Llevo días escapando del distrito catorce por el simple hecho de huir de una culpa que lleva asolandome desde que partimos a esa expedición. Se lo suficientemente bien que no fue mi culpa, que según me había dicho Ben fue un hechizo de protección que sólo afectaba a los humanos. Eran métodos de seguridad mágicos para que los muggles no se acercasen a objetos de ese tipo y acabasen matándose los unos a los otros, pero al haber un mago en la misma habitación que nosotros, fuimos directos hacia Seth.

Durante los tres días que duró el regreso a casa, no se habló nada de eso, pero cada vez que veía las heridas de Seth y que podría haberlo matado, las tripas se me revolvían y me alejaba más del grupo hasta volverme un marginado. Regresé solo, sin prestar atención si quiera a ese libro que habían encontrado y que me enteré después de su existencia. Tampoco me importaba, hasta que se habló en el consejo de él. Así que ahora me encontraba lejos del distrito, alejándome de mirar a Seth a la cara, y a los demás. No sabía como lo estaba llevando Ben, pero siendo egoísta no me interesaba y no lo haría hasta que yo mismo no me quitara ese peso de encima.

Los días de soledad me gustaban y los distritos pobres de Neopanem eran una salida fácil al aislamiento. Nadie te conocía, ni se interesaba en conocerte. Cada uno sobrevivía como podía y no te miraban más de dos segundos por miedo a saber algo que no debían. Era un peligro fresco que te sacaba de la rutina y me mantenía perdido en pensamientos, para poder centrarme en otros. Me ajusté mejor la capa con capucha, y me acerqué a uno de los puestos para comprar cosas que necesitaba. Un simple trueque para comprar pociones e ingredientes.

He cubierto mis pasos lo mejor que he sabido: Me he levantado a una hora que no suelo levantarme y he caminado por sitios por los que no suelo caminar, he cogido un traslador directo a los distritos pobres oculta por una capa oscura y me he aparecido un par de veces en sitios diferentes; Tal vez estoy siendo demasiado desconfiada con el tema, pero toda precaución es poca cuando se trata de mi maldición, y aunque poca gente me conoce, no quiero arriesgarme innecesariamente.

Mis pasos se mueven seguros por el distrito doce; No es un sitio que conozca especialmente bien, pero tampoco es uno que desconozca por completo. En el pasado intenté buscar licantropos. Y los rumores siempre apuntaban a las zonas pobres, como esta. Por eso he recorrido el doce en más de una ocasión siguiendo habladurías y perdiéndome en el boca a boca de la gente. Lamentablemente, que yo sepa, jamás me he visto cara a cara con un licantropo.  

Me detengo en uno de los puestos del mercado negro al reconocer acónito: Uno de los ingredientes esenciales de la poción matalobos; En efecto, esta vez no vengo buscando criaturas como yo. Aunque si han sido los rumores los que me han traído hasta aquí, rumores que comentan lo fácil que es comprar aquí, sin dejar huellas.

-Disculpe... ¿cuanto cuesta el acónito? - pregunto mirando al magullado vendedor sin quitarme la capucha de mi protectora capa.

-Sesenta galeones- Dice con seguridad, dejándome de piedra. ¿Sesenta galeones? ¿Estamos locos?  Mis ojos escudriñan el rostro del hombre malhumorada. ¿Se está riendo de mi?

Faltan unos días para la próxima luna llena, puedo notarlo en las entrañas: Los olores en el aire se han vuelto más nítidos, los sonidos en el viento me susurran al oído su llegada; Estoy más susceptible, más sensible, más nerviosa...más irascible.

-¿Qué? - Pregunto notando como el tono de mi voz se oscurece un poco. Ni siquiera yo soy tan idiota para creerme que un par de ramas de acónito cuesten sesenta galeones de oro.  

La silueta de un auror pasó por mi campo de visión y agaché levemente la cabeza como si estuviese mirando algo. Me había dado cuenta que la seguridad en los distritos se había incrementado más de la cuenta y eso sólo podía haber sido que se habían dado cuenta de algún peligro. No sabía si Ben estaba informado al respecto, pero me lo había apuntado mentalmente para informarle cuando regresase al catorce. Tenía que estar más alerta, y en cuanto vi como el auror había desaparecido, centré mi mirada en lo que realmente había venido.

Pasé los dedos por un botecito pequeño y lo cogí, indicándole al vendedor que me lo llevaba, mientras sacaba del morral una bolsa llena de sangre y carne. Una pieza recién cazada que daría de comer esa noche a esa familia. No todos pedían dinero, y si le ofrecías algo más jugoso que ese metal, cedían, y esa familia estaba falta, desde hacía mucho, de buena carne que no podían conseguir comprándola en este tugurio. Sin embargo, algo vi en él que no me gustó. Lo más sensato habría sido que hubiese seguido mi camino y si tenía intenciones de engañar a alguien, no era mi problema. Mi compra estaba hecha, pero mi maldita actitud noble o mi consciencia me iban a atormentar durante mucho tiempo, y sinceramente ahora no estaba para cargar con más culpa sobre mis hombros. Por eso mismo me acerqué a la compra que se estaba efectuando a mi lado. Una chica interesada por el acónito y el mismo vendedor que le había dado la carne; estafándola.

—No te doy la carne para que luego vayas estafando a la gente, Fran —No lo conocía suficiente para llamarlo por su nombre, pero por estos lugares, llamar a alguien por su nombre de pila era sentenciarlo y el rostro del hombre me dio la razón —Dile el precio real, que a lo sumo sería diez galeones como mucho, y la próxima pieza que te traiga hará que los ojos de tus hijas brillen y que tu esposa te felicite —dije eso con tono misterioso y le guiñé un ojo de lo poco que se veía con la capucha, pero al tener los ojos claros se veían más de la cuenta a la luz.

Fran gruñó un poco, y bajó la cabeza, asintiendo, y miró a la mujer con los diez galeones saboreándolos al paladar. Ahora sólo tocaba esperar que ella aceptase.

-Es valiosa. -Me dijo, haciéndome callar. ¿Valiosa para qué?  ¿Para él? No muchas pociones llevaban acónito; Era una de las razones por las que no lo compraba de manera legal, porque seguramente el ministerio controlara cierto tipo de plantas....y bueno, esa en especial olía a licantropo. Cualquiera que supiera de hierbas, sabía que yo o alguien a quien pretendía ayudar, necesitaba una poción de difícil elaboración. ¿Pero era capaz de prepararla sin desperdiciar el par de ramitas a precio de oro? Ni siquiera yo podía responderme a esa pregunta.

“No te doy la carne para que luego vayas estafando a la gente, Fran” La capucha me obligó a girar el cuerpo casi por completo para ver a alguien tan cubierto como yo a mi lado; Alguien que estaba dispuesto a negociar por mi el precio del acónito. “Dile el precio real...”

No muchas personas han logrado que me sienta agradecida de algo a lo largo de mi vida, muchas menos lo han logrado en los primeros minutos de conocernos. Y tal vez por eso mientras colocaba los diez galeones en las manos grasientas del hombre, sin dudar en el precio acordad, ni quejarme por la injusticia que estaba intentando cometer conmigo. Miré de nuevo al encapuchado y me guardé las valiosas ramitas con cuidado bajo la capa.

-Gracias...yo...- El vendedor se puso a atender a otra persona y yo titubee. Antes de añadir. -...si puedo hacer algo para ayudarte...- ¿Que podía decirle? ¿Que era medimaga? ¿Que sabía que la sanidad estaba fatal en ese distrito?No me parecía una gran idea delatarme de esa manera.

Una patrulla de Aurores pasó por nuestro lado, no eran los primeros que pasaban tan cerca en ese rato, pero si que fueron los primeros que nos miraron; Supongo que dos personas hablando como nosotros, tapados hasta las cejas, es un poco sospechoso. No quería que me pillasen, pero sabía que hacer una traslación en ese preciso instante, no era buena idea.

—De momento tener mucho cuidado con eso que has comprado —¿Qué podías pensar de primeras cuando ves a alguien comprar acónito? ¿Esa persona es un licántropo? ¿Lo compra para otra persona? Sea una cosa u otra, me había dado cuenta de que no estaba acostumbrada a estar por aquellos sitios, y eso a efectos prácticos era muy peligroso. Sin embargo, estaba en el sitio adecuado, donde nadie te iba a mirar que mierda habías comprado. Se interesaban más por si tu cabeza tenía recompensa y no de que a lo mejor te podías convertir en una bestia peligrosa.

No me dio tiempo a mucho más, cuando una patrulla de aurores se nos había quedado mirando, demasiados interesados en dos encapuchados que hablaban juntos, y uno de ellos escondía una bolsita con acónito. Bien podría ser dos personas planeando algo gordo o trapicheando con algo. Por eso mismo cuando la pareja de aurores se dio la vuelta con intenciones de acercarse más, mi impulso fue el único que mi mente había sugerido en aquel acto de peligro.

Mis manos se aferraron a su cintura y mis labios chocaron con los de ella, saboreando una piel húmeda que bien podría haber disfrutado, pero dadas las circunstancias mis papilas gustativas no habían conectado con mi cerebro. No podía dejar que la chica se cargara la treta por lo que enseguida me separé un poco y le di la vuelta suficiente para que le diese la espalda al auror.

—Sígueme el juego —le susurré en los labios, y la volví a besar, mientras abría un ojo para mirar más allá de ella y ver como la pareja de aurores se alejaba.

La verdad es que ya la había dejado de besar hacía unos segundos.

—Siento el atrevimiento, pero fue lo primero que se me ocurrió —Pues sí que estaba equivocado. Mis labios habían captado un sabor agradable en los de ella.

“De momento tener mucho cuidado con eso que has comprado”

Enarqué una ceja bajo la protectora capucha internando contener el comentario fácil: “Sinceramente, dudo mucho que eso a ti te ayude.” Joder, si es que ni  los que son buenos conmigo se libran de ese tipo de pensamientos continuos; Por lo menos la lengua la he sabido controlar bien siempre.

-Por sup...- No me dio tiempo a terminar la frase, sus manos se colocaron en mi cintura y sus labios se colaron debajo de la protectora capucha para pegarse a los míos y dejarme sin aliento en unos segundos.

Si, de acuerdo, lo reconozco, creo que en toda mi larga lista de besos, ese a sido sin duda el más inesperado de mi vida; Estoy acostumbrada a elegir a quien beso, no es que sea especialmente selectiva... pero al menos les veo la cara antes. Y en esa ocasión... ni siquiera me dio tiempo a corresponder.

Se separó un poco, girándome ligeramente ante la mirada atónita de varios presentes. “Sígueme el juego” susurró dejando que notara su templada aura rozando mis labios, atrapando mis instintos.

Si, hacía unos segundos había estado tan pendiente como él de los Aurores, pero desde que me había besado ni siquiera había notado como la capucha se había deslizado sobre mis hombros, dejándome tan solo al amparo de él.

Volvió a besarme y esa vez si que correspondí; Porque pillarme una vez de sorpresa vale, pero dos...es imposible. Siempre he sido una gran jugadora, los labios desconocidos no me asustan y menos...en el ciclo lunar en el que estábamos.

-Tranquilo, no es lo que esperaba cuando me ofrecí a ayudarte, pero...- Me encogí de hombros sonriendole de buen humor antes de volver a levantar mi capucha. - Así que...un fugitivo. - Lacé al aire en un tono bajo; Sinceramente, no estaba segura de mis palabras, pero estaba claro que deseaba tanto como yo evitar la mirada de la seguridad nacional. - No voy a preguntar nada. -Adelanté antes de que decidiera mentirme, llevarme la contrario o simplemente ser sincero. - Pero si necesitas ayuda medica, este es un buen momento para decirlo. - “Porque no me gusta sentirme en deuda con nadie y un par de besos no creo que pueda considerarse pago...y menos si los disfrutas. Además, tengo la sensación de que no vas a delatarme a las autoridades.”

Pude ver su rostro antes de que la capucha se lo tapase de nuevo, y algo aleteó en mi interior. Era una sensación que no había sentido en años y eso hizo que diera un pequeño paso hacia atrás y frunciera el ceño. No era nuevo, pero era algo que no quería sentir y llevaba años escapando de ese sentimiento. Además, sólo había sido un pequeño pinchazo. Sólo tonterías, producto de ese momento nervioso de tener a los aurores tan cerca.

Me separé un poco más y ladeé la cabeza cuando se tapó de nuevo la cara, riendo un poco a sus dos comentarios, pero apretando el puño por detrás de la espalda. Sus palabras no me habían dado mucha confianza y tenía que ir con pies de plomo —Entonces me deberás una, porque de momento no se en que me puedes ayudar —Y eso de ayuda médica no era lo que buscaba. Tampoco estaba ahí para reclutar médicos para el catorce, aunque los necesitásemos urgentemente.

—¿Y tú no lo eres? —contraataqué a su suposición de ser yo un fugitivo, y de nuevo pasaron más aurores —Será mejor continuar esta conversación en otro punto de este mercado ¿No tienes que comprar más ingredientes para pociones? —Medimaga... Así que compraba el acónito para alguien, aunque no descartaba la idea de ser ella la mujer lobo. ¿Qué? Era lógico. Todavía no podía descartar esas dos posibilidades.

—No creo que te sientas cómoda en un callejón, así que si quieres, más allá hay un bar de confianza —cogió un papel y un carboncillo, donde garabateó el nombre del bar —Cuando termines puedes descansar allí. Es seguro y no hay miradas indiscretas —le tendí el papel —Yo tengo que seguir comprando y quién sabe, quizás también descanse —sonreí a través de la capucha.

Fruncí el ceño imperceptiblemente gracias a la capucha. Sinceramente, por aquel entonces dudaba mucho que tuviera muchas posibilidades de saldar mi deuda con él: Primero porque no tenía intenciones de volverle a ver en un futuro cercano y segundo porque era imposible que lo reconociera sin haberle visto la cara.  Por el momento, él jugaba con ventaja.

"¿Y tú no lo eres?"

Preguntó.  Y bueno...técnicamente no, no era una fugitiva. No estaba buscada por la ley, muy pocas personas sabían lo que era y respecto a lo que el gobierno sabia de mí, yo solo era una jefa de medimagia con bastante buen nombre. Cosas de entregarle mi vida a mi trabajo. Había recibido un par de proposiciones a ascender a  hospitales más "importantes" y  por supuesto las había rechazado todas. Seguramente las cabezas pensantes que elegían los ascensos, creían que era porque en mi habitaba una enorme alma caritativa que prefería estar en un distrito ligeramente más necesitado que el resto.

No respondí a su pregunta y dejé que continuara, llegando a un punto de la conversación que aún hoy día me dejaría sin palabras. De repente, tenía una cita, invitación, proposición... llamadlo como queráis, la cosa era que si iba a volverlo a ver... y más pronto de lo que yo había supuesto.

"Que terrible, es de los que se hacen de rogar" pensé ojeando el papel que me tendió antes de dar media vuelta y perderme por las paradas del mercado sin decir nada más. No sé si porque me había dejado sin palabras, o si porque simpelemnte, tenía que pensarme donde iba a meterme. Porque si yo continuaba sin ser una fugitiva...era precisamente por evitar a gente como él.

Que no respondiese me dio un poco de mala confianza, aunque la suerte fue que ese bar estaba bastante bien protegido por los lugareños y si veían algo que se escapaba de lo habitual, ellos mismos sabían que hacer. En esos momentos me di cuenta de mi gilipollez al haber hecho lo que había hecho, y tal vez su ineptitud para la compra en el mercado negro solo era una estratagema de infiltración.

Fruncí los labios y suspiré. Había cometido la idiotez más grande del mundo y quizás me iba a costar demasiado cara, pero todavía podía remediarlo poniendo al corriente a algunos de lo sucedido. Si la chica era lo que realmente creía, su tapadera podría continuar un poco más hasta que sacase de mí lo que quisiese. Podría así tener más tiempo de lo que esperaba.

Cogí aire y terminé de comprar lo que necesitaba, para luego ir al bar y alertar a los dueños. Tenía que tomármelo con calma, y averiguar cosas de ella sin altercados ni heridas. Por lo que me quité la capucha por fin, y me senté en una de las mesas del fondo para ver bien la puerta mientras tomaba ese licor sin alcohol que me calmaba los nervios.

Una señal, y todos sabrían que era esa mujer de la que había estado hablando. Claro está que cabía la posibilidad de que no apareciera.

Tras unas cuantas compras más, en las que creo que logré no ser timada, di un largo paseo. Necesitaba pensar, y caminar siempre me ha ayudado a centrar la cabeza. ¿Que debía hacer? La presencia de la nota en mi bolsillo, hacia que el cerebro me ardiera.

En aquel distrito nadie me conocía, las pocas cabezas que se alzaban interesadas en mi, se agachaban de inmediato pasados unos segundos, estaba nerviosa; Pasé por delante de los trasladores un par de veces, dudé, estaba completamente segura de que irme era la mejor opción. No cometía errores, no me la jugaba nunca... y ese día, sin saber por qué, lo arriesgue todo por un desconocido.  

Empujé la puerta de la taberna con cautela, sin poder evitar con desconfianza a la clientela mientras me adentraba en él.  ¿Por qué había acudido? Estaba siendo completamente irracional, y aún hoy día quiero echarle la culpa a la luna.

Me acerqué a la barra y descubrí mi rostro para pedir una copa. Intentar buscar a mi "amigo" era inútil: Yo no había visto su rostro, y aquel distrito estaba lleno e gente con capuchas oscuras y claras. Si quería saber quién era, tendría que esperarme a que él me encontrara.  

Bebí de mi copa y eche un vistazo a la gente del lugar; Habían varios hombres que podrían ser él por estructura y altura, pero sinceramente, solo a dos de ellos me habría gustado besar.  ¿Sería uno él?

Su cabellera rubia entró, y pude notar, ahora más con la luz de la taberna, lo guapa que era. Bajé la mirada y sacudí ligeramente la cabeza. Muy pocas personas me habían llamado tanto la atención de esa manera tan repentina, aunque ella lo hubiese hecho en otro sentido, y las que lo habían hecho por ese camino, desaparecieron para no verlas nunca más. No quería caer de nuevo en el mismo agujero y para ser sincero ahora mismo tenía en mente otra cosa. Había acudido, y eso realzaba mis sospechas.

Los dueños me miraron, y yo me rasqué la cabeza para darle la señal. Ya estaban alerta, y lo que menos podría hacer esa chica era llamar la atención de manera brusca o se buscaría un lío. Así que me levanté, sin mostrarle que yo era el que estaba buscando con la mirada.

—Al final has venido —Me coloqué a su lado, tras haberme mezclado con un grupo que entraba en ese momento y alcé la mano para pedir lo mismo de antes ¿Sería ella capaz de reconocerme? ¿O ya habían olvidado a las glorias de los juegos? Mi rostro no aparecía en ningún "Se busca" Fui importante, pero no tanto para aparecer en esos carteles. Después de todo no hice nada, sólo escaparme, y con suerte creerían ya que estoy muerto.

—No están tan bien como las de los demás distritos, pero al menos no te juzgan por tu apariencia ni por lo que eres —Bebí del trago y sonreí con esa indirecta. A ver si se sentía aludida.

Un hombre apoyado en la barra me miró y se tensó; No era para nada uno de los que habían llamado mi atención inicialmente, y siendo sincera recé interiormente para que no fuera él; Se levantó, caminó hacía mi, y yo maldije en voz baja...un par de segundos antes de que pasara por mi lado y saliera de la taberna.

"Dios. Dicen que la curiosidad mata gatos, yo no soy un gato, deja de matarme."

Pensé antes de que una voz me devolviera a la realidad. “Al final has venido”. Parpadeé sorprendida un par de veces, mirando al hombre mientras se colocaba a mi lado; Si, él si era uno de los que habían llamado mi atención, aunque en esos momentos era imposible que supiera que tal vez...solo era una parte de mi subconsciente recordando que ya le había visto antes.

-Me apetecía tomar algo. -Respondí con tranquilidad, dejando que pidiera una bebida y se acomodara a mi lado. “El puñetero es bastante guapo”, pensé mientras su enorme bocaza se encargaba de recordarme que no estaba allí por eso.

“No están tan bien...pero al menos no te juzgan por tu apariencia, ni por lo que eres” La frase no me dejó indiferente, pero no logró sacar de mi más que un leve aleteo confuso de  pestañas; Llevaba años preparándome para ser interrogada y juzgada, nunca había bajado la guardia y sabía cubrir mi pasado a la perfección. Derian no lo tenía fácil para saber de mi, y eso que inicialmente ya tenía muchas más pistas que cualquiera de los que me rodeaban en mi día a día.

-Creo que no tengo una mala apariencia...- Comenté dando otro trago después de fingir duda y despues entendimiento durante unos segundos. - Y hasta donde yo sé...hace años que lo que soy está bien visto. - Me refería a mi condición de bruja, por supuesto. -Solo he venido porque te debo una...te he ofrecido lo que tengo...y me has sugerido que me deje caer por aquí. - No estaba siendo coherente, ni siquiera estaba siendo amable, me ponía nerviosa, provocaba mis instintos... y hacía que me la jugara. Mala idea.

-Apropósito, me llamo Keyra, y tu eres? -Mentí, y algo en mi interior sabía que él también podía hacerlo, pero tenía la esperanza que si al menos lograba hacerme con un nombre, tal vez el lobo saciaría su curiosidad y podría marcharme con las deudas pagadas, para no volver a verle más.

Si no pierdes detalle de su rostro, puedes averiguar mucho de una persona.

Las palabras de mi ex-mentor, en aquel tiempo donde sólo era un muchacho asustado esperando entrar a la arena, me aletearon suavemente en la cabeza, como las alas de una mariposa, sacando un recuerdo lejano y muy práctico en ese momento. El rostro de esa mujer era imperturbable, pero podías entre ver ciertas cosas como pequeños gestos involuntarios a la reacción de preguntas. Era un juego difícil, pero no imposible. Tan sólo tenías que dar en el sitio correcto.

—Tu apariencia es de alguien muy novato en este lugar —Demasiado, incluso para alguien que intentase fingir. Mi mente comenzó a manejar la situación de otra manera, ideando alguna opción viable para sacarle la verdad a la rubia. Sabía que no sólo me iba a bastar con fijarme en cualquier detalle, cuanto más alargara la situación, más peligro corría —No tanto para otros —dejó caer a su comentario. Tamborileando distraídamente los dedos en la barra. Algo banal para ella, pero no para los dueños y los que ahí compartían una noche de bebida y tranquilidad.

Sonreí, y bebí de la copa —No estoy herido de momento, y tampoco preciso los cuidados de un medimago que compra acónito en el mercado negro. Es duro esconder a alguien así, ¿no? —Me fijé como dos salían del bar, y luego la miré a ella —Por aquí es donde acaban, huidos del gobierno, y escondidos para no ser ejecutados —Algo que ya no supiesen cazadores.

—Scott —Y otros dos más salieron del bar.

Scott. Ya tenía un nombre con el que darme por satisfecha. Intenté ordenar mis pensamientos y convencerme a mi misma de salir de ese lugar, había dicho que no necesitaba un medimago, y ya había hecho dos insinuaciones respecto a lo que podía ser...o ocultar. No me gustaba...no podía gustarme, sabía demasiado sin saber realmente nada.

-Ummm depende de a lo que te refieras. -Hice una pequeña mueca. - La gente que se interesa en las pociones extrañas, suelen ser muy insistentes. - Me encogí de hombros y le di otro trago a mi bebida.  - ...pero no suelen castigarles con la ejecución. - Añadí, esforzándome en quitarle la idea de que estaba relacionada con algún tipo de hombre lobo, ofreciéndole más posibilidades: Profesores de pociones, extravagancias... cualquier cosa que su cabeza pudiera creer una posibilidad, me valía para intentar alejarlo de mis huellas.

-Así que...resuelto el misterio del acónito.-Albos sabíamos que no estaba resuelto, pero tenía que intentar zanjarlo. -¿Para que me has hecho venir aquí si no necesitas una medimaga para nada? -Mi pregunta sonó en mi cabeza a la vez que la puerta se abría de nuevo para dejar salir más clientes.  ¿Si no necesitaba un sanador...podía necesitar un lobo? La idea de que fuera una trampa para licantropos me alteró el pulso; Existían maneras de comprobar mi maldición, llevaba demasiado tiempo esquivando trampas para caer ahora en una.

Cerré los ojos un segundo, la idea continuaba haciendo eco en mi interior y mi piel había palidecido un tono. Agarré el vaso de nuevo y lo apuré hasta el fondo, la bebida tenía que devolverme el color.

-Creo que te he malinterpretado, pero ahora que he visto tu rostro, imagino que podré saldar mi deuda en otro momento...-Dije haciendo aman de levantarme; Esos increíbles ojos azules que besaban con sabor a libertad, habían conseguido asustarme lo suficiente para que quisiera dejar de lado mi curiosidad. De nuevo con increíble facilidad.

Malditos ciclos lunares..

Sus respuestas eran ingeniosas, no podía negarlo, y quizás poco a poco podría hasta creerla, pero en esos distritos no podía fiarme de nadie, y más de un rostro que ni si quiera el camarero conocía. Fruncí los labios, mientras ella me intentaba vender que la poción se la habían pedido. Era raro, y había muchos cabos sueltos. Si no sabes moverte por aquí, ¿por qué no se lo pides a alguien? Después de todo esa poción se hace regularmente y no me creía que se la hubiesen pedido por primera vez. Metiéndose aquí ya se estaba jugando demasiado y ya tenía que hacerlo por algún familiar, algún amigo... O por ella misma. Pero... ¿Por qué ahora? Mi cabeza no encajaba todo lo que decía. Había mucha incongruencia.

—Sólo te di un lugar para descansar y seguir hablando —Se estaba poniendo nerviosa, lo notaba, y más cuando hizo ademán de irse.

No. No podía dejar que se fuera. Ahora no.

—En tu historia hay mucha incongruencia, Keyra —dije con suavidad, y tras quedarse el bar solo, el dueño se interpuso en la puerta y la cerró, quedándonos todos atrapados —No me interesa si eres mujer lobo. Aquí eres libre y nadie te llevará a la Arena si lo eres. Aquí le dan igual, pero lo que no me deja tranquilo es si de verdad lo eres, o si le compras la poción a alguien... —Me levanté y di unos pasos —O eres una auror infiltrada —sonreí —Y aquí los aurores infiltrados no son bienvenidos... Keyra —dije su nombre con suavidad y condescendencia, sabiendo exactamente donde tenía el cuchillo y los dueños con la varita en mano.

Me levanto justo a tiempo para notar lo vacio que se ha quedado la taberna; Apenas somos nosotros dos y las personas de detrás de la barra. ¿Cómo no me he dado cuenta?  ¿Como puedo ser tan estúpida a estas alturas?

"Mierda, es una trampa"

Scott habla y se levanta a mi lado, interponiéndose, como los otros dos entre mi persona y la puerta. ¿Qué mierda les pasa? No les he hecho absolutamente nada; Mi mirada se clava en el de ojos claro acusadoramente, no nos conocemos de nada, pero me he fiado de él viniendo aquí; Esto es lo más parecido a una traición que podía hacer conmigo.

- ¿A cuántos Aurores infiltrados le has hecho esto Scott?- Mi tono suena más dolido de lo que quiero que suene. -Porque me parece que si fuera una Aurora infiltrada la acabarías de cagar pero bien. -Le gruño antes de abofetearle; Si, de acuerdo podría haberle dado una patada en los huevos, haberle tirado el vaso vacio a la cara... qué sé yo, a mi me ha salido cruzarle la cara. -Los Aurores no necesitan puerta, imbecil. - Y yo tampoco. ¿Por que le insulto? Está totalmente fuera de mi comportamiento habitual. Intento desaparecerme.

La chica no tardó en ponerse a la defensiva, al sentirse acorralada, pero lo que hizo a continuación no era ni de lejos algo que un auror hiciese. Normalmente pelearía, sonreiría y alardearía... A no ser que fuese lista y como estaba haciendo huiría para no dejarse caer nunca más ¿Sería metamorfomaga? ¿Sería ese su verdadero rostro? Estaba confundido y perdido, ya no podía realmente saber nada de nada. Había tantas posibilidades en mi cabeza, que eso hizo que me distrajese y recibiera el golpe en toda la cara.

Ni si quiera le respondí. Mi rostro ardía, y me quedé quieto porque no me esperaba eso, ni aún sabiendo que podría pasar. He recibido golpes, pero ella ha hecho que me quedase estático y no pudiese reaccionar a su escapada.

Sin embargo, los otros dos de la puerta la redujeron e impidieron su escapada, golpeándola, pero en seguida me aproximé a ella y los miré.

—Nada de violencia —gruñí, y la cogí para sentarla en una silla, mirándola a los ojos —Pues si dices la verdad, enséñame tu identificación —me senté en otra de cara a ella, volteando la silla para apoyar los brazos en el respaldo.

Su cara se gira un poco por la inercia del golpe y se queda ahí, estático; No hay respuesta, ni gritos, ni nada de nada... Precisamente por eso dudo, y esa duda es mi perdición, pues aunque él no me responda al golpe los otros dos si están dispuestos a defenderle.

Entre ambos, llamemos-los Jaimito y Jaimita, me reducen antes de que logre desaparecerme. Jaimito me devuelve el golpe de su amigo con más fuerza de la que yo he empleado y me caigo al suelo, donde me preparo para ser apaleada cuando Scott se aproxima y evita que eso pase.

Me coge y como si fuera una muñeca, me sienta en una silla y le gruño por lo bajo. Soy una mujer con carácter, acostumbrada a la soledad y al dolor de mil huesos partiéndose cada noche de luna llena, un golpe no va a terminar con mi mala leche.  

Se sienta frente a mi en una silla girada y habla. Suspiro. ¿De verdad piensa que he traído alguna identificación a este sitio? Demasiado arriesgado.

-No puedo, no he traído nada que pueda identificarme. La idea era que nadie me reconociera...y mucho menos terminar en un bar- Miro a los dueños antes de corregirme. -En un asqueroso bar de mala muerte, atrapada con gente que no distingue clientes de espías. - No estoy siendo agradable, y probablemente eso no es algo que me convenga. - ¿Que se supone que teméis que descubran? ¿Que mierda traficáis he? No pienso recomendar este antro. - Les gruño antes de fijar los ojos en el culpable de todo esto, estoy enfadada y si van a matarme espero que sea rápido -¿Y tu que? ¿Te dedicas a ayudar gente para que te deban una y acorralarlos en sitios como este? Eres todo amor. -Viva la ironía y viva la mala leche, no han podido elegir peor ciclo lunar para hacerme esto. - Te has equivocado de persona, solo voy a ser una muerta más en tu lista.