Se suponía que hoy había una reunión, pero tan solo el 10% de los que fuimos citados, asistió. A mi me llegan las noticias por rumores, pero conozco de gente a la que le llegan por otras vías quizá algo más peligrosas. Las cabezas cubiertas por capuchas en el inmenso espacio de la central eléctrica destacan especialmente esa noche, al menos antes de que decidan dar media vuelta y volver por donde ha venido. ¿Qué había pasado exactamente? ¿cambiaron de opinión?

La presencia de aurores por la zona debe haber puesto tensa a la mayoría de las personas, es una pena, de todas formas ¿Qué iban a hacerles? ¿acusarlas de estar demasiado juntas en un lugar en concreto? solo teníamos que mirar ese asqueroso distrito para saber que no era como que tuviéramos muchos sitios para elegir.

Acabo distinguiendo los rostros de Amber y Amarïe. La segunda la reconozco porque es de esas personas en las que te fijas sin querer, cuando simplemente barres la vista alrededor y tus ojos se centran en una persona al azar (aunque ya no me parece tan azar) y la primera porque siempre suele ser de las que convocan esas cosas. No conozco a ninguna lo bastante como para acercarme, pero al final lo hago. No hay más caras familiares alrededor. — Demasiada vigilancia, ¿no? al menos para que seamos la escoria de la que nadie quiere hablar — Levanto mi mano a modo de saludo antes de empezar a hablar. — Aunque con las noticias que se inventan sobre nosotros, quizá solo quieran aparentar. — Me encojo de hombros y saco una botella de ginebra de la mochila, sarandeándola delante de ellas. Se la había robado a un paleto rico que, por alguna razón, se le hizo divertido bajar al distrito 5 a grabar un video para su mierda de Vblog. — ¿vamos a esperar un rato o a dar por hecho que esto ha sido un fracaso? —

Después de la vigilancia a la que se estaban sometiendo los distritos del norte no era de extrañar que se dieran más reuniones de las comunes. Aunque detestara tener que ir, casi siempre, al distrito cinco para poder asistir a éstas. La cansaba de sobremanera y siempre tenía que acabar haciendo noche allí y esperar a que el día siguiente transcurriera por completo antes de poder volver hasta el doce.

El viaje había sido tal largo y cansado como recordaba, aunque la principal diferencia era la cantidad de guardias que se podían vislumbrar desde las alturas, por suerte nadie se fijaría en ella mientras permaneciera así. Cruzó los brazos bajo el pecho, no le interesaban las capuchas, no como a otros muchos, por lo que observó a los presentes allí esperar hasta que se cansaron y se marcharon, lo siguió con la mirada, alzando ambas cejas con incredulidad. —Vaya futuro— se quejó descruzando los brazos y barriendo con la mirada los rostros de las personas que permanecieron allí hasta que una joven se acercó. Volvió su mirada en dirección a ella, girándola luego en dirección a Amber. Ambas le sonaban, pero nunca había estado lo suficientemente interesada como para dirigirse a éstas.

—No pueden vivir sin unas pobres almas a las que joder— comentó metiendo las manos en los bolsillos de sus desgastados pantalones. Paladeó unos  instantes, molesta por seguir allí, pero cambiando sus planes en unos instantes. —Ha sido un fracaso, pero igualmente se puede esperar— ofreció cercando las distancias entre ambas y golpeando la botella con la uña del dedo índice, volviéndose en redondo hacia otra de las pocas personas que allí quedaba y, al menos, se atrevía a no esconder su rostro.

A estas alturas debería estar más que acostumbrada a viajar por los distritos del norte para ir a algunas de esas reuniones clandestinas, pero esta vez ganas no tengo. El viaje hasta el 14 me ha pasado más factura de la que esperaba y he tenido que ir con más cautela que de costumbre por el aumento de vigilancia que hay desde hace ya varias semanas. Aun así, voy de todas maneras porque es algo necesario si de verdad queremos llegar a algún punto. Al menos esta vez no me encargo yo de tener que prepararlo todo y puedo ir algo más relajada sin tener esas preocupaciones de por medio.

Para mi desgracia, parece ser que no todos son tan arriesgados como otros pocos y yo que sí que vamos, porque la mayoría acaba por no presentarse y literalmente puedo contar con los dedos de una mano los pocos que estamos presentes. Supongo que es el hecho de que seamos tan pocos, más el que todos sabemos que hay varios aurores haciendo guardia y rondando por la zona, lo que hace que prácticamente todos los que han venido se vayan hasta que solo quedamos tres personas. ¿Y así es como quieren llegar a hacer algo? Si se van con el rabo entre las piernas a la primera de cambio, mal vamos.

Estoy maldiciendo mentalmente a los aurores, a los cobardes que no han venido y a los que se han marchado cuando la voz de una chica me saca de mis pensamiento. De todas maneras, no gana mi atención hasta que saca la botella de ginebra, y me bajo de un salto de la maquina estropeada donde estaba sentada. — Ellos se pierden la bebida y la buena compañía — comento mientras me acerco hacia las únicas dos personas que quedan y con la mirada centrada en Amarïe, a quien he visto varias veces por el 11 también y que siempre ha llamado mi atención. — Soy Amber — me presento, porque aunque a ambas las haya visto en varias de estas reuniones, nunca hemos tenido la oportunidad de decir quiénes somos.

Era ginebra de la cara, si aún estuviera en casa jamás se me habría ocurrido compartirla. Es triste como una cosa tan simple como vivir en la inmundicia, hace que te des cuenta de cuantas cosas creías que eran indispensables solo por mero egoísmo y comodidad. — Podemos darles la oportunidad de cambiar de idea. Ya saben, como cuando llueve y decides no ir a clase pero de repente recuerdas que cuenta para subir nota y tal. — Me arrepentí de haber dicho eso nada más soltarlo y se notó por la ligera mueca que se me escapó. Dar por hecho que todo el mundo debió experimentar lo que era el colegio era algo apresurado, teniendo en cuenta que muchos de los actualmente repudiados, llevan viviendo así lo mismo que el gobierno en el poder: prácticamente casi una vida.

Me disculpo por lo bajo, ni estoy segura de si lo oyen, mientras miro alrededor buscando un lugar donde sentarnos. Tampoco es como que tengamos mucha elección y el alfeizar de una ventana parece tan buen sitio como cualquier otro. Señalo el lugar, avanzo hacia allí, a escasos pasos de distancia, y me apoyo sutilmente sobre el alfeizar, abriendo la botella. — Joyce, aunque todo el mundo me llama Joy — Hago aspavientos al decir mi apodo, recordando que el chiste de mi familia era bromear acerca de mi excesiva alegría, que solo por llamarme joy (alegría en inglés) debía derrochar cada día. Doy un trago a la bebida y luego la ofrezco sin apuntar a ninguna en concreto; dejo que la tome quien quiera. — ¿Alguien trajo cartas o algo? — El único posible juego que siempre abundaba por estos lados. — Porque no es por no tener fe, aquí como la señorita... — Señalo a Amarïe, con un evidente tono bromista. — Pero si no se ha dignado a llegar a tiempo ni siquiera aquellos cuyas caras ya todo el mundo conoce, no creo que venga nadie. Y resulta muy triste, porque este país es de todos. ¿No se supone que tenemos que hacer algo? La gente lee cuentos sobre héores casi a diario, pero cuando tienen que ser uno, miran para otro lado.

Los rostros de las dos chicas le sonaba, pero su interés por las personas que la rodeaban era tan mínimo que nunca paraba su mirar más de dos o tres segundos en los rostros ajenos. Quizás sí lo hacía si llamaban su atención de algún modo, pero llegaba tan cansada a las reuniones que prefería apoyarse en una pared y esperar a que todo terminara. Su atención se reducía, en cierta medida, cuando eran mujeres las personas que la rodeaban. A ellas no las podía controlar y desconfiaba de lo que verdaderamente rondaba sus mentes cuando se encontraban allí. Alzó ambas cejas, no pudiendo evitar esbozar una sonrisa ante lo inocente de su comentario. —Es muy dulce por tu parte comparar el hecho de no subir nota con que te atrapen los aurores.— hizo un puchero divertido con los labios, antes de esbozar una sonrisa.

Miró a Amber, recorriéndola con la mirada cuando habló, prestándole atención real por primera vez, aunque ya se hubieran visto en otras ocasiones, y luego siguió a Joyce, apoyando la espalda contra la pared cercana. —Amarïe— pronunció su nombre, no diciendo nada más pero recordando con claridad cuáles eran los de las dos personas que la acompañaban. Alargó el brazo, tomando la botella de su mano y bebiendo mientras ella hablaba, frunció el ceño, ofreciéndosela a Amber cuando hubo terminado. Dejó ir el aire, sintiendo el amargor que la bebida dejaba en su boca, hacía tiempo que no bebía alcohol de calidad, y lo cierto es que lo extrañaba. —La mitad de los que se juntan aquí son ratas que no tienen a donde ir. Vienen para que alguien se quede con su cara y luego decir que ayudó, que formó parte de un intento de regresar el país a todos.— habló, encogiéndose de hombros. Quizás sus palabras eran duras, pero no demostraban lo contrario. —Pero ven un par de aurores en las inmediaciones y les importa todo una mierda.— sonrió con cinismo, apoyando la cabeza a la pared y mirando el techo de la fábrica abandonada en la que se encontraban.

—Te he visto participar en algunas reuniones— volvió a hablar refiriéndose a Amber, mirándola y dejando que sus ojos se quedaran pendientes de ella. —¿sabes de qué iban a hablar o iba a ser un nuevo "queremos hacer muchas cosas pero no hacemos nada"?— preguntó con crudeza. En verdad que no tenía nada mejor que hacer en el distrito doce, pero tampoco le gustaba darse viajes como aquel sin una razón.

Su ejemplo sobre la escuela me descoloca durante unos segundos, y no sé muy bien qué decir. Apenas fui a clase y casi ni tengo recuerdos porque es algo que con el tiempo fui apartando porque de nada servía recordar una vida que nunca más volvería a tener. — ¿Subir nota solo por ir a clase? — cuestiono finalmente, no muy segura. Luego caigo en la cuenta de que quizá no debería haber comentado nada porque no tengo ganas de que me pregunten que dónde vivía para no haber ido a la escuela y que si siempre he vivido entre las sombras. Quizá ellas también son como yo y han tenido que estar escondidas siempre, pero desde luego que no lo han hecho en el distrito tan famoso y que tanto obsesionó a Jamie Niniadis durante años.

Cojo la botella de ginebra después de que me la ofrezca la mayor de ellas dos, y tengo que apartar la mirada de Amarïe para no parecer una babosa por mirarla tanto, igual que les pasaba a Seth y a Ben en plena adolescencia cuando íbamos al lago subterráneo y se fijaban en Eowyn y Sophia. — Bonita revolución entonces, ¿eh? — respondo en referencia al comentario de Amarïe para después devolverle la botella a Joyce, todavía notando el ardor del alcohol por la garganta. Creo que es la primera vez que pruebo un alcohol que tenga un sabor así porque básicamente todo lo que he bebido ha sido fermentado en el 14, o alcohol del malo que se consigue por los distritos del norte. Es por eso por lo que no puedo decir que esté bueno, pues me sabe... ¿extraño?

Escucho la pregunta de Amarïe mientras rebusco en la mochila que siempre llevo encima hasta dar con un paquete de cartas que están prácticamente borradas por la parte trasera del uso, y se las tiro a Joyce. Es un recuerdo que me llevé del 14 y con lo que hace años que no juego porque no tengo ganas, ni tampoco gente con quien hacerlo. — No tengo ni idea, la verdad — reconozco mientras estiro ligeramente los brazos, que los tengo un poco engarrotados por culpa de tanta transformación en estos últimos días. — Viendo el panorama, creo que no era para nada útil porque entonces habría venido más gente.

Arrugo la nariz conforme los comentarios acerca de mi símil de clases vrs aurores no tiene le efecto que yo quería. Y normal. Era una estupidez. ERES ESTÚPIDA. Me moriría allí mismo de la verguenza pero me limito a fingir que no me hablan a mi, mal, porque me muerdo una uña, me encojo de hombros muy sutilmente, y luego miro a una y a otra y a la nada por ratitos, esperando a que mi momento de idiota se esfume lo mas rápido posible. — Bueno yaaa, ya sé que me dan miedo cosas estúpidas pero hasta hace dos meses era una estúpida — Creo que mi problema más grande fue intentar combinar un pantalón naranja. NARANJA. ¿En qué momento se me ocurrió comprar algo naranja?

Paso la vista de una a otra y noto algo raro, pero de estas que crees saber que o estar a punto de descubrirlo pero ni te estás acercando; en ese plan me pilla desprevenida la baraja de cartas voladora, que casi me da en la cabeza pero por suerte alcanzo a coger, luego de un par de aspavientos pobres que casi hacen que se me caiga. Mezclo las cargas y suspiro. — Yo había oído rumores pero últimamente hay muchos rumores. — Hago énfasis vago en lo último, como cuando dejas claro que esos rumores debe inventárselos una vieja que vive en una caverna porque ni sentido tienen. — Dicen que hay una extranjera que tiene un plan — Lo murmuro como si fuera un secreto y empiezo a repartir. — Yo solo sé jugar al póquer. — Espero que todo el mundo también. Sino siempre podemos cambiar al 21. — La que pierda se desnuda. — Sí. Aprendí en mis rollos pijos, de fiestas adolescentes, con tipos hormonados y deseando ver a una chica desnuda. Una aprende cualquier cosa para evitar estar frente a 10 babosos en bolas. Yo aprendí a jugar al póquer.

Cojo una carta, las comparo, tiro la otra y con mi mejor sonrisa de voy ganando, las miro. — Os toca.

Observó con desinterés como, finalmente, una de ellas sí que llevaba una baraja de cartas encima con las que poder perder el tiempo libre que habían acabado teniendo tras la fallida reunión. Giró la cabeza hacia un lado y luego hacia el otro, intentando deshacer el nudo invisible que se apoderaba de su cuello, y articulaciones, cada vez que tenía que recorrer grandes distancias en una de sus formas de semi-veela. Esbozó una media sonrisa. Rumores. Los había de todo tipo y colores, no eran más que una pérdida de tiempo a la que no merecía la pena prestarles mayor atención. —Una extranjera con un plan. Estamos salvadas— agregó con un leve encogimiento de hombros. Sin duda no se trataba del alma de la fiesta, pero estaba harta de reuniones en las que solamente se decían gilipolleces que no llevaban a ninguna parte; quería recuperar su vida de una buena vez.

Tomó la botella, bebiendo de ésta antes de que repartiera las cartas, anunciando cual sería el juego presente y la recompensa de la ganadora. —Me gustan las mujeres así que no tengo ningún problema en desnudarme o ver una desnuda— habló dejando la botella de ginebra en el alfeizar de la ventana y acercándose para tomar sus cartas y observarlas antes de descartarse de un par de ellas y tomar otras. Retiró la mirada hacia Amber arqueando ambas cejas y luego sonriéndole a la par que haciéndole un gesto con la cabeza para que tomara sus cartas, quería saber hacia donde dirigiría aquella curiosa apuesta propuesta con la más joven de las tres mujeres.

—¿Alguna intención oculta que debamos saber?— preguntó alejando la mirada de Amber y posándola sobre Joyce.

Que hable sobre esos rumores me descoloca por un momento, especialmente cuando comenta algo sobre una extranjera que tiene un plan. — ¿Sabes algo más sobre esa extranjera? — Imagino que no porque de ser así lo habría dicho. Por un momento me planteo que pueda tratarse de alguna de las personas que dejaron el 14, que aunque no fueron muchos, unos cuantos sí que fuimos. Al final acabo descartando la idea porque supongo que con lo que ha dicho se referirá a alguien que tenga un acento poco común o algo por el estilo. — Quién sabe, quizá acabe siendo nuestra salvadora igual que los dictadores que están ahora al poder antes vivían fuera del país, exiliados — respondo a Amarie. Pero en fin, por el momento la cosa tampoco pinta muy clara, mucho menos ahora que ni siquiera nadie se ha dignado a venir a la reunión.

Estoy volviendo a beber de la botella de ginebra cuando escucho lo que la mayor de las dos chicas dice sobre las mujeres, y acabo tosiendo cuando el alcohol se me va por el conducto que no es. Ya es lo que me faltaba oír para no parar de mirarla. — Ya somos dos entonces — consigo decir una vez me recompongo y puedo hablar y respirar con normalidad. Si me dan a escoger está claro que la que prefiero que acabe desnuda sea Amarïe, por mucho que Joyce sea mona. Sin embargo, la otra es más mi estilo y tiene un "algo" atractivo para mi gusto.

Consigo apartar esos pensamientos de mi cabeza para centrarme en las cartas y en intentar jugar bien para no ser yo la que acabe desnuda, pues aunque no tengo ningún reparo, prefiero que sea otra la que acabe sin ropa.

"Me gustan las mujeres"

Mi cara de estupor debe ser épica, porque me quedo mirando a Amarie como si hubiera dicho que le gusta comer personas o algo por el estilo. Nunca había encontrado en mi vida una persona tan liberal, y si bueno, de vez en cuando mi mirada se ha ido hacia personas o partes de personas de mi mismo sexo que no debería estar mirando pero nunca en mi vida se me ocurriría admitir que quizá me gusten las chicas también, así, sin ton ni son, ni filtro, ni nada. — ¿Ambas? ¿en serio? — momento inoportuno para confesiones. Encima me he confiado y distraido a la vez así que en cuestión de nada, resulta que perdí.

Lanzo las cartas contra el montón para que otra baraje y reparta mientras, haciendo tiempo para pensar que prenda quitarme, observo a Amber. — No, nada. No sé, no la he visto. Solo he oído eso. Y me parece curioso porque ¿jamie no era una extranjera también? — La verdad es que recuerdo poco, o mejor dicho, casi nada, de una época anterior a esta. — A lo mejor es una trampa. A lo mejor nos quieren hacer creer que hay un plan para descubrir quienes son los que se arriesgarían por él — Siento a esa mujer lo bastante retorcida como para pensar un plan así.

Al final decido ir en serio con el juego y me saco la chaqueta, tarareando musica de streptease solo por ambientar. Me siento ridícula dos segundos después, pero me trago ese sentimiento con más ginebra. — De todas formas, ¿qué sabrá una extranjera sobre este lugar?

Alternó su mirada entre ambas mujeres, esbozando una divertida sonrisa y riendo, sin poder evitarlo, ante las expresiones y las reacciones que ambas hubieron tenido ante la declaración de su orientación sexual. No se avergonzaba, era algo que estaba allí, asumía y disfrutaba. Aun así, sus ojos se pararon en Amber cuando corroboró sus palabras después de un ataque de tos que conseguía que las cejas de la semi veela se alzaran. —Parece que al final el juego no será aburrido— habló esbozando una media sonrisa mientras tomaba un par de cartas y dejaba ver su juego a las demás.

Rió con ganas, tomando todas las cartas y barajando, a la espera de que la perdedora, Joyce, hiciera justicia a su propia apuesta. —Una extranjera que puso a los magos en el poder, marginando al resto, ¿la nueva extranjera traerá igualdad o la superioridad de otra “raza”?— cuestionó terminando de mezclar las cartas y repartiéndolas mientras Joyce se aclaraba con la prenda de la que se desharía. Ella se encontraba entre una de las razas que nunca tendría igualdad con el resto así que no le importaba cual primara mientras pudiera seguir vivienda de algún modo. Tomó las cartas, alzando su mirar hacia ella ante sus tarareos. Hizo un gesto para que le pasara la botella, mirando las cartas de soslayo. —Mismo sitio, misma historia, diferentes personas.— Neopanem, superioridad pero diferentes líderes queriendo conseguir lo que querían arrastrando a todos en su camino. —Lo único que me preocupa es que me estén haciendo perder el tiempo.— anunció acercándose a Joyce y sentándose a su lado en el pequeño alfeizar, descartándose de dos cartas y tomando otras dos.

Me sorprende un poco lo que dice Joyce porque no estoy acostumbrada a que nadie reaccione así cuando digo que también me gustan las mujeres. No es que vaya aireándolo a todo el mundo, obviamente, pero creo que en el 14 todos lo saben y a nadie nunca le pareció raro. En realidad hasta fue ahí donde descubrí que me parecían atractivas cuando a los diecisiete años me acosté con Arya, que fue la primera mujer con la que lo hice. — Las mujeres somos más atractivas — respondo al final, seguido de un pequeño encogimiento de hombros. Los hombres también, pero nosotras tenemos "algo" que para mí gusto es más llamativo y bonito. Pero bueno, al final todo eso acaba dependiendo de quien mira y de lo que le agrada.

— No sé por qué les cuesta tanto comprender que podríamos vivir tranquilos todos juntos y ya — acabo murmurando, no en un tono muy alto porque más bien era un comentario para mí misma, pero sí lo suficiente como para que alcancen a escuchar lo que digo. De verdad que nunca he comprendido porque después de tantos siglos conviviendo con una raza por encima de la otra, siguen haciendo lo mismo en vez de intentar estar todos bien y ya.

Vuelvo a centrarme en el juego cuando la nueva partida empieza después de que Joyce sea la primera en quitarse una prenda, y descarto un par de cartas cuando llega mi turno. — Buena ambientación — le comento a Joyce en referencia a que haya tarareado antes mientras se quitaba la chaqueta. Viendo las jugadas que acaban de hacer ellas dos, me temo que quizá sea yo la que acabe teniendo que quitarse algo.

Por los pelos, esta vez no acabo perdiendo más ropa pero debo admitir que he estado nerviosa. Juego con mi pelo instintivamente. ¿Las lesbianas cuentan como chicos? sea como sea de repente, ese gestito idiota coqueto que siempre me salía cuando veía a Dawson con esos pantaloncitos cortos jugando al baloncestos y me daba por babosa, bueno, se me escapa un instante mientras hablamos. — ¿No traía jamie la supuesta igualdad? — Cuando ella tomó el poder, yo era demasiado pequeña para interesarme por la política. Ese no era mi rollo y acababa dormida; pero recuerdo la muerte de todos los ministros y la forma en la que ella se autoproclamó dueña del mundo solo por asesinarlos a todos y estar allí para decir que mandaba ella.

Mientras reparto de nuevo las cartas después de la decepción de segunda partida que hemos tenido, me cruzo de piernas y alzo mi vista hacia amber cuando pinta todo tan fácil. Yo también sueño con algo de ese estilo. — Si yo me pongo en su lugar, no me fiaría de un mago. Pueden borrarte la memoria y hacer contigo lo que quieran. Supongo que por eso ningún grupo se lleva bien con otro. No sé que tienen los magos contra los humanos pero... — Y luego estoy yo, que estoy en medio. Demasiado mágica para los muggles, demasiado muggle para los magos. En tierra de nadie. — No todos son buenas personas. Ni magos, ni humanos. — Así que a la larga, no depende de que raza seas, sino de lo que hagas con las ventajas que tienes por pertenecer a una de ellas.

Reviso mis cartas a consciencia esta vez, todavía avergonzada por el halago de amber, intentando esconder mi cara entre las cartas (y fallando), solo asomando mis ojos por encima para ver a Amarïe cuando habla de que le hagan perder el tiempo. — ¿Por qué vienes aquí? ¿puedo preguntar? — Yo lo hago porque creo que hacer algo cambiará algo; aunque ahora mismo no haya un rumbo recto hacia un objetivo concreto.