OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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El olor salado inunda mis fosas nasales en cuanto aparezco en el centro del Distrito 4 gracias a uno de los trasladores que había a la salida del estadio. Ese olor que tanto caracteriza al 4 se va acrecentando conforme voy adentrándome hacia la zona marítima. No es que huela demasiado y agobie, pero acostumbrado a vivir en la periferia de NeoPanem, entre campos y bosques, lo noto demasiado. Es un olor familiar porque no es la primera vez que vengo, pero sí que hacía años que no me acercaba ni siquiera al centro del país. Al principio, cuando huimos del Distrito 3, veníamos más veces, pero conforme los años fueron pasando, dejamos de hacerlo porque suponía un riesgo. Incluso durante un tiempo solo veníamos Chloe y yo acompañados de Agatha, como si fuera nuestra esclava y nosotros unos niños que estaban de visita. Nosotros crecíamos y cambiábamos, pero nuestros padres seguían con esos rostros tan reconocidos, solo que con unas cuantas arrugas más. La única razón por la que veníamos era para hacer alguna visita a nuestra tía, a mi madrina. Sí, esa hermana que mi madre ni siquiera supo que existía hasta hace dieciséis años. Un tanto irónico teniendo en cuenta que por entonces "trabajaban" juntas, y digo "trabajaban" porque ser mentoras debía de ser más bien una tortura.
No sé muy bien cuántas horas paso en la playa, y aunque cualquiera pensaría que estoy loco por estar ahí casi en invierno, a mí me resulta agradable. Menos cuando empiezo a notar los dedos entumecidos por el frío, que es cuando acabo yéndome en dirección a casa de Arianne. A pesar de que hace años que no vengo y que nunca lo había hecho solo, consigo recordar el camino a la perfección, y una vez estoy frente a la puerta de su casa, intento pensar cómo contarle todo lo que ha pasado en estos últimos meses. Para empezar, no sabe ni que mis padres se han marchado en busca de un distrito que dudo que exista y que seguramente sean cuentos estúpidos.
Al final acabo actuando por impulso y golpeo la puerta con el puño, pero como no estoy muy seguro de que lo haya oído porque no sé si he golpeado flojo, pico al timbre. El tiempo que tarda en abrir la puerta se me hace eterno, y en cuanto veo asomar la cabellera rubia, me lanzo contra ella para abrazarla. Llevo tres meses intentando hacerme el fuerte delante de mi hermana y hacer ver que no pasa nada, que nuestros padres volverán en seguida y que Rhea nos cuidará hasta entonces, pero no es algo que crea de verdad. No sé si algún día volverán, y estoy harto de vivir entre desconocidos por mucho que agradezca que nos den un techo donde dormir y comida para llevarnos a la boca cada día. — Astrid y André se han ido — digo, todavía abrazándola. Empiezo a hablar de manera rápida y sin sentido para ponerla al día, un poco abrumado. — ¿Podemos ir dentro? — pregunto una vez me he separado de ella. Hay demasiadas cosas que tengo que contarle, porque ya no es solo lo de mis padres, sino lo que pasó anoche en aquella estúpida gala benéfica. Probablemente me dirá de todo cuando sepa que nos pusimos en peligro al ir, pero me da igual ya.
No sé muy bien cuántas horas paso en la playa, y aunque cualquiera pensaría que estoy loco por estar ahí casi en invierno, a mí me resulta agradable. Menos cuando empiezo a notar los dedos entumecidos por el frío, que es cuando acabo yéndome en dirección a casa de Arianne. A pesar de que hace años que no vengo y que nunca lo había hecho solo, consigo recordar el camino a la perfección, y una vez estoy frente a la puerta de su casa, intento pensar cómo contarle todo lo que ha pasado en estos últimos meses. Para empezar, no sabe ni que mis padres se han marchado en busca de un distrito que dudo que exista y que seguramente sean cuentos estúpidos.
Al final acabo actuando por impulso y golpeo la puerta con el puño, pero como no estoy muy seguro de que lo haya oído porque no sé si he golpeado flojo, pico al timbre. El tiempo que tarda en abrir la puerta se me hace eterno, y en cuanto veo asomar la cabellera rubia, me lanzo contra ella para abrazarla. Llevo tres meses intentando hacerme el fuerte delante de mi hermana y hacer ver que no pasa nada, que nuestros padres volverán en seguida y que Rhea nos cuidará hasta entonces, pero no es algo que crea de verdad. No sé si algún día volverán, y estoy harto de vivir entre desconocidos por mucho que agradezca que nos den un techo donde dormir y comida para llevarnos a la boca cada día. — Astrid y André se han ido — digo, todavía abrazándola. Empiezo a hablar de manera rápida y sin sentido para ponerla al día, un poco abrumado. — ¿Podemos ir dentro? — pregunto una vez me he separado de ella. Hay demasiadas cosas que tengo que contarle, porque ya no es solo lo de mis padres, sino lo que pasó anoche en aquella estúpida gala benéfica. Probablemente me dirá de todo cuando sepa que nos pusimos en peligro al ir, pero me da igual ya.
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Realmente se encontraba indispuesta, no era su día se mirara por donde se mirara. El sol estaba bastante alto cuando sus azules ojos se abrieron, sintiéndose abrumada en el mismo momento en el que la luz se atrevió a enfrentar su cansada mirada, su boca se sentía seca y había ropa tirada por en medio de la habitación, como si alguien hubiera estado rebuscando algo desesperadamente en mitad de la noche. Gruñó por lo bajo, tapándose el rostro con el antebrazo derecho antes de conseguir incorporarse; el mundo giró a su alrededor por unos instantes en los que se desorientó por completo y no fue capaz de mantenerse en aquella postura, dejándose caer sobre la cama y presionando los extremos de la almohada contra su rostro.
Hacía tiempo que no se encontraba de tal modo, le costaba resfriarse o encontrarse mal, pero, sin duda, todos los síntomas habían aprovechado el momento y atacado al unísono. ¿Lo peor de aquello? No tenía la menor idea de si su madre habría guardado alguna poción en su casa ya que estaba segura de que ella misma ni las había adquirido ni las había elaborado. Suficientes cosas tenía en la cabeza como para perder el tiempo con aquello. Ni siquiera había sido capaz de aprovisionarse con algunas hierbas cuando fue a comprar los elementos de la lista de Benedict. Definición de desastre absoluto. Cerró las ventanas de casa, dejando todo en penumbra para que la luz no le molestara a la vista, dejándose caer sobre el sofá del comedor y volviendo a cerrar los ojos durante un tiempo que en su cabeza pasó como unos escasos segundos pero que, en realidad, distaba mucho del tiempo real que transcurrió en su descanso. Por suerte no tenía que ir a trabajar o habría sido un verdadero problema de día, o al menos lo habría sido mucho más de lo que lo estaba siendo.
El estridente sonido del timbre la sacó de sus efímeras cavilaciones, provocando que intentara levantarse del sofá con cierta dificultad y arrastrara los pies hasta la puerta, no cerciorándose de quien se encontraba al otro lado hasta que abrió la puerta con las mismas ropas que había escogido aleatoriamente la noche anterior y el cabello ligeramente desordenado. El repentino ‘ataque’ la dejó fuera de juego. Sus ojos se abrieron como platos, ni tiempo había tenido de soltar el picaporte de la puerta cuando, de súbito, la abrazaron consiguiendo que retrocediera un par de pasos hacia el interior de la casa con el joven abrazada a él. El otras circunstancias, quizás también con otras personas también, lo habría separado al instante dándole igual sus propias capacidades del momento, pero no fue así ya que se quedó completamente inmóvil y en blanco, bajando la mirada hacia la castaña cabellera de Kyle. —¿Qué?— articuló sin entender absolutamente nada. Deslizó las manos, queriendo separarlo de ella pero haciéndolo él mismo por voluntad propia. Paladeó un par de veces, frunciendo el ceño tanto que parecía que había sido tatuado entre sus cejas.
Colocó con cuidado la mano tras la espalda del joven, empujándolo ligeramente para que entrara a la oscura vivienda y ella pudiera cerrar la puerta. No tenía ni la menor idea de lo que estaba pasando, su mente estaba tan adolorida y adormecida que, por el momento, ni siquiera se había percatado de la apariencia de su ahijado y, tampoco, del hecho de que no estaba junto a sus padres en aquel momento.
Hacía tiempo que no se encontraba de tal modo, le costaba resfriarse o encontrarse mal, pero, sin duda, todos los síntomas habían aprovechado el momento y atacado al unísono. ¿Lo peor de aquello? No tenía la menor idea de si su madre habría guardado alguna poción en su casa ya que estaba segura de que ella misma ni las había adquirido ni las había elaborado. Suficientes cosas tenía en la cabeza como para perder el tiempo con aquello. Ni siquiera había sido capaz de aprovisionarse con algunas hierbas cuando fue a comprar los elementos de la lista de Benedict. Definición de desastre absoluto. Cerró las ventanas de casa, dejando todo en penumbra para que la luz no le molestara a la vista, dejándose caer sobre el sofá del comedor y volviendo a cerrar los ojos durante un tiempo que en su cabeza pasó como unos escasos segundos pero que, en realidad, distaba mucho del tiempo real que transcurrió en su descanso. Por suerte no tenía que ir a trabajar o habría sido un verdadero problema de día, o al menos lo habría sido mucho más de lo que lo estaba siendo.
El estridente sonido del timbre la sacó de sus efímeras cavilaciones, provocando que intentara levantarse del sofá con cierta dificultad y arrastrara los pies hasta la puerta, no cerciorándose de quien se encontraba al otro lado hasta que abrió la puerta con las mismas ropas que había escogido aleatoriamente la noche anterior y el cabello ligeramente desordenado. El repentino ‘ataque’ la dejó fuera de juego. Sus ojos se abrieron como platos, ni tiempo había tenido de soltar el picaporte de la puerta cuando, de súbito, la abrazaron consiguiendo que retrocediera un par de pasos hacia el interior de la casa con el joven abrazada a él. El otras circunstancias, quizás también con otras personas también, lo habría separado al instante dándole igual sus propias capacidades del momento, pero no fue así ya que se quedó completamente inmóvil y en blanco, bajando la mirada hacia la castaña cabellera de Kyle. —¿Qué?— articuló sin entender absolutamente nada. Deslizó las manos, queriendo separarlo de ella pero haciéndolo él mismo por voluntad propia. Paladeó un par de veces, frunciendo el ceño tanto que parecía que había sido tatuado entre sus cejas.
Colocó con cuidado la mano tras la espalda del joven, empujándolo ligeramente para que entrara a la oscura vivienda y ella pudiera cerrar la puerta. No tenía ni la menor idea de lo que estaba pasando, su mente estaba tan adolorida y adormecida que, por el momento, ni siquiera se había percatado de la apariencia de su ahijado y, tampoco, del hecho de que no estaba junto a sus padres en aquel momento.
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Me dejo arrastrar por Arianne al interior de la vivienda, y nada más cerrar ella la puerta, trato de volver a ponerla en situación. Y digo que lo intento porque acaba siendo un desastre, y la mitad del tiempo lo empleo en hacer gestos estúpidos con las manos, intentando explicarle mejor todo lo que ha pasado. Siempre he sido muy expresivo cuando hablo, así que creo que debe de ser bastante obvio que estoy de todo menos tranquilo ahora mismo. — Astrid y André se fueron hace unos meses para buscar el Distrito 14 y nos dejaron a Chloe y a mí en el 11 — consigo decir después de un buen rato. Estoy cansado después de todo lo que pasó anoche, así que me tomo la libertad de ir hasta el salón y dejarme caer en el sofá. Ayer me tiré horas corriendo de un lado a otro, intentando permanecer vivo a la misma vez que buscaba a mi melliza entre tanto cadáver y locos que querían matarnos por gusto. — Se fueron con Agatha y no hemos vuelto a saber nada de ellos. — Todavía me sigue pareciendo estúpido que decidieran que nuestra hermana adoptiva sí que pudiera acompañarles, pero que a nosotros debían dejarnos "por nuestra propia seguridad". Bueno, en realidad todo es estúpido porque probablemente ese Distrito 14 ni siquiera exista y solo sean cuentos creados para dar esperanza a la gente; una esperanza que luego no servirá de nada porque seguiremos viviendo igual de mal.
El otro tema que quiero abordar tampoco sé muy bien cómo hacerlo porque... en fin, ¿cómo le dices a alguien, especialmente si es de tu familia, que casi te matan anoche porque te metiste en un lío que te queda demasiado grande? No sé qué opinará de eso y, para empezar, ni siquiera sé si se habrá enterado. Si hiciera más horas imaginaría que sí, básicamente por cuál es su profesión, pero es que solamente han pasado poco más de doce horas. — ¿Te has enterado del atentado terrorista que hubo anoche en la gala benéfica? — Supongo que lo mejor en situaciones como esta es preguntar directamente. — Bueno, digamos que... Chloe y yo acabamos ahí por accidente. — En realidad no fue un accidente porque tuve la gran y genial idea de seguir a Rhea para ver a dónde narices iba, pues ya estaba cansado de que siempre intentara dejarnos al margen. Por otra parte, hay muchos detalles que mi tía y madrina no conoce, como que hemos estado viviendo con un grupo de repudiados estos últimos meses, gente que algunos llamarían terroristas.
El otro tema que quiero abordar tampoco sé muy bien cómo hacerlo porque... en fin, ¿cómo le dices a alguien, especialmente si es de tu familia, que casi te matan anoche porque te metiste en un lío que te queda demasiado grande? No sé qué opinará de eso y, para empezar, ni siquiera sé si se habrá enterado. Si hiciera más horas imaginaría que sí, básicamente por cuál es su profesión, pero es que solamente han pasado poco más de doce horas. — ¿Te has enterado del atentado terrorista que hubo anoche en la gala benéfica? — Supongo que lo mejor en situaciones como esta es preguntar directamente. — Bueno, digamos que... Chloe y yo acabamos ahí por accidente. — En realidad no fue un accidente porque tuve la gran y genial idea de seguir a Rhea para ver a dónde narices iba, pues ya estaba cansado de que siempre intentara dejarnos al margen. Por otra parte, hay muchos detalles que mi tía y madrina no conoce, como que hemos estado viviendo con un grupo de repudiados estos últimos meses, gente que algunos llamarían terroristas.
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Estaba perdiéndose parte de la historia, pero su cabeza no estaba lo suficientemente centrada como para percatarse de ello; no al menos al ciento por ciento. Frunció el ceño, enredando los dedos de su diestra en el enmarañado cabello rubio al que no le había dedicado ni un segundo de su tiempo desde que se despertó, o quizás fue desde la noche anterior cuando se duchó, no estaba del todo segura de aquello. Su mente divagaba en pequeñeces como aquella cuando fue sorprendida. —¿Qué tu madre ha hecho qué?— inquirió como una autómata. —¿Qué estás diciendo?— continuó cuestionando sin poder esconder la sorpresa tanto en sus palabras como en sus gestos.
Había sido como una bofetada que aisló su dolor de cabeza, su cansancio y los hilarantes pensamientos que vagaban por su mente, consiguiendo atraer por completo la atención de una rubia que sentía como taladraban su cerebro pero silenciaba el ruido con los fuertes gritos que ahora profería su raciocinio. Pensaba que sería del todo sorprendente, pero no lo eran. Sus palabras solo eran un suma y sigue la que aturdía y conseguía que no pudiera enfocar su mente. Quizás no era la persona más atenta del país, pero cuando se trataba de asuntos serios se convertía en alguien totalmente diferente. Y aquel lo era. Pero mucho más lo siguiente de lo que la ‘informó’. Se giró, apoyando las manos sobre el respaldo del sofá, observando a su ahijado hablar desde el sillón que había frente a donde ella se encontraba. Su rostro se petrificó, incapaz de hablar solo abrió los ojos un poco más y sus dedos se crisparon en torno a la tela que recubría el sofá.
Su hermana había desaparecido junto a su marido y su hija adoptiva para buscar un distrito del que nadie conocía su paradero, había dejado a sus hijos atrás, la noche anterior aconteció un atentado en la gala benéfica, ¡y sus dos sobrinos estuvieron allí! ¿Qué tipo de broma pesada era aquella? —¡Nadie acaba en algo así por accidente!— sin poder contener sus palabras se alteró, su voz se elevó tres octavas de su tono habitual y sus manos siguieron apresando la tela. —¿Se puede saber por qué demonios no vinisteis aquí cuando Astrid se fue?— continuó —¿Acaso nadie en ésta familia tiene dos dedos de frente? ¿Nadie piensa?— siguió diciendo, esta vez más para sí misma que para que Kyle le contestara. Giró sobre sí misma, frotándose el rostro con ambas manos y percatándose entonces de algo más. —¿Dónde está Chloe?— preguntó de súbito notando como el corazón se elevaba hasta alcanzar su garganta.
Había sido como una bofetada que aisló su dolor de cabeza, su cansancio y los hilarantes pensamientos que vagaban por su mente, consiguiendo atraer por completo la atención de una rubia que sentía como taladraban su cerebro pero silenciaba el ruido con los fuertes gritos que ahora profería su raciocinio. Pensaba que sería del todo sorprendente, pero no lo eran. Sus palabras solo eran un suma y sigue la que aturdía y conseguía que no pudiera enfocar su mente. Quizás no era la persona más atenta del país, pero cuando se trataba de asuntos serios se convertía en alguien totalmente diferente. Y aquel lo era. Pero mucho más lo siguiente de lo que la ‘informó’. Se giró, apoyando las manos sobre el respaldo del sofá, observando a su ahijado hablar desde el sillón que había frente a donde ella se encontraba. Su rostro se petrificó, incapaz de hablar solo abrió los ojos un poco más y sus dedos se crisparon en torno a la tela que recubría el sofá.
Su hermana había desaparecido junto a su marido y su hija adoptiva para buscar un distrito del que nadie conocía su paradero, había dejado a sus hijos atrás, la noche anterior aconteció un atentado en la gala benéfica, ¡y sus dos sobrinos estuvieron allí! ¿Qué tipo de broma pesada era aquella? —¡Nadie acaba en algo así por accidente!— sin poder contener sus palabras se alteró, su voz se elevó tres octavas de su tono habitual y sus manos siguieron apresando la tela. —¿Se puede saber por qué demonios no vinisteis aquí cuando Astrid se fue?— continuó —¿Acaso nadie en ésta familia tiene dos dedos de frente? ¿Nadie piensa?— siguió diciendo, esta vez más para sí misma que para que Kyle le contestara. Giró sobre sí misma, frotándose el rostro con ambas manos y percatándose entonces de algo más. —¿Dónde está Chloe?— preguntó de súbito notando como el corazón se elevaba hasta alcanzar su garganta.
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Mi tía me avasalla a preguntas y, por un instante, me siento mareado porque ni siquiera yo mismo termino de comprender por qué mis padres decidieron marcharse en busca de un distrito estúpido que nadie sabe si existe. Así que antes de intentar explicarle exactamente todo lo que nos ha pasado este último año, echo la cabeza hacia atrás y suelto un suspiro con el aire que había estado reteniendo inconscientemente. — No sé por qué se fueron — suelto. En realidad sí que lo sé, pero lo que pasa es que no lo entiendo. — Quiero decir que no entiendo por qué no nos dejaron irnos con ellos. ¿Y si nos hubieran encontrado los aurores? ¡Chloe quería venir a vivir contigo! Pero mamá tampoco le dejó porque decía que era ponerte en riesgo a ti también y que no quería meterte en un lío. — Claro que yo también hubiera preferido vivir con mi tía y madrina antes que seguir tirando en un bosque de la periferia, congelándome de frío, pero comprendía que era meter a nuestra tía en problemas, especialmente por su trabajo. Sin embargo, eso mismo acabo de hacer yo al venir aquí. ¿Pero qué remedio me quedaba? Estoy harto de vivir escondido, sin poder hablar con nadie de mi familia excepto con mi melliza. — Siento si estar aquí te perjudica.
— ¡No fue queriendo! — suelto. — Pensábamos que sería alguna reunión secreta y que quizá podríamos encontrar información de mamá y papá, pero luego se convirtió en esa masacre — continúo en un tono de voz más calmado. Explicar dónde está mi hermana es sencillo, pero duro. Sé que está a salvo porque se fue con adultos que la cuidarían en el camino de vuelta al 11, pero eso no quita que me sienta mal por no haber dejado que me acompañara. — Está de vuelta en nuestra casa... si es que se la puede llamar así. — Más bien es una choza con la madera podrida y donde el frío entra por todas partes, pero qué se le va a hacer. — ¿Tú qué crees, tía Ari? ¿Piensas que el 14 existe o que son cuentos de vieja? — Yo ya no sé qué pensar. Siempre he pensado que ese distrito es una mentira que se inventaron para hacer creer a la gente que hay esperanza, que no pierdan la fe. De hecho, puede ser hasta una manera de calmar a las masas, de hacer que se queden tranquilos mientras esperan algo que nunca llegará. Sin embargo, necesito creer que es real porque si no lo es, significaría que mis padres y mi hermana mayor se fueron en busca de algo inexistente y que ni siquiera sé si los volveré a ver, o qué ha sido de ellos.
— ¡No fue queriendo! — suelto. — Pensábamos que sería alguna reunión secreta y que quizá podríamos encontrar información de mamá y papá, pero luego se convirtió en esa masacre — continúo en un tono de voz más calmado. Explicar dónde está mi hermana es sencillo, pero duro. Sé que está a salvo porque se fue con adultos que la cuidarían en el camino de vuelta al 11, pero eso no quita que me sienta mal por no haber dejado que me acompañara. — Está de vuelta en nuestra casa... si es que se la puede llamar así. — Más bien es una choza con la madera podrida y donde el frío entra por todas partes, pero qué se le va a hacer. — ¿Tú qué crees, tía Ari? ¿Piensas que el 14 existe o que son cuentos de vieja? — Yo ya no sé qué pensar. Siempre he pensado que ese distrito es una mentira que se inventaron para hacer creer a la gente que hay esperanza, que no pierdan la fe. De hecho, puede ser hasta una manera de calmar a las masas, de hacer que se queden tranquilos mientras esperan algo que nunca llegará. Sin embargo, necesito creer que es real porque si no lo es, significaría que mis padres y mi hermana mayor se fueron en busca de algo inexistente y que ni siquiera sé si los volveré a ver, o qué ha sido de ellos.
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En algún momento de la conversación se había perdido por completo porque, ¿cómo demonios había sucedido todo aquello en su vida y no se había dado cuenta? Ni siquiera tenía la menor idea de lo que estaba sucediendo con Astrid, mucho menos el hecho de que sus sobrinos se habían quedado completamente solos y nadie, siquiera, se había parado un segundo a pensar en intentar contactar con ella. ¿Acaso era el último recurso? Sabía que, quizás, en cierta parte era su culpa por no haber estado pendiente, pero era algo completamente fuera de lugar e inimaginable lo mirara desde la perspectiva que lo hiciera. Carecía de sentido, no podía encontrárselo.
El martilleo se intensificaba, casi podía sentir como la masa gris chocaba contra las paredes de su cráneo. Cerró los ojos con fuerza, apunto de entrar en estado de histeria. —Voy a matar a tu madre— fue lo único que dijo. También mataría a André, pero primero sería Astrid por haberse comportado exactamente igual que la mujer que las abandonó a ellas cuando solo eran bebés. Y, aún más, por haberse rehusado a dejarlos con ella. Tenía una alternativa y prefirió dejar a sus hijos corriendo a saber qué tipo de peligros. Llevó las manos hacia sus sienes, masajeándolas para aclarar sus pensamientos y, por qué no, el mirar que comenzaba a nublársele junto al juicio. —¿Ponerme en riesgo? Vosotros no sois responsables de las estupideces que cruzan su mente, ¿por qué demonios pensó esa gilipollez?— volvió a alzar la voz, usando incluso palabras que hacía años habían desaparecido de su vocabulario.
Alzó ambas manos, tratando de serenarse y no gritarle a él por algo que habían hecho sus padres; aunque no le quitaba parte de culpa en absoluto. Se colocó frente al sillón, dejándose caer como si de un peso muerto se tratara. ¿Por qué solo podía pensar en romper cosas? Volvió a masajear sus sienes, arqueando la mirada en su dirección. Era una locura. Todo le tenía que suceder a ella, de un modo u otro siempre acababa sucediendo algo a su alrededor. Su cabeza dolía con fuerza y se encontraba demasiado mal como para intentar consolarlo ya que no podía pensar en nada con claridad. Ni siquiera se percataba de los detalles hasta minutos después. Espera, ¿un atentado la noche anterior? ¿Una reunión secreta? De qué estaba hablando. Soltó un quejido, cerrando los ojos con fuerza. —Dios mío, creo que me vas a matar— consiguió mascullar volviendo a abrir los ojos. Seguro estaban durmiendo en algún sitio de mala muerte rodeados de indigentes o delincuentes, ¡sus sobrinos estaban durmiendo en un lugar como aquel!
Tía Ari. Ahora sí era la tía Ari. Tomó una amplia bocanada de aire, aunque ni siquiera la mitad de éste consiguió llegar hasta sus pulmones sino que la terminó ahogando y provocando que tosiera. Qué clase de ideas tenía su sobrino metido en la cabeza como para que le peguntara aquello cuando ella estaba a punto de sufrir un ataque de nervios. —Oh, te aseguro que si existe iré allí, cogeré a tu madre del pelo y la arrastraré todo el camino hasta aquí— respondió con total brusquedad.
El martilleo se intensificaba, casi podía sentir como la masa gris chocaba contra las paredes de su cráneo. Cerró los ojos con fuerza, apunto de entrar en estado de histeria. —Voy a matar a tu madre— fue lo único que dijo. También mataría a André, pero primero sería Astrid por haberse comportado exactamente igual que la mujer que las abandonó a ellas cuando solo eran bebés. Y, aún más, por haberse rehusado a dejarlos con ella. Tenía una alternativa y prefirió dejar a sus hijos corriendo a saber qué tipo de peligros. Llevó las manos hacia sus sienes, masajeándolas para aclarar sus pensamientos y, por qué no, el mirar que comenzaba a nublársele junto al juicio. —¿Ponerme en riesgo? Vosotros no sois responsables de las estupideces que cruzan su mente, ¿por qué demonios pensó esa gilipollez?— volvió a alzar la voz, usando incluso palabras que hacía años habían desaparecido de su vocabulario.
Alzó ambas manos, tratando de serenarse y no gritarle a él por algo que habían hecho sus padres; aunque no le quitaba parte de culpa en absoluto. Se colocó frente al sillón, dejándose caer como si de un peso muerto se tratara. ¿Por qué solo podía pensar en romper cosas? Volvió a masajear sus sienes, arqueando la mirada en su dirección. Era una locura. Todo le tenía que suceder a ella, de un modo u otro siempre acababa sucediendo algo a su alrededor. Su cabeza dolía con fuerza y se encontraba demasiado mal como para intentar consolarlo ya que no podía pensar en nada con claridad. Ni siquiera se percataba de los detalles hasta minutos después. Espera, ¿un atentado la noche anterior? ¿Una reunión secreta? De qué estaba hablando. Soltó un quejido, cerrando los ojos con fuerza. —Dios mío, creo que me vas a matar— consiguió mascullar volviendo a abrir los ojos. Seguro estaban durmiendo en algún sitio de mala muerte rodeados de indigentes o delincuentes, ¡sus sobrinos estaban durmiendo en un lugar como aquel!
Tía Ari. Ahora sí era la tía Ari. Tomó una amplia bocanada de aire, aunque ni siquiera la mitad de éste consiguió llegar hasta sus pulmones sino que la terminó ahogando y provocando que tosiera. Qué clase de ideas tenía su sobrino metido en la cabeza como para que le peguntara aquello cuando ella estaba a punto de sufrir un ataque de nervios. —Oh, te aseguro que si existe iré allí, cogeré a tu madre del pelo y la arrastraré todo el camino hasta aquí— respondió con total brusquedad.
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Que diga que va a matar a mi progenitora no me sorprende para nada. De hecho, y siendo absolutamente sincero, ganas no me faltaron de liarla cuando mis padres decidieron irse con Agatha y dejarnos tirados. Y sí, puede que a veces comprenda un poco, pero muy poco, sus razones, pero sigo sin perdonarles que no nos dejaran irnos con ellos. O visto lo visto, haber avisado como mínimo a Arianne, que para algo es la única tía, y familiar en sí, que tenemos. — Decía que si te pillaban te condenarían por acoger a traidores, y más teniendo el trabajo que tienes. — En realidad nunca he comprendido del todo por qué trabaja para un Gobierno que repudia a gente como Agatha, su sobrina aunque a ojos del resto no sea nada nuestro legalmente hablando. Pero bueno, es algo en lo que no me quiero meter porque supongo que tendrá sus propias razones, dejando de lado temas de ideales políticos.
Creo que esta vez soy yo quien la avasalla a ella a preguntas, y durante unos eternos segundos, me quedo mirándola fijamente, prácticamente sin pestañear ni una vez, mientras miro cómo se deja caer en el otro sillón, nerviosa. Sé que mis padres dirían que soy un irresponsable por venir aquí sabiendo el apellido que tengo y que soy un fugitivo, pero sigo teniendo quince años y necesitando a mi familia en mi vida. Y ahora mismo la única persona a la que puedo acudir es Arianne, aunque eso signifique problemas para los dos en vez de solo para mí. Es por eso mismo por lo que al final acabo reaccionando: me levanto, rodeo su sillón, y le doy un abrazo por detrás de este, apoyando ligeramente mi barbilla en su hombro derecho.
No sé cuánto rato permanezco así, pero al final, me aparto y vuelvo a sentarme en el sillón en el que estaba, esperando haber conseguido suavizar un poco el ambiente, por complicado que pueda ser. — ¿Puedo quedarme unos días contigo? Están vigilando mucho los límites de los distritos y quiero esperar a que la cosa se calme un poco antes de tener que irme. — Porque por mucho que quiera, no puedo quedarme aquí para siempre. Llegará el día en el que quizá vayan casa por casa buscando a los culpables del atentado, y aunque yo no fuera más que otra víctima, mi apellido me condena ya por sí solo. Eso y que tampoco aparezco en los registros como un civil desde hace casi ocho años. Pero bueno, llevo media vida huyendo de la justicia, así que supongo que llegará un momento en el que me acostumbre a esta vida de una vez por todas.
Creo que esta vez soy yo quien la avasalla a ella a preguntas, y durante unos eternos segundos, me quedo mirándola fijamente, prácticamente sin pestañear ni una vez, mientras miro cómo se deja caer en el otro sillón, nerviosa. Sé que mis padres dirían que soy un irresponsable por venir aquí sabiendo el apellido que tengo y que soy un fugitivo, pero sigo teniendo quince años y necesitando a mi familia en mi vida. Y ahora mismo la única persona a la que puedo acudir es Arianne, aunque eso signifique problemas para los dos en vez de solo para mí. Es por eso mismo por lo que al final acabo reaccionando: me levanto, rodeo su sillón, y le doy un abrazo por detrás de este, apoyando ligeramente mi barbilla en su hombro derecho.
No sé cuánto rato permanezco así, pero al final, me aparto y vuelvo a sentarme en el sillón en el que estaba, esperando haber conseguido suavizar un poco el ambiente, por complicado que pueda ser. — ¿Puedo quedarme unos días contigo? Están vigilando mucho los límites de los distritos y quiero esperar a que la cosa se calme un poco antes de tener que irme. — Porque por mucho que quiera, no puedo quedarme aquí para siempre. Llegará el día en el que quizá vayan casa por casa buscando a los culpables del atentado, y aunque yo no fuera más que otra víctima, mi apellido me condena ya por sí solo. Eso y que tampoco aparezco en los registros como un civil desde hace casi ocho años. Pero bueno, llevo media vida huyendo de la justicia, así que supongo que llegará un momento en el que me acostumbre a esta vida de una vez por todas.
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Su vida era un caos se mirara por donde se hiciera. No tenía ni la menor idea de lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Es decir, ¿cómo era posible que trabajara para el Gobierno pero no hubiera tenido la menor idea de lo sucedido con su familia? Su dolor de cabeza se intensificaba con cada segundo que transcurría, mucho más si se le sumaban las declaraciones de su ahijado. Los demás seguían tomando decisiones por ella, no teniendo en cuanta su opinión o el hecho de su podría hacer algo; simplemente la excluían y luego le explotaba en toda la cara cuando menos se lo esperaba. Como estaba sucediendo.
Apoyó la cabeza contra el sofá, cerrando los ojos y tratando de recuperar un ritmo cardíaco que no pudiera matarla de un infarto, pero fue todo lo contrario cuando Kyle pasó los brazos por la parte trasera del sillón y la abrazó. La tensión se apoderó, si es que podía más, de su cuerpo y su corazón pasó de latir acelerado a detenerse. Permaneció inmóvil, sin mediar palabra alguna, durante el tiempo que éste quiso estar en aquella postura. Cediendo a él pero no sintiéndose cómoda en absoluto. Detestaba que la tocaran, y aún más si era de una manera sorpresiva como aquella.
Sus dedos se crisparon en torno a los brazos del sillón. El distrito 14 estaba apareciendo demasiado en su vida. Estaba harta de que todo estuviera girando, de unos meses hasta ahora, en torno a éste. Masajeó sus sienes, llevó las manos al puente de su nariz, luego rascó la parte posterior de su cabeza, tratando de moldear su desordenado cabello cuando terminó de hacer aquel extraño ritual. Asintió con la cabeza. La mera pregunta le parecía absurda hasta decir basta. —Quiero que traigas a Chloe contigo.— pronunció de súbito. —Si estás conmigo nadie te preguntará quién eres, así que no me importa donde tenga que ir para traer a tu hermana aquí también.— sus palabras no sonaban como una amable petición sino, más bien, como una sentencia que no aceptaba recurso alguno contra ella.
Apoyó la cabeza contra el sofá, cerrando los ojos y tratando de recuperar un ritmo cardíaco que no pudiera matarla de un infarto, pero fue todo lo contrario cuando Kyle pasó los brazos por la parte trasera del sillón y la abrazó. La tensión se apoderó, si es que podía más, de su cuerpo y su corazón pasó de latir acelerado a detenerse. Permaneció inmóvil, sin mediar palabra alguna, durante el tiempo que éste quiso estar en aquella postura. Cediendo a él pero no sintiéndose cómoda en absoluto. Detestaba que la tocaran, y aún más si era de una manera sorpresiva como aquella.
Sus dedos se crisparon en torno a los brazos del sillón. El distrito 14 estaba apareciendo demasiado en su vida. Estaba harta de que todo estuviera girando, de unos meses hasta ahora, en torno a éste. Masajeó sus sienes, llevó las manos al puente de su nariz, luego rascó la parte posterior de su cabeza, tratando de moldear su desordenado cabello cuando terminó de hacer aquel extraño ritual. Asintió con la cabeza. La mera pregunta le parecía absurda hasta decir basta. —Quiero que traigas a Chloe contigo.— pronunció de súbito. —Si estás conmigo nadie te preguntará quién eres, así que no me importa donde tenga que ir para traer a tu hermana aquí también.— sus palabras no sonaban como una amable petición sino, más bien, como una sentencia que no aceptaba recurso alguno contra ella.
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Ni siquiera me percato de la tensión de mi tía mientras le abrazo; estaba tan necesitado de calor humano, de alguien de mi familia concretamente, después de la tensión de las últimas horas, que ni soy consciente de lo que sucede a mi alrededor. Puede que a veces actúe, o que al menos intente hacerlo, como si fuese más mayor de lo que realmente soy porque tengo que proteger a Chloe y dar ejemplo de confianza, pero sigo siendo un crío. Somos mellizos, sí, pero siempre he creído que era mi responsabilidad cuidarla. Mamá y papá siempre nos han dado todo el cariño que han podido, y aunque no tengo queja, todos sabemos que siempre estaban más pendientes de que Agatha estuviera bien. Incluso cuando nuestra hermana era mayor, siempre estaba la preocupación de lo que podría pasarle por el simple hecho de no tener sangre mágica.
No puedo evitar separarme bruscamente cuando me nombra a mi hermana melliza, y aunque tiene todo el sentido del mundo, la simple idea de volver a poner un pie ahí fuera me aterroriza. Durante unos segundos me quedo mirando a la nada fijamente, sin saber muy bien qué decir, hasta que finalmente suelto un suspiro antes de responder: — Está bien, tía Ari. — Me muevo hasta quedar frente a ella, en un intento de sonar seguro de mí mismo porque lo que voy a soltar lo requiere, sobre todo porque sé que me va a llevar la contraria. — Pero tengo que ir yo solo. Si te ven por la periferia, podrán sospechar de ti tanto el Gobierno como otros repudiados, y a mí los de la zona ya me conocen — añado, omitiendo la parte de que yo sé moverme mejor por ahí y que ir con ella seguramente solo me retrasará. — Pero dame unos días para reponerme, por favor. — No lo pido como un favor, sino más bien como una súplica.
Sé que no le hará gracia y que se negará, pero no puedo arriesgar a que el único adulto de la familia que queda se ponga en peligro por nosotros. Y si se niega, pues me iré yo solo a por Chloe antes de que sé dé cuenta y volveremos los dos juntos, aunque eso signifique estar castigado de por vida.
No puedo evitar separarme bruscamente cuando me nombra a mi hermana melliza, y aunque tiene todo el sentido del mundo, la simple idea de volver a poner un pie ahí fuera me aterroriza. Durante unos segundos me quedo mirando a la nada fijamente, sin saber muy bien qué decir, hasta que finalmente suelto un suspiro antes de responder: — Está bien, tía Ari. — Me muevo hasta quedar frente a ella, en un intento de sonar seguro de mí mismo porque lo que voy a soltar lo requiere, sobre todo porque sé que me va a llevar la contraria. — Pero tengo que ir yo solo. Si te ven por la periferia, podrán sospechar de ti tanto el Gobierno como otros repudiados, y a mí los de la zona ya me conocen — añado, omitiendo la parte de que yo sé moverme mejor por ahí y que ir con ella seguramente solo me retrasará. — Pero dame unos días para reponerme, por favor. — No lo pido como un favor, sino más bien como una súplica.
Sé que no le hará gracia y que se negará, pero no puedo arriesgar a que el único adulto de la familia que queda se ponga en peligro por nosotros. Y si se niega, pues me iré yo solo a por Chloe antes de que sé dé cuenta y volveremos los dos juntos, aunque eso signifique estar castigado de por vida.
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No estaba en el mejor día de su vida; sus capacidades no trabajaban al cien por ciento, pero tenía que lidiar con toda la información en los escasos veinte minutos que habían transcurrido desde que su ahijado había llegado a casa. Su hermana se había ido hacía meses con su marido y con Agatha, dejando atrás a los mellizos, para buscar el dichoso distrito catorce; nadie le había dicho nada y se acababa de entrar de que sus dos sobrinos habían estado viviendo en la calle en a saber qué condiciones, mientras ella seguía tan absorta en su mundo. No sabía si tenía ganas de golpear a alguien o de golpearse a sí misma contra la pared o puerta más cercana.
Alzó la mirada hacia él, soltando un largo y cansado suspiro. —¿Cómo sabes que está bien?— preguntó casi sin más fuerzas para lidiar con todo aquello. —¿Y si mañana la veo cuando vaya al trabajo porque está encerrada?—. Meneó la cabeza hacia los lados, incorporándose del sillón. Si él supiera que había estado ya demasiadas veces en distrito doce para ver a Benedict, incluso que se comunicaba con él por medio de un espejo comunicador. Sus ojos se dirigieron hacia el cajón de uno de los muebles. Volvió a soltar todo el aire que quedaba en sus pulmones.
Presionó sus sienes con fuerza. —Puedes dormir aquí, pero quiero que cuando mañana regrese a casa estéis aquí los dos, ¿me entiendes?— no fue una petición, era una orden. Y esperaba por su bien que no la ignorara y ambos estuvieran allí la noche siguiente. Hizo un gesto con la mano para que la siguiera al piso superior. —Haré algo de cena mientras te cambias— explicó arrastrando las palabras y dejándolo solo para bajar, de nuevo, al piso inferior.
¿Qué se suponía que estaba pasando con todo el mundo? ¿Acaso no pensaban antes de actuar o de hacer las cosas? Cerró los ojos apenas unos segundos, apoyando el rostro contra la pared. Estaba cansada.
Alzó la mirada hacia él, soltando un largo y cansado suspiro. —¿Cómo sabes que está bien?— preguntó casi sin más fuerzas para lidiar con todo aquello. —¿Y si mañana la veo cuando vaya al trabajo porque está encerrada?—. Meneó la cabeza hacia los lados, incorporándose del sillón. Si él supiera que había estado ya demasiadas veces en distrito doce para ver a Benedict, incluso que se comunicaba con él por medio de un espejo comunicador. Sus ojos se dirigieron hacia el cajón de uno de los muebles. Volvió a soltar todo el aire que quedaba en sus pulmones.
Presionó sus sienes con fuerza. —Puedes dormir aquí, pero quiero que cuando mañana regrese a casa estéis aquí los dos, ¿me entiendes?— no fue una petición, era una orden. Y esperaba por su bien que no la ignorara y ambos estuvieran allí la noche siguiente. Hizo un gesto con la mano para que la siguiera al piso superior. —Haré algo de cena mientras te cambias— explicó arrastrando las palabras y dejándolo solo para bajar, de nuevo, al piso inferior.
¿Qué se suponía que estaba pasando con todo el mundo? ¿Acaso no pensaban antes de actuar o de hacer las cosas? Cerró los ojos apenas unos segundos, apoyando el rostro contra la pared. Estaba cansada.
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