparándose para emprender el viaje — Mis compañeros no dejaron de hacerme preguntas sobre lo que había sucedido y tuve que ordenarles a todos que dejen de fastidiar. A veces las personas pueden ser un estorbo — y en el tono de voz que empleo, parece que estoy hablando de algo ajeno a ambos. Por mi lado por ser mejor que ellos, por el suyo porque ni siquiera cuenta como persona.
Chequeo que la imagen haya salido bien y se la enseño totalmente orgullosa de mi perfecta capacidad de capturar momentos, enseñándole todos los dientes por un breve segundo — Podría dedicarme a esto — le digo como si nadie pudiese decirme lo contrario y le hago una seña para que siga detrás de mí, avanzando hacia la fuente actualmente congelada que se encuentra en el centro del jardín. Me subo la bufanda, temblando ligeramente y manteniendo el silencio en nuestro andar, hasta que pienso que no podemos aplazarlo más — Agradezco lo que hiciste esa noche — admito como si estuviesen sacándome la verdad a la fuerza, revoleando un poco mis ojos al parpadear con rapidez a pesar de mantener la vista al frente — Fue demasiado atrevido pero lo agradezco. No debiste hablarle al ministro Weynart de esa forma ni tocarme sin mi permiso. Agradece que te lo digo yo y no te he acusado con mi madre — porque ambos sabemos que podría pasarla muy mal.
Me pongo a chequear las fotos que se lucen en mi cámara así que cuando hace esa pregunta atrevida, tengo que levantar la mirada y chequearlo con desaprobación, aunque no le digo nada porque mis ojos lo analizan de pies a cabeza con el mismo desdén que tiene cualquiera que tiene un puesto superior a otra persona que se está tomando demasiadas libertades. Bueno, y esa noche se tomó otras cuantas, pero si no fuera por eso yo quizá no estaría viva. Esa idea me da náuseas de vez en cuando si lo pienso demasiado.
— Mejor. Al menos ya no tengo esos vendajes ridículos — digo como quien no quiere la cosa y vuelvo a fijarme en las fotos, colocando mejor el lente para poder tomarle una fotografía a un ave que se posó con cuidado y obvio frío en una de las ramas del árbol más cercano. Es obvio que el pobre animal no ha alcanzado a volar lejos de aquí en esta estación y debe estar preparándose para emprender el viaje — Mis compañeros no dejaron de hacerme preguntas sobre lo que había sucedido y tuve que ordenarles a todos que dejen de fastidiar. A veces las personas pueden ser un estorbo — y en el tono de voz que empleo, parece que estoy hablando de algo ajeno a ambos. Por mi lado por ser mejor que ellos, por el suyo porque ni siquiera cuenta como persona.
Chequeo que la imagen haya salido bien y se la enseño totalmente orgullosa de mi perfecta capacidad de capturar momentos, enseñándole todos los dientes por un breve segundo — Podría dedicarme a esto — le digo como si nadie pudiese decirme lo contrario y le hago una seña para que siga detrás de mí, avanzando hacia la fuente actualmente congelada que se encuentra en el centro del jardín. Me subo la bufanda, temblando ligeramente y manteniendo el silencio en nuestro andar, hasta que pienso que no podemos aplazarlo más — Agradezco lo que hiciste esa noche — admito como si estuviesen sacándome la verdad a la fuerza, revoleando un poco mis ojos al parpadear con rapidez a pesar de mantener la vista al frente — Fue demasiado atrevido pero lo agradezco. No debiste hablarle al ministro Weynart de esa forma ni tocarme sin mi permiso. Agradece que te lo digo yo y no te he acusado con mi madre — porque ambos sabemos que podría pasarla muy mal.
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¿Mil postres?, genial. Aunque hiciera un postre por cada día del año, me llevaría no menos de dos años y medio el completar todas las recetas. Eso sin contar que antes tendría que estudiar el libro y separar los postres por estación considerando qué ingredientes podría conseguir dependiendo de las fechas. No me molesté en asentir, Hero ya sabía que lo haría, y pese a que había platillos muy tediosos de realizar, no me parecía un mal proyecto. Ya tenía con que entretenerme por los próximos tres años...
Aunque no le hubiera estado prestando atención, estoy seguro de que habría notado lo penetrante de su mirada de todas maneras. Sabía que estaba cruzando una raya y sabía que lo mejor habría sido mantenerme callado, pero al parecer mi habilidad de saber cuando abrir o no abrir la boca había decidido no hacer acto de aparición y ahora me encontraba teniendo que afrontar una de las miradas que más aborrecía en el rostro de la pelirroja. No que no estuviese acostumbrado, pero no era una situación que esperase con ansias.
Para mi sorpresa, Hero no me da una reprimenda y en su lugar me responde de manera casi que hasta casual. Me abstengo de llevar mi mano a su frente para tomarle la temperatura y mientras que escucho lo que dice, evalúo las posibilidades de estar viviendo un sueño muy realista (pese a lo fantasioso de estar manteniendo una conversación decente con mi ama), o si alguien había drogado a la pelirroja. - No te quedaban mal los vendajes... - Comento esperanzado de que apelando a su vanidad, pueda volver a la Hero a la que estoy acostumbrado a tratar. Ya en el caso de sus compañeros prefiero no opinar, la mayoría eran idiotas en potencia que no valían ni lo suficiente como para ganarme un castigo por hablar mal de ellos.
Me enseña la foto que acabo de tomar y no me sorprende ver la calidad de la imagen. Estaba familiarizado con el buen ojo de la muchacha para las cosas artísticas, demasiado acostumbrado a pasarle sus materiales cuando se disponía a pintar o dibujar, solía sorprenderme que alguien con tanto ego pudiese capturar la belleza ajena de forma tan eficiente. Claro que luego vuelve a sorprenderme y no estoy del todo seguro si el color sube a mis mejillas o si abandona por completo mi rostro ante sus palabras. - No, ¡no!... No te pregunté para que me agradecieras, es solo que...- ¿Cómo mierda respondía sin quedar mal? - Me refiero a que agradezco que me agradezcas, y que no le dijeses a tu madre, pero fue mi deber. Me refiero a que... libertades o no, peor habría sido si te hubiese pasado algo de mayor magnitud. ¡Y no lo digo por mí! Sino que... - Genial, la estaba cagando. Hasta el fondo. ¿Cómo mierda hacía para decirle que era mi trabajo, sin tratarla como un objeto o una tarea? Después de todo, su vida valía más que la mía pero no podía decírselo tan así. Osea, ella lo sabía pero... ¿Qué hago? Lo único que quería en esos momentos es salir corriendo.
Aunque no le hubiera estado prestando atención, estoy seguro de que habría notado lo penetrante de su mirada de todas maneras. Sabía que estaba cruzando una raya y sabía que lo mejor habría sido mantenerme callado, pero al parecer mi habilidad de saber cuando abrir o no abrir la boca había decidido no hacer acto de aparición y ahora me encontraba teniendo que afrontar una de las miradas que más aborrecía en el rostro de la pelirroja. No que no estuviese acostumbrado, pero no era una situación que esperase con ansias.
Para mi sorpresa, Hero no me da una reprimenda y en su lugar me responde de manera casi que hasta casual. Me abstengo de llevar mi mano a su frente para tomarle la temperatura y mientras que escucho lo que dice, evalúo las posibilidades de estar viviendo un sueño muy realista (pese a lo fantasioso de estar manteniendo una conversación decente con mi ama), o si alguien había drogado a la pelirroja. - No te quedaban mal los vendajes... - Comento esperanzado de que apelando a su vanidad, pueda volver a la Hero a la que estoy acostumbrado a tratar. Ya en el caso de sus compañeros prefiero no opinar, la mayoría eran idiotas en potencia que no valían ni lo suficiente como para ganarme un castigo por hablar mal de ellos.
Me enseña la foto que acabo de tomar y no me sorprende ver la calidad de la imagen. Estaba familiarizado con el buen ojo de la muchacha para las cosas artísticas, demasiado acostumbrado a pasarle sus materiales cuando se disponía a pintar o dibujar, solía sorprenderme que alguien con tanto ego pudiese capturar la belleza ajena de forma tan eficiente. Claro que luego vuelve a sorprenderme y no estoy del todo seguro si el color sube a mis mejillas o si abandona por completo mi rostro ante sus palabras. - No, ¡no!... No te pregunté para que me agradecieras, es solo que...- ¿Cómo mierda respondía sin quedar mal? - Me refiero a que agradezco que me agradezcas, y que no le dijeses a tu madre, pero fue mi deber. Me refiero a que... libertades o no, peor habría sido si te hubiese pasado algo de mayor magnitud. ¡Y no lo digo por mí! Sino que... - Genial, la estaba cagando. Hasta el fondo. ¿Cómo mierda hacía para decirle que era mi trabajo, sin tratarla como un objeto o una tarea? Después de todo, su vida valía más que la mía pero no podía decírselo tan así. Osea, ella lo sabía pero... ¿Qué hago? Lo único que quería en esos momentos es salir corriendo.
Ruedo un poco los ojos en dirección a Sage, ladeando la cabeza con una mueca en la cara que grita a los cuatro vientos un “duh” mudo — A nadie le quedan bien los vendajes, ni siquiera a mí. Quizá les puse algo de nivel porque mi ropa siempre está a la perfección, pero no tenían ni una pizca de elegancia — le recuerdo, aunque en parte acepto su halago porque bueno, siempre está bien que alguien te recuerde lo bonita que eres todo el tiempo.
No sé bien por qué Sage se pone como se pone así que estiro una mano para sujetarle el paraguas que nos cubre del clima para evitar que alguno de nosotros sea decapitado por el mismo — Lo sé, lo entiendo, por eso te lo perdono. Esta vez — le aclaro; no sea cosa que ahora piense que puede andar tocándome cuando se le de la gana, aunque Maeve seguro pensaría que eso sería genial. ¿Por qué sería genial? ¡Es Sage! Que te manosee él es casi lo mismo a que te manosee un mueble. ¿Y por qué estoy pensando en él manoseando? ¡Puaj!
Esa línea de pensamiento hace que suelte el paraguas con rapidez, casi como si me hubiera dado una patada y me giro, dándole la espalda con tal brusquedad que mi bufanda lo golpea — Odio que balbucees. Deberías trabajar más en ello — le “aconsejo” en tono cortante, volviendo a caminar, sabiendo que él va a seguirme — Mi trabajo no es solo darte órdenes, sino también el convertirte en un ciudadano medianamente decente, debido a tu condición. No puedo tener un esclavo que me toca, o que no sabe hablar, si consideramos quien soy. Suficiente que te permito mirarme a los ojos cuando estamos a solas — y todo porque me aburrí de hablar con alguien que me esquivaba la mirada — Si algún día te cambiamos por un modelo más nuevo o mejor, tu nuevo amo debería tener buenas referencias de nosotros.
¿Vendería a Sage para comprarme a otro? Lo miro de reojo, casi analizando la idea. No es por nada, pero él fue el primer esclavo que tuve solamente para mí; no tenerlo cerca sería de lo más extraño.
No sé bien por qué Sage se pone como se pone así que estiro una mano para sujetarle el paraguas que nos cubre del clima para evitar que alguno de nosotros sea decapitado por el mismo — Lo sé, lo entiendo, por eso te lo perdono. Esta vez — le aclaro; no sea cosa que ahora piense que puede andar tocándome cuando se le de la gana, aunque Maeve seguro pensaría que eso sería genial. ¿Por qué sería genial? ¡Es Sage! Que te manosee él es casi lo mismo a que te manosee un mueble. ¿Y por qué estoy pensando en él manoseando? ¡Puaj!
Esa línea de pensamiento hace que suelte el paraguas con rapidez, casi como si me hubiera dado una patada y me giro, dándole la espalda con tal brusquedad que mi bufanda lo golpea — Odio que balbucees. Deberías trabajar más en ello — le “aconsejo” en tono cortante, volviendo a caminar, sabiendo que él va a seguirme — Mi trabajo no es solo darte órdenes, sino también el convertirte en un ciudadano medianamente decente, debido a tu condición. No puedo tener un esclavo que me toca, o que no sabe hablar, si consideramos quien soy. Suficiente que te permito mirarme a los ojos cuando estamos a solas — y todo porque me aburrí de hablar con alguien que me esquivaba la mirada — Si algún día te cambiamos por un modelo más nuevo o mejor, tu nuevo amo debería tener buenas referencias de nosotros.
¿Vendería a Sage para comprarme a otro? Lo miro de reojo, casi analizando la idea. No es por nada, pero él fue el primer esclavo que tuve solamente para mí; no tenerlo cerca sería de lo más extraño.
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¿Cambiarme por un modelo más nuevo?
El pensamiento da vueltas en mi cabeza, y no entiendo como nunca pensé en eso como una posibilidad. ¿Cuántas veces había visto cómo volvían los esclavos una vez que sus amos se cansaban de ellos? ¿Cuántas había escuchado rumores de como varios habían terminado encarcelados? No es que esperase quedarme para siempre sirviendo a la familia Niniadis, a Hero en particular; pero nunca había pensado en que en algún momento probablemente tendría que dejarlos por las buenas, o por las malas.
¿Se cansaría rápido de mí? Si consideraba la frecuencia con la que la pelirroja desechaba su calzado, debía estar terriblemente agradecido por llevar más de tres años de servicio; había visto abrigos que duraron una décima de lo que había durado yo trabajando... Incómodo, cambio el peso de mi cuerpo entre una pierna y la otra, y la observo con cuidado mientras camina. -Prometo trabajar más en ello. No quisiera que tener malas recomendaciones. - Las palabras se me escapan antes de que pueda pensar en lo impertinentes que puedan llegar a sonar, y por unos segundos medito como arreglar la situación. No puedo, así que solo puedo esperar que Hero no lo haya tomado tan mal como probablemente sonó.
¿Era muy bipolar de mi parte el no querer tener otro amo? No era cuestión de cariño, pero ya me había acostumbrado a trabajar aquí; había estudiado a la gente que me rodeaba, y aún continuaba aprendiendo de todo. ¿Qué tipo de amo tendría que servir? ¿Me aceptarían bien sabiendo que había trabajado con anterioridad para gente con importancia política? ¿Me rechazarían por ser un esclavo de segunda mano? -¿Piensas en cambiarme pronto?- Consulto ya con resignación. Después de lo anterior, no había forma de remontar la situación, y prefería sacarme todo del pecho ahora que andar pensando en mil posibilidades. No me sorprendería que por mi irreverencia mañana mismo me hallase en el mercado de esclavos nuevamente.
El pensamiento da vueltas en mi cabeza, y no entiendo como nunca pensé en eso como una posibilidad. ¿Cuántas veces había visto cómo volvían los esclavos una vez que sus amos se cansaban de ellos? ¿Cuántas había escuchado rumores de como varios habían terminado encarcelados? No es que esperase quedarme para siempre sirviendo a la familia Niniadis, a Hero en particular; pero nunca había pensado en que en algún momento probablemente tendría que dejarlos por las buenas, o por las malas.
¿Se cansaría rápido de mí? Si consideraba la frecuencia con la que la pelirroja desechaba su calzado, debía estar terriblemente agradecido por llevar más de tres años de servicio; había visto abrigos que duraron una décima de lo que había durado yo trabajando... Incómodo, cambio el peso de mi cuerpo entre una pierna y la otra, y la observo con cuidado mientras camina. -Prometo trabajar más en ello. No quisiera que tener malas recomendaciones. - Las palabras se me escapan antes de que pueda pensar en lo impertinentes que puedan llegar a sonar, y por unos segundos medito como arreglar la situación. No puedo, así que solo puedo esperar que Hero no lo haya tomado tan mal como probablemente sonó.
¿Era muy bipolar de mi parte el no querer tener otro amo? No era cuestión de cariño, pero ya me había acostumbrado a trabajar aquí; había estudiado a la gente que me rodeaba, y aún continuaba aprendiendo de todo. ¿Qué tipo de amo tendría que servir? ¿Me aceptarían bien sabiendo que había trabajado con anterioridad para gente con importancia política? ¿Me rechazarían por ser un esclavo de segunda mano? -¿Piensas en cambiarme pronto?- Consulto ya con resignación. Después de lo anterior, no había forma de remontar la situación, y prefería sacarme todo del pecho ahora que andar pensando en mil posibilidades. No me sorprendería que por mi irreverencia mañana mismo me hallase en el mercado de esclavos nuevamente.
Un lado de mí se siente sumamente satisfecho por como reacciona, sabiendo que es lo más lógico en una persona que sabe lo que le conviene y no creo que Sage sea especialmente listo pero tampoco lo veo como un simio estúpido. Incluso a veces he creído que con algo de educación Sage podría ser alguien un poquito más que decente y aceptable, pero vamos, que estamos hablando de un esclavo y tampoco es que vaya a hacer mucho en su vida además de limpiar, fregar y buscar las compras que yo le diga, al menos ese es el prospecto.
Su pregunta me hace mirarlo confundida porque no estoy segura de cómo se lo ha tomado y divertida porque no me lo esperaba, así que río entre dientes mientras me detengo para verlo mejor, volteándome hacia él — Oh, Sage — digo con voz cantarina, sacudiendo la cabeza como si estuviese tratando con un niño iluso y algo lento — No, no tengo intenciones de renunciar a ti demasiado pronto. Eres joven y todavía eres fuerte, aprendes rápido y hasta el momento jamás me has fallado. Eres un buen esclavo, pero a veces creo que te tengo muy malacostumbrado y deberíamos poner límites — encojo vagamente mis hombros — No estoy cansada de ti y todavía sirves, así que no, todavía me gusta que seas mío.
Mío. Ya sé que suena un poco violento pero es que es la verdad; Sage es de mi propiedad, a pesar de que sea capaz de pensar, hablar y de incluso salvarme la vida. Apego mi cámara a mi pecho al mirarlo, sintiendo apenas el viento que remueve la nieve en silencio en medio de la soledad que nos regalan los jardines, casi obligándonos a tener frío a pesar de que no lo siento en lo absoluto — ¿Tienes miedo de que te cambie? — acabo soltando sin pensar — No creí que tuvieras un apego especial a este trabajo pero si lo tienes la verdad es que no te culpo — ¿Quién se quejaría de trabajar para mí? Pues nadie.
Su pregunta me hace mirarlo confundida porque no estoy segura de cómo se lo ha tomado y divertida porque no me lo esperaba, así que río entre dientes mientras me detengo para verlo mejor, volteándome hacia él — Oh, Sage — digo con voz cantarina, sacudiendo la cabeza como si estuviese tratando con un niño iluso y algo lento — No, no tengo intenciones de renunciar a ti demasiado pronto. Eres joven y todavía eres fuerte, aprendes rápido y hasta el momento jamás me has fallado. Eres un buen esclavo, pero a veces creo que te tengo muy malacostumbrado y deberíamos poner límites — encojo vagamente mis hombros — No estoy cansada de ti y todavía sirves, así que no, todavía me gusta que seas mío.
Mío. Ya sé que suena un poco violento pero es que es la verdad; Sage es de mi propiedad, a pesar de que sea capaz de pensar, hablar y de incluso salvarme la vida. Apego mi cámara a mi pecho al mirarlo, sintiendo apenas el viento que remueve la nieve en silencio en medio de la soledad que nos regalan los jardines, casi obligándonos a tener frío a pesar de que no lo siento en lo absoluto — ¿Tienes miedo de que te cambie? — acabo soltando sin pensar — No creí que tuvieras un apego especial a este trabajo pero si lo tienes la verdad es que no te culpo — ¿Quién se quejaría de trabajar para mí? Pues nadie.
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El color se me sube a la cara a una velocidad alarmante y, dándome cuenta de que no hay forma de que pueda ocultar mi rubor, termino por enrojecer aún más hasta el punto de sentir calientes las puntas de las orejas. Hubiese preferido que se tomase a mal mis comentarios antes de que se riese de mí o me considerara un idiota temeroso de lo que pudiese sucederle. No que no lo fuera, pero cuanto menos demostrara ante Hero, mejor solía irme.
Además, ¿desde cuando la pelirroja me dedicaba tantos cumplidos? Probablemente ni siquiera los pensara como tales, y simplemente se regodease en el hecho de que me había "entrenado" bien o algo por el estilo, pero aún así no estaba acostumbrado a que me dijesen que hacía bien las cosas, o que era fuerte, o que aprendía rápido... ¿De verdad pensaba eso de mi? Me limité a asentir con la cabeza simplemente para darle a entender que la había escuchado y que tomaba a cuenta sus palabras, no me sentía preparado para responderle sin embargo. ¿Qué le podía decir? ¿Gracias?
Claro que al parecer Hero había descubierto que sabía leer a la gente y me hace la única pregunta que no podría saber como responder. Bueno, no la única, hay muchas preguntas que podría hacer que me harían desear dejar de ser su esclavo en el mismo segundo; pero esa no era una de ellas. ─ No se si lo llamaría apego, pero no puedo decir que esperaba abandonar pronto mi trabajo. ─ me sincero mientras me remuevo incómodo sobre mis pies y cambio el paraguas de mano para que todavía nos cubra por completo. ─ Aún así, seguiré haciendo mi trabajo como siempre... ─ medito unos segundos, y nuevamente las palabras dejan mi boca casi sin mi permiso. ─ ¿Puedo preguntar por qué me elegiste hace tres años?
Además, ¿desde cuando la pelirroja me dedicaba tantos cumplidos? Probablemente ni siquiera los pensara como tales, y simplemente se regodease en el hecho de que me había "entrenado" bien o algo por el estilo, pero aún así no estaba acostumbrado a que me dijesen que hacía bien las cosas, o que era fuerte, o que aprendía rápido... ¿De verdad pensaba eso de mi? Me limité a asentir con la cabeza simplemente para darle a entender que la había escuchado y que tomaba a cuenta sus palabras, no me sentía preparado para responderle sin embargo. ¿Qué le podía decir? ¿Gracias?
Claro que al parecer Hero había descubierto que sabía leer a la gente y me hace la única pregunta que no podría saber como responder. Bueno, no la única, hay muchas preguntas que podría hacer que me harían desear dejar de ser su esclavo en el mismo segundo; pero esa no era una de ellas. ─ No se si lo llamaría apego, pero no puedo decir que esperaba abandonar pronto mi trabajo. ─ me sincero mientras me remuevo incómodo sobre mis pies y cambio el paraguas de mano para que todavía nos cubra por completo. ─ Aún así, seguiré haciendo mi trabajo como siempre... ─ medito unos segundos, y nuevamente las palabras dejan mi boca casi sin mi permiso. ─ ¿Puedo preguntar por qué me elegiste hace tres años?
No me espero otra cosa que sinceridad de Sage porque desde que lo conozco siempre ha sido franco conmigo, pero en lugar de escucharlo atentamente intento agacharme un poquito cuando mueve el paraguas para evitar cualquier incidente aunque como es costumbre, él lo evita — No esperaba menos de ti — aseguro. Como ya he dicho, Sage siempre ha sido bastante responsable a pesar de ciertos lujos que le permito tener como recompensa por su buen comportamiento. Creo que ya tenemos la confianza suficiente para tener ciertos tratos…
Esa pregunta me toma por sorpresa, sin embargo, a pesar de que generalmente los esclavos no tienen el derecho a hacerle preguntas a los magos, mucho menos a sus amos. Parpadeo, presa del momento de confusión y tengo que sacudir la cabeza para volver a acomodarme las ideas, tratando de recordar exactamente el día en el cual Sage llegó a mi vida. Yo era mucho más pequeña y papá no quería que vaya al mercado de esclavos, pero el vendedor ofreció hacer una selección especial para mí así no tenía que meterme entre celdas y caminos desagradables para alguien como yo. Y ahí estaba Sage, más bajito y con más cachetes y unos ojos demasiado grandes para su cara, además de un corte de pelo que lo hacía ver mucho más joven.
— Buuuueno. No lo sé — digo pensativamente, dándome unos golpecitos en la mejilla con uno de mis dedos, sintiendo la fría temperatura de mi propia piel — No quería a alguien muy viejo y tú parecías estar bien. Siempre me he entendido mejor con la gente cercana a mi edad y no quería una chica porque ya sabes, iba a despertarle celos de mis cosas y eso podía terminar mal. Eras la mejor opción — me muerdo la lengua antes de decir algo tonto como que no me arrepiento de haberlo escogido y le echo un vistazo rápido que me obliga a bajar la mirada hacia mi cámara. Jamás había considerado nada de esto y el decirlo en voz alta hace que carraspeé con fuerza y lo mire arrugando un poco el entrecejo — Tengo frío — miento en tono caprichoso y tuerzo un poco los labios en un suave puchero — Llévame dentro. Quiero chocolate caliente y un budín tibio. Ya he terminado aquí y no quiero terminar resfriada en cama, tengo eventos importantes que atender la semana que viene.
Esa pregunta me toma por sorpresa, sin embargo, a pesar de que generalmente los esclavos no tienen el derecho a hacerle preguntas a los magos, mucho menos a sus amos. Parpadeo, presa del momento de confusión y tengo que sacudir la cabeza para volver a acomodarme las ideas, tratando de recordar exactamente el día en el cual Sage llegó a mi vida. Yo era mucho más pequeña y papá no quería que vaya al mercado de esclavos, pero el vendedor ofreció hacer una selección especial para mí así no tenía que meterme entre celdas y caminos desagradables para alguien como yo. Y ahí estaba Sage, más bajito y con más cachetes y unos ojos demasiado grandes para su cara, además de un corte de pelo que lo hacía ver mucho más joven.
— Buuuueno. No lo sé — digo pensativamente, dándome unos golpecitos en la mejilla con uno de mis dedos, sintiendo la fría temperatura de mi propia piel — No quería a alguien muy viejo y tú parecías estar bien. Siempre me he entendido mejor con la gente cercana a mi edad y no quería una chica porque ya sabes, iba a despertarle celos de mis cosas y eso podía terminar mal. Eras la mejor opción — me muerdo la lengua antes de decir algo tonto como que no me arrepiento de haberlo escogido y le echo un vistazo rápido que me obliga a bajar la mirada hacia mi cámara. Jamás había considerado nada de esto y el decirlo en voz alta hace que carraspeé con fuerza y lo mire arrugando un poco el entrecejo — Tengo frío — miento en tono caprichoso y tuerzo un poco los labios en un suave puchero — Llévame dentro. Quiero chocolate caliente y un budín tibio. Ya he terminado aquí y no quiero terminar resfriada en cama, tengo eventos importantes que atender la semana que viene.
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Sigo pensando en que estoy viviendo una realidad alternativa o algo por el estilo; o al menos estoy queriendo convencerme de ello para saber que no he caído en la demencia, comido algún hongo alucinógeno por error en las cocinas, o que alguien ha suplantado a Hero usando poción multijugos. Me estremezco de tan solo pensar en esa opción porque de ser así, es mi deber informar a mis amos de mis sospechas, cosa que no quiero hacer porque perdería mi trabajo (si tenía suerte y era solo eso) tan siquiera de explicarle a la ministra el por qué creía que su hija había sido suplantada por medio de una poción.
Lo último que esperaba era que la pelirroja siquiera pensara en responderme, cuando ya de por sí me había tomado demasiadas libertades preguntando. ¿No me había dicho segundos atrás que deberíamos "poner límites"? Al menos su respuesta es más cercano a lo que estoy acostumbrado a tratar, y no se si alegrarme o no por el hecho de que la muchacha volviera a ser la misma niña mimada y egocéntrica que conocía.
Evitando por todos los medios suspirar con alivio cuando desea volver, no tardo en asentir. Órdenes, esas sí podía manejarlas sin problema alguno; y si le ponía un poco más de esmero al budín para que quedase esponjoso, jamás admitiría que fuese porque en cierta forma, los cumplidos de la pelirroja me hubiesen caído bien.
Lo último que esperaba era que la pelirroja siquiera pensara en responderme, cuando ya de por sí me había tomado demasiadas libertades preguntando. ¿No me había dicho segundos atrás que deberíamos "poner límites"? Al menos su respuesta es más cercano a lo que estoy acostumbrado a tratar, y no se si alegrarme o no por el hecho de que la muchacha volviera a ser la misma niña mimada y egocéntrica que conocía.
Evitando por todos los medios suspirar con alivio cuando desea volver, no tardo en asentir. Órdenes, esas sí podía manejarlas sin problema alguno; y si le ponía un poco más de esmero al budín para que quedase esponjoso, jamás admitiría que fuese porque en cierta forma, los cumplidos de la pelirroja me hubiesen caído bien.
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