OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
¿Qué ficha moverás?
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Kendrick se había levantado bastante hiperactivo hoy. Estoy en la cama todavía, escuchando a Beverly murmurando en sueños algo sobre chicos lindos y a Zenda medio farfullar como si protestara por algo (quizá estén manteniendo una conversación dormida entre ellas, lo cual es gracioso porque despiertas no quieren ni verse) cuando escucho sus pasos de un lado al otro del pasillo. Retumban en el suelo, así que se nota que va corriendo a grandes zancadas. Tumtumtum. Tumtumtum. Me acabo por levantar porque así es imposible dormir. Suelto un suspiro, me bajo de la cama con cuidado de no pisar a nadie y abro la puerta despacito.
Escucharle saltarme encima de que por fin salgo, me hace entender porque daba zancadas tan largas y pisoteaba como si fuera un mamut drogado. — ¿Estabas intentando captar mi atención? ¿y no era más fácil entrar a despertarme? — Pero no escucha mi reclamo, habla tan rápido que me cuesta seguirle. Desayuno. Barca. Río. Ahora.
— Ok, ok. — Kendrick lleva tanto tiempo con su barquita que eso de que "me voy a escapar con ella" es para mi como si dijera que piensa volverse gay y hacerle trencitas a alguien. O sea, algo que no pasará y que solo dice por decir y por hacerse el valiente. Trastabillo mientras soy empujada de vuelta a mi cuarto y me cambio a tientas entre la oscuridad; por suerte tampoco es algo difícil cuando apenas tiene ropa que ponerte y casi toda son pantalones con camisas de colores apagados y sosos. No pienso mucho en la moda tampoco, solo intento quedarme con ropa que no me quede grande y bajo a desayunar. Aún estoy medio dormida así que voy despacito y las miradas de Kendrick (quien se comió su emparedado en dos bocados) me están poniendo de los nervios. — ¿Por qué tanta prisa? Si amarraste bien tu barca no debería irse sin ti — Bromeo. Si esa barca no se ha desprendido ya o se ha hundido mientras la construía, nada debería pasar.
Escucharle saltarme encima de que por fin salgo, me hace entender porque daba zancadas tan largas y pisoteaba como si fuera un mamut drogado. — ¿Estabas intentando captar mi atención? ¿y no era más fácil entrar a despertarme? — Pero no escucha mi reclamo, habla tan rápido que me cuesta seguirle. Desayuno. Barca. Río. Ahora.
— Ok, ok. — Kendrick lleva tanto tiempo con su barquita que eso de que "me voy a escapar con ella" es para mi como si dijera que piensa volverse gay y hacerle trencitas a alguien. O sea, algo que no pasará y que solo dice por decir y por hacerse el valiente. Trastabillo mientras soy empujada de vuelta a mi cuarto y me cambio a tientas entre la oscuridad; por suerte tampoco es algo difícil cuando apenas tiene ropa que ponerte y casi toda son pantalones con camisas de colores apagados y sosos. No pienso mucho en la moda tampoco, solo intento quedarme con ropa que no me quede grande y bajo a desayunar. Aún estoy medio dormida así que voy despacito y las miradas de Kendrick (quien se comió su emparedado en dos bocados) me están poniendo de los nervios. — ¿Por qué tanta prisa? Si amarraste bien tu barca no debería irse sin ti — Bromeo. Si esa barca no se ha desprendido ya o se ha hundido mientras la construía, nada debería pasar.
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Como mis intentos de probar mi bote en las lejanías del distrito han sido frustrados por diferentes problemas que se me fueron presentando en las últimas semanas, decido que es hora de dejar de esconderse como un bebé y hacerlo a la luz del día. Hoy todos los adultos van a estar ocupados porque escuché a Echo hablar sobre una reunión para ver cómo arreglar lo que queda destruido del distrito y dividir algunos alimentos para el invierno, así que es nuestra oportunidad para alejarnos unas horas sin que nadie se fije en nosotros; y digo "nuestra" porque es obvio que Delilah va a venir conmigo. Como si pudiese negarse.
Para mi desgracia Delilah aún no se ha despertado cuando abro los ojos así que tengo que encontrar el modo de hacer que se levante sin meterme a una habitación llena de niñas que de seguro querrían meter sus narices si supieran que tengo planes, así que opto por la opción de hacer un escándalo para que se levante por su cuenta. Tengo que sosterme de las paredes para saltar en el pasillo y hacer que retumbe un eco insoportable, dando corridas, haciendo piruetas hasta que a la muy dormilona se le da por aparecer por la puerta con cara de muerta viviente, esa que solamente le queda bien a ella. No me importa que me odie, porque el solo verla me carga de entusiasmo, ese que ya creo reflejar porque estoy totalmente vestido y despierto como buen aventurero que soy. Mis indicaciones son más que fáciles de entender y pronto estamos desayunando, pero yo me zampo la comida como si fuese la última y los comentarios de Lilah me hacen mirarla como si no entendiese la gravedad del asunto — Shhh — le recuerdo echando un vistazo sobre mi hombro para chequear que nadie nos estuviese escuchando — que si alguien nos escucha estamos muertos — bien, quizá exagero, pero ella me entiende.
Le doy dos tragos a mi jugo para que se vacíe mi copita y le doy unos empujones en cuanto veo que se mete el último bocado entre los morros, convenciéndola así que se mueva. En cinco minutos estamos andando por el camino que nos lleva hacia las grutas, yo liderando la marcha con enormes zancadas mientras cargo con un bolsito y ella siguiéndome como siempre. Para cuando estamos caminando entre las piedras, el frío me está haciendo temblar pero intento disimularlo con entusiasmo y alumbro nuestro camino con una linterna — La idea es hacer unos kilómetros y regresar para el anochecer. Probar que tanto puede navegar antes de arriesgarnos a un destino más pesado — le explico con entusiasmo hasta que llegamos al bote. Me meto la linterna en la boca y empiezo a tirar de la manta que lo cubre, aunque no dejo de hablar — Aga me ha mogtao' como gegar al oeagno — eso en idioma "linterna-persona" significa "Ava me ha mostrado como llegar al océano". Dejo la linterna dentro del bote, encendida junto a mi mochila y acomodo los remos, haciéndole una seña a Lilah para que me ayude a empujar. El bote pronto patina por el suelo provocándome un aleteo en el pecho y pronto cae al agua, demostrando que puede flotar, lo que me hace saltar en mi sitio — ¡Vamos, el mundo nos espera! — exclamo felizmente y salto dentro, tendiéndole uno de los remos mientras me hago con el otro — ¡Al infinito y más allá o como sea!
Para mi desgracia Delilah aún no se ha despertado cuando abro los ojos así que tengo que encontrar el modo de hacer que se levante sin meterme a una habitación llena de niñas que de seguro querrían meter sus narices si supieran que tengo planes, así que opto por la opción de hacer un escándalo para que se levante por su cuenta. Tengo que sosterme de las paredes para saltar en el pasillo y hacer que retumbe un eco insoportable, dando corridas, haciendo piruetas hasta que a la muy dormilona se le da por aparecer por la puerta con cara de muerta viviente, esa que solamente le queda bien a ella. No me importa que me odie, porque el solo verla me carga de entusiasmo, ese que ya creo reflejar porque estoy totalmente vestido y despierto como buen aventurero que soy. Mis indicaciones son más que fáciles de entender y pronto estamos desayunando, pero yo me zampo la comida como si fuese la última y los comentarios de Lilah me hacen mirarla como si no entendiese la gravedad del asunto — Shhh — le recuerdo echando un vistazo sobre mi hombro para chequear que nadie nos estuviese escuchando — que si alguien nos escucha estamos muertos — bien, quizá exagero, pero ella me entiende.
Le doy dos tragos a mi jugo para que se vacíe mi copita y le doy unos empujones en cuanto veo que se mete el último bocado entre los morros, convenciéndola así que se mueva. En cinco minutos estamos andando por el camino que nos lleva hacia las grutas, yo liderando la marcha con enormes zancadas mientras cargo con un bolsito y ella siguiéndome como siempre. Para cuando estamos caminando entre las piedras, el frío me está haciendo temblar pero intento disimularlo con entusiasmo y alumbro nuestro camino con una linterna — La idea es hacer unos kilómetros y regresar para el anochecer. Probar que tanto puede navegar antes de arriesgarnos a un destino más pesado — le explico con entusiasmo hasta que llegamos al bote. Me meto la linterna en la boca y empiezo a tirar de la manta que lo cubre, aunque no dejo de hablar — Aga me ha mogtao' como gegar al oeagno — eso en idioma "linterna-persona" significa "Ava me ha mostrado como llegar al océano". Dejo la linterna dentro del bote, encendida junto a mi mochila y acomodo los remos, haciéndole una seña a Lilah para que me ayude a empujar. El bote pronto patina por el suelo provocándome un aleteo en el pecho y pronto cae al agua, demostrando que puede flotar, lo que me hace saltar en mi sitio — ¡Vamos, el mundo nos espera! — exclamo felizmente y salto dentro, tendiéndole uno de los remos mientras me hago con el otro — ¡Al infinito y más allá o como sea!
— ¿Vas a volver a hacer algo que no deberías hacer? — No es difícil pensar en eso cuando habla de que van a matarnos si alguien se entera, y sinceramente no me apetece morir. El equivalente a morir en el distrito 14 es escuchar a Echo gritando tu nombre en la distancia, de esa forma que te pone los pelos de punta y te hace quedarte plantado en el sitio deseando que si no te mueves, no pueda verte. Pero eso rara vez pasa. Hay que sacarlo de quicio. Tal vez por eso es tan abrumador y terrorífico cuando pierde los nervios.
Como despacio solo por ver si explota de hiperactividad, pero al final tampoco puedo seguir estirando comerme un trozo de pastel así que acabo siendo empujada hacia el bosque sin ton ni son. Tengo que dar dos pasos por cada uno que da y eso significa que me paso el camino pegando carreritas para alcanzarlo cuando me deja atrás, y luego cuando me habla, porque si no estoy cerca no le escucho con el viento. Instintivamente miro el cielo cuando menciona lo de navegar, y bueno, le habría dicho que tiene pinta de llover, pero no creo que eso lo hubiera parado. — ¿que qué? — Lo ayudo a guitar la manta y luego la doblo a un ladito para cuando volvamos y le ayudo a empujar el bote para sacarlo al río.
Pesa más de lo que me esperaba, si soy sincera. — ¿Ava te ha hecho un mapa? O es de esa clase de coas que te dio primero por acá, luego por allá, pero tu vas a hacer primero por allá y luego por acá y vamos a acabar perdidos? — Inconscientemente recuerdo una anécdota de cuando éramos muy pequeños. Tendríamos 9 años y él se había empeñado en ir a entrenar al claro del bosque al que por cierto, nunca nos habían llevado antes y no teníamos ni idea de donde estaba. — Y espero que no sea por el rió que pasa por casa. Tiene que ser incómodo eso de estar pasando por ahí y que Echo se asome por la ventana y bueno, ya sabes. Acabar limpiando a las vacas lo que nos queda de vida. — Si de mi depende, nunca me comeré un castigo de Echo de nuevo.
Subo al bote, detrás de él, aunque con más torpeza. Esa cosa se tambalea tan violentamente que me hace soltar un gritito y pedir auxilio. Me quedo encallada como una ballena en tierra, pero en vez de eso en el filito del borde y a menos de un metro de haber empezado nuestra aventura, casi nos vamos al agua. Por suerte todavía está baja la marea así que como mucho nos llegaría a las rodillas. Tampoco sería la gran tragedia si nos pasa. — Ok. Todo en orden. — Me da un poco de vergüenza que me he haya tenido que subir él, pero sigo adelante, agarrando los remos con los cachetes ligeramente sonrojados todavía y empezando a remar.
Me doy un susto hasta cuando chocamos contra piedritas y hacen ruido por debajo del bote. — Tengo curiosidad. Nunca me dijiste en qué momento hiciste todo esto. — Le miro. Nunca he remado, pero por las pocas pelis que he visto iba mas o menos como empujar el agua y ya. No parecía tan difícil. — Nos estamos torciendooooooo
Como despacio solo por ver si explota de hiperactividad, pero al final tampoco puedo seguir estirando comerme un trozo de pastel así que acabo siendo empujada hacia el bosque sin ton ni son. Tengo que dar dos pasos por cada uno que da y eso significa que me paso el camino pegando carreritas para alcanzarlo cuando me deja atrás, y luego cuando me habla, porque si no estoy cerca no le escucho con el viento. Instintivamente miro el cielo cuando menciona lo de navegar, y bueno, le habría dicho que tiene pinta de llover, pero no creo que eso lo hubiera parado. — ¿que qué? — Lo ayudo a guitar la manta y luego la doblo a un ladito para cuando volvamos y le ayudo a empujar el bote para sacarlo al río.
Pesa más de lo que me esperaba, si soy sincera. — ¿Ava te ha hecho un mapa? O es de esa clase de coas que te dio primero por acá, luego por allá, pero tu vas a hacer primero por allá y luego por acá y vamos a acabar perdidos? — Inconscientemente recuerdo una anécdota de cuando éramos muy pequeños. Tendríamos 9 años y él se había empeñado en ir a entrenar al claro del bosque al que por cierto, nunca nos habían llevado antes y no teníamos ni idea de donde estaba. — Y espero que no sea por el rió que pasa por casa. Tiene que ser incómodo eso de estar pasando por ahí y que Echo se asome por la ventana y bueno, ya sabes. Acabar limpiando a las vacas lo que nos queda de vida. — Si de mi depende, nunca me comeré un castigo de Echo de nuevo.
Subo al bote, detrás de él, aunque con más torpeza. Esa cosa se tambalea tan violentamente que me hace soltar un gritito y pedir auxilio. Me quedo encallada como una ballena en tierra, pero en vez de eso en el filito del borde y a menos de un metro de haber empezado nuestra aventura, casi nos vamos al agua. Por suerte todavía está baja la marea así que como mucho nos llegaría a las rodillas. Tampoco sería la gran tragedia si nos pasa. — Ok. Todo en orden. — Me da un poco de vergüenza que me he haya tenido que subir él, pero sigo adelante, agarrando los remos con los cachetes ligeramente sonrojados todavía y empezando a remar.
Me doy un susto hasta cuando chocamos contra piedritas y hacen ruido por debajo del bote. — Tengo curiosidad. Nunca me dijiste en qué momento hiciste todo esto. — Le miro. Nunca he remado, pero por las pocas pelis que he visto iba mas o menos como empujar el agua y ya. No parecía tan difícil. — Nos estamos torciendooooooo
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"¿Vas a volver a hacer algo que no deberías hacer?"
Me hago pequeñito en mi lugar como si así pudiese evitar que me viese con ojos juzgadores, sin contestarle porque creo que los dos sabemos muy bien que lo que estamos haciendo es algo que tenemos que esconderle a cada uno de los adultos responsables del distrito y a los no tan responsables también. Delilah me conoce mucho, mejor que yo mismo en algunas ocasiones, así que sospecho que para ella no es ninguna sorpresa el no comprender en lo absoluto lo que quiero decir y de todos modos el ser capaz de responderme — No. Me ha ayudado a copiar los mapas del tío Ben — inflo mi pecho con todo el orgullo que soy capaz porque no puede negar que es algo genial y busco dentro de mi chaqueta hasta que saco el papel enroscado en forma de tubo para mostrárselo antes de volver a esconderlo — Si sigues el curso del agua en algún momento llegarás al mar. Estamos lejos pero algún día deberíamos intentarlo. ¿No crees? — sé que ella va a decirme que no porque le tiene miedo a absolutamente todo lo nuevo, pero algún día comprenderá lo genial que es hacer cosas nuevas en un sitio donde vemos las mismas treinta caras todos los días.
Tiro del bolso en el interior y ruedo los ojos porque me trata de idiota que no ha pensado en los detalles y sacudo la cabeza, tirando de ella para que pueda acomodarse en el bote sin terminar de trompa dentro del agua — ¿Crees que no pensé en eso? Bordearemos el distrito. ¿Cómo está la fuerza en tus brazos? — paso por alto el factor de que tiene las extremidades dignas de un fideo y me sujeto al remo, metiéndolo en el agua para empujarnos y empezar a alejarnos de la orilla, tratando de que el sonido de las rocas bajo nosotros se extinga con rapidez. Me demoro en contestar porque estoy más concentrado en guiarnos hacia el exterior de la cueva mordiéndome la punta de la lengua, hasta que la miro sobre mi hombro con una sonrisita de puro orgullo — He juntado la madera y pasé muchas horas de mis ratos libres aquí escondido. Tuve la idea hace cosa de un año — no me arrepiento de no haberle contado porque ella hubiese puesto un montón de peros, así que espero que no se moleste conmigo. Es horrible cuando Delilah se enoja contigo porque sientes que no eres merecedor de su calidez.
Me aferro a uno de los bordes cuando ella grita que nos estamos torciendo y eso me hace bufar, así que utilizo toda la fuerza de la que soy capaz para enderezar el borde con la ayuda del remo, moviéndolo más rápido en dirección a la salida de la cueva — ¡Intenta equiparar el peso! — le sugiero con una exclamación que retumba en las paredes de las grutas por encima del sonido del agua corriente y nuestros chapoteos, porque mi proyecto no va a fracasar en su viaje inaugural; esto no es una estupidez como ese Titanic o como se llamase esa cosa que leí una vez. Con resoplidos y quejidos, el bote se endereza y pronto puedo sentir el frío del viento golpeándome la cara y echándome el pelo hacia atrás, lo que me hace soltar una carcajada triunfal. Nos estamos meciendo en el arroyo, alejándonos de la cueva, en un bote que yo mismo he construido y que nos llevará lejos de casa, al mundo exterior. Creo que nunca me he sentido tan pleno.
Tengo que hacer un esfuerzo para no ponerme de pie y empezar a saltar. La corriente es fuerte y se lleva mi concentración, en especial cuando creo que podríamos chocar contra algunas pequeñas piedras que por suerte logramos esquivar sin problemas. Giro la cabeza, notando las casitas haciéndose cada vez más pequeñas y los árboles cada vez más grandes, por lo que cuando creo que estamos a una distancia considerable y el agua se ha calmado, pego un grito de alegría y acomodo el remo para poder mirar a mi amiga — ¡Y tú que te querías quedar siempre en casa! — no es un reproche, no hay manera que pueda ponerme de malas ahora. Le señalo las montañas en la distancia, a nuestras espaldas, y luego me desconcentro observando una bandada de pájaros pasar por nuestra cabeza con una velocidad de vértigo. Respiro el aire, que por algún motivo me parece diferente al que estoy acostumbrado y vuelvo a remar, esta vez mucho más tranquilo — ¿No es maravilloso? Espera que le digamos a los demás lo que hicimos. Seremos la envidia de todo el distrito — al menos del pequeño grupito que debería enterarse de esto — ¿Ahora sí me entiendes cuando te digo que quiero irme?
Me hago pequeñito en mi lugar como si así pudiese evitar que me viese con ojos juzgadores, sin contestarle porque creo que los dos sabemos muy bien que lo que estamos haciendo es algo que tenemos que esconderle a cada uno de los adultos responsables del distrito y a los no tan responsables también. Delilah me conoce mucho, mejor que yo mismo en algunas ocasiones, así que sospecho que para ella no es ninguna sorpresa el no comprender en lo absoluto lo que quiero decir y de todos modos el ser capaz de responderme — No. Me ha ayudado a copiar los mapas del tío Ben — inflo mi pecho con todo el orgullo que soy capaz porque no puede negar que es algo genial y busco dentro de mi chaqueta hasta que saco el papel enroscado en forma de tubo para mostrárselo antes de volver a esconderlo — Si sigues el curso del agua en algún momento llegarás al mar. Estamos lejos pero algún día deberíamos intentarlo. ¿No crees? — sé que ella va a decirme que no porque le tiene miedo a absolutamente todo lo nuevo, pero algún día comprenderá lo genial que es hacer cosas nuevas en un sitio donde vemos las mismas treinta caras todos los días.
Tiro del bolso en el interior y ruedo los ojos porque me trata de idiota que no ha pensado en los detalles y sacudo la cabeza, tirando de ella para que pueda acomodarse en el bote sin terminar de trompa dentro del agua — ¿Crees que no pensé en eso? Bordearemos el distrito. ¿Cómo está la fuerza en tus brazos? — paso por alto el factor de que tiene las extremidades dignas de un fideo y me sujeto al remo, metiéndolo en el agua para empujarnos y empezar a alejarnos de la orilla, tratando de que el sonido de las rocas bajo nosotros se extinga con rapidez. Me demoro en contestar porque estoy más concentrado en guiarnos hacia el exterior de la cueva mordiéndome la punta de la lengua, hasta que la miro sobre mi hombro con una sonrisita de puro orgullo — He juntado la madera y pasé muchas horas de mis ratos libres aquí escondido. Tuve la idea hace cosa de un año — no me arrepiento de no haberle contado porque ella hubiese puesto un montón de peros, así que espero que no se moleste conmigo. Es horrible cuando Delilah se enoja contigo porque sientes que no eres merecedor de su calidez.
Me aferro a uno de los bordes cuando ella grita que nos estamos torciendo y eso me hace bufar, así que utilizo toda la fuerza de la que soy capaz para enderezar el borde con la ayuda del remo, moviéndolo más rápido en dirección a la salida de la cueva — ¡Intenta equiparar el peso! — le sugiero con una exclamación que retumba en las paredes de las grutas por encima del sonido del agua corriente y nuestros chapoteos, porque mi proyecto no va a fracasar en su viaje inaugural; esto no es una estupidez como ese Titanic o como se llamase esa cosa que leí una vez. Con resoplidos y quejidos, el bote se endereza y pronto puedo sentir el frío del viento golpeándome la cara y echándome el pelo hacia atrás, lo que me hace soltar una carcajada triunfal. Nos estamos meciendo en el arroyo, alejándonos de la cueva, en un bote que yo mismo he construido y que nos llevará lejos de casa, al mundo exterior. Creo que nunca me he sentido tan pleno.
Tengo que hacer un esfuerzo para no ponerme de pie y empezar a saltar. La corriente es fuerte y se lleva mi concentración, en especial cuando creo que podríamos chocar contra algunas pequeñas piedras que por suerte logramos esquivar sin problemas. Giro la cabeza, notando las casitas haciéndose cada vez más pequeñas y los árboles cada vez más grandes, por lo que cuando creo que estamos a una distancia considerable y el agua se ha calmado, pego un grito de alegría y acomodo el remo para poder mirar a mi amiga — ¡Y tú que te querías quedar siempre en casa! — no es un reproche, no hay manera que pueda ponerme de malas ahora. Le señalo las montañas en la distancia, a nuestras espaldas, y luego me desconcentro observando una bandada de pájaros pasar por nuestra cabeza con una velocidad de vértigo. Respiro el aire, que por algún motivo me parece diferente al que estoy acostumbrado y vuelvo a remar, esta vez mucho más tranquilo — ¿No es maravilloso? Espera que le digamos a los demás lo que hicimos. Seremos la envidia de todo el distrito — al menos del pequeño grupito que debería enterarse de esto — ¿Ahora sí me entiendes cuando te digo que quiero irme?
"Si sigues el curso del agua en algún momento llegarás al mar. Estamos lejos pero algún día deberíamos intentarlo. ¿No crees?"
Me siento bastante avergonzada de mi misma por pensar por un segundo que quiero responder que sí a esa pregunta. Pero hay un motivo contundente: es la primera vez que Ken no está queriendo ir a Neopanem, ese sitio donde a mi, sin duda, me matarían (y puede que a él). El mar suena lindo. Suena un lugar al que yo querría ir. Pero como cada vez que él piensa que quiere irse, yo me siento culpable; aquí nos lo han dado todo y nosotros ¿vamos a irnos así sin más? me muerdo el labio, bajo la mirada al suelo y me acomodo el pelo incómoda. Al final no respondo, solo deseo internamente que no se haya notado que, por un instante, he estado a punto de decir que si.
Por suerte le tema se va hacia otra pare y puedo relajarme en vez de ahogarme en culpabilidad. Le miro con una cara que ni siquiera puedo descifrar, una mezcla de asombro (porque cuando se trata de cabezota, no le gana nadie) y de envidia, de esa que siempre te susurra al oído porqué no eres más como otra persona, en vez de ser esa sosa idiota que nunca se arriesga a nada porque tiene miedo de todo. Bueno, hoy me estoy arriesgando aun castigo con vacas. Eso debería darme algo de tregua.
Hago lo que me dice, como si lo entendiera (en realidad no entiendo nada de lo que dice porque no se nada de navegar) y cuando dice lo del peso le lanzo una patada, que pega a medias contra su canilla y a medias contra la madera del suelo. — ¡¿Me estás llamando gorda?! — Te juro que hasta levanto el remo para darle con él en la cabeza, pero en medio de todos esos movimientos el barco deja de torcerse. Yo no le alcanzo a pegar y al final, salimos de la gruta.
Por fin entiendo a que se refería con lo de equilibrar el peso. Es que estaba demasiado sentada a un ladito, en vez de al centro (quería bajarme la primera si eso salía mal).
Nunca habíamos ido por esa parte, así que no puedo evitar estar algo nerviosa; pero tampoco soy ciega como para no notar las vistas que tenemos alrededor. No estoy muy segura de si contengo el aliento por los nervios o por las vistas, pero no lo suelto hasta que me arden los pulmones y Ken me mira. Le devuelvo la mirada, algo indecisa y acabo por esbozar una sonrisa, entre nerviosa y derrotada. — No es que quiera quedarme siempre en casa. — Refunfuño haciéndome la ofendida... Es que ¿qué?, sí que prefiero quedarme en casa, más si fuera van a matarnos. Aunque esto no parece que vaya a matarnos. En mi cabeza vamos en dirección contraria a Neopanem y eso es precisamente lo que hace que no esté pegando gritos, llorando, e intentando volver a mi burbuja. — Ok. Ok. Admito que esto está bien. — Incluso siendo la que va de espaldas. Dejo caer la cabeza hacia atrás para mirar el cielo y, por primera vez, disfruto del poco sol que asoma tímidamente por entre las nubes y me pega en la cara fuera de los límites que Echo ha marcado rigurosamente. Aunque espero que no mucho. — Bien ¿y cual es el plan?
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¿En qué cabeza la llamaría gorda? ¿Acaso se ha visto al espejo? Creo que se lo dejo bien en claro con la miradita que le lanzo rodando los ojos, pero no tenemos tiempo de ponernos a discutir sobre su aspecto físico porque el deslizarnos por el agua es mucho más interesante y obviamente mucho más arriesgado. Lo bueno es que el paisaje es tan magnífico como para silenciar también las quejas de Delilah, así que en lugar de andar preocupándome por que ella no se sienta cómoda, me puedo dar el gusto de que los dos estemos disfrutando de esta aventura.
— No hay manera en la que pudieses decir que aquí se está mal. Sería como… como… una de esas mentiras muy mentirosas — puede que esté sonando muy infantil pero creo que ella ha entendido mi punto. Dejo de observar la silueta de las montañas cuando me fijo en el modo que tiene Lilah de recostarse hacia atrás, arrancando algunos reflejos de su cabello que por un momento me provoca la ansiedad de inflar el pecho o echarme el pelo hacia atrás, hasta que su pregunta me desinfla como un globo y me deja un momento perdido, pequeño en mi verdadero tamaño — Pues…
Apoyo el remo para que no se me vaya a ningún lado y me acomodo en mi sitio, acercando la mochila donde rebusco hasta sacar el mapa — Según he visto con Ava, en algún momento este arroyo se ensancha y desemboca en el mar, aunque parece ser un viaje muy largo. No te preocupes, traje comida — y no me he molestado en buscar excusas, pero es que nadie va a retarnos cuando regresemos con sitios nuevos por explotar. ¿Quién necesita a los exploradores cuando me tienen a mí? — De todos modos el curso del agua es rápido, así que será el impulso que necesitamos para no demorarnos. ¿Qué dices?
Aunque muero de ganas de echarme a su lado, apoyo el mapa a un lado y vuelvo a aferrarme al remo, manipulando el bote a un ritmo bastante calmo — Zenda me pidió venir una vez. Quiero decir… cuando hiciera un viaje inaugural o algo así, pero no podía hacerlo con alguien que no fuese contigo — confieso alegremente — Estaba pensando que si no hay peligros en la costa, tooodo el distrito debería hacer botes y podríamos marcharnos a otro lugar. He leído sobre países muy pero muy lejanos. ¿Crees que sigan en pie? Quizá podríamos ser como esos… ¿Cómo se llamaban? Ah, sí, nómadas — y el viento frío hace que sacuda la cabeza para quitarme algunos pelos de los ojos, tratando de ver mejor el camino.
— No hay manera en la que pudieses decir que aquí se está mal. Sería como… como… una de esas mentiras muy mentirosas — puede que esté sonando muy infantil pero creo que ella ha entendido mi punto. Dejo de observar la silueta de las montañas cuando me fijo en el modo que tiene Lilah de recostarse hacia atrás, arrancando algunos reflejos de su cabello que por un momento me provoca la ansiedad de inflar el pecho o echarme el pelo hacia atrás, hasta que su pregunta me desinfla como un globo y me deja un momento perdido, pequeño en mi verdadero tamaño — Pues…
Apoyo el remo para que no se me vaya a ningún lado y me acomodo en mi sitio, acercando la mochila donde rebusco hasta sacar el mapa — Según he visto con Ava, en algún momento este arroyo se ensancha y desemboca en el mar, aunque parece ser un viaje muy largo. No te preocupes, traje comida — y no me he molestado en buscar excusas, pero es que nadie va a retarnos cuando regresemos con sitios nuevos por explotar. ¿Quién necesita a los exploradores cuando me tienen a mí? — De todos modos el curso del agua es rápido, así que será el impulso que necesitamos para no demorarnos. ¿Qué dices?
Aunque muero de ganas de echarme a su lado, apoyo el mapa a un lado y vuelvo a aferrarme al remo, manipulando el bote a un ritmo bastante calmo — Zenda me pidió venir una vez. Quiero decir… cuando hiciera un viaje inaugural o algo así, pero no podía hacerlo con alguien que no fuese contigo — confieso alegremente — Estaba pensando que si no hay peligros en la costa, tooodo el distrito debería hacer botes y podríamos marcharnos a otro lugar. He leído sobre países muy pero muy lejanos. ¿Crees que sigan en pie? Quizá podríamos ser como esos… ¿Cómo se llamaban? Ah, sí, nómadas — y el viento frío hace que sacuda la cabeza para quitarme algunos pelos de los ojos, tratando de ver mejor el camino.
Su "pues" me deja claro que no tiene un plan y eso me provoca un ligero estrés que intento que no se me note, tomando todo el aire que puedo en mis pulmones hasta que estos chillan de dolor y luego soltándolo de golpe. Por un instante parece la respiración de una embarazada a punto de dar a luz. Estoy demasiado acostumbrada a un entorno controlado en el que todas las variables posibles (o sea, las cosas que pueden salir mal) son cosas que más o menos tenemos/sabemos como evitar o resolver; y si no lo sabemos Echo suele saberlo. Pero ahora era diferente, ahora estábamos él y yo. Él y su capacidad para distraerse con todo y yo y mi inutilidad para pensar en algo cuando me estreso -justo como ahora- y no confiaba en que si pasara algo, supiéramos que hacer. ¡Pero no importaba! todo bien, porque al final, resulta que sí que tenía un plan. O más o menos un plan. Podíamos trabajar en eso. — No me importa que sea un viaje largo, pero ¿No será peligroso meternos en el mar? — Lo que sabía del mar no era precisamente por experiencia. Cuando Sophia nos daba clase sobre esas cosas, solía hablar del mar como un lugar lindo pero peligroso al mismo tiempo, algo que siempre me pareció contradictorio porque peligroso y lindo no son cosas muy similares; pero confiaba en ella, sabía que había vivido en un lugar donde había mar.
¡Eso era! Tal vez si llegabamos al mar y navegabamos un poco a la derecha -todos saben que cuando estas perdido lo mejor es siempre girar a la derecha- quizá llegaríamos al distrito de Sophia. No debía estar muy lejos. ¿No? — Está bien. — Acabó aceptando, la idea de conocer ese lugar del que ella hablaba no le pareció tan mala. Además volverían antes de la cena. ¿Cierto?
Ingenua de mi.
A pesar de que todas mis alarmas estaban saltando como locas, el espectáculo que estaba viviendo las amortiguaba todas. Era la primera vez que estaba tan lejos de casa, pero también era la primera vez que disfrutaba de unas vistas como esas. Si algo era tan lindo no podía ser tan malo. Y decidí centrarme en eso.
Cuando la voz de Ken llegó nuevamente a mis oídos, mis ojos buscaron los suyos. Había una sensación cálida en mi pecho que me hizo esbozar una sonrisa cuando confesó que quería que fuera la primera en su barquito. Me hizo sentir especial, como cada vez que abría la boca. Una sensación que por lo habitual no solía acompañarme. — Y me alegra haber venido. — Para variar, una cosa que no deberíamos estar haciendo y que no sale mal. Pensé un momento en lo de los países antes de contestar. — Quizá sí. No creo que todos hayan decidido matarse los unos a los otros ¿no? — No sonaba muy convencida; pero sí había un atisbo de esperanza en mi interior en el que personas como los del 14 dirigieran un país. Y por supuesto, todo hubiera salido bien. Pero le gustaba la idea. Le gustaba que el mundo solo fuera un caos en Neopanem y que el resto del mundo hubiera encontrado la forma de equilibrar ambos juntos. Eso le daba esperanzas de que las cosas se resolvieran algún día. — Vamos a encontrar un país así. Uno que esté en paz. Y luego volveremos a contarles a todos para que sientan vergüenza de sí mismos por estar peleando como niños. — No sabía de donde le había salido ese repentino valor, pero no solo lo acompañaban sus palabras sino también su expresión. Ahora que se había alejado del distrito catorce y todo había salido bien hasta el momento, sentía que podía con todo lo que se le pusiera por delante. — Déjame ver ese mapa. — Tuve que hacer malabares para poder ponerme junto a él sin volcar el barco, y el peso de ambos elevó ligeramente la parte delantera del bote aunque no lo detuvo. — ¿Dónde estamos? ¿Aquí? — Se puso el mechó detrás de la oreja y pegó su cabeza a la de Kendrick con la vista fija en el mapa. Recordaba a Sophia usándolo en clase para mostrar como era todo, y aunque mi orientación daba mucho que desear, estaba segura de haber encontrado donde estaba el cuatro. — Si vamos por aquí volvemos al país. Así que tendríamos que ir por ahí. — Estaba tan metida de lleno en mi trabajo de cartógrafa novata que no me di cuenta de que habíamos dejado el sol atrás y las nubes habían cubierto el cielo.
¡Eso era! Tal vez si llegabamos al mar y navegabamos un poco a la derecha -todos saben que cuando estas perdido lo mejor es siempre girar a la derecha- quizá llegaríamos al distrito de Sophia. No debía estar muy lejos. ¿No? — Está bien. — Acabó aceptando, la idea de conocer ese lugar del que ella hablaba no le pareció tan mala. Además volverían antes de la cena. ¿Cierto?
Ingenua de mi.
A pesar de que todas mis alarmas estaban saltando como locas, el espectáculo que estaba viviendo las amortiguaba todas. Era la primera vez que estaba tan lejos de casa, pero también era la primera vez que disfrutaba de unas vistas como esas. Si algo era tan lindo no podía ser tan malo. Y decidí centrarme en eso.
Cuando la voz de Ken llegó nuevamente a mis oídos, mis ojos buscaron los suyos. Había una sensación cálida en mi pecho que me hizo esbozar una sonrisa cuando confesó que quería que fuera la primera en su barquito. Me hizo sentir especial, como cada vez que abría la boca. Una sensación que por lo habitual no solía acompañarme. — Y me alegra haber venido. — Para variar, una cosa que no deberíamos estar haciendo y que no sale mal. Pensé un momento en lo de los países antes de contestar. — Quizá sí. No creo que todos hayan decidido matarse los unos a los otros ¿no? — No sonaba muy convencida; pero sí había un atisbo de esperanza en mi interior en el que personas como los del 14 dirigieran un país. Y por supuesto, todo hubiera salido bien. Pero le gustaba la idea. Le gustaba que el mundo solo fuera un caos en Neopanem y que el resto del mundo hubiera encontrado la forma de equilibrar ambos juntos. Eso le daba esperanzas de que las cosas se resolvieran algún día. — Vamos a encontrar un país así. Uno que esté en paz. Y luego volveremos a contarles a todos para que sientan vergüenza de sí mismos por estar peleando como niños. — No sabía de donde le había salido ese repentino valor, pero no solo lo acompañaban sus palabras sino también su expresión. Ahora que se había alejado del distrito catorce y todo había salido bien hasta el momento, sentía que podía con todo lo que se le pusiera por delante. — Déjame ver ese mapa. — Tuve que hacer malabares para poder ponerme junto a él sin volcar el barco, y el peso de ambos elevó ligeramente la parte delantera del bote aunque no lo detuvo. — ¿Dónde estamos? ¿Aquí? — Se puso el mechó detrás de la oreja y pegó su cabeza a la de Kendrick con la vista fija en el mapa. Recordaba a Sophia usándolo en clase para mostrar como era todo, y aunque mi orientación daba mucho que desear, estaba segura de haber encontrado donde estaba el cuatro. — Si vamos por aquí volvemos al país. Así que tendríamos que ir por ahí. — Estaba tan metida de lleno en mi trabajo de cartógrafa novata que no me di cuenta de que habíamos dejado el sol atrás y las nubes habían cubierto el cielo.
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— No debería serlo si nos mantenemos cerca de la costa — y en mi cabeza tiene toda la lógica, porque no calculo la lejanía y estoy seguro de que estamos haciendo algo sumamente sensato. Además, no puedo meterle miedo a Lilah ahora que ha aceptado a llevar alguna de mis ideas a cabo, lo que por poco hace que salte en mi lugar del entusiasmo. Y lo hago (aunque es a medias porque solamente me muevo con entusiasmo de manera que parece que tengo un resorte en el culo) cuando, básicamente, admite que es feliz de haber aceptado mi invitación. No tengo que ilusionarme, pero creo que es el mayor grado de confianza que he conseguido a solas con ella. ¿Sería un buen momento para acercarme y besarla? No, creo que es un poco apresurado. Quizá debería hacerme el interesante aventurero unos minutos más.
— Sería genial. ¿No crees? — digo con el entusiasmo pintado en la voz, que empieza a ponerse cada vez más aguda con el correr de mis palabras — Podríamos construir muchos barcos y así conseguir que todos naveguen juntos. ¡Seríamos como un enorme ejército naval! E iríamos de puerto en puerto y podríamos ver muchas más cosas que el catorce — que no está mal, pero me conozco el paisaje de memoria. Y me pondría a enumerar los lugares que me he cansado de visitar, si no fuese porque Delilah se ha pegado a mí de tal manera que paso por alto que hace que se mueva todo el bote. ¿Qué está diciendo? ¿Qué dónde estamos? No tengo idea. Solo sé que su cabeza está pegada a la mía, que puedo sentir como respira y también podría contarle las pecas si pusiera un poco de atención — Creo que sí — murmuro sin quitarle los ojos de encima, aunque no sé a qué le estoy dando la razón. ¿Debería ponerle atención? Posiblemente, así puedo hacerle creer que sé sobre todo y ella puede admirarme aún más. Quizá si llevamos el bote hacia…
No, no llego a hacerme una idea clara dentro de mi cabeza porque mi atención se la lleva la gotita que le cae por la nariz y, casi de inmediato, la que golpea justo en el centro del mapa. El viento me echa el cabello hacia atrás cuando levanto la mirada a un cielo repentinamente gris y, por inercia, me aferro al remo en cuanto oigo el trueno retumbar a lo lejos. Mi cuerpo ha sentido la amenaza mucho antes que mi cerebro, lo que hace que me quede congelado por un breve segundo antes de gritar — ¡TORMENTA! — y sí, como si la vida quisiera reírse en mi cara, la cortina de lluvia cae sobre nosotros con tanta intensidad que en pocos minutos no puedo ver nada.
Estoy asustado, pero no voy a dejar que ella lo vea porque, siendo Delilah, se asustará aún más. Así que intento usar el cerebro lo más rápido que puedo y le quito el mapa de un manotazo para meterlo dentro de la mochila, rogando que así no se vuele — ¡Toma el remo! — le grito con intenciones de que pueda oírme sobre el viento y el agua, haciéndome con el mío para volver a hundirlo. Mis brazos quizá son algo fuertes, pero no lo suficiente como para hacerlo solo… y seguro necesitaríamos de más brazos si consideramos la velocidad que el arroyo está tomando — ¡Intenta estabilizar el bote! ¡Tenemos que encontrar una orilla! — pero no veo ninguna: todo parece ser rocas. La presencia de mi varita en el bolsillo de mi pantalón me pica, pero no puedo recordar ningún hechizo útil en un momento como éste.
— Sería genial. ¿No crees? — digo con el entusiasmo pintado en la voz, que empieza a ponerse cada vez más aguda con el correr de mis palabras — Podríamos construir muchos barcos y así conseguir que todos naveguen juntos. ¡Seríamos como un enorme ejército naval! E iríamos de puerto en puerto y podríamos ver muchas más cosas que el catorce — que no está mal, pero me conozco el paisaje de memoria. Y me pondría a enumerar los lugares que me he cansado de visitar, si no fuese porque Delilah se ha pegado a mí de tal manera que paso por alto que hace que se mueva todo el bote. ¿Qué está diciendo? ¿Qué dónde estamos? No tengo idea. Solo sé que su cabeza está pegada a la mía, que puedo sentir como respira y también podría contarle las pecas si pusiera un poco de atención — Creo que sí — murmuro sin quitarle los ojos de encima, aunque no sé a qué le estoy dando la razón. ¿Debería ponerle atención? Posiblemente, así puedo hacerle creer que sé sobre todo y ella puede admirarme aún más. Quizá si llevamos el bote hacia…
No, no llego a hacerme una idea clara dentro de mi cabeza porque mi atención se la lleva la gotita que le cae por la nariz y, casi de inmediato, la que golpea justo en el centro del mapa. El viento me echa el cabello hacia atrás cuando levanto la mirada a un cielo repentinamente gris y, por inercia, me aferro al remo en cuanto oigo el trueno retumbar a lo lejos. Mi cuerpo ha sentido la amenaza mucho antes que mi cerebro, lo que hace que me quede congelado por un breve segundo antes de gritar — ¡TORMENTA! — y sí, como si la vida quisiera reírse en mi cara, la cortina de lluvia cae sobre nosotros con tanta intensidad que en pocos minutos no puedo ver nada.
Estoy asustado, pero no voy a dejar que ella lo vea porque, siendo Delilah, se asustará aún más. Así que intento usar el cerebro lo más rápido que puedo y le quito el mapa de un manotazo para meterlo dentro de la mochila, rogando que así no se vuele — ¡Toma el remo! — le grito con intenciones de que pueda oírme sobre el viento y el agua, haciéndome con el mío para volver a hundirlo. Mis brazos quizá son algo fuertes, pero no lo suficiente como para hacerlo solo… y seguro necesitaríamos de más brazos si consideramos la velocidad que el arroyo está tomando — ¡Intenta estabilizar el bote! ¡Tenemos que encontrar una orilla! — pero no veo ninguna: todo parece ser rocas. La presencia de mi varita en el bolsillo de mi pantalón me pica, pero no puedo recordar ningún hechizo útil en un momento como éste.
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