OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Me despierto con un fuerte golpe producto de haberme caído del sillón que estaba ocupando. No era de extrañarse, como una estúpida había olvidado tomar la dosis de poción para dormir sin sueños que me había dado mi madre y la pesadilla había sido demasiado terrible como para poder haberme quedado quieta. No me sorprendería el haber gritado en el medio de mi sueño, era la primera pesadilla que tenía desde la expedición y había sido aún peor que lo que hubiese esperado.
Creo que estoy temblando por lo mucho que me cuesta desenredarme de las mantas, y cuando al fin puedo sentarme en el piso, noto que estoy empapada de sudor cuando me llevo ambas manos al rostro en un intento de tranquilizarme. No puedo, ya que en el momento en que mi visión queda obstruida, vuelven a asaltarme las imágenes de mi sueño.
En sí, no había comenzado tan terrible, básicamente era la repetición de las cosas que habían pasado en la cueva: el lazo, las arañas, las piedras... la diferencia fundamental, y lo que me había hecho despertarme por la angustia que sentí, era el final. Habíamos tardado demasiado y en el momento que la última piedra había quedado en su lugar ya no se escuchaba nada del otro lado de la pared. Me había invadido el temor de la misma manera que había pasado allí, pero cuando salimos junto con Alice, nadie salió de la otra habitación. Si el sueño hubiera concluido así, probablemente no hubiera sido tan terrible, pero mi mente recreó sin inconvenientes el estado en que habríamos hallado los cuerpos y eran imágenes tan espeluznantes, que no creía poder olvidarlas pronto.
Lo peor, es que de golpe me siento invadida por el pánico al momento que me doy cuenta que ni Ben ni Derian se encuentran en los lugares en los que suelen dormir, y me incorporo de golpe antes de recordar que es noche de luna llena, y que el otro se encuentra de guardia. Me siento patética, y se me oprime el pecho de solo pensar en que mi pesadilla podría haber sido real...
Aún temblorosa, pero ya un poco más centrada en la realidad, me dirijo a la habitación en la que se encuentran dormidas las chicas y trato de hacer el menor ruido posible en lo que robo otra de las remeras de Ben para reemplazar la que llevo empapada de sudor, y le quito un cigarrillo de la caja que sacó el otro día. Claro que, gracias a que todo está oscuro, termino golpeándome contra la mesita de luz y maldigo en voz alta sin poder evitarlo. - Lo siento, lo siento. - Murmuro mientras me tomo el pie y doy pequeños saltitos para no perder el equilibrio.
Creo que estoy temblando por lo mucho que me cuesta desenredarme de las mantas, y cuando al fin puedo sentarme en el piso, noto que estoy empapada de sudor cuando me llevo ambas manos al rostro en un intento de tranquilizarme. No puedo, ya que en el momento en que mi visión queda obstruida, vuelven a asaltarme las imágenes de mi sueño.
En sí, no había comenzado tan terrible, básicamente era la repetición de las cosas que habían pasado en la cueva: el lazo, las arañas, las piedras... la diferencia fundamental, y lo que me había hecho despertarme por la angustia que sentí, era el final. Habíamos tardado demasiado y en el momento que la última piedra había quedado en su lugar ya no se escuchaba nada del otro lado de la pared. Me había invadido el temor de la misma manera que había pasado allí, pero cuando salimos junto con Alice, nadie salió de la otra habitación. Si el sueño hubiera concluido así, probablemente no hubiera sido tan terrible, pero mi mente recreó sin inconvenientes el estado en que habríamos hallado los cuerpos y eran imágenes tan espeluznantes, que no creía poder olvidarlas pronto.
Lo peor, es que de golpe me siento invadida por el pánico al momento que me doy cuenta que ni Ben ni Derian se encuentran en los lugares en los que suelen dormir, y me incorporo de golpe antes de recordar que es noche de luna llena, y que el otro se encuentra de guardia. Me siento patética, y se me oprime el pecho de solo pensar en que mi pesadilla podría haber sido real...
Aún temblorosa, pero ya un poco más centrada en la realidad, me dirijo a la habitación en la que se encuentran dormidas las chicas y trato de hacer el menor ruido posible en lo que robo otra de las remeras de Ben para reemplazar la que llevo empapada de sudor, y le quito un cigarrillo de la caja que sacó el otro día. Claro que, gracias a que todo está oscuro, termino golpeándome contra la mesita de luz y maldigo en voz alta sin poder evitarlo. - Lo siento, lo siento. - Murmuro mientras me tomo el pie y doy pequeños saltitos para no perder el equilibrio.
Puede que el haberme despertado más tarde de lo que estoy acostumbrada me haga dar vueltas en la cama esa misma noche, contemplando la oscuridad mientras la respiración regular de Murphy invade la habitación. Me cruzo de brazos y levanto la vista hacia el techo con la intención de dejar la mente en blanco, pero el problema de estas situaciones es que entre el silencio y la poca falta de sueño, acabo dándole vueltas a lo que pasó esta mañana con Ben, lo que inconscientemente hace que gire la cabeza hacia la ventana en una búsqueda torpe de la luna desde mi posición. Creo imaginarme el aullido de un lobo, así como también creo imaginarme el ruido sordo que procede de otra parte de la casa.
Como lo más probable es que me lo esté inventando a causa del sueño que no parece llegar pero que sé que está ahí, cierro los ojos y suelto un suspiro cansado. No pasan más de diez minutos hasta que escucho unos pasos acercarse y posteriormente golpearse contra algo, lo que me hace levantarme apoyándome sobre mis codos y achinar los ojos un poco para definir una figura. - ¿Ava? - Susurro en cuanto descubro su pequeño cuerpo en una esquina de la habitación. - ¿Qué haces despierta a estas horas? - Aunque lo cierto es que no tengo la menor idea de la hora que es después de haber estado contando ovejas, por así decirlo, durante gran parte de la noche.
Me levanto con suavidad intentando no mover demasiado la cama para no despertar a Murphy, a pesar de que duerme como un tronco después del día agotador que ha tenido. A veces pienso que se esfuerza demasiado en cosas que no le convienen, no le sirve de nada matarse a hacer carreras con los demás cuando sabe perfectamente que tiene problemas con todo lo que requiere un esfuerzo físico mayor al de sus capacidades. - ¿No puedes dormir? - Murmuro en cuanto estoy un poco más cerca de ella como sinónimo de si ha tenido pesadillas, algo que puedo adivinar por el aspecto de su camiseta empapada en sudor. No puedo decir que no la entienda cuando se trata de lo que pasó en la expedición, pero podría tener el valor de asegurar que a Ava le afectó más que al resto.
Con un gesto de mi mano indico que deje de disculparse puesto que yo ya estaba despierta y Murph se mantiene hecha un ovillo en la cama. Por como se agarra el pie supongo que se ha hecho daño al golpearse contra la mesa, a lo que no puedo hacer más que ayudarla a sujetarse para que no pierda el equilibrio. - Podrías simplemente haber encendido una vela. - Digo entre dientes con una ligera sonrisa ante su torpeza a oscuras. Yo misma prendo una cerilla para iluminar el camino hasta la habitación principal mientras espero a que me siga, a no ser que quiera volver a dormirse.
Como lo más probable es que me lo esté inventando a causa del sueño que no parece llegar pero que sé que está ahí, cierro los ojos y suelto un suspiro cansado. No pasan más de diez minutos hasta que escucho unos pasos acercarse y posteriormente golpearse contra algo, lo que me hace levantarme apoyándome sobre mis codos y achinar los ojos un poco para definir una figura. - ¿Ava? - Susurro en cuanto descubro su pequeño cuerpo en una esquina de la habitación. - ¿Qué haces despierta a estas horas? - Aunque lo cierto es que no tengo la menor idea de la hora que es después de haber estado contando ovejas, por así decirlo, durante gran parte de la noche.
Me levanto con suavidad intentando no mover demasiado la cama para no despertar a Murphy, a pesar de que duerme como un tronco después del día agotador que ha tenido. A veces pienso que se esfuerza demasiado en cosas que no le convienen, no le sirve de nada matarse a hacer carreras con los demás cuando sabe perfectamente que tiene problemas con todo lo que requiere un esfuerzo físico mayor al de sus capacidades. - ¿No puedes dormir? - Murmuro en cuanto estoy un poco más cerca de ella como sinónimo de si ha tenido pesadillas, algo que puedo adivinar por el aspecto de su camiseta empapada en sudor. No puedo decir que no la entienda cuando se trata de lo que pasó en la expedición, pero podría tener el valor de asegurar que a Ava le afectó más que al resto.
Con un gesto de mi mano indico que deje de disculparse puesto que yo ya estaba despierta y Murph se mantiene hecha un ovillo en la cama. Por como se agarra el pie supongo que se ha hecho daño al golpearse contra la mesa, a lo que no puedo hacer más que ayudarla a sujetarse para que no pierda el equilibrio. - Podrías simplemente haber encendido una vela. - Digo entre dientes con una ligera sonrisa ante su torpeza a oscuras. Yo misma prendo una cerilla para iluminar el camino hasta la habitación principal mientras espero a que me siga, a no ser que quiera volver a dormirse.
El susurro de Alice me eriza el vello de la nuca porque no esperaba que estuviese despierta. Soltando el pie y sintiendo una aguda punzada al apoyarlo, maldigo nuevamente antes de dirigir la mirada hacia la cama, con temor de haber despertado también a la más pequeña. No lo hice, y cuando Alice se incorpora siento un gran alivio ya que lo último que quería en estos momentos, es estar sola con esas espantosas imágenes dándome vueltas en la cabeza. - No es nada, tuve una pesadilla.- Declaro en voz baja, con un tono casi tembloroso y algo ahogado que me hace sentir increíblemente patética. Tengo veinticuatro años, no cuatro; ya estoy grande como para andar asustándome por cosas que no son reales, sin importar que tan real pudiesen haberlo sido de haber hecho las cosas de otra manera.
Cuando la morocha señala que podría haber iluminado el lugar, simplemente me encojo de hombros. Entre el sueño y la escasa luz que entra por la ventana, ni siquiera se me ocurrió el hacerlo ya que generalmente puedo manejarme a oscuras... o al menos puedo cuando una pesadilla no me deja temblando y desorientada como si me tratase de una niña pequeña. Tampoco ayuda cuando, al encender la cerilla, su cara queda iluminada por unos segundos, de la misma forma en que la luz de las antorchas en la cueva se reflejaba en sus facciones. Me estremezco, pero antes de seguirla fuera del improvisado cuarto, me dirijo rápidamente al baño para cambiarme la remera y enjuagarme rápidamente el sudor con el balde que hay allí. El agua fría me termina de despertar, e irónicamente calma mis temblores una vez que se me pasan los últimos escalofríos.
Ya con mejor aspecto, o al menos estando más cómoda, me encuentro a la morocha en la cocina y abro la ventana antes de subirme a la mesada y prender el cigarrillo. - Lamento haberte despertado, es la primera vez que olvido tomar la poción y... no estaba preparada. - Mi voz suena normal y sonrio por lo bajo antes de darle una calada al pequeño cilindro, disfrutando como el humo pasa por mi garganta, y vuelve a subir cuando lo exhalo. - ¿Tú no tienes pesadillas? - Le consulto dando otra calada y tirando las cenizas que comienzan a aparecer por fuera de la ventana, demasiado desganada como para buscar dónde quedó el cenicero. - Me refiero... si ya soñaste con la cueva... - Consulto egoistamente, esperando que me responda de manera afirmativa para no sentirme tan patética. Estoy por dar otra calada, cuando cambio de opinión y lo estiro hacia Alice, consultándole con el gesto si también quiere un poco.
Cuando la morocha señala que podría haber iluminado el lugar, simplemente me encojo de hombros. Entre el sueño y la escasa luz que entra por la ventana, ni siquiera se me ocurrió el hacerlo ya que generalmente puedo manejarme a oscuras... o al menos puedo cuando una pesadilla no me deja temblando y desorientada como si me tratase de una niña pequeña. Tampoco ayuda cuando, al encender la cerilla, su cara queda iluminada por unos segundos, de la misma forma en que la luz de las antorchas en la cueva se reflejaba en sus facciones. Me estremezco, pero antes de seguirla fuera del improvisado cuarto, me dirijo rápidamente al baño para cambiarme la remera y enjuagarme rápidamente el sudor con el balde que hay allí. El agua fría me termina de despertar, e irónicamente calma mis temblores una vez que se me pasan los últimos escalofríos.
Ya con mejor aspecto, o al menos estando más cómoda, me encuentro a la morocha en la cocina y abro la ventana antes de subirme a la mesada y prender el cigarrillo. - Lamento haberte despertado, es la primera vez que olvido tomar la poción y... no estaba preparada. - Mi voz suena normal y sonrio por lo bajo antes de darle una calada al pequeño cilindro, disfrutando como el humo pasa por mi garganta, y vuelve a subir cuando lo exhalo. - ¿Tú no tienes pesadillas? - Le consulto dando otra calada y tirando las cenizas que comienzan a aparecer por fuera de la ventana, demasiado desganada como para buscar dónde quedó el cenicero. - Me refiero... si ya soñaste con la cueva... - Consulto egoistamente, esperando que me responda de manera afirmativa para no sentirme tan patética. Estoy por dar otra calada, cuando cambio de opinión y lo estiro hacia Alice, consultándole con el gesto si también quiere un poco.
Sus palabras me confirman lo que me esperaba, pero me limito a asentir con la cabeza mientras observo su actitud alterada por el nerviosismo. En lo que ella va al baño a cambiarse dejo la vela encima de la mesa para que ilumine lo que la luz de las estrellas no puede alcanzar. Me entra una extraña sensación en el cuerpo en cuanto dejo que mi peso se recargue sobre una de las sillas que rodea la mesa. Casi puedo asegurar que frunzo el ceño levemente ante la idea de que este espacio se haya convertido de repente en el lugar para sincerarse por excelencia, recordando la conversación de esta mañana. Sacudo la cabeza para quitármelo del pensamiento cuando veo la figura de Ava aparecer por el rabillo del ojo. - No tienes que preocuparte, ya estaba despierta. - Hago un pequeño movimiento con mi mano para restarle importancia mientras se acomoda en la encimera.
Arrugo un poco la nariz ante el olor del cigarrillo, observándola con una ceja alzada. Nunca probé el tabaco, pero conozco lo suficiente de él como para saber que a la larga, no trae más que problemas. - Las pociones están bien por un tiempo, pero tendrás que hacerles frente tarde o temprano. - Y aunque pretendo que suene como consejo de una persona que no tiene ni idea de la dependencia que puede llegar a provocar una sustancia como esa, mi lado médico acaba por hacerse un hueco en el tono pausado de mi voz. - Una pesadilla solo es un mal sueño si dejas que te afecte. - No sé a que viene la suavidad con la que trato las palabras que salen de mi boca, pero de alguna manera tengo la sensación de haber viajado atrás en el tiempo, a cuando Murphy era más pequeña y las pesadillas también formaban parte de su noche.
Llevo las piernas hacia arriba para cruzarlas entre sí encima del asiento, que con mi tamaño no me supone ningún problema esa posición. - A veces. - Acabo por reconocer en un murmullo. Tampoco me preocupo demasiado por ellas porque creo reconocer la diferencia entre lo que es real y lo que solo está teniendo lugar en mi cabeza. Al fin y al cabo, las pesadillas son algo que siempre van a estar ahí, por mucho que uno trate de hacerlas desaparecer. Es la forma que tenemos de hacerlas frente lo que hará que, con el tiempo, no tengan la misma influencia sobre nosotros. - Lo que ocurrió en la cueva puede causarle temor a cualquiera, Ava, no tienes que avergonzarte por ello. - Su actitud es lo que me delata que se sienta de esa forma, a pesar de toda la madurez que pretende aparentar mientras le pega caladas al cigarro. Hago un gesto con mi mano para rechazarlo cuando extiende su brazo, pero me aseguro de elevar un poco mis mejillas para que no se sienta forzado. - ¿De qué fue tu pesadilla? - Me atrevo a preguntar en un susurro, acariciando con la yema de los dedos de una mano la otra.
Arrugo un poco la nariz ante el olor del cigarrillo, observándola con una ceja alzada. Nunca probé el tabaco, pero conozco lo suficiente de él como para saber que a la larga, no trae más que problemas. - Las pociones están bien por un tiempo, pero tendrás que hacerles frente tarde o temprano. - Y aunque pretendo que suene como consejo de una persona que no tiene ni idea de la dependencia que puede llegar a provocar una sustancia como esa, mi lado médico acaba por hacerse un hueco en el tono pausado de mi voz. - Una pesadilla solo es un mal sueño si dejas que te afecte. - No sé a que viene la suavidad con la que trato las palabras que salen de mi boca, pero de alguna manera tengo la sensación de haber viajado atrás en el tiempo, a cuando Murphy era más pequeña y las pesadillas también formaban parte de su noche.
Llevo las piernas hacia arriba para cruzarlas entre sí encima del asiento, que con mi tamaño no me supone ningún problema esa posición. - A veces. - Acabo por reconocer en un murmullo. Tampoco me preocupo demasiado por ellas porque creo reconocer la diferencia entre lo que es real y lo que solo está teniendo lugar en mi cabeza. Al fin y al cabo, las pesadillas son algo que siempre van a estar ahí, por mucho que uno trate de hacerlas desaparecer. Es la forma que tenemos de hacerlas frente lo que hará que, con el tiempo, no tengan la misma influencia sobre nosotros. - Lo que ocurrió en la cueva puede causarle temor a cualquiera, Ava, no tienes que avergonzarte por ello. - Su actitud es lo que me delata que se sienta de esa forma, a pesar de toda la madurez que pretende aparentar mientras le pega caladas al cigarro. Hago un gesto con mi mano para rechazarlo cuando extiende su brazo, pero me aseguro de elevar un poco mis mejillas para que no se sienta forzado. - ¿De qué fue tu pesadilla? - Me atrevo a preguntar en un susurro, acariciando con la yema de los dedos de una mano la otra.
No se si declara ya haber estado despierta por simple cortesía o si de verdad ese había sido el caso, pero de todas formas me siento un poco más aliviada al no sentirme como una molestia, y al pensar que pese a lo horrible de mi sueño, al parecer no había gritado durante la duración del mismo. Ya suficientemente patética me sentía en esos momentos como para sumarle gritos al asunto. - ¿Muchas cosas en la cabeza? - Consulto mientras me dejo caer en la pared que tengo detrás, sintiéndome más familiarizada con el hecho de no poder dormir, que con el de despertar a mitad de la noche.
- Sí lo sé... no es que sea algo habitual. Pero prefiero hacerles frente más tarde que temprano... - Declaro haciendo una pequeña mueca con los labios. Yo también quisiera no tener que tomar ningún tipo de pociones, detesto sentir que necesito algún remedio para curar una debilidad como siento que son las pesadillas, sin embargo, en este caso lo prefería. Solamente la presencia de las arañas hubiera bastado para ponerme nerviosa, así que el conjunto de todo en general era terrorífico y no me sentía preparada para afrontarlo. - Me estaré comportando como una cobarde, pero al menos si fueran pesadillas inventadas no me afectaría tanto. Estas sin embargo... - Dando otra calada al cigarrillo, me doy cuenta de la verdad que hay en mis palabras. Si fueran pesadillas absurdas e inventadas, sería una cosa; pero los sueños eran recuerdos, alterados de manera que podrían haber sido verdad, y eso era en verdad lo que más temía.
Se me escapa un bufido y poco me falta para rodar los ojos cuando reconoce que ha soñado con la cueva también. Irónicamente, creí que su respuesta me generaría alivio, y sin embargo solo puedo sentir envidia de que lo diga tan libremente, como sí no le causara nada; y es entonces cuando me doy cuenta que casi no sé nada de la morocha. No me entretengo demasiado con el pensamiento porque en seguida está tratando de hacerme sentir mejor, y no puedo evitar preguntarme brevemente si Alice también tiene alguien que haga eso por ella. Encogiéndome de hombros cuando rechaza el cigarrillo, doy otra calada antes de responder. - Mmm, no empezó como pesadilla en sí. Arrancó como una especie de racconto de todo lo que pasó en la cueva... lo que me hizo despertar fue el final. ¿Recuerdas la desesperación que teníamos al no poder encajar las piedras? Pues bueno, ese momento se hacía infinito y tardamos mucho más de lo que debíamos. - Una piedra tras otra, un jarrón que parecía no acabar y dedos nerviosos hasta que por fin se escuchó el último sonido de encastre. - El silencio fue horrible, pero entrar al otro cuarto y ver los cuerpos... No fue la pesadilla lo que me dio miedo, sino la posibilidad. - Aclaro mientras me llevo nuevamente el cigarrillo a los labios, tratando de parar el leve temblor que siento en las manos y evitando su mirada a toda costa. No me gusta sentirme débil.
- Sí lo sé... no es que sea algo habitual. Pero prefiero hacerles frente más tarde que temprano... - Declaro haciendo una pequeña mueca con los labios. Yo también quisiera no tener que tomar ningún tipo de pociones, detesto sentir que necesito algún remedio para curar una debilidad como siento que son las pesadillas, sin embargo, en este caso lo prefería. Solamente la presencia de las arañas hubiera bastado para ponerme nerviosa, así que el conjunto de todo en general era terrorífico y no me sentía preparada para afrontarlo. - Me estaré comportando como una cobarde, pero al menos si fueran pesadillas inventadas no me afectaría tanto. Estas sin embargo... - Dando otra calada al cigarrillo, me doy cuenta de la verdad que hay en mis palabras. Si fueran pesadillas absurdas e inventadas, sería una cosa; pero los sueños eran recuerdos, alterados de manera que podrían haber sido verdad, y eso era en verdad lo que más temía.
Se me escapa un bufido y poco me falta para rodar los ojos cuando reconoce que ha soñado con la cueva también. Irónicamente, creí que su respuesta me generaría alivio, y sin embargo solo puedo sentir envidia de que lo diga tan libremente, como sí no le causara nada; y es entonces cuando me doy cuenta que casi no sé nada de la morocha. No me entretengo demasiado con el pensamiento porque en seguida está tratando de hacerme sentir mejor, y no puedo evitar preguntarme brevemente si Alice también tiene alguien que haga eso por ella. Encogiéndome de hombros cuando rechaza el cigarrillo, doy otra calada antes de responder. - Mmm, no empezó como pesadilla en sí. Arrancó como una especie de racconto de todo lo que pasó en la cueva... lo que me hizo despertar fue el final. ¿Recuerdas la desesperación que teníamos al no poder encajar las piedras? Pues bueno, ese momento se hacía infinito y tardamos mucho más de lo que debíamos. - Una piedra tras otra, un jarrón que parecía no acabar y dedos nerviosos hasta que por fin se escuchó el último sonido de encastre. - El silencio fue horrible, pero entrar al otro cuarto y ver los cuerpos... No fue la pesadilla lo que me dio miedo, sino la posibilidad. - Aclaro mientras me llevo nuevamente el cigarrillo a los labios, tratando de parar el leve temblor que siento en las manos y evitando su mirada a toda costa. No me gusta sentirme débil.
Demasiadas cosas en la cabeza, me gustaría decir, aunque al final me conformo con asentir levemente con la cabeza y dejar asomar una pequeña sonrisa. - Algo así. - Mi yo interno quiere dejar que la conversacion acabe ahí, pero por alguna razón que atribuyo a que es demasiado tarde como para pensar con claridad y que estoy demasiado dormida como para saber lo que digo, abro la boca en vez de callarme. - No acostumbro a tener nada de lo que pensar así que hoy ha sido una gran comedura de cabeza. - Confieso en lo que apoyo uno de mis codos sobre la mesa y mi mejilla sobre este. En cuanto hablo me doy cuenta de que no tendría que haber tirado por esa parte de la conversación porque si ya me cuesta hablar de mis sentimientos, mucho más tener que confesárselos a alguien que no tiene nada que ver con ellos.
- No tiene por qué ser ahora, cuando estés lista. - Cada persona es distinta, y cada una tiene diferentes formas de sobre llevar una crisis, por no decir que el tiempo que se tome en curarse a sí mismo también depende de ella. Nunca he sido la persona que da consejos a la otra porque hace mucho tiempo que no lo hago, y Murphy no cuenta como una porque soy su madre y de alguna manera eso resulta natural, pero con Ava me siento como una extraña total que intenta ofrecer ayudar sin apenas conocer nada de ella. - No eres una cobarde, me salvaste el culo en más de una ocasión. Por no decir que si no fuera por ti, muchos no estaríamos aquí. - No estoy más que diciendo la verdad cuando levanto la mirada hacia ella, recordando por un momento la situación en la que estuvimos. - Las pesadillas solo son un efecto colateral, inventadas o no, con el tiempo se pasarán. - Y aquí viene el maravilloso discurso de que el tiempo lo cura todo, que me lo ahorro porque no lo veo oportuno.
Observo su aspecto tembloroso cuando me narra su sueño, odiando tener que haber preguntado por él, lo que me hace morder el interior de mi mejilla mientras continúo mirándola. - No voy a negarte que eso podría haber sido una posibilidad, como muchas otras. Pero no fue así, estamos aquí. - Murmuro en un susurro pero lo suficientemente segura de mí misma como para frenar el temblor que percibo en su mano. - Lo que pudo o no pudo haber pasado no debería influir en la forma que tenemos de afrontar las cosas. Es parte del pasado, no podemos cambiarlo. - No por mucho que queramos. No me doy cuenta de lo mucho que cuesta reconocer eso hasta que lo digo en voz alta y mis propias palabras chocan contra mí.
- No tiene por qué ser ahora, cuando estés lista. - Cada persona es distinta, y cada una tiene diferentes formas de sobre llevar una crisis, por no decir que el tiempo que se tome en curarse a sí mismo también depende de ella. Nunca he sido la persona que da consejos a la otra porque hace mucho tiempo que no lo hago, y Murphy no cuenta como una porque soy su madre y de alguna manera eso resulta natural, pero con Ava me siento como una extraña total que intenta ofrecer ayudar sin apenas conocer nada de ella. - No eres una cobarde, me salvaste el culo en más de una ocasión. Por no decir que si no fuera por ti, muchos no estaríamos aquí. - No estoy más que diciendo la verdad cuando levanto la mirada hacia ella, recordando por un momento la situación en la que estuvimos. - Las pesadillas solo son un efecto colateral, inventadas o no, con el tiempo se pasarán. - Y aquí viene el maravilloso discurso de que el tiempo lo cura todo, que me lo ahorro porque no lo veo oportuno.
Observo su aspecto tembloroso cuando me narra su sueño, odiando tener que haber preguntado por él, lo que me hace morder el interior de mi mejilla mientras continúo mirándola. - No voy a negarte que eso podría haber sido una posibilidad, como muchas otras. Pero no fue así, estamos aquí. - Murmuro en un susurro pero lo suficientemente segura de mí misma como para frenar el temblor que percibo en su mano. - Lo que pudo o no pudo haber pasado no debería influir en la forma que tenemos de afrontar las cosas. Es parte del pasado, no podemos cambiarlo. - No por mucho que queramos. No me doy cuenta de lo mucho que cuesta reconocer eso hasta que lo digo en voz alta y mis propias palabras chocan contra mí.
- ¿De verdad? - Consulto con extrañeza y algo de curiosidad. - Hoy ha sido un día tan aburrido que ya me hubiese gustado tener cosas en las que pensar... ¿Cómo pasas el tiempo cuando estás aburrida? - Consulto porque de verdad de verdad que no sé nada de Alice; casi que ni siquiera como médica, ya que siempre que algo me pasa son Seth o mi madre quienes suelen estar más cerca y no necesito acudir a ella. De hecho, si dejaba de lado lo ocurrido en la expedición, creo que esta estaba siendo la charla más larga que mantuve con la morocha hasta el momento.
Me encojo de hombros ante su consejo y por unos segundos me siento tentada a preguntarle por qué trata de hacerme sentir mejor. Sé que si la situación fuera a la inversa, yo sería un asco tratando de darle consejos y tampoco me sentiría calificada para ello. ¿Será que todo eso de la empatía y la comprensión se adquirían al ser madre? - Soy buena disparando. - Es lo único que se me ocurre decir ante su ¿elogio? No considero que haber actuado por impulso en una situación de vida o muerte quite la cobardía de no poder enfrentar a estúpidos temores nocturnos, pero no digo más. Siento que me estoy victimizando por algo que ni siquiera vale la pena, vaya adulta que creía ser...
Las palabras de Alice me golpean como una aplanadora, y a la vez parecen encajar perfectamente dentro de mi cerebro. Así como así, todo parece cobrar sentido e irónicamente me siento menos patética cuando entiendo que lo que realmente me aterra, es no poder afrontar este tipo de situaciones a futuro. - Eres buena en esto ¿sabes? - Le pregunto con gracia antes de dar la última calada al cigarrillo, para luego apagarlo presionándolo contra la pared externa de la casa y arrojándolo a pocos metros de distancia. Cierro la ventana con rapidez cuando, ya más relajada, comienzo a sentir el frío que viene desde afuera, y termino subiendo ambas piernas para abrazarlas con mis brazos. - Creo que me voy a arrepentir de preguntar esto pero... ¿ya te ha pasado? Me refiero... a poder afrontar este tipo de miedos absurdos. - Apoyando mi mentón sobre mis rodillas, la observo con curiosidad casi como tratando de descifrarla desde mi posición.
Me encojo de hombros ante su consejo y por unos segundos me siento tentada a preguntarle por qué trata de hacerme sentir mejor. Sé que si la situación fuera a la inversa, yo sería un asco tratando de darle consejos y tampoco me sentiría calificada para ello. ¿Será que todo eso de la empatía y la comprensión se adquirían al ser madre? - Soy buena disparando. - Es lo único que se me ocurre decir ante su ¿elogio? No considero que haber actuado por impulso en una situación de vida o muerte quite la cobardía de no poder enfrentar a estúpidos temores nocturnos, pero no digo más. Siento que me estoy victimizando por algo que ni siquiera vale la pena, vaya adulta que creía ser...
Las palabras de Alice me golpean como una aplanadora, y a la vez parecen encajar perfectamente dentro de mi cerebro. Así como así, todo parece cobrar sentido e irónicamente me siento menos patética cuando entiendo que lo que realmente me aterra, es no poder afrontar este tipo de situaciones a futuro. - Eres buena en esto ¿sabes? - Le pregunto con gracia antes de dar la última calada al cigarrillo, para luego apagarlo presionándolo contra la pared externa de la casa y arrojándolo a pocos metros de distancia. Cierro la ventana con rapidez cuando, ya más relajada, comienzo a sentir el frío que viene desde afuera, y termino subiendo ambas piernas para abrazarlas con mis brazos. - Creo que me voy a arrepentir de preguntar esto pero... ¿ya te ha pasado? Me refiero... a poder afrontar este tipo de miedos absurdos. - Apoyando mi mentón sobre mis rodillas, la observo con curiosidad casi como tratando de descifrarla desde mi posición.
Su pregunta me desconcierta hasta el punto de fruncir levemente el ceño antes de sacudir la cabeza. - Intento mantenerme ocupada con trabajo para no tener que caer aburrida. El aburrimiento da a pensar y no se me da bien lidiar con eso. - Quizas sea esa la razón por la que no suelo tener tiempo libre a pesar de que todo el mundo necesita de un tiempo para descansar del trabajo. Incluso cuando no tengo nada que hacer más que estar en casa trato de encontrar alguna tarea que distraiga la mente antes de que alguien interrumpa y pueda hacer otra cosa. Siempre hay algo que hacer en el distrito, sobre todo ahora que el incendio acabó con la mitad de las infraestructuras del lugar. La verdad es que tiempo para aburrirse no hay si tenemos en cuenta la cantidad de entretenimiento que hay. - Si necesitas distracción siempre puedes acudir a Eowyn, estoy segura de que tiene entretenimiento suficiente para todo el distrito si es necesario. - Dejo mostrar una pequeña sonrisa antes de que se me ocurra algo. - O también puedes buscarme. No soy tan aburrida como todos dicen. - Y hasta yo me sorprendo del ofrecimiento de compañía que le hago porque hasta entonces, siempre la rehúso.
Estiro las piernas para dejarlas caer de nuevo sobre el suelo, poniendo parte del peso de mi espalda sobre el respaldo de la silla para poder centrarme más en su figura, iluminada bajo la luz de la luna que llega desde la ventana justo antes de que la cierre. Me encojo de hombros ante esa clase de alabanza como si no tuviera nada de lo que estar orgullosa, cuando para ser sinceros, intentar que se sienta mejor es algo que debería hacer cualquiera independientemente de conocerla o no. - Muchos años de práctica. Si alguna vez tienes hijos lo entenderás, acabas por acostumbrarte a los consejos de última hora. - Aunque yo no me considero la mejor madre del año, al menos puedo decir que durante el tiempo que Murphy habituaba a escucharme, mis sugerencias para solucionar sus problemas solían tener cierto efecto en ella. Ahora no podría decir lo mismo teniendo en cuenta que las hormonas han acabado con su cerebro y hace más caso al conejo que atrapó en el bosque que a mí misma.
- No creo que sea la más indicada para responder a esa pregunta. - Le advierto en cuanto descubro que soy la persona capaz de dar un discurso acerca de como hay que superar los miedos cuando a la primera de cambio trato de esconderlos en vez de hacerles frente. - Soy la primera en tratar de ocultar esos miedos y encerrarlos en una caja. - Básicamente porque es lo que llevo haciendo media vida y lo que más cómodo resulta hacer, dadas las circunstancias. - Por eso conozco de primera mano que si hay algo que te preocupa, no dejes que se forme una bola y te consuma. Por absurdos que sean. - Al fin y al cabo si se trata de un miedo no puede ser absurdo, sino no tendría el mismo efecto en las personas.
Estiro las piernas para dejarlas caer de nuevo sobre el suelo, poniendo parte del peso de mi espalda sobre el respaldo de la silla para poder centrarme más en su figura, iluminada bajo la luz de la luna que llega desde la ventana justo antes de que la cierre. Me encojo de hombros ante esa clase de alabanza como si no tuviera nada de lo que estar orgullosa, cuando para ser sinceros, intentar que se sienta mejor es algo que debería hacer cualquiera independientemente de conocerla o no. - Muchos años de práctica. Si alguna vez tienes hijos lo entenderás, acabas por acostumbrarte a los consejos de última hora. - Aunque yo no me considero la mejor madre del año, al menos puedo decir que durante el tiempo que Murphy habituaba a escucharme, mis sugerencias para solucionar sus problemas solían tener cierto efecto en ella. Ahora no podría decir lo mismo teniendo en cuenta que las hormonas han acabado con su cerebro y hace más caso al conejo que atrapó en el bosque que a mí misma.
- No creo que sea la más indicada para responder a esa pregunta. - Le advierto en cuanto descubro que soy la persona capaz de dar un discurso acerca de como hay que superar los miedos cuando a la primera de cambio trato de esconderlos en vez de hacerles frente. - Soy la primera en tratar de ocultar esos miedos y encerrarlos en una caja. - Básicamente porque es lo que llevo haciendo media vida y lo que más cómodo resulta hacer, dadas las circunstancias. - Por eso conozco de primera mano que si hay algo que te preocupa, no dejes que se forme una bola y te consuma. Por absurdos que sean. - Al fin y al cabo si se trata de un miedo no puede ser absurdo, sino no tendría el mismo efecto en las personas.
¿Mantenerse ocupada con trabajo? ¿Nada más? ¿Acaso no se entretenía enseñándole cosas a Murph? ¿Yendo a recolectar cosas a los bosques? ¿Nadando en el lago? - A riesgo de sonar completamente infantil, dejame decirte que es la respuesta más aburrida que me han dado en la vida. Y sí, incluyo los balbuceos de Zenda de hace 8 años cuando era más pequeña aún. - Declaro sin siquiera medir un poco mis palabras. ¿Qué clase de persona se divierte solamente trabajando? Si estaba aburrida hoy, era porque me estaba encargando de esquivar gente y me había despertado sin ganas de hacer nada; no por no encontrar cosas que hacer precisamente. - Eowyn siempre tiene entretenimientos para todos, pero a menos que quiera hacer de diana, preferiría no acudir a ella. - Le respondo frunciendo la nariz cuando menciona a la otra rubia. - En cambio, sí te voy a tomar la palabra y pienso buscarte más seguido; a ver si me puedes probar eso de no ser aburrida. - Me río entre dientes porque lamentablemente para la morocha, su invitación me hace sentirme más cómoda en su presencia y se que no tardaré en tomarle el pelo a mis anchas.
- Tengo hermanos, ¿eso no cuenta?- Consulto sabiendo que no es en absoluto lo mismo el darle consejos a un hijo, que a un hermano. Más si contaba que con Zenda más bien terminaba gritándole o tratándola de cría insoportable pese a lo mucho que la quería. -Ok, sé que no es lo mismo. Pero para que tenga hijos falta bastante tiempo, y espero poder dar mejores consejos antes de que eso suceda. - Respondo a mi propia pregunta, sin darle la oportunidad a Alice ya que vamos... Era una pregunta estúpida para empezar.
Ocultando unos segundos el rostro por detrás de mis rodillas para poder rascarme la nariz con ellas, me doy cuenta lo pequeña que debo parecer en esa posición y vuelvo a bajar las piernas para al menos no parecer una niña de cinco, en vez de una de casi veinticinco. Después de todo, y pese a que la morocha me llevaba pocos años de diferencia y casi no había diferencia de estatura entre nosotras, era notorio el aire de madurez que la rodeaba. No vejez, porque de verdad que casi no parecía que hubiera diferencia entre nosotras, pero tenía un no se qué que la hacía verse más... ¿sabia? No sabía que palabra usar precisamente, pero era algo que claramente no había logrado aprender. Su respuesta me vuelve a la realidad, y no puedo evitar fruncir la comisura del labio en una especie de sonrisa torcida. - ¿Haz lo que yo digo, no lo que yo hago? - Consulto levantando una ceja y mirándola con diversión. - Supongo que siempre es más fácil dar consejos que aplicarlos... Aunque en mi caso no sea ni una cosa ni la otra.
- Tengo hermanos, ¿eso no cuenta?- Consulto sabiendo que no es en absoluto lo mismo el darle consejos a un hijo, que a un hermano. Más si contaba que con Zenda más bien terminaba gritándole o tratándola de cría insoportable pese a lo mucho que la quería. -Ok, sé que no es lo mismo. Pero para que tenga hijos falta bastante tiempo, y espero poder dar mejores consejos antes de que eso suceda. - Respondo a mi propia pregunta, sin darle la oportunidad a Alice ya que vamos... Era una pregunta estúpida para empezar.
Ocultando unos segundos el rostro por detrás de mis rodillas para poder rascarme la nariz con ellas, me doy cuenta lo pequeña que debo parecer en esa posición y vuelvo a bajar las piernas para al menos no parecer una niña de cinco, en vez de una de casi veinticinco. Después de todo, y pese a que la morocha me llevaba pocos años de diferencia y casi no había diferencia de estatura entre nosotras, era notorio el aire de madurez que la rodeaba. No vejez, porque de verdad que casi no parecía que hubiera diferencia entre nosotras, pero tenía un no se qué que la hacía verse más... ¿sabia? No sabía que palabra usar precisamente, pero era algo que claramente no había logrado aprender. Su respuesta me vuelve a la realidad, y no puedo evitar fruncir la comisura del labio en una especie de sonrisa torcida. - ¿Haz lo que yo digo, no lo que yo hago? - Consulto levantando una ceja y mirándola con diversión. - Supongo que siempre es más fácil dar consejos que aplicarlos... Aunque en mi caso no sea ni una cosa ni la otra.
Su reacción me hace gracia hasta el punto de darme cuenta de que probablemente tenga razón, a pesar de que hasta este momento no se me había ocurrido que mis distracciones fueran tan aburridas, aunque por la cara que pone acabo por asentir hacia abajo aún con la sonrisa que su comentario me ha provocado. - ¿Y qué haces tú cuando te aburres? Porque no es como si este sitio fuese el centro de atracción del país. - Por mucho show que monten las personas que viven aquí, porque para ser sinceros si hay una cosa que no el falta a este distrito es drama de cualquier tipo, llega un momento en el que las opciones se agotan. - Y por favor dime que ya hace tiempo que jugar a las palmas con Zenda no cuenta como pasatiempo. - De mi garganta sale una risotada cortada en mis dientes que indica que no podría volver a soportar esa época otra vez en mi vida.
- Oh, puedo ser de lo más entretenida. - Murmuro cuando me reta al aburrimiento alzando una ceja en su dirección, aunque segundos después me recompongo y frunzo el ceño de forma pensativa. - Vale, igual me hace falta alcohol para serlo, pero siempre es mejor acabar borracha que siendo el punto de mira de Eowyn. - Lo cual está un poco lejos de ser verdad si tenemos en cuenta que estando ebrios se hacen más tonterías de las que nos gustaría admitir, lo que por consecuencia da lugar a que medio distrito se entere, incluyendo la rubia. - Mmm... Podría. He tenido hermanos y créeme cuando te digo que más de una vez me siguieron el rollo solo para hacerme pensar que les interesaban mis mierdas cuando en verdad no podían importarles lo más mínimo. - Y lo digo desde el punto de vista de la hermana pequeña a la que siempre le tocaban sermones de lo que hacer y no hacer. - Cosas de hermanos, supongo. - Termino por encogerme de hombros con una mueca en los labios, restándole importancia al asunto.
- Es más fácil de lo que parece. En realidad no tienes más que inventarte una metáfora que tenga más o menos sentido y dejar que cada uno lo interprete como quiera. - No soy una experta en dar consejos, mucho menos si yo misma hago caso omiso de ellos, por lo que tampoco pretendo dármelas de consejera real. - Así te evitas no encontrar solución a sus problemas. - No es una mala sugerencia ahora que lo digo en voz alta, incluso me sorprendo de lo sensato que eso suena a pesar de que no soy la persona más lógica que conozco. Me gustaría decirle que no tenga prisa en buscar algo que probablemente venga solo y de la manera que menos se espera cuando habla de tener hijos, pero me callo cuando me doy cuenta de que no soy la persona indicada para hablar de eso. Qué se yo, seguramente su madre sea más capaz de aconsejarla además de conocerla mucho mejor que yo.
Muevo la cabeza en gesto afirmativo con una sonrisa de lado en el rostro ante la obviedad de su pregunta, analizando sus gestos bajo la luz del fuego - Veo que lo coges. - Segundos después hago un movimiento despectivo con mi mano izquierda a la vez que mis hombros se elevan en un flojo aspaviento. - Además, la bebida siempre será mejor consuelo que un par de consejos ridículos. - Aunque quiero creer que la seguridad de mis palabras es la misma que mi actitud en general. Me dedico a observar como la llama de la vela se mueve en compás con los segundos que pasan en silencio.
- Oh, puedo ser de lo más entretenida. - Murmuro cuando me reta al aburrimiento alzando una ceja en su dirección, aunque segundos después me recompongo y frunzo el ceño de forma pensativa. - Vale, igual me hace falta alcohol para serlo, pero siempre es mejor acabar borracha que siendo el punto de mira de Eowyn. - Lo cual está un poco lejos de ser verdad si tenemos en cuenta que estando ebrios se hacen más tonterías de las que nos gustaría admitir, lo que por consecuencia da lugar a que medio distrito se entere, incluyendo la rubia. - Mmm... Podría. He tenido hermanos y créeme cuando te digo que más de una vez me siguieron el rollo solo para hacerme pensar que les interesaban mis mierdas cuando en verdad no podían importarles lo más mínimo. - Y lo digo desde el punto de vista de la hermana pequeña a la que siempre le tocaban sermones de lo que hacer y no hacer. - Cosas de hermanos, supongo. - Termino por encogerme de hombros con una mueca en los labios, restándole importancia al asunto.
- Es más fácil de lo que parece. En realidad no tienes más que inventarte una metáfora que tenga más o menos sentido y dejar que cada uno lo interprete como quiera. - No soy una experta en dar consejos, mucho menos si yo misma hago caso omiso de ellos, por lo que tampoco pretendo dármelas de consejera real. - Así te evitas no encontrar solución a sus problemas. - No es una mala sugerencia ahora que lo digo en voz alta, incluso me sorprendo de lo sensato que eso suena a pesar de que no soy la persona más lógica que conozco. Me gustaría decirle que no tenga prisa en buscar algo que probablemente venga solo y de la manera que menos se espera cuando habla de tener hijos, pero me callo cuando me doy cuenta de que no soy la persona indicada para hablar de eso. Qué se yo, seguramente su madre sea más capaz de aconsejarla además de conocerla mucho mejor que yo.
Muevo la cabeza en gesto afirmativo con una sonrisa de lado en el rostro ante la obviedad de su pregunta, analizando sus gestos bajo la luz del fuego - Veo que lo coges. - Segundos después hago un movimiento despectivo con mi mano izquierda a la vez que mis hombros se elevan en un flojo aspaviento. - Además, la bebida siempre será mejor consuelo que un par de consejos ridículos. - Aunque quiero creer que la seguridad de mis palabras es la misma que mi actitud en general. Me dedico a observar como la llama de la vela se mueve en compás con los segundos que pasan en silencio.
Me río en sintonía con la morocha y le regalo una sonrisa que muestra todos mis dientes antes de contestarle. - Ganas puntos extra por ese comentario. - Vuelvo a reírme. - Tampoco creas que me entretengo de maneras extremas. Mayoritariamente molesto a la gente, me escapo por el bosque, cabalgo y practico con la ballesta... Ay por dios, mi vida también es aburrida.- Finjo una expresión de exagerado horror, abriendo los ojos como platos y llevándome ambas manos a la cara en busca de cubrir mi boca abierta. Ya, en serio. Busco como entretenerme con cualquier tontería que se me ocurra. Si solo me centrase en el trabajo creo que pasaría la vida deprimida. - Y no lo digo como una ofensa hacia su persona, sino que yo siendo... bueno, yo; no podría soportar vivir solo para mi trabajo. Menos en su caso, que como médica son raras las veces en las que la veo fuera del distrito; o incluso casi igual de raras las veces en las que la veo fuera de su trabajo.
La observo con interés mientras que me cuenta cosas de su vida de las que no estaba ni remotamente enterada, y me entra la curiosidad de cómo fue su vida antes de llegar al catorce. - No sabía que tenías hermanos... - Declaro. - O que te emborrachabas si vamos al caso. Me debes una noche de borrachera mi querida Alice, y debo advertirte que sí hay algo peor que terminar siendo el punto de mira de Eowyn; y es terminar siendo su punto de mira mientras se está borracho. Al menos si eres como yo que si ya de por sí no conozco demasiado la palabra inhibición, con alcohol en mi sistema la borro del diccionario directamente.- No digo nada muy nuevo, ni mucho menos secreto, pero si mi madre todavía no se enteraba de todas las veces en las que me había puesto como una cuba, no sabía si Alice estaba al tanto de ellas también.
- Supongo que tendré que robarle algunos libros a Seth y empezar a anotar metáforas entonces; no soy muy inventiva con esas cosas. - Al menos no luego del estrepitoso fracaso de cuando era niña y traté de hablar en rimas no me acuerdo por qué. - ¿Y tenías muchos hermanos? - Consulto con curiosidad recordando lo que había dicho antes. Me causa intriga el conocer del pasado de Alice, ya que de verdad de verdad no sabía casi nada de ella. Claro que luego me doy cuenta que gracias a no saber nada, tampoco sabía si eso era un tema sensible o doloroso para la muchacha. - No tienes que responder si no quieres, no tengo filtro a estas horas y no se si es un tema que prefieres esquivar. - Me apresuro a aclarar antes que se sienta obligada a algo.
- ¡Amén a eso! - Contesto elevando la mano en señal de asentimiento a su consejo de la bebida. - Cuando mi madre me pregunte por qué aconsejo así a Zenda la enviaré contigo, por cierto. - Me río, extrañamente contenta con la conversación que estamos manteniendo. Me es terriblemente fácil mantener una charla con Alice, y no por primera vez en la noche me pregunto que es lo que hizo que esto no pasara antes.
La observo con interés mientras que me cuenta cosas de su vida de las que no estaba ni remotamente enterada, y me entra la curiosidad de cómo fue su vida antes de llegar al catorce. - No sabía que tenías hermanos... - Declaro. - O que te emborrachabas si vamos al caso. Me debes una noche de borrachera mi querida Alice, y debo advertirte que sí hay algo peor que terminar siendo el punto de mira de Eowyn; y es terminar siendo su punto de mira mientras se está borracho. Al menos si eres como yo que si ya de por sí no conozco demasiado la palabra inhibición, con alcohol en mi sistema la borro del diccionario directamente.- No digo nada muy nuevo, ni mucho menos secreto, pero si mi madre todavía no se enteraba de todas las veces en las que me había puesto como una cuba, no sabía si Alice estaba al tanto de ellas también.
- Supongo que tendré que robarle algunos libros a Seth y empezar a anotar metáforas entonces; no soy muy inventiva con esas cosas. - Al menos no luego del estrepitoso fracaso de cuando era niña y traté de hablar en rimas no me acuerdo por qué. - ¿Y tenías muchos hermanos? - Consulto con curiosidad recordando lo que había dicho antes. Me causa intriga el conocer del pasado de Alice, ya que de verdad de verdad no sabía casi nada de ella. Claro que luego me doy cuenta que gracias a no saber nada, tampoco sabía si eso era un tema sensible o doloroso para la muchacha. - No tienes que responder si no quieres, no tengo filtro a estas horas y no se si es un tema que prefieres esquivar. - Me apresuro a aclarar antes que se sienta obligada a algo.
- ¡Amén a eso! - Contesto elevando la mano en señal de asentimiento a su consejo de la bebida. - Cuando mi madre me pregunte por qué aconsejo así a Zenda la enviaré contigo, por cierto. - Me río, extrañamente contenta con la conversación que estamos manteniendo. Me es terriblemente fácil mantener una charla con Alice, y no por primera vez en la noche me pregunto que es lo que hizo que esto no pasara antes.
Sus expresiones exageradas me sacan una sonrisa que pronto se convierte en una risa mientras sacudo levemente la cabeza, inclinándola hacia abajo para observar mis manos jugar con la parte inferior de mi camisa. Cuando me doy cuenta de lo infantil que puede verse ese gesto desde su posición paro en seco en un movimiento sutil que me deja pensar en sus siguientes palabras. - ¿Nunca te dijeron eso de 'estudia lo que te guste y jamás tendrás que trabajar'? Bah, supongo que eso no es aplicable aquí, al fin y al cabo no hay muchas opciones donde escoger y si me lo preguntas a mí, creo que paso más horas en el campo que curando a la gente. - Ni siquiera sé como se me ha ocurrido decir tal tontería, por lo que culpo a las altas horas de la noche en que nos hemos decidido a tener una conversación abierta. - Tú has crecido prácticamente aquí, ¿nunca quisiste hacer algo más, lejos de ser exploradora? - En mi caso siempre tuve claro lo que quería hacer, y por ser un oficio necesitado jamás tuve problema, pero nunca me paré a pensar en personas como Ava, básicamente condicionados a trabajar en lo que se precisa aquí.
Me encojo de hombros cuando se sorprende por escuchar que tengo hermanos, o que tenía al menos, como si de alguna manera no me hubiera dado cuenta de que los he mencionado sin quererlo. - Tampoco te lo había dicho.- Como estoy segura de que eso suena más brusco de lo que en verdad pretendía, me apreso a mostrar una sonrisa pero que con la escasa luz puede parecer más una mueca. - Haces que suene como algo rutinario, por muy bien que siente estar borracho, hace falta más alcohol del que tenemos para pasarme el día ebria. - Aunque como ya he admitido en más de una ocasión, no hay nada que me gustaría más que dedicar las horas libres del día a emborracharme. - Pero tú ganas, te daré esa noche de borrachera que tanto deseas, aunque prefiero que esto quede entre nosotras. - Susurro lo último con una leve sonrisa dibujada en el rostro. Que no es como si me importara lo que el resto pudiera pensar de mí, a día de hoy creo que eso ya lo he demostrado, pero tampoco es plan de que Murphy vaya por ahí pensando que lo único que hace su madre es dedicarse a beber en cada esquina.
- Creo que ese es el efecto que debe tener el alcohol, Avs. - Comento con gracia cuando menciona lo de inhibirse, apartando la mirada de ella durante unos segundos al recordar la última vez que me dediqué a beber sin frenos. La verdad es que podría haber tenido algo más de contención por mi parte aquella noche, pero como ella misma admite en voz alta, el alcohol no deja espacio a abstenerse de decir o hacer algo. - Tantos que casi me faltan dedos para contarlos. ¿Creías tener suficiente con Cale y Zenda? Prueba a ser la menor de siete. - Hace tanto tiempo que no los recordaba que por un momento pensé que no recordaría sus caras, pero supongo que eso es algo que por mucho tiempo que pase nunca se olvida. - Igual hace tiempo que murieron. - Murmuro sin más para segundos después juntar las palmas de mis manos con más fuerza de la que planeaba, de manera que paso a frotar con ellas mis muslos en un intento de no dejar que eso termine con el buen rollo.
Se me escapa una risa cómplice al imaginarme la posible idea de Arleth echa una furia por haber alcoholizado a su hija. - Mmmm, no dije que fuera una consejera experta, y si vamos al caso, tú tampoco has rechazado la oferta. Además, es tu hermana menor, no creo que quieras ofrecerle la bebida como solución a sus problemas. Por lo menos no tan temprano. - Añado al final con una pequeña mueca irónica, sin poder no figurarme la imagen de Zenda yendo a emborracharse porque se murió su mascota o qué se yo, cascó su varita.
Me encojo de hombros cuando se sorprende por escuchar que tengo hermanos, o que tenía al menos, como si de alguna manera no me hubiera dado cuenta de que los he mencionado sin quererlo. - Tampoco te lo había dicho.- Como estoy segura de que eso suena más brusco de lo que en verdad pretendía, me apreso a mostrar una sonrisa pero que con la escasa luz puede parecer más una mueca. - Haces que suene como algo rutinario, por muy bien que siente estar borracho, hace falta más alcohol del que tenemos para pasarme el día ebria. - Aunque como ya he admitido en más de una ocasión, no hay nada que me gustaría más que dedicar las horas libres del día a emborracharme. - Pero tú ganas, te daré esa noche de borrachera que tanto deseas, aunque prefiero que esto quede entre nosotras. - Susurro lo último con una leve sonrisa dibujada en el rostro. Que no es como si me importara lo que el resto pudiera pensar de mí, a día de hoy creo que eso ya lo he demostrado, pero tampoco es plan de que Murphy vaya por ahí pensando que lo único que hace su madre es dedicarse a beber en cada esquina.
- Creo que ese es el efecto que debe tener el alcohol, Avs. - Comento con gracia cuando menciona lo de inhibirse, apartando la mirada de ella durante unos segundos al recordar la última vez que me dediqué a beber sin frenos. La verdad es que podría haber tenido algo más de contención por mi parte aquella noche, pero como ella misma admite en voz alta, el alcohol no deja espacio a abstenerse de decir o hacer algo. - Tantos que casi me faltan dedos para contarlos. ¿Creías tener suficiente con Cale y Zenda? Prueba a ser la menor de siete. - Hace tanto tiempo que no los recordaba que por un momento pensé que no recordaría sus caras, pero supongo que eso es algo que por mucho tiempo que pase nunca se olvida. - Igual hace tiempo que murieron. - Murmuro sin más para segundos después juntar las palmas de mis manos con más fuerza de la que planeaba, de manera que paso a frotar con ellas mis muslos en un intento de no dejar que eso termine con el buen rollo.
Se me escapa una risa cómplice al imaginarme la posible idea de Arleth echa una furia por haber alcoholizado a su hija. - Mmmm, no dije que fuera una consejera experta, y si vamos al caso, tú tampoco has rechazado la oferta. Además, es tu hermana menor, no creo que quieras ofrecerle la bebida como solución a sus problemas. Por lo menos no tan temprano. - Añado al final con una pequeña mueca irónica, sin poder no figurarme la imagen de Zenda yendo a emborracharse porque se murió su mascota o qué se yo, cascó su varita.
Su risa gradual me toma por sorpresa y no tardo en responderle con una sonrisa de mi parte una vez que descubro mi boca. - Nop... la verdad que no puedo decir que haya escuchado esa frase alguna vez, pero tampoco estoy muy segura de qué es lo que me hubiese gustado estudiar. - Y es verdad, porque si hubiese seguido en el distrito tres, y en el hipotético caso de no encontrarnos bajo este mandato, no estoy segura de que me hubiese gustado hacer. Una idea viene a mi mente y me hace reír por lo bajo de solo pensarlo. - De chica me gustaban mucho los cuentos, y si mal no recuerdo antes que princesa quería ser exploradora. ¿Eso cuenta? Era eso o domadora de dragones...- Le respondo entre risas al recordar mis sueños infantiles. Si dejaba de lado la época en la que quería tener magia como Cale...
La charla pronto se centra en el alcohol y me encuentro meditando sobre eso de que la borrachera se vuelva algo de todos los días... Y es en ese momento que por fin entiendo la frase esa de los excesos, porque el ejemplo del chocolate nunca se iba a aplicar en mi caso y por mucho que me gustara la bebida, no lograba encontrarle ni la más mínima pizca de atractivo a vivir ebrio. - Es un trato entonces mi querida Whiteley, no va a pasar mucho tiempo hasta que te la cobre, solo debo sugerirle a Zenda que hagan una noche de chicas con Murph y voilá.- Le guiño un ojo con picardía y pienso si todavía quedan algunas botellas apartadas o si deberé robarle algo de alcohol a Ben, no sabía cuando iba a ser la próxima expedición, pero no estaba segura de que fuese muy pronto, o que el alcohol fuese una de las prioridades al salir.
Me encojo de hombros cuando dice que ese es el efecto que debería tener el alcohol, como si nunca hubiese enterada del asunto, pero en sí para mí no es la gran cosa. De verdad tengo que aprender a medir mis palabras. Sobre todo cuando luego de decirme que es la menor de siete hermanos, luego agrega que ya todos están muertos... No estoy muy segura de que decir a eso, así que me alegro cuando cambia de tema y vuelve a bromear sobre mi hermana. - Nah, esperaré unos años más para eso. - Un bostezo se me escapa sin que pueda evitarlo y decido que ya es tiempo de volver a tratar de dormir. - Gracias por la charla, y por aguantarme a estas horas. Ya veremos cuando nos emborrachamos. - Bajándome de la mesada de un salto, rodeo la mesa para volver a acostarme pero me detengo unos segundos más. - Y... siento lo de tus hermanos.
La charla pronto se centra en el alcohol y me encuentro meditando sobre eso de que la borrachera se vuelva algo de todos los días... Y es en ese momento que por fin entiendo la frase esa de los excesos, porque el ejemplo del chocolate nunca se iba a aplicar en mi caso y por mucho que me gustara la bebida, no lograba encontrarle ni la más mínima pizca de atractivo a vivir ebrio. - Es un trato entonces mi querida Whiteley, no va a pasar mucho tiempo hasta que te la cobre, solo debo sugerirle a Zenda que hagan una noche de chicas con Murph y voilá.- Le guiño un ojo con picardía y pienso si todavía quedan algunas botellas apartadas o si deberé robarle algo de alcohol a Ben, no sabía cuando iba a ser la próxima expedición, pero no estaba segura de que fuese muy pronto, o que el alcohol fuese una de las prioridades al salir.
Me encojo de hombros cuando dice que ese es el efecto que debería tener el alcohol, como si nunca hubiese enterada del asunto, pero en sí para mí no es la gran cosa. De verdad tengo que aprender a medir mis palabras. Sobre todo cuando luego de decirme que es la menor de siete hermanos, luego agrega que ya todos están muertos... No estoy muy segura de que decir a eso, así que me alegro cuando cambia de tema y vuelve a bromear sobre mi hermana. - Nah, esperaré unos años más para eso. - Un bostezo se me escapa sin que pueda evitarlo y decido que ya es tiempo de volver a tratar de dormir. - Gracias por la charla, y por aguantarme a estas horas. Ya veremos cuando nos emborrachamos. - Bajándome de la mesada de un salto, rodeo la mesa para volver a acostarme pero me detengo unos segundos más. - Y... siento lo de tus hermanos.
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