Cuando hace día y medio vi al grupo de exploradores llegar cargados de sangre propia y no de los animales que arrastraban con ellos, supe de inmediato que algo había pasado. Habían tenido tiempo para curarse lo justo y necesario para emprender el viaje, pero eso no significaba que la palidez de muchos de los del grupo me resultase sumamente preocupante. Cuando corrí a recibirlos al anochecer y preguntar qué había pasado, Benedict fue el primero en saltar del caballo para exigir una reunión del consejo de urgencia. Costó convencerle que debían descansar y que la salud de los exploradores era una prioridad, pero finalmente logré ganar un día. Cuidé de Ava como cuando era una niña y la observé dormir durante horas, culpa de la poción que la obligó a descansar dentro de un mar de sueños profundos, preguntándome qué demonios había pasado como para necesitar una reunión con tanta urgencia. Habíamos tenido muchos problemas las últimas semanas, lo cual no me sorprende que algo más se haya sumado a nuestra lista.

Un día de descanso y curación, esas fueron mis palabras. Fue una jornada donde fui de un lado al otro chequeando el estado de los heridos y terminé acostándome tarde, aunque a primera hora de la mañana ya estaba completamente lista. Con un beso en la frente al dormido Elioh y el desayuno en la garganta me marcho de casa hasta llegar a la sala del Consejo, a la cual abro para que se ventile y me pongo a acomodar las sillas en su sitio, justo detrás de las mesas acomodadas para formar un semi círculo que nos permite observarnos a la perfección al momento de debatir. Chequeo que las jarras de agua fresca se encuentren llenas y me siento en mi lugar, esperando impaciente.

Poco a poco, uno a uno van entrando hasta que el último cierra la puerta y las ventanas para que nuestras voces no vuelen hacia oídos curiosos, por lo que me acomodo en mi sitio y me pongo de pie para poder verlos mejor. Apoyada vagamente contra la mesa, paso mis ojos por cada uno de los presentes, hasta que suspiro con cansancio; la última vez que nos reunimos fue cuando decidimos qué hacer luego del incendio, espero que esta vez no sea algo tan tedioso y complicado — Buenos días. Perdón por sacarlos tan temprano de la cama, pero parece que tenemos algunos asuntos urgentes que atender — le lanzo una mirada a mi hijastro que básicamente le echa la culpa por mis pocas horas de sueño aunque acabo volviendo el rostro hacia Seth y Derian — Empecemos con lo primero. ¿Quién nos va a decir con exactitud lo que ha ocurrido en esa exploración?

Me pasé todos esos días que nos dieron de descanso metido en la cama, hasta arriba de pastillas para el dolor y dormir. Si no hubiesen sido por esas pastillas no hubiese podido dormir con el incesante pensamiento de todo lo que le había hecho a Seth. Mi cabeza recordaba todo eso de forma vaga, pero en cuanto cierro los ojos y mi mente descansa, las pesadillas vuelven y son siempre las mismas.

Hacía años que no las tenía y ahora son imágenes nuevas del presente y no de un pasado muy pasado.

El despertador sonó, y suspiré mientras me levantaba de ese maltrecho sofá que me había asignado Ben. Era mejor que el suelo, estaba claro, pero Franco se había empeñado en que yo durmiera ahí, y ahora sin casa y sin nada, dormía en la choza que él había acondicionado para estar alejado de la civilización. Ahora tenía cuatro personas ahí durmiendo con él y eso le resultaba incómodo. Lo sabía. No por el hecho de estar ahí, si no por el miedo que tenía de poder descontrolarse algún día y atacarnos.

Sobre ese tema no he hablado más y no lo haré mientras viva aquí, así que ahora mi preocupación era curarme ese cuello e ir a la reunión que había organizado Arleth. Seguía sin poder hablar, y al menos una semana estaría así. Podría decirse que era algo de paz, si no fuera por el dolor que sentía y la molestia de tener el cuello inflamado y lo que me costaba poder tragar.

Moví la cabeza y tras desayunar algo, asearme y vestirme, salí de ahí. No sabía si Alice, Ben o Ava estaban ahí. No había prestado demasiada atención, ni tampoco iba a esperarlos. Quería estar solo, alejarme y se me estaba haciendo un mundo el imaginarme que tenía que mirar a Seth a la cara de nuevo. El trayecto se me hizo corto al estar perdido en mis pensamientos y en cuanto llegué, saludé a Arleth y me senté en el mismo sitio de siempre. Los demás no tardaron en llegar y yo simplemente opté por no mirarlos mucho, sobre todo a Seth. Arleth habló, mirándome y le señalé a otra persona. Yo no podía hablar.

Con la urgencia de nuestra llegada, puedo decir que la impaciencia me domina por completo durante las 24 horas que se supone que tenemos para mejorarnos. No solo tendremos que reportar nuestro hallazgo, sino también tendré la oportunidad de contar las novedades de Neopanem de una buena vez después de haber tenido la urgencia de ir en busca de alimentos antes de que la nieve nos caiga encima. Admito que duermo bastante poco y vivo quejándome de las heridas que me andan curando, pero aprovecho las horas en cama para organizar en mi cabeza exactamente qué voy a decir y cómo.

Como no soporto tantas horas entre las sábanas, apenas empieza a aclarar me voy al lago subterráneo a darme un baño así que, cuando llego a la puerta del consejo por mi cuenta, todavía tengo el pelo mojado y tiemblo ligeramente por culpa del clima de la mañana otoñal que se desenvuelve a nuestro alrededor. Ingreso, saludo a Arleth con la cabeza y me siento entre Derian y Seth, esperando a que todo esto dé inicio con un golpeteo impaciente de mis dedos sobre la mesa. Al final, cuando la mujer de mi padre empieza la charla y nos da paso a hablar, me relamo ante la pregunta y alzo un hombro — Nos separamos y por culpa de unos lobos, terminamos encerrados en una cueva. Parecía estar protegida con magia, como dijimos cuando llegamos en primer lugar —hubo que dar explicaciones de por qué teníamos algunas heridas, por lo que no me detengo demasiado en ese detalle — Parecía antigua. ¿Saben? Cómo si hubiese sido construida hace mucho tiempo para proteger algo. Lo extraño es que lo único que encontramos fue este libro... — miro a Seth, rogando que él lo haya traído — Es lenguaje mágico así que yo no lo he leído. Creímos que si alguien se esforzó tanto por protegerlo, debe ser importante. O quizá peligroso.

Diría que pasé el tiempo que nos dieron durmiendo, pero estaría mintiendo. De hecho, Sophia tenía que quitarme de las manos el libro cada dos por tres y enviarme a la cama como si fuera un bebé porque estaba herido y me comportaba como si no fuera la gran cosa, con un tajo en un brazo, una herida horrible en el abdomen y ¿la pierna? mejor no hablemos de la pierna. — Pero necesito leer eso. — !Lo que necesitas es dormir!. Lo hablamos tranquilamente, llegamos a un consenso, y bueno, que me tocó irme a dormir.

Eso se repitió unas veinte veces en un solo día. Al final acabé despertando antes que ella el día de la reunión y, para variar, tenía el libro en las manos. Ya sé que abuso de mis poderes mágicos pero acabo de encontrar algo bastante interesante. — Es un cuento para niños. O sea. Todo empieza con un cuento. — Al final no puedo decirle nada más, ni ella mirarme mal por hacer uso indebido de mis poderes para hacerme con el libro sin salir de la cama, porque Stephen toca la puerta recordándonos lo de la reunión.

Y ahí viene el infierno.

Moverme del baño a la cama no supone un problema, básicamente lo tengo a 2 metros de la habitación. Pero bajar las escaleras es todo un infierno y solo he conseguido pisar el primer escalón. — ¡déjame, yo puedo solo! — Pero al final no puedo solo, al final Stephen tiene que cargar con casi todo mi peso escaleras abajo pese a que solo "me estaba apoyando en él poquito", que bien podría haberme desmayado a medio camino y él ni se habría inmutado. Había curado la mayor parte de las heridas con magia, pero no podía hacer milagros. A duras penas había conseguido que dejaran de sangrar y no se infectaran. Y gracias debía dar, porque no tenemos medicamentos para tratar una infección de una herida de ese calibre. Lo peor de todo este espectáculo es que tal acto de patetismo tiene público. Los señores Robinson se ponen en lo bajo de la escalera mientras avanzamos, preocupados por si voy a conseguir hacerlo o no; y al final él acaba prestándome su bastón para el resto del camino. Sugiero que podría aparecernos y ahorrarnos este infiero pero el "¡que no te vas a aparecer herido a ningún sitio!" de Sophia me deja con la única alternativa: caminar.

Y nos tiramos la vida recorriendo el camino hasta la sala del consejo que ¿por qué mierda está tan lejos?

Creo que somos los últimos en llegar, pero los primeros en acomodarnos. Yo al menos, que me planto en la primera silla cercana que encuentro y mando el bastón a la mierda. Me siento como un viejo chocho que ya no puede ni moverse, pero por suerte todo eso es lo bastante reciente como para que no me haya dado por despotricar sin ton ni son absolutamente cualquier mierda que me pase. Sophia acaba sentada a mi derecha y Ben a mi izquierda, el resto va tomando asiento gradualmente mientras inicia la conversación. Hago aparecer el libro delante de mi cuando Ben me mira esperando que lo hubiera traído, porque sinceramente lo había olvidado sobre la cama. Me costó un horror vestirme y ya no hablemos más de las escaleras. Por favor. — Voy lento traduciendo. Hay runas que no conozco. Es un idioma bastante más antiguo que el que usa mi madre, como un dialecto distinto. — Ni siquiera sé explicarme. — Le he echado un ojo por encima, no me ha dado tiempo de más. Pero empieza con un cuento, y acaba con un ritual, habla de la vida eterna y cosas de esas. Conozco la leyenda. Y creo que hemos encontrado el libro por el que se escribió esa leyenda. Porque si fuera solo un cuento, no creo que nadie se hubiera tomado tanta molestias protegiéndolo. —

Después de lo que ha pasado el otro día con Zenda y Beverly he intentado no ponerlas en evidencia delante de Arleth, pero el mayor motivo de que no lo haya hecho es porque me tocaría hacer de adulto responsable y explicarle cómo las encontré, una sobre la otra, besándose como si no hubiera mañana (para resumir) además de pegándose y bueno, no sé ni por donde abordar el tema. Así que cuando ella notó que ambas estaban heridas, como ninguna quiso decir nada en absoluto, las oculté detrás de un severo entrenamiento por estar fuera del bosque luego del atardecer. Y para no empeorar las cosas le dije que solo las había pillado con la intención de irse, no habían salido. Y bueno, una mentira hizo otra, luego otra y antes de darme cuenta estaba sepultado bajo una montaña de mierda que, se habría solucionado, si me hubiera limitado a decir la verdad.

Llego a la sala después de haber, literalmente, sentado a Zenda en un extremo de la casa, a Beverly en otro y puesto a cargo a Delilah, que es la persona más sensata que conozco. Siento meterla entre medias de esas dos, pero era absolutamente necesario.

Para cuando llego aún faltan la mitad de las personas, y aprovecho para tomar asiento junto a Arleth para poder preguntarle si Seth va a venir, porque según en el estado en el que llegó el día anterior, dudo si quiera que pueda levantarse de la cama. Ni él ni Sophia, ni tampoco Stephen han llegado, así que la única fuente de información médica sobre el estado de Seth, es Arleth. Aunque luego no hace para nada de falta porque cruzan la puerta y se puede ver a leguas que no estaba en condiciones de venir y si se ha levantado de la cama, es por su interés por el libro, del que habla con unos ojos curiosos que no le veía hace siglos.

Una vez estamos todos dentro, mi vista se centra sobre Ben que pasa directamente a Seth cuando menciona el libro que le pido de forma tácita con un movimiento de mi mano para que me deje verlo. No soy experto en runas ni mucho menos, pero había documentos que la Black ponía en otros idiomas que aprendí a chapurrear solo para poder leerlos y quizá, sean parecidos. Al abrir el libro solo reconozco palabras aleatorias, pasando la vista muy rápido, al igual que las páginas, también hay varios dibujos y sacudo la cabeza. Por mi parte, nada. — ¿Qué leyenda? ¿de qué hablas?

Casi se me sale el corazón sólo de ver a Seth y a Ben bañados en sangre. Que bueno que Arleth los obligó a descansar porque sino no sé que hubiesen hecho. Aunque la verdad, eso del descanso es un término muy relativo, ya que estuve batallando demasiado con mi esposo para que soltara el maldito libro que se trajo. ¡Es de lo peor! Yo estaba con el jesús en la boca viendo cada pequeño detalle en sus heridas, mientras él estaba como si el tiempo no pasara y el mundo se hubiese detenido, fingiendo estar como nuevo, cuando más que nada parecía un muerto viviente. Al final él terminó ganando porque ambos nos dormimos pero cuando desperté mágicamente - de forma literal - tenía el libro en sus manos.

Al final nos alistamos y mi papá ayuda a Seth a bajar, quien por fin acepta que tiene más heridas y dolor del que desearía. Le planto un beso a Jared en la cara, quien termina por tratar de limpiarse y me voy con Seth a la reunión.  Somos de los últimos pero creo que vamos con tiempo. Todos parecen alterados y consternados. Saludo a Ben apenas con un leve ademán y un gesto y me siento junto a Seth esperando a que empiece la reunión. Cosa que pasa cuando Arleth comienza a hablar de lo sucedido y Ben explica lo que puede para que después Seth saque el famoso libro que tanto los tiene consternados y en conflicto interno.

He de decir que lo que dicen en sí suena bastante extraño y complicado, así que escucho en silencio. Tomarse tantas molestias para proteger un cuento no suena a algo que haría alguien por diversión. Si lo que dicen es cierto, entonces ese libro encierra más de un secreto importante. ¿Una leyenda? De pronto mi cerebro hace clic cuando Seth habla del cuento. ¿Vida eterna? - Eso suena igual a los cuentos que solía contarle a Jared de chiquito, de los libros que tú traías. - Me quedo mirando a Seth esperando a que él entienda o recuerde a qué me refiero, mientras los demás aguardan.

Como Derian parece seguir sin voz mis ojos van directo a Seth y Ben, siendo el segundo el primero en abrir la boca. Me acomodo en mi asiento una vez más mientras escucho la historia y aunque me quedo estática en mi silla, mis ojos sí van en dirección al libro en cuanto el mismo hace su aparición, sintiendo un suave cosquilleo en la nuca. Sé lo que han pasado para conseguirlo a pesar de hacerlo sin desearlo y por alguna razón, solo puedo pensar que va a traer problemas. Echo hace la pregunta que yo he estado tratando de formular en mi cabeza antes de que pueda siquiera abrir la boca y me pico pensativamente el mentón, no muy segura de si tomarme en serio un cuento para niños, como dice Sophia, aunque si estaba tan protegido...

— Las historias de los magos siempre me han causado escalofríos — admito. Sus mitos siempre tenían bases que terminaban siendo por demás turbias y algo en ese libro me da mala espina, lo que hace que mire al objeto con el mismo odio como si hubiese hablado mal de mi familia — ¿De qué es el ritual? ¿Para qué se supone que sirve?

Dejé que Ben y Seth fueran los que le explicasen a los demás todo lo que había sucedido en esa cueva. Todavía podía sentir las magulladuras y las heridas que me había infligido el lazo y las acromántulas y la marca más visible era el cuello. No se veía porque me habían puesto una venda alrededor de él, pero notar la tirantez, el dolor y la fuerza que ejercía la venda era cuento menos molesto.

Los comentarios venían y se iban y yo me sentía inútil. Ni si quiera sabía de magia, y más de libros mágicos, pero si sabía de una cosa, y era de limpiar largas y largas estanterías de libros. Mientras ellos hablaban, yo me fijé mejor en el libro y lo cogí para observarlo mejor. Me resultaba vagamente familiar y era de una de las estanterías que tenía mi antiguo amo; uno de los ministros del gobierno. Había visto ese libro, pero no sabía identificarlo.

Cogí un boli y garabateé rápidamente unas palabras.

Yo he visto ese libro antes. Seguro que ese es el original y el que he visto es una copia, pero me suena algunos símbolos y también era de cuentos.

Les enseñé el papel.

La información va y viene con rapidez y no puedo dejar de mover mis dedos sobre la mesa en un golpeteo suave que apenas se escucha, quieto en mi sitio pero sin dejar de seguir a los presentes con la mirada en cada una de sus intervenciones. Seth hace aparecer el libro y pronto las suposiciones empiezan a volar, de modo que de alguna manera terminamos hablando de cuentos para niños.

Derian escribe una nota que me hace observarlo un poco confundido y me estiro para ser capaz de leer el papelito, moviendo un poco la cabeza — Dudo mucho que sea el mismo. Casi nos matan por este ejemplar como para que tenga una copia — sugiero, algo dudoso, mientras miro a Seth en busca de ver si tengo razón o no — sea quien sea el que lo puso allí, era obvio que no deseaba que nadie lo tomase. Vaya a saber qué otras trampas había antes y se perdieron con el tiempo, porque algo me dice que nosotros la tuvimos fácil — sí, a pesar de las arañas, el lazo del diablo y las piedritas asesinas de mierda; al fin y al cabo, logramos pasarlas.  

Sin más, vuelvo la vista hacia Echo y Arleth — Opino que debe ser traducido para saber de qué se trata, pero que su información no debe salir del Consejo. Algo me dice que no es algo que deberíamos tratar tan libremente o que los niños lo sepan — no solo porque no sabemos de qué se trata, sino porque todos son unos culos inquietos.

Miro a Soph cuando menciona los cuentos de Jared y entorno ligeramente los ojos. Hace años que ya no le traigo nada nuevo porque no salgo tan a menudo como me gustaría y cuando le hago compañía a Ben, suelo pasar las tardes con Arya y Amber; pero si sé de cual me está hablando, aunque no haya sido capaz de asociarlo hasta ese instante. Por la cara que tiene Stephen, deduzco que él también sabe cual es. — Habla sobre la alquimia y la vida eterna, se parecen mucho, tienes razón. Aunque está mezclado con algo de historia muggle, por eso lo sacaron del mercado; menciona también la fuente de la juventud. Lo más parecido en historia mágica que yo conozco, es la piedra filosofal. Pero ... pff... nadie hizo una en siglos. De hecho, nadie hizo una nunca. Solo eran leyendas. — Murmuro, acabando la frase con un total y evidente sarcasmo. ¿Tener en mis manos la receta de la piedra filosofal? si venga, porque de paso porque no la de revivir muertos y ya puestos la de viajar en el tiempo.

Vuelvo bajar la vista al libro, donde fijo mis ojos de forma intensa queriendo recuperarlo mientras pasa de mano a mano.

Cuando Derian pasa el papel, frunzo el entrecejo. Con todo lo que había pasado en la cueva, Alice había quedado a cargo de la mayoría de las heridas, así que lo primero que pienso es que el motivo de que se vea obligado a escribir, sea que le pasa algo en la garganta que ella no haya podido solucionar. — Quédate cuando acabemos y te miro eso. — Le señalo el cuello, asumiendo directamente que lo que le pasa es algo físico que puedo arreglar con un simple hechizo.

A pesar de la voz dudosa de Ben, me encojo de hombros dándole la razón, dudo que sea el mismo incluso sin saber cual es el que menciona el hombre; pero aprovechando que Derian ha pensado en el libro, reviso sus recuerdos apartando a Ben de un manotazo hacia atrás para que se ponga recto en la silla y me permita ver a su ex-mentor de forma más directa, lo cual me facilita el uso de la legeremancia. Solo necesito ver la imagen un segundo; a diferencia del de ellos, mi cerebro lee las runas de forma automática. — Ese es otro Der. Ese es un libro para bebes. Lo tengo en casa, lo compré para Jared. Casi todos lo tienen en casa. Es como el libro que por narices tienes si tienes hijos... me desvío del tema; ya me callo — porque la procedencia del libro no es importante en sí. — Aparto este tema hasta que termine de traducirlo. Hay runas muy antiguas que recuerdo haber visto en clase, pero hablaré con Amber. Creo que conoce a alguien que puede ayudarnos sin hacer mucho aspaviento. — La última vez que había hablado con ella, me había hablado de una Weynart y aún me acuerdo de los Weynart. — y si no, siempre le puedo pasar las runas solamente; por si acaso es peligroso. Cuando se juega con la vida eterna alguien suele acabar muerto. — Al menos en las leyendas.

No estaba entendiendo una mierda, al menos hasta que Seth dice que con estas cosas alguien acaba muerto. Suelto un suspiro y me quedo mirándolo fijamente, sabiendo que como no le arranque esa mierda de las manos y la queme hasta que no quede más que polvo, no se le va a sacar la puta idea de traducirlo para ver que es. Pongo las manos sobre la mesa y me presiono los ojos con aspecto cansado; no quiero en este distrito nada que pueda matarnos, pero solo me queda rogar que sea una receta y no alguna especie de invocación demoníaca que esté completando sin darse cuenta y acabe convirtiendo a todos los de este distrito en enemigos, tal y como cuentan que pasó en la cueva.

Como segura que lo traducirá y nos dará más detalles, le apunto con una mano. — Cualquier cosa que consigas descubrir de esa joda quiero saberla, antes que Ben y Sophia, Seth, ¿entendido? — Si es mierda va a matar a alguien, me pienso deshacer de ella antes de que eso pase. Lo advierto en tono paterno de pienso arrancaros las orejas como alguien se vaya de la lengua antes de lo que debería y me limito a asentir a la idea de que esto no salga de aquí. — No sabemos una mierda sobre eso y no quiero especulaciones. Ya sabemos como acaban aquí las especulaciones. — Y sé que no hace falta decirlo, pero todo rumor que pasa por las Redford, acaba en desastre. — De todas formas no hemos venido solo por ese libro ¿no? —

Creo sentir una luz de esperanza cuando Derian afirma conocer la existencia de ese libro pero me siento repentinamente desilusionada cuando Ben y Seth tiran por la borda la posibilidad de que fuese el mismo, lo cual tiene lógica considerando que se han metido vaya a saber dónde para conseguirlo. Me quedo quieta en mi sitio escuchando las idas y venidas de palabras y suposiciones, sintiendo como mi frente se va arrugando cada vez más hasta que no puedo contener una pregunta cargada de incredulidad — ¿La piedra filosofal? ¿La fuente de la juventud? — creo que queda bien en claro en mi tono de voz que no me gusta nada de esto. Pueden ser leyendas, pero todo mito tiene su base nacido de algún hecho verídico, lo hemos aprendido incluso a las malas. Asiento a las palabras de Echo y estiro un brazo para darle una amistosa y cariñosa palmada en la espalda, demostrando mi apoyo al pobre hombre que en cualquier momento va a tener un ataque de estrés.

— El tema se da por finalizado, entonces. Quiero reportes de como avanza la traducción de ese libro y si Amber termina involucrada, también deseo saberlo —es un buen modo de que no se escape absolutamente nada que pueda terminar en desastre — Benedict deseaba hacer un informe de NeoPanem, aunque no estoy segura de cual es la situación. ¿Qué ha sucedido ahora?

Acostumbrarme a esa sensación de que te leían la mente fue bastante molesta. Al principio nunca me daba cuenta, creía que esos dolores de cabeza o esa sensación rara en mi mente eran puros dolores de algo, pero cuando era un continuo y pillabas a tu amo mirándote, lograbas atar cabos e informarte de manera que no se diesen cuenta hasta que tu propio amo te lo decía. Siempre me leía la mente, para saber que pasaba, que pensaba, que le escondía y eso me produjo una sensación y una insana costumbre de nunca mentir y siempre decir la verdad.

La sensación se repetía y esta vez di con quién lo hacía. Me molestaba bastante y me irritaba que lo hicieran sin pedirme permiso. Ya me daba igual que no fuera el mismo libro que yo decía. Escribí de nuevo y se lo planté a Seth delante de él con demasiada brusquedad.


Miré a Arleth, y moví ligeramente la cabeza con lo que dijo. Existiendo la magia no veía tan inverosímil eso de la fuente de la juventud y esas cosas, pero tal y como estaba dirigiéndose la conversación, estaba claro que ahora la atención residía en Ben.

Puede ser todo muy interesante, pero no voy a mentir y decir que tengo todo muy en claro porque la verdad los asuntos de la magia y las leyendas siempre me fueron confusos, así que dejo a los demás que hablen. Quizá Seth me ha estado hablando de libros mágicos desde hace mil años pero tengo que ser sincero, la mitad de las veces no lo escucho y la otra mitad tengo que pedirle que me explique de nuevo porque me he perdido. Así que solamente dejo que los demás hablen y decidan qué hacer con el libro hasta que, de golpe, Arleth me pasa la batuta y me siento un poco ansioso. Ninguno de ellos debería saber las razones por las cuales me he enterado, así que ruego que Derian no sea el único que se termine quejando de una lectura de mente el día de hoy.

— Bueno... — doy un suave golpecito con mis nudillos en la mesa y me echo un poco hacia delante, golpeteando con suavidad los dedos — como ustedes saben he ido a NeoPanem en busca de suministros medicinales antes de la expedición y me he encontrado con nuevas novedades que no he llegado a informar. Han aumentado la seguridad en los perímetros del Norte, así que debemos ahorrarnos las expediciones al país al menos que seamos pocos y sea de urgencia en el invierno. Por otro lado... — trago saliva, no muy seguro de cómo decir lo siguiente aunque lo he estado masticando desde que me enteré, por lo que tomo aire y alzo la vista hacia mis compañeros — Todo es a causa de que han llevado a juicio y ejecutado a Sebastian. Sebastian Johnson. Por "traición, ocultación de muggles, obstrucción a la justicia, atentados contra el gobierno y los ciudadanos bajo el régimen y terrorismo" — intento repetir las palabras de Arianne a la perfección y arrugo el entrecejo — Estaba en todas las noticias. Como los ataques públicos de rebeldes de los últimos años — esos que hemos hablado en más de una ocasión por rumores que nos llegaban, más no por verdaderos problemas. Esta vez, sin embargo, es diferente — Ellos creen que el catorce es un distrito terrorista, siempre lo creyeron. Si vuelven a buscarnos... no podremos pelear. Jamie Niniadis ama echarnos la culpa y tiene la excusa perfecta para hacernos polvo. Nosotros somos los traidores y los terroristas a sus ojos.

Asiento a las palabras de Echo primero y luego retrocedo cuando Derian casi me estampa el papel contra la cara. Con el seño fruncido leo el contenido rodando los ojos sin siquiera mirarle de vuelta. — Me has apuñalado 3 veces, creo que puedo leerte la mente cuando me de la gana — A penas es un murmullo, pero cuanto menos, Sophia si se ha percatado de él y su ligero golpecito habitual de "te estás pasando" me hace soltar un suspiro. Y quizá aunque debería disculparme no lo hago.

Dejo que Ben se adueñe de la conversación mientras arrugo la nota entre mis manos y meto el libro dentro de mi chaqueta. Pienso dormir si hace falta y si con eso consigo avanzar más rápidamente en toda esta locura. Pero al final, algo me distrae. — ¿Johnson? ¿el de... Delilah? — No sé ni siquiera por qué susurro su nombre. Está claro que muchos de los que estábamos aquí le dimos por muerto 8 años atrás cuando se marchó, asimismo con Vennet cuando le siguió; pero su muerte por algún motivo me sorprende. Quizá por lo reciente y por la mierda que le cayó encima.

Oír noticias de mi madre no me alegra precisamente. Hago un gesto automático de exasperación absoluta, teniendo que ocultar mi rostro entre mis manos, mientras un suspiro se escapa de mi garganta. — Alguien va a tener que decírselo. — No especifico, pero estoy seguro de que de sobra, las personas de alrededor entenderán que me refiero a Delilah. No sé que tanto haya ella asimilado la posible muerte de su tío materno, pero creo que esto es algo que tiene que saber; de esa manera, ya no va a seguir esperando a un fantasma (si es que creía que iban a volver).

Jamie empezó su obsesión por el 14 cuando Seth llegó con Ben; siempre me he preguntado si se olvidaría de este lugar si le regresáramos a su hijo, de hecho es instintiva la forma en la que mis ojos se van hacia él mientras Benedict repite palabras que evidentemente no son suyas, es evidente por las pausas que hace a ratos y sospecho que ni siquiera entiende la mitad, y no me refiero a porque no sepa el significado simple de la palabra en sí, sino de los cargos que está mencionando. — Le culpó por romper media constitución. — ¿Que quieren que diga? Sebastian se fue hace mucho tiempo, por razones que me explicó y no comprendo pero tuve que respetar; se fue porque creía que quedarse aquí haciendo nada era perder el tiempo, y por eso ha muerto.

El problema es que con su muerte, se vuelve a reabrir una curiosidad que se había apaciguado ya. — Hay que duplicar la vigilancia. Las últimas veces que lidiamos con aurores, estaban a medio camino. Necesitamos que esa distancia siga así. — O empezaremos a estar en desventaja.

Lo que más me fastidia y duele de todo esto, es que el tiempo de paz se acabó. Y para mi no me importa, al fin y al cabo he vivido en la guerra la mitad de mi vida; me preocupan los niños. — El que no esté vigilando, va a entrenar a los enanos. En serio. Nada de mierdas de levitar objetos o transformar copas en gatitos. Hemos estado enseñándoles a sobrevivir en la naturaleza, pero no en una guerra. — Me levanto del asiento poniendo mis manos en la mesa e inclinándome hacia adelante ligeramente. — No quiero a nadie perdiendo el tiempo. Si alguien sale del distrito quiero saberlo. Si alguien necesita acercarse a Neopanem por cualquier motivo, más le vale estar preparado para perder un brazo y si es realmente necesario, quiero saberlo. — Mientras hablo, paso mi mirada por todas las personas de la sala. Eso no solo se aplica a los que estamos aquí, sino a todo el distrito y los encargados de que lo sepan, son ellos. Paro en Ben y Seth más que en los demás para hacer especial hincapié en el primero (quien suele acabar respaldado por el segundo), porque su misión suele ser precisamente, ir por donde no debe. Pero esta vez, esa norma también se aplica a él. — Seth, comenzaremos las reparaciones en cuanto te mejores. Necesitamos un lugar como despensa para acumular para el invierno. Cuanto más rápido lo hagamos menos posibilidades habrá de que llamemos la atención de los que nos están buscando. — Y una vez acabo, aunque no utilizo las palabras, un gesto de mi mano les da permiso para que se retiren.

Cuando Arleth está a punto de levantarse, pongo una mano sobre su hombro. Solo queda una cosa más... ¿Cómo vamos a decírselo a Delilah?