OTOÑO de 247521 de Septiembre — 20 de Diciembre
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The Mighty Fall
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Phoenix D. Langdon
Family with no name — 0-4
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Little bróðir — 0.1
Syver A. Nygaard
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The Mighty Fall
Gallagher, Cillian Brennan
The Mighty Fall
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Tras años de represión y batallas libradas, hoy son los magos los que caminan en las calles más pulcras del Capitolio. Bajo un régimen que condena a los muggles y a los traidores a la persecución, una nueva era se agita a la vuelta de la esquina. La igualdad es un mito, los gritos de justicia se ven asfixiados.
Existen aquellos que quieren dar vuelta el tablero, otros que buscan sembrar la paz entre razas y magos dispuestos a lo que sea para conservar el poder que por mucho tiempo se les ha negado. La guerra ha llegado a cada uno de los distritos.
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Recuerdo del primer mensaje :
Han pasado dos días desde la luna llena y Benedict ha regresado de su incursión al bosque, así que prácticamente mi idea es simple: hace mucho tiempo que no tenemos una cena familiar como en los viejos tiempos por culpa del incendio que dividió las casas hasta tenerlas totalmente pobladas de gente, así que opto por aprovechar que todavía no es invierno y hacer uso del fogón que suelen usar los niños cerca del claro de entrenamiento cuando se les permite quedarse hasta tarde contando historias de terror. Es una especie de tradición que empezó la primera generación de niños del catorce hace años y que la segunda parece haber adoptado de muy buena gana.
Apenas he salido de casa en los últimos días porque he tenido muchas cosas que hacer tratando de poner orden en el grupo de adolescentes que vive conmigo, en especial cuando Zenda necesita ayuda con sus deberes. Es un poco agotador hacerme cargo de los niños y de los problemas que pueden estar surgiendo alrededor del distrito, por lo que he usado el poco tiempo que he tenido para encerrarme en el dormitorio y pensar soluciones a los problemas que han surgido sin que nos diéramos cuenta. Para cuando le digo a Elioh que por favor le avise a los chicos de la cena de esta noche, realmente estoy rogando que podamos usar ese tiempo familiar para relajar la cabeza.
Estoy haciendo doble tarea, ordenando el bolso que llevaré para esta noche y dándole algunas instrucciones sobre plantas medicinales a Beverly como acordamos hace días, cuando su madre interrumpe en el living y se ponen a cuchichear como las cotorras que son y siempre he ignorado. No es hasta que oigo el nombre de mi hija mayor que paro la oreja, congelándome en mi lugar cuando las palabras "Ava", "Ben", "acostaron" y "orgía" llegan a mis oídos. ¿Que qué? Para cuando pido explicaciones, Eowyn solo dice con su obvia obviedad ante las cosas que básicamente todo el distrito lo sabe y que prácticamente, mi hija se ha acostado con su hermanastro en vaya a saber dónde. En algún punto de los detalles dejo de escuchar porque en parte no quiero saberlo y en parte estoy completamente indignada.
Me voy de la habitación con la excusa de que estoy apurada y me llevo conmigo la mochila hecha un torbellino y dando un portazo un poco más fuerte del que hubiese querido, justo para encontrarme con Elioh a mitad del camino al centro de entrenamientos. Ni le doy importancia a que me dice que Cale tiene turno de vigilancia y que Zenda ha quedado en hacer una pijamada con Murphy, sino que sacudo la cabeza ante la idea de que seremos nosotros dos... y el par de traidores. No sé exactamente qué es lo que me indigna más: que mi propia hija me ha ocultado un secreto como ese o el hecho de que se haya atrevido a acostarse con alguien que prácticamente es su hermano, lo cual es un poco perturbador considerando que Zenda está metida en el medio. Creo que estoy demasiado callada en el camino, pero lo hago porque estoy segura de que si abro la boca escupiré cientos de cosas que no quiero hacer.
Para cuando llegamos, está anocheciendo y lanzo la mochila con demasiada furia al suelo, por lo que me froto los ojos con un suspiro profundo — Lo siento — me disculpo con mi pareja, forzando una sonrisa — Mal día — y me pongo a patear las piedritas del fogón para apilarlas mejor, dispuesta a buscar más madera, cuando veo a Ava y Ben llegar prácticamente juntos. Claro, por un segundo he olvidado que viven en la misma casa; la sola idea me retuerce las tripas — ¡Y aquí están los hijos del siglo! — en otro momento hubiese sonado como una broma cariñosa, pero creo que soy incapaz de disimular el sarcasmo — ¿Les parece traer algo de madera?
Han pasado dos días desde la luna llena y Benedict ha regresado de su incursión al bosque, así que prácticamente mi idea es simple: hace mucho tiempo que no tenemos una cena familiar como en los viejos tiempos por culpa del incendio que dividió las casas hasta tenerlas totalmente pobladas de gente, así que opto por aprovechar que todavía no es invierno y hacer uso del fogón que suelen usar los niños cerca del claro de entrenamiento cuando se les permite quedarse hasta tarde contando historias de terror. Es una especie de tradición que empezó la primera generación de niños del catorce hace años y que la segunda parece haber adoptado de muy buena gana.
Apenas he salido de casa en los últimos días porque he tenido muchas cosas que hacer tratando de poner orden en el grupo de adolescentes que vive conmigo, en especial cuando Zenda necesita ayuda con sus deberes. Es un poco agotador hacerme cargo de los niños y de los problemas que pueden estar surgiendo alrededor del distrito, por lo que he usado el poco tiempo que he tenido para encerrarme en el dormitorio y pensar soluciones a los problemas que han surgido sin que nos diéramos cuenta. Para cuando le digo a Elioh que por favor le avise a los chicos de la cena de esta noche, realmente estoy rogando que podamos usar ese tiempo familiar para relajar la cabeza.
Estoy haciendo doble tarea, ordenando el bolso que llevaré para esta noche y dándole algunas instrucciones sobre plantas medicinales a Beverly como acordamos hace días, cuando su madre interrumpe en el living y se ponen a cuchichear como las cotorras que son y siempre he ignorado. No es hasta que oigo el nombre de mi hija mayor que paro la oreja, congelándome en mi lugar cuando las palabras "Ava", "Ben", "acostaron" y "orgía" llegan a mis oídos. ¿Que qué? Para cuando pido explicaciones, Eowyn solo dice con su obvia obviedad ante las cosas que básicamente todo el distrito lo sabe y que prácticamente, mi hija se ha acostado con su hermanastro en vaya a saber dónde. En algún punto de los detalles dejo de escuchar porque en parte no quiero saberlo y en parte estoy completamente indignada.
Me voy de la habitación con la excusa de que estoy apurada y me llevo conmigo la mochila hecha un torbellino y dando un portazo un poco más fuerte del que hubiese querido, justo para encontrarme con Elioh a mitad del camino al centro de entrenamientos. Ni le doy importancia a que me dice que Cale tiene turno de vigilancia y que Zenda ha quedado en hacer una pijamada con Murphy, sino que sacudo la cabeza ante la idea de que seremos nosotros dos... y el par de traidores. No sé exactamente qué es lo que me indigna más: que mi propia hija me ha ocultado un secreto como ese o el hecho de que se haya atrevido a acostarse con alguien que prácticamente es su hermano, lo cual es un poco perturbador considerando que Zenda está metida en el medio. Creo que estoy demasiado callada en el camino, pero lo hago porque estoy segura de que si abro la boca escupiré cientos de cosas que no quiero hacer.
Para cuando llegamos, está anocheciendo y lanzo la mochila con demasiada furia al suelo, por lo que me froto los ojos con un suspiro profundo — Lo siento — me disculpo con mi pareja, forzando una sonrisa — Mal día — y me pongo a patear las piedritas del fogón para apilarlas mejor, dispuesta a buscar más madera, cuando veo a Ava y Ben llegar prácticamente juntos. Claro, por un segundo he olvidado que viven en la misma casa; la sola idea me retuerce las tripas — ¡Y aquí están los hijos del siglo! — en otro momento hubiese sonado como una broma cariñosa, pero creo que soy incapaz de disimular el sarcasmo — ¿Les parece traer algo de madera?
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No se en qué momento el tema de la conversación cambia de manera tan abrupta y se adentra en cuestiones que son demasiado delicadas, y sobre todo dolorosas para siquiera comprender lo que están pasando los Franco. Ni siquiera hago el intento de tratar de entender el sufrimiento que conlleva cada una de las palabras que se arrojan cómo puñales y me limito a observarlos de manera incómoda sin saber como decirles que paren de hacerse daño.
Es mamá quien frena a Ben, y es hasta casi ridículo el ver como la menuda figura de mi progenitora puede detener a la mole de casi dos metros que es mi hermanastro en pleno discurso furioso. Ambos hombres se retiran en direcciones opuestas y nosotras nos vemos sumidas en un silencio incómodo que no estoy segura de cómo romper, por lo cual me levanto y empiezo a recoger los restos de la poca basura que hemos dejado alrededor de la fogata. - Guarda el pescado para Cale o Zenda cuando regresen, no tengo apetito. - Le respondo mientras hago un bollo con el envoltorio del paquete de papas fritas y lo junto junto con la botella que yo misma abandoné.
Tomando la mochila del suelo y sacudiéndole un poco la tierra, me la cuelgo al hombro dispuesta a retirarme sin dejar de sentir una extraña sensación de culpa por cómo había terminado todo el asunto. Todas las veces que había planteado un escenario similar a este, éramos mi madre y yo a las que visualizaba discutiendo a más no poder, y pese a que sabía lo suficiente de la relación que llevaban los Franco como para sorprenderme, realmente me sentía algo angustiada por el asunto. Comienzo a caminar fuera del círculo cuando me detengo y me giro para observar a mi madre unos segundos. - No somos ellos, ni mucho menos vivimos las mismas cosas. Soy tu hija y siempre lo voy a ser, lo único que espero es que puedas entender que ya soy una adulta y que soy capaz de afrontar las consecuencias de mis acciones. - Acomodándome mejor la mochila, no puedo evitar dar una sonrisa entre lastimera y despreocupada antes de agregar - Y para la próxima, que sea una charla privada... creo que ya tuve suficiente exposición para que me dure toda mi vida.
Es mamá quien frena a Ben, y es hasta casi ridículo el ver como la menuda figura de mi progenitora puede detener a la mole de casi dos metros que es mi hermanastro en pleno discurso furioso. Ambos hombres se retiran en direcciones opuestas y nosotras nos vemos sumidas en un silencio incómodo que no estoy segura de cómo romper, por lo cual me levanto y empiezo a recoger los restos de la poca basura que hemos dejado alrededor de la fogata. - Guarda el pescado para Cale o Zenda cuando regresen, no tengo apetito. - Le respondo mientras hago un bollo con el envoltorio del paquete de papas fritas y lo junto junto con la botella que yo misma abandoné.
Tomando la mochila del suelo y sacudiéndole un poco la tierra, me la cuelgo al hombro dispuesta a retirarme sin dejar de sentir una extraña sensación de culpa por cómo había terminado todo el asunto. Todas las veces que había planteado un escenario similar a este, éramos mi madre y yo a las que visualizaba discutiendo a más no poder, y pese a que sabía lo suficiente de la relación que llevaban los Franco como para sorprenderme, realmente me sentía algo angustiada por el asunto. Comienzo a caminar fuera del círculo cuando me detengo y me giro para observar a mi madre unos segundos. - No somos ellos, ni mucho menos vivimos las mismas cosas. Soy tu hija y siempre lo voy a ser, lo único que espero es que puedas entender que ya soy una adulta y que soy capaz de afrontar las consecuencias de mis acciones. - Acomodándome mejor la mochila, no puedo evitar dar una sonrisa entre lastimera y despreocupada antes de agregar - Y para la próxima, que sea una charla privada... creo que ya tuve suficiente exposición para que me dure toda mi vida.
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